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III. EL ESPÍRITU SANTO Y LA MISIÓN DE LA IGLESIA

El Espíritu Santo en La Liturgia. Epíclesis y Acción in Persona Christi

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El P. Pedro Farnés explica la acción del Espíritu Santo, no ya en el "ser", sino en el "actuar" de la Iglesia, es decir, en su misión, así como su relación con la liturgia.

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  • III. EL ESPRITU SANTO Y LA MISIN DE LA IGLESIA

  • 1. PONENCIAS

  • EL ESpfRITU SANTO EN LA LITURGIA: EPfcLESIS y ACCIN IN PERSONA CHRISTI

    PEREFARNS

    Las ponencias de ayer trataron de lo que significa la presencia y la accin del Espritu Santo en lo que podra llamarse el ser de la Iglesia, o ms exactamente en algunas de las facetas del ser de la Iglesia (su unidad y su apostolicidad). Las de hoy van a abordar un tema parcialmente diverso: desde ahora nuestro Simposio va a tratar de la accin del Es-pritu Santo no ya en el ser sino en el actuar, de la Iglesia, es decir, en su misin, ms concretamente en dos de las facetas de esta misin del Espritu Santo: en la celebracin eucarstica -ste ser el tema de la presente ponencia- y en determinados aspectos de la vida personal de cada uno de los fieles, objeto de la segunda exposicin de este da.

    Es posible que algunos extraen que una ponencia que trata de la celebracin eclesial figure precisamente entre las que tratan de la inter-vencin del Espritu Santo en la misin de la Iglesia. Expliquemos el porqu de esta ubicacin. Misin de la Iglesia es ciertamente anunciar el evangelio del reino a los paganos, dar testimonio de la verdad ante quienes piden razn de nuestra esperanza, llevar el mundo a su pleni-tud y a los hombres a la unidad de la familia humana y todas cuantas facetas, directa o incluso indirectamente, se refieran al bien de los hombres. Pero no puede olvidarse que, por encima de todas estas me-tas, la principal misin del Verbo encarnado -y consiguientemente de la Iglesia- es la glorificacin de Dios. La Iglesia, unida a Cristo, siem-pre presente en ella pero especialmente presente durante su plegaria (Sacr. Conc. 7), tiene como misin primordial glorificar al Padre. Es-tudiar, pues, como en esta misin de la Iglesia el Espritu Santo esta presente y actuante entra de lleno en el mbito de la Presencia del Esp-ritu en la misin de la Iglesia.

    Vamos a desarrollar nuestra disertacin en seis apartados: en el pri-mero, presentaremos los rasgos de lo que son las epclesis litrgicas en general y cules sean sus diversos tipos. En una segunda parte pasare-mos a reflexionar sobre las epclesis de las Ordenaciones; en el tercer

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    apartado trataremos de las epclesis de la Iniciacin cristiana; en el cuarto pasaremos a exponer la gnesis y desarrollo de las epclesis eu-carsticas; en el quinto reflexionaremos sobre la teologa que subyace en los datos histricos estudiados, y finalmente en el sexto sacaremos algunas conclusiones de carcter espiritual en vistas a subrayar la pre-sencia del Espritu Santo en la plegaria eucarstica romana actual.

    Al iniciar esta reflexin quisiera hacer dos observaciones previas. Subrayar en primer lugar el acierto de la temtica general elegida por los organizadores de este Simposio para nuestras reflexiones. Nadie negar que centrar la atencin sobre el Espritu Santo resulta especial-mente oportuno en este segundo ao de preparacin al Jubileo del 2000, consagrado precisamente a la tercera Persona de la Trinidad. Pero haber escogido, entre diversos temas posibles sobre el Espritu Santo, la difcil temtica de las epclesis, sobre todo eucarsticas, y tra-tar concretamente de la relacin de esta plegaria con la accin de Cris-to a travs del ministro que acta en su nombre, resulta un aspecto es-pecialmente atrayente y oportuno en nuestros das tanto por el inters que tiene en s mismo subrayar la neumatologa (quiz un poco ol-vidada en la teologa latina) como desde una ptica espiritual yecu-mnica. Ojal nuestra aportacin pueda contribuir, aunque sea slo con un granito de arena, a clarificar el lugar que corresponde al Espri-tu Santo en la celebracin cumbre de toda la accin de la Iglesia I ya celebrar consiguientemente la Eucarista ms espiritual y fructfera-mente.

    I. LAs EPfcLESIS y sus DIVERSOS TIPOS

    Qu son las epclesis litrgicas

    Para captar mejor el significado teolgico y espiritual de las epcle-sis conviene empezar clarificando lo que stas son exactamente y lo que significan en el conjunto de las diversas invocaciones al Espritu Santo que se hacen en el interior de las celebraciones litrgicas. En las celebraciones litrgicas, en efecto, se invoca al Espritu Santo de ml-tiples formas y su presencia se pide de variadas maneras: frmulas sa-cramentales, cantos, doxologas, colectas incluso dirigidas directamen-te al Espritu (aunque stas sean poco frecuentes). Pero, con todo, entre las varias referencias litrgicas al Espritu Santo, las epclesis ocu-pan, sin duda, el lugar ms destacado tanto por su antigedad como por su significado; y entre las epclesis descuellan (por lo menos por la

    1. Sacro Canco 10.

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    frecuencia con que se repiten y por los problemas teolgicos y ecum-nicos que han suscitado) las que el obispo y los presbteros pronuncian en el interior de la Plegaria Eucarstica. Sin la pretensin de presentar aqu una definicin rigurosa de lo que es la epclesis intentemos al me-nos describirla. La epclesis podramos decir que es la invocacin que el sacerdote2 -obispo o presbtero- dirige al Padre3 (o a Dios) en el interior de determinadas plegarias litrgicas, pidiendo que enve su Espritu Santo (o la intervencin divina, o la fuerza de Dios) sobre de-terminadas personas, lugares o cosas. Podramos incluso describirla diciendo que es como la actualizacin litrgica de aquella plegaria que el Seor anunci en su discurso de despus de la Cena: Yo rogar al Pa-dre que os d otro Consolador Un 14, 16).

