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20 DÍA DE FIESTA / II EL DÍA, Tenerife, domingo, 29 de mayo da 1983 El Hotel Battenberg que, hasta hace relativamente pocos años, se alzó en la Rambla, esquina a la calle de Jesús y María. E N la imagen, el Hotel Británico —que luego se denominó Batten- berg— un verdadero hito en el desarrollo turístico de Santa Cruz de Tenerife, de la Isla to- da. En esa nuestra Rambla -el antiguo Camino de los Coches— la estampa del hotel que, hasta hace relativamente pocos años, allí alzó su estructura blanqui- rroja, la gracia de un antaño reciente. En su «Historia de Santa Cruz», don Alejandro Cipranes- cu escribió respecto al desarro- llo hotelero de la ciudad que, nacida al filo de la ola, por la mar recibía -recibe y recibirá— cuanto fue, es y será. Y decía el señor Cioranescu: «Al movimiento de viajeros le debe Santa Cruz su infraestruc- tura de los servicios de acogi- da. Hasta los primeros años del siglo pasado, el lugar había si- do el único de Canarias que tu- viese una fonda con posada pa- ra los transeúntes. A mediados del siglo había tres hoteles dife rentes, la fonda francesa, la in glesa y la española. La francesa era la más antigua. El Hotel In glés se inauguró en 1841 en la calle de los Balcones, que des pues fue el número 11 de la ca lie de San Francisco. Después de 1 880 fue ensanchado y com pletado por su nuevo propieta rio, Camacho, portugués de Madera, casado con una irían desa, con un piso segundo que daba a las calles del Sí y de San José, y con un jardín contiguo alquilado. En 1903 tenía luz y timbre eléctrico en todas las Santa Cruz de ayer y de hoy De los viejos hoteles y la Rambla habitaciones y una capacidad de 56 plazas. El Hotel de la Marina, abier- to el primero de junio de 1862, se consideraba como el más ba- rato y el mejor; tenía treinta . habitaciones, con cuartos de baño, comedor, salón con vista sobre el muelle y la campiña del Norte, cuadra y cochera. A partir de cierto momento se lla- Hotel Internacional; más tarde se trasladó a la Plaza de la Constitución, en los bajos del Casino, donde se inauguró el 20 de febrero de 1889. En 1866 la pensión completa costaba 12,50 pesetas en la fonda inglesa, 5 en la francesa y 4 en la española, pero en to- das ellas se recomendaba rega tear. Por este precio se servía dos comidas diarias, a las 10 y a las 18: el menú se componía de huevos, pescado, carne, fru- ta, vino y café, con abundantes cantidades de aceite en los pía tos guisados». Los hoteles isleños —Agüere en La Laguna, Gran Hotel y Martiánez en el Puerto de la Cruz, Camacho en Tacoronte, Hespérides en La Orotava y los de Güímar e Icod— estaban di rígidos por extranjeros y, desde luego, montados con vistas al turismo que, incipiente enton ees, llegaba en los barcos de las navieras Yeoward, Forwood y Thoresen, inglesas las dos pri- meras y noruega la tercera. Ya Santa Cruz de Tenerife tenía bueña historia en lo que al turismo respecta pues, cuan- do allá por 1898 zarpó de Lon- dres el primer Lusitania en cru- cero de turismo de altura, nuestro puerto —con los de las Antillas— fue elegido como es- cala del trasatlántico de la Pa- cific Steam Navigation Gompa- ny. El 24 de diciembre de 1902 fue inaugurado el Hotel Britá- nico que, propiedad de una em- presa belgo-española, se alzó —como bien muestra la ima- gen— en la esquina de la Ram- bla con la calle de Jesús y Ma- ría. El proyecto fue del arqui- tecto Mariano Estanga —el mis- mo que construyó el Quisisa- na— y, años más tarde, el Britá- nico pasó a denominarse Hotel Battenberg, como homenaje a la reina doña Victoria Eugenia, esposa del rey Alfonso XIII. En la imagen, el viejo hotel se nos ofrece en visión de los primeros años 30. Ahí está la calle de Jesús y María en obras y, desde luego, la Rambla nuestra entrañable Rambla— que, con el tiempo, ha dado lu- gar a ese triángulo de jardines que rodea a Santa Cruz. El Ho- tel Británico —o Battenber, si se prefiere— fue luego clínica de los doctores Costa y Gabarda y, hace unos años, fue derribado para allí alzar nueva edifica- ción. De aquellos sus años —de