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WILFREDO MAYORGA el "ke%mcmo Mo" Um Y/iiiadib evu la {/¿da de ^Mmciica de Amó Drama en 3 actos ms

Drama en 3 actos ms - Portal de la Biblioteca del Congreso ... en ella la sublimida imponentd de sue s dioses A. travé dse ESQUIL PRO. - METEOjes e hombrl libree la, EUMENIDEs daS

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WILFREDO MAYORGA

el "ke%mcmo Mo"

Um Y/iiiadib evu la {/¿da de Mmciica de Amó

Drama en 3 actos

ms

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W I L F R E D O M A Y O R G A

/ "kß%maifio loßo"

e ' / i i i a d i a e'/i 1% \)id% -hxcL'/LcUca d e A b u

Drama, e n 3 a c t o s

19H5

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OBRA:

LA BRUJA: (Drama campero en 3 actos estrenado por la Cía. del piimor actor chileno Enrique Barrenechea, en Noviembre de 1941,. en el Teatro Arturo Bührle, Premio Municipal, de Teatro. Año 1941.

LA MAREA: (Drama de los mares del Sur de Chile, en 3 actos, estre-nado por la Cía. Enrique Barrenechea en Diciembre dt-1941. En el. teatro Arturo Bührle. Premio Municipal. Año 1941.

EL A N T E P A S A D O : (Drama expresionista en 3 Actos; entrenado por la Cía. del Primer Actor Juan Carlos Croharé, Abril de 1942. en el Teatro Miraflores.

EL M E N T I R O S O : (Comedia costumbrista en 3 actos estrenada en Abril de 1943 por la Cía. que dirigía el Primer Actor Rogel Retes, en el Teatro Nicanor de la Sotta.

EN PRENSA:

LA C I U D A D D E LOS CESARES: (Leyenda trágica en 3 actos y 8 cuad HISTORIA DEL TEATRO UNIVERSAL. (Síntesis del Arte Teatral y

SUK héroes).

PROXIMAMENTE:

EL VIAJERO O P O R T U N O : (Drama en 3 actos).

N O M E HABLE DE HISTORIA UNIVERSAL (Comedia en 3 actos)

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A BENJAMIN CLARO VELAÖCO,

a quién, agradezco su interés por el

teatro y por mis obras.

EL AUTOR.

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Para mis padres;

Don Jerónimo Mayorga marino de todos los mares y

Doña Luisa D. de Mayorga,

Profesora, que me enseñaron a creer en la esperanza.

Para mis tíos:

Don Alexis Descourviercs y

Doña Leonila G. de Descourvkres,

residentes en el extremo de luz d? Punta Arenas y

que me han ayudado a conservar mis ideales.

WILFREDO.

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. . . El lobo de Gubbio, el terrible lobo

feroz ha azotado los cUro dedöres

devoró corderos, devoró pastores

y son incontables sus rauQiles y daños.

Francisco salió y al lcbo buscó en su madriguera...

' Los motivos del lobo" de Rubén Darío.

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¿QUE ES EL T E A T R O . . . ¿DESDE D O N D E V I E N E . . . . Y HACIA

D O N D E V A ? . . .

EL TEATRO, ¿ES ETERNO?

Todos hemos asistido más de una vez, a ese fascinante JCaleddoscopio y nos hemos retirado con muestras de satisfacción o de molestia, es decir, iodos hemos llegado hasta ese lugar donde hay un edificio que en policro-mía de luces dice Teatro y apesar de conocer edificio, obrai y actores siem-pre los inquietos se harán esta pregunta. ¿Pero. . . qué es el Teafro? ¿Qué es esto que con tal nombre ha llegado hasta nosotros?

Viajando Schakespeare por Inglaterra, de vuelta de una jira con !sus cómicos y amigos, fué llevado a presencia de la Reina Isabel, lo que, ella ante una solicitud del poeta a que asistiera a una representación de obras contemporáneas, respondió diciénlolo: "William, el Teatro es U d . "

Magnífico, pero, ya se ve que tampoco nos conformaremos con esto. Schakespeare, no es el Teatro. . . y tampoco lo son Esquilo y sus dioses o Sófocles con sus semidioses y sus fatalidades, ni Eurípiles defendiendo el destino de los hombre?/; tampoco Aristófanes con su maravillosa licencia pa-ra convertir en hazm§ reír a toda Atenas a quién se pusiera a su alcance. Séneca, Plauto o Terencio. buscando el arte Griego a través de nuevos mol-des, tampoco son el Teatro. Nó, no son el Teatro estos autores geniales^ ni los que vienen después. RACINE. CORNEILLE, o MOLIERE, MARI-BE A U X o D E T O U C H E S . . . LOPE DE VEGA, TIRSO. CAIDERON o C E R V A N T E S ; . , .ni GOETHE ni SCHIL LER ni C Á T O N A , ni aún VICTOR HUGO, adorado como a un dios en su jubilosa vejez. É D M O N D ROSTAND. ZORRILLA o ECHEGARAY, IBSEN o SRIMBERG y todos los que luego vienen y aún los que han llegado hasta hóy. . . no son el Tea-tro. . . definitivamente, los autores no son el Teatro. Ha1^ algo más que ellos...

Pero, y sus obras geniales? Eternas? Sí. segurámente. ESQUILO derribando el carro ambulante de Tespis, crea la escena fija para desarrollar en ella la sublimidad imponente de sus dioses. A través de ESQUIL. PRO-METEOjes el hombre libre, las E U M E N I D E S dan la sombra y el horror sobre la tierra1. Los imperios universales del hombre y de los, dioses, se pier-den en LOS PERSAS, y uno a uno van'cayendo ante el genio. La carreta de Tespis, el catafalco de SUSARION y ei circo de madera de VERILIO. Sobre ellos se alzan teatros de piedra ^que han llegado hasta nosotros tan incompletos y tan destruidos como las obras de ESQUILO. 97 dramas y tragedias de ESQUILO junta la República Ateniense en un ejemplar oficial que es entregada a la severa custodia del archivero de atenas. TOLOMEO EVERJES descubre que en su biblioteca de Alejandría falta ESQUILO y envía un embajador a Atenas solicitando el ejemplar único para sacar una copia. Atenas pide garantías y el Emperador Alejanlrino deposita 15 .ta-lentos. (Suma equivalente en nuestros días a 5,000 libras esterlinas, canti-dad grande para aquellos tiempos) . El emperador obtuvo el libro y aban-donó la suma. Atenas indignada llevó el incidente a las puertas de la gue-rra . Cuando O MAR. el bárbaro musulmán,' incendió la biblioteca de Ale-jandría desapareció gran parte de las obras del griego, llegando solamente hasta nosotros, siete, que-a no haber sido copiadas por los sabios de la época, seguramente las habríamos ignorado.

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Luego llega SOFOCLES, humano y hermoso vencí a los Samios n i -tre Pericbs y Tusidides. Los implacables dioses de ESQUILO, SOFOCLES lo? torna hermosos, tal como los revelara en aquel instante, el magnífico FI-DIAS, a pesar de los destinos implacables que rigon a EDIPO REY. A Y A X o ELECTRÁ.

Y tras de ellos. EURIPEDES, NIETZCHE han lanzado un anóteme a. este trágico que nació en Salamina el mismo día en que las armas griegas vencieron a la escuadra persa. Y esa realidad con que se encontrara dísdo el día de su,nacimiento es el rumbo que* imprime a sus tragedias. Seres lea-les, no ideales' como los de. SOFOCLES, mueven la trama de sus obras. MEDEA, HIPOLITO y las D O S IFIGENIAS son el norte de la produc-ción de EURIPEDES.

El insigne M E N E N D E Z PELA Y O resumió brillantemente las gran-dezas y licencias de la comedia ARISTOFANICA en versas que dedicara al antiguo Teatro Griego:

"Coros de nubes y grasnar.de ranas, chistes inmundes, mágico lirismo, comedia aristofánica, que adunas fango y grandeza, y buscas en las. heces de lo real lo ideal. La suelta danza de tus alados hijos me circunde, que nunca el ritmo ni la graci aolvidas aún en sus locos descompuestos saltos".

No hablaremos de los latinos, acusan decadencia y además copiaron tanto de los griegos.

Schakespeare nació en 1564. En e;ste año murieron CALVINO y MI-GUEL A N G E L y nació GALILEO. Algún día los geólogos nos dirán que las capas terrestres se resintieron aquel año. Y sobre el mundo se van acu-* mulando obras' y más oblas. El tormento de HAMLET y su alma sombría son símbolos de ayer y hoy. No hay judío más usurero que SYLOCK, ni hombre más celoso .que OTELO ni ser más ambicioso que MACKBET. El humanismo ,se expresa en el poeta inglés a través de la TEMPESTAD, pues el alma humana se seguirá mirando a través de ARIEL y CALIBAN, más aún en estos días de prueba, cuando CALIBAN domina en las fuerzas del hombre y ARIEL es tan solo una esperanza. En su« obras vive la naturaleza manas.

Y vamos de obras. F U E N T E OVEJUNA, LA D A M A BOBA. EL MEJOR ALCALDE DEL REY, bastan para recordar a quien escribió 2,200 comedias. Sólo es posible aceptar la teoría de aquel verso que pre-tende explicarnos cómo escribía LOPE DE V E G A "

"Muchas fueron escritas en una semana, y otras —en horas 24— pasaron de las musas hacia el Teatro",

Menstruo de la naturaleza y Fénix de. los ingenios se llama a ©stt hombro enemigo de tiranos y- defensor de orpimodos. N o pocos Europeas han bebido en sus obras, desde JUAN DE ROTROU hasta el austríaco FRANCISCO GRILLPARZER, sin olvidar algunos ingleses y si hacemos memoria, también sabremos las fuentes de inspiración de ciertos dramas de GOETHE Y SCHILLER.

CALDERON y sus doscientas obras. . . N o podemos continuar con más nombres, nuestro interés es no hacor bibliografía. . . pero sí es por re-

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cordai obras . . . caramba que las hay. Todas han sido representadas por lo menos una vez y de primerá o segunda tradúcciórí o en el idioma esetito las hemos conocido cuando no las vimos en el escenario, pero nuevamente nos asalta la prégunta. ¿Las obras, son el Teatro? Y seguramente contestaremos nó. . . Entonces, ¿qué es el Teatro? Hay algo más?

Me diréis que este maravilloso conjunto lo que ha hecho perdurar el teatro. . . pero en verdad si observamos un momento la historia de los pue-blos veremos que el teatro ha llegado a la cúspide juntamente con otros pro-cesos de la evolución de la sociedad. N o es el teatro un espectáculo aislado, jamás ha vivido por cinismo y nunca ha sobrevivido cómo simple manifes-tación estética ya que esto para nosotros hoy día no tendría un significado cxactó.

Todo esto no es el tea tri). El teatro' es una realidad social y eil su calidad de espectáculo encierra un medio de expresión de la vida de los puebios, vinculado a los diversos procesos de su desarrollo y a las-más va-riadas faces del desenvolvimiento de la sociedad, como a las formas teatrales de las ceremonias religiosas, que con sentido simbólico esteriorizan, ya en fiestas populares al aire libre o en recintos cerrados, las costumbres de los pueblos, su condición de vida y el simbolismo de dichas religiones.

El Teatro, contituyeudo una de las manifestaciones intelectuales de ia sociedad, ha desempeñado un papel preponderante en el desenvolvimiento de la misma y de su cultura, con las que há sufrido evoluciones y revolucio-nes; ha decaído durante las crisis económicas y políticas y ha florecido cuan-do las fuerzas de la producción alcanzaron un nivel superior, respondiendo con la ductilidad de la cera a-lo hemogéneo o a lo hererógeneo de las fuer-zas productores. Se ha desenvuelto paralelamente a otros aspectos del cono-cimiento humano. (Filosofía y Ciencia), adelantándose a los hechos histó-ricos en algunas oportunidades y en otras, reflejando lo que estos dejaron en la vida de los pueblos. Desde sus orígenes hasta nuestros días, el Tea-tro, a través de sus diversas modalidades, constituye expresión definida de producción material y espiritual de los hombres. Ha servido y sirve de lu-gar de trabajo, de factor recreativo y moral, y de tribuna para la exposición de las máslvariadas ideologías. Como trabajo, formó parte del artesanado, con la labor individual de pintores, decoradores, o escultores de máscaras. Como factor recreativo ,y moral constituyó los espectáculos públicos de los. pueblos de la antigüedad, tanto los griegos, como los romanos, los celtas y los eslavos, a través de sus fiestas populares y religiosas. Como tribuna presentó los pensamientos individuales que al ser comprendidos por la co-lectividad se convirtieron en ideologías. Así como en su origen sirvió a la tribú en forma colectiva, durante la edad Media fué utilizado por la religión y cayó bajo los cánones d;> la Iturgia. Anteriormente, antes de acentuar su decadencia, floreció esplendorosamente en Grecia, y desde entonces se debate en el más puro individualismo. En épocas de absoluta desorientación, el Teatro, respondió a escuelas simplemente de estética literaria.

Cerno fenómeno histórico, el Teatro presenta un carácter dinámico, en constante variación y. actividad, adquiriendo nuevos elementos y expre-sando nuevas necesidades, en relación directa con el proceso de la produc-ción. llámese esta, pesca, caza, pastoreo, agricultura o industria. Reduciendo cGtc a un lenguaje más homogéneo, podemos decir que el) Teatro ha servido r 'empre de acuevdo con la modalidad, política, económica y social de cada pueblo.

Para obl'ener un claro conocimiento de la evolución del Teatro, en

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ningún momento debemos alejarnos de la sociedad como entidad compuesta por la naturaleza, el hombre y sus agregados, de donde indefectiblemente van a salir le« fenómenos históricos que nos interesan. La sociedad es para nos-otros un heeho real, dinámico, comprendido en un sistema de actividad mú-tua, que abarca en forma permanente las accione« entre sus componentes. Pero las relaciones entre los miembros de la sociedad son infinitas hoy día. simplificándose estas a medida que nos remontamos en la historia de la hu-manidad. N o obstante la condición esencial o tipo básico del vínculo tocia! que. (la equilibrio a la sociedad, ha sido y es* uno solo, el trabajo, la pro-ducción.. Antes, en la sociedad primitiva, muy simple y elemental, hoy día complejo y llena de derivados, como todas las resultantes de una producción evolucionada. Primitivamente, la relación de trabajo es el vínculo entre los hombres .y la naturaleza; posteriormente acerca y controla casi exclusiva-mente las relaciones de los hombres. Son pues estos .contactos los que dan erigen a las actividades psíquicas de los miembros de la sociedad, o sea, la censtilución de un plan superior que abarca el movimiento, y la actividad do, las ideas, (dinámica intelectual) que debemos dominar y observar para ubicar nuestro estudio en este terreno.

El hombre, elemente? consti-tuvo de la sociedad, necesita, junto con su desarrollo físico y material, un desenvolvimiento intelectual paralelo a lo primero; éste, adquiere en el curso del desarrollo de la humanidad, diversos medios de expresión, siendo, los más elementales, el grabado y pinturas, el lejiguaje y su desdoblamiento, lenguaje escrito o escritura. Así como es in-ccnce>bible: el individuo fuera de la sociedad, tampoco podemos imaginarnos un hombry .q un. grupo de. ellos que no manifiesten actividad psíquica e in-telectual.. Claro .qii£ eslo deviene de la necesidad de manifestar su reacción O sjLi "'sentir" pox las sanciones que recibe en el contacto diario con el medio, pudiendp agregaj:, que estas manifestaciones de su "sentir" satisfacen a la vez diversas necesidades que están conectadas al proceso ele su trabajo. Nunca la ¡sociedad empleó todo su tiempo en maniestar su "sentir", por el contrario,' este fenómeno se produce con escasa intensidad y suele estar limitado a un número de individuos, que expresan interpretando consiente o inconsciente-mente. el sentir colectivo, salvo en la sociedad primitiva, cuando en la danza, expresión de sentimientos colectivos, participaba toda la tribu.

El Teatro es uno de les medios de expresión que proviene de la so-ciedad primitiva y que manifie tan en forma tangible el desarrollo y la in-fluencia de la sociedad como entidad colectiva en la formación de la cultura.

Los más variados factores han influido en la aparición de un medio de expresión cono el Teatro. Las relaciones de la naturaleza con la socie-dad, permiten a1 hombre primitivo desarrollar su actividad de cojer los fru-tos. pescar y caz;ir en un espacio limitado de terreno, actividades que repite con la frecuencia necesaria hasta que ella va creando los instrumentos de trabajo, que expresan las necesidades de la sociedad primitiva, formándose así el conocimiento del hombre, conocimiento que luego necesita expresar y que'lo hace por medio de los movimientos, del. canto y el lenguaje.

De los múltiple* aspectos de la sociedad, ninguno como el Teatro per-mite, aún en sus elementales orígenes, apreciar el desarrollo de la actividad productora, el equilibrio entre la naturalza y la sociedad, y sus rupturas y restablecimientos. En su trabajo diario el hombre piensa, siente, sufre, goza, se lamenta, llora, tiene regocijo o temores. Primitivamente estos sentimientos son simples, luego vienen desarrollándose eñ forma más compleja. Las pri-meras' manifestaciones de estos sentimientos constituyen los fundamen-tos del Teatro, ya que al remontarnos a la sociedad primitiva, encontramos en la

G E N S o t "m, la iniciación del baile o danza, y que más propiamente de-bemos lia,_ar, M A N I F E S T A C I O N E S DRAMATICAS.

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Pol' esto es que yo creo en el Teatro. Porque su origen está en la vida misma de los pueblos y se desarrolla con su propia existencia y avanza al lado de la sociedad o retrocede con ell< .

Por eso creo vu el Teatro. Porque el pueblo, el más noble de los elementas de la sociedad los ha creado y l is da vida con su propia existen-cia. No creo individualmente en los autores ni en les actores ni en los di-rectores ni en los escenógrafos, porque ellos son parte del Teatro pero no son el Teatro mismo.

Ataco y atacaré violentamente, descubriéndolos a los eternos enemi-gos del teatro, a los malos dirigentes en nuestra tierra y en el extranjero, porque el Teatro es eterno y Universal. Los que queremos al Teatro no de-bemos detenernos ante nada para lograr su eterno auge y su perduración. Y sépanlo bien los que tienen en su= manos darnos buen teatro y de grandeza humana y artística, que los apoyos que se dan tarde mal y nunca no signi-fican ayudar al Teatro y que los dineros dados a gotas solo; constituyen un crimen igual al del traficante de drogas que mantiene a un enfermo de ese mal. El remedio contra lo que parece languidecer debe ser uno e integral. Nada de ayudas medianas o pequeñas. Todo o nada. Si es nada quiere de-cir que comenzará la lucha y esta va a ser implacable. Entendadlo bien. Los que amamos al Teatro queremos todo. Si, y tenéis el deber de darlo porque os hacéis aparecer copio cultos, porque vuestro deber está en hacerlos y no tener desprecio por el Teatro y sus hombres. Hay que querer aún al mal Teatro y levantarlo. Ese es un deber de hombre y individuo sensible.

Que el futuro de nuestro teatro sea grande, sin mezquindad ni odio-sidades y que los que empiezan, los estudiantes y los que experimentan con 1?. inquietud artística no se vuelvan pequeños y pretenciosos y aprendan des-de ahora a saber recibir la alabanza con más serenidad que la crítica.

WILFREDO MAYORGA

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P E R S O N A J E S

EL LOBO.

PIETRO, SU C U Ñ A D O Y B A N D O L E R O .

FRANCISCO DE ASIS,

EL D U Q U E DE UMBRIA ( Viejo de 60 años) .

EL C O N D E D E GUBBIO (Joven galán),.

EL JUSTICIA.

EL JOYERO (Señor de Brenta),

EL HERRERO (Fuerte granclote)

EL C A M P E S I N O .

U N F R A N C I S C A N O .

EL MENSAJERO.

4 SOLDADOS

LORIGA, MUJER DE "EL LOBO", H E R M A N A D E PIETRO.

ORDELIA, SU HIJA.

PICA BOURLEMONT, M A D R E DE FRANCISCO.

MUJER 1.a.

GENTE D E LA ALDEA.

LA ACCION en Gubbio, aldea de Umbría hacia 1218.

Actos primero y terceto en la cabaña del Lobo.

Acto Bigundo: Cuadro Primero en el Convénto de Francisco. Cuadro

segundo en u n r incón del P a l a c i o del D u q u e C o s m e de U m b r í a . Cuadro ter-

cero nuevamente es el conven to de F ranc i s co con igual decorac ión a la de l

p r i m e r o .

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A C T O PRIMERO

Una cabaña montañesa de los. Apeninos allá por el año 1218; es pri-mavera, lo que se advierte por el canto de las aves en este amanecer. La cabaña, tendrá al foro una gran puerta de madera tan fuerte que será como para guardar la puerta de una caverna. A la derecha en todo lo que lo per-mita el espesor de la muralla al parecer de roca, habrá una chimenea que será como un fogón y una meaa de gruesas tablas labradas y firmes, con sus sillaá de igual, estarán en él centro de la escena, aunque" más bien cercana a la chimenea. A la izquierda un ventanillo un poco en alto dará ventilación a la estancia y cerca de él. colgarán ramas secas de enebro y de olivo que serán contra maleficios. Un huso y montones de lana oscura y junto a ellos correas y enseres de caballo de tiro de la época, pero todo "a de estar muy g a s t a d o y enve jec ido . U n a p ie rnó de cordero será c o l g a d a de u n a pared. Algunas calabazas secas y odres vacios. Varios cubos de madera para el acarreo del agua. Ijn una repisa de esquina y mal sujeta por cáña-mos una gavilla de palto seco y a su lado unos quesos. Por diversos lados habrá pequeñas gavillas de enebro seco y olivo que se utilizarán cuando sea indicado. Al levantarse el telón está amaneciendo y la luz va entrando por la puerta que está par en par viéndose al fondo a medida que aclara, lo que ocurrirá lentamente, los lomojes de las laderas lejanas y los riscos de la cordillera en que está enclavada aquella rústica vivienda. Tras un momento de estar sola la escena entra Pietro con dos cubos de agua, trae el cabello revuelto como recién lavado y la blusa abierta mostrando el pecho. Viene' alegre, cantando un estribillo; lo canta en italiano. Luego de dejar los cu-bos junto al fogón aviva el fuego.

PIETRO.— Es la primavera, pero el agua está todavía *como el hie-lo ( C A N T A EL ESTRIBILLO). Por fin la primavera. . . Primavera mía. . . (AVIVA- EL F U E G O ) . . . eh. . . Lóricaa. . . Ordélia. . . arriba que ya el sol está muy alto. . . (SE A S O M A A LA P U E R T A ) tendré que llamar al so! que se haga presente. (VOLBIENDO AL F U E G O ) eeeh, Lórica que eres la madre y debes dar el ejemplo. . . arriba. .'. ( P A U S A ) . Ordelia, que eres la hija y debes obedecer a tu madre! . . Dónde estáis madre e hija? (POR EL FORO IvDRICA Y ORDÉLIA AMBAS C O N FLORES Y RAICES DE COMESTIBLES) pero es terrible. y o estoy: levantado desde cuando todavía era de nöche y ellas.

O R D E L I A . - Ellas qué?.: . LORICA.t— Ellas están aquí. Pietro no abras la boca que cuando

nosotros salimos a los llanos a buscar raíces ya amanecía y tú roncabas tan fuerte que debe haberse oído en Gubbio.

PIETRO. — ¿Se habrá oído? (SUELTA U N A C A R C A J A D A ) . LipRICA. —¿Trajiste el agua? PIETRO.— Está en los cubos. ;Y el fuego?. . . Está encendido. Y

mi cabeza? Está'limpia y. . . el agua? (RIENDO FUERTE) está muy fría.

(LORICA COMIENZA 4 TRABAJAR EN LOS QUEHACERES DOMESTICOS Y PREPARAR UNA MEZCLA DE HARINA Y LECHE COCIDA PARA EL DESAYUNO. SACA DE LA ÁLACENA QUE ESTA JUNTO AL FOGON UN GRAN PAN MORENO Y LO PARTE CON LA MANO DANDO A CADA UNO LO SUYO ORDE LIA CANTA).

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- 16 —

PIETRO. — ( Q U E HA T O M A D O U N tRABAJO). Calla Ordo-lia, que cuando cantas, no es posible trabajar.

ORDELIA.— ¿Y qué trabajo es ese? PIETRO.— Estoy haciendo una honda para tu padre. Llegará la

piedra hasta los llanos. ORDELIA.— Mi padre las hace mejores y si la piedra llega hasta

los llanos es por su brazo fuerte y nó ppr la honda que tú hagas. ( C A N T A ) . PIETRO. — Que calles. Que no puedo trabajar. LORICA. — Ordelia que hagas caso lo que te dice. ORDELIA.— Si pudieras trabajar mientras yo canto sería mejor.

Desp ués al voltear la honda, la piedra iría cantando por el aire, sobre los ariscos hasta llegar a los valles.

LORICA.— Dónde has aprendido esas cosas? PIETRO. — Dónde?. . . Vaya una pregunta hermana. Aquí, en la,

soledad y sobre todo, cuando ya llega la .primavera. (ORDELIA C A N T A ) . Calla Ordelia. Si 110 callas te p e g o . . .

LORICA.— Tú no le pegas a mi hija. "Ordelia, calla. Déjalo tra-bajai'.

ORDELIA. — Y por qué, él no me deja cantar? L O R I C A . - Ordelia ve por agua. ORDELIA.I— Pero iré cantando.. . PIETRO. — ¿Qué cansonetta es esa, que tienes tantos deseos de can-

tarla? ORDELIA.— ¿Nó la recuerdas? P I E T I Í O . - N ó .

ORDELIA. — Y tú madre mía? L O R I C A . - A ver? ORDELIA'.— (Cantando). ¿No la recuerdan? LORICA. - Nó. P I E T R O . - Ni yo. ORDELIA. — La aprendí hace dos años, por. el verano allá en el

sur, fué en una cosecha. Había calor como en un horno. . . y todos la can-taban. Hasta los borrachos. Recuerdas?

PIETRO.— Fué en Violonda. Por la siega. Nos comía el sol y el trabajo y alguien comenzó a cantar y seguimos todos y cantamos tres días, y al tercero todos borrachos (SE V A L E V A N T A N D O EXALTADO) nos peleamos, hombres y mujeres.. . si recuerdo.. . la cansonetta. (LA C A N T A ) Y murieron muchos, la sangre enrojeció los riachuelos y la pelea duró tres días. . . sí. ( V I O L E N T O ) es la cansonetta maldita de lá prima-vera . . .

