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José L. Puente Verdeja Ediciones JavIsa23 EL IMPERIO DE UNA DINASTÍA

El imperio de una dinastía

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Autor: JOSÉ L. PUENTE VERDEJA

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Page 1: El imperio de una dinastía

José L. Puente Verdeja

Ediciones JavIsa23

.

EL IMPERIO

DE UNA DINASTÍA

Roma no se construyó según la leyenda de los siete días. Fue algo

más que eso, fue el trabajo, el sufrimiento y la muerte de miles de

hombres, que tras dejarse la vida por algo en lo que creían aun

tardarían varios siglos en conseguir; la libertad. Ese sueño de

tantos hombres, mujeres, y esclavos prisioneros de sus captores.

Roma era algo más que política, algo más que gente rica, era el

destino de cualquier persona dispuesta a labrarse un futuro mejor

en los primeros siglos.

La ciudad crecía muy rápido, las batallas aumentaban, los muertos

eran enterrados y contados por millares, pero la ciudad crecía y

crecía bajo el sonido de las armas de unos miles de soldados.

La política solo servía para enriquecer al más rico, para

empobrecer al más pobre. No tardarían en imponer un canon

por las tierras labradas, por las ventas, por las ganancias del

comercio de la agricultura y la ganadería que acabaría siendo su

mayor sustento. El canon pasaría a llamarse posteriormente

"impuesto". Roma no se construyó gracias al impuesto pagado

de las colonias de la región, sino, al sudor de esos campesinos y

esclavos que perdieron la vida en el intento. En la lucha por su

libertad.

www.noaediciones.comwww.puenteverdeja.blogspot.com

El imperio de una dinastía

NOA

Marcas de Corte

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Marcas de Pliegue

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Marcas de Corte

9 7 8 8 4 9 3 9 2 9 4 2 8

ISBN 978-84-939294-2-8

Page 2: El imperio de una dinastía

Nació en Torrelavega provincia de Santander

el 2 de mayo de 1974 en el seno de una familia humilde; siendo el cuar-

to de cinco hermanos. Desde los dos años de edad reside en la locali-

dad Alicantina de Denia. En la actualidad es padre soltero y vive con

sus dos hijas; Samantha y Carmen.

No terminó sus estudios de EGB, por lo que se dedicó a trabajar desde los 16 años. A pesar de ello,

se aficionó a la lectura desde muy joven, y después de haber leído algo más de 500 libros, se lanza a escribir su propia novela histórica.

El imperio de una dinastía, es su primera obra literaria; basada en la dinastía Flavia de Roma, una dinastía que llevó a Roma a lo más alto en el siglo I d.C.

Actualmente José L. Puente Verdeja se encuentra

escribiendo su segundo libro.

www.puenteverdeja.blogspot.com

José L. Puente Verdeja

Interior de la portada Interior de la contraportada

Marcas de CorteM

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eMarcas de Corte

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eMarcas de Pliegue

Reconstrucción

del Anfiteatro Flavio,

más conocido como el Coliseo

Nació en Torrelavega provincia de Santander

el 2 de mayo de 1974 en el seno de una familia humilde; siendo el cuar-

to de cinco hermanos. Desde los dos años de edad reside en la locali-

dad Alicantina de Denia. En la actualidad es padre soltero y vive con

sus dos hijas; Samantha y Carmen.

No terminó sus estudios de EGB, por lo que se dedicó a trabajar desde los 16 años. A pesar de ello,

se aficionó a la lectura desde muy joven, y después de haber leído algo más de 500 libros, se lanza a escribir su propia novela histórica.

El imperio de una dinastía, es su primera obra literaria; basada en la dinastía Flavia de Roma, una dinastía que llevó a Roma a lo más alto en el siglo I d.C.

Actualmente José L. Puente Verdeja se encuentra

escribiendo su segundo libro.

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José L. Puente Verdeja

Interior de la portada Interior de la contraportada

Marcas de Corte

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eMarcas de Pliegue

Reconstrucción

del Anfiteatro Flavio,

más conocido como el Coliseo

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Novela histórica

EL IMPERIO DE UNA DINASTÍA

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Título: El imperio de una dinastía

© del texto: José L. Puente Verdejawww.puenteverdeja.blogspot.com

© de esta edición: NOA edicioneswww.noaediciones.comE-mail. [email protected]. 964454451

© de la portada: José L. Puente Verdeja/ NOA ediciones Maquetación y diseño: Javier Garrit Hernández

Correción: NOA ediciones

Primera edición: abril de 2012Depósito legal: CS 101-2012ISBN: 978-84-939294-2-8

Printed in Spain - Impreso en EspañaImprime: Serra Industria Gráfica S.L.Pol. Industrial Valldepins. C/ Londres, 943550 Ulldecona (Tarragona)Tel. 977 720 311

Todos los derechos reservados. Queda prohibida, según las leyes establecidas en esta materia, la reproducción total o parcial de esta obra, en cualquiera de sus formas, gráfica o audiovisual, sin el permiso previo y por escrito de los propietarios del copyright, salvo citaciones en revistas, diarios, libros, radio y/o televisión, siempre que se haga constar su procedencia y autor.

