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El libro de los abrazos Textos: Eduardo Galeano Ideas y fotografías: Alumnado de 3ºESO A IES Álvaro Cunqueiro Imagina libros presenta:

El libro de los abrazos

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El libro de los abrazos

Textos: Eduardo GaleanoIdeas y fotografías: Alumnado de

3ºESO AIES Álvaro Cunqueiro

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El diagnóstico y la terapéutica

El amor es una enfermedad de las más jodidas y contagiosas. A los enfermos, cualquiera nos reconoce. Hondas ojeras delatan que jamás dormimos, despabilados noche tras noche por los abrazos, o por la ausencia de los abrazos, y padecemos fiebres devastadoras y sentimos una irresistible necesidad de decir estupideces.

El amor se puede provocar dejando caer un puñadito de polvo de quererme, como al descuido, en el café o en la sopa o el trago. Se puede provocar, pero no se puede impedir. No lo impide el agua bendita, ni lo impide el polvo de hostia; tampoco el diente de ajo sirve para nada. El amor es sordo al Verbo divino y al conjuro de las brujas. No hay decreto de gobierno que pueda con él, ni pócima capaz de evitarlo, aunque las vivanderas pregonen, en los mercados, infalibles brebajes con garantía y todo.

Idea y fotografía: Nerea y Esther

La uva y el vino

Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído

de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:

- La uva- le susurró- está echa de vino.

Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si

la uva está echa de vino, quizá nosotros somos

las palabras que cuentan lo que somos.

Idea y fotografía: Paloma y Ana

¿Qué reloj veía el niño?

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.

Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón.

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:

-Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo-Y anda bien -le pregunté-Atrasa un poco -reconoció.

Idea y fotografía: Manuel y Lía

La primera vez

Diego no conocía la mar, el padre lo llevó a descubrirla.

Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos esperando. Cuando el niño y el padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló entre sus ojos y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:

-¡Ayúdame a mirar!

Idea y fotografía: Inés e Isabel

Miedo a lo desconocido

Una mañana, nos regalaron un conejo de india. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado; jaula adentro, pegado a los barrotes temblando del susto de la libertad.

Idea y fotografía: Lucas y María