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Desde el exilio Yolanda Gudiño Cicero

Desde el exilio - Falsaria.com · me desgarra ese secreto que te lame la espalda esa pausa cargada de compases. Ese dolor de construir presentes y futuros solo, con la cabeza entre

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Desde el exilio Yolanda Gudiño Cicero

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Índice

Desde el exilio 2 Hojas caídas 4 Una idea 5 Sí voy 6 Cavilaciones 7 Las poetas 8 Nostalgia 9 Mujer 10 Me dueles 11 Emigrar 13 La patria rota 16 Vuelvo 18 Vacío 20 Te vas 21 Va saliendo a la vida 23 Dennise 25 Podredumbre 27 De niña a mujer 28 En la poesía 30 Crucificadas 31 Elegía de Juárez 33 Invierno 35 Estío 36 En fuga 38 Vamos quiero 39 Margarita 41 Arte 42 Madre e hija 44 Desesperanza 45 Libertad 47 Espera 49 Lenguaje 52 Mujer iraquí 57 Tarde de hallazgos 60 Ensoñaciones breves 62 Yo sí te lo perdonaría 63 La bailarina 64 A los treinta 65 Morir 68 Azul 70 Huir 71 Salir de casa 73 Nada, nunca 75 Los fantasmas 76 Índice 78

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Desde el exilio.

Se escribe, por la necesidad vital de contar la propia historia; de descargar lo vivido aún a través de la ficción más inverosímil, desde el personaje mas extraño o irreal.

Sí, la historia se escurre poro a poro, escapa de las miradas, se traduce en suspiro, mueca, guiño, hasta que a guisa de poema estalla reventando sobre el papel; bien o mal, disfrazada o descaradamente real.

Es así como en cada palabra, cada trazo y cada idea se va un poco de nosotras mismas, se imprimen los recuerdos para desahogar la memoria y seguir almacenando una y otra vez. Vaciando para llenar de nuevo; porque la vida no se detiene, sigue corriendo hasta ahogarnos en su abundancia de preguntas, hasta desbordar la conciencia, hasta rebasar la cordura, hasta morir.

Por eso es que comienzo descargando ahora, aún antes de saber lo que vendrá, con la sola idea de impregnarme en el papel, de vaciarme, de hacer una pausa larga para seguir viviendo, para que me quepan más palabras, más historias...

Hablaré aquí, desde esta orilla, por la que se ven pasar agonizantes las libertades prestadas de la patria. No sé cómo. La forma irá saliendo poco a poco, el fondo se escribirá solo, con hilos de recuerdos, con sangre de palabras, a fuerza de protestas.

Lo único que vale es la palabra dicha, aquella que alcanza a evadir la sombra de prejuicios que amenaza con mutilarle la existencia. Hablar, escribir, narrar, para seguir viviendo.

Hablar desde el exilio; escribir desde este exilio tan ignorado pero tan real, ver una patria nombrada mujer por extranjeros que no me dice nada, forjada de supuestos, de reglas que no entiendo, plagada de fronteras de cuerpo y de conciencia. Construida de noche con siglos de silencio. Y yo, atrapada, hablando en el exilio, saliéndome de todo, viviendo relegada, luchando con la pluma por romper las barreras, la complicidad del silencio, las historias dormidas; gritando en el destierro, gritando en el exilio.

Porque ser mujer y hablar como mujer parada sobre lo que soy y siento sin detenerme en la imagen creada a fuerza de golpes de cuerpo y de conciencia, es ciertamente, hablar desde el exilio.

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Hojas caídas

Tarde de hojas caídas de sueños inertes,

utopías dormidas que muerden, desgarran y desangran

en la fría noche del milenio tan global, tan muerto tan ajeno. Mientras la lluvia, sangre de estrellas clavadas en el pecho gota a gota nos devora las ganas, los años, los caminos. Hoy, mañana, después y más allá de nuestros violados sueños quizá la muerte nos devuelva el aire que hoy nos falta.

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Una idea

Sentada sueño sin honor y sin gloria

mis palabras se han dicho y perdido en la historia, esa infeliz bastarda que sentada me mira más allá del espejo de mi ser mutilado y me devuelve la imagen de una diosa dormida sin rostro ni lamento, que se entrega a los buitres voraces de los siglos. Me niego, me rindo, me deshojo en verano por mi pasado sin pausa, me defines ausente siendo parte de todo, te contesto una idea soy yo soy aquí soy mujer.

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Sí voy

Voces ocultas en el ocaso tierno

me pintan inconclusa asida del olvido

sí voy sí estoy asida de lo inmensa que es la pregunta incierta pendiendo de la noche clavada en su memoria. Me escurro por los pechos, me desangro en la risa. Sí voy sí estoy en un universo lento, colgada del silencio, presente en cada cosa y así aún ausente. Sí voy sí estoy pegada a tu cintura, pendiendo de tu amarre arrastro mi conciencia por donde van tus pasos.

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Cavilaciones

Silencio

Grita el silencio bajo la fría amapola,

lo veo parir con lágrimas de furia su vientre tuvo una hija que no sabe callar, que grita su miseria la mía la de todas

Dolor Sentí dolor cuando parí el primer proyecto. sentí dolor cuando parí el primer poema. sentí dolor cuando parí a mis dos hijos, pero ningún dolor se puede comparar con aquél que sentí cuando una noche obscura, en contra de los siglos yo me parí a mí misma.

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Las Poetas

Las poetas, tenemos un poco de la locura

celeste de las ninfas algo del grito intempestivo de las mareas, el brillo de la luna sobre el sexo. Las poetas amamos sin razón sin cordura perseguimos el sueño de Afrodita mientras con la palabra denunciamos el cruel flagelo de la historia. Somos animales en celo entre el sol y la luna que la tierra aprisiona con muros de silencio. Levantamos el alma mientras ondeamos el puño somos fuego tormenta savia hiedra enredadera que trepa en la memoria. Somos todo en la nada Freudiana de nuestros subconscientes. La sed nos consume en su grito viajero mientras la canción gloriosa de la historia nos mutila la paz el hoy la palabra. Viajamos con alma de papel y tintero para hacernos visibles, para tener un nombre en el caldo inconcluso de la razón humana. Las poetas somos mujeres que desde el exilio hablamos para construir la patria.

