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DIOS NOS ACOMPAÑA En las desgracias El sonido del silencio Pautas de meditación Mi guía de recorrido Para encontrar siempre la salida CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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Dios nos acompañaEn las desgracias

El sonido del silencioPautas de meditación

mi guía de recorridoPara encontrar siempre la salida

C AMB I A TU MUNDO C AMB I ANDO TU V I DA

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1. V. Juan 16:33

2. Salmo 23:4 (nvi)

3. Salmo 16:8 (ntv)

4. Jeremías 29:12,13 (ntv)

5. V. 1 Pedro 5:7

6. Salmo 34:19 (ntv)

7. V. Salmo 61:2

8. V. Hebreos 13:5

Si deseas información sobre Conéctate oestás interesado en otras publicacionesde carácter inspirativo, visita nuestro sitioweb o comunícate con uno de nuestrosdistribuidores, cuyos datos de contactoaparecen más abajo.

www.activated.org/es/www.audioconectate.org

México:Conéctate A.C.E-mail: [email protected]: (01-800) 714 4790 (nº gratuito)

+52 (81) 8123 0605

España:ConéctateApdo.62628080 Madrid(34) 658 64 09 48

Estados Unidos:Activated MinistriesPO Box 462805Escondido, CA 92046–2805E-mail: [email protected]: 1-877-862-3228 (nº gratuito)

Director Gabriel García V.Diseño Gentian SuçiProducción Samuel Keating

© Activated, 2015

Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.A menos que se indique otra cosa, los versículos citados provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

Año 17, número 5

A NUEST ROS AMIGOSPr esencia constant e

Venimos al mundo a pasar dificultades. No podemos pretender que nuestra estancia en la Tierra sea toda blanda y apacible. Además, la Biblia nos lo garantiza1. Lo bueno es que también nos promete que no estamos solos, que tenemos compañía. «Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno

porque Tú estás a mi lado»2. «Sé que el Señor siempre está conmigo»3.A Dios le encanta que platiquemos con Él como lo haríamos con un amigo

íntimo. Promete brindarnos Su apoyo si nos acercamos a Él: «Cuando oren, los escucharé. Si me buscan de todo corazón, podrán encontrarme»4.

Quiere que le contemos nuestras cuitas y le entreguemos nuestras preocu-paciones, para poder infundirnos esperanza y paz y llenarnos de energías5. Claro que Él no solamente está interesado en nuestras luchas internas; quiere que le hablemos de todo lo imaginable, desde nuestros triunfos más pequeños hasta nuestros grandes temores, pasando por todo lo que hay entremedio.

Una vez que Jesús entra en nuestra vida, Su presencia jamás nos abandona. A veces la percibimos, a veces no. Sin embargo, como el rey David de antaño, podemos afirmar confiadamente: «La persona íntegra enfrenta muchas difi-cultades, pero el Señor llega al rescate en cada ocasión»6. Si bien David tuvo sus momentos de apuro en que se sintió superado7, sabía que a la larga Dios nunca lo abandonaría a su suerte. La misma certeza podemos tener nosotros8.

¡Ojalá que este número de Conéctate sea para ti un bálsamo de fe y aliento y te recuerde que, pase lo que pase, no estás solo en este trance!

Gabriel García V.Director

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La otra noche me despertó una llamada telefó-nica que requería mi atención urgente. Saliendo de mi profundo sueño, me vestí rápidamente, tomé las llaves del auto y salí corriendo a cuidar de una pequeña emer-gencia. Alguien había sufrido un pequeño accidente a altas horas de la noche y necesitaba que fuera a buscarlo. Aunque estaba angustiada, no podía dejar de pensar que la situación podía haber sido mucho peor. Así que a lo largo de la siguiente hora traté de serenarme y concen-trarme en resolver los detalles y llevar a todos sanos y salvos a su casa.

Mientras conducía por calles desconocidas tratando de encontrar la ruta en medio de la noche, oré por todos los afectados y para que Dios nos concediera prudencia y protección. Sobre todo, le agradecí que nos cuidara tan bien aun en circunstancias difíciles, a pesar de nuestros errores y embarradas.

Varias horas más tarde, ya nuevamente en mi camita, seguí orando y le encomendé a Dios todo lo relativo a aquella situación. Repasé unos versículos de la Biblia y escuché unas reflexiones devocionales. A solas con Jesús en la oscuridad de la noche, las horas se escurrieron lentamente.

Mientras pasaba el tiempo me di cuenta de que no tenía nada de sueño. La adrenalina que había liberado mi orga-nismo y que me había despertado completamente al tener que entrar en acción todavía estaba surtiendo efecto. Así que me quedé acostada, escuchando, orando y confiando, hasta que vi por la ventana que comenzaba a clarear. Entonces caí en un profundo sueño y estuve así varias horas. Me desperté sorprendentemente descansada y lista para afrontar el día.