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José L. Puente Verdeja

EL IMPERIO DE UNA DINASTÍA

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A mi tía Elena Verdeja Cotera, en agradecimiento por su buen corazón y saber dar el paso para dejar atrás 25 años de malos enten-didos con su hermana Delfina. Para ambas un millón de besos.

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REPASANDO LA HISTORIA

En las costas del Mediterráneo la civilización co-menzó de Oriente a Occidente. Alcanzando a Italia, y Grecia, pasó a la península ibérica, y más tarde alcan-zaría Mesopotamia y Egipto, cuando los Helenos co-menzaron a instalar sus poblados en las tierras de Italia y Sicilia.

La península italiana comienza a recibir gran canti-dad de inmigrantes venidos de indoeuropa, cabe distin-guir a tres grupos; el latino, que realizaron asentamien-tos en el Lacio y a orillas del Tiber. El Umbro-Sabelio, que se asentarían en el sur de Italia en territorio sabino. Y las tribus Iliricas que se establecieron en la Apulia. Comienza así la nueva era de un pueblo, los Etruscos. A estos pueblos hay que añadir las colonias griegas, Cu-mas, Nápoles, Siracusa, Sibaris Tarento y las fenicias de la parte de Sicilia.

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La ciudad romana fue fundada por agricultores y pastores latinos, sobre la colina del Palatino a mediados del siglo VIII a.C, como año de su fundación se cree que es el año 753, y en él se basa la cronología romana. Pos-teriormente surgirían leyendas que ligaban sus orígenes a Rómulo y Remo; dos gemelos que, se cree, fueron amamantados por una loba.

Tras su fundación, Roma tuvo un gobierno monár-quico; a Rómulo como primer rey, a pesar de que pasa-rían tras el seis más: Numa Ponpilio; Tarquinio Prisco; Tarquinio, el Soberbio; Tulio Hostilio; Anco Marcio; Servio Tulio. Lo que nos haría pensar en un dominio Etrusco sobre Roma.

En el siglo VI Roma conoció el poder de los etrus-cos y su máxima expansión por Italia hacia el norte por la llanura del Po. En el año 540 a.C. aliados de Cartago vencieron a los griegos en Alalia, asegurándose el domi-nio del Mediterráneo más Occidental, su decadencia vino en el siglo V, tras la invasión de los galos.

Tras la desaparición de la monarquía en Roma, los patricios representantes en el Senado fueron la institu-ción política, el órgano de poder ejecutivo que en aquel momento estaba representado por dos cónsules, cuya

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misión consistía en conducir la guerra, asumir la direc-ción de las finanzas y administrar justicia. Posterior-mente surgirían otros cargos, debido al aumento de las funciones públicas. Calmarían el enfrentamiento con las dos clases. Se creó una fuerza armada de plebeyos, en forma de comunidad que, posteriormente, se retiraría al monte Aventino, negándose a regresar a la urbe hasta que no se consiguieran unos pactos entre las dos partes. En el año 450 a.C. sería impuesta la ley de la Doce Ta-blas.

Solo posteriormente, los plebeyos conseguirían dere-chos y la posibilidad de acceder a cargos públicos. Roma fue despegándose de la influencia etrusca, mante-niendo una serie de guerras contra sus vecinos, con el único propósito de extender sus fronteras.

Tras la sumisión de ecuos y volscos, los romanos acabaron tomando la ciudad etrusca de Veyes. Como consecuencia de esto, se encontrarían frente a los galos, que opusieron gran resistencia colocando a Roma en un grave problema, a la que saquearon en el año 387 al mando de su rey Bruno, derrotando a todo un ejercito romano en la que sería la batalla de Alia; solo se pudo defender el Capitolio de los ataques.

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Posteriormente los romanos de desplegarían hacia el Sur, encontrándose con la resistencia de los Samnitas, con quienes tuvieron que librar tres guerras. La primera entre los años 343 y 341; la segunda durante los años 326 al 304; y tras la tercera batalla —que tuvo lugar del 299 al 290—, ocupó las regiones de Apulia y Lucania poniéndose en contacto con ciudades griegas, demos-trando gran interés por Tarento; un ataque contra esta ciudad originó el primer enfrentamiento de Roma contra el mundo Helénico.

