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Horacio Quiroga El Espectro Todas las noches, en el Grand Splendid de Santa Fe, Enid y yo asistimos a los estrenos cinematográficos. Ni borrascas ni noches de hielo nos han impedido introducirnos, a las diez en punto, en la tibia penumbra del teatro. Allí, desde uno u otro palco, seguimos las historias del film con un mutismo y un interés tales, que podrían llamar sobre nosotros la atención, de ser otras las circunstancias en que actuamos. Desde uno u otro palco, he dicho; pues su ubicación nos es indiferente. Y aunque la misma localidad llegue a faltarnos alguna noche, por estar el Splendid en pleno, nos instalamos, mudos y atentos siempre a la representación, en un palco cualquiera ya ocupado. No estorbamos, creo; o, por lo menos, de un modo sensible. Desde el fondo del palco, o entre la chica del antepecho y el novio adherido a su nuca, Enid y yo, aparte del mundo que nos rodea, somos todo ojos hacia la pantalla. Y si en verdad alguno, con escalofríos de inquietud cuyo origen no alcanza a comprender, vuelve a veces la cabeza para ver lo que no puede, o siente un soplo helado que no se explica en la cálida atmósfera, nuestra presencia de intrusos no es nunca notada; pues preciso es advertir ahora que Enid y yo estamos muertos. De todas las mujeres que conocí en el mundo vivo, ninguna produjo en mí el efecto que Enid. La impresión fue tan fuerte que la imagen y el recuerdo mismo de todas las mujeres se borró. En mi alma se hizo de noche, donde se alzó un solo astro imperecedero: Enid. La sola posibilidad de que sus ojos llegaran a mirarme sin indiferencia, deteníame bruscamente el corazón . Y ante la idea de que alguna vez podía ser mía, la mandíbula me temblaba. ¡Enid! Tenía ella entonces, cuando vivíamos en el mundo, la más divina belleza que la epopeya del cine ha lanzado a miles de leguas y expuesto a la mirada fija de los hombres. Sus ojos, sobre todo, fueron únicos; y jamás terciopelo de mirada tuvo

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Horacio QuirogaEl Espectro Todas las noches, en el Grand Splendid de Santa Fe, Enid y yo asistimos a los estrenos cinematogrfcos. Ni borrascas ni noches de hielo nos han impedido introducirnos, a las diez en punto, en la tibia penumbra del teatro. All, desde uno u otro palco, seguimos las historias del flm con unmutismo y un inter!s tales, "ue podran llamar sobre nosotros la atenci#n, de ser otras las circunstancias en "ue actuamos.$esde uno u otro palco, he dicho% pues su ubicaci#n nos es indi&erente. 'aun"ue la misma localidad llegue a &altarnos alguna noche, por estar el Splendid en pleno, nos instalamos, mudos y atentos siempre a la representaci#n, en un palco cual"uiera ya ocupado. No estorbamos, creo% o, por lo menos, de un modo sensible. $esde el &ondo del palco, o entre la chica del antepecho y el no(io adherido a su nuca, Enid y yo, aparte del mundo "ue nos rodea, somos todo o)os hacia la pantalla. ' si en (erdad alguno, con escalo&ros de in"uietud cuyo origen no alcanza a comprender, (uel(e a (eces la cabeza para (er lo "ue no puede, o sienteun soplo helado "ue no se e*plica en la clida atm#s&era, nuestra presencia de intrusos no es nunca notada% pues preciso es ad(ertir ahora "ue Enid y yo estamos muertos.$e todas las mu)eres "ue conoc en el mundo (i(o, ninguna produ)o en m el e&ecto "ue Enid. +a impresi#n &ue tan &uerte "ue la imagen y el recuerdo mismo de todas las mu)eres se borr#. En mi alma se hizo de noche, donde se alz# un solo astro imperecedero, Enid. +a sola posibilidad de "ue sus o)os llegaran a mirarme sin indi&erencia, detename bruscamente el coraz#n . ' ante la idea de "ue alguna (ez poda ser ma, la mandbula me temblaba. -Enid.Tena ella entonces, cuando (i(amos en el mundo, la ms di(ina belleza "ue la epopeya del cine ha lanzado a miles de leguas y e*puesto a la mirada f)a de los hombres. Sus o)os, sobre todo, &ueron /nicos% y )ams terciopelo de mirada tu(o un marco de pesta0as como los o)os de Enid% terciopelo azul, h/medo y reposado, como la &elicidad "ue sollozaba en ella.+a desdicha me puso ante ella cuando ya estaba casada.No es ahora del caso ocultar nombres. Todos recuerdan a $uncan 1yoming, el e*traordinario actor "ue, comenzando su carrera al mismo tiempo "ue 1illiam 2art, tu(o, como !ste y a la par de !ste, las mismas hondas (irtudes de interpretaci#n (iril. 2art ha dado al cine todo lo "ue podamos esperar de !l, y es un astro "ue cae. $e 1yoming, en cambio, no sabemos lo "ue podamos haber (isto, cuando apenas en el comienzode su bre(e y &antstica carrera cre# 3como contraste con el empalagosoh!roe actual4el tipo de (ar#n rudo, spero, &eo, negligente y cuanto se "uiera, pero hombre de la cabeza a los pies, por la sobriedad, el empu)e y el carcter distinti(os del se*o.2art prosigui# actuando y ya lo hemos (isto.1yoming nos &ue arrebatado en la 5or de la edad, en instantes en "ue daba fn a dos cintas e*traordinarias, seg/n in&ormes de la empresa, El Pramo y Ms all de lo que se ve. 6ero el encanto4la absorci#n de todos los sentimientos de un hombre4"ue e)erci# sobre m Enid, no tu(osino una amargura, 1yoming, "ue era su marido, era tambi!n mi me)or amigo.2abamos pasado dos a0os sin (ernos con $uncan% !l, ocupado en sus traba)os de cine, y yo en los mos de literatura. 7uando (ol( a hallarlo en 2olly8ood, ya estaba casado.4A"u tienes a mi mu)er4me di)o echndomela en los brazos.' a ella,4Apr!talo bien, por"ue no tendrs un amigo como Grant. ' b!salo, si "uieres .No me bes#, pero al contacto con su melena en mi cuello, sent en el escalo&ro de todos mis ner(ios "ue )ams podra yo ser un hermano para a"uella mu)er. 9i(imos dos meses )untos en el 7anad, y no es di&cil comprender mi estado de alma respecto de Enid. 6ero ni en una palabra, ni en un mo(imiento, ni en un gesto me (end ante 1yoming. S#lo ella lea en mi mirada, por tran"uila "ue &uera, cun pro&undamente la deseaba.Amor, deseo... :na y otra cosa eran en m gemelas, agudas y mezcladas% por"ue si la deseaba con todas las &uerzas de mi alma incorp#rea, la adoraba con todo el torrente de mi sangre substancial.$uncan no lo (ea. ;7#mo poda (erlo