Fue una noche extraña, de esas que agradezco que no sean muy frecuentes. Aunque fui incapaz de controlar mis reacciones ante el estrés, me sentí amada y cuidada. A pesar de que no dormí, reposé en los brazos de Dios, y con eso me bastó. Si bien a veces nos suceden desventu-ras, Él nos evita peores accidentes y problemas.

Las sombras de la noche pueden llegar a alargarse mucho. A veces nos sentimos perdidos, confundidos y estresados; sin embargo, no hace falta que nos enfren-temos a solas a la oscuridad. Cuando pedimos ayuda a Dios, Él siempre acude a auxiliarnos, protegernos y con-solarnos hasta que despunta el día y huyen las sombras.

Joyce Suttin es docente y escr itor a. Vive en San A ntonio, EE . UU. ■

Joyce Suttin

HASTA QUE HUYAN LAS SOMBRAS

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nos vemos bombardeados por pensamientos negativos, podemos imaginarnos que somos unos fracasados, que no tenemos remedio, hasta acabar completamente derro-tados, desanimados, sumidos en la desesperación. En esas circunstancias es fácil ser pesimista y pensar: «No tengo una relación muy estrecha con el Señor. Es más, no creo que me ame; si no, no me sentiría tan mal».

Cuando nos dejamos llevar por nuestro estado de ánimo, las emociones pueden causar estragos en nosotros y hacer que nos sintamos muy lejos de Dios. Andar por vista5 y no por fe nos hace vulnerables a las dudas. Cuando nos asalten dudas de esa índole, tenemos que «pelear la buena batalla de la fe»6 y resistir al diablo y sus mentiras7.

Si no te sientes cerca de Jesús, no te preocupes

Cuando mi hija era pequeña y yo la arropaba en la cama, ella me

vamos a ser bastante inestables. Nos veremos continuamente arrastrados de una parte a otra por diversos sen-timientos, sin saber cómo nos irá al día siguiente, ya que eso dependerá de qué tal estemos al levantarnos por la mañana.

Independientemente de cómo nos sintamos, podemos tener la certeza de que nuestra relación con Jesús sigue firme y que el amor que nos profesa es invariable. Él dice: «Con amor eterno te he amado»2, «Los montes se move-rán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti Mi misericordia»3, y: «No te desampararé, ni te dejaré»4.

Dejarse llevar por las emo-ciones conduce al desaliento

Guiarnos por nuestro estado emocional nos puede llevar a sen-tirnos pésimamente buena parte del tiempo, ya que las cosas negativas son pan de cada día en el mundo, para no hablar de las mentiras y dudas que siembra el diablo. Cuando

Con frecuencia he oído decir a la gente: «Será que no tengo una relación muy estrecha con Jesús, porque no lo siento muy cerca». Pero la Biblia deja bien claro que no debemos guiarnos por sen-saciones ni apariencias superficiales. «Por fe andamos, no por vista»1.

Si tomamos nuestro estado de ánimo como indicador de lo bien o mal que andamos espiritualmente,

1. 2 Corintios 5:7

2. Jeremías 31:3

3. Isaías 54:10

4. Hebreos 13:5

5. V. 2 Corintios 5:7

6. 1 Timoteo 6:12

7. V. Santiago 4:7

8. V. Santiago 4:8

9. V. 1 Juan 3:20

10. V. Salmo 103:8; 37:24

11. 1 Juan 1:9

12. V. Salmo 51:17

13. Salmo 145:18

14. Salmo 34:18

María Fontaine 

SENTIRSECERCA

de

JESÚS 

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decía: «Ahora me voy a acurrucar en los brazos de Jesús». Ella era capaz de imaginárselo, y me alegro de que fuera así. Yo, sin embargo, nunca he tenido tanta imaginación. No tengo la sensación de estar descansando en el regazo de Jesús cuando me acuesto. No soy tan imaginativa. No hay caso, así soy.

Algunas personas son capaces de disfrutar de cosas así; otras —como yo— no. Algunos son mucho más emotivos y sentimentales que otros. Sin embargo, no me voy a pasar la vida preocupada porque no siento una gran intimidad emocional con Jesús: estaría constantemente deprimida. Solo tengo que aceptar las cosas por fe. No hay muchos versículos de la Biblia que hablen de nuestras sensaciones; en cambio, sí hay un montón sobre la fe, sobre confiar en el Señor y creer Su Palabra.

Hay una manera de saber si estamos cerca de Jesús: Su Palabra

promete que si nos acercamos a Él, Él se acercará a nosotros8. Aunque no nos sintamos cerca de Él, si estamos haciendo todo lo posible por acercarnos a Él, por amarlo y complacerlo, podemos tener la certeza de que estamos cerca de Él.