LORICA.— La cansonetta que no se debe cantar nada más que en primavera (CASI GRITANDO) y faltan varios días para que el sol toque lo.', riscos y comience a derretir los hielos ( ORDELIA ESTA ATERRORI-

Z A D A E N U N RINCON) y todavía el sol no toca la s nieves. Maldita!. . . Maldita! . . . nos traerá maleficios. . . maldita, ven para azotarte con la ga-villa de enebro y olivo. . . y a tí también Pietro, y a mí y a la casa y- a todos ( C O G E U N A GAVILLA DE ENÉBRO Y OLIVO SECO Y AZOTA A S U HIJA Y A SU HERMANO, LUEfcO EL H E R M A N O LA AZO-TA A ELLA Y ELLA AZOTA LA . ORDELIA SALE CORRIEN-D O ) .

PIETRO.— Ya sabia que algo malo tenía esa canción, pcf eso no me gustaba ( T O M A N U E V A M E N T E EL TRABAJO). Crees tú; herma-na, que estaremos, libres de cualquier maleficio?

LORICA.— Estoy segura. Una disciplina con la gavilla de enebro y olivo es bastante y muy ;>ficaz. .Maldita la hora en que bajamos a l o s llanca y hacia el sur. Las gentes del sur no son buenas.

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_ 17 -

PIETRO. —- Tuvimos que ir. Fue un año malo. Había que tener comida para el invierno y en el sur no nos conocían.

LORICA.— Y trabajamos, honradamente... PIETRO. - ¿No lo recuerdas?.,. Vosotras ayudásteis en la comi-

da y nosotros en la siega. El sol quemaba. LORICA. — N o lo recuerdo bien. Debo haber estado enferma Tal

vez el sol tan fuerte.

PIETRO. —, Pero vosotras estábais en los galpones y después en los lagares llenando los odres con el vino espeso, para nosotros.

P íPTDO ~ r £ S e Vi,n° q U e 0 5 h i z o P° I e a r ?- • - N o recuerdo. r o o r r - A ~ q U e n o s h i z o p e l e a r f u é l a cansonetta. . . L U K 1 C A . - Nó, no fué la cansonetta. Yo vi a las mujeres disol-

viendo una pasta, amarilla en los toneles de la comida. PIETRO'.— Después de comer teníamos sed y luego unos enormes

deseos de caminar. Por la tarde trabajábamos mejor. Si, colocaban esencias en la comida. Ahora sí que comprendo y al final del trabajo nos dieron de comer y beber tres días y tres noches. Y luego el ardor en la garganta y el sol cada vez más fuerte. Y después la pelea, de tres días. ¿Y qué fué de los muertos Lórica?

LORICA.— No sé. Y vivos quedaron muy pocos y apenas esos co-braron la paga. No querían darla . . . y los. que murieron?... los que mu-rieron no la cobraron y nadie por e l l o s . . .

PIETRO. — ¿Y les ponían pastas a la 'comida?... Y daban mucho vino porque allí había v iña . . . y lo hicieron después por tres días y tres noches . . . ( L E V A N T A N D O S E ) Maldi tos . . . malditos por siempre....,

LORICA.— Pietro. . . me asustas . . . PIETRO.— . . . Y luego la pe lea . . . ¡malditos?... claro, los, muer-

tos no cobran la paga. . . (SILENCIO) . O R D E L I A . - ( C O R R I E N D O POR F O R O ) Madre . . . Pietro!. . .

mi padre viene allá lejos. . . trae algo en las espaldas. . . i LORICA.— ¿Desde dónde viene?. . . ¿de la montaña? ORDELIA.— N o de los llanos. Parece que viniera de Gubbio. PIETRO.— Y que tiene que hacer en Gubbio. Parece que buscara

la justicia para darse preso. Es temerario. LORICA.— Y va seguido. Por las noches y al amanecer. Ordelia

baja cada cierto tiempo. Tú sabes. No la conoten. La creen del otro lado de los llanos y en el mercado oye como dicen que el Lobo se acerca mucho a Gubbio.

PIETRO.«— Y no sé para qué. ORDELIA.— Ya s u b e . . . trae un corderillo en las espaldas. . . un

corderillo blanco como la nieve. ( N O LA E S C U C H A N ) . LÖRICA.1— Dicen más. Que algunas noches le han visto rondar el

convento. PIETRO. — ¿El convento que tiene Francisco, el de As í s? . . . No lo

creo. LORICA.— Ni yo. Aunque hablan de ese hombre, cada cosa» que

seguramente es mentira. PIETRO.— Es que son cosas de bobos. Que sanó a un leproso.

Que vió un día al Cristo. Que tiene en el convento unas tórtolas que no salen sin sií licencia. Que habla con las aves y los animales. Si serán co-sas de bobos.

ORDELIA.— Ya está en el camino de los riscos. V o y a su en-cuentroy

LORICA.— Nó. Trae el agua primero. O R D E L I A . - La traigo. ( M U T I S Y LUEGO' C O N U N C U B O

D E A G U A Q U E DEJA J U N T O AL F O G O N ) .

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LORICA — Y dicen más por el mercado. Que va muy seguido y lo han visto, los soldados y que el. Justicia ha hecho colocar trampas y que

una noche cualquiera le cojerán vivo. PIETRlO.— N o habrá hablado con Francisco, el de A a s . Dicen que

convence a cualquiera de cualquier cosa. . . . „ , , ORDELIA.— Ya está aquí el agua y mi padre viene llegando ai

sendero escapado. Voy po^ é l . . . LORICA. — Si. Cuidado con la carrera... en el sendero escarpa-

ORDELIA. t

d ° " ORDELIA. — Sí madre. Me lo dices todos los días. Voy corrien-do (ABRE LA BOCA Y C A N T A U N PRINCIPIO, PERO LA.CIE-RRA L E N T A M E N T E L L E V A N D O S E LA M A N O PA1JA TAPARSE-

L A ) . L O R I G A . - ¡Ordelia!.. . ORDELIA. — Si madre ya s é . . . que no cante la canuonetta aque-

l l a . . . (MUTIS CORRIENDO Y LUEGO SE O Y E LA C A N C I O N L E J A N A ) .

LORICA.— Maldi ta . . . otra vez. PIETRO. — Déjala. . . que adelante ella la primavera, que nos im-

porta . LORICA. — TÜ has olvidado.. . lo que ocurre. . . Pietro en que

piensas? PIETRO.— Pensaba si será cierto todo lo que dicen de Francisco,

el de Asís. Figúrate que sea verdad. LORICA.— Es mentira. Será un vagabundo que ha ido al Oriente

a aprender, artes de ipagia. PIETRO.— Y si no fuera así. L O R I C A . - ¡Cállate! PIETRO.— Y si todo fuera verdad?.. . ¿Qué dirías? LORICA.— (MOLESTA) ¡Cállate! y que Ordelia no oiga tus pa^

labra*', ella es capaz da creer cualquiera mentira, P I E T R O . - P e r o . . . LORICA. — Que te calles he dicho. Allí vienen. P I E T R O . - Bueno. (SE E N C O G E D E HOMBROS Y SIGUE

H A C I E N D O LA H O N D A ) . . ORDELIA.— ( J U B I L O S A ) . . . y que lindo es el cordero que ha traído. L O R I C A . - Como que será de Gubbio. ( E N LA P U E R T A EL

JyOBO C O N U N H E R M O S O CORDERO V I V O AL HOMBRO, EL Q U E DEJA E N EL SUELO Y PIETRO A Y U D A A PONER J U N T O AL F O G O N . EL LOBO. ES U N HOMBRE F U E R T E Y S A N O DE G R A N CUELLO Y FIRMES BRAZOS Q U E E S T A R A N A LA VISTA. LLEVA M E D I A S DE LANA GRUESA H A S T A LA RODILLA Y SAN-DALIA D E C U E R O DE C H I V O C O N A T A D U R A C R U Z A D A E N LA-PIERNA. CALZON C O R T O D E G E N E R O GRUESO Y ADOR-N O S DE CUERO', D A N D O LA IMPRESION D E Q U E ESTA H E C H O DE A M B A S COSAS, BLUSA SÜELTÁ D E M A N G A S CORTAS' Y C O N LA FALDA CORTA T A M B I E N FUERA DEL CALZON. CA-SACA D E CUERO AL ESTILO PIAMONT.ES SIN. M A N G A S Y C O N CORREAS F U E R T E M E N T E A T A D A S A 'LA CINTURA Y POR SO-BRE LOS HOMBROS, CUCHILLO Y H A C H A ÁL CINTO Y LAZOS A LA CINTURA. ES ROJIZO-DE ROSTRO Y , D E NARIZ U N PO-CO LARGA, P E Q U E Ñ A BARBA RALA, CABELLO ENSORTIJADO Y OSCURO, BOCA GRUESA Y V O Z SIEMPRE F U E R T E , Y . S O N O -R A ) . 4 1 '

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LOBO. — Sí. Lórica. Es de Gubbio. Es muy hermoso y se lo traigo a mi hija. . ; '

ORDELIA. — A m i . . . padre . . . PIETRP-i— ¿Costó mucho trabajo? LiORICA. — Fué difícil?.. . ORDELIA.—, ¿Y de quién era el cordero? LOBO.— Era de los prados del conde. Esperé toda la noche. Esos

malditos mastines no querían estarse quietoá. Tuve que herir a uno. Pa-reen que eso los atemorizó y entoftees pude entrar a los corrales. Lo elegí casi sin ver'. Y resultó hermoso. (ORDELIA Q U E D A JUNTO* AL -COR-DERO ) .

LORICA.— Hacía dos días que no l legabas. . . ya temíamos por tí. v . (Pausa larga, trajines) .

LOBO.— Eso no es verdad. Son muchas las veces que he estado ausente más tiempo y jamás habéis estado inquietos. Hay vetes que a uno lo persiguen y le cierran los caminos. Entonces no hay más remedio que esconderse tres o cuatro días. (SE SIENTA E N ESPERA DE ALGO DE COMER Q U E S U MUJER LE SIRVE E N U N A ESCUDILLA. EL LOBO LA MIRA SIGUIENDOLE T O D O S LOS M O V I M I E N T O S Y LUEGO D A N D O U N GOLPE E N LA M E S A ) :

Lórica, hablemos claro. ¿Qué es lo que ocurre aquí?. . . Si, si porque yo lo siento en el aire.

Cuando ha pasado algo aunque esté lejos a cien leguas yo lo sé y si llego aúñ después de cien días también lo sé.

LORICA.— Quieres saberlo? que tú hija se ha puesto a cantar ia . . P I E T R O . - No lo digas. L'OBO.— A cantar qué? Y por qué no ha de decírmelo7

L O R I C A . - Porque trae maleficio.

LOBO.— Malef ic io . . . que trae maleficio?.. . (SE ACERCA A S U HIJA Q U E ESTA C O N EL CORDERO) Hija m í a . . . quieres decir me que has cantado esta mañana? :

TEORICA.— No lo digas. Repetirlo es desgracia. LOBO.— Hija, dime que es lo que cantabas? ORDELIA.— ¿Quisieras oírlo?

PIETRO. - ¡Nó! L O R I C A . - ¡Nó! LOBO. '—Sí hija mía, yo quiero oírlo! ORDELIA. — Cantaba la cansonetta de la primavera. (LA M A D R E

Y PIETRO ATONITOS CONTRA LA M U R A L L A ) . LOBO. — Y eso es todo? La cansonetta que aprendimos en Violon-

da, cuando fuimos'a trabajar en la s i ega . . . Yo también la recuerdo. No creo que lleve maleficios. Es una canción de fiesta como cualquiera otra. Algunas veces, cuando bajo a los llanos, yo la voy cantando.

LORICA.— Quieres olvidar nuestras Costumbres. Si sigues bajando a Gubbio tan seguido terminarás por olvidarnos a nosotras.

PIETRO.—Lórica, ¿qué has dicho?, Jo has 'ofendido, LOBO.— No Pietro. Mi mujer no puede herirme, si ella me insulta

es seguramente porque sufre. ¿Qué tienes Lórica? LjQRICA.— Nada, pero temo siempre por tí. . . me parece que ya no

eres tan seguro como, antes.

LOBO.— Supones que estaré envejeciendo? que mis manos no son tan certeras para el puñal, O mis pies han perdido agilidad para correr o tre-par por Jos riscos? ¿Es eso?

LORICA. — N o es eso. Pero hay otras maneras de no estar seguro. Hay otras<formas de aparecer más débil a veces.

LOBO.— Habla Lórica. N o lo quieres decir? Lo diré yo entonces.

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Ordelia ha bajado al mercado de Gubbio y ha oído decir que al Lobo lo hat* visto varias noches merodeando el convento y que el Justicia hará poner tram-pas para cojer vivo al Lobo. . .

P I E T R O . - (RADIANTE) Lo sabías?.. . I p R I C A . — ( A B R A Z A N D O L O ) Lo sabíasí LOBO.— ¿Crees tú que el Lobo ha perdido algo de lo suyo?

LORICA. — Y por qué vas al convento? LOBO.— Dicen que el tal Francisco de Asís tiene hermosos corde-

ros. Y yo quise verlos. No son suyos. Los. han dejado en custodia. Tal vez: con la esperanza que yo entre y puedan cogerme fácilmente, pero lo que es-, verdad, es que el joyero ha enterrado en el patio del convento y tras una lo-za verde una buena cantidad de joyas, tal vez para sacarles mejor precio a. las que tiene.

PIETRO .1— Y parece que dicen en el mercado que son muchos los animales que faltan en estos días.

LOBO. — Yo los he llevado hacia el sur. Lamento que murieran dos-pastores, pero tuve que defenderme. Ha sido duro este invierno.

LORICA. —, Y por qué no has traído los corderos que hay en el con-vento? LOBO.— Porque quiero encontrar las joyas del joyero.

LORICA.— ¿O es que le tienes miedo a Francisco de Asís? Dicen, que hax:e muchos; días que está en Gubbio.

LIOBO. — ¿Miedo a Francisco?.. . a Francisco de As í s? . . . Y por-qué?

PIETRO.— Dicen que hace milagros. LORICA.— Y cosas extraordinarias. ORDELIA.— Que sana enfermos incurables. . . LORICA.— Calla muchacha. LOBO.— ¿Qué tiene de extraño que las repita si las oye, y que-

maldad puede haber en ello? LOíRICA.— Pareces otro hombre. . . Acaso te hayas acercado dema-

siarlo al convento. LOBO.— Puedo ir todos los días y no darme cuenta de que es un?

convento adonde voy. PIETRO. — N o te expongas. LORICA.— Calla Pietro, que quiere desafiarse a sí mismo, y expo-

nernos a todos. Antes eras más tranquilo, más reposado y te gustaba mencfr-que hablaran de tí.

LOBO.— Lórica, no quieras ofenderme.. . te confieso que el con-vento me despierta curiosidad.

L.ORICA.— (BURLONA E HIRIENTE) Tal vez ya has oído !*> santa palabra de Francisco, el de Asís. . . y sientes un llamado del cielo.

LOBO.— jLórica! N o sigas. LORICA.—, Digo lo que pienso. . . N o has traído los corderos der

convento porque tienes miedo a Francisco y crees todo lo que dicen de él. . .. LOBO.— N o creo eso. . . LORICA. — Si. . . y . . . lo temes como todos los demás. L O B O . - ( D A N D O U N P U Ñ E T A Z O ) ¡Lórica! que no se also tu*

voz para decir infamias. ¿Quieres saber, que es lo que haría yo si ese Fránr ciscq el de Asís, se me atravesase en mi camino?. . . ¿Quieres saberlo?

P I E T R O . - ¡Dilo! L O R I C A ' . - ¡Dilo! (ORDELIA SE L E V A N T A L E N T A M E N -

TE Y SE V A A C E R C A N D O A SU PADRE Y LO MIRA ADMIRA-D A Y C O N E X T A S I S ) .

LOBO.— Y todavía dudáis. Acaso no sabéis que no permito que

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siadií: dé dictados a mis actos y que por soberbio y altivo es que vivimos en <estas montañas. Si alguna vez al bajar a Gubbio lo encuentro (GOLPES E N LA PUERTA) Oísteis?. . . ( D E U N SALTO CIERRA LA PUER-

T A C O N LA TRANCA) P I E T R O . - S i . . . o í . . . (GOLPES N U E V A M E N T E ) . LORICA.— Otra vez los golpes. ORDELIA.— Pero son muy suaves . . . LOBO.—; (VOZ BAJA). El hacha, el cuchillo, las lanzadas. . . PIETRO.— Pregunta quién es. . . y que quiere. . . ORDELIA.— Puede ser un peregrino.. . LORICA.— No a ésta hora que es müy de mañana. Es el Justicia

~y sus hombres . LOBO.»— No nos prenderán. Al escape. (GOLPES MAS FUER-

T E S ) • Ahora son con más energía. . . Voy a preguntar qué quieren. . V O Z . - Que réis abrirme. . . LOBO. — ¿A quien?. . . ¿Quien llama?. . . Que diga su nombre. . . P I E T R O . - Quien eres? V O Z . - (FIRME) Soy Francisco. . . do A s í s . . . PIETRO.— (Francisco el de Asís? I í O R I C A . - N o le abras . . . O R D E L I A . - ( C U R I O S A ) Francisco de A s í s . . . el Fraile?. . . PIETRO.— Me asomaré por el ventanillo y le obligaré a irse'. LORICA.— ¿Qué buscará entre nosotros? Los soldados y el Justicia

'doben venir detrás. V O Z D E F C O . - (FUERTE) ¡Te impblo a que abras! ¿Me oyes?

-¡Abre la puerta de tu cabañal PIETRO.— No pareces tan humilde como dicen que eres. V O Z DE FCO.— ¡Calla y deja que conteste el Lobo! ¡Con él quie-

to hablar! L O B O . - Que te vayas Francisco. LORICA.— ¡Que te vayas, eso es lo que queremos! ¿Lo oyes? PIETRO.— Seguramente tras de tí vienen los soldados a prender-

nos . LORICA.'— ¡Maldito fraile! ¿No quieres irte? PIETRO. — Si no te vas juro que saldré a golpearte aunque me co-

ian los guardias. . . LORICA.— Tendremos que azotarnos con las gavillas de enebro y

olivo. Este Francisco de Asís nos traerá desgracias. (A SU HIJA) ¡Ves muchacha como es mal augurio cantar la cansonetta esa, de la primavera'

(POR DECIR ALGO) deja tranquila a mi hija. ORDELIA.— ¡Padre! ( V A A EL) . LORICA.— Y también mía. Y más mía que tuya. . . que la llevé yo

«en mi vientre. (SE PASEA) . V O Z D E F C O . - (TRAS FUERTES GOLPES E N LA PUER-

TA) ¡Abridme!... os lo exijo! LOBO. — No abro he dicho, ¿o no «me oyes Francisco? V O Z D E F C O — Abridme hijos del mal y de la sin razón. ( P A U -

S A ) . Vengo a pediros cuenta dd todas vuestras inamias P I E T R O . - N o tenemos que dar cuenta a nadie. LORICA. — Y menos a tí. ( B U R L O N A ) . — Al pobrecito Francisco. V O Z DE F C O . - Abridme hijo del mal y de la sin razón. ( P A U -

S A ) escúchame Lobo ¿Me oyes? . . . quiero hablar contigo. (SILENCIO LARGO) tal vez a tí no te interese verme. Pero yo quiero salvarte

P I E T R O . - ( R I E N D O ) . Quiere salvarte. . . (SILENCIO)'. V O Z D E F C O . - S i . . . yo quiero salvar tu alma. . . hermano Lobo

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(EL LOBO S E V U E L V E V I O L E N T A M E N T E ) Hermano Lobo. . . me oyes?

LOBO. — ¿Habéis oído?. . . dijo. . . hermano Lobo . . . ¿por qué ha-brá dicho?

PIETRO^ — Palabras solamente palabras. . . LORICAJ— N o hagas c a s o , . . PIETRO.— N o irás a creerle? ORDELIA.— Padre . . . ¿te ha dicho hermano? LORICA.-r' Calla tú. . . LOBO. — N o hija, ,no calles. , . ORDELIA.— Jamán nadie nos trató así. . . L O B O . - Jamás. Nadie! ( V A HACIA LA P U E R T A ) . PIETRO.— No irás a abrirle.. . L O B O . - ¡Nó! V O Z D E FCO.— ¡Déjame entrar a tu cabaña, que tú y yo tenemos

mucho que hablar. . . hermano Lobo.,. . L O B O . - (TRAS U Ñ A LARGA VACILACION) Entonces hable-

m o s . . . Hermano Francisco). . (ABRE V I O L E N T A M E N T E LA PUER-T A . — ¡Entra! ( V I O L E N T O ) ¿qué quieres?

F R A N C I S C O . - ( T R A S P O N I E N D O EL UMBRAL) ¡Que sea la paz en tu casa!

DOBO.— ¡Que sea el infierno es igual! F R A N C I S C O . ^ - No dá lo mismo. LOBO.— (MOLESTO) ¿qué buscas?. . . Tienes sed?. . . allí está el

agua. Tienes hambre?... aquí está el pan y hay comida en la escudilla. Buscas descanso?... también tengo un lecho. Y no te ofrezco ropas porque (IRONICO) nosotros no usamos sayal. (RIE V I O L E N T O ) .

FRANCISCO.1— ¿Por qué tanta violencia hermano Lobo? No busco tu agua, tu pan ni tu lecho. De tí solamente quiero paz.

PIETRO.— Entonces vete, Sería mejor para todos. LORICA.—i No te queremos Francisco. FRANCISCO.— La paz no la quiero para mí sino para vosotros. L O B O . — Entonces no hables. No me digas nada y cuando puedas

te marchas. Descansa si quieres, bebe o come, que eso te lo ofrece el Lobo, el terrible Lobo de Gubbio. .'. y te lo ofrece a tí como a cualquier peregrino.

FRANCISCO.— Gracias hermano Lobo. LOBO.— N o me digas hermano, que eso es falso. No podemos ser

hermanos. FRANCISCO.— ¿Por qué? ¿Acaso porque tú llevas esta vida de

maldad y de angustia? No será una razón. El que tú seas Lobo, el que lo destruye todo, el que nada respeta y siembra el terror en la comarca. ( P A U -SA) tampoco es razón. (ENERGICO) . Qüe en tu corazón e¡sté vibrando el infierno y seas pendenciero y malvado tampoco es para mí una razón, para dejar de llamarte hermano.

LOBO.— Llámame como sea tu gusto. Allá lo que tú quieras. FRANCISCO.— No es lo que: yo quiera. Es la ley del Señor que

todos seamos liermanos. (Pausa) dime hermano Lobo ¿Qué es lo que te im-pulsa a hacer el mal? ¿Por qué azotas la región con- tus robos y muertes? (SILENCIO) Contéstame que quiero saberlo de tus propios labios. (ENER-GICO) En el nombre del cielo ¡Contesta!.. . Contesta hermano Lobo!..'. (SILENCIO) .

PIETIJO.— Maldita la hora en que has venido y maldito el impul-so que te trajo.

LORICA.— Nos destruirás la vida. . . Francisco. Déjanos en paz. . . moriremos de Ta misma manera que hemos vivido,

FRANCISCO.— Habla . . . hermano Lobo, he ido por los riscos su-biendo y soñando que hablaba contigo. Tus ojos son tranquilos.. . tienes

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las manos de apariencia suave . . . y tiene una niña. . . que claramente se vé que es tu hija. . . habla . . . ¿Nunca has hablado largo es tando solo?

LOBO. — S í . . . cuando voy por los montes. . . hablo s o l o . . . y can-t o . . .

FRANCISCO. — Cantas?. . . Oh! eso alegra. Y ahora?. . . porqué no hablas como si estuvieras solo?.. .

LORICA.— ¡Basta Francisco!, . . si no te vas. . . LOBOJ— Calla Lórica. . . Francisco se queda.. . lo oyes. . . ( P A U -

SA L A R G A ) . F R A N C I S C O . - Si tu lo quieres. . . me quedo hermano. L O B O . - , ( C O N V O Z R O N C A FUERTE Y R E N C O R O S A ) . Tú

no sabes mi historia Francisco. Tú no sabes que una vez, hace algunos años mtó. echaron del pueblo porque dijeron que yo había muerto un cordero del conde. Y era mentira. Yo te lo juro Francisco. Todo el pueblo en la pla-za gritaba preguntando quién había muerto el cordero del conde. Y o mira-ba y reía en tanto, que jugaba con mi honda. De repente el herrero, con el que yo trabajaba gritó ¡Ha sido és te ! . . . ¿No veis que va jugando con la honda con que lanzó la piedra mientras todos estamos tristes?... ¡Es él!

PIETRO. — Y todos lo acusaron injustamente. Y lo persiguieron pa-ra golpearlo, mientras gritaban.. . ¡al bandido!. . . ¡al bandido!

LORICA.— Y aquella noche tuvimos que huir a la montaña. ¡Mal-ditos!

LOBO.— ¿Y sabes Francisco? ¡Por qué me acusó el herrero?... Porque él me ordenaba herrar los caballos con herraduras gruesas y clavos pequeños para que la herradura cayera pronto y luego por las tardes pasara a recogerlas por los caminos. Así engañaba a las gentes. Y aquel día yo le había dicho que pondría clavos grandes como era « necesario y que no iría más a recoger las herraduras por los caminos. Que aquello no estaba bien y que si me obligaba a hacerlo iría donde el Justicia a contarle la verdad.

LORICA. — Por éso fué la venganza del herrero. Y fué también por miedo.

PIETRO.— Y este dijo la verdad de todo. Que no había muerto el cordero del conde. Que el herrero lo acusaba para ocultar sus pillerías. Pe-ro nadie creyó sus palabras. El Justicia ordenó prenderlo. El pueblo corría par?, alcanzarlo y el herrero a la cabeza de todos.

LOBO.— Son muy malvados los hombres. . . hermano Francisco F R A N C I S C O . - Sí, son malos los hombres. Pero al comenzar la

vid?, ninguno lleva la maldad en su alma. Es que por el mundo hay mucha codicia, mucho odio y tal vez demasiada envidia. Ningún hombre nace mar cado para hacer el mal ( P A U S A ) . Pero tú te has vengado muy cruelmente Ül odio te ha Levado al crimen. Tu nombre está unido a la desolación y a la muerte. y

L O B O . — No Francisco. Yo rio he buscado vergarme. He tenido que venir a la montaña para defender mi vida y I9 de los míos de la injus-ticia de los hombres ( P A U S A ) . ¿Sabes tú lo que es vivir en estos riscos? ¿Sabes tu lo que significa alimentar a una mujer y a una hija? Francisco tu eres tan bueno que estoy seguro que en el caso mío habrías hecho lo mis-mo.