Las relaciones entre romanos y cartagineses fueron satisfactorias tras el pacto firmado en el año 509 a.C. En el mismo año Roma se proclamaría como una república.

En el año 264 a.C. comenzó la primera guerra púni-ca entre ambos estados, una guerra que duraría algo más de 20 años. Roma comenzaría así la construcción de una flota naviera con la ayuda de los griegos, con la que in-tentaron desembarcar en África.

Durante un tiempo la situación de Roma fue deses-perante. Finalmente, el cónsul Lutacio Catulo, en un ata-que naval derrotó a su enemigo cerca de las islas Egates —241 a.C.—. Los cartagineses se darían cuenta que no

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podían resistir más ataques, fueron expulsados de la isla pasando ésta a ser provincia romana.

Roma estaba en camino de convertirse en una gran potencia sobre el Mediterráneo, pero Cartago seguiría siendo un peligroso enemigo, Roma lograría ocupar Córcega y Cerdeña hasta entonces bajo mando de los cartagineses.

En la guerra Iliria los romanos tomaron la isla de Cercera. Que por aquella época estaba sometida a la re-gión del Po. Ampliando el poder en la península ibérica, los romanos no opusieron gran resistencia. Por el tratado del Ebro, se delimitaron los terrenos y las influencias de Roma y Cartago. Pero Roma no tardaría en intervenir en favor de Sagunto ciudad que estaba situada en la línea de demarcación.

Cuando Aníbal, el hijo de Amílcar, saqueó la ciudad, estallaría la segunda guerra púnica —218 a.C.—. Aníbal era un general que quiso decidir el conflicto llevando la guerra a la misma Roma, a pesar de a ver recibido con-siderables perdidas supo conducir a su ejercito hasta el norte de Italia, y unió a los cartagineses logrando las victorias de Previa y Trasimeno en el año —216 a.C.—; dio paso a la deserción de los aliados de Siracusa y Ma-

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cedonia, pero a pesar de ello Aníbal estaba demasiado débil en la región de Italia como para lanzarse a un ata-que contra la ciudad del Tiber.

El cambio llegó con Publio Cornelio Escipión, que tomaría la difícil decisión de deshacer el camino de Aní-bal pero a la inversa. Aníbal sufrió una derrota total, la decisión de Escipion resultó ser acertada. Roma pasaría a África y Cartago solicitaría a Aníbal su inmediato re-greso a la metrópolis. Una vez en África, el general tuvo que enfrentar sus fuerzas con Escipión en la que sería la llamada batalla de Zama, —202 a.C.—, donde fue de-rrotado. Aníbal marchó al extranjero donde vivió unos años en la corte de Antíoco III, rey de Siria; más tarde se desplazó a Bitinia donde se suicidó por miedo a ser entregado a las fuerzas de Roma.

Años más tarde, Cartago se repondría del desastre, el comercio volvió a ser productivo y la ciudad contaba con una población de 700.000 habitantes en la región.

Los romanos les enviaron un ultimátum, el cual los cartagineses rechazarían, comenzó pues la guerra que les llevó a enfrentamientos masivos durante un periodo de algo más de tres años; que terminó con la ciudad en ruinas y sus ciudadanos vendidos como esclavos en dis-

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tintas regiones, unos 400.000 murieron en los enfrenta-mientos.

Roma había comenzado su andadura por el Medite-rráneo Oriental combatiendo en una guerra contra Mace-donia en el año 197 a.C. El mayor momento de fuerza de Roma y de sus conquista no fueron un plan preconce-bido, pero la política de aquel entonces produjo que en el año 133 a.C. Roma dominara el país de Italia, Sicilia, África, España, Macedonia, Grecia, la costa Iliria y Asia Menor.

El Imperio Romano se fundamento en una política estrictamente militar. Proporcionando a Roma riquezas y grandes lujos.

Marco Parcio Catón —234-149 a.C.— trató de comba-tir la decadencia y las costumbres de Roma. Las doctrinas de Epicuro —341-270 a.C—. Hallaron una creciente acep-tación adaptándose a las medidas griegas que sería poste-riormente imitadas por Planto —254-184 a.C.—; poste-riormente se desarrollaron las formas capitalistas y la im-portación de grano a bajo coste.

Los campesinos acudieron a la capital, donde la ali-mentación se convertiría en un problema grave. Los es-clavos vivían en mínimas condiciones, lo cual condujo

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al levantamiento de Sicilia; estos problemas debilitaron la política exterior de Roma.

