Dijera Mi Compadre - Fernando Rodríguez Lapuente

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Dijera mi compadre es una colorida y gozosa colección de anécdotas, historias y reflexiones sobre la vida y el habla popular, sobre esos personajes tan conocidos en la pícara mexicana como lo es el compadre. Este libro es una muestra también, de la libertad de pensamiento del autor, el sentido del humor, la capacidad de observación y la sabiduría de un hombre que amó el suelo que pisaba y retrató, de manera profunda, los ecos de un pueblo, su lenguaje y sobre todo, esa vida que más que trágica siempre parece más cómica. Este libro es un hallazgo en el mejor de los sentidos del mexicano: el humor.

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  • Dijera mi CompadreFernando Rodrguez Lapuente

  • DIJERA MI COMPADRE

    Advertencia preliminar ................................................................................................................... 5

    Introduccin al estudio de mi compadre ........................................................................................ 7

    El vicario de Baco .......................................................................................................................... 16

    La importancia de llamarse Mateo y ser ateo .............................................................................. 22

    Un caballero baln ......................................................................................................................... 27

    El inventor ..................................................................................................................................... 33

    Filosofa amorosa del compadre Juande Separata ....................................................................... 42

    Mi compadre, los toros y los gallos .............................................................................................. 49

    Mi compadre y las mujeres ........................................................................................................... 53

    El sepelio ....................................................................................................................................... 58

    Intermezzo lrico ........................................................................................................................... 70

    Fin del bonito y ejemplificador poema. ........................................................................................ 71

    El secreto del enterrador .............................................................................................................. 72

    El negro ......................................................................................................................................... 76

    Homo elctricus ............................................................................................................................ 83

    Don Espiridin Caldera .................................................................................................................. 86

    El adevino ...................................................................................................................................... 95

    La pastorela y otras andancias .................................................................................................... 109

    Los gringos .................................................................................................................................. 114

    El Fgaro ....................................................................................................................................... 119

    La cerdera batalla ........................................................................................................................ 136

    Triste fin de un valentn ............................................................................................................. 138

    Ms vale llegar a tiempo... .......................................................................................................... 142

    El opio de los pueblos ................................................................................................................. 145

    El santero milagroso ................................................................................................................... 154

    Rudelio Montalvo ........................................................................................................................ 162

    Trigo amargo (El diezmo, el Cura, el Santo y el Renegado) ........................................................ 167

    La poltica .................................................................................................................................... 176

  • La feria ......................................................................................................................................... 188

    El reloj ......................................................................................................................................... 196

    De lo fnebre y sus pompas ........................................................................................................ 204

    Los Cristos ................................................................................................................................ 210

    El viaje ......................................................................................................................................... 214

    Eplogo......................................................................................................................................... 233

    Silabario ...................................................................................................................................... 234

    Noticia del autor ......................................................................................................................... 243

    Nota final ..................................................................................................................................... 244

  • El presente trabajo ha sido realizado sin ningn nimo de lucro de por

    medio. Cuando cay en mis manos una edicin ms ligera (y eso de chiripa)

    de este mismo libro de la desparecida Ediciones el Gallito, a la cual, por

    descuido o por abaratar costos, le faltaban cinco captulos (a diferencia de la

    edicin de Jusi), su lectura me transport al Zacatecas antiguo, del cual

    todava se podan apreciar estos detalles en la dcada de los 70s.Buscando

    en muchos lugares, en Internet, en las libreras, es difcil encontrar esta

    maravillosa obra. Por esta razn adquir un tomo de Editorial Jusi, pagu el

    precio convenido y tom la decisin de transcribirlo para que el mundo

    pueda conocer esta maravillosa obra, el maravilloso trabajo de un hombre

    enamorado, enamorado de Zacatecas. Aclaro que esta transcripcin se hace

    respetando nicamente los modismos de los personajes, corrigiendo algunos

    errores de imprenta en los lugares donde stos se han encontrado. Mi

    intencin no es evidenciar el trabajo del editor, sino complementarlo y

    dejarlo listo para su correcta lectura. Por lo dems se ha respetado el orden,

    la tipografa y el detalle gramatical del libro. El buen Fernando Rodrguez

    Lapuente falleci en Celaya en el 2005. S bien que desde donde est, se

    sentir feliz de que su obra sea leda y compartida por tantas y tantas

    personas. Atentamente, Fnix.

    A Rebeca Talancn Ruiz de Esparza, mi amada esposa y madre de mis nueve

    hijos. De antiqusimas familias zacatecanas -sus ancestros ya estaban ah

    cuando la Bufa lleg corre y corre para tomarse la foto-, que sin poseer

    haciendas, minas o bancos, sino slo el lmpido caudal de la honestidad y el

    trabajo, han conservado siempre su categora social e intelectual. A Jaime

    Hugo Talancn Escobedo, mi querido sobrino, poseedor de esas raras y

    reconfortantes virtudes que tan frecuente y obstinadamente se dan entre la

    gente de Zacatecas: el apego a su terruo, a su familia, a sus tradiciones, a

    sus cobijas! -hace un fro de la fregada-, y a su grande y adorada patria:

    Mxico. A mis viejos amigos, los rancheros de Zacatecas. Los ms

  • mexicanos de Mxico. Siempre los tuve por lo que son: los hombres ms

    cabales y fregados del altiplano. Con las virtudes de la gente del norte y sin

    los defectos de la del sur. Lo que se dice: un pueblo a toda madre.

    En este pueblo, compadre, ah donde lo ve de fregao, pos el ms pendejo

    vuela de cerro a cerro...

  • ADVERTENCIA PRELIMINAR

    El presente libraco -memorias de un hombre comn- no pretende en modo

    alguno ser grosero, y pues nadie puede dar lo que no tiene, no sindolo yo -

    aunque de pobre pero esmerada y fina crianza- no pueden serlo mis obras y

    acciones. Ahora bien, el emplear palabras castizas, por fuertes que suenen o

    lo parezcan, es un imperativo insoslayable si se quiere ser congruente con el

    ambiente en el que se desarrollan las diversas acciones de la obra. El acudir

    a eufemismos ridculos, a palabras estpidas-llamar pompis a las nalgas- o a

    misteriosas iniciales, siempre ha sido idiota. A m lo que verdaderamente me

    choca de un libro es lo pornogrfico y el lenguaje como medio de

    comunicacin humana nunca puede serlo; lo harn las situaciones que se

    describen por medio de la palabra, pero no sta en s. No hay palabras

    sucias. En todo caso lo sern aquellos que las usan. Por eso los lectores a

    quienes asuste un chingao dicho en su tiempo y razn, deben leer mejor

    Alicia en el pas de las maravillas o El oficio parvo, porque aqu llamaremos

    siempre al pan pan y al vino porque se lo acaban... dijera mi compadre.

    Abundando en el mismo tema, me atrevo a asegurar que las palabras

    fuertes, las llamadas altisonantes, forman, quirase o no, parte del acervo

    cultural de los pueblos. No sera interesante conocer las que usaban

    nuestros remotos aborgenes? En Mxico, todas deberan estar inscritas con

    letras de oro en los principales santuarios religiosos. No, y no es una

    irreverencia lo que estoy proponiendo. Las llamadas palabrotas, picardas,

    maldiciones o como quieran nombrarlas, erradicaron o ms bien suplieron en

    forma total y absoluta la terrible blasfemia, que tan extendida est en

    Europa y que tanto ofende a la gente creyente y piadosa. Creo que siquiera

    eso se le debe acreditar a don Hernando Corts, que en eso como en otras

    muchas cosas -llegarle a la Malinche, por ejemplo-, siempre estuvo al frente.

    Aqu esa forma de hablar se emplear de manera corriente. Es simplemente

    la llana manera de expresarse de la gente del campo, que desde luego lo

  • hace mucho mejor -en todos sentidos- que la de las grandes ciudades. Los

    personajes que irn apareciendo al transcurrir estas pginas no son

    imaginarios, sino tomados de la vida real y en escenarios autnticos. Y el

    viaje a Europa de unas gentes rsticas e ignorantes, pero buenas y de buena

    fe, verdico. Ahora con los viajes en abonos y dems facilidades, infinidad de

    personas que hasta hace pocos aos ni siquiera soaban con salir de su

    pueblo rabn o barrio petatero, hoy se lanzan sin la menor preparacin

    cultural ni esttica, que por otra parte consideran secundaria o intil, hacia

    los cuatro puntos cardinales, enseando su ramplonera y mal gusto, y

    gastando alocadamente en las cosas ms absurdas o cuando menos

    superfluas. Porque, despus de todo, a ellos les vale... Tiene mucha razn el

    emrito maestro don Hermenegildo Torres, fundador y presidente vitalicio

    del PUP -institucin a la cual, por mritos suficientes, me honro en

    pertenecer- al afirmar que en la actualidad cualquier pendejo va a Europa;

    tmase aqu el adjetivo calificativo en el sentido ms de ignorancia que de

    tontera, que es su ms usual acepcin. Y ese es el caso de nuestro

    personaje central, que de tonto no tena un pelo, pero con tal falta de

    conocimientos que confunde hasta la aberracin situaciones, personas,

    hechos histricos, lugares y pocas, saliendo siempre adelante, inclume,

    como Dios le da a entender; y juzga, admira y condena con la mayor sangre

    fra del mundo, sin perder el aplomo, como solo pueden hacerlo los

    ignorantes de solemnidad, los nios y los pobres de espritu. Ya lo dicen las

    sagradas escrituras: Bienaventurados los pobres de espritu, porque ellos

    sern hartos. Y como dijera mi tambin sagrado compadre: - S cierto, los

    pobres son retehartos: son ms munchos que los ricos. Sobre stos ltimos

    -los ricos-, y especialmente los nuestros, los mexicanos, encontrar el lector

    frecuentes, claras, directas y no muy catlicas alusiones. Y eso que los

    conozco; vaya, los conozco tambin como si los hubiera acabado de

    desensillar, pues por algo son puras mulas.

  • INTRODUCCIN AL ESTUDIO DE MI COMPADRE

    Donde se previene al lector lo que le espera, para que despus no se tire a

    robado. Se insiste en este punto ante tres clases de personas: a) Castas de

    odos, de lo dems no importa. b) Ricos o en vas de serlo. c) Entriegaos al

    Vaticano, dijera un rejego to de mi compadre.

