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El equívoco cervantino

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El Gobierno del Estado de Michoacán a través de la Secretaría de Cultura, presenta: Premios Michoacán Literatura 2012 Ganadores VI Concurso de Ópera Prima, Ensayo

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El equívoco cervantino

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GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO

Fausto Vallejo Figueroa

Gobernador Constitucional

Marco Antonio Aguilar Cortés

Secretario de Cultura

Juan García Tapia

Secretario Técnico

María Catalina Patricia Díaz Vega

Delegada Administrativa

Paula Cristina Silva Torres

Directora de Vinculación e Integración Cultural

Raúl Olmos Torres

Director de Promoción y Fomento Cultural

Héctor García Moreno

Director de Patrimonio, Protección y Conservación

de Monumentos y Sitios Históricos

Fernando López Alanís

Director de Formación y Educación

Jaime Bravo Déctor

Director de Producción Artística y Desarrollo Cultural

Héctor Borges Palacios

Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura

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Pierre Herrera

El equívoco cervantino

GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN

SECRETARÍA DE CULTURA

CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES

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El equívoco cervantinoPrimer edición, 2012

© Pierre Herrera© Secretaría de Cultura de Michoacán

ColecciónPremios Michoacán de Literatura 2012VI Concurso de Ópera Prima, Ensayo

Jurado calificador:Ernesto Hernández DoblasRoberto Manuel Barajas Castillo

Imagen de portada:Hotel by the railroad, Edward Hopper

Diseño editorial:Paulina Velasco Figueroa

De venta en la Librería Ágora

de la Casa de la Cultura de Morelia

Secretaría de Cultura de MichoacánIsidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc,C.P. 58020, Morelia, MichoacánTels 01 (443) 322-89-00, 322-89-03, 322-89-42www.cultura.michoacan.gob.mx

ISBN: 978-607-8201-26-6

Impreso y hecho en México

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Índice

I. Espejismos 13

II. La torre de Babel 19

III. Murakami y sus dos lunas 31

IV. Olvidar libros 45

V. Crítica desde el vacío 57

VI. La biblioteca de Eco 69

VII. El comienzo de la escritura 83

VIII. Cervantes y yo 91

Bibliografía básica 97

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A Joaquín López Coronel

presente en la ausencia de cada página

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No hay espejo que mejor refleje la imagen del

hombre que sus palabras.

JUAN LUIS VIVES

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I. ESPEJISMOS

Escribo esto, y de pronto me sorprendo a mí

mismo apareciendo y desapareciendo en el

espejo de la habitación.

ENRIQUE VILA-MATAS, Doctor Pasavento

La literatura es un engaño. Es un juego de espejos

entre lo que hay en el mundo y lo que hay en el

mundo de las letras. Es una interminable pugna

entre el pensamiento y la percepción, entre los

extremos que se desvanecen en el silencio del

vacío. Es la ilusión de la forma evanescente de las

palabras, que tratan de aprehender la percepción,

el pensamiento, el tiempo, la memoria, la propia

literatura. Y sin embargo, al depender la literatura de

las capacidades del lenguaje también está propensa a

las mismas limitaciones de éste; es decir, de llegar al

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umbral de lo indecible del que habla Wittgenstein:

de lo que es imposible pensar porque va más allá

de las estructuras del pensamiento y por lo tanto se

encuentra vedado a las palabras, a la imaginación, a

la interpretación.

Y a pesar de esta limitante, la literatura se ha

mantenido entre las prioridades de la humanidad

desde sus comienzos. Re-crear el mundo debido a la

insatisfacción de la realidad que se vive, o transmitir

lo que, paradójicamente, no es posible nombrar: una

certeza de la vida, un sentimiento, la misma paradoja

de lo indecible: el vertiginoso vacío que rodea a la

humanidad. Al respecto el escritor Gao Xingjian

comenta:

La realidad es inabarcable con el lenguaje:

quizás la literatura exista porque lo real es

por y para siempre inagotable. Los hombres

antiguos y modernos siempre han intentado

expresar la vigencia de lo real con su propio

lenguaje; pero la percepción de lo real sólo

puede darse a escala individual, pues no

existe una realidad global y unificada.

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La frase con la que comienza Moby Dick de Melville

es paradigmática al respecto: “Llamadme Ismael”, se

dice invitando a lector, quien en ese momento debe

decidir si creer en el discurso de este personaje-

narrador que se hace llamar así, ya que en realidad

Ismael es sólo su alter-ego literario, como hacerse

llamar Ricardo Reis, o Pablo Neruda, o simplemente

K; o abandonar el relato en ese momento. Aunque

abandonar sería regresar por el camino por donde

se venía y nunca conocer la profundidad del agujero

del conejo blanco.

Debemos creer en el engaño ante nuestros

ojos para que los mecanismos de la ficción empiecen

a operar en la realidad, en nuestra percepción. De

cierta manera cada ficción es un mundo a parte de

éste, un mundo de posibilidades y por lo tanto la

literatura en su conjunto no es más que la posibilidad

cuántica de ser. Ser volviendo a encontrarnos en

otros espacio y tiempos. Ser otro pero al mismo

tiempo ser el mismo que pensamos que somos.

El mundo que nos rodea es un reflejo de

nuestras palabras, del conjunto de percepciones y

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digresiones. Hay un mundo, y millones más fuera de

nosotros en espera de ser leídos.

Leer implica un énfasis en la contemplación de

la realidad; leer es imaginar su transformación. Se lee

literatura de la misma manera que se lee el mundo:

desde una posición diferente cada vez, y sufriendo

las modificaciones en la percepción tras cada lectura.

Creemos que es el mundo el que se trasforma

cuando leemos pero en realidad somos nosotros los

que vamos cambiando palabra a palabra.

Una de las formas más representativas de

asumir esta posibilidad que la literatura ofrece al leer

es la que Alonso Quijano creó para sí: asumir su

realidad como un mundo que se articula en términos

literarios. Su interpretación del mundo va de los

textos a la vida, y de ahí de vuelta al texto.

Alfonso Quijano se relaciona con el mundo a

partir de su visión como lector de libros de caballería;

y es con esos ojos que interpretaba las percepciones

que tiene del mundo para crear su realidad. En el

proceso vuelca a las personas que lo acompañan a esa

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realidad paralela en donde unos molinos de viento,

no pueden, sino que son gigantes; donde una venta

es un castillo con un noble dueño que lo nombra

caballero, donde la hermosa Dulcinea de Toboso

existe, y donde se debe defender su hermosura

por sobre toda otra mujer con cualquiera que ose

ponerlo en duda, como el desdichado Caballero de

la Blanca Luna.

Precisamente en ese episodio de las aventuras

del Quijote, cuando se enfrenta al Caballero de

la Blanca Luna, quien no es más que su amigo el

bachiller, que para regresar a Alonso a su casa

decide ingresar en la realidad de éste convirtiéndose

en un personaje de esa ficción, se puede apreciar

cómo Alonso Quijano aparentemente es derrotado

por su propia locura. Mas lo que ocurre es que la

realidad del Quijote involucra de tal manera a las

personas que intentaban engañarlo para salir de ella,

que éstas asumen esa forma de interpretar el mundo

a tal grado que al final de la novela, cuando muere

Quijano, ellos permanecen en ese mundo de ficción.

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Ese permanecer en la escritura, como el

reflejo de dos espejos contrapuestos, es el equívoco

cervantino. Es tratar de vivir la literatura. Es el deseo

de no salir de sus relaciones internas. Es el mal de

Montano: la enfermedad de las letras de Enrique

Vila-Matas. Es tratar de relacionar los hechos que

se perciben como si se estuviera leyendo una obra

literaria; como el protagonista del El club Dumas,

quien interpreta los hechos en los que se ve

involucrado como una novela policiaca, por lo que

los vive como tal: ateniéndose a los giros narrativos

propios del género, hasta que llega al final y se revela

que todo lo creó él mismo en su imaginación y que

no hay misterio por resolver, sólo coincidencias.

Y sin embargo las cosas pasaron como él las veía,

realmente pasaron, y fueron reales: un amigo suyo

murió; no hay algo más real que la muerte. Él vivía

en una realidad paralela, compartiendo hechos

con otros personajes, enclaustrado en su realidad

literaria.

Nuestra percepción da forma al mundo, crea

nuestra realidad, y literaria o no, es nuestra, y es real.

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II. LA TORRE DE BABEL

Alrededor de él tenía en las mismas andas

algunos libros y muchos papeles,

abiertos y cerrados.

MIGUEL DE CERVANTES, El Quijote I

La mayor parte del tiempo antes de comenzar

a escribir tomo algún libro de mis escritores de

cabecera, lo abro con incertidumbre, creyendo en

lo impredecible del movimiento de mis manos, y leo

algunas líneas. Lo que espero encontrar entre esas

palabras que surgen desde el insondable azar, lejos

de un reconocimiento de poemas o fragmentos que

refresquen mi memoria, es un poco de sorpresa, un

tropo inesperado, una palabra desconocida, un verso

contundente: un poco de placer lingüístico que me

recuerde que la escritura debe de disfrutarse tanto

como la lectura.

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Nadie está indemne de la experiencia lingüís-

tica; la vivimos a diario en un estado de perpetuo

redescubrimiento. No sólo se compone de textos

literarios como novelas y poemas, es cada una de

las expresiones de la lengua: cada mensaje de texto,

cada anuncio en la calle, cada comercial, canción,

mail, grafiti, twitt, todos los papes rotos que nos

detenemos a levantar en la calle para leer; todos los

lenguajes del hombre.

A todo momento, en todo lugar, nos encon-

tramos inmersos en un proceso continuo de in-

terpretación y generación de signos lingüísticos. La

necesidad de comunicación ha acompañado a la

humanidad desde sus albores; el funcionamiento y

movimiento de cada una de las civilizaciones, que

llevó a muchas a la destrucción y desaparición, han

basado su comunicación en una lengua particular.

El inicio de la humanidad se haya lejos espacio-

temporalmente: alrededor de cuatro millones de

años atrás en el algún lugar del continente africano.

