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El Contador Público 4 Destacarte DESTACARTE es un proyecto del INCP en el cual se pretende resaltar sucesos coyunturales y/o profesionales de la contaduría pública que han tenido una incidencia significativa dentro de la profesión. Revisoría fiscal, estándares de calidad en la educación y cambios en la regulación contable: necesidades que no dan espera Por Hugo Francisco Ospina - Presidente INCP, y el Área Técnica La revisoría fiscal y su inminente reforma Como ya se ha mencionado en otras de nuestras publicaciones, son muchas las opiniones sobre este tema y aún más las inquietudes que surgen desde distintos sectores, por lo que el presidente del INCP, Hugo Francisco Ospina, voz experta y de gran autoridad que analiza este panorama hace varios años, no solo dio algunas consideraciones sobre la reforma que pide a gritos la revisoría fiscal en Colombia, sino que fue más allá y abrió el debate frente a un ‘necesario’ cambio en la regulación de la profesión. Lo de la revisoría fiscal no es nuevo porque, como lo recuerda el doctor Ospina, este órgano societario que tiene su origen en la Ley 58 de 1931, posteriormente modificado por la Ley 73 de 1935 y otras muchas normas, en principio buscaba proteger los bienes de terceros e inversionistas: En ese momento (1935) era importante tener el control sobre los administradores de la empresa, por parte de los dueños o inversionistas y el control del tema financiero no era de mucha importancia. Sólo en 1956 la función de la revisoría fiscal se asignó a los contadores públicos y hasta 1971, con la reforma del Código de Comercio, se le dieron funciones de aseguramiento al revisor fiscal. «La importancia era proteger los bienes de terceros y de los inversionistas». Pero en 2018, y desde hace ya varios años, «no solo en Colombia sino en todo el mundo» su papel ha cambiado, ahora ha pasado a ser protector del interés público. Es importante, para lo que atañe, considerar cómo la labor de ‘revisor fiscal’ le fue asignada a los contadores públicos y no nació como un servicio intrínseco de la profesión, sino como una serie de funciones que debe cumplir un órgano interno de las sociedades, “porque esa era la necesidad del momento”. Mediante el deber de colaboración, ordenado en nuestro Código de Comercio (Art. 207º), las autoridades han ‘intervenido’ la profesión y usan los servicios de los revisores fiscales para recoger información de los entes vigilados, aunque, en muchos casos, la información solicitada sea de tipo administrativo. La DIAN, por ejemplo, ha abusado de la función de este órgano al imponerle la obligación de ‘firmar’ las declaraciones tributarias (trabajo netamente administrativo), para posteriormente imponerle sanciones si se encuentra algún error o una posible evasión de impuestos: la preparación de una declaración y su presentación ante la autoridad respectiva son labores eminentemente administrativas y la forma del revisor fiscal no significa que su contenido sea correcto. Es por eso que la revisoría fiscal es percibida por entidades del Gobierno, y por el público en general, como un cuerpo policivo dentro de la sociedad encargado de descubrir fraudes, sobornos, contrabando, operaciones sospechosas u otros ilícitos. Al decir de muchos empresarios, que parecieran no equivocarse, el Gobierno es el mayor beneficiado de los servicios de los revisores fiscales. Es claro que los intereses que tienen las entidades del Gobierno sobre la revisoría fiscal son diferentes a los de los empresarios e inversionistas y, además, nada tienen que ver con lo que consideran los contadores públicos que debe ser su trabajo. Esta diversidad de percepciones termina por agravar aún más el ejercicio profesional de los contables en su labor de revisores fiscales. En esta época en que, gracias a su día, abundan las felicitaciones para los profesionales que se desenvuelven en los distintos campos de acción de la profesión contable, aún existen opiniones de algunos que los señalan, en medio de su desinformación y opinión sesgada, como los culpables de cuanto problema de corrupción surge al interior de las compañías. Por esta razón, desde el Instituto Nacional de Contadores Públicos - INCP se hace necesario analizar los riesgos que afronta la profesión; donde, precisamente, la revisoría fiscal sigue mostrándose como uno de los más latentes.

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Page 1: educación y cambios en la regulación contable: necesidades ... · funciones de aseguramiento al revisor fiscal. «La importancia era proteger los bienes de terceros y de los inversionistas»

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DestacarteDESTACARTE es un proyecto del INCP en el cual se pretende resaltar sucesos coyunturales y/o profesionales de la contaduría pública que han tenido una incidencia significativa dentro de la profesión.

