El Fango de Los Mitos

8/8/2019 El Fango de Los Mitos

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El Fango de los Mitos o el bicentenario de la así llamada “Independencia de México”.

®Lutz Alexander Keferstein CaballeroPublicado en Revista Opción 154



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Uncertain of being back They make you feel so good

Everything’s darkened Obey like a fool

Hate through the arteries Mass hypnosis

Max Cavalera 1

En las recién inauguradas celebraciones del bicentenario de la indepen-

dencia de México ¿a qué nos enfrentamos? Sigue aquí un análisis, subjetivo y

criticable, al respecto.

Al escuchar la frase “ Fiestas Patrias”, se evoca de manera inmediata to-

da una serie de manifestaciones populares de jolgorio: el confeti, las serpenti-

nas, el champurrado con los obligatorios buñuelos y demás artículos de primera

y patriótica necesidad, cuyo conjunto, para ser adquirido, condena a los padres

de familia a desprenderse de una considerable suma de dinero –por lo menos

media jornada laboral por pieza -, lo cual, a pesar de la mediana capacidad ad-

quisitiva de quienes participan en esos rituales populares, no deja de ser una bo-

fetada a la situación económica en la que se encuentran cuarenta millones de

mexicanos –compatriotas, para entrar en el contexto. Pero eso no importa. Los

mexicanos, llenos de orgullo por formar parte de dicha categoría, invadimos las

calles cada año durante 10 o 15 días, por decir lo menos, distribuidos a lo largo

del mismo. En esta ocasión, la celebración, claro no tan intensa como lo será en

su cenit, durará unos 500 días, aproximadamente.

Verde, Blanco y Rojo (nótense las capitales) se transforman en requisitos

sine cua non para todo aquel que plenamente se identifique con su tierra natal,

1 Mass Hypnosis , canción popular incluida en el álbum Beneath the remains, Sepultura, i989,Roadracer Records, U.S.A., 1989.



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su terruño, el lugar que lo vio nacer, crecer, reproducirse (lo más seguro) y, que

sin lugar a dudas, guardará sus restos humanos en la profundidad de sus cam-

posantos… “ México lindo y querido, si muero lejos de ti… ” Mientras se tenga

cuerpo viviente siempre habrá lugar para las impresiones de efigies patrias. Más

no impresiones como aquellas a las que se refería el gran Hume. Impresiones

en el más literal y material de los sentidos: el Escudo Nacional, Hidalgo, Morelos

portados en las mejillas (o mas mexicanamente: los cachetes), tan de moda en

estos días.

La homogeneidad se hace presente, enfundada en vítores, banderas,confeti en los ojos, risas burlonas y mentadas de madre dirigidas hacia todo lo

que atente contra nuestro incondicional patriotismo.

Nunca en otras fechas se odia tanto al imperialismo Yanqui y todas sus

expresiones, a menos, claro está, que éstas se encuentren plasmadas en nues-

tro vestir (Levi’s Reebok, Nike, Marylin Manson, Limp Biskit, etc.), en cuyo caso

nos permitimos los goces de la flexibilidad y, en otra de nuestras mas arraigadas

tradiciones, miramos la paja en el ojo ajeno mientras nos hacemos de la vista

gorda cuando nosotros somos el sujeto pasivo de la observación, total, como

siempre decimos a manera de justificación cada vez que nuestras inclinaciones

nublan nuestro raciocinio: “¡qué tanto es tantito!”.

En un suntuoso despilfarro que a pesar del previo pago de impuestos nos

es cargado con posterioridad en el recibo de la luz, las calles y monumentos de

todo el país se engalanan con bombillas eléctricas y escarchas de los colores de

la mexicanidad.



