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DE QUEVEDO A CERVANTES: LA GÉNESIS DE LA JÁCARA FELIPE B. PEDRAZA JIMÉNEZ Universidad de Castilla-La Mancha LA JÁCARA: POESÍA, MÚSICA, DANZA, TEATRO Aunque la jácara pertenece a ese mundo informe y mal conocido de los llamados géneros me- nores, cuenta con abundante bibliografía y especulaciones en tomo a su origen, estructura, sen- tido, evolución, lenguaje, relación con la música y el teatro... Con frecuencia los estudios sobre la génesis y características de este género se ven condicionados por lo que acabó siendo tras la obra de Quevedo: una pieza dramática complementaria, junto con los bailes, de la función tea- tral. Como tal la estudia y antologa Cotarelo en su Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas y como tal la incluyen Agustín de la Granja y María Luisa Lobato en su Bibliografía descriptiva} Su proximidad a ciertos bailes en un momento determinado de su evolución ha llevado a Ma- ría José Ruiz Mayordomo a titular uno de sus trabajos «Jácara y zarabanda son una mesma cosa», apoyándose en una frase de Juan Esquivel de Navarro: «aunque hay rastro, jácara, zarabanda y tarraga, estas cuatro piezas son una mesma cosa». 2 Si atendemos al Diccionario de autoridades, bajo la voz xácara se nos ofrecen seis acepcio- nes. La primera nos habla de una «composición poética, que se forma en el que llaman romance, y regularmente se refiere en ella algún suceso particular o extraño». Y aventura una etimología: •Úsase mucho el cantarla entre los jaques, de donde pudo tomar el nombre». Al lado de esta primera acepción, hay otras, relacionadas con ella, que definen la jácara como «el tañido que se toca para cantar o bailar», o «una especie de danza, formada al tañido o son propio de la jácara». En otra, se refiere a los intérpretes y circunstancias en que se ejecuta: «la junta de mozuelos y gente alegre que de noche anda metiendo ruido y cantando por las calles», y aclara: «dícese por- que, por lo común, andan cantando alguna jácara». Y, por último, alude a las consecuencias de estos cánticos: jácara es «la molestia y enfado, tomada la alusión del que causan los que andan cantando alguna jácara». • • , 1 Para los estudios sobre la jácara, véanse Agustín de la Granja y María Luisa Lobato, Bibliografía descriptiva del teatro breve español (siglos XV-XX), Madrid-Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuert, 1999, págs. 87-92, o la bibliografía añadida por José Luis Suárez García y Abraham Madroñal a la edición facsímil de Emilio Cotarelo y Mori, Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde finales del siglo XVI a mediados del XVIII, Granada, Universidad de Granada, 2000, vol. I, págs. xxiii-xxix. - 2 Discurso sobre el arte del danzado y sus excelencias, Sevilla, 1641; cit. por María José Ruiz Mayordomo, «Jácara y zarabanda son una mesma cosa», Edad de Oro, 23 (2003), págs. 283-307. La cita, en pág. 285. Actas del Vil Congreso de la AISO, 2006, 77-88 AISO. Actas VII (2005). Felipe B. PEDRAZA JIMÉNEZ. De Quevedo a Cervantes: la gé...

De Quevedo a Cervantes: la génesis de la jácara

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DE QUEVEDO A CERVANTES: LA GÉNESIS DE LA JÁCARA

FELIPE B. PEDRAZA JIMÉNEZ

Universidad de Castilla-La Mancha

LA JÁCARA: POESÍA, MÚSICA, DANZA, TEATRO

Aunque la jácara pertenece a ese mundo informe y mal conocido de los llamados géneros me-nores, cuenta con abundante bibliografía y especulaciones en tomo a su origen, estructura, sen-tido, evolución, lenguaje, relación con la música y el teatro... Con frecuencia los estudios sobrela génesis y características de este género se ven condicionados por lo que acabó siendo tras laobra de Quevedo: una pieza dramática complementaria, junto con los bailes, de la función tea-tral. Como tal la estudia y antologa Cotarelo en su Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras ymojigangas y como tal la incluyen Agustín de la Granja y María Luisa Lobato en su Bibliografíadescriptiva}

Su proximidad a ciertos bailes en un momento determinado de su evolución ha llevado a Ma-ría José Ruiz Mayordomo a titular uno de sus trabajos «Jácara y zarabanda son una mesma cosa»,apoyándose en una frase de Juan Esquivel de Navarro: «aunque hay rastro, jácara, zarabanda ytarraga, estas cuatro piezas son una mesma cosa».2

Si atendemos al Diccionario de autoridades, bajo la voz xácara se nos ofrecen seis acepcio-nes. La primera nos habla de una «composición poética, que se forma en el que llaman romance,y regularmente se refiere en ella algún suceso particular o extraño». Y aventura una etimología:•Úsase mucho el cantarla entre los jaques, de donde pudo tomar el nombre». Al lado de estaprimera acepción, hay otras, relacionadas con ella, que definen la jácara como «el tañido que setoca para cantar o bailar», o «una especie de danza, formada al tañido o son propio de la jácara».En otra, se refiere a los intérpretes y circunstancias en que se ejecuta: «la junta de mozuelos ygente alegre que de noche anda metiendo ruido y cantando por las calles», y aclara: «dícese por-que, por lo común, andan cantando alguna jácara». Y, por último, alude a las consecuencias deestos cánticos: jácara es «la molestia y enfado, tomada la alusión del que causan los que andancantando alguna jácara». • • ,

1 Para los estudios sobre la jácara, véanse Agustín de la Granja y María Luisa Lobato, Bibliografía descriptivadel teatro breve español (siglos XV-XX), Madrid-Frankfurt am Main, Iberoamericana-Vervuert, 1999, págs. 87-92, o labibliografía añadida por José Luis Suárez García y Abraham Madroñal a la edición facsímil de Emilio Cotarelo y Mori,Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde finales del siglo XVI a mediados del XVIII, Granada,Universidad de Granada, 2000, vol. I, págs. xxiii-xxix. -

2 Discurso sobre el arte del danzado y sus excelencias, Sevilla, 1641; cit. por María José Ruiz Mayordomo, «Jácaray zarabanda son una mesma cosa», Edad de Oro, 23 (2003), págs. 283-307. La cita, en pág. 285.

Actas del Vil Congreso de la AISO, 2006, 77-88

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Como puede verse, a pesar del éxito de la jácara en el teatro durante el siglo XVII y principiosdel XVIII, el Diccionario de autoridades no la vincula a la escena si no es como la composiciónpoética que podía dar origen a uno de los bailes que acompañaban a la representación. Es más:el territorio en que se desarrolla la jácara es el canto callejero y nocturno.