F R A N C I S C O . - P e r o h a s d a d o m u e r t e . H a s e n t r a d o a las h a c i e n -Y ' e l l o v a s t e 9 a n a d o " H a s r o t o l a l e Y de Dios y t e h a s vue l to c r u e l .

LOBO. — Si he muerto a alguien ha sido para defender mi vida her-mane»Francisco. Si he asaltado haciendas ha sido para comer. Y si la cruel-dad ha hecho presa en mi alma es, porque la prendí de lo s hombres; de allá abajo que se ensañaron conmigo y quisieron castigarme sin razón ( V O C E S

N O S : A A F R A N C I S C O ) A U N S A L T O Q U E a l a r m a a t o d o s M E -

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- 24 —

PIETRO. — ¿Oís? Son voces que vienen de abajo. Francisco. ¿Quién ha venido tras de tí?

F R A N C I S C O . - ( S E R E N O ) Nadie. (MUTIS P I E T R O ) . LORICA.— Son voces de hombres. ORDELIA. — (TIMIDA) ¡Madre!. . . Vendrán por nosotros? LOBO.— Calla Ordelia. N o tengas miedo a los hombres. PIETRO.—, ( E N T R A N D O ) . Allá vienen los; hombres de Gubbio.

50 por lo menos, y vienen con armas. LOBO.— ¿Hombres armados? LORICA.— Tuya es la culpa. N o debiste abrir la puerta. ¡Huya-

mos! L O B O . - ( C O N T E N I E N D O S E ) . ¿Por qué has hecho esto? . . .

hermano Francisco. F R A N C I S C O . — Yo nada tengo que ver. Tal vez me han seguido.

Más, si alguien llega hasta aquí no os hará daño. Yo respondo de ello. PIETRO. — Tú respondes de qué? Nadie te hará caso y nos lleva-

rán a colgarnos. Vienen a vengarse y después de todo, razón tienen. Vamos. LOBO.— Si, Pietro. Tomad las cosas urgentes. (SE A S O M A A

LA P U E R T A ) . Id a las cavernas de log Allares. Pietro, tú conoces bien el único camino. Llevad el cordero que necesitaréis carne. ( H A C E N LO DI-C H O ) .

FRANCISCO.— No lleves ese cordero. Lo robaste anoche. LOBO.— Olvidas que soy el Lobo y de lo mío dispongo sin permi-

so de nadie? Llevad las hachas . Las correas, los lazos, un odre para el agua. En la caverna hay cueros. ¿Listos? Podéis iros. Yo os alcanzo en un ins-tante. Quiero saber si es verdad que el hermano Francisco no tiene nada que ver en esta casería. Idos que voy tras de vosotros. ( V O C E S LEJA-N A S ) (Van saliendo).

PIETRO.— Hasta la noche. LORICA.— Hasta la noche y que sea con felicidad. Espera Pietro,

llevaré la gavilla de enebro y olivo. Nos dará suerte. ORDELIA.— Padre, yo quiero que Francisco no tenga culpa. F R A N C I S C O . - Niña, eres un alma pura (SE ACERCA A OR-

D E L I A ) . LORICA.— ( V I O L E N T A ) . ¡ N ó ! . . . Francisco. Tú no tocas a mi

hija. P I E T R O . - ( V O L V I E N D O S E , LLEVA D E U N LAZO AL

C O R D E R O ) . No la tocas, porque si lo haces . . . (ALZA EL P U Ñ O ) . L,OBO. — ( V I O L E N T A M E N T E LLEVA A PIETRO HASTA LA

P U E R T A ) . N o Pietro, no, que en mi choza; sólo yo puedo alzar la. mano para castigar a Francisco el de Asís. ( P A U S A ) . Ordelia, dá el adiós al hermano Francisco. (ORDELIA SE ACERCA Y LO MIRA, E N LOS OJOS, FRANCISCO LE ACARICIA EL CABELLO, M U T I S PIETRO, LORICA Y ORDELIA) .

F R A N C I S C O . - (TRAS U N A LARGA P A U S A ) . ¿Y ahora, que vas a hacer?

LOBO.— ( M I R A N D O PARTIR A SU G E N T E ) . ¿Qué vamos a hacer?.. . dirás t ú . . . porque 1u has quedado conmigo. ( P A U S A ) escu-cha. . . se oyen las voces de los hombres, de Gubbio, cada vez más fuertes. Aquella que se destaca sobre las otras es la del herrero. Me gustaría salu-darlo. ( V O C E S ) . ¿Oyes Francisco? ya están aquí. Aquella voz deigada es la del Justicia. Dicen qse es honrado, yo no lo creo. Si hubiera justicia honrada se acabaría con los grandes malvados, que son los más poderosos. Los oyes? Están hambrientos de venganza. Me cogerían y cada cual me daría una puñalada. ( P A U S A ) . Y tú? ¿En qué piensas Francisco? en los hombres con armas?

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F R A N C I S C O . — Sí. . . me hall seguido, y si traen armas, es porque, tienen miedo, no saben con quién van a encontrarse. . . unos dicen que eres hombre y otros dicen que eres bestia, pero todos te temen. Pienso en que a tí te llaman el Lobo. . . y ellos también son lobos. . . Pienso que su mez-quindad, su odio y su infamia han hecho posible toda esta desgracia. Y quie-ro adivinar por qué te has quedado y no acierto a comprenderlo.

LOUD.— ¿Te extraña, verdad?... Estoy aquí Francisco, porque quieron encontrar un solo hombre que haya dicho la verdad. . . Porque quie-ro creer en tus palabras y a veces, un bien limpia muchas maldades. Fran-cisco, ves aquellos odres y cueros?. . . Voy a esconderme allí para ver si es verdad que te han seguido o si tú eres cómplice de esta celada. Desconfío de todos, me oyes? No quisiera que tú estuvieras entre todos. Diles que he buido. Si me descubren habrá sangre. Tengo un puñal y dos hachas. El puñal será para tí y las hachas para ellos. A mí no me cojen vivo. ( P A U -S A ) . Buena suerte hermano Francisco. (MUTIS IZQUIERDA) .

FRANCISCO. — ( A S O M A N D O S E A LA P U E R T A ) . Y son mu-chos. Y vienen armados.

V O C E S . — Al Lobo . . . al Lobo . . . Justicia... Justicia. . . al Lo-t o , . . al Lobo. . .

F R A N C I S C O . - ( C O M O E N O R A C I O N ) . Padre nuestro que estas en los cielos! (SE P R O D U C E U N LARGO SILENCIO, LUEGO SE 'OYEN N U E V A M E N T E LAS V O C E S M A S C E R C A N A S Y G E N T E D E GUBBIO. SOLDADOS. EL JUSTICIA Y EL HERRERO E N T R A N E N ESCENA V I O L E N T A M E N T E PERO SE D E T I E N E N AL VER A F R A N C I S C O E N A C T I T U D D E O R A R ) .

JUSTICIA.— Francisco de A s í s . . . ¿pero estáis con vida? HERRERO.— Temíamos por vos. Al saber que habíais salido para

la montaña todos pensamos que seguramente sería para encontrar al Lobo. Y que el lobo os daría muerte.

HOMBRE 1..— Vos sabéis como es de fero2 y sanguinaria esa bestia. JUSTICIA. — Tenéis buena ventura Francisco. FRANCISCO.— Gracias señor Justicia por preocuparos de este hu-

rí'ilde siervo del Señor. Al venir hasta aquí no he hecho sino cumplir con un deber cristiano. Buscar al Lobo para, hablarle a la razón.

HERRERO.— No será posible.- Es una bestia. F R A N C I S C O . — ¿No habéis hablado jamás a las bestias? ¿Nunca

mirásteis los claros ojos de los animales? JUSTICIA.— Oh! las cosas que dice Francisco. . . si hubiérais en-

contrado al Lobo no podríais repetirías. Seríais un muerto. F R A N C I S C O . — N o . . . Yo he visto al Lobo. Yo he hablado con

é l . Y quien sabe señor Justicia si todos vosotros estáis equivocados y lo creeís más malo de lo que él es.

HERRERO.— Vaya, vaya. . . si el Lobo- tiene ahora un defensor. FRANCISCO.— Y no solamente el Lobo. Tú hermano Herrero

tienes en mí un defensor. HERRERO.— Os lo agradezco, pero no veo para que. No necesito

defensores. F R A N C I S C O . — Estás bien seguro. N o hay ninguna acción en tu

vida que pueda ser censurada y merezca una defensa? HERRERO.— Ninguna . . . y . . . este no és el caso. Hemos venido

por el Lobo y lo seguiremos montaña arriba.. . le vimos cortar hacia las cum-bres. No creo que hallais hablado con él. N o estaríais vivo.

FRANCISCO.— Por eso os digo que quizás estéis equivocados.. . JUSTICIA..— Y si hablasteis con é l . . . ¿Por qué no le dijisteis que

s e entregara a la justicia y pagara sus culpas? F R A N C I S C O . — N o es ese mi deber señor Justicia. Yo debo alejar

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a unos de la venganza de los otros. En este caso vuestra justicia seña una venganza.

JUSTICIA. — ¿Le dirías eso al señor Duque que ha ordenado la cap-tura de el Lobo?

FRANCISCO. - Si se lo diría. . . H E R R E R O . - ¿Al señor Duque? VARIOS. — ¿Al señor Duque? FRANCISCO.— Sí. Yo le diría al señor Duque que lo que buscá-

bais en el Lobo era una venganza. . . ( P A U S A ) . Que él es un hombre que vive al margen de las leyes de Dios y de los hombres es la verdad. Que es culpable de muchos robos y muertes, también es verdad. Pero. . . y repito la frase del señor. ¿Quién de vosotros lanza la primera piedra?

JUSTICIA. — Nadie de los de Gubbio ha muerto a un hombre. FRANCISCO J— Y vos señor Justicia a cuantos habéis condenado al

verdugo? ¿Y el señor Duque? ¿Y el verdugo a cuantos mató en vuestros nombres? Me diréis que es distinto matar con el permiso de las leyes que sin él. No señor Justicia. Para vosotros hay diferencia pero para mí no.

JUSTICIA.— Yo represento la ley de los hombres. FRANCISCp.—' Yo señor Justicia, soy un humilde siervo de Die». H E R R E R O . - Vamos. . . VARIOS. —i Vamos. . . vamos. . . vamos. . . FRANCISCO'. — Aún no. Quiero de vos una promesa señor Justicia. JUSTICIA.— Si puedo cumplirla. . . tal vez os la dé. FRANCISCO.— Si podéis. Teneis poder para- ello. Prometedme que

si el Lobo consiente bajar conmigo al convento de Gubbio no le haréis pren-der. (MURMULLO DE DESAPROBACION) .

JUSTICIA.— Ya habéis oído la respuesta. FRANCISCO.— Os preguntaba a vos señor Justicia. JUSTICIA.'— Imposible. El lobo debe pagar con su vida sus crí-

menes . FRANCISCO.— Iría al convento y si vosotros no lo incomodáis po-

dría ser un buen hombre. HERRERO. — ¿Que podría ser un buen hombre, así de repente? FRANCISCO. — Acaso viendo que, no le hacen daño comprendería

la inutilidad de sus malas acciones. Y con el tiempo tal vez pueda servir ál señor Duque o al señor Conde de Gubbio. Podría ser un buen caballerizo.

H E R R E R O . - (HABLA AL OIDO DEL JUSTICIA). Si no es. mala idea..

JUSTICIA.— Pero quien asegura que no seguiría siendo un bandi-do. Porque el señor Duque podría perdonarlo si el Lobo le hiciera algún servicio especial. No es mala idea Francisco. Vos respondéis de ello?

FRANCISCO.I— Iría al verdugo con él si faltara en algo. HERRERO.— Y si huye al monte? FRANCISCO.—i No sé. Entonce,s„ que lo ampare el cielo. . . JUSTICIA.— Y . . . ¿cómo vais a dar con el Lobo? ¿Acaso sabéis

donde está? F R A N C I S C O . - Sí señor Justicia. HERRERO.— Acaso está cerca? F R A N C I S C O . - Sí. Está cerca.. . J U S T I C I A . - Entonces-está aquí? ( M U R M U L L O DE I N Q U I E -

T U D ) . F R A N C I S C O . - ( INDICANDO EL SUELO CON EL D E D O ) .

¿Aquí? HERRERO. — Sí. . . aquí. . . F R A N C I S C O . - ( INDICAN EL SUELO CO<N EL D E D O ) .

Aquí no está. . .

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JUSTICIA. — Entonces? FRANCISCO. — (SIN M O V E R S E ) . Está a l l í . . . ( E S P E C I A -

Cíf / N ) . J U S T I C I A . - ( N E R V I O S O ) ¿Dónde? HERRERO. — ¿Dónde?. VARIOS. — ¿Dónde?. . . ¿Dónde?.. . ¿Dónde?.. . F R A N C I S C O . - (SIN M O V E R S E ) A l l í . , , JUSTICIA.— Es igual que si no dijeras nada. Vamos. Tienes mi

promesa. Eh! decid que suspendan la cacería! Francisco, si llevas al Lobo al convento puedes estar tranquilo. Tú respondes. Vamos. (INICIAN MU-TIS) .

F R A N C I S C O . — Gracias señor Justicia. El cielo sabrá comprender mejor que este siervo del Señor. (MUTIS EL JUSTICIA Y LA G E N T E ) Tú, ¿Por qué no me acompañas un instante? ( T O M A AL HERRERO D E U N BRAZO S U A V E M E N T E ) .

HERRERO.— Tienes miedo? FRANCISCO. — Es para no bajar sólo. El camino es difícil. . . H E R R E R O . - Si tu quieres. . . ( A S O M A N D O S E A LA P U E R -

TA) ¡Eh!.. . señor Justicia. . . Yo bajaré con el hermano Francisco en un momento más. ( E N T R A ) .

F R A N C I S C O . - ( J U N T A N D O LA PUERTA) . Os agradezco mucho lo que habéis hecho acompañándome. (SE ACERCA A LA M E S A ) .

HERRERO.— Curiosa cabaña. verdad? Mitad piedra y mitad ma-dera podrida.

F R A N C I S C O . — Igual que el alma de los hombres, la parte que nc, está dura está podrida.

HERRERO.— Como el alma de El Lobo. F R A N C I S C O . — ( T O C A N D O LA M A D E R A ) . Pero esta made-

ra no está podrida. . . es sólo madera blanda. . . rústica, pero blanda y casi un poco suave. . . tal vez el alma del Lobo sea así: . . por una psfrte y blan-da la otra. . .

H E R R E R O . - No! eso es imposible... no lo conoces, es sanguina-rio.

FRANCISCO. — Y si no fuera como tú crees? HERRERO.— Yo que vos no pensaría así. No está bien haberle

dado tiempo al Lobo para huir, no me explico por que lo habéis hecho. F R A N C I S C O . — El lobo no ha huido, pero . . . ¿No me habéis creído

cuando yo os dije que el Lobo estaba, allí! (EL HERRERO ESTA CASI DE ESPALDAS AL LADO I Z Q U I E R D O ) . Pues es la verdad. (POR IZQUIERDA EL LOBO L E N T A M E N T E HASTA LLEGAR A U N A SILLA Y SENTARSE P E S A D A M E N T E ) Allí lo t ienes . . .

H E R R E R O . I - ( D E M U D A D O ) ¡El Lobo! . . . ¡Auxil io! . . . El Lo-bo! Me mata!

F R A N C I S C O . - ( -INTERPONIENDOSE E N LA P U E R T A ) . Por qué pides auxilio? ¿Qué te ha hecho* el Lobo?

HERRERO.— Seguramente irá. a asesinarme? Dejadme sal ir . . . FJRANCISCO. — ¿No ves que está quieto? ¿Por qué tienes miedo? HERRERO.— ¡ N ó ! . . . Yo quiero salir. Estabais de acuerdo para

asesinarme. F R A N C I S C O . - (ENERGICO) Calla. ¡Que tus labios no profie-

ran calumnias! Míralo. . . aún no te ha hecho daño. . . ¿por qué tiemblas? HERRERO.— N o tiemblo. LOBO.— (SIN M O V E R S E ) . Eso está mejor. Tú estabas equivo-

cado hermano Francisco. El Herrero no tiembla. El no teme a nadie, por-que es un hombre honrado. ¿No es así? (AL HERRERO) Tú jamás has-

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hecho mal a nadie. . . ¿verdad? Tú nunca has calumniado a un hombre.. ¿No es cierto? Entonces puedes estar tranquilo. Nadie podrá hacerte daño. (SILENCIO LARGO). ¿No me saludas? ( P A U S A L A R G A ) .

FRANCISCO.— (ENERGICO) ¡Basta!. . . (AL H E R R E R O ) . Acércate.. . y dile al Lobo que te perdone.. .

HERRERO.— ¿Que me perdone;? F R A N C I S C O . - Sí. Pídele perdón.; . HERRERO.— Yo?. . . perdón de qué? . . . a un bandido!. . . FRANCISCO. — Si. El es un bandido, y de las muertes y robos

que él ha hecho, responde él. pero el culpable de todo eso, eres tú. Tú lo hundiste. Sálvalo ahora. Si te perdona, estará salvado. Habrá salido el olio de su alma y podrá ser otro hombre.

HERRERO.— Yo no le pido perdón. No tengo por qué. F R A N C I S C O . - Pídele perdón. HERRERO.— N o . . . Jamás!.. . ¡Socorro! ¡A Mí! FRANCISCO.— Están muy lejos y ya n o t e o y e n . . . ( S U A -

V E M E N T E ) Señor, pedóname esta violencia. Yo quiero ser humilde, pe-ro dáme fuerzas. . . Señor. ( T O M A N D O V I O L E N T A M E N T E D E U N BRAZO AL HERRERO). ¡Pídele perdón! Te lo ordeno en el nombre de Dios! (EL HERRERO SE SIENTE D E R R O T A D O Y L E N T A M E N T E S E ACERCA AL LOBO, FRANCISCO A U N LADO E N A C T I T U D DE O R A C I O N ) .

HERRERO.— Perdóname, yo no sabía el mal que iba a hacerte. LOBO. —; N o sabías. . . ( V I O L E N T A M E N T E SACA EL CUCHI-

LLO D E LA CINTURA Y LO ALZA D E T E N I E N D O L O U N I N S T A N -T E LO CLAVA V I O L E N T A M E N T E E N LA M E S A ) .

FRANCISCO. — ( E N EL MEDIO D E LA ACTITUD DEL LO-BiO) Hermano Lobo. . . ¿qué haces?

LOBO.— Ya lo vés hermano Francisco. Clavar mi cuchillo en la mesa. Dejarlo aquí, porque si vamos al convento de Gubbio y allí todos se-remos hermanos... y entonces. . . ¿para qué quiero yo un cuchillo? ( P A U -SA) ¿No es verdad hermano Herrero?

F R A N C I S C O . - Me ha oído D i o s . . . LOBO.— No, Francisco, te ha oído el hombre. Este hombre que

estaba aplastado por la bestia. ( V A AL F O G O N ) espera. V o y a echar agua, al fuego. No vaya a incendiarse mi choza y tenga yo que volver a la montaña porque allá abajo no pueda entenderme con todos.

FRANCISCO.— N o dudes . . . será para tí como una nueva exis-tencia. ( P A U S A ) comprendo que oíste todo lo que hablé con el Justicia.

LOBO.— Vamos hermano Herrero que hoy te conozco por primera vez en mi vida. Vamos hermano Francisco que a tí, es como si te hubiera visto siempre. Vamos pronto, que avanza la mañana y los -Calles son largos y hay mucho que caminar_hasta Gubbio. . . Llegaremos a la aldea de no-c h e . . . y será mejor así en la oscuridad todos seremos iguales y solamente al otro (día sabrán que su sueño fué tranquilo a pesar que en la aldea durmió también el Lobo de Gubbio. el terrible Lobo de Gubbio. (MUTIS, F R A N -CISCO TRAS EL HERRERO Y EL LOBO Q U E AL SALIR SE DE-TIENE E N LA PUERTA Y MIRA LO CHOZA Y LUEGO RESUEL-T A M E N T E V A A LA MESA Y COJE^EL CUCHILLO) ¡Perdóname hermano Francisco, perdóname que me lleve el cuchillo. . . pero a los hom-bres los conozco yo mejor que tú. (RESUELTAMENTE E N F U N D A S U CUCHILLO E N EL CINTO Y MUTIS R A P I D O ) .

TELON RAPIDO Fin del Acto Primero

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ACTO S E G U N D O

( C a a d l o p r i m e r o )

La escena es el merendero en el convento que Francisco de Asís tie-ne en la aldea de Gubbio. La sala es amplia y con gruesas paredes hechas de barro y piedra que dan a la estancia- una extraña sensación de frío y abandono. Al foro (pared de atrás) y a la derecha hay una gran puerta que dá al patio del convento, y que permite ver cuando está abierta, los» naranjos y olivos que cultivan en í'l huerto cercano. La puerta es sólida y sus hojas de madera gruesa dan la seguridad de ser pesadas y lentas. A la iz-quierda, y siempre junto a la pared del foro, hay una escalera de ocho pel-daños, cuya puerta alta debe dar a la capilla. La escalera, que está de perfil al público es de rústica madera labrada. Hay en la pared de la derecha, una amplia ventana de grueso alféizar, que está a poca, altura del suelo y que está defendida por fuertes rejas de hierro, a travez de las que se intro-ducen a la estancia la esrredaderas del huerto colmando el ambiente con su color o su perfume. En el muro de la izquierda hay una ventana chica, cu-yo alféizar, también grueso está a diez cuartas del suelo en tanto quedas pa-redes blanqueadas proyectan fuertes sombras grises que nacen de la luz tem-prana del amanecer. Hacia el lado derecho hay una granmesa rústica que está frente al_j)úblico, es decir con la cebecera hacia atrás. A sus lados hay banquetas y sillas rústicas de la época ( 1 2 1 8 ) . . . y así es toda la estancia donde hay un armario en la pared izquierda y bajo la ventana grande el que tiene repisa donde hay vasos platos y escudilla de greda, lo mismo que en la mesa donde hay tiestos con agua, otros con sal y otros con pan mo-reno. Sobre la puerta grande hay un cruz de madera, muy visible. Y todo es así en esta estancia del convento. Allí, junto a la escalera hay dos saco-< con legumbres, una azuela, un hacha y varios útiles que sirven para labrar el huerto. Ya llega el amanecer por la ventana y por la gran puerta que está abierta, y que nos permite escuchar el canto de las aves y ver los cor-deros ir y venir por el patio. También entran las tórtolas y otras aves. La luz que aumenta a cada instante nos dice cuan bien tenido está el patio y como verdea el huerto en su afán de ser hermoso. Al comenzar la acción están en escena El Lobo, Francisco, un campesino, su mujer y otro fraile. El Lobo va y viene preparando las alforjas para Francisco que aquélla ma-ñana va de viaje. Parece que en los ojos del Lobo hubiera una extraña hu-medad. . . quizá sea el aire del amanecer.

C A M P E S I N O . — Gracias hermano F rancisco, has hecho un milagro. MUJER.— Anoche sólo esperaba la muerte. Ahora, otra vez es-

toy para cuidar de mis hijos. Nunca podremos agradecerte bastante ( V A A BESARLE LA SAYA, PERO FRANCISCO SE LO IMPIDE)

FRANCISCO. —¡ No ,eso no. Ofenderías al señor. Es a él a quien tenemos que dar las gracias. Él ha querido que tus hijos no queden sin madre y que puedas trabajar para ellos. Estabas enferma diel alma y no tenias razones para morir.

C A M P E S I N O . - Cuando la traía en mis brazos estaba casi sin vida.

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FRAILE.— Sí, estaba muy enferma. F R A N C I S C O . — Tenía fiebre. Pero el mal de su cuerpo era menor

que el de su alma. Ya no volverá la fiebre, y tened íé, mucha fé. . . C A M P E S I N O . - Así será hermano Francisco. FRAILE.— Y venid a visitar con frecuencia al hermano Francisco. F R A N C I S C O . — O h ! . . . N o . Nada que pueda distraer vuestras la-

bores . C A M P E S I N O . — También vendremos a ver al hermano. . . Lobo.

Perdona pero estábamos tan acostumbrados a llamarle a s í . , . F R A N C I S C O . — Pero ahora ya no merece ese nombre, podéis lla-

marlo por el suyo. MUJER.— En verdad ya -no es de temerle. Sale a todas partes y n o h a c e d a ñ o .

FRAILE. — ¿Y por qué habría de hacerlo?. . . Todos sois bondado-sos con él. Lo habéis recibido bién y lo tratáis como a un hermano.

C A M P E S I N O . — Es que él ha cambiado t a n t o . . . F R A N C I S C O . — ¿Y perqué no pensáis que el cambio es de voso-

tros. Siempre ha de "ser el que creéis malo, el que deba ser bueno. Pensad que vosotros de injustos os habéis transformado en razonables ( P A U S A ) . Vedle, nadie creería que ese hbnibre fué el Lobo, el terrible Lobo de Gubbio.

L O B O . - ( D E T E N I E N D O S E L E N T A M E N T E ) . ¿Hermano Fran-cisco? Mé llamas?:.

F R A N C I S C O . — Nó. Decía, que,todos en la aldea están contentos •contigo.

L O B O . — Y yo con ellos. Tanto, que no quisiera irme. FRAILE.— ¿Y quién te habla de marchar? L O B O . — El señor Duque nada ha dicho de mi perdón. Y e,l señor

Justicia no'!adelantá una palabra. F R A N C I S C O . — Desde que llegamos no ha sido posible hablar con

el señor Duque, pero le he hecho enviar recado con el Justicia que está en buen predicamento para contigo. Esperemos unos días más y yo creo que a mi vuelta habrá buenas nuevas.

L O B O . — En eso confío. Porque de no ser así. N o puedo pasar la vida viviendo y comiendo en vuestro convento.

