El Estado Terrorist A Argentino - Duhalde

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  • 8/2/2019 El Estado Terrorist A Argentino - Duhalde

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    El es tado Ter r o r is t a Arg en t ino

    Por Eduar do Duha ld e

    Captu lo I

    La po l t i ca de de ten c iones-desapar ic iones com o m etod o log acen t ra l

    El secues t ro com o m tod o de de tenc in

    El diagrama militar aplicado tras el golpe de Estado del 24 de marzo fuede carcter nacional y simultneo. El plan militar terrorista,cuidadosamente preparado a lo largo de 1975, tuvo como eje central a laComunidad Informativa, es decir a los distintos Servicios de Informacionesde cada fuerza bajo la coordinacin del Servicio de Informaciones del

    Estado (SIDE). A travs de ellos, se realiz la recopilacin de lainformacin de todas las personas y estructuras orgnicas que deban ser"atacadas". Todo individuo calificado de "izquierdista" era un enemigo aexterminar. Cada estructura "infiltrada" deba ser depurada; aquellas queestaban al servicio directo de la "subversin" deban ser destruidas. Conrespecto al movimiento obrero, la tarea de la "comunidad informativa" fueprolija y paciente. Oficiales de inteligencia recorrieron todo tipo deestablecimientos industriales, fbrica por fbrica, talleres grandes ymedianos, y junto con las patronales elaboraron las listas de loselementos indeseables: miembros de comisiones internas, activistas

    sindicales, trabajadores con militancia poltica, con antecedenteshuelguistas, etc.Ms difcil se presentaba, dentro del diagrama militar, la tarea deexterminar a los miembros de las organizaciones polticas revolucionarias,en la medida en que stas tenan una-estructura clandestina -forzosa trasla accin de las Tres A- y una organizacin celular, apoyada en elocultamiento de la identidad de sus miembros. La informacin-base enposesin de los Servicios de Informaciones deba servir como punto dpartida a los "Grupos de Tareas" de las FF.AA. mediante la aplicacin del"mtodo de la cadena", "de la periferia al centro organizativo", basado en

    el "efecto multiplicador de la informacin receptada". En otras palabras, laaplicacin sistemtica de la tortura a familiares, colaboradores ymiembros perifricos, para llegar as, secuencialmente, a miembros msorgnicos, hasta alcanzar a las cabezas de las organizaciones. Con un solocriterio comn: la eliminacin fsica de todos ellos, aun de aquellos cuyocompromiso poltico era mnimo o circunstancial. Incluso en caso de error(informes militares reservados, producidos en 1978, situaban "en no msdel 25%" el margen de error cometido. Brutal confesin: de 30.000detenidos-desaparecidos, un 25%, es decir alrededor de 7.500 personasfueron vctimas del error).80

    La poltica de los secuestros sin trmino -las "desapariciones" fue unameditada decisin de los altos mandos. Por cierto, que su filiacin est enlas enseanzas de los cursos de contrainsurgencia.

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    Ya durante el gobierno de Isabel Pern haba sido objeto de discusin laaplicacin de esta metodologa. Como ha manifestado recientemente suex ministro Jos Deheza, el gobierno le propuso en 1975 a las FF.AA. el finde la poltica de represin ilegal y su cambio por juicios sumarios militaresen los que se aplicara la pena de muerte. El gobierno peronista buscaba,

    as, que el costo poltico de la represin dejara de caer en l, para serasumido por las Fuerzas Armadas. En una palabra, las mismas vctimas,los mismos crmenes, pero revestidos de legalidad formal.Los altos mandos militares no aceptaron la propuesta. Una, para no eximirde responsabilidad al gobierno, y la otra, que fue la fundamentalmentedefinitoria, porque ya estaban totalmente convencidos de las ventajas delmtodo.Estas "ventajas" pueden resumirse de la siguiente manera:1) Se evita la directa reaccin internacional, que hubiera imposibilitado larealizacin de 30.000 fusilamientos. Como ejemplo de esta dificultad, los

    militares argentinos computaban la reaccin unnime adversa de lacomunidad internacional frente a las ltimas cinco ejecuciones polticas delfranquismo.2) El pueblo argentino "no est preparado" -se sostena con razn paraaceptar la aplicacin masiva ni siquiera selectiva de la pena de muerte.-Por lo tanto no puede asumirse pblicamente una poltica deaniquilamiento.3) La confidencialidad y el secreto del accionar clandestino de las FF.AA.da enormes ventajas sobre el enemigo:a) Le hace ignorar si el secuestrado se encuentra vivo o muerto, incluso

    muchas veces, si realmente ha sido detenido.b) Permite la tortura sin lmite de los detenidos, quienes no pueden luegodenunciar los vejmenes, ni stos ser comprobados por jueces desafectos"al Proceso".80. Ante la CADHU, el padre de un desaparecido narr el dilogomantenido con un alto oficial de las Fuerzas Armadas amigo de su familia,y la respuesta del Jefe militar al reiterarle que su hijo no tena militanciapoltica: "Ello es muy grave. Porque si es as no hay posibilidades de queaparezca. El Ejrcito no puede reconocer errores y mucho menos dejar enlibertad testigos con los cuales no hay como negociar su silencio". El

    infortunado joven nunca apareci.c) Evita que luego de los interrogatorios, el detenido haga saber a suscompaeros la informacin que le fue arrancada.d) Permite quebrar la resistencia, mediante el tratamiento prolongado, delos prisioneros.e) Hace posible la aplicacin de mtodos psicolgicos tendientes a alterarsu identidad poltica y psquica.4) Facilita la aplicacin masiva de la pena de muerte, sin necesidad depruebas y elementos jurdicos de conviccin, imprescindibles en unproceso legal.5) Posibilita la aplicacin de la pena de muerte a mujeres, ancianos,menores de edad y a figuras reconocidas pblica y socialmente, lo que deotra manera sera imposible.

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    6) Ampara el error y evita posibles acciones de las vctimas inocentes.7) Diluye las responsabilidades de cada caso, con vistas al futuro.8) Da margen al Episcopado y a los Obispos para seguir apoyando a lasautoridades militares, amparndose en la supuesta ignorancia delverdadero origen de esta poltica. Apoyo imprescindible para hacer posible

    su aplicacin al conjunto social.9) Produce un efecto disuasivo en toda la sociedad, mediante la expansindel temor.Todas estas "ventajas" analizadas cnicamente, llevaron al Alto Mando aadoptar una poltica que ha sido calificada, muy justamente, como uno delos ms aberrantes crmenes contra la Humanidad: las detenciones-desapariciones. El secuestro, tortura, destruccin psquica y en la mayorparte de los casos, asesinato de millares de vctimas indefensas, por elaccionar clandestino e ilegal del propio Estado.El Centro de Estudios Legales y Sociales de Buenos Aires, ha intentado

    sistematizar esta metodologa de los secuestros, clasificndolos segn eldestino de las vctimas:"- Detenidos que han desaparecido:Secuestrados que permanecen en situacin de detenidos-desaparecidos.Se trata de millares de personas que fueron detenidas por las FuerzasArmadas y de seguridad, y de las cuales desde este momento no setienen noticias. Es imposible establecer una cifra exacta, por cuantomuchas familias no se han atrevido hasta ahora a presentar una denunciaformal ante las autoridades o las organizaciones de derechos humanos.Los registros existentes en la Asamblea Permanente por los Derechos

    Humanos, en la Comisin Interamericana de Derechos Humanos de laOrganizacin de Estados Americanos y en la Comisin de DerechosHumanos de la Organizacin de las Naciones Unidas, fundamentan el altonmero de personas en estas condiciones. El anlisis de la documentacinexistente en la APDH, permite deducir que 74% de las vctimas han sidosecuestradas indefensas en sus domicilios, lugares de trabajo o en la vapblica, en presencia de testigos.- Desaparecidos temporarios:Secuestrados que sufrieron un perodo de detencin clandestina para serliberados luego, en forma no oficial. De los casos registrados en la

    categora anterior, un 25% corresponde a secuestros mltiples (variaspersonas detenidas en un solo operativo) seguido de la liberacin dealguna o algunas de las vctimas. A esta cifra debe agregarse un nmero -muy importante pero imposible de determinar- de personas que habiendosido secuestradas, no hicieron denuncia alguna ya que esa fue lacondicin expresa para su liberacin. Se tiene conocimiento de su pasopor las crceles clandestinas a travs del testimonio de otros secuestradoso porque sus familiares haban recurrido a las instituciones de DerechosHumanos mientras las vctimas permanecan secuestradas, pero sinefectuar denuncia formal alguna.- Detenidos clandestinos que son 'legalizados':

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    Secuestrados que posteriormente fueron derivados a crceles legalesdonde permanecieron a disposicin del PEN o sometidos a proceso portribunal civil y/o militar.Estadsticas del Ministerio del Interior dan cuenta del paso de ms de8.000 detenidos por 'razones de seguridad nacional' durante los primeros

    aos de este Proceso, muchos de los cuales pasaron por un perodo previode desaparicin."A su vez, el CELS, ha sealado otras caractersticas comunes a"operativos de secuestro":"En la casi totalidad de los casos documentados, la detencin se hallevado a cabo por parte de grupos armados (de 5 a 20 hombres) queirrumpen -en franca actitud intimidatoria en el domicilio o lugar detrabajo de la vctima. Utilizan para desplazarse automviles provistos, amenudo, de intercomunicadores y, en no pocos casos, operan tambincon uno o ms vehculos pesados (camiones, carros de asalto, etc.)

    fcilmente identificables por las insignias de la Fuerza a que pertenecen.Con ellos no slo movilizan efectivos adicionales, sino que tambintransportan los objetos robados en los domicilios de las vctimas. El grupoque est directamente a cargo del allanamiento suele prescindir deluniforme, aunque est provisto de algn elemento del atuendo militar talcomo chaleco antibalas, borcegues o pantaln de fajina, etc. En ocasionesusan pelucas o antifaces.Los efectivos apostados en las inmediaciones suelen estar uniformados.A las 20:30 hs. del 10 de mayo de 1976 se realiza un allanamiento en lacasa de la familia PENDER, que vive all desde hace 20 aos. El grupo,

    comandado por una persona en uniforme militar a quien llaman "mayor",est integrado por siete hombres vestidos de civil y fuertemente armados.No se identificaron. Adems de la vctima se encontraban su padre, unhermano, una hermana y una sobrina. Los colocaron a todos con lasmanos contra la pared, mientras requisaban las dependencias de la casa.Luego los interrogaron sobre sus nombres y lugares de trabajo.Procedieron a detener a Luis Roberto PENDER, conducindolo a un TorinoBlanco, capot negro, con insignias de la Provincia de Buenos Aires,indicando que quedara demorado en averiguacin de antecedentes, en laComisara de la jurisdiccin. Al irse se retiraron cuatro coches sin

    identificacin que haban estacionado a pocos metros de la casa. En lacuadra siguiente estaban apostados dos carros de asalto con efectivosuniformados, algunos de los cuales haban penetrado por los fondos de lacasa, mientras que otros se apostaban en las inmediaciones. Los hechosfueron observados por unos doce testigos, vecinos de la familia."(Extracto del testimonio del secuestro de Luis Roberto PENDER, argentino,soltero, 30 aos, tcnico en automotores, detenido-desaparecido).Los efectivos intervinientes portan armas largas con las que apuntanamenazadoramente a las vctimas y testigos, aunque se trate de nios. Enmuchos casos, la intimidacin supera la amenaza, concretndose endisparos dirigidos a puertas, ventanas y muebles, llegando incluso a heriro matar al o los destinatarios del operativo.

