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    Estudios Tursticos,n 143(2000),pp 111-120

    Institutode Estudios Tursticos

    Secretara de Estado de Comercio y Turismo

    CUANTOS TURISTAS QU EREM OS?

    ...

    y la

    emocin

    de

    aquel hundido valle

    de

    olivos silenciosos

    reposando

    en el

    mar.

    FRANCISCOBRIES

    Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye*

    Resumen.

    Elcrecimientonosiempreessinnimodelxito. Parece necesarionoslo tenerencuenta lasespectaculares cifrasdevisitantes

    sino abordarel impacto ambientaldel turismo. Todoelsector turstico tendraquereflexionar sobre loslmitesde su propio crecimientoy no

    atender slo

    a

    criterios incrementalistas.

    Las

    Administraciones,

    los

    profesionales

    y

    empresarios deberan aportar nuevas ideas para

    que el

    turis-

    mo,ansiendounafuente deingresosen la economa nacional,seaobjetode una adecuada ordenacin delterritorioy unagestin racionalde

    los recursos naturales.Lapretensindeconvertir todoslosrecursosenatractivo turstico puede tenerlosefectosde una tercera Desamortizacin.

    I. LOSBENEFICIOSY LOSCOSTES

    DEL TURISMO

    Espaaes unagran potencia tursticay

    el turismovaglobalmente bienencuantoa

    ingresos, beneficios, fidelidad de laclien-

    tela

    y

    mejora

    de la

    oferta.

    Los

    medios

    de

    comunicacin destacan cada

    ao ms

    altas

    cifras

    de

    turistas extranjeros tratando

    as de

    subrayar

    el

    indudable xito econmico

    del

    turismo.

    Debemosnoobstantesercautosyponer

    en relacin estas cifras con la economa

    mundial porque muchos otros destinos por

    ejemplo Tnez, Portugal, Caribe, Florida)

    tambinvenaumentar cadaao sunmero

    de turistas

    y los

    ingresos,

    lo que

    significa

    queelnegocio aum entanoslopormritos

    propios.Nodejade sersignificativoque

    hasta Indonesia haya incrementado

    su

    turis-

    mo

    en un

    7,1%

    en los

    nueve primeros

    me-

    ses

    de 1999

    respecto

    al

    mismo perodo

    de

    1998(1).

    Para evaluarelaciertode unapolticatu-

    rstica nosepuede slo atendera lascifras

    globales porquelosflujos tursticos tienen

    una gran componente exgenaqueescapaa

    nuestro control.La prosperidad econmica

    enlosmercados emisores,laevolucinde

    sus pirmides

    de

    poblacin,

    las

    guerras,

    conflictos

    y

    situaciones

    de

    inseguridad

    que

    pueden padecer destinos concurrentes,

    el

    abaratamiento

    de

    tarifas areas

    y la

    mayor

    disponibilidad de aparatos para vuelos

    chrter,sonalgunosde los factores deter-

    minantes que suelen tener poca relacin

    conlapoltica tursticade undestino.

    El turismo

    va a

    seguir creciendo porque

    las perspectivas econmicas mundiales

    son

    muy optimistas,

    por la

    facilidad

    de las co-

    municaciones,ascomopor la incorpora-

    cin constante de nuevos mercados y de

    nuevos destinos.

    El hombre moderno est adems cada

    vezmsabocadoaconsumir visiones,sen-

    * Directorde la OET deLisboa

    11 1

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    Jaime-Axel Ruiz Baudrihave

    saciones, experiencias, una vez satisfechas

    sus necesidades ms inmediatas. En ese

    sentido ms ciudades, ms pases, ms lu-

    gares , forma parte de un nuevo tipo de

    aproximacin del hombre a su planeta, qui-

    zs superficial por lo extensa, pero inevita-

    ble,

    en una 'perpetua inclinacin a consu-

    mir y a cambiar' que seal hace lustros

    Edgar Morin (2). El turismo es parte ya de

    esa nueva relacin con el espacio y con el

    mundo, que destacaba el pensador francs.

    Aunque no podamos dejar de sentirnos

    optimistas, la autocomplacencia puede ser

    peligrosa. El crecimiento asegurado, debe-

    mos concentrarnos en cmo queremos que

    se desarrolle el turismo. Debemos ser cons-

    cientes de que no se puede hacer aumentar

    indefinidamente, ao tras ao, la cifra de 51

    millones en 1999. Se trata de saber si nece-

    sitamos ms turistas o, si por el contrario,

    nuestro crecimiento debe tener un lmite.