¿Y si hemos cometido errores?

Cuando sabemos que no hemos estado a la altura de lo que Jesús espera de nosotros es natural que tengamos remordimientos. «Uy, con todas las faltas y errores que he cometido, ¡cómo voy a estar en comunión con el Señor!» No permitas, sin embargo, que el diablo ni tu propio corazón te condenen9. Si te arrepientes de tus pecados y deseas sinceramente acercarte a Dios, Él será misericordioso y clemente contigo10. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad»11.

El Señor no desprecia al corazón contrito y humillado12.

Si deseas sinceramente agradar al Señor, no cabe duda de que Él se acercará a ti cuando clames a Él. La Biblia promete: «Cercano está el Señor a todos los que le invocan de veras»13, y: «Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu»14.

Por eso, a pesar del desaliento, los sentimientos de culpa y los remor-dimientos, si sabes que procuras de veras amar y agradar a Jesús y obedecer Su Palabra, puedes tener la confianza de que estás estrechamente unido a Él, aunque no te sientas así.

De hecho, a veces uno está más cerca de Jesús cuando se siente alejado de Él. Por ejemplo, cuando un error o defecto nuestro nos hace quedar en evidencia, aunque no nos sintamos muy animados ni muy cerca de Dios, tal vez en realidad sí estamos muy cerca de Él. Por otra parte, hay personas que quizá se

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sienten muy cerca de Él cuando a lo mejor no lo están para nada, sobre todo si se precian de sus propias obras o su bondad en lugar de confiar en la bondad, la gracia y la misericordia divinas.

A veces nos sentimos incómodos porque Dios está hablándonos al corazón, punzándonos la conciencia por algún pecado o incluso advir-tiéndonos. Por eso, cuando algo nos perturbe debemos examinar nuestro corazón y nuestras acciones para descubrir por qué nos sentimos así y qué nos quiere enseñar Dios15.

La clave¿Cómo puede uno saber si está

cerca de Jesús? ¿Cómo se acerca uno a Él? La clave está en leer y seguir Su Palabra. Jesús prometió: «El que me ama, Mi Palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y

haremos morada con él»16. Total que si lo amas y haces lo que manda Su Palabra, desde luego que estás cerca de Él. Él ha fijado Su hogar en tu corazón. Más cerca no podría estar. Ya ves que es muy sencillo.

Estar unido a JesúsPuede que a veces vivamos expe-

riencias espirituales estremecedoras, como la euforia que suele invadirnos, por ejemplo, cuando ayudamos a alguien a establecer contacto con Jesús o cuando la Palabra de Dios nos habla muy claramente. Eso son señales del amor de Dios, que Él nos da para animarnos. Así y todo, no tenemos esas sensaciones aseguradas, ni debemos desmoralizarnos o pen-sar que nos pasa algo o que nuestro vínculo con el Señor anda mal si no sentimos nada.

No siempre nos sentimos emocio-nados, animados o con ganas de dar brincos de alegría. A veces tenemos hambre. A veces estamos cansados

o enfermos. A veces nos cuesta tener presente que Jesús nos ama, que se preocupa por nosotros y que nos sacará adelante si no nos rendimos antes de tiempo.

Como ves, puede que unas veces no te sientas muy unido a Jesús y otras sí. En todo caso, no dejes que eso te preocupe. Por más que no te sientas muy cerca de Él, bien puedes estarlo. ¡La proximidad con Jesús es mucho más que un estado de ánimo!

Lo que queremos es estar cerca de Él. Si da la casualidad de que lo sientes cercano, da gracias por ello. Pero si no, no te desanimes. Y no olvides que si amas a Jesús y haces todo lo posible por complacerlo, puedes tener la certeza de que estás cerca de Él.

M ar ía Fontaine dir ige junta mente con su esposo, Peter A mster da m, el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

15. V. 2 Corintios 13:5

16. Juan 14:23

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Dalo a conocerEl éxito en la vida tiene dos ingredientes esenciales. Para alcanzarlo es preciso cultivar primeramente una buena relación con el Creador de la vida y, en segundo lugar, sanas relaciones con quienes nos rodean. Es más, sin ello es imposible ser verdaderamente feliz. Jesús nos reveló la clave al decirnos: «“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente”. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”»1.

Lo más extraordinario del primer mandamiento es que no se puede amar a Dios sin ser correspondido. Y cuando experimentamos Su amor, no podemos menos que entusiasmarnos con la vida. La conciencia de que cada uno de nosotros es una creación única y de que Él nos ama nos lleva a apreciar todo lo demás en su justo valor, incluidas esas cosas que nos disgustan de nosotros mismos y que tienden a deprimirnos. Él nos creó como quería que fuéramos; pero ojo, aún no ha terminado. Somos una obra en curso, y con Su ayuda podemos y debemos hacer pequeños progresos todos los días. Cada día se nos presentan estimu-lantes dificultades, nuevas oportunidades, nuevas aventuras; y cualquier cosa es posible, pues para Dios nada es imposible.