F R A N C I S C O . — Calla que esto no es mío. Es la casa de Dios y por lo tanto es también tuya, como es de todos los que la necesiten. ( P A U -S A ) . Además. . . Tú trabajas la huerta. Te gañas la comida y el lecho. N o •es culpa tuya que tu mujer, su hermano y tu hija no quieran venir al pue-blo. Aquí podrían trabajar. El perdón del señor Duque y la bondad de las gentes de la aldea es para todos vosotros.

LOBiO.— S í . . . Así es. Pero yo nada sé de ellos. ( C O N A N G U S -T I A ) . Y son mi, hija y mi mujer. . . Han estado conmigo toda la vida. N o sé si viven o están muertas. . .

F R A I L E . — Cálmate hermano, que el corazón te avisaría si algo le hubiera ocurrido. Seguramente están bien y han ido a otros lugares.

LOBO-,— Eso no. Ellos no se han marchado de la comarca. Los conozco demasiado. Ellos están cerca de mí por si yo los necesitara y no mfc abandonarán jamás. ( P E N S A N D O ) . Mi hija y mi mujer . . - . -y Pie-tro?. . . No, nunca. . .

FRANCISCO.'— Ya sabrás de ellos y todo volverá a ser como cuan-do vivías áqiií, en santa paz.

L O B O . — Pero ahora es lo mismo que si estuviera prisionero. Mi palabra dé no salir- de la aldea es más fuerte que si estuviera tras unas Tejas N o se. hermano Francisco, como soporto tanta desdicha. Tal vez el deseo de convencerme de la razón de tus palabras. ¡Que todos debemos ser her-manes! ¡que todos somos hermanos!

F R A N C I S C O . — V e a la capilla y reconfórtate en el silencio. N o

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te digo en la oración porque aún no puedes rezan;, de tus. labios no salen palabras amable». Has ¡sufrido demasiado y no tienes fé. Anda ve a la ca-pilla y como cuando rondabas el convento acércate al Cristo y toca ¡*us pies clavados! como lo hacías antes. Es como si elevaras una plegaria.

LOBO.— Gracias por tus palabras Francisco. Haré lo que me acon-sejas, ( T O M A N D O LAS C O S A S ) . Aquí.está el pan, aquí hay sal y car-ne seca. ( E M O C I O N ) . Aquí el agua, aquí está el báculo; las sandalias, las compuse anoche mientras dormías. ( P A U S A ) Yo esperaré tu regreso con la paciencia que me has enseñado a tener para todo y ojalá que cuan-do vuelvas pueda decirte que en mí han nacido la fé, y «1 amor para con todos. ( V A A LA ESCALERA) y que vuelvas pronto. (SE DETIENE Y MIRA LOS UTILES DE LABRAR Y SE V U E L V E Y T O M A N D O -LOS V A HACIA LA P U E R T A ) hermano Francisco (SONRIENTE) no me riñas. Siempre olvido dejar afuera estas cosas. N o estaba acostumbra-do. Ya no lo olvidaré más. Ah. Los corderos. . . voy a darles un poco de pasto seco. Ves Francisco, ya estoy más alegre. . . Para otra vez, cuando tenga angustia y no estés tú, .entonces iré . . . a mi mirar los pies. . . clava-dos. . . d e . . . Cris to . . . (MUTIS POR F O R O C O N LOS UTILES D E L A B R A N Z A ) . .

FRANCISCO.— Que la paz sea en tu alma. . . Y en la de todos los seres de la Aldea. Jamás hombre alguno atrovezó por pruebas más duras. Hermanos míos, ayudadlo que él lo necesita de vosotros.

C A M P E S I N O . — Sí Francisco. . . Así 10 haremos. MUJER,— Yo diré a todas las gentes que el Lobo se ha vuelto

un manso cordero y que todos debemos sex amables con él.

R D a S í i c T ^ 0 k f a h a r á n a d a d u r a n t e vuestra ausencia. o»Tpi rS^oAcV ni ~ P r a c i a s e n e l n o m b r ü d e l c^lo . . ( C O G I E N D O b U S CQ&AS). El pan, la carne, el agua, el bastón. Todo ordenado con •sus propias manos. Jamás lo habrían creído. O h . . . Si el Duque tuviera el corazon grande y comprendiera el bien que le haría su perdón a este hombre. . . (SALIENDO) Habrá una hermosa mañana v lo« días spanirán iguales . . . (MUTIS Y TRAS DE EL LO SIGUEN EL C A M P E S I N O SU MUJER Y EL FRAILE, HASTA PERDERSE E N EL H U I R T O ) Y los corderos han engordado. . . Y qué hermosos están los olivos y los na-ranjos. . . 3

(Se pierde la voz conversando con sus acompañantes Una pausa y luego tras un largo momento de estar la escena vacía desde lejos se vé llegar a el Lobo Trae arrastrando un cordero y habla consigo mismo Se sien-ta en el quisio de la puerta y. en las piernas coloca el cordero reprendiéndolo).

L O B O . - Te he dicho una. y otra vez que no vayas al bebedero Que no hay agua y que sólo encontrarás espinas. Pero no entiendes. Ya vez aquí me tienes haciendo de curandero tuyo. Y qué espina más grande! '

(Se oye lejano el aullido de un lobo, el cordero al oír el aullido se encabrita y quiere huir. El lobo lo retiene fuertemente y se levanta).

tn n , 1 ( ÁQ U é h a s . ° j d o - - - Lo que y o ? . . . El aullido de un lobo, es

Pero Llr?aS/ledQ-V T a l V e 2 n ° S p e r n o s tú y y o y no oímos nada , e r o parecía de muy lejos, aúnque venía de cerca ÍSF O Y F MTTPA/a MENTE COMO DENTRO DE LA CASA M SMA Y SALIENDO DF ALGUN RINCON. EL CORDERO-HUYE DESPAVORIDO^ Se £ S o

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como si lo persiguiera el lobo. Y no sabía que el Lobo le ha sacado una espina (AULLIDO CERCA) . Sí. son ellos (ALEGRE. Son ellos. . . ( V A AL FORÖ Y MIRA SI V I E N E ALGUIEN) . Por la capilla.

(Corro a la escalera cuando se abre la puerta del alto y lentamente aparece Pietro, como explorando el camino. V e al Lobo y avanza con más confianza).

PIETRO.— Estás solo? LOBO.— S í . . . Y Lórica.. . y Ordelia... . ? PIETRO.— Aquí están escondidas en la capilla. LOBO.— ¡Que-vengan!. . . Es más seguro aquí. . . En la capilla pue-

den verlas.

(Baja y cierra la puerta del foro y mira las ventanas. Pietro desaparece por la puertecilla y anñomenta vuelve ccn Lórica y Ordelia que entran un poco sorprendidas. Bajan la escalera y el Lobo va a su encuentro) .

. . .Lórica. . . (LA ABRAZA). Ordelia, hija mía. . . Ordelia. . . ¡Pa-d r e . . . !

LORICA.— No podíamos más sin saber de tí. Ordelia ha bajado a la aldea y supo que estabas aquí y que se,dice que el Duque nos da el per-dón. . . Pero también se ríen que le sirves (le criado a Francisco. . .

"PIETRO.— Y que eres más mánso que un cordero.. . Que le t e -mes a las gentes.

LOBO. — Eso dicen?. . . Eso oíste Ordelia?. . . ORDELIA. - Si padre. . . Eso decían. . . ( P A U S A L A R G A ) . LOBO'.— Pues parece que el hermano Francisco tenía la razón. La

gente no es mala. LORICA.— Que no es mala la gente? Doscúidate y verás lo que ha-

cen de tí. . . Y de nosotros si nos cogen. . . LOBO.1— Ya podían haberlo hecho. Y,o bajo al mercado y recorro

las calles. • Claro es qu;' los primeros días me miraban con desconfianza, pe-ro el hermand Francisco reunió a la gente en la plaza y les dijo que. fueran amables conmigo y que el Duque había prometido mi perdón. . . La gente dijo que estaba bien y que si yo era bueno, ellos lo serían también conmigo...

LORICA. — Pero, acaso tú crees que has sido malvado alguna vez? que mataste a algunos? Sino lo hacías ellos te mataban, ellos. . . Que robas-te corderos y ganado?. . .' Era para alimentar a tu mujer y a tu hija. . . ( A C E R C A N D O S E ) . Tú crees que has heclio mal en eso?'. . .

PIETRO.— La maldad es la de ellos. Querer condenarte antes por una falta aue no habías cometido.

LORICA.— Y más que mßlos, ahora son cobardes. Tenerte aquí es como si estuvieras oreso y Francisco es tu amable carcelero.

LOBO.— Calla Lórica, Francisco ha sido muy bueno con nosotros. LORICA. — Me repugna oírte hablar así. . . Dan ganas de creer

que quieres que te lleven a la capilla v te pongan encima de los altares. P I E T R O . - Tal vez ya se lo ha prometido su hermano Francisco.

(RIE) . L O B O . - ( V I O L E N T O ) . Calla Pietro. Que esta es una casa don-

de no se pueden decir ciertas palabras. PIETRO.— Entonces diré otras. ( P A U S A ) . Sacaste las joyas qire

el joyero tenía escondidas en una loza del patio?

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LOBO. — ¡Nó! El hermano Francisco llamó al joyero para quo se»

llevara su tesoro. LORICA.'— Y . . . Cómo lo supo?.. . LOBO. — Yo se lo d i j e . . . El día que llegamos. L O R I C A . - ¡Traidor!... •PIETRO.— También está prohibido aquí, llamar a las gente* por

sus nombres? ORDELIA.— Calla, porqué dices eso? BORICA.— Porque tu padre se ha vuelto un cobarde. ORDELIA.— F a l s o . . . El tiene razón. Tal vez las gentes no son

tar. malas. PIETRC.— ¿Qué sabes tú de estas cosas? ORDELIA.— Mi padre no diría mentiras. Para vosotros la vida

significa estar en peligro, nada más. . . LORICA.— Claro, como que la paz es la misma muerte. Pero no

hablemos de eso ahora, que no son momentos para palabras. (SILENCIO) . PIETRO.'— Y tú, que piensas hacer?... I /OBO.— Quedarme en la aldea un tiempo más. hasta conseguir el

perdón del Duque y luego trabajar tranquilamente. LORICA. — No te perdonarán. LOBO. — Entonces volveremos a la montaña. PIETRO.— Vamos ahora. LOrjO.— Ahora nó. He dado a Francisco mi palabra de esperar

su regreso.

LORICA. — No vienes con tu mujer y tu hija? LOBO.— Sois vosotros quienes debíais quedaros aquí. PIETRC'.'— Vivir nosotros en este convento como el pobrecito Fran-

cisco? . . . ¿Qué burla es esta?. . . ORDELIA. . . El tiene razón. . . No es vivir, andar siempre huyen-

do por las montañas, y con lo* ojos muy abiertos mirando a todos lados pa-ra descubrir si nos persiguen. ( P A U S A ) . Yo podría quedarme aquí,

LORICA.— Tú vienes con tu madre que aquí terminarías siendo criada. . . de Francisco el de Asís o manceba del Duque

L0B,0. !— ¡Lórica. ..!. No comprendes que soporto todo esto para que vosotros, como dice Ordelia, no vayais huyendo por los montes?

LORICA.— No quiero un perdón a este precio.. . es preferible sei bandoleros antes que humillados.

PIETRO.— Te has cansado de la vida dura?. . . Claro, aquí debe ser delicioso. . .Comida y lecho sin grandes dificultades. . .

LOBD.^— N o queréis entenderme... Está bien.. . Haced vuestro gusto.

LORICA.— ¡Cobarde!. . . Por última vez. . . Ven con nosotros. . . PIETRC'. — N o creas en los hombres de la aldea. . . LOBO.— ¡Nó! Yo me quedo. . . y Ordelia conmigo. . . LORICA.I— Ordelia no. ella pertenece a la montaña. Allí ha creci-

do y no te la dejo. fyOBO.— Quedará conmigo. . . aunque sea a la fuerza y contra vo-

sotros . PIETRO.— Te atreverías?... Tú, contra nosotros? Pero es que has

perdido la razón? ¿Qué te habrá dado ese maldito Francisco! ORDELIA. I—Yo quedo contigo, padre mío (GOLPES A LA P U E R -

T A ) . LORICA.— Alguien está allí Vamos Ordelia. Pietro vamos . . . PIETRO.— Ordelia, tú vienes con nosotros. LOBO. - No. ¡ella se queda! (GOLPES A LA PUERTA) . LORICA.— Debes abrir.

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LOBO. — Ordelia se queda! (GOLPES A LA P U E R T A ) . V O Z . — Abrid en el nombre del Justicia. Traigo un m'ensaje del se-

ñor Duque. LOBO. — Del Duque?.. . Tal vez el perdón. . . PIETRO.— (BAJO). O una orden para hacerte preso. LOBO.1— Un momento. Esperad un momento.

(Va a. la puerta para abrirla y en ese mismo ins-tante Pietro y Lórica llevando casi violentamente a Ordelia. suben la escalera).

ORDELIA.— ¡Padre . , . ! ¡Padre! Yo quiero quedar contigo. LOBO. — Ordel ia . . . Ordel ia . . . (Va a ir a lá escaicra cuando nue-

vamente suenan golpes n puerta) . V O Z , — Es que no hay gente que no se habré a un emisario del Duque. LOBO.— Esperad.. . N o me dejéis solo.

(Pietro y Lórica llevándose a Ordelia hacen mutis por, ]a escalera rápidamente) .

. . . No me llevéis a Ordelia. V O Z . — En el nombre del Duque Cosme de Umbría. . .! L O B O . - (VACILANTE U N M O M E N T O , E N T R E SIN SUBIR

LA ESCALERA O ABRIR, SE DECIDE A ABRIR BAJANDO LEN-T A M E N T E ) . Entrad, ¡señor emisario. (ABRIENDO LA P U E R T A ) .

SOLDADO.—i ( A V A N Z A N D O ) . He llamado muchas veces. N o estábais aquí?

LOBO.— No. no estaba. Hacía el aseo en la capilla (MIRA HA-CIA LA ESCALERA) . Oí que llamábais en el nombre del señor D u q u e . . . No es así?

S O L D A D O . — Os traigo un mensaje del señor Justicia. Dice el señor Justicia que el señor Duqu^ quieré veros hoy, en su palacio a la hora de la siesta, que no faltes.

LOQO. — Quiere verme el señor Duque? Y no sabéis para qué será? S O L D A D O . — No sé hada y. . . No lo olvides. Hoy a la hora de la

.siesta en el palacio del señor Duque. Los guardias de la entrada.. . te lle-varán hasta él. (SE V U E L V E Y M U T I S ) .

LOBO.— El señor Duque quiere verme ( S U B I E N D O RAPIDA-M E N T E LA ESCALERA) ¡Lórica... Ordel ia . . . Ordel ia . . .

(AI llegar a la puerta ésta se abre lentamente y aparece el fraile. El Lobo se detiene abis-mado) .

FRAILE.— A quién llamas hermano? En la capilla no hay nadit. L O B O . - ( A N G U S T I A D O ) . No hay nadie?. . . Nadie? . . . ( P A U -

S A ) . Estoy sólo! ( V O C E S C E R C A N A S ) . F R A I L E . - Alguien llega por la huerta. ( M U T I S ) . LOBO.— El duque quiere verme ahora que ellos se han ido. . .

(Sube lentamente los escalones que llevan a la capilla y mutis) .

FRAILE.— (POR F O R O ) . Pasad, está aqüf. . . (Entran el Conde de Gubbio y el Joyero señor de Brenta) .

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(Sorpresa al no ver al Lobo. Luego decidi-do sube la escalera al tiempo que dice).

Voy a llamarle. Ha de estar seguramente en la capilla. Tomad asien-te señor Conde . . . Sentaos . . . perdonad. . . no hay comodidades. Entrad señor de Brenta.

(Sube las escaleras, abre la puerta y se de-tiene un instante como contemplando lo que vé. Luego, tras un momento de vacilación cie-rra lentamente la puerta y baja con tranqui-lidad) .

Ya estará con vosotros. JOYERO.— El señor Conde de Gubbio ha querido ver al Lobo.

Tiene interés en interceder por él ante el señor Justicia. C O N D E . — Me han dicho de la maravillosa transformación que ha

lenido. Dicen que hasta se puede hablar con él. FRAILE. — El hermano Francisco ha realizado un milagro. Es ver-

daderamente admirable.

(La puerta de la escalera se abre y lentamen-te aparece el Lobo que baja partíimbniospnen-tc peldaño tras peldaño. De repente ve a los que están en escena. Se sobresalta y quiere-subir) .

Hermano tienes aquí una amable visita, el señor Conde de Gubbio y el señor de Brenta. el Joyero, quieren saludarte.

LOBO . — A mí? FRAILE. — Sí, el señor conde está interesado por tu perdón y ha-

blará al señor Justicia. L O B O . - (EN U N RASGO DE E N T U S I A S M O ) . Y también al

<eñor Duque?. . . ¿No podría acaso? J O Y E R O . - Sí. Si podría. C O N D E . — El señor Duque y yo. . . no nos Visitamos. . . pero el Jus-

ticia tione influencia y me debe favores. LOLíO.— Os lo agradezco. No quiero otra cosa que poder merecer

-•e! perdón. JOYERO.— (AL FRAILE) Podéis dejarnos un momento? Desea-

ríamos conversar a solas con vuestro protegido. (CERCA DEL FRAILE) . FRAILE.— Hermano, acércate un poco. El señor Conde quiere ha-

ib!.u contigo. . . L O B O . - Conmigo? ( T I M I D A M E N T E SE A C E R C A ) . FRAILE.— Sí 'y no temas, que quiere tu bienestar. JOYERO. — Entornad la puerta! para que no entre alquierh Os dejo.

i FRAILE V A A LA ESCALERA) . C O N D E . - Ah. Y que nadie sepa de mi llegada. FRAILE.— Descuidad señor conde. ( M U T I S ) . JOYERO. — Ante todo os agradezco que descubriéras mis jovas ro-

badas y me las hayáis devuelto por intermedio de Francisco de Asís. El la-drón no pensó jamás que al esconderlas bajo aquella loza del patio, las en-•confnai^n.

L O B O . - ( T O M A N D O A N I M O ) . Fué poco astuto el ladrón. iNo -iempre los pillos tienen suerte.

JOYERO.— S í . . . S í . . . Así e s . . . Pero vamos a lo nuestro. El

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señor Conde se interesa por tí. . . (AMABLE Y M E L O S O ) . Es decir pa-garía tus servicios. Te los pagaría muy bien.

LOBO . — Mis servicios? • JOYERO.— Tú sabes que el señor conde de Gubbio, tiene un mag-

nífico cuerpo de guardias y tu, podrías entrar en él. C O N D E . — Y con el tiempo llegar a ser su capitán. JOYERO.— Y serias muy influyente. Más que el capitán de los.

soldados del Justicia. C O N D E . — Casi lo mismo que el capitán de los guardia« del Duque. LOBO.— Como el capitán de los guardias del señor Duque? JOYERO.—1 Llevarías uniforme magnífico. C O N D E . - Todos te respetarían. ( S O L E M N E y A F E C T I S T A ) .

Nadie se burla del capitán de los guardias del Conde de Gubbio y tendrías. un;t buena^ paga.

JOYERO.— Tu soldada sería en oro. L O B O . - Y t o d o . . . ¿Por qué? C O N D E . — Por ser capitán de mis guardias. . . LOBO.— Y porque me nombraríais capitán de vuestros guardias, se-

ñor Conde, casi de repente?. . . J O Y E R O . — E l señor Conde está bien informado acerca de tí y sa -

be que le podrías ser útil. LOBO.— Ut i l? . . . Para qué?. . . C O N D E . — Hay algunos enemigos que quieren molestarme y . . . at

veces lo hacen porque saben que no tengo un hombre hábil entre mis guar-dias.

LOBO.— Y quienes son vuestros enemigos señor Conde? JOYERO.— Los que a pesar de haber perdido la influencia en la-

comarca pretenden gobernar todavía. . . Muchas veces han tratado de ase-sinar al se&or Conde.

C O N D E . — Tal vez algunos fieles a un hombre que no quiero nom-brar, ( P A U S A ) . Tú, que has sufrido ljis consecuencias de la injusticia pue-des comprender que mi deseo es que se haga justicia para todos y no sola-mente parados poderosos.

JOYERO. — Si cambiara el gobierno de la comarca, tal vez el señor Conde sería elegido. . . Tú tendrías mucha influencia.. . después de -todo, eso sería hacer verdadera justicia para tí.

LOBO. — Y qué puedo hacer yo? C O N D E . — Organizar un fuerte grupo de guardias, para que los.,

que pretendan atacarme comprendan que tengo alguien muy inteligente que-sabe defenderme.

JOYERO.— Y ese alguien serías tú. El Duque de Umbría tendría que tener cuidado. . .

LOBO. — El señor Duque de Umbría? ¿Por qué? C O N D E . — Oh. . . señor de Brenta. No debíais haberlo dicho. Nues-

tro amigo pued? suponer que se trata de una conspiración contra el Duque. . _ y esc estaría mal.

LCBO. — Así es, señor Conde. Me alegro que penséis así J O Y E R O . - Pero es el caso que el señor Duque quiere hacer des -

aparecer al Conde y lo ha hecho atacar varias veces. C O N D E . — Y. . . Qué mal habria en que yo tratara de defenderme?" JOYERO.— Ninguno . . . Ni siquiera en devolverle la mano. C O N D E , - Claro es que si el Duque muriese, me correspondería a

mí gobernar la comarca. J O Y E R O . - El Duq ue sale a veces por la mañana a cazar. . . U i t

dardo mal dirigido puede causar un accidente. LOBO.'— Pensáis acaso q u e . . . eso pueda ocurrir.

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C O N D E . — Y si sucediese. . . El capitán de mis guardias podría lomar el puesto del Jus ticia. . . Por ejemplo ( S A C A N D O U N BOLSO C O N M O N E D A S DE ORO Q U E COLOCA E N S U S M A N O S ) . Tomad anri-5 0 mío, que desde ya podéis comenzar la reorganización de mi cuerpo de Suaxdias. . . Con amplias atribuciones. . . (COLOCA E N LA M A N O DEL L O B O VARIAS M O N E D A S Q U E ESTE RECIBE Y HACE S O N A R LA M A N O ) .

JOYERO.— t A L C O N D E ) . Dadle más. . . No cabe duda que cree •que no es-bastante.

C O N D E . — Tomad más. (LE D A M U C H O M A S ) . Porque es verdad que la organización de un buen grupo de hombres decididos es di-fícil.

L C B O . - ( P E N S A T I V O ) . S í . . . Es difícil. . . (JUEGA C O N LAS M O N E D A S P A S A N D O L A S DE U N A M A N O A O T R A ) .

JOYERO.— Lo ha encontrado poco todavía. Yo lo conozco. C O N D E . - ( P A S A N D O L E U N A BOLSA C O N M O N E D A S ) .

Sí, comprendo, es demasiado difícil. Pero yo tengo todo el dinero necesa» -rio para pagar vuestros servicios. . . Soy! el hombre indicado. . .

JOYERO.—i, Llegaréis muy arriba con el apoyo del señor Conde. LOBO.— ( L E V A N T A N D O S E L E N T A M E N T E ) ¡Sí, llegaré muy

arriba, después de asesinar al Duque de Umbría, para que el Conde de Gubbio, que ha pagado ese crimen, se siente a gobernar. ¡No. Hace muchas semanas que he aprendido a tener las manos limpias.de muerte. Os habéis equi-vocado señores. El Lobo, al que necesitáis, quedó en la montaña y allá está seguramente esperando por si queréis ir a buscarlo. Tomad vuestro dinero, que a mí no me sirve. ( P A U S A ) . Salvo que lo entreguéis generosamente a e.>ta casa de bienhechores.

J O Y E R p . - Está loco. C O N D E . — O se burla de nosotros. . . Acaso quiera más dinero. L O B O . - Hermano. . . ( A B R I E N D O LAS P U E R T A S ) . Hermano... JOYERO.— A quién llamas desgraciado? C O N D E . — Buscas tu perdición. LOBO.— Busco la salvación de vosotros. Hermano. . . Hermano. . .

< POR FORO A P R E S U R A D A M E N T E EL FRAILE) . FRAILE.'— Qué queréis, hermano? LOBO. — Estos señores. . . Deseando favorecer al convento. . . Han

traído este dinero que servirá para terminar la capilla. Podéis agradecerle •en el nombre del hermano Francisco.

FRAILE.— Es verdad esto? O h . . . Sería extraordinario... LOBO. — Sí, tomadlo hermano. . . Dudáis de mi palabra?. . . Ved. . .

Ellos no dicen que "no. . . N o es verdad señores que es un obsequio vuestro?... Pondremos una placa de marmol diciendo que fué un obsequio del señor Conde de Gubbio y del señor Brenta, el Joyero. . . Verdad?

JOYERO.— Es inadmisible.. . F R A I L E . - Qué queréis decir C O N D E . — Que es efectivo que hemos donado ese dinero al con-

vento. (INICIA MUTIS Y PASA JUNTO AL L O B O ) . Te costará, la vida.

LOBO.—, Acaso no vale la vida descubrir un miserable. J O Y E R O . - ( E N EL M U T I S ) . Tendrás que arrepentirá.. . C O N D E . — N o olvides que. . . no serás capitán de mis guardias. . .

y eso te puede significar la horca. ... ( M U T I S ) . L p B O . — No seré de los vuestros, pero sí, soy capitán de los míos

y yo conozco muy bien la montaña. FRAILE.— Qué significa este diálogo? Parece una riña. LOBO.— Vos no podéis comprenderlo hermano. Sois demasíalo

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bueno para entender a los hombres. (SE SIENTA A P E S A D U M B R A D O ) -F R A I L E . S e r á una alegría para el hermano Francisco, Saber que

.hay este dinero, . . Es muy bueno el señor Conde, verdad?. . . muy genero-s o . . .

LOBO. — Sí, en verdad. . . demasiado generoso. . . FRAILE.— En la huerta está la santa madre del hermano Francis-

co. . Venía a veros . . . Se alegrará cten la noticia de este dinero. ( V O Y POR: ELLA). ( M U T I S ) .

LOBO. — Son como lobos. . . y. me llaman lobo. . . porqué todo esto? ¿Por qué los nombres no son de otra hechura) . No. sería irap<»sible. . . Entonces no serían hombres. ( P A U S A ) . Siempre han de estar con las ambiciones en los ojos y en las manos. Pobre hermano Francisco. . . (SO-LLOZA) ¿Qué voy a decirle?

