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*El espíritu que domina a los sujetos económicos ha sido siempre muy diverso. Las diversas épocas de la vida económica se distinguen por el espíritu concreto que en cada una de ellas ha predominado. Aunque la forma de una economía y el espíritu de la misma se hallan en estrecha relación, no dependen la una de la otra según una ley escrita, como ya expusiera Max Weber. El sistema económico sólo caracteriza una época económica cuando predomina en ella. Un determinado espíritu «domina» en una época cuando conoce una gran difusión; «predomina» si determina las acciones económicas de la mayoría de los sujetos económicos. *La economía precapitalista es una economía de gasto. En esta economía domina la idea del sustento según la posición social. Por ejemplo, en la doctrina tomista es necesario que las relaciones de la persona con el mundo externo se sometan en alguna forma a una limitación y a una norma. Esta norma constituye el sustento según la posición social. El sustento ha de ser conforme al rango o posición del individuo.

El Burgues

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*El espíritu que domina a los sujetos económicos ha sido siempre muy diverso. Las diversas épocas de la vida económica se distinguen por el espíritu concreto que en cada una de ellas ha predominado. Aunque la forma de una economía y el espíritu de la misma se hallan en estrecha relación, no dependen la una de la otra según una ley escrita, como ya expusiera Max Weber. El sistema económico sólo caracteriza una época económica cuando predomina en ella. Un determinado espíritu «domina» en una época cuando conoce una gran difusión; «predomina» si determina las acciones económicas de la mayoría de los sujetos económicos.

 

*La economía precapitalista es una economía de gasto. En esta economía domina la idea del sustento según la posición social. Por ejemplo, en la doctrina tomista es necesario que las relaciones de la persona con el mundo externo se sometan en alguna forma a una limitación y a una norma. Esta norma constituye el sustento según la posición social. El sustento ha de ser conforme al rango o posición del individuo.

 

*La idea de la subsistencia nació en los bosques de Europa, entre las tribus de pueblos jóvenes. Toda familia campesina debe recibir tanta tierra cultivable y participación en los prados comunes como le sea necesario a su sustento. Del mundo campesino, esta idea de la subsistencia pasa a la producción artesanal y al comercio.

 

*La economía precapitalista se hallaba sometida al principio de la satisfacción de las necesidades. No hay aspiración a

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obtener una ganancia. La prueba está en que todo ánimo de lucro se intenta satisfacer fuera del nexo de la producción y del transporte mercantiles (se recurre a las minas, se buscan tesoros, se practica la alquimia). Aristóteles considera como no perteneciente a la actividad económica la ganancia de dinero por encima de los límites de las necesidades naturales. Del mismo modo piensa Polibio.

 

*En la economía precapitalista están poco desarrolladas la capacidad volitiva y la energía intelectual. De ahí el lento ritmo de la actividad económica. El número de días festivos era elevadísimo. Tampoco hay prisas en la ejecución del trabajo. Al poder de la tradición se une la fuerza de la costumbre (voluntad o inclinación nacida de la experiencia). El más alto ideal, como se desprende del sistema de Santo Tomás de Aquino, es el alma individual, sosegada en sí misma, que aspira desde su intimidad a la perfección. La principal característica de la existencia precapitalista es la de la tranquila seguridad, como corresponde a toda vida orgánica.

 

*LIBRO PRIMERO: EL DESARROLLO DEL ESPÍRITU CAPITALISTA.

PRIMERA PARTE: EL ESPÍRITU DE EMPRESA.

a) La pasión por el oro y el dinero.— Los primeros siglos de la Alta Edad Media es la época de la acumulación de tesoros. Uno de los primeros en hacerlo fue Leovigildo hacia 568. Esa tendencia a la acumulación desaparece hacia el siglo XII. A partir de entonces empieza a valorarse el dinero, es decir, el metal precioso bajo otra forma y como medio de cambio y de

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pago. La pasión por el dinero sustituye, pues, a la codicia de oro. Excepto en los judíos, ese afán de lucro parece haberse adueñado sobre todo de los círculos clericales.