Con ese enfoque, el segundo ingrediente para tener éxito en la vida —llevarse bien con los

demás— viene por sí solo. No nos cuesta ganar o mante-ner amigos, pues nuestro amor, fe y optimismo atraen a los demás como un imán.

Gozar de una estrecha relación con Dios nos ayuda también a superar los problemas que se nos presentan. Al expresarle nuestro amor nos ponemos a tono y a ritmo con Él, justo lo que nos hace falta para recibir de Él todo lo que necesitamos: amor, felicidad, objetivos, soluciones y mucho más. Él no se encuentra en ningún lugar lejano, más allá de nuestro alcance o comprensión. Jesús dijo: «El reino de Dios está entre vosotros»2. ¡Disfruta de Él y dalo a conocer! ■

1. Mateo 22:37–39 (nvi)

2. Lucas 17:21

E L M A E S T R ONarrado por el padre Tommy LaneUn día la madre Teresa recogió a una mujer en las calles de Calcuta. Tenía llagas infestadas de parásitos. Mientras la madre Teresa le limpiaba y vendaba las heridas, la mujer no paraba de chillar. Hasta soltaba insultos y palabrotas. Por fin la mujer preguntó:—Hermana, ¿por qué hace esto? No todo el mundo se porta como usted. ¿Quién le enseñó?La madre Teresa respondió:—Dios me enseñó.La mujer dijo que quería conocer a su Dios. La madre Teresa entonces le besó la frente y le dijo:—Usted conoce a mi Dios. Mi Dios se llama amor. ■

Keith Phillips

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Hace unos años, mi relación con Dios llegó a un punto de inflexión. Hasta entonces me había obsesionado con hacer cosas que lo complacieran o que hicieran que se sintiera orgulloso de mí, y abstenerme de hacer cosas que lo desagradaran. Y claro, estaba también lo que Él hacía. Estaba la cuestión de lo que yo le pedía que hiciera, y por otra parte mi inter-pretación de lo que Él hacía sin que yo se lo pidiera. Me desanimaba cuando me parecía que Él obraba de maneras que no favorecían mis intereses, y me enfrascaba en tratar de averiguar por qué lo hacía.

Entonces tuve una iluminación que me dio una perspectiva totalmente distinta de Dios y de mi relación con Él. Sucedió a consecuencia de algo que leí acerca de amar a Dios simplemente por Sí mismo y no por lo que hace por nosotros. Estoy segura de que lo

había oído antes, pero esa vez me transformó.

Me puse a pensar en lo que sig-nificaba para mí amar a Dios por Sí mismo. Me concentré más en ser que en hacer, en estar en Su presencia, disfrutarlo y ser la clase de persona cuya compañía le agrada. Quise llegar a conocer Su persona y pensé en nuestra profunda conexión espi-ritual, espíritu con espíritu, mente con mente. Toda alma humana es profunda y compleja, y no es fácil lle-gar a conocerla o definirla. ¡Cuánto más el Dios de todo! ¡Cómo podía haberlo reducido a algo tan bobo!

Tomé conciencia de que mi idea de Él era casi como una caricatura. A veces lo veía como una suerte de geniecillo cósmico que se trasladaba de un lado a otro facilitándome cosas mágicamente y haciéndome favores —en los buenos tiempos— o disfa-vores —en los malos—. Otras veces lo concebía como un jefe o señor que

siempre quería que yo hiciera algo por Él o que me ocupara de Sus asuntos, un tipo que tenía una lista de expectativas y siempre llevaba un registro de mi desempeño.

Después de esa revelación, pro-curé cambiar mi modo de pensar: «Si Dios fuera una persona y yo tuviera una relación con Él, ¿qué haríamos juntos? ¿De qué hablaríamos? ¿Qué le contaría? ¿Qué me gustaría que Él me contara? ¿Qué le preguntaría?»

La respuesta a esos interrogan-tes no es evidente ni sencilla; no obstante, el concepto central es que cuando amamos a una persona y queremos estar con ella, normal-mente no nos dedicamos a hablar de lo que logramos en ese día o de lo que hicimos mal, ni nos ponemos a repasar con ella nuestra lista de tareas pendientes. Hay momentos para eso, naturalmente; pero una relación de amor tiene más que ver con pensamientos y sentimientos

Amar a Dios por Sí mismo, y disfrutarlo

Jessie Richards

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profundos y cosas que son impor-tantes para nosotros. Tampoco es asimétrica: no es que una de las dos partes presente todas las exigencias o haga todo el trabajo.

