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EL HOMBRE MEDIOCRE José Ingenieros José Ingenieros, nació en Palermo, Italia, el 24 de abril de 1877; y murió en Buenos Aires, Argentina, el 31 de octubre de 1925. Fue médico de profesión, psiquiatra, criminalista, psicólogo, historiador, ensayista, poeta, crítico literario, maestro universitario, excelente lector e infatigable escritor, además de filósofo. Como tal, ejerció gran influencia en la juventud de su tiempo. Es autor de: El hombre mediocre, su obra que le dio proyección universal; La simulación en la lucha por la vida, y Hacia una moral sin dogmas. En cuanto a su país de origen hay discrepancias; algunos biógrafos aseguran que nació en Argentina. Lo cual también puede ser cierto. LA MORAL DE LOS IDEALISTAS I. La emoción del Ideal II. De un ideal fundado en la experiencia III. Los temperamentos idealistas IV. El idealismo romántico V. El idealismo estoico VI. Símbolo I – La emoción del ideal Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte Misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes 1

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A c r s t i c o

Vicente Tllez Navarro

EL HOMBRE MEDIOCRE

Jos Ingenieros

Jos Ingenieros, naci en Palermo, Italia, el 24 de abril de 1877; y muri en Buenos Aires, Argentina, el 31 de octubre de 1925. Fue mdico de profesin, psiquiatra, criminalista, psiclogo, historiador, ensayista, poeta, crtico literario, maestro universitario, excelente lector e infatigable escritor, adems de filsofo. Como tal, ejerci gran influencia en la juventud de su tiempo. Es autor de: El hombre mediocre, su obra que le dio proyeccin universal; La simulacin en la lucha por la vida, y Hacia una moral sin dogmas. En cuanto a su pas de origen hay discrepancias; algunos bigrafos aseguran que naci en Argentina. Lo cual tambin puede ser cierto.LA MORAL DE LOS IDEALISTAS

I. La emocin del Ideal

II. De un ideal fundado en la experiencia

III. Los temperamentos idealistas

IV. El idealismo romntico

V. El idealismo estoico

VI. Smbolo

I La emocin del ideal

Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfeccin y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte Misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custdiala; si la dejas apagar no se reenciende jams. Y si ella muere en ti, quedas inerte: fra bazofia humana.Slo vivimos por esa partcula de ensueo que nos sobrepone a lo real. Ella es el lis de nuestro blasn, el penacho de nuestro tempe-ramento. Innumerables signos nos la revelan: cuando se nos anuda la garganta al recordar la cicuta impuesta a Scrates o la cruz izada para Cristo y la hoguera encendida para Bruno; cuando nos abstrae-mos en lo infinito leyendo un dilogo de Platn, un ensayo de Montaigne o un discurso de Helvecio; cuando el corazn se nos estremece pensando en la desigual fortuna de esas pasiones en que fuimos, alternativamente, el Romeo de tal Julieta y el Werther de tal Carlota; cuando nuestras sienes se hielan de emocin al declamar una estrofa de Alfredo de Musset que rima acorde con nuestro sentir; y cuando, en suma, admiramos la mente preclara de los genios, la sublime grandeza de los virtuosos, la magna gesta de los hroes, inclinndonos con igual veneracin ante los creadores de Verdad y de Belleza.Todos no se extasan como t, ante un crepsculo. No suean frente una aurora o no cimbran en una tempestad; ni gustan de pasear con Dante, rer con Molire, temblar con Shakespeare, crujir con Wagner; ni enmudecer ante el David, la Cena o el Partenn. Es de pocos esa inquietud de perseguir vidamente alguna quimera, venerando a filsofos, artistas y pensadores que fundieron en sntesis supremas sus visiones del ser y de la eternidad, volando ms all de lo real. Los seres de tu estirpe, cuya Imaginacin se puebla de ideales y cuyo sentimiento polariza hacia ellos la personalidad entera, forman raza aparte en la humanidad: son idealistas.Definiendo su propia emocin, podra decir quien se sintiera poeta: el ideal, es un gesto del espritu hacia alguna perfeccin.

II De un idealismo fundado en la experiencia

Los filsofos del porvenir, para aproximarse a formas de expresin cada vez menos inexactas, dejarn a los poetas el hermoso privilegio del lenguaje figurado; y los sistemas futuros, desprendindose de aejos residuos msticos y dialcticos, irn poniendo la Experiencia como fundamento de toda hiptesis legtima.

No es arriesgado pensar que en la tica venidera florecer un idealismo moral, independiente de dogmas religiosos y de apriorismos metafsicos: los ideales de perfeccin, fundados en la experiencia social y evolutiva como ella misma, constituirn la ntima trabazn de una doctrina de perfectibilidad indefinida, propicia a todas las posibilidades de enaltecimiento humano.

Un ideal no es una frmula muerta, sino una hiptesis perfectible; para que sirva debe ser concebida as, actuante en funcin de la vida social que incesantemente deviene. La imaginacin, partiendo de la experiencia, anticipa juicios acerca de futuros perfeccionamientos; los ideales, entre todas las creencias, representan el resultado ms alto de la funcin de pensar.III Los temperamentos idealistas

Ningn Dante podra llevar a Gil Blas, Sancho panza y Tartufo hasta el rincn de su paraso donde moran Cyrano, Don Quijote o Stockmann. Son dos mundos morales, dos razas, dos temperamen-tos: Hombres y Sombras. Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habr evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresa y la virtud. La imaginacin dar a unos el impulso original hacia lo perfecto; la imitacin organizar en otros los hbitos colectivos. Siempre habr, por fuerza, idealistas y mediocres.El perfeccionamiento humano se efecta con ritmo diverso en las sociedades y en los individuos. Los ms poseen una experiencia sumisa al pasado: rutinas, prejuicios, domesticidades. Pocos elegidos varan, avanzando sobre el porvenir; al revs de Anteo, que tocando el suelo cobraba alientos nuevos, los toman clavando sus pupilas en las constelaciones lejanas y de apariencia inaccesible. Esos hom-bres, predispuestos a emanciparse de su rebao, buscando alguna perfeccin ms all de lo actual, son los idealistas. La unidad del gnero no depende del contenido intrnseco de sus ideales sino de su temperamento: se es idealista persiguiendo las quimeras ms contradictorias, siempre que ellas impliquen un sincero afn de enaltecimiento. Cualquiera. Los espritus afiebrados por algn ideal son adversarios de la mediocridad: soadores contra los utilitarios, entusiastas contra los apticos, generosos contra los calculadores, indisciplinados contra los dogmticos. Son alguien o algo contra los que no son nadie ni nada. Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permiten distinguir entre lo malo que observa y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el ms y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de lo peor.IV El idealismo romntico