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Nostalgia

Amada nostalgia vete no me hieras con tu finito aliento, arranca por fin la temporalidad de lo eterno, olvídala perdónala. No sublimes mi esperanza si en el recuerdo se hará jirón. No quiero ahogarme en los adioses de los encuentros a los que me has forzado. Trágame vida, llévame sola pero intacta de las muertes conocidas, aléjame del trato que me haga olvidar la idea de un final. Del dolor de los recuerdos, historias rotas casi a medias clavadas en la nostalgia del amigo. Llévame contigo hacia el olvido, impídeme la pena de cualquier roce con algo menos que inmortal. Evítame el amargo trago de tantas despedidas no planeadas.

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Mujer

Viento de polvos enmohecidos, relojes: cómplices dolorosos, ángel, rosa, arpía, amor, fetiche; nada más allá nada. Imagen insinuante, callada; noche: dolorida espera; escoba, palabra, adorno, renuncia; nada más allá nada. Instantes amargos, felices silencios, la historia sentada y la vida corriendo; épocas, modas, corrientes, pensamientos; nada más allá nada Una nada de palabras prestadas; poesías: definiciones robadas; anhelos, sueños, haceres, deshaceres; y frente al espejo un concepto indefinido sólo ella mujer.

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Me dueles

Cómo duelen los hombros de andar haciendo historia, de desgarrarse en sueños, de caminar a gatas de utopía en utopía. Como duele el color que se funde en los ojos ciegos y cansados navegando en un rayo de sombra. Cómo duele la nostalgia que saborea la paz de los difuntos que se mete entre los huesos gelatinosos de los fetos. Cómo duele amar y morir y callar y despertar cantando a la memoria y andar cargando secretos de aserrín y escalofrío. Duelen la noche sobre la piel, las voces entrecortadas en la oscuridad, la vida y ese pasado que muerde los talones. Tú me dueles con el silencio en que me envuelves, me desgarra ese secreto que te lame la espalda esa pausa cargada de compases. Ese dolor de construir presentes y futuros solo, con la cabeza entre las milpas y el sexo confundido avergonzado. Me duelen en azul tu vida, tu amor, tus suspiros al viento, clandestinos, dolidos de la memoria muerta. Eternos días de cortas noches sofocados con la sábana del tiempo. doliendo en el alma que de andar revolcando la nostalgia, se ha vuelto gaviota difuminada en nuestras venas. Dolor que dueles en el llanto, sal del agua, grita fuerte, llama clama espera. Carne maldita que enmudeces duerme lenta los otros jamás entenderán.

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Emigrar

Por los caminos grises de verdes carceleros, emigra la esperanza. Sobre las sonrisas púrpura de las niñas, la nostalgia se viste de recuerdo. El recuerdo, convertido en humo, adormece, embiste, combate. El humo, en una columna frágil e incansable se funde con la nube, con el viento, con el cielo. El cielo, empapelado de anhelos se marcha a otros valles. Esos valles, hoy desfilan incontenibles danzando en las pupilas de las niñas mientras el autobús marrón se abre camino en la sierra. Así es la historia, Trágica oculta dividida

De la esperanza al labio, del labio a la sonrisa, de la sonrisa a la nostalgia, de la nostalgia al recuerdo, del recuerdo al humo, del humo al cielo, del cielo al valle, del valle a la pupila que se aleja buscando la esperanza.

María se aleja con su valle en la pupila a trabajar en casa o en vida que pasa de corazón a corazón. No importa, que al fin es igual acabar el día con la pupila rota de tanto extrañar. Las ventanas, el cielo, el agua entubada, el miedo, la calle, el son de la tele ¡Que extraño! ¡Que ajeno! ¡Que cómodo! ¡Que bueno! María que limpia que barre y trapea que corre hacia un lado que come que viste que conoce a un chico. En casa los viejos que esperan y rezan

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y compran sus sueños con la nostalgia de ella, que danzan que siguen creyendo en su sierra sus pupilas intactas reflejando el valle. María que viene y trae un chiquillo, le deja, le mima, se va, ya no vuelve. Que corre, que sueña, ya va por el quinto. Eterno retorno de abajo hacia arriba, la pupila vacía, ausentes los valles. Así es la historia, de la esperanza al labio, del labio a la sonrisa, de la sonrisa a la nostalgia, de la nostalgia al recuerdo, del recuerdo al humo, del humo al cielo, del cielo al valle, del valle a la pupila, que se aleja buscando la esperanza. Para acabar convertida en guijarro bajo el amado

valle.

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La Patria Rota

América mujer

América latina amante del olvido, callada y sudorosa, atada al pensamiento de los hombres, tus captores pero al fin, mujer sangre de viento. Eres madre que se busca entre los restos de un hijo que se fue; eres niña campesina sin destino, mujer atada por la historia de su vientre. Lloras, sobre tu libertad sin nombre, sobre tu espacio sin lugar para ser tú. América violada, abandonada, amordazada para evitar un grito que revienta en tus entrañas, para clamar sobre el viento los derechos de tus hijas ignoradas, torturadas en el cuerpo y la conciencia, temidas en el sexo y la razón. ¡Ay América!, no te rindas, no me dejes con la brisa de los siglos ondeando mi regazo. Llama pronto a las reclutas, armadas con la furia y las estrellas a conquistar los vientos, los crepúsculos, los sones. A sitiar las laderas, los valles, las montañas, en que se esconde el cruel enemigo que en dulce lluvia de palabras nos ata lento a tu destino.

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Vuelvo

Vengo de muchos años de andar y desandar,

de ser viajera errante cansada de esperar. Mi corazón ya seco de buscar, no se aferra al sol, ni cuelga del paisaje que en otras tierras vio. Vengo por caminos de polvo,

dejé atrás la brisa del mar y de la espuma

callada turbulencia que un día me hizo mujer.