Por eso, desorienta un tanto que Cotarelo establezca un paralelismo entre la jácara y las cancio-nes o villancicos con que se rematan muchas piezas del primitivo teatro español. Obviamente, existeinnegable parecido en la función que cumplieron en algún momento de su historia: los villanci-cos y canciones sirvieron en el teatro primitivo para clausurar el espectáculo, lo mismo que lasjácaras y otros bailes que, en la escena barroca, actuaban como fin de fiesta. Fuera de eso, eluniverso temático, la métrica, la proyección ideológica... de uno y otro género nada tienen encomún. Por eso confieso humildemente no haber entendido qué relación guarda «Menga Gilme quita el sueño, / que no duermo» del Auto pastoril de Nacimiento de Gil Vicente con lashistorias de rufianes, matones y putas que parecen constituir para el lector moderno la esenciade la jácara.

Este peculiar género poético, aunque se aclimate al teatro, no parece presentar en su origenrelación alguna con lo teatral. Los rasgos que hoy juzgamos relevantes (por cierto, poco o nadasubrayados por el Diccionario de autoridades) son dos: que tenga como asunto el universo mar-ginal de la delincuencia y la prostitución, y que se valga de ese llamativo dialecto que forma ellenguaje de gemianía o jerigonza.

A lo largo de su historia, se irán añadiendo otras características que, ocasionalmente, permi-tirán prescindir de la segunda de estas marcas sin que dejemos de reconocer que estamos anteuna jácara.

Por las mismas fechas en que Juan del Encina recurría a los villancicos como cierre de lafunción teatral, Rodrigo de Reinosa ponía los cimientos temáticos de la jácara al reflejar el mundoprostibulario y delictivo en poemas que -al parecer- poco o nada tenían que ver con el teatrocastellano aún no nacido.

LA POESÍA GERMANESCA Y SU CARÁCTER NO DRAMÁTICO

Como es sabido, Hill reunió la saga de la jácara en su volumen de Poesías germanescas. Allírecoge poemas lírico-narrativos, entre los que abundan los parlamentos en primera persona, quepresentan las características que hemos señalado: un abultado reflejo del mundo marginal y sulenguaje.3

Tan importante resultaba este último elemento para Hill que, como señala Alonso Hernández,de los manuscritos y ediciones que maneja «rechaza las [composiciones] que no contienen térmi-nos germanescos o con un índice léxico muy bajo», incluso aquellas que por su asunto o materiaparecen formar parte de la misma serie.4

Ya atendamos al criterio lingüístico, ya a los asuntos, no hay duda de que a lo largo delsiglo XVI existe una corriente poética de éxito que configura el marco en que ha de desarrollarsela jácara.

La misma palabra, jácara, debió de irse conformando a lo largo del XVI a partir de jaque(«valentón» o «matante») y, si en un primer momento se refería al conjunto de jaques, a principios

5 Véase Poesías germanescas, ed. John M. Hill, Bloomington, Indiana University, [1945]. Esta variedad poética laestudió tempranamente Rafael Salillas, «Poesía rufianesca. Jácaras y bailes», Revue Hispanique, 13 (1905), págs. 8-75, y•Poesía matonesca. Romances matonescos», Revue Hispanique, 15 (1906), págs. 387-452.

4 José Luis Alonso Hernández, «Los lenguajes de la jácara en su metamorfosis», en Diálogos hispánicos deAmsterdam, 8/11. El teatro español afines del siglo XVII. Historia, cultura y teatro en la España de Carlos II, ed. JavierHuerta Calvo, Harm den Boer y Fermín Sierra Martínez, Amsterdam-Atlanta, Rodopi, 1989, vol. II, págs. 603-22. La citaprecisa, en págs. 611-12.

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del siglo XVII ya se usaba para designar bien el lenguaje, bien los hechos, ademanes y actitudesde los rufianes.5 Y de ahí pasó a designar el género literario que los canta.

Sostiene Alonso Hernández que la primera vez que se documenta esta última acepción es en Elcoloquio de los perros,6 que se publica en 1Ó13 y cuya fecha de redacción conjeturaba González deAmezúa en «el otoño de 1604 o comienzos del invierno de 1604-1605».7 La frase es bien conocida:«y habiendo mi amo avizorado, como en la jácara se dice, si alguien le veía».8 La jácara a que sealude en el inciso no sería otra, según Alonso Hernández, que el poema Canta a una señora enla germanía, con su canción, en cuyo estribillo aparece el verbo avizorar: «el que en tus verdescolumbres / los avizore y los vea».9

Alonso Hernández (en ese designio, inaugurado por Cotarelo, de vincular la génesis de la já-cara con su realidad final, ya a mediados del siglo XVII, como género dramático) subraya que laspoesías germanescas del siglo XVI (las editadas como I parte del libro de Hill) son «composicionesen su mayoría dramatizadas».10 Alega para ello que algunas están «explícitamente presentadas conindicación teatral».

Los ejemplos que ofrece y otros que podrían tomarse de la edición de Hill, más que a lapráctica teatral, remiten a la poesía dialogada de cancionero: Comienca un razonamiento porcoplas en que se contrahaze la germanía y fieros de los rufianes y las mujeres del partido (de Ro-drigo de Reinosa); Gracioso razonamiento en que se introducen dos rufianes... Pertenecen estosepígrafes y los poemas que acogen a la poesía de debate, que salpica los cancioneros de lossiglos XV y XVI. No negaré que en ella puede verse el germen del teatro; pero no cabe confun-dirla con él.11

Curiosamente, estos rótulos que Alonso Hernández califica de teatrales se encuentran en losprimeros poemas, es decir, los que están más íntimamente ligados a la tradición cancioneril. Desapa-recen a medida que avanzamos en el libro de Hill y en el siglo XVI.

Cuando esos epígrafes dejan de encabezar los versos, Alonso Hernández señala otros indi-cios internos que avalarían el carácter dramático de la primitiva poesía germanesca: alusiones alacompañamiento, cambios en la versificación, estribillos, o «el estilo directo y pseudo biográfico».Estos elementos parecen «indicar que estaban destinadas a ser recitadas o cantadas en el teatro».12

Puede ser. Pero encontramos muchas otras que no reúnen estas características: «De Toledo saleel jaque / ricamente enjaezado» es un romance con un narrador en tercera persona; «Sacaron aahorcar el otro día / en Córdoba a Carrasco el afamado» es un soneto de la misma catadura... Ylo mismo los sonetos que presentan los números XVI-XXI.