Los idealistas romnticos son exagerados porque son insaciables. Suean lo ms para realizar lo menos; comprenden que todos los ideales contienen una partcula de utopa y pierden algo al realizarse: de razas o de individuos, nunca se integran como se piensan. En pocas cosas el hombre puede llegar al Ideal que la imaginacin seala: su gloria est en marchar hacia l, siempre inalcanzado e inalcanzable. Despus de iluminar su espritu con todos los resplan-dores de la cultura humana, Goethe muere pidiendo ms luz; y Musset quiere amar incesantemente despus de haber amado, ofreciendo su vida por una caricia y su genio por un beso. Todos los romnticos parecen preguntarse, con el poeta: Por qu no es infinito el poder humano, como el deseo? Tienen una curiosidad de mil ojos, siempre atenta para no perder la ms imperceptible titilacin del mun-do que la solicita. Su sensibilidad es aguda, plural, caprichosa, arts-tica, como si los nervios hubieran centuplicado su impresinabilidad. Su gesto sigue prontamente el camino de las nativas inclinaciones: entre diez partidos adoptan aquel subrayado por el latir ms intenso de su corazn. Son dionisiacos. Sus aspiraciones se traducen por esfuerzos activos sobre el medio social o por una hostilidad contra todo lo que se opone a sus corazonadas o ensueos. Construyen sus ideales sin conceder nada a la realidad, rehusndose (negndose) al contralor de la experiencia, agredindola si ella los contrara. Son ingenuos y sensibles, fciles de conmoverse, accesibles al entusias-mo y a la ternura; con esa ingenuidad sin doblez que los hombres prcticos ignoran. Un minuto les basta para decidir de toda una vida. Su ideal cristaliza en firmezas inequvocas cuando la realidad los hiere con ms saa.V El idealismo estoico

Las rebeldas romnticas son embotadas por la experiencia: ella enfrena muchas impetuosidades falaces y da a los ideales ms slida firmeza. Las lecciones de la realidad no matan al idealista: lo educan. Su afn de perfeccin se torna ms centrpeto y digno, busca los caminos propicios, aprende a salvar las asechanzas que la medio-cridad le tiende. Cuando la fuerza de las cosas se sobrepone a su personal inquietud y los dogmatismos sociales cohben sus esfuerzos por enderezarlos, su idealismo se torna experimental. No puede doblar la realidad a sus ideales, pero los defiende de ella, procurando salvarlos de toda mengua o envilecimiento. Lo que antes se proyecta-ba hacia fuera, se polariza en el propio esfuerzo, se interioriza.

Una gran vida, escribi vigny, es un ideal de la juventud realizado en la edad madura. Es inherente a la primera ilusin de imponer sus ensueos, rompiendo las barreras que les opone la realidad; cundo la experiencia advierte que la mole no cae, el idealista atrinchern-dose en virtudes intrnsecas, custodiando sus ideales, realizndolos en alguna medida, sin que la solidaridad pueda conducirle nunca a torpes complicidades. El idealismo sentimental y romntico se trans-forma en idealismo experimental y estoico; la experiencia regula la imaginacin hacindolo ponderado y reflexivo. La serena armona clsica reemplaza a la pujanza impetuosa: el Idealismo dionisiaco se convierte en Idealismo apolneo.

Es natural que as sea. Los romanticismos no resisten a la expe-riencia crtica: si duran hasta pasados los lmites de la juventud, su ardor no equivale a su eficiencia.

Fue un error de Cervantes la avanzada edad en que Don Quijote emprende la persecucin de su quimera. Es ms lgico Don Juan, casndose a la misma altura en que Cristo muere; los personajes que Mrger cre en la vida bohemia, se detienen en ese limbo de la madurez. No puede ser de otra manera.La acumulacin de los contrastes acaba por coordinar la imagina-cin, orientndola sin rebajarla.Y si el idealista es una mente superior, su ideal asume formas definitivas: plasma la Verdad, la Belleza o la Virtud en crisoles ms perennes, tiende a fijarse y durar en obras. El tiempo lo consagra y su esfuerzo se torna ejemplar. La posteridad lo juzga clsico. Toda clasicidad proviene de una seleccin natural entre ideales que fueron en su tiempo romnticos y que han sobrevivido a travs de los siglos. CAPTULO IV

LOS CARACTERES MEDIOCRES

I. Hombres y sombras

II. La domesticacin de los mediocres

III. La vanidad

IV. La dignidad

I. _ Hombres y sombras

Desprovistos de alas y de penacho, los caracteres mediocres son incapaces de volar, hasta una cumbre o de batirse contra un rebao. Su vida es una perpetua complicidad con la ajena. Son hueste mercenaria del primer hombre firme que sepa uncirlos a su yugo. Atraviesan el mundo cuidando su sombra e ignorando su personalidad. Nunca llegan a individualizarse: ignoran el placer de exclamar yo soy frente a los dems. No existen solos. Su amorfa estructura los obliga a borrarse en una raza, en un pueblo, en un partido, en una secta, en una bandera: siempre dispuestos a embadurnarse de otros. Apuntalan todas las doc-trinas y prejuicios, consolidados a travs de siglos. As medran. Siguen el camino de las menores resistencias, nadando a favor de toda corriente y variando con ella; en su rodar aguas abajo no hay mrito: es simple incapacidad de nadar aguas arriba. Crecen porque saben adaptarse a la hipocresa social, como las lombrices a la entraa del lombriciento.II La domesticacin de los mediocres

Gil Blas de Santillana es una sombra: su vida entera es un proceso continuo de domesticacin social. Si alguna lnea propia permita diferenciarle de su rebao, todo el estercolero social se vuelca sobre l para borrarla, complicando su insegura unidad en una cifra inmensa. El rebao le ofrece infinitas ventajas. No sorprende que l las acepte a cambio de ciertos renunciamientos compatibles con su estructura moral. No le exige cosas inverosmiles; bstale su condescendencia pasiva, su alma de siervo.Mientras los hombres resisten las tentaciones, las sombras resbalan por la pendiente; si alguna partcula de originalidad les estorba, la eliminan para confundirse mejor en los dems. Parecen slidas y se ablandan, parecen speras y se suavizan, parecen ariscas y se amansan, calurosas y se entibian, resplandecientes y se opacan, ardientes y se apaciguan, viriles y se afeminan, erguidas y se achatan. Mil srdidos lazos las acechan desde que toman contacto con sus smiles: aprenden a medir sus virtudes y a practicarlas con parsimonia. Cada apartamiento les cuesta un desengao, cada desvo les vale una desconfianza. Amoldan su corazn a los prejuicios y su inteligencia a las rutinas: la domesticacin les facilita la lucha por la vida.La mediocridad teme al digno y adora al lacayo. Gil Blas le encanta; simboliza al hombre prctico que de toda situacin saca partido y en toda villana tiene provecho.

