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El Misterioso Señor Brown Por Agatha Christie

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ElMisteriosoSeñorBrown

Por

AgathaChristie

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CapítuloI

Jóvenesaventureros,sociedadlimitada

—¡Tommy,viejoamigo!

—¡Tuppence,viejotrasto!

LosdosjóvenessesaludaronafectuosamenteyporuninstantebloquearonlasalidadelmetrodeDoverStreet.Eladjetivo«viejo»eraengañoso,puestoqueentrelosdosnosumaríannicuarentaycincoaños.

—Hacesiglosquenoteveo—continuóel joven—.¿Adóndevas?Venatomar algo conmigo. Acabarán por enfadarse con nosotros si seguimosimpidiendolasalida.Vamos.

Lamuchacha asintió y echaron a andar porDover Street en dirección aPiccadilly.

—Veamos—dijoTommy—,¿adóndepodemosir?

La ligera inquietud en su tono, no pasó desapercibida al fino oído de laseñorita Prudence Cowley, conocida entre sus amigos íntimos, por algunaocultarazón,conelsobrenombredeTuppence.

—Tommy,¡estássinblanca!—exclamóellaenelacto.

—Nada de eso—declaró el muchacho en tono un poco convincente—.Nadoenlaabundancia.

—Nunca supistementir—afirmóTuppence con severidad—.Aunque enuna ocasión hiciste creer a la hermana Greenbank que el médico te habíarecetadocervezacomoreconstituyenteyquesehabíaolvidadodeanotarloenlaficha.¿Lorecuerdas?

Tommyseechóareír.

—¡Claroquesí!Sepusohechaunafieracuandolodescubrió.¡TampocoeratanmalalahermanaGreenbank!Supongoqueelviejohospitalhabrásidodesmilitarizado,comotodolodemás,¿verdad?

Tuppencesuspiró.

—Sí.¿Tútambién?

—Hacedosmeses.

—¿Ylagratificación?—insinuóTuppence.

—Lagasté.

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—¡Oh,Tommy!

—No la malgasté en francachelas. ¡No tuve esa suerte! El coste de lavida…sinningúntipodelujoses…teloaseguro,siesquenolosabes…

—Miqueridomuchacho—leinterrumpiólajoven—,nohaynadaqueyonosepasobreelcostede lavida.YaestamosenLyons,cadaunopagará suparte.

Tuppencesubiólasescaleras.

El lugar estaba lleno, y mientras recorrían el salón buscando unamesa,escuchabanfragmentosdeconversaciones.

«Sabes, se sentó y lloró cuando le dije que no podía quedarse con elapartamento». «¡Era una verdadera ganga, querida! Idéntica a la queMabelLewistrajodeParís».

—Se oyen cosas muy curiosas—murmuró Tommy—. En la calle paséjuntoadostiposquehablabandeunatalJaneFinn.¿Hasoídoalgunavezunnombresemejante?

En aquel momento se levantaron dos señoras y Tuppence se apresuró aocuparunodelosasientosvacíos.

Tommypidiótéybollos.Tuppencetécontostadas.

—Noseolvidedeservirel téenteterasseparadas—agrególajovenconseveridad.

Tommyllevabasucabellerapelirrojacuidadosamentepeinadahaciaatrásysus facciones, sin ser agraciadas, resultaban agradables e indicaban que, sinduda, erauncaballeroyundeportista.Vestíaun trajemarróndebuencorteperocasiraídoporeluso.

Formaban una parejamoderna. Tuppence no eramuy bonita, pero habíacarácter y encanto en sus rasgos de duende. Su barbilla era enérgica y susgrandesojosgrises,muyseparados,mirabandulcementebajosuscejasrectasyoscuras.Llevabaunpequeñosombreritoverdesobreelpelonegrorizadoyla falda muy corta y bastante raída, dejaba al descubierto sus delicadostobillos.Suaspectoreflejabaundecididointentodeserelegante.

Alfinllegóelté.Tuppence,saliódesuensimismamientoylosirvió.

—Ahora—dijo Tommy, en cuanto engulló un trozo de bollo enorme—,pongámonosaldía.Recuerdaquenotehabíavistodesdeaquellosdíasenelhospital,en1916.

—Muybien.—Tuppencese sirvióabundantemantequillaenuna tostada—. Biografía de la señorita Prudence Cowley, quinta hija del arcediano

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CowleydeLittleMissendall,Suffolk.LaseñoritaCowleydejólasdelicias(ylabores)desucasaalprincipiodelaguerraysevinoaLondres,dondeentróatrabajar en un hospital para oficiales. Primermes: lavó cada día seiscientoscuarenta y ocho platos. Segundo mes: fue ascendida a secar dichos platos.Tercermes: ascendida a pelar patatas.Cuartomes: ascendida a cortar panyuntarlodemantequilla.Quintomes:ascendidaalprimerpisoparamanejarlaescobayelestropajo.Sextomes:ascendidaaservirlamesa.Séptimomes:suaspecto ymaneras amables hacen que la asciendan a servir a las hermanas.Octavo mes: ligero descenso en su carrera. ¡La hermana Bond se come elhuevodelahermanaWesthaven!¡Granrevuelo!¡Laculpaesdeladoncelladelasala! ¡Faltadeatenciónenasuntosde tal importancia:debesercastigada!¡Vueltaalestropajoya laescoba! ¡Cómocaen lospoderosos!Novenomes:ascendidaabarrerlassalas,dondeencuentraaunamigodesuinfanciaenlapersona del teniente Thomas Beresford (saluda, Tommy), a quien no habíavistoporespaciodecincolargosaños.¡Elencuentrofueconmovedor!Décimomes: fue reprendida por ir al cine en compañía de uno de los pacientes: elantesmencionado teniente ThomasBeresford.Undécimomes: vuelve a susdeberesdedoncellaconéxitoabsoluto.Yalfinalizarelaño,dejaelhospitalrodeadadeunhalodegloria.Despuésdeesto,latalentosaseñoritaCowley,seconviertesucesivamenteenchóferdeunacamionetaderepartos,decamiónyde un general. Este último fue el empleo más agradable. ¡Era un generalbastantejoven!

— ¿Quién era ese tipo? Es un asco ver cómo esos individuos van delMinisteriodelaGuerraalSavoyydelSavoyalMinisteriodelaGuerra.

—Heolvidadosunombre—confesóTuppence—.Enresumen,aquellofuela cúspide demi carrera. Luego ingresé en una oficina del gobierno.No teimaginas lo bien que nos lo pasábamos tomando el té. Tenía intención deconvertirme en cartero y conductora de autobús para redondear mi carrera,pero llegó el armisticio. Me aferré al empleo con uñas y dientes durantemuchosmeses,peroalfinmedespidieron.Desdeentoncesheestadobuscandounempleo.Ahoratetocaati.