esos que reviven en la imagen- queda la verja metálica que, como antaño, rodea al períme- tro y se cobija bajo grata som- bra. Con el antiguo hotel, una imagen de la Rambla, del viejo Camino de los Coches. El él en- contramos siempre —antes y ahora— la ramazón seca y ver- dosa que se proyecta en clara perspectiva hacia un paisaje en que se presiente que arde y pi- ca el sol de la primavera isleña. El documento gráfico tiene el sabor mordiente, fresco del verdor perenne, de una hermo- sura insuperable, de la ilusión. Entonces, como ahora, la som- bra se amontonaba bajo los ár- boles de la Rambla —o del Ca- mino de los Coches, si se prefie- re— mientras que, bien arriba, en las alargadas copas el sol pone armería de puñales de oro, armería bien traída y lle- vada por la brisa de todo el mar santacrucero. Poggi Barsoto, en su célebre guía de Santa Cruz de Tenerife definía el centenario paseo de la ciudad nacida en Añaza: «Tiene esta ciudad un paseo o camino de ronda que la circun- da por la parte del Oeste, que es conocido por el nombre de Paseo de los Coches». Fue entre 1661 y año si- guiente cuando el entonces co- mandante general, don Jeróni- mo Benavente, ordenó la aper- tura de dicha vía que, al pare- cer, no fue bien recibida en ciertos sectores de la capital. Y es que, según se argumentaba entonces, frustraba una de las principales defensas de Santa Cruz de Tenerife, «cual es la as- perenza y agrura de sus cos- tas». Aquel ayer revive hoy en es- ta página. Sobre el verde sano, radiante y apretado, un gris azulado que destaca sobre el blanquirojo del Hotel B<ntánicu. Fue en 1854 cuando ei enton- ces capitán general de Cana rias, don Jaime Ortega, hizo re- parar el pavimento del Camino de los Coches y, al mismo tiem- po, plantar árboles que, en tres filas, formaron la naciente a- venida. Por cesión gratuita de terre- nos, el Camino de los Coches alargó su brazo arbolado y, con lentitud primero y rapidez más tarde, se fue acercando al cen- tro hasta que, hacia 1880, ya se le consideraba como «ramal de la carretera de esta ciudad a Buenavista por La Laguna». Son muchos —don Antonio Marti, dom Miguel Borges Sa- las, etc.— los que bien recuer- dan aquel su pisar en la madre tierra del centenario Camino. De aquel su caminar sobre ho- jas verdes mientras en la mon- taña cercana —telón de fondo de Santa Cruz de Tenerife— las acequias ponían su leve rumor de rezo. Entonces, como ahora, el viento, la brisa de la mar daba un oleaje verdeazul y sombras negras y, sobre las copas dan- zantes, claros, casi metálicos cantos de pájaros lejanos. Sal- taban al sol claro del mediodía mientras sus cantos subían —suben— hacia el benigno azul del cielo. Pero, años más tarde, allí llegó el canto metálico de las máquinas y, poco a poco, el viejo Camino de los Coches to- nuevo aspecto. Hoy, laureles con color y temblor de campanas. Hoy, es- coltado por la cofradía del ver- dor perenne, el centenario y siempre nuevo paseo nos re- cuerda las verdes arboledas que, en versos de Machado, nos vieron jugar y, con nieve en los cabellos, ahora nos ven medi- tar. El viejo Camino de los Co- ches parece hoy un río entre dos orillas de laureles de In- dias. Arboles y sombras de ár- boles. Recuerdos y sombras de recuerdos. Hoy es noticia el do- cumento gráfico que ilustra es- tas líneas pues entre los viejos árboles y en el viejo edificio anidaron los gorriones que, op- timistas, siempre cantan y can- tarán entre brotes nuevos de esperanza, de vida.— Juan An- tonio Padrón Albornoz. VENDEDORA Necesita Empresa líder de Sistemas de Seguridad, en el mercado Se requiere: Buena 'presencia, don.de gentes y ansias de superación. Se ofrece: Altas comisiones, buen ambiente de trabajo, fifí \*A F.mnrfiQW ^ f orine lr\o nit/rJíío LOCALIZADORA CANARIA PIÉRDASE AHORA, CON SI DURANTE LAS 24 HORAS DEL ¡ DÍA NOSOTROS LE LOCALIZAREMOS ir*m w%0 O VIAJES G. A. T. 776 *\ VIAJE A LOURDES Recorriendo: Barcelona, Montserrat, Andorra, Lourdes, Zaragoza y Madrid ...EL VIAJE QUE SIEMPRE DESEO HACER Salida: 30 Julio.— Regreso: 7 Agosto. PRECIO POR PERSONA, PENSIÓN COMPLETA: 45,500,00 otas.

