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BOLETÍN de la Real Sociedad Geográfica Real Sociedad Geográfica Real Sociedad Geográfica Real Sociedad Geográfica Real Sociedad Geográfica Tomo CXXXIX-CXL 2003-2004

Cuestiones Teóricas de La Pobreza (en Boletín...)

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Cuestiones teóricas de la pobreza (en boletín...).

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1BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004BOLETNde laReal Soci edadGeogrfi ca Real Soci edadGeogrfi ca Real Soci edadGeogrfi ca Real Soci edadGeogrfi ca Real Soci edadGeogrfi caTomo CXXXIX-CXL2003-20042 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Depsito Legal: B-13.764/1992I.S.B.N.: 0210-8577Imprime: Grficas Lormo, S. A. - Isabel Mndez, 15 - 28038 MadridLas publicaciones de la Real Sociedad Geogrfica puedenadquirirse en: Centro Nacional de Informacin Geogrfica,La Casa del Mapa, C/. Ibez de Ibero, 3, 28003 Madrid.MI NI S TE RI O MI NI S TE RI O MI NI S TE RI O MI NI S TE RI O MI NI S TE RI ODEFOMENT DEFOMENT DEFOMENT DEFOMENT DEFOMENTO OO OOCENTRO NACIONAL DEINFORMACINGEO-GR FICA3BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004BOLETNde laR RR RRealSociedadGeogrfica ealSociedadGeogrfica ealSociedadGeogrfica ealSociedadGeogrfica ealSociedadGeogrficaTomo CXXXIX-CXL2003-20044 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004CONSEJO DE REDACCINDirectora:Mara Asuncin Martn LouVocales:Juan Velarde FuertesRafael Puyol AntolnTeodoro Martn MartnManuel Valenzuela RubioAntonio Zrate MartnSecretario:Joaqun Bosque MaurelReal Sociedad GeogrficaSecretaraC/. Pinar, 25 - 28004 - MADRIDTel. 91 411 10 09 Fax: 91 562 55 67 E-mail: [email protected] ASESOR DEL BOLETIN DE LA R.S.G.M. Carmen Ocaa. Universidad de MlagaLuisa M. Frutos. Universidad de ZaragozaHoracio Capel. Universidad de BarcelonaAndrs Precedo Ledo. Universidad de SantiagoAntonio Gil Olcina. Universidad de AlicanteSantiago Gonzlez Alonso. Universidad Politcnica de MadridFlorencio Zoido. Universidad de SevillaFernando Manero. Universidad de ValladolidRafael Herrero. Comunidad de Madrid-CartografaJuan Iranzo. Instituto de Estudios EconmicosArmando Montanari. Sociedad Italiana de GeografaJorge Gaspar. Universidad de LisboaJos Luis Palacios. Universidad Nacional Autnoma de MxicoBruno Messerli. Universidad de BernaDoreen Mases. The Open University. Reino Unido.Roland Courtot. Universidad de Aix en Provence- FranciaDouglas Pierce. Victoria University. Nueva ZelandaHugo Romero. Universidad Catlica de ChileAndrei Malinowsky. Academia de Ciencias. Polonia5BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004ICONFERENCIADE APERTURA DEL CURSO2003-20046 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-20047BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004IntroduccinMuchas gracias, seor Presidente.Seoras y seores, en primer lugar quiero agradecer a la Real So-ciedadGeogrficalaoportunidadquemebrindaparaestaraqucontodos ustedes.En 1911, el noruego Roald Amundsen alcanzaba el Polo Sur, una delas metas ms codiciadas por los exploradores de todo el mundo a prin-cipiosdelsigloXX,venciendoasurivalenesacarrera,elbritnicoRobertScott.Lavictoriade AmundsensobreScottsebas,entreotras,endoscuestiones.En primer lugar, en la eleccin de la energa motriz adecuada paraalcanzar su objetivo. Amundsen se ayud del transporte de trineos conperros, el medio ms adecuado para el desplazamiento en estas superfi-cies, tal y como haba aprendido y practicado tras sus contactos con losesquimales durante el paso del Atlntico al Pacfico a travs del nortedel continente americano, el buscado Paso del Noroeste.Scott, por su parte, no confiaba tanto en estos animales, y aunque seayud de ellos durante su travesa, pensaba que los ponis que compr enManchurialeserandemayorutilidadenaquellaslatitudes.PerolaAntrtida carece de alimento para los herbvoros y era necesario trans-portarelforrajeparalosponis. Adems,losponiseranmuypesadospara la nieve, y se acababan hundiendo hasta la panza.Amundsen, adems, dominaba el transporte de trineo con perros y,GEOGRAFAYENERGAporManuel Pizarro MorenoPresidente de Endesa8 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004tras haber alcanzado su meta, volvi al campamento base con 39 perrosde los 100 con los que haba salido. Los que faltaban, haban servido dealimento a los que permanecieron vivos.Scott,porsuparte,queapenashabapracticadoeltransportedetrineo con perros cuando lleg a la Antrtida, pas sus ltimos das tiran-do a pulso de los trineos junto con sus compaeros.Por otra parte, Amundsen fue extremadamente cuidadoso a la horadeestablecerlosdepsitosdevveres,orecursosenergticos,alasdistanciasadecuadasyconlascantidadesprecisasparaasegurarlacorrecta alimentacin de su equipo para el viaje de vuelta del Polo.En definitiva, el xito de Amundsen se bas tanto en la adecuadaubicacindelosdepsitosderecursosenergticosnecesariosparalaexpedicin como en su capacidad para alcanzarlos.Amundsen se enfrent inteligentemente a la ausencia de recursosenergticos en el Polo, de la misma manera que las sociedades previasa la revolucin industrial se enfrentaban a la baja movilidad de las fuen-tes de energa conocidas.Fueapartirdelarevolucinindustrial,enlaqueseintroduceelcarbn como principal fuente de energa, y, sobre todo, a partir de losdescubrimientos que permitieron el desarrollo de la electricidad, cuandofue posible alejar los puntos de produccin de energa de los puntos deconsumo.La historia de la humanidad es, en alguna medida, la historia de lasfuentes de energa y de la capacidad del ser humano de vencer las crisisenergticas, acaecidas por la ruptura del equilibrio entre sus necesida-des y los recursos disponibles. Estas crisis eran generadas normalmenteporlaslimitacionesalahoradeconvertirytransportarlosrecursosenergticos. Aunquelacantidaddeenergadisponibleenlatierraesprcticamente infinita, la dificultad estaba, y est, en transformarla enutilizable y hacerla llegar all donde se necesita.Las sociedades modernas han sido capaces de obviar en buena par-te los obstculos en este sentido y han desarrollado fuertes redes ener-gticas internacionales. As como en su poca el comercio de las espe-cies contribuy de manera decisiva a los descubrimientos geogrficos,en la poca reciente, el desarrollo de estas redes energticas ha contri-9BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004buido en buena medida al fortalecimiento de las relaciones comercialesy polticas internacionales.En mi exposicin, analizar inicialmente la evolucin de las fuentesenergticas a lo largo de la historia; posteriormente, profundizar en eldesarrollodelasredespolticasyeconmicasligadasalosrecursosenergticosyterminarexponiendolosretosalosqueseenfrentalaelectricidad, uno de los servicios ms esenciales de la actual sociedad.LaevolucindelasfuentesdeenergaHasta la revolucin industrial, las fuentes de energa ms utilizadasporelhombreerandecarcterrenovable:elaprovechamientodelabiomasa para su combustin, la canalizacin de la fuerza de los ros, eldominio de la fuerza del viento.El descubrimiento y dominio del fuego jug un papel primordial en laprehistoria y tambin en el propio proceso de humanizacin. El fuegoinaugurlautilizacindelamaderacomofuentedeenergatrmicairreemplazable para la humanidad durante miles de aos. La disponibili-dad de madera en las proximidades contribuy de alguna manera a laformacin de grupos estables de individuos y a la socializacin del serhumano.La utilizacin de la biomasa como una fuente de energa bsica per-sisti hasta la revolucin industrial. En la Edad Media, el desarrollo demuchos de los enclaves urbanos se bas, entre otros, en la utilizacinintensiva de los recursos forestales para el abastecimiento de las nece-sidadesenergticas.Pastores, cazadores y campesinos competan por los recursos de losbosques con madereros y carboneros que suministraban combustibles alas ciudades y las herreras. Es en esta poca cuando aparecen las pri-meras regulaciones sobre la utilizacin de los recursos forestales.Porejemplo,enloqueeslaactual Alemania,seestablecalasi-guiente pena para aquel que descortezara un roble o un rbol frutero:susentraasdebernseratadasalrededordelrbol,oestaotrapara el que arrancara un rbol frutero: su cabeza debera ser puesta ensu lugar.La segunda de las grandes fuentes de energa renovables es la queGEOGRAFA Y ENERGA10 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004proviene de la fuerza de los ros. El dominio de sta hizo posible la evo-lucindelaagriculturaylaganadera,quepermitancontrolarlosconversores biolgicos de la energa, es decir, las plantas y los animales,y as fue posible almacenarlos y transportarlos, prepararlos para su con-sumo y convertirlos en energa metabolizable por el ser humano.As, los primeros grandes sistemas energticos aparecen a la orillade grandes ros, el Nilo, el Tigris y el ufrates. En Egipto y Mesopotamia,zonas con escasas precipitaciones, la irrigacin junto con la energa so-lar permitieron el desarrollo de grandes cultivos de cereales y posibilita-ron la aparicin de importantes ncleos de poblacin.Egipto y Mesopotamia son, precisamente, los primeros grandes ejem-plos de control estatal de la energa. En Mesopotamia, la tierra era cul-tivada y administrada bajo el control de los templos y los palacios. Hayreferencias de un centro de produccin en Girsu, en el bajo ufrates,donde se empleaban cerca de 1.000 personas.En Egipto, por ejemplo, la construccin de las pirmides no era sinouna demostracin del fabuloso control de una mega-mquina humana.Segn Herodoto, 100.000 hombres, reemplazados cada tres meses porotros, trabajaron durante 30 aos para la construccin de la pirmide deKeops.Otro dispositivo utilizado para el aprovechamiento de la fuerza delos ros son los molinos de agua. Aunque ya eran conocidos en la Anti-gedad, es en el norte de Europa, en la Edad Media, cuando se genera-liza su uso. Situados a la orilla de los ros, dependan en extremo de lascondiciones hidrulicas de los mismos, sequas o avenidas. La prolifera-cinesespectacular:secalculaqueenFranciahaba,enelsigloXI,20.000 molinos, con una potencia total de unos 50.000 caballos. Paraque se hagan una idea, es el equivalente a 500 coches de tamao medioactuales.La energa proporcionada por stos se utilizaba para la molienda delgrano, pero tambin para romper cortezas, martillar metales y soplar losfuelles de las herreras. Los molinos fueron el germen de la proto-indus-trializacin, el sntoma de nuevos mtodos de produccin y consumo. Lasituacin de los ros delimitaba la localizacin de las herreras, que demanda-ban grandes cantidades de energa, y combinaban la energa hidrulicacon la trmica, todava biomasa, para abastecer sus necesidades.11BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Uno de los puntos dbiles de los molinos de agua era que tenan queestar situados al lado de los ros y los derechos sobre stos eran normal-mente de grandes seores, bien seculares o bien eclesisticos.Es con el dominio del viento, cuando la humanidad controla una ener-ga, independiente de los lmites geogrficos y jurdicos de los ros.Ya en la antigedad, el viento abre una extensa red de rutas comer-ciales martimas, desarrolladas sobre todo en el Mediterrneo y permiteel desarrollo de civilizaciones que no basan el mismo en su localizacinjunto a grandes ros, como en el caso de Egipto.Atenas es el primer ejemplo de un estado