ECOS DE LA PALABRA

Por Javier Castillo, sj

Mochila del evangelizador

Reflexiones sobre el Evangelio de Marcos 16, 15-20 (Ascensión del Señor del Ciclo B – 16 de mayo de 2021)

Botas, bastones, un botellín de agua, una cuerda, protector solar, gorra, dos manzanas y frutos secos son algunos de los elementos que no pueden faltar en la mochila de un montañero. Para llevar a cabo de la mejor manera la misión que Jesús nos encomienda hoy es importante poner mucha atención a la “Mochila del evangelizador” para que, de ser posible, no se quede ningún elemento importante fuera.

El envío… Permitidme unir dos frases de la Palabra de Dios de este domingo para poner contexto a la reflexión. “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo” … “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación… A los que crean, les acompañarán estos signos”. La partida del Señor dejó a los primeros discípulos paralizados: no sabían qué hacer, se sentían huérfanos y un tanto atemorizados hasta que, como lo narran los Hechos de los Apóstoles, dos hombres de blanco les dijeron que no se quedaran ahí plantados. La reacción no se hizo esperar y este grupo de entusiastas se puso en marcha para ir a todo el mundo a predicar el Evangelio. Ahora es nuestro turno. El Señor nos envía a predicar la Buena Noticia en un tiempo en el que la esperanza está debilitada y, para muchos, el sinsentido les está robando la paz y la ilusión. Urge ponernos en marcha, vencer la inercia y nuestros temores y, como artesanos de la vida, empezar a remendar corazones heridos y a tejer sueños, ilusiones y utopías. La mochila… La tarea del anuncio del Evangelio va acompañada de signos y actitudes que confirman y hacen creíble lo que decimos. Os propongo algunos elementos que creo que no pueden faltar en la mochila del evangelizador. Una llave maestra para abrir las puertas de la Iglesia de par en par de tal manera que ninguna persona quede excluida de la oferta de vida, sentido y salvación. Son muchas las personas a las que el actual sistema social deja por fuera: la pobreza sigue creciendo en los países mal denominados del sur. La indiferencia se ha instalado en muchas mentes y en muchos corazones haciéndonos pasar de largo ante el drama de la migración o de las guerras fratricidas. El

desequilibrio del orden mundial tiene a muchos pueblos al borde del colapso, ¿podemos entender, por ejemplo, que en Estados Unidos y otros países desarrollados se hagan campañas para que las personas se vacunen pues tienen dosis en exceso mientras que en la India las plazas de las ciudades se están convirtiendo en crematorios para incinerar los cadáveres de los fallecidos por el coronavirus? Son también muchas las personas que nuestra actual organización eclesial deja por fuera. Por nombrar solo algunas: el debate de la comunión a los divorciados vueltos a casar sigue sin resolver. Al acompañamiento a las parejas de personas homosexuales tampoco le vemos una pronta y misericordiosa solución. La mujer, tan importante para el Maestro Jesús, sigue, desafortunadamente, ocupando un segundo lugar que no le corresponde. Un audífono de alta sensibilidad y un traductor para poder dialogar con la diversidad de pensamientos y modos de entender la realidad. Reconocemos y damos gracias porque somos portadores de una buena noticia para toda la humanidad, sin distingo de razas, lenguas y religiones. No obstante, no podemos guardar este tesoro en cajas fuertes o compartirlo solo con el puñado de personas con quienes hacemos el camino. Es imperativo ponerlo en diálogo con quienes buscan en otras fuentes, con aquellos que necesitan que esta noticia sea traducida al lenguaje de la ciencia, de la cultura, del arte e incluso de su increencia. En la mochila la escucha empática y respetuosa y el diálogo no pueden faltar. Un botiquín y unas tijeras para ayudar a sanar y liberar a tantas personas que recorren heridas y encarceladas la historia. En esta hora la Iglesia, como la quiere Francisco, ha de ser un hospital de campaña para acoger a las personas heridas y cargadas de sufrimiento. Para remendar los corazones de las víctimas del desamor y de la injusticia. Para limpiar las heridas de las personas descartadas por un sistema económico y social que ha endiosado al lucro y el consumo. Para romper las cadenas que atan a cientos de personas a las redes de la droga, de la trata de personas y de no pocas adicciones que les ahogan y les secuestran la libertad. Un cojín y una bolsa con algodón para abrazar y acoger con la ternura de Dios a quienes vienen cansados y agobiados. Ante la dureza de esta hora, no puede faltar en nuestra mochila la ternura, la compasión, el abrazo y la sonrisa para palpitar con el ritmo vacilante de los pequeños, para sintonizar con sus luchas y sus afanes y abrirles el horizonte a un mañana promisorio porque están en buenas manos, en las manos del Dios Padre-Madre que los ama con locura. Finalmente, no puede faltar en nuestra mochila la presencia y el silencio, para que todo lo que hagamos y digamos esté lleno del Dios que nos seduce y nos envía.