Atrás quedó el viento coqueto y a su lado las palmeras meciéndose a la orilla del horizonte. Dije adiós al calor de un sol abrasador en medio del desierto; adiós a la brillante telaraña del cielo muda silenciosa sobre los cactus quietos. Vengo de besar la sierra con un beso de olvido y otro de eternidad de abrasar contra el pecho sus humeantes cabañas sembradas en la roca, sus colores de fiesta sus ríos su dolor. Vengo de muchos años de andar y desandar, mi sed está saciada, no me lleno de nada, ya todo me lo sé. La vida sólo es dejar y encontrar para volar de nuevo, no quiero llorar por aquello que dejo o lo que nunca hallé. Perdona si no puedo amarte como ayer reventar en fiestas al volver, he vuelto a ti, mi cuna, pero estoy donde siempre, Soy hija de la patria mas de ningún lugar.

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Vacío

Tengo los brazos entumidos, asidos al espacio que ha dejado vacío un sueño. Mis pies ya no me llevan a recorrer la vida de otros que se quedan construyendo la historia sin rostros y sin nombres. No puedo sentir como lo hacía antes, cuando detenía el sol entre los dedos y en su caricia tibia dormían mis anhelos. Mi pluma está callada, adormecida tal vez levanta una protesta en contra de mi callada cobardía de las cosas que se han hecho cotidianas, de la tibieza que me invade, de la cómoda ignorancia de una lucha abandonada. Ayer, calló mi corazón acorazado por la distancia, Hoy, se silenció mi pluma víctima de todo a lo que me acostumbro a mi pesar. Y mañana mañana callarán los cantos de las poetas debutantes. Mañana todas las hoy dormidas tendremos la certeza de que todo sigue igual.

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Te vas

Mi trino hierve en la pradera quieta, la sangre llama coagulada de historias a construir poesía. El canto, colmado de recuerdos anida sobre la piel viscosa del caracol oscuro. Mi cueva duerme bajo la luz marchita del croar de las ranas. Rápida trémula la penumbra se traga el horizonte, en mis ojos anida la impaciencia. Te vas vacío te vas envuelto en trinos, con los cabellos convertidos en sombras que se esfuman. Te sigo me pierdo, me enredo en tu memoria sin recuerdos, eres sólo el viento sin aroma, la luz sin color, la rama sin flor. Te grito sofocada de nostalgias, pero al final me atraganto con las lágrimas no escuchas. Te vas en vuelo mientras yo doy vueltas enredada con tu sombra sin salida perdida en el laberinto oscuro de mi propia historia.

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Va saliendo a la vida

A Alejandro

Va saliendo a la vida

va rayando el rocío su cara de ángel que domina la muerte. Voy dormida en cuclillas despeinada y serena con la piel dividida; arlequín espantajo. Voy perdiendo humedad confundida en la risa la nostalgia perdida y aquel té de canela... Tócame pruébame mírame... voy sentada en la brisa caminando en la vida sobre una banqueta. Ni el humo ni el mundo ni la nada o la historia ni tu risa viajera que aprisiono en el pecho. Soy mujer dividida extendiendo los brazos comiéndome las auroras, las mañanas de frágiles vientos los ayeres llamada a matar. Y un abismo que hunde me atrapa los pies, es tan negro y profundo caracola movida por el agua del mar. Ni tu mar ni tu arena ni la brisa ni el sol sólo yo contemplando que la vida se va. Voy asida al recuerdo de lo que pudo ser pero el tiempo y la vida la promesa y Dios. Pero el cura en la iglesia y la historia que mira la costumbre y los siglos el amor y la risa lo que sería no fue. Soy mujer dividida entreabriendo las piernas al futuro y a Dios.

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Dennise

Dennise espera con su cintura mover el hielo que oculta el sol. Se contonea en un arte que va pasando de piel en piel. El arte de desnudarse al ritmo silencioso de su conciencia. Su piel no es piel es carne que maldice y escupe que somete a los hombres y les cobra el desprecio. ¡Sigue bailando! baila hasta que sus fauces se devoren. Hasta que se muerdan y te devuelvan con el alba el reloj del viento. Tómate del tubo y cuelga sobre él, la melena revuelta de tus sueños. ¡Baila Dennise! desnúdate del tiempo al ritmo de mil quimeras galopantes.

Baila muchacha,

con el cuerpo desnudo entre las fauces

babeantes de los lobos. Ellos son eso, sólo cigarros que se consumen en la noche. Tú eres todo, la brisa el mar el sol tú eres todo tú vales todo tú eres mujer con las alas abiertas.

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Podredumbre

Sangre de trigo rasgado entre arlequines de cristal y plata. Luna marchita que enmudeces bajo el faro del último cigarro. Tu caminar apisona el anhelo de mil desvelos que encañonan al silencio. Te veo en música pasar oleando por el tiempo. De un charco negro bebiste y escupiste sobre los siglos tu peste maldita. Año tras año vomitando mi grito cabalgaste muda con sonrisa de máscara. Hasta el día en que con mis cabellos recogí la suciedad del viento.

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A Frida

De niña a mujer

El poeta ondeó su bandera

definió entre sus manos mi silencio, le dio forma a mi alma en su palabra. Es mujer, se dijo entonces, porque mi piel le rozó los senos. Es mujer, porque en mi caricia despertaron sus anhelos, bebió sus pausas en el compás de mi tiempo. Es mujer, repite y su boca se llena de música y sal. Pero el poeta ignora que hay mujeres con la piel marcada entre las sábanas que son niñas atrapadas en un juego de hombres. El poeta ignora que su vuelo no es más que humo diluido en el cielo de mi hambre. Que el ardor de sus lamentos es lumbre que se extingue, pasajero cosquilleo entre las venas. Una mujer nace al tiempo en que comprende que prescinde de la historia del hombre y de Dios. Una mujer se hace en el vuelo de sus alas en la caída agreste del silencio, en un grito que domina al mundo. Una mujer se hace cuando descubre lenta que el sol emana de su boca. Cuando deja de ser pescadora de utopías y su corazón se vuelve tejedor de promesas. Cuando al extender los brazos llega a tocar el olvido y se vuelve perfume en migración. Cuando suelta su pelo para besar la luna con un beso de rabia y otro de identidad. Una mujer lo es, cuando blandiendo el cobre de sus ganas

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se lanza eterna contra los guerreros alados del pasado Cuando ve en su cuerpo la tierra prometida, un paraíso virgen en que sus manos rasgan la penumbra. Ni el vuelo del poeta, ni el destello parpadeante de su cuerpo, ni el sol de la mañana entre sus brazos son capaces de hacer una mujer. Una mujer nace al tiempo en que comprende que prescinde de la historia del hombre y de Dios.