que no dispona de recur-sos naturales para el abastecimiento de sus necesidades y que dependadelossuministrosexternos,elementoquejustificaenbuenaparteeldesarrollo comercial griego en el Mediterrneo.Romaheredaeintegralosavancestcnicosdelosgriegosenlanavegacin y aumenta el control de los recursos energticos del Medi-terrneo a travs del establecimiento de una red de rutas martimas yterrestres.Pero,enestapoca,laslimitacionesdelatecnologanuticadelmomentoimpedaaprovecharalmximolafuerzadelosvientos:sepodairdeRomaa Alejandraenunasemana,mientrasqueparalavuelta se empleaban ms de dos meses.Fue tambin el dominio de los vientos en el mar una de las fuerzasimpulsoras de los descubrimientos geogrficos del Renacimiento.Laenergadelvientotransportabaaloshombresatravsdelosmares y daba lugar a abundantes mitos romnticos y a especulacionescientficas. As, se crea que eran los vientos quienes movan el firma-mentodeEsteaOesteymantenantambinlasfuerzasoscurasdelplaneta en orden.En la antigua Grecia, los cuatro vientos principales, Boreas (norte),Notos (sur), Euros (este) y Zephyrus (oeste) eran hijos de Eolo. Homero,en la Odisea, relata cmo Eolo guardaba celosamente los vientos en unacueva remota en Tracia ya que quera hacerle un regalo a Ulises, quehaba estado esperando vientos favorables que le llevaran a la prximaetapadesusaventurasegeas.Los cartgrafos holandeses de finales del XVI y principios del XVIIGEOGRAFA Y ENERGA12 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004heredan estas leyendas y simbolizaban a los vientos en sus mapas configuras soplando benvola o furiosamente dependiendo del viento al querepresentaran.El conocimiento de los vientos fue clave para el avance en los des-cubrimientos geogrficos. En el siglo XV, los portugueses observaronque los vientos que procedan de la costa portuguesa favorecan la na-vegacin hacia el Sur y los que predominan en el Atlntico forman dosgrandes elipses, una en el hemisferio Norte, que circula de Oeste a Este,yotraenelhemisferioSurquecirculadeEsteaOeste.Peroelgrandescubrimiento fue la fuerte corriente al oeste de las Canarias, que ale-jaba a los barcos hacia alta mar y que sumada a los alisios del Nordeste,proporcionaba una navegacin segura y rpida. stas fueron las rutasque sigui Coln en su primer viaje a Amrica.Ya en tierra, los documentos que recogen la existencia de los molinosde viento en el medioevo europeo datan su aparicin a finales del sigloXII, en las orillas del Canal de la Mancha. A diferencia de los molinos deagua, sus costes de construccin eran menores, pero adems, el aire noperteneca a nadie. De alguna manera, la libertad para el establecimientode los molinos de viento supuso una brecha en el poder de los seoresmedievales y permiti el crecimiento de los centros urbanos.No quiero dejar de mencionar una de las fuentes de energa impres-cindiblesparaeldesarrollodelassociedadespreviasalarevolucinindustrial: el esclavismo. La mquina humana es, con seguridad, la mseficiente del reino animal.Por ejemplo, esta fuente de energa es clave para el impulso de lascivilizaciones griega y romana. Se calcula que en Atenas haba en tornoa 100.000 esclavos, yhaba mercado todos los meses, cada luna nueva.En Roma, a principios de nuestra era, existan cuatro millones de habi-tantes libres y tres millones de esclavos. Probablemente, una de las ra-zones de la decadencia del imperio romano sea la escasez de esclavos,cuyas fuentes se secaron cuando se estabilizaron las fronteras del impe-rio tras Trajano. A finales del primer siglo de nuestra era, en Roma, unesclavo era diez veces ms caro que cien aos antes.En la poca de los descubrimientos, la necesidad de la movilizacinde la mano de obra africana para la ocupacin de las nuevas tierras fueuna de las razones para la evolucin de la navegacin y el desarrollo denuevas rutas comerciales martimas.13BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Peroelmodeloenergticobasadoexclusivamenteenlasfuentesrenovables se agota en los siglos XVI y XVII, con las crisis energticasdebidas al crecimiento de la poblacin, al lento pero imparable aumentodel precio de la madera, cada vez ms escasa para atender los recursosenergticos de las grandes ciudades, y a la baja movilidad de las ener-gas conocidas.La sociedad vuelve sus ojos hacia el carbn, ya conocido como fuentedeenerga,peroentoncesdespreciadoporqueseconsiderabanocivopara la salud por su suciedad y malos olores. Es el primer paso para lautilizacin de las energas fsiles como soporte de la evolucin de lasociedad.Lasbondadesdelcarbneransuabundancia,subajocosteysucapacidad para ser transportado desde los centros de produccin a loscentros de consumo. Comienza la separacin espacial del origen de lafuente de energa primaria con el punto de consumo de dicha energa.El transporte del carbn por barco fue otro de los grandes contribu-yentes al desarrollo de rutas comerciales. El coste de construccin deun barco era muy alto, pero el coste variable de su transporte, realmentebajo. Tanto es as, que a principios del XIX, a algunas ciudades del estedeEstadosUnidoslesresultabamsbaratocalentarsushogaresconcarbn ingls en vez de con la madera de sus bosques.Inglaterra fue la potencia que ms desarroll el transporte martimodel carbn: a finales del XVIII, la capacidad de transporte de carbn deInglaterraeraunasseisvecesladeFrancia.NoesdeextraarqueJames Cook fuera en sus orgenes capitn de un barco carbonero y queel barco con el que llegara a la costa este australiana en su primer viaje,el Endeavour, fuera una nave que se dedicaba al transporte del carbn,adaptada a las necesidades de la expedicin.La utilizacin del carbn como fuente de energa y la invencinde la mquina de vapor, que haca posible transformar el vapor enmovimiento, permitieron el desarrollo de la industria y desligar susnecesidades energticas de las limitaciones de la baja movilidad delasenergasconocidashastaentonces.Laprotoindustriadejadecompetir con las necesidades humanas por la energa de los molinos o lamadera.La invencin y el desarrollo de la mquina de vapor, cuya primeraGEOGRAFA Y ENERGA14 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004aplicacin fue la extraccin de agua de las minas de carbn, condujerontambin al transporte de ste por las lneas de ferrocarriles. El ferroca-rril naci en las minas de carbn y las primeras lneas ferroviarias esta-ban dedicadas exclusivamente al transporte de carbn.Pero probablemente el mayor avance en la historia energtica de lasociedadmodernaseaeldescubrimientodelaelectricidad.Paralasindustrias, la utilizacin de los motores elctricos les liber de la necesi-dad de transportar y almacenar carbn. Para los ciudadanos de a pie, seles abri la puerta a la utilizacin de una energa limpia, fcil, cmoda einmediata.Aunque no debi ser fcil la adaptacin en un principio. En lashabitaciones de algunos hoteles neoyorquinos de finales del XIX sepoda leer este cartel: Esta habitacin est equipada con luz elctricaEdison. No intente iluminarla con una cerilla. Simplemente gire la llavesituada en la pared. La utilizacin de la electricidad para la iluminacinno es perjudicial para la salud, ni tampoco afecta a la profundidad delsueo.Las primeras plantas generadoras de electricidad eran turbinas devapor. Pero pronto se volvi a recurrir a la energa de los ros, la energahidrulica. El primer paso para generar energa elctrica se da en Fran-cia, en 1863, obtenindola de saltos de agua situados en los Alpes. Gra-cias al descubrimiento de la corriente alterna fue posible transportar laenergadeunamaneraeconmicayfiabledesdelascentraleshidro-elctricas hasta los centros de consumo.Hay que resaltar que Espaa, en 1909, tuvo el record de la lnea detransporte ms larga de Europa, de 250 km, que una a una tensin de60.000 voltios la central de Molinar, en el ro Jcar, con Madrid.Pero hasta el descubrimiento de la corriente alterna fue necesarioinstalar centrales trmicas muy cerca de los ncleos urbanos e indus-triales.Entonces,cuandoloimportanteeracubrirlasnecesidadesdeenerga, no haba problemas para instalarla cerca de zonas habitadas.Todava hoy en algunas ciudades tenemos vestigios de esas cen-trales. Por ejemplo, la oficina comercial de FECSA Endesa en Bar-celona est situada dentro de una antigua central trmica en la Ave-nida Vilanova.15BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Coneltiempo,sehizonecesariotrasladarpoblacionesenterasyanegar grandes superficies de terreno para disponer de presas que al-macenaran las necesidades energticas. El claro ejemplo de ello es laconstruccin en China de la Presa de las Tres Gargantas: un muro dems de 2 kilmetros de largo, 180 metros de altura y que ha anegado lasviviendasde1,2millonesdehabitantesqueproporcionarlaenergaequivalente a 18 centrales nucleares.La utilizacin de la energa de los ros permiti diversificar el origende las fuentes de energa en la generacin de la electricidad.Ahora bien, en un primer momento, los ncleos de consumo estabanaislados energticamente unos de otros. Las primeras grandes compa-as elctricas controlaban pequeas redes locales. Debido a la necesi-dad de obtener economas de escala, optimizar el diseo y la utilizacinde las distintas centrales y planificar a una escala ms elevada las nece-sidades energticas, se comenz a conectar los distintos ncleos urba-nos con redes regionales y nacionales de transporte y distribucin deenerga.Contodosesto,seavanzenlaflexibilidadyseguridaddelsistema para hacer frente a situaciones de crisis.LacreacinderedesenergticasinternacionalesEstas y otras consideraciones han sido las que han llevado a estadosy compaas privadas a desarrollar conexiones econmicas y polticasinternacionales cuyo origen est en el sector energtico.Enelao1600,laburguesaylospequeosmercaderesinglesesconvencenalareinaIsabelIdeInglaterraparaquefirmelacartafundacional de la Compaa de Indias Orientales, por la que se les con-ceda el monopolio absoluto del trfico y comercio de mercancas conlas Indias Orientales, los pases y puertos de Asia y frica y con todaslas islas, puertos, ciudades y lugares de Asia, frica y Amrica, o cual-quiera de ellos ms all del cabo de Buena Esperanza y el estrecho deMagallanes.Un par de aos ms tarde, los comerciantes holandeses, preocupa-dos por la escalada de precios de las especias que los barcos indepen-dientes traan de las Indias, acordaron constituir la Compaa Holandesade las Indias Orientales, con los mismos objetivos que su competidorainglesa.GEOGRAFA Y ENERGA16 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Dos compaas de estos pases, herederas de la tradicin comercialde estos pases, la inglesa British Petroleum y la anglo-holandesa RoyalDutch Shell, firman 328 aos ms tarde, junto con la americana Stan-dard Oil, fundada por John Rockefeller, el acuerdo por el que se ponafin a las disputas por el control de zonas petroleras y mercados, se crea-baunmercadoestableparaelpetrleoyseestablecauncontroldelmercado obstaculizando la aparicin de nuevos competidores. A estastres compaas se le unieron otras cuatro, todas estadounidenses, y secre el famoso crtel de las Siete Hermanas.Aunque ste desapareci oficialmente en 1938, segua operando enla prctica hasta 1960, fecha en la que se constituye la Organizacin dePases Productores de Petrleo, la OPEP, para hacer frente a las cadasdel precio del petrleo y al poder de mercado de las siete grandes.Pero la OPEP no fue la primera red poltica y comercial