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Universidad Nacional de Colombia SMF: Schopenhauer Departamento de Filosofía Sergio Alfaro Marenco 24 Febrero, 2015 De los fundamentos de la ciencia y el equívoco de la sabiduría estoica I) Introducción En el presente ensayo me limitaré a exponer los parágrafos 15 y 16 del Mundo como voluntad y representación, continuando con la exposición precedente de los parágrafos 13 y 14. Principalmente me ocuparé de varias dimensiones del saber científico como lo son el fundamento de la verdad, la posibilidad del error en el pensamiento abstracto y el contenido de estas ciencias, algunas puras y otras empíricas. Seguidamente, para completar la exposición acerca de la facultad del pensamiento, se analizará la dimensión de lo práctico, tema último en lo referente a las características del pensamiento abstracto, como característica fundamental de lo humano, que nos diferencia de la mera representación intuitiva dada en los animales, junto con una posterior crítica al saber estoico como ejemplo representativo de la ambición de determinarnos racionalmente (ataraxia) y procurarnos un saber ético y virtuoso. II) Fundamentación de la verdad: Geometría y Aritmética “Cuando se intriga a un delincuente se hacen constar sus declaraciones en acta para juzgar su verdad a partir de la coherencia de las mismas. Pero ese es un mero recurso con el que no podemos darnos por satisfechos cuando podemos investigar inmediatamente por sí misma la verdad de cada una de sus declaraciones.” La crítica de Schopenhauer con respecto a la teoría matemática de Euclides, halla su razón en la deficiencia de uno de los dos modos de proceder a la hora de una consiguiente fundamentación de la verdad aritmética y geométrica. El primero de ellos, utilizado por la teoría euclidiana, es lo que en el parágrafo 15 es llamado como razón cognoscitiva, procedimiento lógico que a partir de conceptos y relaciones entre ellos pretende fundamentar la verdad declarada por tal o cual teorema. El segundo de ellos, la razón del ser, que es una de las formas del principio de razón suficiente que se expresa en las intuiciones a priori de la sensibilidad como lo son el tiempo

De los fundamentos de la ciencia y el equívoco de la sabiduría estoica [Ensayo]

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Universidad Nacional de Colombia SMF: SchopenhauerDepartamento de Filosofía Sergio Alfaro Marenco

24 Febrero, 2015

De los fundamentos de la ciencia y el equívoco de la sabiduría estoica

I) Introducción

En el presente ensayo me limitaré a exponer los parágrafos 15 y 16 del Mundo como voluntad y representación, continuando con la exposición precedente de los parágrafos 13 y 14. Principalmente me ocuparé de varias dimensiones del saber científico como lo son el fundamento de la verdad, la posibilidad del error en el pensamiento abstracto y el contenido de estas ciencias, algunas puras y otras empíricas. Seguidamente, para completar la exposición acerca de la facultad del pensamiento, se analizará la dimensión de lo práctico, tema último en lo referente a las características del pensamiento abstracto, como característica fundamental de lo humano, que nos diferencia de la mera representación intuitiva dada en los animales, junto con una posterior crítica al saber estoico como ejemplo representativo de la ambición de determinarnos racionalmente (ataraxia) y procurarnos un saber ético y virtuoso.

II) Fundamentación de la verdad: Geometría y Aritmética

“Cuando se intriga a un delincuente se hacen constar sus declaraciones en acta para juzgar su verdad a partir de la coherencia de las mismas. Pero ese es un mero recurso con el que no

podemos darnos por satisfechos cuando podemos investigar inmediatamente por sí misma la verdad de cada una de sus declaraciones.”

