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Darío, Rubén - Retratos y figuras

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Darío, Rubén - Retratos y figuras

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  • R u b i n Cdno Retratos y figuras

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  • A RUBEN DARIO

    Los QUE LE CREIAN U ustedperezoso, mi qum'ak k b n , A- ben & estar descmcertado~. En menos & seis meses ha $ablica- do usted &S JiBros, una en verso y otm en prosa, Los raros y Prosas profanas. Pentu'carne usted que le lba ble de e h s &de el punto de vista del parifienismo.

    Prosas profanas sm un titulo delicioso para una colec- cin de fantasias m prosa; mas pura I(M serie de poemas cuyos ritmos son casi siempre pefectos y clryas r i m a s son impecables pw lo general, r e d a alga be/& Ya he tenido que escon& e/ volumen con o&eto de que mis amigos de Pan's no sonran mali- ciosamenfe al hjtarlo despus de hber visto la c ~ b z e ~ a , plcer n d mt disgusta canto como yHe alguien sc bwIP a$ usted

    Tambin he tenido que escon& Los raros, mi quen'h Rubn, a causa del ttulo -iob los ttulos!-, Toabs los que us- ted escoge, o inventa, son llamativos a primera vista, pem casi nunca van bien con el contenido &l libro. Un ttdo debe ser una etiqu fta que evoque, por lo mcnos, e l pe fume general de la obra y quc sugiera con una palabra, o con una frase, la vision completa q t c ira' pecisnhse y ~suwoIlafpdos~ despu~, en el curso de la lectura. Su Azul de usted no es todo azul; sus Pro - sas profanas no ron prosas, y sus h r o s tampoco son ru- m J.

    No Rubn, no lo .son en Eump en este atfo ai+ gracia ab 189 7, Leconte de Lisle ram? LMu Nordarc raro? Casi tanto como Z o h y Dumas,,. Porque srrpongo qae lo qtre usted ha yuetio decir, es ([extraos, pucopareciab~ u lo^ dems literatos y, tambin, poco c~inoczdos~~. Pm si lo que qc(iso. significar fre (lrams como inten~idad de talento)) nade lo es tanlo como Moliire y Cew~ntts ,

  • As, pues, los t i tuh~ no me agra&n. Y los libros mismos? EJQ ya es otra cosa: lo quc mted e s d e , siempre nos parece ex- ceknte a dj a unos cuantos ms, que tenemos e l malgusto de admirar con sincerrerr&i lo QUC en fiancs se ilam I'emture ar- t i~te. Como ~ S W ~ W , como adista de la fiase, como descukiidm o aaptador & combinaciones tltgantes &palabras, no tiene us- ted cien rivales en la literatura actual de Espah, y en Francia misma, Ande los esmtms cincelan como h f w a s la fiase, usted S& un escntw mnry querrerrdo de hs idvenes y muy estimado por un pblico especial.

    LA qice ba de extraiifir sobre manera a ustedy a s u amigos es saber que lo que tnas estimo yo m Azul, en Prosas profanas y sobre t d en Los raros, es una cualihd p e p a La cn'tica en general es mala y que para mi es excelente. Esa cualid?d se lhma esnobismo y usted la posee en m y m grado que t&s los de& literatos espraiioles juntos.

    U~ted es, en &cto, d tipo pe7jfecto del esnob a la moda de Pars, del essnob impecable e implacable, del tsnob vict#oso, en fin. Todo lo nuevo y todo lo ram, mcaentra en usteduna cacriosi- h d entusiasta y un re~peto casi reZigioso. Usted e~ la mama - cidn casi g&l del cspritu que nutstt.o maestro V u h a Zhma novelero y que debiera llamarse cosmopolita y diletante. Usted es arifaocrtico al babhr Hd c o d Montesquio~~, naturalista al hbablar de Zoh, y hsta gramtico a l esc77'bir d elogio de Juan Mma~. Como c i ~ u s personajes de Baws, quiere usted saberlo t d , vedo todo, conocerlo todoy expesarlo torio. Su in- telecto es un cinematdgrafo p e fefrcju incesantmente las mil fases de La sensibilidad, h la bidrcn y del pevsamiento uni- wrsdes. Otms esm'tms hay, mi qudak Mn, en Francia y m Italia sobre t d , que viven, como aste4 kz vi& inquieta del e tmo descubrih de encones extrafios,pem esos otros sutlen ser ironistas corno Te& Wizwa o sabios como Remy & Goumont y puedetr, as4 temperar lajtbre de sus hallazgos con

  • burlas bmuolas y con pepa raciones filolgicas o psico&gicas. El alma de usted fs una alma &rica, iincapaz de pacientes plegmenos y de sontisas maliciosas, alma Apetd, alma ner- viosa jfenrenina, qut st entrega desdt luego y que ~i discnte .rus ppios gustos, no es sino al da sigaicnte, una vez e l ardiente beso conredih.

    Nos habla usted con mtusiasmo admira &le e ingmuihd ms admirable ain, de simhlistas como Dubus a quienes ~ h dcbiiramos conocer nosotros los que hemos vivich aos y aitos en los caf i del bam'o latino, de burnmistas como iuframont que han sido inventa& en El Mercurio .para la expwtacinit se- gn dice Mdna K~ri f i ska , de vrgtncs como Rachilde, la bmna y regocijada Rachilde p c si no tiene seis hqo~ es porque Dios no quiere, de otm muchos, m u c h , wuchs ...y dire usted tuntcas co- sas exageradas, y l a ~ dice usted tan solemnemente, qae nosotros hs quc tenemos h pretensin de estar en el secreto, son reirnos. Hac~rnos mal en sonrer. LA fe es siimpe sagrcada.

    Lo nico que usted necesitaba para completar su museo de genios desconocihs, erd un p'mitiuo. Ahra ya le tiene u~ttd: tiene ustd a Fray Dornenico Cavalca, Buen monje toscano a ruyai obrai an-ibuye la inragin~cin dr u ~ l r d r o l r lar vindt=~ artsticaj de los divinos rivales del Giotto. h'pt debe gustarle, es que Fmy Domenico es can desconocido en Francia como Du - has, como Lautrarno~~t y como la virginidad de Rachilde.

    Muchos criricos Le aconsejan a usted que rfnuncie por completo a tal esnobismo y y ue, cottsagrndosc a cultivirr su p- pio temperamento, trate de pmducir una obra personal. Si yo fuese capaz de dar consejos, I e hablaria dt otro modo: wabn -le din - mi y u d o Rubn: no cambie usted; siga tiendo el mhrno; ronlinte por la misma ruta que es, sin duda, la que ha de lleuarle a mttd a Dmasco. Los que le aconsejen que busque su personaliddd, no saben lo qnt aconsejan. Su personalihd es variable y mtiltipIe como sus guslos. Si alguien se encumtra en com f Ieta posesin de su yo, ese alguien es usted. La obra qac le

  • p& ya estd hecha: es wrca obra que se compone & m w b s obrar y prrip
  • EDGAR ALLAN POE

    EN U N A MAANA fria y hmeda llegu por primera vez al inmenso pas de los Estados Unidos. iba el steamer despacio, y la sirena aullaba roncamente por temor de un choque. Quedaba atrs Fire Isiand con su erecto faro; estbamos frente a Sandy Hook, de donde nos sali al paso el barco de sanidad. El ladrante shng yanqui sonaba por todas partes, bajo el pabeIl6n de bandas y estrellas. El viento fro, los pitos arromadizados, el hu- mo de las chimeneas, el movimiento de Ias mquinas, las mismas ondas ventmdas de aquel mar estafiado, e1 va- por que caminaba rumbo a la gran baha, todo decia: sil ngh! Entre las brumas se divisaban islas y barcos. h n g Island desarrollaba la inmensa cinta de sus costas, y Sta- ten Island, como en el marco de una vieta, se presenta- ba en su hermosura, tentando al lpiz, ya que no, por la falta de sol, la mquina forogrfica. Sobre cubierta se agrupan los pasajeros: el comerciante de gruesa panza, congestionado como un pavo, con encorvadas narices israelitas: e1 clergyman huesoso, enfundado en su largo levitn negro, cubierto con su ancho sombrero de fieltro, y en la mano una pequea Biblia; la muchacha que usa gorra dejockg y que durante toda la travesia ha cantado con voz fonogrfica, ai son de un banjo; el jo- ven robusto, lampio como un beb, y que, aficionado al box, tiene los puos de tal modo, que bien pudiera desquijar un rinoceronte de un solo impulso ... En los Narrows se aicanza a ver la tierra pintoresca y florida, las fortalezas. Luego, levantando sobre su cabeza la an- torcha simMhca, queda a un lado la gigantesca Madona

  • de la Libertad, que tiene por peam un islote. De mi al- ma brota entonces la salutacin: *A ti, prolfica, enor- me, dominadora. A ti, Nuestra Seora de la Libertad. A ti, cuyas mamas de bronce aiimenran un sinnmero de h a s y corazones. A ti, que t e alzas solitaria y magnifica sobre tu isla, levantando la divina antorcha. Yo te salu- do d paso de mi steamer, prosternndome delante de tu majestad. iAve: Good moming! Yo s, divino icono, ioh magna estatua!, que tu solo nombre, el de la excelsa bel- dad que encarnas, ha hecho brotar estrellas sobre el mundo, a la manem del fiat del Seior. M estn entre todas, brillantes sobre las listas de la bandera, las que iluminan el vuelo del guila de Amrica, de esta tu Amrica formidable, de ojos azules. Ave, Libertad, ile- M de fuerza!; el Seor es contigo: bendita tii eres. pero, sabes?, se te ha herido mucho por el mundo, divinidad, manchando tu esplendor. Anda en la Tierra otra que ha usurpado tu nombre, y que, en vez de la antorcha, lleva la tea. Aqueiia no es Ia Diana sagrada de las incom- parables flechas: es Hcate.~

    Hecha mi salutacidn, mi vista contempla la masa enorme que esti al frente, aquella tierra coronada de torres, aquella rcgibn de donde casi sentis que viene un soplo subyugador y terrible: Manhattan, Ia isla de hierro; Nucva York, la sangunea, la ciddpea, la monstruosa, la tormentosa, la irresistible capital del cheque. Rodeada de islas menores, tiene cerca aJersey, y agarrada a Brmklyn, con la ua enorme del puente; Brooklyn, que tiene sobre el palpitante pecho de acero un r d e t e de campanarios.

    Se cree or la voz de Nueva York, el eco de un vasto soliloquio de cifras. iCun distinta de la voz de Paris, cuando uno cree escucharla, d acercarse, haiagadora cn-

  • mo una cancin de amor, de poesa y de juventud! Sobre el suelo de Manhattan parece que va a verse surgir dc pronto un colosal To Samuel, que llama a los pueblos todos a un inaudiro remate, y que el martillo del rema- tador cae sobre cpulas y techumbres, produciendo un ensordecedor trueno metlico. Antes de entrar al cora- 2611 de1 monstruo, recuerdo la ciudad que vio en e1 poe- ma brbaro el vidente Thogorma:

    Thogma Hans ses yrux vit monter des mrtrailles De fer dont s'enmukaient des spirales des tours E t der phis cmIs d'airain sur &J bloc3 lourds; b c h e nmme, gkkenne aux lugubres entrailles OU s'engoufiaient les F:orts, princes des tncien~ jorrrs.

    Semejantes a los fuertes de los das antiguos, viven en sus torres de piedra, de hierro y de cristal, los hombres de Manhattan.