Tanto primates como seres humanos descienden de

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un ancestro común: un homínido que alternaba su

andar entre cuatro y dos patas. El caminar erguido

de unos ocasionó que éstos cambiaran su vida en los

árboles por una vida bajo ellos, lo que los hizo más

vulnerables a los ataques de otras especies, pero

debido a que tenían las extremidades superiores

libres comenzaron a fabricar herramientas para

defenderse y posteriormente para cazar; esto

conllevaría un cambio radical en su dieta que

significaría a largo plazo un aumento de la masa

cerebral que desembocó a un desarrollo de la

inteligencia mayor que el de las especies que

permanecieron moviéndose en cuatro patas.

Sin embargo ¿cuál fue el hecho que diferenció

a la especie humana de sus parientes primates y lo

llevó por una senda de evolución que dio prioridad a

la abstracción de ideas? En 2001: a space odyssey se

hace una representación muy posible del momento

preciso cuando los primitivos, y futuros humanos,

entran en el universo simbólico y con ello principia

la transformación de la tierra. En la primera escena

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de la película aparece, aparentemente de la nada,

un monolito negro en medio de una comunidad

primitiva de homínidos; primero ocasiona miedo y

desorden, pero de a poco su presencia es asimilada

por los miembros del clan y se comienzan a aproximar

a él. Llegan al punto de estar tan cerca del monolito

que pueden verse en la imagen que les devuelve

la superficie brillante del objeto. En la siguiente

escena uno de los primitivos humanos observa una

osamenta dispersa, toma un hueso y lo comienza a

agitar en el aire para después comenzar a golpear los

otros huesos, intercaladas se ven imágenes de cómo

mata bestias con ese mismo hueso.

Lo esencial en la película de Kubrick es el

reconocimiento en el reflejo, ya que a partir de la

mirada a la otredad es que se puede simbolizar el

mundo: el primer otro que conoció la humanidad

fue el yo. El monolito representa la posibilidad del

reflejo, de la atribución de características a objetos

y viceversa.

La utilización de un hueso como arma, aparen-

temente acción insustancial, implica un salto enorme

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en la percepción del mundo. Emplear el hueso

como una extensión del cuerpo para amplificar

su fuerza conlleva un cambio en la manera de en-

tender el objeto-hueso, no ya como naturaleza

muerta, sino como un objeto con la función de some-

ter. El primer significado de este objeto es esa fun-

ción primaria de poder sobre los otros: el hueso deja

de ser un modesto hueso y se comienza a percibir

como símbolo de poder.

Para Aristóteles el hombre es un animal

racional, sin embargo el primer lenguaje de la

humanidad fue la violencia; bajo ese precinto es

como las sociedades han sobre-vivido. La violencia

se presenta como una reacción a la naturaleza de esa

humanidad temprana. La muerte, desde entonces,

ha sido el símbolo que desafía la barrera de todas las

lenguas para conceptualizarla.

Las lenguas articuladas están presentes en la

vida de la humanidad desde hace sólo doscientos mil

años de antigüedad, paralelamente con la aparición

del gen FOXP2 que hace posible esa articulación; lo

que significa que la raza humana lleva perfeccionan-

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do su pensamiento de abstracción e interpretación

durante más de tres y medio millones de años, y sólo

durante doscientos mil años ha utilizado la lengua

como principal forma de comunicación.

Toda concepción del mundo, nuestras percep-

ciones del él, están sujetas a los distintos lenguajes

que lo encasillan, como un plano cuadriculado sobre

un mapa. George Steiner dice sobre la relación entre

hombre y lenguaje que “no es el hombre el que ha-

bla el lenguaje, sino el lenguaje el que habla al hom-

bre, o, en su formulación más lapidaria: el habla habla,

die Sprache spricht.” La experiencia lingüística es to-

dos los lados, reversos y aristas de la gran figura que

es el mundo. Todo es dentro del lenguaje, todo es

lenguaje. Émile Benveniste sostiene que el lenguaje

es la esencia del hombre; por lo tanto el estudio del

lenguaje se presenta como el estudio de la humani-

dad y su relación con el mundo ya que cada lengua

implica una perspectiva distinta de la realidad.

Y sin embargo, la lengua ya estaba ahí cuando

llegamos.

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Qué triste es no haber sido la persona que

nombró por primera vez a la noche: “Nunca

sabremos quién forjó la palabra / para el intervalo de

sombra / que divide los dos crepúsculos;” escribió

Borges en su poema “Historia de la noche”. Cuando

llegamos a la vida Adán ya había nombrado el

mundo. No tuvimos elección de inventar las formas

de nombrar los objetos; llegamos demasiado tarde.

Babel yacía destruida desde hacía tiempo bajo los

pies de la humanidad. Sólo conocimos la historia de

su torre, de su biblioteca, de su lengua única.

Desde la caída de ese primer lenguaje la

fragmentación nos ha identificado como humanidad,

la fragmentación y la imprecisión. Somos los vestigios

vivientes de un lenguaje perdido, fantasmas del

lenguaje babilónico; las palabras olvidadas que nunca

se volverán a pronunciar, rastros de un pueblo que

sucumbió ante la perfección. Somos la esencia rota

que anda.

En Ciudad de cristal Paul Auster retoma el

mito babilónico para exponerlo en las palabras de

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un hombre que se encuentra inventando el lenguaje

que nombre los objetos rotos. Dice un personaje de

Auster que la torre de Babel se construyó para habitar

el cielo; dios se encolerizó por tal arrogancia y por

miedo, y desperdigó a toda la humanidad. Cuando la

torre de Babel fue destruida, un tercio se hundió en

la tierra, otro tercio fue destruido por el fuego, y aún

después de tanta destrucción la sombra de sus ruinas

cubría el caminar de una persona durante tres días.

El peregrinaje de la humanidad para alejarse

de la torre se dio sin mirar atrás, ya que si cualquier

persona lo hacía inmediatamente olvidaba todo. La

nueva lengua inventada por el personaje de Auster

tiene la capacidad de restituir el conocimiento

olvidado al ver esas ruinas; es decir, posibilita el

hecho de nombrar el mundo a voluntad: salir de

las casillas de la lengua para nombrar de nuevo el

mundo desde cero.

Al final de su Tractatus Wittgenstein también

habla de la posibilidad de abandonar el lenguaje

presentándola bajo la metáfora de una escalera. Ya

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estando arriba es preciso tirar la escalera para ir más

allá del lenguaje; sin embargo Wittgenstein no da

ese salto y al final del su texto el filósofo austriaco

regresa al lenguaje que lo aprisiona para pronunciar,

la que se convirtió en su frase más conocida: “De lo

que no se puede habar, hay que callar la boca.”

El supuesto límite del lenguaje no sólo es

una barrera infranqueable entre la humanidad

y la realidad, es también un espejo entre el ser y

los objetos que se miran, una superficie en donde

reflejarse; es por eso que la humanidad es desde el

lenguaje. La experiencia lingüística es el puente que

une en diferentes formas los dos extremos de la

historia del hombre: es el canal para re-componer

la realidad, porque hablar es sujetar el espacio y el

tiempo en un instante único, es sujetar el mundo:

subjetivarlo a un yo impreciso e imperfecto que es

consciente del mismo.

Si bien las palabras son finitas, nuestro deseo

de crear es infinito. Trastocamos la realidad en cada

expresión lingüística, redescubrimos el mundo a

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cada palabra, una detrás de otra, siempre sintiendo

la sombra lingüística de la muerte detrás de cada

expresión. Ser consciente de la experiencia de

lenguaje en la que estamos inmersos implica tomar

conciencia de los límites de la forma frente al

contenido. Y saber que ese supuesto límite cambia

de posición a cada momento, como las placas

tectónicas de la tierra, y que la forma está para ser

violentada y la realidad, para cambiarla con palabras.

Cuando leo me es imposible dejar de pensar en

la genealogía de las palabras, en todas las veces que

debieron de ser usadas y escritas antes de que yo las

pudiera leer: todos los cambios en su pronunciación,

de significado, de uso; nunca podré decir piedra sin

pensar en el cómo se derrumba Pedro Páramo al

morir, o cómo le llueven a Don Quijote cuando

se arma caballero, o cómo para Octavio Paz “Hay

piedras que no ceden, piedras hechas de tiempo,

tiempo de piedra, siglos que son columnas”. A su

modo cada palabra puede contener un universo

entre sus trazos.

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Leer es la experiencia de descubrir las ruinas

de la torre de Babel entre nuestras manos, es

escuchar el caer de la escalera del lenguaje; pero

primordialmente, es encontrarnos entre las palabras

de otros y reconocernos entre cada grafía delante

de nosotros.

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III. MURAKAMI Y SUS DOS LUNAS

Lo que ha sido comprendido no existe más,

el pájaro se confunde con el viento,

el cielo con su verdad,

el hombre con su realidad.

PAUL ÉLUARD, “El espejo de un instante”

Lo real es aquello que concuerda con las condiciones

reales de la experiencia; la realidad por lo tanto está

estrechamente relacionada con la percepción del

ser, que implica a su vez una conciencia del objeto

experimentado; de esta forma el lenguaje es la

experiencia, es la estructura inteligente de lo real, es

la forma de lo real, es la capacidad humana de crear

la realidad.

El límite del lenguaje no sólo es una barrera

infranqueable entre la humanidad y la realidad, es

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también un espejo entre el ser y el mundo: el canal que

los une. En la película Matrix, cuando el protagonista

hace su primera comida en el mundo real, uno de

los tripulantes de la nave Nabucodonosor, nombre

que remite al rey babilónico que mandó construir los

Jardines Colgantes a orillas del río Éufrates, lo hace

participe de una disertación sobre el sabor de la

comida: este personaje se cuestiona si lo que conoce

como el sabor de unos huevos cocidos es realmente

eso y no el sabor del atún. En teoría, dice él, el sabor

es una invención y lo que realmente es se escapa de

la percepción. El personaje sigue deliberando sobre

este punto cuando alguien lo calla. Si bien Matrix

plantea la existencia de un mundo más allá de la rea-

lidad al cual es posible acceder, también establece

que de lo púnico que no es posible escapar es del

lenguaje.

