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    ECONO M IA Y DIETA DE SALVACIÓNEN LA RIOJA MEDIEVAL

    (Hacia un mo delo alimen tario a propósito de la obra de Berceo)

    JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO

    Universidad Pompeu Fabra (Barcelona)

    Para S am A bram s que sabe

    saborear B erceo.

    1. PLANTEAMIENTO DEL TEMA

      Desgraciadamente... la historia de la alimentación medieval está toda ella por ha-

    cer, y si expongo aquí algunos datos irrisorios, es sobre todo para estimular un estudio

    a fondo de la cuestión

    . Con estas palabras, el profesor Georges Duby, hace ahora

    veinte años, comentaba en su clásica obra sobre economía rural en el occidente medie-

    val, el que no dedicara al tema más que contadas líneas. Es evidente que se ha avanzado

    mucho en historia económica, en historia de la vida material o de la vida cotidiana; algo

    en historia de la alimentación y de la gastronomía , y muchísimo en la Medicina; pero, a

    pesar del gran interés que suscitan actualmente las dietas, éstas no han interesado desde

    un punto de vista histórico y, desde luego, nada o casi nada tienen que ver con el lado,

    digamos, ético o moral, con la idea global de régimen de salud , que ha caracterizado

    la Dieta desde que en los siglos V y IV a. C. los griegos descutieran y escribieran sobre

    ella. Para aquellos —fisiólogos— griegos el régimen de salud era un auténtico arte de vi-

    vir que se atenía al esquema canónico hipocrático de las sex res non naturales ; es de-

    cir: 1

    Luz y Aire. 2.° Alimentos y Bebidas. 3.° Trabajo y reposo. 4.° Sueño y Vigilia. 5.°

    Excreciones y secreciones, y 6.° Efectos del alma. El mismo Platón dice en su diálogo

    los

    Rivales

    que todo debe mantenerse en la justa medida y esta medida debe com-

    prender tanto el orden corporal como el orden morar'. El problema para abordar con

    fiabilidad la historia de la alimentación —y así lo manifiesta G. Duby— acaso sea irreso-

    luble por la escasez de documentos que se conservan, anteriores al siglo

    XIII, y porque los que conocemos se refieren en general a propiedades señoriales (lai-

    cas o monásticas). Esta grave limitación no puede soslayarse impunemente y con-

    1.

    DUBY, Georges (1962),

    Econom ía rural y v ida cam pesina en el occ idente medievaL

    Ed. Península, Bar-

    celona, 1968, p. 93. De la misma opinión es Una Riu, Juan, en

    Las Peregr inac iones a Sant iago de Comp ostela

    Pamplona, 1992, t. I, p.333: No tratamos en esta parte sino de ilustrar con algunos ejemplos la clase de ali-

    mentación que a los peregrinos se suministraba en ciertos hospitales, pues un estudio completo sobre la ma-

    teria sería imposible de realizar, dada la falta de documentación en que fundamentarlb .

    2.

    Citado así por FOUCAULT, Michel (1976).

    His toria de la S exua l idad 2 . E l uso de los p laces

    Siglo

    XXI, Madrid, 1987, p. 97.

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    E C O N O M I Y D I E T D E S L V C I Ó N E N L R I O J M E D I E V L

    Una segunda razón por la que hemos centrado nuestra atención en la obra de

    Gonza lo de Berceo: estas Vidas y la producción del autor se sitúan cronológicamente

    en el centro de interés de las peregrinaciones a Santiago de Com postela, una vez que el

    rey Sancho III el Mayor decide promocionar el Cam ino de Santiago a su paso por La

    Rioja; justamente desde la segunda mitad del siglo XI las peregrinaciones a Santiago in-

    vaden esa ruta en detrime nto de la l lama da ruta alavesa , y generan la polít ica de

    apoyo real al desarrollo de diversas ciudades riojanas situadas en ese C amino, por m e-

    dio de la conce sión de Fuero s: Nájera (1020), Log roño (1095), C alahorra (1110) y

    Santo D omingo de la Calzada (1187). La vida de Berce o transcurre aproximadame nte

    entre 1196 y 1264, y las obras que a quí vamo s a com entar pueden considerarse dentro

    de ese m ovimiento de auge cultural y de repoblación, que se inicia en toda Europa,

    pero en La R ioja como consecu encia de la conquista de territorios a los mu sulmanes

    (Calahorra es conq uistada en 1045). Así pues, cronológicam ente, nuestro estudio se en-

    marca dentro de una euforia expansiva ' que se inicia lentamente en el siglo XI y un

    proceso (al menos en La R ioja alta) de urbanización con sintomas de progreso de un a

    sociedad urbana y secularizada'', desde fines del X II hasta las postrimerías del X III.

    Berceo, cronológicam ente, está en el centro de una serie de fuerzas históricas y

    culturales que lo hacen idóneo dentro de esos térm inos amplios de plena Edad M edia

    de los siglos XI, X II y X III. Los datos que aquí se alegen se referirán básicame nte a es-

    tos siglos.

    Una tercera razón de carácter cultural me ha em pujado a analizar la obra de Ber-

    ceo: su produc ción literaria no es sólo la del prim er poeta cono cido en lengua caste-

    llana, sino que su obra y su vida coinciden con un gran m ovimiento de renacimiento,

    iniciado en el siglo X II, según sostuvo H. Haskins

     

    y han mantenido posteriores histo-

    riadores, Curtius entre ellos, quien dice: sí vem os en el siglo XII una clara concienc ia

    de estar viviendo una transición o más exactamente el comienzo de una nueva

    época

    . Berceo refleja m ejor que na die justo ese pu nto de transición entre una cultura

    mon ástico-señorial y una nueva organización social, como se decía arriba, más urbana

    y secularizada . El es todavía el representante de la divulgación cristiana m edieval y

    está al servicio de los intereses del monasterio de S. Millán pero su aportación es

    nueva, pues se perm ite creaciones personales y utiliza sus fuentes con bastante libertad.

    Enseguida ve ndrán los Traductores de las Escuelas de Alfonso X '', que desterrarán,

    sólo en parte, ese mé todo de refundición de fuentes, característica de los siglos X y X I.

    Berc eo está en esa frontera entre el creador y el traductor; y fueron los traductores,

    como dice Jacques Le Goff, los pioneros de ese renacimiento'.

    6. GAR CÍA DE COR TÁZAR, J . A.

    Historia de España fi La época medieval Alianza Ed., Madrid,

    1973, p. 178.

    7.

    GA RC IA DE C ORTÁZA R, J.A., Introducción al estudio de la sociedad altorriojana en los siglos X

    al XIV , Re

    y

    . Berceo, n.° 88 (1975), p.23.

    8.HAS KINS, H.

    The R enaissance of the twelfih century Cam bridge, Mass., 1928.

    9.

    CU RTIUS, E.R. (1948),

    Literatura europea y Edad Media Latina

    I y II, F.C.E., México, 1955, T. II,

    p. 360.

    10.

    MENÉ NDEZ PIDA L, Gonzalo, en su artículo Cóm o trabajaron las Escuelas Alfonsíes , N.R.F.H.,

    año V, pp. 363 -380, distingue dos períodos de producción: el 1.