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    "El 29-4-76 un grupo de 7 hombres armados con Itakas, metralletas ygranadas, penetran en el domicilio de la familia MORAN. Se trata de unantiguo hotel transformado en inquilinato. El grupo dijo pertenecer alEjrcito y revis todo el dormitorio. Entre tanto, apuntaban a sus vctimascon sus armas y golpearon brutalmente al seor Moran. Como la hija del

    matrimonio, de 11 aos, lloraba a gritos, le colocaron una pistola contra lacabeza, amenazndola de muerte."(Extracto del testimonio del secuestro de Ilda MARTIN de MORAN,argentina, casada, 27 aos, activista del Movimiento de Defensa de losInquilinos, detenida-desaparecida)."El 10-12-76, a las 2 de la madrugada, tres automviles se detienenfrente a la casa del matrimonio TOLEDO, en el barrio La Florida, Mar delPlata. Sus ocupantes golpean gritando 'Abran que es el Ejrcito!', mientrasdisparan rfaga de ametralladora hacia lo alto. Al responder Toledo que sedispona a abrir, volvieron a disparar, pero esta vez a la altura de la

    cabeza hirindolo. Segn el testimonio de la esposa y vecinos, dej unreguero de sangre mientras era arrastrado hasta uno de los vehculos. Lospolicas de guardia en un puesto situado a 60 metros del domicilioallanado, declararon no haber visto ni odo nada sospechoso, pese a queel sumario judicial seala la existencia de 70 impactos de Itaka."(Extracto del testimonio del secuestro de Jorge Carlos Augusto TOLEDO,argentino, casado, 23 aos, empleado y estudiante universitario,detenido-desaparecido).La duracin de los operativos difiere: si se trata del lugar de trabajo, eltiempo empleado para secuestrar es breve; en cambio, si se efecta en el

    domicilio, puede extenderse por varias horas, particularmente cuando searma una "ratonera" en espera de la vctima. En casi todos los casos serealiza la requisa minuciosa del inmueble y el posterior saqueo de losbienes. A ello se suma -en muchos casos- la retencin de familiares encalidad de rehenes, a menudo sometidos a presiones y atropellos."El 9-6-77 a las 3 de la madrugada, se presentaron en el domicilio deMiguel Gmez, hombres armados vestidos de civil, quienes dijeronpertenecer a las Fuerzas Conjuntas de Seguridad y reclamaron lapresencia del dueo de la casa. Al manifestarle su esposa, JorgelinaAvalos, que aquel se encontraba trabajando en turno nocturno en los

    talleres de Vialidad Nacional, y que de all se dirigira directamente a suempleo diurno, un grupo de 8 personas de civil se instal en la casa, queestaba rodeada por vehculos y efectivos de uniforme. Tanto Jorgelinacomo sus padres -que habitan otra casa en el mismo lote-fueron obligadosa permanecer en sus domicilios. Cerca del mediodia lleg de visita unahermana, la que tambin fue retenida. Tambin se hizo presente unmatrimonio con un beb, amigos de Gmez. Previo interrogatorio, ambosfueron detenidos despus de que el jefe de grupo efectuara una consultapor el intercomunicador. A las 22:30 hs. levantaron la guardia interior yexterior, llevndose detenida a Jorgelina, mientras que la hijita de 10mees quedaba en manos de los abuelos.El grupo armado fue relevado un par de veces a lo largo de las 20 hs. quedur el operativo, el cual fue presenciado por los vecinos, y alguno de los

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    efectivos fue reconocido como perteneciente a la Polica de la Provincia deBuenos Aires."(Extracto del testimonio del secuestro de Jorgelina AVALOS, argentina,casada, 27 aos, detenida-desaparecida).La intimidacin y el terror no slo apuntan a inmovilizar a las vctimas en

    su capacidad de respuesta ante la agresin. Estn dirigidos, tambin, alograr el mismo propsito entre el vecindario. As, en muchascircunstancias, se interrumpe el trfico, se cortan los suministroselctricos, se utilizan megfonos, reflectores, bombas de estrpito,bengalas y hasta granadas y helicpteros, en desproporcin con lasnecesidades del operativo. A veces su magnitud o la existencia demuertos ha forzado la aparicin de un comunicado.81

    Las tcn icas ps ico f s icas de des t rucc in de los p r is ioneros

    desaparec idos

    La tortura en los campos de concentracin de la dictaduraDentro del cuadro represivo impuesto, la poltica de secuestros ydesapariciones aparece como un instrumento esencial y como tal, sujeto areglas especficas y con objetivos claramente predeterminados: loscampos de concentracin y exterminio de las Fuerzas Armadas argentinasresponden a un modelo y a tcnicas modernas de destruccin psicofsicas,que es necesario mostrar en todas sus consecuencias, no slo en relacina los masivos actos criminales cometidos desde 1976 hasta la fecha, sinotambin como parte de la lucha por erradicar su institucionalizacin como

    actividad permanente del Estado. Es preciso tener en claro que, as comoel pueblo argentino en las ltimas dcadas fue incorporando al escenariode la lucha de clases en forma permanente e internalizada, mtodos delucha gradualmente superiores, tambin los detentatarios del poder real,en defensa de sus privilegios resultantes de la explotacin y la opresinpopular, han ido dando respuestas cualitativamente superiores a lacontestacin social, que implican altsimas cotas de violencia represiva yque configuran este modelo de Estado Terrorista que pretenden convertiren una prctica aceptada e irreversible.En este marco general de anlisis e inscripto dentro de la lucha por la

    restitucin del Estado de Derecho en la Argentina, analizamos acontinuacin el modelo desintegrador de los prisioneros mediante latortura psicofisica, en especial en los campos de concentracin de ladictadura militar.En l, se analiza la experiencia de trato y las observaciones recogidasdurante ms de seis aos con personas liberadas de las prisiones estatalesque fueron primeramente detenidos-desaparecidos y de muchas otras quepermanecieron durante toda su detencin en los campos militares deconcentracin y exterminio. De los dilogos e informes de los mismos, sehan extrado una serie de observaciones que fundamentan las reflexionesde estas notas, aclarando que dichas constantes son vlidas para lamayora de los casos analizados, sin que puedan ser tomadas comopautas rgidas verificadas en todos ellos.

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    81. CELS: El secuestro como mtodo de detencin, op. cit.

    El primer impacto traumtico: el secuestroUna familia duerme de madrugada y es conmovida cuando la puerta de sudomicilio es arrancada de cuajo y penetran en ella un conjunto de

    personas desconocidas que las golpean a mansalva, destrozan y robantodo el mobiliario y finalmente: uno, dos o a veces ms miembros de esafamilia, atados y encapuchados, parten hacia un destino desconocido. Unciudadano camina por la calle o se encuentra sentado en un caf, y degolpe, siente caer sobre s un grupo armado que lo golpea, lo arrastra y leintroduce en el bal de un automvil. En estas escenas cotidianamenterepetidas, vecinos y transentes nada han podido hacer: las armasamenazantes han ido acompaadas de los gritos identificando el operativocomo de las Fuerzas Armadas de Seguridad. Comienza el drama deldetenido-desaparecido. El primer impacto traumtico est en plena

    ejecucin: los golpes propinados, el dolor de las ataduras, la incomodidaddel maletero del coche ceden ante la angustia creciente, la sensacin deabsoluta indefensin y el temor a lo desconocido que invaden alsecuestrado a partir del momento en que ha advertido que no se trata deuna detencin legal. En el caso de los militantes polticos esa angustiatiene tambin otra vertiente: el temor de cual va a ser su comportamientofrente a la brutalidad de los interrogadores.En todos los dilogos mantenidos con liberados, el relato de esta primeraexperiencia en mano de sus captores: su detencin, secuestro y tortura enlas primeras 24 horas como prisioneros clandestinos concita,

    generalmente, ms del cincuenta por ciento del relato total, incluso deaquellos que permanecieron ms de dos aos en los campos. Apuntamoslas siguientes observaciones sobre las razones de esa fijacin especial: enprimer lugar, la contundencia traumtica de esta primera experiencia; ensegundo lugar, que este impacto inicial es percibido desde su "vieja"identidad personal an inclume y sometido a los juicios de valor de sumundo previo a la entrada al campo. En cambio, la experiencia posteriordel detenido-desaparecido est interrelacionada con los intentos dedesintegracin de su identidad y con el proceso de adaptacin a esemundo hostil y ligada, por lo tanto, a juicios de valor y a una cosmovisin

    distinta: la impuesta en el mundo de sus captores.La tortura fsicaCon respecto a la tortura fsica inicial, tendiente a extraer de inmediatodel secuestrado datos fundamentales sobre otras personas y domiciliospara continuar la cadena represiva (secuestro-tortura-interrogatorio-secuestro-etc.) no ha sido idntica ni en los medios ni en la intensidad conrespecto al conjunto de prisioneros, variando tanto en relacin a cadavctima, torturador, campo de detencin y momento. En casi todos loscasos fue -y es- particularmente feroz.El medio de tortura ms comn a todos ellos ha sido la aplicacin de la"picana elctrica", aparato transmisor de corriente (220 W.) que produceintenssimas electroconvulsiones, siendo generalmente aplicado en las

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    zonas ms sensibles del cuerpo: la cabeza (especialmente en los ojos, laboca -encas y paladar- y en los odos), en los rganos genitales, plantade los pies y zonas epiteliales particularmente sensibilizadas.Habitualmente, sus secuelas fsicas (quemaduras puntiformes, parlisis demiembros, intensos dolores musculares en todo el cuerpo por las

    convulsiones y contracciones, cortes por las ligaduras a la mesa o camade tortura, neuralgias agudas, etc.) son de recuperacin espontnea conel mero transcurso del tiempo, aunque en muchos casos este tipo detortura produce lesiones neurolgicas permanentes. Las ms comunesson: disritmias, cefaleas agudas, prdida de memoria, insensibilidadepitelial, etc.Existen centenares de relatos de las torturas sufridas por quienes pasaronpor esta experiencia, siendo luego liberados desde las prisiones estataleso de los campos militares clandestinos. La CADHU ha dado a conocerbuena parte de ellos, lo que nos exime del relato pormenorizado de este

    cruel catlogo de aberraciones. Sealemos que junto a ese medio habitualde tortura han sido utilizados toda una gama de especficos y sdicosmtodos de tormento: desde los ms brutales y primitivos: perrosamaestrados, mutilaciones de miembros, suspensin en el aire desde unhelicptero amenazndole dejarle caer, la inmersin prolongada, etc.,hasta los ms sofisticados, como el uso de drogas y frmacos.La tortura de parientes y allegados a la vista del interrogado ha sido otrode los medios frecuentes utilizados tendientes a quebrar la voluntad de losprisioneros.La tortura de las mujeres prisioneras adquiere, al mismo tiempo, en la

    mayor parte de los casos, el carcter de violencia sexual. Esta violenciasexual ejercida por los oficiales de las tres armas, va desde el manoseolibidinal de las prisioneras desnudas hasta la violacin misma, y seevidencia igualmente en la propia connotacin sexual de la tortura fsica:introduccin de objetos en la vagina, ano, especial morbosidad en laaplicacin de la picana elctrica en los senos, etc.Dos ex detenidos-desaparecidos, narran as lo vivido en la ESMA:"Una vez dentro de una de estas salas (de tortura), el secuestrado eradesnudado, atado a un catre metlico con sogas por los tobillos y lasmuecas. Comenzaba el interrogatorio. El oficial de guardia de