    Dados los desequilibrios que an padece

    el sector, como la alta estacionalidad y la

    excesiva concentracin geogrfica, de los

    que hablaremos ms adelante, no parece

    que se pueda continuar por la va del au-

    mento cuantitativo durante mucho tiempo

    ms.

    Si optamos por un crecimiento indefi-

    nido significa ello continuar al ritmo ac-

    tual de construccin de infraestructuras y

    edificios hasta el total agotamiento de los

    espacios edificables? vamos a convertir

    nuestras costas mediterrneas en una in-

    mensa metapolis, espacio que sera medio

    urbe medio urbanizacin, por utilizar la ex-

    presin de Frangois Ascher?

    Hemos de ser conscientes de los costes

    que conlleva ese crecimiento, sobre todo en

    lo que se refiere al espacio, al paisaje, a los

    recursos hdricos, a la Naturaleza en defini-

    tiva. No debemos olvidar la otra cara de la

    moneda, el sacrificio de nuestras costas y de

    nuestros paisajes en aras del desarrollo tu-

    rstico, los enormes cambios que se estn

    produciendo en la morfologa y en la vida

    de nuestros pueblos al pretender convertir

    todo en un destino turstico.

    Un debate sobre el turismo en Espaa de-

    bera tratar sobre el lmite del crecimiento,

    el uso equilibrado del espacio y de nuestros

    recursos naturales porque, aunque mucho se

    habla de turismo sostenible, no parece que

    todava se haya tomado conciencia tanto en

    la sociedad como en el mundo empresarial

    y en las reas polticas del riesgo de su ago-

    tamiento.

    1.1. Los lmites

    El turismo es una forma de empleo del

    ocio que implica la ocupacin de un espacio

    diferente al habitual, ocupacin que puede

    llegar a tener efectos negativos cuando so-

    brepasa la capacidad mxima, el lmite de

    carga del destino. Cuando surge el turismo

    de masas se produce la llamada paradoja del

    turismo, que se traduce en que los destinos

    demasiado frecuentados dejan de ser atrac-

    tivos (lo contrario de lo que suele suceder

    con otros productos en el mercado, cuyo

    xito de ventas es un aliciente para producir

    ms y vender ms).

    En principio, cualquier lugar del planeta

    es susceptible de explotacin turstica, lo

    que viene acompaado de instalaciones,

    construccin, presin demogrfica, altera-

    112 Estudios T ursticos, n. 143 (2000)

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    Cuntos turistas queremos?

    cin del espacio en definitiva. El turismo,

    aunque beneficioso, tambin puede consu-

    mir y agotar recursos de la misma m anera o

    ms que una explotacin forestal, agrcola o

    minera.

    En Europa occidental el espacio habita-

    ble es ya un recurso escaso y sin em bargo

    no por eso demasiado bien gestionado. As

    lo vienen poniendo de manifiesto las suce-

    sivas catstrofes natur ales que a veces

    son consecuencia de la ocupacin excesiva

    de espacios que siempre han sido de la Na-

    turaleza, como ha sucedido al edificar en

    reas bajas del Rhin en Alemania y Holan-

    da. El reciente desastre en Venezuela ha

    puesto de manifiesto la irresponsabilidad de

    una construccin y especulacin salvajes.

    Como me deca un campesino andaluz tras

    una riada que haba destruido un paseo re-

    cientemente inaugurado junto a la ribera,

    los ros vuelven con sus escrituras para re-

    clamar, cada cierto tiempo, lo que es suyo y

    que los hombres le han quitado. A veces

    tardan, pero no se olvidan .

    Espaa, aunque con una densidad de po-

    blacin muy inferior a la media de la UE, ya

    tiene graves problemas de espacio en sus

    costas m editerrneas y en las islas. Adem s,

    por nuestras condiciones climticas, cente-

    nares de municipios tienen problemas de

    abastecimiento de agua o lo que se ha lla-

    mado

    stress hdrico

    (que va desde las res-

    tricciones a la pura falta de agua en muchos

    pueblos y aldeas del interior, o la saliniza-

    cin y agotamiento de acuferos) (3).