Así que salimos a pasear o a trotar y hablamos. Mientras camino o troto —idealmente rodeada de naturaleza— dirijo mis pensamien-tos hacia Él. Trato de no ser la única que habla. Procuro escuchar. No aspiro a que la conversación se ciña a un tema en particular. Aunque sé que hay momentos para pedirle cosas en oración, durante un tiempo dejé de pedirle nada en esos ratos, para romper mis malos hábitos. Pienso en cosas que me llenen de gratitud y alabanza. Me concentro en Sus atributos, Su carácter y naturaleza, es decir, Su esencia, lo que Él es, en lugar de Su accionar. Medito en cómo puedo parecerme más a Él y adquirir todas Sus cualida-des. Lo único que le pido en esas

conversaciones es que me ayude en ese sentido.

También ha aprendido a ima-ginarme de otra forma el concepto de que Dios nos observa. A mí me gusta mirar a la gente. Cuando estoy en un restaurante o un bar, en un aeropuerto o una estación ferrovia-ria, me fascina observar a la gente. Me fijo en la forma en que se viste, en cómo camina o se conduce, y hasta en lo que lee, en cómo habla o cómo se relaciona con los demás. La idea que ahora tengo de que Dios nos observa se parece más a mi manera de observar a las personas. Dicho de otro modo, en lugar de pensar que examina y sopesa todo lo que hago y cada palabra que pronuncio para juzgarme, pienso en el agrado que le debe de producir observar lo que todos hacemos y decimos y cómo interactuamos unos con otros.

Me imagino cómo me sentiría yo si construyera algo enorme con

bloques LEGO y todo cobrara vida, al estilo de La gran aventura Lego. ¡Cómo me encantaría obser-var algo así! Soy consciente de que ese es un argumento muy sim-plista; aun así, creo que la idea de que Dios disfruta observándonos y nos considera seres fascinantes tiene algo de validez. Así como nosotros lo amamos a Él por Sí mismo, Él nos ama por lo que somos, por lo que nos interesa, por lo que nos importa, por nuestras peculiaridades y preferencias. Le encanta observarnos y estar con nosotros.

Jessie R ichar ds participó en la producción de Conéctate desde el 2001 hasta el 2012 . Ta mbién ha tr abajado como r edactor a y editor a par a otr as publicaciones cr istianas y portales de Inter net. ■

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EL SONIDO DEL SILENCIO

Mi rutina matinal es la siguiente: Suena el despertador y me quedo en la cama un poquito más para orar por el día. Después de levantarme reviso rápidamente mi bandeja de mensajes entrantes. Enseguida leo o escucho algo devocional e inspirador, a veces distraída por el correo o por mi lista de tareas pendientes. Después me visto, desayuno y me voy a trabajar.

Durante el día estoy rodeada de sonidos y actividad. Escucho, pienso, hablo y escribo sin parar, y cuando

la jornada llega a su fin me relajo leyendo o conversando con alguien, o veo algo cómico. Hasta escucho audiolibros cuando me acuesto a dormir. La vida es un proceso mental constante. Recibo informa-ción y reacciono o reflexiono todo el tiempo. No disfruto de silencio a menos que le dé un espacio, algo que procuro hacer diariamente.

Para mí la meditación es hacer una pausa para aquietar mi mente, guardar silencio, respirar hondo, agradecer y reflexionar. En esos momentos no estoy tratando de lograr o resolver nada mentalmente. La meditación tiene para mí un atractivo natural, y si paso unos días sin meditar de alguna forma, me afecta.

Me crié en una familia numerosa. Éramos 10, y la casa bullía de

actividad, emoción y ruido. Por eso, desde temprana edad buscaba la soledad y la quietud. En mi adoles-cencia me trepaba a un saliente que había junto al balcón de la casa y que tenía una linda vista del jardín y de un enorme árbol de yaca. Allí leía y escribía, o a veces simplemente me quedaba sentada cavilando.

Últimamente, en cambio, he decidido meditar al mismo tiempo que hago ejercicio. Mientras camino o corro, por lo general en un lugar bonito y apacible, me sumo en un estado de meditación.

El mundo está plagado de información, música, contenidos mediáticos y distracciones. Hay tanto que puede apartarnos de pen-sar, como ver un video entretenido luego de un día intenso. Y si bien las actividades que nos ayudan a

1. Salmo 63:6 (ntv)

2. Salmo 77:12

3. Salmo 119:15

4. V. Éxodo 34:28

5. Marcos 1:35 (nvi)

6. David Brandt Berg (1919–1994)

7. Salmo 46:10

8. Isaías 30:15 (ntv)

Daveen Daniels

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apartar nuestros pensamientos de los sucesos de la jornada o de nuestros problemas pueden ser relajantes, lo saludable y hermoso de la medita-ción es que no solo nos alivia, sino que encima nos da vigor para hacer frente a las exigencias de la vida.