No hay manera de percibir la realidad sin me-

diación. Las palabras son esa mediación; aprehenden

y conceptualizan la realidad. Einstein dice en El sig-

nificado de la relatividad que la única justificación de

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nuestros conceptos y nuestros sistemas de concep-

tos, es decir de las lenguas, es que los dos sirven para

representar la complejidad de nuestras experiencias;

es decir, de nuestro contacto con el mundo.

Hablamos del mundo utilizando nuestras ex-

periencias ante él, mediante conceptos fijos que

aceptamos sin conciencia de ello, ni posibilidad de

cambiarlos.

Quien controla la lengua, controla el pensa-

miento, y la verdad por consiguiente; de ahí la necesi-

dad del Ministerio de la Verdad en la novela 1984.

Ahí, simplificando conceptos, eliminando ambigüe-

dades, adaptando significados, suprimiendo términos

políticamente incorrectos o inexistentes, como liber-

tad, borrando hechos de los medios, de la historia,

es como se va controlando el pensamiento de sus

gobernados. Tener una lengua adaptada a los pre-

ceptos ideológicos de El partido implica la imposibi-

lidad para sus usuarios de comunicar conceptos que

infieran con estos juicios, ya que no sería posible ni

siquiera pensarlos ni mucho menos expresarlos.

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Controlado el pensamiento al Big Brother sólo

le resta elaborar un plan para cada individuo para

tener el control en todos los aspectos de la vida de

sus gobernados y su total respeto y adhesión, como

sucede al final de la novela.

Si en 1984 de George Orwell se habla de una

sociedad controlada por un gobierno totalitario

que interviene en cada aspecto de la vida de las

personas, comenzando en la lengua hasta la mane-

ra en la que se relacionan unas con otras; 1Q84

de Haruki Murakami significa la mirada a una socie-

dad donde todos sus elementos están asilados, con

la diferencia de que las personas no necesitan ser

controladas, por la omnipresencia de un gobierno

que vigile y castigue sus relaciones, para tender un

abismo entre ellas.

Las dos novelas re-presentan la misma fecha

desde diferentes posiciones temporales, una

pensando 1984 como un futuro posible; la otra

asumiéndola como una de las posibilidades que

pudieron haber sido pero no fueron.

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En japonés los grafemas para la letra Q y el

número 9 son homófonos, lo que hace explicita

la relación con la obra de Orwell, aunque la

relación no sólo abarca ese aspecto; siendo el más

significativo la imposibilidad de comunicación entre

las personas que proviene en cada obra de partes

completamente opuestas. En la primera el control

emana de una macroesctructura que tiene como fin

el control total y hacia eso encamina sus actos: el

Big Brother; en la segunda, el control, la represión,

proviene de lo privado, de la conciencia de cada

persona: la Little People.

Las realidades imaginas por los dos escritores

dista mucho de ser parecida. Tal vez la vida no es

como la esperamos y la realidad supera siempre a

la ficción.

El futuro de Orwell inspirado en el proyecto

modernista se ve minimizado por el resultado de

años de guerras, reconfiguraciones del mapa mun-

dial y las diferentes maneras de distribución de infor-

mación y conocimiento que surgieron después de

su 1984.

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La posmodernidad de la que participa Murakami

se relaciona con la propuesta de que el ser se compone

de lo fragmentario, que no existe una verdad única

sino diferentes puntos de vista que tomar en cuenta:

“el mundo es una lucha eterna entre una memoria

y otra memoria opuesta” escribe el propio Murakami

en 1Q84. Precisamente la noción de realidad se va

conformando en la novela por diferentes voces que

la estructuran: la de Aomame, la de Tengo y, en el

tercer libro se suma, la del investigador Ushikawa.

Tres voces creando tres mundos en cada narración.

Tres planos paralelos que habitan los dos universos

que se despliegan en la novela del japonés.

La novela de Murakami está compuesta por

dos mundos paralelos que coexisten como el gato

del experimento de Schrödinger: 1984 y 1Q84; el

primero es el referente real, el otro es la posibilidad

de habitar la literatura, la grafía entrando en nuestro

mundo: la Q tomando el lugar del 9, la ambigüedad

sobreponiéndose a la objetividad positivista. Una

de las diferencias más importantes entre estos dos

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universos es que a diferencia de 1984, en 1Q84

orbitan en el cielo dos lunas: la que ha visto a la tierra

desde hace aproximadamente cuatro mil quinientos

millones de años y una luna verde más pequeña,

imperfecta, que flota a su lado.

El vació es le gran tema de la novela de

Murakami, un vació que se acentúa por los actos

de las personas, que en su afán de comunicarse

con un mayor número de sujetos, fracasan y como

medio para protegerse se aíslan de la sociedad.

Semejante es la propagación de información en las

redes sociales y en internet, en donde cualquiera

puede expresar su sentir de cualquier hecho, se

puede acceder a gran cantidad de información pero

el sentir de las personas es imposible conocer sino

a través de un avatar, de una proyección de ellos

mismos para los otros.

La cuestión de la soledad es el tema que sale a

relucir en las palabras de los tres protagonistas de la

novela de Murakami: sentados en el mismo tobogán

de un parque infantil es donde cada personaje por

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separado, en algún momento, se sienta a observar

las dos lunas y se enteran que la distancia que lo

separa de los otros es insondable, es más grande que

la existente entre las lunas y la tierra. Es un abismo

tan grande que supera al que disyunta los dos planos

de realidades que existen en la novela: entre 1984 y

1Q84 existen más puntos de contacto que entre el

universo personal de cada personaje.

El abismo que se extiende entre pensamientos

no es sólo una cuestión relacionada con las cuatro

dimensiones del espacio-tiempo, es una cuestión de

realidad, de percepción: la lengua es el primer medio

que, indistintamente y de forma simultánea, une y

separa a las personas.

En Ana Karenina al finalizar una despedida de

soltero a uno de los personajes principales, a éste le

viene un pensamiento que lo turba:

Al quedar solo y recordar la conversación de

aquellos solterones, Levin se volvió a pregun-

tar si había en su alma pena por perder la

libertad.

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Sonrió en pensar en ese problema. «¿Libertad?

¿Para qué necesito libertad? La dicha consiste

en amar y desear, en pensar con los

pensamientos y los deseos de ella; es decir, no

tener libertad alguna. ¡Esa es la felicidad!»

«Pero ¿acaso conoces sus pensamientos, sus

deseos y su sentir?», le murmuró una voz. La

sonrisa desapareció de su rostro, y Levin se

sumió en reflexiones. De repente lo invadió

una sensación extraña de temor y de duda.

Dudaba de todo.

Dudaba porque intuyó que no es posible conocer

lo que piensa el otro, aunque ese otro sea un ser

amado y la relación entre ellos sea una especie de

milagro: un choque de seres aislados del que nace

un sentimiento de empatía entre las opacidades del

pensamiento de esos seres.

Alguna vez le dije a un amigo que un instante

de reconocimiento con otra persona es invaluable

por todo lo que conlleva: no sólo implica coincidir

en espacio y tiempo, lo cual ya es mucho valorando

todas las posibilidades que esto involucra, implica

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40

coincidir en experiencias, con su respectivos efecto

sobre cada uno, implica el pasado de los dos; es decir,

implica todas las posibilidades cuánticas de vida que

hay tras cada acto que se hace y se deja de hacer:

basta haber girando en una esquina para crear otro

mundo de posibilidad a raíz de ese hecho. Esta suma

de eventos hace casi imposible el reconocimiento

con otra persona y a pesar de todo, ocurre.

Me gusta pensar el verbo reconocer como

un verbo de ida y vuelta, su misma escritura

palindrómica: su igual lectura de izquierda a derecha

que de derecha a izquierda, es una metáfora de

cómo funciona el verbo: los dos extremos unidos

por un lazo que se puede comenzar a transitar

desde cualquier extremo incluyéndolos siempre en

ese recorrido.

1Q84 tiene como principal nudo narrativo la

búsqueda mutua entre Aomame y Tengo en el mundo

de las dos lunas. El lugar donde finalmente se logran

reunir, después de veinte años es precisamente el

tobogán para niños de donde miraron las lunas cada

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41

uno por separado. Los dos personajes piensan en

lo que harían y dirían cuando llegara ese momento,

pero contrariamente a lo que se espera, los dos se

quedan callados mirando las dos lunas, únicamente

tomados de las manos. Es posible que el amor no

sea otra cosa que una negación de soledades: una

resta positiva, la única que complementa.

“Si no lo entiendes sin que te lo explique,

quiere decir que no lo entenderás por más que

te lo expliqué” dice un personaje de Murakami; lo

que parece ser la clave para entender las relaciones

intrapersonales que se exponen en 1Q84 y en el

mundo real: del silencio; es decir, del vacío, nace la

posibilidad de la comunicación, ya que las palabras

implican traducirnos unos a otros, generando

siempre imprecisiones o malentendidos. Hay tantas

realidades como hablantes, pero sólo un silencio

donde reconocernos.

Las dos lunas son la metáfora de esa distancia

infranqueable entre las personas. Observarlas

significa el reconocimiento de la soledad a la que

Page 42: El equívoco cervantino

42

estamos condenados todos. El minotauro del que

cuenta Borges en una de sus narraciones también

lo piensa así cuando mira el cielo y se sabe único.

Asterión espera dentro de su laberinto a su igual

para poder comunicarse con él, cuando por fin

llega no hay palabras entre ellos, sólo la muerte del

primero; todos hemos sido en algún momento ese

minotauro, que se sabe único en el mundo, y aun así

sale herido de muerte tras su contacto con los otros.