    En su fabuIosa Babel, gritan, mugen, resuenan, bra- man, conmueven la Bolsa, la locomotora, la fragua, el Banco, la imprenta, el dock y la urna electoral. El edificio Produce Exchange, entre sus muros de hierro y granito, rene tantas almas cuantas hacen un pueblo ... He all Broadway. Se experimenta casi una impresin dolorosa; sents el dominio del vrtigo. Por un gran canal cuyos lados los forman casas monumentales que ostentan sus cien ojos de vidrios y sus tatuajes de rtulos, pasa un ro caudaloso, confuso, de comerciantes, corredores, ca- bdos, tranvas, bmnibus, hombres sandwzcbs vestidos de anuncios, y mujeres beUsimas. Abarcando con la vis- ta la inmensa arreria en su hervor continuo, llega a sen- tirse la angustia de ciertas pesaddas. Reina la vida del hormiguero: un hormiguero de percherones gigantes-

  • cos, de carros monstruosos, de toda clase de vehculos. El vendedor de peridicos, rosado y risueo, salta como un gorrin de tranva en tranva, y grita al pasajero: rln- ~anrsoonwood~~, lo que quiere decir si gustis comprar cualquiera de esos tres diarios: el Euening Tekgram, el Sun o el WwU. El ruido es rnareador y se siente en el aire una trepidacin incesante; el repiqueteo de los cascos, el vuelo sonoro de las ruedas, parece a cada instante au- mentarse. Temcriase a cada momento un choque, un fracaso, si no se conociese que este inmenso ro que corre con una fuerza de alud lleva en sus ondas la exacti- tud de una mquina. En lo ms intrincado de la muche- dumbre, en lo ms convulsivo y crespo de la oia de movimiento, sucede que una lady anciana, bajo su capo- ta negra o una miss rubia, o una nodriza con su beb, quiere pasar de. una acera a otra. Un corpulento~lice- man alza la mano; detincse e! torrente; pasa la dama; al/ #gbt!

    *Esos cclopes ...M, dice Groussac. .Esos feroces cdi- banes ...M, escribe Pehdan. Tuvo razn el raro Sar al !a- mar as a estos hombres de la Amrica del Norte? Cali- bn reina en l a isla de Manhattan, en San Francisco, en Boston, en Washington, en todo el pais. Ha conseguido establecer el imperio de la materia desde su estado mis- terioso con Edison hasta la apoteosis del puerco, en esa abrumadora ciudad de Chicago. Calibn se satura de whisky, como en el drama de Shakespeare de vino; se de- sarrolla y crece; y sin ser esdavo de ningiin Prspero, ni martirizado por ningn genio del aire, engorda y se multiplica; su nombre es Legi6n. Por voluntad de Dios suele brotar de entre esos poderosos monstruos algn ser de superior naturaleza que tiende las das a la eterna Miranda de lo ided. Entonces, Calibn mueve contra l

  • a Sicorax, y se le destierra o se le mata. Esto vio el mun- do con Edgard Allan Poe, el cisne desdichado que mejor ha conocido el ensueo y la muerte ...

    Por qu vino ru imagen a mi memoria, SteUa, Al- ma, dulce reina ma, tan presto ida para siempre, el da en que, despues de recorrer e1 hirviente Broadway, me puse a leer los versos de Poe, cuyo nombre de Edgard, armonioso y legendario, encierra tan vaga y triste poe- sa, y he visto desfilar la procesin de sus castas ena- moradas a travs del polvo de plara de un mstico ensueiio? Es porque tu eres hermana de las liliales virge- nes cantadas en brumosa lengua inglesa por e1 soador inkliz, prncipe de los poetas malditos. TU, como eiias, eres ilama del infinito amor. Frente al baicn, vestido de rosas blancas, por donde en el Paraso asoma tu faz de generosos y profundos ojos, pasan tus hermanas y te saludan con una sonrisa, cn la maravila de tu virtud, ioh mi ingel consolador, oh mi esposa! La primera que pasa es Irene, la dama brillanre de palidez extraa, venida de all, de los mares lejanos; la segunda es Eulalia, la dulce Eulalia, de cabellos de oro y ojos de violeta, que dirige al cielo su mirada; la tercera es Leonora, llarnada as por los ngeles, joven y radiosa en el Edn distante: la otra es Frances, la amada que calma las penas con su recuer- do; la otra es Ulaiume, cuya sombra yerra en la nebulosa regi6n de Weir, cerca de1 sombro Lago de Auber; la otra, Helen, la que fue vista por la primera vez a la luz de perla de la luna; 1a otra, Annie, la de los sculos y Ias caricias y oraciones por el adorado; Ia otra, Anabel Lee, que amO con un amor envidia de los serafines del cielo; la otra, Isabel, la de los amantes coloquios en la claridad lunar; Ligeia, en fin, medirabunda, envuelta en un velo de extraterrestre esplendor ... Ellas son, &dido coro de

  • ideaies ocenidas, quienes consuelan y enjugan la frente al lrico Prometeo amarrado a la monraiia Yanqui, cuyo cuervo, ms cruel an que el buitre esquiliano, sentado sobre el busto de Palas, tortura el corazn del desdicha- do, apuialndose con la montona palabra de la deses- peranza. As t para m. En medio de los martirios de la vida, me refrescas y alientas con el aire de tus alas, por- que si partiste en tu forma humana al viaje sin retorno, siento la venida de tu ser inrnortaI, cuando las fuerzas me faltan o cuando el dolor tiende hacia m el negro ar- co. Entonces, Alma, SreIIa, oigo sonar cerca de mi el oro invisible de tu escudo angklico. Tu nombre luminoso y simblico surge en el cielo de mis noches como un in- comparable guia y por tu daridad inefable llevo el in- cienso y la mirra a la cuna de la eterna Esperanza.

    *

    La influencia de Poe en el arte universal ha sido su- ficientemente honda y trascendente para que su nombre y su obra no sean a la continua recordados. Desde su muerte ac, no hay aio casi en que, ya en el libro o en la revista, no se ocupen del excelso poeta americano crticos, ensayistas y poetas. La obra de Ingram iluminii la vida del hombre; nada puede aumen- tar la gloria del soador maravilloso. Por cierto que la pubIicaci6n de aquel libro cuya traduccin a nuestra iehgua hay que agradecer al seor Mayer, estaba desti- nada al grueso pblico.

  • Poe, como un Ariel hecho hombre, dirase que ha pasado su vida bajo el flotante influjo de un extrao misterio. Nacido en un pas de vida prctica y material, la influencia del medio obra en l al contrario. De un pas de ciculo brota imaginacin tan estupenda. El don rnitol6gico parece nacer en 61 por lejano atavismo y vese en su poesa un daro rayo del pais de sol y azul en que nacieron sus antepasados. Renace en l el alma ca- balleresca de los Le Poer alabados en las crnicas de Ge- neraldo Gambresio. Arnoldo Le Poer lanza en la Irlanda de 1327 este terrible insulto al cabdlero Mauricio de Desmond: *Sois un rimador.# Por lo cual se empuan las espadas y se traba una ria que es el pr6logo de guerra sangrienta. Cinco siglos despus, un descendien- te del provocativo Arnoido glorificar a su raza, eri- giendo sobre el rico pedestd de la lengua inglesa, y en un nuevo mundo, el pdacio de oro de sus rimas.

    E1 noble abolengo de Poe, ciertamente, no interesa sino a *aquellos que tienen gusto de averiguar los efec- tos producidos por el pais y el linaje en las peculiarida- des mentales y constitucionales de los hombres de genio., segn las palabras de la noble seora Whitman. Por lo dems, es l quien hoy da valer y honra a todos los pasrores protestantes, tenderos, rentistas o mer- cachifle~ que Itevcn su apellido en la tierra del ho- norable padre de su patria, Jorge Washington.

    Sbese que en el linaje del poeta hubo un bravo sir Rogerio, que batall en compaiia de Strongbow; un osado sir Arnoldo, que defendi a una lady acusada de bruja; una mujer heroica y viril, la clebre *condes;i. de1 tiempo de Cronwell; y pasando sobre enredos geneal- gicos antiguos, un general de Ios Estados Unidos, su abuelo. Despus de todo, ese ser trgico, de historia tan

  • extraa y romancesca, dio su primer vagido entre las coronas marchitas de una comedianta, la cual le dio vida bajo el imperio del ms ardiente amor. La pobre artista haba quedado hurfana desde muy tierna edad. Amaba cl teatro, era inteligente y bella, y de esa dulce gracia na- ci el plido y melanclico visionario que dio a arte un mundo nuevo.

    Pae naci6 con el envidiable don de la belleza cor- poral. De todos los cerraros que he visto suyos, ninguno da idea de aquella especial hermosura que en descripcio- nes han dejado muchas de Ias personas que ie cono- cieron. No hay duda que, en toda la iconografa peana , el retrato que debe representarle mejor es e1 que sirvi a mster Clarke para publicar un grabado que copiaba al poeta en el tiempo en que esre trabajaba en la Empresa de aquel caballero. El mismo Clarke protest contra los faisos retratos de Poe que despus de su muerte se publicaron. Si no tanto coma los que calumniaron su hermosa alma potica, 10s que desfiguran la belleza de su rostro son dignos de la ms justa censura. De todos los retratos que han llegado a mis manos, los que ms me han llamado la atencion son el de Chiffart, publica- do en la edicin iiustrada de Quantn, de los Cmtos e x ~ m d m ~ s , y el grabado por R. toncup para la tra- duccin d d libro de Ingram por Mayer. En ambos, Poe ha llegado ya a la edad madura. No es, por cierto, aquel gallardo jovencito sensitivo que al conocer a Elena Sta- neand qued trmulo y sin voz, como cl Dante de la Vi- fa Nuova ... Es el hombre que ha sufrido ya, que conoce por sus propias desgarradas carnes cmo hieren las as- perezas de la vida. En e1 primero, el artista parece haber querido hacer una cabeza simblica. En los ojos, casi or- nitomorfos, en el aire, en la expresin trgica del rostro,

  • Chiffart ha intentado pintar d autor del Cuervo, al visio- nario, al unhappv master ms que al hombre. En el segun- do hay ms realidad: esa mirada triste, de trisreza contagiosa, esa boca apretada, ese vago gesto de dolor y esa frente ancha y magnifia en donde se entronizb la palidez fatal del sufrimiento, pintan al desgraciado en sus das de mayor infortunio, quiz en los que prece- dieron a su muerte. Los otros retratos, como el de Hal- pin para la edicibn de Arnstrong, nos dan ya tipos de lechuguinos de la poca, ya caras que nada tienen que ver con la cabeza bella e inreiigente de que habla Clarke. Nada ms cierto que la aguda observaci6n de Gautier:

    *Es raro que un poeta -dice-, que un artista sea conocido bajo su primer encantador aspecto. La reputa- cin no le viene sino muy tarde, cuando ya las fatigas del estudio, la lucha por la vida y las torturas de las pasiones han aIterado su fisonoma primitiva; apenas dcja sino una mscara usada, marchita, donde cada dolor ha pues- to p o r estigma una maguliadura o una arruga.*

    Desde nifio Poe uprometia una gran bellezw(*). Sus compaeros de colegio habIan dc su agilidad y

    robustez. Su imaginacin y su temperamento nervioso estaban contrapesados por la fuerza de sus msculos. El amable y delicado ngel de poesia sabia dar excelentes puietazos. Ms tarde dir de l una buena seora: uEra un muchacho bonitoJS*).

    cuando entra a West Point hace notar en E l un colega, mster Gibson, su mirada cansada, tediosa y hastiad*. Ya en su edad viril, recurdale el biblidfiio Gowans: ~ P o e tena un exterior notablemente agra- dable y que predispona en su favor: lo que las damas

    ( O ) Ingrm. (**) Miss Roystcr.- Citada por Ingram.

