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De guerra en guerra, de olvido en olvido Carlos Augusto Arias Vidales……………………………………………………...Página 1 de 5 DE GUERRA EN GUERRA, DE OLVIDO EN OLVIDO Ensayo Por: Arias Vidales, Carlos Augusto Estudiante Universidad de Antioquia, Seccional Magdalena Medio Facultad de Ciencias Humanas y Sociales Programa de Psicología Nivel IV, Grupo: 045 Asignatura: Guerras, memorias y procesos de paz en Colombia Docente: Gabriel Jaime Bustamante Ramírez Puerto Berrío, 16 de febrero de 2015 Colombia necesita reconocerse en Macondo, necesita curarse del olvido, curarse de la venganza y curarse de la ignorancia de sí misma, y sólo podrá lograrlo viajando por el olvido, despertando a los muertos, contando y cantando los secretos de su continuo vivir en peligro, conjurando los fantasmas del miedo, y emprendiendo un diálogo nuevo con el mundo. William Ospina Colombia es, según algunos suelen decir (llenos de orgullo), la “democracia más antigua y estable de América Latina”. Inmodesta afirmación esta que se profiere ante la constatación de que, aparte del breve gobierno de Rojas Pinilla (13 de junio de 1953 al 10 de mayo de 1957) y a diferencia del resto de Suramérica, la historia de Colombia no ha estado marcada por la sucesión

De Guerra en Guerra de Olvido en Olvido - Ensayo

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breve ensayo sobre violencia y memoria histórica en Colombia

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DE GUERRA EN GUERRA, DE OLVIDO EN OLVIDO

Ensayo

Por: Arias Vidales, Carlos Augusto

Estudiante

Universidad de Antioquia,

Seccional Magdalena Medio

Facultad de Ciencias Humanas y Sociales

Programa de Psicología

Nivel IV, Grupo: 045

Asignatura: Guerras, memorias y procesos de

paz en Colombia

Docente: Gabriel Jaime Bustamante Ramírez

Puerto Berrío, 16 de febrero de 2015

Colombia necesita reconocerse en Macondo, necesita

curarse del olvido, curarse de la venganza y curarse de la

ignorancia de sí misma, y sólo podrá lograrlo viajando por el

olvido, despertando a los muertos, contando y cantando los

secretos de su continuo vivir en peligro, conjurando los fantasmas

del miedo, y emprendiendo un diálogo nuevo con el mundo.

William Ospina

Colombia es, según algunos suelen decir (llenos de orgullo), la “democracia más antigua

y estable de América Latina”. Inmodesta afirmación esta que se profiere ante la constatación de

que, aparte del breve gobierno de Rojas Pinilla (13 de junio de 1953 al 10 de mayo de 1957) y a

diferencia del resto de Suramérica, la historia de Colombia no ha estado marcada por la sucesión

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y/o prolongación de dictaduras militares... pero sí ha estado plagada por un lamentable mal

intestino: la sucesión y prolongación (a su interior) de las guerras y los conflictos armados, que

son las más extremas encarnaciones de la falta de unidad nacional. Colombia, en cuanto Estado,

nació de una guerra y, desde entonces, en su territorio no han dejado de escucharse los balazos,

los cañonazos y los bombazos… desde entonces, los colombianos no han dejado de matarse

entre sí (ver el Gráfico 1, pág. 3).

¿Cuál es la razón de tan infausta historia? Razones, hay muchas, pero en el fondo (o tal

vez como colofón) de todas ellas hay dos tristes realidades: primera, que los colombianos

siempre han sido una nación fragmentada, (des)edificada sobre la base de las diferencias que

separan y, por tanto, nunca se han sentido una sola nación; segunda, una aparentemente

congénita e histórica incapacidad de tolerar al otro-diferente (por su “raza”, por su “color ‒

político‒”, pos su religión, por su clase social, por su orientación sexual, etc.), y de convivir con

él; los colombianos, cuando se hayan frente a la diferencia y la contradicción, reaccionan

segregando y, llegado el caso (que, por cierto, llega con inusitada facilidad), eliminando al otro.

Ese ha sido el cariz de su vida política; ese el cariz de su vida social... y parece que el dolor

indecible y la miseria insoportable que esa forma de vivir matándose han dejado, no han hecho

que los colombianos aprendan a vivir de otro modo.

Lo peor de todo es el “acostumbramiento”, la insensibilización, frente a la guerra y la

violencia: es como si, ante lo que ha pasado, ante lo que sigue pasando, los colombianos

prefirieran olvidar… unos por dolor, otros por “venganza”, otros por temor, otros por

vergüenza… otros más por conveniencia y muchos más “porque sí”, porque no les interesa,

porque no les importa, porque “no los tocó” porque eso no es con ellos… los colombianos

prefieren olvidar o, por lo menos, hacer como que han olvidado: tantos y tantos muertos en el

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silencio, tantos y tantos horrores callados, tantos y tantos gritos y gemidos ahogados en un

clamor interno… y aquí no ha pasado nada, hay que seguir viviendo… en la muerte, de la muerte

y a pesar de la muerte. Como reza el dicho “el muerto al hoyo y el vivo al baile”.

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La peor tragedia de Colombia es pues, más allá de los horrores de la guerra, el olvido, la

amnesia social con respecto a su historia, la falta de una memoria colectiva única (común) y

unificadora… y por ello, como Sísifo, los colombianos siguen cargando cuesta arriba la roca de

las injusticias estructurales y de las rivalidades legendarias solo para volver otra vez, cuesta

abajo, a recoger la roca de sus miserias, la roca que los hace miserables, que, “sin saber” cómo o

por qué, está nuevamente “abajo”, en el fondo de sus esperanzas… ¿o debiera decir: “de sus

indiferencias”?

Por ello, se necesita rescatar la historia de los colombianos; no la que se escribe con “H”,

la de los historiadores, la que siempre ha contado la versión del vencedor y de los poderosos;

sino la del pueblo, la que se escribe con “h”, no por ser menos importante, sino porque es menos

ostentosa. Es necesario rescatar esa historia que no se narra en los libros oficiales, sino en el

libro de la vida cotidiana… y cuántas veces, incluso, se narra solo en el libro de la vida privada

(secreta) de cada sujeto particular; esa historia que muchos no han escuchado y que, en infinidad

de casos, tampoco nadie ha narrado.

Es necesario rescatar la historia del pueblo colombiano, en su diversidad y en su

diferencia, en su particularidad y en su singularidad, pero no al modo de una colcha de retazos,

que se hace uniendo trozos sin ninguna atención a su armonía, sino, por el contrario,

armonizando lo diverso y lo particular, lo diferente y lo singular, en el todo común que es esta

historia y esta patria que nos han configurado, bien que mal, en lo que somos.

Es necesario recatar la historia nacional de Colombia a fin de que, teniendo una memoria

colectiva común, podamos caminar unidos hacia un futuro más promisorio y para que,

igualmente unidos, podamos entrar en un diálogo más fructífero con el mundo.

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Pero, primero que todo, más que todo, es necesario rescatar la historia de la nación

colombiana para romper con ese sino fatal, con ese círculo vicioso en el cual, de guerra en

guerra, de olvido en olvido, los colombianos construimos nuestro propio patíbulo y nuestro

propio cementerio.

FUENTE

Ospina, W. (s.d.) Colombia en el planeta: relato de un país que perdió la confianza. Recuperado

en https://drive.google.com/open?id=0B06YCtcE06L-RmtJRnZxZFl6S0U&authuser=0