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A lo largo de estos años de jolgorio y durante muchos de ellos en flagran-

te violación a una afortunadamente ya derogada, pero en su momento absurda,

anacrónica y poco funcional ley seca, grandes cantidades de alcohol, se consu-

men en honor del reencuentro con nuestras primeras raíces democratizadoras y

libertadoras (no olvidar por favor el cuasi sagrado –pero tal vez también ahora

repudiado – 2 de julio del 2000, momento del segundo rencuentro histórico con

la libertad y la democracia, claro, tristemente ya manchado por los sucesos ocu-

rridos en el 2006, cuyo principal cerebro fue justamente aquel a quien se vitoreó

e identificó como primer presidente democrático en nuestra historia)… ¿o, noson acaso parte de nuestra identidad las famosas borracheras mexicanas? ¡Por

Dios qué borracho vengo…!

Una interminable lista de patrióticas actitudes podría ser descrita a deta-

lle, una tras otra. Todos las conocemos. Todos en algún momento de nuestra

vida las hemos llevado a cabo.

Mas el objetivo de estas líneas apunta en mayor grado al significado de

esta exhuberancia que a su descripción.

Desde jóvenes, somos la mayoría del pueblo, exceptuando a aquellos cu-

yo amor nacional nace en el extranjero, educados de manera nacionalista y, si

se me permitiera –desgárrense las ropas los tradicionalistas - ridículamente na-

cionalista.

A diferencia de los pueblos asiáticos y europeos, que han cuidado de pre-

servar su cultura original dentro de lo posible en estos tiempos de globalización y

maquila, y que por consiguiente se identifican y aceptan sus raíces, el pueblo



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mexicano mestizo – que es la mayoría– explícitamente excluyendo a las etnias

originarias del país, pareciera carecer completamente de conciencia histórica.

Simplemente no sabe quién es y no quiere saberlo. El problema se torna mucho

más complicado en cuanto que el mexicano cree saberlo. Error de origen.

Los mexicanos no podemos buscar nuestro origen primario ni en las cul-

turas prehispánicas ni mucho menos en la ibérica, ya que es el sincretismo de

éstas la raíz cultural mexicana. Pues el nacimiento de México como país – y por

tanto legitimación de los festejos patrios– se da al final de la guerra de indepen-

dencia cuando la Nueva España se transforma en una flamante nación.Esta convergencia de caminos ha confundido tanto al mexicano que ab-

surda y paradójicamente niega sus raíces españolas adjetivizándolas peyorati-

vamente de gachupinas, al tiempo que abarrota las plazas de toros y adora un

Dios de importación y a su séquito, pues el mexicano es, eso sí, orgullosamente

–que no ortodoxamente– católico. Por otro lado, hipócritamente se enorgullece

de sus raíces indígenas (siempre y cuando se queden en el museo de antropo-

logía, en el reverso de las monedas o en uno de los calificativos de la selección

de futbol, esto es, la selección azteca, claro está). Digo hipócritamente porque, o

sea, que los inditos de regresen a su pueblito, no? (favor de leer en tono de chi-

co fresa o, digamos mejor, ‘ in ’). Me refiero a esas mismas etnias, que por deci-

sión oficial desaparecieron durante varias décadas de los libros de Historia y del

Pacto Social cuya representación máxima es la Constitución Política de nuestra

república, por lo que todos dábamos por extintas hasta el primero de enero de

1994, fecha en que, para sorpresa general de quienes por ver tanto noticiero te-



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levisivo estábamos menos enterados, un grupo armado, el autodenominado

EZLN, llamó a la verdadera unificación y reivindicación moral y material de exis-

tencia indígena. A pesar de esta situación, la mayoría seguimos tristemente olvi-

dando a los excluidos –indígenas o no– con una parsimonia que espanta, bom-

bardeados por distractores emanados justamente de los medios de comunica-

ción, que nos indican a cada momento con programas, los reales educadores

del pueblo –esos donde se hablan de ventanas, orejas, chismes y juicios venti-

lados frente a las cámaras–, que todo lo que no se incluye o es incluido en un

sistema de verdades tan banales como dispensables, esto es todo lo que noesté avalado por Azcarraga Jean o Salinas Pliego, no existe o es circunstancial y

por tanto nulo.

Lo descrito en el párrafo anterior me permite dirigir la idea del escrito

hacia lo que realmente ha hecho de las celebraciones cívicas una prueba fe-

haciente de lo que eufemísticamente se podría llamar maleabilidad o, siendo

crudo, imbecilidad del mexicano.