  • llamarian claramente bello.. Una persona que le oye re- citar en Boston, dice: .Era la mejor realizacin de un poeta, en su fisonoma, aire y manera.. Un precioso retrato es hecho de mano femenina: aUna talla algo me- nos que de dtura mediana quiz, pero tan perfectamen- te proporcionada y coronada por una cabeza tan noble, llevada tan regiamente, que, a mi juicio de muchacha, causaba la impresi6n de una estatura dominante. Esos claros y melanclicos ojos parecan mirar desde una eminencia ...M'*) Otra dama recuerda la extraa impre- sin de sus ojos: w b s ojos de Poe, en verdad, eran el ras- go que ms impresionaba, y era a ellos a los que su cara deba su atractivo pediar. Jams he visto otros ojos quc en algo se le parecieran. Eran grandes, con pestaas largas y un negro de azabache: el iris acero-gris posea una cristalina claridad y transparencia, a travs de la cual la pupiIa negra-azabache se vea expandirse y contraerse con toda sombra de pensamiento o de emocin. Obser- v que los prpados jams se contraan, como es tan usual en la mayor parte de Ias personas, principalmente cuando hablan; pero su mirada siempre era llena, abier- ta y sin encogimiento ni emoci6n. Su expresin habitual era soadora y triste: algunas veccs tenia un modo de dirigir una mirada Iigera, de soslayo, sobre alguna per- sona que no Ie observaba a l, y, con una mirada tran- quila y fija, pareca que mentalmente estaba midiendo el calibre de Ia persona que estaba ajena de ello. wiQu ojos tan tremendos tiene el seor Poe! -me dijo una seora-. Me hace helar la sangre e1 verle darse vuelta lentamente y fijarlos sobre m cuando estoy hab1ando.s

    (")La misma agrega: #Usaba un bigote negro es- y) Miss Hcywod.- Citada por Ingrm. ("j Mrs. Wciss.- Ibid.

  • meradamente cuidado, pero que no cubra comple- tamente una expresin ligeramente contrada de la boca y una tensin ocasional del labio superior, que se aseme- jaba a una expresin de mofa. Esta mofa era fcilmente excitada y se manifestaba por un movimiento del labio, apenas perceptible, y, sin embargo, intensamente expresivo. No habia en ella nada de mdevolencia, pero s mucho sarcasmo.* Sbese, pues, que aquella aIma po- tente y extrafa estaba encerrada en hermoso vaso. Pare- ce que la distincidn y dotes fsicas deberan ser nativas en todos los portadores de la lira. iApolo, el crinado nu- men lirico, no es el prototipo de la belleza viril? Mas no todos sus hijos nacen con dote tan esplndido. Los pri- vilegiados se llaman Goethe, Byron, Lamartine, Poe.

    Nuestro poeta, por su organizacin vigorosa y cul- tivada, pudo resistir esa terrible dolencia que un mdico escritor lama con gran propiedad d a enfermedad del ensueo.. Era un sublime apasionado, un nervioso, uno de esos divinos semilocos necesarios para el progreso humano, lamentables cristos del arte, que por amor al eterno ideal tienen su c d e de la amargura, sus espinas y su cruz. Nacib con la adorable llama de la poesa, y eUa le alimentaba al propio tiempo que era su martirio. Desde nio qued hurfano y le recogi un hombre que jams podra conocer el valor intelectual de su hijo adoptivo. EL seor AUan-cuyo nombre pasar en lo porvenir al brillo del nombre del poeta-jams pudo imaginarse que el pobre muchacho recitador de versos que aiegra- ba las veladas de su home fuese ms tarde un egregio prncipe del arre. En Poe reina el ensueo>r desde la la niez. Cuando el viaje de su protector le Ueva a Londres, la escuela del dmine Brandeby es para i co- mo un Iugar fantstico que despierta en su ser extraas

  • reminiscencias; despus, en la fuerza de su genio, el re- cuerdo de aquella morada y del viejo profesor han de hacerle producir una de sus subyugadoras pginas. Por una parte posee en su fuerte cerebro la facultad musical; por otra, la fuerza matemtica. Su wensueow est pobla- do de quimeras y de cifras como la carta de un astrblo- go. Vuelto a Amrica, vmode en la escuela de Clarke, en Richmond, en donde al mismo tiempo que se nutre de clsicos y recita odas latinas, boxea y llega a ser alga como un champion estudiantil; en la carrera hubiera de- jado atris a Atalmta, y aspiraba a los lauros natatorios de Byron. Pero si brilla y descuella intelectual y fsica- mente enrre sus compaeros, los hijos de familia de la fofa aristocracia del lugar miran por encima del hombro al hijo de la cmica. Cunta no ha de haber sido la hiel que tuvo que devorar este ser exquisito, humillado por un origen del cual en das posteriores habria orguiiosa- mente de gloriarse? Son esos primeros golpes los que empezaron a cincelar el pliegue amargo y sarcstico dc sus labios. Desde muy temprano conoci las asechanzas del l o b racional. Por eso buscaba la comunicacin con La Naturaleza, tan sana y fortalecedora. wOdio sobre to- do y detesto este animal que se Uama Hombre., escriba Swift a Pope, Poe, a su vez, habla #de la mezquina amis- tad y de la fidelidad de polvillo de fruta (gossamcfi- delicy} del mero hombre*. Ya en libro de Job, Eliphaz Themanita exdama: uiCunto ms el hombre abomi- nable y vil que bebe como la iniquidad? No bus& el lrico americano el apoyo de la oracin: no era creyente, o, al menos, su alma estaba alejada del misticismo. A lo cual da p o r razn James Russeii Lowell lo que podra llamarse la marernaticidad de su cerebracin. *Hasta su misterio es matemtico para su propio espritu.. La

  • ciencia impide al poeta penetrar y tender las alas en la atmsfera de las verdades ideales. Su necesidad de anli- sis, ia condicin aigebraica de su fantasa, hcele produ- cir tristsimos efectos cuando nos arrastra al. borde de lo desconocido. La especulacin fdos6fia nubl en l la fe, que debiera poseer como todo poeta verdadero. En todas sus obras, si mai no recuerdo, s61o unas dos veces est escrito el nombre de Cristo.(') Profesaba, si, la morai cristiana; y en-cuanto a los destinos del hombre, crea en una ley divina, en un falo inexorable. En I la ecuacin dominaba a la creencia, y aun en lo referente a Dios y sus atributos, pensaba, con Spinoza, que las cosas invisibles y todo lo que es objeto propio del entendi- miento no pueden percibirse de otro modo que por los ojos de la demostraci6n,'"l olvidando la profunda &r- maun filosfica: Hintelectats noster sic de hmbet? adp'ma entium q u e sunt manfestisssima in natura, sicrct orulus ves- pmiIionis ad solemn. No crea en lo sobrenatural, se@n confesin propia; pero afirmaba que Dios, como crea- dor de la Naturaleza, puede, si quiere, modificarla. En la narracin de la metempsicosis de Lgeia hay una defini- cin de Dios, tomada de Granwd, que parece ser sus- tentada por Poe: .Dios no es ms que una gran voluntad que penetra todas las cosas por la naturaleza de su inten- sidad.~ Lo nial estaba ya dicho por Santo Toms en estas palabras: *Si las cosas mismas no determinan el fin para s, porque desconocen la razn del fin, es necesario que se les determine el fin por otro que sea determinador de la naturaleza. Esre es el que previene todas las cosas, que es ser por s mismo necesario, y a ste llamarnos

    (*) Ticnc, no obaruitc, un himno a Mara cn Pwmr and Er~dyr. (") S p i n ~ u : Trud I&@ - @tia

  • Dios ... u('' En la Rtuehci6n magntica, a vuelta de divaga- ciones filosbficas, mister Vankirk -que, como casi to- dos los personajes de Poe, es Poe mismo- afirma la existencia de un Dios materia, ai cual llama materia suprema e imparticulada. Pero agrega: *La materia im- particulada, o sea Dios en estado de reposo, es, en lo que entra en nuestra comprensibn, lo que los hombres iia- man espritu.. En el didogo entre Oinos y Agathos pre- tende sondear el misterio de la divina Intehgcncia; as como en los de Monos y Una y de Eros y Charmion pe- netra en la desconocida sombra de la Muerte, produ- ciendo, como pocos, extraos vislumbres en su concep- u6n del espritu en el espacio y en el tiempo.

    (a) h r o Tomlr: T&u, XLI.

    22

  • LECONTE DE LISLE

    HA MUERTO E L PoNT~FICE del Parnaso, ~1 vicario de Hugo; las campanas de la Baslica lirica estn cocando vacante. Descansa ya, plida y sin la sangre de la vida, aquella rnajest uosa cabeza de sumo sacerdorc, aquella resta coronada -coronada dc los ms verdes laureles- llena de augusta hermosura antigua, y cuyos rasgos exi- gen el rclievc de la medalla y la consagracin olmpica del mrmol.

    Homricos funerales deberian ser los de Leconte de Lislc. En hoguera encendida con maderos olorosos, all, en el corazn dc la isla maternal, cn donde por primera vez vio la gloria del sol, cunsumiriase su cuerpo al vuelo de las odas con quc un coro dc pecas cantara el Triun- fo de la Lira, recitaranse estrofas que recordaran a Or- feo encadenado con sus acordes la furia de los leopardos y leones, o a Melesigenes cercado de las musas en la maravilla de una apoteosis. iHornricos funerales para quien fue homrida, por el soplo pico que pasaba por e1 cordaje de su lira, por la soberana expresin y e1 vuelo soberbio, por la impasibilidad casi religiosa, por la mag- nificencia monumental estatuaria de su obra, cn la cual, como en la del padre de os poetas, pasan a nuestra vista portentosos desfiles de personajes, grupos esculturales, marmreos bajo relieves, figuras que encarnan los odios, los combates, las terribles iras; homrida por ser de alma y sangre latinas y por haber adorado siempre el lustre y el renombre de la HIade inmortd! Griego fue, de los griegos tenia, como lo hizo notar muy bien Gu- yau, la concepcin de una especie de mundo de las for-

  • mas y de las ideas que es ei mundo mismo del arte; ha- bindose colocado, por una ascensin de la voluntad, sobre el mundo del sentimiento, en la regi6n serena de la idea, y revistiendo su musa inconmovible el esculpido peplo cuyo ms ligero pliegue no pudiera agitar el estre- mecimiento de las humanas emociones, ni aun el aire que e1 Amor mismo agitase con sus alas. *Vuestros con- temporneos -djoIe Alejandro Dumas (hijo)- eran los griegos y los hindes*. Y es, en efecto, de aquellos dos inmensos focos de donde parten los rayos que ilu- minan la obra de Leconte de Lisle, conduciendo uno la idea brahmnica desde el indico Ganges, cuyas aguas reflejaran los combates del Rarnayana, y el otro la idea griega desde el armonioso Alfeo, en cuyas Iinfas se viera la desnudez celeste de la virgen Diana.

    La India y Grecia eran para su espritu cierras de predileccin: reconocia como las dos originales fuentes de la universal poesa a VaIrniki y a Homero. Naveg6 a pleno viento por el ocano inmenso de la teogonia vdi- ca, y, profundo conocedor de la ant~gedad griega, y helenista insignc, condujo a Hornero a orillas del Sena. Atraale Ia aurora de la Humanidad, la soberana sen- cillez de las edades primeras, la grandiosa infancia dc las razas, en la mal empieza el Gnesis de lo que l llamara con su verbo solemne da historia sagrada del pensa- miento humano en su florecimiento de armona y de luzn; la historia de la Poesa.

    El ms griego de los artistas, como le Uarnara un jo- ven esteta, cant a los brbaros, ciertamente. Como ha- ba en su reino potico suprimido todo anhelo p o r un ideal de fe, la inmensa alma rnedievd no tena para l ningn fulgor; y calificaba la Edad Media como una edad de abominable barbarie. Y he aqu que ninguno

  • entre los poetas, despus de Hugo, ha sabido poner delante de los ojos modernos, como Leconte de Lisie, la t i d a de los caballeros de hierro, las costumbres de aquellas pocas, los hechos y aventuras trgicas de aquellos combatientes y de aquellos tiranos; los sombros cuadros monacales, los interiores de los claustros, los cismas, la supremacia de Roma, las musul- manas barbaries fastuosas, el ascetismo cat6lico y el temblor extranatural que pas por LI mundo en la edad que otro gran poeta ha llamado con razhn, en una estro- fa clebre, uenorme y delicada*.

    Puso el espritu sobre el corazbn. Jams en toda su obra se escucha un solo eco de sentimiento; nunca sen- tiris el escalofro pasional. Eros mismo, si pasa por esas inmcnsas florestas, es como un ave desolada. No se atre- vera la musa de Musset a iiarnar a la puerta del vate serenisirno; y as palomas iamartinianas alzaran el vuelo, asustadas, delante del cuervo centenario que dialoga con el abad Serapio de Arsinoe.