—Enlamíanohay tantosascensos—dijoTommyconpesar—ymuchamenos variedad. Como ya sabes, fui a Francia. De allí me enviaron aMesopotamia,dondemehirieronporsegundaveze ingreséenotrohospital.Luego permanecí en Egipto hasta el armisticio y ahí estuve sin hacer nada,hasta que al fin me licenciaron, como te dije. ¡Ahora llevo diez largos yhorrorosos meses buscando trabajo! No hay empleos y, si los hubiese, noseríanparamí.¿Paraquésirvo?¿Quéséyodenegocios?Nada.

Tuppenceasintióconexpresiónlúgubre.

—¿Quétallascolonias?

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—Nomegustan lascoloniasyestoycompletamente segurodequeellostampocomequerrían.

—¿Parientesricos?

Tommymeneólacabeza.

—¡Oh,Tommy!¿Nisiquieraunatíaabuela?

—Tengountíoancianoqueestáforrado,peronomesirve.

—¿Porquéno?

—Quisoadoptarmeenciertaocasiónyyomenegué.

—Creorecordarquemehablastedeello—dijoTuppencedespacio—.Tenegasteportumadre.

Tommyenrojeció.

—Sí,hubierasidounacrueldad.Comoyasabessólometeníaamí.Mitíolaodiabaysóloqueríaapartarmedesulado.

—Tumadremurió,¿verdad?—dijoTuppence.

Tommyasintió.

LosenormesojosdeTuppencesenublaron.

—Eresunbuenchico,Tommy.Siemprelofuiste.

—¡Tonterías!Bueno,estaesmisituación:casidesesperada.

— ¡Igual que la mía! He resistido cuanto me ha sido posible. Lo heintentadotodo.Hecontestadoanuncios.¡Heahorrado,economizadoypasadoestrecheces!Perohasidoinútil.¡Tendréqueregresaracasa!

—¿Quieresvolver?

—¡Claroqueno!¿Dequésirvesersentimental?Mipadreesunencanto,lequieromucho,peronotienesideadelomuchoquelepreocupo.Tieneunpuntodevistamuyvictorianoencuantoallargodelasfaldasyconsideraquefumaresunainmoralidad.¡Paraélsoycomounapiedraenelzapato!Suspiróaliviadocuandolaguerramealejódecasa.Compréndelo,encasasomossiete.¡Es horrible! ¡No puedes más que atender a las tareas de la casa y lasreuniones de mamá! Yo siempre he sido la nota discordante. No quieroregresar.Pero…¡oh,Tommy!¿Quéotracosapuedohacer?

Tommy meneó la cabeza con tristeza. Hubo un silencio y finalmenteTuppenceexclamó:

—¡Dinero!¡Dinero!¡Dinero!¡Piensoenélporlamañana,porlatardeyporlanoche!¡Soyunainteresada,peroahímetienes!

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—Amímeocurrelomismo—convinoTommyconpesar.

—Hepensadoentodoslosmediosimaginablesdeconseguirlo—continuóTuppence—.¡Solohaytres!Heredándolo,casándoseoganándolo.Elprimeroquedaeliminado.Notengoningúnparienteviejoyrico.¡Todoslosquetengose encuentran recluidos en asilos! Siempre ayudo a las ancianas a cruzar lacalleya llevarpaquetesa losviejecitosporsi resultaraseralgúnmillonarioexcéntrico.Peroningunomehapreguntadosiquieracómomellamoymuchosnimedanlasgracias.

Hubounapausa.

—Desde luego —prosiguió Tuppence—, el matrimonio es la mejoroportunidad. Cuando era muy joven, decidí casarme solo por dinero.¡Cualquier chica sensata lo haría! Ya sabes que no soy sentimental. —Sedetuvo—.Vamos,nopuedesdecirquelosea—agregódesafianteymirándolofijamente.

—Claroqueno—seapresuróadecirTommy—.Nadiepensarájamásqueelsentimentalismotengaalgoquevercontigo.

—Eso no es muy galante. Pero me atrevo a asegurar que lo dices conbuena intención. Bueno. ¡Aquí me tienes! Estoy dispuesta y deseosa decasarme, pero nunca conozco hombres ricos. Todos mis amigos andan tanapuradoscomoyo.

—¿Quémedicesdelgeneral?

—Creoqueen tiemposdepaz llevauna tiendadebicicletas—leexplicóTuppence—.No,nomesirve.Encambiotúsípodríascasarteconunachicarica.

—Mepasaloqueati.Noconozconinguna.

—Esonoimporta.Siemprequedalaoportunidaddeconocerla.Encambioyo, si veo salir del Ritz a un caballero envuelto en un abrigo de pieles, nopuedo correr hasta él y decirle: «Escuche, usted es rico y me gustaríaconocerlo».

— ¿Sugieres que eso es lo que yo haría ante una mujer en talescondiciones?

—No seas tonto.Tropiezas con ella, le recoges el pañuelo o algo por elestilo.Sicreequedeseasconocerla,sesentiráhalagadayteayudará.

—Sobrestimasmisencantosmasculinos.

—Encambio—continuóTuppence—,mimillonarioecharíaacorrercomosilepersiguieseeldiablo.No,elmatrimonioestállenodedificultades.Porlotanto,soloquedaganardinero.

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—Yalohemosintentadoyfracasamos—lerecordóTommy.

—Sí, hemos probado todos los medios corrientes, pero imagina queprobamoslosotros,Tommy,¡convirtiéndonosenaventureros!

—Bueno—replicóelmuchachoalegremente—.¿Cómoempezamos?

—Ahí está la dificultad. Si pudiéramos darnos a conocer, la gente noscontrataríaparaquecometiéramosdelitosensuprovecho.

—Delicioso.¡Sobretodoviniendodelahijadeunclérigo!

—Laculpamoralseríadeellos,nonuestra.Tienesqueadmitirqueexisteunagrandiferenciaentrerobaruncollardediamantesparaunomismo,oquetecontratenpararobarlo.

—¡Noexistiríalamenordiferenciasitepescaran!

—Talvezno.Peronomecogerían.Soymuylista.

—Lamodestiahasidosiempretupuntodébil.

—No te hagas el gracioso. Escucha, Tommy, ¿quieres que lo hagamos?¿Quieresqueformemosunasociedad?

—¿Queformemossociedadpararobarcollaresdebrillantes?

—Eso era solo un ejemplo. Podemos tener un… ¿cómo lo llaman…?¿Librodecuentas?

—Nosé.Nuncallevéninguno.