b) Medios posibles de conseguir dinero.— Leo Battista Alberti, en su libro Della famiglia, señala seis fuentes principales de obtener ganancia: el comercio a gran escala, la búsqueda de tesoros, la caza de herencias, la clientela, la usura y el arrendamiento de rebaños. No obstante, hay cuatro actividades que contienen claramente los gérmenes para el desarrollo de la empresa capitalista: 1) lucrarse por medio de la violencia (el bandolerismo, sobre todo en Alemania, y que en Italia y en Inglaterra se convierte en piratería) (siglos XIV-XV); 2) lucrarse por medio de la magia (la fiebre por la alquimia alcanza su primer apogeo en el siglo XVI, desatándose una auténtica pasión por las actividades herméticas); 3) lucrarse a base de ingenio, de capacidad inventiva (la verdadera era de los arbitristas es el siglo XVIII. Daniel Defoe escribe An Essay on Projects en 1697, fijando la iniciación de la «era de los proyectos» hacia 1680); 4) lucrarse con medios pecuniarios (durante toda la Edad Media el préstamo tuvo una extraordinaria importancia, contribuyendo a la formación del espíritu capitalista de dos modos: -confiriendo a la psique humana de quienes lo practican unos rasgos especiales; -representando uno de los puntos de partida de la empresa capitalista y sirviendo de ayuda a la existencia de ese espíritu); (asimismo, la pasión por el juego, por ejemplo el juego de la Bolsa, que conoció su primer esplendor en el siglo XVII, desplegándose plenamente en el XVIII); (la primera fiebre especulativa a gran escala fue la de los tulipanes en Holanda en el siglo XVII; después les tocó el turno a las acciones, desatándose una fiebre especulativa sin precedentes a raíz de la fundación del Banco de Law en Francia y de la Compañía de los Mares del Sur en Inglaterra, entre 1719 y 1721); (la pasión por el juego en

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forma de especulación bursátil terminó confundiéndose con el espíritu de empresa, pudiéndose afirmar que en el fondo de toda empresa de especulación moderna se encuentra la pasión por el juego; de otro lado, el desarrollo de la Bolsa contribuyó al despliegue de otras fuerzas que tuvieron una gran participación en la formación del espíritu capitalista, por ejemplo la mencionada elaboración de proyectos). En definitiva, el hecho decisivo es que la pasión por el dinero se asocia al ánimo de empresa, de cuya unión es de donde nace realmente el espíritu empresarial capitalista.

c) La esencia del espíritu de empresa.— Todo empresario que quiera triunfar ha de poseer tres facetas: 1) ser conquistador (capacidad de trazar planes; deseo de realizar el proyecto; capacidad de llevar a cabo el proyecto, gracias a la tenacidad, la perseverancia, la osadía y la audacia); 2) ser organizador (conjuntar a muchas personas con vistas a una tarea afortunada y eficaz); 3) ser negociador (es decir, saber gestionar la compra o venta de una mercancía).

d) Los comienzos de la empresa.— En la historia europea pueden distinguirse cuatro formas fundamentales de organización empresarial: 1) la campaña militar (constituye, quizás, la forma más primitiva de empresa; el tipo de empresario guerrero está sobre todo encarnado en los caudillos y mercenarios que comienzan a prosperar en la Edad Media, que se convertían en empresarios en virtud del riesgo que asumían); 2) la propiedad feudal (lo importante es que los sistemas feudales llegaron a concentrar una gran masa de hombres, trabajando regularmente en una empresa conjunta y obedeciendo a la voluntad de un jefe supremo); 3) el Estado (el Estado moderno entendido a la vez como empresa de guerra y de paz, lo que supone el nacimiento de un aparato administrativo en gran escala); 4) la Iglesia

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(porque, junto con el Estado, es la mayor institución creada nunca por el hombre).

e) Principales tipos de empresa capitalista.— Antiguamente el dinero con que trabajaban los bancos provenía de depósitos; los capitales que se invertían en el comercio y la navegación se juntaban en forma de aportaciones comanditarias, y más tarde por la suscripción de acciones. En 1878 escribía Gustav Lastig, a propósito de la situación en Florencia en el siglo XIV: «Los bancos y casas de cambio constituían los centros de todo aquel mercado y circulación de valores. Allí depositaba el particular su dinero para conseguir algún beneficio… La inversión del dinero en la actividad comercial de otro era el método habitual y totalmente legal para la fructificación del capital».

La explotación minera se mantenía desde los siglos XV y XVI con dinero de todos los países, reunido entre las gentes de las más diversas clases sociales.

Cuando el número de títulos de renta fija era aún escaso, la gente de las clases más altas invertía también su dinero en el comercio con mucha mayor frecuencia que a principios del siglo XX.