    Naci en una isla clida y esplndida, isla de sol, florestas y pjaros, que siente de cerca la respiracin de la negra Africa; sintise poeta el joven salvaje*; la len- gua de la Naturaleza le ense1i6 su primera rima, el gran bosque primitivo le hizo sentir la influencia de su estre- mecimiento, y el mar solemne y el cielo le dejaron entre- ver el misterio de su inmensidad azul. Senta l latir su corazn, deseoso de algo extraio, y sus labios estaban sedientos del vino divino. Copa de oro inagotable, llena de celeste licor, fue para I la poesa de Hugo. Al llegar Las orimtaZs a sus manos, al ver esos fulgurantes poe- mas, la luz misma de su cielo patrio le pareci brillar con un resplandor nuevo; la montaa, el viento africano, hs olas, las aves de las florestas nativas, la Naturaleza toda,

  • tuvo para kI voces despertadoras que le iniciaron en un culto arcano y supremo.

    Imaginaos un Pan que vagase en la montaa sonora posedo de la fiebre de la armona, en busca de la caa con que habra de hacer su rustica flauca, y a quicn de pronto diese Apolo una lira y le ensease el arte de arrancar de sus cuerdas sones sublimes. No de otro mo- do aconteci al poeta que debiera salir de la tierra Iejana en donde naci, para levantar en la capical del Pensa- miento un templo cincelado en el ms bello Paros, en honor del dios del arco de plata.

    El que fue impecable adorador dc la tradicin clasi- ca pura debia pronunciar en ocasin solemne, delante de la Academia francesa, que le reciba en su seno, estas paiabras: .Las formas nuevas son la expresin necesaria de las concepciones originales.. Digna es cal declaracin de quien sucediera a Huga en Ia asamblea de los uinrnor- tales. y de quien, como su sacrocesreo anreccsor, fue jefe de escuela, y de escuela que tena por fundamento principal el culto de la forma. Hugo fue, en verdad, para t la encarnacin de la poesa. Leconte de Lisle no reco- noca de La Trinidad romdntica sino la omnipotencia del ~Padren; Musset, *el Hijo. y Lamartine, &el Espritu., apenas si merecieron una mirada rpida de sus ojos sa- cerdotdes. Y es que Hugo ejerca sobre l la atraccin astral de los genios individuales y absolutos; 11 hijo de la isla oriental fue iniciado en el secreto del arre por el au- tor de Lss srjmralPs; el que deba escribir los Poemasanfi- g m y los Pornias barbaros no poda sino conccmplar con estupor la crcacidn de ese orbe consreLado, varia, pro- fuso y csnipcndo que se llama I,a l q e d de b~ siglos. Luego fuc a ti, barn, par, prncipe, a quien el Carlo- magno dc ta Iira dirigiera este corto mensaje imperiai y

  • fraternal: Jmzgamus dextras. Despus l fue siempre el privilegiado. Hugo le consagr6. Y cuando Hugo fue conducido al Panten, fue Leconte de Lisle quien enfo- no el himno mis ferviente en honor de quien entraba en la inmortalidad. Posteriormente, d ocupar su sddn en la Academia, coloc aiin mis triunfaies palmas y coronas en la tumba del Csar literario. Recorri con su pcnsa- miento la historia de la poesa universal, para legar a depositar sus trofeos en aras del daimn desaparecido, y present con la magia de su lenguaje la creacin toda de Hugo. Hizo aparecer con sus prestigios incomparables las mienta le^, cuya Iengua y movimiento, segn confc- sin propia, fueron para l una revelacin; el prefacio de Cronweli oriflama de guerra tendido al viento; las Hojas de otorio, Itimas obras nombradas, la que Urna su atenci6n principal es Twquemada. Por qu? Porque Leconte de Lisle senta el pasado con una fuerza de vi- sin insuperable, a punto de que Guyau 1l;una a la Trilo- ga Nueva I t y c d de los siglos. #Bien que ningn siglo -escribe eI poeta-haya igualado a i nuestro en la cien- cia universal; que la historia, las lenguas, 1s costumbres, las teoras de los pueblos antiguos nos sean reveladas dc ao en ao por tantos sabios ilustres; que los hechos y las ideas, la vida intima y Ia vida exterior; que todo lo que constituye la razn de ser, de creer, de pensar de los hombres desaparecidos, bama la atenci6n de las inteli- gencias elevadas, nuestros grandes poetas han raramen- te intentado volver intelectualmente la vista del pasado.. Tiempos primitivos, Edad Media, todo lo quc se haIla respecto a nuestra edad contempornea como en una Iejanh de ensueo, atrae la imaginacin dcl vate severo. La exposicin de la obra novelesca de Victor Hugo dile motivo para lanzar otra flecha, quc fue

  • directamente a clavarse en el pecho robusto de Zola, cuando habl de *la epidemia que se hace senrir directa- mente en uria parte de nuesrra literatura, y contamina los ltimos aos de un siglo que se abriera con tanto brillo y proclamara tan ardientemente su amor a lo bellos y de *el desdkn de la imaginacin y del ideal que se instala imprudentemente en muchos espritus obsrrui- dos p o r teorias groseras y malsanas.. nEl pblico letrado -agrega- no tardar en arrojar con desprecio lo que aclama hoy con ciega admiracin. Las epidemias de esta naturaleza pasan y el genio permanece.*

    Al conrestar al discurso del nuevo acadmico, &e- jandro Dumas (hijo), entre sonrisa y sonrisa, quem en honor del recin llegado este puado de incienso: *Cuando un gran genio (Hugo) ha tenido desde la in- fancia, el hbito de frecuentar un crculo de genios an- teriores, entre los cuales Sfocles, Platn, Virgilio, La Fontaine, CornciUe y Moliere no ocupan sino un segun- do trmino, y en donde Moncaigne, Racine, Pascal, Bos- suet, La Bruyl.re, no penetran, se comprende fcilmente que el da en que ese gran genio distingue entre la muchedumbre que se agita a sus pies un poeta y le marca en la frente con el signo con que ha de reconocer en lo porvenir a los de su raza y familia, ese poeta tendr el derecho de estar orgulloso. Ese poeta sois vos, seor.^

    Fueron, ciertamente, los Poemas brburos la anuncia- ci6n esplndida de un grande y nuevo poeta. Qu son esos poemas? Visiones formidables de los pasados siglos, los horrores y las grandezas picas de los br- baros evocados por un larino que emplea para su obra versos de bronce, versos de hierro, rimas de acero, estrofas de granito. Can surge en el ensueiio del viden- te Thogorma, en un poema primitivo, bibIico, que se

  • desarrolla en la misteriosa inmemorial ciudad de la an- gustia~, en el pais de Hevila. Can es el mensajero dc la na- da. Luego es aun en la Biblia donde se h d a el origen de ocros poemas; la via de Naboth, el Echiasii~, que declara cmo la irrevocable Muerte es tambin mentira; despus el poeta va de un punto a otro, extrao cosmo- polita del pasado; a Tebas, donde el rey Kbons descansa en su barca dorada; a Grecia, donde surgir la monstruosa Equidna, o un grupo de hirsutos combatienres; a la Poli- nesia, en donde aprender el gnesis indgena; ai brea1 p i s de los nornos y escaldas, donde Snorr tiene su infer- nal visin; a Irlanda, tierra dc bardos. Y se advierten blan- cas pinturas de paises frigidos, figuras cinceladas en nieve; Angantir, que dialoga con Hervor; Hialrnar, que clama trgicamente el oso que Uora, los cantos de los cazadores y mnoyas; el norte an, el pas de Sigurd; los elfos que, coronados de tomillo, danzan a la luz de la luna, en un aire germnico de balada; cantos tradicionales; Kono dc Kemper; el terrible p c m a dc Mona; cuadros orienrdes como la preciosa y musical Verundah; las frases kpcras de la Naturaleza; el desierto; la India y sus pagodas y fa- quires; Crdoba morisca; fieras y aves de rapia; fuentes crisalinas, bsqucs salvajes; la historia religiosa, la leyen- da, el romancero; Amirica, los Andes ...; y, sobre todo es- to, el Caervo, el cucrvo'dcsolador, y la silenciosa, fatal, pdida y como deseada imagen de la Mucrrr, acompaada dc su oscuro pair cl Dolor.

    En los Poemas crntiguus resucita el esplendor de la brllcza griega, lanzando al misnro tiempo un manifiesto a manera de prlogo. He aqu lo que pinsaba de los riempos modtrnos: .Desde Hornero, Esquilo y S- foclcs, que representan ia poesa en su vitaiidad, e n su plenitud y en su unidad armnica, la decadencia y la bar-

  • barie han invadido el espritu humano. En lo tocante a arte original, el mundo romano esri a1 nivel de los da- c io~ y de los sirmatas; el cielo cristiano todo es brbaro. Dante, Shakespeare y Milton no tienen sino la altura de su genio individuaI; su lengua y sus concepciones son brbaras. La escultura se detiene en Fidias y en Lisipo; Miguel Angel no ha fecundado nada; su obra, admirable en si misma, ha abierto una va desastrosa. Qu queda, pues, de los siglos transcurridos despus de la Grecia? Aigunas individualidades potentes, algunas grandes obras sin liga y sin unidad. La poesa moderna, reflejo confuso de la personalidad fogosa de Byron, de la reli- giosidad ficticia de Chateaubriand, del ensueo mstico de Ultra Rin y de1 realismo de los lakistas, se turba y se disipa. Nada menos vivo y menos original, baja el apara- to ms ficticio. Un arte de segunda mano, hbrido, in- coherente. Arcasmo de la vspera, nada ms. La paciencia pblica se ha cansado de esta comedia sonora- mente representada a beneficio de una autolatra de prstamo. Los maestros se han calIado o quieren callar- se, fatigados de s mismos, olvidados ya, solitarios en medio de sus obras infructuosas. Los poetas nuevos, criados en la vejez precoz de una esttica infecunda, de- ben sentir la necesidad de remojar en las fuentes eterna- mente puras Ia expresiiin usada y debilitada de los sentimientos generosos. El tema personal y sus varia- ciones demasiado repetidas han agotado la atencin; con justicia ha venido la indiferencia; pero si es posible abandonar a la mayor brevedad esa va estrecha y banal, es preciso airn no entrar en un camino ms difcil y peligroso, sino fortificado por el estudio y la ini- ciacin.

  • #Una vez sufridas esas pruebas expiatorias, una vez saneada la lengua potica, las especulaciones del espritu perdern algo de su verdad y su energia cuando dispon- gan de formas ms netas y ms precisas. Nada ser aban- donado ni olvidado; la base pensante y el arte habrn recobrado la savia y el vigor, la armona y la unidad uni- das. Y ms tarde, cuando esas inteligencias profunda- mente agitadas se hayan aplacado, cuando la meditacin de los principios descuidados y la regeneracin de las formas hayan purificado ci espiritu y la letra, dentro de un sigIo o dos, si todavia la elaboracin de los tiempos nuevos no implica una gestacin ms alta, tal vez la poe- sa llegara a ser e1 verbo inspirado e inmediato del alma humana ...N

    Esa declaracin nos demuestra por qu Lecontc de Lisle no vibraba a ningUn soplo modcrno, a ninguna conmocion cunrcmpornea, y se refugiaba, como Kears, aunque de otra suerte, en viejas edades paganas, en cu- yas fuentes Pegaso abrevaba a su placcr.

    Los Poenlas rragico~ completan la tribgia. Hay, como en los anteriores, una rica variedad de temas, predomi- nando los paisajes exticos, reconstrucciones histricas o fantsticas y brillantes pinturas de asuntos legen- darios. El califa de Damasco abre la seric, entre imanes de Meca y emites JC Oricntc.

    Es sre u n libro pu'rprco. Los Poemas brbams son un Libro ncgro. La palabra ms usada en ellos es nozr. Libro rojo cs i-ste, ciertamente, quc comienza con la apoteosis dc Muza-el-Kebir, en pas oriental, y concluye en la Grecia de Orestes, con la tragedia funcsta de las Erinnias o Furias.