internacio-nal que tuvo su origen en un producto energtico.En 1950 el ministro francs Robert Schuman propone la creacin dela Comunidad Europea del Carbn y del Acero, la CECA. sta se esta-bleci por el Tratado de Pars en 1952. Se cre un nico mercado paralas industrias del carbn y del acero de Blgica, la entonces AlemaniaOccidental, Luxemburgo, Francia, Italia y Holanda. El objetivo de laCECA era enfrentarse a una reduccin considerable de la demanda decarbn y acero que hubiese podido sumir a Europa Occidental en unapeligrosa recesin econmica.El xito fue inmediato: entre 1952 y 1960 la produccin de carbn yaceroaumentun75%enlasnacionesdelaCECAylaproduccinindustrial un 58%. Estos resultados tan espectaculares llevaron a estosmismospasesaintegrarotrossectoresdelaeconomayen1957secrea la Comunidad Europea de la Energa Atmica, el EURATOM, y laCEE, la Comunidad Econmica Europea.LosobjetivosqueseperseguanconelestablecimientodelEURATOMeraneldesarrollocomndelosrecursosnucleares,me-diante la coordinacin de la investigacin nuclear y permitiendo el libremovimiento de materias primas, equipamiento, capital y especialistasdentro de la comunidad.LaUninEuropeanoessinolaevolucinlgicadelasprimerasiniciativas que pretendan actuar internacionalmente de manera coordi-17BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004nada frente a los problemas energticos que histricamente haban su-fridolasnacioneseuropeas.Esdecir,eslanecesidaddepotenciarlaflexibilidad y la seguridad de los sistemas energticos nacionales lo quelleva a la creacin de uno de los mercados econmicos ms grandes delmundo.Estas mismas necesidades son las que han llevado a los seis pasesdel istmo centroamericano, Panam, Costa Rica, El Salvador, Hon-duras, Guatemala y Nicaragua a la conexin de sus mercados elc-tricos mediante el desarrollo de un Sistema de Interconexin Elctri-ca de los Pases de Amrica Central, el SIEPAC, en la que Endesaparticipa con un 14%. El SIEPAC, promovido por el Banco Intera-mericanodeDesarrollo,esunareddealtatensinquepermitiroptimizar la operacin de los sistemas elctricos individuales de lospases del istmo. Es la primera gran interconexin elctrica entre talcantidad de pases en desarrollo y, adems, es la primera herramien-ta econmica para el libre intercambio de servicios entre los pasesafectados.LosretosalosqueseenfrentalaindustriaelctricaDjenme concluir con una breve exposicin de los retos a los que seenfrenta la industria elctrica actual.En la actualidad, la industria elctrica tiene que seguir manteniendoen su operacin diaria y planificacin futura los principios energticosque nos han llevado al desarrollo de la sociedad actual: independenciaenergtica, seguridad en el suministro y optimizacin de los costes.Pero, adems, se est haciendo especial nfasis en dos variables, yaintegradas en la gestin habitual de las empresas elctricas: la demandade una mejor calidad en el suministro elctrico y el incremento en elrespeto al medio ambiente.Creo que es preciso incluir una ms: la necesidad de que aumente-mos nuestra eficiencia energtica, o lo que es lo mismo, que optimicemosla utilizacin que hacemos de los recursos naturales.Desde la dcada de los ochenta y tras las decisiones tomadas parahacer frente a las crisis energticas del petrleo de 1973 y de principiosde los 80, Espaa, un pas con pocas fuentes de energas primarias com-GEOGRAFA Y ENERGA18 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004petitivas, ha sido capaz de equilibrar su consumo de stas para la pro-duccin de energa elctrica, recurriendo a diversas fuentes de energay diversificando geogrficamente el origen de su abastecimiento. Hoyenda,elsectorelctricoespaoldependeenun24%defuentesdeenerga no autctonas.Por cierto, en relacin al contexto en el que se tomaron las decisio-nes,esconvenienteresaltarquelastomadasenlosaosdelascrisisenergticas, y que tanto contribuyeron a la diversificacin geogrfica yde materias primas, se toman en un marco de planificacin energticacentralizada y vinculante. En la actualidad, la planificacin energtica esindicativa y est supeditada a las fuerzas de la liberalizacin de los mer-cados.En cuanto a la capacidad para garantizar el suministro elctrico, hayque destacar que el sector elctrico espaol no depende en gran medidade una sola tecnologa o combustible para esta necesidad sino que el mixseencuentraadecuadamenterepartido.Enlosltimoscincoaos,lageneracindeenergaelctricahasidoenun31%nuclear,un15%hidrulica, un 35% de carbn nacional e importado, un 6% de gas o fueloil y un 13% de energas renovables.Estos dos hechos permiten y a la vez son consecuencia del objetivode mantener un nivel de precios adecuado, que se vean afectados en lamenor medida posible de la volatilidad de los precios de las fuentes deenerga primarias.Todoestosehaconseguido,comoyasehacomentado,teniendosiempre en mente un profundo respeto al medio ambiente, si bien condi-cionado al mantenimiento y equilibrio de las otras variables menciona-das anteriormente.Pero en relacin al medio ambiente el sector elctrico se enfren-ta a uno de los retos ms importantes de su historia: el cumplimientodeladirectivaaprobadaporlaUninEuropeaparahacerfrentealos compromisos asumidos en el Protocolo de Kyoto, para hacer frenteal problema global del calentamiento del planeta por la emisin de gasesde efecto invernadero. Aunque Kyoto est pendiente de ser ratificadoporalgunosdelospasesfirmantesyencasodequesiguieraasnoentrara en vigor, la directiva europea obliga a los pases a su cumpli-miento.19BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004El impacto econmico para Espaa de esta medida puede ser muyimportante: la correlacin entre renta y emisiones de CO2 es muy alta.Paranuestropasque,apesardelfuerteincrementoexperimentadorecientemente, todava se encuentra aproximadamente en un 85% de larenta per cpita media de la Unin Europea, el cumplimiento del objetivofijado por Kyoto le exigira disminuir las emisiones por unidad de PIB enun 40% en 2012.Es decir, esto supone la necesidad de combinar un crecimiento entrminos de renta con un cambio estructural en la forma de generar lamisma, un doble objetivo realmente difcil de conseguir, dada la alta co-rrelacin que existe entre renta y emisiones.En el caso de tener un dficit de emisiones respecto a lo permitidopor Kyoto, nuestro pas se vera obligado a la compra de derechos deemisin. El coste previsto de estos derechos por el conjunto de la indus-tria espaola podra lastrar el crecimiento de la economa del pas.El impacto en el sector elctrico es importante, pues representa entorno al 60% de las emisiones de los sectores afectados por la directivay el 30% de las emisiones espaolas.Por todo ello, desde mi punto de vista, quizs sea ms oportuno queel anlisis de cmo debe afrontarse el compromiso asumido en Kyoto yculdebesersuimpactoserealicemsdesdeelpuntodevistadeldesarrollo sostenible global.Es decir, el objetivo de Espaa con Kyoto debe ser una de las refe-rencias que gue el futuro desarrollo del sector, pero no debe tener unimpacto negativo en el conjunto de variables que han definido histrica-mente su crecimiento: la independencia energtica, la seguridad de su-ministro y la estabilidad en un nivel de costes adecuado.Es necesario, por lo tanto, establecer lneas de investigacin quepermitan la utilizacin de combustibles actuales pero con un menorimpacto sobre el medio ambiente como la gasificacin del carbn, eldesarrollo de tecnologas que permitan el secuestro del CO2 emitidopor los combustibles fsiles, o sistemas de almacenamiento de ener-ga, que proporcionen en horas punta la energa generada en horasvalle o que faciliten la instalacin de redes de generacin distribui-das.GEOGRAFA Y ENERGA20 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004En cuanto a la fusin nuclear, hay que estar muy atentos al desarro-llo del proyecto ITER, otra gran unin de la comunidad internacionalpara el desarrollo de una fuente de energa que puede ser clave para lasfuturasgeneraciones.Otro de los grandes retos a los que se enfrenta en este tema es lareticencia de los ciudadanos a la existencia de instalaciones elctricasenlascercanasdesuslugaresderesidencia.Enefecto,unodelosgrandes obstculos que tiene el sector es la dificultad para establecercentralesdegeneracinotenderlneaselctricasparahacerfrentealos fuertes incrementos de demanda que viene registrando Espaa enlos ltimos aos.No slo el incremento de demanda sino el incremento de la calidad ala hora de suministrar el servicio exigen inversiones que el sector esthaciendo y est dispuesto a hacer, pero para lo que se necesita la cola-boracin de todos los agentes involucrados: empresas, instituciones yconsumidores.Por ltimo, pero no por ello menos importante, el sector debe ser unadelasgrandesbasesparaconseguirunodelosgrandesretosdelaeconoma espaola, que es el de reducir su intensidad energtica.Aunque la intensidad energtica disminuye en la Unin Europea entornoal1%anual,enEspaaaumentaenestemismoporcentaje.Esnecesario desarrollar programas de eficiencia energtica que permitanvariar esta tendencia y que afecten tanto a los sectores industriales comoal resto de consumidores.La aplicacin de los resultados derivados de estas medidas junto conla referencia ineludible definida por el objetivo marcado en Kyoto, debe-rnserlabasedelfuturodesarrollodelsectorelctricoespaol,queseguirmarcadoporlanecesidaddedisponerdeungradodeautoabastecimiento adecuado, la capacidad para garantizar el suminis-troylanecesariaestabilidaddepreciosparaelrestodelaeconomaespaola, junto con un compromiso an mayor que el actual por el res-peto al medio ambiente.En definitiva, una vez obtenido los sistemas para aprovechar toda laenerga que nos ofrece la naturaleza, se trata de dar el paso de incre-mentar la calidad con la que utilizamos dichos recursos.21BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Creo que todos estamos de acuerdo en que esto es lo que hay quehacer, aunque sin poner en peligro lo conseguido hasta ahora.Permtanme que en este sentido haga la siguiente comparacin.La racin que Amundsen llevaba en su viaje al Polo Sur consista,porhombreyda,de400gramosdegalletas,75gramosdelecheenpolvo, 125 gramos de chocolate y 375 gramos de carne curada; en total,975 gramos y 4.560 caloras diarias.Si Amundsen realizara hoy el mismo viaje, probablemente llevaraalimentos distintos, ms energticos, ms variados o bajos en colesterol,pero no se le habra ocurrido alterar la cantidad de caloras necesariaspara llegar al Polo.Nada ms. Agradezco a la Real Sociedad Geogrfica la oportunidadque me ha dado de dirigirme a ustedes, y a ustedes la atencin que mehanprestado.Madrid, 3 de noviembre de 2003GEOGRAFA Y ENERGA22 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-200423BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004IIARTCULOS24 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-200425BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004DNDE EST LA MORADA DE LAPAZ?ORDENDEPAZporMiguel Alonso Baquer *ORDENDEPAZEl objeto de estas reflexiones es presentar a la paz como el paradig-ma de la defensa. La defensa es, siempre y slo, un medio para la satisfac-cin del ansia de felicidad tanto de la humanidad entera como del hombreaisladoenparticular.Lahumanidadansaelordendepazytemeelestadodeguerra.Elhombredeseaprofundamentevivirenpaz.Elparadigma o modelo final para la convivencia en orden, el que tiene queaunar a los esfuerzos