     

    entre 1250 y 1260, y el 2.° entre 1260-1284.

    El primero , dice, se caracteriza por una traducción más fiel y literal y el segundo, en cam bio, por una más

    libre y literalizada .

    11.

    LE G OFF, Jacques (1985),

    Lo s intelectuales en la Edad Me dia

    Gedisa, Barcelona, 1986, p. 32.

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    J VIER PÉREZ ESCOHOT DO

    Habrá que abandonar la idea de la ingenuidad de Berceo y resituarlo, aunque de

    forma conflictiva, en ese renacimiento del siglo XII, que si todavía añora un tiempo

    agra rio y señorial que se deb ilita 2

    , también refleja esa tensión histórica de ca mb io,

    como tendremos oportunidad de comprobar.

    2 . SAN M ILLÁN D E LA CO GOLLA,

    C B LLERO EREMIT

    Y

    S N DOR

    San M illán de la C ogolla, a partir de las fuentes que poseem os de su vida y de la

    obra de B erceo, aparece como un santo, caballero eremita y sanador. Vivió entre el 474

    y 574, o sea, un siglo completo. La obra de B erceo responde al esquem a hagiográfico

    convencional en ese mome nto: 1: relato de la infacia e inicios en la vida religiosa. 2: mi-

    lagros en vida y tránsito a la otra, y 3: colección de m ilagros póstumos.

    Las fuentes que manejó Berceo, quien compuso su obra entre 1230 y 1236, según

    la edición crítica de B. D utton fueron la

    Vita Beati Emiliani del obispo de Z aragoza,

    San B raulio, que vivió inmediatamente después del Santo (590-651) y que — dato impor-

    tante para nuestro estudio— ordenó y corrigió las

    Etimologías de su amigo y contempo-

    ráneo San Isidoro de S evilla (556-636 ). De esta obra, probablemen te, extrajera Berceo

    su idea de paraíso hipocrático. La otra fuente, para los Votos de San M illán conteni-

    dos en esta Vida

    es casi con seguridad una falsificación del monje Ferna ndus, que coin-

    cidió en San M illán con B erceo. Las falsificaciones, y ésta de los Votos supuestam ente

    establecidos por Ferná n Gonz ález en el 934 , tienen su justificación en que el mon aste-

    rio (desde la fundación de Y uso en 1067) sigue prosperando hasta fines del XII. Enton-

    ces, las donaciones empiezan a m enguar, como resultado del gran número de nue vos

    centros de peregrinación que entraban en competencia con San M illán . Au nque la

    falsificación de Ferna ndus y la versión de Berceo trataran d e reproducir el medio men -

    tal y material del siglo X, hay que pensa r que am bos hicieron alguna ada ptación, por

    ejemplo, de los alimentos qu e las villas y casas dependientes del M onasterio deb ían pa-

    gar a San M illán por haberles librado del famoso tributo de las doncellas .

    Pero vayamos al análisis de alguno de los milagros. Básicamente San Milán

    como santo médico o sanado r, está especializado en end emoniados, ciegos, y paralíti-

    cos o c ontrahechos. Los ben eficiarios de su actuación son mon jes o clérigos, mujeres,

    criados, niños, casados y edificios. Pero entre los milagros que realiza, destacan tres,

    dos de cuales el propio Berceo denomina ermanos (259b) por su contenido, que po-

    dríamos denominar alimentario .

    En ellos aparece recurrentemente el mismo personaje, el senador Ono rio . En el

    primero (c. 181 y ss), es la casa de Onorio la que está endem oniada:

    12.

    GA RC iA DE CO RTÁ ZAR , J.A., Introducción al estudio de la sociedad altorriojana en los siglos

    X al XIV , Re

    y

    . Berceo, n.° 88 (1975), p. 27.

    13.

    DUT TON , Brian.

    La V ida de San M illán de la Cogolla de Gonzalo de Berceo,

    Tamesis Books, Lon-

    don, 1967.

    14.

    DUTTO N, B. ,

    Vida...

    cit., p. XII.

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    ECONOM ÍA Y DIETA DE SALVACIÓN EN LA RIOJA MEDIEVAL

    «Qua ndo qerié Onorio tajar sue assadura,

    o comer sos conducho s de qualquiera natura,

    la bestia maleíta, plena de travessura,

    echáv ali en ello estiércor e orrura.

    Quando qerié bever la agua o el vino,

    vertiégelo delante el traidor vezino;

    fazié pudir las casa peor qe ma l venino

    mayor p remia lis dava que sayón nin merino.»

    (c. 183 y 184)

    El senador O norio recurre a San M illán, peregrina hasta su oratorio, le cuenta el

    problema y el San to emprende e l camino a la casa. Nada m ás llegar, improvisa un ser-

    món a todos los de la casa y les impone un a yuno de tres días, en áspero vestido, a base

    de pan y agua. Esta receta ya responde al principio hipocrático según el cual contraria

    contrariis curantur ; en un casa en la que hay abund ancia de alime nto, la cura consis-

    tirá en recom endar no p rocedimientos hom eopáticos, sino exactame nte lo contrario:

    ayuno . El demon io, con este tratamiento, no se atreve a actuar a yantar nin a cena

    (192b). San M illán, revestido para la ocasión y acab ado el ayuno, bendice la casa con

    agua y sal, y logra expulsar a demonio tan particular.

    El primero de los dos milagros ermanos trata de

     

    una m ultiplicación de vino, de

    evidentes referencias evangélicas, que Berceo amplifica con respecto al escueto relato

    de San Braulio

     

    . Un día, le l legan al oratorio muc hos peregrinos y S an M illán, cum-

    pliendo las reglas de la hospitalidad, pretende ofrecerles vino, pues ha cía mucho ca lor;

    pero descubre que tiene muy poco ; aun así hace que se sienten en el prado — siempre

    hay un prado en Berceo— y manda que el architriclino (247c) sirva el vino. M ilagrosa-

    me nte, tras la bendición del Sa nto, todos, ricos y pob res, logran b eber y calm ar la sed.

    La justificación religiosa (c. 250) y la que ob ra el milagro es la suma de las virtudes fe y

    caridad. Y concluye Berceo:

    «éssas fazién el vino crecer de tal manera,

    do éstas se juntaron nunqa meng uó cevera»

    (c. 250 c/d)

    C omo la fama del mi lagro y del Santo vuelan, ot ro día llegan muchos pob res y

    tamp oco tiene qué da rles; así se lo confirma el despense ro. El Santo, con santa ira, le

    achaca su poca fe y al poco rato:

    «vínoli grand conucho al precioso varón;

    so amigo O norio gelo dava en don».

    (c. 256 c/d)

    15. DUTTON , B.,

    Obra comp leta de Gonzalo de Berceo

    Espasa-Calpe/Gobierno de la Rioja, p. 188.