    Inteligencia era el encargado de golpearlo en todo el cuerpo con puos uobjetos (palos, cachiporras), y fundamentalmente, aplicarle descargaselctricas en todo el cuerpo. El instrumento para este fin era la 'picana',conectada a un elevador de voltaje que permita que fuera subido obajado a voluntad para ocasionar mayor sufrimiento.Las descargas elctricas y golpes se alternaban o eran simultneas con laspreguntas acerca de datos que los secuestradores pretendan obtener desus vctimas.Durante la aplicacin de la picana, los prisioneros eran repetidamentemojados con un lquido que facilitara la conductibilidad de la corriente,provocando mayor dolor. La duracin de las sesiones de tortura no tenauna medida determinable.

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    En la mayor parte de los interrogator.os asisti un mdico, que asesorabaal torturador acerca de la conveniencia de continuar o no con el'tratamiento', a fin de evitar el riesgo de que la vctima muriera sin haberagotado los medios para arrancarle informacin.Tambin se emple en la ESMA el 'submarino seco' y el 'hmedo'. El

    primero consista en introducir la cabeza del secuestrado en una bolsa deplstico hasta que llegara al borde de la asfixia. El segundo persegua elmismo objetivo, pero se utilizaba un cubo lleno de lquido.Dardos envenenados fueron empleados a ttulo experimental por elTeniente de Navio Antonio Perna al menos sobre un secuestrado, DanielSchapira. Este recibi la descarga de un dardo disparado con una pequeapistola, y durmi durante ms de un da. La intencionalidad de los marinosera descubrir la dosis exacta de veneno necesaria para inmovilizar a susvctimas en el momento de la captura sin provocarles la muerte. Los veande gran utilidad para operar en el exterior, ya que les permitan asesinar o

    secuestrar a refugiados y exiliados con un mnimo riesgo.El simulacro de fusilamiento fue otro recurso empleado por los miembrosdel G.T.3-3/2. La vctima era conducida a algn lugar consideradoapropiado para ello, posiblemente dentro del mismo mbito de la ESMA, yall, esposado y vendados los ojos, era sometido tantas veces lodecidieran ios torturadores, a simulacros de fusilamientos, con disparos dearmas largas al aire, y colocando una pistola en la sien del secuestradohacindole or los disparos de otras.A estas torturas fsicas debe agregarse la desatencin a los secuestradosque eran trados heridos y moribundos a la ESMA, la presin, la amenaza

    de peores tormentos, aun de la muerte, y la de secuestrar a los seres msqueridos para torturarlos en su presencia. Hacan escuchar al prisioneromaniatado en la sala '13' los gritos de dolor del que estaban 'picaneando'en la sala '14'. As fue obligada la seora Esther de Santi, amarrada a uncatre, a presenciar la tortura de su hijo Roberto, que a su vez eraamenazado con la posibilidad de atormentar a su madre si l no quebrabasu silencio.Cientos de heroicos hombres y mujeres de toda condicin social, trabajo,profesin, edad, defendieron a costa de terribles tormentos su lealtad asus ideales y su voluntad de no entregar a estos asesinos ningn dato que

    pudiera ocasionar, a otros, sufrimientos como los que ellos estabanatravesando. Muchos de ellos, pese al esfuerzo de los mdicos cmplices yasesores de los torturadores, murieron con su silencio, como sucedi conFernando Perera.Cuando se consideraba agotado el perodo de tortura, o de'interrogatorio', el secuestrado era conducido al tercer piso y arrojado enun cubculo, en una 'cucheta', de las decenas que haba en 'Capucha'. All,esposado, engrillado, y con una capucha en la cabeza o un antifaztapndole los ojos, le era asignada su nueva identidad, un nmero de tresdgitos, que iban del OO1 al 999, serie que recomenz tantas veces comofue necesario. Inmvil, sobre un pedazo de espuma de goma mugriento,oliendo a sudor, orn y sangre, en medio del terror, se permaneca los dasy las noches, recibiendo en la maana temprano y a media tarde un vaso

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    de mate cocido (infusin de yerba mate) y un pan con carne a medioda ypor la noche.Los 'Pedros' y los 'Verdes' eran los amos en 'Capucha'. Estabanautorizados a maltratar a los secuestrados, golpearlos con palos, patearloscon sus botas, negarles la comida, la ida al servicio.

    Durante largo tiempo, las necesidades fisiolgicas se hacan en un baldeque permaneca todo el tiempo en el recinto de 'Capucha'."82

    En relacin a esta primera etapa del prisionero sometido a una intensatortura fsica, en muchos de los casos, pese a la brutalidad, oper comoun efecto contrario al resto del proceso desintegrador de su personalidad:actu como un reafirmativo de su identidad ("...all en la cama de torturaera yo, claramente opuesto a mis secuestradores..."). Ello es palpable anen casos de prisioneros que proporcionaron informacin a los militarestorturadores ("...yo meda esa circunstancia no por lo que haba hablado,sino por todo lo que haba logrado callar..."). Acotemos el caso de quienes

    habiendo pasado airosos esta experiencia brutal, sin embargo, el procesoposterior de desintegracin de su personalidad termino quebrando suresistencia.Para otros muchos, no oper la tortura fsica inicial con el carcterreafirmativo de su identidad, sino que adquiri un carcter traumticoesencial que sign toda su vida de prisionero. Debe tenerse en cuenta,adems, el efecto multiplicador y reiterativo que tiene el hecho que,durante el tiempo de permanencia como cautivos, los detenidos-desaparecidos oyeran, o en su caso visualizaran, cmo se torturaba aotros prisioneros. En los campos donde se utiliza msica para ahogar los

    gritos (siempre las mismas grabaciones) estos sonidos iguales a los queacompaaron su propia tortura, sumados a los

    82. Las citas de los ex prisioneros de los campos de concentracinutilizadas ejemplificativamente, en esta parte del trabajo, corresponden alos testimonios pblicos de los mismos, prestados ante los organismos dederechos humanos internacionales y argentinos. Hemos omitido su citaespecfica, para conservar su carcter de experiencia colectiva.

    Quejidos desgarrantes de los ahora torturados, revive y multiplica el

    efecto violento sufrido. Algunos de los liberados han sealado que en esosmomentos volvan a sentir incluso los dolores, llegando la crispacin aproducirles desmayos. Varios confesaron que en esos instantes perdan lanocin de ajenidad (en relacin al torturado) y pensaban que era supropia tortura fsica, en una especie de introyeccin momentnea.Esta sensacin de profunda angustia ante la tortura fsica de suscompaeros de detencin que se manifiesta de diferente manera,incluso por una imperiosa necesidad de dormir- se ve agravada por otrostemores: la posibilidad de que el nuevo prisionero pudiera conocerles, quediera alguna informacin que hasta entonces hubiera ocultado a suscaptores, que ello reactivara la tortura y la misma les resultaseirresistible, etc.

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    Por su parte, el proceso psicolgico de destruccin de los prisioneroscomienza de inmediato tras el secuestro, y muchas veces se explcita enlos intervalos de descanso en la primera sesin de tortura. All se lecomunica al cautivo que ha dejado de ser quien era, que ahora tiene"dueo" -el "oficial interrogador"- y que su identidad est reducida a un

    nmero de identificacin.Se le hace saber que todos sus valores, los que ha estimado comocorrectos en su vida de relacin, carecen de sentido. Que todo ello ha dellevarlo a una muerte intil. Que en cambio, ser razonable, es decir, ladelacin, inculpar a otras personas, ayudar a capturarlas, a interrogarlas,etc., lo convierten en un ciudadano recuperable y por tanto conposibilidades de vivir. La propia existencia en algunos campos de viejos yconocidos prisioneros -los que muchas veces les eran exhibidos-corroboraba que haba al menos un camino de supervivencia,generndoles el conflicto interior sobre la conducta a seguir.

    Esta argumentacin cesaba, generalmente, en cuanto se consideraba porparte de los torturadores que la vctima ya haba dicho lo que podaaportar o cuando su resistencia a hablar poda ocasionarles una muerteprematura. Aunque muchas veces esta negativa motivaba tal estado deira que continuaba la tortura hasta ocasionar la muerte (tambin est elcaso de aquellos a quienes se tortura no para que hablen, sino paramatarlos salvajemente: por ejemplo, a los militantes acusados de algnhecho especfico contra las Fuerzas Armadas).Concluido este tremendo choque emocional de las primeras prcticas detortura fsica e interrogatorio, que muchas veces se prolongaban durante

    varios das o semanas, produciendo las lesiones fsicas y las alteracionespsquicas reseadas, comenzaba planificadamente el verdadero procesode destruccin del prisionero.

    Los l im i t es dec isor ios de l p r is ionero desaparec ido

    El anlisis de la conducta de los prisioneros de los campos no puedeperder de vista que esta experiencia lmite y monstruosa no fue queridapor ninguno de ellos y que slo la violencia brutal y tecnificada delterrorismo de Estado pudo construir con hombres y mujeres arrancados

    de su existencia cotidiana, el dramtico arco que tiene en cada extremo alHroe y al Traidor.De este dantesco universo slo haba una forma cierta de huir: obligar conla propia conducta a que los verdugos abandonaran sus planes dedestruccin de sus vidas a largo plazo y optaran por un rpido final. A lolargo de nuestra historia nacional y ms cercanamente en nuestrahistoria militante- los argentinos no hemos sido ajenos a la tradicin latinafundada en una tica que tiene por sostn la heroicidad y el martirologio.Cmo asombrarnos, entonces, que esa juventud que era arrojada a loscampos clandestinos por considerarla enemiga de un rgimen opresor,corrupto y asesino, hiciera cotidiano ejercicio de su eticidad frente a suscaptores, pese a que ello importara su serena y conciente inmolacin?Cmo ignorar que muchos hombres y mujeres maduros: polticos,

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    sindicalistas, escritores, abogados, mdicos, periodistas, etc., quecompartan las penurias de los campos con esa juventud -de la que eranmodelos y espejos- asumieron la irreversible decisin personal de noevitar los propsitos criminales de sus captores, renunciando a todatcnica dilatoria que creara una zona gris de convivencia con ellos?

