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Domingo IV de Pascua, ciclo C

Domingo IV de Pascua, ciclo C - salesianoscentroamerica.org · elementos de su primer discurso. La ovejas oyen su voz y lo siguen: recordamos ante todo la gran carga que lleva el

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Domingo IV de Pascua, ciclo C

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El texto: Juan 10, 27-30. 27Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen. 28Y yo les doy la vida eterna y no perecerán para la eternidad. No hay quien las arrebatará de mi mano. 29Mi Padre quien me ha dado es mayor que todos. Nadie puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30Yo y el Padre somos uno.

Busca leyendo... (Lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor)

Se trata del “segundo discurso del Buen Pastor” (Jn 10, 22-39), que después de la incomprensión de sus judíos oyentes (vv. 19-21) sobre el primer y más conocido discurso (vv.1-18), buscan una repuesta clara de la naturaleza mesiánica de Jesús (v.24). Jesús responde afirmando que ellos no lo pueden conocer porque no son parte de sus ovejas; repitiendo en estos versos varios elementos de su primer discurso. La ovejas oyen su voz y lo siguen: recordamos ante todo la gran carga que lleva el verbo “escuchar”, parte inicial del gran mandamiento: “Escucha Israel” (Dt 6, 4). Escuchar significa reconocer, obedecer, requisito de pertenencia a la Alianza. Los que escuchan la Palabra de Dios, andan por sus caminos. El verbo “seguir” presenta ya una progresión respecto al escuchar del Antiguo Testamento, la escucha ya no se limita al andar por “el camino del Señor” como si se tratase sólo de un marco ético o legal, ahora implica un ir detrás de alguien en concreto: es Él quien marca el camino, no se va más en solitario con una dirección indicada, sino detrás de unas huellas precisas. Encontramos después un paralelismo, los vv.28 y 29 se cierran con la misma declaración: “nadie puede arrebatar de la mano”, del propio Jesús y del Padre, respectivamente. Esto nos invita a pensar en una relación íntima entre el dar vida eterna por parte de Jesús, y el dar del Padre al Hijo (se entiende las ovejas); entre el que no serán destruidas las ovejas en eterno, y la gran Majestad del Padre. El “dar” del Padre al Hijo, se prolonga en el el dar la vida eterna del Hijo a sus ovejas; y en esto apreciamos la grandeza del Padre, que no puede ser vencido, ni siquiera en sus ovejas. Por ello, nadie puede arrebatar de las manos del Hijo, porque está sostenido por la misma Majestad del Padre, al cual nadie puede arrebatar nada. El tema de la vida eterna es recurrente en el Evangelio de Juan, desde el prólogo (Jn 1, 4), hasta el epílogo (Jn 20,31); y señala el objetivo final de la acción de Jesús (Jn 10,10). Esta vida tampoco se puede arrebatar (Jn 10, 17-18), y esto es causa de división entre los judíos respecto a su mensaje. El Padre y yo somos uno: esta última afirmación desencadena el deseo de apedrearlo. Sus obras que en la división anterior lo acreditaban, caen velozmente en el olvido (vv.21.25). Estas obras se han hecho en nombre y en el poder del Padre (v.32), mas los judíos no son capaces de reconocer en ello su relación con Jesús. La identidad de Jesús y el Padre también tiene como fruto la vida, quien conoce al Padre a través del Hijo la obtiene (Jn 17,3).

... y encontrarás meditando. (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora)

La Vida Eterna: Conocer al Padre, siguiendo al Hijo. La vida eterna, a la cual somos llamados, no es un estado de vida estático, sino una dinámica relacional que nos acerca al conocimiento del Padre a través de Jesús – quien se manifiesta en sus obras - . Por lo cual nosotros hemos de escuchar y seguir la voz de Cristo, como ovejas de su rebaño. Entendemos que no todos son del rebaño, pues no todos conocen ni comprenden la voz del Señor; incluso nosotros mismos en momentos nos fatigamos y quedamos confundidos en este seguimiento. De ahí la importancia de reconocer las obras del Señor, la acción de Dios en nuestra vida y en nuestro

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mundo. En el reconocimiento de la grandeza de las obras del Padre, podemos sentirnos más seguros de que nada nos podrá arrebatar de su mano. El hermano Roger de Taizé dijo: “Quien camina con Cristo ve como se abre ante sí un sendero de liberación, el sendero que conduce de la inquietud a la confianza. Allí dónde existe una humilde confianza se abren las puertas del Reino, y un día esas puertas se llamarán alabanza” (Carta de Italia, 1981). Esta es la sencilla respuesta al peligro de encerrarnos en nosotros mismos. La incapacidad de los judíos de reconocer al Padre en Jesús no era una incapacidad de apreciar sus obras, sino de poner su confianza en él a partir de ellas. Las ovejas que siguen al Pastor, caminan con él, porque con él se sienten confiadas. Quien se siente seguro sólo en sí mismo, o en las estructuras, o en las tradiciones, no se mueve, y queda encerrado; no sigue al Pastor. No es bueno para nosotros permanecer como meros espectadores del actuar de Dios en el mundo, sino estamos invitados a acoger esta revelación para unirnos al proyecto de Cristo con audacia. No olvidemos que nuestro seguir a una persona histórica: Jesús de Nazaret, causa escándalo en el mundo. Por ello, como cristianos, no negociamos nuestros valores con las convenciones de nuestro tiempo; ni nos hemos de anquilosar en las formas exteriores de tiempos pasados. Nuestra única respuesta válida es la relación personal y comunitaria con el Señor Jesús, esto es escuchar su voz. Esto es lo que nos diferencia de maestros iluministas, de cuadros ético-legislativos o de rituales mágicos: la certeza que nuestro Pastor Vive y camina con y delante de nosotros.

Llama orando... (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo)

Pastor que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño, Tú que hiciste cayado de ese leño, en que tiendes los brazos poderosos, vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi amor y dueño, y la palabra de seguirte empeño, tus dulces silbos y tus pies hermosos. Oye, pastor, pues por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigo de rendidos eres. Espera, pues, y escucha mis cuidados, pero ¿cómo te digo que me esperes, si estás para esperar los pies clavados?

(Lope de Vega)

y se te abrirá por la contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar y tomo decisiones para actuar de acuerdo a

la Palabra de Dios) ¿Qué consuelo encuentro en la afirmación de Jesús de que nadie puede arrebatarme de su mano? ¿En un mundo lleno de divisiones, cómo diferencio la voz de Jesús de las voces del mundo? ¿Cómo es mi confianza en Jesús y en su Padre?, ¿puedo reconocer su voz y sus obras?

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¿Cuánto tiempo dedico a una oración de relación personal con Jesús? ¿Entiendo mi vida como una vocación cristiana de seguir a Jesús?, ¿cómo la vivo? ¡Cristo Jesús, el Buen Pastor, ha resucitado! ¡Aleluya!