Revisoría fiscal, estándares de calidad en la educación y cambios en la regulación contable:

necesidades que no dan esperaPor Hugo Francisco Ospina - Presidente INCP, y el Área Técnica

La revisoría fiscal y su inminente reforma

Como ya se ha mencionado en otras de nuestras publicaciones, son muchas las opiniones sobre este tema y aún más las inquietudes que surgen desde distintos sectores, por lo que el presidente del INCP, Hugo Francisco Ospina, voz experta y de gran autoridad que analiza este panorama hace varios años, no solo dio algunas consideraciones sobre la reforma que pide a gritos la revisoría fiscal en Colombia, sino que fue más allá y abrió el debate frente a un ‘necesario’ cambio en la regulación de la profesión.

Lo de la revisoría fiscal no es nuevo porque, como lo recuerda el doctor Ospina, este órgano societario que tiene su origen en la Ley 58 de 1931, posteriormente modificado por la Ley 73 de 1935 y otras muchas normas, en principio buscaba proteger los bienes de terceros e inversionistas:

En ese momento (1935) era importante tener el control sobre los administradores de la empresa, por parte de los dueños o inversionistas y el control del tema financiero no era de mucha importancia. Sólo en 1956 la función de la revisoría fiscal se asignó a los contadores públicos y hasta 1971, con la reforma del Código de Comercio, se le dieron funciones de aseguramiento al revisor fiscal. «La importancia era proteger los bienes de terceros y de los inversionistas».

Pero en 2018, y desde hace ya varios años, «no solo en Colombia sino en todo el mundo» su papel ha cambiado, ahora ha pasado a ser protector del interés público.

Es importante, para lo que atañe, considerar cómo la labor de ‘revisor fiscal’ le fue asignada a los contadores públicos y no nació como un servicio intrínseco de la profesión, sino como una serie de funciones que debe cumplir un órgano

interno de las sociedades, “porque esa era la necesidad del momento”.

Mediante el deber de colaboración, ordenado en nuestro Código de Comercio (Art. 207º), las autoridades han ‘intervenido’ la profesión y usan los servicios de los revisores fiscales para recoger información de los entes vigilados, aunque, en muchos casos, la información solicitada sea de tipo administrativo. La DIAN, por ejemplo, ha abusado de la función de este órgano al imponerle la obligación de ‘firmar’ las declaraciones tributarias (trabajo netamente administrativo), para posteriormente imponerle sanciones si se encuentra algún error o una posible evasión de impuestos: la preparación de una declaración y su presentación ante la autoridad respectiva son labores eminentemente administrativas y la forma del revisor fiscal no significa que su contenido sea correcto.

Es por eso que la revisoría fiscal es percibida por entidades del Gobierno, y por el público en general, como un cuerpo policivo dentro de la sociedad encargado de descubrir fraudes, sobornos, contrabando, operaciones sospechosas u otros ilícitos. Al decir de muchos empresarios, que parecieran no equivocarse, el Gobierno es el mayor beneficiado de los servicios de los revisores fiscales.

Es claro que los intereses que tienen las entidades del Gobierno sobre la revisoría fiscal son diferentes a los de los empresarios e inversionistas y, además, nada tienen que ver con lo que consideran los contadores públicos que debe ser su trabajo. Esta diversidad de percepciones termina por agravar aún más el ejercicio profesional de los contables en su labor de revisores fiscales.

En esta época en que, gracias a su día, abundan las felicitaciones para los profesionales que se desenvuelven en los distintos campos de acción de la profesión contable, aún existen opiniones de algunos que los señalan,

en medio de su desinformación y opinión sesgada, como los culpables de cuanto problema de corrupción surge al interior de las compañías. Por esta razón, desde el Instituto Nacional de Contadores Públicos - INCP se hace necesario analizar los riesgos que afronta la profesión; donde, precisamente, la revisoría fiscal sigue

mostrándose como uno de los más latentes.

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Hablando de estándares educativos y preparación continua

Por otra parte, se dice que no todos los contadores públicos son competentes para el ejercicio de su profesión y que se deberían mejorar y unificar los estándares de educación en el país; observación importante si se tienen en cuenta los pocos controles de ‘entrada’ para su ejercicio.