para la defensa, no puede ser otro que el de la paz.Ladefensaconcretamenteelmantenimientodeunacomunidadpoltica en estado de defensa, tiene, no obstante, un carcter ambiguoque los romanos expresaron correctamente con el adagio si vis pacem,parabellum,siquiereslapaz,preparalaguerra.Ladefensa,quequiere la paz, retiene otro horizonte ms inmediato, que es la capacidaddehacerlaguerra,aunqueestaguerrasea,enprincipio,unaguerradefensiva. La defensa, y por consiguiente los hombres de la defensa,tiene ms cerca delante de su vista la posibilidad del estado de guerraque el establecimiento del orden de paz. Tanto es as que, tradicional-mente, se ha venido llamando guerreros a los hombres de la defensa, enlugar de llamarles como lo que realmente estaban siendo en cada poca,caballeros, hroes, soldados o militares. De aqu que al militar actual sele pida con ms frecuencia hablar de polemologa que de irenologa. Lapolemologa, ha escrito el catlico francs Jean Guitton en el Prefacio alaobraGurresetCivilisations.Delaprhistoirealrenucleaire(Pars,1979),eselestudiocientficodelasguerras,delaspacesy* Inst.deEstudiosEstratgicos.M.deDefensa.26 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004delosconflictos,ascomodelaagresividadcolectivaydelavio-lenciapoltica,virusdelasguerras?Las guerras, las paces y los conflictos, componen para Guitton unatriloga inseparable de la vida social. No dice, en singular, la guerra, lapaz y el conflicto sino las guerras, las paces y los conflictos, quizs porentender que lo que cada hombre tiene delante de sus ojos es siempreuno de los tres fenmenos en particular, nunca la consumacin de algu-nodeellosenabstracto. Yporcreeracasobienquelamentndoloque la ciencia de la paz, la irenologa, es una ciencia ms difcil de cons-truir que la polemologa o estudio de la violencia desencadenada, organi-zadaysacralizadaenquehanvenidoconsistiendotodaslasguerrassean civiles o internacionales. Ms difcil an aadimos nosotros queel estudio del estado de revolucin, esa forma particular de guerra civilque suele adoptar al punto en el seno de las ciudades ms pobladas lasformas ms salvajes de la guerra.Este planteamiento deja al estudio de la paz en segundo plano. Laviolencia colectiva y homicida la violencia organizada y desencadena-da por unos hombres en concreto y al punto sacralizada al servicio deuna finalidad poltica resulta ser ms interesante que la paz. Tanto laprueba de fuerza entre pueblos que buscan conquistar por la violencia loquenopuedenconseguirdeotromodo,comolaluchaarmadaentregrupos sociales mejor an que entre Estados han solido verse con-vertidas a lo largo de los siglos en la condicin legal que deja la resolu-cin del conflicto a merced del resultado de las operaciones de las fuer-zasarmadas.Este planteamiento poltico que privilegia a la guerra sobre la pazno porque sea preferible, sino porque la violencia blica parece ame-nazarnos ms directamente que afectarnos indirectamente las hiptesisrealistas de una paz consolidada puede y debe ser relevado por otroplanteamiento tico que devuelva a la paz al primer plano de la atencin.Deberamos aplicar a la paz el concepto de substancia y a la guerra elcalificativo de accidente. El estado de guerra es el gravsimo acciden-te que con mayor frecuencia interrumpe una forma de vida un ordende paz cuya vigencia debera venirnos al encuentro por la naturalezade las cosas. Deberamos estudiar con ms ahnco al orden de paz queal estado de guerra. Corregir las antiguas tendencias es el objetivo demis reflexiones aqu y ahora. Conviene presentar al orden de paz como27BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004el paradigma racional de la defensa y al estado de guerra como uno delos posibles fracasos de la humanidad o de esos fragmentos de la huma-nidad que son las naciones.Lapazylaguerrasondosrdenes,estadososituacionesdelahumanidad o mejor, de los grupos sociales verdaderamente dados enla realidad histrica y en la realidad social. Nos gustara decir que sonlos dos nicos estados posibles; pero no es as. Se da una tercera situa-cin la situacin de conflicto que toma indistintamente elementos delestado de guerra y elementos del orden de paz. De hecho, tenemos quereconocerlapresenciacasiconstantedesituacionestangentesconlaguerra que solemos primero denominar de preguerra o de postgue-rra y nunca de prepaz. La verdadera paz nos resulta, temporalmen-te, inscrita ms bien en las postguerras. Y as el concepto de guerrafra nos parece todava ms extrao porque, habiendo nacido demasia-do cerca del balance de una notable victoria militar, ha dejado de estarvigente en los nuevos tiempos sin que el estallido de la guerra calientefuera su natural desenlace.Lapazlaausenciadeguerra,nossiguepareciendoelfrutolgico de la victoria. El vencedor, sola decir Clausewitz con irona, siem-pre quiere la paz. Es la voluntad del vencido como en los comienzos decada guerra en particular la voluntad del que se resiste lo que activa elmotordearranquedelasnuevasaproximacioneshaciaelestadodeguerra. La paz nos parece mejor definida como ausencia de guerraque la guerra como privacin de la paz.Ocurre algo parecido con el bien y el mal. El mal difcilmente seinterrumpe a cuenta de la irrupcin esforzada en la vida colectiva de lasbuenas obras. Es el bien lo que fcilmente se queda en suspenso por lairrupcin del mal. Obrar el bien se pone, entonces, ms difcil que evitarel mal o que responder al mal con nuevos males. La paz, como orden devida, es ms difcil de edificar que la guerra, como estado de muerte,entantosituacionesambientales.Deaqualtriunfodelpesimismoantropolgico de Thomas Hobbes queda slo un paso. Se hace (se firmao se pretende construir) una paz all donde hay guerra. El hacerse deuna guerra, un fenmeno mucho ms insidioso que la construccin de lapaz, nos resulta lo normal. Y es que se ha dejado de pensar en la pazcomo el paradigma de la vida colectiva all donde el futuro predecibleexhibe el rostro de la guerra.DNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ28 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Un telogo catlico, Hans Urs von Balthassar en una obra de 1977,traducidaalespaolen1994,Estadosdevidadelcristiano(Madrid,Encuentro Ediciones) abord la solucin que en principio nos deberaaproximar al orden de paz en demrito del estado de guerra. No es untratado sobre la Gloria, las Bienaventuranzas, el Paraso o la Vida Bea-ta, objeto de sus ms fecundas reflexiones teolgicas sino una miradahacia los estados de vida en la tierra. No incide directamente en la dua-lidadestadodepecadoversusestadodegracia.Ellibroofreceunintento razonable de instalacin de la promesa de vida eterna en la exis-tencia temporal. La paz en la tierra para los hombres de buena voluntadse anuncia como tarea de esos mismos hombres a partir de la asuncinpersonalycolectivadeunaformadevidaenparticularalaquesedefine como verdaderamente cristiana. Para el mismo objeto, Ignaciode Loyola distingua y recomendaba el desarrollo simultneo de dos es-tados interactivos, uno, el primero, de custodia de los mandamientos yotro,elsegundo,deperfeccinevanglica.Laexpresinevanglica,vosotrossoislasaldelatierraesporIgnaciocontempladacomopromesa no del paraso terrenal sino de una anticipacin parcial de lasbienaventuranzas en esta vida.Los romanos, ms de un milenio antes de que as lo argumentara elautor de los Ejercicios Espirituales, distinguan entre el estado del ciuda-dano comn y el orden o estado cualificado de unos pocos. El bienestarde la comunidad dependa, esencialmente, ms bien de la tica vividaporlaminoradirigente.Loqueseconoceporpaxromanaeraodeba ser fruto de la virtud de una minora, porque la virtud era a su vezel resultado de una asctica dirigida hacia el modo de ser de una liteejemplar.La pax cristiana la de la Edad Media, la del perodo que va desdeAgustn de Tagaste (siglo IV) a Toms de Aquino (siglo XIII) distin-gua entre tres estados, o mejor, entre dos estados y un orden: el estadomundano, que provoca guerra y afliccin; el estado espiritual, que laselude o modera y el orden religioso, que suplica por la paz. La paz delmundo, la paz en la tierra no se presenta como un retorno al parasoperdido sino como el avance detrs de una minora hacia la tierra pro-metida y como la marcha desde ella al cielo abierto para la mayora delosfieles.Elpastorguapero,sobretodo,apacientaalrebao.VonBalthassar lo expresaba de este modo:29BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Diosform,primero,alhombrecomoservivoyluegoleco-locenelparquedeEdn,quehabapreparadoparal...Nohayquemirarprimerohaciaatrs,asuorigen,asuformacindelpolvodelatierra,sinohaciaadelante,asuvocacin,asuimagenysemejanzadeDios.Eselestadodegracia? 1El orden de paz ser fruto del estado de gracia all donde el estadode guerra era el fruto del estado de pecado. La paz ya no es lo que seha perdido, sino lo que se nos va a otorgar gratuitamente. Es un paradig-ma, un modelo de existencia, del que los hombres estamos an a notabledistancia. Pero se produce una invitacin una llamada, una vocacinpara que cada hombre se apreste a la recepcin del don de la gracia, dela paz en definitiva.Agustn de Tagaste fue, con toda seguridad, el pensador antiguo quems inters puso en la tutela de lo que, a su juicio, entraaba paz en latierra para los hombres de buena voluntad y dej cinceladas unas expre-siones que nunca han dejado de estar presentes en el camino hacia lapaz social e internacional. Habl de la ordenada templanza de las partes,delordenadodescansodelosapetitos,delaordenadaarmonaentrecontemplacin y accin, de la concordia en el mandar y en el obedecerde los que conviven en sociedad, de la tranquilidad en el orden, de ladisposicin de cosas iguales y desiguales cada una en su lugar y, final-mente,delaausenciadecontradiccionesyresistencias.Labsquedade una morada para la paz, de una u otra manera, habr de emprenderseen el recuerdo de esta excepcional figura del pensamiento.Mi aportacin al Mensaje del Papa para la XXXII Jornada MundialdelaPaz(1999)seajustaltemaconelqueahoradoyttuloamispalabras: La Morada de la Paz. Todo lo que pretenda decir se reducaa dar una respuesta a esta pregunta: dnde est la Morada de la Paz?El sentido de mi respuesta pretendi ajustarse a la enseanza de S.S.JuanPabloIIexplcitaenelttulodelMensaje. Elsecretodelapazverdadera est en el respeto de los derechos humanos. Pero no efec-tuar una glosa literalmente fiel a sus contenidos precisos sino ms bienun recorrido paralelo donde pueda quedar patente la perspectiva de unmiembro de las Fuerzas Armadas ganado por el ejemplo de los Papaspara la reflexin sobre los problemas de la guerra y de la paz.1BALTHASAR,HansUrsvon:Estadosdevidadelcristiano.Encuentro-Ediciones.Madrid(1994),(p.51).DNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ30 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004No es ningn secreto que el espacio geogrfico actualmente ocupa-do por el fenmeno de la guerra est surcado de transgresiones contralosderechosdelhombre.Estaeslacualidadmspatentedeloquedeberamos denominar el Territorio para la Guerra. Pues bien, el res-peto a los derechos del hombre debera ser, segn la idea de los Papas,el resultado (e incluso la causa) de haberle arrebatado al Territorio parala Guerra un espacio donde establecer una Morada de la Paz. La res-puesta a la pregunta dnde est la paz?, no puede desprenderse de lacontestacin a la pregunta qu es la guerra? Ni ambas preguntas