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En la Poesía

En la poesía me descubro música vacía de pentagramas. Soy yo soy yo que sueno entre los muros blancos y callados. Soy yo y el pentagrama se diluye con el agua. En la poesía me sueño eterna tatuada de palabras. Marcada en un azul que se vuelve violeta entre mis ansias. En la poesía me veo libre abonando el tiempo con la magia. Soy yo soy yo que de madrugada vengo hasta la pluma que me llama imaginaria. En la poesía me desnudo del viento de la vida de mí. Soy sueño soy idea soy un acueducto que se vacía lento sobre un papel en blanco.

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Crucificadas

Un faro que dormita oculto en la nostalgia prisionero del mar, arlequín de plata a media escena con su risa perdida frente al pubis.

Una serpiente guinda que me enciende en el humo transparente de su ausencia, bufón echado, sofocado por la sonrisa de mi

imagen ahorcada. ¿Quién es quien toca en el ocaso con la melena

anidada de lombrices? Un payaso del tiempo en nuestra alcoba, que se llora marioneta en libertad. Nube oscura sobre las cruces quietas del panteón. La idea la noche las copas el humo

sobre el piso mojado. Que frío que hace hervir el pecho,

rojo que calla, blanco en espera. Sobre las cruces, los brazos taladrados

arlequín de plata, payaso que lloras crucificadas mis hijas han callado,

mi vientre se desangra de lamentos Padre tiempo recoge sus cuerpos malogrados, las cenizas de las brujas olvidadas,

el dolor de los cuerpos obligados a dar luz. Bufón que ríes bajo el sueño de la luna de sal ocupa tú el silencio de sus cruces mojadas.

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Elegía de Juárez

El noticiero abrupto interrumpe la escena, se cuela violento en la callada paz de la cocina, de la alcoba, de la conciencia interrogada. Ha sido eterna la pausa que hoy se rompe, por fin aparece una cifra perdida, oculta entre las notas. ¡Son más de doscientas! sin que nadie repare en la pregunta en la sordera en el olvido. Muchos cuerpos sembrados bajo el viento, el sol y la historia apisonan las desérticas llanuras de Ciudad Juárez. Empiezan los murmullos las lamentaciones, los intentos fallidos de volver a las tareas de costumbre, ¡qué más da!, se lo buscaron, salían de la maquila en minifalda. Sí, sus piernas orillaron la locura, la masacre el pezón arrancado a mordidas la violación el abrupto disparo de semen sobre el cuerpo. ¡Más de doscientas! y no es sino hasta ahora que las fosas se han cerrado y el grito de los cuerpos podridos rebasa cualquier mordaza, que aparecen entre las notas de espectáculo. Sí, hay que cortar las piernas, amputar los senos, y extirpar los glúteos, silenciar los ojos y las pestañas que incitan, tal vez entonces se acaben la violencia, el odio y la locura.

Una palabra se arremolina en torbellino, aparece el gobernador con la sonrisa de siglos sofocada y el poder de la historia apretado entre los puños. No sé de qué se alarman, en mi Estado, no se mueren más mujeres

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que en cualquier otro. Mi sangre hierve deshecha de quimeras, una mujer no es más, una provocadora de la muerte que arriesga la vida por placer al pisar la banqueta.

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Invierno Si tu sed se desliza en mi hambre, no importa más que el impávido grito de la muerte que acecha. Gélida oculta dividiendo el espacio el mundo mi cama tu almohada. Un invierno de siglos que sigiloso me sigue, ocultándose en la sombra del zaguán de la historia. Fantasma nostálgico evaporado en sonrisa, memorama del tiempo en el hielo que quema el sudor de mis venas. Llama oculto dormido, estancado que la vida nos mira mutilada de orgullo, que el placer nos domina, ciego, inconcluso, arrancando la poca razón del quehacer. Gélido invierno congelado en mi piel no hay mañana, el ayer me lo robó en suspiros.

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Estío El estío asomó su piel de cera a mi cornisa. ¡Que calor de soles grises en el ocaso, de vientos tempestuosos azotando mis propios paradigmas!. Este verano me roba el tiempo, me quema en su caricia vacía de preguntas. Me entume, Me duerme, olvido y perdono el crudo invierno, la gélida inercia de los tiempos. ¿Es verano? ¿O soy yo que me desnudo del ansia? ¿Es calor? ¿O soy yo que me cuezo en el hervor de mis lamentos? Supongo que azoto mi conciencia contra las duras rocas del océano... Pero no sé si es verano o soy yo que acaricio una pausa del tiempo. Dormir, quiero acostarme clara en un pétalo de voz para despertar nostálgica en un copo de viento. Quiero atar un segundo al sonido anestesiado de mi grito. Deseo convertirme en un tejaván llovido de promesas que se acurruque tibio bajo la luna , mientras pasa el verano y la nieve cálida del invierno me devuelve la vitalidad del tiempo.

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En fuga

Crecí con la rabia entumida en el pecho, cada día la promesa de incendiar la voz, el deseo vehemente de rasgar el tiempo robarle mi nombre marcado de estirpes de viejas y grillos, jaulas y jilgueros. Salí de la casa desatando siglos cargada de angustias, ancestrales penas los labios cosidos de antiguas usanzas el alma partida de polvos lejanos. El silencio erguido, de puntas la frente la rabia en el puño, la vida en caminos. Caminos de soplos abriendo veredas veredas de cruces, partiendo los montes los montes despeñan de sueños truncados. Partí taladrando el silencio en el llanto, me senté despacio creyéndome espuma, la piel entumida, sangrante el grillete asido a la angustia, cosido su nombre. Yo elevando un vuelo en el aire prohibido, mi madre cosida a mi piel y al suelo.

