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EL CENTRO HISTÓRICO-TURÍSTICO DE MÁLAGA. CREACIÓN DE UNA NUEVA IDENTIDAD DE CIUDAD. Las ciudades históricas constituyen uno de los destinos turísticos más antiguos. Actualmente se asiste a un claro reforzamiento de estas ciudades como destinos de visita, fenómeno impulsado por cambios en la estructura de la demanda turística y la búsqueda de nuevos productos por parte de los operadores comerciales. Así, el destino tradicional de sol y playa de la Costa del Sol se ve complementado con una oferta singular de visitas de corta duración a ciudades patrimoniales en un radio de 200 km, como son Granada, Ronda, Córdoba y Sevilla. La ciudad de Málaga ha permanecido ajena a este tipo de turismo a pesar de su accesibilidad inmediata, de colindar con destinos turísticos de primer orden en cuanto a volumen de visitantes alojados y de ser en muchos casos lugar de paso obligado por la configuración de la red de infraestructuras de transporte. Por otra parte, la ciudad posee un centro histórico de gran riqueza patrimonial que se ha caracterizado en las últimas décadas por un lento proceso de abandono, de marcha de residentes y de actividad hacia posiciones periféricas, lo que ha servido para la configuración de la ciudad focal actual, polarizada en cuanto a sus funciones urbanas y con graves problemas de comunicación entre zonas y de pérdida de vida urbana en algunos sectores. El interés hacia el turismo cultural como producto complementario de vacaciones asociado a otro tipo de destinos deriva de su concentración de significados patrimoniales, de referentes de la identidad. Como antiguamente, la visita a este tipo de ciudades se enmarca en la búsqueda del contacto con el patrimonio como expresión de la identidad, ya sea de la propia o de la ajena. 1. EL CENTRO HISTÓRICO COMO REALIDAD COMPLEJA La ciudad histórica es una realidad compleja, un conglomerado de dimensiones físicas, económicas, sociales, funcionales, culturales, políticas, ambientales, etc. Un espacio que surge de la yuxtaposición de edificios y tramas y en la que se desarrolla la tradición cultural y el estilo de vida de la comunidad local. El patrimonio cultural del centro histórico tiene una componente material y una componente inmaterial. La componente material comprende tanto los hitos arquitectónicos, las estructuras arqueológicas y el tejido residencial como su trama urbana, que deriva de las condiciones de emplazamiento y de la superposición de diferentes culturas urbanísticas, y que se materializa en las calles, las plazas, los jardines y las zonas verdes, así como en la relación entre el entorno y las formas construidas. La componente inmaterial la conforman diversos aspectos del estilo de vida local, que se manifiesta en las tradiciones gestadas a lo largo del devenir histórico y que sustentan la identidad colectiva de sus moradores, es más, estas expresiones culturales dotan de sentido a los espacios urbanos.

El centro histórico-turístico de Málaga. Creación de una nueva identidad de ciudad

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Málaga posee una identidad de ciudad a partir de la selección de elementos de su propio patrimonio, sin embargo, para atraer el turismo cultural necesita crear una nueva identidad, resultado de la simplificación de la asumida previamente, en función de la demanda externa. Se estudian las características de los elementos que conforman el sistema turístico: visitantes, agentes, sistemas de transporte y destino turístico; así como las peculiaridades de la denominada “ciudad histórico-turística” malacitana: los alojamientos, el comercio, los eventos y la escena urbana.