    En los campos se poda mentir, hablar de cosas secundarias, simular yhasta guardar silencio. Lo que los verdugos no admitieron fue el repudio,el explcito rechazo a su embriagada victoria, la dura demostracin de susconductas criminales o la terca reafirmacin de sus creencias por parte delos prisioneros. Estas actitudes merecieron las ms abyectas y ferocesrespuestas.Millares de argentinos, en esa hora, solos frente a sus conciencias, tal vezcon la mirada puesta en el juicio de la historia y convencidos que eldevenir social no dejar ningn crimen impune ni estos ejemplos dedignidad en el silencio, sintieron crecer su estatura humana muy por

    encima de la pequeez de sus victimarios, esos jefes y oficiales de lasFuerzas Armadas que tiempo despus demostraran en las Islas Malvinasla medida de su indignidad, de su cobarda moral y la carencia de todaaptitud que no fuera la de ser gendarmes de su pueblo.Pero tambin hay que sealar que parte de aquellos prisioneros de loscampos clandestinos frente a esa cruel opcin a la que se veanenfrentados, decidieron aceptar el desafo, apostando al fracaso de losproyectos de destruirlos psicolgicamente. El tiempo y el camino recorridomuestran, en cada caso, el resultado.Ms, sera ingenuo pensar que todos los prisioneros, ni siquiera la mayora

    de ellos, pudieron elegir voluntariamente su destino dentro de lasdramticas alternativas posibles.La complejsima situacin de los campos, con sus negras sombras que lastenebrosas psicopatas y espreos fines de sus implantadores no permitendevelar en su total racionalidad, da sentido a la afirmacin del psiclogoBruno Bettelheim sobre el nazismo: "la verdad dura y desagradable delcampo de concentracin es que la supervivencia tiene poco que ver con loque el prisionero haga o deje de hacer", ya que la relacin de poder es tandesigual y al mismo tiempo tan omnmoda, que la participacin delsecuestrado en su propio destino -la vida o la muerte- resulta muchas

    veces secundaria. Por ello no es posible aplicar criterios rgidos yabsolutos tendientes a diferenciar la conducta de los desaparecidos noaparecidos y la de los prisioneros liberados.Sin que ello vaya en desmedro de los millares de hombres y mujeres, aquienes precedentemente nos hemos referido, que afrontaron estasituacin extrema reafirmando su identidad personal y poltica con suexplcita intransigencia ante los represores, no puede ocultarse queexisten elementos de juicio para pensar que hubo desaparecidos quecedieron ante el proceso destructivo a que eran sometidos y sin embargono lograron su liberacin, as como inversamente, no son pocos losliberados cuya supervivencia no ha tenido el precio de abrazar la causa delos genocidas.

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    Nos limitamos a puntualizar estas circunstancias: este trabajo no tiene porfin analizar crticamente los distintos modelos de conducta de losprisioneros, las vctimas de este proceso, sino tratar de desnudar lastcnicas de destruccin psicofsica impuestas por sus victimarios militaresen los campos de la dictadura, a todos aquellos que de alguna u otra

    manera no traspasaban tempranamente las puertas de salida de estascrceles clandestinas.

    El m ode lo des in t eg rado r

    El modelo desintegrador aplicado tiene fines muy precisos: hacer de unhombre libre, un hombre sometido; de un ser sano, un ser enfermo; deun militante poltico, una persona desquiciada. A ello tiende su aislamientosensorial, su descondicionamiento y reacondicionamiento permanente, elestimular las regresiones infantiles, el provocar estados catatnicos, las

    profundas angustias y padecimientos, etc. Nada queda fuera de estaplanificacin que tiene como elemento conductor la relacin amo-esclavo ycomo hbitat el campo de concentracin, con la particular percepcinfenomenolgica del tiempo que ste transmite: el presente continuo, elpasado negado y el futuro imposible.La fra racionalidad valga el trmino- cientfica con que se encar en loscampos la destruccin de los instintos vitales de los prisioneros, la formaen que se alent la ruptura de las barreras de la autodefensa psquicaremite a un modelo acabado y experimentado, puesto que ladiagramacin de la vida en los distintos campos, su funcionalidad y

    tcnicas aplicables, no fue emprica, igualitaria e independientementeestablecida en cada uno de ellos por los oficiales cuarteleros encargadosde la tortura, la interrogacin y el asesinato. Apoyando esta tarea de laciencia degradada al servicio de la destruccin humana, los liberadosdenotaron en los campos la presencia de civiles adscriptos (o militares delescalafn profesional) con una clara formacin cientfica -psiclogos,socilogos- en funciones de interrogacin e inteligencia, adems, porsupuesto, de los mdicos que realizaban abiertamente sus tareas en loscampos secundando la accin de los torturadores.En la medida en que estos campos militares de concentracin y exterminio

    respondieron todos a un plan represivo general, a la mencionada "Ordende Batalla del 24 de marzo de 1976", firmada por los tres Comandantesen Jefe de las Fuerzas Armadas, tambin el asesoramiento y diagramacinde su funcionamiento y tcnicas aplicables fue decidido en las cumbres delpoder dictatorial. Ello explica la idntica similitud de los campos de las tresarmas, incluso en relacin a la conducta de los represores.Cul es, en el aspecto de la destruccin psicofsica de los prisioneros, ladoctrina de la Junta Militar?Como es pblico y lo hemos detallado en este trabajo, la tortura deprisioneros polticos es enseada a los oficiales latinoamericanos en lasescuelas de contrainsurgencia del Ejrcito de los Estados Unidos deAmrica. En ellas -especialmente en la Escuela de las Amricas, enPanam, las tcnicas de tortura psicofsica para la obtencin y

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    elaboracin de informaciones y para el control y manipulacin delcomportamiento de los prisioneros y de la poblacin, son transmitidasacabadamente a los oficiales latinoamericanos.Ese gran campo de experimentacin del horror que fue el Vietnam,permiti la implementacin de completas tcnicas de tortura psicolgica y

    de destruccin de la personalidad de los prisioneros, juntos lostradicionales mtodos de tortura fsica. Muy lejos estn las experienciasde Dachau, Buchenwald, Auschwitz y tambin las de Argelia: lo que stasaportaron a la manipulacin psicolgica de los prisioneros, hoy aparececomo meramente artesanal.Para estas tcnicas modernas de destruccin, el ejrcito yanqui hacontado con el indispensable auxilio de las experimentaciones mdicas ypsicolgicas de los ltimos treinta aos. Nada ha sido desdeado para latecnificacin de la tortura. El eje conductor est dado por el mtodo deDeprivacin sensorial (sensory deprivatiori) en base a la eliminacin y

    seleccin de los estmulos externos. La aversin therapy utilizada porciertas corrientes psiquitricas en el tratamiento de procesosesquizofrnicos agudos -mediante el descondicionamiento yreacondicionamiento del paciente tambin ha pasado a ser patrimoniocomn de las modernas tcnicas de tortura.Incluso la psicologa moderna ha aportado sus experiencias condicionantespara convertir a "un buen ciudadano comn" en un experto torturador, sinnecesidad de apelar a sdicos, locos y criminales natos. Vietnam tambindemostr la eficiencia de este aporte. Los estudios como los realizados enla Universidad de Yale por Stanley Milgram sobre sumisin y obediencia a

    la autoridad, son altamente demostrativos de este tipo de contribuciones.Por su parte, tambin la psicologa conductista ha aportado susconclusiones, para confirmar que el terror es una forma de control social atravs del miedo, puesto que el temor suficientemente exacerbado puededeterminar la conducta de las personas, apelando a sus sentimientosprimarios. En estos principios se basa la teora que denomina "blancocolectivo", al conglomerado social al que no se pretende destruir sinointimidar con el terror.Este y no otro es el modelo utilizado en los campos militares deconcentracin de Argentina. Modelo rigurosamente aplicado. Incluso, nos

    atrevemos a sostener como fundada hiptesis, que la existencia desobrevivientes-liberados (ms all de cada ancdota contingente oinfamante que hizo que ste o aquel prisionero fueran elegidos), nosiempre se trata de una "desprolijidad" o "benevolencia" del terrorismo deestado argentino. Hay un cierto nmero de casos que bien pueden tenerorigen en la propia necesidad estratgica de corroborar los resultados delmtodo aplicado, mediante la verificacin de la conducta posterior deestas personas, pertenecientes a una sociedad occidental desarrollada,con determinados orgenes de clase, formacin intelectual y poltica, edad,etc., muy diferentes incluso en su estructura psicolgica- a losvietnamitas, aunque ello haya trado, como contrapartida, el riesgo de queun porcentaje de los liberados efectuara testimonios de denuncia. Sinduda, si ello fue as, la dictadura no valor el aporte fundamental de esos

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    valiosos testimonios al conocimiento y condena de esta monstruosaprctica.

    La desin t egrac in

    Los dilogos con los liberados y toda la informacin obrante sobre la vidade los campos son altamente ratificatorios del carcter de situacin lmiteque revisti para todos ellos esta experiencia profundamente padecida.Nadie sali ni mucho menos indemne de la misma y, por el contrario, lashuellas de este descenso a los infiernos, son de alguna maneraimborrables, no ya por el enorme poder conmocional de este traumacapitis, sino porque todos los prisioneros desaparecidos fueron sometidosestructuralmente a un proceso tendiente a la destruccin de su identidadpersonal, el cual les afect a cada uno de ellos de manera diferente, peroque es posible resistematizar, aunque no con la necesaria eficacia como

    para reproducir intelectualmente este proceso disociador producto de unesquema racionalmente irracional.La necesidad de particularizar el anlisis obliga a un parcelamiento de losdistintos aspectos desintegradores y destructivos, pero entendiendo quese trata de una situacin global, totalizadora, de elementosinterrelacionados que, incluso a veces, se convierten en determinadascircunstancias o en prisioneros con diferente situacin emocional, endisfuncionales en relacin al fin perseguido por los jefes militares delcampo.Es indudable que el eje disociador est dado por el carcter asfixiante y

    opresivo que adquiere la situacin represora a travs del ejerciciopermanente del poder por los oficiales a cargo del campo. Es se unejercicio sin mediaciones que va ms all de la simple praxis omnmodade la autoridad; persigue fines que sobrepasan al acatamiento a lasrdenes impartidas: determina todo un cdigo de conducta ypensamiento, de transformacin de la personalidad, de los que estninmersos en esa realidad. La situacin en los campos de concentracin esinfinitamente ms compleja que en las crceles comunes. La fuerza no sepresenta pura en su desnudez como slo violencia engendradora derelaciones de poder. Va ms all: el poder engendra una sutil red de

    dominacin a partir de todos los condicionamientos desintegradores de lapersonalidad del secuestrado. Y tambin de su constante lucha por lasupervivencia: debe tenerse en cuenta que como trasfondo de estasituacin lmite est la presencia permanente de la muerte, condicionandocada instante de la vida en el campo.Ese vaco motivacional producido por el sndrome de sumisin, apata yprdida de la individualidad, generado por la violencia extrema, peroacompaada por la manipulacin psicolgica constante, produce,necesariamente, una situacin de ajuste de los prisioneros a la demandade la realidad irracional del campo, mediante negaciones, bloqueos,psicopatas, adaptaciones, aceptacin subconsciente de nuevos cdigos yvalores, que en el caso de los liberados, operan como trabas destinadas a

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    impedir su retorno y readaptacin al mundo exterior, generando muchasveces su permanente marginamiento.