    Mi compadre don Juande Donde aparece formalmente el personaje principal

    de la obra. Antes de hacerlo debo, con todo respeto y a guisa de

    presentacin, repetir lo que su tambin compadre el coronel don Adauto

    Torres dijo de l, en un rapto de sinceridad: -De esos hombres deban

    agarrar cra las mujeres, no de cualesquier hijo de la chingada! El ro

    Aguanaval -hermoso y nutico nombre para tan triste ro- es una tmida

    corriente de agua que arrastrndose penosamente por las fragosas,

    reverberantes y ridas llanuras del norte de Zacatecas, va formando un

    serpenteante oasis, asiento generoso de muchos pueblos y villorrios

    perdidos entre nopaleras y huizachales, tan tercamente enraizados en su

    reseco suelo como sus habitantes: gente buena, mestizos de abolengo,

    cristianos viejos -dijeran las crnicas antiguas-, curtido el cuero por el

    sempiterno viento chivero y el alma por la ancestral lucha por la

    supervivencia, que en esos parajes, con sus terribles sequas, alcanza

    dramticos niveles. En una de estas comunidades, San Jos del lamo,

    pueblo feo y revolcado, abandonado a su suerte .como tantos otros de

    nuestro Mxico- por las potestades humanas y divinas, pas unos aos en

    los lejanos cuarentas de mi perdida juventud, cuyos recuerdos son el fresco

    y pursimo chorro de agua al que me acerco buscando el alivio en las crudas

    que dejan las borracheras espirituales, tan frecuentes en los hombres que

    afrontan la vida con valor. San Jos del lamo conoci mejores pocas en el

    siglo pasado. Fue centro de haciendas ganaderas, y muchas de sus

    construcciones, ajadas, tuertas y remendadas, son nostlgicos testimonios

    de la pasada prosperidad a que he aludido. Vino a menos cuando la

  • fragmentacin de la tierra hizo incosteable la cra de ganado ovino, que

    requiere de grandes extensiones de pastos para que sea rentable. Como por

    otra parte, los hacendados, adems de trasquilar a las borregas trasquilaban

    tambin a los pastores, la prdida no fue tan grande como pudiera

    pensarse; lo que se perdi de borregos se gan en seres humanos. Y aunque

    siguieran igual de miserables que antes, tenan ya algo que no se compra

    con todo el oro del mundo; la dignidad del hombre libre. Esto, por supuesto,

    muchos jams lo entendern. Dando frente a la plaza principal -y nica- del

    pueblo, hay una casona de altos, con balcones de hierro forjado y un

    portaln chaparro y de gruesos pilares: es la casa de mi compadre don Juan

    de Dios Muro Cavazos, mejor y muy conocido en todos los alrededores como

    don Juande -Asina, juntao, como l mismo deca-. Alto y fuerte, adems

    medio agerao, impona respeto su presencia. Cuando yo lo conoc andaba

    en los cuarenta y tantos aos, llevaos bastante bien, no obstante lo

    machucao, como afirmaba muy serio. Un eterno y lampareado sombrero

    tejano -No se lo apea ni pa cagar, comentaba Fausta, su mujer- coronaba

    su entrecana y enmaraada cabeza; siempre echado hacia atrs, dejaba

    salir un mechn desordenado que le caa sobre la frente. Toda su figura me

    haca recordar a esos generales revolucionarios de los primeros tiempos. Si

    me apuran mucho, dira que al villista Rodolfo Fierro; claro, sin esa torva

    mirada y rictus burln con que ste adornaba su rostro. Al contrario, don

    Juande reflejaba en el suyo todos los componentes que formaban la esencia

    de su carcter: jovialidad, optimismo, socarronera, sobresaliendo de entre

    ellos franqueza y bondad. Su espritu no conoca dobleces o recovecos. Era

    exactamente de una sola pieza. Compacto. He hablado antes de Fausta, su

    mujer. La Fausta, sola llamarle l. Hembra tal para cual: aunque ella de

    menor edad hacan, sin embargo, una buena pareja. No en lo fsico, pues

    ella -al contrario de su marido- era morena, prieta, gena y de alzada,

    como las mulas de la hacienda de Gruidora, deca rindose mi compadre

  • don Juande. Sin ser lo que se llama una mujerona, mi comadre Fausta era

    alta, maciza y todava de buen ver. Acostumbraba una risa franca y

    contagiosa, aunque un tanto estrepitosa, por no decir vulgar, cual

    corresponda a su rstica condicin. Yo me hago cruces para saber de dnde

    sac el mestizo mexicano ese desorbitado modo de expresar todos sus

    sentimientos, si tanto el indio dela altiplanicie como el campesino castellano

    son verdaderamente parcos y ecunimes para expresarlos. Tena tres hijos,

    y varios que se cebaron, deca el hombre con un dejo de tristeza. Dos

    muchachas en edad de merecer y un chamaco consentido y latoso. Es ques

    el ms menor, explicaban los padres, tratando de disculpar las necedades

    del muchacho. Lupe y Aurelia se llamaban los buclicos pimpollos -que de

    veras lo eran- y Chuy, mi Chuchito, como lo nombraba con arrobo el pap:

    -Le puse Jess por mi seor padre, que asina se llamaba. Y es que hay que

    ser respetuosos con los papase de uno -afirmaba-. Yo siempre los respet

    muncho -prosegua-, y eso que mi seor padre era muy duro conmigo y por

    cualquier desobediencia y aunque ya taba yo labregn, por me pona mis

    genos planazos con la guaparra de su silla de montar. -Y usted compadre,

    nunca le retob por eso? -No, que va, miba pior... geno, una vez s me le

    desabordin, ya me ba dao unos planazos de guaparra en la maana, que

    porqu dej que se mamaran los becerros y no hubo leche pa ordear.

    Luego, en la tarde, sabe que otra tarugada hice. Pos que me jala pal sillero y

    que saca su guaparra. Yo entons que voy ontaba la ma y que le chispo

    tambin. Se qued sosprendido. -Ah conque haciendo armas contra su

    padre de ust? - me grit rencoroso.- No seor, lbreme Dios de hacer esa

    jereja; es noms pa quitarme uno que otro guaparraso que me mande,

    porque ya traigo el lomo muy adolorido asina le contest muy decedido y

    ya noms se jue mermurando, pero ya no me hizo nada. Mi compadre no

    era nativo de San Jos del lamo: - Soy de ms pa rriba, de cercas de

    Saltillo, pero todava de Zacatecas, Mesmamente del munecipio de Mazapil,

  • que ese s es un pueblo competente y aderezao. Hasta fierrocarril tiene, y no

    creyan que del gobierno, pos asina que chiste; no, es de la mesma compaa

    de las minas, de la Mazapil Manin Compani, que asina se mienta en

    gabacho. Se trepaba uno en Mazapil y trucututruque, trucututruque, hasta al

    Saltillo no paraba uno. De muchacho trabaj en la mina. Ju barretero y a

    muncha honra. Este s es trabajo de hombres. Pero yo, criao en el campo,

    pos extrea el aigre libre. Ah en la mina me ense a renegao, maldiciento

    y relajao. Es ques muy duro eso de estar soterrao todo el tiempo. Y luego

    que a los que ya tienen aos en eso, pos les pega una enjermed del

    pulmn que noms estn a gargajeye y gargajeye todo el da de Dios. A ms

    de eso, los capataces eran gringos y a m ningn gabacho me malmodea.

    De ah me met de acarriador de gano, pal abasto del Saltillo. Genas

    matadas que se pona uno en esas fainas, durmiendo a la temperie las ms

    de las veces... y con esos friyazos que hacen en aquellas llanadas. Comiendo

    gordas recalentadas de quince das, tragando agua con lodo y miaos de res -

    onde no que de cristiano?, vaya ust a saber-, de los aljibes y bordos.

    Cuando se nos acababan los cigarros canijo vicio ese de echar jumadera-,

    pos hasta pasojo de bestia nos requembamos. Tribamos ganao del mesmo

    Mazapil y de Conceicin del Oro, y alguna vez llegamos a entrarle hasta San

    Juan de Guadalupe. Genos pesos que nos quedaban. Mis compaeros,

    luego que nos repartamos, se iban pal Zumbido y ah, entre vino y viejas,

    se tronaban lo que con tantsimo trabajo se ganaba. Pendejos! Yo liaba mi

    jorongo y plale pal rancho. Ah mi seor padre -que de Dios goce, amn-,

    me guardaba los centavos hasta el siguiente viaje. En una de esas

    corretiadas llegamos hasta estos lugares, por aqu cercas, en la hacienda de

    San Antonio - de las Torres de Durango- conoc a la Fausta. Su pap era el

    caporal de ah. No y pa luego que me gust la susodicha, asina que no vaya

    ust a crer que esper muncho; pa pronto que me la llev juida. Como

    entons ella era menor de ed, pos me pusieron una demanda y tuvimos que

  • pelarnos bien lejos. Agarramos el tren de Jurez en Estacin Camacho y no

    nos apiamos hasta Torren. Ah trabaj en lo que pude, hasta de mecapalero

    en el mercado, mientras la Fausta mandaba razn a su casa pa pedir perdn

    y que ya no lo volva a hacer. No, pos s nos perdonaron y ya pudimos

    regresar, y hubo boda y hasta tornaboda. Desde entons me qued aqu. Con

    los ahorrillos que tena compr un ranchito: Los Cuervos, ques el mesmo

    que tengo ora, slo que lo he ido engrandado a puro golpe de pulmn.

    Cmo le he trabajao a esa tierra! Y es que yo siempre le haca la lucha por

    todos laos. Mientras llegaban las aguas y pa no estar de gevn, pos de las

    haciendas de Tetillas y Guadalupe de las Corrientes llevbamos mulada en

    consiniacin pal bajo de Guanajuato y una vez le entramos hasta el mero

    Apanzingn, en la tierra caliente de Machuacn. Genas ganancias,

    compadre, pero qu sobas, qu sobas. Conoc aquellos parajes cuando

    efectuaba unos trabajos de exploracin minera y enamorado de ellos

    permanec ah por varios aos. Estim y respet a sus gentes y fui estimado

    y respetado por ellos. De su particular filosofa de la vida aprend ms que lo

    que haba logrado en mi paso por las aulas. Descubr en esa aislada micro

    sociedad toda una serie de personajes de fuerte colorido, que quiz, aunque

    existan en mayor nmero, son muy difciles de enfocar individualmente en

    las grandes urbes. Debo confesar que en los primeros tiempos y

    acostumbrado al bullicio citadino, mi aburrimiento campirano era olmpico,

    mortal. Entonces conoc a quien despus llegara a ser mi sagrado compadre

    de confirmacin de Chuyito-, don Juan de Dios Muro Cavazos y cambi por

    completo el panorama. Tena don Juande en el pueblo, dentro del portal, en

    los bajos de su vieja casona, una pequea pero bien surtida tienda, uno de

    esos comercios pueblerinos donde encuentra uno de todo y para todo: desde

    una bacinica -Marca tres aunque noms quepan dos, deca el tendero muy

    serio-, hasta una preciosa silla de montar piteada y con cantinas en la teja.