    No deja de ser sorprendente que gran

    parte de los proyectos de desarrollo de zo-

    nas tursticas y urbanas todava no tengan

    en cuenta, para su viabilidad, las reservas

    hdricas. La gestin y proteccin de nues-

    tros recursos naturales debera ser unos de

    los ejes de nuestra poltica turstica porque

    la lgica del negocio turstico tiene un hori-

    zonte mximo de treinta aos mientras que

    la lgica del espacio, del inters general es.

    por definicin ilimitada. De ah la necesaria

    intervencin pblica para evitar que preva-

    lezcan los intereses efmeros contra bienes

    en principio imp erecederos.

    Si bien la construccin es una locomo-

    tora que tira de la econom a (4), no hay

    que identificar el crecimiento del turismo

    con la expansin indiscriminada del territo-

    rio construido. La prdida de suelo rstico a

    favor de la construccin, sea en promocio-

    nes inmob iliarias, en vas de com unicacin

    y otras infraestructuras, ha cambiado y si-

    gue transformando drsticamente, desfigu-

    rando la fisonoma del paisaje de Espaa.

    Vamos a seguir hormigonando y pavimen-

    tando indefinidamente nuestro pas?

    Ante el problema de la masificacin y de

    la densidad urbana en Espaa hemos creado

    dos modelos opuestos que funcionan en pa-

    ralelo: jun to a las urbanizaciones de lujo pri-

    vadas (las

    gated commu nities,

    con vigilancia

    privada y restriccin del acceso) seguimos

    construyendo grandes complejos inmobilia-

    rios destinados al turismo de m asas. Hay un

    horror vacui

    que se plasma todava en los

    planes de crecimiento de muchas ciudades y

    en muchas zonas tursticas donde no se deja

    un espacio libre. Parece com o si la nica l-

    gica fuese la del lucro, la explotacin inmo-

    biliaria de todos los m etros posibles de playa

    o de toda ensenada susceptible de albergar

    una instalacin nutica, de todo valle pinto-

    Estudios Tursticos, n. 143 (2000)

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    Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

    resco, en definitiva, de utilizar todo el pas

    como recurso turstico.

    Otro fenmeno ligado al turismo y sobre

    el que parece no se ha reflexionado mucho

    es el transporte por carretera, el automvil,

    que conlleva contaminacin, uso de espa-

    cios,

    embotellamientos y ruido. La cuarta

    parte de los turistas llegan y circulan por

    Espaa por carretera, as como casi todos

    los excursionistas (que no pernoctan). De

    enero a agosto de 1999 entraron por carrete-

    ra 7.992.426 turistas y 16.471.700 excursio-

    nistas, segn los datos de Frontur, del Insti-

    tuto de E studios Tursticos.

    La solucin no parece que est en seguir

    construyendo y ensanchando las autopistas

    -inmediatamente ocupadas por el transpor-

    te de mercancas- o llegando al extremo de

    convertir las antiguas pistas forestales de

    tierra en carreteras asfaltadas.

    En efecto, incluso los lugares ms recn-

    ditos no se libran de la presin del autom-

    vil (cuando no de los 4x4). En Espaa, los

    diez Parques Nacionales han recibido en

    1998 nueve millones de visitantes, la mayo-

    ra en au tom vil. No se tienen cifras fiables

    de todos los dems espacios naturales, entre

    otras cosas porque m uchos tienen acceso li-

    bre y sin control alguno y el recuento no se

    hace o se hace por muestreo.

    En Estados Unidos, por ejemplo, el pro-

    blema ya desborda la capacidad de solu-

    cin, habiendo deteriorado destinos tursti-

    cos otrora muy atractivos, como los Cayos

    en Florida (5), y amenazando seriamente

    determinados parques nacionales como Ye-

    llowstone, Yosemite o el Gran Can del

    Colorado. En 1996 los cinco mil parques y

    lugares protegidos de los Estados Unidos

    fueron visitados por 266 millones de perso-

    nas,

    que se desplazaron en automviles y

    autobuses. Slo el Gran Can recibe cinco

    millones de visitantes anuales, por lo que se

    est contemplando la posibilidad de restrin-

    gir el acceso. La construccin de estaciona-

    mientos gigantescos o la subida del precio

    de las entradas no han conseguido disuadir

    a las masas de visitantes.