    Las t cn icas dest r uc to r as

    1. La presencia de la muerteComo hemos sealado, sta preside como un trasfondo ineluctable toda lavida del campo. Est la muerte cierta, comprobada, de los compaerosmuertos en la captura, en las sesiones de tortura, o en su permanenciaposterior en el campo; est la muerte anunciada, de cada uno de losprisioneros en las amenazas y coacciones de sus guardias, y est, porltimo, la muerte presentida real o no, pero as vivida por losprisioneros- de los "trasladados" semanalmente a un destino an msincierto, sin retorno.Qu estimulo-respuesta autodefensiva cabe ante situaciones cotidianas

    como la que describe este testimonio?:"Mara Luz fue muy torturada.Tanto Mara Luz como Fernndez Samar fueron torturados conaplicaciones de picana y palizas simultneas.Los prisioneros ms antiguos saban que ese tormento conduceinexorablemente a la muerte, y a una muerte horrible, pues mientras quelos msculos se contraen por efecto del paso de la electricidad, se relajancomo consecuencia del golpe con los palos. Al recibirse los dos estmulosopuestos al mismo tiempo, el cuerpo no resiste. Semanas antes habansido asesinados por este mtodo dos prisioneros: Lus Honores, militante

    del Poder Obrero, y un militante de la JUP de La Plata.Mara Luz se encontraba razonablemente bien al da siguiente de habersido torturada. Aparentemente, sa es la reaccin normal. A los dos das,sin embargo, ya le costaba mucho esfuerzo caminar para ir a los baos ysufra dificultades para orinar.A la medianoche del cuarto da comenz a quejarse. La guardia -muysevera impidi que los otros prisioneros la asistieran de inmediato.Mara Luz gritaba por el dolor. Por fin se autoriz su auxilio. Cada 20minutos la hacan reposar sobre uno de sus flancos. Luego cada 10minutos; al rato, casi de continuo.

    A las 5 de la madrugada estaba totalmente desfigurada. Su cuerpohinchado, deforme. Gritaba continuamente: 'sos una perejil, boluda'. Ytambin: 'Basta, Luis, basta'. Su torturador haba sido el sargentoayudante Luis Manzanelli.Mara Luz comenz a delirar. Su cuerpo, en pocas horas, tuvo unatransformacin espantosa. Desvariaba, no saba donde estaba. Para distraerla, los otros prisioneros le decan que se hallaba cerca de unro, junto a su madre, que ya habaechado a los 'hombres malos'. Cuandorecuperaba su lucidez, los insultaba por el engao: 'No me mientan',peda. Tuvo una regresin total: crey que con ella estaba su compaerohaba muerto ya y lo confundi con Dottori, otro prisionero que laauxiliaba. Dottori la bes varias veces, como si fuera el esposo, paracalmarla.

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    Mara Luz segua con su delirio: era una niita y los prisioneros laacunaban y le cantaban canciones de cuna mientras ella se mora. Pormomentos, ella deca: 'fuerza, valor, coraje' y repeta incesantementeesas palabras mientras le movan sus piernas. Su cuerpo tena un olorptrido por la infeccin de sus heridas. Su rostro se desfiguraba hasta

    convertirse en una masa hinchada de carne sufriente; su mente hua haciala primera infancia para guarecerse de tanto dolor, mientras un coro deprisioneros cantaba un 'arror'.A las 8 de la maana, cuando llegaron los oficiales de Inteligencia,ordenaron sacarla de la cuadra. Dijeron que la internaran en el HospitalMilitar. Era mentira.Lardone y Lujan vinieron a buscarla. Justo entonces recuper elconocimiento. Mara Luz se horroriz: 'Me mintieron, son los hombres, nodejen que me lleven...' gritaba. La sacaron de la cuadra: muri en lascaballerizas, en medio de su delirio, de su horrible dolor, de su soledad.

    A los pocos das todo se repiti con Fernndez Samar."Las respuestas son casi idnticas:a) una represin absoluta emocional, intentada mediante un permanenteproceso de negacin. No pensar en lo ocurrido, no imaginar lo que puedaocurrir. Pero como la muerte est omnipresente, la energa necesaria paramantenerla excluida de la conciencia, vuelve a esta estrategia defensivaextremadamente psictica.b) Consecuentemente, no hay una elaboracin del duelo: se trata desuprimir la prdida como si el compaero nunca hubiera existido.c) Se busca circunscribir la angustia de la muerte a su propia persona y

    oponerle el convencimiento de que "a m no me ocurrir", buscando en losotros prisioneros un recproco.d) En la elaboracin de fantasas compensatorias.Pero como a pesar de los esfuerzos por lograr su desplazamiento aquellasigue presidiendo el campo, su contigidad y continuidad vuelven ilusoriastodas las tcnicas elusivas, tornando inexorable el deterioro de la saludpsquica y de la personalidad del prisionero.

    2. La ruptura con el mundo exterior: el aislamientoEl secuestrado se ha convertido en un "desaparecido". Ello implica la

    absoluta ruptura con el mundo exterior, con su mundo afectivo y derelacin. Este aislamiento est dado por dos situaciones bsicas: la deprdida y la de incertidumbre. Se ha perdido a su pareja, a sus hijos, asus padres, a los amigos. Se imagina a su vez la angustia de ellos, peroignora su suerte, sus sentimientos, sus movimientos. Por das, meses yhasta aos, contina la incertidumbre. La misma sensacin queexternamente se siente frente al "desaparecido" es la que l mismo sienteante el mundo de sus afectos exteriores. El mismo dolor e igualimpotencia. Pero va ms all. La ruptura con el mundo exterior tienecomo correlato que "su mundo" -del cual no sabe si algn da saldr- esste: el del campo de concentracin y sus valores.El desamparo se convierte en absoluto, frente a toda pauta referencialexterna. No hay rebelda posible capaz de modificar ese estado de cosas:

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    la nica opcin a la que se enfrenta es la aceptacin resignada de que lascosas continuarn exactamente como estn, inevitable e indefinidamente,o forzar su propio fin violento, en manos de sus captores, siempre vidosen descargar su feroz hostilidad a los prisioneros.

    3- La prdida de la visin y de la nocin del tiempoMas no es slo la ruptura con el mundo exterior. Tambin su "nuevomundo" aparece absolutamente limitado y castrado. Durante largo tiempo-muchos meses-estar privado de la vista (encapuchado o con sus ojosvendados) y de su capacidad de movimiento (con cadenas o grilletes ensus miembros). Se tiene la sensacin de un tiempo detenido. Se carece detoda visin prospectiva, de todo proyecto de futuro. La indefinicin es elnico elemento referencial de ese tiempo fuera de la historia, fuera de lavida.La situacin se torna exasperante e intolerable. Adems es colectiva y por

    lo tanto recurrente. Como una noria: de la depresin a la histeria, delllanto al grito. Slo una forma de escape: la locura o la muerte. Dice untestimoniante:"Este tipo de tratamiento consista en mantener al prisionero todo eltiempo de su permanencia en el campo, encapuchado, sentado y sinhablar ni moverse. Tal vez esta frase no sirva para granear lo que esosignifica en realidad, porque se puede llegar a imaginar que cuando digotodo el tiempo sentado y encapuchado, esto es una forma de decir, perono es as. A los prisioneros se les obligaba a permanecer sentados sinrespaldo y en el suelo, es decir, sin apoyarse en la pared, desde que se

    levantaban a las 6 hs., hasta que se acostaban a las 20 hs., en estaposicin, es decir: 14 horas. Y cuando digo sin hablar ni moverse significaexactamente eso, sin hablar, es decir, sin pronunciar palabra durante todoel da, y sin moverse, quiere decir sin ni siquiera girar la cabeza.. Esto estan as que en una oportunidad un compaero dej de figurar en la listade los interrogadores por alguna causa y de esta forma "qued olvidado",ya que en la lista de la seguridad s figuraba, por lo cual le pasaban listatodos los das; as pasaron 6 meses y slo se dieron cuenta porque a unode los custodios le pareci raro que no lo llamaran para nada y siempreestuviera en la misma situacin, sin ser "trasladado", y lo comunic a los

    interrogadores y stos, como ya no tenan ningn inters en el compaerodecidieron su traslado a la semana. Este compaero estuvo sentado,encapuchado, sin hablar, y sin moverse durante 6 meses, esperando lamuerte (...)."

    4. La "cosificacin "Fruto del aislamiento y de la prdida de la nocin del tiempo, sumado a lainactividad permanente, llevan al detenido a la prdida de suindividualidad y al desasosiego. No hay lugar donde pueda organizar el"espacio del yo". Inerte y sin que nada le pertenezca, no puede segregarningn tipo de relacin individual con el medio. El ocio y la inmovilidad ledesorganizan gradualmente el ciclo del da y el transcurso de la semana yllevan como tarea estructurar su delirio. El esquema corporal se impregna

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    de esta actitud cosificadora. Hasta ha perdido la individualidad de surostro -oculto tras la capucha- que es el signo primario de la identidadcorporal.

    5. Los vejmenes psicofsicos: la prdida de la autoestima

    Esta situacin demencial, sumada a los vejmenes fsicos (el dolor de losgrilletes, las palizas, la inmovilidad, etc.) y a los vejmenes psquicos-, laprdida de la visin, de la facultad de locomocin, la sensacin de ridiculaimpotencia (los tropiezos al ir al bao, la cada de la comida al pretenderingerirla, etc.), las condiciones humillantes, producan, inevitablemente,como consecuencia, la prdida, en mayor o menor grado, de laautoestima.El mensaje-estigma est directamente sobre el cuerpo-, las cadenas ycapuchas, su estado "desvalorizado" y penoso, y un nmero como nicaforma de personalizacin.

    Narra una testimoniante ex prisionera de la ESMA-."Siempre tendidos da y noche. Durante mucho tiempo hombres ymujeres orinbamos en un balde de metal que los guardias traan hasta laentrada de las cajas. El lugar estaba siempre en la semipenumbra. El olorque haba era muy especial, mezcla de humedad, encierro, orn y heridasinfectadas. Las capuchas no eran lavadas nunca, por lo que al cabo dealgn tiempo tenan un olor insoportable."Este es un elemento fundamental en el proceso desintegrador: lasubestimacin, la carencia de estmulos vitales, la ausencia de todaautonoma, el ocio forzado van generando una pasividad donde ni siquiera

    entra dentro de lo posible la opcin del suicidio. Dirn los torturadores deun campo: "Ac dentro nadie es dueo de su vida ni de su muerte. Nopodes morirte aunque quieras; vas a vivir todo el tiempo que s nosocurra. Aqu somos dios", pero un dios con un propsito altamenteracional, ya que agregarn-. "Ac nadie se quiebra a medias. Esto estotal".Las situaciones descriptas, dan el resultado buscado: las conductas de losprisioneros son cada vez ms catatnicas.