(Por el foro, la madre de Francisco que al ver llorar al Lobo se detiene y avanza l e n -tamente hasta é l ) .

PICA.— ( S U A V E M E N T E ) . Qué os pasa amigo mío? . . . Es mu-cho vuestra tristeza? Pensad en lo que sufriría Francisco si os viese llorar. . .

LOBO.— ( L E V A N T A N D O S E ) Gracias . . . madre de Francisco... Pero, no puedo vivir entre los hombres. Son peores que las bestias de la-montaña. ¡INICIA M U T I S HACIA EL F O R O ) .

FRAILE.:— Dónde vais hermano? Tened calma. LOBO.:— Voy al huerto- Voy a pensar en el sol que limpia la m a -

ñana, Voy a regar el cesped que pisaron el Conde y el Joyero. Voy a ha-blar con los animales del establo y a mirar si es posible respirar todavía.

( V A C A M I N A N D O Y SE DETIENE E N EL U M B R A L ) .

Señores de la aldea. . . N o quiero. . . No quiero ser como vosotros; aunque soy el Lobo tengo más limpia el alma y puedo mirar las flores, las-; aves y los frutos de este huerto sin bajar los ojos.

( V O L V I E N D O S E ) . Qué hermoso está el huerto y las hojas de los árboles están mas lim-

pias. Si parece que la mañana está más clara que nunca. (ENTUSIAS-M A D O ) . Más limpia. ( G R I T A N D O ) . Más llena de sol, de luz y de e s -peranza. . .

TELON rápido.

Fin del cuadro primero del acto S E G U N D O .

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ACTO SEGUNDO

Cuadro Segundo

La escena representa un rincón del gran salón del palacio del Duque de Umbría. Gran cortina que se recoge en lo alto cayendo de los pliegues gruesos cordones dorados. A u nrincón hay un estrado, en el que está el si-llón del Duque casi en diagonal. A ambos lados hay dos soldados con sus alabardos. Puestas a la izquierda y derecha, las que están ocultas por cor-tinajes. El escudo de armas sobre el arco de cada una de las puertas. AI levantarse el telón están en e s c e n a el Duque, sentado en su sillón, a su lado el Justicia que de vez en cuando se pasea por la hermosa sala hundiendo los pies en 1 amagnífica alfombra . Luego el conde con el, joyero y más tarde Pica Bourlemont y el Lobo. Soldados.

JUSTICIA.— Estoy seguro, señor Duque. Estoy completamente se-guro.

D U Q U E . — Puede temer que sea una celada para apresarlo. JUSTICIA.1— N o señor Duque. El mensajero le aseguró muy clara-

mente que queríais verlo. Me ha dicho el soldado que el Lobo no cabía en sí de alegría.

D U Q U E . — ( F R O T A N D O S E LAS M A N O S ) . Sería magnífico. Si ocurre tal como me lo contáis os daré más honores y que al final se trans-formarán en otro poco de poder, que es lo que más os agrada.

JUSTICIA. — Hago lo que puedo por servir al señor Duque que siempre es muy generoso conmigo.

D U Q U E . — Estaremos compensados. Yo siempre he sabido pagar muy bien a quienes me son fieles.

J U S T I C I A . - ( A S O M A N D O S E A U N A P U E R T A ) . Ya es la hora y seguramente estará al llegar.

D U Q U E . — Seré magnánimo y le daré el perdón, aunque el pueblo no va a quedar muy contento.

JUSTICIA.— Le diremos exactamente lo mismo y que vos señor Duque afrontaréis la ira popular en su beneficio.

D U Q U E . — S í . . . . s i . . . así le diremos..,, pero ya avanza la tarde y no viene. . . quién sabe lo que estará pensando!

JUSTICIA. — Que ha de venir, no lo dudo. D U Q U E . — Yo sí que lo dudo. Un hombre tan desconfiado como él

no va a llegar hasta aquí, que sería como entrar en la cárcel, por el sólo hecho que se le mande un recado de vuestra parte.

JUSTICIA.— Yo conozco bien a los hombres. Cuando quieren el perdón son capaces de enfrentarse con los mismísimos demonios. (RIE) .

DUQUE.— Yo veo esto diátinto. Os aseguro señor Justicia que el Lobo no vendrá. Esperará sin duda la vuelta de Francisco para que él'in-terceda. ( U N GUARDIA E N LA PUERTA)

G U A R D I A . - Señor. JUSTICIA. - Ha llegado alguien? G U A R D I A . - Sí señor y como ordenástéis lo hemos traído hasta

aquí. D U Q U E . (CURIOSO E I N Q U I E T O ) . Es acaso el Lobo?

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JUSTICIA.'— N o cabe duda señor Duque. Es él. Hacedlo entrar. (MUTIS EL G U A R D I A ) . Y dejadme a mi la parte difícil. Yo sé como tratar a esta gente. Hay que ser muy hábil.

D U Q U E . — Todo queda a vuestro criterio. Creis que pedirá el per-dón?

(Por la puerta el Lobo seguido de dos guardias. Silencio. A un gesto del Justicia los guardias se van y también los de las puertas).

L O B O . - ( V A A ARRODILLARSE A N T E EL SILLON) Señor Duque os pido el perdón para mí y los míos. Os lo suplico.

D U Q U E . - (SE MIRA MALICIOSAMENTE C O N EL JUSTI-CIA) . Alzaos, Alzaos. No quiero veros así. . .

LOBO.— Sí señor Duque. Pero, Vuestro perdón. D U Q U E . — El señor Justicia ya ha intercedido por vos. Habéis te-

nido un buen defensor. L O B O . - ( Y E N D O A BESAR LA M A N O AL J U S T I C I A ) . -

Gracias señor Justicia. Yo sabré recompensaros poniendo mi vida a vuestra disposición.

JUSTICIA.— Ha sido la generosidad del señor Duque. Y o sola-mente le he dicho que todos te creemos regenerado y que los tuyos seguirán tú ejemplo.

LOBO, — Así será señor Duque. Así será señor Justicia. Jamás he estado más alegre. Tanto que casi se me saltan las lágrimas.

D U Q U E . — Todo hombre que vuelve al buen camino merece ayu-da-

JUSTICIA. — Y hay veces, como ésta por ejemplo, en que por ayu-dar a la regeneración de un hombre el Duqufe es capaz hasta de afrontar las iras del pueblo.

LOBO. — Así lo comprendo señor Duque y más os lo agradezco to-davía. Comprendo que muchos desearían vengarse en mi persona, pero yo os juro por mi hija Ordelia que jamás hice nada por maldad. Fué la ocasión. Fueron. . . N o quiero culpar a nadie señor Duque, a nadie señor Justicia, y menos en esta hora de perdón y de felicidad para mí.

JUSTICIA. — Le debes la vida y la tranquilidad al señor Duque. LOBO. '— Os ofrezca mis servicios y el de los míos. . . eternamente

y sin recompensa. O si queréis me destiero para siempre o por orden vuestra a donde vos lo mandéis.

JUSTICIA. — O h ! . . . El señor Duque quisiera tenerte cerca. El con-fía en tu palabra de que 110 volverás al mal.

DUQUE- — El Justicia me ha asegurado que eres hombre que cum-ples lo que prometés.

LOBO. — Lo cumplo aunque en ello me vaya la vida. D U Q U E . — ¿A tí n-6 te gustaría salir desterrado a otras tierras?

¿verdad?. . . Tantos años aquí debes querer mucho el terruño. LOBO. — Tanto señor Duque que aún siendo bandido y con el pe-

ligro de ser apresado, jamás tuve la idea de ir a oíros lugares que podían ser más seguros. Amo tanto esta tierra y feste sol de Umbría. . . como a mi hija Ordelia. Como a mi mujer Lórica. ( P A U S A ) Como a mis ojos.

JUSTICIA. — Y te gustaría verla siempre próspera y f e l i z . . . ¿ver-dad? . . . ?

LOBOr — Si el señor Justicia. Pero ya sé lo que váis a decirme. Que por mucho tiempo he sido yo el causante de la inquietud que aquí ha reina-do. A veces pienso señor Duque que hacéis mal en darme el perdón. Que

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zco la muerte. . . Pero luego pienso en los míos y quiero vivir. D U Q U E . — Dejemos e s t o . . . Dejemos esto. . . Ya están perdonados

los tuyos y que 110 se hable más. JUSTICIA. —, Que por tu perdón reine siempre la paz en Umbría . . . LOBO. — ¿Que queréis decir?. . . No os comprendo. D U Q U E . — El Justicia siempre supone que hay quienes buscan la ¿n-

inquilidad del pueblo. JUSTICIA. — Seres mezquinos que no viven sino pensando en su

:rrible ambición, sin importarles la paz de los otros. D U Q U E . — Hay quienes llegarían hasta asesinarme para ocupar mi

mesto. Es imposible vivir así. JUSTICIA. — ¿Qué harías tú sí fueras el justicia? ¿Si supieras que

hay alguien que pretende asesinar al Duque para usurparle el mando?. . . .¿Qué harías tú?

LOBO. — Yo mataría al usurpador. . . ( R E A C C I O N A N D O ) N o . . . no. . . no podría hacerlo. . . 110 podría.

D U Q U E . 1— ¿Por qué no? Recuerda qye hablas como si fueras el Justicia.

JUSTICIA. — Si tú lo conocieras. ¿No lo matarías? Suponiendo que :tú fueras el Justicia, se entiende.

I^OBO. — ¿Si. . . yo lo conociera? D U Q U E . — Sí, si tú lo conocieras? JUSTICIA."— ¿Qué harías siendo tú el Justicia?... Lo que has di-

cho, ¿verdad? Lo matarías por traidor. LOBO. — No sé. N o puedo yo decirlo cuando acabo de recibir un

perdón. D U Q U E . — Pero. Si hablaras en el nombre de la justicia. ¿Acaso un

puñal bien dirigido al corazón del traidor y ambicioso no serían un justo cas-tigo?

JUSTICIA. — Por querer romper la paz de la comarca? IiOBO.— N o lo s é . . .• no s é . . . tal v e z . . . tal v e z . . . JUSTICIA. —Claro es que todo esto sería en el caso de saber quién

«es el traidor. D U Q U E . - ( G O L P E A N D O S U A V E M E N T E AL JUSTICIA)

Y . . . No se trata de eso ahora porque tú no conoces a nadie en eses caso, ¿verdad?

JUSTICIA. — ¿Por qué te veo tembloroso? ¿Has pensado en alguien? LOBO. — No . . . no. En nadie señor Justicia. D U Q U E . —Conoces alguno que pudiera desear mi muerte?. . . LOBO. — N o señor Justicia. N o sé quién podría- descaros mal. JUSTICIA. — Juraste fidelidad al señor Duque. N o olvides que le

•debes la vida. LOBO. '— No lo olvido. JUSTICIA. — Entonces. Si recuerdas algo. Tal vez una palabra de

alquien que haya hablado conato. D U Q U E . — Una visita tal v e z . . . allá en el convento. . . LOBO. — ¿Una visita? JUSTICIA. — Si, sí. ¿Quién ha ido a verte?. . . ayer, anteayer, hoy,

cualquier día y te ha dicho algo. El señor Duque te ha perdonado. No lo «olvides.

LOBO. - ( V I O L E N T A N D O S E ) . Si, no lo'olvido. JUSTICIA. — Entonces. . . Recuerda, haz memoria, ¿Quién te ha

ido a visitaí últimamente? LOBO. — ¿Quién?. . .

JUSTICIA. - (AL D U Q U E ) ¡Ya lo dice! ¡Ya lo dice! . . . D U Q U E . - Si no quieres decirlo. Si te pidieron secreto.

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LOBC. — No señor Duque. No es eso. JUSTICIA. —. Ah! es que no recuerda el nombre tal vez, yo te diré

algunos. ¿Fué el señor Galdiano? (SILENCIO DE LOBO) no, f u é . . . entonces el Conde de los Aliares?, . .

LOBO. — No. el conde de. . . JUSTICIA. — Ah! fué un conde. Entonces no hay duda. . . ya verás

como lo recuerdas, fué. LOBO. El conde de Gubio.

( V O C E S E N LA PUERTA) VOZ. — Necesito ver al señor Duque de Umbría (ALARMA D E

EL LOBO). JUSTICIA. — Reconoces la voz. D U Q U E . — ¿La oiste antes? VOZ. - Soy el conde de Gubbio. (ENTRA U N G U A R D I A ) . LOBO. — El conde de Gubbio. GUARDIA. — El señor conde de Gubbio ha querido entrar violen-

tamente, señor duque. (Ei lobo e-itá con la mirada fija en la puerta por donde debe entrar el conde de Gubbio. El duque y el Justicia se han retirado detrás de la cortina).

D U Q U E . — Hacedlo pasar. (MUTIS G U A R D I A ) .

Por izquierda entái el conde de Gubbio seguido de Joyero. Vienen-jadeantes).

JUSTICIA. — Ya os lo dije, señ'ór Ducfue, tal cual estaba planeado. Mis espías vieron entrar al conde en el convento esta mañana. (M LITIS A M B O S ) .

JOYERO. — ¿No os lo decía señor Conde? aquí está. C O N D E . — ¿Has venido a venderme? A comprar tu perdón. JOYERO. — ¿Dónde está el Duque? LOBO. — ' / E l Duque? ' ( C O M P R E N D I E N D O ) . No lo sé. Apenas

le vi un instante. JOYERO. — Mientes. Estabas con él. Habrás calumniado al señor

Conde. LOBO.— ¿Qué podría decir yo? al señor Duque y que él me lo cre-

yera?. . . Solamente podría decir la verdad. . . C O N D E . — Traidor y mentiroso. LOBO.— ¿Sería mentir adecir que fuisteis al convento para hablar

conmigo? JOYERO. — Calla, pueden oírte. C O N D E . — Y quizás hasta te creerían. Jamás h;> estado yo en el

convento. LOBO. - ( V I O L E N T A N D O S E ) ¿Nunca señor Conde? C O N D E . — Jamás. Has tenido una ilusión. LOBO. L- (ENERGICO) . Y . . , Fué también ilusión oir que el se-

ñor conde me proponía pagarme por la muerte del señor Duque. . . JUSTICIA. - ( E N T R A N D O ) . Señor C o n d e . . . D U Q U E . — ¿El conde de Gubbio está aquí? JUSTICIA. _ Y al parecer está discutiendo con el Lobo. COND,E. — Señor Duque. Pasé a veros. No hagáis caso de este loco. JUSTICIA. - Yo alcancé a oir unas palabras y me parecieron cuer-

das. . .sigue. . . D U Q U E . — Decías que el señor Conde había ido al convento? C O N D E . — Es falso. . . Pretende congraciarse con vos para obtener

vuestro perdón. JUSTICIA. - El señor Duque es magnánimo y ya se lo ha otorgado.

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D U Q U E . — Y a que precio. . . señor Conde! LOBO.— A ninguno, señor Justicia. . . es verdad que el señor Conde

vino esta mañana al convento. C O N D E . - Es mentira. JOYERO. — Yo acompañé al señor conde a sus cotos esta mañana, LOBO. — También vino el joyero. Me ofrecieron dinero para. . . JOYERO. — Fué el quién preguntó a las gentes de la aldea donde

cazabais señor D u q u e . . . tal vez para asesinaros con un dardo. D U Q U E . — N o es mala idea. . . y demasiado fina para ser de el

lobo. ¿Verdad señor Justicia? JUSTICIA. — Asi es señor Duque (AL C O N D E ) . Este es el mo-

mento. Aceptad una alianza con el Duque. . . Yo os la propongo en su nom-bre .

LOBO. — He sido fiel a vos señor Duque. . . Es la verdad. Yo no podía aceptar eso. . .

JUSTICIA.— Aceptad la alianza señor Conde . . . (Habla bajo al conde).

CONDE. — La acepto. D U Q U E . — ¿Decís que se os ofreció soborno por matarme . . . LOBO. — Si señor Duque. . . El Conde de Gubbio me aseguró que

vos no me dariais el perdón. . . JUSTICIA. — (AL D U Q U E ) . Todo está listo. El conde será vues-

tro aliado. D U Q U E . — ¿Eso os dijo el conde? ¿Qué dice de eso el conde? C O N D E . — ¿Qué puedo decir yo? JUSTICIA. — Todo está listo. Hablad sin temor. LODO. - Véis. . . no se defiende. Me prometió hacerme capitán

de sus guardias. . . C O N D E . — Señor Duque de Umbría. Tengo el honor de pediros la

mano de vuestra hija Nérida. para formar una alianza en bien de la co-marca. . .

LOBO. — ¡Es un traidor!... D U Q U E . — ( R I E N D O ) . Será una gran alianza que alegrará al

pueblo. LOBO. —• Pero. . . no. . . no es posible. . . yo estoy soñando. . . Y o

he dicho la verdad señor Duque. D U Q U E . — Y supones tu que vamos a creerte, cuando el conde de

Gubbio ha contado siempre con mi protección.

C O N D E . - Y el señor Duque ha tenido siempre mi lealtad. JUSTICIA. - Has querido comprar tu perdón con la mentira LOBO. — ¿Yo. Yo? Tal vez también me llaméis traidor. Magnífico.

El Duque pretendiendo que yo delate al conde y el conde queriendo que ma-te al duque.

D U Q U E . — Está loco.

C O N D E . — (AL JUSTICIA). También vosotros teniáis algo escon-dido .

JOYERO. — Con que también el duque. JUSTICIA. — Silencio. . . que los joyeros no intervienen en asunto?

do estado. LOBO. - ( A C E R C A N D O S E ) . Malditos. . . Malditos siempre. . .

por la mañana y por la noche. . . con los ojos abiertos y en el sueño. . . mal-d;ta la tierra en que piséis. . . y el agua que os llevéis a los labios'. Porque sois perveisos. . . porque vuestra cabeza está llena de murciélagos que son demonios hecho's pensamientos negros. . .

JUSTICIA. - ¡Silencio! Te lo ordeno.

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LOBO. — N o . . . El silencio vendrá después. . . como si fuera un aire espeso y nos recogerá a todos. . . Pero antes que llegue. . . malditos to-dos los que solo pensáis en la ambición y en el poder y para lograrlo asesináis .hasta el alma de la gente. Malditos porque impregnáis el aire con vuestras palabras de hiél que se van apretando como un puño de acero. . . ¡maldi-tos!. . .

D U Q U E . — Prendedlo. Pagará con la vida sus palabras. JOYERO. — Y sus crímenes. D U Q U E . — Ahora es más peligroso que antes. Guardias. . . aquí. . .

( V O C E S A F U E R A DE MUJER Y D E HOMBRE) guardias. . . Guardias aquí! . . . ¿Quién habla allí afuera? C O N D E . — Parece una mujer. . . D U Q U E . — ¡Guardias!... prended al Lobo. . . ¡guardias aquí! . . .

(ENTRA A E S C E N A PICA. B O U R L E M O N T SEGUIDA DE U N F R A N C I S C A N O )

PICA. —1 Quitaos plebeyos que no tenéis que tocar a Pica Bcurle-m o n t . . . (LOS GUARDIAS Q U E D A N EN EL U M B R A L ) .

JUSTICIA. — La madre de Francisco de Asís. PICA. — Si señor Justicia. La madre de Francisco. Perdonad señor

Duque que entrara violentamente... Pero parece que no habéis enseñado a vuestros guardias a tratar a una mujer.

D U Q U E . — Señora. . . El Duque es siempre el Duque y todos le de-ber. respeto.

PICA. —; Y consideración... porque lo creemos justo . . . noble y bondadoso. Señor Duque. . . vengo a que dejéis volver al convento. . . a

C O N D E . - ¿Al Lobo. . .? PICA. — No. . . ya 110 es el Lobo. . . Ahora es nuestro compañero. CONDE. 1 — Lo hubierais oído hace un instante. D U Q U E . — El Lobo está preso. C O N D E . — Será entregado a la justicia. PICA. — Señor DuqUe, os' ruego que le permitáis volver. . . Vos lo

mandasteis a llamar . Lo sabe toda la aldea. Sería traición querer dejarlo pre-s o . . . Y tal cosa no la hace el Duque. ( M I R A N D O AL C O N D E ) . Eso puede hacerlo un Conde solamente.

JUSTICIA. - Silencio. iJOBO. — El señor duque me dió el perdón. D U Q U E . — Pero. . . Habéis calumniado al conde. . . LOBO. — N o señor Duque. Lo dicho por mí es verdad. . . y todo es

-verdad. ( V I O L E N T O ) y todo es sincero.. . Porque habéis jugado conmi-go y con mi credulidad, dejadme ir. . . ( E M O C I O N ) que yo no sirvo para •estar entre vosotros. . .

PICA. —v El se irá conmigo. Será de cualquiera manera. . . D U Q U E . — Por la fuerza no. Os puedo hacer detener. . . Guar-

dias . . . (LOS GUARDIAS R O D E A N A PICA Y AL LOBO).

PICA. — Si guardias. . . apresadme.. . a mi Pica Bourlemont, ma «dre de Francisco de Asís, hermano y defensor de vosotros

(LOS GUARDIAS SE RETIRAN U N POCO) D U Q U E . — ¡Guardias!... ¡Al l í ! . . . JUSTICIA. - Señor Duque (BAIO) sería un error. . . el pueblo de

la comarca quiere mucho a Francisco de Asís, dejémosla que se vaya. . . le-vantaremos a la gente y cojeremos al Lobo fuera del convento.

PICA. — Señor Duque. . . con vuestro permiso o sin él nos vanaos. Que me detengan los guardias. . . Que detengan a este hermano nuestro y al fraile que me acompañan ( V A N A' SALIR) Ah. . . no lo hacen. . . ¿Es

<que dudan los señores?. . . Es que el Justicia se ha vuelto amable?. . .

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D U Q U E . Señora os estáis sobrepasando. JUSTICIA. — Ya está colmando.. . LOBO. — Señor Justicia. . . si lo dijerais sinceramente.. . JUSTICIA. — Yo siempre hablo en nombre de la justicia y sincera-

mente.. . señora, por ser vos no intervenimos. PICA- — Ahora no soy Pica Bourlemont. . . Todo lo hago en nombre

de Francisco. (A LOS S O L D A D O S ) de Francisco He Asi s y si hago mal, que me perdone Francisco y si he hecho bien, perdonadme vosotros. . . se-ñores .

(MUTIS LOS TRES)

TELON RAPIDO

A C T O S E G U N D O

Cuadro Tercero

En el mismo decorado del Cuadro Primero de este acto. El merendero en el convento de Francisco.

Es el atardecer. Las puertas del Convento están cerradas con una gruesa tranca que da la sensación que se teme la furia de las hordas que gri-tan desde lejos y al parecer se acercan al Convento de Francisco. Nada hay de distinto en la austera sala que sirve de merendero a los frailes de Fran-cisco. La accipn comienza al atardecer y al terminar el cuadro es ya de no-che. Hay en el ambiente un clima de ansiedad que se siente en todos los mo-vimientos de los personajes que dejan traslucir su inqijietud. Se espera algo. . . talvez lo que nadie se atreve a creer. . . un milagro. El Lobo está -como un condenado a muerte que sabe que le quedan pocos minutos de vida, Al ini-ciarse el cuadro están en escena el Lobo y Pica de Bourlemont. Luego Pietro. Lórica y Ordelia. Después el Fraile, Francisco, el de Asís, finalmente el Justicia y sus hombres. Luego Ordelia y al final nuevamente el Lobo.

PICA: — Cálmate. . . Cálmate buen hombre. Si continúas maldi-ciendo ofendes el nombre de Francisco.

LOL'O. — Es que son canallas y más canallas. ¡Oh! madre de Fran-cisco, déjame maldecirles! (RUIDO) ¿Alguien viene?. . . (POR EL ALTO DE LA ESCALERA EL FRAILE).

PICA. — Es el hermano. . . FRAILE. — Vengo de correr las aldabas a la puerta de la capilla y

la he afirmado, además, con un grueso madero PICA. - No se atreverán a forzarla.

FRAILE. - Al hombre con sus furias desatadas, nada lo detiene, y tenemos el deber de defenderte aún en contra de tu voluntad. El' hermano Francisco llegará pronto.

LOBO. ( C O N ALEGRIA DISIMULADA) . ¿Llegará... esta noche?

_ P'CA. — S i . . . luego tal vez. Cuando estuvo en mi conocimiento que el señor Duque te había hecho llamar, comprendí que algo extraordinario su-

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cedía y avisé a Francisco para que regresara con presteza.. . LOBO. — Jamás debí venir a Gubbio pensando en que me darían el

perdón. Esperaron que Francisco saliera del pueblo y vinieron a vendérme-lo. . . ( E X A L T A D O ) . ¿Por qué estoy encerrado aquí como un niño? ¿dónde están mi mujer y mi hija y Pietro que no han venido ya por mí?. . . (SE S U -B E A U N VENTANILLO Y A M E N A Z A ) Quiero salir de aquí. . . ir por los míos y volverme a los riscos.

FRAILE, — Harías daño al hermano Francisco. LOBO. — Francisco y yo vamos por senderos distintos. FRAILE. — En sus oraciones, eres siempre el primero. PICA. — Y su voz estará cada día llamándote. LOBO. — Es más fuerte la voz de la montaña. FRAILE. — El te ha dado su ternura. LOBO. — En mi pecho renacen el odio y la venganza. PICA. — Así no piensa una criatura de Dios. LOBO. — Oh! Yo solamente soy hechura de los hombres. PICA. — Francisco hará que nuevamente sea la paz en la aldea. LOBO. —' ¿Y para qué? Hace muchos años, que levanté mi casa en

1c»-; prados verdes de Gubbio, junto al trigo que es pan y es amor. Los hom-bres me echaron a los riscos y allá vuelvo, donde viven el águila y las fie-ras. . . donde las flores son de hielo y el trigo de piedra.. .

(RUIDO INTERIOR)

PICA. —- Alguien anda en la Capilla. FRAILE. Si. hay gente en la Capilla. ¿Cómo ha podido entrar? ( S U B I E N D O LA ESCALERA). Escóndete hermano. LOBO. — N o tengáis cuidado. Yo conozco ese ruido. Esos que han

entrado, sen los míos, que ahora vienen a ayudarme. FRAILE. — Y si no fueran. . . hermano. LOB'O. - (DE U N SALTO Y P U Ñ A L E N M A N O ALCANZA

HASTA LA PUERTA DE LA CAPILLA. LA PUERTA SE SE ENTREABRE L E N T A M E N T E Y LA CABEZA E N -SORTIJADA DE PIETRO A S O M A RECELOSA. LUEGO LORICA Y ORDELIA) .