Creo que tanto Cotarelo como Alonso Hernández, al insistir en la dimensión teatral de losorígenes de las jácaras o de los poemas germanescos, se dejan engañar por la efectiva presenciaescénica del género, que no se producirá más que después de la intervención de Quevedo en loque podríamos llamar la refundación del género con la Carta de Escarramán a la Méndez; pre-

5 Cotarelo, en Colección de entremeses... (2000), vol. I, pág. cclxxv, trae a colación un texto de La ilustre fre-gona que habla de las almadrabas, «donde se ejercita todo género de rumbo y jácara» (Miguel de Cervantes, Novelasejemplares, ed. Jorge García López, Barcelona, Crítica, 2005, pág. 511).

6 Alonso Hernández (1989), pág. 606.7 Agustín González de Amezúa, Cervantes, creador de la novela corta en España, 2 tomos, Madrid, CSIC, 1982,

reimpr.; la cita, en tomo II, pág. 399.8 El coloquio de los perros, en Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. García López (2005), pág. 690.' Alonso Hernández (1989), pág. 606. El texto se encuentra en el Cancionero general, Amberes, 1557, y puede

leerse en Poesías germanescas, pág. 30.10 Alonso Hernández (1989), págs. 613-15.11 Véase Ana Rodado, «Poesía cortesana y teatro: textos semidramáticos en los cancioneros cuatrocentistas», en Los

albores del teatro español. Actas de las XVIIJornadas de teatro clásico de Almagro. Julio de 1994, ed. Felipe B. PedrazaJiménez y Rafael González Cañal, Almagro, Universidad de Castilla-La Mancha/Festival de Almagro, 1995, págs. 25-44,donde se encontrará bibliografía sobre el tema.

12 Alonso Hernández (1989), pág. 614.

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cisamente a partir de la difusión de esas obras que, en opinión de Alonso Hernández, nada nosdicen desde «el punto de vista dramático».13

CERVANTES Y SU INTERÉS POR EL UNIVERSO SOCIAL DE LA JÁCARA

De todos es conocido el temprano interés de Cervantes por el mundo retratado en la ¡acata.Imprimió a la materia algunos de los rasgos que se convirtieron en consustanciales a su tratamientoliterario.

Dos obras maestras cervantinas llevan al lector a la contemplación de ese degradado mundillosocial: Rinconete y Cortadillo y la Primera parte del Quijote. A estas se podría añadir La gitanillay su desgarrado retrato de la vida de los gitanos.

Cabe conjeturar que Rinconete estaba escrita en 1600.u Es el momento en que Mateo Alemánretoma el modelo fijado por el Lazarillo de Tormes y crea el cauce por el que discurrirá la novelapicaresca. Todo parece indicar que Cervantes se interesó por el universo retratado en el nuevogénero; pero, al mismo tiempo, no se sintió acorde con la fórmula inaugurada por Alemán, delque, sin embargo, tanto aprendería.

En Rinconete nos ofrece el mundo de la poesía germanesca y también su lenguaje. Ha cambiadoel verso por la prosa, el relato épico, pródigo en acontecimientos y fechorías, por apuntes leves enque el lector cree percibir la realidad del submundo sevillano de su época. Se ha dicho muchasveces, pero, como parece que es verdad, no me importa repetirlo: la prosa cervantina, pese a subelleza, serenidad y equilibrio, se presenta a los ojos del lector como el cristal trasparente que lepermite ver fielmente el mundo exterior.

En Rinconete encontramos, junto a otros rasgos heredados de la poesía germanesca, un particu-lar e irónico subrayado de la dignidad de los delincuentes, en la que se mezcla una resistenciaestoica ante las adversidades con una extraña devoción religiosa que los conforta en sus penasy angustias. Recordemos cómo exalta la combinación de religión y estoicismo el comisionado deMonipodio:

Los días pasados dieron tres ansias a un cuatrero que había murciado tres ro2nos, y, con estar flaco ycuartanario, así las sufrió sin cantar como si fueran nada. Y esto lo atribuimos los del arte a su buenadevoción, porque sus fuerzas no eran bastantes para sufrir el primer desconcierto del verdugo.15

Ese eje diamantino, como dijera Ganivet, que informa el comportamiento de los delincuentes,lo comparten Cortadillo y Rinconete:

Para todo tenemos ánimo, porque no somos tan ignorantes que no se nos alcance que lo que dice lalengua paga la gorja, y harta merced le hace el cielo al hombre atrevido, por no darle otro título, que ledeja en su lengua su vida o su muerte; ¡como si tuviera más letras un no que un sf\ (pág. 263)

Rinconete y Cortadillo constituye una versión en prosa (enteramente ajena a los fines de fiestateatrales) del universo recreado en la poesía germanesca. Utiliza la chocante onomástica queconstituirá una de las señas de la jácara: Tagarete, Chiquiznaque, Maniferro, Lóbulo, Ganchoso, laGananciosa, la Escalanta, Cariharta... No falta la referencia a las «bienhechoras nuestras las soco-rridas, que de su sudor nos socorren así en la trena como en las guras» (pág. 260). Presenta elirónico ennoblecimiento del hampa: a Cortadillo se le concede el sobrenombre de «Bueno», «biencomo si fuera don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, que arrojó el cuchillo por los muros deTarifa para degollar a su único hijo» (pág. 266). Y se ofrece un breve vocabulario de la germanía(págs. 254-55) que se adelanta en su redacción al que publicará en 1609 Juan Hidalgo.

Alonso Hernández (1989), pág. 616.G. de Amezúa (1982, tomo II, págs. 111-16) señala la década de 1590-1600 como posible fecha de redacción.Rinconete y Cortadillo, en Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, ed. García López (2005), pág. 254.

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Los mismos rasgos (dignidad estoica de los delincuentes, entereza para sufrir los embates de lafortuna) se van a dibujar en el episodio de los galeotes del Quijote (I, cap. 22), donde, por cierto,volvemos a encontrar algunas precisiones sobre el lenguaje de germanía. De nuevo, la exaltaciónde la moral de resistencia, en situación y expresiones calcadas de Rinconete y Cortadillo. Loscondenados desprecian al que «confesó [en el tormento] y no tuvo ánimo de decir nones. Porquedicen ellos que tantas letras tiene un no como un sí, y que harta vendara tiene un delincuente,que está en su lengua su vida o su muerte».16

Aquí tenemos las ironías que van a constituir el elemento medular de la jácara quevedesca:el viejo alcahuete ha «paseado las acostumbradas vestido, en pompa y a caballo» (pág. 168);don Quijote llega a deducir, de la observación y de sus razonamientos, que «las penas que vaisa padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestravoluntad» (págs. 171-72).