con-sienten en ser desgajadas de aquella otra que esencialmente les liga enqu consiste la estrategia?Yesquelaestrategiaensuncleomsprofundoeselmododehabrselas con la realidad (o con la situacin que los hombres tienen asualcance)paraencontrarelcaminoque,saliendodeunasituacinconcreta el estado de guerra permita entrar en otra el orden de paz. La estrategia, en definitiva, alcanza su mayor consistencia cuando secomporta como la varita mgica del prestidigitador que transforma a unterritorioparalaguerraenunamoradadelapaz.Naturalmenteque la estrategia, en tanto estrategia militar (o estrategia de las fuerzasarmadas), ha venido siendo histricamente otra cosa ms superficial!La estrategia ha sido el arte de concebir planes de operaciones cohe-rentes con los fines de una comunidad poltica de hombres libres. Y msefectivamente an est siendo el arte de conducir los ejrcitos hacia losobjetivos decisivos de una contienda. Pero, insisto: en la capa ms pro-funda de la conciencia humana, un plan de operaciones verdaderamenteestratgico slo ser aquel que acierte a extraer del seno de un estadode guerra todas las posibilidades que preparan la acertada conduccindel conjunto social hacia la morada-de la paz. Tal es, tambin, el objeti-voporexcelenciadelatareadelosejrcitos.Lapazeselmodelooparadigmadecualquiersistemamilitardedefensaqueseprecieasmismo como ticamente correcto.El contraste entre los dos polos de la estrategia radica, pues, enlaantinomiaterritorio-paralaguerraymorada-delapaz.Ylaaproximacin terica hacia la naturaleza del fenmeno guerra, a tra-vs de la pregunta qu es la guerra? (o hacia la realidad de la paz,atravsdelapreguntadndeestlapaz?)resultaclarificadasisubrayamosqueenlaprimeradelasdospreguntasempleamoselverbo ser y en la segunda el verbo estar con una clara intencionalidad31BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004de arraigo en el espacio habitado por el hombre, es decir, de bsque-da de una estancia.Loquesealaguerraencualquierpocaenabstractonosotroslopolarizamos hacia un lugar concreto donde, a nuestro juicio, debera rei-naroestarpresentelapaz.Laseriedetrespreguntasa).-quesrealmente la guerra?, b).- dnde est realmente la paz? y c).- en quconsiste la estrategia? nos remite a la realidad. Lo que sea la guerra -unmododeserrecprocamenteenemigosentresunosgrupossocialesenfrentados por las armas; el lugar donde se site el hombre para dejarimplantadafirmementelapazotromododepermanecerabrazadosamistosamente esos mismos grupos sociales y lo que tenga de consis-tenteelsaberquehemosllamadoestrategiauntercermododehabrselas con la situacin verdaderamente dada de esos grupos tie-nen de comn la nota de pertenecer al mbito de la realidad. La realidadsocial nos entrega, sucesivamente, a los hombres de cada tiempo o cir-cunstancia, primero, la posibilidad de irrupcin (entre amenazas o ries-gos) de algn conflicto armado; segundo, la posibilidad de su favorableresolucin y tercero, la posibilidad del acierto en el modo de comportar-se mientras el conflicto dure. Concretamente, lo que la realidad socialpone ante nuestras manos (o frente a nuestros ojos) es un repertorio deestrategias donde elegir cuya condicin primaria debera ser el ofreci-mientodestacadodeaquellaestrategiaqueconduzcamejordesdeelestado de guerra hacia el orden de paz. Optar por ella o rechazarla esalgo que siempre est depositado por la naturaleza de las cosas en lalibertad del hombre o, mejor dicho, encerrado dentro del juego de liber-tades abierto para los hombres de un determinado contorno por la Pro-videncia divina. De la paz, la humanidad ha hablado casi siempre comosi se tratara de una utopa, una realidad carente de lugar donde verse (osentirse) implantada. No hay lugar para la paz! La paz no encuentraentre los grupos sociales su morada. A lo sumo, para los creyentes en lainmortalidaddelhombre,lapromesabblicadepazenlatierradebeleerse como promesa de paz en el cielo. En la superficie de la tierra, queya est habitada por la humanidad, es ms que probable la aparicin deverdaderos infiernos y poco menos que imposible la continuidad de unparaso verdadero.Lahumanidadsigueenbuscadeunparasoperdido,comodiraProust,perorecordadoconnostalgia.YenocasionessimulaconlosdiscursosdeunaideologaenalzaqueseencuentraentrancedeDNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ32 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004engendrarlo a cuenta de la derrota del adversario, es decir, del ser defi-nido como enemigo ideolgico. Debemos, pues, percibir la gravedad delproblema de la paz contrastando lo fcil que nos resulta conocer dondeest la guerra el frente de las operaciones militares en el teatro de laguerra (territorio-para la guerra) y lo difcil que nos resulta adivinardonde se vive en paz (morada-de la paz).No es que la historia universal haya dejado de ofrecer intentos detotal o parcial implantacin de convivencias slidas que evoquen el pa-raso perdido. La humanidad ha levantado sin pausa espacios que, enprincipio, tenan por objeto arraigar el ideal de la paz. Ha formado hoga-resparalavidafelizenfamilia;haconstruidociudadesparalavidaserenaencomunidad;haengendradoestadosparalavidaseguraensociedadyhastahaestablecidoimperiosconpretensionesdefirmeordenamientodegrandesextensiones.Endefinitivaelnomosdelatierra y de los mares lo llamaba Carl Schmitt la humanidad ha trazadorayas, ha levantado cercas y ha construido murallas que dejan fuera unespacio (que denominan territorio-para la guerra) y que cubren haciadentro otro espacio (que se pretende crear como morada-de la paz). Ylo ha hecho unas veces findose de la autoridad del prncipe, otras enco-mendndose a la potestad de la ley y, finalmente, movilizando la fuerzade la opinin de las gentes. Se sobreentiende que para eludir cualquiersombra de vivencia de una situacin de guerra que pudiera filtrarse ha-cia dentro del espacio de estos modos acotado para la paz.Como vemos, en ltima instancia, el problema de la paz se remite alespacio, a la definicin concreta de cada espacio como territorio-parala guerra o como morada-de la paz. El Hogar, la Ciudad, el Estado eincluso el Imperio se quieren ver a s mismos como zonas seguras, comotemplos,comomoradas...quequizshabrquedefenderacualquierprecio. Lo que queda fuera del Hogar, de la Ciudad, del Estado o delImperio, contrariamente, se ha solido observar como campo, como es-cenario,comoterritorio...sobreelquequizshayaquecombatirsinlimitaciones para permitir el retorno de la paz perdida.La puerta (o la llave) del hogar familiar, la muralla (o la atalaya) dela ciudad comn, la frontera (o la costa) del estado soberano y los con-fines (o lmites) de un imperio hegemnico sealan en el espacio dondeha terminado estando la debida confianza y donde se corren los riesgoso se sufren las amenazas. Han marcado los lugares o las estancias don-33BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004de parece oportuno despojarse uno mismo de las armas y donde siguesiendoprecisomostrar,paraestarseguros,quesellevanencima.Endefinitiva, la historia nos autoriza a creer, no obstante, que la paz fami-liar, la paz ciudadana, la paz estatal y la paz imperial son paces menosamenazadas(omenosarriesgadas)quelasfrecuentestreguasquesepactan intrafamiliares, conciudadanas, internacionales o, en definitivaglobales tal como se subscriben con los extranjeros o con los extraos.La experiencia viene demostrando que incluso esas cuatro propues-tas de recproco aminoramiento de la hostilidad hermandades, ciuda-danas, patriotismos y cosmopolitismos se han cargado de gravsimosincidentes cuya violencia sugiere todo lo contrario que un paraso, unosinfiernos. La sensacin de que en tales espacios tambin puede pene-trar la injusticia (y con ella la inseguridad), hasta tal punto que en lasgentes broten el miedo y el odio como pasiones desatadas, ha obligado amltiples cautelas y recomendaciones, primero de orden moral y, final-mente,deordenjurdicoolegal,dondesesubrayanlosderechosdelhombre. Esta es la situacin actualmente dada en la vida colectiva.El cuidado por la felicidad familiar que se deriva del cultivo de virtu-des tales como la fidelidad o la lealtad en ocasiones ha saltado hechoaicos sea por culpa de unos o de otros. La cautela por el buen funcio-namiento de una comunidad ciudadana, que se deriva de la prctica dela subordinacinydela disciplina enocasionesfrecuentesserompeen brazos de una multitud de delincuentes y entonces se llenan las callesde disturbios. La educacin en el patriotismo, o en el nacionalismo enotrasocasionesgeneraenlaspartesdeunacomunidadpreviamenteconstituida, controversias tan serias que el Estado llega a ser percibidodesde fuera, incluso en los rasgos de valenta y de abnegacin de susmejores hombres, como si se tratara de una comunidad vctima de laguerracivilensuseno.Y,finalmente,lapretensindehacercrecerformas sin lmites de administracin comn, o mejor de civilizacin enaras de un universal altruismo, tan caracterstico de los confines impe-riales, choca de tal modo con los ideales y los intereses de sus particula-res fracciones que no ha habido ms remedio que ratificar, tras el hechode su decadencia, de su disolucin o de su anarqua, tanto la prdidageneralizada en los dirigentes del sentimiento del honor (antao exalta-do) como la suma debilidad en la vida social del compaerismo (ahoraen trance de desaparicin).DNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ34 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Lahumanidad,endefinitiva,noterminadesabercualessonlasmejores soluciones para evitar tantas y tantas quiebras de las solidarida-des entre sus miembros. Y as algunos hombres selectos han llegado acreer que lo propio de la verdadera paz slo lo paladearn marchndosea vivir a la intemperie (o en lejana). El eremita, el monje, el nmada, elperseguido,elproscrito,eldesterrado,etc.,alcanzanenocasionesalevantarunescondite(ounrefugio)dondeplantarsupaz,yaquenoaspiran a otra cosa que ala descansada vida del que huye del mun-danalruidoysiguelaescondidasendapordondehanidolospo-cossabiosqueenelmundohansido.Al final del recorrido lo que nos queda para perseverar en la bs-quedadepazeslaideamismadeutopaquizsamparadaenunapeculiar concrecin geogrfica, que se llama en latn nsula, una nsulautpica, como la que el talento de Toms Moro supo describir con extre-mo realismo. Sus habitantes que cuidaban de ser justos tambin seatenanaunanormadecomportamientocolectivoquenoexcluaeladiestramiento para la defensa. Ser tambin, en la intencin al menos,elcasodelasreduccionesjesuticasdelParaguay.Elromanoarapacis templo de la paz mejor que la bblica arca de la alianza se sabeseriamenteamenazadoporunenemigoexteriory,desgraciadamentetambin, por enemigos interiores. No hay paz, si la paz no tiene quien laguarde. No hay entrega al sueo, si no hay vigas (o vigilantes) que noduermen, es decir, centinelas (llamas encendidas) que permanecen conlas armas en sus manos. Hasta aqu la experiencia histrica que aqu yohe preferido denominar Memoria de la paz.Cada guerra, en particular, se produce en una situacin concreta, enprincipio, tan indeseada como indeseable. Es un fenmeno que se atra-viesa en la vida de las gentes como consecuencia del estallido de unacrisis o de una tensin previamente detectada. En realidad es un estadoel estado de guerra que se cruza en las relaciones habitualmente esta-blecidas entre las comunidades de hombres que se quieren libres y so-beranas, sin