    Diversos tipos de epclesis

    Hablar del binomio epclesis-accin in persona Christi lleva casi es-pontneamente a pensar en las epclesis eucarsticas pues, como ya he-mos notado ms arriba, ellas son las ms frecuentemente recitadas y las que ms problemas han ocasionado tanto a la teologa como al ecumenismo. Adems es sobre todo en las epclesis eucarsticas donde la relacin epclesis-accin in persona Christi aparece ms clara y a veces incluso teolgicamente ms conflictiva. Pero si las epclesis eucarsticas son las que ms llaman la atencin conviene recordar -ya desde el principio de nuestra reflexin- que la liturgia presenta tambin otras epclesis y que stas son adems seguramente ms primitivas; por otra parte, recurrir al testimonio de estas epclesis no eucarsticas puede ser un precioso medio para iluminar incluso la problemtica teolgica de las epclesis eucarsticas y muy particularmente la relacin entre invo-

    2. En la liturgia latina actual incluso e! dicono recita algunas veces preces epiclticas (v. gr. en la bendicin de! agua bautismal o al bendecir a los nuevos esposos). Que un no sacer-dote recite una plegaria tan solemne como la epclesis (plegaria en cierta manera paralela a la accin in persona Christi) es una novedad desconocida tanto en Oriente como en las litur-gias latinas anteriores al Vaticano 11. Esta nueva prctica no deja de presentar dificultades pues e! dicono nunca es presencia de Cristo-sacerdote que ora al Padre como cabeza de la Iglesia; y es ste precisamente e! significado de la epclesis.

    3. La epclesis habitualmente se dirige al Padre y pide e! envio del Espritu Santo porque la liturgia (como la misma Escritura y la Tradicin patrstica) usan del lenguaje que los te-logos llaman apropiacin en virtud de la cual se atribuyen muy expresivamente a las diversas personas de la Trinidad aquellas acciones divinas que, aunque como operaciones ad extra sean realizadas por Dios en cuanto uno, no obstante reflejan e! ser propio de cada una de las Personas divinas Por ello escribimos los parntesis Dios, intervencin divina despus de Pa-dre y Espiritu Santo. Por ello tambin, como veremos luego, posiblemente tengamos una epclesis en e! Canon Romano aunque materialmente la peticin se dirija a Dios y no expl-citamente al Espritu Santo.

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    cacin al Espritu Santo y accin in persona Christi que es el tema ms concreto de esta ponencia.

    Empecemos notando que en la liturgia las epclesis eucarsticas no son, ni mucho menos, las ms primitivas. La epclesis en la Eucarista aparece ms tarde -y ms tmidamente aadira- de lo que muchos pudieran pensar. En la gnesis histrica de las Plegarias eucarsticas el primer dato que aparece es la accin del ministro in persona Christi; la epclesis pidiendo la intervencin del Espritu Santo para que trans-forme los dones es, como veremos, bastante ms tarda. Este es un he-cho que conviene subrayar y no slo por lo que se refiere a las Iglesias latinas, sino tambin con referencia a las anforas anteriores al naci-miento de las familias litrgicas (los textos eucarsticos por tanto que an son comunes a Oriente y Occidente) e incluso a las ms antiguas anforas orientales.

    Hay otras celebraciones sacramentales, en cambio, en las que a pe-sar de que el ministro acte tambin in persona Christi, la epclesis con todo aparece con mucho ms relieve que la accin ministerial del sacer-dote. Por ello precisamente pensamos que hacer un breve repaso al conjunto de las principales epclesis litrgicas puede iluminar nuestro tema y relegar a segundo trmino y relativizar las discusiones que, en algunas pocas sobre todo, han opuesto Oriente y Occidente en torno a la eficacia sacramental de las palabras del relato eucarstico y/o de la epclesis al Espritu. No slo en los textos antiguos ni nicamente en las liturgias orientales sino tambin en las liturgias medievales y moder-nas -incluida la liturgia latina actual- hay celebraciones en las que toda la eficacia sacramental se realiza y se manifiesta ms a travs de textos epiclticos que de acciones del ministro in persona Christi4

    11. LAs EPfcLESIS DE LAS ORDENACIONES

    Las ms tpicas, las ms claras e incluso las ms antiguas de las ep-clesis litrgicas son, sin duda alguna, las de las ordenaciones de obis-pos, presbteros y diconos. En ellas, podramos decir, nacen las ep-clesis cristianas. Hablando en lenguaje de la Escuela, incluso debemos decir que, en las ordenaciones, es la epclesis -no la actuacin del mi-nistro in persona Christi- lo que constituye la forma esencial del sa-cramento.

    Estas epclesis de la ordenacin las encontramos ya -y con clari-dad meridiana- en el ms antiguo ritual litrgico de la Iglesia, la lla-

    4. Pinsese, por ejemplo, en las frmulas sacramentales de las ordenaciones en las que las verba essentialia del sacramento son una epclesis.

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    mada Tradicin Apostlica, documento de inicios del s. IlI, escrito pro-bablemente en Roma, y usado ampliamente tanto en las Iglesias de Oriente como en las de Occidente (en no pocos liturgias las frmulas de ordenacin de este ritual se usan nuestros das) 5 Estas epclesis ocu-pan, pues, una posicin privilegiada como lugar teolgico pues de he-cho vienen a ser un testimonio especialmente importante de la fe de la Iglesia universal. Veamos, pues, aunque sea brevemente, como se pre-sentan las tres epclesis de las ordenaciones en este antiguo ritual.

    Para la ordenacin del Obispo la epclesis de la Tradicin Apostlica dice:

    Dios Padre de Nuestro Seor jesucristo ... infunde sobre este siervo tuyo que has elegido la fuerza del Espritu que procede de ti, el Espritu de soberana que diste a tu Hijo jesucristo ...

    Para la ordenacin de los presbteros el perodo central de la epclesis es:

    Dios y Padre de Nuestro Seor jesucristo, mira a tu siervo y conc-dele el Espritu de gracia y de consejo del presbiterado, a fin de que ayu-de y gobierne a tu pueblo con un corazn puro ...

    En la ordenacin de los diconos: el obispo recita la siguiente epclesis:

    Oh Dios, que todo lo has creado ... t que enviaste a jesucristo, Nuestro Seor, para servir segn tu voluntad y manifestar tu designio, concede el Espritu de gracia y de celo a tu servidor ...

    Estas tres plegarias -fcilmente se descubre a travs de su simple lectura- vienen a ser como un eco de la plegaria que Jess dirigi al Padre despus de la Cena pidiendo la efusin del Espritu sobre los apstoles. Al recitar, pues, el obispo la plegaria epicltica sobre el orde-nando es fcil descubrir la presencia de Jess pidiendo la efusin del Espritu sobre los apstoles. En esta plegaria epicltica del obispo or-denante tenemos bellamente ensamblados con claridad tanto la actua-cin del obispo que acta in persona Christi como la plegaria epicltica al Espritu. Con todo -resulta importante subrayarlo-- al contrario de lo que luego acontecer en las anforas eucarsticas, la epclesis apa-rece en primer trmino y mucho ms destacada que la accin del obis-po in persona Christi.