Es verdad que la explosividad emotiva siempre ha caracterizado al oriun-

do de México, mas se ha llegado a un punto en que la espontaneidad está olvi-

dada. Al mexicano se le ha enseñado cuándo festejar, qué festejar y, más impor-

tante y trágico aún, cómo debe festejar. Esto ha acabado con la naturalidad y el

jolgorio honesto, lo ha sustituido con conductas robotizadas, más inherentes a la

falta de análisis, conciencia e identidad tanto individual como colectiva, que la

alegría sincera, la cual si realmente lo es, sólo puede presentarse como resulta-

do de situaciones influyentes en el ánimo subjetivo personal, las cuales desde



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luego pueden afectar a diferentes individuos al mismo tiempo, creando así la ilu-

sión de una felicidad colectiva, pero que definitivamente altera las manifestacio-

nes de dicha, como acertadamente analizó Sigmund Freud al hablar de la psico-

logía de las masas. Un ejemplo de emotividad súbita sería el enamorado al que

sin preámbulos le nace el escribir un poema a su amada o cortar una flor y

ofrecérsela, con una significación muy diferente al mismo muchacho que compró

un regalo a su chica el así llamado día del amor.

¿Cómo entonces encontrar coherentes los vítores del pueblo mexicano,

postrado a los pies de sus torturadores, quienes en un acto de falsedad su-realista gritan: “Viva la independencia de México” y entregan la conducción de la

economía del país al Fondo Monetario Internacional, pantalla del imperialismo

norteamericano?; “Vivan los héroes que nos dieron patria” y anatematizan los

levantamientos que lo son al no haber sido siquiera escuchados por un anacró-

nico e infuncional sistema jurídico y sus tan gubernamentalmente aclamados

cauces institucionales? ¿De que manera pudimos los mexicanos quedar impávi-

dos ante la burla del grito de independencia que dio Ernesto Zedillo en 1997:

“¡Viva la libertad! ¡Viva la Justicia! ¡Viva la unidad de todos los mexicanos! ¡Viva

la Democracia!”? ¿Y qué tal el grito foxista de hace un lustro: “¡Vivan los acuer-

dos políticos! ¡Vivan los acuerdos por un México mejor!”?

¿Libertad? ¿Libertad en un país donde la iglesia y los grupos ultra-

conservadores ejercen tal poder que buscan se impida a la mujer de nueva

cuenta decidir si debe dar a luz o no, utilizando para ello, inclusive, la fuerza co-

ercitiva del Estado en total flagrancia de los derechos constitucionales y penales



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(recordar el caso ‘Paulina’ en Baja California) al tiempo que condenan el uso de

anticonceptivos y hasta su publicidad (¡Oh, Serrano Limón, cuántos niños no de-

seados cargarás en tu espalda?)? ¿Justicia? ¿Justicia en un país donde las des-

igualdades sociales son tan marcadas que muchos ya ni condenan por conside-

rarlas parte de la normalidad? ¿Democracia? ¿Cuándo fue la última vez que su

diputado o senador (así con minúsculas) le inquirió su opinión, amigo lector, res-

pecto de tal o cual ley o reforma que afecte directamente la vida del pueblo an-

tes de aprobarla (recuerde el TLC, FOBAPROA, Rescate Carretero, la Reforma

al IMSS, privatización de Ferronal, AFORES, el aumento a las gasolinas) –ya nomencionemos por absurdo lo “acaecido” en el 2006 –.

Vivimos el renacimiento de México. Cierto cayó el PRI del poder federal...

por ahora (¡No se pierda su regreso en este próximo 2012! –recuerde de aquí a

3 años que éste su columnista lo profetizó antes que nadie–). Pero la democra-

cia sigue siendo un tema muerto. No así la concertacesión política tan necesaria

en los tiempos modernos.