La crítica de Schopenhauer con respecto a la teoría matemática de Euclides, halla su razón en la deficiencia de uno de los dos modos de proceder a la hora de una consiguiente fundamentación de la verdad aritmética y geométrica. El primero de ellos, utilizado por la teoría euclidiana, es lo que en el parágrafo 15 es llamado como razón cognoscitiva, procedimiento lógico que a partir de conceptos y relaciones entre ellos pretende fundamentar la verdad declarada por tal o cual teorema. El segundo de ellos, la razón del ser, que es una de las formas del principio de razón suficiente que se expresa en las intuiciones a priori de la sensibilidad como lo son el tiempo y el espacio, junto con sus respectivas determinaciones que sólo son cognoscibles intuitivamente. El error fundamental para Schopenhauer radica en la incapacidad que tiene el método demostrativo de la razón cognoscitiva para explicar el porqué de las relaciones espaciales o temporales, sólo enunciando su certeza lógica que se limita al hecho de que es así. Principalmente, se había visto en los parágrafos anteriores como la intuición correspondía de manera inmediata con la representación, creando un saber concreto, y los conceptos mediando tales representaciones en otras abstractas, lo hacía de manera mediata, permitiendo por ende, la posibilidad de muchos más engaños, debido a que las esferas de éstos a menudo no están definidas con suficiente nitidez (MVR I. Pg. 119). De suerte que se llevara a estipular la intuición como fuente primera de evidencias, como aquello que nos encamina de manera más segura y cercana a una verdad absoluta.

El origen de esta prevención contra el conocimiento intuitivo, nace de la duda expuesta por los megáricos, dialécticos, sofistas y escépticos acerca de la realidad del mundo sensible, aludiendo a la ilusión como prueba suficiente para decidir precipitadamente que

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el único conocimiento veraz, sólo es posible a través del saber abstracto, de los conceptos y sus relaciones lógicas. De tal tendencia son las demostraciones de Euclides, ya que previniéndose del error de la ilusión, se limitó a derivar doce axiomas de un conocimiento intuitivo, y demostrarlos a través de conceptos abstractos cuya necesidad era derivada del principio de no contradicción.

“Con frecuencia una reducción al absurdo cierra todas las puertas una tras otra, y no deja abierta más que aquella en la que, solo por eso, hay que entrar” (MVR I. Pg. 121)

Sin embargo, para Schopenhauer este tipo de demostración resulta accesoria e innecesaria, dirá él que este fetichismo por la razón cognoscitiva y su demostración, sólo logró ser superado una vez Kant, a través de la estética trascendental, formuló el espacio y el tiempo como condiciones a priori de la experiencia. Ya que tales intuiciones puras del entendimiento, al ser anteriores a toda experiencia y condicionar a ésta, no podrían estar sujetas a engaño o ilusión. Por lo que resultaría inútil inmiscuir un tratamiento lógico, ajeno a la naturaleza de la geometría (espacio) y la aritmética (tiempo), para la demostración de una verdad ya contenida a priori en las intuiciones puras, esto lo veremos con más detenimiento en cada una de estas ciencias.

Que la geometría es cognoscible a través de una intuición pura, lo revela el hecho de que su sujeto de estudio sea el espacio, dice Schopenhauer: “como cada línea, respecto de su situación, tanto determina a todas las demás como es determinada por ellas, sería arbitrario considerar una línea sólo como fijando la posición de las demás y no como fijada por sí misma, y la posición de cada línea, con relación a una segunda, permite buscar su posición con relación a una tercera; esta segunda posición hace que la primera sea necesariamente tal cual es.” (RPRS. Pg. 102)

Sería imposible figurarse el espacio sin la comunidad de límites que tienen todos los espacios posibles, conclusión esta sólo derivable del conocimiento intuitivo, que establece la inteligibilidad del nexo que determina los espacios. Cuya evidencia fehaciente ha de ser la del principio de razón suficiente, puesto ahora como razón del ser, y más exactamente en la geometría: como la intuición pura del espacio. De tal manera que sea adecuado, por ejemplo, explicar la sexta proposición de Euclides por la cual cuando los dos ángulos de un triángulo son iguales, los lados opuestos son iguales, de este nexo intuido por el entendimiento, sin la necesidad de una demostración a partir de conceptos. Sucederá lo mismo con la aritmética, donde es más sencillo, debido a que ésta sólo cobra razón a través de la sucesión, cualidad perteneciente a la intuición pura del tiempo, donde los símbolos y operaciones aritméticas, más allá de ser una demostración, son más bien una abreviatura de esta sucesión únicamente reconocida a través de la intuición pura.