    5. Pablo VI insena tambin en el nuevo Pontifical la epclesis consecratoria de los obis-pos que figura en la Tradicin Apostlica que pasa as a substituir la que figuraba en los an-tiguos sacramentarios romanos; ello lo decreta precisamente para significar una mayor co-munin con las muchas Iglesias que desde tiempos muy remotos usan la plegaria de Hiplito para la ordenacin de sus obispos.

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    Quisiera subrayar que los textos de la Tradicin Apostlica a los que he hecho referencia, con su marcado matiz epicltico, no repre-sentan un simple hecho histrico; estas plegarias son y representan mucho ms; son de hecho, ni ms ni menos, el eco de toda la Tradi-cin. En efecto, estas plegarias de la Tradicin Apostlica, reproduci-das, traducidas o adaptadas en diversas lenguas antiguas, las encontra-mos en toda una serie de documentos de casi todas las iglesias de Oriente y Occidente; por ello, y sin miedo a exagerar, puede decirse que el contenido de estas epclesis son un dato de la Tradicin. De las plegarias de la citada Tradicin de Hiplito dependen, por ejemplo, el Testamentum Domini, las Constituciones Apostlicas, El Snodo de la Iglesia de Alejandra, y los Pontificales Copto y Sirio. A ello hay que aa-dir, que Pablo VI, al promulgar en 1967 el nuevo Pontifical del rito la-tino, decret que para la ordenacin de los obispos la oracin epiclti-ca de la Tradicin Apostlica substituyera la tradicional frmula de los sacramentarios latinos. Las epclesis de la Tradicin Apostlica repre-sentan, pues, tanto por el tiempo como por la geografa, la ms autn-tica tradicin de lo que es una epclesis y de lo que significa su eficacia sacramental.

    III. LAs EPfcLESIS DE LA INICIACIN CRISTIANA

    Para clarificar lo que es y lo que significa la epclesis en s misma y descubrir su importancia y eficacia en la sacramentaloga el mejor ca-mino es, sin duda, recurrir como hemos hecho ya a las races de esta plegaria tal como aparece en las frmulas de ordenacin. Pero, antes de pasar a las epclesis eucarstica, cabe dar un segundo paso que pue-de resultar tambin interesante e ilustrativo: el recurso, aunque sea breve, a las epclesis, presentes tambin desde antiguo, en los sacra-mentos de la Iniciacin cristiana. En la celebracin de estos sacramen-tos encontramos nuevamente significativos textos epiclticos. El ms importante de ellos (pero no ciertamente el nico) es el que luego vino a llamarse sacramento de la Confirmacin G

    Las invocaciones pidiendo la venida del Espritu Santo sobre el bautizando -es decir, las epclesis de la Iniciacin cristiana- consti-tuyen ciertamente un problema bastante ms complejo que el de las epclesis de las ordenaciones. Bajo algn aspecto por lo menos -nos referimos sobre todo a las antiguas Iglesias siracas-la problemtica

    6. Cf. PABLO VI, Constitucin Apostlica Divinae consortium naturae en el ardo Confir-mationis donde el Papa alude al desarrollo progresivo de esta epdesis en el conjunto de los ritos bautismales.

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    de estas epclesis tiene bastante similitud con las dificultades que luego surgieron con referencia a la epclesis eucarstica y que enfrentaron a las Iglesias orientales con la romana. Por ello precisamente pensamos que puede ser iluminativo para nuestro tema aludir tambin a este problema; ello ayudar tambin a clarificar el significado -e incluso la causalidad sacramental- de las epclesis eucarsticas?

    Los ritos de la iniciacin cristiana de la antigua Iglesia siraca pre-sentan, en efecto, un difcil problema referente al lugar y a la causalidad de esta epclesis -lo que hoy llamamos el sacramento de la Confirma-cin- problema que tiene bastante parecido con el que presenta la epclesis eucarstica de la Iglesia bizantina. En ambos casos se trata del momento y lugar concreto del rito en que se da la efusin del Espritu, sea sobre el catec.meno sea sobre los Dones eucarsticos, efusin que, a primera vista por lo menos, en la iniciacin parece se situ en algunas iglesias antes del rito bautismal del agua, a travs de una uncin prebap-tismal, y en la Eucarista despus de las palabras de la Consagracin.

    En efecto, en la ms antigua descripcin del ritual bautismal de la Iglesia siraca -la Didascalia de los Apstoles (s. III)- encontramos una nica uncin que se realiza antes del bautismo y es en ella exclusi-vamente donde se alude al Don del Espritu. Un poco ms tarde, en las Constituciones Apostlicas (s. IV) aparece ciertamente una segunda uncin despus de la ablucin bautismal; pero esta segunda uncin no tiene alusin alguna al Don del Espritu Santo; la epclesis para confe-rir el Don del Espritu al catecmeno contina, como en la Didasca-lia, conectada a la uncin prebaptismal, es decir, la invocacin para la venida del Espritu Santo se hace antes del rito del agua. He aqu el tex-to de las Constituciones Apostlicas, donde se dice claramente que el Es-pritu Santo se infunde antes del rito del agua.

    T, obispo, ungirs en primer lugar con el leo santo, despus bautiza-rs con el agua, y finalmente sellars con el mirrn; de manera que la un-cin sea la participacin del Espritu Santo, el agua el signo de la muerte y el mirrn el sello de los compromisos (lII, 16 ed. Funk, p. 211).

    Que la iniciacin cristiana comporte el Don del Espritu Santo (que haya Bautismo y Confirmacin, diramos en lenguaje moderno)

    7. En ambos casos el problema se sita sobre el momento en e! que se realiza la eficacia sa-cramental. Por lo que se refiere a la Eucarista el problema entre la ortodoxia y la teologa ca-tlica es si la transubstanciacin se opera en el momento en e! que e! sacerdote pronuncia las palabras de la consagracin o en e! momento que l hace la invocacin al Espritu Santo; por lo que se refiere a la Iniciacin cristiana e! problema est tambin en el momento en e! que e! bautizando recibe e! Don del Espritu: en la uncin prebaptismal (antes de! rito del agua) o en la imposicin de manos o crismacin postbaptismal.