    6. La situacin lm ite: la tensin constant e

    La situacin, sin embargo, es ambivalente. Esa tendencia a la pasividad, ala catatona tiene un contrapeso constante: la tensin de la situacinlmite que vive el prisionero. Este estmulo de signo inverso no produce elequilibrio psquico del cautivo, por el contrario, contribuye a sudisociacin.Dicha tensin generadora de angustias tiene manifestaciones, adems dela presencia de la muerte y el ejercicio permanente de la autoridad por loscaptores, en una serie de sucesos de la vida de los campos:a) Las detenciones cotidianas: que operaban como un factor de tensinconstante. Amigos, conocidos, compaeros polticos o simplemente sociosde igual desventura. Ya hemos referido el proceso que su llegada alcampo produce en los que se encuentran en el mismo.

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    b) Las obligatorias salidas a la calle: con el fin de que sealaran a losactivistas polticos que encontraran transitando. Narra una ex detenida-desaparecida ese momento como uno de los de mayor tensin:"Era muy riesgoso. El oficial que te acompaaba poda darse cuenta queno estabas dispuesto a marcar a nadie. Poda suceder que alguno, al

    verte, se delatara solo, acercndose a hablarte o ponindose a correr. Enese caso perda l y tambin vos por no haberlo sealado. Poda sucederque algn conocido te viera y la gente conocida, tu grupo, tus familiares,pensaran que te habas pasado al bando enemigo. Y no te digo nadacuando te tocaba ir -casi siempre bamos de a dos- con alguno de loscolaboradores, y ver cmo a tu lado entregaba a un compaero. (...).Siempre buscbamos alguna excusa de salud para tratar de no ir."c) La noche antes de los "traslados": segn los campos, los "traslados" seefectuaban uno o dos das por semana. La noche antes del da en que seoperaran era uno de los momentos de mayor angustia y sorda tensin

    colectiva. Nadie poda dormir, todos sufran una profunda ansiedad. Cadauno pensaba en s mismo, en primer lugar y tambin en sus compaeros.Cules seran los elegidos?d) La percepcin de los estados de nimo de los oficiales: los prisionerosque haban superado ya el largo perodo de la venda en los ojos o lacapucha, dirigan toda su mxima atencin al comienzo del da, enanalizar las reacciones que tenan los oficiales con cada uno de ellos.i"Si el oficial equis -dice un liberado- esa maana eluda tu saludo, eratodo un drama. Por qu no quiere hablar conmigo? Ser que sabe quevoy a ser trasladado o esta tarde va a torturarme? Qu habr

    descubierto? Cada uno de nosotros se haba convertido en un especialistaen las ms mnimas reacciones y estados de nimo de los oficiales (...)."e) La simulacin constante: el trato y la supervivencia estn, en loscampos, directamente relacionados con la capacidad de reeducacin de losprisioneros, es decir, con la decisin de stos de adoptar como propios losvalores y pautas de sus captores. En mayor o menor grado, buena partede los secuestrados optaron por el camino de la simulacin en susdilogos con los oficiales y an en las ms nimias pautas de la vidacotidiana. As cuenta una de las liberadas que, pese a que el oficial a sucargo le ofreca facilitarle el peridico, ella manifestaba un total desinters

    por su lectura, para mostrar su falta de preocupacin poltica por larealidad, y solicitaba en cambio, agujas y lana para tejer. Todo ello,incluso la seleccin del lenguaje a emplear en cada trato, era causageneradora de angustias y tensiones, en la medida en que se intentaba,mediante la simulacin constante, dar la falsa idea de encontrarseadaptado, reeducado.

    La m an ipu l ac in ps ico lg ica de los p r is ioneros

    Todo ese cuadro descripto de destruccin de la personalidad del prisionerorecibe una complementaria actividad de manipulacin psicolgica, que a lavez que va reflejando el proceso de adaptacin del prisionero, vaagravando su conducta psictica.

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    La propia represin, el anestesiamiento de las emociones y la reduccin delos impulsos vitales trae aparejada tambin la reduccin del juicio crtico:se busca llegar a un estado en que el prisionero no se permita ni en elpensamiento odiar a sus verdugos, puesto que esto le producirasentimientos desestabilizadores. Poco a poco, la visin totalizadora del

    campo va imperceptiblemente invadiendo a los que sucumben a esteproceso destructor. Para stos, la maldad de los represores ya no esgenrica: ya distinguen entre "los buenos" y "los malos" segn sucomportamiento frente a los cautivos. Tambin la degradacin de losprisioneros, sus compaeros, es medida con una nueva escala de valores:hay degradaciones aceptables y otras que son rechazadas.Hay una cosificacin primaria en los roles, estimulada por la ausencia depautas propias. Entre la simulacin y la conducta real cada vez quedamenos espacio distintivo. Los secuestradores lo saben y lo fomentan.Un sentimiento primario de autodefensa va, en ms o en menos,

    produciendo un proceso de regresin infantil. Este proceso es atentamenteprovocado. Desde la indefensin hasta tener que hacer sobre su ropa lasnecesidades fisiolgicas, conllevan a esta regresin. Los oficialestorturadores ponen otro tipo de ingredientes: los pequeos premios yregalos (a veces un cigarrillo) a aquellos que se han comportado como"nios buenos".La ambivalente relacin amo-esclavo, con su contradictorio procesoidentificatorio del prisionero con el represor -el llamado "Sndrome deEstocolmo"- es jugado hasta las ltimas consecuencias. Nada queda enmanos del azar. Todo se pone en juego para que el "yo" escindido del

    prisionero, cual en un proceso esquizoide, termine por sepultar su "viejaidentidad".Ya hasta el mundo simblico del secuestrado no es el mismo.La realidad, su realidad de toda la vida, ha quedado convertida en merasfantasas y ensoaciones. Incluso sus mecanismos de representacinsimblica se han transformado. Su pasado no es un pasado "elaborado",sino un pasado idealizado, un pasado mtico, que pertenece a un espaciotambin mtico e inalcanzable: el "afuera".Para estos prisioneros, casi no son necesarias, a ese entonces, ni lasracionalizaciones, ni las transferencias de culpas, ni las fantasas

    gratificantes, ni tampoco protegerse con sus sobreestimaciones,considerndose indestructibles. El proceso de desintegracin de suidentidad mediante la metodologa descripta, est concluido. La labor"pedaggica" del campo ha llegado a su fin.Es hora de medir resultados. Ellos, y tambin nosotros. En ese aspecto,hay un hecho objetivo e incontrastable: la dictadura militar argentina noha podido ganar para s la voluntad de los millares de detenidos-desaparecidos. Tan slo unos pocos han pasado a revistar en sus filas.Para la casi totalidad ha habido dos caminos: el de su destruccin fsicamediante su asesinato, o en su defecto, el sometimiento al procesotendiente a su desintegracin psquica. A tenor de lo observado en elconjunto de prisioneros liberados, de stos, slo unos pocos, los msfuertes, han transitado por este segundo camino sin que el proceso

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    descripto impida sus posibilidades de readaptacin y de reconstitucin desu identidad.Especial atencin debe prestarse en torno a este proceso destructor, a laspalabras del catedrtico de psiquiatra italiano Dr. Giovanni Jervis:"La tortura, sobre todo si es 'cientfica', es utilizada tambin en cuanto a

    determinar daos permanentes en la capacidad operativa del torturado,en particular en lo que concierne a sus capacidades mentales. Esnecesario detenerse en este punto. En estos ltimos tiempos se hadescubierto que las consecuencias a largo plazo de las privaciones y de lossufrimientos padecidos en los campos de concentracin, y sobre todo enpersonas sometidas a malos tratos fsicos graves, aislamiento sensorial,terror prolongado y tortura, son ms constantes y ms graves de lo quese poda suponer tan slo diez aos atrs. Estas consecuencias se hacen aveces evidentes tan slo muchos aos despus. Estas personas son mssensibles a toda una serie de enfermedades fsicas, pero sobre todo

    presentan trastornos psquicos inmediatos o tardos, que van desde lasenilidad psquica precoz, a la crisis de angustia y a los trastornosneurastnicos, a la melancola, a la indiferencia patolgica, hasta loscuadros graves de tipo esquizofrnico. A veces, las causas de estostrastornos son prevalentemente fsicas. Esto es vlido para el sndromeglobal de 'agotamiento' del torturado, para las carencias alimenticias, paralos daos orgnicos permanentes debidos, por ejemplo, a golpes, heridas,ingestin forzada de sustancias txicas, asfixias (por ejemplo, porinmersin, con la consecuente anorexia y muerte de clulas de la cortezacerebral cosa que puede conducir a una demencia que slo se hace

    evidente al cabo de los aos) y as sucesivamente.En otros aspectos, las causas no son siempre evidentes, pero sonprobablemente de carcter ms concretamente neurofisiolgico opsquico.En tales casos, suelen estar ligadas al hecho de que la experiencia de latortura (sobre todo si la tortura es prolongada y dirigida por sistemas'modernos') determina por s misma un verdadero trastorno mental(vase el punto c) ya expresado)83 del cual el individuo no siempre selibera con dificultad. Por ltimo, si adems, como suele suceder, eltorturado es vencido, 'cede', habla, y estaba en posesin de informaciones

    que, en mano de los interrogadores han causado la tortura de otros ydaos a su organizacin, la experiencia de la tortura se liga a unprofundsimo sentimiento de fracaso, de culpa, de desconfianza y por lotanto, de prdida de la propia estimacin. Esto es as, incluso en casosespeciales: por ejemplo cuando (como ha sucedido en Vietnam del Sur yen Sudamrica) los familiares han sido torturados bajo sus ojos parahacerle hablar. En particular, cuando han sido torturados los nios parahacer hablar a los padres, a estos ltimos no les queda ms salida que laeleccin entre dos alternativas: la de hablar o la de hacer sufrir y vermorir a sus propios hijos (no es de extraar que, como se ha dicho, lasmadres vietnamitas se suicidaban posteriormente). El estado policacopuede entonces incluso estar interesado en no mantener en la crcel aestas personas sino en ponerlas en circulacin, marcadas indeleblemente

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    por la experiencia de la tortura. A veces, estas personas tienen unapersonalidad completamente destruida (aparte de estar polticamente'quemadas'); mucho ms a menudo arrastran durante aos dificultades,incapacidades, trastornos, angustias, pesadillas, sufrimientos depresivos;slo muy rara vez se dan individuos capaces de continuar siendo

    militantes activos, valerosos y lcidos como anteriormente. En cuanto alas posibilidades de terapia, existen, pero son limitadas."84

    El terrorismo de Estado en la Repblica Argentina lleva ms de siete aosen esta tarea con millares de vctimas. Rescatar a "los detenidos-desaparecidos que puedan estar con vida pese a la afirmacin militar encontrario, y tratar de anular y reparar la accin destructora a que hanestado sometidos, es la necesaria contrapartida humanitaria y poltica,frente a esta accin criminal masiva.83. "La tortura es ms bien un conjunto de tcnicas, entre las cualespuede estar o no el dolor fsico, que tienen como objetivo: el atacar

    directamente a la determinacin de no hablar y de no colaborar delprisionero; b) ponerlo progresivamente en condiciones psicolgicas deagotamiento psicofsico, de absoluto y 'monstruoso' terror, dedependencia, de humillacin tales que sus defensas psicolgicas caigan,sistemticamente destruidas, y que l no pueda ya oponerse eficazmentea la situacin y a las exigencias que se le imponen; c) negar hastadestruir su propia imagen y su conciencia de s, es decir, su propiapersonalidad, de su propio compromiso militante, de su propia dignidadsocial, de la autonoma misma de los propios pensamientos y de la propiavoluntad, hasta hacerle obtener, incluso bera de las sesiones de tortura,

    la prdida de la propia autoconciencia y autoestima moral y poltica" (p.125).84. Jervis, Giovanni: La Tecnologa de la Tortura, p. 126 y ss.

