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¿Deben cubrirse las hermanas la cabeza en los servicios y al orar?

Deben cubrirse las hermanas la cabeza en los servicios y

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¿Deben cubrirse las hermanas

la cabeza en los servicios y

al orar?

Nuestra posición doctrinal acerca de este asunto es muy clara: “Creemos que las Escrituras requieren que la mujer se cubra la cabeza durante las reuniones en las cuales hay predicación o se imparte un estudio de la Biblia, también cuando se lleva a cabo la oración, ya sea pública o privada. Esto es claramente enseñado por el apóstol Pablo en la primera carta a los Corintios, en el capítulo 11, en los versículos 1 al 16. No hay un solo versículo en la Biblia que cancele la validez de este pasaje. Esta enseñanza es teológica, universal y atemporal; no es cultural, ni geográfica y concierne a todas las mujeres (casadas o no). Para tal efecto nuestras hermanas usarán un velo estándar que se especificará en las congregaciones locales, conforme a las instrucciones de la sede central de nuestra iglesia, pero que en todo caso debe cubrir la cabeza, los hombros y parte de la espalda.

Motivos para el uso del velo:

Instrucción apostólica; “Os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las instrucciones tal como os las entregué” (1 Corintios 11:2). La palabra “instrucciones” en este contexto se refiere a las enseñanzas provenientes de Dios, y no a aquéllas de los hombres. Hemos examinado la estructura de la oración y hemos aprendido que el velo es una de esas enseñanzas. Esto significa que la doctrina del velo durante la adoración corporativa es una enseñanza apostólica que fue dada para que la “retuviéramos”.

Orden de la creación: “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3) “Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza” (1 Corintios 11:7-10a). La doctrina del velo es un

símbolo que refleja el orden de autoridad establecido antes de la caída. El hombre con la cabeza descubierta muestra su liderazgo espiritual, mientras que la mujer con su cabeza cubierta muestra la sumisión a la autoridad de un hombre como su cabeza espiritual. Cuando Pablo señala hacia el libro de Génesis como una razón por la cual debemos practicar la doctrina del velo, él derrumba todo argumento cultural.

Ángeles: “Por lo cual la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles” (1 Corintios 11:10) La doctrina del velo no es meramente un símbolo para la congregación, sino también lo es a causa de los ángeles. Y debido a ello se presupone que participan con nosotros, o al menos nos observan. Aunque no podemos saber con certeza todo a lo que el Apóstol Pablo se refiere con este versículo, podemos reducirlo a las siguientes interpretaciones: 1) un llamado a no ofender a los ángeles con nuestra desobediencia, ó 2) un mandato a mostrar acertadamente una fotografía del orden de la creación (Efesios 3:10; 1 Pedro 3:22), ó 3) una advertencia a ser responsables (1 Timoteo 5:21). Pablo muestra en este versículo que su preocupación no es lo que la sociedad piense al respecto, sino a lo que los seres angelicales piensen.

Naturaleza: “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello” (1 Corintios 11:14-15) Mientras que la doctrina del velo es enseñada de manera explícita en la Escritura, la naturaleza nos la confirma de manera silenciosa. Ésta nos muestra que el cabello dado a cada sexo confirma la idoneidad del velo. También nos enseña que es deshonroso confundir la distinción de los géneros. Así que, lo que es inapropiado para nuestro cabello, lo es para con el velo “al orar y profetizar”.

La costumbre de la Iglesia: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (1 Corintios 11:16) Pablo nos dice que en todas las iglesias, ninguna de ella tenía la práctica de que la mujer orara con su cabeza descubierta. Cuando Pablo escribió 1ª Corintios, estas asambleas estaban geográficamente dispersadas a lo largo de miles de kilómetros en diferentes países y culturas. Existía una uniformidad en la práctica del velo. Esto demuestra que era un símbolo universal cristiano, y no una práctica de una cultura en específica.

Un precepto: Los asuntos de libertad cristiana no son ordenados por Dios; éstos permiten que los cristianos sostengan posturas contrarias al mismo tiempo que glorifican a Dios (Romanos 14:2-6). Observamos la estructura de 1 Corintios 11 y examinamos 5 razones por las que la doctrina del velo no encaja con la cuestión de la libertad cristiana. Esto significa que la enseñanza es un mandato que necesita ser llevado a la práctica. También vimos que cuando Pablo dice que la mujer “debe tener señal de autoridad sobre su cabeza” (1ª Corintios 11:10), denota una obligación.