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Vamos quiero

Vamos quiero

y en el quiero llanto. Azul enigma que a mi pecho vuelca

en solícita versión

de un silencio astral.

Vamos quiero

y en el quiero versos. Palabras huecas que en complícima dulzura esparcen semen sobre un canto lunar. Vamos quiero Y en el quiero soplos. De un tiempo trémulo trepado al viento lejano, tempestuoso azotando furioso la lejanía cósmica. vamos quiero y en el quiero dudas. Del tiempo viento Y del yo cenizas esparcidas, negras, diminutas, nada sobre el polvo, polvo de mi yo de estrellas esparcido, cósmico, alado, vencido tan micro y tan macro sobre el micro, nada sólo yo de espaldas esparcida, cósmica, alada, vencida. Sobre el polvo humo del tiempo que barre mi yo en destellos.

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Margarita

¿Y si fuésemos eternos? Pero no lo somos niña ¿Y si lo que creemos no fuera y otra cosa que ignoramos de repente se hiciera? Pero no lo es ¿Y si la pobreza no existiese y todos fuésemos hermanos? Pero existe, niña ¿Y si las mujeres fuésemos más fuertes y todos creyesen que somos importantes? Pero no lo somos ¿Y si luchásemos por serlo? Pero no lo hacemos ¿Y si Dios no existiese? Pero existe ¿Y si yo llegase a ser famosa? Pero no lo eres. La madre se queda planchando en la sala, atada a los siglos, anclada al silencio. La niña da vuelta con la negra noche alumbrando el futuro y una muerte lenta clavada en el pecho.

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Arte

En esta casa nadie es un artista, me soplaba el viento al amanecer. Mi pluma se desangraba cada aurora, sola, en la complicidad silente y oscura del olvido alado. Viajó sin sentirse arte por siglos de locura, se creyó escueto pasatiempo, juguete que acallaba el grito solitario de una niña, la canción de cuna con que adormecía su rabia, la muñeca rota que la salvaba del tiempo, de la historia, de la astuta monotonía con que se anuncia para todos la inevitable muerte. Era algo para asesinar las horas, pero mataba inconfesable las cadenas con que la ataban a la ausencia. Así, despacio, atesorando sueños que guardaba en el cristal

de su ventana, un día de sol se descubrió con alas de papel. El arte floreció de noche muy dentro de la cárcel de prejuicios a la que alguien un día la confinó.

Con alas de papel voló muy lejos, tanto que el arte se volvió protesta y la protesta vida y la niña libre y la muerte un trance entre el ser y la ausencia.

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Madre e hija

Miro tempestad borrosa de tiempo y de praderas dulce olor a cera de otros vientos, a risa frágil, a música calmada y soñadora. Tibia melancolía de los años que se arremolinaron entre los párpados y el pecho. Te miro andar con pasos nuevos un camino viejo. No lo recuerdo y sin embargo la historia de mi trino se acuñó al calor de sus andares. Soy viento adormecido que se aleja eres destello solar que amanece. Somos sombras de la historia que la tierra sacude para forjar en su memoria el eco de un grito milenario.

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Desesperanza

¿Cómo obligo al tiempo a cazar la aurora si se despeña al mediodía? ¿Dime cómo estremezco al horizonte si anida sueños en sus esquinas? Si la palabra se vuelve hueca, mueca indirecta para el rencor, si en cada recodo de viento la veo ligera robándose el tiempo, el sonido. ¿Cómo le quito la tibieza al mar si entre sus aires se mece en soplo rubicundo la tristeza? No puedo. No puedo sacudirme el hormigueo parpadeante sobre mi grito. Te miro con el puño alzado, me miro con la cabeza gacha. Nada. Y sin embargo todo a cuestas, sobre la espalda lamida de tropiezos. Tuve calma y la calma se abalanzó sobre mi pecho. Soy un ser que camina con el siglo. Adormecido. Pestilente. Atolondrado. Anidando entre sus manos la piel inerte y metálica de los siglos creyendo que aún respiran. Viven. Sueñan. Soy un ser del ocaso y la tibieza. Del hastío y del hambre. Del instinto y la comodidad. Soy un ser moderno que olvidó darse un respiro para ser. Soy todo y sin embargo, no tengo ser.

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Libertad

La izquierda enarboló su puño con tu grito. Yo, al lado del corazón me prendé del color de tus ojos profundos mirando la mar. Los revolucionarios murieron con tu nombre en la garganta. Mi pueblo, quieto de revoluciones lejanas te asió con el alma al recuerdo y al campo. Los cantores te hicieron cuerpo de poesía, vestido de música. Las mujeres te tatuamos en el alma, en el puño y en las hijas. El mundo corrompió tus lágrimas y tus lamentos, hasta volverte estereotipo, cárcel de prejuicios. Acusó a la izquierda de robarte el alma, a los revolucionarios de interrumpir tu canto, a los cantores de comerciar tu cuerpo y a las mujeres de equivocar el silencio de tu aroma. Hoy, libertad, estás vencida, vendida, pisoteada por rubios nortes, traicioneros, dominadores de la esperanza. Eres esclava porque la libertad no tiene cabida en sus estrechas mentes, en sus malditos dogmas malogrados de esperanza. ¡Ay! Libertad, clamo por tu cuerpo mutilado dentro de sus arsenales, porque sus pequeños cerebros tan llenos de nada lanzan sus aires putrefactos al mundo, diciendo que son vientos sedientos de igualdad. Libertad perdónalos, nada saben de la vida porque nada tienen dentro. Porque el alma, el alma, su alma, se volvió pedrusco arrojado al viento.