III La vanidad

El hombre es. La sombra parece. El hombre pone su honor en el mrito propio y es juez supremo de s mismo; asciende a la dignidad. La sombra pone el suyo en la estimacin ajena y renuncia a juzgarse; desciende a la vanidad. Hay una moral del honor y otra de su caricatura: ser o parecer. Cuando un ideal de perfeccin impulsa a ser mejores, ese culto de los propios mritos consolida en los hombres la dignidad; cuando el afn de parecer arrastra a cualquier abajamiento, el culto de la sombra enciende la vanidad.Del amor propio nacen las dos: dignidad y vanidad, hermanas por su origen, como Abel y Can. Y ms enemigas que ellos, irreconciliables. Son formas divertidas de amor propio. Siguen caminos divergentes. La dignidad florece sobre el orgullo, celo escrupuloso puesto en el respeto de s mismo; la vanidad nace de la soberbia, apetito de culminacin ante los dems. El orgullo es una arrogancia originaria por nobles motivos y quiere aquilatar el mrito; la soberbia es una desmedida presuncin y busca alargar la sombra. Catecismos y Diccionarios han colaborado a la mediocrizacin moral, subvirtiendo los trminos que designan lo eximio y lo vulgar. Donde los padres de la Iglesia decan superbia, como los antiguos, fustigndola, tradujeron los zascandiles orgullo, confundiendo sentimientos distintos. De ah el equivocar la vanidad con la dignidad, que es su anttesis, y el intento de tasar a igual precio los hombres y las sombras, con desmedro de los primeros.En su forma embrionaria se revela el amor propio como deseo de elogios y temor de censuras: una exagerada sensibilidad a la opinin ajena.

V. La dignidad

El que aspira a parecer renuncia a ser. En pocos hombres se suma el ingenio y la virtud en un total de dignidad: forman una aristocracia natural, siempre exigua frente al nmero infinito de espritus omisos. Credo supremo de todo idealismo, la dignidad es unvoca, intangible, intransmutable. Es sntesis de todas las virtudes que acercan al hombre y borran la sombra: donde falta la dignidad no existe el sentimiento del honor. Y as como los pueblos sin dignidad son rebaos los pueblos sin dignidad son esclavos.

Los temperamentos adamantinos firmeza y luz- se apartan de toda complicidad, desafan la opinin ajena, si con ello han de salvar la propia, declinan todo bien mundano que requiera una abdicacin, entregan su vida misma antes que traicionar sus ideales. Van rectos, solos, sin contaminarse en facciones, convertidos en viviente protesta contra todo abellacamiento o servilismo. Las sombras vanidosas se mancuernan para disculparse en el nmero, rehuyendo las ntimas sanciones de la conciencia; domesticadas, son incapaces de gestos viriles, les falta coraje. La dignidad implica valor moral. Los pusilnimes son impotentes; como los aturdidos; los impotentes reflexionan cuando conviene obrar, y los aturdidos obran sin haber reflexionado. La insuficiencia del esfuerzo equivale a la desorientacin del impulso: el mrito de las acciones se mide por el afn que cuestan y no por sus resultados. Sin coraje no hay honor. Todas sus formas implican dignidad y virtud. Con su ayuda los sabios acometen la exploracin de lo ignoto, los moralistas minan las srdidas fuentes del mal, los osados se arriesgan para violar la altura y la extensin, los justos se adiamantan en la fortuna adversa, los firmes resisten la tentacin y los severos el vicio, los mrtires van a la hoguera para desenmascarar una hipocresa, los santos mueren por un ideal. Para anhelar una perfeccin es indispensable. El coraje sentenci Lamartine es la primera de las elocuencias, es la elocuencia del carcter. Noble decir. El que aspira a ser guila debe mirar lejos y volar alto; el que se resigna a arrastrarse como un gusano renuncia al derecho de protestar si lo aplastan.La febledad y la ignorancia favorecen la domesticacin de los caracteres mediocres adaptndolos a la vida mansa; el coraje y la cultura exaltan la personalidad de los excelentes, florecindola de dignidad. El lacayo pide; el digno merece. Aqul solicita del favor lo que ste espera del mrito. Ser digno significa no pedir lo que se merece, ni aceptar lo inmerecido. Mientras los serviles trepan entre las malezas del favoritismo, los austeros ascienden por la escalinata de sus virtudes. O no ascienden por ninguna.La dignidad estimula toda perfeccin del hombre; la vanidad acicatea cualquier xito de la sombra. El digno ha escrito un lema en su blasn: lo que tiene por precio una partcula de honor, es caro. El pan sopado en la adulacin, que engorda al servil, envenena al digno. El digno, prefiere perder un derecho a obtener un favor, mil aos le sern ms leves que medrar indignamente. Cualquiera herida es transitoria y podr dolerle varias horas; la ms leve domesticidad le doler toda la vida.Cuando el xito no depende de los propios mritos, le basta conservarse erguido, inclume, irrevocable en la propia dignidad. En las bregas domsticas, la obstinada sinrazn suele triunfar del mrito sonriente; la pertinacia del indigno es proporcional a su acorchamiento. Los hombres ejemplares desdean cualquier favor; se estiman superiores a lo que puede darse sin mrito. Prefieren vivir crucificados sobre su orgullo a prosperar arrastrndose; querran que al morir su Ideal les acompaase blanquivestido y sin manchas de abajamientos, como si fueran a desposarlo ms all de la muerte.Los caracteres dignos permanecen solitarios, sin lucir en el anca ninguna marca de hierro candente; son como el ganado levantisco que hociquea los tiernos trboles de la campia virgen, sin aceptar la racin fcil de los pesebres. Si su pradera es rida no importa; en libre oxgeno aprovechan ms que en cebadas copiosas, con la ventaja de que aqul se toma y stas se reciben de alguien. Prefieren estar solos, mientras no puedan juntarse con sus iguales. Cada flor englobada en un ramillete pierde su perfume propio. Obligado a vivir entre desemejantes, el digno se mantiene ajeno a todo lo que estima inferior. Descartes dijo que se paseaba entre los hombres como si ellos fueran rboles.El hombre digno ignora las cobardas que dormitan en el fondo de los caracteres serviles; no sabe desarticular su cerviz. Su respeto por el mrito le obliga a descartar toda sombra que carece de l, a agredirla sin amenaza, castigarla si hiere.