O h ! . . . s i . . . son e l l o s . . . Pietro t ú . . . Oh! Lórica, mujer mía, Or-delia, hija. Ved. como yo tenía razón. Ahora somos muchos. Pica de Bcurle-moní. esta es Lórica. mi mujer, este es su hermano Pietro y esta. . . es Orde-lia. . . la luz de mis ojos, hija mía y de la montaña.

LORICA. — No hables taiito. Es hora de decidir lo que hacemos. LOBO. — Calla un poco, ¿verdad Ordelia? Nunca ha de dejarnos

hablar. En la montaña, porque es muy temprano por la mañana y muy tar-de por la noche. El padre y la hija no hablan jamás.

PIETRO. — Acaso después sea imposible huir. Debemos partir aho-ra.

LOBO — Si no hubieseis llegado ya, me iba solo a la montaña. ORDELIA. — ¿Padre. sin verme, sin saber donde estaba? LOBO. — Oh! no, hay una voz que siempre me dice donde estás y

que me lleva a tu lado. ORDELIA. — Yo siempre te espero. Tus manos, cada vez, traen

algo para mí. LOBO: —• Urdelia, dime. ¿No deseas, a veces, vivir en los llanos? ORDELIA. — No. padre. Prefiero la montaña, se está más cerca de

las nubes y el viento es más frío, y más fuerte. Además en la montaña, me haces dormir con tus cuentos por las noches.

LOBO. — Si. Cuando no nos riñe tu -madte, o Pietro no grita que

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tiene sueño. Ordelia, quisiera saber muchas historias para ti. Es bueno ser padre y contar historias a los hijos. . . No importa que se duerman sobre nuestro brazo y que las historias que contamos los p a d r e s , estén sentencia-das á no ser oídas completamente. Es un hermoso destino.

ORDELIA. — Padre. ¿No habrá historias esta noche? LOBO. — Si, hija. Como siempre. Igual que en la montaña, cuando

la noche aplasta a las cumbres. LORICA (Burlona). — Seguramente le contarás la historia de un

Jpbo que creyó q»e los habitantes de la aldea eran sus amigos. . . PIETRO. — Hasta que un día lo persiguieron para darle de palos. LOBO. Esa historia no sirve, tiene mucha verdad y en los cuentos

ha de haber siempre an poco de mentira que los haga aparecer extraños y fantásticos.

ORDELIA. '— ¿Entonces me contarás otra? LORICA. — No puedes callar hija. ... PIETRO.— Déjate de niñerías. LOBO. — Callaos, que cuando un hijo quiere algo, dárselo no lo'

impide ni la muerte. Si, Ordelia, .¡te. contaré otra. ¿Cómo quieres que sea? fin muy hermoso.

ORDELIA. — ¡No sé! Hoy, me gustaría una muy triste pero cori7 un L0P<0. — Una que hubiera sucedido (LEJANO) hace mucho tiem-

po? . . . ORDELIA. — Si!..-. Mucho t iempo.. . Mucho tiempo, que nadie

recordara cuando fué.. LOBO. — Si. . . parece que. recuerdo. . . haber oído que hace muchos

-años, cuando los dioses que andaban por la tierra vestido«, de pastores, se reunieron un día a la sombra de un olivo y acordaron hacer una experiencia con los hombres. Si el resultado era favorable los pobres dioses que tenían tanto trahajo en esta tierra, podrían irse a sus moradas y descansar para .siempre.

ORDELIA- — Padre, ¿ahora no andan los dioses por la tierra? IjíORICA. — Si anduvieran se dejarían ver. LOBO. — Y los dioses, decidieron probar la ambición de los hom-

bres. Llamaron a una joven pastora, la vistieron ricamente y le ordenaron que recorriera el mundo, pasando por los. campos, las aldeas y los pueblos sin hablar con nadie y le entregaron un pequeño cofre de madera para que lo ocultara de las miradas intrusas. A su paso por la tierra, los hombres se prendaron d su belleza y las mujeres la envidiaron. Cuando le preguntaban de dónde venía, ella sonriendo,, no contestaba y sólo escondía bajo su manto la misteriosa y diminuta caja que le entregaron los dioses. El cofre despertó más curiosidad que la muchacha. Unos pensaron que allí habrían encerrados extraños poderes; otros, que tal vez se encontraba allí el secreto de la vida eterna, y algunos aseguraban que en él estaban las noticias de grandes teso-ros o el misterio de la eterna fascinación. Y una tarde mientras la pastora dormía, le arrebataron el cofre y lo abrieron.-. . Entonces, como lanzados por una fuerza invisible, salieron al espacio todos los males que en'él habían en-cerrados los dioses para castigo de la ambición de los hombres y se esparcie-ron por el mundo t>n un instante, y desde entonces viven en el alma de los humanos sin que nadie pueda impedirlo. Pero los dioses, que ¿ntonces nó eran malos, para no castigar completamente a la humanidad, dejaron bri-llando en el fondo de la cajita. una luz verde, que los hombres en vano tra-taron de coger. Por eso la llamaron la Esperanza, que quiere decir "lo que no se alcanza jamás". Desde entonces los hombres van de angustia en an-gustia y de esperanza en esperanza, con los ojos fijos en una luz verde, que •a cada instante amenaza con extinguirse y que los obliga a caminar siempre .hacia adelante, como único aliciente de sus vidas (SILENCIO LARGO).

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LORICA. — (CASI C O N E M O C I O N ) . Se ha dormido ( H A -C I E N D O CALLAR).

LOBO. — No importa. . . es el destino de todas las historias.. . ORDELIA. — No padre m í o . . . estoy despierta. Pensaba. . . si nos-

otros hemos visto alguna vez aquella lucecita verde. . . L O B O - 1 - Nunca, hija.-., nunca. . . (GOLPES FUERTES E N LA

P U E R T A ) . (LOBO SE L E V A N T A T E N I E N D O JUNTO A EL A S U HIJA ORDELIA) .

V O Z DE FRANC. — Abridme hermanos, son Francisco. . . ORDELIA ( C O N GRAN ALEGRIA Y E N O R M E EMOCION>

Padre . . . la lucecita. . . acaso la Esperanza. . .

(SILENCIO).

l iOBO. — (A SU HIJA) hija mía . . . ( E M O C I O N ) . Esta vez, no e,s la Esperanza.

(EL FRAILE ABRE LA PUERTA Y ENTRA FRANCIS-CO, LLENO DE TIERRA Y M U Y AGITADO. A LO LE-JOS SE O Y E U N TUMULTO- Q U E D E S A P A R E C E A L CERRARSE LA P U E R T A ) . . . . Francisco.. . ¿Has vuelto?. . .

FRANC. — Que dicha ver a todos reunidos aquí. LORICA. — No es por nuestra voluntad. . . FRANC. — Las cosas más amables ocurren en contra de nuestros

deseos. PIETRO. — Es que esto no es amable. . . y ya nos íbamos. . . FRANC. — Marcharos.. . ¿y por qué?. . . LOBO. — Queremos volver a la montaña. FRANC. — ¿Acaso estáis mal aquí? LORICA. — Esta vida no es la nuestra.. . FRANC. Tampoco lo es la otra. . . LORICA. — Marcharemos al sur. . . a trabajar. . . FRANC—También hay trabajo aquí y se os quiere bien. PIETRO. 1— Tal vez, pero no servimos para vivir en la aldea. . . FRANC. - Esta es como cualquiera. . . PICA. — ¿Sabes Francisco?... FRANC. — Madre. . . deja que. ellos den las razones. A veces son

tan grandes y están tan escondidas. . . (PAUSA, MIRA A T O D O S ) . Quedaos unos días más. , hasta que lo tengáis, bien decidido LORICA. - Bien decidido está. Francisco. FRANC. - Habláis en un tono q u e . . . LOBO. — Ella es siempre así, áspera, como el camino de la mon-

taña . ORDELIA. — Padre. ¿Es verdad que queremos irnos a?. LOBO. - Si hija, es verdad.. . FRANC. — S-">a, si tú lo quieres, pero, te irás mañana, LOBO. —No Francisco.. . ahora mismo. . . (HABLA C O N R E N -

COR H A S T A EL FINAL) . FRANC. —• Es decir, al amanecer. . . LOBO. — No, en esté momento. FRANC. — Hermano, dadle agua y algo de nuestro pan y abrid la

puerta. . . a nuestro amigo. . . LOBO. *— Nada quiero. . .

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FRAILE- — ¿Vais a salir por la puerta acaso? FRANC. Por la puerta entró a esta casa y por ella sale todo pe-

regrino que lleva la conciencia tranquila. PICA. — Francisco, ¿no comprendes . . . FRANC. — Comprendo que nuestro hermano quiere irse. LOBO. .— Si Francisco. . . y cuanto antes mejor. Abrid la puerta. . . PICA. •— Impedid que se vaya, lo esperan para detenerlo. LORICA. —- Eso no le importa. FRANC. — Si me importa, tanto como mi propio corazón; no salgas

sin antes decirme por qué te marchas, ( P A U S A LARGA, EL LOBO SE R E C O N C E N T R A Y AL MISMO TIEMPO TRATA DE HUIR, LA MIRADA D E FRANCISCO. FRANCISCO SE ACERCA AL FRAILE Y S U A V E M E N T E HACE Q U E SE V A Y A A LA CAPILLA. IGUAL COSA H A C E C O N SU M A D R E A C O M P A Ñ A N D O L A AL PRIMER PELDA-Ñ O DÉ LA ESCALERA) . . . . Ahora ya estamos solos, yo no puedo detenerte en contra

de tu voluntad. Sólo algo muy grande y fuera de tu alcance, le obliga a tor-nar a las montañas. ( P A U S A ) , quiero saberlo.

LORICA. — ¿Lo exiges? FRANC. — ¡Eso no!, lo pido. PIETRO. —. Pero lo ordenas con los ojos. LOBO. — Francisco, quieren prenderme porque traté de matar al

Justicia. FRANC. — ¿Eso hiciste? ¿y por qué?. . . LOBO- — Porque le odio, 110 me arrepiento de mis deseos, y te ase-

guro que volveré a intentarlo tan pronto pueda. FRANC. — En esta casa no se habla de muertes. Dime ¿qué tortu-

ras hay en tu alma que nuevamente el odio comienza a dominarte? I.OBO- — Ah!j Francisco, es que otra vez hay un lobo rondando la

aldea de Gubbio. FRANC. — De nuevo irás por el mal camino. . . L.OBO.—¿Y crees tú que hay otro? Si todos vamos por el mismo. . .

Francisco cree que hay otro, (RIEN T O D O S F U E R T E ) . FRANC. - Si es verdad que piensas así, llego a creer que estás de-

más en la tierra. LOBO. — ¡Francisco! FRANC. — Si he dicho algo que no he debido ni pensar. . . te pido

perdón, hermano. LORICA. - Te odia porque np ha podido dominarte. . . él nos ha

perdido. Por él tenemos que huir. FRANC. - Tiéndeme tu mirada y tu voz para que crea en tí LOBO. - No hace falta, (FRANCISCO' A V A N Z A HACIA E L ) . . .

Quieto Francisco, que entre tú y yo, se está hundiendo la tierra y algo in-menso nos separa, hay palabras que golpean a mj boca para salir y herirte, pero no quiero hacerlo, voy a pensar siempre que decías la verdad y que te equivocaste, solamente.

LORICA. - Eso no, porque yo lo maldigo, te maldigo Francisco y que no encuentres gavilla de enebro y olivo para azotarte, que el hambre, el frío y la muerte, están a tu lado. Que antes solo por la vida, cada vez más sólo y que huyan de tí, como de un leproso.

LOBO. — Vamos. Lórica. Ordelia, Pietro (ORDELIA Q U E D A C O M O ESTATUA Y AL PARECER ABSORTA POR LAS PALABRAS DE S U MADRE. T O D O S A V A N Z A N HACIA LA ESCALERA Q U E LLEVA A LA CAPILLA ORDELIA HA Q U E D A D O CASI AL PIE D E El LA.

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FRANCISCO E N ORACION CERCA DE LA PUERTA. SOLO T I E N E LOS OÍOS EN EL CIELO). . . . que yo maldigo esta aldea y aquel momento en que creí que

todos éramos hermanos- Maldigo esta tierra, y que se vuelva arena, y que fel sol reseque los rlc^ y las norias. Maldigo el camino que trae hasta ía al-dea, y que me quede c.ego si vuelvo otra vez a caminar por él, Ordelia. . . vamos. . . ¿qué haces ahí?. . . (MUTIS, PIETRO Y LORICA) .

ORDELIA, — Padre ( N O SE M U E V E ) , ¿yo también tengo que irme?. . .

LOBO. 1— Ordelia, te llama tu padre. ORDELIA. - Si, (MIRA A L T E R N A T I V A M E N T E A F R A N -

CISCO X A S U P A D R E Y L E N T A M E N FE SUBE LA ESCALERA Q U E D A A LA CAPILLA H A S T A HACER MUTIS C O N EL LOBO) .

LORICA. — ( D E S D E LA P U E R T A ) . . . El leproso, el leproso!. . . el leproso!! ( M U T I S ) .

FRANC. — Padre nuestro, que estás en los cielos. . . ( O R A C I O N C O N RUMOR DE VOZ. LARGO RATO ESTA F R A N -CISCO E N ORACION, U N INSTANTE D E S P U E S SE SIENTE RUIDO D E VOCES Y - G O L P E S A LA PUER-TA. DA LA IMPRESION Q U E FRANCISCO ESPERA TERMINAR SU ORACION Y LUEGO LENTAMENTE. AL REPETIRSE LOS GOLPES MAS F U E R T E S SE ACER-CA A LA PUERTA Y ABRE L E N T A M E N T E RETIRAN-D O S E U N POCO A N T E EL EMPUJE DEL JUSTICIA Y S U S H O M B R E S ) .

JUSTICIA. — Mucho demoráis, Francisco, en abrir la puerta al Jus-ticia .

FRANC. — Estaba en oración, señor Justicia. JUST. — ¿Acaso rogabais por vuestro protegido? FRANC. — Por, él rogaba, señor. JUST'. — No merece vuestro apoyo. FRANC. — Todo desgraciado necesita ayuda. JUST. — Menos esa bestia sanguinaria. FRANC. , Tenéis razón, señor Justicia, las bestias del Señor nece-

sitan menos ayuda que los hombres. JUST. - No interesa vuestra opinión ahora. Comprenderéis que ven-

go a hacer preso al bandolero. FRANC. — Señor Justicia, siempre llegáis tarde, el hermano Lobo

se ha ido. (RUMOR DE D E S A P R O B A C I O N ) . JUST. 1— Registraré el convento para estar seguro. FRANC. — Señor Justicia, que vais, a ofender al Señor, os aseguro

que se ha ido. JUST. - ¿A dónde? FRANC. — A la montaña, al mismo lugar de donde vine, y queréis

decirme, ¿por qué tenéis que prenderlo? JUST. — Seguramente os ha dicho una mentira, el miserable Lobo de

Gubbc, a quien dimos el perdón y de quien tuvimos piedad, trató de ponerse al servicio del Conde para dar muerte al señor Duque, y luego, al ser recha-zado, corrió donde el señor Duque para calumniar al señor Conde, y a no ser por vuestra madre, que intervino, entrando a la fuerza en palacio y tra-yéndose al bandido, defendiéndolo con su persona, ya estaría ajusticiado

FRANC. — ¿Fué así, señor Justicia? JUST. — Os doy mi palabra. FRANC. - Y decís que intervino mi madre. JUST. — En mala hora. FRANC. - Entonces. vos ofendéis a mi santa madre. Ella jamás ha-

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.¿ría intervenido si no hubiese estimado justo y digno lo que hacía, me temo, señor Justicia, que nuevamente estaré de parte de ese desdichado*

JUST. — Entregadme al Lobo, os lo ordeno. FRANC. —, Se ha ido. no está en mi casa, pero si queréis prenderle

en la montaña, hacedlo pronto, porque yo iré a avisarle que huya, porque £sta vez tampoco tenéis razón, señor Justicia.

(RUIDO D E V O C E S EN EL INTERIOR D E LA.CAPI-LLA. EL JUSTICIA QUIERE SUBIR POR LA ESCALE-RA PERO FRANCISCO LE CIERRA EL P A S O ) .

JUST. — Está escondido en la capilla. En buenas obras usáis los al-iares Francisco. Dejadme paso.

FRANC. — No señor Justicia. Allá arriba se va solamente a orar . . . y vos no iréis a eso, ¿verdad, señor?

JUST. .1— Paso, que os hago prender por ocultar a un criminal.. FRANC. — Podéis hacerme prender, pero será porque niego al Jus-

ticia entrar impíamente a la casa del Justo. JUST. — Prended a etite hombre por esconder a un bandolero.

(POR EL ALTO D E LA CAPILLA A P A R E C E EL FRAI-LE PICA Y ORDELIA Q U E D E S G R E Ñ A D A Y LLENA DE ANGUSTIA BAJA LOS PRIMEROS ESCALONAS) .

GUARDIA (POR EL-POR HACIA LA P U E R T A ) . — Señor Jus-ticia . . . señor Justicia. El Lobo ha huido, ha huido y no han podido dete-nerlo.

JUST. — Seguidle, traedlo vivo o muerto. (SALEN VARIOS Y Q U E D A EL JUSTICIA C O N D O S HOMBRES) .

. . . la hija del Lobo, estoy de suerte. Será un buen cebo para ha-cerlo llegar hasta la aldea. Francisco, os agradezco vuestra amable ayuda, el señor Duque sabrá recompensaros, intercederá para- que os haga arreglar el convento y se os de algunos caballos y corderos.

FRANC. — Gracias, señor Justicia. Ordelia, no has querido ir a la montaña?, ¿y te has separado de tus padres?.. .

ORDELIA. - ( E M O C I O N A D A ) . El camino es penoso, y tengo miedo hermane Francisco, mucho miedo.

FRANC. — Ahora tendrás que ir con el señor Justicia, porque él me ofrece algunos corderos y caballos y el arreglo del convento a cambio tuyo-

•ORDELIA. — Haré lo que tú ordenes, Francisco. JUST. — Excelente, muchacha, puedes venir conmigo. FRANC. — Señor Justicia, todavía no, y tendréis que perdonarme,

otr;> vez más. Yo comprendo que es molestaros demasiado. . . pero no puedo imitar a Judas y vender a esta niña por treinta monedas, o por treinta caba-llos ni aün por 30 corderos. Yo os ruego que salgáis de esta casa, porque <esla dulce niña está al cuidado de mi madre.

JUST. — Yo no os pido que me la entreguéis. Lo ordeno. FRANC. - Y yo por última vez. os ruego que os vayáis. Madre,

entrad a la Capilla con Ordelia y cerrad la puerta por dentro. (PICA Y ORDELIA E N T R A N Y CIERRAN LA P U E R T A ) . . . .a ver señor Justicia si tenéis el valor o la osadía de, derribar

la puerta de un santuario para satisfacer una venganza de lo s hombres, y •ahora ¡os doy paso, señor Justicia.

JUST. - ( S U B I E N D O LA ESCALERA. TRATA D E ABRIR LA PUERTA Q U E ESTA CERRADA. LUEGO SE V U E L V E A LOS S O L D A D O S ) . . . .Soldados, id a la otra puerta y apresadla sí pretende huir. . (MUTIS D E LOS S O L D A D O S ) .

FRANC. 1— Señor Justicia, perdonadme que esté cumpliendo con mi deber.

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JUST. — Daos preso en nombre deí señor Duque de Umbría! FRANC. — Sea, señor Justicia. Tratándose de mi pequeña persona,,

no tengo inconveniente. Os aseguro sí, que conmigo lograréis muy poco. Cuando más, unos días de encierro, y eso, perqué sois algo testarudo, señor Justicia. . . . ¿tú, de nuevo?

( L E N T A M E N T E HA E N T R A D O EL LOBO' Y H A C E -RRADO LAS G R A N D E S PUERTAS) .

LOBO. — ¡Francisco! JUS'T. — El Lobo, Ah!, daos preso. LOBO. — Apresadme, vos. Jamás me habéis tenido más cerca. JUST. — Guardias, soldados. LOBO. .— Están lejos, pero no tengáis miedo. Sois un infeliz, señor

Justicia y no vengo por vos, sino por mi, mi hija. FRANCISCO. — Está e nía capilla. LOBO. — Dile que baje. F R A N C I S C O . — Está aquí por su voluntad. LOBO.— Pero no por la mía, llámala. F R A N C I S C O . - Hazlo tú mismo. LOBO.1— No, que el señor Justicia podría huir y llamar soldados. F R A N C I S C O . - Ordelia!, Ordelia!. ORDELIA. — Francisco! L O B O . - Ordelia, tu padre ha venido a buscarte. ORDELIA.— Mi padjp. FRAILE. — Idos pronto hermano. Vendrán soldados. LOBO. — Tengo armas y el señor Justicia no puede salir con vida, s£

yo no lo quiero. JUSTICIA. - Bandolero. LOBO.— Ordelia, no me has oído, hija mía, abre la puerta, F R A N C I S C O . - Déj ala aquí, hermano, mi madre cyidará dv ella. LOBO.—, Ordelia, hija mia, ¡abre esa puerta' JUSTICIA. - Ni tu hija quiere irse contigo. LOBO.— Ordelia, hija mía, Ordelia. FRANCISCO. — Volved solo a la montaña, Ordelia ha dicho quer

el camino. es muy largo, y que hay muchos quijarros. LOBO. — Oidelia, responde a tu padre. (ORDELIA EN LA P U E R -

TA) .

(EL LOBO AL VER A ORDELIA EN LA PUERTA MI-RA U N INSTANTE, Y LUEGO. SIN VACILAR SE P R E -CIPITA HACÍA LA PUERTA DE LA CAPILLA EL JUSTICIA CORRE A LA P U E R T A Q U E DA AL P A -TÍO, PERO FRANCISCO SE LO IMPIDE) .

LOBO.— Ordelia, hija mía. He vuelto por t í . . . ¿porqué h-uíste de núestro lado?

ORDELIA.— ¡Calla! padre, no me querelles por eso. JUSTICIA.— Abrid esta puerta. Os lo ordena el Justicia. FRANCISCO.— Sería una traición, señor Justicia. LOBO.— Ven con tu padre a la montaña. ORDELIA.— No quisiera hacerte daño, pero un temor inmenso m e

dice que me quede. JUSTICIA.— Abridme, os lo mando! F R A N C I S C O . — Violentadme, señor Justicia, y pasad sobre mí.

° r d e l i a ' n o P^des dejar que tu padre vuelva solo. ORDELIA.— Sólo quiero tu bondad y tu perdón.

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LOBO.— ¿Puedo yo perdonar tu abandono? ORDELIA. — Quiero paz, y aquí la encuentro.

LOBO.— Tu padre te lo,pide, Ordelia. Tú sabes que eres luz da mis ojos.

ORDELIA. — Más, sin mí, como has andado muchas veces. Padre, no me mires tan duro.

LOBO. — Vienes con tu padre, Ordelia? ORDELIA.— Padre! así n o . . . tú siempre fuistes dulce conmigo. LOBO - ¿Y vendrás? ¡Te lo ordeno! (TRATA D E COGERLA

D E U N BRAZO Y ELLA H U Y E ) . ORDELIA.— ¡Oh! violencias tú conmigo, padre mío. (SOLLO-

Z A N D O M I E N T R A S CIERRA LA P U E R T A ) . LOBO.— ( A V A N Z A Y TRATA D E FORZARLA) ¡Francisco!

Abre esa puerta. FRANCISCO.— N o puedo hacerlo. Está cerrada por dentro. IjOBO. — Ordelia, Ordelia. ORDELIA.— Perdóname siempre, padre mío. Perdóname. LOBO.— (BAJANDO FURIOSO) ¡Francisco! todos están en con-

tra mía y ahora Ordelia también. Y esto lo has hecho tú ¿No sabes que no se debe desafiar a un lobo? ( S A C A N D O EL CUCHILLO) ¿no sabes que -clavamos el diente cuando estamos heridos?. . . N o sabes que dejamos nues-tra huella, cuando sentenciamos a muerte? Francisco, (SE ACERCA A LA MESA) . . .quiero a mi hija, es todo lo que tengo, tú me quitaste la paz trayéndome hasta aquí y ahora haces que mi hija no vuelva conmigo. . . Brujo maldito! te dejo aquí mi desafío, si no me devuelves a mi hija antes de mañana, al amanecer, correrá sangre en Gubbio, voy a clavar aquí mi -diente para que no lo olvides ( L E V A N T A EL P U Ñ A L Y LO CLAVA E N LA MESA A N T E U N GRITO D E S C E N T R A D O DE HORROR Q U E DA FRANCISCO Y EL FRAILE) . A C E R C A N D O AL L O B O . . EL LOBO U N POCO I M P R E S I O N A D O SE HA IDO A C E R C A N D O HACIA LA PUERTA Y HA LOGRADO A B R I R L A ) .

. . .Oh! no quiero que la ira me domine, no lo quiero, señe«'!, por eso •te ruego que , te vayas, ahora mismo. . . como un criminal, como un bando-lero, protegido por las sombras de la noche, y llévate el puñal que puedes necesitarlo, los camines son obscuros y dicen que otra vez ronda la aldea el lobo de Gubbio. ( T O M A EL P U Ñ A L Y SE LO TIRA A LOS PIES, EL LOBO N O LO R E C O G E ) .

LOBO. — Francisco, enemigos quedamos, pero mañana al amanecer <juiero a mi hija.

(SE ACERCA AL JUSTICIA Y LO COGE VIOLEN-T A M E N T E POR U N BRAZO D O B L A N D O S E L O . SACA OTRO P U Ñ A L Y SE LO P O N E EN LA ES-P A L D A ) .

. . .Cuidado^con gritar, señor Justicia, que en ello os va la vida. Cui-dado Francisco, que esta es mi presa. . . y quieto que me la llevo a la mon-taña, aquí queda mi hija y tú respondes. Te aseguro que le he contado los cabellos que tiene en la cabeza y si los hombres me robaran uno sólo, tú respondes Francisco. Nosotros, señor Justicia, a la montaña, que el camino «s largo y las fieras andan toda la noche. Vamos, que la obscuridad va a terminar y nosotros, los bandoleros, tenemos que ocultarnos en las sombras.