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    no pone problema alguno: es un dato unnime de todas las liturgias de Oriente y Occidente, antiguas y mas recientes. Y no podra ser de otra forma porque este Don constituye una de las realidades ms esen-ciales de la Iniciacin tal como la presenta el Nuevo TestamentoH Pero cul sea el rito o los ritos concretos con que se confiere el Espritu San-to y el lugar que estos ritos ocupan en el desarrollo litrgico de la Ini-ciacin es otro asunto y aqu s que puede aparecer un verdadero pro-blema. Para resolverlo correctamente hay que decir que este lugar y estos ritos pueden ser diversos (e incluso aparentemente contradicto-rios) de una Iglesia a otra y de un siglo a otro permaneciendo idntico el Don. A los telogos corresponder explicar -siempre con fidelidad a la Revelacin y guiados por el Magisterio- los problemas que pue-dan surgir entre las diversas prcticas eclesiales, pero sin olvidar que, tanto en las epclesis bautismales como en las eucarsticas, una cosa es la intervencin del Espritu Santo y otra el lugar y los ritos con que se manifiesta litrgicamente este Don. Por otra parte conviene recordar que siempre cabe que una Iglesia particular pueda equivocarse en al-gn rito pues nicamente a la Iglesia universal se le ha dado el don de la infalibilidad, segn el conocido adagio de san Vicente de Lerins: Quod semper, quod ubique, quod ab omnibus.

    El fenmeno de la diversidad de momentos y gestos litrgicos concretos con que se confiere el Don del Espritu en la Iniciacin cris-tiana, por otra parte, aparece ya en el mismo Nuevo Testamento. ste es un dato que quiz no se haya remarcado suficientemente y que pue-de puede ser precioso a la hora de iluminar nuestro problema (e indi-rectamente por lo menos el de las epclesis eucarsticas). Veamos cmo se presentan algunos relatos de la Iniciacin cristiana en el Nuevo Tes-tamento. De los samaritanos, por ejemplo, se nos relata que, bautiza-dos por Felipe, reciben el Espritu a continuacin de la ablucin bau-tismal, por medio de la imposicin de manos de Pedro y Juan (Hch 8, 5-17). Lo mismo acontece en Corinto: los discpulos de Juan reciben primero el bautismo y luego Pablo les impone las manos para comuni-carles el Espritu Santo (Hch 19, 5-6). Pero en el caso de Camelia pasa a la inversa: primero desciende el Espritu Santo sobre los que escu-chan el mensaje apostlico y slo a continuacin son bautizados en el agua (Hch 10-47). Con referencia a lo acontecido el da de Pentecos-ts los Hechos no sealan ningn rito propio para conferir el Espritu Santo: todo parece como si los ritos de la iniciacin, incluido el Don del Espritu, se redujeran al nico gesto del agua (2, 38-41)~.

    8. Cf. por ejemplo: Mt 3. 11; Lc 3. 16; Jn 3. 5; Hch 1. 5. 16. 9. En e! siglo II Justino. al narrar los riros de la iniciacin cristiana. tampoco alude a nin-

    gn gesro propio para conferir e! Don de! Espritu; a pesar de que la descripcin de J ustino

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    No podemos aqu -rebasara el tema y sobre todo el tiempo de esta ponencia- extendernos ms y tratar de otras epclesis de la Ini-ciacin distintas de la que hoy llamamos sacramento de la Confirma-cin, y presentes tambin en los ritos de la Iniciacin cristiana; bste-nos citar, nicamente a manera de ejemplo, las que se encuentra en la consagracin del mirrn en Oriente o del Crisma en la liturgia latina, o la que figura para la bendicin del agua bautismal (la clebre y ex-presiva frmula romana Decendat in hanc plenitudinem fontis virtus Spiritus Sancti).

    Ligier analiz y coment hace algunos aos el conjunto de ritos y textos bautismales 10 y, al situarlos histrica y doctrinalmente, conclua sus reflexiones diciendo que la epclesis pidiendo la venida del Espritu sobre los bautizados (gestos y frmulas) constituye una realidad pre-sente, ms o menos explcitamente, en todos los ritos a pesar de las transformaciones y variaciones que se haban operado de una familia litrgica a otra. Sin duda, aada, esta gran variedad de frmulas y de gestos epiclticos -incluido el gesto que hoy llamamos en el Occi-dente latino sacramento de la confirmacin- demuestra que las litur-gias antiguas se preocuparon menos que nosotros en determinar el momento preciso de cada accin tomada aisladamente; pero no deja-ron de interesarse de la realidad de la presencia del Espritu tanto por lo que se refiere a la Iniciacin cristiana como con referencia a la Euca-rista. Esta observacin resulta importante y clarificadora al tratar de la relacin epclesis eucarstica-relato de la institucin que tanto ha preocu-pado e incluso dividido posteriormente a los fieles que celebran sea la liturgia romana sea la hispana y las orientales, como vamos a ver a continuacin.

    IV LAs EPfcLESIS EUCARfsTICAS

    Pasemos ya a lo que en cierta manera es el ncleo de nuestra expo-sicin y lo que seguramente ms esperan de esta ponencia los partici-pantes en nuestro Simposio: la gnesis, significado y causalidad sacra-mental de las epclesis eucarsticas y la relacin de estas frmulas con las palabras que dice el ministro in persona Christi.

    Quisiera empezar esta parte de nuestra reflexin recordando que hoy existen numerosos estudios histrico-litrgicos que han dado una

    es muy detallada se pasa directamente del bautismo a la Eucarista. (Apologa 1, 63, RUIZ BUENO, Padres Apostolicos, Madrid 1954, BAC, p. 256).

    10. La Confinnation, conjucture oecumnique hier et aujourd'hu~ Beauchesne, Paris 1973, pp. 88-90.

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    especial luz a un problema que hace slo unas pocas dcadas resultaba bastante ms oscuro, por falta sobre todo de suficientes estudios hist-ricos. Permtasenos citar por lo menos a algunos de los ms egregios estudiosos de esta problemtica, en cuyas investigaciones principal-mente me apoyar, ampliando o desarrollando eventualmente algn matiz. Estos autores son principalmente: Salaville ll , Chavasse12 , Bot-te I3 , Bouyerl4 , Ligierl5, Dalmais l6 y Pinell l7

    Hablamos de epclesis eucadsticas en plural no slo porque en las diversas familias litrgicas hay numerosas formulaciones epiclticas sino sobre todo porque, llegado un momento determinado l8, algunas anforas, desdoblan la plegaria epicltica en dos frmulas insertas en el interior de una nica plegaria eucarstica (las epclesis llamadas de la consagracin y de la comunin).