—Yo,sí.Perosiempremeconfundíaycolocabalasentradaseneldebeylassalidasenelhaber.Poresomedespidieron.Oh,yasé,seráunasociedaddeaventureros.Mepareceunafraseromántica.Tieneciertosaborisabelino.Mehacepensarengalerasydoblones.¡Unasociedaddeaventureros!

—¿QueopereconelnombredeJóvenesAventureros,SociedadLimitada?¿Esesatuidea,Tuppence?

—Sí,ríete,perocreoquepodríadarresultado.

—¿Cómopiensasponerteencontactocontusposiblesclientes?

—Conunanuncio—replicóTuppenceenelacto—.¿Tienesunlápizyunpedazodepapel?Loshombressiemprelleváis.Igualquenosotrashorquillasypolvos.

TommylealargóunalibretitaverdebastanteusadayTuppenceempezóaescribirafanosamente.

—¿Comenzamoscon:«Jovenoficial,dosvecesheridoenlaguerra…»?

—Desdeluegoqueno.

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—Deacuerdo,muchacho.Peroteaseguroqueesaclasedecosasablandanelcorazóndelasolteronaytalvezquieraadoptarte,conloquenonecesitarásconvertirteenaventurero.

—Noquieroquemeadoptenadie.

—Olvidéque tienesprejuicios. ¡Solo lohedichoporhacerte rabiar!Losperiódicos están llenos de esas cosas. Ahora escucha: «Se alquilan dosaventurerosjóvenesdispuestosahacerloqueseayairacualquierparte,porunbuenprecio». ¿Qué teparece?Debemosdejarestobien sentadodesdeelprincipio. Luego podríamos agregar: «No rechazamos ninguna ofertarazonable»,comoapartamentosymuebles.

—Creoquequedaríamejorsidijéramosqueaceptaríamoscualquierofertairrazonable.

— ¡Tommy! ¡Eres un genio! Eso es mucho más chic. «Ninguna ofertairrazonableserárechazada,siestábienpagada».¿Quétal?

—Yo no volvería amencionar el pago. Se nota demasiado que estamosansiososyesoseríaperjudicial.

—¡Esimposiblequesenoteloansiosaqueestoy!Peroquizátengasrazón.Ahoravoyaleértelotodo.«Sealquilandosaventurerosjóvenesdispuestosahacer loqueseaya ir acualquierparteporunbuenprecio.Ningunaofertairrazonableserárechazada».¿Quéopinaríastúsiloleyeras?

—Lotomaríaporunabroma,ocreeríaquelohaescritounlunático.

—Noesnilamitaddeabsurdoqueelqueleíestamañanaqueempezabacon«Petunia»ylofirmaba«ElMejorMuchacho».—Arrancólapáginayselatendió a Tommy—. Ahí tienes, creo que lo mejor será publicarlo en TheTimes.Larespuesta,a listadecorreos,yasabes.Supongoquepor lomenoscostaráunoscincochelines.Aquítienesmiparte:mediacorona.

Tommycontemplabaelpapelpensativoysurostrosepusocomolagrana.

— ¿Debemos intentarlo? ¿Tú crees, Tuppence? ¿Solo por si resultadivertido?

—Tommy,¡eresunencanto!¡Yalosabía!Bebamosporeléxito.—Sirvióenlasdostazaselpocotéfríoquequedaba.

—¡Pornuestraaventuraencomanditayporqueprospere!

—¡PorlosJóvenesAventureros,SociedadLimitada!—respondióTommy.

Dejaronlastazasyserieronuntantoinquietos.Tuppencesepusoenpie.

—Tengoqueregresaramisuntuosasuitedelhostal.

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—TalvezseahoradequeregresealRitz—dijoTommyasuvezconunasonrisa—.¿Cuándovolveremosavernos?¿Ydónde?

—Mañana,alasdoce,enlaestacióndelmetrodePiccadilly.¿Tevabien?

—Soydueñodemitiempo—replicóBeresfordconempaque.

—Hastamañana,entonces.

—Adiós,encanto.

Los dos jóvenes tomaron direcciones opuestas. El hostal de TuppenceestabasituadoenunazonallamadacompasivamenteSouthernBelgravia.Porrazonesdeeconomíanotomóelautobús.

CuandoseencontrabaenmediodeSaintJames’sPark,sesobresaltóaloírunavozmasculinaasusespaldas.

—Perdón.¿Podríahablarunmomentoconusted?

CapítuloII

LaofertadelseñorWhittington

Tuppence se volvió airada, pero las palabras que estaba a punto depronunciar se le quedaron en la punta de la lengua, ya que el aspecto ymodales de aquel hombre no correspondían al tipo que esperaba encontrar.Comosilehubieseleídoelpensamiento,élseapresuróadecir:

—Leaseguroquenotengointencióndemolestarla.

Tuppence lecreyó.Apesardeldesagradoy ladesconfianza instintiva,sesintióinclinadaaexcusarledelmotivoquelehabíaatribuidoenprincipio.Lomiró de arriba abajo. Era un hombre corpulento, bien afeitado y con unaconsiderable papada. Los ojos, pequeños y astutos, rehuían mirardirectamente.

—Bien,¿quédesea?

Elhombresonrió.

—PorcasualidadescuchépartedesuconversaciónconeljovencaballeroenLyons.

—Bueno,¿yqué?

—Nada,exceptoquecreopoderserleútil.

OtradeduccióncruzólamentedeTuppence.

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—¿Mehaseguidohastaaquí?

—Metoméesalibertad.

—¿Enquéformacreequepodríasermedeutilidad?

Elhombresacóunatarjetayselaofrecióconcortesía.

La joven laestudiócuidadosamente.Enella se leía sunombre,«EdwardWhittington» y después: «Esthonia Glassware Co.» y su dirección en laciudad.

—Si quiere pasar pormi despachomañana por lamañana a las once, leexpondrélosdetallesdemiproposición—dijoWhittington.

—¿Alasonce?—dijoTuppence,vacilando.

—Alasonce.

Tuppencesedecidió.

—Muybien.Allíestaré.

—Gracias.Buenasnoches.

Sequitóelsombreroconademáncortésysealejó.Lajovenlosiguióconla mirada durante unos momentos. Luego sacudió los hombros con unmovimientomuyparticular,comoeldelosperroscuandosalendelagua.

Empieza la aventura, comentó para sus adentros. Quisiera saber quépretende.Hayalgoenusted,señorWhittington,quenomegustanada.Pero,por otro lado, no soy una miedosa y, como ya he dicho antes y sin dudarepetiré,lapequeñaTuppencesabecuidardesímisma,¡graciasaDios!