    21 1

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    JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO

    Sabemos por la historia de la Retórica que

     

    un escritor medieval puede recurrir, se-

    gún su convenencia, a la abreviatio o a la amplificatio . En el milagro de la casa de

    Onorio, Berceo ha convertido el largo milagro de San Braulio (cap. XVII) en ocho co-

    plas. En el segundo, el del vino, la escueta versión de San Braulio (cap. )XI), la con-

    vierte Berceo en otras ocho coplas, y el tercero (c. 252-259) es una traducción del

    capítulo XXII de la

    V ita

    de San Braulio.

    Cualquier comparación entre las versiones de Berceo y las fuentes que utiliza,

    lleva a la conclusión de que Berceo posee una gran capacidad narrativa y su método de

    trabajo recurre a la traducción o a cualquiera de las citadas figuras retóricas. En la tra-

    ducción puede decirse, de forma general, que Berceo se mantiene fiel al sentido, al espí-

    ritu de la letra, y adapta, aproxima los términos latinos a situaciones próximas a su

    entorno cotidiano o al de quienes vayan a escucharle. Así, hay que ver aquí y en otras

    ocasiones un intento constante de adaptación al medio y, por tanto, puede servirnos

    como fuente válida de información16

    Estos tres milagros confirman para nuestra zona de estudio una primera evidencia

    conocida: que los pobres no tienen más que lo elemental y que algunos, probablemente,

    se ponen en camino para ser socorridos alimentariamente; que con pan y con vino no

    sólo se anda el camino , sino que son dos alimentos básicos.

    Onorio, el noble senador , sufre los ataques del maligno, no en él — como sucede

    habitualmente en estas Vidas— sino en su casa y en su comida. En su mesa no sólo hay

    vino, sino alimentos de otra natura , lo que está indicando que la dieta podía ser va-

    riada, y, sobre todo, hay assadura , es decir carne asada. La carne, que aquí es también

    signo de riqueza, muy probablemente era un alimento que se incluía con frecuencia en

    la dieta, al menos para reponer las fuerzas cuando se realizaba un trabajo duro o por

    cuenta ajena. Así en el fuero de Cuevacardiel, dado el 12 de Diciembre de 1052, se im-

    pone un menú de pan, vino y carne para los labradores del pueblo que trabajaran en las

    tierras del señor'.

    No intentamos decir que la carne fuera un lujo, sino que en esta situación Onorio

    reproduce las convenciones del hombre rico al que se le atribuye una dieta variada.

    Acaso, sutilmente, lo que Berceo trata de decir a su auditorio es que lo importante no

    es la comida, por eso el milagro lo realiza el Santo imponiendo un severo ayuno de pan

    y agua a los habitantes de la casa de Onorio.

    En el milagro de la multiplicación del vino para los peregrinos —ricos y pobres—

    acaso podamos ver —al margen de la escasez en la despensa del Santo— lo que confir-

    man recientes investigaciones sobre la producción de vino en La Rioja del siglo XI: que

    el viñedo se convierte cuantitativamente en el cultivo más importante de La Rioja du-

    rante ese siglo y que el vino se utiliza de forma cotidiana en todo tipo de esfera socia118.

    16. En las 111 Jornadas Internacionales de Historia de la Traducción, celebradas los días 27 al 29 de

    Mayo de 1993 en León, tuve la oportunidad de demostrar estos extremos en la visión de Santo Domingo de

    , Silos: Livius , Revista de Estudios de Traducción, León, N.' 3 (1993), pp. 217-229: Berceo como traduc-

    tor: fidelidad y contexto en la V ida de Santo Dotningo de Silos :

    • 17. MERINO SÁNCHEZ, Agustín. Fueros y Ordenanzas municipales en el valle del Alto Oja (Oja-

    castro y Ezcaray) , Rey . Berceo, 114-115(1988), p. 129.

    18. FERNÁNDEZ DE LA PRADILLA MAYORAL, M.C., El viñedo en la Rioja durante el siglo XI ,

    Re

    y

    . Berceo, 122(1992), pp. 61-77.

     

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    E C O N O M Í Y D I E T D E S L V C I Ó N E N L R I O J M E D I E V L

    Un dato más que podría pasar desapercibido, pero que va a tener su importancia

    en Berceo: los olores. El diablo hace que la casa de Onorio huela peor que mal ve-

    cino ; ataca el maligno no sólo la comida, sino el ambiente, y sabido es cómo los bue-

    nos olores han entrado siempre en las consideraciones de una dieta completa e integral,

    entendida como régimen de vida, y así están recomendados en los tratados clásicos,

    tanto para enfermos como para sanos. En su

    ecomendación de la salud

    el médico ju-

    deo-árabe Maimónides, a mediados del siglo XII, sostiene que si los alimentos sirven

    para mantener las fuerzas naturales, los olores alimentan las fuerzas espirituales; y dice

    textualmente: Sirven también al incremento de la fuerza animal los instrumentos musi-

    cales, y el entretenimiento del paciente con narraciones alegres 19.

    Pero, acaso, los datos más contundentes sobre la dieta medieval en La Rioja, ven-

    gan recogidos en la versificación que Berceo hace de los famosos Votos de San Mi-

    llán . No perdamos de vista que se trata de una falsificación y tanto el monje Fernandus

    como Berceo tratan de mejorar la situación del monasterio de San Millán. Por tanto,

    ambos debieron atribuir a cada casa aquellos alimentos que abundaran en la zona. Ex-

    presamente lo dice Berceo: «De lo que en la tierra avié más complimento» (c. 465c). Te-

    niendo esto en cuenta, reproduzco, siguiendo el estudio de A. Ubieto sobre los Votos ,

    los productos que las poblaciones de la provincia de Logroño tenían que pagar a San

    Millán según dichos Votos 20:

    Pan o trigo

     

    23 poblaciones

    Vino

     

    22 poblaciones

    Quesos

     

    poblaciones

    Cera

     

    poblaciones

    Hierro

     

    poblaciones

    Gallinas

    población

    Dinero población

    Berceo, al versificar estos Votos , abrevia nombres de pueblos, pero la estrofa

    466 parece que, en su concisión, lanzara un grito de petición:

    «Unas tierras dan vino, en otras dan dineros,

    en algunas cevera, en alguantas carneros;

    fierro traen de Alaba e cuños de aceros,

    qesos dan en ofrenda por todos los Camberos».

    Acaso sean necesidades de pura rima para que Berceo recuerde cuatro cosas fun-

    damentales (vino, dinero,grano y carneros) y dos zonas, Álava y los Cameros, de donde

    provenían los arados de hierro y los famosos quesos, que eran habituales en la dieta de

    la zona. La petición por parte de Berceo (que, les recuerdo, escribió su obra entre 1230

    19.

    SCH IPERG ES, Heinrich, La medicina en el medioevo árabe , en Historia Univ ersal de/a M edicina

    Director, P. Laín Entralgo, Salvat, Barcelona, 1972, p. 85.

    20.

    UB IETO A RTE TA , Antonio. Los «Votos de San Millán» , en

    Hom enaje a d V icens V ives

    Barce-

    lona, 1965, T. I, pp. 309-324 .