La imposibilidad de la comunicación exacta

está siempre presente en mi mente; creo fran-

camente en el arte para llegar a lugares que son

imposibles de expresar. Ahí donde las palabras

fallan, extendiendo realidades paralelas que dividen,

las metáforas hacen explícitos los vacíos que no

podemos comunicar llanamente y debemos recu-

rrir a un lenguaje simbólico para expresarlo.

Para Stephan Vizinczey lo más importante de

la literatura es que gracias a ella aprendemos dos

cosas importantísimas: que no estamos solos y que

podemos comunicarnos. En la literatura hay un

reconocimiento potencial con las ficciones que se

leen y crean. En los instantes de reconocimiento no

Page 43: El equívoco cervantino

43

existe la barrera entre realidad y ficción: se funden

en un mismo plano que experimentamos como

propio. Madame Bovary, c’est moi, dijo Flaubert, así

como podrían decir cada uno de los lectores que

han leído la historia de Emma, y se han reconocido

en ella.

Recordemos que a lo largo de su narración

de Las mil noches y una noche Scheherazada queda

encinta, que bien podría significar que de la ficción

surge la vida: la fecundidad de los sentidos. En este

mundo que superó por completo a las ficciones que

trataban de predecir este presente, como en el caso

de 1984; la literatura nos ayuda a darnos cuenta que

todo es una ficción, y que, como el mismo Murakami

dice, todos los hechos de la realidad se convierten

en algún momento en las metáforas de las que se

nutre la literatura.

La realidad y la ficción son nuestras dos lunas

que nos hacen dar cuenta de nuestra condición

mundana cuando las observamos: estamos solos.

La realidad, creo yo, es una ida y vuelta entre la

humanidad y sus ficciones.

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45

IV. OLVIDAR LIBROS

Cada instante recobrado del olvido se convertía

de golpe en una concentración del universo.

SERGIO PITOL, El arte de la fuga

Siempre me he interesado en la infinidad de posi-

bilidades que conlleva el acto de leer; una de éstas,

posiblemente la más fructífera, es el olvido como

una forma de lectura.

Antes de comenzar debo de confesar que

me siento una fascinación hacia el olvido y todas

sus manifestaciones: desde el hecho de olvidar algo

pocos segundos después de que pasare, lo cual me

ha acarreado no pocos problemas y malentendidos,

pasando por mi olvido constante de fisonomías que

yo alego se debe a mi privada vista, todas las calles

que se han perdido en mi memoria y tal vez nunca

Page 46: El equívoco cervantino

46

vuelva a recorrer, hasta llegar al olvido en el que mi

vida, y todo lo relacionado a ella, impostergablemente

caerá. Me atrae éste concepto tan cercano al vacío

pero a la vez me sienta mal cuando pienso en todo

lo que he perdido y todo lo que perderé.

La vuelta de Martín Fierro se cierra con las

palabras del protagonista al respecto de una de

las posibilidades del olvido, aludida durante todo

el texto pero sólo hecha implícita al final: “sepan

que olvidar lo malo / también es tener memoria”.

Aparentemente la figura oximorónica que se crea

de la conjunción de una entidad dentro de otra,

opuestas entre sí, en este caso el olvido como

posibilidad de memoria, produce un desplazamiento

de significado que lleva a reconsiderar la primera

como una nueva posibilidad de pensar la segunda:

el olvido así, se puede asumir como una forma de

recordar: la ausencia es significativa en cuanto hace

posible tener presente otros elementos.

Se debe tener en cuenta que la capacidad

memorística de cada ser humano es limitada, siem-

Page 47: El equívoco cervantino

47

pre hay una depuración no intencional, que ocurre

durante el sueño, de lo que se puede recordar. A

parte de este mecanismo la memoria cae en una

curva de olvido cuando no se usa la información

regularmente o simplemente por el deterioro fisio-

lógico de las células; mas, el factor clave al hablar

de memoria es la cantidad de cosas que se pueden

conocer, una cuestión ligada al concepto de tiempo:

¿cuántos recuerdos es posible acumular en toda una

vida? La respuesta no es alentadora: ni un ápice de

la inconmensurable cantidad que existen en todo el

mundo.

Si fuera posible dedicarse completamente a

leer toda una vida el resultado sería porcentualmente

muy bajo en relación a la cantidad total de libros

existentes. Stéphane Mallarmé escribe con malestar:

“¡La carne es triste, ay!, y ya agoté los libros”; lo cual

literalmente es imposible ya que las lecturas nunca se

agotan, lo que sí lo hace es el acercamiento personal

a los libros, por eso Mallarmé asume que cómo no

podrá leerlo todo, lo ya leído representa para él la

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48

totalidad de los libros: una cantidad insignificante

que lo lleva a pensar la lectura como un acto vano,

que sin embargo se debe transitar por ser ésta un

espejo de experiencias: el andar por los libros reúne

lo personal, vinculado como la memoria, con lo

impropio, es decir las palabras.

Roberto Bolaño vuelve sobre la cuestión al

definir a la lectura como un acto limitado en su

prolongación pero no en su deseo: “los libros son

finitos … pero el deseo de leer es infinito, sobrepasa

nuestra propia muerte, nuestros miedos, nuestras

esperanzas de paz”. La lectura es una actividad

que nunca termina; en palabras de Ricardo Piglia,

que suspende la experiencia y la recompone en

otro contexto. Leer es desdoblarnos a nuevas

posibilidades de ser, es descifrar en las vidas de otros

nuestro propio destino, es constante interpretación

y conexión con otros discursos y recuerdos.

Precisamente la interpretación es para Susan

Sontag “la manera moderna de comprender algo”,

independientemente de si es un libro, una película,

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49

una pieza musical o las pistas de un asesinato; es

el proceso de poner el objeto al que se acerca en

perspectiva con el mundo, analizándolo y criticándolo:

es tomar una postura ante el texto que se observa

sin restringir su significación sino amplificándolo con

la vida.

La interpretación es la revelación de lo otro, que

es siempre lo presente. Y el presente es esa otredad

que solventa la interpretación de los objetos y los

renueva.

No me imagino una vida como la de Ireneo

Funes, el uruguayo con hipermnesia que recordaba

todo y era capaz de reconstruir días enteros

llevándose la misma cantidad de tiempo para ello;

para él el presente se desplegaba intolerable por

la saturación de los recuerdos más triviales que

terminaron, como él mismo dice, en convertir su

memoria en un vaciadero de basura.

La cantidad de datos excesivos a los que está

expuesto Funes no le permiten discernir cuáles datos

son relevantes y cuáles, dispensables. Algo semejante

Page 50: El equívoco cervantino

50

pasa con la actual sobrexposición de las personas a

una enorme cantidad de datos, causando problemas

de discernimiento entre todas las posibilidades a su

disposición y una dependencia al aparente acceso

directo a la memoria colectiva, ésta desperdigada en

varios soportes, muchos digitales y algunos físicos.

La memoria colectiva admite cada dato, sin

importar su procedencia; por lo que deja la labor

de elección al sujeto que acude a ella. Al no poder

leerse todo, es necesario trazar un itinerario más o

menos fijo de lo que se conocerá, es por eso que

en el actual proceder educativo la especialización

pide el olvido de otros conocimientos. En el siglo

XVIII todavía era posible hablar de personas con

un conocimientos en muchas de las áreas del saber

humano; ahora ese estado se presenta inviable y

obsoleto.

En el cuento de “Funes el memorioso” Borges

presenta a un personaje viviendo en el extremo del

olvido; lejos de sentir su estado como una virtud,

lo asume como un malestar que hace imposible

la reflexión, todo el tiempo está rememorando

Page 51: El equívoco cervantino

51

el pasado sin la posibilidad de emitir su juicio al

respecto. Es tan grande su memoria que el tiempo

que requiere para recordar algo le ocupa a veces más

tiempo que el requerido en la acción recordada. Son

tantos sus recuerdos y asociaciones entre ellos que

no necesita escribir nada, porque el simple hecho

de pensarlo es para él suficiente para recordarlo

después.

Cada detalle, hasta el más mínimo, implica

para Funes una serie de asociaciones que ponen a

trabajar a su mente, es por eso que cuando intenta

dormir lo hace acostado en dirección al lugar donde

no hay casas, imaginando el vacío que hay detrás de

los muros de su cuarto.

Borges presenta el caso de la memoria

extrema para proferir, en la voz de su narrador,

que el olvido es indispensable para la construcción

del pensamiento: “Pensar es olvidar diferencias, es

generalizar, abstraer”.

El olvido posibilita la distancia determinante

para la reflexión. La abstracción del pensamiento,

sin dunda uno de los logros más importantes de

Page 52: El equívoco cervantino

52

la humanidad, depende mucho de conceptualizar

procesos, objetos, ideas. Para una persona a la que

le es imposible olvidar no le sería posible llegar a

este tipo de pensamiento; para esa persona todo se

le presenta en un continuum interminable, único e

irrepetible, lo cual de cierta manera es verdad, pero

sin la capacidad de generalización y segmentación

de la realidad le sería imposible la construcción de

pensamiento abstracto.

Es necesario olvidar todas las rosas, despojarlas

de todas sus diferencias, que dejen de ser rosas para

poder nombrarlas y hacerlas propias por un instante.

Todas las rosa no están en la palabra rosa pero sólo

así se pueden nombrar.

Las palabras son la abstracción perfecta de

la realidad, cajas que esperan ser nombradas para

abrirse siempre de forma diferente en la memoria

de las personas. Y los libros como dice Borges son

una extensión de la memoria, sin embargo, el acto

de leer es una prolongación del olvido.

Los significados de las palabras se difuminan en

el mismo acto de nombrarlas; más cuando se trata de

Page 53: El equívoco cervantino

53

reconstruir lo que dicen otros. El que bien podría ser

el mantra de Ireneo Funes es muy preciso al respecto:

“ut nihil non iisdem verbis redderetur auditum”; que

podría traducirse como: nada que ha sido escuchado

se puede repetir con las mismas palabras. El orden,

los términos, su combinación: si alguien pudiera

repetirlos tal como otra persona, escribirlos tal

como otra persona ¿qué los diferenciaría?