Con un breve asentimiento de cabeza echó a andar con decisión. Sinembargo,comoresultadodeposterioresreflexiones,sedesviódesurutaparaentrarenunaoficinadecorreos,dondeestuvomeditandoalgunosmomentosconunformulariodetelegramaenlamano.Alpensarenelgastoinnecesariodecincochelinessedecidióaarriesgarseamalgastarnuevepeniques.

Desdeñó la pluma despuntada y la tinta negra y espesa que ponía a sudisposición el gobierno benefactor, sacó el lápiz de Tommy, que aúnconservabaensupoder,yescribióatodaprisa:

Nopongaselanuncio.Mañanateloexplicaré.

LodirigióaTommy,asuclub,alcualtendríaquerenunciarafinaldemes,amenosquelafortunalepermitierapagarlacuota.

—Quizá le llegue a tiempo—murmuró—.De todas formasvale la penaprobarlo.

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Despuésdeentregarloalempleado,emprendióatodaprisaelcaminodesucasa,deteniéndoseenunapanaderíaparacomprarunosbollos.

Mástarde,ensudiminutahabitación,enelúltimopisodelacasa,secomiólos bollos mientras meditaba sobre el futuro. ¿Qué sería aquella empresaEsthoniaGlasswareCo.yparaquédiablosnecesitaríandesusservicios?Unaagradableexcitaciónlahizoestremecer.Porlomenos,elregresoalavicaríarural quedaba postergado de momento. El mañana le ofrecía nuevasposibilidades.

AquellanocheTuppencetardómuchoendormirsey,cuandoalfinlohuboconseguido, soñó queWhittington le mandaba lavar un enorme montón devajilla de la compañía Esthonia Glassware Co. que se parecíaextraordinariamentealosplatosdelhospital.

Faltabanaúncincominutospara lasoncecuandoTuppence llegóanteeledificiodondeseencontrabanlasoficinasdelacompañía.Perollegarantesdelahoraseñaladapodríademostrardemasiadaansiedad;porellodecidiópasearhastael finalde lacalley luego regresar.A lasonceenpuntoentrabaeneledificio. La EsthoniaGlasswareCo. se encontraba en el último piso.Habíaascensor,peroprefiriósubirapie.

Algoexhausta,sedetuvoantelapuerta.Elrótuloenelcristalesmeriladorezaba:ESTHONIAGLASSWARECO.

Tuppencellamóy,enrespuestaaunavozquedesdeelinteriorlainvitóapasar,abriólapuertayentróenunaoficinareducidaybastantesucia.

Un empleado de mediana edad abandonó su taburete delante de unescritoriojuntoalaventanayseacercó.

—TengounacitaconelseñorWhittington—dijoTuppence.

—Poraquí,porfavor.

SedirigióaunapuertaenlaqueseleíaPRIVADO,llamó,abriólapuertaysehizoaunladoparacederleelpaso.

Whittington estaba sentado detrás de un gran escritorio cubierto depapeles.Tuppenceconfirmósuprimerjuicio.Habíaalgoraroensupersona.La combinación de su aspecto próspero y su mirada huidiza no resultabaatractiva.

— ¿Demodo que ha venido?—exclamó al verla—.Bien. Siéntese, porfavor.

Tuppencesesentóenlasillaqueleofrecían.Aquellamañanaparecíamásmenudaytímidaquedecostumbre.SesentómodestamenteypermanecióconlamiradabajamientrasWhittingtonrevolvíaentresuspapeles.Alfinlosdejó

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aunladoyseinclinósobreelescritorio.

—Ahora,miqueridaseñorita,hablemosdenegocios.—Surostroalargadose ensanchó con una sonrisa—. ¿Quiere usted trabajar? Bien, yo tengo untrabajo que ofrecerle. ¿Qué le parecerían cien libras y todos los gastospagados?

Whittingtonseechóhaciaatrásintroduciendosuspulgaresenlassisasdelchaleco.

Tuppencelemiró,atenta.

—¿Cuáleslanaturalezadeltrabajo?

—Nominal,puramentenominal.Unviajedeplacer,esoestodo.

—¿Adónde?

Whittingtonvolvióasonreír.

—AParís.

—¡Oh!—exclamóTuppence,pensativa,al tiempoquesedecíaparasusadentros:Sipapáleescucharaledaríaunsíncope.Pero,detodasmaneras,nopuedoimaginarmealseñorWhittingtonenelpapeldealegreseductor.

—Sí —continuó Whittington—. ¿Qué podría haber más agradable?Retrasarelrelojunospocosaños…muypocos,estoyseguro,yvolveraunodeesosencantadorespensionnatsdejeunesfillesquetantoabundanenParís.

Tuppenceleinterrumpió:

—¿Unpensionnat?

—Exacto.EldemadameColombier,enlaavenidadeNeuilly.

Tuppenceloconocíabiendenombre.Eradelomásselecto.Variasamigassuyasnorteamericanashabíanestadoallí.Sesintiómásintrigadaquenunca.

—¿Quiere que vaya al pensionado demadameColombier? ¿Por cuántotiempo?

—Esodepende.Posiblementeunostresmeses.

—¿Esoestodo?¿Noexistencondiciones?

—No. Desde luego, irá usted como si fuera mi pupila y no podrácomunicarse con sus amistades. Tengo que exigirle el secretomás absolutodesdeelprincipio.Apropósito,esustedinglesa,¿verdad?

—Sí.

—Noobstantehablaconunligeroacentonorteamericano.

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—Mi compañera en el hospital era de esa nacionalidad; creo que semepegóunpoco.Peropuedohablarconunacentoinglésperfectocuandoquiera.

—Al contrario. Le será más sencillo hacerse pasar por norteamericana.Resultarámásdifícilcomprobar losdetallesdesuvidapasadaen Inglaterra.Sí,creoqueserámuchomejor.Entonces…

—¡Unmomento,señorWhittington!¡Escomosiusteddieraporsentadoquevoyaaceptar!

Whittingtonpareciósorprendido.

— ¡No pensará usted negarse! Puedo asegurarle que el pensionado demadameColombieresunodeloscolegiosdemásseriedadycategoría.Ylascondicionessonmuygenerosas.

—Exacto. Precisamente por eso. Son demasiado generosas. No sé quéserviciodemipartejustificaelpagodetodoesedinero.

—¿No?Bien,selodiré.Podríaencontrarcualquierotrapormenos.Peroestoydispuestoapagarporunajovenconlasuficienteinteligenciaypresenciapararepresentarbiensupapelyque,almismotiempo,tengaladiscrecióndenohacerdemasiadaspreguntas.

Tuppencesonrió.ComprendióqueWhittingtonhabíaacertado.

—Hayotracosa.HastaahoranohamencionadoustedalseñorBeresford.¿Cuándointervieneél?

—¿ElseñorBeresford?

—Misocio—repusoTuppencecondignidad—.Ayernosvioustedjuntos.