Hoy en día la igualdad se confunde entre términos obscuros y se entiende

por ella homogeneidad. El mexicano se vuelve homogéneo, plano, carente de

ideas, de vitalidad, de espíritu de lucha, de todas esas características que, des-

de una perspectiva nietzscheana (oportunidad para que lluevan falacias ad

hominem y acusen al autor, los que así lo deseen, de nihilista, ateo, etc. pues

lee a Nietzsche), tiene el hombre libre.

Un acuerdo implica unidad de voluntades. Así que tal vez haya cierta lógi-

ca. El mexicano sí se une. Se une cuando la selección nacional se impone acci-



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dentalmente ante equipos de la CONCACAF –potencias futbolísticas, como se

sabe-, se une para bailar en perfecta sincronía lo que le toquen en los “realities”,

se une para ventanear y se une, por supuesto, cuando se identifica con sus se-

mejantes por ser ambos otro rollo – perspectiva de la vida a cargo de quien ha

desbancado a Raúl Velasco como el merecedor poseedor del título ‘Taradito-

tarador’ (¡ clap, clap, clap !) de los tiempos modernos.

A pesar de que esto es buscado y fomentado por el sistema, sería muy

simplista depositar toda la carga culpable en los gobernantes y controladores de

la economía y el poder. Cierto es que el sistema jurídico es corrupto, como sedemuestra día a día con la legitimación de acciones que son cuasi -surrealistas

por burlar las leyes o usarlas de una manera tan vulgar y descarada en beneficio

de unos cuantos. Cierto es también que estas leyes son arcaicas y no van acor-

de a las necesidades de la sociedad, que la conducción política y económica no

ha, en definitiva, respetado el principio de Soberanía de la Nación, que los

escándalos políticos son el pan (PAN) de cada día, que la democracia no es sino

una pantalla discursiva que se confunde con el cruzar de una boleta, que la bu-

rocracia ha llegado a niveles de corrupción tales que uno siente aversión ante

todo trámite relacionado con el derecho administrativo.

¿Por qué afirmo entonces que el gobierno no es el culpable absoluto de la

situación político-económico-social de México? Por que solucionar problemas no

es su función, sino su legitimación.

Según dictan los cánones, el Estado existe a partir de tres factores: Terri-

torio, población y gobierno, unidos en una institución organizativa que, por medio



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de un contrato social, procura el bienestar social 2. Mediante la administración de

las contribuciones y la regulación de la conductas, vías generales que se ramifi-

carán conforme sea requerido. Es tan simple como falso.

Es necesario concientizar, si se quiere llegar a la solución de los proble-

mas personales y comunales, que lo descrito en el párrafo anterior no es sino la

justificación de la existencia del Estado. Es sólo el discurso en el que encuentra

validez para ser. Aunque sé que no faltarán ropas desgarradas por plantear lo

que sigue, no sería sincero si omitiera exponerlo: El Estado es una institución

creada para que unos cuantos, que fácilmente comprendieron el actuar de lasmasas, puedan ejercer control y poder sobre una colectividad carente de identi-

dad y ansiosa por encontrarla sin importar si esta es heterodeterminada, esto es

que, en lugar de hallarla a través de procesos de análisis subjetivos, a través de

la comprensión de sí mismos, de la búsqueda interna, se les informa quienes

son o deben ser de manera externa; los líderes auto-impuestos deciden por la

gente incluso en sus más íntimas creencias y conceptos. Así pues, el Estado no

es sino un medio de control diseñado más para preservar la cúpula oligarca, ti-

rana o demagoga, dependiendo de la pantalla detrás de la que hayan decidido

ocultarse, que una fundación que soluciona problemas. Nunca un gobierno se

encargará de acabar con cualquier tipo de conflictos sin al mismo tiempo atentar

contra las raíces mismas que dan causa a su existencia. Un pueblo sin proble-

mas sería un pueblo donde el gobierno no podría jugar un papel protagónico. El

centro de la vida política del país les sería arrancado: La soberanía en manos

del pueblo. “ Cuando gobierna un buen rey, el pueblo apenas nota su existencia;

2 Vid. Columna Contrafetiches, en Revista Opción, No. 153.



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El buen gobernante mide sus palabras; cuando su obra está hecha y todo sigue

su curso, el pueblo piensa ‘qué bien lo hicimos’ ”3.