que nadie lo desee por s mismo sino por lo que se espera desudesenlace.Esunestado,comoelestadoderevolucin,alquenunca conviene llegar y del que urge salir, a ser posible, padeciendo elmnimo dao. Ambos son estados que, a diferencia del orden de paz,no deben durar ni permanecer abiertos. A los dos les conviene que seaninmediatamente clausurados.35BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Como concepto abstracto la GUERRA no es una cosa, un objeto oun ser que se toma o se deja con facilidad sabiendo en lo que consiste.LaGUERRAnotieneconsistencia.Nadieeligeasolasentrarenelestado de guerra. Lo que se elige es mantener una postura que la otraparte en litigio no quiere soportar ni tolerar. Y ser all donde la dispari-dad grave de actitudes se haga ms insoportable donde la guerra esta-llar.LaGUERRAsepresentacomounapruebadefuerzaentrepueblosquebuscanconquistaroposeerporlaviolencialoque,ajuiciodesusdirigentesnopuedenconseguirdeotromodo.LaGUERRAseofrececomolaformaderelacinentregrupossocialesque llena el vaco creado por la ausencia o por la eliminacin de la mejorforma de relacin que para ambos conviene imaginar que es la relacinen paz y en armona.Hay otros estados que no rdenes que se asemejan al estado deguerra en su escasa deseabilidad. Son los de crisis, de tensin, de aler-ta, de defensa o de excepcin. Todos tienen de comn la ausencia deverdadera armona, de amistad recproca, de consentimiento mutuo o deacuerdo fundamental entre grupos organizados de seres humanos. Lopropio de todos ellos es que pueden desembocar en luchas, en conflictoso en confrontaciones violentas. Lo que se pone en estado de guerraes siempre la forma de relacin entre grupos sociales que, circunstan-cialmente,noencuentranenelriesgodeunaempresablicamotivosuficiente para evitarla. Los contendientes, aun considerando como evi-dentes los males que la GUERRA entraa para la poblacin, siemprehacen esfuerzos para exhibir por adelantado los bienes que se despren-dern de la victoria en la aventura.Lasdospasionesexacerbadasqueacompaannecesariamentealestadodeguerrasonelmiedoyelodio.MaxSchelerdiraquesusntesis irrumpe en la gnesis misma del resentimiento que logra hacer-secolectivo.Porqueparececlaroquesellegaalestadodeguerraporque existen, frente a frente, dos grupos sociales peor an si estosgrupos sociales son Estados modernos o coaliciones de Estados cuyosmiembros sufren a grandes dosis del miedo y del odio. En la realidadsocial es frecuente que una parte del conflicto abierto tenga ms miedoque odio y que la otra atesore ms odio que miedo. Pero, en definitiva, lomsgravesueleserquemientrasduraelestadodeguerraambasfracciones de la humanidad en lucha obran de tal modo que cada daacumulan ms miedo y ms odio.DNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ36 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004La verdadera historia del fenmeno blico debera revelar a los in-vestigadores que los hombres mejores en la sucesin de los combates,batallas y campaas son, precisamente digan lo que digan las estatuasdelasplazaspblicas,aquellosquefueroncapacesdesuperarensuinterior el miedo y el odio en una sola pieza. Al miedo nos inclina, sobretodo, la falta de seguridad y al odio nos suele encaminar la impresin dela falta de justicia. Y es que slo por causa de una patente inseguridadcolectiva, a la que se suma la evidencia de unas injusticias, se puedeexplicar que las gentes vayan con algn entusiasmo a los escenarios dela GUERRA. Si los hombres selectos fueran capaces de captar la posi-bilidad de sentirse ms segura y mejor tratada en sus intereses justosque tiene toda comunidad, sin apelar a la violencia y sin tirarse al monte,probablemente conseguiran ponerla de espaldas a las pasiones colecti-vas del miedo y del odio.La pregunta fundacional de todos los pacifismos... tienen sentidolas guerras?... habra de ser sustituida por dos preguntas complemen-tarias: 1), tiene sentido la injusticia? y 2), tiene sentido la inseguri-dad? Porque, de hecho, tanto la lucha armada y sangrienta entre gru-pos organizados de hombres (antiguos o modernos), como el sentimien-to hostil que crece en ellos hasta diabolizar al adversario, no son unosrasgos naturales o espontneos de la humanidad que estn en la natura-leza de las cosas. Son algo que funciona histricamente como la rplicaapasionada hacia lo que subjetivamente se entiende ser tan insoportablecmo intolerable. La pregunta ms grave a la que habr que saber con-testar cuando se tiene delante una sociedad en guerra ser aquella cuyarespuesta pueda desvelarnos qu es lo que all y entonces no estn so-portando ni tolerando las gentes implicadas en los combates, batallas yoperaciones.Puedeocurrir,yesalldondelasguerrasresultanmscarentes de sentido que lo que se considera comnmente como inso-portable,sepuedaydebasoportarrazonablemente,enarasdelbiencomn. El retorno hacia la PAZ la posibilidad de la tranquilidad en elorden que dira San Agustn pasa por la reconsideracin de lo que eshumanamente soportable aunque sea a costa de algn sacrificio.La PAZ el orden de la paz requiere los servicios y los sacrificiosque preparan las condiciones concretas tanto para el mantenimiento delorden pblico como para la preservacin del orden internacional. Estosservicios y sacrificios, objetivamente hablando, pueden y deben ser so-portados.Esms,sedebensoportarconbaseencriteriosticosen37BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004tanto y en cuanto aminoran las injusticias y las inseguridades de las quese nutre el estado de guerra. Todas las comunidades de hombres li-bres, histricamente vigentes en nuestro tiempo, tienen derecho a vivirenpaz. Tienenderechotambinaquelacomunidadinternacionalseesfuerceenperfeccionarsusintervenciones,tantoparalaprevencinde los conflictos como para su adecuada resolucin. Tienen derecho, endefinitiva, a que se les separe de las condiciones de injusticia o de inse-guridad que llevan frecuentemente a la guerra o a la revolucin. Y no seha inventado nada ms eficaz, tanto para prevenir las conflictividadescomo para salir airosos de ellas, que los servicios y los sacrificios deaquella parte de la propia comunidad que est especializada para operaren tales situaciones. No se trata de los mejores hombres de cada comu-nidad soberana sino nicamente de los profesionales mejor preparadospara los trances blicos.Las sociedades ms sanas o mejor constituidas sern, pues, aque-llas que dedican al servicio de la seguridad y de la defensa a los grupossociales de hombres, en principio, que estn mejor ajustados para estoscometidos. Se trata, exactamente, de los grupos de hombres cuya cate-gora moral les permitir superar el miedo y el odio, incluso durante laspeores incidencias de la conflictividad. Su dedicacin a la resolucin decada conflicto, deber coincidir en el tiempo con anlogo cuidado haciala justicia social y con una similar atencin a la seguridad colectiva porparte de los dirigentes polticos.Ciertamente que han sido frecuentes en la historia comunidades depueblos cuyos dirigentes entendieron que su prestigio y su bienestar de-pendan directamente de las victorias logradas en el campo de batalla.Ydesdeluegoquehanestadovigentesestructurasimperialesdepoder, tan obsesionadas por la seguridad de sus fronteras como indife-rentes por la realizacin de la justicia en el interior de su territorio! Perohoy, a la altura de nuestro tiempo los dirigentes del mundo civilizadodeberan tener ms claras que nunca las ntimas conexiones entre justi-cia y paz, de una parte y entre paz y seguridad, de otra. No se deberapensar tanto en el sentido de las guerras pretritas sino en la falta desentido de las guerras presentes.En lo que mejor debera la humanidad empearse, no es tanto en laretrica del sin sentido del estado de guerra como en la realidad delas actitudes que engendran, aqu y ahora, odio y que producen miedo.DNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ38 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Porque ser all donde ms crezca el odio y donde ms aliente el miedo,donde tarde o temprano alguien dotado de poderes pblicos se creerlegitimado para provocar actos violentos. No tener miedo y no sentirodio, all en el territorio donde estn vigentes altos grados de inseguridady de injusticia, es la nica salida digna que le queda a los hombres parasuperarlassituacioneselestadodeguerra,enparticulardondesehayan disipado los bienes de la seguridad y se hayan hecho patentes losmales de la injusticia.Enelcontextoesencialmenteticodeestasreflexionessobreelestado de guerra es obligado aadir una referencia final al contenidodel mensaje evanglico en dos de sus expresiones ms lcidas: la queanunciaNotengismiedoylaqueordenaAmaoslosunosalosotros. Son, muy precisamente, dos llamadas de atencin que se orien-tan y nos orientan hacia el espacio o territorio donde las temibles pasio-nes del odio y del miedo han solido acampar juntas con demasiada fre-cuencia para sealar aquello que se denomina guerra.La seguridad pretende un orden y la defensa conforma un estado.La funcin primaria de una poltica de seguridad es crear y mantener lascondiciones de equilibrio que siendo propias de una poltica de defensapermiten la consecuencia de un orden justo. La seguridad es el fin y ladefensa el medio que se ordena para ese fin. Una poltica optimista deseguridad, en oposicin a una poltica pesimista de defensa, es aquellaque, de entrada, se inclina ms hacia el desarme que hacia la militariza-cin de los recursos para la defensa. En lugar de estimular, como ocu-rri en Europa durante la guerra fra, la obsesin por la seguridad, mul-tiplicando los gastos de defensa, se detiene en la mera y discreta adver-tencia sobre algunas crisis en la seguridad. Tal es el cambio que estocurriendo, aqu y ahora, en el rea de Europa Occidental, firmementeganada por el optimismo en materias de seguridad y de defensa.Las crisis entendidas todava como posibles pero improbables en lazona de seguridad europea, se contemplan, bien como amenazas o ries-gos para los intereses vitales de la poblacin, bien como riesgos o quie-bras en la independencia de los miembros de la Unin Europea. Pero lapretensin europea de seguridad proclama ahora como vigente un concep-to de seguridad internacional, comn, o colectivo, que sugiere un con-cepto ms bien tico que militar de la defensa. En definitiva, los euro-peos gozamos de una situacin que busca el mximo de seguridad con el39BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004mnimo de defensa. Slo si se deteriora el nivel de seguridad habr quefomentar el alza del nivel de defensa.La finalidad de la seguridad se expresa en valores abstractos y elobjetivo de la defensa en intereses concretos. En la vigente concepcineuropea de la seguridad, como fin, se tiende a sublimar los valores quedebenserprotegidos. Yenlafuturaorgnicaeuropeadeladefensa,como medio, se pretende restringir los recursos que deben serle asigna-dos. Desde la seguridad se legitiman los esfuerzos ordinarios al serviciode la defensa, pero desde la defensa apenas pueden legitimarse los es-fuerzosextraordinariosparalaseguridadcompartida.Elloconduceauna situacin particular altamente significativa. Los organismos interna-cionales que se refieren, en exclusiva, al concepto de seguridad (Nacio-nes Unidas y Unin Europea) tienen mayor aceptacin social que losque se ocupan, ante todo, de la defensa (por ejemplo, Alianza Atlnticay