CAPTULO V

LA ENVIDIA

I. La pasin de los mediocresII. Psicologa de los envidiosos

III. Los roedores de la gloria

IV. Una escena dantesca: su castigo

La pasin de los mediocres

La envidia es una adoracin de los hombres por las sombras, del mrito por la mediocridad. Es el rubor de la mejilla sonoramente abofeteada por la gloria ajena. La envidia, es el grillete que arrastran los fracasados. Es el acbar que paladean los impotentes. Es un venenoso humor que mana de las heridas abiertas por el desengao de la insignificancia propia. Por sus horcas caudinas pasan, tarde o temprano, los que viven esclavos de la vanidad: desfilan lvidos de angustia, torvos, avergonzados de su propia tristura, sin sospechar que su ladrido envuelve una consagracin inequvoca del mrito ajeno. La inextinguible hostilidad de los necios fue siempre el pedestal de un monumento.

Es la ms innoble de las torpes lacras que afean a los caracteres vulgares. El que envidia se rebaja sin saberlo, se confiesa subalterno; esta pasin es el estigma psicolgico de una humillante inferioridad, sentida, reconocida. No basta ser inferior para envidiar, pues todo hombre lo es de alguien en algn sentido; es necesario sufrir del bien ajeno, de la dicha ajena, de cualquiera culminacin ajena. En ese sufrimiento est el ncleo moral de la envidia: muerde el corazn como un cido, lo carcome como una polilla, lo corroe como la herrumbre al metal.

Entre las malas pasiones ninguna aventaja a la envidia. Plutarco deca y lo repite La Rochefoucauld que existen almas corrompidas hasta jactarse de vicios infames; pero ninguna ha tenido el coraje de confesarse envidiosa. Reconocer la propia envidia implicara, a la vez, declararse inferior al envidiado; tratase de pasin tan abominable, y tan universalmente detestada, que avergenza al ms impdico y se hace lo indecible por ocultarla.

Sorprende que los psiclogos la olviden en sus estudios sobre las pasiones, limitndose a mencionarla como un caso particular de los celos. Fue siempre tata su difusin y su virulencia, que ya la mitologa grecolatina le atribuye origen sobrehumano, hacindola nacer de las tinieblas nocturnas. El mito le asigna cara de vieja horriblemente flaca y exange, cubierta la cabeza de vboras en vez de cabellos. Su mirada es hosca y sus ojos hundidos; los dientes negros y la lengua untada con tsigos fatales; con una mano ase tres serpientes, y con la otra una hidra o una tea; incuba en su seno un monstruoso reptil que la devora continuamente y le instila un veneno; est agitada; no re; el sueo nunca le cierra los prpados sobre sus ojos irritados. Todo suceso feliz la aflige o atiza su congoja; destinada a sufrir, es el verdugo implacable de s misma.

Es pasin traidora y propicia a las hipocresas. Es al odio como la ganza a la espada; la emplean los que no pueden competir con los envidiados. En los mpetus del odio puede palpitar el gesto de la garra que en un desesperado estremecimiento destroza y aniquila; en la subrepticia reptacin de la envidia slo se percibe el arrastramiento tmido del que busca morder el taln.

Teofrasto crey que la envidia se confunde con el odio o nace de l, opinin ya enunciada por Aristteles, su maestro. Plutarco abord la cuestin, preocupndose por establecer diferencias entre las dos pasiones (Obras morales, II). Dice que a primera vista se confunden; parecen brotar de la maldad, y cuando se asocian se tornan ms fuertes, como las enfermedades que se complican. Ambas sufren del bien y gustan del mal ajeno; pero esta semejanza no basta para confundirlas, si atendemos a sus diferencias. GLOSARIO: para entender mejor este extraordinario libro, de Jos Ingenieros.Abajamiento accin de abajar o descender demasiado, en forma indigna.Acucia. f. Prisa, diligencia. || Deseo vehemente. Acucioso o acuciosa. Adj. Diligente, cuidadoso, presuroso. || Movido por deseos vehementes.Casustica. f. Parte de la teologa moral, relativa a los casos de conciencia.A la gloria de un Homero llega siempre apareada la ridiculez de un Zoilo.Alcibades (450-404aJC), soldado y poltico ateniense que se educ en casa de Pericles, su to, y fue discpulo de Scrates; encabez una expedicin contra Siracusa en 415; acusado de la mutilacin sacrlega de las estatuas de Hermes busc refugio en Esparta e instig una revolucin contra Atenas; huy luego a Persia, de donde regres a Atenas y reconquist su popularidad con las victorias que logr sobre la flota espartana (411-409 aJC). Fue depuesto del mando despus de la derrota de Notium y huy a Frigia, donde muri asesinado; fue hombre de talento, ambicioso, de vida disoluta.Atafagamiento, aturdimiento