El fin de la lectura no es la repetición, sobrepasa

al ser humano convirtiendo un extraño para sí

mismo. Fernando Pessoa escribió en su diario:

He sido un lector voraz e impulsivo, y, sin

embargo, no puedo recordar ninguna de

mis lecturas, tan lejos estaban de mi propia

mente, de mis sueños, o, más bien, de los

orígenes de mis sueños. Mi propio recuerdo

de las cosas, de los hechos externos, es, más

que incoherente, indefinido. Tiemblo al pen-

sar qué poco retengo de lo que ha sido mi

pasado. Yo, el hombre que afirma que hoy es

un sueño, soy menos que una cosa de hoy.

Page 54: El equívoco cervantino

54

Es de notar como Pessoa olvida los libros,

aparentemente, de forma inconsciente y vinculando

la imposibilidad del recuerdo con sus sueños. La

humanidad sueña las salida de su inconsciente,

la materialización etérea de sus miedos, deseos,

frustraciones pero casi nunca lo recuerda.

Muchas veces he escuchado y leído grandes

relatos de sueños, por lo contrario, yo casi nunca

los recuerdo, es tan raro cuando sucede que lo

celebro repitiéndolo y repitiéndolo en mi mente.

Esas ficciones que olvido a diario, que siempre se me

han negado, son uno de los grandes impulsos que

tengo para escribir: mi deseo es restituir del olvido

las ficciones al que está expuesto mi ser. Mi arte es

ser yo, como diría Pessoa.

Sobre la relación entre Fernando Pessoa y sus

libros olvidados surge una pregunta: ¿leer significa

retención o experiencia? Para llegar a la lectura a

partir del olvido es necesario olvidar en plena

conciencia. Las lecturas olvidadas son las lecturas

que se viven y se asimilan, las que se hacen propias

Page 55: El equívoco cervantino

55

y se pierden en la memoria como el recuerdo de un

sueño de otro.

A lo largo de mi vida he leído algunos

libros y he olvidado una gran cantidad de ellos.

Posiblemente el recuerdo de lo que ahora escribo

ya lo haya experimentado en un sueño que no

recuerdo, ni recuerde nunca. Y ahora sólo tengo,

momentáneamente, estas palabras para compensar

ese vacío.

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57

V. CRÍTICA DESDE EL VACÍO

A Rodrigo Pardo y Teresa Puche

¿Qué palabras debería utilizar frente al vacío?

HARUKI MURAKAMI, 1Q84

Para Ricardo Piglia la crítica literaria es una variante

del género policial; en ella la labor del crítico literario

se asemeja a la de “un detective que trata de

descifrar un enigma aunque no haya enigma. El gran

crítico es un aventurero que se mueve entre los

textos buscando un secreto que a veces no existe”.

¿Qué secreto intuye Piglia que hay en todo

texto y espera ser descubierto? La sensación de es-

tar detrás de pistas oblicuas dentro de un texto, o

varios, no se le presenta únicamente a críticos de

profesión, se cristaliza en la mente de cada lector

Page 58: El equívoco cervantino

58

que reflexiona en lo dicho y no-dicho de cualquier

obra.

Sin embargo los críticos cubren esa incerti-

dumbre con escritura, toman los textos como

pretextos, como los indicios de un crimen desde

donde comienzan sus investigaciones. Estos lectores-

detectives tratan de descubrir la forma dentro del

texto que una todos los sentidos que despliega

la obra ante ellos, mas el lenguaje de la crítica, en

lugar de fijar, desdobla los significados, potencia la

polisemia haciendo conexiones con otros discursos

ad infinitum.

Dialogismo es un término empleado por Mijaíl

Bajtín para referirse a la capacidad de las palabras,

de los discursos, de los pensamientos, de los actos

de la humanidad, de la vida para participar en un

diálogo ilimitado con otros elementos. Todas las

palabras participan del simposio universal de la

experiencia del lenguaje: están unidas por una red de

relaciones que hayan su correspondencia en todos

los tiempos, tanto pasados como futuros, y espacios

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59

de la humanidad. En este dialogismo bajtiniano

subyace una idea de simultaneidad que permite

potencialmente a un texto, una palabra, un gesto,

ser contenedores de todo el universo. “Podría estar

encerrado en una cáscara de nuez, y sería Rey de un

espacio infinito”, diría Hamlet.

La anterior cita es uno de los epígrafes que

Borges eligió para su cuento “El Aleph”, en el

que habla de la muerte de Beatriz Viterbo, amor

frustrado del narrador, y sigue con sus reflexiones en

torno a cómo enterarse del cierre de negocios que

él concurría lo llena de una infinita tristeza porque se

percata que el tiempo va cambiando su universo y él

va perdiendo una parte de su vida entre las puertas

que se cierran para la memorias, y abren al olvido.

En el centro del texto de Borges está la figura-

concepto que da nombre al cuento, el Aleph: un

punto minúsculo iridiscente en el que es posible

vislumbrar todo el universo pancrónicamente. Sin

embargo es el cierre del cuento lo que se destaca,

ahí el narrador reconoce que aun existiendo el

Page 60: El equívoco cervantino

60

Aleph, él es presa de la porosidad de la memoria y

trágicamente está olvidando los rasgos de su amada

Beatriz. Este cierre parece decirnos que aunque

existe una red de relaciones detrás de cada elemento

de la cultura, con la que es posible vislumbrar todo

el universo en un solo concepto, la capacidad de la

humanidad para retener información siempre estará

limitada. Todas las relaciones dialógicas sólo son

posibilidades cuánticas por ser descubiertas.

Los críticos no muchas veces reconocen lo

limitado de cualquier opinión, ya que no existe la

forma de que una proposición de lectura implique

todas las lecturas con las que está relacionado un

texto, y menos con los que estará. Es por eso que el

crítico da por terminado su caso cuando esboza una

respuesta, siempre parcial, de esas relaciones y trata

de establecer su interpretación como una nueva

forma de leer la literatura.

Lo que se conoce actualmente como crítica

literaria es una concepción relativamente reciente en

comparación a la historia de la literatura; los textos

literarios han estado desde hace mucho tiempo ahí,

Page 61: El equívoco cervantino

61

lo que ha cambiado significativamente durante las

últimas décadas es la manera en la que se perciben,

leen e interpretan las obras. Las diferentes lecturas

que se van haciendo de los mismos textos se van

acumulando y generan a su vez diversas formas de

recibir un texto. En el macrosistema que es la cultura,

la aparición y lectura de un solo texto actualiza la

percepción que se tiene de todos los demás.

La manera en la que se apreció El Quijote en

1604 dista por mucho de la forma en la que se lee y

concibe ahora: yo leo la novela de Cervantes como

una novela moderna por su forma de tratarla la

realidad, por su sentido de parodia de lo canónico,

por el uso del español, por la lucidez de Quijano,

por los planos narrativos que se despliegan ante

mis ojos; esto se debe a que lo que se entiende y

practica como literatura ha cambiado durante todo

este tiempo, la misma obra de Cervantes fue escrita

como una sátira de la literatura popular de su época

y su lectura era jocosa, ahora su lectura se hace con

la mayor seriedad posible.

Page 62: El equívoco cervantino

62

La misma literatura va exigiendo nuevas

maneras de ser leída, pide nuevos lectores que

actualicen sus valores, lo que ha cambiado el

concepto que se tiene del autor o del mismo hecho

de escribir. En la antigüedad no existía la conciencia

de estar escribiendo literatura como en tiempos

más recientes; todo arte implica que se tenga la

conciencia que se está haciendo arte y una intención;

Duchamp hizo explícito este punto a través de sus

ready-made. Ahora cuando alguien escribe existe

toda una reflexión en torno a esa acción hecha

consiente o inconscientemente.

En mi última lectura de El Quijote me fue

imposible no pensar la novela como una declaración

de la muerte del autor como escribió Roland Barthes:

¿y si Miguel de Cervantes de Saavedra solo fuera una

pieza de un sistema más intrincado? ¿y si en su afán

de ver todo de manera literaria Alonso Quijano

hubiese contratado a un morisco para dictarle su

historia y después hubiera contratado a Cervantes

para traducir el manuscrito al español como se dice

Page 63: El equívoco cervantino

63

en la obra? No me parece raro que un fanático de

la literatura haya hecho un juego tan intrincado de

espejos como ese. ¿Y si la creencia de la autoría de

Cervantes fuera un equivoco como el que varios

teóricos sostiene sobre la obra de Shakespeare,

que le varios atribuyen al Conde de Oxford, Edwars

De Vere? Mas si toda esa intrincada teoría fuese

verdad, el entusiasmo que me provoca la historia

del Caballero de la Triste Figura no cambiaría ni un

ápice. Las verdades del mundo se pueden cambiar,

aún las más básicas como si el sol gira alrededor de

la tierra, o si los primitivos del Nuevo Mundo tienen

alma; pero las palabras no pueden ser cambiadas sin

que esto implique la concepción de un nuevo texto.

Crítica y creación literaria son dos discursos

complementarios de la escritura que se asemejan

por su ávida búsqueda de sentido: la primera trata

de dar sentido a la segunda, y está, a su vez, trata de

dar sentido a la realidad. Para la crítica su realidad es

el texto y todo lo que tenga que ver con él, es meta-

escritura: escritura de la escritura.

Page 64: El equívoco cervantino

64

Para el trabajo del crítico es importante la

clasificación: encontrar de que tradiciones se nutre

la obra y en qué circunstancias fue concebida para

poder hacer una valorización del objeto criticado; no

puede haber ruptura ni novedad si en un principio

no hay una tradición con la cual romper o un

estándar el cual se pueda violentar con nuevas reglas

o maneras de aprehender la realidad. Dice Pierre

Bayard en su libro Como hablar de los libros que no

se han leído que lo importante para elaborar un

discurso sobre cualquier texto es menester conocer

el marco general de la obra, sus relaciones con otros

textos y no tanto su lectura; Oscar Wilde va más

allá y dice que para hablar de libros es necesario no

leerlos ya que esto implicaría influenciar demasiado

la opinión crítica.