(SILENCIO LARGO. MIRA HACIA LA ESCALERA) . . . .hasta el amanecer Francisco, Ordelia. . . hija mía, Ordelia. . . Or-

delia . . „

( V A GRIBANDO A M E D I D A Q U E SE ALE-JA POR LA PUERTA Q U E D A A LA CA-

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PILLA Q U E SE ABRE. L E N T A M E N T E _ A P A R E C E ORDELIA Q U E CORRIENDO BAJA LA ESCALERA AL MISMO' TIEMPO Q U E FRANCISCO CIERRA LAS D O S HO-JAS. E N EL EQTREMO ALTO PICA C O N -TEMPLA LA ESCENA Y BAJA HACIA OR-DELIA) (ESTA LLORA SOBRE EL H O M -BRO DE F R A N C I S C O ) .

FIN DEL S E G U N D O ACTO

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ACTO TERCERO

En la escena la misma cabaña del acto primero. Al iniciarse el acto está amaneciendo. La estancia esta vacía .Luego se oyen vocee y ticas; un instante se abre la puerta y entran Lórica y el Lobo que viene cantando. El Lobo parece respirar con ansias el aire de Ja montaña.. Pronto se quita la ca-saca que lleva encima y queda en camisa con las mangas recogidas sobre el codo. Tras un momento llega Pietro que trae atados a un mismo lazo al Justicia y al Herrero. Más tarde Francisco y Olrdelia.

LORICA. — Hombre, podías callar. Se diría que estás muy alegre. LOBO. - ( D E J A N D O D E C A N T A R LA C O N S O N E T A DEL

PRIMER A C T O ) . No. Alegre, no estoy. Pero cuando se tiene un pensa-miento fijo, cantar es bueno..

LORICA. — Pero has venido entonando la maldita cansoneta ésa, por todo el camino.

LOBO •— Siempre que estoy en una encrucijada, canto para tranqui-lizarme ( P A U S A LARGA). ¿Qué bonita está la montaña. . ¿Verdad, Ló-rica?

LORICA. — Yo la prefiero a cualquier otro lugar. Aquí nació nues-tra hija.

LOBO. — Recuerdo que fué un día brillante de primavera. . . asi co-mo hoy. Mira, el sol ya está encima de los riscos. ( V A N A M B O S A LA

PUERTA Y Q U E D A N D E ESPALDAS. EL LOBO TO-M A A S U MUJER POR LA C I N T U R A ) .

IÍORICA . •— Habrá seis meses de sol. . . pero no será para nosotros. LOBO. — Lo hemos tenido nuestro por más de quince años. LORICA.— Quisiera que este mismo sol no aJumbrara abajo en

la aldea. N o lo mferecen. LOBO. — Hablas de una manera tan distinta cuando estás en la

montaña. En los llanos, parece qué te guardaras las palabras.' Oh, Lórica, no sabes tú cuán grande es mi cariño por tí. Mi mujer. . .

LORICA. - Las mujeres sólo damos molestias a los hombres tan Ubres como tú. (SE D E S P R E N D E D E S U MARIDO Y SIGUE S U S LABORES) .

LOBO. — Las mujeres de hombres como yo, deben llamarse heroi-cas . N o rías. . . porque lo pienso es que lo digo. Lórica. Desde que vives conmigo no has tenido un momento de paz.

LORICA.— El pensar en vosotros nos quita la calma. . . y cuando velamos la espera, para hacerla más corta, nos imaginamos que estáis con: nosotras.

LOBO. — N o son los hombres los que llevamos una mujer en los brazos. No.) Sois vosotras las que lleváis los hombres a cuestas por la vida; Lórica, quiero que no tengas más inquietudes.

LiORICA. — Hablas como si estuvieras arrepentido de algo; Tú nos has enseñado, que cuando se defiende la vida, no hay de qué arrepen-tirse .

LOBO. — N o es arrepentimiento. Es lo que venía pensando cuan-do cantaba. ¿No estaremos nosotros equivocados? ¿No será el mundo como lo hemos visto y un error de nosotros el nó tomarlo como es?

LORICA. — De eso no te arrepientas. No dudes, que entonces toda

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tu vida y la mía habrían corrido inútilmente. Acaso piensas que antes y aho-ra ellcs tenían razón, y debías haber pagado culpas que. no cometiste?...

LOBO. — Pero ¿de qué nos ha servido luchar? y huir. . . huir eter-namente como si nc se tuviera derecho a sentarse sobre un pedazo de tierra?

LORICA. — Te llaman Lobo, pero haces menos daño qu? ellos. T e persiguen, porque los has descubierto, infames y mezquinos como son.

LOBO. — A veces quisiera desaparecer para siempre, para que no tuvieras que pensar en mí.

LORICA. - ( A C E R C A N D O S E T I E R N A ) . Tienes razón cuando dices que las mujeres somos heroicas. Cuando los hombres empiezan a pen-sar en la derrota, tenemos que ser muy fuertes para empujarlos.

LOBO. — ( S E N T A N D O S E J U N T O A LA RUSTICA M E S A ) . Lóríca. siento como si estuviéramos completamente solos en el mundo.

LORICA. — Tu piensas ahora lo que yo he pensado siempre. . . Tú, que cu.indo bajas a los llanos tomas todasi las precauciones y te colocas en todos los casos peligrosos al bajar por la vida olvidaste uno, éste, que siem-pre hemos estado solos!. . .

LOBO. — Tal vez no lo pensaba, pero lo turnia. Mientras que aho-ra' me parece que estamcs más solos que antes.

LORICA. — Que falta os hace a los hombres sentir a veces lo quo a las mujeres. Tendríais menos dolores. Nosotras, cuando niñas somos fe-lices y al sabernos jovencitas ya comprendemos que estamos un poco s o l a s . . . A] casarnos, la soledad aumenta, porque la compañía de suestro esposo es siempre soledad. Cuando somos madres sabemos que nos llega una alegría que va a durar poco. Crecerán los hijos y quedaremos solas otra vez. En-tonces, al correr de los años recién los hombres os váis sintiendo solos y lle-gáis a nosotras, que nos hemos pasado la vida al lado vuestr a, igual que si vinierais de un viaje muy largo y descubríis entonves a vuestras mujeres, co-mo si se tratara de una tierra desconocida.

LOBO. — Es que yo siento la soledal contigo. Tú y yo estamos so-los, Lórica.

LORICA. — No. Esta es la única edad en que no se está sólo. Mira hacia atrás y verás todo lo que viene buscando nuestra compañía. Son los jóvenes, los que no han llenado aún sus manos; son ellos los verdaderamen» te solos. Nosotros podemos darlo todo y todavía nos queda mucho para acom-pañarnos (SE ACERCA TIERNA) estás cansalo ¿verdad?...

LOBO. - ( L E V A N T A N D O S E CASI D E U N SALTO) ¿Cansa-do? . . . Tal vez. . . nunca se sabe verdaderamente cuando se está cansado.. . (LORICA LO MIRA C O N T E R N U R A Y A M O R . V O C E S SE ACER-C A N ) .

. . . Es Pietro que llega con su carga. Buena cacería hicimos, . . Un señor Justicia y un señor Herrero.

LORICA. — ¿Y que vas a hacer con ellos? LOBO. — No sé. Tal vez decirles que se vuelvan a la aldea (POR

EL FORO EL JUSTICIA Y EL HERRERO Q U E V I E N E N C O N LAS M A N O S A T A D A S A LA ESPALDA Y PIE-TRO Q U E TIENE LA C U E R D A Q U E LOS U N E ) .

PIETRO. — Arre señor Justicia. . . arre, síñor Herrero. . . vendréis fastidiados porque no os he dejado pastar ni beber. . . sois unos burros muy molestos.

LOBO. — Basta Pietro, que no es para bromas. PIETRO. — Lo hago por desquite. Ellos te dicen Lobo, que es un

"hombre de animal, yo no hago más que darles a ellos el que les corresponde, LOBO. — Quítales las ataduras y dales agua y comida. PIETRO. — ¿Soltarlos y darles agua y comida, tú estás loco?

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LOBO.— No. Eso es lo que quiero que hagrfS. PIETRO. — Pues, yo no lo hago. LOBO. — Entonces lo haré yo, déjalos de mi cuenta. PIETRO. — No. Si es una orden la obedezco, pero si es un pedido,

JIO. Nunca has tenido que hacer algo porque yo me negara verdaderamente, pero piensa que estos son dos malvados.

LOBO. — Que más da. No van a irse así tan fácilmente; además, quiero descansar y no pensar en nada.

JUSTICIA. — ¡Esto se llama un secuestro y está penado por nues-tras l eyes ! . . .

LOBO. — Señor Justicia. Vosotros llamáis prisión a un »ecuéstro legal, y a una prisión sin vuestra venia la denomináis secuestro. No vamos a entendernos.

LORICA. - Cuanto menos hables con ellos será mejor, deja que Pietro los vigile, descansa, tienes los ojos muy abiertos y los labios secos, ¿quiéres agua?. . .

LOBO. - Sí, un poco, (LORICA LE PASA U N V A S O D E GRE-D A ) .

LORICA. — Agua de la montaña. LOBO. - ( P A S A N D O L E AL JUSTICIA). Agua de la monta-

ña, ¿queréis beber? (EL JUSTICIA V A A TOMARLA PERO SE INTER-P O N E LORICA Q U E LE ARREBATA EL V A S O ) .

LORICA. — La he traído para tí. . . si es para ellos. . . ( A D E M A N DE ARROJARLA AL S U E L O ) .

LOBO. — Dales agua, Lórica. LORICA. - ( L A N Z A N D O A F U E R A LA Q U E HABIA E N EL

V A S O ) . De esta no, ni tampoco por mi mano. LOBO. - He dicho que le des agua ( V I O L E N T O ) . Te lo orde-

no. . .

LORICA. - (FIRME PERO C O N V O Z S U A V E ) ) . No, escú-

chame bien, mis manos no les darán agua ni comida. LOBO. — N o estés en mi contra, Lófica. PIETRO. — ¿Dinos qué pretendes con todo esto, que el señor Jus-

ticia te diga que te perdona la vida si no lo matas de hambre y de sed? LOBO. — Puedes callar, Pietro, que no quiero burlas . . . I^ORICA. — Entonces buscas riña en presencia d e . . . gente de la

aldea?. . . ¿qué pensamientos te lian metido en la cabeza mientras has vivido allí abajo?

(EL LOBO SE HA S E N T A D O N U E V A M E N T E E N LA SILLA D E , ANTES, EN U N RINCON E S T A N SE-MI S E N T A D O S EN CUEROS Y ENSERES, EL JUSTI-CIA Y EL H E R R E R O ) . ¿qué tienes?, dime ¿qué tienes?, es como un peso enormesobre

los hombros, ¿verdad?, y unos inmensos deseos de dormir, (SE SIENTA A S U LADO) . ¿Puedes hablar a tu mujer, o acaso soy para tí como una tie-rra desconocida.. ,?

LOBO. — Lórica, es un dolor en la garganta y una dificultad muy grande para que salgan las palabras . Si pudiera meter la mano: en la boca, ¿estoy seguro que me arrancaría una piedra. I

LORICA. — Estás pensando en Ordelia, ¿verdad? < LOBO. —En Ordelia y también en tí. Si pudiéramos volver atrás los

años, me gustaría detenerme cuando ella era pequeña y corriendo en esta choza, le parecía tari grande la estancia.

LORICA. — ¿Y aquélla vez que cayó en el cubo del agua?. . .

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PIETRO.— Y cuando bajaba sobre mis hombros, hasta el recodo-del camino largo.

LOBO.—í Y la primera ve? que fué a mi encuentro en los llanos. Si pudiéramos volver atrás el tiempo. Si pediéramos encontrar los años de nue-vo . Todo el pasado es nuestro, verdad Lórica?. . .

LORIGA.— Nada más que nuestro. Comprendes ahora que no es-tamos solos, y con nosotros hay mucho tiempo que podemos colocarlo siem-pre delante de nuestros ojos o junto a la lumbre y volverlo a vivir igual que antes.

LOBO.— Lórica, crees tú que Ordelia quiere quedarse en la aldea?... Habrá renegado de nosotros? o acaso nos odie?. . .

LORiCA. — Ni quiere quedarse, ni quiere venir, ni ha renegado de nosotros, ni tampoco pue.de odiarnos. Simplemente Ordelia no está con noso-tros. . . Ella ha crecido, y tiene que irse. . .

LOBO. — Irse?. . . porqué?... Si aquí están sus padres que, han vi-vido solamente para ella, que han huido a la Sierra para que ella sea distin-ta. Además, yo le pregunté y me dijo que quería vivir en la montaña.

LORICA.— Todo cuanto pienses es inúti l . . . Los hijos tienen que irse un día. Eso no lo entienden los hombres, pero el día llega, y marchan por otro camino.

LOBO.— Es así, Pietro?... PIETRO. — Si Lórica lo dice así debe ser. Ella sabe siempre cómo

llegan las cosas. LOBO. — Lórica, eso no puede ser. Entonces si. que todo habría si-

do inútil. LORICA.— Inútil no. La hemos hecho a ella de otra manera, y si

quiere quedarse en la aldea, sabrá vivir allí mejor que con nosotros. L O B O . - ( E N U N SOLLOZO, A C E R C A N D O S U CABEZA A

LA FALDA D E LOiRICA) . No sé lo que pasa en mí, cada vez, es más grande el peso en la garganta y más difícil decir las palabras. . . (SOLLO-ZA F U E R T E ) .

LORICA.— Llora, si, llora tranquilamente. J U S T I C I A . - El Lobo de Gubbio. llorando.. . H E R R E R O . - N o acierto a creerlo. L O R I C A . - (VIOLENTA Y A L T I V A ) . Silencio!, que cuando un

hombre como éste está llorando, se detiene el vuelo de las aves, y los ríos corren misteriosos. Silencio, escuchad como se ha callado el viento y no hay un solo ruido en toda la comarca. (LE ACARICIA EL CABELLO) . Llo-ra, que los hombres solamente pueden llorar tranquilos junto a dos mujeres. En los b i azos de la madre y sobre el pecho de su mujer, porque están se-guros, que cualquiera de ellas les defenderá su llanto. ( S U A V E SILBIDO DEL V I E N T O ) .

LOBO.— Parece que ha comenzado a silbar el viento (SE LE-V A N T A ) .

P I E T R O . - ( A S O M A N D O S E A LA PUERTA) . . . y es viento del sur, trae el olor de los trigos.

LO B O. — Tal vez este año habrá buen trabajo.. . ( V A A LA P U E R T A ) .

LORICA.— Sí. como en años anteriores. (SIGUE C O N S U S Q U E H A C E R E S ) .

J U S T I C I A . - Pensáis acaso, en trabajar?. . . P I E T R O . - ( B U R L O N ) . Lo permitiría el señor Justicia?. . . HERRERO.— El trabajo es para gente honrada P I E T R O . - Y vosotros, infelices.

LOBO.— Calla Pietro. No discutas, para qué. JUSTICIA.— Quién eres tú para despreciarnos?

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'LOßO.— N o os desprecio, digo solamente, para .qué, habéis enten-dido? Si no comprendéis, tampoco importa, para qué. ( P A U S A ) Mira, Ló-rica, recuerdas cuando trepamos hasta el monte Calvo?

HERRERO.— Por qué te niegas a hablarnos?... LOBO. — (ALZANDO LA VOZ) . . .que te caíste dos veces y ter-

minaste arriba, sobre mis hombros. . . JUSTICIA.— Contesta. . . que te hablamos. LOBO.— ( D O M I N A N D O L O C O N LA V O Z ) . Aquella tarde, át

bajar las laderas, corrías por las gargantas escarpadas y apenas pude alcan-zarte al llegar al riachuelo. . .

LORICA.— ( S O N R I E N T E ) . Sí. sí. me acuerdo. PIETRO.— Y, a mí no me pones en la historia? Yo corría junto a

ella. LOBO. — No he querido olvidarte. . . PIETRO.— Si lo entiendo, pero, tenia ganas de bromear. ( C A N -

TA LA C A N Z O N E T T A ) . Ya lo ves me he puesto.alegre así de repente, estoy cantando hasta la canzonetta esa que no me gusta. ( C A N T A Y S E Q U E D A E N LA P U E R T A ) .

LOBO. — Pietro, tienes una honda? Quiero lanzar una piedra hacia los llanos, hace tanto tiempo que no lo hago, no sé si tendré firme el brazo.

PIETRO.— Tengo una honda nueva, que la he terminado mientras vivías allá abajo. (BUSCA Y LE PASA LA H O N D A ) .

L O B O . - ( T O M A N D O L A Y P R O B A N D O SU RESISTENCIA). Y qué firme es, se diría que está hecha para que la piedra llegue hasta la aldea.

PIETRO. — Sí, la hice para romper los ventanales del señor Justicia. JUSTICIA .J— ¡Bandolero!... P I E T R O . - (RIENDO FUERTE) . . .Me ha dicho. . . bandolero. . .

(RIE Y SALE TRAS EL LOBO Q U E V A A PROBAR LA H O N D A ) .

LORICA.— Te importa lo aue te diga? Estás cambiando, Pietro? LOBO — ( E N EL EXTERIOR COLOCA U N A PIEDRA E N

LA H O N D A Y VOLTEA PARA ALZAR-LA. V O L T E A U N INSTANTE Y LUE-

GO SE DETIENE P A S A N D O L E LA H O N D A A PIETRO).

Toma, no puedo, se diría que mi brazo se niega a darle fuerza y mí mano no quiere soltar el lazo. . . (ENTRA A LA CASA Y SE ACERCA A LA MESA) . Es el castigo de la montaña por haberla abandonado. Tal vez todavía siento el peso de todo lo sucedido allá abajo. Tendré que pedir perdón a las s ierras. . . a estos caminos. . .

PIETRO.— Estás extraño, hablas de una manera. . . LOBO. —Siento como- si yo no perteneciera a estos lugares y una

fuerza ajena me alejara de ellos. Cuando veníamos marcha arriba he tenido que mirar el camino muchas veces y apenas he estado en la aldea unos días que no son como para olvidar donde he vivido tantos años.

LORICA.— Aún no puedes librarte de los recuerdos de allá abajo. La vida con los hombres es como un barro muy espeso, que ha ido cubrien-do toda tu existencia en la montaña.

LOBO. — Creo que en la aldea quedó algo incompleto. Tal vez y o no tenía que huir. Es posible que ahora crean que toda la culpa es mía y estén lanzando palabras hirientes en mi contra porque hay algo que me arde dentro del corazón y eso no puede suceder por nada.

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PIETR,0.— Las palabras siguen el camino tlel viento que las trae. A veces caen como si fuera una lluvia, y se pierden en la tierra o en la in-mensidad de los espacios.

LORICA. — ( A C E R C A N D O S E AL LOBO) . — Tú tienes algún pensamiento que no lo has dicho. Sácalo de tu cabeza y quedarás tranquilo.

LOBO. —v Mientras subía por los senderos esta noche . . . y arrastra-ba mis pies que desconocían el suelo, llegué a creer que estaba amarrado a la aldea con una cuerda que en cualquier momento iba a quedar tensa y yo no podría dar un paso m á s . . . Otras veces, sentía palabras acusadoras que lastimaban mi cuerpo y se colocaban delante de mí cerrándome el camino. . .

LORICA. — Tú quieres volver a la aldea. . . y saber qué es lo que -dicen de tí?

LOBO. — No sé si será eso, pero te podría decir qué es lo que está .sucediendo ahora allá abajo. Todos piensan en nosotros. . . y hablan de mí. Y me maldicen. . . ( C O N GESTOS DE ABSOLUTA N A T U R A L I D A D PERO E X A G E R A D O S ) .

Mira, allí está el Joyero y el físico. . . maldiciéndome. . . —los oyes?.-, y el caballerizo al dar pienso a los animales se acuerda de mí maldiciéndo-me. . . y el campanero al echar al viento las campanas hace que ellas digan ( C A M P A N A ) . Maldito el Lobo. . . maldito el Lobo. . . y la mujer del he-rrero al ver que nadie pone herraduras a los caballos, maldice mi nombre y Je enseña a sus hijos a maldecirme. . . y los hombres en, las tabernas beben por mi maldición.. . y el picapedrero al partir las piedras lo hace como si me golpeara en la cabeza. (SE TOMA LA CABEZA" A D O S M A N O S ) .

Maldiciéndome. ( P A U S A ) , y todas las maldiciones con sus palabras se irán juntando y en una caravana de fantasmas subirán a buscarme, y si no' me encuentran bajarán para vengarse en Ordelia, (SE V U E L V E IN-Q U I E T O A TODOS: LADOS) . Tengo que ir a la aldea antes que sea tarde. No llevaré ni hacha, ni lazo, ni puñal . . .? Me comprendes Lórica? Verdad que tú lo entiendes? Tengo que impedir que esto suceda.

LORICA. — Sí, yo te comprendo, puedes ir tranquilo, y te esperare-mos con Pietro, hasta que vuelvas. ( H A C E U N A SEÑA D E INTELI-

GENCIA A PIETRO) .

PIETRO.'— Claro, porque todo se arreglará rápidamente, verdad señor Justicia,?

JUSTICIA.—' No entiendo, acaso va a entregarse? LOBO. — Entregarme? Quién ha dicho eso? No, no, yo voy a la

aldea a hablar ccn las gentes. Ellas necesitan que yo les explique muchas •cosas para que no sigan maldiciéndome. Después, al saber que ellos estaban equivocados y que yo sabía, la verdad, sucedería algo horrible. El único que tiene el secreto soy yo, y no, puedo callar, sería una crueldad. . . yo no pue-do permitir que ellos sean injustos.

L O R I C A . - ( R E S P I R A N D O ) . Ah! . . . S í , tú quieres hablar con iodos. Pero, no tiene que ser ahora mismo, puedes ir otro día.

JUSTICIA. — ¡Qué hombre más extraño, no lo entiendo! LOBO. — ¿No entiende Ud. estQ, señor Justicia, tú herrero, tam-

poco entiendes?, vosotros dos sois de la. aldea. ( A D M I R A C I O N ) . PIETRO/ - Si, ellos dos son de la aldea, a ellos debes decir pri-

mero lo que piensas.

LOBO. — Y veremos que yo tengo la razón y como>es posible en-icnderse con la gente de a pocos, cuando más dos o tres, y después

otros pocos, y así, basta que todos quedemos amigos-. Señor Justicia, acer-caos y tu también herrero no tengáis miedo, que si todos estamos de acuer-do, 110 habrá nada que temer.

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(EL JUSTICIA Y EL HERRERO SE ACERCAN RE-CELOSOS H A S T A EL BORDE DE LA M E S A ) .

PIETRO. — Sentaos allí, en las mejores sillas. LOBO. - Lórica (SE DETIENE Y LA MIRA F I J A M E N T E ) .

Trae agua y bastante pan. El señor Justicia y el Herrero, tienen hambre y también sed.

(BORICA INDECISA U N INSTANTE, LUEGO LLEVA P A N M O R E N O Y DOS VASIJAS C O N A G U A ) . LORICA.'— Aquí.están el pan y el agua. (Y Q U E D A U N INSTANTE M I R A N D O AL I¡OBO C O -MO T R A T A N D O DE A D I V I N A R Q U E ES LO Q U E QUIERE. LUEGO V U E L V E A S U S Q U E H A C E R E S . U N I N S T A N T E Y COMIENZA A BUSCAR T O D O S LOS ENSERES DE LA CASA Y A PREPARARLOS CO-MO PARA PARTIR. PIETRO SE SIENTA A H O R C A -JADAS E N U N A SILLA FRENTE A LA MESA Y JUE-GA C O N U N LAZO' Q U E LE HA D A D O EL L O B O ) .

LOBO.— Podéis comer y beber. No tienen sal ni pastas veneno-sas. . .

(EL JUSTICIA BEBE S O L A M E N T E Y EL HERRERO C O M E Y BEBE D E S M E S U R A D A M E N T E ) . Y ahora, ya más tranquilos, con menos hambre y menos sed»

os escucho a vos primero, señor Justicia, porque lo mismo que ocurra aquí con nosotros, sucederá en la aldea ya que todos pensáis igual de mí.

PIETRO. — Claro, servirá de experiencia. LOBO. — Podéis hablar, señor Justicia. JUSTICIA. — Yo no tengo nada que decir. Ni pedirte clemencia

si quieres matarme.

LOBO. —-i No, así 110, sin molestarnós. diciendo lo que pensamos y lo qué queremos pensar. Hay muchas cosas, señor Justicia, que quisierais saber. No es esto un trato. Es nada más que la conversación de un hombre que sabe que va a morir, con dos hombres que van a ajusticiarlo.

JUSTICIA. — ¿Quiérex obtener de nosotros alguna declaración en tu favor?

LOBO. — De nada me serviría. . . HERRERO. — No me fio de tí. LOBO. — Yo en cambio os aseguro confiar en vosotros. Tal vez

esté perdiendo la razón. Eso no importa si sucede en la montaña. JUSTICIA. — Pedirás que te digamos muchas cosas. LOBO. — Nada que no queráis contestarme. HERRERO. — ¿Y cómo saber qiie dices la verdad? LOBO, i-— Un hombre como yo, que tarde o temprano deberá ser

ajusticiado no va a esconder muchas cosas. Se le va a matar igual por un; crimen que por cien.

JUSTICIA. — ¿Has cometido cien crímenes acaso? LOBO. — Ah!, siempre preguntando lo mismo. Pensad también un

poco en algo que no debéis olvidar. Sois mis prisioneros y os tengo senten-ciados a muerte. Espero que lleguen mis secuaces para colgarlos de un árbol en la montaña. Vosotros también queréis prenderme para matarme. Enton-ces somos tres condenados a morir, ¿por qué no habjar como amigos? Nos", espera el mismo destino.

HERRERO. — Nunca había pensado en la muerte. Tú sabes que yo tengo mujer y ocho hijos.

LOBO. - Seré sincero. Si lo sé. pero no me importa. Muchas ve-ces he soñado mataros a todos. Pensad uri poco seriamente en morir, ahora que tenéis poder, señor Justicia y que podríais disfrutarlo a vuestro antojo.

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U n f r ío m u y g r a n d e p u e d e d o m i n a r n u e s t r o c u e r p o y morir pa ra s i e m p r e . E s t a m o s en u n a ca r r e ra hac i a la muer te , en la que y o v o y g a n a n d o .

JUSTICIA. — N o tengo miedo a morir. N o soy cobarle. LOBO. — . . .Pero, habéis pensado alguna vez en la muerte, com-

parándola con la vida? ¿La vida se mide en años, pero la muerte? ¿Cómo se mide la muerte? .