    Com o ha sealado la historiadora Brba-

    ra Tuchman refirindose a las paradojas del

    crecimiento y a las decisiones apresuradas

    por qu los empresarios norteamericanos

    insisten en el crecimiento cuando est de-

    mostrado que agota las tres bases de la vida

    en nuestro planeta: tierra, agua y aire? (6)

    Esa m isma pregunta nos deberamos hacer

    en Espaa cuando en los um brales del siglo

    XXI nos hallamos con las costas y las islas

    saturadas durante cuatro o cinco meses al

    ao.

    Aunque declarar espacios protegidos es

    una buena lnea de actuacin, no parece l-

    gico que dividamos Espaa en zonas prote-

    gidas y en zonas donde se puede hacer cual-

    quier cosa. Preservar el paisaje, el medio

    natural, no significa que haya que declarar

    santuar ios para, en comp ensacin, dejar

    libertad total fuera de ellos. Todo el espacio

    debe ser objeto de proteccin, en un grado

    mayor o menor.

    1.2. Turismo versus urbanismo?

    El turismo ha sido positivo para la eco-

    noma, pues el eje Catalua-Mediterrneo

    114 Estudios Tursticos, n. 143 (2000)

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    Cuntos turistas queremos?

    creci de 1955 a 1986 un 163%, mientras la

    media espaola fue del 125%, lo que se ha

    debido en gran parte al turismo. Pero si bien

    es cierto que en los municipios tursticos la

    renta por habitante es un 20% ms alta que

    en los industriales (7), hay que reconocer

    que se han producido desequilibrios como

    la alta estacionalidad y la saturacin de mu-

    chas costas.

    Muchos de los desastres urbansticos,

    con destruccin del paisaje a veces irrever-

    sible, se han perpetrado para satisfacer la

    demanda sin oponer una mnima resistencia

    racional de proteccin ambiental. Durante

    muchos lustros, nos hemos comportado

    como un pas colonizado, plegado a las ne-

    cesidades de la demanda y a los intereses

    inmobiliarios. Ha habido una gran desigual-

    dad entre la capacidad negociadora de la de-

    manda en relacin con una oferta todava

    fragmentada y poco organizada.

    Esa oposicin entre las normas u rbansti-

    cas y el crecimiento turstico ha sido puesta

    de manifiesto por Zaragoza Orts (8), preci-

    samente antiguo alcalde de Benidorm,

    cuando comenta la Ley de Centros y Zonas

    de Inters Turstico Nacional de 1963, en la

    que se permitieron plazos ms breves que

    el de la legislacin urban stica, se relega la

    ordenacin urbanstica a segundo trmino,

    usufructo del dominio pblico, etc. .

    Y recalca que La Ley de Centros y Zo-

    nas tuvo los siguientes imp ortantes efectos:

    a) es la primera norm a legal que se contra-

    pone al planeamiento urbanstico, como

    planificacin global. La planificacin ur-

    bana queda supeditada a los intereses turs-

    ticos:

    Antonio Costa y Jos Luis Jimnez (9)

    tambin han acusado al urbanismo de ser

    una traba al desarrollo turstico. Los nicos

    intentos de introducir alguna o rdenacin del

    territorio se contemplaron en el II Plan de

    Desarrollo (1968-1971). En esa poca se

    elabor el Plan de Ordenacin de la Costa

    del Sol, con unos resultados, hoy se ve, ms

    que discutibles.

    El propio Plan Integral de Calidad del

    Turismo Espaol (PICTE 2000-2006) as lo

    reconoce cuando afirma:

    La afluencia masiva de turistas al lito-

    ral ha contribuido en gran medida al

    crecimiento de la economa espaola,

    aunque la consecuencia haya sido la

    transformacin de amplias zonas, espe-

    cialmente desde el punto de vista paisa-

    jstico, y una presin, a veces excesiva,

    sobre los recursos naturales debido a

    una insuficiente planificacin.

    En efecto, no ha habido en general ni or-

    denacin global del territorio ni programa-

    cin del desarrollo. Los ayuntamientos si-

    guen considerando el suelo como una

    fuente de financiacin y las promociones

    inmobiliarias como su principal recurso.

    As, aos despus, tenemos que reparar con

    dinero pblico los excesos de la especula-

    cin, esponjando espacio urbano , restauran-

    do playas, arreglando parques, espacios

    verdes, vas de comunicacin, paseos mar-

    timos, recuperando cauces de ros, constru-

    yendo tradas de aguas.