EL DIA_DE LOS VIEJOS HOTELES A LA RAMBLA

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1983/05/29

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20 DÍA DE FIESTA / II EL DÍA, Tenerife, domingo, 29 de mayo da 1983

El Hotel Battenberg que, hasta hace relativamente pocos años, se alzó en la Rambla, esquina a la calle de Jesús y María.

E N la imagen, el HotelBritánico —que luegose denominó Batten-

berg— un verdadero hito en eldesarrollo turístico de SantaCruz de Tenerife, de la Isla to-da. En esa nuestra Rambla -elantiguo Camino de los Coches—la estampa del hotel que, hastahace relativamente pocos años,allí alzó su estructura blanqui-rroja, la gracia de un antañoreciente.

En su «Historia de SantaCruz», don Alejandro Cipranes-cu escribió respecto al desarro-llo hotelero de la ciudad que,nacida al filo de la ola, por lamar recibía -recibe y recibirá—cuanto fue, es y será.

Y decía el señor Cioranescu:«Al movimiento de viajeros ledebe Santa Cruz su infraestruc-tura de los servicios de acogi-da. Hasta los primeros años delsiglo pasado, el lugar había si-do el único de Canarias que tu-viese una fonda con posada pa-ra los transeúntes. A mediadosdel siglo había tres hoteles diferentes, la fonda francesa, la inglesa y la española. La francesaera la más antigua. El Hotel Inglés se inauguró en 1841 en lacalle de los Balcones, que despues fue el número 11 de la calie de San Francisco. Despuésde 1 880 fue ensanchado y completado por su nuevo propietario, Camacho, portugués deMadera, casado con una iríandesa, con un piso segundo quedaba a las calles del Sí y de SanJosé, y con un jardín contiguoa lqu i l ado . En 1903 tenía luz ytimbre eléctrico en todas las

Santa Cruz de ayer y de hoy

De los viejos hoteles y la Ramblahabitaciones y una capacidadde 56 plazas.

El Hotel de la Marina, abier-to el primero de junio de 1862,se consideraba como el más ba-rato y el mejor; tenía treinta

. habitaciones, con cuartos debaño, comedor, salón con vistasobre el muelle y la campiñadel Norte, cuadra y cochera. Apartir de cierto momento se lla-mó Hotel Internacional; mástarde se trasladó a la Plaza dela Constitución, en los bajos delCasino, donde se inauguró el 20de febrero de 1889.

En 1866 la pensión completacostaba 12,50 pesetas en lafonda inglesa, 5 en la francesay 4 en la española, pero en to-das ellas se recomendaba regatear. Por este precio se servíados comidas diarias, a las 10 ya las 18: el menú se componíade huevos, pescado, carne, fru-ta, vino y café, con abundantescantidades de aceite en los píatos guisados».

Los hoteles isleños —Agüereen La Laguna, Gran Hotel yMartiánez en el Puerto de laCruz, Camacho en Tacoronte,Hespérides en La Orotava y losde Güímar e Icod— estaban dirígidos por extranjeros y, desdeluego, montados con vistas alturismo que, incipiente entonees, llegaba en los barcos de lasnavieras Yeoward, Forwood y

Thoresen, inglesas las dos pri-meras y noruega la tercera.

Ya Santa Cruz de Tenerifetenía bueña historia en lo queal turismo respecta pues, cuan-do allá por 1898 zarpó de Lon-dres el primer Lusitania en cru-cero de turismo de altura,nuestro puerto —con los de lasAntillas— fue elegido como es-cala del trasatlántico de la Pa-cific Steam Navigation Gompa-ny.

El 24 de diciembre de 1902fue inaugurado el Hotel Britá-nico que, propiedad de una em-presa belgo-española, se alzó—como bien muestra la ima-gen— en la esquina de la Ram-bla con la calle de Jesús y Ma-ría. El proyecto fue del arqui-tecto Mariano Estanga —el mis-mo que construyó el Quisisa-na— y, años más tarde, el Britá-nico pasó a denominarse HotelBattenberg, como homenaje ala reina doña Victoria Eugenia,esposa del rey Alfonso XIII.