Schopenhauer introduce esta distinción entre la razón del ser y la razón cognoscitiva, en virtud de hacer visible la infalibilidad de un conocimiento obtenido por la intuición, que va de la razón a sus consecuencias, como en el caso de estas ciencias puras; en contraste con el conocimiento obtenido por las ciencias empíricas, cuya única opción, al no serles posible recurrir directamente a las intuiciones puras, sino de manera mediata, sólo son capaces de inducir la razón a través de consecuencias, procedimiento por cierto inseguro “ya que la necesidad solo conviene a la consecuencia en la medida en que la razón está

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dada, pero no al conocimiento de la razón a partir de la consecuencia, porque la misma consecuencia puede nacer de distintas razones” (MVR I. Pg. 128)

III) Origen y Posibilidad del Error

En el proceso siempre inductivo de las ciencias empíricas, es decir, en el examinar las consecuencias (casos particulares) y a partir de allí derivar la razón (universal) de estas, se pretende elevar un conocimiento de lo individual a uno de carácter universal. En este proceso, para llegar a conseguir verdad absoluta, toda consecuencia ha de referir a aquella razón en relación de necesidad, debe ser esa razón y ninguna otra. De manera que si un error llegara a presentarse, ha de ser porque se adecuó una razón equivoca a la consecuencia, o porque se supuso una razón posible de la consecuencia en donde la mayoría de veces tendrá que cumplirse tal, lo que genera el problema de suponer una inducción completa de todos los casos particulares a tal concepto, inducción que es imposible pero que ha de suponerse como efectuada, sin serlo.

“Cómo es posible el error, el engaño de la razón. Yo encuentro es posibilidad totalmente análoga a la de la ilusión o el engaño del entendimiento […] que todo error es una inferencia de la consecuencia a la razón, que es válida cuando se sabe que la consecuencia no puede tener más que aquella razón y ninguna otra; pero no en otro caso.” (MVR I. Pg. 130)

Es análogo el error a la ilusión en la medida en que los dos se dan a partir de una inducción equívoca, en el caso de la ilusión por un error del entendimiento aplicando la ley de la causalidad, como cuando el popote se fractura en el vaso de agua, al que intuitivamente se le adjudica el carácter de ilusión en la inmediatez de la intuición; y en el pensamiento, la errónea subsunción de las consecuencias a una razón, a partir de la inducción equivoca de los dos casos antes ya mencionados.

IV) Contenido de la Ciencias

El principio de razón suficiente, se sustrae a cualquier explicación, esto en la medida de que es él quien explica, además de ser fundamento de todo lo explicable. Sería un sinsentido preguntar por la razón de una razón última, si esta no explicara nada, sería absurdo que se le llamara razón. Así que toda explicación, en principio, debería anular la posibilidad de un ulterior ¿por qué?, por eso no preguntamos […] por qué a partir de la verdad de las premisas se hace evidente la de la conclusión (MVR I. Pg. 131 – 132).

Este carácter de la explicación, que no es más que la relación de fenómenos entre sí, cobra sentido a la luz del principio de razón suficiente, el cual debe hacer evidente la validez y significado de un juicio. Sólo retrayéndose a la posibilidad de una justificación posterior, es legítima su validez como explicación, de lo contrario, sólo enseñará las distintas relaciones posibles entre fenómenos, sin llegar a descubrir y hacer evidentes los supuestos en los que éstas mismas se basan. Para Schopenhauer, sólo la filosofía que se abstiene de esta metodología demostrativa y pretende hallar el porqué del mundo, es capaz de distanciarse, en la medida que pretende partir de las distintas formas del principio de razón suficiente, para hallar conceptos que no se restrinjan a la explicación de un qué que solo asegura la convicción de los verdadero, sino a todos los casos individuales de la representación intuitiva enseñando el porqué, es decir, elevar el saber in concreto que nos provee la intuición, a un lenguaje expresable a través de conceptos y

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convertirlo entonces en saber in abstracto, en una saber permanente que sea reflejo del mundo intuitivo.