En el año 133 a.C., Tiberio Graco —162-133 a.C.—, que sería el tribuno de la plebe, intentó realizar una polí-tica colonial, y así restablecer y sanar el estado agrario. Al tratar que el Senado le reeligiera, mandaron asesinar-le. Años más tarde su hermano Cayo Graco puso en marcha una serie de proyectos reformistas y conseguiría que el Senado aprobase una ley agraria; al proponer otra ley sobre el trigo, intentó ganarse a los agricultores, da-ría concesiones a los aliados italianos y a los patricios de Roma, logrando así su reelección al tribunal, pero tiempo después fracasaría como su hermano, siguiendo su misma suerte, fue asesinado tiempo después. Poco después estallaría en Roma una guerra civil que duraría años

Para defender sus intereses en el Norte de África, Roma se vería envuelta en una nueva guerra esta vez contra Yugurta, rey de Numidia. Las operaciones milita-res fueron favorables para Roma. Su jefe sería Quinto Celio Metelo, pero los comicios eligieron a Cayo Mario —153-86 a.C.—, un soldado plebeyo.

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Mario realizó reformas en la sociedad romana, las condiciones sociales existentes hizo que numerosos hombres solicitaran el alistamiento en el ejercito. Co-menzaría así la existencia de un ejército profesional, que le daría a Mario un poder nunca antes visto en Roma. Con esto no hubo en Roma un ejercito, sino una serie de ejércitos personales y varios generales. Consiguió la victoria contra Yugurta, logró arrasar sanguinariamente más pueblos germánicos; los cimbrios y los tentones. Pasaría a convertirse en un héroe nacional y fue elegido por el Senado cónsul en dos ocasiones.

En el año 91 a.C. los pueblos italicos combatieron junto a los romanos, revelándose un aristócrata; Lucio Cornelio Sila —138-79 a.C.—, que encabezaría las re-vueltas con los ciudadanos.

Mitridates IV, el rey de Ponto —un pequeño reino junto al mar negro—, se revelaría contra la tutela de Roma cuando se quiso dar el poder a Mario; Sila se opu-so. Por primera vez un general marcharía contra la capi-tal al frente de su ejército.

Sila impidió que nombraran a Mario general, días des-pués, mandaría asesinar a un gran número de adversarios.

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Mario entraría días después en Roma, consiguiendo que le nombrasen cónsul por séptima vez. Murió al año siguiente por causas que se desconocen. Pero su partido consiguió mantenerse en el poder y resistir tres años más.

En el año 83 a.C. Sila, regresó a Roma, asumiendo la dictadura, asesinando a todos sus adversarios, y refor-zando la constitución de Roma.

Murió Quinto Sertorio huyendo a España y fundan-do un estado independiente.

Roma enviaría a Mitridates IV para someterlo, había remprendido la guerra en el año 73 a.C y se produciría la gran insurrección de los gladiadores, conducidos por Espartaco.

En un momento en que Roma estaba sumida en una gran crisis aparecería la figura de Cneo Pompeyo —106-48 a.C—, tras derrotar a Sertorio, y dominar la insurrec-ción de los esclavos, pasó a Oriente, Asia Menor, Siria, y Palestina quedaron bajo bando romano en el 62 a.C. y Pompeyo recibió el titulo de Magno.

En el mismo año, en Roma Lucio Segio Catilina, un aristócrata completamente arruinado, organiza una con-juración para adueñarse del poder.

Marco Tulio Cicerón, y los conjurados fueron a ma-

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sacrados, el orden pues parecía que estaba restaurado después de 70 años de revueltas en la vida romana. En el año 60 a.C. se constituyó el primer triunvirato forma-do por Pompeyo. Marco Lucio Craso, apoyado por la clase rica alta, Callo Julio Cesar, que se había converti-do en el nuevo ídolo del partido popular.

Estipularon un pacto mediante el cual se comprome-tieron la ayudarse el uno al otro en su carrera hacia el poder, para obtener Cesar el proconsulado de las Galias; Craso el de Siria y Pompeyo el de España.

En el año 58 se otorga a Cesar el gobierno de las Ga-lias, y entre el 58 y el 51 conquistó la totalidad del terri -torio.

Mientras Cesar seguía en la Galia, durante un tiempo Pompeyo fue el sueño absoluto de Roma donde el Sena-do le había hecho su general de confianza.