    Los debates actuales sobre la calidad, el

    crecimiento cero o la moratoria turstica, la

    ecotasa y el turismo sostenible, son sin em-

    Estudios Tursticos, n. 143 (2000)

    11 5

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    Jaime-Axel Ruiz Baudrihaye

    bargo la muestra de que algo empieza a

    cambiar y pueden contribuir a que el debate

    sobre el turismo se trate con la envergadura

    que requiere su importancia econmica,

    ambiental y demogrfica y no slo desde

    una perspectiva incrementalista. Del ade-

    cuado equilibrio entre la rentabilidad y la

    sostenibilidad y conservacin depende el

    futuro de este enorme y todava creciente

    sector econmico.

    II . LA NECESARIA INTERVENCIN

    PBLICA

    La intervencin del Estado, de la Admi-

    nistracin, en el turismo no es una cortapisa

    a la libre empresa. Nadie defiende a estas

    alturas una intromisin mercantilista del

    Estado. Las empresas y el juego del libre

    mercado son perfectamente capaces de

    afrontar retos como las nuevas tecnologas,

    el incremento de la calidad, el aumento del

    gasto por turista o la

    i

    versificacin de pro-

    ductos.

    Pero la libertad de m ercado no exime a la

    Adm inistracin pblica de intervenir en de-

    terminadas reas. La utilizacin y eventual

    destruccin o degradacin de recursos natu-

    rales,

    la necesidad de transportes y com uni-

    caciones y el impacto del turismo de masas

    hacen necesario el control pblico del desa-

    rrollo turstico.

    Adems de proteger los derechos de mi-

    llones de consumidores, hay que garantizar

    el buen uso del gasto pblico en infraestruc-

    turas y proteger el entorno natural, monu-

    mental, urbanstico y cultural. Es decir, hay

    que proteger no slo a los consumidores

    sino a las pob laciones locales sometidas a la

    presin turstica.

    Se deben imponer determinados lmites

    para ordenar el territorio, preservar el entor-

    no natural y para garantizar que el turismo

    repercuta en una mejora de la calidad de

    vida de las poblaciones locales. La inter-

    vencin pblica en el rea del turismo en

    Espaa podra resumirse pues en dos lneas:

    proteccin del consumidor y proteccin del

    espacio.

    La conservacin y mejora de muchos

    espacios naturales o culturales (paisajes,

    zonas monumentales, museos, etctera)

    justifica sobradamente la restriccin, prohi-

    bicin y limitacin en algunos casos.

    No podemos transformar todo el pas en re-

    curso turstico por m uchas presiones locales

    o de grupos econmicos que haya. Si eli-

    minamos las restricciones por atender inte-

    reses lucrativos y de cortas miras estaremos

    condenndolos a su desaparicin a plazo

    fijo.

    Prueba de que el control y la limitacin

    impuestos por la ley han sido positivos en

    muchos casos es que gran parte de nuestros

    espacios naturales mejor conservados traen

    su origen en especiales situaciones jurdi-

    cas.As, nos han llegado casi intactos, gra-

    cias a las antiguas restricciones que hubo

    para su uso , espacios com o los Picos de Eu-

    ropa, el Monte del Pardo, el Coto Doana,

    las Sierras de Segura, Cazorla y Las Villas,

    la isla de la Cabrera, en las Baleares y la

    zona costera cercana a Zahara de los Atu-

    nes,

    stas dos ltimas porque eran zonas

    militares.

    116

    Estudios Tursticos, n. 143 (2000)

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    Cuntos turistas queremos?

    Todos nuestros paisajes, nuestras costas

    y montaas no pueden ser considerados

    como productos tursticos. De hacerlo, ten-

    dr consecuencias parecidas a las que tu-

    vieron las dos desamortizaciones del siglo

    XIX que permitieron la comercializacin y

    venta indiscriminada de bienes eclesisti-

    cos,primero, y de los montes comunales y

    de propios, despus, y que devastaron y ex-

    poliaron nuestro patrimonio cultural y fo-

    restal.

    El conflicto entre intereses privados y

    pblicos surge precisamente con ms agu-

    deza en la utilizacin de los recursos natura-

    les y por eso las Administraciones deben te-

    ner polticas muy claras y definidas

    teniendo en cuenta que el precio de la pro-

    teccin es siempre inferior al beneficio so-

    cial extrado a largo plazo. La Naturaleza

    no puede ser privatizable.