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Espera

Espera, cruel compañía de los ratos mudos. Espera, cadena atada a la sangre, a la inseparable angustia, a un grito, a una voz sorda que desde adentro nos taladra el cráneo, la boca del estómago, cada vena, cada pensamiento. Espera, espera y la sangre se vuelve paloma que trepa hacia el sol. Espera con la garganta tiesa, quieta, atormentada. Llévate mi trino vida, pero no me pidas que espere sentada con las manos asidas a una esperanza, a una corazonada del destino. Esos locos sin rostro con muecas ausentes y fríos los dientes tomarán mi cuerpo de papel escudriñando la forma, la técnica, el matiz ridículo de las palabras. Matices que vuelan cargados de todo envueltos en nada. Invisibles a sus torpes gafas volarán los años, la lucha, mi mundo, su ausencia. El manantial creciente de nostalgias en que se ahogaron los meses que me senté confusa a vaciar ausencias en un papel en blanco. Mirarán difusos una prosa mal vestida de promesas, un acento intruso, mal puesto, bufón insubordinado de una gramática enemiga. Mirarán con risa o con disgusto o con complaciente cara de fábula perdonando la candidez, la inocencia, la inmadurez, la juventud, la inexperiencia. Se mirarán con ridículo garbo a mi salud,

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a mi historia, a mi tonta impaciencia por querer triunfar. Una mueca discreta pero plácida guardará mi historia en un cajón oscuro, después en un bote, más tarde en tiras de papel esparcidas al viento. Mientras yo, cruzando el mar a tantas leguas como esquinas tiene el viento, sentada, inmóvil, aguardaré callada por esa llamada que no llegará. Maldeciré los siglos, la historia, a la maestra de español que no me enseñó más. Al perro que mordió mi prosa cuando niña. A Freud que clavó a mi adultez una infancia maldita. Me alzaré vencida contra la historia y el tiempo, la espera y el viento, la risa y la prosa mal hecha. Dormiré despacio con el alma herida ignorando el susurro del hambre. Tiraré mi pluma, inútil pasatiempo. Caminaré mirando al suelo por un camino de gente normal. Después nada. Antes, la espera, la inútil espera de su fallo y de su risa. Ahora, la espera trémula y fugaz. Siempre la espera, ahora del fallo de un jurado severo, después de la muerte.

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Lenguaje

Lenguaje, compañero fiel de mis desvelos, te he llamado siempre desde dentro, tan dentro que olvido a veces la música de tu cuerpo de viento que me embiste. Lenguaje, paraje majestuoso de todas mis ideas, cuna de lo que soy, tumba maldita en que yaceré mañana inerte y fría. Lenguaje, caballero, príncipe azul de mi juventud, jamás necesité a nadie si junto a mí volabas construyendo sueños, mundos, realidades para vagar y escaparnos del invierno, del hambre y los lamentos.

Aún recuerdo nuestros viajes nocturnos, a donde sea, a cualquier parte, la caricia con que me despertabas a media noche para escribir una duda sin respuesta, o un poema rebelde contra mi propio cautiverio.

Eras música, pasatiempo, compañero de la soledad

y de la compañía mundana; me asaltabas tan dentro de mí misma para luego explotar por cada poro de mi cuerpo. Me entregabas implacable al mundo cuando yo prefería perderme en el sonido de tu aroma, ser voz, letra, idea,

¿Qué más podría desear?

De niña, me mostraste el tesoro de tus frases, cargadas de magia, de posibles respuestas a un mundo que desde el firmamento se tragaba mi voz.

Nada, nada era bajo el cúmulo de luces celestes que pendían como crueles guillotinas sobre mi cabeza, pero tú me decías que la voz, mi voz, había de perdurar a la lucha agreste del silencio, fiel compañero de tus propias melodías. Silencio y voz, amigos míos, amigos tuyos,

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camaradas siempre de juegos y deberes.

Supe de lo que se escribe y de lo que se dice, de las palabras que hieren el alma, de las que nadie comprende, de las que se asocian a la locura, de las que provenían de tiempos remotos en boca de mi abuela, de las que se colaban a mi aire citadino desde los ranchos, de aquellas con que se encarcela a las mujeres de las que nos pretenden invisibles de aquellas por las que se da la vida de esas por las que se pierde el alma. En mi juventud, plagaste mis sentidos de revoluciones de luchas por todo y por nada por lo que no que no fue, por lo imposible por el silencio, por la pobreza por mi propia voz encarcelada por la izquierda que me gritaba junto al pecho por los caídos, por los muertos. Por los sueños abandonados de mi padre por su juventud herida de promesas por su adultez maldita de razones. Por la vida callada de mi madre por su lozanía encarcelada de deberes por su marchita estampa mutilada de prejuicios. Por una libertad de patria que azotaba furiosa mi conciencia. Me obligaste a gritar sola sobre las olas de la nada, vacía de mi propia edad. Me llenaste el pecho de lamentos cuando yo quería sumergirme en el desaliento, la hipocresía y el letargo de mi generación. Me obligaste a andar la vida con el puño y el dolor de los caídos a llevar en la voz el canto de los mutilados en el cuerpo, la conciencia o la palabra como intentando lavar el pecado de tibieza de los míos. Y me rendí. me rendí a tus ojos de poeta enamorado a tus sonidos de cascada partiendo rocas a tus labios de miel y chocolate

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a la brisa, a tu aroma a la promesa de robarle al silencio el destino fatal de mis hermanas. Hoy vuelves a llamar con tu mirada inocente de cordero herido sacudiendo la historia que te arrebaté. Eres más fuerte, implacable, codicioso, me muestras el placer de prosa y verso para atraparme entre los pétalos venenosos de tu voz. Me robas la paz y la palabra el silencio y el miedo. Quiero decirte que soy otra Que soy esposa y también madre que soy feliz de mirarme en los ojos tiernos y tibios de mis niños, que con tu magia leo cuentos, induzco fantasías, observo sueños que no me pertenecen. Pero tu risa abofetea la callada paz de mis sepulcros. Me conoces Tan bien, que el final de tu canto es también el final de mi historia. Te ríes, te ríes tú lo sabes todo, sabes que regreso porque no puedo dejar de mirarte a los ojos, porque no he podido olvidar el sabor de tu prosa anidada en el pecho, porque silencio y voz nos han llamado de nuevo a construir historia, porque mi puño no sabe otra cosa que no sea levantarse en una lucha por mí y por todas. Sabes que volveré sabes que vuelvo sabes que estoy aun cuando la lucha me arranque poco a poco la piel que me libra del llanto, esa piel que me salva del miedo profundo a sentir más allá de lo que se puede vivir.