Una vez leí que existe cierta ana-logía entre meditar y verter agua a través de un colador o filtro. A veces hay que esperar a que el líquido pase lentamente por el colador antes de añadir más. Cuando meditamos y reflexionamos sobre la Palabra de Dios, es como si esas palabras y esa información fueran introduciéndose lentamente en nuestro corazón y mente y calaran hasta el último rincón. La meditación permite que la Palabra se meta bajo la superficie de nuestros pensamientos y penetre hasta nuestro corazón, donde riega las semillas de la transformación y el crecimiento.

Sucede lo mismo con la comida: el organismo precisa tiempo para digerir y asimilar los nutrientes que aportan los alimentos. Meditar sobre la Palabra de Dios es como digerir espiritualmente lo que leemos para que nos aproveche bien.

La Biblia habla mucho de la meditación, en particular el libro de los Salmos, ya que David obviamente era un ávido meditador. «Recostado, me quedo despierto pensando y meditando en Ti durante la noche»1. «Meditaré en todas Tus obras y hablaré de Tus hechos»2. «En Tus mandamien-tos meditaré; consideraré Tus caminos»3.

Hace poco leí estas palabras: Moisés sabía bien lo que era estar

a solas con Dios. Tenía a varios millones de personas en medio del desierto, pendientes de lo que él dijera, tirándose de los pelos y pre-guntándose: «¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber? ¿Adónde nos dirigimos? ¿Qué vamos a hacer?» Y ¿qué hizo Moisés? ¡Subió a la cumbre de una montaña y se quedó a solas con Dios 40 días!4

También Jesús se tuvo que apartar de las multitudes y hasta de Sus discípulos y amigos a fin de comulgar con Dios y obtener fuerzas para seguir adelante con Su cometido: «Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a

un lugar solitario, donde se puso a orar»5 6.

Cuesta trabajo guardar silencio

Dios dice: «Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios»7, y: «En la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza»8. Pero toma tiempo lograr esa tranquilidad. 1 Tesalonicenses 4:11 dice que procuremos tener tranquilidad.

Quizás has intentado pasar un rato sosegado con el Señor, pero apenas te quedas quieto y adoptas una actitud de espera te asaltan cientos de pensamientos, preocupaciones y recordatorios. Si ese es tu caso, es aconsejable que tengas algunos accesorios que te ayuden a entrar en ese estado de reposo. He descubierto que la música me despeja los pensamien-tos, así que me he preparado una lista de reproducción con varias canciones que me sirven para relajarme. Desde luego todos somos diferentes. Tendrás que descubrir cómo te gusta a ti meditar y qué es lo que más te ayuda en esta etapa

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de tu vida. Ten en cuenta, eso sí, que esas preferencias o métodos pueden variar a medida que tú o tus circunstancias cambien.

Por ejemplo, si sentarte, quedarte quieto y no hacer nada te produce ansiedad, prueba a meditar mientras caminas o andas en bicicleta. O si estar al aire libre no tiene el efecto deseado, busca un rincón cómodo en la casa o en un lugar que te agrade y tómate allí unos momentos de quietud. No importa lo que hagas mientras meditas, ni dónde lo hagas; lo principal es que tengas un rato de recogimiento a solas con Dios. No te impongas ninguna exigencia durante ese rato, ni tengas la expec-tativa de que alguna sensación te recorra el cuerpo. Simplemente disfruta de la serenidad y el silencio, piensa en el amor y la

bondad de Dios y verás el efecto que eso tiene en ti.

Te invito a probar el siguiente ejercicio de meditación para ayudarte a sosegarte:

Imagínate una ciudad confusa y ruidosa a la hora de mayor tráfico. Se oyen bocinazos, hay cientos de perso-nas andando apresuradas por las aceras y cruzando las calles, y en general todo es un caos. Ahora cierra la puerta que daba a esa escena y abre otra que te permite pasar a un prado salpicado de hermosas flores, o a un paraje donde hay unas cascadas vírgenes y todo es exuberante, puro y limpio, o a un lugar rodeado de imponentes montañas nevadas, con una vista espectacular y una brisa refrescante.

El mundo está a tu entera disposi-ción para que lo disfrutes y lo aprecies y para ayudarte a conectarte con Dios. Él está presente en toda la espléndida creación que te rodea, y al apreciarla, lo aprecias a Él9.

Meditar me parece fascinante. Cuando estoy a solas con Dios, en silencio, lo siento más próximo. La meditación acerca a Dios mi corazón y mi mente, me permite comprender mejor Su Palabra, me ayuda a adoptar Su mentalidad y me lleva a vivir como considero que Él quiere que viva.