 

Las tres formas originarias de empresa, y, por tanto, los tres primeros tipos de empresarios son:

 

1) Los corsarios; determinadas campañas militares están desde el principio encaminadas al lucro y la ganancia. Se trata de las empresas de pillaje y de piratería, en las que la eficiencia y la organización estaban al servicio del proyecto lucrativo. El origen se halla en las ciudades italianas de la

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Edad Media: Amalfi, Génova, Pisa y Venecia. A principios de la Edad Moderna todas las naciones de Europa occidental eran partidarias de una piratería organizada profesionalmente. Corso y piratería se confunden. El privateer se convierte en pyrate, que puede ser empleado al servicio del Estado. En el siglo XVII la piratería francesa alcanza un alto grado de desarrollo. También de origen francés eran los bucaneros o filibusteros, que actuaban contra los españoles en el Caribe. Pero en los siglos XVI y XVII las naciones piratas por excelencia son Inglaterra y sus colonias de Norteamérica. Para los historiadores ingleses, su origen está en las persecuciones llevadas a cabo por la reina María Estuardo de Escocia.

Una forma especial de piratería son los viajes de exploración, frecuentes a partir del siglo XV.

Los piratas eran hombres dotados de una rica fantasía aventurera y de una actividad desbordante; cargados de romanticismo, pero con una clara visión de la realidad, rebosantes de apasionada alegría de vivir, con un fuerte sentido del placer y del lujo, aunque capaces de soportar durante meses duras privaciones en sus travesías. Hombres con las más grandes dotes de organización y embargados de infantil superstición: hombres del Renacimiento. El más poderoso quizás fue sir Walter Raleigh; también, sir Francis Drake, sir Richard Grenville y Thomas Cavendish, que se apoderó del mayor botín de todos los tiempos.

En lo que se refiere a las compañías mercantiles, ya destacan en la Edad Media italiana, especialmente en Génova a mediados del siglo XIV. Las grandes compañías comerciales de los siglos XVI y XVII no eran otra cosa que sociedades de conquista, de carácter casi militar, dotadas de derechos de regalía y de poder político (por ejemplo, la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales). El intercambio de

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mercancías que se efectuaba entre los europeos y los pueblos atrasados de aquellos siglos es una forma de «comercio impuesto». Asimismo, había una maquinaria militar muy poderosa para proteger ese comercio. Especialmente belicoso y aventurero era el comercio holandés a principios del siglo XVII, con fines exclusivamente lucrativos. En buena medida, el espíritu que animaba el comercio y a las empresas coloniales de los países del Occidente europeo, era similar al de los piratas.

 

2) Los señores feudales; seis son sus principales actividades:

         —La economía rural, en la medida en que tuviera carácter capitalista, ejercida al principio colectivamente y después por los nobles hacendados, excepto cuando las tierras estaban arrendadas a burgueses.

         —La explotación minera y la industria de fundición. En Inglaterra, desde el siglo XV, y, sobre todo, desde el siglo XVII. En Francia ocurre sobre todo desde el siglo XVII y durante la segunda mitad del XVIII, no limitándose los nobles al derecho de explotación, sino también a la dirección de las empresas mineras. Lo mismo observamos en Alemania y en Austria desde el siglo XVI. Igualmente en Suecia.

         —La industria textil. En Inglaterra, como indica sir William James Ashley, los grandes propietarios de ganado ovino eran con frecuencia también pañeros. Algo parecido hacían los grandes propietarios ingleses con el cultivo de la seda. En Francia, la situación era similar, tanto en una como en otra actividad. El número de industrias textiles en manos de aristócratas era enorme en Francia en el siglo XVIII. También en Bohemia se introduce la gran industria textil en el siglo XVIII.

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         —La industria del vidrio, reservada casi exclusivamente a la nobleza en Francia.

         —La fabricación de porcelana, asimismo en manos de los nobles.

         —Los molinos de grano y papeleros, igualmente en manos nobiliarias.

 

En definitiva, que en buena parte de Europa observamos a los señores feudales de la Edad Moderna participando activamente en el desarrollo de la economía capitalista, del mismo modo que una parte considerable del capitalismo colonial nació del espíritu feudal (por ejemplo, la organización económica introducida por los italianos en sus colonias del Levante mediterráneo, con ciudades explotadas como feudos y con un sistema basado en el trabajo forzoso). Del mismo modo se comportaron portugueses y españoles en sus colonias de América en el siglo XVI. La organización del trabajo se basaba en la servidumbre y en la esclavitud.