    a) Textos eucarsticos primitivos que preanuncian la epclesis eucarstica

    Tenemos dos textos muy antiguos -podramos considerarlos como las primitivas races de la epclesis eucarstica- que son frmulas, por lo menos emparentadas, con las epclesis eucarsticas, aunque en ellas no se aluda an al Espritu Santo. Son textos situados despus de una anmnesis y en los que se pide que los dones que recibirn los comul-gantes den en ellos el debido fruto. El contenido de estos antiguos tex-tos no difieren mucho del de las intercesiones de la anfora; por ello tanto pueden considerarse epiclticos como intercesorios a favor de los comulgantes. La splica que figura en la posible anfora de la Didaj es una peticin por toda la Iglesid 9; la de las Constituciones Apostlicas, que es un poco ms tarda, es una splica por los comulgantes1o

    11. L 'pic/ese africaine en Echos d'Orient 31 (1941-42) 268-282. 12. L 'pic/ese eucharistique dans Les anciens /iturgies orienta/es, une hypotese d'interpretation,

    en Mlanges de science religieuse 2 (1946) 197-206. 13. L 'pic/ese de /'anaphore d'Hypo/ite, en Recherches de thologie ancienne et mdieva-

    le 14 (1947) 2~ 1-251; L 'pie/ese dans les /iturgies syriennes orientales, en Sacris erudiri 6 (1954) 48-71; A propos de la Tradition Apostolique, en Recherches de thologie ancienne et medievale 33 (1966) 177-186.

    14. Eucharistie, Desclee, Tournai 1968, pp. 171-178. 15. De 1.0 cene de sus a l'anaphore de l'glise, en La Maison-Dieu 87 (1966) 43-54. 16. L 'Esprit Saint et Le mystere du salut dans les pic/eses eucharistiques syriennes, en lstina

    18 (1973) 147-154. 17. Anamnesis y epcLesis en el antiguo rito galicano, Lisboa, 1974. 18. As ha acontecido en nuestros das con las Plegarias eucarsticas 11, III Y IV introduci-

    das por Pablo VI en la liturgia romana. 19. Como este fragmento estaba disperso sobre los montes y reunido se hizo uno, as sea

    reunida tu Iglesia de los confines de la tierra (IX). 20. Cf. VII, 25, 1-26,6.

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    b) Las mds antiguas formulaciones de la epclesis eucarstica

    Pasemos a otros dos textos -de los que podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que son propiamente epclesis eucarsticas21- que, en el estado actual de nuestros conocimientos, son las dos ms antiguas anforas cristianas. En estas dos anforas se encuentra inserta una ine-quvoca epclesis con alusin explcita al Espritu Santo. Son la Plega-ria eucarstica de la Tradicin Apostlica y la caldea de Addai y Mari. La primera de ellas es occidental, la segunda oriental, ambas del s. III. En estas dos anforas la efusin del Espritu Santo se pide en vistas a los futos de la comunin.

    En la anfora de Hiplito, despus del relato de la institucin, re-citadas ya, por tanto, lo que nosotros llamamos palabras de la consagra-cin, el celebrante dice:

    Te pedimos, Seor, que enves tu Espritu Santo sobre la oblacin de la santa Iglesia a fin de que cuantos participen de estos dones santos sean congregados en la unidad y llenos del Espritu Santo.

    De una manera parecida se expresa la anfora caldea de Addai y Mari. Recitada ya la anmnesis, el celebrante dice:

    Que venga, Seor, tu Espritu Santo sobre esta oblacin de tus servi-dores; que l mismo la bendiga y la santifique a fin de que sirva para el perdn de las faltas y para la remisin de los pecados, para la grande esperan-za de la resurreccin de entre los muertos y para la vida nueva en el reino de los cielos con todos los que han sido agradables a tus ojos. En estos dos textos tenemos, pues, un dato importante: la epclesis

    eucarstica nace como splica pidiendo los frutos de la comunin. Sal-ta a los ojos, en efecto, que en estas dos primitivas epclesis no se pide que descienda el Espritu Santo para consagrar los dones sino simple-mente que descienda sobre los dones consagrados para que su recepcin resulte fuctftra a los comulgantes. Este es, pues, el sentido original de la splica para que el Espritu descienda sobre los dones consagrados. Podemos decir que en estos textos tenemos ms unas intercesiones -como las que ms tarde se aaden por los jerarcas y otros miembros de la Iglesia- que lo que hoy llamamos epclesis. En la epclesis de Hiplito se pide en efecto que los comulgantes logren la unidad ecle-sial -que cuantos participen de estos santos dones sean congregados en la unidad-; en la de Addai y Mari, que quienes comulguen obtengan el

    21. De los textos antes citados de la Didaj y de las Constituciones Apostlicas no pode-mos afirmar con seguridad que sean epclesis eucarsticas.

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    perdn y la gracia escatolgica -la remisin de los pecados y la grande esperanza de la resurreccin----. No puede, pues, olvidarse -ello ayuda-r a resolver los problemas teolgicos y ecumnicos que surgirn ms tarde- que es un hecho incontestable que las dos epclesis eucarsticas ms antiguas son medio epclesis, medio intercesiones, y que piden que el Espritu Santo descienda sobre el pan y vino ya consagrados sin que tengan referencia alguna a la transubstanciacin de estos elemen-tos sino que piden nicamente la recepcin fructuosa de la Eucarista: que el pan y vino consagrados aprovechen realmente a los comulgan-tes. Con palabras de la Escuela, podramos decir que estas epclesis no piden que el Espritu realice el sacramento sino que se obtenga tambin la res sacramenti. Si ms tarde aparecen epclesis con otro sentido, lo primitivo -la Eucarista ms cercana cronolgicamente a la de Je-ss- se centraba en las palabras de la Institucin y luego se peda la efusin del Espritu para que la Eucarista consagrada fructificara en los fieles.

    c) Las epclesis-splica por la consagracin de los dones

    Si los ms antiguos textos epiclticos se limitan a pedir la efusin del Espritu sobre los dones consagrados para que stos aprovechen a quienes luego los recibirn, muy pronto -parece que el fenmeno se origina a finales del s. N- estas plegarias, tanto en Oriente como en las liturgias hispana y galicanas, van tomando un matiz algo distinto y teolgicamente ms difcil de explicar. Se pasa de pedir la efusin del Espritu para que los comulgantes reciban fructuosamente el Cuerpo y Sangre del Seor a pedir que el Espritu haga del pan y del vino el Cuer-po y Sangre del Seor. En este sentido comentan ya las plegarias recita-das despus del relato de la institucin las clebres Catequesis atribuidas a san Cirilo de Jerusaln:

    Invocamos al Dios amador de los hombres para que enve su Espri-tu Santo sobre la oblacin a fin de que haga del pan el Cuerpo de Cristo y del vino su Sangre preciosa 22.