—¡Ah,sí!Perometemoquenoprecisarédesusservicios.

—¡Entonces,asunto liquidado!—Tuppencesepusoenpie—.Losdosoninguno.Losiento,peroesasí.Buenosdías,señorWhittington.

—Espere un momento. Veamos cómo arreglarlo. Vuelva a sentarse,señorita…—Hizo una pausa, mirándola interrogativamente—. ¿Cuál es sunombre?

A Tuppence le dio un vuelco el corazón al recordar a su padre, elarcediano, y se apresuró a pronunciar el primer nombre que le vino a lamemoria.

—Jane Finn—dijo sin vacilar; y se quedó boquiabierta al ver el efectoproducidoporaquellasdossencillaspalabras.

LacordialidaddesapareciódelrostrodeWhittington;ahoraestabarojodeira y las venas se le marcaban en la frente. Se inclinó hacia ella siseando

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salvajemente:

—Demodoqueeseeseljuegoquesetrae,¿verdad,jovencita?

Tuppence, aunque cogida por sorpresa, conservó la calma. No tenía lamenorideadelsignificadodetodoaquello,peroposeíaunamentalidadrápidaysintiólanecesidadimperiosade«mantenersealerta»,comoelladecía.

—Haestado jugando todoel tiempoconmigo—continuóWhittington—,como el gato y el ratón, ¿verdad?Sabía desde el principio lo que quería deusted, pero continuó la comedia. Es eso, ¿verdad? —Se iba calmando. Surostroperdíapaulatinamenteelcolorrojoylamirabaconfijeza—.¿Quiénsehaidodelalengua?¿Rita?

Tuppence meneó la cabeza. Ignoraba cuánto tiempo podría seguirengañándolo,perocomprendiólaimportanciadenomezclarenaquelloaunaRitadesconocida.

—No.Ritanosabenadademí.

Élsiguiótaladrándolaconlamirada.

—¿Quésabeusted?

—Muy poco—repuso Tuppence, complacida al ver que la inquietud deWhittingtonseacentuabaenvezdedisminuir.

El haber alardeado de grandes conocimientos hubiera despertadosospechas.

—De todas formas—gruñóWhittington—, sabe lo suficiente para veniraquíylanzaresenombre.

—Podríaserelmío.

—¿Lepareceprobablequeexistandosjóvenesconunnombrecomoese?

—Opodría haberlooídopor casualidad—continuóTuppence, satisfechadeléxitodesusinceridad.

Whittingtondejócaersupuñoconfuerzasobreelescritorio.

—¡Bastadetonterías!¿Quésabeusted?¿Cuántoquiere?

La última pregunta hizo volar la imaginación de Tuppence, sobre tododespués de un parco desayuno y los bollos de la noche anterior. Su papel,ahora,eraeldeunaaventureraynoquería renunciarasusposibilidades.Sesentómáserguidaconlasonrisayelairedequiendominalasituación.

—Miquerido señorWhittington,pongamos lascartas sobre lamesay leruegoqueno se enfurezca.Ayermeoyódecirquemeproponíavivirdemiinteligencia. ¡Me parece que ahora he demostrado que tengo la suficiente

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como para vivir de ella! Admito que he oído ese nombre, pero tal vez miconocimientotermineahí.

—Sí,peroesposiblequenoseaasí.

—Insisteenjuzgarmedeformaerrónea—dijoTuppenceconunsuspiro.

—Como ya le dije antes —replicó Whittington, furioso—, déjese detonteríasyvamosalgrano.Conmigonopuedehacerselainocente.Sabeustedmuchomásdeloquequiereadmitir.

Tuppencecallóunmomentoparaadmirar supropio ingenioy luegodijosuavemente:

—Noquisieracontradecirlo,señorWhittington.

—Demodoquellegamosalapreguntaacostumbrada.¿Cuánto?

Tuppenceseencontróanteundilema.HastaelmomentohabíaengañadoaWhittingtonconéxito,pero,siahoramencionabaunacifraimposible,podríadespertarsussospechas.Unaideacruzóraudaporsucerebro.

—¿Quéleparecesimedieraalgoahoraydiscutimoselasuntomástarde?

Whittingtonledirigióunamiradaterrible.

—Chantaje,¿verdad?

Tuppencesonriócondulzura.

—¡Oh,no!Llamémoslounpagoadelantadopormisservicios.

Whittingtonlanzóungruñido.

—Comprenda—prosiguióTuppenceenelmismotono—.¡Megustatantoeldinero!

—Es usted el colmo—protestó Whittington, con admiración—. Me haengañado.Creíaqueeraunamansa jovenzuelacon la inteligencia justaparallevaracabomispropósitos.

—Lavidaestállenadesorpresas—sentencióTuppence.

—De todasmaneras, alguienhadebidodehablar.Usteddicequeno fueRita.¿Fue…?¡Oh,adelante!

Entróelempleadoydejóunpapelsobreelescritorio.

—Esunmensajetelefónicoparausted,señor.

Whittingtoncogióelpapelyfruncióelentrecejo.

—Estábien,Brown.Puederetirarse.

ElempleadosaliómientrasWhittingtonmirabaaTuppence.

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—Venga mañana a la misma hora. Ahora estoy ocupado. Aquí tienecincuentalibras.

RápidamentecontóvariosbilletesyselostendióaTuppence.Despuésselevantó,impacienteporverlamarchar.

La joven contó los billetes sin inmutarse, los metió en el bolso y selevantó.

—Buenos días, señorWhittington—le dijo cortésmente—.Mejor dicho,aurevoir.

—Exacto. ¡Au revoir! —Whittington volvió a su tono jovial, cosa queinquietó ligeramente a Tuppence—. Au revoir, mi encantadora y listajovencita.

Tuppencebajólasescalerascomosiflotaraenunanube.Ladominabaelentusiasmo.Unrelojcercanoseñalabalasdocemenoscinco.

¡LedaremosunasorpresaaTommy!,pensómientrasparabauntaxi.

Elcocheladejóenlabocadelmetro,dondeTommylaesperaba.Conlosojos desorbitados por el asombro, la ayudó a descender. Ella le sonriócariñosamenteyledijoconvozligeramenteafectada:

—Pagatú,¿quieres?¡Elbilletemáspequeñoquetengoesdecincolibras!

CapítuloIII

Unpasoatrás

El momento no fue tan triunfal como se esperaba. Para empezar, losrecursosde losbolsillosdeTommyeranalgo limitados.Al finconsiguieronreunir el importe. El taxista, con un surtido de monedas en la mano, fueinvitadoamarcharse,cosaquehizodespuésdepreguntar,indignado,quécreíaqueleestabadandoelcaballero.