    Ah se reunan en cotidiana tertulia varios amigos que mataban el tiempo

  • chismorreando y jugando conquin. Baratero, seor, baratero, deca a

    guisa de disculpa. Desde luego, decid unirme al grupo, donde fui

    cordialmente recibido. As que en aquellas lmpidas y frescas tardes, dejaba

    mi lugar y enfilaba mi maltrecho yip-desecho de la segunda guerra- hacia el

    cercano villorrio, donde entraba dando tumbos y seguido de frenticos

    perros y regocijados chiquillos, que por lo visto vean pocos vehculos

    automotores en la aldea. Adems de los clientes habituales,

    espordicamente asista a la diaria reunin de amigos un personaje muy

    pintoresco, hombre ya entrado en aos y en barricas era un buen bebedor

    -, bajito, enjuto y cetrino, con grandes bigotes. Se deca coronel y veterano

    de la revolucin. Mi coronel don Adauto Torres as se llamaba, yo no tengo

    la culpa- parece que si anduvo en los plomazos, pero si lleg a coronel a

    nadie le constaba, porque nunca le reconocieron el grado; pero l se lo

    tomaba muy enserio. Tena un rancho por ah cerca y naturalmente en la

    tertulia su charla siempre se reclinaba en el relato de los grandes e

    innumerables hechos de armas en los que, segn l, haba participado. Era

    tambin compadre de mi compadre. - Ya parecemos huicholes comentaba

    festivo-, todos semos compadres. Don Juande le tena tomada la medida y

    se lo choteaba de un hilo, aunque sutilmente. El otro, con todo y la seriedad

    con que a s mismo se tomaba, aguantaba vara, o bien finga no darse por

    enterado de las puyas.

    El sedicente coronel alardeaba de haber pertenecido a los famosos colorados

    de Benjamn Argumedo: -S, seor -deca muy solemne y enriscndose los

    bigotes-. Soy sobreviviente de la toma de Zacatecas. -Y de cuatro mil

    borracheras ms, compadre -le completaba, burln, el socarrn de don

    Juande. -Hablo en serio, seores -protestaba l-. Ah, a puros cojones y

    uas de caballo nos le escapamos a Pnfilo Natera, que jue a quen Villa puso

    a la salida pa Guadalupe, y quera la nica salida pa juera de Zacatecas, y

    que tanta mortand les hizo a los pelones de Barrn cuando juyan con toda

  • la pedimenta y hasta con las soldaderas. Probe gente! All quedaron

    amontonaos todos: pelones, viejas, nios, bestias,.. Geno, hasta ceviles,

    pos los agarraron a dos juegos desde las laderas de la Bufa y la Sierpe. Era

    el regadero de muertos desde la calle de Juan Alonso, a lo largo de toda la

    caada, hasta el pueblo de Guadalupe. Pero nosotros, luego que mi general

    Argumedo vid eso, agarramos ladereando la Bufa por ella de Vetagrande y

    con l a la cabeza de la colurna, echando plomazos a lo cabrn, pudimos

    escaparnos. Ya de ah cimos a la hacienda de Tacualeche y pudimos

    remudar pa seguir pa lante. Y es que mi general era un gallo muy jugao pa

    cir en la trampa de Natera. A un hermano mo, Cleofas, s lo mataron ah,

    en las faldas del cerro del Grillo. Probecillo, Dios lo haiga perdonao... pero

    como era tan mujeriego, siquiera se le concedi morir sobre unas faldas,

    manque jueran las de un cerro. Luego de la redota de Zacatecas, me

    mandaron a levantar gente por la sierra de Tepehuanes. Ah qu pelaos tan

    cerreros! Pero bien bravos que eran, por eso vala la pena batallarle para

    encevilizarlos un poco. De plano ni a marchar podan aprender, por ms

    luchas que hacamos no podan dar gelta pa ningn lao; todos se

    enrevesaban y se hacan bolas. Entons que se me ocurre ponerles un grano

    de maz en la mano derecha y uno de frijol en la izquierda, y entons s ya

    noms les gritaba: Gelta pal miz!, y ya iban pa la derecha. Gelta pal

    frijol!, y ya daban el flanco izquierdo. Qu tal estara mi tropa de gena que

    hasta desfilamos en Tepehuanes el 16 de septiembre! Anduvimos alzaos

    por la sierra mucho tiempo, viviendo de lo que podamos. Geno que en ese

    tiempo todava las haciendas taban bien paradas y ajuariadas, y por ellas

    nos gustaba cair de vez en cuando pa remudar y comer carne. Ah se va

    como vivan los haciendaos de aquel tiempo: como los dela poltica de ora a

    todo mecate! Me acuerdo de una muy mentada Santa Catarina. Noms

    vieran visto aquellos: todo relujao, todas las salas y cuartos enfombraos y

    con unas cortinas de ciertopelo tan grandotas que con ellas y las enfombras

  • sacamos suaderos y caronas pa todas nuestras monturas. Curros carajos,

    que gena vida se daban y cmo eran despilfarraos! Encontramos una

    bodega soterrania retacada de puras botellas de tanguarns, todas ajiladas

    contra la pader y que creen?, todas tan viejas que no se van de tanto

    polvo y telaraas. Hasta se me rodaron las lgrimas de ver ese desperdicio!

    Ah noms sirvieron pa tirar al blanco, pos quin se iba a tomar esos

    coaques rancios; a la mejor acabbamos chorriyentos, si no es que

    enyerbaos. No, y a mi general Argumedo hasta un corrido le componieron.

    Yo no s cantar, pero se los voy a recetar porque me lo aprend muy bien:

    Para empezar a cantar pido licencia primero; seores son las maanas de

    Benjamn Argumedo.

    Ni me quisiera acordar, jue un veinticinco de enero aprehendieron a Alans y

    a su compadre Argumedo. Lo bajaron de la sierra todo liado como un cuete

    pasaron por San Miguel, llegaron a Sombrerete. Y as segua por ese tenor,

    relatando las hazaas de su inolvidable general. Hasta se le humedecan los

    ojos al viejo refolufio como le deca mi compadre-, cuando terminaba de

    recetar los versos. -Convnzansen exclamaba-, ya nuay hombres asina de

    esos! Yo vid una vez a mi general Argumedo cmo se les pel a los

    carranclanes que le ban puesto un cuatro y ya sopiaban!, pos creiban que

    ya lo tenan; pero tons mi general en su caballo prieto cuatralbo, noms le

    meti las espuelas y con el cuete en la mano sali zumbando reuto como

    flecha pa donde le tiraban, y ah rifndosela se brinc a los carrancas que

    taban afornicados tras una cerca. Y es que ora los del gobierno ya no

    peleyan, noms es a pura viriguata la que se trin. Yo jui una vez a Mxico,

    a la cmara de deputaos, cuando andaba arreglando lo de mi grao melitar, y

    ah taban unos seores alegue y alegue. Yo pens y hasta me previne: orita

    se arma la balacera, pos uno que taba trepao en un tapanco le gritaba a

    otro: Ransonario, retrgrada!, y sabe que tantas insolencias. Pero no, no

    pas nada. Y es que convnzansen: pleito de curros no prospera! Cuando

  • las hazaas blicas de don Adauto se pasaban de la raya, don Juande lo

    centraba un poco: -Que se me hace, compadre, que ust la nica plvora

    que ha odo jue cuando cargaba el toro de cuetes en las fiestas de

    Chalchihuites! -Mire, compadre -le responda, amoscado, el coronel-, ust

    aqu empantaya a todo el mundo con sus centavos, pero la gloria melitar

    que tengo vale ms que todos los pesos que ust pueda juntar en su vida. Y

    luego que sus centavos noms en este pueblo rifan. Qu tal aquella vez que

    juimos a Torren? Ni tan siquiera lo volteaban a ver, y eso que ust, en el

    mero comedor del Hotel Galicia se puso a gritarle al mesero pa que todo el

    mundo oyera: A mi trigame cien pesos de caldo y cien pesos de tortillas,

    porque a mi ningn curro fundillo de stos me hace menos! Nombre, si

    hasta a m me dio harta vergenza. Y a ms de eso que llamaba a los

    meseros a puro chiflido de arriero. Mi compadre don Juande no aguantaba

    vara y contraatacaba: -El pata rajada y cerrero es ust, con todo y que

    anduvo en las melicias. Si no, acurdese cuando jue la primera vez a la

    capital y se tuvo que poner zapatos, pos no se meti un hueso de

    chabacano entre los dedos del pie pa no echar de menos la correa del

    huarache? Desde luego que nunca pasaban de los mutuos y verbales

    piquetes y las cosas jams derivaban al insulto. Su amistad de impona. Por

    cierto que el poeta de San Jos le compuso estas coplillas a don Adauto: Mi

    coronel don Adauto anduvo en grandes peleyas se las vid en las ms feyas

    pero siempre sali intauto. Ech rayos y centellas combatiendo por la sierra,

    era entrn para la guerra y tambin pa las doncellas. Y aunque con Marte y

    Cupido nunca logr tener suerte no lo jue por estupido ni por temor a la

    muerte. Ms bien jue por atenido por sus juertes olores, pos guerra y amor

    no han sido sino puros trasudores!

  • EL VICARIO DE BACO

    El Gero Sabs, tabernero del pueblo, alquimista de la alegra, terapeuta sui

    generis y sus dos ntimas, inseparables amigas. Justo al lado de la tienda de

    mi compadre y en el mismo chaparro portal estaba la taberna del lugar. La

    atenda su propietario, el Gero Sabs, un hombre ya vejancn con cara de

    sufrimiento. Y es que no era para menos el que as la tuviera: el pobre

    padeca de terribles almorranas -almosapos las llamaba l, de tan grandes

    y feas-. Noms de ellas hablaba. Ya les tena hasta nombres: Pasesita, por

    estar a la pura pasada, y Wenceslada, por estar ladeada; as cuando alguien

    le preguntaba por su salud contestaba: -Parece que Pasesita amaneci hoy

    ms calmadita. O bien: -Esta Wenceslada, jija de un chingao, cmo anda

    ora de alborotada! Yo creo que a pesar de todo haba llegado a encariarse

    con ellas. Cuanto remedio le daban se lo haca: que dedos de fraile cargados

    en la bolsa trasera del pantaln, que lavados con histafiate, lo que es mejor,

    con romerillo, aunque se le arrugue todo el silabario; que compresas de

    cebolla con jitomate tatemado; bueno, hasta raspados de nieve de limn se

    pona el pobre hombre en el sufiate! Pero nada, ah seguan tan rozagantes y

    sanotas las endinas. Y si alguien le sugera -como yo lo hice- que fuera a

    Durango o Torren a operrselas, con gesto cortante y de disgusto

    replicaba: A m el fundillo no me lo a toca naiden, mejor me muero con

    ellas! Lo nico que le daba algn alivio eran unos supositorios que alguna

    vez le recetaran. Usaba un cinturn con carrillera para balas, slo que en

    lugar de stas lo traa lleno de supositorios: -Es que si los cargo en la bolsa

    se me aguadan, aparte de que cada rato tengo que cortar cartucho -

    explicaba, muy serio. Una vez el seor cura, condolido de su triste situacin,

    quiso consolarlo: -Mira Sabs, por qu no llevas tu enfermedad con

    resignacin? Todos tenemos una cruz que cargar en la vida. -S, seor cura -

    responda vivamente el Gero-, pero yo la cargo en el fundillo, nuay

    derecho! Para bregar con borrachos -lo cual es un verdadero arte-, el Gero

  • era todo un as. Y cmo l mismo deca: Despus de lidiar con mis canijas

    almorranas, a estos briagos cabrones como quera los lideo. Si alguien le

    mentaba la madre -cmo por cualquier motivo suelen hacerlo los borrachos

    y los automovilistas mexicanos-, l, encogindose de hombros exclamaba:

    Eso a m me importa madre, que al cabo que a m me pari mi ta! En

    invierno, cuando el fro de esas latitudes cala hasta los tutanos, la mejor

    calefaccin que se poda obtener por aquellos lares era tomarse uno de los

    famosos y universalmente reconocidos ponches del Gero Sabs. Su efecto

    era instantneo y duradero. Adems de tener accin termodinmica, posean

    propiedades altamente curativas, segn aseveraba, convencido el Gero:

    Estos canijos ponches, aunque ustedes no lo creyan, son capaces hasta de

    levantar un muerto ya cadver, cuantims curar un pinchi resfriao. Son

    regenos pa ajogazones, aigres vientosos, estrieimiento aguao, clico

    miserere u del otro, mal de orn, roncor del entestino, vascas

    escrementosas, bubas malpasadas... Geno, pa que no se enreden, casi pa

    todo, menos pa las desgraciadas, enfelices almorranas. Pero eso s, estos

    ponches hay que saber tomarlos, de plano que no son pa cualquier jijo. -Y

    cmo deben tomarse, Gero? -yo lo interpelaba. -Geno, pos pa empezar la

    naranja, a medio carril las pasas, y no me lo cucharin, eso s, no lo

    cucharin! Todos los das a la una de la tarde, un borrachito muy

    circunspecto y un tanto tambaleante, el famoso Joy joy joy -as era

    mundialmente conocido-, sala de la cantina con un enorme cohete de

    arranque en las manos. Se detena, solemne, en la mitad de la calle, lo

    encenda con su cigarro y cuando el estruendo de la explosin retumbaba

    por todos los mbitos lugareos, el Joy joy joy, con voz potente y mezcalera

    gritaba: Ya quebr el da, pelaos! Era la seal tan esperada de suspensin

    de labores y de que el da quedaba abierto de par en par para los

    adoradores de Baco. Para muchos, esta apertura slo se cerraba con una

    guarapeta de rdago. Cual debe de ser, sentenciaba muy serio el Joy joy

  • joy. Uno de los primeros en acudir al imperativo llamado del dios Baco y de

    su aclito el Joy joy joyera Pancho Coria, el briago del pueblo, el borracho

    por autonomasia. Cuando estaba a medios chiles era ingenioso y simptico,

    pero esos medios le duraban ya bien poco, pues pronto caa en el

    aturdimiento: Es que ya est muy prenetao por el vino, sentenciaba

    doctamente el Gero Sabs. Era Coria carpintero de oficio y el nico sostn

    de su madre, y una hermana tsica en las ltimas. Mi hermana se sec

    porque no la regaron a tiempo, explicaba Pancho. Sufran mucho las pobres

    mujeres, pero ste ya no tena remedio. Su especialidad eran las cajas de

    muerto. -Porque yo sagaz y poco pendejo, cuando voy a entriegar el cajn,

    pos me quedo al velorio -me explicaba guiando el ojo-. Muncho me gustan

    los velorios -prosegua-, siempre en ellos hay ambiente, amigos y sobre

    todo, caf con piquete. Luego, en la madrugada, no falta con quen echar un

    conquin u hacer alguna apuesta; por evento, que qun se duerme primero,

    que qun apaga dos velas con mesmo soplido y otras asina de ese mesmo

    jais. Yo el otro da les apuest a que me brincaba de aigre al muerto y

    voytelas!, que me duraba, y hasta les dije: Si me dan otro pajuelazo, se

    los brinco a lo largo. No, pos no libr y di el azotn contra el dijuntito, y all

    va a dar el probe. Ya se imaginar ust el descuajaringue que se arm. La

    viuda toda se despedorr y ah qued bien desmayatada. Al ltimo, como ya

    taban todos bien ebreos -pa tratarlos polticamente, como ustedes los

    curros-, pos deatiro se nortiaron y a quen metieron a la caja jue a la viuda.

    Al dijuntito, como ya taba bien tieso, pos ah noms lo dejaron recargao

    contra la pader. Pancho Coria tuvo, como casi todo ser humano a lo largo de

    su existencia, un momento estelar, un fogonazo de gloria. Digo que casi

    todos los hombres, porque hay algunos que pasan la vida sumidos en un

    pantano de mediocridad que, como los sapos, creen muy seguro y no se

    atreven jams a asomarse al radiante mundo del sol, donde est el peligro,

    pero tambin la belleza. La apoteosis de Coria fue all por sus lejanos veinte

  • aos y nada ms y nada menos que en la capital del mundo mariachero y

    borracheril: San Marcos de Aguascalientes. Ah en apretadsima justa,

    destac por sus grandes mritos y elev su fama y sus lauros de bebedor

    excelso a alturas que parecan inmarcesibles. Sucedi, en efecto, que como

    todos los aos durante la famosa feria de abril, se celebr el antiguo y ya

    institucional concurso de tomadores -as les dicen a los borrachos cuando

    quieren tratarlos con cario-. Consista esta sensacional prueba, como tantas

    otras que se celebran en el mundo y que tanto han hecho en beneficio de la

    cirrosis heptica, en recorrer quince diferentes cantinas tomando en cada

    una dos copas de tequila y dos cervezas. Quien completara el circuito -ms

    bien viacrucis- en el menor tiempo, ganaba. Naturalmente, haba jueces

    vigilando, principalmente en los urinarios, pues no se vala vomitar; quien lo

    hiciera, quedaba automticamente descalificado. El premio consista en

    milpesos -una fortuna en aquel tiempo-, una caja de tequila y lo ms

    significativo: un trofeo con diploma, el cual acreditara ante las futuras

    generaciones la hazaa realizada. Ese ao, mi compadre, el Gero Sabs, mi

    coronel don Adauto y otras distinguidas personalidades que conocan la

    capacidad inflativa de Coria, patrocinaron a ste para su viaje a la capital

    ebrioclida. Naturalmente, estuvo entrenando arduamente con varios meses

    de anticipacin, as que lleg a la competencia luciendo su mejor forma. Se

    celebr aquella con el esplendor y entusiasmo acostumbrados. Coria, aunque

    no logr el primer lugar -ni Julio Csar a su retorno de la Guerra de las

    Galias-, se senta tan satisfecho. La caja de tequila, que de todas maneras

    gan con su honroso segundo lugar, no lleg: se acab en Zacatecas

    festejando la victoria. Pero si llev su diploma, eso s, aunque slo fuera

    como l deca: Noms de mentada honorfica. El habrsele escapado el

    primer premio no lo apesumbraba mucho, que la suerte as es; adems,

    quien result campen era un veterano de muchas batallas, todo lleno de

    maas. Pancho no se cansaba de relatar su hazaa ante sus admirados

  • coterrneos: -Cuando empez la carrera, ramos treinta valedores ajilaos en

    la barra de la cantina del Hotel Imperial; ah mesmo tena que terminar. Al

    salir, luego luego tuvimos las primeras bajas: a dos pelaos me los

    pepenaron sus viejas, que noms taban a la espera pa jalrselos. Despus

    que siguemos ya todos como hasta la mit, ah empezaron ya las

    desierciones. Unos por no tragarse completas las copas u las cervezas.

    Otros, que jueron las ms, por gomitativos, pos con las priesas noms le

    rejurgitaba a uno el gaznate. Ya pa la dcima slo quedbanos ocho u

    nueve, y eso ya casi todos dando bandazos y haciendo grandes estremos de

    vascas y trasudores. Cuatro iban de plano a gatas, y por ms que la gente

    les gritaba y enseaba la direucin, ya no jallaban ni pa nde ganar. Uno de

    ellos se norti tan de a feo, que se meti a una iglesia gatiando por mero en

    medio de las bancas y ah noms gritando: No me retiren tanto la barra,

    cabrones! Apenas libr a llegar hasta el comulgatorio y ah qued empinao y

    mermurando: Pinchi cantinero, que alto pusites el estribo. Ya faltando tres

    cantinas slo quedbanos cuatro vivos y todos parejiando; naiden aflojaba

    niun sesenta y cuatro. A poco vid que cay uno, dio de ancho contra un

    poste y cus!, ni po dijo, pos se parti toda la jeta el probe. Al tercero lo

    atropellaron unos burros mieleros, pos con la briaga y las ansias de ganar,

    agarr un paso derroblado... y ah noms se jue ladiando, hasta cair a media

    calle, por donde iba pasando la recua. Ya pa las ltimas dos paradas el otro

    se me adelant, yo no jallaba por que juera, pos nos atragantbamos el

    tanguarns con la mesma velocid. Cuando llegamos a la meta, l me sac

    una de ventaja. Y hasta entonces me di cuenta porqu jue: el desgraciao -

    chucha cuerera- no iba a miar en los mengitorios, se haca en los mesmos

    pantalones al tiempo que beba, pa no entretenerse en eso. Acab todo

    chorriao y jediondo, pero ni juerza que le hizo a lora que le entriegaron el

    premio. Pal ao que viene, si Dios es servido y astedes me empatrocinan de

  • nuevo, ese gey me hace los puros mandados. Total, me pongo de a tres

    calzones empalmaos pa que agsuerban todo el aguanal.

  • LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE MATEO Y SER ATEO

    Donde se aclara que un antropfago tiene que ser tambin un filntropo,

    pues uno no se come lo que no le gusta. Si bien un filntropo no tiene que

    ser un antropfago, ya que uno puede gustar de alguien sin tener por ello

    que comrselo. El doctor don Mateo Martos era un ateo santo o un santo

    ateo, como ustedes digieran mejor ese aparente contrasentido. Adems, el

    nico santo que he conocido que hiciera milagros, espaol hasta la mdula,

    natural de la Villa de Cabra, all en la andalucsima provincia de Crdoba,

    anarquista desde su juventud, conservaba con gran celo los ideales

    libertarios de Bakunin, aunque atemperados en sus extremas

    manifestaciones por la edad y la reflexin. As, al estallar la Guerra Civil

    espaola, l militaba activamente dentro de la Federacin Anarquista

    Ibrica, la temible FAI, encuadrndose desde luego en la famosa columna

    Darruti, formada por ste para combatir en el frente de Aragn. Durante tres

    largos y heroicos aos luch en primera fila con el bistur y el fusil, curando

    e hiriendo, salvando vidas y segndolas: terrible paradoja de un mdico

    combatiente. Defendi sus ideales como tantos otros millones de espaoles

    lo hicieron en ambos bandos: hasta lo ltimo, hasta recalar exhaustos y

    vencidos en los campos de concentracin franceses; hasta las mieles de la

    intil y dolorosa victoria, los que triunfaron sin triunfo. Lucharon como

    leones y perdieron; pero pelearon, no huyeron como conejos asustados,

    como otros que ya conocemos. Dieron la cara y se batieron a pie firme y

    cuando derrotados se acogieron alampar de nuestra bandera, dieron a

    Mxico -el nobilsimo pas que as los reciba: como hermanos y abierto de

    brazos-, lo mejor de s mismos y, como en el caso de nuestro recin

    conocido doctor, su salud y hasta su vida. El doctor don Mateo Martos no

    viva en San Jos, pues por aquella poca no haba mdicos ah, sino en

    Nieves, e iba todas las semanas a dar consulta en nuestra localidad, a curar

    y an a efectuar arriesgadas y emergentes operaciones quirrgicas. Hombre

  • ya sesentn, de aspecto cansado, blancos cabellos y ojos de un azul intenso,

    tena la figura asctica y deshumanizada de un personaje del Greco. Pareca

    arrancado de El entierro del conde de Orgaz. Cuando la resaca de la

    tormenta lo dej en playas mexicanas y habiendo quedado la poltica entre

    tantas cosas de un pasado muerto, slo pens en dedicar el resto de sus

    das a servir al pueblo humilde, del que provena y a quien verdaderamente

    veneraba. Hombre de vastsima cultura, era un conversador inigualable. Muy

    joven an, casi un nio, emigr como tantos otros de sus coterrneos a la

    industriosa Barcelona. Ah fermentaban, entre la masa pauprrima de

    obreros mal pagados y peor tratados, las ideas revolucionarias de todo

    signo, que para espritus idealistas como el de don Mateo eran un imn

    imposible de resistir: -El anarquismo libertario -me deca emocionado,

    aunque con cierto aire de tristeza- es la doctrina redentora ms hermosa

    despus del cristianismo, cronolgicamente hablando, y tambin como ste,

    es irrealizable, utpica, impracticable, ya que ambos estn sentados sobre

    una falsa premisa: la hermandad de todos los hombres de la Tierra. El

    hombre es por naturaleza egosta, y est fsica y mentalmente condicionado

    por la evolucin para la lucha por la supervivencia. Pedirle lo contrario es ir

    contra las leyes naturales que, desde los ms remotos tiempos, lo motivan.

    Si el hombre prehistrico hubiera empleado la caridad o la compasin,

    hace millones de aos habra desaparecido sin dejar rastro Abel nunca

    hubiera poblado la tierra, slo Can poda hacerlo. En el cristianismo, aparte

    de un puado de seres privilegiados o anormales -en su sentido etimolgico

    y no peyorativo, como se de la casi siempre a esa palabra-, nadie ha

    practicado esa doctrina sublime. Para m, Francisco de Ass es el mximo

    exponente de los pocos que la comprendieron; en Mxico, quiz solo

    aquellos frailes heroicos que vivieron tras las huellas de los rudos

    conquistadores. En la anarqua, de los que yo conoc, que fueron muchos,

    solo Buenaventura Durruti -extraa mezcla de caballero andante, guerrillero

  • y asesino- pensaba en los dems antes de pensar en s. No es que tuviera

    caridad o compasin por ellos -eso es un atributo del cristianismo-, sino que

    sacrificaba sus personales intereses y supeditaba todas sus acciones al

    triunfo de la causa, que para l sera el bien de la colectividad. As como el

    cristianismo fracas en la creacin del hombre justo del Evangelio, as

    tambin la anarqua fall en la confeccin de la sociedad libre y justa que

    soaron los nihilistas rusos encabezados por Bakunin. No fallaron las

    doctrinas, sino el elemento humano en el que deberan proliferar

    desarrollarse. Adems, muchos anarquistas -Durruti y los Ascaso, entre

    otros-, llevados por su ardor o desesperacin, cayeron en crmenes

    execrables, imposibles de justificar. Condenar globalmente al anarquismo

    por ellos, sera tanto como condenar igualmente al cristianismo por las

    terribles iniquidades cometidas por el tribunal de la Inquisicin, o por la

    cruzada contra los indefensos ctaros o albigenses. En San Jos, el doctor

    Martos haba instalado un pequeo y muy modesto dispensario en la

    trastienda de la botica de Don Elas, donde atenda, infatigable, a infinidad

    de pacientes, la inmensa mayora gente muy humilde, a los que trataba con

    una bondad y paciencia admirables. Solo cobraba a quienes saba podan

    pagarle. El dinero realmente no significaba nada para ese espritu selecto. Lo

    necesario para subsistir y ya. Su manera de vivir era realmente estoica. Por

    cierto, el Gero Sabs siempre se neg a ir a consultarlo: No, a qu voy?,

    protestaba lastimero. Esos doitores luego luego queren tasajearle a uno el

    fundillo, no saben otra cosa. A veces tena que efectuar verdaderas

    operaciones de ciruga mayor que no admitan dilacin. En esas ocasiones le

    ayudaba una mujer partera ms que emprica -tal vez lrica- y cuyos

    conocimientos de la medicina provenan de haber trabajado algunos aos en

    el hospital civil de Durango... como fregona y barrendera. Don Mateo la

    disculpaba: lo hace con muy buena voluntad la pobrecilla, deca

    generosamente. Otra cosa que tambin haca de muy buena voluntad, eran

  • nios, quedara invariablemente cada ao de diferente padre. Cuando el

    doctor, paternal, la reconvena por ello, ella simplemente se encoga de

    hombros y le contestaba: -Ay doitor, pos qu quere que haga, yo soy rete

    querendona. Y esta prolfica y desaprensiva dama se llamaba, precisamente,

    Virginia. En el pueblo, con grantino y para abreviar le decan Virgen. Don

    Mateo, moviendo la cabeza de un lado a otro, al observar la prominente y

    sempiterna panza de Virgen, le espetaba: T, mujer, debas llamarte

    Concepcin Segura, con lo atinada que eres! Mira que tu padre como

    profeta fue un verdadero fracaso; vaya nombrecito que te puso, te sienta

    como a San Pedro un par de pistolas! En cierta ocasin trajeron al doctor un

    herido de bala en muy grave estado. No haba alternativa, deba operarse de

    inmediato. Don Mateo se entreg a su tarea con ardor, auxiliado por Virgen -

    que siquiera serva para restaar la sangre-, cuando a la mitad de la

    intervencin, el paciente no pudo soportarla y muri. -Se nos fue, Virginia,

    se nos fue! - dijo con profundo desaliento el doctor. Entonces aquella, con el

    mismo gesto y ademn de ste, coment: -Achis doctor, y tan bien que

    banos! Al presentarlo, he dicho que el doctor Don Mateo Martos, aparte de

    santo era ateo: -Aunque me vaya mal con el nombre -comentaba resignado-

    , claro que me ira mejor Mateo el Evangelista que Mateo el Ateo, pero as

    como Virginia no escogi el nombre que le ha sentado tan mal, as yo: no

    escog ni mi nombre ni mi atesmo. ste vino solo, poco a poco, podramos

    decir que a luchita callando. Un buen da, sencillamente llegu al

    convencimiento pleno de que estaba solo, prcticamente solo. Mi consciente

    era lo nico que exista. -Debe ser terrible ese momento -le interrump. -No,

    en lo absoluto -contestaba vivamente-. Lo terrible es la duda, la

    incertidumbre. Pero una vez llegado a la certeza, no hay nada que pueda

    hacerse al respecto y alcanza uno la ansiada paz interior. Los creyentes ms

    convencidos y ortodoxos y los ateos sinceros se asemejan mucho, ambos

    tienen que aceptar su verdad con humildad, solo as pueden ser tolerantes, y

  • la tolerancia, seor mo, estn difcil de alcanzar. Comentando con mi

    compadre el atesmo del doctor Martos, me pregunt intrigado: -Ateyo? Y

    eso qus, compadre? -Pues es aquel que no cree en la existencia de Dios -le

    responda. -Pos, ah caray, entons en qu cree? -Pues en las realidades

    tangibles, es decir, lo que usted puede ver o tocar, en la justicia, en sus

    ideales, no s... quiz en la bondad del hombre. -Pos entons, al revs voltiao

    que yo, porque yo en Dios como no voy a crer si de a tiro lo estoy viendo. Yo

    en lo que de plano no creyo es en la buend de los hombres, tova de las

    mujeres, pos pase, si todos, no agraviando a don presente, son un hatajo de

    cabrones que noms tan pa fregar al que puedan u se deja. U si no, dgame:

    qun hace algo por los dems sin estirar luego la mano? Asina queme

    dispense muncho el doitor don Mateyo, pero en eso s que anda errao. En

    forma comedida y amable reconvena yo al doctor el desperdiciar su talento

    profesional y su preparacin intelectual trabajando como mdico de pueblo,

    en vez de ensear en algn centro de estudios superiores -como yo lo haba

    hecho alguna vez-, que estaba seguro le abrira las puertas generosamente.

    l me miraba con la tristeza del que no es comprendido y moviendo

    negativamente la cabeza, siempre repeta lo mismo: -No se le olvide, seor

    mo -me hablaba de usted, no obstante la diferencia de edades-, que un

    intelectual revolucionario se debe primero al pueblo y tendr que servirlo en

    donde ms pueda ayudarlo, no donde l pueda brillar ms. La charla del

    doctor, con ese dejo andaluz al hablar, era para m un refrescante bao de

    sabidura. Don Mateo llegaba todos los jueves en el destartalado camin que

    cubra la ruta de Nieves a Estacin Camacho. Una brecha infeliz, polvorienta

    y extenuante. El regreso casi siempre lo efectuaba conmigo, en mi yip -El

    mulo de acero, lo llamaba el doctor-. Dos horas dado tumbos y tragando

    polvo con tal de escuchar la ctedra de un maestro. Ojal y los santos que

    veneran los creyentes hayan sido la mitad de santos que este humilde e

    involuntario ateo.