    No mucho ms tarde, avanzando en esta misma lnea, las expresio-nes de las epclesis toman un lenguaje ms radical an: de pedir que el Espritu haga del pan y del vino el Cuerpo y la Sangre del Seor, se pasa a la expresin de que estos elementos se conviertan o se transfor-

    22. Catequesis mistaggica V; Cf. SOLANO, Textos eucarsticos primitivos, Madrid 1952, BAC 88, vol 1, p. 329.

  • EL ESplRITU SANTO EN LA LITURGIA: EP!CLESIS y ACCIN .IN PERSONA CHRIST[" 497

    men en el Cuerpo y Sangre de Cristo. Y son estas expresiones las que luego se hacen habituales y comunes en las plegarias eucarsticas orientales, hispanas y galicanas. He aqu, para poner un ejemplo, cmo se expresa la epclesis, recitada despus de las palabras de la consa-gracin, en la llamada Anfora de san Juan Crisstomo, la ms usada actualmente de las plegarias eucarsticas orientales tanto por los orto-doxos como por los orientales catlicos:

    Te ofrecemos este sacrificio espiritual, este culto incruento, y te ro-gamos, te pedimos y te suplicamos que enves el Espritu Santo sobre noso-tros y sobre los dones aqu presentes. Haz de este pan el Cuerpo precioso de Cristo, transformndolo por obra del Espritu Santo. RJ. Amn. Y de lo que contiene este cliz, la Sangre preciosa de Cristo RJ. Amn. Transformndolos por obra del Espritu Santo. RJ. Amn.

    Aduzcamos un segundo ejemplo, ste ms cercano a nosotros, el de una de las anforas de la liturgia hispana. Se trata tambin de una plegaria recitada despus del relato de la consagracin:

    Realizando, pues, y observando el mandato de tu Unignito (las pa-labras de la consagracin que acaba de recitar el celebrante) te pedimos, Pa-dre todopoderoso, que infundas sobre estas creaturas (el pan y el vino ya consagrados) colocadas sobre tu altar el Espritu Santo para que por la in-fusin del misterio invisible y celestial, este pan, convertido (transmutatus) en carne, y este cliz transformado (transformatus) en sangre, sea gracia para quienes te lo ofrecen y medicina para quienes lo reciberr3

    V TEOLOGA QUE SUBYACE EN LOS DATOS HIST6RICOS DE LAS EPfcLESIS

    Las epclesis postconsecratorias que acabamos de ver y que explci-tamente piden la transformacin de los dones, se han ido recitando en Oriente, a partir del s. V, despus del relato de la Institucin, tanto por ortodoxos como por catlicos, sin que pusieran dificultad teolgica al-guna. Las dificultades entre orientales y latinos vinieron slo despus y no de parte de la prctica litrgica sino del anlisis de la teologa latina medieval. Es ms: incluso cuando en la poca moderna algunos bizan-tinos u otros orientales recompusieron su comunin con el sucesor de Pedro y con ello nacieron los llamados uniatas, stos continuaron usando las anforas orientales -la de san Juan Crisstomo sobre todo, con la epclesis que hemos citado ms arriba incluida- sin que la invocacin al Espritu Santo para la transformacin de los dones re-

    23. Missale Hispano-Mozarabicum, VII Dominico de Cotidiano, Post pridie.

  • 498 PEREFARNfs

    citada despus de las palabras de la institucin les ocasionara tampoco especiales dificultades.

    Los problemas surgieron despus. Una vez que las explicaciones es-colsticas (refrendadas en gran parte por Trento como buenas explicacio-nes, y asumidas por la casi totalidad de la teologa latina) subrayaron que la accin del sacerdote repeta in persona Christi las palabras que el Se-or dijo en la Cena24, les result difcil a los telogos latinos explicar que la transubstanciacin se operara por medio de una invocacin al Espri-tu recitada despus de dichas ya las palabras del Seor. Los orientales, por su parte, habituados como estaban desde haca siglos, no slo a usar las palabras de la epclesis postconsecratoria ya estereotipada, sino incluso a darles una gran solemnidad y nfasis25 , difcilmente podan aceptar que tan solemnes splicas no fueran eficaces y por consiguiente empezaron a negar la eficacia sacramental del relato de la institucin. As, pues, nacieron y arraig la lucha y las controversias sobre el papel y la efica-cia de las palabras del relato y de la epclesis postconsecratoria.

    Hoy las cosas parecen haber encontrado un camino ms pacfico. A los anlisis teolgico-filosficos medievales, que se complacan en analizar casi anatmicamente las partes de la celebracin sacramental concretando palabras y momentos, ha seguido una teologa ms cerca-na a la la Escritura y a los Padres y que pone la primaca en el conjunto de la plegaria eucarstica y de las acciones sacramentales, sin negar -es evidente- nada de lo que ha sido definido como integrante de la fe catlica, pero explicando el sacramento puestos los ojos en todas las acciones y palabras del Seor, tal como a travs de los siglos las han rea-lizado las diversas Iglesias de Oriente y Occidente.

    La historia de los textos eucarsticos epiclticos, con la evidente evolucin de los mismos tal como la hemos expuesto ms arriba, no han dejado de influir positivamente en las maneras de ver y juzgar de los orientales que hoy dan cada vez ms valor al relato de la institucin. Los latinos, por su parte, descubriendo el poco subrayado de la accin del Espritu Santo que se da en la plegaria eucarstica romana, han admi-tido esta deficiencia y por ello han incluido en la liturgia romana plega-rias eucarsticas en las que la epclesis aparece de nuev026 suficientemen-

    24. Esta visin no la aplic, en cambio, la teologa medieval a las Ordenaciones: aunque tambin en este sacramento el obispo acta in persona Christi; las frmulas consecratorias de los ministros continuaron y continan limitndose a la invocacin epicltica al Espritu.

    25. Despus del relato de la institucin el celebrante se arrodilla y extiende sus brazos para la invocacin epicltica al Espritu Santo; el pueblo --o por lo menos el dicono en nombre de la asamblea- interviene intercalando varios solemnes Amn en la epclesis sacerdotal.