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EL CENTRO HISTÓRICO-TURÍSTICO DE MÁLAGA. CREACIÓN DE UNA NUEVA IDENTIDAD DE CIUDAD. Las ciudades históricas constituyen uno de los destinos turísticos más antiguos. Actualmente se asiste a un claro reforzamiento de estas ciudades como destinos de visita, fenómeno impulsado por cambios en la estructura de la demanda turística y la búsqueda de nuevos productos por parte de los operadores comerciales. Así, el destino tradicional de sol y playa de la Costa del Sol se ve complementado con una oferta singular de visitas de corta duración a ciudades patrimoniales en un radio de 200 km, como son Granada, Ronda, Córdoba y Sevilla. La ciudad de Málaga ha permanecido ajena a este tipo de turismo a pesar de su accesibilidad inmediata, de colindar con destinos turísticos de primer orden en cuanto a volumen de visitantes alojados y de ser en muchos casos lugar de paso obligado por la configuración de la red de infraestructuras de transporte. Por otra parte, la ciudad posee un centro histórico de gran riqueza patrimonial que se ha caracterizado en las últimas décadas por un lento proceso de abandono, de marcha de residentes y de actividad hacia posiciones periféricas, lo que ha servido para la configuración de la ciudad focal actual, polarizada en cuanto a sus funciones urbanas y con graves problemas de comunicación entre zonas y de pérdida de vida urbana en algunos sectores. El interés hacia el turismo cultural como producto complementario de vacaciones asociado a otro tipo de destinos deriva de su concentración de significados patrimoniales, de referentes de la identidad. Como antiguamente, la visita a este tipo de ciudades se enmarca en la búsqueda del contacto con el patrimonio como expresión de la identidad, ya sea de la propia o de la ajena. 1. EL CENTRO HISTÓRICO COMO REALIDAD COMPLEJA La ciudad histórica es una realidad compleja, un conglomerado de dimensiones físicas, económicas, sociales, funcionales, culturales, políticas, ambientales, etc. Un espacio que surge de la yuxtaposición de edificios y tramas y en la que se desarrolla la tradición cultural y el estilo de vida de la comunidad local. El patrimonio cultural del centro histórico tiene una componente material y una componente inmaterial. La componente material comprende tanto los hitos arquitectónicos, las estructuras arqueológicas y el tejido residencial como su trama urbana, que deriva de las condiciones de emplazamiento y de la superposición de diferentes culturas urbanísticas, y que se materializa en las calles, las plazas, los jardines y las zonas verdes, así como en la relación entre el entorno y las formas construidas. La componente inmaterial la conforman diversos aspectos del estilo de vida local, que se manifiesta en las tradiciones gestadas a lo largo del devenir histórico y que sustentan la identidad colectiva de sus moradores, es más, estas expresiones culturales dotan de sentido a los espacios urbanos.

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El centro histórico ya no es la ciudad, sino una parte más de ésta, sin embargo, sigue siendo un espacio principal de la actividad cultural, manifestada a través de equipamientos como museos o teatros y de iniciativas temporales como exposiciones, festivales callejeros, etc. La distribución en el calendario de estas actividades nos da una idea del nivel de vitalidad de la oferta cultural de la ciudad, en la que cabe distinguir una oferta permanente representada por los museos y bibliotecas, en la que predomina la iniciativa pública (Museo Picasso, Biblioteca Cánovas del Castillo); una oferta periódica que hace referencia a los eventos que se repiten anualmente en torno a las mismas fechas y en los

que participan tanto administraciones públicas como empresas privadas (Festival de Cine Español, Noche en Blanco, Feria); y finalmente una numerosa oferta esporádica que corresponde a iniciativas puntuales sin carácter de cont inuidad, caracterizadas por la diversidad de agentes promotores como colectivos sociales, comercios o fundaciones (exposiciones, conciertos, ciclos de cine, talleres, etc.)

2. LA IDENTIDAD DESDE EL PATRIMONIO. EL NOSOTROS DE NOSOTROS Tanto la identidad como el patrimonio son construcciones sociales, que no existen en la naturaleza ni son un fenómeno universal, sino que son creados como resultado de un proceso colectivo en un contexto histórico concreto y por lo tanto cambiante. De todos los elementos, tanto materiales como inmateriales, susceptibles de ser considerados patrimonio por una sociedad sólo son activados un número muy limitado de componentes para constituir la identidad. Esto implica que se hace necesaria una selección de elementos y la elección de una forma de presentación para articular un discurso: “el nosotros de nosotros”. Normalmente este discurso es liderado por los grupos de gobierno o poder. El discurso necesita convertirse en construcción social para arraigar y perpetuarse, requiriendo de un proceso inconsciente e impersonal de legitimación y la intervención de una hegemonía cultural y social. En todo caso, la eficacia de esta identidad se mide por la cantidad y calidad de las adhesiones resultantes. En suma, de un mismo patrimonio histórico o cultural, mediante su interpretación, se generan identidades diversas. Pueden existir diferentes ciudades históricas, adaptadas a las distintas demandas que sobre ella existen.