  • UN CABALLERO BALN

    Donde el lector tendr la oportunidad de conocer a un ejemplar de la fauna

    mexicana, que aunque incluido en la Rusticatio mexicana del padre Landvar,

    actualmente est en vas de extincin. No obstante que esto no alterar en

    nada la ecologa nacional, s lo har con la herldica y la gevontica

    (ciencia, sta ltima dedicada al estudio de la tcnica y propedutica de vivir

    del tuvo y del cuento).Don Ramn de la Pedroja y Tratevilla, Caballero de

    Coln... y de industria, sablista profesional y enemigo pblico nmero uno

    del trabajo, pero enamorado del producto que rinde el de los dems, era el

    hombre ms indefinido que haya parido mujer alguna; desde el nombre, ya

    que en el pueblo era Ramoncito, para sus amigos -si es que le quedaba

    alguno- Ramonete, en su familia Ramonn, con su vieja criada Monchito, y

    para algn despistado que se dejara impresionar, Don Ramn; hasta el color

    de sus ojos que no eran azules, ni verdes, ni grises, ni... Son de color de

    atole, zanjaba mi compadre, y aada: Este Ramoncito no es nada, Ni viejo

    ni joven, ni probe ni rico, ni macho ni marica, ni alto ni chaparro, ni bueno ni

    malo; es lo que se dice como la caca de perico: ni huele ni jiede. Desde que

    naci no hizo otra cosa que ir perdiendo los bienes que hered, materia en la

    que con el tiempo lleg a ser un verdadero experto. Todo lo sacrific en aras

    de conservar una posicin que, cuando yo lo conoc, ha tiempo haba dejado

    de ser ya no digamos slida, ni siquiera lquida; podramos decir que; ms

    bien, gaseosa. Su familia haba sido propietaria de dos grandes haciendas de

    por el rumbo, de no muy limpia prosapia, de la cual podan haber dado

    testimonio los obispos de Durango y Zacatecas que en tiempos de Jurez

    haban puesto a nombre de aquella, para escapar a la ley desamortizadora

    que promulgara con tanta visin ese gran gobernante: accin que despus

    los descendientes no reconocieron. Y como dijo mi compadre: Salieron con

    que cmo dicen que dijo que dijieron que bian dicho quesque eran dela

    iglesia? Total, gracias a su reconocida piedad, la familia de la Pedroja fue

  • desde entonces muy rica. Lo fue hasta la revolucin ya que desde ese

    tiempo y por largos aos, quedaron las extensas propiedades prcticamente

    abandonadas, en manos de administradores no siempre honrados -aunque

    ladrn que roba a ladrn...-, mientras la familia, huyendo de los pelados,

    se daba la gran vida en Pars y Madrid. Cuando por fin se asentaron un poco

    las agitadas aguas de la contienda civil y pudieron regresar a sus lares

    encontraron la tierra, claro, esa nadie se la puede llevar, pero eso fue todo;

    ni una triste borrega o cosa alguna que andara en cuatro patas, como no

    fueran venados o burros salvajes. Ah empez la decadencia Pedrojuna, que

    en la poca de que hablo haba alcanzado su cima definitiva. Ramoncito

    radicaba de ordinario en Durango, pero cuando sus amigos y parientes se

    hartaban de sus imparables sablazos o por lo menos de sus oportunas

    visitas, siempre a la hora de comer, emigraba a San Jos, donde conservaba

    su nica y restante propiedad: una casona noble y antigua, aunque muy

    descuidada, la Casa del Diezmo, como era conocida en el pueblo y que por

    su denominacin, a las claras denotaba ser otra adquisicin hecha gracias al

    acendrado catolicismo de sus ancestros. Decamos que la casa estaba muy

    descuidad y en eso nos quedamos cortos, porque en verdadera una ruina.

    Las paredes de sus numerosas estancias y habitaciones tenan enormes

    boquetes por todas partes; en los pisos, grande hoyancos mal resanados

    hablaban de cul era el pasatiempo favorito, o ms bien, nica actividad de

    su dueo: buscador de inexistentes tesoros. Era una obsesin para l.

    Tena un pequeo artefacto elctrico -el detector de tesoros, como

    pomposamente lo llamaba- que llevaba siempre consigo y que no obstante

    jams haber acertado, aseguraba que era infalible. Tan infalible que en

    cierta y memorable ocasin, en el corral de don Alejo hizo brotar un pozo

    artesiano, pues al excavar ah donde marcaba el aparato de marras, toparon

    y rompieron la tubera que lleva el agua desde la bomba del ro al pueblo,

    que gracias a Ramoncito qued una semana en forzosa y mugrosa sequa.

  • Otro dolorosa fracaso tuvo cuando buscando en la casa de Artemio, el del

    molino, el detector marc claramente un punto en la pared de la habitacin.

    Convenci al dueo y con grandes barras empezaron a romper el muro.

    Habran profundizado uno o dos palmos, cuando la barra top en madera.

    El cofre! -exclam excitado Ramoncito- El cofre del dinero! Somos ricos,

    Don Artemio! Por fin! Somos ricos!, gritaba eufrico, mientras golpeaba

    frentico para ensanchar el hueco abierto. Una vieja tabla qued al

    descubierto. Sin esperar ms, Ramoncito asest tremendo barretazo a la

    madera, al mismo tiempo que un gran estrpito de platos y cristalera rotos

    se escuchaba al otro lado. Cuando se hubo despejado el ambiente,

    aparecieron a travs del enorme agujero los rostros admirados y

    boquiabiertos de los dueos de la casa vecina, que haban visto como

    inexorablemente la alacena de su comedor se vena abajo con un ruido

    pavoroso y acababa con toda la vajilla familiar, apareciendo en su lugar,

    jadeantes y estupefactos, los nclitos buscadores de tesoros. Ah acab

    Ramoncito con sus ltimas reservas monetarias. Pagar los platos rotos y

    arreglar los desperfectos le cost sangre. Pero ni por esas se dio por

    vencido, ya que explicaba: -El detector funcion a las mil maravillas, pues

    haba un tazn de plata en la alacena. Lo que pasa es que esta actividad

    tiene sus riesgos y sus prdidas. No siempre se puede ganar. Ramoncito,

    naturalmente, presuma de sangre azul; se deca descendiente de unos

    marqueses espaoles, pero lo cierto es que su bisabuelo lleg de la

    pennsula a trabajar en una hacienda de la regin y ah cas con la hija del

    dueo, que es la forma ms rpida, efectiva y placentera de hacer la

    Amrica. Por supuesto que Ramoncito, siguiendo la acendrada devocin de

    sus antepasados -que tanto les haba redituado- era muy catlico, rezandero

    muy reconocido. Siempre se encargaba de guiar el rosario en cuanta ocasin

    se haca menester esa montona y pa cantaleta, y poda recitar la letana y

    contestarla misa en latn! As como lo oyen! Esto, desde luego,

  • impresionaba a los rancheros, para quienes esa lengua muerta es una

    especia de cbala mgica, que solo los iniciados poseen. Yo pienso que gran

    parte de la medrosa reverencia que sienten hacia el sacerdote es por eso. Y

    en materia de latines Ramoncito no perdonaba. Recuerdo que en el funeral

    del suegro de mi compadre, se indign mucho porque dos viejillas beatas

    rezaban el rquiem de difuntos como Dios les daba a entender: Requien

    tena doa domine Ms perfeuto es Lucifer Que crezcan en paz. Amn.

    Ramoncito, en plena funcin religiosa, las apostrofaba: Viejas tarugas, no

    saben ni lo que dicen, mejor cllense! Las pobres quedaban en babia.

    Cuando un forastero inquira por la distancia que hubiera de San Jos a tal o

    cual lugar, l contestaba msticamente: -Bueno, kilmetros en realidad no

    s, pero de cierto que rosarios son siete.

    Al ilustre doctor Martos, por supuesto que lo aborreca. Con gran caridad

    cristiana, as se expresaba de l: -A este gachupn renegado y comunista,

    deba correrlo de este pueblo. Ante tales piadosas invectivas, don Mateo

    contestaba: -Despus de todo, nosotros los espaoles tenemos la culpa de

    esas actitudes. Sembramos intransigencia y ahora la estamos cosechando.

    Estos ejemplos de la acendrada religiosidad de nuestro distinguido y baln

    caballero, podran contarse por docenas, o ms bien por cuentas de rosario,

    pues an en ocasiones un tanto profanas porno decir francamente

    pecaminosas, ste procuraba no apartarse de su ortodoxa y cannica

    prosopopeya. De modo que sus raras visitas al Gero Sabs -no por virtud

    abstinente, sino por descapitalizacin crnica y extrema-, en lugar de

    brindar con un sonoro Salud!, como todo borracho que se respete hace,

    siendo por lo tanto junto con la madre las dos palabras ms socorridas por el

    mexicano, l con pa uncin exclamaba, entornando los ojos: Vinus laerificat

    cor hominis, despus de lo cual, tranquila y beatficamente se pona hasta

    las chanclas. Una de las pocas ventajas que puede tener un borracho

    catlico, es poderse curar la cruda hasta en misa. Ese era el caso del

  • caballero de la Pedroja, a quien cupo el honor de haber desarrollado un

    mtodo sui generis para que sin interrumpir el proceso teraputico de los

    efectos de la guarapeta del sbado, se pueda cumplir con el precepto

    dominical, asistiendo, devoto, a la misa de once. Para ello se colocaba una

    pequea nfora de aguardiente en la bolsa superior del saco, y pasando una

    paja o popote por el ojal de la solapa, discretamente se sorba el espirituoso

    lquido, sin dar mal ejemplo, ni mucho menos quebrar el santo recogimiento

    que debe observarse en el sagrado recinto del templo. Era muy til tambin

    este sistema para aguantar sermones de semana santa, ejercicios

    espirituales y otras ceremonias litrgicas igualmente aburridas y por lo

    tanto inaguantables por otros mtodos que no fueran en dulce sopor que

    produce media castellana de sorronchi en la panza de un cumplido feligrs.

    Los padres de Ramoncito hicieron famosa en sus tiempos la sbana santa,

    piadoso y casto-dentro de la santa castidad matrimonial- artilugio o ingenio

    con el que siempre cumplieron sus sagrados deberes conyugales. En efecto,

    cuando el cristiano caballero de la Pedroja senta revolotear en su interior el

    demonio de la concupiscencia -remedio para el cual est hecho el

    matrimonio-, preparaba la hermosa sbana de lino irlands, con todas las

    bendiciones e indulgencias eclesisticas, concedidas para cada ocasin en

    que se hiciera apropiado uso de ella. Para la esposa, los preliminares

    aquellos eran el delicado aviso de lo que se avecinaba, por lo que

    discretamente se retiraba a un rincn del aposento, donde haba un par de

    reclinatorios, que era donde momentos despus se le reuna el seor, para

    ambos ofrecer el acto rezando con ms hervor que fervor, una breve

    estacin. Enseguida ella se diriga apresurada y ruborosa a la cama, donde

    desde luego, se pona en circunstancias. Eran stas que se cubra de pies a

    cabeza con el dichoso lienzo, no permitiendo ste ms acceso a su cuerpo

    que por un agujero ni muy grande ni muy chico, justo a la altura necesaria,

    abierto en forma de corazn y con unas letras en la parte superior

  • primorosamente bordadas, con esta bellsima jaculatoria: Jess me empuje.

    Y bien que lo empujaban pues tantos expedientes para cosa tan expedita no

    impidieron, por supuesto, que nuestro Ramoncito y otra cohorte de

    bodoques tarados asomaran a lavada por el mismo cordiforme orificio de su

    manufactura -otro de los usos de la sbana-, solo que en esta ocasin vuelta

    al otro lado y con diferente leyenda, aunque en las mismas elaboradas letras

    gticas: Deo gratias.

  • EL INVENTOR

    En este lugar y antes que otra cosa suceda, nos atrevemos a denunciar Urbi

    et orbi -dijera Ramoncito- que todo eso del premio Nobel y dems patraas

    slo es para apantallar pendejos, ya que de otra manera nuestra querida

    patria habra ganado varios, y Zacatecas cuando menos uno. Crispn Bazn.