De lo anterior es fácilmente concluíble que lograr el bienestar social no es

la finalidad del gobierno. Ni su deseo. El afán de servir a la patria es, por lo me-

nos en México, un eufemismo de “quiero hacerme rico a costa del erario públi-

co”, situación que se da en mayor o menor grado dependiendo del puesto –vulgo

hueso- obtenido y la serie de corruptelas que ese mismo puesto faculta a hacer

ante el pasivo testimonio del pueblo.

Es evidente que gran parte las acciones gubernamentales, subterráneaso no, se encaminan a lograr ese estado de letargo popular que le facilite el ejer-

cicio de su dominio, pero esperar lo contrario sería como esperar peras de un

manzano.

Lo anterior no significa que se esté condenado perennemente al someti-

miento o al monopolio de los intereses del poder. Por el contrario, es la primera

señal a observar para iniciar un proceso de reconstrucción, mismo que debe en-

contrar sus orígenes en la introspección y desarrollo personal, no en el sentido

económico, sino en el humano. Las soluciones a nivel masivo, inmediatas, súbi-

tas, aunque loables en sus intenciones se saltan un paso en la escala causal,

pues la sociedad, al final, es el conjunto de sujetos corporal, emocional y psi-

cológicamente vivientes.

Las luchas populares que han acabado con sistemas hegemónicos, han

terminado o siendo derribados por complots financiados por intereses imperialis-

tas, o han servido sólo para rebautizar el sistema de poder que, si bien al princi- 3 Lao Tse, Tao Te King. Capítulo XVII.



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pio puede ser evolutivo, al final terminará cayendo en los vicios que el poder

conlleva.

Las conciencias histórica y política tienen que nacer a partir del sujeto,

originándose en su naturaleza, identificándose consciente y autónomamente con

un grupo que escuche y hable su voz. Solo así se puede contrarrestar los vicios

del sistema. Esta conciencia es factible de ser adquirida sólo mediante un pro-

ceso de crisis de valores y creencias íntimas. Un proceso al que, parafraseando

a un maestro a quien tuve la fortuna y el honor de conocer en la preparatoria,

podríamos llamar el ‘ Fango de los Mitos ’, lugar al que irán a parar todos losconceptos que a lo largo de nuestra vida han ido integrando nuestra idiosincra-

sia. Una vez allí, deberán de ser sopesados, analizados, juzgados en cuanto a

su sinceridad, funcionalidad y congruencia dentro de su propio discurso y con-

forme a nuestras acciones y naturaleza. Aquellos que se concluyan como siendo

mitos se hundirán para siempre en el fango; mientras que aquellos que floten

revelándose como verdades, pasarán a formar parte de nosotros, de nuestra na-

turaleza como humanos y sujetos personales formando parte consciente de un

colectivo. Evidentemente que tras un proceso tal quedarán dudas y vacíos ide-

ológicos y hasta psicológicos, mas estos deberán ser subsanados con la apari-

ción o creación propia de nuevas opciones de pensamiento en un proceso que

se presenta como necesariamente repetible e interminable a todo lo largo de

nuestra vida, pues la búsqueda de la verdad, de nuestra verdad, es un proceso

inacabable.



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Toda clase de datos aprendidos desde la más remota infancia participan

en la formación del carácter y actitud vital del ser humano. Destacando como

principales vectores lacerantes los prejuicios y la apatía. Ambos vectores son

generados tras un bombardeo categorizante de ideas de ‘bueno’ y ‘malo’ que

juzgan más las traducciones de dichas ideas, que el contenido de ellas mismas.