    Quiz haya que limitar la oferta, no se-

    guir ocupando espacio y, en cam bio, reutili-

    zar el degradado, reconstruir zonas mal edi-

    ficadas, abrir pulmones en ciudades muy

    densas. Es necesario de alguna manera

    compensar y limitar los costes de los recur-

    sos escasos (territorio, costas, agua), inclu-

    so aquellos con un precio invisible como es

    el paisaje o la tranquilidad.

    Es necesario que todas las Administra-

    ciones locales y regionales consideren al

    movimiento genuinamente ecologista como

    un aliado y no como un adversario obstruc-

    cionista. La dimensin de conservacin y

    mejora del espacio es esencial para desarro-

    llar un turismo con futuro. No puede p reva-

    lecer la lgica del crecimiento econmico

    solamente. La participacin de los conser-

    vacionistas (10) en la economa y gestin

    del espacio y de los recursos puede aportar

    otra perspectiva que es muy necesaria.

    El riesgo, hay que subrayarlo, no son los

    ecologistas. Es m s grave, por intentar con-

    tentar a todos, plegarse a los deseos e inte-

    reses a corto plazo de poblaciones locales o

    de grupos de presin empresariales ligados

    a la construccin para abrir determinados

    espacios al turismo o flexibilizar las res-

    tricciones existentes, con el sempiterno pre-

    texto de la creacin de puestos de trabajo.

    La tensin entre 'utilitaristas' y 'conserva-

    cionistas' en torno a Doana o a la Alham-

    bra son buena muestra del riesgo que corren

    dichos espacios naturales o monumentales

    ante discursos de gran aceptacin local pero

    de escasa visin de futuro.

    Lo mismo se podra decir del urbanismo

    y los cascos histricos y de esa falsa percep-

    cin de que unos cuantos m onumentos en el

    casco histrico bastan para que una ciudad

    sea declarada Patrimonio de la Humanidad

    por la Unesco, a menudo con un inters me-

    ramente publicitario. Luego se olvida la de-

    gradacin de las afueras, los descuidados

    accesos, los horrendos edificios que afean

    muchas antiguas y otrora bellas poblaciones

    (11). En algunos casos, da la sensacin de

    que los barrios histricos son contemplados

    casi como parques tem ticos, pretextos para

    hacer negocio, a veces hasta con un rem edo

    de medievalismo con animacin de calle

    pagada con el presupuesto municipal, sin

    integracin con el resto del tejido urbano,

    modelo Cancn o C artagena de Indias (12).

    En Espaa hay afortunadamente modelos

    de desarrollo urbano que estn mejorando

    Estudios Tursticos, n. 143 (2000)

    11 7

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    Jaime-Axel Ruiz BaudrihayK

    sustancialmente las ciudades y reparando

    los males de los aos sesenta y setenta,

    como pueden ser La Corua, Valencia o

    Barcelona, por ejemplo. Pero otras siguen,

    desgraciadamente, la lgica de la expansin

    en una desenfrenada carrera para construir

    ms y densificar m s, lo que puede repercu-

    tir en una degradacin general de la calidad

    de vida.

    Por ltimo , no todo el esfuerzo se le pue-

    de pedir a la Administracin Pblica, la so-

    ciedad debe movilizarse para crear espacios

    protegidos y para sensibilizar a los poderes

    pblicos y a las empresas de los aspectos

    ambientales. Deberamos intentar importar

    a nuestro pas experiencias con tanta solera

    como el National Trust, fundado en Gran

    Bretaa en 1895 por varios filntropos pre-

    ocupados con el impacto del desarrollo in-

    controlado y de la industrializacin. Orga-

    nizaciones, como ya existen muchas, ms

    empeadas en la accin positiva que en la

    mera denuncia.

    El National Trust, entidad privada inde-

    pendiente con dos millones y medio de so-

    cios,

    muchos de los cuales han aportado y

    permiten las visitas en sus propiedades a

    cambio de ventajas fiscales, protege hoy

    272.000 hectreas de tierra, casi mil kil-

    metros de costa, 2.792 edificios y entre

    ellos:

    164 residencias histricas, 19 casti-

    llos, 160 jardines , 47 sitios de arqueologa

    industrial, 49 iglesias, 9 yacimientos

    prehistricos y 73 parques paisajsticos.

    Los bienes del N ational Trust fueron visita-

    dos en 1997 por casi doce millones de per-

    sonas.