 

3) Los burócratas o funcionarios del Estado; el primer impulso para el despliegue de la economía capitalista correspondía muchas veces al monarca. Un testimonio clásico lo tenemos en lo que opinaba un ministro de Hacienda alemán a mediados del siglo XVIII: «De esto [el desarrollo de las manufacturas] sólo se puede ocupar el Estado; el comerciante, por su parte, se mantiene fiel a lo que ha aprendido y a lo que tiene por costumbre; no se ocupa de los beneficios generales de su patria». Esta frase, añade Sombart, vale por libros enteros. Además del modo de actuar del Estado, de carácter capitalista, hay que señalar la importancia

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del aparato burocrático. No pueden desdeñarse los motivos espirituales en la superioridad de la empresa estatal, con proyectos a muy largo plazo y una reconocida energía espiritual.

 

También hay que considerar a otros grupos:

 

4) Los especuladores; el especulador es un individuo que descubre en su propio interior, cuando procede a la fundación de su empresa, un nuevo manantial de poder: la fuerza sugestiva, gracias a la cual realiza sus planes. En lugar de la coacción externa, se emplea aquí la coacción interna. No hay empresa de especulación a gran escala sin juego bursátil.

 

5) Los comerciantes; son todos aquellos que han transformado en empresa capitalista el comercio de mercancías o de dinero. Pero también han llegado a ser empresarios capitalistas mediante su intervención en la producción mercantil. Con frecuencia eran mercaderes, en su mayoría intermediarios, los que subvencionaban a los artesanos. Este fenómeno ha hecho que algunos historiadores, como Carlos Marx, reduzcan el problema del nacimiento de las empresas capitalistas de producción a una paulatina incursión del capital comercial en la esfera de la producción, lo cual es falso.

 

En cuanto a los tres pueblos en los que antes floreció el espíritu de los negocios, son:

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6) Los florentinos; ya desde el siglo XIII, mientras las demás ciudades luchan, Florencia «negocia».  Lo que les lleva a triunfar en países muy diferentes son tres razones muy diferentes: el dinero, los convenios y la competencia comercial. La industria florentina de paños es la primera quizás organizada bajo un signo auténticamente capitalista, es hija del comercio lanero y nace, por tanto, de un espíritu puramente comercial. En la región de la Toscana, en la Antigüedad, los etruscos ya habían mostrado sus excepcionales cualidades para el comercio de mercancías.

 

7) Los escoceses; en lo que atañe a su forma de comercio, son los florentinos del Norte, aunque nunca han sido una nación marítima a gran escala. Hasta entrado el siglo XVIII practican su comercio ultramarino con barcos arrendados a los ingleses. Su comercio es más bien interior. Actúan de intermediarios entre los «Highlander» (la región montañosa de Escocia) y Londres, o bien exportan su pescado, carbón y tejidos de lana de fabricación propia a Irlanda, Holanda, Noruega y Francia, importando a su vez de esos lugares lúpulo (planta que se emplea en la fabricación de cerveza), trigo, harina, mantequilla y madera. Un espíritu auténticamente comercial anima toda su actividad comercial.

 

8) Los judíos; ya en época del Imperio romano los judíos mostraron un celo innato tan grande por los negocios que no dudan en recorrer toda la tierra en busca de ganancias. Tratan de conseguir sus riquezas en medio de guerras, asesinatos y muertes, mientras los demás pueblos las buscan por medio de guerras, asesinatos y muertes. Sin poderío naval y sin

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potencial bélico, con las mismas armas que los florentinos, esto es, el dinero, los convenios y la competencia, se erigen en señores del mundo. Toda empresa que fundan nace del espíritu mercantil.

 

Por último, hay que referirse a

 

9) Los artesanos; son los antepasados de los grandes empresarios. En industrias como la maquinaria, han sido determinantes en los albores del desarrollo capitalista.

 

*EL DESARROLLO DEL ESPÍRITU CAPITALISTA.

SEGUNDA PARTE: EL ESPÍRITU BURGUÉS.

a) Las virtudes burguesas.

En todo empresario capitalista se esconde un «burgués». Es en Florencia, a finales del siglo XIV, donde por primera vez encontramos al perfecto «burgués». El «burgués» más típico del Quattrocento es Leon Battista Alberti, cuyos escritos, especialmente su I Libri della Famiglia, representan una fuente valiosísima para conocer el espíritu de aquella época y de la concepción burguesa del mundo. Dos son los aspectos que Alberti desarrolla principalmente. De un lado, la «santa economicidad»; de otro, la moral de los negocios.