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3. LA IDENTIDAD TURÍSTICA. EL NOSOTROS DE LOS OTROS Si la identidad constituye una simplificación interesada del patrimonio, de acuerdo a unos objetivos cambiantes y en el marco de unas relaciones político-sociales determinadas, la identidad turística, en tanto que objeto de consumo turístico, constituye una versión simplificada de la identidad local, el “nosotros de los otros”. De forma paralela, el patrimonio de uso turístico constituye una muestra reducida del patrimonio de cada lugar. La mayoría de los turistas no están excesivamente interesados en profundizar en los matices y sutilezas de la cultura local y de su patrimonio, realizan visitas cortas que les permiten un contacto somero con las ciudades históricas, buscando hitos, ambientes y elementos muy concretos que les sirven de referencia. Por otro lado, la experiencia turística de las ciudades históricas no se basa en la racionalidad, sino en la emotividad. Los visitantes se mueven en busca de escenarios que se corresponden con las imágenes que les producen “placer visual”, aquellas que ostentan una mayor singularidad respecto a sus referencias cotidianas. La simplificación que supone el patrimonio de uso turístico supone un proceso de selección de diversos tipos:

- Selección temática, basada en momentos históricos, estilos, sucesos o personajes…

- Selección espacial, ya que sólo una parte reducida del patrimonio edificado y del paisaje urbano será capaz de focalizar la atracción de los visitantes.

- Selección temporal a partir de épocas concretas del año en las que se concentra la oferta cultural complementaria susceptible de atraer a gran número de personas.

Para que un bien patrimonial pueda ser considerado objeto de consumo turístico debe encarnar de una manera intensa, rotunda y simple la idea que de él se tiene. Asimismo, influyen otra serie de factores como la singularidad, el exotismo, la grandiosidad, la monumentalidad y la adaptación para la visita pública. El bien debe ser legible para el turista, algo que se enfrenta con la superposición de épocas y estilos, característica de nuestro devenir histórico; y conlleva la elección de un momento histórico sacrificando otros de menor interés comercial, llegando a intervenciones tan irrespetuosas como el repristino o el fachadismo. Otro aspecto clave es la ubicación de los bienes en un entorno próximo

y en un paisaje similar, lo que ha provocado una gran suma de intervenciones urbanas para mejorar los aspectos estéticos del tránsito de los visitantes. Un cierto grado de adecuación para la visita pública es condición indispensable para que un inmueble se convierta en un recurso turístico. Sin

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embargo, únicamente una parte del patrimonio local presenta unas condiciones que hacen posible su visita. Se pueden diferenciar tres clases de adecuación para la visita pública de dicho patrimonio:

- Patrimonio de funcionalidad turística primaria. Corresponde al patrimonio musealizado, tanto las colecciones como los edificios. Su función básica está relacionada con la conservación y exposición del patrimonio, de forma que los únicos límites para la visita pública obedecen a motivos de conservación.

- Patrimonio de funcionalidad turística secundaria. Su visita está condicionada al normal desarrollo de las funciones básicas para las que fue creado. Es el caso del patrimonio eclesiástico, de finalidad religiosa fundamentalmente.