Basta que el talento le permita al talentoso descollar en las cien-cias, en las artes o en el amor, para que los mediocres se estremez-can de envidia.Chatura, actitud sin propsitos elevados, ante la vida.Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), educador, escritor y estadista argentino, naci en San Juan y muri en Asuncin del Paraguay; estudi las primeras letras en una escuela pblica, y rudimentos de latn con su to Jos de Oro; cuando se desempeaba como dependiente de una tienda en San Juan, presenci la entrada de las tropas semisalvajes del caudillo federalista Juan Facundo Quiroga, y se adhiri al partido unitario; conoci entonces la prisin y particip en varios conatos revolucionarios; vencidos los unitarios, tuvo que exiliarse en Chile, donde trabaj como maestro, bodeguero, dependiente y minero; muerto Quiroga, volvi a San Juan, donde fund el peridico El Zonda (1839); suspendido ste y decretado su arresto, march por segunda vez a Chile (1840), donde escribi en los diarios, dirigi una escuela normal y fund El Liceo; comisionado por Chile para estudiar sistemas de enseanza, viaj por Europa y los EU.; de regreso, se uni al ejrcito antirrosista de Urquiza, como redactor de los partes de guerra; en discrepancia con ste, pas a Ro de Janeiro, y luego a Chile, donde polemiz con Alberdi (a las cartas quillotanas de ste contest con las ciento y una); despus de la cada de Urquiza, se radic en Buenos Aires (1855), donde dirigi El Nacional; fue tres veces senador, ministro con Mitre (1860), plenipotenciario en Chile, Per (1864-1865) y los EU. (1865-1868); all fund la revista Ambas Amricas (1867); elegido presidente de la Repblica (1868-1874), robusteci la autoridad central, implant las bases de la enseanza normal, organiz el magisterio, difundi la escuela primaria y foment la secundaria, impuls la instruccin tcnica y profesional; estableci bibliotecas, museos, gabinetes cientficos; erigi el Observatorio Astronmico, el Colegio Militar, la Escuela Naval; tendi nuevas vas frreas y lneas telegrficas; favoreci la inmigracin y proclam al terminar la Guerra de la Triple Alianza, que la victoria no da derechos, a los vencedores sobre los vencidos; posteriormente fue de nuevo senador (1874), director general de escuelas en Buenos Aires (1879), ministro del Interior (1879) y superintendente general de escuelas (1881); autor de: Mi defensa (1843); Recuerdos de provincia (1844); Facundo o civilizacin y barbarie (1845); Viajes por Europa, frica y Amrica (1849); Argirpolis (1850); Diario de campaa del Ejrcito Grande (1852); Conflicto y armonas de las razas en Amrica (1883); La vida de Dominguito (1886); etc.; sus Obras Completas ocupan 52 volmenes; la fecha de su muerte (11 de septiembre de 1888) ha sido escogida para celebrar el Da Panamericano y el Da del maestro argentino. Donde hubo esclavos y siervos se plasmaron caracteres serviles. Como es el caso de toda la Amrica Latina.El ideal es un gesto del espritu hacia alguna perfeccin: podra decir quien se sintiera poeta.

En las mediocracias de los estados modernos, se habla por refra-nes como discurra Sancho Panza; se piensa por catecismos como predicaba Tartufo; se vive de expedientes como ense Gil Blas.El hombre inferior es un animal humano; en su mentalidad se enseorean las tendencias instintivas condensadas por la herencia y que constituyen el alma de la especie. El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y est perfectamente adaptado para vivir en rebao, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocida-mente tiles para la domesticidad.El hombre superior es un accidente provechoso para la evolucin humana. Es original e imaginativo, desadaptndose del medio social en la medida de su propia variacin. Es precursor de nuevas formas de perfeccin, piensa mejor que el medio en que vive y puede sobreponer ideales suyos a las rutinas de los dems.Florentino Ameghino (1854-1911), naturalista argentino, naci en Lujn y muri en La Plata; profesor en las Universidades de Crdoba, Buenos Aires y La Plata, y director en (1902) del Museo de Historia Natural; sus trabajos sobre geologa, paleontologa y antropologa iluminaron la prehistoria sudamericana; autor de: Los mamferos fsiles de la Amrica Meridional; La formacin pampeana; La antige-dad del hombre en el Plata; Geologa, paleontologa, paleografa y antropologa de la Repblica Argentina; Origen polignico del lengua-je (obra pstuma), etc.Gil Blas fue el ms bajo de los favoritos.

La envidia es el grillete que arrastran los fracasados. Dante consider a los envidiosos indignos del infierno. Los recluy en el purgatorio, por su condicin de mediocres.Los hombres sin personalidad.

Individualmente considerada, la mediocridad podra definirse como una ausencia de caractersticas personales propias que permitieran distinguir al individuo en su sociedad.Los hombres mediocres, cruzan el mundo a hurtadillas, temerosos de que alguien pueda reprocharles esa osada de existir en vano, como contrabandistas de la vida.

Y lo son. Aunque los hombres carecemos de misin trascendental sobre la tierra, en cuya superficie vivimos tan naturalmente como la rosa y el gusano, nuestra vida no es digna de ser vivida sino cuando la ennoblece algn ideal: los ms altos placeres son inherentes a proponerse una perfeccin y perseguirla. Las existencias vegetativas no tienen biografa: en la historia de su sociedad slo vive el que deja rastros en las cosas o en los espritus. Nuestra vida vale por el buen uso que hacemos de ella, por las obras que realizamos. No ha vivido ms el que cuenta ms aos, sino el que ha sentido mejor un ideal; las canas denuncian la vejez, pero no nos dicen cunta juventud las precedi.Mientras un pas no es Patria, sus habitantes no constituyen una nacin.

Nadie puede volar donde todos se arrastran.No concebimos el perfeccionamiento social como un producto de la uniformidad de todos los individuos, sino como la combinacin armnica de originalidades incesantemente multiplicadas.Para concebir una perfeccin se requiere cierto nivel tico y es indispensable alguna educacin intelectual. Sin ellos pueden tenerse fanatismos y supersticiones; ideales, jams.Peligros sociales de la mediocridad.

La psicologa de los hombres mediocres se caracteriza por un ras-go comn: la incapacidad de concebir una perfeccin, de formarse un ideal. Los hombres mediocres son rutinarios, deshonestos y mansos; piensan con la cabeza de los dems, comparten la ajena hipocresa moral y ajustan su carcter a las domesticidades convencionales.Mediocracia, contexto o ambiente social donde nadie puede volar porque todos se arrastran.

Melito o Mlito, poeta trgico griego (siglo V aJC) fue uno de los acusadores de Scrates; es sinnimo de delator o de traidor.Misantropa, aversin o repugnancia al trato humano. Condicin de misntropo.

Panurgo. Literatura: personaje de la obra de Francisco Rabelais, Garganta y Pantagruel. Del episodio en que figura, ha surgido la alusin a los carneros o borregos de Panurgo.