    Adems publica trabajos, manuales

    de jardinera y de restauracin de edificios,

    de cocina, de historia, guas y catlogos y

    tiene una vocacin eminentemente docen-

    te .

    El National Trust se ha trasplantado a

    los Estados U nidos y Australia, con simila-

    res cometidos y resultados. En Espaa tam-

    bin ha empezado a funcionar una iniciati-

    va similar, la Fundacin Territorio y

    Paisaje, patrocinada por la Caixa de Cata-

    lua, con el apoyo del Institu Ctala de la

    Mediterrnia.

    III.

    EL TURISMO ES ORDENACIN

    DEL TERRITORIO

    En mi opinin, se hace necesario plantear

    los problemas del turismo a medio plazo y

    salir de una arriesgada dinmica de la canti-

    dad y del crecimiento ilimitado. Los exper-

    tos y los tcnicos, las empresas, las Admi-

    nistraciones pblicas y especialmente los

    representantes locales y regionales y las

    asociaciones, pueden contribuir a trazar las

    lneas generales de orientacin de toda la

    industria turstica para este comienzo de si-

    glo,incluyendo los aspectos no slo econ-

    micos, sino los ambientales, demogrficos

    y sociales.

    Probablemente habra que plantear en

    muchas partes de Espaa una moratoria en

    el crecimiento y fomentar el aprovecha-

    miento de las infraestructuras existen tes, sin

    ocupar ms territorio (13). Los beneficios

    del turismo pueden crear empleo a travs de

    otros sectores que no sean necesariamente

    la construccin y el inmobiliario sino otro

    tipo de actuaciones y servicios. Por ejem-

    plo, la conservacin y restauracin de mo-

    numentos, la proteccin de la Naturaleza, el

    incremento de la accin cultural, las instala-

    ciones deportivas.

    118

    Estudios T ursticos , n. 143 (2000)

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    Cuntos turistas queremos?

    En principio, por ejemplo, no se debera

    promocionar un destino turstico si no cuen-

    ta con un plan de ocupacin del suelo que

    responda a criterios de sostenibilidad y con-

    servacin de los paisajes y de los recursos

    naturales, un plan de urbanismo con control

    de calidad esttica sobre las nuevas cons-

    trucciones y una adecuada gestin de las

    aguas, un eficaz sistema de tratamiento de

    basuras, escombros, desguaces y o tros resi-

    duos (14).

    Ante el agotamiento de los recursos y la

    saturacin del espacio, considerando la

    ecuacin costes/beneficios del turismo a

    medio y largo plazo se pueden adelantar

    unas cuantas propuestas, en el mbito de

    una adecuada ordenacin del territorio.

    En este sentido no pretendo sino sugerir

    contenidos concretos a las propuestas del

    PICTE 2000-2006 en cuanto a calidad de

    los destinos tursticos y sostenibilidad, en la

    que se menciona expresamente la necesidad

    de reflexionar sobre los lmites del creci-

    miento en algunas zonas tursticas . Mu-

    chas de estas propuestas deberan tener al-

    cance normativo mientras otras dependen

    de las decisiones municipales en muchos

    casos porque ya existe normativa que las

    ampara:

    Reservar determinados espacios rura-

    les y urbanos, sin necesidad de tener

    que recurrir a normas de rango legal ni

    exigir siempre la catalogacin como

    monumento, pues esto produce una

    tardanza y una burocratizacin del

    proceso que a menudo no llega a tiem-

    po para protegerlos, porque muchos

    promotores siguen utilizando la polti-

    ca de los hechos consumados en cuan-

    to a demoliciones, talas, alturas y vo-

    lmenes que tapan perspectivas y pai-

    sajes, etc.

    Exigir estudios de impacto en los re-

    cursos (agua potable y de riego, vege-

    tacin, paisaje, etctera) como requisi-

    to necesario pero no suficiente a toda

    promocin inmobiliaria. La normativa

    existente sobre estudios de impacto

    ambiental es insuficiente y el procedi-

    miento, lento.

    Limitar los usos y hacer cumplir efecti-

    vamente las normas sobre instalacio-

    nes molestas. La autorizacin y cons-

    truccin de zonas de bares y

    discotecas, talleres y desguaces, ventas

    de automviles, determinadas zonas

    comerciales, grandes superficies, de-

    ben tener un tratamiento integral y no

    de licencia a licencia. Esto es particu-

    larmente grave en pequeos munici-

    pios,

    a veces sin los medios tcnicos ni

    jurdicos suficientes para llevar a cabo

    una adecuada distribucin del espacio

    urbano.