    213

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    J VIER PÉREZ ESCOHOT DO

    y 123 6) de hierro para arados, debe hacernos reflexionar, puesto que, además, estamos

    hablan do de la versificación d e una falsificación. En estos arios, y según el brillante es-

    tudio del profesor García de C ortázar, el Mon asterio de S an M illán se encuentra en una

    época de defensa a ul tranza del patrimon io más que en un mom ento de expansión.

    Habría, por tanto, que resituar el dato en una etapa inme diatamente anterior, la que va

    de 1167 a 1226, caracterizada por las necesidades de reorganización del dominio , en

    la que sí hay todavía un intento de repoblación y explotación de nuevas zonas, aunque

    el Mo naserio sigue orientando su p olítica económ ica por el sendero de la defensa de su

    riqueza ganadera y piscícola 21.

    No e stoy tratando de revisar las fechas en las que pudo realizarse la falsificación

    de los «Votos»; simplem ente apunto que Berceo y Fernandus se remiten a un mo mento

    anterior, al último tercio del siglo XII y los prime ros años de l XIII, lo que c orrobo ra

    aún m ás el hecho de que B erceo está hablando de lo que él ha conocido a lo largo de su

    vida.

    Podríam os, pues, extrapolando estos datos, decir que la alime ntación, la dieta, al

    men os en La Rioja Alta entre 1150 y 1250 pudo tener com o alimentos básicos el vino,

    el cereal, la carne y el queso. No son todos los alimentos posibles — y ya iremos d eta-

    llando otros. No debem os considerar que con estos alimen tos se mantenía el Monaste-

    r io, s ino que m uy probablem ente consti tuían los ejes básicos de la dieta de quienes

    trabajaban para él y de quienes enviaban sus productos en cum plimiento de los citados

      Votos .

    El oratorio de San M illán se había conv ertido ya en vida del Santo en u n auténtico

    lugar de peregrinación; a la vez en un santuario y en un sanatorio, al que se dirigían los

    enfem os y tullidos con esperanzas de salud y com o consecuen cia de que en la estima-

    ción popular se valoraba a los santos por sus m ilagros . En la mayo ría de los milagros

    de San M illán, los conceptos de salud física y espiritual están com pletame nte unidos.

    La contrahecha de Am aya, Bárbara, es curada por el Santo una Cuaresma m ientras él

    hacía el ayuno y perma necía empa redado. El Santo le tiende su báculo y la enferma...

    «disso: Agora veo de plan la med ezina,

    la qual me dará sana co n la gracia divina»

    (c. 149 c/d)

    Y cuando ya se iba, Berceo narra:

    «Desend' la mancebiella alegre e pagada,

    despidióse del menge qe la avié sanada»

    (c. 153 a/b)

    Esta identificación en las palabras de Berceo (santo=m édico, salud= med icina) nos

    l leva a v arias considerac iones teóricas. En prim er lugar, a la idea de fusión total que

    2

    GAR CIA DE CORTÁZ AR, J.A.

    El Dom inio de San M illón de la Cogolla s,X a XIII). Introducción a

    la Historia rural de a Castilla AltomedievaL

    Universidad de Salamanca, 1969, pp. 324 y ss.

    22

    DU TTON, Brian,

    V ida...,

    p

    174.

    214

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    E C O N O M I Y D I E T D E S L V C I Ó N E N L R I O J M E D I E V L

    existe en ese mom ento entre salud espiritual y física, entre enferm edad y pecad o; y en

    segundo lugar, el que todos los santos resuelvan problemas médicos o enfermedades de

    forma sistemá tica, nos debería llevar a pensar en la desatención médica de la población

    en la Edad M edia.

      La piedad popular enjuicia y entiende el milagro desde una base de percepción

    esencialmente emotiva, adaptable, de manera funcional, a un vasto conjunto de ne cesi-

    dades de toda índole. El santo hace m ilagros porque es santo, así se resume la explica-

    ción popular

    . No es, en este m om ento, la idea de la Iglesia, que entre el siglo

    X I

    y

    XIII

    está tratando d e controlar el culto a los santos.

    Esta m entalidad popular aproxima el milagro curativo al concepto que Laín E n-

    tralgo describe como me dicina creenciar, en la que quien allí curaba hacíalo en vir-

    tud del «poder» que los dioses le habían concedido para obrar sobre la naturaleza

      4 . No

    actuab a ni pensaba a sí la me dicina oficial de la Grecia de los siglos V y IV a de C .; en-

    tonces estaba vigente el hipocratismo, basado en el conocimiento de la naturaleza y en

    la búsqueda de rem edios precisos para cada enfermedad. Será posteriormente Ga leno

    quien reclame para si, en tanto que fisiólogo y mé dico, todo cuanto se relaciona con la

    vida moral del hombre: sus costumbres, el orden de sus pasiones y hasta sus pecados.

    Para G aleno, toda la vida moral es de la incumbenc ia del médico, y el pecado es un de-

    sorden del alma h umana 5

    . Será Greg orio de Nisa, en el siglo IV d. de C., el que recoja

    estas teorías y al que su condición de cristiano entero e ilustrado le impide ver en el

    pecado una enfermedad física , como ha hecho Galeno; pero su situación de hombre

    helenizado le lleva a ver y a tratar al pecador como si fuese un enfermo 26.

    Respecto a la seg unda co nsideración (la desatención sanitaria de la población),

    hay que decir que, a pesar de que el Concilio de Reims en 11 31

      7

    , prohibió a los monjes

    ejercer la medicina fuera d el mona sterio, siguieron ofreciend o a la población, no sólo a

    través de sus santos, ese servicio. Entre los siglos VI y X II, la medicina se refugia en los

    monasterios; es la llamada por

    H

    Schipperge s época de med icina mon acal , lo que no

    debe inducirnos a pensar q ue no hubiera otros médicos. No obstante, como detalle sig-

    nificativo, los judíos que ejercen la med icina en La Rioja com ienzan a apa recer en los

    docume ntos sólo a partir de 130 0, según los estudios de Cantera Montenegro2 8.

    Esta m edicina mo nacal realiza una integración cristiana de las m aterias y for-

    ma s del saber mé dico de la An tiguedad, sobre todo a través de los grandes enciclope-

    distas Casiodoro, Isidoro de Sevilla, Beda el Venerable, Rabano M auro o W. Strabo.

    Bastaría con demostrar que Be rceo hubiera conocido las

    Etimologías

    para comprobar

    que b uena parte de sus ideas sanitarias provienen de esa síntesis del saber clásico pa-

    sado por la fe, digam os, cristianizado. Y no podem os dudarlo, pues entre los códices

    antiquísimos que se conservan de San Millán, aparece, precisamente relacionado bajo

      3

    MU ÑOZ FE RNÁND EZ, Angela, El milagro como testimonio histórico ,

    en

    Religiosidad Popular

    antropología e Histor ia

    Anthropos, Barcelona, 1989 , T.I, p. 169.

      4

    LAN ENTRALGO, Pedro,

    Enfermedad y Pecado

    Ed. Toray, Barcelona, 1961, p. 4 3.

    25 .

    Enfermedad y Pecado

    p.47.

    26 .

    Enfermedad y Pecado

    p

    60 .

      7LE G OFF, Jacques (1985),

    Los intelectuales en la Edad

    Media,Gedisa, Barcelona, 1986, p. 3 8.