Los críticos se mueven en la dirección que les

parece pertinente para percibir mejor el objeto que

miran; el visitante del Instituto de Arte de Chicago

que se para frente al cuadro puntillista Tarde de

domingo en la isla de la Grande Jatte de Georges

Seurat tiene varias posibilidades para apreciarlo: la

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65

primera es admirar la obra sentado en la banca que

está a cinco metros, desde está posición es posible

mirar el conjunto de la obra, sus planos, la armonía

de sus elementos, la geometría interna; la segunda es

permanecer de pie, en el límite permitido, a menos

de un metro, y observar la técnica en funcionamiento,

la textura de la obra, las pinceladas, los colores que

se combinan para engañar al ojo, los rasgos de las

personas que varían de acuerdo a su posición en

el cuadro. Para la crítica es esencial tomar distancia

frente a su pretexto.

Esta distancia entre el sujeto que observa y el

objeto observado revela la naturaleza epistemológica

de la crítica: Sujeto y Objeto nunca reconciliados

pero tratando siempre de hacerlo, siempre

cuestionándose entre sí. El producto de la crítica es

el sustento de sí misma: en algún momento cualquier

texto crítico puede llegar a ser el objeto del que se

ocupe una nueva crítica.

El secreto por descubrir en cada texto es

tratado en base a lo que se conoce: parte de la

subjetividad, de las lecturas previas, de los valores

Page 66: El equívoco cervantino

66

estéticos y de la circunstancia específica desde donde

se trabaja la obra literaria; por lo tanto el sentido que

nazca de esa determinada lectura será relativo, no

es ni será una verdad absoluta; por eso “la crítica

no debe oponer a la ficción una ciencia, sino otra

ficción”, otra escritura, como plantea Yépez.

Actualmente el funcionamiento de la institución

literaria se basa en tres personajes que hacen que

ésta se encuentre perpetuamente construyéndose a

sí misma: el autor, el editor y el crítico. Entidades

fundamentales en la manera en la que se piensa la

literatura desde finales del siglo XIX, su trabajo se

interrelaciona en una red infinita de causas y efectos,

donde los textos crean lazos que van modificando

su propia naturaleza y ubicación en el marco cultura

donde se encuadran e interpretan. En los tres casos

se hecha mano de los elementos ya fijados, de los

leídos y de los inexistentes, de aquellos textos que

nunca se publicaron, que fueron quemados por

sus autores, que nunca fueron escritos, ni siquiera

pensados, o que fueron leído en algún tiempo

Page 67: El equívoco cervantino

67

pero después se olvidaron y desaparecieron de las

bibliotecas: de espacios vacíos que constantemente

tratan de ser llenados; de esos libros invisibles son de

los que más se ocupa la crítica.

El crítico literario se posiciona en el mundo a

partir de las obras de los otros, es reconociéndose en

esas palabras que descubre su voz propia dentro de

la literatura; los textos que escribe son el producto

de su búsqueda constante de vivir la literatura, el

secreto que buscan detrás de cada texto es la forma

para conseguirlo. Su deseo es la escritura en sí misma,

la imagen que mejor representa este deseo es el

libro vacío: la motivación metafísica de la escritura.

Regresando a lo dicho por Piglia, el crítico

literario toma una obra y desde el comienzo hace su

acercamiento a ella a sabiendas que no encontrará

nunca el secreto subyacente, lo intenta más no

lo logra porque en una obra de arte literaria la

metafísica de la escritura está del otro lado de las

palabras, del lado del escritor que dialoga con el

universo buscando una respuesta a su conciencia.

Page 68: El equívoco cervantino

68

Los críticos creen que comentan libros, pero

en verdad es la literatura la que los está creando a

ellos; sus textos son una especie de autobiografía

donde plasman su dialogo con los personajes de las

obras que leen, con sus autores, con otros críticos,

con el mundo. No hay secreto que revelar frente

a literatura; ella es la que termina descubriéndonos.

El único enigma es el propio ser.

Se puede hablar de todo en una crítica,

principalmente de uno mismo, porque no hay vacío

más grande en el mundo que el ser humano. ¿Qué

palabras no se desvanecen frente a ese vacío?

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VI. LA BIBLIOTECA DE ECO

… imaginé (vi) un universo plástico, cambiante, lleno de

maravilloso azar, un cielo elástico, un sol que de pronto

falta o se queda fijo o cambia de forma.

JULIO CORTÁZAR, Rayuela

La biblioteca personal de Umberto Eco se compone

de más de treinta mil volúmenes, es más grande que

muchos catálogos públicos y en ella es posible hallar

ediciones únicas. Una biblioteca no es para lucir

sino para investigar, dice el italiano cuando muestra

su biblioteca a cualquier invitado. Lo que hace tan

especial a la biblioteca de Eco no es tanto los libros

que contiene, es la forma en la que éstos están

acomodados: siguiendo su orden de lectura.

Lo más práctico hubiese sido crear un catálogo

de todos los libros, ordenarlos por tema, por género

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70

literario, por autor, por nombre del texto; con

una o diversas variantes a la vez. Cualquier orden

hubiese sido más práctico que el adoptado por Eco,

pero también reduciría al conjunto de libros a un

inventario frío. Una biblioteca es más personal que

cualquier orden alfabético y es más compleja que la

suma fútil de sus elementos.

Una fotografía de un escritor no rebela tanto

de su escritura como en cambio sí lo haría un

recorrido por su biblioteca ordenada de acuerdo al

orden de sus lecturas.

Dice Ricardo Piglia que los grandes textos

literarios cambian la percepción de los lectores.

Vila-Matas comenta en algún texto que cuando

él comenzó a publicar sus libros no fueron bien

recibidos, a veces ni recibidos, posiblemente ni

entendidos; y que sus obras tuvieron que esperar,

y conformar, al lector vila-matiano. Las lecturas

cambian la percepción del mundo. En una biblioteca

ordenada a la usanza de Eco las obras que

trasfiguran la percepción del lector ocupan lugares

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71

preponderantes, son libros-separadores de los

demás libros: aristas en la conformación de la figura

del escritor.

Los escritores son en un principio lectores

ávidos, lectores que desentrañan la arquitectura

de las obras, lectores que buscan su obra, su libro

deseado, en las páginas de los otros. De igual forma

es a partir de la lectura que el escritor encuentra su

escritura fragmentada entre las palabras de los otros,

muchas veces comenzando por las anotaciones al

margen de los libros.

Una visita a la biblioteca personal de cualquier

escritor daría a conocer varios de los libros que

fueron fundamentales en su formación, pero no

todos ellos. Las bibliotecas están vivas; su cambio es

constante: crecen la mayor parte del tiempo, otras

veces pierden miembros y en casos desafortunados

se pierden por completo. Sería interesante conocer

las lecturas que fueron creando el estilo de Borges,

de Julio Torri, de Cormac McCarthy, de Osvaldo

Lamborghini; mas el sólo conocimiento de su

Page 72: El equívoco cervantino

72

biblioteca personal no sería suficiente para formar

el mapa de lecturas que dieron forma a su escritura,

sería además necesario conocer el orden de esas

lecturas y relecturas.

El orden de Eco tiene la posibilidad de explicitar

las lecturas, y la ausencia de ellas, en las que un

escritor se apoyó para elaborar sus propios textos,

su propia escritura y a sí mismo dentro de ésta. La

posibilidad de examinar una biblioteca ordenada tal

como Eco haría posible recrear los espacios que

nunca fueron llenados con lecturas sino escritura.

Se podría ver la teoría de Harold Bloom en acción:

la ansiedad de la influencia creando el terreno, con

lecturas y más lecturas, para que un escritor dé el

salto al terreno de la escritura.

Esta gran biblioteca de Eco está dividida en

secciones porque las lecturas de cada libro son

diferentes. Uno de estos apartados está compuesto

por todos aquellos libros que Eco sólo consultó o de

los que sólo leyó capítulos específicos. Diccionarios,

enciclopedias, ortografías y gramáticas, libros de

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73

bibliografías selectas, antologías y, posiblemente,

catálogos de más libros. Estos textos no se leyeron

completamente porque de cierto modo no tienen

un fin previsible. Son libros que tratan de encapsular

una realidad que es inabarcable por cualquier medio

o pensamiento; no hay diccionario alguno que

contenga todas las palabras de un idioma con todas

sus acepciones: las palabras, y más sus significados

y usos, no son formas estables, ni que hablar de las

ortografías y gramáticas. En esta sección hay espacio

para los libros inacabados, libros que tienen una

forma exponencial de significación; sus relecturas,

lejos de aclarar, rebuscan la significación de su

contenido llevando al lector por senderos que no

se preveían en una primera lectura. Si bien ninguna

lectura es igual, en este tipo de libros se evidencia

aún más; entre otros, Rayuela, La vida instrucciones de

uso de Perec y el Diccionario jázaro de Pavic.

Otro apartado de la biblioteca se integra

por los libros que nunca se han leído. Como deja

claro el personaje Guillermo de Baskerville en El

Page 74: El equívoco cervantino

74

nombre de la rosa, quien descifra el misterio del libro

de Aristóteles sin ni siquiera haberlo visto, no es

necesario haber leído los libros para saber de qué

van. Oscar Wilde va más allá en el tema y sostiene

que para hacer una crítica literaria no se debe de leer

el libro del que se va a hablar; es posible, dice él, que

al leerlo nos creemos una mala impresión.

La sección principal de la biblioteca de

Umberto Eco es la más sencilla, pero la más intricada

en su entendimiento ya que tiene diversos puntos

de fuga, unos concretos y unos intangibles. Está

sección contiene tanto los libros leídos como los

escritos por Eco. Los libros escritos son los vértices

donde se encaminan todos los demás; en cambio

los puntos de fuga invisibles representan los espacios

que quieren ser llenados con escritura, son los

libros que se escribirán, millones de posibilidades

contenidas en la biblioteca. Algunos de estos libros

no-escritos ni siquiera se han pensado, pero ya están

virtualmente presentes en esa biblioteca, saldrán

de esas lecturas. Borges escribió en su cuento “La

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75

biblioteca de Babel” que la biblioteca del mundo

tiene todos los libros escribibles, son tantos que hay

libros que difieren entre sí únicamente por una letra.