Pero no puedo sino morir envuelta en los tibios rayos del dolor

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de vivir con tu caricia tatuada en el alma. Lenguaje amado.

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Mujer Iraquí

El rubí de tu historia tiñó el crepúsculo, las montañas, la candente arena solitaria. Fuiste parte insondable del recuerdo, de la memoria sin frontera ni patria. Espejo fortuito en que se reflejó mi grito, la caricia burlona de mi imagen. Eres nada diluida en bermellón, fluido vital regando las desérticas llanuras orientales, viajando lenta hacia la profundidad oscura de la tierra en que yacen todos los silencios. Eras galaxia envuelta en piel rasgando el tiempo enfundada en el sonido, con la cabeza llena de gestas milenarias, de pasos firmes acampando en los oásis. Eras piel tostada al sol, canto blandido al universo por una lengua adormecida en el arrullo sonoro del viento. Eras música de patria que se exhibe al resto del planeta. Sobre tus venas, del crisol del desierto, la lengua, la música y la magia, una cultura floreció; diferente, amada, imperfecta. Como todas. Intolerante, placentera, macerada en el vinagre de tu ayer y el de tu pueblo. Como todas. Fuiste viento, sangre, música, promesa, universo. mujer en lucha por tu voz abandonada, no solo aquí, sino en cada rincón de este planeta. Fuiste todo, un todo que dio vida y luz, un todo que se dio al calor solitario y duro del desierto.

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Fuiste como soy ahora, hasta que la locura gringa disfrazada de liberación, con una promesa de vida te sembró en la arena para siempre, te quitó el aliento y la palabra, la lucha, la piel, a tus hijas, el faro a la distancia de un futuro, y todo con el arma oxidada de su odio racial.

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Tarde de hallazgos Tarde de sol inquieta, enamorada esparciendo el humo de mi historia sobre el nostálgico silencio de Tlaxcala. Sentada, inmóvil a la sombra de los siglos mirando la blanca transparencia de tela y viento llevarse el sonido de mi infancia. Él me mira con sus ojos de viento y nube mientras parte un aguacate y calienta la sopa de fideo. Él y ella han desaparecido mecidos por la invisible ala de su espacio hasta un mundo imaginario y sin retorno; escucho sus voces volver de encantadas rondas con enanos y con hadas. Así, despacio mientras el ocaso devora el día se me ocurre algo, algo que cobra fuerza y se me sale del pecho, soy feliz, soy feliz bajo la tarde púrpura de Tlaxcala soy feliz con sus ojos de nube viajera soy feliz con sus voces menudas y lejanas soy feliz con la pluma y el pedazo de hoja en que ahora escribo el hallazgo clandestino de esa utopía a la que llaman felicidad. Soy feliz con un llanto que devora el pecho, que me muestra una paz de conciencias tranquilas de un beso tibio en la cocina o en mi escritorio al borde de un poema. Soy feliz con sus manitas rodeando mi cuello sucias y traviesas, con sus risas de pícara ironía, con sus preguntas que no contesto nunca. Así, sola, con todo lo que amo me asalta esa felicidad de silencio sin pausa que no descubres nunca hasta que una callada tarde envuelta en la nostalgia le lanzas una mirada al cauce de tu historia.

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Ensoñaciones breves

Instante

Solo un momento

callado encuentro con la vida y conmigo, silencio eterno del ayer contemplado bajo un cristal ajeno tan robado y tan mío.

Dudar

Creí y la creencia me taladró los huesos hasta sentarme para siempre. Dudé y la duda me taladró el cráneo hasta dejarme libres las ideas.

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Los otros brincan Mientras yo me aferro a la agonía

Yo sí te lo perdonaría

¿Y si volviéramos a empezar con la nada en la solapa?,

¿Me querrías entonces? ¿Y si nos convirtiéramos en gusanos de repente? ¿Oirías mis palabras? ¿Y si olvidaras quién soy y por qué estoy? ¿Si nos cubriera una nube de olvido? ¿Podrías ahora sí perdonarme? ¿Perdonarías las noches de eterna nostalgia, el llanto por tu ausencia?. ¿Y si muriera ahora? ¿Podrías perdonarme el silencio, el destino, la memoria, el olvido, el amor...? ¿Podrías ahora sí y de una vez perdonarme la vida y el sexo el dolor y la risa el fetiche y la brisa? . Porque si de repente el mundo cambiara de rumbo, porque si lo que es no fuera y lo que no es se hiciera, porque si todo funcionara al revés yo sí te lo perdonaría.

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La bailarina

¿Has visto las plumas de una araña al vuelo? Yo he visto su cuerpo rasgando el espacio espirales de luna. He oído el sonido y el color de sus sueños blancura de puntas, leotardos y tul. Es ave, es ardor, es ángel, es diosa del tiempo deleitando el trueno despacio, muy lento, se mueve y se aleja su angustia menea de un brazo a una pierna corriendo regresa, saltando en un grito que es puro silencio ensordecedor estruendo de una pasión ausente que le entume el pecho. Volando se aleja en las alas del tiempo y flotando vuelve con todo su cuerpo. La miro y la dejo, mi paz ya no vuelve me siento princesa, enamorada, astuta girando en el viento saeta, rehilete, novia de la música. Al caer el telón agradece más que al día al instante, mientras los aplausos le recuerdan siempre que es la bailarina enviada infinita, diva celestial.