      8

    CANTERA M ONTENEGRO, E . ,

    Las juderías de la Diocésis de Calahorra eh la Baja Edad

    Media .

    I .E .R.

    Logroño, 1986.

    215

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    J V IE R P É R E Z E S C O H O T D O

    el n.°

    2

    en el inventario de

    1821,

    un manuscrito en folio mayor de letra del siglo X, que

    contiene las Etimologías de San Isidoro... 29

    San Isidoro es importante no sólo por esta obra, sino porque dictó una Regla que,

    al igual que la benedictina, reunía los conceptos de oración y trabajo. La Regla de San

    Benito se consideró en toda Europa el libro fundamental de la convivencia medieval

    desde que en el

    529

    se fundó el monasterio de Montecassino. Según esta Regla —y re-

    sumo la exposición de H. Shipperges —, el Abad de cada monasterio deberá actuar

    como maestro, padre, pastor y médico. Recomienda la Regla que el monje se ocupe in-

    distintamente de ricos y pobres, de sanos y enfermos; tendrá en cuenta, pues, tanto el

    alma como el cuerpo. La atención a los enfermos (sigue Schipperges) requiere un lugar

    aislado y adecuado, un servicio médico organizado y, por fin, el instrumental necesa-

    rio . El enfermo, además, debe tener una dieta rica en carne, así como medicamentos

    necesarios, que procedían de la farmacia y la huerta que poseía el monasterio . Me ex-

    cusarán de no entrar con más detalle en el tema de la farmacia y la medicina monacal,

    pero les haré referencia a la obra de uno de éstos enciclopedistas , W. Strabo (m.

    849);

    este autor escribió un libro de

    25

    poemas titulado

    Hortulus

    en el que describe las carac-

    terísticas terapeúticas de diversas plantas cuya simple enumeración es ya indicio de una

      Materia médica elemental: lirios, rosas, salvia y ruda, iris y menta, hinojo, poleo, be-

    rro y comino, raíz de genciana y alholva, alubia, junto a la melisa, la calabaza, el ajenjo

    y la gayuba, la betonia y la grimonia, la artemisa y el mero y, finalmente, el rábano rusti-

    cano 31.

    Pero volvamos al milagro y reparemos en la curación del monje Armentero tal

    como la cuenta Berceo (cc.

    126 y ss.).

    «Avié de los umores el vientre tan inchado,

    qe tenién qe aína podrié seer passado»

     c. 126 c/d)

    Y añade que de nada le servían físicos o médicos. Los amigos lo llevan ante San

    Millán y éste, rezando y haciéndole una cruz sobre la hinchazón, lo cura de inmediato.

    Es un milagro rápido, pero revela una cierta sofisticación, porque alude a la teoría

    hipocrática de los humores, que estuvo vigente hasta el siglo XVIII . En esta Vida de

    San Millán, otros enfermos (criados, mujeres, niños) tienen dolencias más convenciona-

    les: o están endemoniados— lo que suele esconder una gran variedad de enfermedades

    desconocidas o difíciles de diagnosticar en aquel momento— o están tullidos, ciegos, pa-

    ralíticos... El protagonista de este milagro curativo es un monje y, en consecuencia, el

    diagnóstico es, digamos, más ilustrado: tenía el vientre hinchado por efecto de un des-

    arreglo de los humores. La teoría a la que remite este milagro es la que se hizo más popu

    29. DÍAZ DÍAZ , Manuel C. (1979),

    Libros y l ibrerías en la Rioja altomed ieval I.E.R.

    Logroño, 1991

    (2.   edición), p. 322.

    30.

    SCH IPP ERG ES, Heinrich, La medicina en la edad media latina , en

    Historia Universal de la Medicina

    Director P. Laín, Salvat Ed., Barcelona, 1972, T. III, pp. 181- 241. Sobre la medicina monacal , pp. 211-222.

    31.

    SCH IPP ER GES, H., La medicina en la edad media latina cita..., p. 218 .

    32.LAN ENTRAL GO, Pedro,

    La medicina hipocrática

    Alianza Univ., Madrid, 1970, p. 150.

    2 6

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    ECONOMÍA Y DIETA DE SALVACIÓN EN LA RIOJA MEDIEVAL

    lar y que "más tarde pasa a la posteridad a través de Galeno...Según él, los humores en

    el sentido más riguroso y técnico del término.., serían cuatro: la sangre, la pituita o

    flema, la bilis amarilla y la bilis negra"

     

    . El desequilibrio o la prevalencia de uno de

    ellos, determina la enfermedad.

    En este milagro del monje, nuevamente Berceo noveliza el relato de San Braulio,

    que consta de dos frases

     

    . Berceo nos hurta los detalles por los que pudiéramos inferir

    algo más sobre el tipo de enfermedad que tuviera este monje, pero al menos podemos

    concluir que Berceo conocía esa teoría, casi con seguridad a través de las

    Etimologías

    y

    se la atribuye justamente a un monje, que debiera conocer también la teoría y acaso el

    remedio. Así San Millán resuelve, sin tratamiento, lo que era en el monje Armentero y

    en sus compañeros pura ignorancia. Quizás —y es pura conjetura— la enfermedad que

    Armentero padeciera es una de las descritas por San Isidoro dentro de las "agudas" y

    denominada "Flemón", que es "calor del estómago con dilatación y dolor, o congestión

    de la sangre en una parte del cuerpo, que se manifiesta por enrojecimiento, dolor, hin-

    chazón y dureza"".

    3

    SANTO DOMINGO DE SILOS

    Y L A

    MEDICINA CR

    EENCIAL

    Santo Domingo de Silos nace en Cañas hacia el año 1000 y muere en 1073. La

    fuente que utilizó Berceo para componer su obra es la

    Vita Dominici Silensis

    de Gri-

    maldo, casi contemporáneo del Santo, quien escribió su

    Vita

    según el editor moderno

    de este texto, no antes de 1088-1091 y no después de 1109

      6

    . Berceo compone su ver-

    sión en 1236

     

    '. Estamos, pues, dentro de los siglos que nos hemos impuesto como refe-

    rencia.

    El poema de Berceo está organizado bajo el mismo esquema en tres partes, que es

    el habitual del género hagiográfico. Se observa, no obstante, una abundancia mayor de

    milagros póstumos, lo que corroboraría la idea de que "a fines del siglo XII los cronis-

    tas empiezan a copiar milagros de nuevos santos con la forma de expedientes legales

    destinados a ser usados en los procesos de canonización"

      8

    . En estos nuevos santos o

    nuevos milagros "existe cierta unanimidad en que sus contenidos están mediatizados

    por la pluma de escribano.., al servicio de argumentos doctrinales 39.

    Santo Domingo de Silos es un santo mucho más milagrero que San Millán. Su es-

    pecialidad como "médico" son, en primerísimo lugar, los ciegos; los paralíticos y con-

    trahechos, en segundo, y finalmente los endemoniados. Los beneficiarios de su

    actuación son, en general, hombres y mujeres sin otra condición, criados, niños, un edi-

    ficio, un conde, varios cautivos, y ¡cómo no un par de milagros "alimentarios", que co-

    mentaremos.