Unin Europea Occidental).La poltica de seguridad en curso y consiguientemente la estrategiaal servicio de la seguridad europea (internacional, comn o colectiva)pretende la vigencia de un orden, el nuevo orden europeo, en el marcodelnuevoordenmundial.Lapolticadedefensaenpotenciayconsiguientemente, la estrategia al servicio de las defensas nacionalesms o menos solidarias, de sus miembros, conforma la conservacin deun estado de las cosas. El orden el nuevo orden habr de ser civil ycivilista y deber ser servido desde una estrategia hondamente civiliza-da. Claro que el estado nos referimos al estado de defensa en contras-te con una situacin de indefensin podra ser eventualmente militari-zado. Slo entonces durante el perodo de hostilidades podr servirseEuropa de una estrategia militar que propicie el retorno del orden con elmnimo dao para las partes en conflicto.La esfera del orden del nuevo orden se aviene con las nocio-nes de bien y de bienestar, de paraso terrenal y de felicidad perenne,de placer y en definitiva, de paz, una paz que se establece de una vezparasiempre.Laesferadelestadodelestadodedefensasere-fiere a las agresiones esgrimidas y a los riesgos latentes que pertur-ban aquel orden. La defensa, en definitiva, apunta (aunque sea vela-damente) al temor, a la intranquilidad, al miedo y al odio entre lasnaciones o entre las gentes. No as la seguridad que est edificadasobre la confianza.DNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ40 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004El concepto europeo de seguridad, la certeza en un orden verda-deramente seguro no es todava una teora de la paz perpetua, pero seaproxima a ella. Est asociado a la confianza que se entiende propia delparaso perdido antao, pero recuperado gracias a los constructores delapaz.Elconceptoeuropeodedefensalacapacidadparaoperarcoactivamentefrentealadversariocomotaldeclaradoprefigura,noun estado de guerra (ni siquiera un estado de excepcin) pero s la at-msfera de una situacin incmoda en cuyo horizonte se subrayan losriesgos de conflictividad. De aqu le viene su patente falta de populari-dad a los denominados hombres de la defensa.Existe, pues, de entrada una notable diferencia ante la opinin pbli-ca entre las estrategias para la seguridad en curso y las estrategias parala defensa en proyecto. Slo estas ltimas tienen que hacerse cargo dela tradicional preferencia por la accin sobre la disuasin que se precisapara la resolucin de conflictos. Slo estas estrategias para la defensatienen que ser capaces de actuar con energa y de operar con eficacia.La inmediatez de la respuesta, la fugacidad de la oportunidad de inter-vencin y la sorpresa de los movimientos resultan ser las condicionesque deben serle exigidas con mayor bro a una estrategia para el estadode defensa que a una estrategia para el orden de seguridad. Y habr quecuidar porque los medios para la defensa sean al menos suficientes, yaque no sobrados, si no se quiere arriesgar en demasa lo que llamamoshoy nuevo orden europeo de seguridad en brazos del optimismo imperante.Sobre la Morada de la Paz, la historia del pensamiento occidental haconocido una serie de planteamientos cuyo punto prctico de partida parauna somera reconsideracin cristiana podra situarse en los orgenes de laliteraturagriega.Tucdideshabladeunapazconcreta,lapazdeNicias,comomodelofrustradodeconvivenciapacficaentre AtenasyEsparta.Jenofonte evoca una forma de paz helnica tambin frustrada a su juicio porno haber acertado a implantar ms all de los Balcanes las virtudes de Ciroel Viejo Ciropedia que no las debilidades del desventurado Ciro el Joven,el del Anbasis (o retirada de los diez mil). En definitiva, para los clsi-cos atenienses Scrates, Platn y Aristteles, existi en algn momentouna saludable tensin hacia la felicidad individualmente considerada yuna ilusionada bsqueda de un bienestar ciudadano, pero que se tenanque sustentar en una tica de virtudes cardinales que haba de ser ejem-plarmente distribuida entre los habitantes de Grecia nicamente.41BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004El romano Virgilio en la Eneida se muestra mucho ms soador. Enabsoluto Roma podra prescindir para construir y alimentar su esperan-za de paz, la paz romana de aquel sistema de virtudes afanosamentepracticado, pero su xito dependa de la difusin del sistema tico hastael limes. Con fundadas razones, el cristiano Dante de La Divina Co-media har cuanto est al alcance de sus poemas para situar a Virgiliofuera del Infierno y en las puertas de la Gloria. Porque, segn Dante,hacia la paz se puede ir es decir, al descubrimiento de la morada-delapazcaminandoenbrazosdelequilibradosistemadelasvirtudescardinales si ste acta siempre encabezado por la prudencia y siempreproseguido por la justicia, y respaldado quizs por la fortaleza y la tem-planza. Se trata en Dante, (no es necesario decirlo) de una defensa hbildel hiato histrico entre la paz de Roma y la paz de la Cristiandad, quemuy pronto har crisis en toda Europa.Hasta aqu, las enseanzas de la Antigedad Clsica en orden a laesperanzadepaz.Noobstante,amijuicio,procedeintroducireneldiscurso una observacin crtica sobre la esencia misma de aquella ticadevirtudescardinales.Elpensamientoestoicohabaengendradounavariante cuya apariencia exterior pudo parecer a muchos cristianos me-jorajustadaalospropiosEvangeliosqueladelbinomioPlatn(SanAgustn) y Aristteles (Santo Toms). El estoicismo haba creado, notanto una tica de virtudes abierta hacia la tica de la gracia tica dedones como una tica del deber, en definitiva, una tica de una solavirtud,queeslaqueseexpresarcontalentoenlateorajurdicadeCicern y en la filosofa moral de Sneca. Pero no adelantemos aconte-cimientos.El binomio decididamente cristiano Agustn-Toms, instalado a unoy a otro lado de la Alta Edad Media, haba mirado tambin con buenosojosalaticasistemticadelasvirtudesplatnico-aristotlica.Replantearn los dos doctores de la Iglesia el tema de la paz a partir deella, saltando por encima del evidente fracaso histrico de la paz romana(o paz imperial). Pero sobre el mismo tema, un intelectual tan aguda-mentecrtico(contemporneoanosotrosmismos)delagrandezadeaquel del empeo, Bertrand Russell, padre de una buena parte de losactuales pacifismos, nos ha dejado escrito un prrafo, slo lcido en suprimera afirmacin y desconcertante en su desenlace que no me resistoa omitir.DNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ42 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004Latradicinclsicaenfilosofaescribien1914enNuestroconocimiento del mundo exterior como campo para un mtodo cientficoenfilosofaeselltimovstagosobrevivientededospadresmuydistintos:lacreenciagriegaenlaraznylacreenciamedievalenelperfectoordenamientodeluniverso.Paraloseruditosescolsti-cos,quevivanenmediodeguerras,matanzasypestes,nadapare-camsdeleitablecomolaseguridadyelordenParanosotros,paraquieneslaseguridadsehaconvertidoenunamonotona,paraquieneselprimitivosalvajismodelanaturalezaesttanremotoquesehavueltounsimpleaderezoagradableparanuestraorde-nadarutina,elmundodelossueosesmuydiferentedecmoeraenmediodelasguerrasdegelfosygibelinos.2La segunda parte de la cita de Russell, adems de frvola es asom-brosa. Est publicada exactamente el ao del estallido de la Gran Gue-rra y en la ciudad de Londres. Viene a insinuar, contra los agustinianos ytomistas de todos los tiempos que la guerra ese presunto salvajismo dela naturaleza slo puede ser pensada como un desahogo de la imagina-cin, ya que para l y para los suyos la seguridad se haba convertido enuna monotona. Russell, en definitiva, da por sentado que l mismo esta-bainstaladoyaenunamorada-delapaz.LonicoquequedabaporhacerenOccidenteerapropiciarlaextensindesumododeverlascosas, en trminos de tolerancia y de permisividad en todas las direccio-nes. Es lo que Fukiyama afirmar luego en su libro El final de la histo-ria tan caracterstico de la mentalidad optimista de los aos noventa.El pacifismo ingenuamente cientfico de Russell hay otros pacifis-mosmstrgicosniegalaevidenciadeloshechos.Porquenilare-flexin de Agustn en la hora del ocaso imperial de Roma, ni la reflexinde Toms dada a conocer como doctrina oficial de la Iglesia en plenoRenacimiento, fueron cosas de hombres que slo soaban con la paz,sin preocuparse por prepararla. Produjeron ambos santos doctores ideassensatasquepretendanprepararalhombreparaunapazsocialquecreyeron en alguna manera posible, aqu en la tierra.EnSanAgustn,lapazeslatranquilidaddelordenyenSantoTomseslaconsecuenciadelajusticia,endefinitiva,lapazpresu-2RUSSELL,Bertrand:Nuestroconocimientodelmundoexteriorcomocampoparaunmtodocientficoenfilosofa.Londres(1914).CitatomadadelPrlogodeEmilioLledaLosproblemasdelaFilosofadeBertrandRussell.Labor.Barcelona(1992).43BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004ponelaconcienciadelojustooinjusto,unanlisisdelajusticiadecadapazconcreta,demaneraquelajusticiaprevalecesobrelamerapaz.3Esta ltima cita pertenece al trabajo de Juan Antonio Martnez MuozGuerra y Derecho Internacional, incluido en la obra colectiva Gue-rra,MoralyDerecho(Actas,Madrid1994). Aquslonosinteresaparasubrayarconellaquelamorada-delapaztienemuchoquevercon un orden de justicia y tambin, como sugiere Russell, con un ordende seguridad. Y es que la suma de grandes dosis de injusticia y de inse-guridadacumuladasobreunacomunidaddehombres,esloquemsveces ha funcionado como prembulo de las guerras. Donde San Agustnsubrayaba el orden de paz y apelaba a la justicia para mantenerlo, SantoTomssubrayabaelestadodeguerrayapelabaalaprudenciaparasuperarlo. El primero se inscribe en la pregunta qu es la guerra? paraconcebirqucosasealapazyelsegundoseinstalaenlapreguntadndeestlapaz?paraofrecerleunatiendaalamismapaz,comocobertura frente a la guerra.Lo grave no es que la solucin del conflicto blico se desplace ahoradesdelaticaalDerecho(desdelajusticiacomovirtudalajusticiacomo norma) en manos de los autores contemporneos, por ejemplo dela escuela norteamericana de John Rawls. Lo grave es que se abandoneel punto de partida de una tica de virtudes concretas para suplantarlopor una tica del deber abstracto, en definitiva, por la tica de una solavirtud, como queran los estoicos y como quiso Kant. Para la construc-cin de la paz, en mi opinin, es ms efectivo el cuidado por el sistemacomplejo de virtudes que la exposicin del catlogo, simplemente jurdi-co, de deberes. La filosofa progresista de la paz reducida a la justiciacomo equidad prolonga la reduccin estoica de la tica a mera justifi-cacin de la conducta. No va ms all de las normas jurdicas sujetas asancin. Se funda en la irreversibilidad del proceso histrico de emanci-pacin y del progreso humano simplemente indefinido la libertad, enabstracto y se desentiende de lo que en concreto hagan los hombrescon su vida. Es indiferente respecto al modo fundamental como los hom-bressecomportenensuintimidad.SeinhibesobresiloscaracteresDNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ3MARTINEZMUOZ,Antonio:Guerrayderechointernacional,ensayoincluidoenGuerra,MoralyDerecho.Actas.Madrid(1994),pg.91.44 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004morales de la persona estn o no fundados en unos valores firmes o enunasconviccionesticas,quizsporquelamentalidadprogresistaseobsesiona con el castigo a las transgresiones de los derechos.Antes de continuar estas reflexiones procede retener lo esencial deuna enseanza