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    Cap tu lo I I

    El e fecto m u l t i p l i cado r de l te r r o r :

    de l a fam i l i a a l en to rn o socia l

    Un clculo estimativo de vctimas directas de la represin en el perodo

    1976-1983, entre asesinados, detenidos-desaparecidos y muertosresistiendo su captura, alcanzan la cifra de 50.000.Pero no menos vctimas que aquellas, resultan sus familias, golpeadasindeleblemente, sobre todo por el angustioso e incierto destino de lossecuestrados.El dolor, la impotencia, la incertidumbre, la inseguridad y tambin unirracional sentimiento de culpa -por no haber podido impedir el secuestro-se entremezclan con la indignacin ante esta aberrante conducta de lasFuerzas Armadas.El padre de un joven desaparecido, sintetiza desgarradamente estos

    sentimientos en el siguiente poema:

    COBARDEYo s de miedo atroz todas las nochesantes del sueo.De la sorpresa-alivio, sin duda, desmedida,de amanecer de nuevo.De ir a ver, dos, tres veces cada noche,si mis hijos seguan, en sus cuartos, durmiendo.De esperar, angustiado, hora tras hora,

    al lado del telfonosin poderme dormir, porque, a las docean faltaba uno de ellos.Yo s lo que es buscar. Falto de listas, seales o senderos.Persistiendo a pesar de que una estela de fracaso sea el premio.S tambin de inventar nuevas palabras con que ir a conmover alcarcelero. Y no acertar ninguna en dos aos y medio.Yo s de perseguirlo a cada indicio, sospecha, fantasa, pista o cuento. Sde abrazarlo y no tenerlo.S que todo empez a partir de la noche (all naci el suspenso) que

    arrasaron mi casa, me robaron a Pablo y me dejaron slo este agujero.Porque yo me qued petrificado entre el sof y el techo.Yo s, yo s, yo s, yo no s nada porque lo ciertoes que no s por qu fui tan cobarde esa vez que vinieron.85

    La fam i l i a v ct im a de la rep r esin

    Pero no siempre la familia ha sido la vctima indirecta de esta poltica. Sonmiles los casos donde el secuestro comprendi a ms de una persona dela familia -generalmente al cnyuge- sin que volviera a tenerse noticiastampoco del familiar. En muchos casos, se llevaron a todo el ncleofamiliar, liberando posteriormente a parte de ellos. As la nmina dedetenidos-desaparecidos, se encuentra dramticamente engrosada con

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    padres, hermanos, hijos y hasta abuelos de las personas por las quepreguntaron al momento de la accin de secuestro:85. Del libro del Arquitecto Enrique Fenndez Meijide, En torno a vos, LaCampana, Buenos Aires; dedicado a su hijo Pablo."El da 23 de abril de 1977, varias personas entraron en nuestra casa sin

    llamar. Yo haba salido con mis hijas menores, y segn me enter por losvecinos, el grupo haba llegado en autos negros; tambin en un furgn deproductos alimenticios.Se presentaron vestidos de particular, por lo que no puedo sealar a quFuerza pertenecan, aunque es cierto que formaban parte de algunaorganizacin o fuerza por la manera en que actuaron. En el procedimientohubo disparos de armas de fuego, y hubo heridos porque qued muchasangre en el piso.En ese momento, mi esposo y mi hermano estaban en la cocina y mi hijaen el comedor con dos amigos. Mi sobrino, un chico al que no le da la

    cabeza y no entiende las cosas, tambin estaba. Cuando escucharon losdisparos, mis dos hijos vinieron corriendo desde la casa de un vecino, aver qu pasaba. Uno tiene familia, es casado. Se da cuenta? Si l hubieraestado en algo, se hubiera escapado.Los atacantes se los llevaron a todos y no supimos ms de ellos, salvo delos dos jvenes que estaban con mi hija que fueron liberados. Losamenazaron para que se callaran.Como esposa, madre, hermana y ta, quisiera saber qu pas con mifamilia. Al perderla qued en el desamparo y sin ningn recurso con doshijas chicas. Mis hijos y mi esposo, mi hermano y mi sobrino eran gente

    de trabajo, honrada, sin antecedentes policiales. Tuve gran dolor que mellevaron un hijo asmtico que precisa mis cuidados. Y a mi sobrino porqu se lo llevaron al pobre? Por qu Dios mo se llevaron a todos y qusuerte han corrido?"86

    Este pattico relato de la desaparicin de toda una familia obrera, fue unaconstante del proceso dictatorial, que hoy intentan que el pueblo olvide.Es que, acaso, esa madre, a la que le han arrebatado a su marido, a sushijos de 23, 21 y 19 aos de edad, a su Hermano y a un sobrino de 17aos, puede olvidar como le exigen la Junta Militar y los obispos?A travs de las declaraciones de los secuestrados liberados y de los

    informes recogidos por las organizaciones de derechos humanos, resultaconjeturable que los raptos de familiares de las personas buscadas hayantenido por fin utilizar un "irresistible elemento de presin" con respecto aaquellos. La tortura de familiares a la vista del detenido que queran hacerhablar ha sido una prctica constante, denunciada en todos lostestimonios de los liberados de86. Extracto del testimonio del secuestro de Juan Carlos Mrquez, 49aos, obrero ferroviario; Ramn Carlos Mrquez, 23 aos; y BenitoLorenzo Mrquez, 21 aos, ambos obreros textiles; Norma Lidia MabelMrquez, 19 aos, empleada; Carlos Erlindo Avila, 40 aos, obrero de laalimentacin y su hijo Pedro, 17 aos, cfr.: APDH, La Familia vctima de larepresin, Neuqun, 1982.

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    los campos. Esta abyecta metodologa, tan al uso en Vietnam yCentroamrica, forma parte esencial de los cursos de contrainsurgencianorteamericanos."Cuando me sientan, el que interroga, de unos treinta aos y que tieneconocimientos de medicina, hace que me corten el pantaln y coloca un

    parche en la pierna herida.Me intiman que conteste, porque tienen a mi padre, a Graciela mi mujer,a mi hermano y mi cuada, y que si no lo hago torturarn a ellos hastaque yo diga todo.Traen a pap encapuchado, con las manos atadas a la espalda. Le quitanla capucha y veo que tiene el rostro totalmente inflamado, magullones,sangre seca, un ojo casi cerrado y totalmente azul. Me mira y calla. Traena mi hermano y cuada con los ojos vendados, las manos atadas delante.Tienen signos de haber sido golpeados.Aplican golpes de picana elctrica a pap y a Luis Alberto, golpes con un

    palo a mi cuada y luego se los llevan. Continan interrogndome y traena mi padre solo, lo cuelgan con el aparejo desde las esposas (sigue conlas manos a la espalda), gime, lo hacen girar en el aire, le pegan con unpalo y le aplican picana con mayor intensidad que la vez anterior. Pormomentos aumentan su brutalidad. Lo paran sin descolgar para que sereanime, dicen que le vea la cara. Est muy mal, apenas habla, me dicenque lo estn matando, igual que haban hecho con Graciela C..)."87

    Otras veces, el secuestro de todo un ncleo familiar tiene otrasfinalidades: su utilizacin como poltica de escarmiento y de expansin delterror. Tal es el caso de la familia Tarnopolsky. En la Escuela de Mecnica

    de la Armada se haban detectado "filtraciones de informacin" hacia losorganismos de derechos humanos y tambin algunas acciones desabotaje. Los marinos encargados del campo de la ESMA sospechaban quealguno de los soldados que se encontraban haciendo el servicio militar enese destino pudiera ser su autor. En esas circunstancias, en la libreta dedirecciones de una nueva persona secuestrada, fue hallado el nombre ynmero de telfono del joven conscripto Sergio Tarnopolsky de 21 aos deedad. Sin otro elemento de prueba ms que esa vaga presuncin,decidieron escarmentar en l y su familia, para que todos

    87. Transcripcin parcial del testimonio de Jos Ramn Morales sobre susecuestro y tortura junto con su familia (cfr.: CADHU: Proceso algenocidio..., op. cit., p. 237 y ss.) ocurrido el 20-11-76. Jos RamnMorales y su esposa Graciela Vadailiac, posteriormente lograron huir,prestando dicho testimonio. Su padre, del mismo nombre, su hermanoLuis Alberto y su cuada Nidia nunca ms aparecieron. Tres aos despus,Jos Ramn Morales, militante internacionalista, fue asesinado enNicaragua por las tropas del dictador Somoza.

    aquellos que realizaban el servicio militar obligatorio, desistieran de todaaccin informativa o tendiente a impedir la represin ilegal. Mediante estapedagoga del terror, fueron secuestrados y presumiblemente asesinadostras su tortura: Sergio Tarnopolsky, su joven esposa Laura Duca de

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    Tarnopolsky, de 19 aos, su hermana Betuna Tarnopolsky, de 16 aos ysus padres Blanca Edelberg de Tarnopolsky, de 50 aos y Hugo AbrahamTarnopolsky, de 52 aos.Dice un informe del CELS, sobre este caso:"Sergio Tarnopolsky se comunic telefnicamente con su familia el 14-7-

    76 para avisar que estaba circunstancialmente detenido en la Escuela deMecnica de la Armada, donde cumpla el servicio militar. Desde esemomento se careci de noticias suyas, informando las autoridades que sele haba dado franco y que no habavuelto a integrarse a la ESMA. En lamadrugada del 15 de julio fueron allanados los domicilios de sus padres -Hugo Tarnopolsky y Blanca Edelberg, ambos desaparecidos-; de su abuela-donde fue detenida su hermana Betuna de 16 aos, cuyo paradero seignora-; y de los padres de su esposa Laura, que tambin desapareci.Nada se ha sabido desde entonces de ninguno de los miembros de estafamilia."88

    No menos brutal ha sido la represin a los familiares de los dirigentes delas organizaciones guerrilleras. Como es el caso de la familia de MarioRoberto Santucho, Secretario del Partido Revolucionario de losTrabajadores (PRT) y Jefe de su brazo armado, el Ejrcito Revolucionariodel Pueblo (ERP), muerto en un enfrentamiento con una comisin militar,el 19 de julio de 1976. Su familia ha sido diezmada por la represin ilegal.El da de su muerte, fue secuestrada y se encuentra desaparecida suesposa Liliana Delfino que se encontraba en avanzado estado degravidez.89 Uno de sus hermanos, Osear Asdrbal -de profesin contadorpblico- fue muerto en la provincia de Tucumn. Otros hermanos: el

    tambin contador pblico, Carlos Hiber, el escritor Francisco Rene y laabogada Manuela, se encuentran desaparecidos; as como una de suscuadas, Cristina Navajas de Santucho, sociloga, y su sobrina MercedesSantucho, que igualmente fueron secuestradas y nunca aparecieron. Otrasobrina, Mara del Valle Santucho, fue asesinada en Buenos Aires,mientras que otros parientes como el abogado Amlcar Santucho hermano asimismo de Mario Roberto- y su hija Graciela Noem, hanpasado varios aos en prisin.