    33.

    LAN ENTRALGO P.

    L a m edicina hipocrática

    cit. p. 149.

    34.DUTTON B. Obra Completa

    cit. p. 158 n.° 126b.

    35.

    ISIDORUS HISPALENSIS

    Ethimologiarum Liber

    II de M edic ina

    Barcelona 1945.

    36.VALCÁRCEL Vitalino.

    La «Vita Dominici Si lensis» de Grima/do

    Estudio Edición critica y Traduc-

    ción I.E.R. Logroño 1982.

    37.

    D U T I D N

    B. L a Vida

    de

    anto

    Domingo de Silos

    Obras Completas de Gonzalo de Berceo t. IV Tá-

    mesis Books London 1978 p. 17.

    38.MUÑOZ Angela ob. ct. p. 173.

    39.MUÑOZ Angela ob. ct. p. 174.

    2 1 7

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    VIER PÉREZ ESCOHOT DO

    Com o en la anterior

    ida

    de San M ilán, en ésta, Berceo utiliza las fuentes con pa-

    recida libertad; unas veces traduce literalmente y aproxima terminológicam ente el texto

    latino, otras abrevia y otras amplifica, no p erdiendo nunca de v ista dos principios: ser

    fiel al espíritu de la letra y aproximar la doctrina a un púb lico ingenuo.

    Vam os a pasar por encima el conocido favor de los pu erros, que los monjes culti-

    vaban en su huerto; no se trata aquí, a pesar de las propiedades del puerro, del Hortus

    medicinal que p oseía todo monas terio, sino de la huerta en la que los monjes cultivaban

    las verduras y frutas que p recisaban para su inmediato y fresco consum o. Por cierto que

    éste es un m ilagro que falta en la colección de G rimaldo, lo que induc e a pensar que es

    de tradición local y qu e evidentemente el puerro estaba y a en la dieta med ieval riojana,

    como espero lo siga estando por muchos siglos má s.

    El primer milagro que este Santo obra en vida, lo realiza sobre M aría, una mujer

    (c. 290 y ss.) que es un cúm ulo de desgracias. Enferma misteriosamente un día en que, a

    caballo, se dirige al mercado; desde entonces, queda inutilizada de pies y manos, pierde

    la vista, tiene problemas c on el habla y p arece demenc iada. Sus am igos y p arientes la

    condu cen ante el Santo y tras rezar en la iglesia:

    «M andó el sancto padre que trasquiessen del vino,

    mandó que c alentassen dello en un catino:

    bendíxolo él mismo puesto en un copino,

    diógelo a bev er en el nomne divino.

    As sí como lo ovo de la boca pasado,

    la dueña fo guarida, el dolor amansado»

    (cc. 307 y 308 a/b)

    El vino, como se sab e, hasta el siglo XV I, se tomab a siempre caliente introdu-

    ciendo en él un hierro rosiente. Era una costumbre dietética recomendada de forma ge-

    neral. A los enfermos, con m oderación, se les preparaba un v ino caliente con especias.

    El

    poss t

    francés — que acaso introdujeron en España los cluniacenses en esta época— se

    componía de leche cu ajada y vino caliente muy especiado, y h acía las veces de licor di-

    gestivo  

    , especialidad en la qu e, con otra composición, tan expertos se han mostrado

    siempre los benedictinos.

    Ac aso el Santo, que conocía el remedio, más que c urar a esta mujer, le indicó la

    'medicina' con la que en adelante podría lograr mantener su salud. Es ev idente, desde

    luego, en el relato de B erceo, el simbolismo religioso y la alusión al vino como s angre

    de Cristo, pero aquí no estoy tratando d e analizar ese nivel de significado.

    M ás significativo para nu estro tema de la economía y la dieta, es el milagro que el

    Santo realiza sobre otra mujer, de Palencia, que «cayó por sus pecados en fiera pestilen-

    cia» (c. 557 b). La pestilencia consitía en sordera, mud ez y pérdida del sentido. La causa,

    muy elocuente, de su enfermedad fue no qu erer ir a oír las vísp eras a la iglesia.

    40. TOUSSANT-SAMAT, Maguelonne (1987), Historia natural y moral de los alimentos

    Alianza Ed.,

    Madrid, 1991, T. 2, p. 54.

    218

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    ECONOM IA Y DIETA DE SALVACIÓN EN LA RIOJA MEDIEVAL

    «mas qu iso fer su ma ssa, delgacar e prem ir,

    ir con ella al l 'orno, su volun tad cum plir»

    (c. 559 c/d)

    Co m o es habitual , amigos y parientes la l levan a l sepulcro del Santo; tras una se-

    ma na, en la misa, la enferma com ienza a hablar y desde entonces, dice Berceo, «las viés-

    peras del sábado no las quiso perder / non tovo a ta l ora su ma ssa por cocer» (c . 570

    b/c) . En es te m i lagro , a l menos en la causa d e la enfermed ad, coinciden Grim aldo y

    B erceo. Pero destaca en él la fusión que real izan, tanto uno com o otro, entre pecado y

    enferm edad. En este y otros mom entos s imilares , am bos autores se dis tancian tanto del

    hipocratismo, com o de la opinión oficial de la Iglesia, para aproxim arse nuevam ente a

    la denom inada me dicina creencial y cierto galenismo. Para Hipócrates y sus seguido-

    res, toda en fermed ad t iene un o rigen natural . Para la Iglesia , s iguiendo las enseñanzas

    de C risto en e l Nuevo T estamento , no hay re lac ión en t re enfermed ad y pecado. Peroentre fariseos, escribas y sus mismo s discípulos, persiste la concepción arcaica de la

    enfermeda d hum ana. Más aún: una consecuencia hereditaria transmisible , en palabras ,

    otra vez, de Laín Entralgo

     

    . Y sigue Laín: M ayor es la explicitud de Santo Tom ás en la

    Sum m a contra entes

    cuando es t im a que las enfermedades human as somát icas y psí-

    quicas pueden ser consideradas, desde un pun to de vista me ram ente f is iológico, como

    indicios probables del pecado original',42.

    En la Iglesia, se da la dis t inción esencial entre la enfermedad y el pecado, pero no

    puede excluir su mutua relación: una y otro son desórdenes de la exis tencia human a 43.

    Hasta tal punto que en B erceo se da un c ierto desprecio por la medicina que no e s rel i-

    giosa o creencial e incluso defiende a su santo com o el m ejor de los m édicos .

    «Yendo de sant en sancto, faciendo romerías,

    contendiendo con meng es, com prando las me ngías ,

    avié mucho espeso en vanas m aestr ías,

    tanto que serié pobre ante de pocos días»

    (c.389)

    Otra m ujer de las atareadas y de quien no sabemos el nom bre, enferma porque

    «... sábado a v iésperas facié un o e ál,

    lavava su cabec a e varrié su corral,

    cadió por essa culpa e n peligro atal»

    (677 b, c, d)

    Así pues, la primera o bl igación es cum plir con los deberes rel igiosos y, después,

    con los terrenos: amasar el pan o asea rse; la salvación depende d e estas obligaciones y

    su incumplimiento, además de ser pecado, genera enfermedad.