    Ms conocido en el pueblo como Crispn Bacn, era en verdad un hombre

    notable. Vaya, era tan notable que hasta se le notaba. Y lo fue en grado tal,

    que pas a la posteridad como el descubridor de la energa de induccin

    geodinmica. As como lo oyen, nada ms y nada menos. Algo tan

    sorprendente que ni al mismsimo Edison se le haba ocurrido, aunque

    Crispn notablemente daba su lugar: -Este Tomasito de Alba -que as era su

    apelativo, pues lo dems ya se lo pusieron despus en el otro lado- s era

    gallo, ni quien diga nada; y si se hubiera quedado en Sombrerete, donde

    naci, aunque despus haya renegado de su tierra, hubiramos inventado

    muchos inventos juntos, pues casi nos creamos en el mismo barrio, aunque

    l ya estaba labregn cuando yo apenas era un chavalillo. Y quieren saber

    ustedes una cosa que les voy a contar, para que ustedes la cuenten ms

    adelante? Pues que muchos de sus ms ufanos y afamados inventos... se

    los fusil! As como lo oyen. Aunque no lo crean, as fue. Esto lo s de cierto

    porque precisamente el interfecto fusilado fue mi to carnal Pascual Bailn

    Bazn, inventor de altos vuelos -ya vern porqu-, que entre muchas cosas

    cre el nopal lampio cruzando un chaveo, todo espiniento y feroz, con una

    verdolaga dulce, dura y lisa como nalga de india, descubrimiento que dio

    paso a la tuna sin semilla, que tantos y tantos beneficios ha venido a

    reportar en los drenajes pblicos, caseros e intestinales, que en temporada

    de cosecha de aquella fruta tan prejuiciosos taponamientos causaba,

    principalmente en las grandes urbes nopaleras, como son Zacatecas, San

    Luis y Chalchihuites. El rejilete sin enredar -nunca explic a nadie en qu

    consista este importantsimo invento, y esto fue verdaderamente

  • lamentable, pues vayan ustedes a saber para cuntas cosas no hubiera

    servido-, el hilo bola -esto por s mismo se explica, ya que dio origen a la

    bola de hilo, que tan til ha sido para enredar la hebra, que antes de eso

    toda se nos haca udos-. El tamal sin hojas, otro destacadsimo avance, que

    sin embargo y por el mal uso que se le dio desde el principio, se frustr y

    vino a degenerar en el pambazo revolcado, en el cual torpemente se quiso

    suplir la proteccin de la hoja de maz, por una triste espolvoreada de harina

    rancia. El tripi de cuatro patas, que dio mucha ms base y consistencia al

    banco de zapatero remendn, antes tan sujeto a vaivenes y columpeos, con

    el consiguiente peligro del usuario. La melchocha de tajo, que hizo posible

    que sta, antes tan difcil de manejar, pudiera cortarse sin excrecencias

    pegamentosas que tanto embarazan el cuchillo y los dientes. El reloj de una

    manecilla, que permita agarrar horario cerrado sin las molestias que

    representan los minutos, que tan culpables son de la impuntualidad de

    mucha gente. En fin, un titipuchal ms de cosas muy tiles que desarroll y

    compuso para beneficio y progreso de la humanidad. Ahora que al respetive

    de lo que decamos de los avances que le hizo don Tomasito de Alba, pues

    fueron nada menos que el foco y la vitrola. Poca cosa, eh! Casi nada... pero

    sas fueron. Claro que no eran idnticas, ya que tenan algunas variantes,

    aunque no creo que stas vinieran a ser bsicas. Por ejemplo, veamos el

    foco, del que tanto presumi don Tomasito: mi to carnal Pascual Bailn

    Bazn, ya mucho antes haba lanzado el suyo. Claro, no era elctrico, cmo

    poda serlo si la electricidad todava no se inventaba? Pero salvo este

    pequeo detalle, que en realidad no tiene mayor importancia, el principio -

    que es lo que cuenta- era el mismo y eso fue precisamente lo que cope

    Tomasito para hacer el suyo. El foco de mi to era de petrleo. S, as mero

    era. Consista en un quinqu o aparato -mi to carnal Pascual Bailn Bazn

    fue el que le puso este nombre y desde entonces as se llama: aparato-,solo

    que en vez de ser largo era redondo, y en lugar de estar abierto por arriba

  • para que salga el humo, lo estaba para abajo y entonces como ste se

    quedaba adentro, pues haba que darle vuelta, con el fin de que saliera

    aquel, porque si no pa pronto se jumiaba -como dicen las gentes ignorantes-

    y se apagaba la flama; de modo y manera que vena a ser igualito que un

    foco, noms al revs volteado y en vez de rosca, un agujero. ntico al de

    ahora. As que don Tomasito lo nico que tuvo que hacer fue meterle

    electricidad a la mecha, tapar el hoyo y... listo!, todo el mundo se hace

    lenguas de este pelao, y a mi to carnal Pascual Bailn Bazn... que lo m en

    los perros. As es la vida. Por lo que hace a la vitrola, la cosa estuvo ms o

    menos del mismo jais, puesto que ya mi to Pascual Bailn mucho antes

    haba fabricado su toca cuerdas automtico o tocacordio, como vino a

    llamrsele a su ingenioso invento. Consista ste en un carrete en el que se

    enredaban a modo de cuerda cuatro gruesos mecates de lechuguilla bien

    remojados, sujetando en la punta un arco que descansaba sobre de un violn

    chillao -el violn chillao es el que usan los huicholes y coras para acompaar

    a sus briagos y danzantes; le dicen chillao porque aparte de que chilla de a

    madres, aguanta aguaceros, borrachazos, vomitadas y dems contingencias

    que suelen suceder, y noms no se hace nada- bien amarrado a un tronco.

    Entonces lo mecates, al irse secando jalaban el arco y empezaba a sonar

    lagijama -otro de los nombres del violn chillao- y aunque la meloda no era

    muy dulce que dijramos, ah se descubri el principio de tocar la msica sin

    la intervencin del hombre -o de la mujer, para el caso es lo mismo-. De ah

    a sacar la famosa vitrola, no hubo ms que un paso, pues como dije en el

    caso del foco, los principios -que es lo que cuenta- ya estaban dados, y ya

    todo se hizo abasndose en el tocacordio de mi ilustre to carnal don Pascual

    Bailn Bazn, hijo epntimo de esta tierra. Desgraciadamente, su falta de

    preparacin -no tuvo como yo la ventaja del estudio por correspondencia-, le

    impidi progresar en otros campos que despus han sido invadidos por los

    gabachos, pero en los que mi to carnal Pascual Bailn ya estaba trabajando

  • arduamente, o como se dice vulgarmente, muy entrao. Un ejemplo de

    esto que les platico, es la aviacin -o aeronutica, como oy que la llamaban

    en Fresnillo-. Hay muchos dceres, acerca de quin fue el primero que se

    avent a volar como los pjaros. El doctor don Mateo Martos dice que fue un

    tal caro, el cual no pas de la pura encarrerada y dio el azotn, pues se le

    chisparon las alas que tena pegadas con cera de Campeche. Tambin que

    trazas de don caro! Otro, como el mesi Mayaudon, el viajero de Las

    fbricas de Francia dice que fueron unos franchutes que subieron en globo

    de aire caliente, como esos que sueltan en las ferias; y la Popular Mecanis o

    Mecnica Popular, para los que no entienden el gabacho, dice que fueron

    ellos los que de primeras se subieron a un aeroplano. Pues ya vieron

    ustedes a toda esa gente que parece tan seria... pos mienten!, o cuando

    menos son supinos ignorantes, porque el primer hombre en volar por los

    aires fue, pa que se lo oigan y se lo sepan, el nclito y glorioso don Pascual

    Bailn Bazn, mi to carnal y noble hijo de estas tierras. Bueno, creo que

    llevado por mi pasin familiar, exagero un poco, porque, en realidad, el

    primer ser humano -que yo sepa- en surcar los aires sutiles cual golondrina

    fugaz y delentrea, fue Tacho el loco, que un memorable 19 de marzo, en

    las meras fiestas del seor San Jos, efectu su brevsimo, flamgero y

    espectacular vuelo. Pues vern ustedes, sucede que Tacho, que a todo sea

    comeda, estaba muy entusiasmado dndole malacachonchi a la esquila -

    campana, pues- mayor, en la torre de la parroquia, cuando debido a un

    fuerte catarro cado al pecho que traa, se volte para sonarse de a dedo y

    soplido cuando ah noms que lo alcanza el esquiln mayor, dndole tal

    antellevn que alcanz a rebasar la linternilla de la torre, con todo y la cruz,

    antes de agarrar su vuelo en picada. Pobre Tacho el loco, despus de tan

    noble y tan bueno que era. Van ustedes a creer que todava alcanz a

    gritarle al gento que llenaba el atrio: branse que traigo gripaaa...! Pero

    bueno, este vuelo quiz por involuntario no debe figurar en los anales de la

  • aeronutica,-como ya les dije que ltimamente le dicen en Fresnillo-. As que

    en realidad el que cuenta y seguir contando, aunque esto les arda a los

    geros, es el de mi to carnal Pascual Bailn. Ni modo de negarlo. Y es que

    su hazaa fue de verdad hazaosa. Para mi to Pascual Bailn, volar era

    una obsesin. Soaba con eso. Y no como todos, que ensueos sentimos

    que brincamos y nos deslizamos un bute de terreno sin dar pisada. No, mi

    to Pascual Bailn soaba con las alturas, con ser pjaro, guila, o de

    perdida un zopilote, el caso era andar por los aires. As que por aos,

    mientras haca otras muchas cosas, iba madurando su invento cumbre,

    aquel que en verdad deba inmortalizar su nombre de Pascual Bailn Bazn.

    No le bastaba con haber prohijado al antecesor directo del foco, o de la

    vitrola, que por s solos merecan los lauros eternos de la fama. Ni tantos

    otros que haban revolucionado no slo la ciencia econmica, sino hasta la

    fisiolgica e higiene, como el tripi de cuatro patas. No le bastaba todo

    aquello: necesitaba algo espectacular, trascendente, e iba a lograrlo; estaba

    decidido, y volar era el nico medio de alcanzar todo esto. No le arrendraban

    ni las dificultades ni los peligros anejos a la empresa. As que una lmpida y

    ventosa maana de marzo, mi to Pascual Bailn anunci a sus amigos y

    coterrneos en general, que ese da era el indicado y sealado para probar

    su invento mximo, aquel para el que haba calentado al rojo vivo su magn

    -cerebro, pues- y que redundara no solo en su personal gloria, sino en la de

    su pueblo amado. Con esta retrica, aqu entre nos, quiso echarle sus

    cacallacas o pedillos a don Tomasito de Alba, que desair a Sombrerete por

    Nueva Yor y Detroy. No, pos no lo hubiera dicho dos veces: medio San Jos

    -de por s argenderos y que slo quieren un pretexto para no trabajar-

    sigui a mi to carnal Pascual Bailn hasta las afueras del pueblo, por toda la

    orilla del ro, hasta el lamo de doa Juana, que as le dicen al rbol ms

    alto de todo el encanijao curso del Aguanaval, desde que nace en los puertos

    de Llanetes y Trujillo, hasta que muere de sed en las lagunas de Mayrn.