Ese conflictivo y pintoresco universo de la marginalidad vuelve a aparecer, con rasgos similares,en La gitanilla, de fecha imprecisa, pero probablemente posterior a 1606 y quizá de l6lO-l6ll.17 Enboca del gitano viejo aparece, en un nuevo guiño irónico, la resignada aceptación de los designiosde la providencia, el ennoblecimiento de la vida del hampa y la exaltación de la entereza moralde los condenados ante el dolor y la desgracia:

Todas las cosas de esta vida están sujetas a diversos peligros, y las acciones del ladrón al de las galeras,azotes y horca; pero no porque corra un navio tormenta, o se anega, han de dejar otros de navegar.[...] Cuanto más que el que es azotado por justicia entre nosotros, es tener un hábito en las espaldas,que le parece mejor que si le trújese en los pechos, y de los buenos. [...] el mosqueo de las espaldas,ni el apalear el agua en las galeras, no lo estimamos en un cacao.18

El mismo viejo ha dictado poco antes una máxima rigurosamente neoestoica: «Tenemos lo quequeremos, pues nos contentamos con lo que tenemos» (pág. 137).

QUEVEDO Y LA PREFIGURACIÓN DE LA JÁCARA EN EL BUSCÓN

En fechas próximas a la publicación del Quijote, Quevedo vuelve al universo de la poesíagermanesca en la redacción de El buscón y apunta algunos de los tópicos que desarrollará en susjácaras. Por ejemplo, la exaltación irónica de la habilidad del verdugo: «vérsele hacer daba ganaa uno de dejarse ahorcar»;19 la dignidad estoica del padre de Pablos al morir en la horca: «quedócon una gravedad que no había más que pedir» (pág. 124); los eufemismos sarcásticos aplicadospara aludir a delitos y penas: «estaba preso por liberalidades» (pág. 216), «podrían decir que habíanservido a su rey por mar y por tierra» (pág. 217), es decir, en la cárcel y en galeras. Aparecenpersonajes de jácara: Pero Vázquez de Escamilla, al que Quevedo dedicará una inconclusa piezateatral,20 Domingo Tiznado, Gayón, Alonso Álvarez de Soria... Se ofrecen anotaciones sobre la

16 Don Quijote de la Mancha, ed. Felipe B. Pedraza Jiménez y Milagros Rodríguez Cáceres, Ciudad Real, Diputaciónprovincial de Ciudad Real, 2005, pág. 168. Francisco Rodríguez Marín señaló la relación de este episodio quijotescocon la jácara y, muy particularmente, con estos nones. Véase «El capítulo de los galeotes. Apuntes para un estudiocervantino-, en Estudios cervantinos, Madrid, Atlas, 1947, págs. 139-52.

17 Véanse las páginas que dedica a este asunto González de Amezúa (1982, tomo II, págs. 21-23), donde leemos:«Desde 1606 [en que Cervantes se traslada a Madrid] a fines de junio o principios de julio de 1612 [en que se someteel manuscrito de las Ejemplares a la aprobación] hay un periodo de seis años, dentro del cual hubo de escribirse estanovela. Mas, ¿en cuál? Tengo por imposible precisarlo. Si nos atuviéramos a aquel papel doblado, identificatorio dela verdadera personalidad de Preciosa [...], La gitanilla hubo de componerse alrededor de 1610 ó 1611» (la cita, enpágs. 22-23).

18 Novelas ejemplares, ed. García López (2005), págs. 140-41.19 Francisco de Quevedo, La vida del buscón, ed. Milagros Rodríguez Cáceres, prólogo Rosa Navarro Duran,

Barcelona, Octaedro, 2001, pág. 123.20 Véase Ignacio Arellano, «La jácara inicial de Pero Vázquez de Escamilla, de Quevedo», en Crítica textual y

anotación filológica en obras del Siglo de Oro, ed. Ignacio Arellano y Jesús Cañedo, Madrid, Castalia, 1991, págs. 13-45.

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lengua germanesca (pág. 276) y el protagonista se jacta de que «estudié la jacarandina, y en pocosdías era rabí de los otros rufianes» (pág. 279).

LOS ROMANCES DE GERMANÍA

Si de la prosa pasamos al verso, por las mismas fechas que estamos barajando para Cervantesy Quevedo, Agustín de Rojas incluye en El viaje entretenido (1604) un remedo o parodia de poemade gemianía: «Amaine, señor Garrancho...».21

Este interés por el mundo del hampa y su reflejo literario, en verso y en prosa, desemboca,como es bien sabido, en los Romances de germanía (Sebastián de Cormellas, Barcelona, 1609)de Juan Hidalgo, «con su vocabulario al cabo». Aquí se fija el romance como estuche privile-giado de este tipo de poesía. El cauce preferido es el narrativo, sin rasgos que den pie algunopara lucubrar sobre la teatralidad del género, aunque no faltan abundantes muestras del estilodirecto, ya sean parlamentos en primera persona o cartas: «La intención de Hidalgo era estricta-mente lingüística -trasmitir al lector unos textos escritos en cierta jerga- y nada teatral» -afirmaAlonso Hernández.22 De acuerdo. Pero en este punto no difiere sustancialmente de los poe-mas germanescos precedentes. La diferencia radica en que a la altura de 1609 -tras el éxito delromancero nuevo- han caído en el olvido las formas poéticas dialogadas y los debates cancio-neriles.

LA REFUNDACIÓN DEL GÉNERO

De aquí parece partir Quevedo cuando compone la Carta de Escarramán a la Méndez, hacia1610-1612, según Blecua.23 Parece, pues, que la creación quevedesca viene espoleada por la obrade Juan Hidalgo, que trajo a la actualidad editorial y literaria la vieja tradición germanesca.

No le falta razón a Alonso Hernández cuando señala que, al publicar Hidalgo su vocabulario,la lengua de germanía «había prácticamente desaparecido como oralidad críptica de la maleancia.El mismo hecho de escribir en un lenguaje que se pretende críptico supone su desaparición deempleo».24 Sin duda. Pero, precisamente, en el momento en que desaparece como realidad viva,cobra su mayor esplendor como motivo literario, fundamentalmente porque ha caído en manosdel mago de la palabra que fue Quevedo.