9. María Fontaine

A solas me voy al jardín.Hay rocío aún en las rosas.

Siento allí una voz que destila amor.

Me cuenta muchas cosas.Salgo a pasear, salgo a conversar

con el propio Hijo de Dios.Todo huele a paz, a felicidad,

cuando oigo Su suave voz.Charles Austin Miles

(1868–1946) ■

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DIOS ES QUIEN ME DA FUERZASHace unos años, justo antes de Navidad, tuve un accidente de tránsito que casi me cuesta la vida. Sufrí una lesión en la médula espinal, a la altura de la vértebra T4, que me dejó parapléjico, paralizado del pecho para abajo y confinado a una silla de ruedas.

No hay nada que pueda preparar a una persona para hacer frente a la paraplejia y la invalidez, sobre todo cuando el daño es de tales propor-ciones que uno debe depender casi enteramente de la ayuda de los demás. De golpe, cosas que uno hace todos los días sin pensarlo, como levantarse de la cama y caminar hasta el baño, ya no son posibles, dado que el cuerpo se niega a funcionar. Lo invaden a uno muchos interrogantes, y el temor, las dudas y la ansiedad pueden volverse muy intensos. Era como vivir una pesadilla en la que me resistía a aceptar lo que me ocurría y esperaba despertarme en cualquier momento.

Mi familia y mis amigos me infundieron mucho ánimo y se pusieron a mi disposición; pero a fin de cuentas, la difícil decisión de mantenerse positivo y seguir adelante con la vida la tiene que tomar uno mismo. Por experiencia, sin embargo, puedo afirmar que es posible hacerlo y que uno puede seguir teniendo sueños.

No es fácil lidiar con las decepciones. Aunque siempre nos empeñamos en entenderlo todo, ¿dónde encuentra uno respuestas cuando se enfrenta a algo que escapa a la capacidad humana y no puede remediarse con dinero? No tenía a quién acudir aparte de Dios. Mi novia me regaló una Biblia y me dijo que allí encontraría las respuestas que ansiaba.

«Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás —leí— y Él les dará todo lo que necesiten»1. Me propuse cumplir mi parte del trato, y Dios ha cumplido fielmente la Suya. Aprendí que a Él no le sor-prenden nuestros momentos de dolor

en las angosturas; es más, aguarda silenciosamente a que clamemos a Él para iluminar nuestras tinieblas. Una cosa es ser cristiano, y otra muy diferente conocer de verdad a Jesús.

Dios me demostró que estaba tan interesado en mi estado espiritual como en mi parálisis corporal. Antes de lesionarme me distraía fácilmente con las cosas del mundo. Hallaba en ellas mi felicidad y seguridad. Ahora sé que nada de eso se compara con el amor de Jesús, que nos consuela sin límites.

Él sana las heridas y dolencias de nuestra alma y planta en ella las semillas de la esperanza aun en las condiciones más difíciles. Su luz ilumina hasta los valles más profundos. «[Él] es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones»2.

A llan Tabaro es or iundo de Uganda. Es lector de Conéctate y estudia Comercio Inter nacional en Ber lín, A lemania. ■

1. Mateo 6:33 (ntv)

2. Salmo 46:1

Allan Tabaro

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mI GUÍA DE RECORRIDO

las que se debe estar atento, y revela claves y pistas para descubrir tesoros ocultos que de lo contrario uno habría pasado por alto. Siguiendo las instrucciones, uno puede superar fácilmente niveles que de otro modo le habrían causado horas de crispación.

La Biblia es mi guía de recorrido. Además tengo mi propio Gran Maestro. Jesús entiende todas mis dificultades. Él también lo tuvo duro. En determinado momento hasta pareció que perdía el juego. Sin embargo, en un vuelco dramático, tres días más tarde triunfó sobre Su enemigo y quedó como vencedor incuestionable. Él está bien enterado, y le encanta darnos consejos y hacer comentarios y recomendaciones. No solo eso: también está muy interesado en que yo tenga éxito.

Como joven gamer en el juego de la vida no sé cuál será mi próxima prueba, ni lo que me deparará el mes que viene. Pero sí sé que cuando me quede atascado, cuando se me agoten los recursos, voy a pausar el juego y buscar una guía de recorrido de mi mejor Amigo, el campeón de los jugones.

Michael Montgomery está plenamente dedicado a labores misioner as. Vive en Sudáfrica y for ma parte del grupo de evangelización Helping Hand1. ■

Siempre he sido aficionado a los juegos virtuales. Recuerdo que jugaba con mi hermano menor hasta que nos dolían las articulaciones de los pulgares. Mis juegos preferidos eran los de deportes extremos y aventura/fantasía, con toda la parafernalia de armas mágicas, niveles y secuaces malvados.