En este asunto, nuestra práctica es consistente y las hermanas usan velo, igual, hay velos disponibles para las visitas que así lo deseen usar. Sin embargo, algunas veces personas que vienen de la iglesia adventista o de alguna organización reformista, quieren saber por qué lo hacemos. Es para esas almas sinceras, que se prepara este folleto.

¿Es un asunto vigente?

La mayoría de iglesias responderá que esto ya no es para las cristianas de hoy. Otras dirán que sí, que la mujer debe usar un velo. Otras enseñan que el cabello les es dado a las mujeres en lugar de velo, sin embargo, siempre lo andan recogido.

¿Cuál es la enseñanza de la Iglesia de Dios desde el primer siglo?

NO es un asunto cultural

Nuestro Padre Celestial, “no es Dios de confusión” (1 Corintios 14:30) Y el desea que en medio de su pueblo, “se haga todo decentemente y con orden” (ver. 40) En el cielo existe un orden perfecto. “Se me ha mostrado el orden, el orden perfecto del cielo.” (La voz: su educación y uso correcto, pág. 476)

Es por eso, que se debe el estudiar el asunto del cubrirse la cabeza de la mujer cristiana, con base a ese principio, tal y como lo hace el apóstol Pablo en el capítulo 11 de la primera carta a los Corintios.

Es un asunto de respeto a la jerarquía divina.

El siervo de Dios, inicia, su argumentación sobre este tema, de la siguiente manera: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.” I Corintios 11:3

En las edades eternas, el Hijo, decidió someterse a la autoridad del Padre, no porque fuera inferior a Él, si no, por la ausencia del espíritu de superioridad en el mismo. En el Reino Celestial, las cosas se ven de manera opuesta a lo que sucede en este mundo. Bien lo recalcó Jesús, cuando dijo: “Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de

vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Marcos 10:42-45

La humildad, es una característica innata del Señor Jesucristo. En un momento, el Padre tuvo la necesidad de resaltar ante los seres celestiales, la Deidad y la preeminencia que tenía su Hijo.

“Más del Hijo dice: tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino.” Hebreos 1:8 Al respecto, los Testimonios, nos dicen: “El gran Creador convocó a las huestes celestiales para conferir honra especial a su Hijo en presencia de todos los ángeles. Este estaba sentado en el trono con el Padre, con la multitud celestial de santos ángeles reunida a su alrededor. Entonces el Padre hizo saber que había ordenado que Cristo, su Hijo, fuera igual a él; de modo que doquiera estuviese su Hijo, estaría él mismo también. La palabra del Hijo debería obedecerse tan prontamente como la del Padre. Este había sido investido de la autoridad de comandar las huestes angélicas…“Cristo era reconocido como Soberano del Cielo, con poder y autoridad iguales a los de Dios.” (Historia de la redención, págs. 14-15)

Pero, el espíritu de descontento y supremacía, había encontrado cabida en Lucifer. “Satanás fue una vez un ángel a quien se honraba en el cielo, el que seguía en orden a Cristo.” – Primeros Escritos, pág. 160 El enemigo, buscaba exaltación por encima de Jesús, no respetaba la jerarquía establecida.

“Poco a poco Lucifer llegó a albergar el deseo de ensalzarse. Las Escrituras dicen: “Enaltecióse tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu resplandor.” Vers. 17. “Tú que decías en tu corazón: … Junto a las estrellas de Dios ensalzaré mi solio, y seré semejante al Altísimo.” Isaías 14:13, 14. Aunque toda su gloria procedía de Dios, este poderoso ángel llegó a considerarla como perteneciente a sí mismo. Descontento con el puesto que ocupaba, a pesar de ser el ángel que recibía más honores entre las huestes celestiales, se aventuró a codiciar el

homenaje que sólo debe darse al Creador… Y codiciando la gloria con que el Padre infinito había investido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba al poder que sólo pertenecía a Cristo.” (Patriarcas y profetas, págs. 13-14)

No solo, no le bastó en desechar el mismo ese orden divino, si no que “se apartó entonces de los ángeles leales acusándolos de servilismo. Estos se asombraron al ver que Lucifer tenía éxito en sus esfuerzos por incitar a la rebelión.” (Historia de la redención, pág. 16) Hasta el día de hoy, el se ha empeñado, en trastornar o por lo menos confundir al ser humano, para de esa manera, lograr que se pase por alto, el lugar exaltado del Hijo de Dios.