Esto es, se confunde lo esencial con lo accidental y viceversa. Se busca atacar

conductas, mas no la causa de esas conductas en el más moderno y burdo sen-

tido behaviorista. Lo correcto y lo incorrecto – como traducciones en el mundo

real de aquellas ideas – son determinados en la mayoría de los casos particula-res, tristemente, por la intolerancia que se profesa frente a aquellos cuyos con-

ceptos de la vida difieren de los nuestros. En esto juega un gran papel la educa-

ción tanto en el interior como al exterior de la familia, esto es la sociedad, institu-

ciones, medios de comunicación, etc.

Sin menoscabar la obvia dificultad que implica juzgar, desafiar y romper

con la educación introyectada en nuestro inconsciente, se muestra como algo

inequívoco que el ser humano es perfectamente capaz de tal proeza. De otra

manera no existirían singularidades humanas históricas de ninguna clase. Los

seres humanos que han destacado por sus aportaciones filosóficas, científicas,

artísticas no han sido tan diferentes a quienes no lo han hecho, excepto por el

valor que les permitió romper con los paradigmas ficticiamente inamovibles de lo

establecido.

Un cuidadoso escrutinio de nuestras convicciones es imperante. Inclu-

yendo y sobre todo aquellas ideas que aún hoy en día, en los albores del tercer



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milenio de la era occidental son consideradas tabú. La familia, el amor, la reve-

rencia a las figuras de autoridad, el sexo y sus preferencias, la religión. Nada

debe escapar de la revaloración. Nada es lo suficientemente sacro, y si se pre-

senta como tal, habrá que desacralizarlo inmisericordemente. Por el bien de la

humanidad nada debe ser erigido como intocable de manera a priori . Todo debe

ir a parar, en primera instancia al Fango de los Mitos.

No se equivocaba Nietzsche cuando invitaba a las tribulaciones de la vida

que representa la actitud de rechazo del cómodo bienestar que trae el no cues-

tionamiento. Por allí decían que sólo del que sufre será el reino de los cielos,que sólo la verdad hace libre. Dicho en otras palabras: quien cuestiona, libera su

espíritu y mente; quien goza de libertad de pensamiento, alcanzará necesaria-

mente la libertad real.

La sociedad en su conjunto se encuentra inmersa en un círculo vicioso

que sólo podrá ser roto vía evolución personal, trayendo como consecuencia

una nueva clase de actitudes frente a la vida y los obstáculos que los humanos

encontramos, enfatizo: encontramos, en ella.

El medio más eficaz de acabar con algo es anulando aquello que le da

causa – en el plano ontológico– y aquello que le da razón de existir – en el plano

epistemológico–. Por lo tanto, una Sociedad Civil que como resultado y a partir

de que su mínimo núcleo divisible, esto es de que el sujeto inter-subjetivo 4 haya

encontrado un nivel de conciencia de sí mismo tal que pueda comprender sus

verdaderas necesidades reales y esenciales, y que debido a ese mismo nivel de

conciencia, también el sujeto inter-subjetivo , encuentre como irreductiblemente

4 Vid. Columna Contra Fetiches, Revista Opción No. 153.



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necesaria la traducción de sus ideas –ahora congruentes con su esencia – en el

día a día mundano como idénticas a la conducta ética, se encaminará a una re-

estructuración tal que coloque a la comunidad en el camino correcto de solución

de problemas y satisfacción de necesidades de manera autónoma, rebasando al

Estado-maquinaria del sistema de poder en sus supuestas funciones, obligándo-

lo así a transformarse y corregir sus vicios o a desaparecer.

Pido, amigo lector, el beneficio de la duda antes de que levante su dedo

juzgador. No me es ajeno que un proceso de semejante naturaleza no puede

llevarse a cabo de un momento a otro. Es lento, arduo y, en un principio, muyprobablemente decepcionante. Mas es peor permanecer en cuclillas ante los vi-

cios de poder, al igual que lo es el caer en el infuncional juego del cambio masi-

vo espontáneo, cuando la sociedad misma no es conciente ni está preparada

para una transformación tal. El sujeto inconsciente forma comunidades que refle-

jan dicha inconsciencia. El verdadero bienestar global inicia con el bienestar sin-

gular en necesaria conexión con la congruencia. Quien se rehúse a creerlo, en-

contrará su futuro en el pasado.

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