- Patrimonio de funcionalidad turística incidental. La función asignada impide, salvo circunstancias excepcionales, la visita pública de carácter general. En consecuencia, su aportación al atractivo turístico de la ciudad se limita a su componente externo y a la conformación de espacios de acusada personalidad turística. Los agentes turísticos seleccionan los recursos según una serie de significados que responden a las expectativas de los visitantes, teniendo en cuenta que los turistas escogen el lugar de viaje sobre la base de las imágenes de los lugares y no sobre los lugares en sí mimos. Las repercusiones para los operadores turísticos son evidentes: no es suficiente con disponer de un producto adecuado, es imprescindible contar con una imagen del lugar que resulte sugestiva y atrayente. La promoción constituye un programa sostenido de acciones para mantener latente la imagen en la opinión pública en general y en el mercado turístico en particular. En términos generales, constituye un proceso de comunicación que tiene como objetivo transmitir información sobre los productos-destinos turísticos desde los promotores públicos y privados hasta los consumidores potenciales. Se transmiten imágenes sencillas, que apuntan hacia una serie de referentes consolidados de cada ciudad. Esta focalización tiene dos efectos contrapuestos: de una parte permite una conexión inmediata con el visitante potencial , que no t iene ninguna dificultad para comprender el sentido del mensaje; de otra, mantiene las actitudes románticas y no favorece una aproximación más profunda de turistas. En consecuencia, la ciudad que perciben los turistas está formada por un conjunto de hitos urbanos, unidos por una serie de espacios públicos aparentemente históricos que son utilizados como rutas por los visitantes. Es más, a veces la elección de estos hitos se debe más a su localización en la zona de tránsito turístico que al interés intrínseco en estos elementos. En conjunto, hitos y rutas forman la «ciudad histórico-turística», ciudad definida por el uso turístico y en buena medida potenciada por la actividad promocional y la información proporcionada desde las Oficinas de Turismo de la ciudad.

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4. IMPACTO DEL TURISMO EN EL CENTRO HISTÓRICO El impacto de la afluencia de visitantes afecta a la práctica totalidad de dimensiones urbanas. El turismo incide en los ámbitos económico, social, cultural, patrimonial, ambiental, etc. y sus efectos pueden ser positivos, neutros o negativos, según la perspectiva de los diferentes agentes. El turismo es percibido ampliamente como fuente de riqueza, repartiéndose los beneficios económicos, en términos de ingresos y empleo, por el conjunto de la aglomeración urbana. No obstante, una excesiva dependencia de este sector de actividad puede acentuar la fragilidad del entramado productivo de la ciudad histórica, favoreciendo su dependencia respecto a intereses y ciclos externos. Por otra parte, la conservación del patrimonio presenta una extremada fragilidad, una presencia excesiva de visitantes puede favorecer su deterioro y, sobre todo, incidir negativamente sobre su utilización y sentido de representación para la colectividad, convirtiéndose en meros decorados turísticos. “Musealización” o configuración de sectores urbanos de alto valor formal pero que carecen de la vitalidad característica de buena parte de los cascos históricos. El impacto sociocultural afecta especialmente a los residentes del centro histórico, espacio donde se concentran los visitantes y los establecimientos relacionados con su consumo. Una presencia percibida como excesiva puede generar rechazo, debido a aspectos como la saturación del espacio, congestión de tráfico, inflación, etc. Un último impacto se produce en materia de usos del suelo y de pérdida de funcionalidad, pues en esta zona proliferan comercios de recuerdos, establecimientos de restauración turística, hostales y hoteles, que tienden a desplazar a otros sectores de actividad y generan enclaves de monofuncionalidad turística. 5. EL SISTEMA TURÍSTICO El sistema turístico está compuesto por cuatro elementos básicos: los visitantes, que deciden viajar en función de una serie de motivaciones y de acuerdo con diversos perfiles sociodemográficos; los agentes, públicos y privados, que diseñan y manejan los productos turísticos; los sistemas de transporte, de conectividad y de movilidad turística que permiten y canalizan los desplazamientos entre los espacios emisores y receptores; y el destino turístico, formado por los recursos de atracción, la sociedad local, la oferta complementaria y las infraestructuras y equipamientos. 5.1. LOS VISITANTES Se diferencian dos tipos de visitantes en función de la duración de la estancia: de una parte, los turistas, que permanecen al menos una noche en el lugar visitado; de otra, los excursionistas, que no pernoctan en el lugar de referencia.