Panurguismo, de Panurgo, expresin del espritu imitativo de las muchedumbres.

Platn, filsofo griego (427-347aJC). Naci y muri en Atenas, como su maestro. Desde sus primeros escritos se le llam el Divino. Discpulo, bigrafo y comentador de Scrates, recogi las doctrinas de su maestro e hizo de ellas fuente inagotable de inspiracin. La filosofa, limitada en Scrates a la tica, adquiere en Platn el carcter de ciencia universal y abarca todos los problemas de la existencia y del pensamiento. Entre sus obras, escritas en forma de dilogos, figuran: La repblica; El banquete; Las leyes; La apologa; El sofista; Fedro, y Parmnides. Platn, artista por temperamento, sus escritos modelo de aticismo (purismo), gracia y musicalidad, conservan su frescura a travs de los siglos, y han ejercido extraordinaria influencia en la historia del pensamiento. Viaj durante muchos aos, y de regreso en Atenas en el ao de 396, consagr su vida a la enseanza y fund una escuela de filosofa en el Gimnasio de Academo, de donde deriva el nombre de Academia dado al platonismo, doctrina considerada como la ms elevada expresin del idealismo.Platn, sin quererlo, al decir de la democracia es el peor de los buenos gobiernos; pero es el mejor entre los malos defini la medio-cracia. Han transcurrido siglos; la sentencia conserva su verdad. Jos Ingenieros pone el dedo en la llaga al describir al hombre que, insta-lado en la mediocridad de espritu, actitud e inteligencia, coadyuva con su pasividad al crecimiento de los gobernantes deshonestos y a la entronizacin de los charlatanes. En un pas de mediocres cual-quier charlatn que pueda proveerse de suficientes recursos econmi-cos bien o mal habidos puede ascender al poder comprando votos a todos los muertos de hambre que desean comer como ricos aunque sea una sola vez en su vida, gracias a la democracia. Pulchinela, personaje burlesco masculino de las pantomimas italianas.

Sin ideales sera inexplicable la evolucin humana.

Todo romntico est por don Quijote contra Sancho; por Cyrano contra Tartufo; por Stockmann contra Gil Blas; por cualquier ideal contra toda mediocridad.Si no puedes reunirte con tus iguales para convivir con ellos, vive solo; si te abajas para convivir con los mediocres, ellos no te valora-rn, porque ellos no saben que el camino de tu gloria est cubierto de espinas; porque ellos nunca lo han recorrido, ni lo recorrern jams. Estn esperando que t desandes tu propio camino y desciendas hasta el nivel donde se encuentran ellos, para sentirse a tu altura, como tus iguales; y hasta te faltarn al respeto; si eso quieres, adelante; si no, vive solo. Cuando vas por la calle y te detienes para saludarlos, nunca te preguntan dnde estudiaste o cmo lograste superarte y salir del atraso en que ellos se encuentran todava. Te preguntan puras tonteras: si te acuerdas cundo iban juntos a la lea o cundo le montaste al becerro de la vaca bermeja de don fulano y te tir en el lodo. Como si tu cerebro continuara vaco, como el de ellos, para conservar recuerdos triviales, sin mrito alguno. Por eso vive solo. Solamente los pjaros andan en parvadas; las guilas volamos solas; miramos lejos y volamos alto.Scrates, filsofo griego (469-399aJC) naci y muri en Atenas; hijo del escultor Sofronisco y de la comadrona Fainerete; l mismo fue escultor en su juventud; luego se dedic a la milicia, a la poltica y finalmente a la filosofa; entre sus discpulos figuraron Platn, Jeno-fonte y Alcibades; llev una vida asctica y sufri como disciplina las mortificaciones conyugales de su esposa, Jantipa; su mtodo de enseanza que l design con el nombre de mayutica consista en la conversacin y en la interrogacin o irona, y se conoce hoy como la dialctica socrtica o sistema socrtico; no dej nada escrito, pero sus doctrinas fueron transmitidas a la posteridad gracias a las memo-rabilia de Jenofonte y a los Dilogos de Platn (v.), que constituyen la base de la filosofa idealista e influyeron profundamente en el pensa-miento filosfico de los siglos posteriores; combati con acritud a los sofistas y a los retricos; su desprecio por las ideas convencionales y sus burlas y sarcasmos lo indispusieron con sus conciudadanos; acusado por Melito de atesmo y corrupcin de la juventud, porque se burlaba de la pluralidad de los dioses griegos y slo admita la existencia de un Ser Supremo, se defendi con un discurso que exasper (enfureci) a los jueces; condenado a muerte bebi la cicuta en la crcel, rodeado de sus amigos; por no desobedecer a las leyes haba rechazado previamente la proposicin de su discpulo Critn, de evadirse de la crcel; muri con ejemplar entereza.Las canas visibles corresponden a otras ms graves que no vemos: El corazn, el cerebro, todo el espritu y toda la ternura encanecen al mismo tiempo que la cabellera. Por eso encanecer es una cosa muy triste. Las canas son un mensaje de la Naturaleza que nos advierte la proximidad del crepsculo. Y no hay remedio. Arrancarse la primera cana quin no lo hace?, es como quitar el badajo a la campana que toca el Angelus, pretendiendo con ello prolongar el da.La personalidad individual se constituye por sobreposiciones sucesivas de la experiencia. Se ha sealado una estratificacin del carcter; la palabra es exacta y merece conservarse para ulteriores desenvolvimientos.En sus capas primitivas y fundamentales yacen las inclinaciones recibidas hereditariamente de los antepasados: la mentalidad de la especie. En las capas medianas se encuentran las sugestiones educativas de la sociedad: la mentalidad social. En las capas superiores florecen las variaciones y perfeccionamientos recientes de cada uno, los rasgos personales que no son patrimonio colectivo: esta es la mentalidad individual. Vejez y mediocridad suelen ser desdichas paralelas.Vivir de los recuerdos es una cosa muy triste. Pero para muchos es muy cmodo. No hay peor sufrimiento que recordar, en la miseria, los tiempos felices.Vivir es aprender, para ignorar menos; es amar, para vincularnos a una parte mayor de humanidad; es admirar, para compartir las excelencias de la naturaleza y de los hombres; es un esfuerzo por mejorarse, un incesante afn de elevacin hacia ideales definidos.La desigualdad es la fuerza y la esencia de toda seleccin. No hay dos lirios iguales, ni dos guilas iguales, ni dos hermanos iguales: todo lo que vive es incesantemente desigual. En cada primavera florecen unos rboles antes que otros.El hombre extraordinario slo asciende a la genialidad si encuentra clima propicio: la mejor semilla necesita de la tierra ms frtil, y de las mejores condiciones atmosfricas.Werther, personaje irreal, prototipo del enamorado romntico y desdichado. Las cuitas del joven Werther. Basada en un hecho vivido por el autor, cuando tena 23 aos. Werther, amante de la poesa y de la naturaleza, llega a una pequea ciudad donde vive su amigo Alberto y se enamora de Carlota, ignorando que es la novia de su amigo y anfitrin; cuando ella comienza a corresponder a su pasin; l se entera de la situacin en que se halla metido; pero no puede olvidarla ni quiere ser desleal, anuncia que va a salir de viaje, se despide y, al volver a su cuarto de hotel, se mata de un balazo.

