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El cóndor y la pastora Había una vez una chica que vivía con sus padres. Un día menos pensado, sus padres se fueron al pueblo, quedándose la chica sola. Como de costumbre, al amanecer soltó del redil sus ovejas para pastar y junto con ellas se fueron al campo. Era una mañana tranquila. El sol brillaba en todo su resplandor. De pronto, apareció un joven vestido elegantemente, todo un caballero, de traje negro y una chalina blanca en el cuello. Acercándose a la chica, la saludó. -¡Hola! ¿Cómo estás? La chica respondió: ¡Quién eres! y le preguntó, ¿por dónde vives? ¿Nunca te había visto por aquí? contestándole el apuesto joven que era un cóndor, que vivía por los cerros, y así pasaron todo el día platicando. Llegado el atardecer se despidieron y cada quien se fueron, por donde vinieron. Al día siguiente, de nuevo se encontraron, tal como habían convenido. Fueron días de encuentros furtivos. La pastora, ya con mucha confianza le dijo: me puedes cargar y el cóndor respondió: ¡Cómo no! Pues así el cóndor levantó vuelo y se elevó por los aires, llevándosela a su guarida que era una cueva, dejando abandonado las ovejas en el campo. A La chica le pareció muy asombroso volar, pero dándose cuenta que estaba en un lugar desconocido para ella y atardeciéndose ya dijo: tengo que volver a mi casa porque mis padres me van a regañar. Respondiéndole el cóndor: ¡No! tú no te irás de aquí. Tú vivirás conmigo y seremos muy felices. La chica con mucho temor replicó: ¡No! yo quiero volver con mis padres, llévame por favor con ellos le imploró sollozando y el cóndor se negó.

El cóndor y la pastora

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Cuento andino

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El cóndor y la pastora

Había una vez una chica que vivía con sus padres. Un día menos pensado, sus padres se fueron al pueblo, quedándose la chica sola. Como de costumbre, al amanecer soltó del redil sus ovejas para pastar y junto con ellas se fueron al campo. Era una mañana tranquila. El sol brillaba en todo su resplandor. De pronto, apareció un joven vestido elegantemente, todo un caballero, de traje negro y una chalina blanca en el cuello. Acercándose a la chica, la saludó. -¡Hola! ¿Cómo estás? La chica respondió: ¡Quién eres! y le preguntó, ¿por dónde vives? ¿Nunca te había visto por aquí? contestándole el apuesto joven que era un cóndor, que vivía por los cerros, y así pasaron todo el día platicando. Llegado el atardecer se despidieron y cada quien se fueron, por donde vinieron. Al día siguiente, de nuevo se encontraron, tal como habían convenido.

Fueron días de encuentros furtivos. La pastora, ya con mucha confianza le dijo: me puedes cargar y el cóndor respondió: ¡Cómo no! Pues así el cóndor levantó vuelo y se elevó por los aires, llevándosela a su guarida que era una cueva, dejando abandonado las ovejas en el campo. A La chica le pareció muy asombroso volar, pero dándose cuenta que estaba en un lugar desconocido para ella y atardeciéndose ya dijo: tengo que volver a mi casa porque mis padres me van a regañar. Respondiéndole el cóndor: ¡No! tú no te irás de aquí. Tú vivirás conmigo y seremos muy felices. La chica con mucho temor replicó: ¡No! yo quiero volver con mis padres, llévame por favor con ellos le imploró sollozando y el cóndor se negó.

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Pasaron varios días y el cóndor le dijo, te quedarás aquí porque yo saldré a traer algo de comer, la chica pidió ir con él, más el cóndor no la quiso llevar. Así el cóndor se fue, dejándola sola en la altura del barranco. Al atardecer, volvió el cóndor trayendo carne de caballo, pues como no había utensilio para poder cocinar tuvieron que comerlo crudo. Llegó la noche fría con un viento helado. La chica desesperada paso una vez más la noche al lado del cóndor. En uno de esos días fatídicos, la chica se dio cuenta que estaba embarazada y esperando un hijo, y con mucho temor le conto al cóndor; bueno para el cóndor era una inmensa alegría y grito con tanto furor: -¡Qué felicidad! Pasaron nueve meses, así nació el primogénito que era un varoncito. Pasaba el tiempo y extrañaba a sus padres, sabía que en su casa sus padres estarían muy preocupados buscándola y no perdían la esperanza que un día volvieran a ver su hija. Una mañana decidida a escaparse, la chica le dijo que iba a lavar los pañales del bebé, bueno el cóndor accedió y la bajó al río, la chica se puso a lavar la ropa del bebe muy pensativa, viendo la forma de escabullirse.

Pero por cosas del destino, su madre también lavaba ropa en el mismo río, no muy lejos de allí, cuando de pronto un sapito saltarín le dijo: -Señora no te preocupes, tu hija se encuentra bien. La madre sorprendida preguntó, cómo sabía que estaba perdida y que la buscaba. A lo que respondió, lo vi en el rio lavando ropa de un bebe. La señora muy ansiosa por ver a su hija le encargó: -¡Por favor!, dile a mi hija que vuelva que lo estamos esperando. Al día siguiente nuevamente la chica volvió al río, porque siempre esperaba alguna forma de huir y el sapito le dio el encargo: -¡Oye tu mamá está muy preocupada!, debes de volver con ellos. La chica sorprendida por la información y presa de alegría, dijo:

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-Yo no puedo regresar a mi casa no sé por dónde es el camino. Y el sapito le indicó el camino diciéndole: de eso no te preocupes tú solo ve en dirección de aquel cerro y de ahí se verá tu casa.

Al mediodía el cóndor volvió a su casa cansado, la llamó: -¡Oye ven! y no lo escuchaba nadie. Volvió a llamarla, nadie le respondió. Entonces el cóndor desesperadamente bajo al río y se dio con la sorpresa que la chica ya no estaba, había huido. Fue en busca de la chica, para entonces la chica había llegado a su casa, muy asustada contó a sus padres lo sucedido y dedujeron que el cóndor, tarde o temprano iba a venir y pensaron en prepararle una trampa. Hicieron hervir bastante agua. Echaron el agua caliente a una tina cubriéndola con una manta, y simularon que era un asiento; para entonces el cóndor llegó, todo un hombre con su traje peculiar y con voz ronca dijo: -¡Vengo en busca de mi esposa e hijo!

Los padres se mostraron atentos con el visitante y le dijeron: -Vamos a hablar sobre este caso, por favor pase usted, tome asiento y hablaremos tranquilamente. La chica se encontraba muy asustada. En ese instante, tal como estaba preparado, el cóndor se sentó en el posible asiento que era la tina con agua hervida, que lo quemó; el cóndor no pudo soportar las quemaduras y murió, convirtiéndose el joven en un cóndor para los ojos de los padres. Absortos todos se asustaron, pero había acabado esta horrible pesadilla para la joven que junto a su hijo pasó sus días con su familia y fueron muy felices por siempre.

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