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3. LOS DIÁLOGOS Aunque la imagen sea predominante en el cine, siempre ha ocupado un lugar destacado el sonido, los diálogos. Tanto es así que en los primeros años del cine sonoro se tendió a hacer un cine “parlado”, dando prioridad a las palabras por encima de la imagen. Por aquel entonces surgió la figura del dialoguista al cual se le pagaban unos sueldos astronómicos. Hoy en día el diálogo sigue siendo de vital importancia, pero dentro de su justa medida. Saber hacer buenos diálogos, que resulten reales y creíbles, es muy complicado. La única manera de aprender es la experiencia. Cuantos más diálogos se escriban, más fácil resulta- rá dominarlos. Funciones del diálogo El diálogo siempre depende del personaje y debe reflejar en cada momento los estados de ánimo, las expectativas y los sueños de éste. En definitiva, debe valer para revelar su mundo privado, así como las relaciones y conflictos que mantiene con los demás. También sirve para caracterizarlo, puesto que cada personaje tiene una forma determinada de hablar. Es necesario que transmita información para mover la historia hacia delante, dándole un ritmo apropiado. Pero también debe explicar los hechos del pasado y las motivaciones de los personajes. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con esto; muchos escritores destrozan su guión al sobrecargarlo con demasiada exposición preliminar. En televisión, la necesidad de captar inmediatamente a la audiencia, impide que ésta sea muy larga. El realismo del diálogo Los diálogos no son literatura, pero tampoco es la realidad misma; aunque deben semejarse a ella, siempre están estilizados. Si fuesen una simple copia de la realidad serían demasiado largos, llenos de estancamientos, redundancias y despropósitos. Las conversaciones no se desarrollan con fluidez. Un diálogo natural es intransferible a una película. No resultaría vero- símil. Por otro lado, recordemos que el guión no se hace para leerlo, sino para ser visto y que la palabra hablada no se asimila de modo tan fácil. El espectador no puede volver atrás para re- cordar lo que ha sucedido y su poder de concentración se aminora enseguida. Así pues, los diálogos deben de ser sencillos y claros. El guionista principiante tiende a abusar de la extensión de los diálogos. Así se hacen in- terminables y llenos de redundancias. Si algo se puede decir con imágenes sobran las pala- bras. Hay que cortar todo aquello que resulte superfluo y no aporte nada nuevo. El cine de acción americano lleva mucho diálogo, pero es muy digerible porque sus perso- najes hablan de modo familiar. En cambio, el cine europeo –sobre todo el francés–, utiliza menos diálogos, pero resultan más complicados porque sus palabras tienen mucho peso; pretenden estar siempre cargadas de sentido. Cómo dar dinamismo Para que un diálogo sea dinámico no puede convertirse en una alternancia de preguntas y respuestas, como un juego de ping-pong. Resultaría demasiado estático y aburrido. Tiene que existir un ritmo en cada frase. La gente piensa al mismo tiempo que habla, titubea, utiliza frases incompletas, duda. El 13

Curso de Guión 3

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Campus Red - Curso de Guión Capitulo 3

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3. LOS DIÁLOGOS Aunque la imagen sea predominante en el cine, siempre ha ocupado un lugar destacado el

sonido, los diálogos. Tanto es así que en los primeros años del cine sonoro se tendió a hacer un cine “parlado”, dando prioridad a las palabras por encima de la imagen. Por aquel entonces surgió la figura del dialoguista al cual se le pagaban unos sueldos astronómicos.

Hoy en día el diálogo sigue siendo de vital importancia, pero dentro de su justa medida. Saber hacer buenos diálogos, que resulten reales y creíbles, es muy complicado. La única

manera de aprender es la experiencia. Cuantos más diálogos se escriban, más fácil resulta-rá dominarlos.

Funciones del diálogo

El diálogo siempre depende del personaje y debe reflejar en cada momento los estados de ánimo, las expectativas y los sueños de éste. En definitiva, debe valer para revelar su mundo privado, así como las relaciones y conflictos que mantiene con los demás. También sirve para caracterizarlo, puesto que cada personaje tiene una forma determinada de hablar.

Es necesario que transmita información para mover la historia hacia delante, dándole un ritmo apropiado. Pero también debe explicar los hechos del pasado y las motivaciones de los personajes. Sin embargo, hay que tener mucho cuidado con esto; muchos escritores destrozan su guión al sobrecargarlo con demasiada exposición preliminar. En televisión, la necesidad de captar inmediatamente a la audiencia, impide que ésta sea muy larga.