Llego a un punto que me tengo que hacer una

pregunta vital: ¿cómo estarían dispuestos mis libros

si los acomodara como Eco? Y ya acomodados ¿me

sería posible ver el orden oculto que me revelase la

forma y el tema de uno de los posibles libros que

puedo escribir con mis lecturas y sus ausencias? ¿Mi

libro cuántico? Un libro con más posibilidades que

concretizaciones. ¿Podría ver todo el universo en ese

orden del vacío?

Tengo mi biblioteca sobre de mí cuando

escribo. Literalmente esto quiere decir que, como

el protagonista de Nocturno de Chile, cargo mi

biblioteca a cuestas; soy la parte de Sísifo que no

deja caer su carga al terminar el día y prefiere llevarla

a todos lados siempre. Pero también significa que el

lugar donde escribo está debajo de mis libros.

Mientras escribo estas páginas, estoy viendo un

libro de poesía de Borges, la tentación por abrirlo y

Page 76: El equívoco cervantino

76

leer es muy grande; sólo basta estirarme un poco

para alcanzarlo, mis manos lo conocen muy bien,

han recorrido sus hojas muchas veces. Lo abro, leo:

“Que otros se jacten de las páginas que han escrito;

/ A mí me enorgullecen las que he leído.”

Uno es esa biblioteca llena de vacíos que nunca

serán colmados completamente. Soy el conjunto, la

ausencia; soy mis lecturas, mi escritura.

Lo primero que busco para comenzar a arreglar

mis libros según el orden de lectura es el primer

libro que recuerdo haber leído. Pienso y busco con

los ojos mi ejemplar de El Llano en llamas: hasta este

momento cada vez que alguien me preguntaba por

el primer libro que leí contestaba que los cuentos

de Rulfo eran ese libro, pero ahora ha venido a mi

mente otro título: La suma más difícil del mundo.

Un libro para niños que leí en la primaria. Dejo de

buscar a Rulfo entre mis libros amontonados para

buscar el libro de Terry Wardle y releerlo.

La búsqueda del primer libro que leí me

ha llevado más tiempo de lo que esperaba, moví

Page 77: El equívoco cervantino

77

todos mis libros, busqué con avidez, después con

desesperanza, lo busqué en cajones, en lugares

donde normalmente no guardo libros, y nada. Lo

seguí buscando sólo para no decirme a mí mismo

después que no lo busqué lo suficiente. Y al final,

haciéndome a la idea que había perdido mi primera

entrada a la literatura, lo hallé en una caja con libros

escolares; todavía estaba forrado y ostenta con

honor mi nombre en la parte inferior derecha de

la portada.

Lo volví a leer, ahora con otros ojos, unos

ojos llenos de lecturas acumuladas. El libro cuenta

la historia de un niño que odia las matemáticas y en

lugar de entregar una tarea le pregunta a su maestra

de la asignatura cuál es la suma más difícil del mundo;

su maestra no es capaz de contestarle y lo pasa con

el director. No hay respuesta a ningún lado al que

va la pregunta, hasta que llega a un periódico y éste

elabora un concurso para encontrar la suma más

difícil. Hay un supuesto ganador pero el protagonista

no queda convencido con la respuesta galardonada.

Page 78: El equívoco cervantino

78

Días después alguien dice tener una suma más

complicada y el periódico que organizó el concurso

envía al protagonista a conocer a esa persona; resulta

que el desafiante es un ermitaño que vive en una

cueva del Himalaya. Cuando el protagonista llega

hasta donde éste vive, el ermitaño le pregunta por

el resultado de sumar uno más uno, el protagonista

contesta tímidamente que dos y el ermitaño abre

una cortina que revela una gran cantidad de ratones

blancos; el ermitaño le dice que antes tener de esos

ratones lo único que tenía era un ratón macho y una

hembra, después le dice que uno más uno no es

tan sencillo como dos. Tras explicarle la respuesta al

protagonista, éste sale de la cueva donde lo esperan

reporteros para conocer la nueva suma. La novela

termina cuando el protagonista les explica que la

suma más difícil no tiene números y baja caminado

del Himalaya.

La suma más difícil de todas es la vida misma:

el misterio de la conformación del ser. Nadie

es sólo una suma de elementos. El orden de los

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79

factores sí altera la percepción; a diferencia de las

matemáticas que no contabilizan el factor humano,

la conformación del ser depende enteramente del

tiempo, de las personas que conoce, que no conoce,

de los libros que lee, de las acciones que hace y de

las que pudo haber hecho. Sergio Pitol escribe sobre

el mismo tema en El arte de la fuga:

Uno, me aventuro, es los libros que ha leído,

la pintura que ha visto, la música escuchada

y olvidada, las calles recorridas. Uno es su

niñez, su familia, unos cuantos amigos, algu-

nos amores, bastantes fastidios. Uno es una

suma mermada por infinitas restas. Uno está

conformado por tiempos, aficiones y credos

diferentes.

Siempre debe de haber un inicio, y el mío como

lector comenzó con un libro sobre un problema

matemático que puso en entredicho la posibilidad

de las ciencias de explicarlo todo, entre ese todo

inabarcable está la conformación del ser. El arte me

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ha enseñado más en este terreno que cualquier

ciencia; la literatura en especial me ha enseñado que

en la conformación del ser hay un elemento siempre

presente que no muchas veces se contabiliza: el caos.

Creo en la planeación de lecturas pero su azar

presenta vicisitudes inimaginables que llevan a sus

lectores a hacer recorridos por la literatura poco

comunes. Mi experiencia comprando en librerías de

viejo y en tianguis, me ha llevado a concluir que un

libro inesperado, un repentino hallazgo, la rareza que

pasó desapercibida para todos por horas tendido al

sol o empolvándose amontonado en estanterías

húmedas, el libro inconseguible que se encuentra

por casualidad; causan igual o mayor placer que el

libro que se va comprar especialmente a una librería

o se encarga.

Yo me formé como lector entre los libros

que fui encontrando. Mi biblioteca personal refleja

ese orden caótico. Lo que dije más arriba sobre el

movimiento de las bibliotecas es verdad, lo estoy

viviendo ahora: al rememorar los libros que he

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81

leído y su orden de lectura para acomodarlos con

respecto a éste me doy cuenta que mi biblioteca

personal yace desperdigada. Muchos libros los

regalé, los perdí, los vendí.

El libro cuántico, que buscaba vislumbrar al

ver mi biblioteca ordenada tal como Eco, tendrá

que esperar; sólo me queda una biblioteca lleno de

vacíos y caos; la recorro, como lo haría un viajero

del tiempo que contempla las trasformación de la

humanidad ante sus ojos; y concluyo que nunca

seré el mismo. Mi libro cuántico se perderá con mi

biblioteca algún día y sólo me quedaran estas páginas

que escribo ahora. Maldigo el arte de escribir; y sin

embargo sé que el mundo se devela poco a poco

entre mis palabras.

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VII. EL COMIENZO DE LA ESCRITURA

Pero un escritor es también algo que no existe;

es decir, algo que se llena.

ROBERTO BRODSKY, Escribir

¿Por qué alguien comienza a escribir?

La respuesta me imagino, si es que es posible

simplificarla a una serie de causas-efectos, es tan

dispersa y tiene tantas variaciones como libros

en el mundo. Y para complicar más los cálculos:

imaginemos que detrás de cada uno de los libros

que se han escrito no hay sólo una causa sino varias

que se intrincan unas con otras hasta hacer imposible

individualizarlas.

Dejando de lado las ganancias económicas

que un libro implica, si es que cada nuevo libro se

vende por millones y hay de por medio un contrato

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importante con alguna casa editorial grande, o la fama

en los círculos literarios que esto conlleva; escribir

no hace rico ni famoso al 95% de las personas que

escriben. A lo más que se podría aspirar es a ser

leído por los círculos especializados del país desde

donde se escribe, o a ser famoso después de muerto.

Casos de lo anterior hay por montones en todo el

mundo; sin embargo hay dos escritores que suscitan

la reflexión sobre el tema:

Herman Melville (1819-1891) Escritor esta-

dounidense a quien nadie pensaría en dejar fuera de

una Historia universal de la literatura por la impor-

tancia de su obra narrativa para la literatura moder-

na. En su juventud se enroló en numerosos viajes en

barco por el Océano Pacífico que posteriormente se

convertirían en el punto de partida para sus primeras

obras, que fueron un éxito comercial y le dieron algo

de fama, pero también lo encasillaron como autor

de aventuras. Cuando publicó Moby Dick, o la ballena

la respuesta del mercado fue mala, después cuando

publico su siguiente libro: Pierre, o las ambigüedades,

Page 85: El equívoco cervantino

85

la crítica lo devastó, y cuando publicó su libro de re-

latos, ya era un escritor olvidado, así que el resto de

sus publicaciones pasaron inadvertidas. Paso el resto

de su vida sin escribir, hasta que falleció en el más

grande de los anonimatos.

El otro caso es el de Juan Filloy (1894-2000)

Escritor argentino nacido en Córdoba con el mayor

número de palíndromos registrados en lengua

española, cerca de ocho mil. Autor de más de

cincuenta obras, la mayoría inéditas, que abarcan

todos lo géneros literarios, varios de su propia

invención, y con títulos siempre de siete letras que

abarcan cada una de las letras del alfabeto. De 1930

a 1939 publicó una novela al año, en un tiraje muy

reducido que el mismo financió; después volvió a

publicar treinta años después, hasta 1971 y siguió

publicando y reditando casi un libro al año hasta 1997

en ediciones privadas o de tiraje reducido. La crítica

nunca se encargó de él sino hasta los años noventa

y no con la extensión y el detenimiento que el autor

merece. A diferencia de Melville, que dejó de escribir

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86

al ver lo inútil de la escritura, Filloy escribió todos

los días, como él mismo llegó a comentar, aunque

sin publicar todo lo escrito. Tal vez escribía para no

morir, como decía Blanchot, de ahí su longevidad.