    88. Cfr.: Informes de los liberados de la ESMA y CADHU, Caso

    3916/Tarnopolsky, Sergio y familiares. La cita en CELS: ConscriptosDetenidos-Desaparecidos, Buenos Aires, 1982, p. 9.89. Cfr.: Testimonio del Inspector Rodolfo Fernndez: Liliana Delfino dio aluz en el campo de concentracin denominado "la 205".

    Sobre el destino de Carlos Hiber Santucho y de su hermana ManuelaElmina, se narra en el testimonio de un periodista uruguayo liberado queestuvo secuestrado en Buenos Aires:"El da 15 de julio (de 1976) condujeron al local a otras tres personassecuestradas. Al identificarse y por las conversaciones de los guardias,pude enterarme que se trataba de la abogada Manuela Santucho, CarlosSantucho (ambos hermanos de Mario Roberto Santucho) y una cuada de

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    ste cuyo nombre no retengo y a la cual los guardias se referan como'Beba', no s si en forma despectiva o por ser ese su apodo.El da 19 de julio de 1976 nos anuncian la muerte de Mario RobertoSantucho, en un encuentro armado, insultando soezmente a susfamiliares. A esta altura, tanto Carlos Santucho como su cuada, parecen

    haber perdido la razn a causa de las brutales torturas de que han sidoobjeto. La doctora Manuela Santucho, a pesar de que tambin ha sidobrbaramente torturada, an se mantiene lcida.Alrededor de las 18 horas de ese da comenzaron a llenar un gran tanquede agua, que han colocado entre las personas secuestradas. Se siente fluirel agua. Mientras tanto oficiales y guardias insultan y castigan a lossecuestrados, hacindonos responsables de la muerte de un capitn,ocurrida en ese encuentro armado, diciendo que en ese tanque "nos van alimpiar la cabeza a todos". En la noche, con el pretexto de que CarlosSantucho deliraba constantemente, se abalanzan sobre l y lo atan con

    cadenas, ya que se siente el ruido caracterstico de stas. Previamentehan colgado sobre el tanque, sujeto del techo, un aparato corredizo,explicando minuciosamente su uso. Por ese aparato pasan una cuerda queatan a las cadenas con que han envuelto a Santucho, mientras nosexplican esta maniobra tambin detalladamente.En estos momentos un oficial argentino trae un ejemplar del diario Clarnde Buenos Aires, donde se narra la forma en que fue muerto MarioRoberto Santucho, obligando a Manuela Santucho a que nos lo lea en vozalta. Mientras tanto Carlos Santucho es introducido y sacado del tanquelleno de agua entre risas e insultos, siendo golpeado con saa, cada vez

    que emerge. Sufri este trato durante largo rato, lo que nos sorprendipor cuanto segn comentarios odos a los propios guardias, nunca habatenido actividad poltica. Luego, al parecer, advierten que el cuerpo no daya seales de vida. Lo desatan, lo introducen en un vehculo y se lollevan. Manuela Santucho y su cuada permanecieron un par de das mscon nosotros y luego fueron conducidas a otro lugar que desconozco."90

    90. Cfr.: Testimonio de Enrique Rodrguez Larreta, 1977. Muchas otrasfamilias de dirigentes de organizaciones armadas fueron impunementediezmadas como son los casos de Lesgart, Vaca Narvaja, Pujadas, Berger,Lisazo, Lea Laplace, entre otros.

    La represin ilegal no slo alcanza a los familiares en el momento delsecuestro del pariente buscado. Familiares de presos y desaparecidos,sern luego constante blanco de ataques cuando comienza la actividadcolectiva de denuncia. Muchos de ellos, tambin se encuentran detenidos-desaparecidos.91

    El c r im en m ayor : los n i os desaparec idos

    El citado documento de la Junta Militar de fecha 28 de abril de 1983,expresa que todos los detenidos-desaparecidos estn muertos. Esta

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    monstruosa afirmacin adquiere una dimensin especial, por loparticularmente abyecta y aberrante que resulta en el caso de los nios yadolescentes desaparecidos.Son ciertamente estimables en ms de 300 los nios y adolescentessecuestrados junto a sus padres o individualmente, y es posible calcular

    en una cifra superior los nacidos en cautiverio, cuyas madres fueronsecuestradas en estado de gravidez.92

    Sin embargo, pese a la rotunda afirmacin militar, en el caso de los recinnacidos y de los nios de pocos aos de edad, existen suficientesconstancias de que ello no es exacto, y que la afirmacin de su muerteencubre un cruel comercio con esas criaturas que fueron entregadas ovendidas a terceras personas.

    91. En 1976, es secuestrada la madre del dirigente de la juventudperonista y prisionero poltico de la dictadura, Dante Gilo. La Sra. Aleta

    de Gilo nunca ms apareci. El jueves 8 de diciembre de 1977, en unoperativo realizado en la Iglesia de la Santa Cruz en Buenos Aires y enotros operativos domiciliarios, fueron secuestrados diez miembros de lasorganizaciones de familiares -entre ellos Azucena Viflaflor de Vicenthi,Secretaria de las Madres de Plaza de Mayo-y dos monjas francesas quecolaboraban con los mismos: Sor Alice Domont y Sor Renne Duquet. Eloperativo realizado por el Grupo de Tareas de la Marina estuvo a cargo delTeniente Perna, con la colaboracin del Teniente Alfredo Astiz, quepreviamente se haba infiltrado entre el grupo de familiares, hacindosepasar por hermano de un desaparecido. Todos los familiares secuestrados

    y las dos monjas fueron brutalmente torturados en la ESMA y hasta hoycontinan como detenidos-desaparecidos, aunque prisioneros liberados,que por ese entonces estaban en la Escuela de Mecnica presumen porcomentarios odos a los guardias, que fueron arrojados a las aguas del RoParan.92. Las abuelas de Plaza de Mayo, el CELS, la CADHU y los otrosorganismos de derechos humanos han dado a conocer listas de nios yadolescentes basadas en las denuncias de sus familiares. Con pequeasvariantes, dan estas escalofriantes cifras, teniendo en cuenta que slo unaparte de los secuestros han sido denunciados ante la justicia: nios

    desaparecidos: 28, adolescentes desaparecidos: 130, conscriptosdesaparecidos (jvenes de 18 a 20 aos, realizando el Servido militarobligatorio): 74, mujeres embarazadas secuestradas: 102.

    Varios de estos nios han sido localizados y recuperados por sus abuelas,que son el motor incansable de una accin mproba por desbaratar esedestino no querido por los padres-vctimas para sus hijos: criados yeducados por sus victimarios con la ms hitleriana de lasfundamentaciones.El drama de los nios-desaparecidos en la Argentina, ha sido, y es, undursimo golpe a la conciencia tica de los pueblos civilizados, y ha tenidouna gran repercusin en la prensa internacional. Dice un corresponsal deun diario espaol, desde Buenos Aires:

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    "As nacieron nios en prisin y sus madres -avisadas con meses deantelacin de cul iba a ser su suerte- fusiladas tras el parto (los fetos noson subversivos', les decan). Hijos pequeos de matrimoniosdesaparecidos fueron vendidos a familias estriles estadounidenses,entregados a personas 'de orden' bajo una nueva identidad. Parece un

    ensueo de la razn, pero no pasa un mes sin que los diarios den cuentade que las madres o las abuelas de la Plaza de Mayo, en sus pesquisas,han dado con el paradero de un nio secuestrado, restituyndolo a susfamiliares ms cercanos."93

    El ob j e t ivo d e los secuest ros de m enor es

    No es fcil, para un ciudadano comn, imaginar los mviles de lossecuestros de nios. Pensar que ello pueda explicarse racionalmente yencontrar su conveniencia implica hacer el esfuerzo de transponer

    intelectualmente fronteras del pensamiento, para tratar de colocarse en ellugar de los asesinos y torturadores. El esfuerzo es intil.Inevitablemente, ese ciudadano dir: "jams podr justificarlo, peropuedo entender que se haga desaparecer un opositor poltico, pero, aun nio de tres meses?". En efecto, la inocencia de estas vctimas, noadmite prueba en contrario.Sin embargo, el objetivo buscado al secuestrar criaturas, se relaciona yremite a la propia ideologa y mtodos del Estado Terrorista, y tiene lamisma lgica que todo su accionar, un masivo crimen contra lahumanidad:

    a) Infundir el terror en la poblacin.b) Vengarse y escarmentar a sus familiares.c) Interrogar a los nios con discernimiento.d) Quebrar el silencio de sus padres, torturando a los hijos.e) Beneficiarse con las criaturas como "botn de guerra".f) Educar a los nios menores, con una ideologa contraria a la de suspadres.

    93. Prieto, Martn: en El Pas, 1-5-1983, op. cit.

    Analicemos estos supuestos.No cabe duda, que el secuestro de nios es uno de los hechos msconmovedores para el conjunto de la poblacin y el que ms terrortransmite. En el caso de los militantes polticos opositores a la dictaduramilitar, aun en aquellos ms decididos en correr los mayores riesgospersonales, la posibilidad de que sus hijos pequeos caigan en manos delos torturadores y padezcan inenarrables vejmenes y sufrimientos esaltamente desestabilizadora, e incluso, puede llegar a ser paralizante. Porello, los oficiales operativos tenan instrucciones de secuestrar a los nios;en mltiples casos no lo hicieron, abandonndolos o entregndoselos a losvecinos: hasta para muchos de estos criminales, secuestrar nios,superaba lo posible.

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    Pero la metodologa haba sido dispuesta. Narra la liberada de un campode concentracin que un oficial, tras haber realizado un procedimiento derapto de una joven pareja, le confes que haba dejado al pequeo hijo deambos al cuidado del portero, "contrariando la orden de la superioridad dellevarse a los chicos".

    Ante una serie de casos, por las particularidades de los mismos, no pareceencontrarse otra explicacin, que mviles de venganza y escarmiento.Dice el CELS en un estu