    26. De nuevo decimos pues tenemos textos occidentales antiguos en los que la epclesis fi-gura tan explcita como en Oriente (v. gr. la Tradici6n Apost6lica [s. I1I]) y muchas anforas hispanas y galicanas que no pueden considerarse ms recientes que el Canon romano.

  • EL ESpfRlTU SANTO EN LA LITURGIA: EPfcLESIS y ACCIN .. IN PERSONA CHRlSTh 499

    te explcita; de esta forma se ha equilibrado en la Iglesia latina, teolgi-ca y litrgicamente, la doble vertiente Accin de Cristo-Intervencin del Espritu Santo.

    Oriente y Occidente, aunque sus expresiones litrgicas hayan sido a travs de los siglos -o sean an actualmente- parcialmente diver-sas -se trata de los dos pulmones con los que respira el nico Cuerpo del Seor en expresin de Juan Pablo I1- tienen, pues, una misma fe aunque sus teologas o explicaciones de esta fe comn puedan tener matices diversos. La transubstanciacin eucarstica -como la Encar-nacin del Verbo- son obra del amor de Dios. Este Amor, substan-cial de Dios, cuando pasa del interior de las relaciones interpersonales de la Trinidad, la teologa por motivaciones serias, justificadas y re-frendadas solemnemente en ms de una ocasin por el Magisterio, se complace en atribuirlo al Espritu Santo. El Espritu Santo interviene, por tanto, en la realizacin del sacramento del amor por antonomasia que es la Eucarista; a los telogos en comunin con el Magisterio, les corresponde explicar el cmo de esta intervencin.

    Tanto la accin invisible de Cristo como la del Espritu postulan sig-nos visibles en las celebraciones litrgicas, estos signos, con el correr de los siglos y por circunstancias histricas a veces poco conocidas, pueden haberse convertido en menos claros y consiguientemente verse necesi-tados de retoques e incluso de reformas (Cf. Sacro Ca nc. 21). No es esto precisamente lo que ha acontecido en la Iglesia latina con respecto a las epclesis de la Plegaria eucarstica romana (bien porque resulta ex-cesivamente implcita27 , o bien incluso porque se haya olvidado en el Canon romano) y que indujo a Pablo VI a admitir junto a la Plegaria eucarstica romana otros textos que usados alternativamente en algunos das pueden dar una visin y vivencia ms plena del misterio eucarsti-co y de la intervencin del Espritu en su celebracin?

    En Occidente, en efecto, y probablemente ya desde san Ambrosio (t 397) -el primer escritor que alude al Canon Romano-la eficacia del sacramento eucarstico se centra en las palabras del relato de la ins-titucin recitadas por el sacerdote in persona Christi. Segn este Padre es a travs de las palabras y acciones del ministro de la Eucarista como el mismo Cristo convierte el pan y el vino en su Cuerpo y en su San-gre28 Posiblemente el texto de san Ambrosio -del que por otra parte slo tenemos una breve cita parcial- incluyera tambin algn tipo de alusin al Espritu Santo, ms o menos explcita (en la Tradicin Apos-tlica, escrita casi con seguridad en Roma, que pertenece por tanto a la

    27. Vase lo que decimos ms arriba en la nota 2. 28. De Sacramentis, 4, 14-16.21-23, Sources Chrtiennes 25 bis, pp. 108-115.

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    liturgia occidental, la epclesis aparece bien explcita). Los textos de san Ambrosio y del Canon romano por otra parte, pueden interpre-tarse -quiz deban interpretarse-- a la manera como bellamente lo hace el telogo ortodoxo P. Evdokimov: Es el Espritu Santo quien, a travs de las palabras del relato de la institucin, hace una anmnesis epifnica del Seor, manifiesta la intervencin del mismo Cristo e identifica con su poder las palabras del sacerdote con las que el Seor dijo en la ltima Cena, transformando as los dones eucarsticos29. A ello podra aadirse tambin el hecho de que todas las dems liturgias latinas -conocemos sobre todo las plegarias eucarsticas del rito hispa-no y algunas del antiguo rito galicano- tienen siempre bien explcita la epclesis y con peticiones muy cercanas a las de las liturgias orienta-les1o La Iglesia, pues, tanto en Oriente como en Occidente, ha invoca-do al Espritu Santo para la realizacin ms plena, objetiva y subjetiva del misterio eucarstico.

    VI. LA EPfcLESIS O SPLICA POR LOS FRUTOS DE LA COMUNION EN EL CANON ROMANO

    Esperamos que el repaso histrico de la evolucin de las diversas epclesis -especialmente el de las eucarsticas- haya clarificado el significado, la importancia teolgica y sobre todo la eficacia sacramen-tal, tan controvertida en tiempos no muy lejanos, de la invocacin al Espritu Santo en la celebracin eucarstica. No queremos, con todo, terminar esta exposicin sin hacer una ltima reflexin sobre la invo-cacin o epclesis al Espritu Santo en la Plegaria eucarstica tradicio-nal del rito romano, usado por nuestras Iglesias -por sus numerosos santos- durante ms de quince siglos, y que, por tanto, en manera alguna puede quedar relegado en el uso litrgico actual. Por ello quisie-ra terminar esta exposicin subrayando el sentido epicltico de algu-nas de las expresiones del Canon romano a fin de que, al usarlo, resul-te ms fcil vivir la doctrina comn de la presencia del Espritu y de la necesidad de su 2tervencin para que la Eucarista resulte fructuosa.

    Dos son principalmente los incisos de nuestra venerable Prex lati-na que pueden referirse a la accin del Espritu Santo en la Plegaria eucarstica latina: los textos Bendice y acepta, oh Dios3\ esta ofrenda y Te

    29. CAZELLES-EvDIKIMov-GREINER, Le mystere de !'Esprit Saint, Mame, Tours 1968, p. 106.

    30. Vase por ejemplo el texto de la epclesis hispana citada en la p. 497. 31. Como hemos advertido ya la versin espaola del Canon romano traduce equvoca-

    mente el Deus latino por Padre, y con ello dificulta la interpretacin epicltica del original latino.

  • EL ESP!R1TU SANTO EN LA LITURGIA: EP!CLESIS y ACCIN "IN PERSONA CHRlSTI 501

    pedimos humildemente. A estos dos incisos podra aadirse el gesto de imposicin de manosJ2 -precisamente durante el primero de los inci-sos citados- gesto que es tambin epicltico. Por ello podemos afir-mar que, si bien es verdad que en la Prex romana la alusin al Espritu Santo no aparece tan subrayada como en otras liturgias, no obstante el olvido del Espritu quiz no es tan radical como pudiera pensarse. Por otra parte resulta factible interpretar las dos frases citadas de la venera-ble Prex romana -sobre todo la primera- de tal forma que en la in-vocacin al Espritu por parte de quienes la recitan o la siguen en su interior, no olviden la splica por la intervencin del Espritu en vistas a lograr una comunin fructuosa.