El realismo del diálogo

Los diálogos no son literatura, pero tampoco es la realidad misma; aunque deben semejarse a ella, siempre están estilizados. Si fuesen una simple copia de la realidad serían demasiado largos, llenos de estancamientos, redundancias y despropósitos. Las conversaciones no se desarrollan con fluidez. Un diálogo natural es intransferible a una película. No resultaría vero-símil.

Por otro lado, recordemos que el guión no se hace para leerlo, sino para ser visto y que la palabra hablada no se asimila de modo tan fácil. El espectador no puede volver atrás para re-cordar lo que ha sucedido y su poder de concentración se aminora enseguida. Así pues, los diálogos deben de ser sencillos y claros.

El guionista principiante tiende a abusar de la extensión de los diálogos. Así se hacen in-terminables y llenos de redundancias. Si algo se puede decir con imágenes sobran las pala-bras. Hay que cortar todo aquello que resulte superfluo y no aporte nada nuevo.

El cine de acción americano lleva mucho diálogo, pero es muy digerible porque sus perso-najes hablan de modo familiar. En cambio, el cine europeo –sobre todo el francés–, utiliza menos diálogos, pero resultan más complicados porque sus palabras tienen mucho peso; pretenden estar siempre cargadas de sentido.

Cómo dar dinamismo

Para que un diálogo sea dinámico no puede convertirse en una alternancia de preguntas y respuestas, como un juego de ping-pong. Resultaría demasiado estático y aburrido. Tiene que existir un ritmo en cada frase.

La gente piensa al mismo tiempo que habla, titubea, utiliza frases incompletas, duda. El

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diálogo debe saber expresarse de igual manera. Para ello podemos utilizar algunos procedi-mientos en las réplicas. Por ejemplo: repetir una palabra o una parte de la frase para con-tinuar con lo que el otro estaba diciendo (“¿En qué piensas? –¿En qué pienso?... En Luis.”); responder con otra pregunta (“¿Ya te vas? –¿Quieres que me quede a dormir?”); inte-rrumpir al interlocutor (“Pedro era ese que... –Sí, el del ojo de cristal.”); usar el silencio como respuesta o reemplazarla con un movimiento corporal (negar o afirmar con la cabe-za).

El sobreentendido

El sobreentendido, el arte de decir las cosas indirectamente y por medio de alusiones, con agilidad y elegancia, juega un gran papel en los diálogos. Su estilo de conversación es ingenioso y requiere gran agudeza mental, tanto por parte de los personajes como del especta-dor.

Muchas veces se utiliza como contrapunto. Por ejemplo, escribir un diálogo tranquilo ante una escena dramática. Lo que produce su fuerza es su indiferencia ante la propia situación. Un caso particular, basado en el sobreentendido, es el de las escenas de amor donde los persona-jes, mientras se abrazan, hablan de otros temas.

Muchas películas americanas utilizan con maestría este arte de dejar oír más de lo que se dice. Es el caso, por ejemplo, de Tener y no tener (To Have And To Have Not), película diri-gida por Howard Hawks, con guión del genial novelista William Faulkner y Jules Furthman.

El sobreentendido puede basarse también en las situaciones. El director alemán Ernst Lu-bitsch fue un maestro en este terreno.

La mentira

Muchas veces los guionistas olvidan que los personajes pueden mentir, aunque no sean los malos de la historia. ¿No sucede esto, a menudo, en la vida real? Tampoco tienen por qué decirlo todo; tal y como también ocurre en la realidad. Al fin y al cabo se trata de lograr per-sonajes creíbles.

Las mentiras, activas o por omisión, pueden ser un elemento dinámico del guión. Se-gún la información de que disponga el espectador, éste puede identificar la mentira como tal, dudar e, incluso, dejarse engañar hasta que se entera de la verdad.

En las comedias es corriente que se use la mentira. Pero, sin duda, el género más propio para mentir es el policial. El personaje de la mujer fatal, dotada de una extraordinaria facilidad para mentir, es un elemento de capital importancia en este tipo de películas.

Recuerda

LOS DIÁLOGOS Funciones del diálogo

• Revelar el mundo privado del personaje. • Explicar las relaciones y conflictos que el personaje mantiene con los otros. • Mover la historia hacia delante. • Caracterizar al personaje.

Los diálogos deben semejarse a la realidad, pero hay que readaptarlos. Un diálogo debe ser sencillo y claro. Cortar todo lo superfluo y repetitivo.

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Cómo dar dinamismo

• Responder repitiendo una palabra o parte de la frase. • Responder con otra pregunta. • Interrumpir al interlocutor. • Usar el silencio como respuesta, o utilizar un movimiento corporal.

El sobreentendido, el arte de decir las cosas indirectamente y por alusiones, juega un gran

papel en los diálogos. Las mentiras, activas o pasivas, se usan en los diálogos, sobre todo en comedia y en género

policial.

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