El Comentario Bíblico Adventista, indica con relación a 1 Corintios 11:3 “Se presentan tres grados de sumisión. El varón debe reconocer a Cristo como su Amo y Señor; la mujer, que reconoce la supremacía de Cristo en todo, reconoce también que en la vida doméstica está colocada bajo la conducción y protección del hombre. Aunque Cristo es igual al Padre (ver la Nota Adicional de Juan 1), se lo presenta reconociendo a Dios como cabeza. En una junta de personas de igual categoría, siempre se elige a uno para que presida. Algunos ven aquí una referencia a una sumisión involuntaria de Cristo en el cumplimiento del plan de salvación. Ver com. 1 Cor. 15: 25-28 (El poder y la dignidad del esposo dependen de la posición que ocupa en relación con Cristo, su cabeza; por lo tanto, la sumisión de la esposa frente al esposo en realidad significa que ella depende de Cristo. La sumisión de la esposa a su esposo fue un plan divinamente presentar a bien de ambos cónyuges (ver PP 44 -43) Pero esta dependencia no significa en ninguna forma ni la más mínima degradación. Así como la iglesia no se deshonra por depender de Cristo (ver Efe. 1: 18-23; 3: 17-19; 4: 13, 15-16), tampoco se deshonra la mujer por depender del hombre.”

Es un asunto de respeto a la cabeza de la familia

El segundo argumento de Pablo, con relación a este tema, nos lleva a los días de la creación. “Porque el varón no procede de la mujer,

sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.” (1 Corintios 11:8-9)

“El padre y el Hijo emprendieron la grandiosa y admirable obra que habían proyectado: la creación del mundo. La tierra que salió de las manos del Creador era sumamente hermosa. Había montañas, colinas y llanuras, y entre medio había ríos, lagos y lagunas. La tierra no era una vasta llanura; la monotonía del paisaje estaba interrumpida por colinas y montañas, no altas y abruptas como las de ahora, sino de formas hermosas y regulares. No se veían las rocas escarpadas y desnudas, porque yacían bajo la superficie, como si fueran los huesos de la tierra. Las aguas se distribuían con regularidad. Las colinas, montañas y bellísimas llanuras estaban adornadas con plantas y flores, y altos y majestuosos árboles de toda clase, muchísimo más grandes y hermosos que los de ahora. El aire era puro y saludable, y la tierra parecía un noble palacio. Los ángeles se regocijaban al contemplar las admirables y hermosas obras de Dios.” – Historia de la redención, pág. 20

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.” (Génesis 1:28)

“Después de la creación de Adán, toda criatura viviente fué traída ante su presencia para recibir un nombre; vió que a cada uno se le había dado una compañera, pero entre todos ellos no había “ayuda idónea para él.” Entre todas las criaturas que Dios había creado en la tierra, no había ninguna igual al hombre. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo, haréle ayuda idónea para él.” Génesis 2:18.” (Patriarcas y Profetas, pág. 26)

“Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre.” (Génesis 2:21-22)

“Dios mismo dió a Adán una compañera. Le proveyó de una “ayuda idónea para él,” alguien que realmente le correspondía, una persona digna y apropiada para ser su compañera y que podría ser una sola cosa con él en amor y simpatía. Eva fué creada de una costilla tomada del costado de Adán; este hecho significa que ella no debía dominarle como cabeza, ni tampoco debía ser humillada y hollada bajo sus plantas como un ser inferior, sino que más bien debía estar a su lado como su igual, para ser amada y protegida por él. Siendo parte del hombre, hueso de sus huesos y carne de su carne, era ella su segundo yo; y quedaba en evidencia la unión íntima y afectuosa que debía existir en esta relación.” (Patriarcas y Profetas, pág. 26-27)

Como vemos, el propósito de Dios al crear a la mujer, era que fuera la compañera, en igualdad al varón. Sin embargo, Satanás, no estaba satisfecho nuevamente con el orden establecido por la Deidad y puso en práctica su plan, para hacer caer a la pareja recién creada.