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Dentro de los excursionistas se incluyen los pasajeros en crucero, propietarios o pasajeros de yates y grupos similares. El gasto vinculado a la pernoctación supone la mayor parte del presupuesto del viaje. Por tanto, el éxito de una ciudad histórica como destino turístico se mide por el número anual de turistas que pernoctan en la ciudad y por el número de noches que pasan en el destino visitado. El turismo cultural actual constituye una más de las modalidades turísticas y apenas presenta diferencias, en relación a sus practicantes, respecto a otras fórmulas turísticas. La cultura deviene en objeto de consumo de masas y el turismo cultural constituye una manifestación de la cultura de masas. El turista que visita Málaga con una motivación cultural entraría en la definición que hace Ashworth del Heritage Tourist. Se trata de un turista interesado en el patrimonio histórico susceptible de consumo turístico, previa simplificación del patrimonio cultural local. Esta modalidad turística está relacionada con la visita a museos y galerías de arte y la asistencia a espectáculos de artes escénicas, incluyendo también los productos y espectáculos culturales contemporáneos. Existen dos teorías que explican el crecimiento del turismo cultural: por un lado, la teoría del “aburguesamiento”, que implica que determinadas prácticas de consumo cultural se asocien al estilo de vida de un estrato social de alto nivel de estudios y de buena posición económica; opuesta a esta primera se encuentra la teoría de la “democratización del consumo cultural”, que intenta explicar el crecimiento de determinadas prácticas culturales como resultado del acercamiento de las instituciones culturales al gran público.

5.2. AGENTES TURÍSTICOS Los agentes que intervienen en el diseño de los productos turísticos en la ciudad histórica son: la industria turística, atenta a las variaciones en la demanda y creadora de nuevas respuestas; los gestores culturales, que perciben el turismo como una fuente complementaria de ingresos; y especialmente la administración local, que busca sustentar la renovación física y funcional de determinadas áreas urbanas en nuevos sectores de actividad, en concreto en el ocio de residentes y visitantes. Los agentes actúan tanto sobre el producto, mediante operaciones de puesta en valor y accesibilidad, como sobre los visitantes, por medio de la construcción de una imagen de dicho producto y el suministro de información a turistas y excursionistas. 5.3. LOS SISTEMAS DE TRANSPORTE Los sistemas de transporte utilizados por los visitantes están relacionados con diversos factores como la lejanía del lugar de emisión, normalmente a mayor distancia la estancia se prolonga, o el poder adquisitivo. Se convierte en línea estratégica lograr la máxima conectividad con los medios de transporte asociados al turismo de mayor nivel económico: avión, tren de alta velocidad, cruceros y embarcaciones de recreo.