Muchas veces al jugar me quedaba trabado en un nivel particularmente difícil, me topaba con un adversario que no parecía tener ninguna debilidad que yo pudiera explotar, o terminaba encerrado en una cámara o sala de la que no había escapatoria. En esos momentos de exaspera-ción, mis personajes se ponían a caminar de un lado a otro completamente desorientados, o perdía y tenía que volver a empezar el capítulo. Cuando llegaba al punto en que ya no aguantaba más, pausaba el juego, me conectaba a la red y buscaba lo que los aficionados a los juegos llaman un walkthrough, una guía paso a paso o guía de recorrido.

En pocas palabras, una guía de recorrido es una meticulosa serie de instrucciones o un video, obra de un jugón o gamer —generalmente muy bueno— que ya ha practicado el juego y ha conseguido llegar hasta el final. Describe exactamente cómo seguir avanzando. Explica la mejor forma de eludir a los malos, detalla las cosas a

1. www.HelpingHandSA.org

Michael Montgomery

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DIOS NOS ACOMPAÑAKoos Stenger Había cantado en

muchas ocasiones el himno Mi Salvador lo ve, de Frank Graeff. Siempre me había reconfortado

su gracia y belleza. Sin embargo, la letra cobró realmente vida cuando murió mi hijo Martín, de tan solo un año. Martín siempre había

sido frágil, desde el día mismo en que nació, media hora después de su hermano gemelo. Nacieron sietemesinos en Brasil, y hubo que ponerlos en una incubadora.

Su hermano superó rápidamente aquel difícil comienzo. Martín no. Tenía una patología cardíaca y fue sometido a una cirugía a los seis meses, de la cual le costó recuperarse. Le rogamos a Dios por su salud, organizamos una cadena de oración, seguimos todos los consejos

de los médicos e hicimos todo lo que pudimos por sustentar su pequeña vida. A pesar de ello, se hacía cada vez más evidente que Martín no estaría mucho tiempo más con nosotros.

Por aquel entonces, alguien recibió una visión mientras oraba:—Martín se curará —nos dijo entusiasmada esta persona—. Lo vi corriendo por una pradera. Estaba muy

contento.Nosotros, empero, sabíamos que se trataba de una visión de nuestro hijo en el Cielo, con el objeto de preparar-

nos para su partida, una visión de un mundo que llamaba a Martín, que lo invitaba a dejar atrás su sufrimiento y trasladarse allá, donde estaría libre de dolores y penalidades.

Unos días después, Dios se lo llevó suavemente mientras yacía en el regazo de su madre. Ya nos lo esperábamos: Dios nos había avisado. Aun así, fue desgarrador. Los padres no están hechos para sobrevivir a sus hijos, para enterrarlos en un pequeño ataúd en un país extranjero.

Muchas personas nos preguntan:—¿Dónde estaba Dios cuando tu hijo lo necesitaba? ¿No podría

haberlo sanado para que estuviera hoy contigo?Por supuesto que sabemos que podría haberlo hecho. Pero la

cuestión no es esa. El caso es que Dios nos acompañó; nos sostuvo paso a paso,

nos infundió paz, nos dispensó Su gracia y aun el gozo de saber que nuestro pequeño estaba a salvo en Sus brazos. Es

más, volveremos a ver a Martín cuando nos toque cruzar ese río y echemos ancla en las costas de la eternidad.

Koos Stenger es escritor independiente. Vive en

los Países Bajos. ■

¿Crees que Jesús se conmueve al verque a quien amo he dicho adiós?¿Me comprende Él o sabrá tal vez

del dolor de mi corazón?

Ay, sí, yo sé que al verme Élse compadece de mí.

Si la noche es larga y el día una carga,mi Salvador lo ve.

Frank Graeff (1860–1919)

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Tu sol ETErno

Pase lo que pase, no apartes los ojos de Mí. Puede que a veces el cielo esté encapotado, que sople el viento, que el mar sea hondo y el agua turbia, que las olas rompan en torno a ti. Quizá no se vislumbre por ningún lado una vía de escape. Pero Yo soy tu escape. Soy el sol que ahuyenta los nubarrones. Mi voz calmará las olas embravecidas. Mis rayos de luz harán más diáfana el agua, de modo que puedas apreciar el extraordinario fondo de coral y todo el esplendor que hay bajo la superficie del mar de la vida.

Así pues, cuando todo lo que te rodea se presente oscuro y sombrío, vuelve la mirada hacia Mí, tu sol eterno. Iluminaré intensamente tu vida. Calmaré el mar. Te ayudaré a encontrar paz y seguridad.

De Jesús, con cariño