que considero clsica. Tenemos que optar entre una es-trategia segura para la paz, fruto de la presencia activa de un sistemade virtudes y otra estrategia dudosa, consecuencia de una solitaria vir-tud, o mejor an, de una pretensin dominadora que suele expresarse ennociones formales y abstractas como el deber, el placer o la felicidad.Los Mensajes papales, obviamente, estn inscritos en la primera opcin.Cuando Pablo VI en 1972 titulaba uno de sus primeros mensajes Siquieres la paz, trabaja por la justicia y cuando Juan Pablo II en 1998deca en uno de los ms recientes que De la justicia de cada uno nacelapazparatodos,loquesesubrayabaporambospontficeseralapeculiar situacin de la virtud cardinal de la justicia en el ordenamientode las relaciones de alteridad entre los grupos sociales. Lo que se dabapor explcito era el juego a favor de la paz del sistema (teologal y cardi-nal a un tiempo) de las virtudes todas. Reducir el problema de la paz,ms all de la justicia, a una cuestin jurdica que endureciera las san-ciones contra quienes vulneraran los derechos humanos era empeque-ecerelalcancedelosdosmensajesydesdeluegoloesrespectoalmensajequeen1999nosdice:Elsecretodelapazverdaderaestenelcuidadodelosderechosdelhombre.Porqueestosderechos,como aquellas virtudes, forman un sistema indivisible y abierto hacia lacomplejidad de las situaciones.Lo que la virtud de la justicia aporta a laMorada de la Paz es laincitacin a ser justos que se nos hace en toda la extensin del concepto,mucho ms efectivamente que la exigencia legal de una urgente aplica-cin de los cdigos penales en nombre de la justicia. La paz no viene delacto de juzgar, condenar y quizs perdonar, sino del hbito de ser justos.No procede, ahora, el anlisis de los contenidos de la penetracinmental ms profunda que a lo largo de los tiempos se haya dado sobre lapaz. Me gustara detener la atencin en la Visin de paz de San Agustn,particularmente vlida para la hora de la disolucin de un imperio (esdecir, para el instante del acabamiento de una paz imperial) donde sesugiere el contraste entre la Ciudad de Dios y la Ciudad de los Hombresyenlarealidaddelaguerraseasociaconlapresin,ensucaso45BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004moderadora,delavirtuddelaprudencia.Tambinmegozaraenlasolucin ordenadora que Fray Luis de Len incluye en Los nombres deCristo (Prncipe de la Paz) a la prdida de la paz consiguiente al frustra-do empeo (renacentista y barroco) de fiarlo todo a la autoridad de losprncipesyalafortalezadesusejrcitos(casodeMaquiavelo,peroquizs tambin de Erasmo y de Moro). Me producira inquietud el retro-ceso (nuevamente estoico) de los proyectos de Paz Perpetua lanzadoscontra aquellos prncipes y aquellos ejrcitos y que culminaron en Ma-nuel Kant. Y todava me causa desasosiego la retrica de Ernest Jngerque le transporta desde la apologa de la guerra hasta la proclama de lapaz universal como si se tratara de un Retorno global de la humanidadhacia ella. Ms an me deja inquieto la Marcha por la paz en los trmi-nos propuestos por Norberto Bobbio, ya que sta se desarrolla en bra-zosdeunforzamientodelasteorassobreresponsabilidadesquesecircunscriben a los errores de los otros.Lo que procede, a mi juicio, para sostener a los hombres en la espe-ranza de la paz es llevar hasta sus ltimas consecuencias la razn por lacual se alcanza por el Papa a percibir en el cuidadopor losderechostodos de la condicin humana el secreto de la verdadera paz. Y entretodas estas consecuencias, por motivos derivados de mi profesionalidad,voy a subrayar, aqu y ahora, la indivisibilidad del sistema de virtudes conel que desde mi profesin militar se ha pretendido servir desde antaoenlosejrcitosalidealdelapaz.Lamejordelasesperanzasenlaconstruccin y en el mantenimiento de la paz se ha vivido por los hom-bres de armas (hombres de la defensa) de estos cuatro modos, el mododel Caballero, tal como se dibuj por la Cristiandad hace un milenio; elmodo del Hroe, tal como se dise hace quinientos aos en una Cris-tiandad en estado residual; el modo del Soldado, tal como se traz hacedoscientos cincuenta aos en una Europa que se pretenda ilustrada y elmodo del Militar, tal como resulta actualmente patente en los apacigua-dos espacios de la civilizacin occidental.En sntesis, la Edad Media crey que era bueno para establecer unorden de paz en el interior de la Cristiandad el cultivo por el Caballerode las virtudes de la fidelidad y de la lealtad. El Barroco sinti que eraesperanzador para la defensa en sus confines de los valores europeos elcultivo por el Hroe de las virtudes de la valenta y de la abnegacin. LaIlustracin proclam que era deseable para la convivencia armoniosaentre las naciones cultas el cultivo por el Soldado de las virtudes de laDNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ46 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004subordinacin y la disciplina. Y, finalmente, la Modernidad est subra-yandoqueespreferibleparaeldefinitivoretornohaciaunasserenasrelaciones internacionales el cultivo predilecto tambin en los cuartelespor el Militar de las virtudes (aqu diramos mejor de los sentimientos)de la honorabilidad y del compaerismo.Por estos cauces, en suma, ha venido circulando la hipottica res-puesta que le daramos a cualquier pregunta anloga a la que en su dahace dos mil aos le hicieron en Palestina a Juan Bautista unos soldadosromanos:Cmodebemoscomportarnosloshombresdearmasparaser hombres justos?Conviene, no obstante, tener claro que el sistema citado de virtudesmarciales por m simplificado hacia sus mejores logros carece de origi-nalidad y de autonoma. Es, simplemente, un subsistema que viene de lafusin respetuosa y del desarrollo coherente que la tradicin cristiana havenido cumpliendo entre las virtudes teologales y las cardinales. No es difcilencontrar textos de autores sagrados lcidamente empeados en contem-plar a las siete virtudes como frutos genuinos de los siete dones del EsprituSanto. La sinfona de siete notas en que consiste el sistema tico tradicionalse expresa en el mbito castrense en estas ocho variaciones sobre el mismotema que yo he articulado dos a dos: fidelidad-lealtad; valenta-abnegacin;subordinacin-disciplina y honorabilidad-compaerismo. Pero y he aquuna cuestin pendiente para su aplicacin a la actual estrategia para lapaz, resulta necesario incidir de nuevo sobre la virtud, teologal o cardi-nal, en la que cada binomio de virtudes militares se decanta.La fidelidad y la lealtad del Caballero inciden a un tiempo sobre lafeysobrelaprudencia.EnelTerritorioparalaGuerraeslaimpru-dencia en la vivencia de las convicciones lo que lleva a los grupos socia-les hasta el fanatismo, es decir, lo que frecuentemente engendra situa-ciones graves de conflictividad. En la Morada de la Paz las creenciasse expresan con tino, es decir, con prudencia, sin prisa y sin perentorie-dad.Selesdatiempoalasideasparaquecalenenlasconcienciasypara que se fijen sobre el suelo firme. Fidelidad y lealtad, como gnerosde vida acreditados por un milenio de historia, son dos notables aporta-ciones morales a la vivencia de la paz todava insustituibles para el cuida-do de las relaciones de mando y de obediencia. Una lectura serena delCredo de la fe catlica nos mostrara que la frmula tridentina rene demanera eminente el mayor caudal de prudencia que puede y debe acom-paar al seguimiento y al compromiso con la revelacin de la Verdad.47BoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004La valenta y la abnegacin del Hroe pinsese en los contenidosde los mejores libros de Miguel de Cervantes y de Baltasar Gracininciden sobre la esperanza y sobre la fortaleza al mismo tiempo. En elTerritorioparalaGuerraesladebilidaddelosafanestodavapen-dientes de lograr lo que sumerge a los grupos sociales en el miedo y loque produce nuevas situaciones de enemistad insidiosa y cobarde pordems.EnlaMoradadelaPazlosdeseosseexpresanconsegurafirmeza y suficiente confianza, sin ponerlos en duda por azarosas que semuestren las circunstancias y por arduas que se anuncien las empresas.Valenta y abnegacin, como formas de vida cargadas de prestigio enlas que se debe confiar, son otras dos importantes muestras del avanceen la conquista de una paz duradera. Una lectura grave del Padre Nues-tro, la oracin de la esperanza sobrenatural que figura en el Evangelio,nos pondra en evidencia el inmenso caudal de fortaleza que acompaaa la splica del Bien.La subordinacin y la disciplina del Soldado inciden sobre la cari-dad y la templanza tambin al unsono. En el Territorio para la Guerraha sido la habitual exageracin de los sentimientos la emotividad sinfrenos lo que ms veces ha llevado a los grupos sociales enfrentados ala recproca exhibicin de sus odios ms an que de sus miedos. En laMorada de la Paz, los afectos se comunican debidamente atemperados,lejos de cualquier riesgo de recada en vrtigos pasionales sin controlar,aunque abiertos al xtasis placentero del encuentro amoroso o del abra-zo en amistad. Subordinacin y disciplina, como gneros de vida adjudi-cados por la Ilustracin al mbito de las fuerzas armadas son tambinclaras aportaciones al servicio de la temporal permanencia de un orden.Una lectura ntima de las ocho Bienaventuranzas nos revelara la pre-sencia en ellas de la templanza justamente en el prtico del anuncio de lavida eterna, de la vida beata, de la vida feliz, es decir, de las formas dedicha que se corresponden con el hecho de habitar en la casa del Padre,en una palabra, de estar en la Gloria, all donde todo lo bello se sublimareligiosamente.Finalmente, la honorabilidad y el compaerismo del Militar incidenjuntamente sobre el teln de fondo de la justicia, aunque no se ofrezcanntidamente como el trasfondo de la santidad meramente intuida. En elTerritorio para la Guerra la conciencia de identidad de los grupos hu-manossecierrasobrelosinteresesegostasdemodoradical.Sedafcilmente una diabolizacin del adversario o enemigo que suele hacerseDNDEESTLAMORADADELAPAZ?ORDENDEPAZ48 BOLETNDELAREALSOCIEDADGEOGRFICABoletndelaR.S.G.,CXXXIX-CXL,2003-2004compatible de hecho con la indulgencia plenaria acerca del sentido delas acciones que culminan en un beneficio propio. En la Morada de laPaz esa conciencia de identidad se abre hacia los ideales comunes. Hayen ciernes una comprensin del otro como ser semejante en dignidadque tiene derecho a mostrar el alcance de sus derechos como equipara-ble al de los derechos de uno mismo. La clave de la paz, o por decirlocon palabras de Juan Pablo II el secreto de la paz verdadera? radi-ca en que all donde en las guerras se suele situar un lugar diferente paraellosyparanosotros,enlapazhayqueencontrarunespaciocomnpara ellos y para nosotros.Como vemos, en estas reflexiones mas, a la indivisibilidad de losderechos del hombre que los Papas vienen defendiendo para darle nue-vas opciones a la paz, se adjunta la indivisibilidad de unos principios detica, desde luego, de inspiracin cristiana. Naturalmente que he tenidoque tomar en consideracin la peculiar posicin que ocupan en la histo-ria de los hombres tres entre las siete virtudes a las que nuestra tradicinllama dones del Espritu Santo. Pero he procurado tener buen cuidadoen no permitir que ninguna de ellas la caridad, la prudencia o la jus-ticia (ni la caridad que ensalzan Juan y Pablo, ni la prudencia que enco-mian Aristteles y Toms de Aquino, ni la justicia que sublima tanto elviento de la hi