Zoilo, crtico presumido, censurador maligno de las obras ajenas.Parafraseando a Amado Nervo,

y recordando al hombre mediocre

de Jos Ingenieros.

Jos Ingenieros, qu mal me hiciste

con este libro que t escribiste.

Porque t dices, con voces sabias,

que ser longevo puede ser triste.

Yo antes soaba vivir mil aos,

porque ignoraba todos los daos,

que el tiempo aleve nos ocasiona;

cuando parece que nos sonre,

sin darnos cuenta que nos traiciona.

Ahora no quiero vivir mil aos,

ya slo quiero vivir doscientos;

sin los estragos, sin los lamentos;

de los ancianos que sufren daos.

Porque t dices: que los mediocres,

y los ancianos, somos iguales;

y si la parca no viene pronto;

terminaremos, siendo animales.

Porque el cerebro se nos acaba,

las neuronas, ya no nos crecen;

las ilusiones que antes volaban,

como las hadas, desaparecen.

Y con las musas que antes soamos,

ahora tenemos puros fracasos;

con la memoria desvencijada,

y los recuerdos hechos pedazos.

Jos Ingenieros, qu mal me hiciste

con este libro que t escribiste.Porque t dices con voces sabias,

que ser longevo puede ser triste.

Ledo en el Encuentro de poetas

En la Casa de la Universidad, de

Huetamo, Michoacn, 2009.

Ing. Vicente Tllez Navarro.DCIMA ESPINELA

Joaqun Mara Bartrina

en una hermosa quintilla;

en forma bella y sencilla

nos esboz su doctrina.

Esto nos dice Bartrina:

La envidia y la emulacin

parientes dicen que son;

aunque en todo diferentes

al fin tambin son parientes

el diamante y el carbn.

Los cinco primeros versos son mos y los segundos cinco son del poeta espaol Joaqun Mara Bartrina (1850-1880) autor de Algo, coleccin de poesas lricas, notables por su originalidad y belleza. Pero la vida fue avara con este extraordinario poeta. Slo vivi (treinta aos).Aqu tenemos otra jocosa, pero bien hecha Dcima espinela, del mejor decimero de nuestro pas: el guanajuatense Guillermo Velzquez Benavides.

Ms de cincuenta mil muertos

es el saldo de esta guerra

a la que necio se aferra

Caldern y otros mamertos.

Ni dormidos ni despiertos

perdamos la voluntad

de rasgar la oscuridad

que agobia y que padecemos.En Mxico, paz queremos,con justicia y dignidad.

La fe es la fuerza del genio. Para imantar a una era necesita amar su ideal, y transformarlo en pasin; Golpea tu corazn, que en l est tu genio, escribi Stuart Mill, antes que Nietzsche. La intensa cultura no entibia a los visionarios: su vida entera es una fe en accin. Saben que los caminos ms escarpados llevan ms alto. Nada emprenden que no estn decididos a concluir. Las resistencias son espolazos que los incitan a perseverar, aunque nubarrones de escepticismo ensombrezcan su cielo, son, en definitiva, optimistas y creyentes: cuando sonren, fcilmente se adivina el ascua crepitante bajo su irona. Mientras el hombre sin ideales se rinde en la primera escaramuza, el genio se apodera del obstculo, lo provoca, lo cultiva, como si en l pusiera su orgullo y su gloria: con igual vehemencia la llama acosa al objeto que la obstruye, hasta encenderlo, para agrandarse a s misma.La fe es la anttesis del fanatismo. La firmeza del genio es una suprema dignidad del propio Ideal; la falta de creencias slidamente cimentadas convierte al mediocre en fantico. La fe se confirma en el choque con las opiniones contrarias; el fanatismo teme vacilar ante ellas e intenta ahogarlas. Mientras agonizan sus viejas creencias, Sal persigue a los cristianos, con saa proporcionada a su fanatismo; pero cuando el nuevo credo se afirma en Pablo, la fe lo alienta, infinitamente: ensea y no persigue, predica y no amordaza. Muere l por su fe, pero no mata; fantico habra vivido para matar. La fe es tolerante: respeta las creencias propias en las ajenas. Es simple confianza en un Ideal y en la suficiencia de las propias fuerzas; los hombres de genio se mantienen creyentes y firmes en sus doctrinas, mejor que si stas fueran dogmas o mandamientos. Permanecen libres de las supersticiones vulgares y con frecuencia las combaten: por eso los fanticos les suponen incrdulos, confundiendo su horror a la comn mentira con falta de entusiasmo por el propio Ideal. Todas las religiones reveladas pueden permanecer ajenas a la fe del hombre virtuoso. Nada hay ms extrao a la fe que el fanatismo. La fe es de visionarios y el fanatismo de siervos. La fe es llama que enciende y el fanatismo es ceniza que apaga. La fe es una dignidad y el fanatismo es un renunciamiento. La fe es una afirmacin de alguna verdad propia y el fanatismo es una conjura de huestes para ahogar la verdad de los dems. Frente a la domesticacin del carcter que rebaja el nivel moral de las sociedades contemporneas, todo homenaje a los hombres de genio que impendieron su vida por el Arte, la Libertad y la Ciencia, es un acto de fe en su porvenir: slo en ellos pueden tomarse ejemplos morales que contribuyan al perfeccionamiento de la Humanidad. Cuando alguna generacin siente un hartazgo de chatura, de doblez, de servilismo, tiene que buscar en los genios de su raza los smbolos de pensamiento y de accin que la templen para nuevos esfuerzos.Todo hombre de genio es la personificacin suprema de un Ideal. Contra la mediocridad, que asedia a los espritus originales, conviene fomentar su culto; robustece las alas nacientes. Los ms altos destinos se templan en la fragua de la admiracin. Poner la propia fe en algn ensueo, apasionadamente, con la ms honda emocin, es ascender a las cumbres donde aletea la gloria. Enseando a admirar el genio, la santidad y el herosmo, se preparan climas propios a su advenimiento.Los dolos de cien fanatismos han muerto en el curso de los siglos, y fuerza es que mueran otros venideros, implacablemente segados por el tiempo.