“No siéndole posible continuar con su rebelión en el cielo, Satanás halló un nuevo campo de acción para su enemistad contra Dios, al tramar la ruina de la raza humana. Vió en la felicidad y en la paz que la santa pareja gozaba en el Edén el deleite que él había perdido para siempre. Estimulado por la envidia, resolvió inducirlos a desobedecer y atraer sobre sí la culpa y el castigo del pecado. Trataría de cambiar su amor en desconfianza, y sus cantos de alabanza en oprobio para su Creador. De esta manera no sólo arrojaría a estos inocentes seres en la desgracia en que él mismo se encontraba, sino que también ocasionaría deshonra para Dios y pesar en los cielos.” (Patriarcas y Profetas, pág. 34)

Ha sido el propósito del enemigo, hacer dudar a Dios, de lo que El ha establecido, mediante argumentos humanos.

“Tal ha sido la labor que Satanás ha llevado adelante con gran éxito, desde los días de Adán hasta el presente. Tienta a los hombres a desconfiar del amor de Dios y a dudar de su sabiduría.

Constantemente pugna por despertar en los seres humanos un espíritu de curiosidad irreverente, un inquieto e inquisitivo deseo de penetrar en los inescrutables secretos del poder y la sabiduría de Dios. En sus esfuerzos por escudriñar aquello que Dios tuvo a bien ocultarnos, muchos pasan por alto las verdades eternas que nos ha revelado y que son esenciales para nuestra salvación. Satanás induce a los hombres a la desobediencia llevándoles a creer que entran en un admirable campo de conocimiento.” (Patriarcas y Profetas, pág. 37)

Finalmente, la mujer, cedió a sus tentaciones y arrastró a su esposo en la desobediencia a Dios, trayendo como consecuencia, un cambio en el orden dado por el Creador a la humanidad.

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió, así como ella… A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.” (Génesis 3:6,16)

“A Eva se le habló de la tristeza y los dolores que sufriría. Y el Señor dijo: “A tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti.” En la creación Dios la había hecho igual a Adán. Si hubiesen permanecido obedientes a Dios, en concordancia con su gran ley de amor, siempre hubieran estado en mutua armonía; pero el pecado había traído discordia, y ahora la unión y la armonía podían mantenerse sólo mediante la sumisión del uno o del otro. Eva había sido la primera en pecar, había caído en tentación por haberse separado de su compañero, contrariando la instrucción divina. Adán pecó a sus instancias, y ahora ella fué puesta en sujeción a su marido.” (Patriarcas y Profetas, pág. 42)

El Señor Jesús, por amor, a la humanidad “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí

mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:6-8 Por medio de su sacrificio, abrió un camino a la salvación tanto, de hombres como mujeres, sin embargo, eso no cambió el orden establecido por Dios.

“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.” (Efesios 5:22-24)

Esta es una enseñanza que se repite, vez tras vez en las Escrituras y es parte del fundamento que usa Pablo, para señalar la importancia de que la mujer cristiana se cubra al orar o predicar. Al hacerlo, demuestra que entiende y comprende la jerarquía puesta por Dios y que se somete voluntariamente a ese orden, en obediencia al Señor.

El apóstol Padre, hace la misma relación entre la manera de vestir y la sumisión de la mujer a su marido. “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.” (1 Pedro 3:1-6)

Vale la pena preguntarse, ¿cómo demostraban las santas de la antigüedad su modestia? “Rebeca también alzó sus ojos, y vio a Isaac, y descendió del camello; porque había preguntado al criado: ¿Quién es este varón que viene por el campo hacia nosotros? Y el

criado había respondido: Este es mi señor. Ella entonces tomó el velo, y se cubrió.” (Génesis 24: 64-65)

No es machismo

El mismo Pablo, les recuerda a los corintios: “Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón; porque así como la mujer procede del varón, también el varón nace de la mujer; pero todo procede de Dios.” (1 Corintios 11:11-12) Sin embargo, ese es el argumento de muchos hoy para descartar este asunto, reclamando la igualdad de la mujer. Al respecto, los Testimonios, responden:

“Como mujeres, debemos recordar que el Señor nos ha creado sujetas a nuestro marido. Él es la cabeza. Nuestro juicio, nuestra manera de ver las cosas y nuestras razones deben concordar con la de él hasta donde sea posible. En caso que no fuera posible, la Palabra de Dios da preferencia al marido, siempre que no se trate de un asunto de conciencia. Debemos someternos a la cabeza.” Testimonios acerca de Conducta Sexual, Adulterio, y Divorcio, pág. 32.