    Refirmonos en primer lugar al importante inciso Bendice y acepta esta ofrenda. Es una frase que posiblemente pasa desapercibida, y que pertenece a la ms autntica tradicin latina33 Las palabras ms signi-ficativas del inciso son la expresin sean (el pan y el vino) para noso-tros (nobis) Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado Jesucristo nuestro Se-on). El inciso est inserto en un texto que literalmente se dirige a Dios3" no explcitamente al Espritu Santo como es costumbre en las epclesis35 Pero, como hemos dicho ya, las acciones divinas de cara a las criaturas -las acciones ad extra que dirn los telogos- aunque se atribuyan a cada una de las personas en cuanto manifiestan el ser pro-pio de cada una de ellas, las realiza el Dios-Uno. La santificacin de los fieles a travs de la participacin en la Eucarista es, por tanto, obra de Dios, pero se atribuye muy expresivamente al Espritu Santo. La epclesis, pues, aunque muy oportunamente pida la intervencin del Espritu Santo, puede tambin dirigirse a Dios sin especificar la Perso-na, como acontece en nuestro texto.

    Ello nos obliga, pues, a decir que en nuestra Prex romana, se con-tiene tambin una doble peticin: la confeccin del Sacramento y la fruc-tificacin del mismo. La confeccin del Sacramento se manifiesta y rea-liza mediante las palabras del Seor la fructificacin del mismo -obra divina que habitualmente se atribuye al Espritu Santo y que en la ma-yora de los textos se explicita mediante una epclesis- se realiza y manifiesta mediante la plegaria Bendice y santifica, recitada antes del re-

    32. Esta expresiva imposicin de manos es la nica que los concelebrantes estn obliga-dos a realizar; por que se trata de un gesto importante, sin duda, mucho ms importante que la extensin de una de las. manos mientras se pronuncian las palabras de la Consaf7acin, extensin de la mano esta segunda que es simplemente facultativa.

    33. El inciso figura tambin la plegaria eucarstica II -la ms usada actualmente sobre todo en los das feriales- y, con toda ptobabilidad, es de origen occidental.

    34. La versin castellana traduce lastimosamente el Deus original por Padre. 35. Vase con todo lo que decimos en la p. 487.

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    lato de la Institucin y con las manos impuestas sobre los dones36 -so-bre todo a travs del inciso sea para nosotros Cuerpo y Sangre de tu Hijo amado, nuestro Seor Jesucristo-. Este inciso, por tanto, viene a ser, una epclesis aunque en l no se aluda explcitamente al Espritu Sant03? En el Canon romano, por tanto, tenemos tambin una verda-dera epclesis en el inciso Bendice y acepta, que como en las epclesis ms primitivas (Hiplito, Addai y Mari) pide la santificacin de los co-mulgantes, santificacin atribuible al Espritu Santo.

    El Canon Romano contiene un segundo texto que, posiblemente -no pasa de ser una hiptesis- comporte tambin un significado epicltico. Es el siguiente inciso, que se recita despus de la anmnesis, mientras el sacerdote est inclinado:

    Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia hasta el altar del cielo por manos de tu ngel38 para que cuantos recibimos el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, al partici-par aqu de este altar, seamos colmados de gracia y bendicin.

    En este texto se pide por los que van a recibir la Eucarista y la pe-ticin est ubicada precisamente despus de la anmnesis, como en los ms primitivos textos eucarsticos (Tradicin Apostlica, Addai y Mari; cf. p. 495). La posible alusin al Espritu Santo con el vocablo dnge/39 hara el texto an ms sugestivo.

    36. Si las palabras de esta plegaria no aluden expcitamente al Espritu, e! gesto en cam-bio, s que es e! que habitualmente se usa para manifestar la intervencin de la Tercera Per-sona de la Trinidad. Este es un detalle importante que debe subrayarse para la interpreta-cin de nuestra epclesis romana.

    37. Permtasenos aludir a un recuerdo personal: en e! momento que fueran traducidas las plegarias eucarsticas a nuestras lenguas, hubo intervenciones insistentes pidiendo la supre-sin de! inciso sea para nosotros (de hecho esta frase se excluy de las anforas IIJ y IV). A los arguyentes les pareci, que la frase inclua un sujetivismo teolgicamente incorrecto: por las palabras de la consagracin, decan, e! pan y e! vino pasan a ser objetiva y ontolgicamente e! Cuerpo y la Sangre del Seor. Decir, por tanto, sean para nosotros resultaba, segn los argu-yentes, teolgicamente por lo menos incorrecto. No comprendan que el sentido era diverso (lo comprenden hoy todos los fieles?): la splica pide a Dios que la eucarista no sea nica-mente, en su materialidad, el Cuerpo y la Sangre del Seor sino que Dios conceda tambin que este Cuerpo y Sangre constituyan adems un sacramento fructfero para quienes los re-ciban: sean tambin subjetivamente por la gracia para nosotros Cuerpo y Sangre del Seor. En lenguaje de la Escuela diramos que las palabras de! relato realizan el sacramentum tantum y las del inciso sean para nosotros piden la res sacramenti, es decir, la consecucin del fruto de! sacramento. La peticin de! fruto de la comunin -la epclesis- no falta, pues, tampoco en e! Canon tomano.

    38. Algunos han querido ver en la palabra dngel, una alusin al Espritu Santo, como En-viado del Padre; aunque esta interpretacin no sea imposible -sobre todo si e! Canon es la versin de un texto griego perdido-- no obtante parece difcil aceptar esta hiptesis.

    39. Cf. nota 35.

  • EL ESP!R1TU SANTO EN LA LITURGIA: EPlcLESIS y ACCIN .IN PERSONA CHRlSTJ,. 503

    Con el subrayado de estos dos incisos del Canon romano termina-rnos nuestra exposicin. Ojal nuestras reflexiones hagan revivir en todos la presencia del Espritu en la celebracin eucarstica y el repaso de cmo la epclesis est presente de una manera u otra -ms o me-nos explcita o implcitamente, incluso en nuestra antigua anfora ro-mana- desvele nuestra atencin orante y contemplativa al tornar en nuestros labios textos venerables que contienen en su interior tesoros a veces escondidos!