Cesar inició la guerra civil en el año 49 al cruzar el Rubicon. Pompeyo fue definitivamente vencido en el 48 en Farsalia —Grecia— y huyó a refugiarse a las tierras de Egipto, donde fue asesinado al desembarcar.

Cesar quedaría en el año 45 como único señor de Roma, y su Imperio.

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Con ello implantó la monarquía militar en Roma. Cesar intentó respetar las antiguas formas constituciona-les, además se le otorgaron poderes especiales. Con su política salvó y consiguió afianzar el estado de Roma.

Cesar que no tenía hijos, había adoptado a su sobrino Octavio —del 63 a.C. al 14 d.C.—, a quien instituyó como su heredero, ello originó una pugna entre Octavio y Marco Antonio —83-30 a.C.—, ex general de Cesar, en el segundo triunvirato se unieron los dos rivales, Octavio y Marco Antonio, junto con Lepido. En el 42 a.C. Marco Antonio derrotó en Filipas a los asesinos de Cesar.

La partición de las provincias no fueron capaces de mantener la unidad entre los dos rivales. En el año 27 a.C. el Senado confirió a Octavio, que había cambiado su nombre por el de Julio Cesar Octavino, el título de Augusto. La república había acabado, comenzaba el Im-perio.

Augusto se convertiría en Pontifex Maximun, titular del supremo cargo religioso.

La ciudad de Roma fue embellecida con la edifica-ción de numerosos y soberbios edificios. Bajo Augusto comenzaría a estructurarse el Imperio bajo una política de paz.

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Para seguridad del Imperio y especialmente de la Ga-lia, Druso y Tiberia habían querido avanzar hasta el río Elba y establecerse como frontera la línea Elba-Danubio.

A la muerte de Augusto quedaban aseguradas las fronteras del Rin, el Danubio y el Tigris. Todas las cos-tas del Mediterráneo y del mar negro estaban en poder de los romanos. Al morir Augusto siguieron emperado-res de las casas de Julia – Claudia. Por espacio de mu-chos años continuaron siendo personalidades de autori-dad indiscutida.

Ya el primer sucesor de Augusto, Tiberio —42 a.C.-37 d.C.—, mancilló la dignidad imperial con actos de violencia y un régimen sanguinario, muriendo asesinado.

Le siguió Calicula —12-41 d.C.—, elevado al trono por los soldados del Imperio. El joven emperador exigió un culto divino para su persona, dejó que el hambre amenazase Roma, fue asesinado por un pretoriano al poco tiempo de su proclamación.

Para sucederle fue elegido Claudio —10 a.C.-54 d.C.—, que reinaría con imparcialidad, ensanchando el Imperio por Oriente. Le seguiría Nerón —37-68 d.C.—, que al principio gobernó bajo las influencias del filósofo Seneca y gobernó de acuerdo con el Senado. Se exhibía

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como cantor, gladiador y auriga; celebró con sus versos el incendio de Roma.

El desgobierno de Nerón y la ruina de las arcas im-periales crearon un malestar general que se manifestaría con la sublevación de Galva. El Senado condenó a muerte al emperador.

Tras la muerte de Nerón, tuvo lugar en el año 69 el llamado año de los cuatro emperadores: Galva, Otón, Vitelio y Vespasiano, comenzando con éste último la fa-mosa dinastía Flavia.

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PRÓLOGO

Con la llegada al poder de Vespasiano daría comien-zo en Roma la nueva dinastía Flavia, que transcurre del año sesenta y nueve al año noventa y seis con tres empe-radores:

Tito Flavio Vespasiano que gobernaría entre los años 69 y 79 promoviendo las nuevas leyes, la ganadería y la construcción. Renovaría parte de los miembros del Senado.

A la muerte de Vespasiano gobernaría su hijo mayor Tito Flavio Sabino Vespasiano, que gobernó entre los años 79 y 81, sería el gobernador que acabaría alguna de las obras que su padre dejo inacabadas.

Posteriormente gobernaría su hermano menor y ulti-mo emperador de la dinastía Flavia.

Tito Flavio Domiciano que gobernó durante los años del 81 al 96, enfrentándose constantemente a la oposi-

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ción del Senado.Los Flavio llegarían al poder en un momento en el

que no disponían ni de apoyo, ni patrimonio, los Flavio trajeron lo que sería una especie de partido político en-cabezado por el nuevo emperador Vespasiano, su objeti-vo era el de llevar a cabo la renovación de una fuerza autónoma comunista. Y de la renovación de los manda-tarios del Senado por nuevos miembros del orden. Se irían renovando las ideas para con el principado, en el que el trono no necesariamente debería ser ocupado por derecho de nacimiento, sino a la culminación de una ca-rrera militar y administrativa para el más capaz. Y así fundamentar sus ideas y su poder sobre nuevas bases legales.