“Los que se sienten llamados a unirse al movimiento en favor de los derechos de las mujeres y la así llamada reforma del vestido, sería mejor que cortaran su conexión con el mensaje del tercer ángel. El espíritu que acompaña al uno no puede estar en armonía con el otro. Las Escrituras hablan con claridad acerca de las relaciones y los derechos de los hombres y mujeres.” Testimonios para la Iglesia, tomo 1, pág. 373

NO es un asunto del primer siglo

Los ángeles en las asambleas de los santos

Una vez que ha establecido, el tema de la autoridad del varón, de su jerarquía en la casa y en la iglesia, Pablo continúa: “Por lo cual la

mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.” Nótese lo siguiente:

No es un asunto opcional: “la mujer debe tener señal” Es claro, por las palabras que utiliza que es un mandato. No es una recomendación.

Algunos, alegan citando 1 Samuel 16:17 “… porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón,” que la vestimenta y las cosas exteriores no son de importancia a la vista de Dios. Eso es un falso argumento. El Nuevo Testamento contiene instrucciones muy precisas sobre la vestimenta del cristiano. Si Dios no diera importancia a nuestra apariencia exterior, pasajes como Isaías 3:16-24; 1 Timoteo 2:9-10; 1 Pedro 3:1-4, no estarían en las Escrituras.

Es muy interesante, que las vestiduras sagradas de Aarón como sumo sacerdote, debían ser hechas por mandato de Dios “para honra y hermosura.” Éxodo 28:2 Al respecto, los Testimonios, nos enseñan: “Fueron muy específicas las instrucciones dadas acerca de las vestiduras de Aarón, porque eran simbólicas. Así la indumentaria de los que siguen a Cristo, debe ser simbólica. En todas las cosas, hemos de ser representantes de él.” (Joyas de los Testimonios, Tomo II, págs 393-394) De igual manera, Pablo señala que a la mujer le es honroso, dejarse crecer el cabello, en el contexto del cubrirse la cabeza.

No es un asunto cultural, ni temporal. Tiene que ver con reconocer la autoridad establecida por Dios. Decir que ya no se necesita cubrir, equivale a decir que ya no existe ese orden. De lo cual, no hay la más mínima señal de que haya sucedido en los Escritos del Nuevo Testamento, ni en los Testimonios, como hemos visto.

Pablo enmarca toda esta disertación dentro de lo que él, llama: “las instrucciones tal como os las entregué” (1 Corintios

11:2), anteriormente en el capítulo 4, les había dicho que les enviaba a Timoteo “el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias.” (versículo 17) y recalca que es un asunto, no limitado a la iglesia de Corinto, pues dice, al terminar su argumento: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.” (versículo 16) Decir, que esa era una enseñanza local, va en contra de lo establecido por el mismo, cuando mandó: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.” (1 Corintios 1:10) El no iba a instar a las iglesias a que fueran “unánimes a una voz” (Romanos 15:16), “unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27), a que llegaran a ser “unánimes, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:2), para “que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios” (Efesios 4:13), para luego, establecer enseñanzas contradictorias en unas congregaciones.

El mismo, exhortó “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Corintios 1:2) recordándoles, que eran parte de la Iglesia universal. Su enseñanza llamaba a no adecuarse a las costumbres del mundo “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2) Además, no hay señal alguna que esto sea un asunto cultural, porque los argumentos presentados, no tienen que ver con cultura, sino, con hechos bíblicos y teológicos.

Finalmente, Pablo reitera que no es algo local “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones…” (1 Corintios 14:33-34) Y reclama la máxima

autoridad para lo que les ha dicho: “Si alguno se cree profeta, o espiritual, reconozca que lo que os escribo son mandamientos del Señor” (1 Corintios 14:37)

No estaba relacionado con una cultura específica, como se dice frecuentemente, si no, que es por causa de los ángeles.

La Biblia nos dice “Dios nos ha exhibido a nosotros… pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.” (1 Corintios 4:9) Lo que sucede en nuestro medio, son “cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles.” (I Pedro 1:12) Por medio del sacrificio y la obra de expiación que realiza el Señor Jesús, se ha restaurado la comunión de los fieles de la tierra con los del cielo. “ Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra.” (Efesios 3:14-15)

Este argumento de Pablo, sin lugar a dudas, desecha lo expresado por muchos líderes religiosos, tendiente a desacreditar, lo tan claramente expuesto, sobre la necesidad de que la mujer cristiana se cubra la cabeza. Los ángeles no tienen diferencias culturales, ni hacen acepción de personas. La mensajera del Señor, nos dice al respecto:

“La iglesia de Dios en la tierra es una con la iglesia de Dios en el cielo. Los creyentes de la tierra y los seres del cielo que nunca han caído constituyen una sola iglesia. Todo ser celestial está interesado en las asambleas de los santos que en la tierra se congregan para adorar a Dios. En el atrio interior del cielo escuchan el testimonio que dan los testigos de Cristo en el atrio exterior de la tierra, y las alabanzas de los adoradores de este mundo hallan su complemento en la antífona celestial, y el loor y el regocijo repercuten por todos los atrios celestiales porque Cristo no murió en vano por los caídos hijos de Adán. Mientras que los ángeles beben en el manantial principal, los santos de la tierra beben los raudales puros que fluyen del trono y alegran la ciudad de nuestro Dios. ¡Ojalá que todos pudiesen comprender cuán cerca

está el cielo de la tierra! Aun cuando los hijos nacidos en la tierra no lo saben, tienen ángeles de luz por compañeros. Un testigo silencioso vela sobre toda alma, tratando de atraerla a Cristo. Mientras haya esperanza, hasta que los hombres resistan al Espíritu Santo para eterna ruina suya, son guardados por los seres celestiales. Recordemos todos que en cada asamblea de los santos realizada en la tierra, hay ángeles de Dios escuchando los testimonios, himnos y oraciones. Recordemos que nuestras alabanzas quedan suplidas por los coros de las huestes angélicas en lo alto.” (Consejos para la Iglesia, págs. 433-434)

Ellos están acostumbrados al perfecto orden y la obediencia “Los santos ángeles respetan lo establecido por Dios, sin cuestionar: “En la santa ciudad hay perfecto orden y armonía. Todos los ángeles comisionados para visitar la tierra, llevan una tarjeta de oro que, al salir o entrar en la ciudad, presentan a los ángeles de la puerta.” (Testimonios Selectos, Tomo I, pág. 95) Y el apóstol, le recuerda a las mujeres que deben también respectar ese órden cubriéndose.

El Comentario Bíblico Adventista, comentando la expresión “por causa de los ángeles” de 1 Corintios 11: 10 explica: “Pablo se refería a los ángeles buenos que están presentes en las reuniones religiosas Públicas, y ante los cuales las mujeres debieran comportarse con el debido decoro. Los ángeles, que tienen una elevada comprensión de la majestad y la grandeza de Dios, cubren su rostro con respeto cuando pronuncian su nombre (ver OE 187).Y cualquier manifestación de irreverencia o de falta de respeto en las reuniones de culto cristiano no sólo sería un insulto para el Creador, sino también una ofensa para los ángeles, quienes se complacen en honrar a Dios y cumplir sus órdenes, reconociendo alegremente la dignidad y la gloria del Señor (Sal. 103: 20; cf. Isa. 6: 2-3; Apoc. 4: 8). Los seres humanos necesitan tener un concepto mucho mayor de la santidad y de la grandeza de Dios; deben dirigirse a él con reverencia y hacer todas las cosas estrictamente de acuerdo con su voluntad revelada (ver Sal. 29:1-

2) Si las mujeres tenían que obedecer la costumbre de llevar la señal de su posición subordinada por temor de ofender a los ángeles, ¿no debían temer mucho más ofender a Aquel ante quien están en sujeción todos los seres y los ángeles?”

NO es un asunto sin importancia

El mismo apóstol enseñó: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17) Lo contenido en esta carta es inspirado por Dios, para edificación de la iglesia.

Pablo, después de explicar sus argumentos, ayuda a la iglesia a que analice, lo que el ha expuesto, planteándole la pregunta “Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?” (1 Corintios 11:13) A lo que el mismo responde “La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?” (versículo 14) Es claro, que el desea que la iglesia comprenda que es un mandato, que no deben haber excusas para no cumplir. El no da la posibilidad de argumentar esta enseñanza, pues recalca “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.” (versículo 16)

Es muy curioso que el mismo Comentario Bíblico Adventista, a pesar de que lo escribieron destacados teólogos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, que descarta el uso del velo, comentando 1 Corintios 11:16, remarca:

“Contencioso. Gr. filóneikos, “aficionado a disputas”. Después de todo lo dicho acerca del tema, era posible que todavía hubiera alguien en la iglesia de Corinto que pensara que tenía derecho a presentar objeciones contra la enseñanza de que las mujeres debían llevar velo, y tratar de imponer su enseñanza en la iglesia en contra del consejo que había dado Pablo. Esta persona debía

comprender que Dios estaba guiando a su iglesia en conjunto; él no guía a individuos aislados; por esta razón una opinión personal debe ceder ante la voz de la iglesia cuando el conjunto de creyentes actúa de acuerdo con las instrucciones inspiradas del Señor…

“No tenemos tal costumbre. Los apóstoles no enseñaban ni seguían la práctica de aprobar que se presentaran las mujeres sin usar velo en el culto público. El hecho de que en las iglesias cristianas de otras partes las mujeres no participaban en los servicios con la cabeza descubierta, debería haber sugerido a las mujeres de Corinto lo que debían hacer. No acceder a la regla generalmente aceptada en las iglesias de otras partes habría sido un motivo de incomprensión y ofensa. La opinión y la conducta de la generalidad de los creyentes debían ser también respetadas por unos pocos empecinados miembros de la iglesia de Corinto que no debían oponerse a ellas. Este es un buen principio: uno o unos pocos individuos no deben creer que sus ideas son superiores a la opinión general de la iglesia en conjunto, y no tienen por qué tratar de suponer sus ideas a la mayoría, sin tener en cuenta las enseñanzas de las Escrituras y la práctica aceptada por la iglesia.”

De esta manera, el mismo comentario, señala, que no era un asunto limitado a la iglesia de Corinto, ni a una enseñanza personal de Pablo, como predican hoy día desde sus púlpitos, sino, que reconoce era una enseñanza de los apóstoles y practicada por las iglesias cristianas primitivas.

¿Cuándo y con qué debe cubrirse?

Hasta ahora, hemos demostrado, que es un mandato, el uso de cobertura de la cabeza en la mujer cristiana, relacionado con el servicio a Dios, en sumisión al orden establecido por Él. Entonces, lo siguiente que debemos responder es ¿cuándo debe cubrirse la mujer?

“Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza. Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza

descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado.” (1 Corintios 11:4-5) La respuesta es sencilla. La mujer debe cubrirse mientras ora o está en un servicio donde se predica la Palabra de Dios. No hay argumentos para que las hermanas, deban cubrirse durante sus quehaceres cotidianos.

Una vez establecido esto. Respondamos ¿con qué debe cubrirse?

La mujer debe tener “una señal de autoridad sobre su cabeza” lo que implica que deban usar un velo, en señal de sumisión. Esta señal no puede ser el cabello, porque tanto el hombre como la mujer tienen cubierta su cabeza con cabello. El apóstol señala “Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer cortarse el cabello o raparse, que se cubra. Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón.” (1 Corintios 11:6-7) Es un poco irónico que haya grupos de reformistas, que enseñen que la mujer debe dejarse crecer el cabello, pero, que no enseñen que se deba cubrir, pues o se hacen las dos cosas o como dice Pablo, entonces que se rapen, no hay puntos intermedios.

¿El cabello largo?

Para responder a esta pregunta, necesitamos establecer ¿cuán largo debe ser el cabello? El apóstol no nos da una medida en centímetros, pero dice claramente: “a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso. (1 Corintios 11:15 primera parte) La antigua versión Reina Valera, traducía esa expresión así: “á la mujer criar el cabello le es honroso” (Reina Valera 1909), al igual lo hace la Biblia del Jubileo 2000: “a la mujer criar el cabello le es honroso.” Criar significa cuidar algo, para que crezca y se haga grande. No significa cortar para que no crezca, como algunos quieren hacerlo decir hoy.

Observe que Pablo dice que es un honor para la hermana dejarse crecer el cabello, así lo debe ver, es un privilegio que le es dado.

Nunca debe pensar en el como una carga. Otras versiones traducen este versículo de la siguiente manera:

“pero que si la mujer tiene el cabello largo le es una gloria?” (La Biblia de las Américas)

“mientras que es una gloria para la mujer llevar cabello largo?” (Nueva Versión Internacional)

“mientras es una gloria para la mujer la cabellera?” (La Biblia de Jerusalén)

En consonancia con esta enseñanza, nuestras hermanas de manera unánime, dejan crecer su cabello para debajo de la cintura más o menos, donde inicia su falda.

Hay un estudio más detallado y profundo, sobre este tema en nuestro sitio: irasd.org

LA IGLESIA DE LOS

REFORMADORES ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA IRASD.ORG