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A los treinta

Lo peor de los treinta es la vejez que irremediable se instala alrededor de los que amas. En el vigote dulce y cano del padre que de niña me prestó un instante de tiempo para aprender a amar la vida. En el andar cansado y lento de la abuela que al vuelo del primer libro me puso en el sendero del artista. En los ojos lejanos y dormidos de la madre que tejió mis fantasías infantiles. A los treinta vivir duele un poco más, la muerte te lame de cerca los pies y amenaza con dejarte vacía a orillas del tiempo con el pasado quebrado bajo tierra. A los treinta el futuro se ama y se maldice se escupe y se atesora se sueña y se convierte en pesadilla es más claro, casi se rosa con la punta del aliento pero amenaza con arrancarte de ese amado pasado al que te aferras para no perder el alma. A los treinta la infancia ha perdido el encanto de tantos recuerdos, recordarla no es sino evocar cansada una adolescencia profunda y confusa. A los treinta tu casa de la infancia huele a silencio que acaso rompe un nieto de visita volver a casa es todo un viaje a un lugar ajeno, nunca tuyo, Ser un exiliado del espacio que tiene un nido joven con un olor distinto. A los treinta la palabra hogar se vuelve fría, con el mismo polvo fino que cubre

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para siempre tu nostalgia. A los treinta la muerte te abofetea las entrañas con la amenaza constante de una abuela que se esfuma o de unos padres a los que el tiempo no perdona.

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Morir

Sola ausente navegante. Morir batir las alas al filo de la nada tres días en la memoria después, después, después después, después... Dormir Ensayo perpetuo de la muerte. Amor cadena que habrá que cortar. Libertad de no aferrarte a nada de no tener más que un alma vagabunda. Espacio interminable río de nostalgias arroyo perpetuo de lamentos Tus ojos tres días sin luna para amarlos después, después, después, después, después... La muerte sin memoria, sin cadenas espejo infinito de tristezas sin una entrega que las diluya.

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Azul Azul amargo, en la penumbra vienes, al alba dejas llena de duendes que se apagan. Azul inconsistente que danzas en mi mente, me huele a ti la noche me sabe a ti la inmensidad. Azul, quiero gritar azul como un beso de párpados cerrados, como una caricia que no pretende nada, que se desliza y desaparece en la bruma azul del mediodía o en el poema que se calla al alba. Azul, quiero gritar azul como lo quiere el ciego, azul como el color de mis recuerdos, como lentamente el ocaso se va tiñendo de eternidades rotas. Azul...azul... me voy repitiendo y el eco se ahonda en las paredes. azul hasta que la muerte me lo haga callar y azul después.

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Huir

Salir de esto y de aquello dejar las suelas remojando bajo la almohada, debajo de los sueños. Marcharse a donde sea, debajo de las mantas atrás de las orejas muy dentro del ombligo, adonde huyen las hormigas. Con los zapatos tiesos o demasiado blandos, la guitarra aferrada a la pupila y el hastío tendido junto a la ropa sucia, sobre la mugre, al lado de la estufa. Dejar las rosas durmiendo en el jarrón macerando su belleza de noche y diablo. Encerrar la musa, cortesana infiel mal vestida de harapos y escapar. Salir puerta, ventana, desagüe chimenea, agujero, hoyo túnel, hoyito de la pared y tú aquí, atrapada por miedo a no saltar. Escapar linterna, antorcha, lámpara, vela, cerillo, candil luciérnaga, hoyito de la pared, y tú sigues aquí.

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Salir de casa

Es siempre una huida sin retorno de sábanas y aromas, de huellas y café, un abismo que diluye tus pasos, un grito colgado de la huerta y un columpio vacío al lado del manzano. Soledad de estrellas que te miran de oasis que corrompen tu mirada de sangre que escurre por las rocas. Caminar para espantar el moho, para que las horas te perdonen el tiempo, para evitar ser nada como lo es tu ausencia. Salir de casa de la morada oscura que siempre te asustó, de ese control remoto que manejó tus pasos, de las miradas duras que enturbiaban tus sueños del sueño perpetuo en que creías vivir. Miedo de no poder vivir de no saber morir de quedarte callada de no poder detener las palabras de no entender de no dejarte llevar por la corriente de estar perdida en medio de la vida. Arcos de nubes que despiertan al ocaso Ojos tiesos, letárgicos, cegados que arrancan horizontes. Yo aquí, solo aquí mientras la nada se viste de musical sentido.

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Nada, nunca

Amor que lloras en el canto de las ranas, soledad de sombras del ocaso vestidas de indomable augurio, de soles ocultos,

de besos lánguidos que se estrellan en el murmullo de tus pasos. Azul es la bruma que oculta el silencio de gritos que se estrellan al alba hueca de mis lamentos. Caminos y pasos y auroras, mañanas y tardes marchitas de olvido. Olvido mi vida y el perpetuo moho de la voz oculta entre la sien y el pecho. Orgullo que canta al filo del viento con la calma llena de vacío y nada. Nada, nada, nada sola, sola, sola, sola, sus dedos de hielo meciendo mis sueños. Nada, nada, nada nunca, nunca, nunca y después, nada otra vez.

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Los fantasmas

Abrazo a tu cintura esta boca que ha viajado el sendero del olvido en las alas moribundas de un ideal. Estas manos vencidas o vendidas o tendidas blancas al hastío de siempre, de todos los días, de cada paradigma abandonado. Es boca y son manos es grito y quehacer que se ha quedado mudo, inmóvil, taciturno. Son océano que nunca llega a tierra inmensidad de nada que se extiende de mi escote a la callada cobardía de nuestra alcoba. Éramos, con el fusil al hombro y la garganta llena del nombre de la patria y de otras muchas que en el ardor de la revolución levantaban un grito de sangre, muerte y libertad. Caminábamos la tierra a pasos firmes, como apisonando un futuro diferente. Ahora andamos a gatas el camino de los justos, sin sangre ni quimeras, sin angustias, sin seres, somos fantasmas nostálgicos que lo han perdido todo. Perdimos el sentido y la venganza, el aplauso y la música bohemia, la juventud y el grito que cambia paradigmas. Nos tenemos, me dices junto al fuego pero tus ojos que no mienten me lo dicen quedo nos tenemos pero no volverán nuestros cuerpos de música y poesía el corazón hinchado de fusiles para matar la injusticia de las patrias. Somos fantasmas seres sin cuerpo deambulando sobre una quimera ajena.

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