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5.4. EL DESTINO TURÍSTICO El elemento primario en el diseño del producto turístico corresponde a los recursos culturales en sus diferentes manifestaciones: bienes patrimoniales, museos, eventos periódicos u ocasionales, etc. No obstante, la existencia de un amplio patrimonio no supone el éxito de la ciudad histórica en su conversión a destino turístico. Intervienen además elementos complementarios, como son los hoteles, restaurantes, comercios, centros y salas de conferencias, palacios de exposiciones, recintos feriales, aparcamientos para visitantes, oficinas de información turística y, en general, todo tipo de servicios turísticos. 6. LA CIUDAD HISTÓRICO-TURÍSTICA Los sectores orientados mayoritariamente a satisfacer la demanda de los visitantes son en primer lugar el alojamiento, además de sectores como el comercio de recuerdos, la restauración, los servicios privados de información turística (guías locales) y el transporte turístico local (rutas guiadas, autobuses turísticos, coches de caballos, alquiler de bicicletas, etc.). No obstante, los visitantes demandan bienes y servicios procedentes de múltiples ramas de actividad: guías y mapas en librerías y papelerías, alimentos en supermercados y otras tiendas de alimentación, combustible en estaciones de servicio, vehículos de alquiler en las agencias respectivas, etc. Es más, crece la importancia de una oferta comercial de calidad (tiendas de moda, joyerías) en relación a un segmento turístico específico, el turismo de compras, y, en general, en todo tipo de desplazamientos por ocio. La plasmación espacial del fenómeno turístico se caracteriza por su concentración y selectividad espacial. Ashworth y Tunbridge denominan a este sector del espacio urbano la “ciudad histórico-turística”. De acuerdo con su esquema, este «ámbito funcional» constituye la dimensión espacial resultante de la interacción entre tres factores: las estrategias de localización del sector turístico, el comportamiento espacial de los visitantes y las expectativas y mapas mentales con que llegan los turistas. La ciudad histórico-turística constituye una parte muy reducida de los cascos antiguos, en líneas generales es aquella que encarna de manera más espectacular la identidad local y contiene las manifestaciones más grandiosas de su patrimonio. Constituye el reflejo en el espacio del proceso de simplificación inherente a la adecuación de la ciudad histórica al consumo turístico. Estos espacios son los únicos adecuados para la implantación de actividades vinculadas directamente con el consumo de visitantes: las tiendas de recuerdos y la restauración turística tienden a monopolizar los locales comerciales y son lugares de implantación preferente de las oficinas de información turística y de pequeños negocios de alojamiento vinculados con la movilidad peatonal. En Málaga se ha conformado un eje turístico principal: Puerto - Plaza de la Marina – Calle Larios – Plaza de la Constitución – Calle Granada – Plaza de la Merced con ramificaciones hacia la Plaza Uncibay y sector entre Calle Larios y Plaza del Obispo: Pasaje de Chinitas, Calle Santa María, Calle Strachan, Calle

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de la Bolsa. Con la apertura del Museo Picasso se ha ampliado hacia la zona entre Calle Granada y Calle San Agustín. El área turística secundaria lo conforman las vías de acceso a la zona principal: Calle Carretería y Álamos, Calle Especería y Cisneros. El casco histórico no turístico lo conforman la zona comercial entre Calle Especería y la Alameda, el sector de Pozos Dulces y Calle Beatas y los arrabales históricos. 6.1. LOS ALOJAMIENTOS La incidencia espacial del sector del alojamiento dentro de las ciudades históricas tiende a incrementarse de forma notable, ya que demanda grandes cantidades de suelo en localizaciones preferentemente centrales y puesto que genera una fuerte movilidad inducida, de trabajadores y especialmente de los turistas que fijan su residencia temporal en el establecimiento. Se establecen varias estrategias de localización: centro, periferia, en edificios históricos y cercanos a estaciones de transporte público. El modelo central corresponde a aquellos establecimientos plenamente insertados en la trama urbana, donde ocupan la totalidad o únicamente una parte de los edificios. Pertenecen a las categorías inferiores: hostales, pensiones y hoteles de una estrella. Presentan dimensiones medias y reducidas y tienden a especializarse en el segmento de los turistas que organizan su propio viaje. Optan por ubicarse en zonas con intenso tránsito de visitantes. Pertenecen a este modelo los hoteles de Calle Martínez.

El modelo periferia tiene su exponente en los hoteles de grandes dimensiones y alta categoría que ocupan edificios de uso exclusivo, frecuentemente diseñados al efecto. Se encuentran situados en los márgenes de vías de gran capacidad de la periferia de los cascos o en las principales calles que penetran en los centros urbanos. La mayor parte de su clientela está formada por los grupos organizados. En estos casos la accesibilidad en transporte privado es fundamental , en especial para los autobuses que transportan grupos de turistas. Pertenecen a este modelo el Hotel Ibis, el Hotel NH o el Málaga Centro. Los hoteles implantados en edificios hi stór icos constituyen una oferta diferenciada dentro de los alojamientos de mayor categor ía . Son establecimientos de primer nivel que responden a una demanda creciente de