Debería exigirse un examen antes de recibir la matrícula profesional, además de acreditar una experiencia, bajo la supervisión de un contador público, no menor a tres años. Teniendo en cuenta que esta es una profesión cambiante como ninguna otra, para mantener la licencia o matrícula profesional, debería acreditarse la asistencia durante 120 horas cada tres años, para los contadores profesionales en ejercicio y cada cinco años, para los contadores profesionales en negocios.

A pesar de esto, y de lo ordenado por el Art.37.7 de la Ley 43 de 1990, muchos ‘colegas’ consideran que no tienen la obligación de mantener una actualización profesional a través de un sistema de educación continuada, mediante la asistencia a seminarios, capacitaciones y cursos relevantes. Muchos profesionales nunca se han actualizado y eso transmite a los usuarios una ‘duda razonable’ sobre la calidad de los servicios prestados, inspirando una suerte de mediocridad e incompetencia.

Debe evolucionar la profesión

Desde otra perspectiva, se puede evidenciar cómo el trabajo de certificaciones y atestaciones, aunque no aporta ningún valor profesional, representa un alto volumen de trabajo. Aún más importante, la gran cantidad de nuevos requerimientos legales, la existencia de normas obsoletas y las necesidades de adaptarse a un mundo moderno han creado conflictos para el ejercicio profesional. Debe hacerse un esfuerzo para actualizar la normatividad contable en un mundo en donde:

- Los estándares internacionales de información y aseguramiento son obligatorios (incluyendo nuestro país), y hay una fuerte influencia de reguladores globales en nuestra economía (IOSCO, Basilea, OECD, COSO, entre otros).

- Los avances disruptivos de la tecnología de la información invadieron nuestro campo de acción y no son muchos los profesionales que han podido adaptarse.

Si no hay cambios de fondo en la legislación reguladora y/o en la calidad de los profesionales que ejercen la contaduría, se deberán soportar las críticas (con razón) sobre la calidad de los servicios y el concepto de que “los revisores fiscales son culpables mientras no se demuestre lo contrario”, ya que su imagen se ha deteriorado por los escándalos públicos frecuentes.

Otras consideraciones pertinentes frente al ejercicio profesional de la revisoría fiscal, el aseguramiento y la labor contable en general:

¿Se considera que los revisores fiscales, que reciben instrucciones de los organismos de Control y Vigilancia son “independientes” para ejecutar sus labores?

La respuesta, claramente, es un rotundo no. Los revisores fiscales deben ser independientes de cualquier ‘stakeholder’ de la empresa a la que presta sus servicios (administradores, inversionistas, entidades de control y vigilancia, autoridades tributarias, etc.).

La información financiera que se suministra a las autoridades sólo debe referirse a aquella auditada y a los informes emitidos como parte de su examen, y no deberían hacerse trabajos adicionales para satisfacer las solicitudes recibidas. Cualquier otra información debe ser suministrada por la administración del ente vigilado.

Separación de las funciones de FISCALIZACIÓN y de ASEGURAMIENTO sobre la información

Tanto el informe ROSC de 2003 del Banco Mundial sobre Colombia, que cuestiona las funciones de fiscalización del revisor fiscal frente a sus funciones de aseguramiento, así como las expectativas del público sobre las responsabilidades de los revisores fiscales en los escándalos que recientemente se han conocido por casos de corrupción, fraude, sobornos, etc., entre otros factores, indican que hay serios problemas y que se requiere un ajuste para volver las cosas a su normalidad.

No parece prudente continuar con tantas responsabilidades en cabeza de un revisor fiscal. Deben considerarse alternativas como las de dividir las responsabilidades de aseguramiento de las demás de fiscalización y cumplimiento, con el fin de fortalecer el gobierno corporativo de las empresas y dar una mejor respuesta a las necesidades de información financiera de calidad para proteger el interés público en los mercados de capitales.

Si se tiene en cuenta la distinta normatividad legal de tipo comercial, tributaria, laboral, ambiental y penal, entre otras, que afecta el ejercicio de la revisoría fiscal, especialmente en sus labores de “fiscalización” o de “cumplimiento”, se refuerza la idea de que deberían separarse las funciones de la revisoría fiscal. Esto con el fin de fortalecer su funcionamiento y lograr mayor eficiencia y dinamismo en cada una de estas actividades.