Por lo que se refiere al primero, «santo» es para Alberti el espíritu de economía o de buena administración (masserizia). A una buena economía, corresponde:

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—La racionalización de la administración económica, es decir, el establecimiento de una prudente relación entre gastos e ingresos, lo que implicaba una condena radical de todas las máximas de la forma de vida señorial. Así, dice: «Recordad siempre esto, hijos míos; nunca permitáis que vuestros gastos sobrepasen a vuestros ingresos». Esta frase es ya la primera piedra del edificio de la economía burguesa-capitalista.

—La economización de la administración, pero entendida de una forma voluntaria. Gastar menos de lo que se gana, es decir, ahorrar (aparece por primera vez la idea del ahorro). El ahorro no como necesidad, sino como virtud. El administrador ahorrativo es el ideal del burgués rico. Dice Alberti: «No es la apariencia señorial la que honra al hombre capaz, sino el llevar su economía en orden». Y más adelante: «Buenos administradores [massai] son aquellos que mantienen un equilibrio exacto entre lo excesivo y lo insuficiente». La auténtica masserizia se logra con el concurso del alma, del cuerpo y, sobre todo, de nuestro tiempo. Los auténticos enemigos mortales son el despilfarro y la ociosidad. Asimismo, de importancia capital para el hombre de negocios son la diligencia y la aplicación, manantiales de toda riqueza.

 

De todas formas, va a ser con Benjamín Franklin  con quien la mentalidad «burguesa» llegue a su apogeo. El buen juicio y la prudencia de Franklin eran asombrosos. En él todo se ha convertido en norma, todo se aprecia con medida exacta, toda acción rebosa erudición económica. Es proverbial su enérgica defensa de la economización del tiempo («el tiempo es dinero»). El ABC de su filosofía se resume en dos palabras: Industry and frugality (diligencia y moderación). En su autobiografía, enumera y comenta las que él considera

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virtudes: templanza, silencio, orden, decisión, parsimonia, diligencia, sinceridad, justicia, ponderación, limpieza, serenidad, castidad y humildad.

 

El segundo aspecto a considerar en Alberti es la moral de los negocios. En primer lugar, una moral de fidelidad en el cumplimiento de los contratos. De hecho, puede observarse que la formalidad es cada vez mayor cuanto más se extiende el sistema capitalista. Pero por moral de los negocios también entiende Alberti sacar todo el partido posible de la actividad comercial. Es imprescindible practicar la «honestidad burguesa». Hay que vivir «correctamente». Incluso por razones prácticas: toda conducta moral eleva el crédito (del individuo ante los demás). En los negocios no basta con ser honesto; también hay que aparentarlo, ser tenido por tal.

 

b) La mentalidad calculadora. Se trata de la tendencia, hábito y facultad de reducir el mundo a cifras y ordenar estas cifras en un complejo sistema de gastos e ingresos. Las dos facetas del empleo del cálculo son la contabilidad y el cálculo comercial. La cuna de este último se encuentra en Italia, concretamente en Florencia. Los cimientos para un cálculo correcto los pone Leonardo Pisano en 1202 con su Liber Abbaci. Pero aún tendrá que pasar tiempo para que se logre un cálculo exacto. Para conseguir éste, era fundamental generalizar el uso del sistema de numeración arábigo de valor posicional, lo que se consigue a lo largo del siglo XIII. En el siglo XV se inventaron las fracciones decimales, que a partir de 1585 adquirieron un uso corriente gracias a Simon Stevin. Por su parte, Tartaglia, en el XVI, perfeccionó el cálculo comercial. La primera máquina calculadora es de 1615. Las escuelas de aritmética surgidas a partir del siglo XIV fueron

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esenciales para el desarrollo del cálculo comercial. En ese siglo, en Florencia había seis de esas escuelas, a las que acudían 1200 muchachos. En Alemania, estas escuelas aparecen primero en Lübeck y después en Hamburgo, pero decenios después que en Florencia. Los primeros pasos de una contabilidad organizada los efectúa el papa Nicolás III entre 1279-1280 y la municipalidad de Florencia en 1303, con un exacto registro de los gastos. Antigüedad similar presenta la contabilidad por partida doble. En 1340 el Estado genovés la aplicaba ya con admirable perfección. La primera exposición teórica de ese sistema de contabilidad por partida doble lo efectúa Fra Luca Pacioli en la segunda parte de su Summa arithmetica (Venecia, 1494). De Italia, el centro de la mentalidad calculadora se traslada a Holanda. En este país la contabilidad forma parte de la educación femenina ya en 1730-1740. El propio Benjamín Franklin pudo constatarlo personalmente. Inglaterra se pone pronto a la altura de los Países Bajos. En Alemania, la contabilidad se cultivó ante todo en Hamburgo.