HERRERO. —; La muerte se mide por la desdicha que causa entre nosotros.

LOBO. — Y vos, señor Justicia, ¿no queréis decir nada? ¿No habéis pensado en morir? ¡Cuidado! que a veces creemos que vamos por la vida y en realidad estamos caminando por la muerte.

JUSTICIA. — Se que la muerte llega de súbito y que ahora mismo puede estar encima de mi pecho.

LOBO. — Oh,! N o la llamáis demasiado, que si llega nadie va a po-der despertaros y podrían creer que yo os he muerto.

JÚSTICIA. — N o me importa. N o siento nada de lo que puedo de-iai. Nadie llorará mi muerte.

LOBO. — Lo creo, señor Justicia, pero ¿y vuestras riquezas? Ade-más, ved como tiembla el Herrero. El sí que teme dejar algo ( P A U S A ) Oh, Si me hubieses llamado antes, tal vez pudimos entendernos.

HERRERO. — El señor Justicia sabrá comprender. LOBO. — ¿Sabéis por qué os< he traído aquí a los dos? IUSTICIA. — Para matarnos. UOBO. _ N o . ¿Acaso tengo apariencia de bobo? (SE PASEA A

G R A N D E S PASOS POR LA E S C E N A ) . JUSTICIA. — Entonces, ¿pedirás un rescate en oro? LOBO. — Oh! sois, demasiado ingénuos (RIE C O N ENTUSIAS-

M O ) señor Justicia, ¿vos nunca habéis pensado que yo quiero tener poder sobre los hombres?

JUSTICIA.. — Te ofrecieron ser Capitán de las Guardias del Du-que.

PIETRO — (RIENDO) . Capitán de las guardias del Duque. Na-da más que Capitán.

JUSTICIA. — Con el tiempo, tal vez el Duque habría encontrado algo mejor.

LOBO.— Y vos, señor Justicia, ¿no habéis pensado nunca del mis-mo modo? Que el Rey de Nápoles. con el tiempo, os podría dar un Ducado. Tenéis riquezas y un gran cuerpo de guardias.

JUSTICIA. — Estoy al servicio del señor Duque, LOBO. — Al servicio del Duque, ¿y para qué? Para encarcelar y

hacer matar en su nombre y cuando se trata de ser clemente, entonces, el señor Duque perdona la vida y la arranca de las manos del implacable Jus-ticia: Las glorias para él y las maldiciones para vos. Valiente oficio.

HERRERO;. — Tiene razón este hombre, no es algo muy agrada-ble lo que hacéis.

JUSTICIA. — Sí. N o lo es. Pero, alguien ha de ser el Justicia. HERRERO- — Que lo sea otro. PIETRO. — El Herrero se da cuenta más cabal que vos, de vues-

tro ingrato cargo. J U S T I C I A . - Yo no me quejo. Es ingrato, sí, pero me pagan bien. LOBO. — ¿Sabéis que os odia toda lá aldea y la comarca? JUSTICIA. - El pueblo importa poco. Basta con que pague los

tributos para las arcas del señor Duque, que él también tiene que dar mu-cho oro ál Rey de Nápoles.

HERRERO. — Siempre los que trabajamos hemos de pagar el faus-

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1o de los ricos y siempre ha de haber un Justicia que nos castigue por no cumplir nuestros impuestos.

LOBO. — Ya lo oyes . Un hombre que está a vuestro lado os lo <dice. así tranquilamente.

JUSTICIA. — Todos son descontentos. Siempre es asi. LOBO. — Pero, si vos gobernarais la comarca, no seríais tan exi-

gente como el señor Duque? JUSTICIA. ' Si yo gobernara, tendría un Justicia que velara por

todo y buscara el modo de hacerme respetar como merezco. LOBO. - Eso h c pensado yo también. ¿Por qué al señor Justicia

no se le respeta como merece? JUSTICIA. — Si se me .respeta. LOBO. — No. señor Justicia. Se os teme, qu>' es distinlo. JUSTICIA.— La única forma de hacer justicia es siendo inflexible. LOBO . — Eso es falso y lo decís solamente en razón de vüestro car-

go . Quedamos en ser completamente sinceros, como tres condenados a muerte.

JUSTICIA. — Bueno. Basta con eso de la muerte. Yo también sé •que se mofan de mí y que me temen. Pero no puedo remediarlo.

,HERRER,0. — Ya os lo han dicho, si tuvieses menos ojos y fuerais más sordo.

PIETRO. Y no os fijarais bien en el tamaño de las monedas con que os pagan los tributos que van a las arcas del Duque. Si por lo menos fueran a parar a manos vuestras.

LOBO. — Sí. sí, no digáis nada. Yo sé que sois honrado a toda prueba. Pero si vos fuerais el Duque, claro es que vos no pensáis en esto porque sois un servidor fiel. Pero, jugando a que lo fuerais. ¿Seguiríais car-gando a la comarca con tantos tributos?

JUSTICIA. — Es verdad, sen muchos.-Tal vez evitaría algunos, LOBO. — ¡Magnífico! eso es ser ciertamente sincero. Pietro soltad

las manos del señor Justicia. ¿No comprendes q.ue tenemos frente a nosotros a un verdadero amigo del pueblo? (DESATA LAS M A N O S DEL JUS-

TICIA Y DEL HERRERO ) .

HERRERO. — En verdad yo no pensé que si el señor Justicia fue-se el Duque, disminuirían los impuestos.

LOEJO. — Eso es si fuese el Duque, pero no lo es. HERRERO. — Pero podría ser. LOBO. — ¡Merecería serlo! Y entonces todo sería distinto. Yo ba-

jaría. a Gubbio en la esperanza de obtener su perdón. El que-ipe han ner gado ahora. En la aldea habría paz y todos agradecerían al señor Justicia por haber rebajado los impuestos.

JUSTICIA. — Me alegro que penséis así, tú comprendes que yo no soy el Duque de Umbría.

PIETRO. — Sí, lo comprendemos. y O B O . — Pietro, pasa aquél cuero con vino, podremos beber ¿Ver-

dad? me atrevo a ofreceros, señor Justicia. JUSTICIA. — Sí, acepto. Veo que no eres el hombre que creen las

•gentes. . LOBO. — Yo también pienso lo mismo que vos. señor Justicia, bens

distinto a como parecéis a los demás. ( E S C A N S I A N EL CUERO EN LOS V A S O S D E GRE-DA Y BEBEN CON E N T U S I A S M O ) .

HERRERO. — Tú tratarás de enterderme, yo jamás quise hacerte daño, si levanté esa calumnia en contra tuya fué porque necesitaba congra-ciarme con el señor Justicia,

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LOBO. — Oh! yo entiendo todo eso, eres el herrero más hábil que hay en el pueblo.

(LORICA Q U E H A E S T A D O JUNTO AL F O G O N S E L E V A N T A V I O L E N T A ) .

JUSTICIA. — En aquellos días yo había caído en desgracia con el señor Duque, porque, habiendo cierta conspiración no dábamos con los ju-ramentados. La huida tuya a la montaña nos permitió entretener a las gen-tes del pueblo y eliminar a los conspiradores sin sospechas.

LOBO. - Buen golpe, ni caído del cielo ( L E V A N T A N D O EL V A S O DE GREDA C O N V I N O ) . ¡Salud!, señor Justicia, bebo por vos, y porque alcancéis gran-

deshonores, que los merecéis. (TO'DOS ALZAN LOS V A S O S Y BORICA SE ACERCA AL LOBO Y DE U N GOLPE SE LO LANZA AL S U E L O ) .

LORICA. — ¡Maldito! por vender tu alma a tus enemigos ( M U T I S V I O L E N T O ) . .

LOBO. - (RIENDO F U E R T E ) . Ah! Las mujeres no entienden esto, señor Justicia. Salud, Herrero, Pietro! Bebamos por el futuro Duque

de Umbría. (BEBEN) .

. . .Ahora que estamos solos, os diré que tengo más de cien hombres y puedo juntar doscientos.

JUSTICIA. — ¿Más de cien hombres? LOBO. — Todos dispersos por la comarca (MIRA A PIETRO) . PIETRC1. — Sí, todos disperses por la comarca. LOl^O. — Vos tenéis una fuerte guardia que os es fiel. JUSTICIA. — Sí. Sí. LOBO ( H A C I E N D O L O S BEBER) . - Podría unirnos. JUSTICIA ( M E D I T A N D O ) . - ¿Podríamos unirnos? LOb'O. •— Quiero poder, quiero que me respeten, quiero tener pa-

lacios y riquezas. Señor Justicia, mis hombres decididos a dar la \<ida por ves, están a vuestras órdenes.

HERRERO. — Oh! el destino ha puesto a este hombre en nuestro camino.

LOBO. — Bebamos, señor Justicia. ( B E B E N ) . Las guardias del Duque están en vuestras manos y las del Conde son débiles y desorgani-zadas .

JUSTICIA. 1— Pero' ellos podrían unirse. LOBO. — Nosotros somos más. Tal vez yo tenga doscientos hom-

bres. todos con armas. ¿O acaso pensáis que mis correrías por la comarca las he hecho yo sólo?

JUSTICIA ( E N T U S I A S M A D O ) . — Valiente picaro, no me lo ha-bía imaginado eres hábil, otros hacen las cosas y la gloria es tuya.

LOBO. — Al revés de lo que os pasa a vos ¿on el señor Duque. Y o os podría servir mucho. Bajaríamos juntos a la aldea. Mis hombres os se-guirían y vos llegarías diciendo que me habéis hecho preso. No habría sos-pecha . Luego el Duque, aparecería misteriosamente muerto en su lechó. Cul-paríamos al Conde y vos asumiríais el gobierno de la comarca. Yo apresa-ría al Conde, vos me indultaríais por prender al asesino del Duque y me honrarías nombrándome vuestro Justicia.

HERRERO. - ¿Y yo? LOBO. — A tí, te nombraré capitán de mis guardias. ( E N T R E G A N D O L E LOS V A S O S DE G R E D A ) .

¡Salud!, señor Duque, salud capitán! JUSTICIA. - ( V A C I L A N T E ) . ¿Señor Duque? ( P A U S A ) ( L U E -

GO RIENDO F U E R T E ) .

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¡Salud, salud! señor Justicia de Umbría, salud! LOBO. — Mis hombres cerrarán los caminos y solamente después

de muíhos días, cuando todo esté en orden otra vez, entonces se sabrá la no-ticia en el reino de Nápoles.

HERRERO. — Pero, todo tiene su peligro, eres muy pillo, pero . . . LOBO. - ( INTERRUMPIENDOLO V I O L E N T O ) . ¡Cállate!

¿qué es eso de pillo?, ya quieres ofender al señor Duque ¿no comprendes, ne-cio, -.¡ue ye y el señor Justicia t hacmos el favor de permitir que opines en estos '„suntos de estado?

JUSTICIA. — Verdad, es un necio. LOiiO. — Tal vez ni siquiera tienes condiciones para capitán de mis

guardias. Y mucho cuidado, porque no permitiré que los herreros de la co-marca, pongan herraduras gruesas con clavos pequeños a las cabalgaduras y luego vayan a recogerlas por los caminos, cuidado, que yo conocía a un he-rrero . HERRERO. — Ese era yo, no lo niego. Estamos hablando con franqueza y además ahora seré rico.

LOBO. — ¿Rico, y cómo? Tu soldado no será para enriquecerte y si pretendes robarnos, bueno, que no lo sepamos nosotros ( R I S A S ) .

LOBO. — ¡Magnífico! así os quiero ver, pensando como hombres de Estado. Nadie puede impedir nuestro triunfo!

( C A N T A LA C A N Z O N E T A ) JUSTICIA. — Hay alguien con quien no hemos contado ( P A U S A ) .

Es Francisco, el de Asís. LOBO. •— ¡Francisco! HERRERO. — El Fraile Francisco. PIETRO. — Es nuestro enemigo. LOBO. — Recordar señor Justicia que anoche, en el convento ame-

nacé al Fraile Francisco, si no me traía a mi hija Ordelia. Os aseguro que hace muchas horas que salió de Gubbio a cumplir mi mandato y estará cerca.

JUSTICIA. — Puede no llegar esta mañana. LOBO. — Llegará, señor Justicia, llegará, ha sabido la verdad de

lo que ocurrió en la aldea y creerá que viene a hacerme un servicio. JUSTICIA.— Y encontrará a su protegido transformado en el se-

ñor justicia de Umbría. LOBO — Gracias, señor Justicia, es decir, señor Duque.

(LE BESA LA M A N O E N EL M O M E N T O E N Q U E L E N T A M E N T E APARECE E N LA PUERTA LORICA).

LORICA. — ¡Maldito!, te escupo y te maldigo! LOBO. — Las mujeres no comprendéis estas cosas. Los enemigos de

ayer son los aliados de hoy por razones de Estado. LORICA. — ¿Qué vas a decir a tu hija cuando llegue? Allá viene

subienlo la quebrada con el Fraile Francisco (PIETRO SALE PRECIPI-T A D A M E N T E ) . LOBO. — ¿Mi hija Ordelia?

HERRERO. — ¡Es magnífico!, ¡Qué bien conoces al Fraile! LOBO. — Francisco. JUSTICIA. — ¿Qué vas a hacer? LOBO. — Echarlo. Es un miserable que viene a husmear a mi ca-

bana. JUSTICIA. - ¿Te atreverás? LOBO. — Será mi primera acción como Justicia de Umbría. Si vos

lo mandáis, señor Duque, lo expulsaré de la comarca. JUSTICIA. — Si estimas que debe ser a s í . . .

(SE A G R U P A N Y HABLAN F U E R T E Y A L E G R E S ) . LOBO. — Haremos de Umbría la comarca más poderosa.

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JUSTICIA. — Tendremos ejércitos para dominar a los que sean rebeldes a nuestros impuestos.

HERRERO. — Señor Duque, demorarán una hora en desfilar vues-tros ejércitos.

PIETRO. _ ( E N T R A N D O DE R E P E N T E ) . Allí esián Fran-cisco y Ordelia.

LOBO. — Señor Justicia, en verdad os reverencio. ( E N LA PUERTA FRANCISCO Y. ORDELIA Q U E SE

A D E L A N T A A SU PADRE. PERO E N ESE M O M E N T O BESA LA M A N O DEL JUSTICIA) . . . .como el hombre más poderoso de Umbría

FRANCISCO. — Está primero el señor Duque T O D O S . - ¿El señor Duque? ( R I E N ) . LOBO. — Ordelia, reverencia a tu padre, que ahora soy el señor

Justicia de Umbría. (ORDELIA SE H A Q U E D A D O QUIETA Y N O ACIER-

TA A A V A N Z A R ) . . . . y tú ¿qué quieres aquí, maldito Fraile, tienes sed y quie-

res agua? ( T O M A U N A VASIJA C O N A G U A Y LA VIERTE A

LOS PIES DE F R A N C I S C O ) . ...Bebfc que ahí está el agua. . Ah! no tienes sed. Entonces

quieres pan, tómalo, recoge, que tú eres tan humilde (FRANCISCO LO RE-COGE) Ah! tenías hambre.

FRANCISCO. — Recojo el pan porque es sagrado y que a tí nun-ca te falte.

LOBO.— Faltarme, ahora que seré el Justicia de Umbría, ¿lo oyes? Cuando tu bajes a la aldea encontrarás algo distinto. El señor Justicia será el Duque, el Herrero, el Capitán de mis guardias, ¿comprendes Francisco? C O N P R O F U N D A I N T E N C I O N ) .

ORDELIA. — Padre, ¿qué vas a hacer? LOBO. — Nada hija, me acomodaré a como son los hombres y ha-

brá un cambio de Duque y de Justicia y de capitán de guardias. FRANCISCO. — Cometerás otro crimen, seguramente... LOBO. — Calla Francisco, que en mis asuntos de Estado, no admi-

to consejos. ORDELIA. — N o creo que seas mi padre. FRANCISCO. — Tu hija te niega. . LOEjO. — Eá ley de la vida oir blasfemias de los hijos y ver que

e^tos se vayan de nuestro lado. ORDELIA. — Padre, dime que no es verdad, tengo heridos los pies

por llegar hasta aquí para besar tu frente. (LOBO SE RETIRA LEJOS D E S U HIJA) .

LOBO. — No, has venido porque amenacé a Francisco si no te traía. BORICA. — Ordelia, aléjate, que ha vendido su alma a su» ene-

migos. LOBO. — Enemigos, porque no habíamos hablado con franqueza.

Nos apoyaremos los unos a los otros y alcanzaremos nuestros deseos. ¿No decías Francisco que todos los hombres debían ser hermanos?

F R A N C I S C O . — Hermanos, pero no cómplices. Comprendo que atentaréis contra la vida del señor Duque. LOBO. — Oh! lo has entendido, qué hábil. Así verás que tengo ra-

2Ón cuando digo que tú y yo vamos por caminos distintos. ORDELIA. — Padre, eso no es verdad, padre, yo que tengo en mi

pecho tanta esperanza.

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LOBO.— La esperanza no existe. Aquella luz verde de que te ha-blé anoche hace y a muchos años que está apagada y ya nadie cree en ella.

ORDELIA. — Padre, por qué eres tan cruel, padre mío (SOLLO-JLJ\ J .

LOBO. — A veces no hay otra manera de decir las cosas si no es con un poco de crueldad.

ORDELIA. >— ¿Y si yo te pidiera que me dijeras tus pensamientos íntimos. ¿Lo harías?

LOBO. — Un padre no puede confesarse con sus hijos. Además, aho-ra voy a cumplir un destino- importante. Seré Justicia de Umbría

FRANCISCO. — ¿Pero a qué precio? LÍOBO. — A ninguno. El señor Justicia va a enmendar los errores

cometidos conmigo. JUSTICIA. - Así es este hombre merece otro destino FRANCISCO. _ Pero se lo ofrecéis empapado en la sangre del

Duque. LOBO. — Francisco, se ve que vivís en otro mundo. Yo no acepto

por mí ni porque tenga ambiciones. Todo es por mi hija, por mi querida hija Ordelia. Ella será la hija del Justicia de Umbría.

ORDELIA. - No sé si llamarte padre, cada palabra que sale ahora de tus labios golpea, hiriéndome en mi corazón. Nunca fuiste así conmigo, y siempre cuidaste de mis sueños y mis ilusiones.

LOBO. — (SE ACERCA A ORDELIA) Ordelia, tendrás lujosos palacios.

ORDELIA. — (ALEJANDOSE V I O L E N T A M E N T E ) . N o . . . nada quiero, nada que sea por haber vendido tu libertad de vivir en la mon-taña. Yo iré a la aldea, pero será para negar que soy tu hija. Yo soy hija del Lobo de Gubbio y no de quien será el Justicia de Umbría. ( V A A LA PUERTA) . Mira, bajaré sola a los llanos, que nadie se atreve a detener a la hija del Lobo de Gubbio. Bajo orgullosa porque mi padre ha muerto aquí, en la montaña.

LORICA. — Hija, tu madre, ¿no quedás con élla? ORDELIA. — No, mi madre va conmigo, a la aldea, para decir que

ha muerto el Lobo. IÍORICA. — Hija Ordelia, vé sola, tu madre tiene que quedarse

para velar la sepultura de tu padre. ORDELIA. — Ahora puedo cantar libremente la canzoneta, bajar a

los valles, llegar hasta la aldea y gritar que mi padre ha muerto. (MUTIS C A N T A N D O . LORICA PIETRO TRAS ELLA. LUEGO EL LOBO Q U E D A E N LA PUERTA LARGO R A T O ) .

LOBO. — (AL JUSTICIA Y EL HERRERO. Está hecho nuestro trato. Lo cumpliré.. . estad seguros. No me asustan las riñas con una hija. Podéis bajar lentamente y esperarme en el cruce del camino largo.

HERRERO. — Te esperaré en el cruc. JUSTICIA.— ¿Dominarás, también? la fuerza de Francisco. (CER-

CA ) . No te descuides, que es peligroso. Dicen que es mago.. LOBO. — Dejadlo conmigo, no es así. Dice que me quiere, más que

a sus corderos y a sus tórtolas. Id, id tranquilo, señor Justicia. Ya estaré con vosotros y entonces será nuestro el futuro.

(BEBEN R I E N D O JUNTOS HERRERO Y JUSTICIA) . ( Q U E D A N SOLOS FRANCISCO Y EL LOBO. ESTE TRATA D E A P A R E N T A R T R A N Q U I L I D A D . F R A N -CISCO LO SIGUE C O N LA MIRADA, A C E R C A N D O S E S U A V E M E N T E . EL LOBO SE V U E L V E V I O L E N T O TRAS D E PASEARSE U N I N S T A N T E ) .

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LOBO. — ¿Poi qué no hablas y dices cuánto estás pensando? LARGO) (EL LOBO SE SIENTA CASI

FRANCISCO. — ¡Pobre hermano mío' (EL LOBO ESTALLA E N SOLLOZOS)

LOBO. - Ordelia, Ordelia, hija mía. FRANCISCO. — Sí, lo comprendo todo. ¡Qué el cielo y los hom-

bres t¿ngan piedad de ti! LOBO. - ( L E V A N T A N D O S E ) . No necesito piedad de nadie.

N<: del cielo ni de los hombres. El cielo está tan lejos y los hombres son sordos. Pero los he dominado, les he hecho confesar su ambición y sus mal-dades y ahora puedo ser como ellos

FRANCISCO. - (FRANCISCO SE ACERCA. FRANCISCO. - ¡Calla,! y no te engañes, tú no eres de esos. Un

gran dolor'te ha llevado a ser falso y a sacrificar tus pensamientos. LOBO. — ¡Francisco! Ordelia se ha ido porque su padre ha muer-

to. Cuando bajes a la aldea dile que es verdad. El Lobo de Gubbio ha muerto porque se mató él mismo. N o pudo ser tan perverso como los hom-bre* de la aldea.

FRANCISCO. — Ordelia sabrá que su padre es un hombre distin-to de ios otros. Que tiene paz en el corazón y en su conciencia.

LOBO. 1— Y si fuera mejor morir, Francisco, ¿por qué no es posible s .. distinto de los otros? Porque no se es libre y se debe vivir atado a la maldad?

FRANCISCO. — No hables así. Es ser cobarde. Tú ya eres libre. LOB>3.,— Libre y sólo. Completamente sólo. Soy uno de esos hom-

bres que andan tan abandonados por la vida que también mueren solos. FRANCISCO. — Te engañas. Cuando vine por primera vez a tu

cab-.ña, hace muchos días, .llegaba yo de andar por el Oriente y alcancé hasta las tierras del Santo Sepulcro. Allá donde luchan los caballeros cru-zados .

LOBO. — ¿Viste acaso a los'Cruzados? FRANCISCO. — Les ví y viví con ellos. N o puedes tú hablar tan

amargamente cuando miles de hombres buscan liberar el sepulcro del Justo de manos impías. Esa tierra santa es el símbolo de la libertad, de vivir y de andar por la tierra. Piensa que todos esos hombres llevan como tú una idea distinta de esta vida. Ellos creen que libertando el Santo Sepulcrp se liberta a toda la Humanidad.

LOBO. — Pero ellos creen, Francisco. Yo no creo en nada, como no sea en la muerte. Sí, te lo digo fríamente, ahora pienso en morir.

FRANCISCO. — Tienes mujer, no puedes hacerlo. Se ve en tus ojos y en tus manos que quieras darte muerte.'¡No hermano! no es tuya esta vida (AL FORO) Lórica, Pietro, Lórica.

LOBO. — No llaméis. Dejadme sólo un momento. Tal'vez vayi al norte donde dicen que la tierra es más suave. (LLEGA LORICA Y PIE-T R O ) .

LORICA. — Francisco, estos gritos. FRANCISCO. — Está desesperado, te necesita. LOBO.—.Sí , desesperado, queriendo la muerte más que la vida. LORICA. — La muerte contigo. ¡No! ¡tú nól PIETRO. - (ARREBATANDOLE EL P U Ñ A L ) . ¡No PIETRO. - ( A R R E B A T A N D O L E EL P U Ñ A L ) . - ¡No! ¡No!

Mientras vo viva tú no haces eso. A mi hermana no la haces viuda. (FRANCISCO TRAS U N A BENDICION SALE Y DESA-PARECE) LOBO. — Ordelia, Ordelia. (SOLLOZA) .

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LORICA. — Sí, llámala, que yo también clamo por ella, desespera-du de.sde el fondo de mi pecho. Lo comprendí todo y traté de ayudarte cuanto pude. . . Salvas ¿i tu hija, pero ella tiene que irse. Ya sabes tú que ese es un destino amargo. . . Bajé con ella, en silencio, por los riscos y al lado suyo y eso le hizo bien. Asi andaré ahora, silenciosamente a tu lado hasta el fin de nuestra vida.

LOBO. — Lórica. . . ahora somo solamente tres.. . aqui solos en nuestra cabaña. Francisco ha se ha ido, ¿verdad? silenciosamente para no hacernos daño.

LORICA. — Es la vida que todo sea asi. Que los hijos nazcan, crezcan y se vayan por un camino distinto ítl de sus padres.

LOBO.— N o quiero que todo sea así. . . no quiero (SE VIOLEN-TA) .

LORICA. — Calla. . . ahora nosotros marcharemos hacia el Norte donde hav trabajo y tierra blanda.

LÓBO. ( C O G I E N D O EL CUCHILLO V I O L E N T A M E N T E ) . No, vo quiero morir aquí en-las montañas.

LORICA (LE ARREBATA EL CUCHILLO R A P I D A M E N T E Y SE LO COLOCA E N SU P E C H O ) .

Si tu lo quieres, sea, pero yo primero. . . dilo. . . si tu lo ordenas me abro el pecho. Si has andado conmigo en la vida no puedes partir sólo ha-cia la muerte. . . habla.

( G R A N VACILACION DEL LOBO Y A N G U S T I A ) . LOBO. ! (SE ABRAZA SOLLOZANDO A S U M U J E R ) . Lóri-

c a . . . contigo por la vida, hacia las cumbres, hacia el norte/hacia tí. Siem-pre hacia tí. Si vamos al norte donde la tierra es blanda, porque al morir quiero que mi cuerpo descance en tierra blanda, porque esta tierra en que he Vivido ha sido siempre muy dura para mí.

T E L O N R A P I D O

Fin de la Obra.

Santiago, 8 de octubre de 1945.