Tito Flavio Vespasiano nació en Falacrinae, cerca de la región de Reate, al amparo de una familia modesta, de origen ecuestre. A lo largo de su juventud realizó una carrera militar impecable con victorias importantes. Cul-minaría su carrera con la guerra y revueltas contra los judíos, lo que le supondría una buena posición y conta-ría con el apoyo de parte de las tropas para la llegada al poder de Roma.

Una vez conseguido el poder, realizó una institucio-

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nalización del poder, que diera a la persona un poder ab-soluto. Posteriormente, realizó lo que pasarían a llamar la Lex de Imperio Vespasianii, en la que se legitimaba el poder del Principado sobre el Imperio, restringiendo así los poderes del emperador. El poder siempre fue entre-gado por el Senado, pero en el caso de Vespasiano fue el propio ejército y las tropas aliadas quienes le conceden el poder, y no el Senado como le corresponde.

La segunda forma de legitimidad sería la eficacia ad-ministrativa que pudiera aumentar los recursos del esta-do, y toda una cadena de propuestas capaz de hacer au-mentar las propiedades del Imperio. Por lo que Vespa-siano y el Senado, pasarían posteriormente a realizar lo que llamaron el catastro de las propiedades, haciendo re-cuento de las tierras en toda Italia y sus provincias, co-menzarían así las expropiaciones de todas aquellas tie-rras que, estando cultivadas y aun siendo publicas, esta-ban siendo utilizadas por particulares sin derecho alguno sobre los terrenos.

Con estas medidas promovió un aumento considera-ble de las obras publica, y comenzaron así grandes pro-yectos, como el Foro Romano, el Palacio Imperial, o el gran Anfiteatro —el Coliseo—, construido en los terre-

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nos expropiados de la Domus Aurea; así como el reparto de trigo entre los ciudadanos y los espectáculos para atraer la plebe de la región.

Mientras permaneciera la dinastía Flavia, en Roma y todas sus provincias comenzaría a cambiar la política, hasta entonces, las ya existentes, no hacían más que en-riquecer las arcas imperiales, produciéndose un desarro-llo económico, lo que hizo que se las consideraran como una parte importante del principado y del Estado.

Finalmente, Tito Flavio Vespasiano tuvo que enfren-tarse a la sucesión, un quebradero de cabeza que el prin-cipado arrastraría desde Augusto. Vespasiano nombraría como su sucesor y herederos a sus hijos. Tito Flavio Sa-bio Vespasiano sería declarado por el Senado como el nuevo coadjutor de su padre con plenos poderes, mien-tras que su hermano Tito Flavio Domiciano se le conce-dería los titulo de Princeps Iuventutis, aunque carecería de poder alguno para con Roma y sus provincias.

Tito Flavio Sabino Vespasiano, comúnmente conoci-do entre su ejercito y toda Roma como Tito, ocupó el cargo de emperador, tras una larga enfermedad que lle-varía al posterior fallecimiento de su padre, en el año 79 d.C. Pero tan solo ejerció como emperador dos años

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hasta el año 81 d.C, puesto que falleció. Fue coadjutor de su padre y básicamente seguiría la línea política de éste, ya que en dos años poco podría modificar. Sería bastante popular entre la plebe; aunque, todos aquellos que se opusieron a su nuevo cargo, lo calificarían como feliz por su corta trayectoria.

Tras la muerte de Tito Flavio Sabino Vespasiano, su hermano menor, Tito Flavio Domiciano, perteneciente también al trono por herencia de familia, tomaría el mando del principado en el año 81 d.C. Se distinguió su principado por la autoridad tan dura que ejerció contra la oposición del Senado. Pero supo hacer bien su trabajo y fue un gran administrador, seguiría el camino marcado por Vespasiano y Tito, el orden ecuestre alcanzaría gran importancia. Varios caballeros consiguieron entrar en el consejo del Imperio y sustituir al frente de la adminis-tración a todos los libertos imperiales. No tardaría en desarrollar la política iniciada por su padre respecto a las provincias; aunque formuló cambios en la política agraria, devolviendo tierras que habían sido expropiadas por no disponer de títulos legales.

Comenzó a producir cambios en la política exterior, no sin antes tomar una serie de precauciones, reforzando

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las fronteras imperiales.Pero Domiciano tendría que hacer frente a la oposi-

ción del Senado, aun contando con el apoyo del ejército, antepuso su autoridad ante la antigua aristocracia.