    Demoler efectivamente y sin dilacin

    innecesaria las urbanizaciones y edifi-

    caciones ilegales para evitar la hab itual

    prctica del hecho consum ado.

    Ampliar el concepto administrativo de

    interesado para perm itir que las asocia-

    ciones de vecinos, comunidades de

    propietarios y cualquier ciudadano

    pueda hacer or su voz en materia de

    urbanismo, proyectos inmobiliarios,

    conservacin del paisaje, etctera.

    Estudios Tursticos, n. 143 (2000)

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    Jaime-Axel Ruiz Baudrihave

    La evaluacin de las alternativas deber

    hacerse con intervencin del sector turstico,

    de las Administraciones, de las organizacio-

    nes ecologistas y de las asociaciones de

    usuarios y consumidores. Los proyectos de

    urbanizaciones deben ser ms transparentes

    y mejor difundidos para que se puedan pro-

    nunciar a tiempo todos los interesados.

    En resumen, el libre mercado del suelo,

    en el sentido en que lo hubiera concebido

    Adam Smith, no quiere decir que slo ten-

    gan libertad de actuacin las empresas sino

    todos los actores sociales. Los bienes natu-

    rales no son

    res nullius

    o bienes de mano

    muerta a disposicin de una parte de la so-

    ciedad sino de toda ella. Debemos evitar

    una tercera y fatal Desamortizacin y poner

    ms nfasis en la conservacin. La sociedad

    no debe esperar que sean slo los poderes

    pblicos quienes intervengan sino que debe

    fomentarse el movimiento asociativo para

    proteger las ciudades y la Naturaleza.

    De no ser as, es probable que nunca ms

    tengam os la posibilidad de sentir la em o-

    cin de aquel hundido valle de olivos silen-

    ciosos / reposando en el mar que el poeta

    todava puede cantar, porque habrn sido

    sustituidos por urbanizaciones.

    NOTAS

    (1)

    International Herald Tribune, 24.XI.99.

    (2) M orin, Edgar, L'esprit du temps . Paris,

    1967.

    (3) Hasta el ao 2012 est previsto aumentar en

    un 75% las plazas tursticas en Alicante, en Levante,

    5.XI.99.

    (4) Enrique Reyna, presidente de APC E, en La

    Vanguardia 2 l-XI-99 .

    (5) The Florida Keys. Death in the afternoon ,

    en The Economist, 11.IX.99.

    (6) The march of folly , Londres, 1984.

    (7) Andrs Pedreo Muoz, en El eje de expan-

    sin econmica Catalua-Mediterrneo , Espaa

    Economa, Espasa Calpe, 1988.

    (8) Actuaciones administrativas, Pedro Zaragoza

    Orts, Obra colectiva 50 aos de turismo espaol.

    Un anlisis histrico y estructural , EOT , Madrid,

    1999.

    (9) Turismo y Urbanismo, Antonio Costa Prez

    y Jos Luis Jimnez Paz, Obra colectiva 50 aos de

    turismo espaol. Un anlisis histrico y estructural ,

    EOT, M adrid, 1999.

    (10) Las experiencias de FAPAS con el SEPRO-

    NA (Guardia Civil) en los Picos de Europa son, por

    ejemplo, muy positivas en la preservacin y mejora

    del habitat del oso pardo.

    (11) Alvaro Valverde, en ABC , 17.9.99, seala-

    ba en un artculo: Mueve un poco a risa que quienes

    han venido consintiendo la destruccin sistemtica

    del casco histrico soliciten ahora a la Unesco el

    rimbombante ttulo de Patrimonio de la

    Humanidad .

    (12) Ver The tourist city , obra colectiva edita-

    da por Dennis R. Judd y Susan S. Fainstein, Yale

    University Press, mayo 1999.

    (13) Esta es la orientacin , por ejemplo, del Plan

    de Ordenacin del Algarve propuesto por el Ministe-

    rio do Am biente e Ordenam ento do Territorio.

    (14) En Francia, por ejemplo, a partir del ao

    2002 estarn totalmente prohibidos todos los verte-

    deros que no tengan sistemas de incineracin, reci-

    clado o enterramiento.

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    Estudios Tursticos, n. 143 (2000)