Hay algo humano, ms duradero que la supersticiosa fantasmago-ra de lo divino: el ejemplo de las altas virtudes. Los santos de la moral idealista no hacen milagros: realizan magnas obras, conciben supremas bellezas, investigan profundas verdades. Mientras existan corazones que alienten un afn de perfeccin, sern conmovidos por todo lo que revela fe en un Ideal: por el canto de los poetas, por el gesto de los hroes, por la virtud de los santos de la moral, no de las religiones; por la doctrina de los sabios, por la filosofa de los pensadores.LA AUTOESTIMADefinicin de autoestima y sus caractersticas.

La autoestima es un concepto extenso que abarca muchas cosas; es la valoracin de nosotros mismos.Requiere la capacidad de conocernos como somos, que pensamos y que sentimos, expresa una actitud de aprobacin o desaprobacin e indica hasta que punto nos creemos capaces, importantes, competen-tes y dignos.

En los adolescentes la autoestima crea una visin que influye en la forma en que se relacionan con las personas que los rodean, en como se sienten con ellos mismos en relacin con los dems; autoestima es la visin de nosotros mismos, es un espejo que refleja la forma en que pensamos que nos ven los dems, cada cual es un cristal que refleja la imagen del pasante.

El concepto que tenemos sobre nosotros mismos o auto concepto se basa muchas veces en nuestras experiencias sociales debido a que la opinin que tienen los dems sobre nuestra persona hace que nos generemos una imagen de nosotros mismos y que la proyecte-mos ante la sociedad.La opinin que tienen los dems sobre nosotros no siempre es positiva, es decir que si la interpretacin que hacen de nosotros es negativa tambin nuestra estima lo ser.

Para que una persona pueda tener autoestima necesita de algunos elementos, como los siguientes: la bsqueda de una identidad propia, valores, un estilo propio de vida, la perspectiva que uno tiene de uno mismo, la influencia de los dems sobre nosotros, tradiciones culturales, actitud y autenticidad.

Reglas para mantener y fortalecer la autoestima.

Una vez que se han adquirido los elementos necesarios para la formacin de la autoestima es necesario que stos se apliquen por medio de reglas que forman parte de ella, estas reglas son:Auto examen consistente en incrementar la conciencia de nosotros mismos y hacer una revisin del estilo de vida y las relaciones que practicamos.Explicacin: mirar hacia el pasado para comprender mejor el presente

Centrar la atencin: centrarse en un solo problema por vez.Perspectiva: imagen de la persona que queremos ser.

Estrategia: planear organizadamente lo que queremos ser.

Desencadenantes: liberarnos de culpas ajenas.

A veces nuestra autoestima no puede desarrollarse sanamente porque durante su formacin se presentan obstculos como no comprometerse con ninguna persona, idea o creencia, preocupacin por vivir intensamente el momento, no definir intereses personales, profesionales o ideolgicos.

Aunque, nuestra autoestima se genera a partir de lo que nos dicen que somos, en realidad quien ms interviene en ella somos nosotros mismos; la aceptacin de uno mismo siempre tendr como resultado una buena autoestima, pero el hecho de tenerse mucho afecto no significa que nos debamos sentir superiores a los dems, por eso, debemos de tener presente siempre que la autoestima est ligada a nuestra integridad, honestidad y aceptacin, que debemos tratar de eliminar pensamientos o actitudes negativas (arrogancia, ser engre-dos, falsa imagen de xito y seguridad, tener conflictos), vivir cons-cientemente, liberarnos de culpas, reconociendo que no todas nos corresponden y fomentar la autoestima de los dems.

Una persona que genera autoestima en los dems est orgullosa de su propio nivel de autoestima, es feliz, tiene xito y es optimista ante el futuro, es abierta, est interesada en escuchar ideas nuevas y a comprender a personas nuevas, cree apasionadamente en la capa-cidad de cambio en las personas y organizaciones, es muy generosa no solo con su dinero sino tambin con sus recursos, su tiempo y su saber, suele ser controlada, paciente y confiada es sus relaciones.Pilares de la autoestima

La autoestima tiene seis pilares que ayudan a cimentarla, a conti-nuacin se mencionan cules son y en que consiste cada uno de ellos:

Conciencia: consiste en reconocer la realidad que nos rodea y nuestro rol con ella, identificar los hechos que nos hacen ser quienes somos, estar presentes en las cosas que hacemos y permanecer abiertos a recibir informacin y conocimientos que nos hacen ser mejores, desechando aquellos que nos puedan perjudicar.Aceptacin: asumir nuestros pensamientos y sentimientos sin rechazarlos ni negarlos, aceptarnos valorarnos y comprometernos a mejorar sin caer en la autocomplacencia, admitir nuestras limitacio-nes, problemas, dudas y sentimientos negativos como el dolor y la tristeza.Responsabilidad: entender que somos los nicos responsables de todo lo que realizamos y somos, auto evaluacin y autocontrol.

Respeto: este pilar implica no dejarnos llevar por aquello que dicen otras personas, defender nuestra posicin y aceptar que nunca complaceremos a todos, no dejarse manipular, no aparentar lo que no somos y confiar en que somos capaces de enfrentar los desafos de la vida, de alcanzar cierto xito y de ser felices.Propsito: definir metas a largo y corto plazo y elegir las acciones necesarias para alcanzarlas, evaluarnos peridicamente para identi-ficar lo que nos hace bien y los deseos de conseguir lo que queremos lograr.Integridad: ser congruentes en lo que profesamos y lo que hace-mos, honestidad, honrar compromisos y ejemplificar los valores con acciones, realizar una prctica diaria que apoye los ms altos ideales y confiabilidad en nosotros mismos.

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