La irrupción del gran satírico en el reino de la poesía germanesca ha suscitado opinionescontradictorias. Sabido es que González de Salas, en la dedicatoria de la musa V, Tberpsícore,subraya la existencia de «un género de poesías [...] raro, singular y desemparentado de cuanto enlengua alguna, antigua o vulgar, hoy puede, a lo que yo alcanzo, ofrecerse a la estudiosa diligen-cia. Jácaras se apellidan estas que digo».25 A la originalidad del género añade su vinculación a lajerigonza o germanía y destaca el papel de Quevedo en su conformación artística. No niega perosí desvaloriza la tradición de que partía:

Muchas jácaras rudas y desabridas le habían precedido entre la torpeza del vulgo; pero de las ingenio-sas y de donairosa propiedad y capricho él fue el primero descubridor sin duda; y, como imagino, elEscarramán, la que al nuevo sabor y cultura dio principio, (pág. 248)

21 En Cotarelo, Colección de entremeses... (2000), vol. II, pág. 356.22 Alonso Hernández (1989), pág. 614.23 En Francisco de Quevedo, Obra poética, ed. José Manuel Blecua, 4 tomos, Madrid, Castalia, 1969-1981. Véase

la nota preliminar al poema núm. 849, tomo III, pág. 262. Las jácaras quevedescas, todas en el tomo III de esta magnaedición, las citaré siempre por el número y el verso.

2i Alonso Hernández (1989), pág. 610.25 Francisco de Quevedo, Parnasso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve musas castellanas,

Madrid, Pedro Joseph Alonso de Padilla, 1729, pág. 247.

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Esta opinión se ha tenido por buena a lo largo del tiempo. Así, Chevalier sitúa el arranquedel género en el clamoroso éxito de «Ya está guardado en la trena...», aunque puntualiza que eltriunfo es más tardío: «no será anterior a la cuarta década del siglo».2'

Registra Chevalier las múltiples alusiones a Escarramán, lo que evidencia una inusitada popula-ridad, al menos entre los poetas, novelistas y dramaturgos.27 La Carta de Escarramán a la Méndezy la Respuesta de la Méndez a Escarramán, y otras piezas de la misma serie y autoría, borraron deun plumazo genial cuantos antecedentes había acumulado la tradición. Para ingenios y lectores delsiglo XVII la jácara será fundamentalmente un invento quevedesco. Por eso se nos hace cuesta arribaadmitir, como quiere Alonso Hernández, que este género «encuentra su principio de degeneraciónen Quevedo».28 Al contrario: aquí está el cénit y aquí empieza el desarrollo y popularización de lajácara, aunque ninguno de sus seguidores alcanzaría la altura estética de estos modelos.

Es bien sabido que, de inmediato, la Carta de Escarramán se volvió a lo divino. Parece que elprimer contrafactum en el tiempo se encuentra en la obra de Gabriel Serato: Relación verdaderaque se sacó del libro donde están los milagros de Nuestra Señora de la Caridad de Sanlúcar deBarrameda (Málaga, I6l2).29 Hay otras varias divinizaciones conservadas en manuscritos, de fechaimprecisa, aunque algunos probablemente próximos al original quevedesco. A este fenómeno y a lainmensa fama de la obra de Quevedo alude Cervantes en El rufián viudo llamado Trampagos:

REPUIIDA. Hante vuelto divino. ¿Qué más quieres?CHIQUIZNAQUE. Cantante por las plazas, por las calles.

Bailante en los teatros y en las casas.30

El personaje de la jácara quevedesca pasó a la literatura dramática en esta pieza cervantina,aunque no a la escena, ya que es uno de los ocho entremeses «nunca representados». Comoseñaló Asensio, la alusión a la divinización inclina a situar la redacción a partir de 1612.31 Quizáhabría que retrasar algo la fecha si alude, como cabría imaginar por la referencia a la fama del«Potro rucio», al Romance de Escarramán, vuelto a lo divino que Lope incluyó en la Segunda partedel Desengaño del hombre (Salamanca, 1613; reimpreso en Madrid, 1615): «Ya está metido en pri-siones, / alma, Jesús tu galán».

Creo que no exagero al apuntar que la grey literaria -tanto los amigos como los enemigosdeclarados- quedó fascinada por la jácara de Quevedo. La Carta de Escarramán a la Méndez tuvola virtud de poner de acuerdo a dos genios, enemigos irreconciliables en ese momento: Cervantesy Lope. A estos se podría añadir un tercero en discordia: Góngora, que en el romance «Al pie deun álamo negro», de 1Ó14, cita «el cantado Escarramán».32

26 Máxime Chevalier, «Triunfo y naufragio de la jácara aguda», en Scripta philologica in honorem Juan M. LopeBlanch, México, UNAM, 1992, tomo III, págs. 141-51. La cita, en pág. 141.

27 Chevalier (1992), págs. 142-45.28 Alonso Hernández (1989), pág. 622.29 Blecua la cita en la nota preliminar a su edición: Quevedo, Obra poética, núm. 849. Sin embargo, parece que

Elena Di Pinto (La tradición escarramanesca en el teatro del Siglo de Oro, tesis doctoral dirigida por José María DiezBorque, Madrid, Universidad Complutense, 2003, pág. 385) no ha podido dar más que con referencias indirectas aeste impreso.

30 El rufián viudo, w. 305-07, en Miguel de Cervantes, Teatro completo, ed. Florencio Sevilla y Antonio Rey Hazas,Barcelona, Planeta, 1987, pág. 747.

31 Eugenio Asensio, Itinerario del entremés desde Lope de Rueda a Quiñones de Benavente. Con cinco entremesesinéditos de D. Francisco de Quevedo, Madrid, Gredos, 1971, 2" ed. revisada, pág. 105.

32 Para la fama y difusión de la figura de Escarramán, convertida en mito, véase Elena Di Pinto (2003). Allí seestudian y editan El gallardo Escarramán de Salas Barbadillo, Los celos de Escarramán, comedia burlesca anónima, yel Auto sacramental de Escarramán, también anónimo, además de una amplia muestra de textos escarramanescos deLope, Antonio Hurtado de Mendoza («Ya está fuera de la trena»), fray Bernardo de Cárdenas (Soneto escarramanadó),Alonso de Ledesma («Ya está en la cárcel de celos»), Francisco Cros («Ya está metido en la trena / nuestro amigoEscarramán»), Diego López de Viílodas («Ya está metido en Belén») y otros varios anónimos, así como El rufián viudoy La cárcel de Sevilla y numerosas citas del personaje en obras de la época. Pueden consultarse también María Banura

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Como es sabido, además de citarlo en El rufián viudo, Cervantes se acordó de dos versos dela jácara en el cap. 26 de la Segunda parte del Quijote (pág. 631): «con chilladores delante / yenvaramiento detrás», que forman serie con otras citas de famosísimos romances.