  • Llevaba mi to Pascual Bailn en unos carros de mulas todos los enseres de

    su invento. Hasta pareca convite de circo, pues la tambora de Romn

    Samaniego se les junt muy gustosa, y a los acordes de Amor de madre y

    Los grgoros acompaaban la comparsa. Mi to Pascual Bailn, montado en

    un caballo grullo gatiado -me acuerdo bien-, saludaba con ambas diestras,

    gozando su triunfo por adelantado. Por fin llegaron al lamo de doa Juana.

    Mi to Pascual Bailn procedi a organizar todo el experimento. El gento de

    gente hizo rueda silencioso y admirado, ya que estaban a punto de ser

    testigos de la historia. Varios pelaos fuerzudos subieron gilmente por las

    ramas y se encaramaron en lo ms alto del rbol. De ah con garruchas y

    poleas subieron todo el complicado ingenio. Lo que ms trabajo les dio fue la

    lancha. S, una lancha. De qu se admiran? Esa era la base del invento.

    Una lancha con dos grandes alas de petate con armazn de varengas,

    pegadas a sus remos, por lo que albogar con stos, aquellas se mecan

    amplia y cadenciosamente. All arriba, con grandes dificultades le pusieron

    su mstil con la vela enredada. Como ven ustedes, todos los principios

    bsicos de la navegacin se haban respetado escrupulosamente. Pronto

    estuvo todo a punto para el despegue. Mi to carnal Pascual Bailn subi

    gilmente por una escalerilla de cuerdas puesta a propsito. Con tubos y

    saracof -casco, pues- del ejrcito porfirista, francamente pareca la mera

    verdad. Ya en lo alto, se dirigi a la muchedumbre reunida al pie del lamo

    de doa Juana, con estas sencillas sentidas palabras: Paisanos mos muy

    queridos y pasmaos: estn a punto de presencear el primer volido de mi

    grandioso invento: el aigrobarco. Veo y alcanzo a destinguir las caras

    almirativas de los ms y de incredolicid de los menos. Ambas las dos me

    valen... porque si este artefaito no vuela me quito reinventor pa scula y

    mejor me dedico a hacer coyundas para los geyes de sus mercedes. Y es

    que ustedes desconocen lo que yo conozco, u sean los prencipios de las

    fsicas naturales. Si una lancha anda por las aguas y no se hunde, por qu

  • no lo va a hacer por los aigres, sin cairse pa bajo? La juerza del viento u de

    las aguas es la mesma, con tal de que no sea de jierro lo que queren que

    navegue, porque eso s, por la ley de... geno, pos porque est muy pesao,

    da de ancho. Yo s que hay munchos envidiosos que se estn risando de mis

    aiciones. Yo les pregunto a esos endevidos: han visto alguna vez que una

    lancha pueda volar? Entons, que alegan? Y ultimadamadresmentes, yo

    seque la cencia nunca es comprendida, asina que a la sal de astedes, me

    aviento a la conquista del enfenito! Y diciendo y haciendo, con gran

    decisin y coraje, mi to Pascual Bailn solt la vela, que se hinch al

    instante; con tremendo tirn libr las amarras y el poderoso aerobarco sali

    disparado, recto como una flecha... hacia el slido suelo, donde con

    horrsono estruendo de tablas rotas y la estufaccin del pblico asistente, se

    estrell con gran limpieza. Mucho muy condolido y moribundo qued mi

    pobre to carnal Pascual Bailn. Todo estrujado y roto. Lo nico que no se le

    rompi fue el saracof -qu bueno, pues lo estaba estrenando-, de ah

    palreal, todo. Antes de rendir el nima, alcanz a darme -yo era un

    chavalillo entonces- este sapientsimo consejo: Querido sobrino, como ya

    vites u observates... me llev la fregada; pero muero con la satisfaicin de

    que por fin vol... pa bajo... pero vol, pos no siempre se puede volar pa

    rriba. Asina que no te desavalorines, lo nico que nesitas es treparte ms

    alto. Te apuesto que desde el crestn del cerro de la Bufa libras hasta

    Quebradilla... si no te quebras antes toda la ma... Ah palm mi to Pascual

    Bailn. Podrn negarle la gloria de ser el inventor del aeroplano, pero nunca

    jams le quitarn la de ser como el Bautista: el gran precursor. Pero

    volviendo al personaje que con tanto calor y pasin hablaba de su to

    Pascual Bailn, diremos que hered de ste, si no su fortuna, pues el

    malhadado aerobarco se llev todo su exiguo patrimonio, s sus genes de

    inventor insigne, creador tambin de fabulosos aunque ms pragmticos y

    como veremos, redituables progresos cientficos. A diferencia de su to,

  • Crispn Bacn era hasta cierto punto un hombre ilustrado; en su lejana

    juventud -ya era un hombre ms que maduro- fue seminarista en Zacatecas,

    aparte de graduado por correspondencia como electricista y radiotcnico.

    Sola ser caravanero y rebuscado en el hablar. Pero lo que ms lo distingua

    del resto de los mortales, era que su taller y hogar tenan corriente elctrica

    las 24horas del da, siendo que para el resto de la poblacin se cortaba a las

    10 de la noche, quedando el pueblo sumido en las tinieblas. Naturalmente

    que este hecho extrao dio pbulo a extremas conjeturas y variadsimos

    comentarios. Un temeroso vaco comenz a hacerse en rededor de Crispn:

    brujo, enechizao, empautao con el diablo, era lo menos que de l se deca.

    Entonces Crispn, sonriendo comprensivamente, explic su secreto, para

    cortar de raz -dijo- tan negativas especulaciones. La cosa era bien sencilla -

    aclaraba muy serio-, ya que todo se reduca a la aplicacin de uno de sus

    maravillosos descubrimientos: la energa de induccin geodinmica,

    obtenida directamente del centro de la tierra, a travs de un invento ultra

    secreto que no poda revelar, ya que estaba destinado a revolucionar todo lo

    conocido hasta entonces en materia de electricidad, y l cuidara que la

    gloria y los beneficios fueran nada ms para nuestro querido Mxico.

    Bastantes y tristes experiencias haba ya -como en los casos del foco, la

    vitrola y el aeroplano- para no tener mucho cuidado, pues hay que ver que

    los gabachos no duermen. Naturalmente que ese invento tan maravilloso

    trascendi los estrechos lmites del pueblo y lleg a Sombrerete, donde

    desde luego la Compaa de Luz, no muy convencida del genio de nuestro

    Edison nopalero, envi unos inspectores que pronto develaron el tan

    celosamente guardado secreto. Crispn simplemente haba sacado un fino

    alambre de cobre desde una cercana torre de conduccin, y con escondido y

    pequeo transformador se robaba la corriente olmpicamente. El pobre

    Crispn fue a dar al bote, terminando en una fuerte multa sus inquietudes

    inventariles o edisonianas. Mi compadre, gran admirador de Crispn, no

  • poda admitir su fraude: -No es cierto, compadre, no es cierto. Lo que pasa

    es que todas son cbulas de la Compaa dela Luz, que sabe que se le acaba

    su negocio cuando cada quen agarre su eleutricid de la mesma tierra.

  • FILOSOFA AMOROSA DEL COMPADRE JUANDE SEPARATA

    En donde se hace un recuento de la tcnica que hace porfiadas a las

    mujeres, hasta lograr no verse los pies. No bien haba detenido mi yip frente

    a su casa, aquella luminosa y calurosa maana de mayo, cuando mi

    compadre me abord con cierto aire preocupado que no iba mucho con l.

    Saba que estbamos en el peor mes de la sequa, pero en eso todos

    suframos igual, y as se lo manifest apenas se apag el ruido del motor y

    pude hacerme or: -Est dura la seca, compadre. Ah atrs traigo tres cueros

    que pelamos ayer, y quien sabe cuntos ms habrn amanecido hoy. -No es

    eso, compadre. Es otra cosa y quero que me aconseje. No s si ya le he

    platicao que se va casar -pendejo, pero geno, all el- mi sobrino -geno,

    sobrino de mi mujer- Baudilio, Baudilio Rentera. Y se le ha ocurrido a este

    diantre de muchacho envitarnos de padrinos, pos como es hurfano de sus

    papases, a m siempre me ha mirao con mucho repeuto. Y no modo de

    niegarme. La cosa es que no jallo qu hay que hacer u pagar, u qu? -

    Bueno, pues eso depende -le contest haciendo mi mejor cara de hombre de

    mundo-. Si la novia es de posibles, ya sus padres se encargarn de los

    gastos, porque es la irona en las bodas de las hijas: el tener que

    emborrachar precisamente a quienes se las quitan. Ahora, que si no es... -

    No, pos no, compadre. Sus papases de la muchacha tan ms fregaos que la

    riata del pozo; asina que aqu el nico pagano soy yo. Y tampoco es noms

    de a la salida de la iglesia: Geno, pos ah nos vimos. No, seor. Habr que

    hacerles un mediano guateque, trair la tambora, matarles un puerco y unos

    cconos y por descontao que sus genas garrafas de sorronchi pa que no

    hablen u digan de uno... Y luego a ms que va a ser boda derecha, porque el

    muchacho ha respetao a la novia. Dice que ni un pelo le ha tocao... -Pues

    que puntera de pelao -le reviraba yo. -Ah, que compadre! Con ust de

    plano que no se puede hablar seriamente con seried. -No, se lo digo

    formalmente; yo como que en estos tiempos ya no creo en esos amores

  • platnicos, si el nio ms tardado es de seis meses! Pero hasta eso, que

    solo el primero sale as, ya que todos los dems que siguen se toman su

    debido tiempo. -Pos mire, compadre: eso de que estos muchachos, mis

    sobrinos, haigan tenido u tengan esos amores que dice ust, pos tampoco,

    nuay que ser esagerao, ya con los platos u platones se avientarn despus.

    Orita con qu?, si los probecitos ni a menaje de casa llegan... Adems que

    ya al Baudilio, pos como no tiene pap, yo le he dao sus consejos, no creya.

    Primeramente que dende el prencipio se sepa qun lleva los pantalones en la

    casa. Que no sea suato. Despus, que a su esposa le d suficiente de todo,

    porque una mujer ansina bien satisfacida no anda buscando peleya por otros

    laos. Bien vestida, comida y sobada, y van a ver que hasta eruta de

    satisfaicin la endina. Cmo hay hombres que esigen fidelid, si las train

    muertas de hambre por todas partes? En esto del matrimoo hay unos

    pelaos muy afeutos a los guantones; yo creyo que eso no st bien, porque si

    la vieja tambin es de ley y sale retobada, pos ah cin ya en los amores

    esos platnicos que ust dijo ms antes; hay gente que luego que acaban

    con todo el trastero de la cocina, se avientan hasta la mano del metate; eso

    s est muy malo, porque un golpe de esos puede dejar aigreao del sentido a

    un cristiano pa toda la vida... Tambin es muy conveniente retirar a la

    suegra, porque estas endevidas con sus cbulas y chismes estropeyan ms

    matrimoos que la borrachera. Y si dende el comienzo no se la quitan, pos

    ya estuvo que no se la apiaron nunca. Y luego a estas suegras nunca hay

    que darles razn reuta del piensou de los hechos de uno. Que pregunta: A

    dnde vas, yern