    Oiris entre tanto un canto de muerte de los galos dc-1 siglo VI, clamorcs de moros mcdievaics; veris la ca-

  • za del guila, en versos que no hara mejores un numen artfice; despus del guila vuela el albatros, e l p n c e des naragrcer, de Baudelaire; pasan lgubres ancianos, como Magno; frailes como el abad Jernimo, cual surge en poema que, sin duda alguna, Nez de Arce ley antes de escribir La vi& de fray Martfn; monstrhos simb6li- cos, como la Bestia escarlata; tipos de1 romancero es- paol, como don Fadrique; y entrc todo esto, el severo bardo no desdea jugar con la musa, y ensaya elpantum malayo o rima la villanelle como su amigo Teodoro de Banviiie.

    Las Erinnias es obra de quien puede recorrer el cam- po de la poesia griega y conversar con Paris, Agarnenn o Clitemnestra. Artistas egregios ha habido que hayan comprendido la antiguedad pro funda y extensamente; ms, de seguro, ninguno con la soberana, con el poder de Leconte de Lisie. Pudo Keats escribir sus clebres versos a una urna griega; pudo el germnico Goethe despertar a Helena despus de un sueo de siglos y ha- cer que iluminase la frente de Euforin la luz divina, y que Juan Pablo escribiese una famosa metfora. Lecon- te de Lisle desciende directamente de Hornero; y si fue- sc cierta 1; tnnsmigncin de las aimu, no hay duda de que su espritu estuvo en los tiempos heroicos encarna- do en algn aeda famoso o en aIgiin sacerdote de Delfos.

    Bien sabida es la historia del Hamlet antiguo, de Orestes, el desventurado parricida, armado por el Des- tino y la Venganza, castigador del materno crimen y perseguido por las desmelenadas y horribles Furias. S- fodes, en su Electra; Eurpides, Voltaire, Alfieri, han Ue - vado a la escena al trgico personaje.

    Leconte de Lisle, en dsicos dejandrinos, que bier;

  • vden por hexmetros de la antigedad, evoca en la par- te primera de su poema a Clitemnestra, en el prtico del palacio de Pelos, a Taiiibios y Euribates, y un coro de ancianos, y asimismo la sollozante Casandra, de profti- ca voz. En la segunda parte, ya cometido el crimen de su madre, Orestes vengar, apoyado por el impulso sororal de Electra, la sangre de su padre. Las Furias le persiguen entre clamores de horror.

    El poeta, como traductor, fue insigne. A Hornero, Sfocles, Hesiodo, T e h i t o , Bion, Mosco, tradjolos en prosa rtmica y pursima, en cuyas ondas parece que sonasen las msicas de los metros originales. Conserva- ba Ia ortografa de los idiomas antiguos; y as sus obras tienen a la vista una aristocracia tipogrfica que no se encuentra en otras.

    Cuando Hugo estaba en el destierro, la poesa ape- nas tena vida en Francia, represenrada por unos pocos nombres ilustres. Entonces fue cuando los parnasianos levantaron su estandarte y buscaron un jefe que los con- dujese a la campaa. ;E1 Parnaso! No fue ms bella la lucha romntica ni tuvieron IosJoven Francia ms rica leyenda que la de los parnasianos, contada admirable- mente por uno de sus mis bravos y gloriosos capitanes. De esa leyenda encantadora y vvida no puedo menos que traducir h hermosa pgina consagrada al cantor ex- celso por quien hoy viste luto la poesa de Francia y tambin la Poesa universal:

    *...Y lo que nos faltaba tambin era una firme dis- ciplina, una lnea de conducta precisa y resuelta. Cierta- mente, el sentimiento de la beiieza, el horror de las abobadas sensibleras que deshonraban entonces la poe- sa francesa, lo tenamos nosotros! iPero qu! Tan jve- nes, desordenadamente y un poco al azar era como nos

  • arrojgbamos a la brega y marchbamos a la conquista de nuestro ideal. Era tiempo de que los nios de antes to- maran actitudes de hombres, que de nuestro cuerpo de riradores formase un ejrcito reguiar. Nos faitaba la regla, una regla impuesta de lo alto, y que sobre dejar- nos nuestra independencia intelectuaI, hiciera concurrir gravemente, dignamente, nuestras fuerzas esparcidas a la victoria entrevista. Esta regla la recibimos de Leconte de Lisle. Desde el dla en que Francois Coppe, Viiiiers de LisIe A d m y yo tuvimos el honor de ser conducidos a casa de Leconte de Lisle -monsieur Luis Mnard, el poeta y filsofo, fue nuestro introductor-, desde el da en quc tuvimos 1a alegra de encontrar en casa del maestro ajose Mara de Heredia y a Lebn Dierx, de ver alli a Armand-Silvestre, de reencontrar a Sully Pmd- homme, desde ese da data, hablando propiamente, nuestra historia, que cesa de ser una leyenda; y entonces fue cuando nuestra adolescencia se convirti6 en virili- dad. En verdad, nuestra juventud de ayer no estaba muerta de ningn modo, y no habamos renunciado a las azarosas extravagancias en el arte y en la vida. Pero dejamos todo eso a la puerta de Leconte de Lisie, como se quita un vestido de Carnaval para Uegar a la casa fa- miliar. Teniamos alguna semejanza con esos jvenes pintores de Venecia, que despus dc trasnochar cantan- do en g6ndola y acariciando los cabellos rojos de bellas muchachas, tomaban de repente un aire reflexivo, casi austero, para entrar a l tder del Tiziano.

    ninguno de aquellos que han sido admitidos en el 4611 de Leconte de Lisle olvidar nunca el recuerdo de esas noches y dulces tardes, que durante tantos aos fueron nuestras ms bellas horas. iCon qu impaciencia, al pasar cada semana, esperibamos el sbado, el precioso

  • sbado, en que nos era dado encontrarnos, unidos en espritu y corazn, alrededor de aquel que tenia nuestro coraz6n y toda nuestra ternura! Era en un saloncito, en el quinto piso de una casa nueva, bulevar de los Invli- dos, en donde nos juntbamos para contarnos nuestros proyectos, Uwar nuestros versos nuevos y salicitz el juicio de nuestros camaradas y de nuestro gran amigo. Los que han hablado de entusiasmo mutuo, los que han acusado a nuestro grupo de demasiada complacencia consigo mismo, sos, en verdad han sido mal informa- dos. Creo que ninguno de nosotros se ha atrevido en ca- sa de Leconte de Lisle a formular un elogia o una crtica sin llevar ntimamente la convicabn de decir la verdad. Ni ms exagerado el elogio que acerba la desapro- bacin.

    *Espritus sinceros: he ahi, en efecto, io que ~ W ~ O S ; y Leconte de Lisle nos daba el ejemplo de esa franqueza. Can rudeza que sabamos que era amable, suceda que a menudo censuraba resueltamente nuestras obras nue- vas, reprochaba nuestras perezas y reprimh nuestras concesiones. Porque nos amaba no era indulgente. Pero, tambin, iqu valor daba a las elogios esta ams- turnbrada severidad! YO no s que exista mayor gozo que recibir la aprobacin de un espiritu justo y fimc! Sobre todo, no creis por mis palabras que Lecontc de Lisle haya nunca sido uno de esos genios exdusivos, de- seosos de crear poetas a su imagen, y que no aman en sus hijos literarios sino su propia semejanza. Al contrario. El autor de Kain es quiz, dc todos los inventores de es- te tiempo, aqucI cuya alma se abre ms ampliamente a la inteligencia de las vocaciones y dt las obras mis opucs- tas a su propia natudeza. El no pretende que nadie sea 10 que I es magnficamente. La soh disciplina que h-

  • pona -era la buena- consisra en Ia generacin del ar- te y el desdn dc los triunfos fciles. El era c-1 buen con- sejero dc las probidades literarias, sin impcdir jan-ias cl vuelo personal dc nucst ras aspiraciones diversas; I fue, 61 es aiin nuestra conciencia potica misma. A t.1 es a quien pedimos, cn las horas de duda, que nos prcvenga del mal. El condena o absuelve, y estarnos sometidos.

    niAh!, yo mc acuerdo an de todas las bromas que se hacan entonces sabrc nuestras reuniones cn eI sal11 dc Leconte de Lislc. iY bien! Los burlones no tenan razn, purs en verdad Io crco y lo digo: en esta &poca, feliz- mente desaparecida, en que la pocsia era por todas par- tes burlada; en quc hacer versos tcnia este sinnimo: irnorir de Ihambre!; en quc todo el triunfo, codo el re- nombre perteneca a los rimadores de elegas y verseros de cupls, a los lioriqucadores y a los risueos; en que era suficiente hacer un soneto para ser un imbcil, y hacer una opereta para ser una especie de gran hombre; en es- ta &poca era un bello espectculo el de aquellos jovenes prendados del arte verdadero, perseguidores del ideal, pobres la mayor parte y desdeiosos de la riqueza, que confesaban imperturtrablen~cnte, venga lo que viniere, su fe de poetas, y que se agrupaban, con una religin que nunca ha existido la libertad de pensamiento, alre- dedor de un maestro venerado, pobre como ellos.

    .Otro error sera creer que nuestras reuniones fa- miliares fuesen sesiones dogmticas y morosas. Leconte de Lisle era de aquellos que pretenden apartar, sobre to- do dc1 elogio, su personalidad ntima, y, por tanto, mi conversacion no tendr aqu ancdotas. No dir dc las sonrientes dulzuras de una familiaridad de que estaba- mos can orgullosos, de las cordialidades de camarada que tena con nosotros el gran poeta, ni de las charlas al

  • atilor del hogar -porque se era serio, pero alegre-, ni todo c-1 bello humor, casi infantil, de nuestras apacibles conciencias de artistas en el querido saln, poco lujoso, pero tan neto y sicmpre en orden como una estrofa bien compuesta; niicntras Ia presencia de una joven en medio dc nuestro amistoso respero agregaba su gracia a la poe- sia esparcida..

    Tal es el recuerdo que consagra CatuIIe Mcndts en uno de sus mejores libros al hoy difunto jefe del Parna- so. El alenr a los que le rodeaban, como en otro tiempo Ronsard a los de la Plyade, al cual cenculo ha con- sagrado Leconre de Lisle muy entusisticas frases; pues quien en Las Erinnias pudo renovar la mascara esquilia- na, niiraba con simpata a Ronsard, que tuvo el fuego pindirico, anhelo de perfeccin y amor absoluto a la belleza.

    Mas Leconte brillar siempre al fulgor de Hugo.

  • poetas, conocen y leen aquellos poemas. Entre sus se- guidores, uno hay que adquiri gran renombre: Jos Mara de Heredia, tambin como A nacido en una ida tropical. En lengua castellana apenas es conocido Le- conte de Lisle. Yo no s de ningn poeta que le haya tra- ducido, exceptuando al argentino Leopoldo Daz, mi amigo muy estimado, quien ha puesto en versos cas- teilanos el Cuewo -con motivo de lo cual el poeta fran- cs le envi una real esquela-, E l sueo del cndor, El desierto, Lu triste= deldiablo y La espada dt Angarttir, todo de los Poems bdrbcdros, como tambin Los E&s, cuya tra- ducci6n es la siguiente:

    De tomillo y rtisticas bierb~s coronados, !os Elfos alegres b a i h en los prados. Del bosque por arda0 y atagosto sendero en corcel oscuro march trta crsballwo. Srrs espicelas bPlllan m la noche hm, y, cuando etr su rayo Zc enuutlvc la lmu, fulgurad luces con vivos dt~tellor un casco CJls phfa sobre sus cabellos.

    Cm2 ligero efjambre, tados le d a n , y rn J aifi mudo va&& wltdean. ~GmtiI caballm,

  • De tomil/u y dsficas hierbas cwonuhs, los Elfos alegres bailan en Ioj: prados.

    ((;No! Mipmet iak , la de los ojos hmosos, me espera, y muiiana seremos tsposos. Dqadme prosiga, E Elfos encantados, que ho2Ldi1 v a p m s o s el musgo en los p r d s . L ~ O J estoy, lejos de la amada ma, y ya los fu&wts se arttrncian del dia.))