—Meparecequelehasdadodemasiado,Tommy—opinóTuppence,confalsainocencia—.Creoquequieredevolvertealgo.

Fue posiblemente aquel comentario lo que indujo al conductor aemprenderdenuevolamarcha.

—Bueno—dijoTommycuandoal finpudoexpresar sus sentimientos—,¿porquédiabloshastenidoquetomaruntaxi?

—Temíallegartardeyhacerteesperar—replicóTuppenceamablemente.

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—¡Temías…llegar…tarde!¡Oh,Dios,eresuncasoperdido!

—Escierto—continuóTuppence,conlosojosmuyabiertos—.Elbilletemáspequeñoquetengoesdecincolibras.

—Hasrepresentadomuybienlacomedia,pequeña,perodetodasmaneraseltiponoselahacreídoniporunmomento.

—No—repusoTuppencepensativa—,noselahacreído.Esoeslocuriosocuandodiceslaverdad.Nadietecree.Lohedescubiertoestamañana.Ahoravamosacomer.¿QuétepareceelSavoy?

Tommysonrió.

—¿PorquénoelRitz?

—Pensándolomejor,prefieroiraPiccadilly.Estámáscerca.Notendremosquetomarotrotaxi.Vamos.

—¿Esesteunnuevotipodehumor?¿Oesquehasperdidoeljuicio?

—Tusegunda suposiciónes la acertada.Heconseguidodineroyha sidouna impresión demasiado fuerte paramí. Para este desequilibriomental losmédicos recomiendan cantidades ilimitadas de hors d’oeuvre, langouste al’américaine,polloNewbergypecheMelba.¡Vamos!

—Tuppence,muchacha,¿quétehadado?

—¡Oh,algoincreíble!—Tuppenceabriósubolso—.¡Miraesto,yesto,yesto!

—¡Querida,noagiteslaslibrasdeesamanera!

—No son libras, sino cinco veces mejor que eso, y este es diez vecesmejor.

Tommylanzóungemido.

—¡Debodehaberestadobebiendosindarmecuenta!¿Estoysoñando,oesverdadqueveounamultituddebilletesdecinco librasagitadasdeunmodopeligroso?

—Esbiencierto.Ahora,¿quieresquevayamosacomer?

—Irédondequieras.Pero¿quéhashecho?¿Asaltarunbanco?

—Todoasudebidotiempo.QuélugartanodiosoesPiccadillyCircus.Ahíviene un autobús enorme dispuesto a atropellarnos. ¡Sería terrible queaplastaralosbilletes!

— ¿Vamos al grill? —preguntó el muchacho cuando llegaron sanos ysalvosalaotraacera.

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—Elotroesmáscaro—protestóTuppence.

—Esonoesmásqueunaperversaextravagancia.Vamosabajo.

—¿Estássegurodequemedarántodoloquedeseo?

— ¿Ese menú tan nocivo que acabas de mencionar? Claro que sí, o almenostodoloquepuedascomer.

Entraronysesentaronaunamesa.

—Ahora cuéntame—dijoTommy incapaz de dominar su curiosidad pormástiempo,mientraseranrodeadosporlosmuchoshorsd’oeuvresoñadosporTuppence.

LaseñoritaCowleyselocontótodo.

—¡Ylocuriosodelcaso—concluyó—,esqueenrealidadmeinventéelnombredeJaneFinn!Noquisedareldemipobrepadre,portemoraquesevieraenvueltoenalgovergonzoso.

—Tal vez tú lo creas así —dijo Tommy, lentamente—. Pero no loinventastetú.

—¿Qué?

—No.Yotelodije.¿Nolorecuerdas?Ayertecontéquehabíaoídoadospersonasquehablabandeuna tal JaneFinn.Por eso tevino tanpronto a lamemoria.

—De modo que fuiste tú. Ahora lo recuerdo. ¡Qué extraordinario! —Tuppencesededicóacomerhastaquedeprontoexclamó—:¡Tommy!

—¿Sí?

—¿Quéaspectoteníanaquellosdoshombres?

Tommyfruncióelentrecejoensuesfuerzoporrecordar.

—Unoeragrueso,bienafeitadoycreoquemoreno.

—Eseesél.¡EsWhittington!¿Cómoeraelotro?

—Noconsigoacordarme.Apenasme fijéenél.En realidad solo fueesenombreloquemellamólaatención.

—¡Ydespuésdicenquenoexistenlascoincidencias!—TuppenceatacóelpecheMelbaalegremente.

PeroTommysehabíapuestoserio.

—Escucha,Tuppence,¿aquénosllevarátodoesto?

—Aconseguirmásdinero.

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—Losé.Solo tienesesa ideaen lacabeza.Loquequierodecires:¿cuálseráelpróximopaso?¿Cómovasacontinuareljuego?

— ¡Oh!—Tuppence dejó la cucharilla—. Tienes razón, Tommy. Es unproblema.

—Nopodrásmantenerelengaño.Tardeotempranocometerásunerror.Encualquiercaso,noestoysegurodequenoseapunible:chantaje,yasabes.

—Tonterías.Elchantajeconsisteenafirmarquedirás loqueseasino tedanundinero.Puesbien,yonopodríadecirnada,porqueen realidadnosénada.

—¡Hum!—replicóTommypococonvencido—.Bien,detodasmaneras,¿quévamosahacer?EstamañanaWhittington teníaprisapor librarsede ti,pero la próxima vez querrá saber algomás antes de separarse de su dinero.Querrásabercuantoantesdedóndeobtuvistelainformaciónymuchascosasmásalasquetúnopuedescontestar.¿Quépiensashacer?

Tuppencefruncióelentrecejo.

—Debemos pensar. Pide café turco, Tommy. Estimula el cerebro. ¡Oh,Diosmío,cuántohecomido!

—¡Eresunatragona!Tambiényohecomidolomío,peromeenorgullezcode quemi elección delmenú ha sidomuchomás juiciosa que la tuya.Doscafés—ledijoalcamarero—,unoturcoyotrofrancés.

Tuppencebebió el café con aire pensativoy reprendió aTommycuandoestelehabló.

—Cállate.Estoypensando.

Tommyguardósilencio.

—¡Yaestá!—dijoTuppencealfin—.Tengounplan.Estáclaroqueloquetenemosquehaceresaveriguaralgomásdetodoesto.

Tommyaplaudió.

—No te burles. Solo lograremos descubrirlo a través de Whittington.Debemos averiguar dónde vive, qué hace, en una palabra, espiarle. Yo nopuedohacerloporquemeconoce,peroatisoloteviounmomentoenLyonsyesprobablequenotereconozca.Alfinyalcabo,losjóvenessoiscasitodosiguales.