Resumiendo lo anterior:

Juan Filloy parece decirnos: publicar no es

importante, escribir sí.

Herman Melville en cambio: ni escribir es

importante.

Lo que nos regresa al cuestionamiento inicial:

¿por qué convertirse en escritor? Eduardo Halfon

busca posibles respuestas a este interrogante en su

libro El ángel literario. Cuento, novela, diario, ensayo;

todos los registro posibles juntos en un texto que

trata de narrar el momento preciso, la primigenia

inspiración, el hecho justo que desembocó en el

comienzo de la escritura de algunos autores famosos

como Ricardo Piglia, Vladimir Nabokov, Ernest

Hemingway.

A la vez que Halfon va escribiendo todo lo

relacionado con el tema, pregunta a sus amigos

y a otros escritores sobre la determinación de

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87

comenzar a escribir. En su recorrido encuentra

algunas respuestas, varias negativas, evasiones al

cuestionamiento, pero principalmente encuentra

un vacío insondable sobre el primer momento en

el que un escritor se asume como tal. Para ser un

escritor, o que otros lo crean así, no es importante

escribir; lo que es importante es «hacer literatura».

Ya desde la época de Flaubert se cuestiona el

ser y el parece del oficio literario; él mismo lo hace

en su Madame Bovary cuando describe al estudiante

León. De él dice que por las noches se encerraba en

su cuarto a hacer literatura; no a escribirla, a hacerla.

Es decir, ser un escritor significa hacer todas las cosas,

o gran número de ellas, que te hagan parecer uno.

Para llegar a ser visto como un escritor es necesario

parecerse a uno. Enrique Vila-Matas comenta que

él quiso ser escritor cuando vio la película La noche

de Antonini a los dieciséis años y deseo ser como

el escritor que ahí se mostraba. O como el caso del

protagonista de Fisuras en el continente literario de

Federico Vite quien comienza a fumar porque le

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88

parece apropiado con lo que haría un escritor. O

quien comienza a beber licores fuertes, como metal

fundido, para parecerse a Baudelaire, o al joven

Rimbaud, o Bukowski.

El primer deseo de ser escritor está relacionado

con la imitación; por llegar a ser como otra persona:

imitar el cómo se ve, con quién anda, qué hace o,

más importante, qué no hace. Pensemos en los

escritores que no escriben, en los autores bajo el

singo de Bartleby; ellos también forman parte del

imaginario colectivo de qué es un escritor. A lo

que se concluye que escribir y no escribir son dos

acciones paralelas que tiene como motor el deseo

de imitar a otro, es decir con el parecer.

En este aspecto influye la vida de otros escritores,

el cómo los ve la sociedad, sus características en

contraposición a los demás oficios de la época, desde

los tiempos de Platón y su expulsión de la República,

que planeó como la ciudad perfecta de su tiempo,

hasta la época actual en donde un escritor es toda

una figura pública que tiene que hacer promoción

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89

a sus libros como si fueran mercancía, lo cual de

cierto modo es verdad de acuerdo a las reglas del

capitalismo avanzado en el cual se vive actualmente.

¿Por qué escribir? Si aparentemente todo ya

está dicho. ¿Para qué?

Me viene a la mente algo que decía Marguerite

Duras, que cita Enrique Vila-Matas: “escribir es

intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos”. Es

tratar de hallarnos, o restituir todo lo que perdemos

o perderemos de nuestras vidas con la escritura, con

la ficción, con la poesía. Hasta restituir las escrituras

perdidas, como Hemingway que volvió a escribir

muchos de sus relatos que poco antes había perdido

su esposa en una estación de metro en Lyon al tratar

de llevárselos a su esposo.

La respuesta seguramente se haya fuera de las

letras y el medio literario o es tan sencilla que sería

imposible tratar de ponerla en palabras; tal vez nadie

sabrá nunca los verdaderos motivos por comenzar

a escribir, seguir escribiendo, dejar de hacerlo, o

simplemente no hacerlo. Son tan variadas como

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90

las formas metafóricas y tropológicas que adopta la

literatura para concretizarse en escritura y de ahí saltar

a la mente de cada lector y dispararse en sin número

de interpretaciones posibles. O no hay motivos

para un inicio, más bien existe la continuidad de la

escritura. Entrar y salir de la literatura implican dar un

salto al vacío para tratar de encontrar algo faltante,

o hallar algo que siempre estuvo ahí: la memoria,

la anulación del tiempo: nosotros mismos. Porque

como escribió Gao Xingjian: “la literatura es sólo una

manera de que el hombre dirija la mirada hacia sí

mismo para que en ese proceso de observación hile

alguna hebra de conciencia que ilumine su propio

yo”. Nada más.

Page 91: El equívoco cervantino

91

VIII. CERVANTES Y YO

Yo nunca hice otra cosa que soñar. Ese ha sido, y

sólo ese, el sentido de mi vida.

FERNANDO PESSOA, Libro del desasosiego

No hay final. No para la literatura.

Al tan terminar de leer el Quijote uno tiene la

sensación que la vida de Alfonso Quijano es una

pugna por mover los límites de la realidad, de sus

realidad circundante. Para tal efecto Quijano se

vuelve otro: un personaje de sí mismo: se vuelve

Don Quijote, una figuración de él mismo, como dice

José María Pozuelo Yvancos.

Mas esta forma de crear su realidad,

aparentemente determinada por sus lecturas de

novelas de caballería, se sustenta en la ausencia, en

la suplantación de una realidad negada: recordemos

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92

que Miguel de Cervantes en 1590 presentó una

solicitud al rey Felipe II para que se le diera un trabajo

en el Nuevo Mundo para seguir sirviendo a España; y

que a pesar de que había servido más de veinte años

en varias batallas, y haber estado preso en nombre

de la corona, y haber perdido la movilidad de una

mano en la Batalla de Lepanto; aún después de

esas acciones, le fue negada la solicitud. De ahí que

Cervantes se dedicara completamente a la escritura;

posiblemente de esa negación provenga el tono

sardónico en la escritura del Quijote respecto a la

tradición de los libros de caballería, el desencanto

ante las instituciones de Quijano y su continuo afán

de sortear las negativas que han moldeado su vida,

no negándolas, sino asumiéndolas de otro modo.

¿Qué había en el Nuevo Mundo que Cervantes

habría ido de haber sido posible? Sencillo: la literatura

hecha realidad: la gran ficción del mundo recién

descubierto, que había transgredido las leyes del

mundo al mover los límites de lo considerado real.

Pensemos que América fue desde su descu-

brimiento un mundo irreal en donde flora, fauna, y

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93

espacios increíbles, que durante años se conside-

raron imaginarios o sólo proyectados en ficciones,

incluyendo en la Biblia, de repente se integraron a

la realidad de todos los ciudadanos de Europa. Es

en esa misma dinámica de imaginar lo imposible,

de conquistar con las armas los territorios que no

existían en ningún mapa, que se inscriben las novelas

de aventura y caballería que imperaban en época de

Cervantes.

El Quijote es la respuesta a esos choques

entre mundos y la turbación en la realidad que eso

conllevó; escribirlo, me imagino, fue para Miguel

de Cervantes la forma de vivir la experimentar del

Nuevo Mundo desde su estudio. Han pasado más

de cuatrocientos desde la añadidura de América

a los mapas del mundo y de la impresión de la

primera parte del Quijote. Entre esos sucesos y el

momento en el que escribo estas páginas han

pasado innumerables hechos que rompen las reglas

de predictibilidad y que han tenido tan gran impacto

como los anteriores moviendo la percepción de lo

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94

que creemos como real, como el 9 de septiembre

de 2001. Pero ¿no es la lectura de un libro un hecho

que cambia completamente la percepción de quien

la lleva acabo, tal como sucede en La vida nueva de

Orhan Pamuk; y del mismo modo lo implica escribir?

La escritura es una actividad improbable, que

como en el caso de Cervantes, parte de la negación,

del vacío, y se dirige a un puerto igual de improbable.

Uno en el que es necesario quemar las naves antes.

Hay innumerables cosas que se deben dejar de

hacer para escribir; de cierta manera se suspende la

vida para poder escribirla. En su poema “Yo” Jorge

Luis Borges escribe: “Más raro es ser el hombre

que entrelaza / palabras en un cuarto de una casa.”

Escribir es crear mundos propios, impregnados de lo

que somos, con todas sus negaciones, modo de ver

y hacer y no-hacer.

Alfonso Quijano cree que lee libros de

caballería y bajo esos preceptos es que interpreta

la percepción de su mundo, pero es la literatura la

que va creando la realidad en la que se inserta don

Quijote.

Page 95: El equívoco cervantino

95

Yo escribo como si tratara de restituir algo mi

vida, exponenciando sus posibilidades, suspendiendo

su fin en el no-tiempo que significa la escritura, y

todo, viviéndola como si ésta fuera una ficción más.

Ya Heriberto Yépez había escrito que hasta lo

identitario era una construcción ficcional; ¿por qué

no los hechos de la vida? ¿por qué no creer que todo

está conectado? ¿por qué no leer hasta los papeles

que uno encuentra en la calle como fragmentos de

otras vida, de la vida misma que se quebranta ante

nuestros ojos?

¿Quién crea la realidad en la que se inserta mi

vida, sino tú, lector, mientras yo desaparezco?

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El equívoco cervantinode Pierre Herrera

se terminó de imprimir el 30 de noviembre de 2012,

en los talleres gráficos de Impresora Gospa

ubicados en Jesús Romero Flores no.1063,

Colonia Oviedo Mota, C.P.58060

en Morelia, Michoacán, México.

La edición consta de 1,000 ejemplares

y estuvo al cuidado de Héctor Borges Palacios,

Mara Rahab Bautista López y el autor.

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