    De tomillo y rsticas hierbas coronados, los ElJos degres baihn en los p.cadas.

    Q u e , caballem; t e dr a que elvas el @lo Mico, la^ a'areas sortfas y lo qae m a s vale que gima y Muna: mi saya, tejida con rayos de luna.a .;%!N, dice iI, niPue~ ranuh!~ Y su blanco dedo su cmazn toca e infndeie miedo. De tromilio y nisticrzs hierbas coronao~, bs Elfos alegres bailan en los prados. Y el cmel oscm, s i p l t i d o la espueJrt, paHe, corre, salta, sin retardo vuela; ms eI cabalh, lernblanch, se inclina: ve sobre La f m a blanqwcina que los hmos tiende, mrrbando sin mido.

    11jD4ume, ob demonio, Elfo maIdecido!ii De :omzZ/u y ~biccas hierba5 coronrados, los Elfos altgrcs bailan en los prado^.

  • ~iR4ame, fantasma siempre d h c c i d a ! Voy a desposrtmc con nri pmrnetih.))

    {(iOb, mi ama& tsposo; la tumba perenne S N ~ nuestro lecho de b d s ~oZmne!~

    lriHe mumo!i> dice ella, y 4 desesperado, dt amor y de angu~tia cae m~prtu a SU l a h .

    Dt tomillo y nistitas hiprbas cmna&~, los E@ alegre5 bailan en los prados.

    Duerma cn paz el hermoso anciano, el caballero de Apolo. Ya su espritu sabr de cierto lo que se esconde tras el velo negro de la tumba. Lleg6, por fin, la por I deseada, la plida mensajera de la verdad.

    Finjome la llegada de su sombra a una de las islas gloriosas (Tempes, Amatuntes celestes), en donde los Orfeos tienen su premio. Recibirnle con palmas en las manos coros de vrgenes cubiertas de albas, impalpables vestiduras; a lo lejos destacarse la armona de1 prtico de un templo; bajo frescos laureles se vern las blancas barbas de los antiguos amados de las musas: Hornero, Sfocles, Anacreonte ... En un bosque cercano, a un gru- po de centauros, Quirn a la cabeza, se acerca para mirar al recin Negado. Brota del mar un himno. Pan aparece. Por el aire suave, bajo la dpula azul del cielo, un guila pasa, en vuelo rpido, camino del pas de las pagodas, de los lotos y de 10s elefantes.

  • PAUL V E W N E

    Y AL FIN VAS A DESCANSAR; y al fin has dejado de arrastrar tu pierna Iamentable y anquiltica, y ru exis- tencia extraa, iAena de dolor y ensueos, joh pobre vie- jo divino! Ya no padeces e1 mal de la vida, complicado en ti con la maligna influencia de Saturno.

    Mueres seguramente en uno de los hospitales que has hecho amar a tus discpulos, tus *palacios de invicr- non, los lugares de descanso que tuvieron tus huesos va- gabundos, en la hora de los implacables reumas y de las duras miserias parisienses.

    Seguramente has muerto rodeado de los tuyos, de los hijos de tu espritu, de los jvenes oficiantes de tu iglesia, de los alumnos de tu escueIa, ioh Irico Scrates de un tiempo imposible!

    Pero mueres en un instante glorioso: cuando tu nombre empieza a triunfar y la cimiente de tus ideas a convertirse en magnficas flores de arte, aun en pases distintos dcl tuyo, pues es el momento de decir que hoy, en el mundo entero, tu figura, entre los escogidos de di- ferentes lenguas y tierras, rcspiandece en su nimbo supremo, as sea delante dci trono del enorme Wagner.

    El holands Bivanck se representa a Veriaine como un leproso sentado a la puerta de una catedral, lastirno- so,mendicante, despertando en los fieles que entran y salen la compasin, la caridad. Alfred Ernst le compara con Benoit Labre, viviente smbolo de enfermedad y de miseria; anres Len BIoy le haba llamado tambin el Leproso en el portentoso triptico de su Brehm, en donde est pintada en compaia del Nio Terrible y del Loco:

  • Barbey d'Aurevilly y Ernesto Hello. ;Ay, fue su vida as! Pocas veces ha nacido de vientre de mujer un ser que haya llevado sobre sus hombros igual peso de dolor. Job le dira: ~iHermano mo!,,

    Yo confieso que, despus de hundirme en el agitado golfo de sus libros, despues de penetrar en el secreto de esa existencia Cnica; despus de ver esa alma Ilena de ci- catrices y de heridas incurables, todo al eco de celestes o profanas msicas, siempre hondamente encantadoras; despus de haber contemplado aquella figura irnponen- te en su pena, aquel crneo soberbio, aquellos ojos os- curos, aquella faz con algo de socrtico, de pierrotesco y de infantil; despues de mirar al dios caido, quiz castiga- do por oImpicos crmenes en otra vida anterior; des- pus de saber la fe sublime y el amor furioso y la inmensa poesa que tenan por habitculo aquel claudi- cante cuerpo infcliz, sent nacer en mi corazn un doloroso cario, que junt a la grande admiracin por el trisre maestro.

    A mi paso por Pars, en 1533, me haba ofrecido Enrique Gmcz Carrillo presentarme a l. Este amigo mo haba publicado una apasionada impresin, que fi- gura en sus Sensaciones de Arte, en la cual habla de una vi- sita a cliente de1 hospital de Broussais: Y all le encontr, siempre dispuesto a la buda tcrrible, en una cama estrecha de hospital. Su rostro, enorme y simpti- co, cuya palidez extrema me hizo pensar en las figuras pintadas por Ribera, tena un aspecto hiertico. Su nariz pequea se-dilata a cada momento para aspirar con deli- cia el humo del cigarro. Sus labios gruesos, que se entreabren para recitar con amor las escrofas de Villon o para maldecir contra los poemas dc Ronsard, conser- van siempre su mueca original, en donde LI vicio y La

  • bondad se mezclan para formar la expresin de la sonri- sa. S610 su barba rubia de cosaco habia crecido un poco y se habia cncanccido mucho..

    Por G6mez Carrillo penetramos en dgunas in- terioridades de Verlaine. No era ste en ese tiempo el viejo gastado y dbil que uno pudiera imaginarse; antes bien, *un viejo robustow. Deciase que padeca de pesa- diIIas espantosas y visiones, en las cuales los recuerdos de la leyenda oscura y misteriosa de su vida se complica- ban con la tristeza y el terror dcoh6licos. Pasaba sus horas de enfermedad, a veces en un penoso aislamiento, abandonado y olvidado, a pesar de Ias bondadosas ini- ciativas de los Mendks o de los Len Deschamps.

    iDios mo! Aquel hombre, nacido para las espinas, para los garfios y los azotes del mundo, se me apareci6 como un viviente doble smbolo de la grandeza anglica y de Ia miseria humana. Anglico, lo era Verlaine; tiorba alguna, salterio alguno, desde jacopone de Todi, desde Stabat Marer, ha alabado a la Virgen con la melodia fdial, ardiente y humilde dc Sagesse; lengua alguna como no sean las lenguas de los serafines prosternados, ha cantado mejor la carne y Ia sangre del Cordero; en nin- gunas nianos han ardido rncjor Ios sagrados carbones de la penitencia, y penitente alguno se ha flagdado los des- nudos lomos con igual ardor de arrepentimiento que Verlaine cuando se ha desgarrado el alma misma, cuya sangre, fresca y pura, ha hecho abrirse rtmicas rosas de martirio.

    Quien lo haya visto en sus Confszones, en sus Hospi- t a l ~ ~ , en sus otros libros intimos, comprender bien al hombre -1nseparab1~ del poeta- y hallar que en ese mar, tempestuoso primero, muerto despues, hay te- soros de perlas. Verlaine fue un hijo desdichado de

  • Adn, en el que la herencia paterna apareci6 con mayor fuerza que en los dems. De los tres enemigos, quien menos mal le hizo fue el mundo. El demonio le atacaba; se defenda de l, como poda, con el escudo de la ple- garia. La carne, si, fue invencible e impIacabIe. Raras ve- ces ha mordido cerebro humano con mis furia y ponzoa la serpiente del sexo. Su cuerpo era la lira del pecado. Era un eterno prisionero del deseo. Al andar, hubiera podido buscarse en su huella lo hendido del pie. Se extraa uno no ver sobre su frente los dos cuerne- cillos, puesto que en sus ojos poda verse an pasar las visiones de las blancas ninfas, y en sus labios, antiguos conocidos de Ia flauta, sola aparecer el rictus de1 egi- pn. Como e1 stiro de Hugo, hubiera dicho a la desnu- da Venus, en el resplandor del morite sagrado: Vin nous pn,,,!Y ese carnal pagano aumenraba su lujuria primitiva y naturaI a medida que acrecia su concepcin catblica de la culpa.

    Mas habis leido unas bellas historias renovadas por Anatole France de viejas narraciones hagiogrficas, en las cuales hay stiros que adoran a Dios y creen en su ciclo y en sus santos, llegando en ocasiones hasta ser san- tos stiros? Tal me parece P a m e Lelian mitad cornudo flautista de la selva, violador de hamadradas, mitad as- ceta del Sefior, eremita que, exttico, canta sus salmos. E1 cuerpo velloso sufre la tirana de la sangre, la volun- tad imperiosa de los nervios, la llama de la primavera, la afrodisia de la libre y fecunda montaa; el espiriru se consagra a la alabanza del Padrc, del Hijo, del Santo Espiritu, y, sobre codo, de la maternal y casta Virgen; de modo que, al dar la tentacin su ciarinada, ei espiriru, ciego, no mira: queda como en sopor, al son dc la fan- farria carnal; pero tan luego como cl stiro vuelve al

  • boscaje y el alma recobra su imperio y mira a la drura de Dios, la pena es profunda, el salmo broca. As, hasta que vuelve a verse pasar a travs de las hojas del bosque la cadera de Calisto ...

    Cuando el doctor Nordau public la obra clebrc, digna del doctor Triboulat Bonhoment, Entamng, la fi- gura de Verlaine, casi desconocida para la generaiidad -y en la generalidad pongo a muchos de la k e en otros scnridos-, surgi por ia primera vez en el ms curiosa- mente abominable de los retratos. El poeta de Sagesse estaba sealado como uno de los ms patentes casos dc- mostrativos de la afirmacin seudocientfica de que los modos estticos contemporneos son formas de des- composicin intelectual. Muchos fueron los atacados: se defendieron algunos. Hasta el cabalistico Mallarrn descendi de su trpode para demostrar el escaso in- telectualismo del profesor austroalemn, en su con- ferencia sobre !a msica y la literatura dada en Londres. Puuvre Lelzan no se defendi a s mismo. Comentara, cuando ms, el caso con algunos ;&m! en el Francois I o en el D'Harcourr. Varios amigos discpuios le defendie- ron; entre todos, con vigor y maestra lo hizo Charles Tennib, y su hermoso y justificado mpetu correspon- di a la presentacin del ucacow por M a x Nordau:

    #Tenemos ante nosotros la figura bien neta del jefe ms famoso de los simbolistas. Vemos un espantoso de- generado, de crneo asimtrico y rostro mogoloide, un vagabundo impulsivo, un dipsmano ..., un ertico ..., un soador emotivo, dbil de espritu, que Iucha dolorosa- mente contra sus malos instintos, y encuentra a veces en su angustia conmovedores acentos de queja; un mstico cuya conciencia humosa est llena de representaciones de Dios y de los santos, y un viejo chocho, e t c . ~

  • En verdad que los clamores de ese generoso De Amicis contra la ciencia, que acaba de descuartizar a Eeopardi, despus de desventrar a Tasso, son muy jus- tos e insuficientemente iracundos.

    En la vida de Verlaine hay una nebulosa leyenda que ha hecho crecer una verde pradera en que ha pastado a su placer elpan-muflisme. No me detendr en rales mi- serias. En estas lneas, escritas al vuelo y en el momento de ia impresin causada por su muerte, no puedo ser tan extenso corno quisiera.