—Rechazoestecomentario.Estoysegurodequemisfaccionesagraciadasy mi aspecto distinguido me harían sobresalir incluso en medio de unamultitud.

—Miplaneseste—continuóTuppenceconcalma—.Mañanairésola.Le

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engañaré como hice hoy. No importa que no consiga más dinero. Estascincuentalibrasnosduraránvariosdías.

—¡Oinclusomás!

—Túesperarásfueray,cuandoyosalga,notehablaréporsinosvigilan,peromesituaréenalgúnlugarcercanoy,cuandoélsalgadeledificio,dejarécaermipañuelooalgoporelestilo,yallávas.

—¿Adóndevoy?

—¡Detrásdeél,tonto!¿Quéteparecelaidea?

—Delestilode loquese leeenlasnovelas.Sinembargo,creoqueenlavida real debe uno sentirse algo estúpido si permanece durante horas en lacallesinnadaquehacer.Lagentesepreguntaráquéestoyhaciendo.

—Enlaciudadno.Todoelmundotieneprisa.Lomásprobableesquenisiquierareparenenti.

—Es la segundavezquehaces esa clasede comentarios.No importa, teperdono.Detodasformasserádivertido.¿Quévasahacerestatarde?

—Habíapensadoensombreros,enmediasdeseda.Opuedeque…

—Frena—le aconsejóTommy—. ¡Las cincuenta libras tienenun límite!Peropodemosiracenaryluegoadisfrutardealgúnespectáculo.

—Noestámal.

Eldíatranscurrióagradablementeylanochetodavíamás.Ahoradosdelosbilletesdecincolibrashabíandesaparecido.

Se encontraron a la mañana siguiente tal como habían convenido y sedirigieron al centro. Tommy permaneció en la acera de enfrente mientrasTuppenceentrabaeneledificio.

El muchacho paseó hasta el extremo de la manzana y luego regresó.CuandopasabapordelantedeledificiovioqueTuppencecruzabalacalzadaalacarrera.

—¡Tommy!

—Sí,¿quéocurre?

—Laoficinaestácerrada.Noheconseguidoquemeabrieranadie.

—¡Quéextraño!

—¿Sí,verdad?Subeconmigoeintentémoslodenuevo.

Tommylasiguióy,cuandollegaronaltercerpiso,unjovenempleadosaliódeundespacho.VacilóuninstanteyalfinsedirigióaTuppence.

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—¿BuscanEsthoniaGlasswareCo.?

—Sí.

—Estácerradadesdeayertarde.Dicenquehaquebrado.Noesquemelohayandichoamí,perodetodasformaseldespachoestáporalquilar.

—Gra…gracias—tartamudeóTuppence—.SupongoquenosabráustedladireccióndelseñorWhittington.

—Metemoqueno.Semarcharonuntantodeimproviso.

—Muchísimasgracias—dijoTommy—.Vamos,Tuppence.

Volvieronasaliralacalleysemiraronelunoalotro,desconcertados.

—Estohaterminado—afirmóTommy.

—Yyosinsospecharnada—gimióTuppence.

—Anímate,notieneremedio.

—¿Queno?—Lajovenalzólabarbilladesafiante—.¿Túcreesqueestoeselfin?Siasíes,teequivocas.¡Essoloelprincipio!

—¿Elprincipiodequé?

—¡Denuestraaventura!Tommy,¿nocomprendesquesisehaasustadolobastantecomoparasalircorriendo,esodemuestraquedebehabermuchomásde loque imaginamosenel asuntodeesa tal JaneFinn?Bien, tenemosquellegarhastaelfondo.¡Losperseguiremos!¡Seremossabuesosincansables!

—Sí,peronohaquedadonadieconocidoaquienseguirlelapista.

—No, por eso tendremos que empezar de nuevo. Dame un pedazo depapel.Ytulápiz.Gracias.Aguardaunmomentoynointerrumpas.¡Yaestá!

Tuppenceledevolvióellápizyrepasósatisfechaloquehabíaescrito.

—¿Quéesesto?

—Unanuncio.

—¿Nopensarásponerlodespuésdetodo?

—No.Esteesdistinto.

LetendióelpapelyTommyleyóenvozalta:

«SedeseacualquierinformaciónsobreJaneFinn.EscribiraY.A.».

CapítuloIV

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¿QuiénesJaneFinn?

Eldíasiguiente transcurriócon lentitud.Erapreciso restringir losgastos.Cuidadosamente administradas, las cuarenta libras podían durarmucho. Porsuerte el tiempo era bueno y «pasear es barato», sentenciaba Tuppence.Pasaronlatardeenuncine.

El día de la desilusión había sido el miércoles. El jueves se publicó elanuncio.Eradesuponerqueelviernes llegarían lascartasa lashabitacionesdeTommy.

Él había prometido no abrir ninguna, si es que llegaban, y llevarlas a laNationalGallery,dondesucolegaleesperaríaalasdiez.

Tuppencefuelaprimeraenacudiralacita.SesentóenunodelossillonesdeterciopelorojoycontemplóabstraídaloscuadrosdeTurner,hastaquevioaparecerasuamigo.

—¿Bien?

—¿Bien?—repitióBeresforden tonoprovocador—.¿Cuál es tucuadrofavorito?

—Noseasmalo.¿Hayalgunarespuesta?

Tommymeneólacabezaconunaexageradaexpresióndemelancolía.

—No quisiera decepcionarte, compañera, diciéndotelo de golpe. Malasuerte. Hemos malgastado el dinero. —Suspiró—. Bueno, aquí tienes. Elanunciosehapublicadoy¡solohemosrecibidodosrespuestas!

—¡Tommy,eresundemonio!—casigritóTuppence—.Dámelas.¿Cómopuedessertanruin?

—¡Elléxico,Tuppence,vigilatuléxico!SonmuyexigentesenlaNationalGallery.Yasabes,esunainstitucióndelgobierno.Yrecuerdaque,comoyateheindicadomuchasveces,comohijadeunarcediano…

—¡Deberíaestarenunpedestal!—terminóTuppence.

—Noesprecisamente loque ibaadecir.Perosiestás seguradequehasdisfrutado plenamente de la alegría después del desaliento, que con tantagenerosidad te he proporcionado gratis, pasemos a despachar nuestracorrespondencia.

Tuppencelearrebatólosdospreciosossobressinceremoniasylosestudióconsumaatención.

—Esteesdepapeldehilo;dalasensaciónderiqueza.Lodejaremosparaelfinalyabriremoselotroprimero.

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—Tienesrazón.¡Alauna,alasdosyalastres!

Tuppenceabrióelsobreyextrajosucontenido:

Muyseñormío,

Con referencia a su anuncio aparecido en el periódico de esta mañana,quizápuedaserledeutilidad.Sitienelabondaddeveniravisitarmeleesperoenladirecciónquefiguramásarriba,mañana,alasonce.