    41 .

    Enfermedad y Pecado

    ob. ct p.52.

    4 LAN

    Enfermedad y Pecado cit. , p. 72.

    43 Ob. ci t . , p . 82.

    219

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    JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO

    No pu edo resistirme a recordarles al menos el m ilagro obrado sobre el cautivo de

    los moros Serván , de Cuzcurrita. Serván, que ha salido a una razzia contra los moros, es

    hecho cautivo y encarcelado en M edinacelli. Allí, cubierto de grillos y muerto de ham-

    bre, se le aparece Santo D omingo de S ilos, y el cautivo le pide ayuda con estas palabras:

    «Si tú tal menge eres que me vienes guarir

    tú deves pora esto consejo adoz ir»

    (c.658 c/d)

    El santo le indica cóm o puede deshacerse de sus grillos y le entrega «un m ajadero

    de fuste», y con tal instrumento, narra Berceo (6 59 c/d):

    «m olió todos los fierros con essi dulz madero,

    non moldrié má s aína ajos en el mortero»

    Co nvendrán conm igo en que el remed io, la receta es absolutamente m aravillosa;

    la referencia al «dulz m adero» es claramen te una referencia a la cruz de C risto por la

    que nos redimió a todos del pecado y redime a Serván de sus «cad enas». Pero las con-

    notaciones alimentarias no se resuelven con la explicación vaga a u n naturalismo ber-

    ceano. Tras la narración de este milagro, Berceo aprovecha para entonar un panegírico

    del Santo, y, además de llamarle «buen serrano», dice (c.675 c/d):

    «ond nació tal milgrana feliz fo el milgrano,

    e feliz la milgrana que dio tanto buen grano»

    Ni el detalle del almirez ni el de la m ilgrana o granada están en e l relato de G ri-

    maldo — que dice textualmente fragile lignum — , por lo que debemos atribuirlo a la in-

    vención del propio Berceo. No m e atrevería a asegurar que La Rioja cultivaba granados

    en este mom ento, pues este árbol necesita de mucho ab ono y frecuente riego. Las cuali-

    dades m edicinales de sus flores y de su raíz sí que se co nocen desde antiguo, pero me

    inclino a pen sar que la referencia aquí está utilizada com o simple juego v erbal, pues

    algo má s adelante (c. 689 ) identifica milagro con grano de la m ilgrana. O acaso hay a

    que pen sar en una cierta obsesión o p reocupación por el bajo rendimiento del grano y

    de las sem illas que es ca racterístico de estos siglos. Por otra parte, hay que pensar que

    el estiércol necesario para el abono se em pleara en otros cultivos, el trigo por ejemplo.

    Re specto al uso del ajo, no creo que sea necesario insistir en que en la dieta med i-

    terránea, descen diente de la greco-rom ana, el ajo y el aceite han sido dos elem entos de-

    finitorios mientras que la otra gran rama de dieta que coexiste con ésta la

    germá nico-continental, desprecia el ajo y usa la manteca en ab undancia. Para Georges

    D uby, de estos dos mo delos dietéticos, el mediterráneo y el germ ánico continental, sur-

    gió el modelo agro-silvo-pastoril , que tuvo vigencia general en Europa durante toda la

    Edad Media. Su programa alimentario — sostiene el antropólogo Juan Cruz Cruz— une

    de m anera equilibrada los productos de origen animal (carnes y pescados) a los de ori-

    gen vegetal. Se caza, se pesca (privilegiándose el pez de agua dulce), se pastorea, se cul-

    tive . Este es el marco o mo delo alimen tario en el que hay que situar la may oría de

    referencias alimentarias de las obras de Berceo.

    44. CRUZ Juan Cruz

    Alimentación y Cultura. Antropología de la cultura alimentaria

    Eunsa Pamplona

    1991 p. 190.

    220

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    J A V I E R PÉ R E Z E S C O H O T A D O

    Milagros de Ntra. Señora

    D e la colección de M ilagros ya se tiene casi total seguridad;

    proceden del l lamado manuscrito Thott 128 de la Biblioteca Real de Copenhage, edi-

    tado por R ichard Becker en 1910 y que se da como la copia más próxima a la supuesta

    fuente. Berceo escribió su obra, según la copla 325, antes de 1246, y según la 869 des-

    pués de 1252

    4 8

    . Pero la Introducción sigue resistiéndo los asedios. Hay que seguir bus-

    cándola porque existe, y si se com paran algunas versiones de Berceo con sus fuentes

    respectivas, se observa que traduce literalmente aq uellos textos que en el latín son vi-

    siones o alegorías. Esto es así porque Berceo, sólo en estos casos, respeta escrupulosa-

    mente aquel criterio que impuso San Jerónimo con respecto a la Biblia Decía San

    Jerónim o que, en este caso, el traductor debía ser literal, incluso en el orden de las pala-

    bras, porque traen misterio'.

    E l P araíso cristiano, el cielo, hay que c oncebirlo como ,e1 resultado final de un pro-

    ceso en el que, tanto por la acción de D ios como por obra del hom bre, éste queda rein-

    tegrado a su perfecc ión y alcanza la salvación definitiva. H abitualmen te se ha venido

    considerando esta Introducción com o una variante, muy brillante por cierto, del tópico

    del locus amoenus ° clásico.

    S i como dice el profesor D utton los milagros parecen ser destinados al entreteni-

    miento e instrucción de los peregrinos ya llegados al santuario y no, com o en San Mi-

    llán

    destinados a atraerlos 8

    , tiene aún más sentido el que Berceo introduzca los

    Milagros con el relato de un P araíso. E n su descripción — y repito que no recurro a do-

    cumentar la simbología cristiana ni la retórica del locus amoenus — , Berceo se identi-

    fica con los romero s que van de camino, «yendo en romería», y llega a un prado verde

    e bien sencido, de flores bien poblado/ logar cobdiciaduero para omne cansado (c. 2

    c/d). En su relato, ese prado paradisíaco va a ser la Virgen María, pero sus condiciones

    pueden v alorarse como un auténtico oasis de tranquilidad, armon ía y perfección; la

    apoteosis del alma sensible y veg etativa, ocupada en el disfrute de los diez sentidos, los

    cinco externos (vista, oído, olfato, gusto y tacto) y los cinco internos (mem oria, aprecia-

    ción, imaginación, fantasía y sentido com ún). No se puede pedir más. Los cinco senti-

    dos están abiertos y dispuestos a ser plenam ente llenados, esos mismos cinco sentidos

    por los que el m édico hipocrático llega al conocimiento de la realidad

    8

    ; esos cinco «se-

    sos del cuerpo que nos facen pecar» (c.121), según dice Berceo.