    De h obra de Verlaine, iqut decir? El ha sido el ms grande de los poetas de este siglo. Su obra est esparcida sobre la faz de1 mundo. Suele ya ser vergonzoso para los escritores pteros oficiales no citar de cuando en cuan- do, siquiera sea para censurar sordamente, a Paul Verlaine. En Suecia y Noruega, 10s j6venes amigos de Jonas Lee propagan la influencia artstica del maestro. En Inglaterra, adonde iba a dar conferencias, gracias a los escritores nuevos, como Symons y los colaboradores del Yellow BooH, el nombre ilustre se impone; la N w Re- uiew daba sus versos en francs. En los Estados Unidos, anres de publicarse el conocido estudio de Symons en el Harper's -2% decudent rnovement in literatare-, La fama del poeta era conocida. En Italia, D'Annunzio reconoce en l a uno de los maestros que Ie ayudaron a subir a la gloria; Vittorio Pica y 10s jvenes artistas de la Tawla Roto& exponen sus doctrinas; en Holanda, la nueva generacin literaria -ntese un estudio de Werwey- le saluda en su airo puesto; en Espaa es casi desconoci- do, y serlo por mucho tiempo; solamente el tdento de Clan3 creo que lo tuvo en alta estima; en lengua es- pada no se ha escrito aun nada digno de Veriaine, ape- nas lo publicado por Gmez Carrillo, pues las impre-

  • siones y notas de Bonafoux y Eduardo Pardo con ligersimas.

    Vayan, pues, estas lneas como ofrenda del momen- to. Otra ser la ocasin en que consagre al gran V~rlaine el estudio que mcrece. Por hoy, no cabe el andisis de su obra.

    .Esta paca enferma me hace sufrir un poco; mc pro- porciona, en cambio, ms comodidad que mis versos, ique me han hecho sufrir tanto! Si no fuese por el reu- matismo, yo no podra vivir de mis rentas. Esrando bue- no, no lo admiten a uno en e1 Hospital.*

    Esas palabras pintan ai hermano trgico de Villon: -No era mala, estaba enferma su animuIa, blandula,

    vdguZa ... iDios la haya acogido en el cielo como en un hospitai!

  • EL "CONDE DE LAUTREAMONT

    SU NOMBRE verdadero x ignora. El Con& Lae lautrmont es seudnimo. EI se dice monrevideano; pero quin sa- be nada de Ia verdad de esa vida sombra, pesadilla tal vez de algn triste hgc l a quien martiriza en el empreo en recuerdo del celeste Lucifer? Vivi desventurado y muri loco. Escribi un libro que sera nico si no exis- tiesen las prosas de Rimbaud; un libro diablico y extrao, burln y auliante, cruel y penoso; un libro en que se oyen a un tiempo mismo Ios gemidos del Dolor y los siniestros cascabeles de la Locura.

    Len Bloy fue el verdadero descubridor del Conde de Lautrmont. EI furioso San Juan de Dios hizo ver co- mo llenas de luz las llagas del alma del ~ o b blasfemo. Mas hoy mismo, en Francia y Blgica, fuera de un redu- cidsimo grupo de iniciados, nadie conoce ese poema que se llama Canlos de M a l k , en el cual est vaciada la pavorosa angustia del infeliz y subIime montevideano; cuya obra me toc hacer conocer a Arntrica en Monte- video. No aconsejar yo a la juventud que se abreve en esas negras aguas, por ms que en ellas se refleje ia mara- villa de las constelaciones. No sera prudente a los espritus jvenes conversar mucho con ese hombre es- pectral, siquiera fuese por bizarra literaria, o gusto de manjar nuevo. Hay un juicioso consejo de la Cbala: UNO hay que jugar al espectro, porque se llega a serlo; y si existe autor peligroso a este respecto, es el Conde & butramont. Qu infernal cancerbero rabioso mordi a esa alma, aii en la regin del misterio, antes de que vi- niese a encarnarse en este mundo? Los darnores del te-

  • fobo ponen espanto en quien los escucha. Si yo llevase a mi musa cerca de1 lugar en donde e1 loco est enjaulado vociferando ai viento, le taparia los odos.

    Como a Job, le quebrantan los sueos y 1c turban las visiones; como Job, puede exdamar: *Mi alma es corta- da en mi vida; yo soltar mi queja sobre mi y hablar con amargura de mi alma., PeroJob significa ael que l i o r ~ ; Job Uoraba y el pobre Laatriamont no Hora. Su libro es un breviario satnico, impregnado de melancola y de tristeza. *El espiritu maligno -dice Quevedo en su Introduccin a la vi& devota- se deleita en la tristeza y melancolia, por cuanto es triste y maIanclico, y lo ser eternamente. Ms an; quien ha escrito los Cantos & M a k puede muy bien haber sido un poseso. Recor- daremos que ciertos casos de locura que hoy la ciencia clasifica con nombres tcnicos en el catlogo de las en- fermedades nerviosas, eran y con vistos por la Santa Madre Iglesia como casos de posesi6n,.para los cuales se hace preciso el exorcismo. w i h a en ruinas!,, excla- mara Bloy con palabras humedas de compasin.

    Job: *El hombre nacido de mujer, corto de das y harto de desabrimiento ...M

    Lautramont: uSoy hijo del hombre y de la mujer, se- gn lo que se me ha didio. Eso me extraa. iCreia ser ms!*.

    Con qwen tiene puntos de m n m a con Edgud Poe. Ambos tuvieron la visin de lo extranatural, m l m s

    fueron perseguidos por los terribles espritus enemigos, uhorIay, funestos que arrastran a1 alcohol, a la locura, o a la muerte; ambos experimentaron la arraca6n de las matemticas, que son, con la teologa y b poesa, los tres lados por donde puede ascenderse a lo infinito. Mas Poe fue celesre, y La~~tdamt, infemai.

  • Escuchad estos amargos fragmentos: &fi que haba encrado en el cuerpo de un puerco,

    que no me era fcil saiir, y que enlodaba mis cerdas en los pantanos ms fangosos. iEra el10 como una recom- pensa? Objeto de mis deseos: ino perteneca ms a la Humanidad! As interpretaba yo, experimentando una ms que profunda aiegria. Sin embargo, rebuscaba acti- vamente qu acto de virtud haba realizado para mere- cer de parte de la Providencia este insigne favor ...N

    mas

  • contra las estrellas d Norte, contra las estreilas al Este, contra las estrellas al Sur, contra las estrellas al Oeste; contra la luna; contra Ias montaas semejantes, a lo le- jos, a rocas gigantes, yacentes en la oscuridad; contra el aire fro que ellos aspiran a plenos pulmones, que vueI- ve lo interior de sus narices rojo y quemante; contra el siiencio de la noche; conrra las lechuzas, cuyo vuelo oblicuo les roza los labios y las narices, y que llevan un ratn o una rana en el pico, alimento vivo, dulce pxa la cra; contra las liebres que desaparecen en un parpadear; contra el ladrn que huye, al galope de su caballo, des- pus de haber cometido un crimen; contra las serpien- tes agitadoras de hierbas, que les ponen temblor en sus pellejos y les hacen chocar los dientes; contra sus pro- pios ladridos, que a ellos mismos dan miedo; contra los sapos, a los que revienran de un solo apret6n de mand- bulas (para qu se alejaron del charco?); contra los r- boles cuyas hojas, muellemente mecidas, son otros tantos misterios que no comprenden, y quieren des- cubrir con sus ojos fijos inteligentes; contra Ias arafias suspendidas entre las hrgas patas, que suben a los r- boles para salvarse; contra los cuervos que no han en- contrado qu comer durante el da y que vuelven al nido, el aIa fatigada; contra las rocas de la ribera; contra los fuegos que fingen mstiles de navos invisibles; contra el ruido sordo de las olas; contra los grandes pe- ces que nadan mostrando su negro lomo y se hunden en el abismo, y contra el hombre que los esdaviza ...M

    uUn da, con ojos vidriosos, me dijo mi madre: 'Cuando ests en tu lecho y oigas los aullidos de los perros en la campaa, ocltate en tus sbanas, no ras de lo que eIlos hacen; ellos tienen una sed insaciable de lo infinito, como yo, como el resto de los humanos, a lafi-

  • guvtprik et longut ...' 'Yo -sigue el-, como los perros, sufro la necesidad de lo infinito. NO puedo, no puedo llenar esa necesidad! Es ello insensato, delirante; 'mas hay dgo en el fondo que a los reflexivos hace tem- blar.'*

    Se trata de un loco, ciertamente. Pero recordad que el deus enloqueca a las pitonisas y que la fiebre divina de los profetas produca cosas semejantes; y que el autor qvivi~ eso, y que no se trata de una iobra literaria), sino del grito, de1 aullido de un ser sublime martirizado por Saranh.

    El cmo se burla de la belleza -corno de Psiquis, por odio a Dios- lo veris en las siguientes compara- ciones, tomadas de otros pcqueiios poemas:

    u . . . E l gran duque de Virginia era bello, bello como una memoria sobre la curva que describe un perro que corre tras de su amo ...m *El valtrowdes agneaux, bello co- mo ta ley de la detencin del desarrollo del pecho en Ios adultos, cuya propensin al crecimiento no est en rela- cin con la cantidad de molculas que su organismo se asimila ...M El escarabajo, *bello corno el temblor de las manos en el alcoholismo ...M

    El adoIescenre, *bello como Ia rerractilidad de las garras de las aves de rapiar, o aun *como la poca seguri- dad de los movimientos musculares en las llagas de las partes blandas de la regin cervical posterior*, o, toda- va, #corno esa trampa perperua para ratones, rou+i-s re- tmdu par ltanimal /m, qui Peut pr~ndre s e d des mngeurs ind&niment, etjnctioner mime r a c k JUUJ la pailje~, o sobre todo, bello ucomo el encuentro fortuito, sobre una me- sa de diseccibn, de una mquina de coser y un paraguas ... w

  • En verdad, ioh espiritus serenos y felices, que eso es de un .humor* hiriente y abominable!

    iY el final del primer canto! Es un agradable cumplimiento para ei lector el que Baudelaire le dedica en las F h s del mal, al lado de esa despedida: &ieu uidlard, e# pense a moi, ri tu m'as irc. Toi, jeme bmme, ne be dsespkes poinr; car tu as un ami dans l e vampire, malgr ron opinion contrairt. En comprarrd /'ucuncs sa~u,btt qtripduit p'a gale, tu auras deux amis.*

    El no pens jams en la gloria litcraria. No escribi sino para si mismo. Naci con la suprema llama genial, y esa misma e consumio.

    El Bajsimo le posey, penetrando en su scr por la tristeza. Se dej caer. Aborreci al hombre y detest a Dios. En las seis partes de su obra, sembr una flora en- ferma, leprosa, envenenada. Sus animales son aquellos que hacen pensar en las crcacioncs del Diablo: el sapo, el bho, la vbora, la araa. La desesperacin es el vino que LC embriaga. La Proscitucion es para -l el misrerioso smbolo apocalptico, entrevisto por cxcepcionalcs espritus en su verdadera trascendencia: *Yo he hecho un pacto ron la Prostitucin, a fin de sembrar el desor- den en las familias ..., iay!, iay!, grita la bella mujer desnu- da: los hombres algn da sern justos. No digo ms. Djame partir, para ir a ocultar en el fondo del mar mi trisreza infinita. N o hay sino t y los monstruos odiosos que bulkn c n csos negros abismos, que no me desprecien..

    Y Bloy: 'El signo incontestable del gran poeta es la inconsciencia' proftica, la turbadora facultad de pro- ferir sobre ios hombres y el tiempo palabras inauditas cuyo contenido ignora l mismo. Esa es la misteriosa es- tampilla del Espritu Santo sobrc: ias frentes sagradas o

  • profanas. Por ridiculo que pueda ser, hoy, descubrir un gran poeta y descubrirle en una casa de locos, debo declarar en conciencia que estoy cierto de haber realiza- do el haiiazgo.*

    El poema de Lautriutaont se public hace diez y siete aos en Blgica. De la vida de su autor nada se sabe. Los *moderno* grandes artistas de la lengua francesa se hablan del libro como de un devocionario simMlico, raro, inencontrable.