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alojamiento “con encanto”, en edificios históricos rehabilitados. Debido al diseño de la edificación preexistente y a una ubicación mayoritaria en pleno casco antiguo, sus dimensiones no son muy elevadas y en general no trabajan con grupos turísticos. Pertenecen a este modelo el Hotel Larios, Hotel Tribuna, Hotel Petit Palace o el Hotel del Pintor. Por último, las inmediaciones de las estaciones de ferrocarril y autobuses son lugares privilegiados de ubicación de los establecimientos de alojamiento, ya que constituyen la “puerta de entrada” a la ciudad para los viajeros que acceden en transporte público. Pertenecen a este modelo el Hotel Barceló y el Hotel Silken. 6.2. EL COMERCIO Dentro de las prácticas turísticas más comunes cabe señalar la realización de fotos y la compra de souvenirs. Ambas actividades están relacionadas con la toma de recuerdos, que una vez en los lugares de origen permiten al visitante rememorar los lugares visitados. En función de su orientación, se pueden clasificar tres tipos de establecimientos:

- Establecimientos de orientación exclusiva al producto artesano. Presentan un perfil suntuario, dirigidos hacia el mercado externo (visitantes y regalos de la población local para personas no residentes).

- Establecimientos mixtos, en los que coexisten en diferente proporción productos más o menos artesanos con toda una serie de recuerdos estandarizados que evocan la localidad.

- Establecimientos especializados en recuerdos de consumo masivo y elevada estandarización (camisetas, gorros y sombreros, pañuelos, llaveros, figuritas, etc.). Su vinculación con la localidad se limita a los motivos impresos en los productos y apenas presentan diferencias con establecimientos análogos de otras ciudades. Los establecimientos orientados a la venta de recuerdos tienden a adquirir una posición dominante en las calles y plazas de mayor tránsito de visitantes, ocupan todos los frentes y superficies comerciales disponibles, generando espacios monofuncionales. Por otra parte, la imagen externa de los locales incide negativamente sobre la calidad ambiental de los sectores donde se ubican, suponiendo un deterioro de la imagen del producto turístico.

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La oferta comercial tiende a configurarse como uno de los atractivos turísticos de un buen número de localidades, es más, la práctica totalidad de los desplazamientos incluyen las compras como un aspecto importante dentro de la visita. El turismo de compras se sustenta en la oferta comercial de la ciudad, especialmente en el de bienes no muy voluminosos (ropa, zapatos, libros, prensa, perfumes, etc.). En estos casos el visitante constituye un comprador adicional respecto a la clientela habitual, y su única diferencia estriba en un lugar de procedencia distinto de la ciudad y su entorno inmediato. Recientemente se está aplicando la idea de los centros comerciales periféricos de aunar espacios de compra y ocio de elevada accesibilidad y fácil aparcamiento al diseño de los centros urbanos, los llamados centros comerciales abiertos, en un intento de impulsar la revitalización económica y funcional de unos espacios amenazados por la crisis del comercio tradicional. Al respecto se están llevando a cabo una serie de medidas contundentes como la reordenación de la distribución espacial de las tiendas y la expulsión de establecimientos no deseados de ocio nocturno. Medidas complementarias son la actuación sobre las condiciones de movilidad (mejora de la accesibilidad, dotación de plazas de aparcamiento, peatonalización, etc.) y sobre la imagen urbana y comercial del área (rehabilitación de fachadas, mejora de la iluminación, nuevo mobiliario urbano, cambio de la pavimentación, etc.). Por otra parte, se favorece la implantación de grandes equipamientos (centros culturales, auditorios, teatros. museos, etc.), en ocasiones aprovechando grandes contenedores históricos. 6.3. LOS EVENTOS El atractivo turístico de las ciudades históricas también se apoya en una serie de tradiciones y eventos que conforman la dimensión inmaterial de la identidad turística. La selección que opera en la transformación del patrimonio inmueble en recursos turísticos funciona igualmente con el patrimonio