La conclusión es clara: la Carta de Escarramán a la Méndez fijó un nuevo modelo poético,eclipsó toda la poesía germanesca que le había precedido y se convirtió en el referente esencial,prácticamente único si se exceptúan otros romances quevedescos relativos al mismo personaje(Respuesta de la Méndez y Testamento que hizo Escarramán, este último editado en un pliegosuelto barcelonés de 1613) o a otros jaques, en particular el que empieza «Zampuzado en unbanasto».33

Por eso -me parece- no le falta razón a González de Salas cuando proclama a Quevedo «elprimero descubridor» del género, aun reconociendo la existencia de múltiples antecedentes.

A partir del éxito de Quevedo, la jácara salta al teatro, a veces fundida y confundida con losbailes.34 La jácara dramática, la realmente escrita para los escenarios y con vida teatral perfectamentedocumentada, será obra de admiradores del gran satírico, empezando por Quiñones de Benavente,Luis Vélez, Calderón.. .35 Y pasa también a integrarse en la comedia, bien porque da origen a algunasde ellas: Pero Vázquez de Escantilla de Quevedo, Añasco, el de Talayera de Cubillo de Aragón...,bien porque el universo de la jácara se recrea en pasajes de la obra, como ocurre en No hay serpadre siendo rey, El Caín de Cataluña, El más impropio verdugo... o El catalán Serrallonga de RojasZorrilla, la última en colaboración con Antonio Coello (I jornada) y Luis Vélez (III jornada).36

Badui de Zogbi, «El valiente Escarramán. De la jácara al entremés», en Cervantes, Góngora y Quevedo. Actas del IISimposio nacional Letras del Siglo de Oro español (Mendoza, 5-7 de octubre de 1995), Mendoza (Argentina), UniversidadNacional de Cuyo, 1997, págs. 115-26; y Margarita Peña, «El Escarramán, una jácara de Quevedo en un manuscritoamericano", en Literatura entre dos mundos. Interpretación crítica de textos coloniales y peninsulares, México, Edicionesdel Equilibrista, 1992, págs. 49-69.

33 Entre otros estudios sobre jácaras quevedescas, véase Thomas Bodenmüller, El mundo del hampa a través deQuevedo: análisis de la jácara «Estábase el padre Ezquerra», Augsburg, ISLA, 1997.

y' Véase el comentario sobre el baile de Escarramán en Cotarelo, Colección de entremeses... (2000), vol. I, págs.ccxliii-ccxliv.

35 Hoy disponemos de numerosos estudios en torno a la jácara como género teatral y sus creaciones. A los yacitados pueden añadirse los trabajos de Antonio Rodriguez-Moñino, •Archivo de un jacarista», en Homage to John M.Hill, Bloomington, Indiana University, 1968, págs. 45-58; Mari Cruz García de Enterria, Sociedad y poesía de cordel enel Barroco, Madrid, Taurus, 1973, págs. 361-68; Henri Recoules, -Una jácara y una jácara entremesada del siglo XVII»,en Hommage á Jean-Louis Flecniakoska, Montpellier, 1980, tomo II, págs. 345-35; Francesc Civil i Castellví, «A propósitd'una Jácara al Nacimiento de Xto.-s. XVII, conservada a I'arxiu de la catedral de Girona», Revista de Girona, 94 (1981),págs. 65-66; Kenneth Brown, «Gabriel del Corral: sus contertulios y un manuscrito poético de academia inédito», Castilla,4 (1982), págs. 9-56; Evangelina Rodríguez Cuadros y Antonio Tordera, «Ligaduras y retórica de la libertad: la jácara», enTeatro menor en España, ed. Luciano García Lorenzo, Madrid, CSIC, 1983, págs. 121-39; Raquel M. de Alfie, «Apuntespara la interpretación de una jácara de Vélez de Guevara», Filología, 22 (Buenos Aires, 1987), págs. 137-48; Agustínde la Granja, «Una mojiganga inédita de Calderón sobre ciegos y jácaras», en Amistad a lo largo. Estudios en memoriade Julio Fernández Sevilla y Nicolás Marín López, Granada, Universidad, 1987, págs. 256-78; Evangelina RodríguezCuadros, «Del teatro tosco al melodrama: la jácara», en Actas de las Jomadas sobre teatro popular, Madrid, CSIC, 1987,págs. 227-47; José Luis Alonso Hernández, «Sobre la nueva jácara del carajo antiguo», en Estudios. Homenaje alprojesorAlfonso Sánchez Soez, Granada, Universidad, 1989, vol. II, págs. 465-81; Eva Sánchez Femández-Bemal, «Algunas notassobre la jácara dramática en el siglo XVII», en Diálogos hispánicos de Amsterdam, 8/11. El teatro español a fines delsiglo XVII. Historia, cultura y teatro en la España de Carlos II (1989), vol. II, págs. 589-601; Enrique Flores, «La Musade la hampa, jácaras de sor Juana», Literatura mexicana, 2, 1 (1991), págs. 7-22; Emmanuel Marigno, «El conceptode 'picaresca dramatúrgica' y la prefiguración de un teatro de lo absurdo», en Actas del IV Congreso internacional dela Asociación Internacional Siglo de Oro (AISOj (Alcalá de Henares, 22-27 de julio de 1996), ed. María Cruz Garcíade Enterria y Alicia Cordón Mesa, Alcalá de Henares, Universidad, 1998, tomo II, págs. 993-1004; Pasqual Mas i Usó,«Antonio Folch de Cardona y la Jácara del Mellado-, Boletín de la Sociedad castellonense de cultura, 76 (2000), págs.323-34; y Héctor Urzáiz Tortajada, «Matones y rufianes a escena: la jácara dramática», ínsula, 639-40 (2000), págs. 9-12.

36 Véanse Arellano (1991), sobre Pero Vázquez de Escamilla, y Elena Elisabetta Marcello, «Alvaro Cubillo de Aragón,Añasco el de Talavera*, en Studia áurea. Actas del III Congreso de la AISO, ed. Ignacio Arellano, María del CarmenPinillos, Frédéric Serrata y Marc Vitse, Navarra, GRISO-LEMSO, 1996, págs. 231-41. Los elementos jacarandosos de lasobras de Rojas Zorrilla merecen un estudio, que espero emprender en breve.

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Para todos estos autores el referente único es Quevedo; repiten sus chistes, remedan su estilo,imitan su lenguaje y tratan, con mayor o menor fortuna, de recrear su concepción del mundo yel peculiar humor patibulario.