  • ENRIQUE IBSEN

    NO HACE MUCHO tiempo han comenzado las explora- ciones intelectuales al Polo. Ya Leconce de Lisle habia ido a contemplar Ia Naturaleza y a aprender el canto de las runoyas; Mendks, a ver el sol de medianoche y hacer dialogar a Snorr y Snorra, en un poema de sangre y de hielo. Despus, los Nordenskjold del pensamiento des- cubrieron en las lejanas regiones boreales seres extraos e inwdicos; poetas inmensos, pensadores csmicos. Entre todos, hallaron uno, en la Noruega: era un hombre fuerte y raro, de cabellos blancos, de sonrisa pe- nosa, de miradas profundas, de obras profundas. Esta- ba acaso en l el genio rtico? Acaso estaba en l e1 genio rtico. Parecera que fuese alto como un pino. Es chico de cuerpo. Naci en su pas misterioso; el alma de la tierra, en sus ms enigmticas manifestaciones, se le re- vel en su infancia. Hoy cs ya anciano; ha nevado mucho sobre l; la gloria te ha aureolado, como una magnifi- cente aurora boreal. Vive d , lejos, en su tierra dej'ords y lluvias y brumas, bajo un cielo de luz caprichosa y es- quiva. El mundo e mira como a un legendario habiran- re de1 reino poiar. Quines, le creen un extravagante generoso, que grita a los hombres la palabra de su sueo desde su frio retiro; quines, un apostot hurao; qui- nes, un loco. iEnorme visionario de la nieve! Sus ojos han contemplado las largas noches y el sol rojo que en- sangrienta la oscuridad invernal; Iuego mir la noche de la vida, lo oscuro de la Humanidad. Su alma estar amar- gada hasta la muerte.

    Maurice Bigeon, que lc ha conocido ntimamente,

  • nos le pinta: *La nariz es fuerte: los pmulos, rojos y salientes; la barbilla, vigorosamente marcada; sus gran- des anteojos de oro, su barba espesa y blanca, donde se hunde lo bajo del rostro, le dan Pair brave hmme, la apariencin de un magistrado de provincia envejecido en el cargo. Toda la poesa del alma, todo el esplendor de la inteligencia, se han refugiado, aparecen en los labios fi- nos y largos, un tanto sensuales, que forman en las co- misuras una mueca de altiva irona; en la mirada, velada y como abierta hacia adentro, ya dulce y mehcolica, ya gil y agresiva, mirada de mstico y luchador, mirada turbadora, inquietante, atormentada, bajo la cual se tiembla, y que parece escrutar las conciencias. Y la fren- re, sobre todo, es magnfica, cuadrada, slida, de poten- tes contornos; frente heroica y genial, vasta como el mundo de pensamientos que abriga. Y dominando el conjunto, acentuando todava ms esta impresin de animalidad ideal que se desprende de su fisonoma toda, una crinada cabeUera bIanca, fogosa, indomable ... Un hombre, en resumen, de esencia especia, de tipo extrao, que inquieta y subyuga, cuyo igual es inen- contrable; un hombre ql-ie no se podra olvidar, aunque se viviese cien aos..

    Pues todo hombre tiene un mundo interior, y los varones superiores tinenlo en grado supremo, el gran escandinavo b d 6 su tesoro en su propio mundo. Todo lo he buscado en m mismo, todo ha salido de mi corazn.

    Es en si propio donde encontr el mejor venero para estudiar eI principio humano. Hizo la propia vivi- secci6n. Puso el odo a su propia voz y los dedos al pro-

  • pio pulso. Y todo sali de su corazn. iSu corazn! El corazn de un sensitivo y de un nervioso. Pdpi-

    taba por el mundo. Estaba enfermo de humanidad. Su organizacin vibradora y predispuesta a los cho-

    ques de 10 desconocido se templ6 mis en e1 medio de la naturaleza fantasmal, de la atmsfera extraa de la patria nativa. Una mano invisibIe le asi6 en las tinieblas.

    Ecos misteriosos le llamaron en la bruma. Su niez fue una flor de tristeza. Estaba ansioso de ensueios, ha- bia nacido con la enfermedad. Yo me lo imagino, nio silencioso y plido, de larga cabellera, en su pueblo de Skien, de calles solitarias, de dias nebulosos. Me Io ima- gino en los primeros estremecimientos producidos por el espritu que deba poseerle, en un tiempo perpetua- mente crepuscular o en el silencio fro de la noche noruega. Su pequea alma infantil, apretada en un ho- gar ingrato; los primeros golpes morales en esa pequea alma frgil y cristaiina, las primeras impresiones que le hacen comprender la maldad de la tierra y lo spero de1 camino por recorrer. Despus, en los aos de Ia juven- tud, nuevas asperezas. EI comienzo de la lucha por la vi- da y la visi6n reveladora de la miseria sociai. iAh!, l comprendi6 el duro mecanismo, y el peligro de tanta rueda dentada, y e1 error de la direccin de la mquina, y la perfidia de los capataces, y la universal degradacin de la especie. Y su alma se hizo su torre de nieve. Apareci en l el luchador, el combatiente. Acorazado, casquea- do, armado, apareci6 el poeta. Oy la voz de los pueblos. Su esplritu sali de su restringido crculo na- cional: cant Ias luchas extranjeras, Uam6 a la unin de las naciones del Norte; su palabra, que apenas se oa en su pueblo, fue callada por el desencanto; sus compatrio- tas no le conocieron; hubo para l, eso s, piedras, s-

  • tiras, envidia, egosmo, estupidez: su patria, como todas las patrias, fue una espesa comadre que dio de escobazos a su profeta. De Skien a Grimstad, a Cristiana. De a mano de Welhaven, su espritu penetra en el mundo de una nueva fdosofa. Despues del desencanto halla otra vez su joven musa cantos de entusiasmo, de vida, de amor. En los tiempos de las primeras luchas por la vida haba sido farmacutico. Fue periodista despus. Luego, director de una errante compaa dramtica. Viaja, vive. De Dinamarca vuelve a h capitai de su pas y se ocupa tambin en cosas de teatro. En su trato con los cmicos -tai Guaermo Shakespeare-, comienza a entrever el mundo de su obra tearrai. Est pobre; no le importa: ama. Se enloquece de amor; tanto se enloquece, que se casa. Una dulce hija del pastor protestante fue su mujer. Imaginome que la buena Dae Thoresen debe de haber tenido 10s cabellos del ms lindo oro, y los ojos, divina- mente azules.

    Despus de su CatiZina, simple ensayo juvenil, e1 au- tor drarnatico surge. La antigua patria renace en La cas- tellana de Ostmett; los que conocis la obra ibseniana oiris siempre eI grito final. de Dame Ingegerd, agoni- zante: *Lo que yo quiero? Un atad, un atad cerca del de mi hijo.# Despus, Los guewm dc HelgeZand, esa rara obra de visionario. Recordad:

    HJ0RDIS.-El lobo, all est, lo ves?, all. No me deja nunca; me tiene davados sus ojos rojos, incandes- centes. iAh Sigurd es un presagio! Tres veces se me ha apareado, y seguramente eso quiere decir que morir esta noche.

    SIGURD.-iHjordis! iHjordis!

  • HJOW3IS.-Acaba de desaparecer di, en el suelo. Ahora, ya lo s.

    S1GURD.-iOh Hjordis, ven, ests enfermo! Vol- vamos a casa.

    HJ0RDIS.-No; esperar aqu. Tengo muy poco tiempo de vida.

    SIGURD .-Pero i q d tienes? HJORDIS.-iQu tengo? No s. Pero ya lo ves, t

    has didio la verdad hoy. Gunuar y Daquy estn alI, entre nosotros. Dejmosles. Dejemos esta vida: asi po- demos vivir juntos.

    SIGURD.-Podemos? T lo crees? HJORD1S.-Desde el db en que has tomado otra

    mujer, yo estoy sin patria en este mundo, etc. Lar pretdientes a la corona, donde hay el admirable

    dilogo entre el poeta y el rey, y el cual tiene que haber influido muy directamente en la forma didogal carac- terstica de Maeterlinck en sus dramas simb6Iicos, se- guida en parte por Eugenio de Castro en su suntuoso Belkiss. Veafe:

    EL EY SKULE.-Me hablars de eso dentro de poco. Pero dime, Skalda, que has errado tanto por pa- ses extranjeros: has visto una mujer que ame al hijo de otra? Y cuando digo amar, entiendo amar no con un sentimiento pasajero, sino amar con todas Ias ternuras del alma.

    EL POETAJATGE1R.-Eso no acontece sino a las mujeres que no tienen hijos.

    EL REY.-1A ellas solamente EL POETA.-Sobre todo, a Ias que son estriles. EL REY.-Sobre todo, a las que son estriles?

  • EL POETA.-S, a menudo. EL REY.-Y, no es cierto? Sucede que esas mu-

    jeres estriles matan a los hijos de otra, despechadas de no haber tenido ellas.

    EL POETA. -Si. Pero eso no es obrar prudcn- temente.

    EL REY. -iPrudenrernente? EL POETA. -No, no cs obrar prudenremenre,

    porque dan a aquellos cuyos h i j o matan el don del sufrimiento.

    EL REY. -Pero crees t,que el don del sufrimien- to sea una buena cosa?

    EL POETA.-Si, seor. EL REY.-Islandis, hay como dos hombres en ti.

    Ests entre la muchedumbre, cn algn alegre festn, y pones un manto sobre tus pensamientos. Se esta a solas contigo, y te akemejas a los raros a quienes voluntaria- mente se escogera por amigos. Por qu es asi?

    EL POETA.-Seor, cuando os queris baar en el ro, no os desvestis cerca de donde pasan los que van a la iglesia, sino que buscis un lugar solitario ...

    EL REY.-Naturalmente. EL POETA.-iY bien! Yo tambin tengo el pudor

    del alma, y por eso es que no me desvisto cuando hay tanta gente en la sala.

    EL REY .-IEh? Cunrame, Jatgeir, cmo has lega- do a ser poeta y quin te ha enseado la poesia.

    EL POETA.-Seor, la poesa no sc aprende. EL REY.-iLa poesa no se aprende! Eoconces, ic-

    mo has hecho? EL POETA.-He recibido el don del sufrimiento y

    as he llegado a ser poeta.

  • EL REY.-As, pues, iel don del sufrimiento es ne- cesario al poeta?

    EL POETA.-Para m fue necesario; pero hay otros a quienes ha sido concedida la alegra, la fc: o la duda.

    EL REY.-;Aun la duda? EL POETA.-Si; pero es preciso que sea la duda de

    la fuerza y de la salud. EL REY.-Y cul es la duda que no sea la de la

    fuerza y de la saiud? EL POETA.-Es la duda que duda aun de su

    duda. EL REY.-Parcerne que eso debe de ser la

    muerte. EL POETA.-Es ms horrible que la muerte mis-

    ma: son las tinieblas profundas., etc. La Comedia dd amw marca el humor fino que hay

    tambin en Ibsen, siempre a propsiro de errores so- ciales, y es una puerta de libertad abierta al santo instin- to humano de amor.

    Con Ia hostilidad de los cmicos cuya direccin te- na y el clamor de odio y villana que contra l alzaron unos cuantos periodistas, tuvo que mostrar hombros de hierro, cabeza resistente, puos firmes. Su tierra le des- conoca, le desdeaba, le odiaba, le calumniaba. Enton- ces sacudi el polvo de sus zapatos. Se va mordiendo versos contra el rebao de tontos; se va, desterrado por la fosilizada familia de retardatarios y de puritanos. As, ms se ahonda en su corazn el sentimiento de la reden- cin social.

    El revolucionario fue a ver el sol de oro de las nacio- nes latinas.

    Despus de este bao solar nacieron las otras obras

  • que deban darle ei imperio del drama moderno y colo- carle al lado de Wagner, en la altura del arte y del pensa- miento contemporneo. El haba sido el escultor en carne viva, en su propia carne. Animb despus sus extraos personajes simblicos, por cuyos labios saidrh la denuncia del mal inveterado en la nueva doctrina. Los pobres tendrn en B un gran def