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DIARIO TRANSFERIBLE - CRISTÓBAL LÓPEZ DE LA MANZANARA I Los vencejos se tiran desde el cielo, corcheas que vuelan como Ícaro en los pentagramas del aire, en el quite con que la luz estremece al día mientras un beso se desnuda para siempre en las estribaciones de los labios. II En el sintagma del metal que tañe se encierran las agujas del tiempo que se sueldan para apuntar el azul del mediodía cuando el sol se tumba a sus anchas en los edredones del éter .

Diario transferible 3

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DIARIO TRANSFERIBLE - CRISTÓBAL LÓPEZ DE LA MANZANARA

I

Los vencejos se tiran desde el cielo,

corcheas que vuelan como Ícaro

en los pentagramas del aire,

en el quite con que la luz estremece al día

mientras un beso se desnuda para siempre

en las estribaciones de los labios.

II

En el sintagma del metal que tañe

se encierran las agujas del tiempo

que se sueldan para apuntar el azul

del mediodía cuando el sol se tumba

a sus anchas en los edredones del éter .

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III

Allí cuando la arenisca se pronuncia en silencio,

saltando a rayuela con los astros.

Cuando la comunión de los besos

de amantes con la crucifixión de labios

interpretan clandestinidad en el verbo

levantan en sus haldas el aleteo de la tarde

como un pez volador trasgredido.

Pureza del silencio que se va de vacaciones.

IV

Hoy es entresemana, o quizás jueves

en la bocamanga del corazón.

Con pelo corto la vida pasea

su traje recién sacado del armario

y la luna con almidón planchada

tapona el fregadero metálico del cielo.

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V

La luz toca con los nudillos en el cristal

y la luz da a luz en las estancias

que chorrean amores en taxidermia.

Se inaugura el desposorio de la dicha

y una armonía pacifista pone la paz

en el árbol del perchero.

Nada la luz a mariposa

en azules centilitros de cielo.

V I

El aire juega al futbolín

cuando el día siembra la pepitas del sol

en el sial de la tierra.

a esa hora que el compás de reloj

dibuja círculos naranjas

y las golondrinas se tiran sin red

a corazón abierto sobre la vida.

Es allí donde las bocas se juegan

a los dados los besos

que oran sobre el feldespato

y el cuarzo de mica imposible.

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V II

Las casas de teja y adobe chorreando

humedad y años

echadas a perder por las ventanas

bajo un cielo extranjero, gris perla,

a mano izquierda donde empieza

la cuarta parte de la vida

a rezar los pecados.

A otro lado un recuerdo de tiovivo

empuja las horas

dividiendo por dos el tatuaje de los días

en medio los pasos perdidos

en la línea continua del deseo.

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V III

Al otro lado de los arcos

mirando  hacia el oeste con el sol

donde el horizonte exprime el limón

para el Gintonic y los labios  empiezan

a echarse encima de los besos

con la coqueta incertidumbre de carmín

y la bocas cogidas de la mano

se prometen saliva para siempre.

Donde las manos marcan la frontera

y los arboles parecen libros

tatuados con sístoles de pasión azul marino

y redonda sabiduría mefistofélica

enseñando a leer en voz alta

a  la cuerdas vocales de la vida.

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IX

Un poco más lejos, cuando el deseo

se hace dédalo, y el campo nos habla

con su asamblea de espigas,

Allí donde hace esquina el amor

y los arcaduces tiran su zinc

al pozo de cabeza.

Allí desde donde se ve de comulgar

al horizonte la hostia bermeja,

volaron sístoles prendidos de la sangre

como vuelan pañuelos en torcaz ceremonia

Allí las manos jugaron a la gallina ciega

en escondite mozárabe, verde aceitunado

del evónimo incompleto.

En ese lugar donde la dicha acariciaba

a tientas las sombras

murió el tiempo y una lagrima

quiso quitarse toda sed de mar

con un suspiro.

Allí que estuvo el amor haciendo esquina.

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Un poco más delante

donde el amor hace esquina

allí mismo, el horizonte comulga

la hostia anaranjada del sol

cuando la tarde .

X

Se ve el paladar del horizonte

con un olvido rojo que se inflama

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desde el cerro donde la leyenda

morisca enganchada al estandarte

del cielo reza claridad.

Es cuando la tarde se convierte

convocatoria de armonía

y da un beso en la boca

a la lámina de huertas alquiladas

para el albor de los azafranales

que se arrodillan en el suelo

como obsequio vegetal.

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OLOR ÚLTIMO

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El olor azulado, bajamar

dando a la vida aire muy aprisa

en los labios colgada la sonrisa

conjugado sobre el verbo amar

El mar marinado adobando mar

en las estancias donde la artemisa

pone el ímpetu, el agasajo y la risa

estancias de madera donde rimar

un beso regresado del trabajo

entre la luz de luz entretejida

rinconada de olor entretenida

por los nudos que muestran desde abajo

ministerio de olor entusiasmado

en un azul de ocre acostumbrado.