“Elevar la intuición sucesiva y cambiante, y en general todo lo que el amplio concepto de sentimiento abarca y designa de forma meramente negativa como saber no abstracto y claro, para convertirlo precisamente en tal, en un saber permanente” (MVR I. Pg. 133)

V) Sabiduría Estoica: la aspiración más alta de la razón práctica

En virtud de solucionar el menosprecio al que ha sido sometido a lo largo de la historia todo conocimiento no-abstracto, bajo el nombre de sentimiento, Schopenhauer intenta enseñar como la más grande ambición del hombre de conocimiento abstracto, que considera su diferencia frente al animal en razón de la posesión de conceptos y se diferencia de éste en la aplicabilidad de tales razonamientos a la conducta, es decir, en el distanciamiento que permite la reflexión de las vivencias y el dolor que ellas producen, finalmente se ve imposibilitada a lograr una perfección en este aspecto.

Para ello, se nos plantea que las dos dimensiones de la vida humana, como lo son la intuitiva pura, la vida en concreto, en la que el hombre se ve sometido al vaivén del devenir y lo que ello conlleva para su felicidad; y la vida en abstracto donde se le presentan las vivencias nos sólo en el presente sino en pasado y futuro, lo que le permite valorar y, abstenerse o realizar con el mayor distanciamiento, aquello que considera de mayor provecho para él. Esta noción por la cual el hombre es capaz de alcanzar la felicidad a través de sus razonamientos y suscitando su acción a través de éstos mismos, es la única razón práctica a la cual Schopenhauer asentiría. Tanto el imperativo kantiano, un deber absoluto “caído del cielo”, como la consideración del conocimiento intuitivo como nacido de la confusión de las intuiciones y por ende, preferible el abstracto, desconsideran que toda acción guiada por un conocimiento abstracto, se desprende de cualquier consideración ética o de cualquier proceder virtuoso.

“Que el obrar racional y el obrar virtuoso son dos cosas totalmente diferentes; que la razón se puede encontrar unida tanto con una gran maldad como con una gran bondad y al asociarse a una como a la otra simplemente les otorga una gran eficacia; que se halla igualmente presta y solícita para la ejecución metódica y consecuente de los propósitos nobles y los malvados” (MVR I. Pg. 137)

La máxima expresión de esta ambición de declarar la razón como guía para los propósitos virtuosos, parece haber sido expresada de mejor manera en el pensamiento estoico, donde la característica planificadora del pensamiento junto con lo que se derivaba de ella, podría hacerlos deducir que al mero conocimiento abstracto, también le era posible suprimir los dolores y sufrimientos a los que se veían sometidas sus vidas. De donde se concluyó que la dimensión interna, es decir, nuestros actos volitivos, nuestros deseos, eran la causa del dolor y que por ello, el sufrimiento surgía de la incongruencia entre lo obtenido y lo deseado, desigualdad únicamente soluble a partir de lograr determinarse a uno mismo racionalmente, a saber, desear solamente aquello que depende de nosotros y obviar aquello que no. Posición que tiene una desventaja clara, señalada por Schopenhauer al final de la exposición del parágrafo 16:

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“Hay una completa contradicción en querer vivir sin sufrir […]. Esa contradicción se manifiesta ya en aquella ética de la pura razón, cuando el estoico se ve obligado a enlazar con su indicación a la vida bienaventurada una recomendación al suicidio, para el caso de que los sufrimientos corporales, que no pueden superarse con ningún principio ni razonamiento filosófico, se vuelvan insuperables e incurables; de modo que su único fin, la felicidad, resulta frustrado y para escapar del sufrimiento no queda más que la muerte, la cual debe entonces tomarse con indiferencia como cualquier otro medicamento” (MVR I. Pg. 142)

Finalmente, cabe preguntarse hasta qué punto parece tan ambicioso un pensamiento cuyo único objetivo sea la ataraxia, condición que tal vez, además de imposible en completitud, contradice la naturaleza del hombre y su dimensión intuitiva, intentándonos privar de este tipo de representaciones, y por tanto, intentando eliminar un dimensión constitutiva del hombre como la es también la del sufrimiento, que surge de aquella esencial dimensión de lo humano como lo es la vida in concreto.

Bibliografía

Schopenhauer, Arthur. El mundo como voluntad y representación I. Editorial Trotta. Madrid. 2004

Schopenhauer, Arthur. De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. Versión digital de Libera los libros. Madrid. 1996