EL SUSTRATO FILOSÓFICO Y MORAL DE LA JÁCARA37

La jácara quevedesca es una original plasmación de una filosofía que se mueve, como estudióCuevas en relación con otros escritos del gran satírico, «entre el neoestoicismo y la sofística».38 Lamoral de los delincuentes, sometidos a tormento y condenados a muerte infamante o a las galeras,de las que no saldrán vivos, parece una grotesca, monstruosa pero honda encarnación del substineet abstine neoestoico.39

Algo de esto pudo encontrar Quevedo en romances como el de La vida y muerte de Maladroso El testamento de Maladros, contenidos en el libro de Juan Hidalgo. En el primero, el jaquecanta, pero después de sufrir con entereza terribles tormentos, y lo hace como una muestra deconformidad con la providencia e invocando irónicamente a la divinidad:

Yo conozco que el gran Coime,que vive en el santo claro,no puede sufrir mi vidani el mal uso de mi calco,y así, pues él lo permite,puesto en este paso...40

Cuando lo van a ajusticiar, aparece «lleno de ansias / aunque entero y esforzado».41

Por debajo de la jácara, entre su travesura verbal y su pirotecnia ingeniosa, aletea el escepticismoirónico que pone en el mismo plano la vida arrastrada de malhechores y putas y los ejemplosreconocidos de heroísmo, dignidad y solidaridad.

De hecho, la jácara lleva a la práctica el relativismo moral que «establece la identidad de loverdadero con lo falso».42 Como la sofística, la jácara «no tenía otra salida que [...] el puro arte dedefender con ingenio» lo que, en la lógica moral al uso, era indefendible. Toda jácara es «un fas-cinante juego de ingenio, en que nada importaban las contradicciones con tal de que el recorridofuera brillante y persuasivo».43

El escepticismo va más allá del puro ejercicio intelectual porque funde los sofísticos razonamien-tos, implícitos en las imágenes y paronomasias, con una moral heroica que, aunque paródica, nodeja de tener algo de admirable y grandioso. Quizá por eso, el esquema de la jácara quevedesca,y no los poemas de gemianía que la precedieron, se aplicó rápidamente a los más nobles objetos:a la divinidad, al santoral, a la realeza o a los avatares de la política.44

37 No he podido consultar la tesis de Broween Jean Hever, The discourse of the ruffian in Quevedo'sjácaras, State University of New York at Stony Brook, 1991, que quizá aborde algunas de las cuestiones que aquíseñalo.

38 Cristóbal Cuevas García, «Quevedo, entre neoestoicismo y sofística», en Estudios sobre literatura y arte dedicadosal profesor Emilio Orozco Díaz, Granada, Universidad, tomo I, 1979, págs. 357-75.

39 Quizá no sea ocioso señalar que el auge de la jácara viene a coincidir con un momento de fervor del neoes-toicismo en la vida de Quevedo. La traducción del Focilides sabemos que es de 1609, fecha en que el poeta dedicaun manuscrito al duque de Osuna (véase Quevedo, Obra poética, tomo IV, pág. 557). Es posible que el Epicteto seatambién de esa época.

40 Poesías germanescas, pág. 88, w. 461-66.41 Poesías germanescas, pág. 92, w. 764-65.42 Cuevas (1979), pág. 364.43 Cuevas (1979), pág. 365.44 Véanse la jácara de Francisco Cros, Ms, 3.895 de la BNE, ff. 143v-l44v, o la Carta de Valenzuela preso

a la reina, Ms. 7.782 de la BNE, ff. ,62-63. Las dos se encuentran en la tesis de Di Pinto (2003), págs. 374-75 y381-82.

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UNA JÁCARA EN PROSA DE CERVANTES

Por el impacto del genio quevedesco y de la obra fundamental del género, Carta del Escarra-mán a la Méndez, la epístola se convirtió en cauce predilecto de esta modalidad literaria, aunqueel propio Quevedo no la usara más que en contadas ocasiones.

El último homenaje de Cervantes a Quevedo va a ser precisamente una jácara, cuyos ingredien-tes fundamentales son, no el lenguaje de germanía, no el verso, no la música, sino la contrahechamoral estoica, el escepticismo macabro, el humor patibulario y la fórmula epistolar.

Esa peculiar jácara cervantina se encuentra, como habrán adivinado, en el capítulo V del IV librode Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Se trata de la carta que, desde la cárcel romana, dirigeBartolomé, «el del bagaje», a Antonio Villaseñor. En estilo cortante y lapidario habla con frialdad ydespego de las tristes circunstancias en que se encuentran él y su amante, Luisa la Talaverana.45

No falta una introducción autoacusatoria que recuerda el aire del Guzmán de Alfarache-. «Quien enmal anda, en mal para; de dos pies, aunque el uno esté sano, si el otro está cojo, tal vez cojea,que las malas compañías no pueden enseñar buenas costumbres».46

Como mandan los cánones del género, Bartolomé habla con despreocupación y con retóricaennoblecedora de sus delitos. La brutalidad que acaba «a puros palos» con la vida de un antiguoamante de la Talaverana la justifica quijotescamente señalando «que no soy amigo de burlas ni derecebir agravios, sino de quitarlos» (pág. 663).

Esta muerte se encadena con la llegada de Ortel Banedre, marido de Luisa, que agrede aBartolomé, operación descrita con perífrasis irónica al modo quevedesco: «comenzó a tomarme lamedida de las espaldas», y se remata con otra ironía en la que se trasluce el genio lingüístico deQuevedo y del propio Cervantes: Luisa, que es de las españolas de cuchillo en la liga, «llegándosea él, bonitamente se le clavó por los riñones, haciéndole tales heridas que no tuvieran necesidadde maestro» (pág. 664).

La truculenta situación y la forma expresiva se encuentran también en Desafío de dos jaquesde Quevedo:

Llegóse a Zamborodón,callando bonitamente,y sonóle las naricescon una navaja a cercen.

(Núm. 858, w. 129-32)

La descripción del proceso y las reacciones de los delincuentes esmaltan la prosa cervantina detintes quevedescos. Bartolomé y Luisa quedan en la cárcel «muy contra nuestra voluntad». Chistéenloeste predilecto del gran satírico: también Villagrán se quejará de que «en casa de los pecados /contra mi gusto me alojan» (núm. 853, w. 33-34), y Mari Pizorra se justifica con la evidencia: «Nosoy la primer mujer / que contra su gusto azotan» (núm. 859, w. 27-28).

Las mismas raíces y tradición tiene la corrección con que se cambia el sentido de una metáforaeufemística: «[el proceso] ya está concluso, y nosotros sentenciados a destierro, sino que es destavida a la otra» (Persiles, pág. 664).