Domiciano se hizo con el control del Consulado des-de el año 82 hasta el 88. Nombrándose así mismo en el 85 como Censor Vitalicio. Posteriormente se nombraría dominus et deus. Iniciando así una imparable persecu-ción contra todos los miembros del Senado.

Finalmente, varios senadores iniciaron un complot, implicando a varios libertos del Palacio Imperial, que llevó al asesinato de Domiciano; acabando así la dinas-tía Flavia, y entregando el trono a Marco Coceyo Nerva, un viejo senador.

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Tito Flavio Vespasiano

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Mientras camino rumbo a la ciudad de Roma, gol-peando las piedras y levantando el polvo del camino, absorto en mis pensamientos, es tal el polvo acumulado en mis prendas que a veces me cuesta mover los brazos. El polvo se convierte en una espesa pasta de barro, mientras se mezcla con el sudor de mi cuerpo. Apenas llevo equipaje alguno conmigo; las pocas cosas de que dispongo las llevo envueltas en un trapo sobre mi espal-da, ropa limpia y algo de queso y pan. El sol calienta provocando en la distancia un espejismo, unas figuras en movimiento.

A poca distancia diviso el acercamiento de una tropa de soldados, todos ellos con sus vestimentas de llamati-vos colores; azul y rojo. No deben de ser más de un cen-tenar, todos caminan en fila de a cuatro. Tras los ruidos de los carros, y sus ruedas patinando en el terreno pe-dregoso, distingo los gritos de los presos que son custo-diados por la guardia.

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No dan tregua ni descanso a sus látigos y fustas con las que van golpeando las doloridas espaldas de sus pri -sioneros, seguramente pobres campesinos, que serán vendidos como esclavos en los mercados de distintos pueblos de la región.

Intento esconderme, pero sé que he sido visto ya por algunos soldados. Según las leyes de la región, los tran-seúntes deben dejar el camino libre al paso del ejército y sus autoridades, si alguna persona osara desobedecer esta ley, sería conducida ante el cónsul y sus más seve-ras leyes. Apartado en la orilla encima de un montículo de tierra y roca espero el paso de los soldados.

No tardo en comprobar que será un mal día para mí, tras resbalar y caer encima de uno de los oficiales.

—¿Cómo osáis interceder mi camino campesino? —Señor, lamento el incidente, resbalé en la roca y

nada pude hacer para sujetarme. —No tenéis mi permiso para dirigiros a mí campe-

sino. ¿A dónde os dirigís? —Me dirijo a la ciudad de Roma, camino desde hace

ya días. —¿Para qué queréis ir a la ciudad de Roma? ¿A qué

os dedicáis? ¿No sabéis asearos?

-30- José L. Puente Verdeja

Page 33: El imperio de una dinastía

—Señor, demasiadas preguntas a un mismo tiempo y...—¿Cómo osáis ser impertinente, sabéis acaso el cas-

tigo que puedo imponeros, y lo que puedo hacer según las leyes de nuestro cónsul y......

—¡Pero señor, desconozco totalmente las leyes de las que me habláis, soy extranjero y debéis entender que se trata de un incidente, que no intente provocar; es tan solo un desgraciado incidente! Me dedico a la construc-ción de casas y, como puede ver, en todo el camino que llevo recorrido no hay charcas donde uno pueda purifi-car su cuerpo, ni tan solo he podido encontrar un bebe-dero de ganado cerca.

—Sois un impertinente campesino, tenéis la lengua muy larga y......

—No soy campesino señor, ya le dije que.....—Llevároslo con los esclavos, un poco de trabajo

duro le vendrá bien, aprenderá a no hablar tanto y no ser un impertinente con la autoridad.

Tras forcejear con los soldados, acabé lleno de ma-gulladuras y moratones por los golpes y las rozaduras con las armaduras de acero de los soldados. Acabaron por meterme con los demás presos. El carro, fabricado de troncos y ramas de árbol parecía que se iba a des-

El imperio de una dinastía -31-

Page 34: El imperio de una dinastía

montar con el traqueteo del camino. Los látigos no ceja-ban, en su empeño de fustigar las espaldas de los pobres campesinos, no daban tiempo a dejar que la sangre im-pregnada en sus finas tiras de cuero se secara, los hom-bres caían a tierra y eran pisoteados por las pezuñas de los bueyes que caminaban detrás. Tras apartarlos del ca-mino, sus cuerpos eran abandonados en una cuneta al amparo de las moscas. Tras unos pocos metros de reco-rrido, me di cuenta que el simple hecho de respirar se me hacía insoportable, una nube de polvo interrumpía la respiración, no podía ver quién se encontraba al final del carro, tan solo a mi acompañante de enfrente; un hom-bre corpulento, de grandes músculos, su melena ondea-ba entre el polvo, recogida en un moño, de ojos negros y cara redonda, sus manos eran grandes como platos, me di cuenta que tenía unos callos bien formados, señal de haber trabajado duro.