intangible. Sólo un número limitado de eventos poseen el suficiente atractivo externo para su conversión en recursos turísticos. De forma paralela, si la concentración espacial es una característica básica de los recursos turísticos inmuebles, la concentración temporal está asociada a este tipo de eventos. Se pueden clasificar dos grandes manifestaciones: de una parte, las fiestas y tradiciones populares, arraigadas en la colectividad, como la Semana Santa y la Feria; de otra, una serie de eventos especiales, caso de los festivales, grandes exposiciones y escenif icaciones, que desencadenan flujos significativos de visitantes, como el Festival de Cine Español y la Noche en Blanco.

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Su aportación al atractivo de un destino turístico puede ser incluso superior a las condiciones ambientales generales (clima, paisaje, etc.) y a las atracciones de carácter permanente específicamente acondicionadas para los visitantes (parques temáticos, etc.). En último lugar cabe señalar una serie de escenificaciones de reciente aparición centradas, sobre todo, en la rememoración de ferias medievales y acontecimientos históricos, como la reciente representación de la sublevación contra los franceses, que suponen la preferencia por un pasado al estilo Disney frente al proceso complejo, y muchas veces ajeno a todo esplendor, de la historia local. 6.4. LA ESCENA URBANA Pasear en un ambiente agradable de resonancias históricas constituye un recurso importante, en especial para aquellas personas que repiten visita, colectivo que está aumentando considerablemente. La adecuación del

espacio urbano de carácter público resulta una actuación de interés estratégico. La peatonalización de las zonas de mayor tránsito turístico resulta ineludible, el mobiliario urbano y la señalización adquieren la condición de infraestructuras turísticas y la limpieza y la seguridad en las calles resultan básicas en el acondicionamiento turístico de la ciudad histórica.

De forma paralela, los entornos de los Bienes de Interés Cultural en deficientes condiciones ambientales (suciedad, ruido, impacto visual, etc.) afectan negativamente a su proyección cultural y deterioran su imagen como recursos turísticos. En estos casos son necesarios proyectos de recuperación integral en los que se contemple tanto la rehabilitación del inmueble y su adecuación a la visita turística como la recuperación de su entorno. No obstante, si la adecuación funcional turística no es posible, el bien inmueble contribuye igualmente a la proyección de la imagen turística mediante su volumetría y su fachada. Desde esta perspectiva, la inversión en conservación es inversión en infraestructura turística. La escena urbana presenta tres dimensiones estrechamente interrelacionadas:

- En primer lugar, es un recurso turístico en sí misma. Una parte considerable de los visitantes de las ciudades históricas no entran en museos u otros espacios acondicionados para la visita y únicamente se dedican a pasear por determinados sectores de la ciudad con un ambiente histórico atractivo.

- En segundo término, la escena urbana refuerza el atractivo turístico de los grandes hitos arquitectónicos. Las calles y plazas de ambiente histórico actúan de sendas preferentes para el tránsito de turistas y excursionistas. Es más, los hitos paisajísticamente descontextualizados registran una afluencia de visitantes significativamente menor que aquellos integrados con su entorno.

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- Por último, los sectores con un ambiente histórico definido son espacios privilegiados de ubicación de establecimientos orientados al consumo de visitantes, factor que a su vez favorece la presencia de turistas. Por todo lo dicho, se puede observar como el centro histórico se ha visto sometido a una doble tendencia de resultado incierto: de una parte, a un fuerte proceso de regresión demográfica y pérdida de vitalidad funcional; de otra, a una intensa renovación del patrimonio edificado y la escena urbana. En buena medida se camina hacia la musealización del casco e incluso a su conversión en parque temático, donde los inmuebles no sean más que decorados y no haya más vida que la de los figurantes; y a una banalización de la identidad, reducida únicamente a aquellos exponentes reconocibles por los que nos visitan.