La macabra perspectiva del patíbulo contrasta con la descripción de las reacciones de los per-sonajes como si estuvieran ante cualquier incidente menor aunque irritante de la vida cotidiana,en chocante combinación con fórmulas de cortesía: «estamos sentenciados a ahorcar, de lo que

45 Talavera aparece con frecuencia en las jácaras. Probablemente, el ser una ciudad importante, con un activomercado de ganado, un cruce de caminos hacia Madrid, Toledo y Ávila, atraía a malhechores y delincuentes. Quevedodedica una jácara a Añasco, el de Talavera (Obra poética, núm. 857) y cita a «Londoño, el de Talavera. (núm. 853,v. 83). En otro romance, la Perala se queja a su jaque Lampuga: «Dejásteme en Talavera / a la sombra de un gitano...»(núm. 851, w. 9-10).

46 Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, ed. Carlos Romero Muñoz, Madrid, Cátedra, 1997,pág. 663.

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está tan pesarosa la Talaverana que no lo puede llevar en paciencia, la cual besa a vuesa mercedlas manos [...] y dice que ella se holgara de estar libre para ir a besárselas a vuesas mercedes asus casas» (Persiles, pág. 664).

Como lo delincuente no quita lo cortés, los jayanes y las marcas de las jácaras quevedescas noolvidan tampoco sus reverentes saludos a amigos y conocidos. Así, Escarramán encarga a la Méndez:«a toda la gurullada / mis encomediendas darás» (núm. 849, w. 115-16); y Lampuga a la Perala:

A todas esas señoras,bullidoras del holgar,las darás mis encomiendas:que soy amigo de dar.

(Núm. 849, w. 115-16)

El sarcasmo aflora en el texto cervantino cuando Bartolomé y Luisa solicitan, al menos, moriren España, y no en Roma, donde «no llevan los ahorcados con la autoridad conveniente, porquevan a pie y apenas nadie los ve» (Persiles, pág. 665). Esta preocupación por la honorabilidad delos ajusticiados es constante en las jácaras quevedescas. Lampuga se queja de Sanlúcar:

Él es un bellaco puebloy azotan en él muy mal. [...]Solo y sin muchachos ibay azota que azotarás.

(Núm. 852, w. 45-56)

Escarramán comunica, con irónico orgullo, a la Méndez que, cuando lo sacaron a la vergüenza,•fui de buen aire a caballo» (núm. 849, v. 6l). Mari Pizorra se jacta de que «si en Jerez me azotaron, /me azotaron con mil honras» (núm. 859, w. 3-4).

Las coincidencias entre la carta de Bartolomé y las jácaras quevedescas se extienden a las quejaspor la impía desatención a los ahorcados forasteros: «apenas hay quien les rece un avemaria, especial-mente si son españoles» (Persiles, pág. 665), que tiene un paralelismo laico en la protesta de Lampuga:«a un forastero azotado / ninguno le viene a honrar» (núm. 852, w. 52-53). Y en la insistencia feístaen las chinches y sabandijas, motivo que da ocasión para que Cervantes se engolfe en la hipérbolequevedesca: «a trueco de escusar la pesadumbre que me dan las chinches [...], tomaría por buenpartido que me sacasen a ahorcar mañana» (Persiles, pág. 665). También lidian con la gente menudalos antihéroes quevedescos: «dando música a las chinches / que se ceban y le comen» (núm. 855,w. 11-12); «Andamos a chincharrazos / al dormir y al pelear» (núm. 852, w. 73-74).

No faltan los elogios irónicos a los jueces, «todos son corteses y amigos de dar y recibir cosasjustas» (Persiles, pág. 665); y sátiras directas y muy quevedescas contra otras piezas del tingladoforense: «nos tienen ya en cueros y en la quintaesencia de la necesidad solicitadores, procuradoresy escribanos» (Persiles, págs. 665-66).

Se podrían añadir otros juegos intertextuales, como dicen ahora, pero los señalados bastan, ami parecer, para mostrar que la carta de Bartolomé es una original recreación de la jácara. En elPersiles, que Cervantes quiso presentar como un crisol y un centón de los modos y variantes dela literatura de su época, no falta tampoco este género singular.

Quizá lo más llamativo de ese ensayo es el doble juego entre la fidelidad en la estructura almodelo y al mundo recreado, que siempre le entusiasmó, y la renuncia a seguir los pasos del ad-mirado poeta en su pirotecnia verbal, en sus alambicados juegos de palabras. Lo que no aminora elinterés cervantino por conservar el tono entre la irónica entereza estoica y el sarcasmo que, comoapuntó Pérez Cuenca, trata con sorprendente ligereza «de delitos, [...], torturas, castigos, inclusola horca».47 En buena medida, Cervantes, al imitar a Quevedo, se imitaba a sí mismo, recreaba el

47 Isabel Pérez Cuenca, «Del jaque al bandolero: las jácaras de Quevedo», en El bandolero y su imagen en el Siglode Oro, Madrid, Casa de Velázquez-Université de La Sorbonne Nouvelle-CNRS-Edad de Oro-UIMP, 1989, págs. 193-200.La cita, en pág. 199-

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mundo esperpéntico, grotesco en su gravedad y circunspección, que había presentado en Rinconetey Cortadillo, quince o veinte años antes, en el Quijote o en La gitanilla.4s

Quevedo tuvo muchos imitadores, entre ellos, como ya se ha señalado, Quiñones de Benavente,Luis Vélez, el mismísimo Calderón, Rojas Zorrilla... A pesar de estos nombres ilustres, no le faltarazón a Chevalier cuando denuncia que la mayor parte de las jácaras «merecen los calificativos de'vulgares' y 'plebeyas' que se les han aplicado».49 El éxito popular de la jácara aguda y estética-mente valiosa fue el despeñadero por el que cayó hasta disolverse y confundirse con los romancestruculentos. Pero antes de este final desastrado, Cervantes la humanizó; sin renunciar a la violentay macabra ironía quevedesca, le dio una nueva verosimilitud en la carta de Bartolomé, que, a loque se me alcanza, había quedado perdida para la atención crítica en medio de la frondosidadfascinante pero también turbadora de Los trabajos de Persiles y Sigismundo.

48 Bartolomé ha heredado, incluso, la aguda conciencia metalingüística que vimos en Rinconete y Cortadillo oen el episodio de los galeotes en el Quijote. Al narrar su proceso, comenta: «tomáronnos la confesión; confesamosnuestro delito, porque no le podíamos negar, y con esto ahorramos el tormento, que aquí llaman tortura- (Persiles,pág. 664).

« Chevalier (1992), págs. 148-49.

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