La nueva normatividad que afecta las funciones de los revisores fiscales es abrumadora, tanto en cantidad como en la diversidad de asuntos a considerar, ya que incluye temas ajenos al ámbito propio de la contaduría pública. Para asegurar el debido cumplimiento de las leyes aplicables a una empresa en particular se requiere de un profesional en derecho y no de un contador. Lo mismo puede predicarse de otras normas de obligatorio cumplimiento.

La tributación y preparación de las declaraciones correspondientes son obligaciones de la administración y no deben ser firmadas por el revisor fiscal, a no ser que asuma la responsabilidad por su contenido. Tampoco debería ser sancionado por firmar en el sentido que las cifras se han tomado de los libros de contabilidad.

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Definitivamente, una reforma a la estructura de la JCC y a la forma cómo se manejan los procesos disciplinarios es conveniente...

Nuevas responsabilidades como los reportes de sobornos a funcionarios extranjeros, medidas anticontrabando, lavado de activos y el reporte de operaciones sospechosas -algunas con sanciones de tipo penal-, además de la activa participación de la Contraloría General, entre otras ‘ías’, imponiendo responsabilidades fiscales, hacen que la revisoría fiscal se haya convertido en una «profesión de alto riesgo».

A muchos, la carga adicional de trabajo no les permite hacer su trabajo en forma adecuada y oportuna, además de los costos adicionales no remunerados que tales solicitudes de información adicional implican. Otros profesionales, que logran obtener una remuneración por los servicios adicionales derivados de las solicitudes de las entidades de control y vigilancia, han llevado los costos de revisoría fiscal, en ciertos casos, a niveles poco competitivos. ¡Ambos extremos son indeseables!

La estructura de las sociedades del Grupo 1 debería incorporar comités que permitan a la junta directiva mayor control sobre la información financiera y el control interno contable (comité de auditoría) y sobre la fiscalización de los actos de los administradores y su cumplimiento con la legislación aplicable (comité de cumplimiento)

Para fortalecer las prácticas de Buen Gobierno Corporativo, las entidades clasificadas como Grupo 1 (o entidades de interés público) y sus empresas afiliadas deben tener en su estructura, además de un comité de auditoría, un comité de cumplimiento legal y estatutario, a cargo de un oficial de cumplimiento. La evaluación del cumplimiento del sistema de control interno estará a cargo de un auditor interno, que reporte al comité de auditoría. El revisor fiscal reportará a la asamblea de accionistas o a la junta de socios que el sistema es adecuado, después de asegurarse que la administración implementa, mantiene y evalúa su adecuado cumplimiento.

Por otra parte, las funciones incorporadas dentro del concepto local de ‘revisoría fiscal’ deben ajustarse a la realidad moderna donde lo que prevalece es el ‘interés público’,

más que la confianza en los actos de los administradores. Las funciones de ‘fiscalización’ y cumplimiento deben ser actualizadas y asignadas a un ‘revisor fiscal de cumplimiento’ y las de aseguramiento de la información financiera deben ser asignadas a un contador público que actuará como ‘revisor fiscal de aseguramiento’.

Actualización de la vigilancia y control de los contadores públicos a las necesidades actuales

No parece razonable que la Junta Central de Contadores sólo tenga una planta de once funcionarios para vigilar poco más de 250.000 contadores matriculados, sin contar un número semejante de estudiantes que en los próximos años solicitarán su matrícula. Tampoco es prudente que las sanciones que se imponen a los contadores sean proyectadas por jóvenes abogados contratistas sin mucha experiencia profesional. Los miembros del Tribunal Disciplinario, contadores públicos, son los responsables de decidir sobre las propuestas presentadas por los abogados.

Otros temas como el sistema de ‘reparto’ de casos no es muy técnico y en donde se modifican los plazos para que los procesos relacionados con las denuncias de la DIAN prescriban en cinco años y no en tres, como lo señalan las normas contenidas en el Código de Procedimiento Administrativo, merecen ser revisados.

La nueva norma sobre el Control de Calidad de las firmas de contadores, que deberá ser llevada a cabo por la Junta Central de Contadores (JCC), requiere de contadores profesionales con experiencia, que deberán ser contratados para el efecto como parte de la planta oficial de la JCC. Se esperaría que no se asignen contratistas externos a revisar la información confidencial de las firmas que se seleccionen para ese proceso.

Hugo Francisco Ospina, presidente del INCP

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