    La vista, en este paraíso de Berceo, está saciada con el verde y la variedad de colo-

    res de las flores. El olfato disfruta del olor «tan sabroso» (86b) de las abundantes flores

    que hay en el prado, hasta el punto de que «podrié vevir el omne con aquellos olores»

    (5d). E l gusto queda satisfecho con la variedad de frutas: manzanas, peras, granadas, hi-

    gos y todas están en su perfección, «non avié ningunas podridas ni azedas» (4d). E l oído

    se deleita con « sonos de ave s, dulces e modu lados» (c. 7b). Nadie, sigue Berceo, oyó

    48 G A R C I A T U R Z A , C l audio , Not a i nt roduct ori a a

    Los Milagros de Nuestra Señora. O b ra Co m -

    pleta de Gonzalo de Berceo, Espasa-Calpe/Gobierno de la Rioja, Madrid, 1992.

    49

    Recientemente he tratado de demostrar este método de trabajo en las III Jornadas Internacionales

    de H istoria de la Traducción a las que se alude en nota 16.

    50 E l profesor D UT T O N, en su edición

    L os M ilagros de Nue stra Señora de

    la editorial T ámesis Books,

    London, 1971 rastrea con eficacia estos rastros retóricos y su presencia en las artes poéticas del siglo XII,

    pp. 38 y ss.

    51

    D U T T O N , B .,

    Lo s M ilagros de Nuestra Señora

    T ámesis Books, London, 1971, p. 12.

    52 L A N E N T R A L G O , P .

    L a M edicina hipocrática cit., p. 66 --

    22 2

  • 8/16/2019 DietaDeSalvacionEnLaRiojaMedieval Berceo

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    ECONOM IA Y DIETA DE SALVACIÓN EN LA RIOJA MEDIEVAL

    «órganos m ás temprados» n i «sones más ac ordados» (c. 7c/d). El tacto recibe satisfac-

    ción a través de las flores «que refrescavan en om ne las caras e las mientes» (3b). En el

    Paraíso no podía faltar una fuente cuyas aguas manaban «en verano bien frías en

    ivierno calientes» (3d). Ni la som bra de los árboles «de tem prados savores» (c5b), que

    es un auténtico lujo en este prado. Finalmen te, ante tan comp leto deleite de los senti-

    dos, el romero n ecesariamente, como Berceo, puede decir: «yaziendo a la somb ra perdí

    todos cuidados» (7a); y entonces ya es m ás fácil y lógico entender: «descargué m i ropie-

    lla por yace r más v icioso» (c. 6c).

    Seño res: el Paraíso está servido. Y n o está tan lejos del paraíso musulmán, cuand o,

    por ejemplo, en la azora 13,35 se d ice:

    «D escripción del Paraíso que se ha prom etido

    a los piadosos: los ríos corren p or él, sus frutos

    y su som bra son perman entes. Esta es la

    postrimería de quienes son piadosos. L a postrimería

    de los incrédulos es el fuego.»53

    Solo faltan en el paraíso cristiano esas «mu jeres ubérrimas, de su mism a edad, y

    copas repletas»  

    . Pero excusen el entusiasmo.

    Para m í, la clave de este Paraíso de B erceo está en el oído y en el tacto, o m ás

    exactam ente en la música y en la somb ra como sus placeres correspondientes. Habría

    que ser un e xperto en historia de la m úsica para interpretar correctamente las coplas

    ocho y nueve de esta Introducción. En ellas, Berceo desde luego que dem uestra sus co-

    nocimientos musicales, pero lo que subyace en ese derroche de saber es la exa l tación

    del canto gregoriano y de la arm onía. Permítanme una cita final extraída de

    El pequeño

    m undo de l hombre

    del profesor Francisco Rico

     

    , que a su vez ci ta a Sánchez de Aré-

    valo, que a su vez cita a San Isidoro: D ize Sant Isidoro que este mu ndo es com puesto

    de una fermosa harm onía . C a as í como la m úsica e harm onía es fecha de d iversas e

    contrarias bozes reduzidas por arte e ingenio en una suave e delectable consonancia, así

    el m undo es compu esto de diversos elementos. E el hom e, que es l lam ado pequeñ o

    mu ndo , es compuesto de cuatro diversos o diversas cualidades de las cuales resulta un

    fermoso compuesto .

    Traducidos estos datos al plano de la dieta y del régimen ideal de salud: el equili-

    brio y la armonía de las llamadas potencias en el sistema hipocrático (lo húm edo y lo

    seco, lo frío y lo cálido, lo am argo y lo dulce), determinan el estado de salud perfecta,

    diría yo, que de p araíso en la tierra.

    En otro orden de cosas, este Paraíso que aqu í relata Berceo pe rmite alguna otra

    elucubración. Parece que B erceo quisiera emular y proponer otra alternativa a ese P a-

    raíso que, por ejem plo, describe el autor de la citada

    Gu ía del Peregrina

    D etrás de la

    fuente está, según dijimos, el paraíso (atrio) pavime ntado de p iedra, en el que, entre los

    53 El C orán

    ed. de luan Verne t, ed. Planeta, 1991 , p. 211

    54.

    0. cit, p. 544.

    55.

    RICO , Francisco.

    El pequeño mundo del hombre

    Alianza Universidad, Madrid, 1986, p. 114. Repro-

    duce el profesor Rico las palabras de Rodrigo Sánchez de Arév alo en

    Suma de a poli t ica

    223

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    JAVIER PÉREZ ESCOHOTADO

    emb lemas de San tiago, se venden conch as a los peregrinos. Se venden allí tamb ién bo-

    tas de vino, zapatos, mo chilas de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y hierbas

    m edicinales de todo tipo y dem ás especias, así com o otros m uchos productos . En el

    prado-paraíso de B erceo hay tam bién «fuentes claras, corrientes/en verano b ien frías, en

    ivierno bien calientes» (3 c/d); en el relato de la Guía del Peregrino

    tamb ién en el espa-

    cio del Paraíso , hay una fuente perfectam ente descrita, y su agua es dulce, nutritiva,

    sana, clara, ma gnífica, templada en invierno y fresca en veran o

    . Esta identidad de ca-

    lidades nos remite indudablemen te a unos conocimientos universales en ese mom ento.

    Pero m e permitiría preguntarme si, usando B erceo de un sano deseo d e emulación, ¿no

    pretendería distanciarse de ese paraíso-mercadillo de Santiago y proponer a los pere-

    grinos que visitaban San M illán un mo delo alternativo? No hay tiempo ya para detener-

    nos en este análisis, ni ¡lástima en la consideración de lo que puede llamarse

      instituciones cotidianas com o el horno , el m olino, la bodeg a, el me rcado, la pesquería

    y las salinas. Será en otra ocasión.

    En todo caso — y termino— , esté donde esté el paraíso, deberá tener, no sólo armo-

    nía, sino, sobre todo, sombra; pero no una sombra con un grado de hum edad elevado,

    sino aquella que también disfrutó Berceo y podem os disfrutar hoy en L a Rioja, en Ná-

    jera: una fresca som bra seca de sde la que, bajo una higuera en el paraíso cristiano o

    bajo una palmera en el oasis mahom etano, veamos ca er un sol de justicia sin inmutar-

    nos, o sea, sin pedir una cocacola. Eso e s el paraíso en la tierra... todavía.

    Muchas gracias y buena sombra.

    56. Guía de Peregrino

    cit., p.

    72.

    57. Guía de/Peregrino

    cit., p.

    72.