Tras dejar el camino de arena y desviarnos por los campos, dejando atrás la inmensa nube de polvo pude comprobar que nuestro camino no era hacia la ciudad de Roma.

—¿Por qué nos desviamos del camino? ¿Alguien sabe a dónde nos llevan?

-32- José L. Puente Verdeja

Page 35: El imperio de una dinastía

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o solicitarlo en tu librería habitual

Page 36: El imperio de una dinastía
Page 37: El imperio de una dinastía

Nació en Torrelavega provincia de Santander

el 2 de mayo de 1974 en el seno de una familia humilde; siendo el cuar-

to de cinco hermanos. Desde los dos años de edad reside en la locali-

dad Alicantina de Denia. En la actualidad es padre soltero y vive con

sus dos hijas; Samantha y Carmen.

No terminó sus estudios de EGB, por lo que se dedicó a trabajar desde los 16 años. A pesar de ello,

se aficionó a la lectura desde muy joven, y después de haber leído algo más de 500 libros, se lanza a escribir su propia novela histórica.

El imperio de una dinastía, es su primera obra literaria; basada en la dinastía Flavia de Roma, una dinastía que llevó a Roma a lo más alto en el siglo I d.C.

Actualmente José L. Puente Verdeja se encuentra

escribiendo su segundo libro.

www.puenteverdeja.blogspot.com

José L. Puente Verdeja

Interior de la portada Interior de la contraportada

Marcas de Corte

Ma

rca

s d

e C

ort

e

Marcas de Corte

Ma

rca

s d

e C

ort

eMarcas de Pliegue

Reconstrucción

del Anfiteatro Flavio,

más conocido como el Coliseo

Nació en Torrelavega provincia de Santander

el 2 de mayo de 1974 en el seno de una familia humilde; siendo el cuar-

to de cinco hermanos. Desde los dos años de edad reside en la locali-

dad Alicantina de Denia. En la actualidad es padre soltero y vive con

sus dos hijas; Samantha y Carmen.

No terminó sus estudios de EGB, por lo que se dedicó a trabajar desde los 16 años. A pesar de ello,

se aficionó a la lectura desde muy joven, y después de haber leído algo más de 500 libros, se lanza a escribir su propia novela histórica.

El imperio de una dinastía, es su primera obra literaria; basada en la dinastía Flavia de Roma, una dinastía que llevó a Roma a lo más alto en el siglo I d.C.

Actualmente José L. Puente Verdeja se encuentra

escribiendo su segundo libro.

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José L. Puente Verdeja

Interior de la portada Interior de la contraportada

Marcas de Corte

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Marcas de Corte

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Marcas de Pliegue

Reconstrucción

del Anfiteatro Flavio,

más conocido como el Coliseo

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José L. Puente Verdeja

Ediciones JavIsa23

.

EL IMPERIO

DE UNA DINASTÍA

Roma no se construyó según la leyenda de los siete días. Fue algo

más que eso, fue el trabajo, el sufrimiento y la muerte de miles de

hombres, que tras dejarse la vida por algo en lo que creían aun

tardarían varios siglos en conseguir; la libertad. Ese sueño de

tantos hombres, mujeres, y esclavos prisioneros de sus captores.

Roma era algo más que política, algo más que gente rica, era el

destino de cualquier persona dispuesta a labrarse un futuro mejor

en los primeros siglos.

La ciudad crecía muy rápido, las batallas aumentaban, los muertos

eran enterrados y contados por millares, pero la ciudad crecía y

crecía bajo el sonido de las armas de unos miles de soldados.

La política solo servía para enriquecer al más rico, para

empobrecer al más pobre. No tardarían en imponer un canon

por las tierras labradas, por las ventas, por las ganancias del

comercio de la agricultura y la ganadería que acabaría siendo su

mayor sustento. El canon pasaría a llamarse posteriormente

"impuesto". Roma no se construyó gracias al impuesto pagado

de las colonias de la región, sino, al sudor de esos campesinos y

esclavos que perdieron la vida en el intento. En la lucha por su

libertad.

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El imperio de una dinastía

NOA

Marcas de CorteM

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eMarcas de Pliegue

Ma

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eMarcas de Corte

9 7 8 8 4 9 3 9 2 9 4 2 8

ISBN 978-84-939294-2-8