En la imagen, el viejo hotelse nos ofrece en visión de losprimeros años 30. Ahí está lacalle de Jesús y María en obrasy, desde luego, la Rambla

nuestra entrañable Rambla—que, con el tiempo, ha dado lu-gar a ese triángulo de jardinesque rodea a Santa Cruz. El Ho-tel Británico —o Battenber, si seprefiere— fue luego clínica de

los doctores Costa y Gabarda y,hace unos años, fue derribadopara allí alzar nueva edifica-ción. De aquellos sus años —deesos que reviven en la imagen-queda la verja metálica que,como antaño, rodea al períme-tro y se cobija bajo grata som-bra.

Con el antiguo hotel, unaimagen de la Rambla, del viejoCamino de los Coches. El él en-contramos siempre —antes yahora— la ramazón seca y ver-dosa que se proyecta en claraperspectiva hacia un paisaje enque se presiente que arde y pi-ca el sol de la primavera isleña.El documento gráfico tiene elsabor mordiente, fresco delverdor perenne, de una hermo-sura insuperable, de la ilusión.Entonces, como ahora, la som-bra se amontonaba bajo los ár-boles de la Rambla —o del Ca-mino de los Coches, si se prefie-re— mientras que, bien arriba,en las alargadas copas el solpone armería de puñales deoro, armería bien traída y lle-vada por la brisa de todo elmar santacrucero.

Poggi Barsoto, en su célebreguía de Santa Cruz de Tenerifedefinía el centenario paseo dela ciudad nacida en Añaza:«Tiene esta ciudad un paseo ocamino de ronda que la circun-da por la parte del Oeste, que

es conocido por el nombre dePaseo de los Coches».

Fue entre 1661 y año si-guiente cuando el entonces co-mandante general, don Jeróni-mo Benavente, ordenó la aper-tura de dicha vía que, al pare-cer, no fue bien recibida enciertos sectores de la capital. Yes que, según se argumentabaentonces, frustraba una de lasprincipales defensas de SantaCruz de Tenerife, «cual es la as-perenza y agrura de sus cos-tas».

Aquel ayer revive hoy en es-ta página. Sobre el verde sano,radiante y apretado, un grisazulado que destaca sobre elblanquirojo del Hotel B<ntánicu.Fue en 1854 cuando ei enton-ces capitán general de Canarias, don Jaime Ortega, hizo re-parar el pavimento del Caminode los Coches y, al mismo tiem-po, plantar árboles que, en tresfilas, formaron la naciente a-venida.

Por cesión gratuita de terre-nos, el Camino de los Cochesalargó su brazo arbolado y, conlentitud primero y rapidez mástarde, se fue acercando al cen-tro hasta que, hacia 1880, yase le consideraba como «ramalde la carretera de esta ciudad aBuenavista por La Laguna».

Son muchos —don AntonioMarti, dom Miguel Borges Sa-

las, etc.— los que bien recuer-dan aquel su pisar en la madretierra del centenario Camino.De aquel su caminar sobre ho-jas verdes mientras en la mon-taña cercana —telón de fondode Santa Cruz de Tenerife— lasacequias ponían su leve rumorde rezo.

Entonces, como ahora, elviento, la brisa de la mar dabaun oleaje verdeazul y sombrasnegras y, sobre las copas dan-zantes, claros, casi metálicoscantos de pájaros lejanos. Sal-taban al sol claro del mediodíamientras sus cantos subían—suben— hacia el benigno azuldel cielo. Pero, años más tarde,allí llegó el canto metálico delas máquinas y, poco a poco, elviejo Camino de los Coches to-mó nuevo aspecto.

Hoy, laureles con color ytemblor de campanas. Hoy, es-coltado por la cofradía del ver-dor perenne, el centenario ysiempre nuevo paseo nos re-cuerda las verdes arboledasque, en versos de Machado, nosvieron jugar y, con nieve en loscabellos, ahora nos ven medi-tar.

El viejo Camino de los Co-ches parece hoy un río entredos orillas de laureles de In-dias. Arboles y sombras de ár-boles. Recuerdos y sombras derecuerdos. Hoy es noticia el do-cumento gráfico que ilustra es-tas líneas pues entre los viejosárboles y en el viejo edificioanidaron los gorriones que, op-timistas, siempre cantan y can-tarán entre brotes nuevos deesperanza, de vida.— Juan An-tonio Padrón Albornoz.

VENDEDORANecesita Empresa líder de Sistemas de

Seguridad, en el mercadoSe requiere: Buena 'presencia, don.de gentes y ansias

de superación.

Se ofrece: Altas comisiones, buen ambiente de trabajo,fifí \*A F.mnrfiQW ^ f orine lr\o nit/rJíío

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