Suyoafectísimo,

A.CARTER

—Carshalton Gardens, número veintisiete —dijo Tuppence leyendo ladirección—.EsoestáenlacarreteradeGloucester.Tenemostiempodesobraparairallísitomamoselmetro.

—Lo inmediato es un plan de campaña—afirmó Tommy—. Ahora metocaamíasumirlaofensiva.EncuantoestédelantedelseñorCarter,élyyonosdaremoslosbuenosdíascomoescostumbre.Entonceséldirá:«Porfavor,siéntese,señor».Alocualyoresponderérápidaysignificativamente:«SeñorWhittington». El señor Carter se pondrá como la grana y exclamará:«¿Cuánto?».Meembolsarélascincuentalibrasderigor,mereunirécontigoenlacalleynosdirigiremosaladirecciónsiguientepararepetirlaoperación.

—Noseasabsurdo,Tommy.Ahoraabrelaotracarta.¡Oh,estaesdelRitz!

—¡Pedirécienlibrasenvezdecincuenta!—Yolaleeré.

Muyseñormío,

Referenteasuanuncio,celebraríaverlehoyalahoradecomer.

Suyoafectísimo,

JULIUSP.HERSHEIMMER

— ¡Ajá! —exclamó Tommy—. ¿Huelo a boche, o se tratará de unmillonario norteamericano de desgraciado abolengo? De todas formas,acudiremosalacita.Unahoraexcelentequeamenudoconduceaunacomidagratisparados.

Tuppenceasintió.

—AhoraaporCarter.Tendremosquedarnosprisa.

CarshaltonTerraceresultóserunaimpecablemuestradeloqueTuppencellamaba«casasdeaspectoseñorial».Tocaronel timbredelnúmero27yunadoncellamuypulcra les abrió la puerta.Su aspecto era tan respetableque aTuppencelediounvuelcoelcorazón.CuandoTommypreguntóporelseñorCarter,lesllevóaundespachodelaplantabajadondelosdejó.Apenashabría

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transcurridounminutocuandoseabrió lapuertaparadarpasoaunhombrealtoderostroafiladoyaspectofatigado.

— ¿El señor Y. A.?—dijo con una sonrisamuy atractiva—. Por favor,siéntense.

Obedecieron. Él ocupó una silla frente a Tuppence y le sonrió paraanimarla. Había algo en aquella sonrisa que hizo que la joven perdiera sushabitualesreflejos.

Comoalparecernoestabadispuestoainiciarlaconversación,Tuppencesevioobligadaacomenzar.

—Querríamossaber…esdecir,¿tendríaustedlabondaddedecirnosloquesabedeJaneFinn?

—¿JaneFinn?¡Ah!—Carterparecióreflexionar—.Bueno,lacuestiónes,¿quésabenustedesdeella?

Tuppenceseirguió.

—Noveoqueesotenganadaqueverconeltema.

— ¿No? Pues lo tiene, ¿sabe?—Volvió a sonreír con su aire cansado ycontinuópensativamente—:Demodoquevolvemosalomismo.¿QuésabendeJaneFinn?

Al ver que Tuppence permanecía callada, se inclinó hacia adelante y suvozadquirióuntonopersuasivo.

—Vamos.Tienenquesaberalgoparaponereseanuncio.Supongamosquemedicen…

HabíaciertomagnetismoenlapersonalidaddelseñorCarter,yTuppenceselibródeélconunesfuerzomientrasdecía:

—Nopodemoshacerlo,¿verdad,Tommy?

Pero,antesusorpresa,sucompañeronolasecundó.TeníalosojosfijosenCarterysutono,cuandohabló,denotabaunadeferenciadesacostumbrada.

—Meparecequelopocoquesabemosnovaaservirledenada,señor.Peroselodiremosconmuchogusto.

—¡Tommy!—exclamóTuppence,sorprendida.

CartermiróaTommy.Susojosformularonunapregunta.

Tommyasintió.

—Sí,señor,lehereconocidoenseguida.LevienFranciacuandoservíaenInteligencia.Encuantolevientrarenlahabitaciónsupeque…

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Carterlevantóunamano.

—Nada de nombres, por favor.Aquíme conocen por el señorCarter.Apropósito,es lacasademiprima.Ellamelaprestaalgunasvecescuandosetratadetrabajarenalgúncasodeformaextraoficial.Bien,ahora—miróalosjóvenes—,¿quiénvaacontarmelahistoria?

—Adelante,Tuppence—leanimóTommy—.Cuéntalatú.

—Bien,señorita.Laescucho.

Obediente, la joven refirió toda la historia desde el momento en que sefundóJóvenesAventureros,SociedadLimitada.

Carterlaescuchabaensilencioconsuairecansado.Devezencuando,sepasabalamanoporlacaracomosiquisieraocultarunasonrisa.Cuandoellaacabó,asintiócongravedad.

—Noesgrancosa,pero resulta sugerente…muysugerente.Perdonen loquevoyadecirles,perosonustedesunaparejamuycuriosa.Nosé,esposiblequetenganéxitodondeotroshanfracasado.Yocreoenlasuerte,siemprehecreído,¿saben?

Hizounapausaycontinuó:

—Bien,¿quélesparece?Ustedesvanenbuscadeaventuras.¿Lesgustaríatrabajarparamí?Demodoextraoficial,claro.Todoslosgastospagadosyunmodestosalarioanual.

Tuppencelemirabaconloslabiosentreabiertosylosojosdesorbitados.

—¿Quétendremosquehacer?

Carterlededicóunasonrisa.

—Puescontinuarloqueestánhaciendoahora.BuscaraJaneFinn.

—Sí,pero¿quiénesJaneFinn?

Carterasintiócongestograve.

—Sí,creoquetienenderechoasaberlo.

Se echó hacia atrás en la silla, cruzó las piernas, juntó las yemas de losdedosycomenzóentonomonótono:

—Ladiplomaciasecreta,quedichoseadepasocasisiempreesunamalapolítica, no les concierne a ustedes. Será suficiente decirles que, en losprimeros días de 1915, se redactó un documento. Era el resumen de unacuerdosecretoountratado,comoquieranllamarlo.

»Estabalistoparaserfirmadopordiversosrepresentantesyseguardabaen

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EstadosUnidos,queentonceseraunpaísneutral.FueenviadoaInglaterraconunmensajero especial escogido para ese fin: un joven llamadoDanvers. Seesperaba que todo aquel asunto se mantuviera en secreto y que nadatrascendería. Con esa clase de esperanza muy a menudo se sufre unadecepción.¡Siemprehayalguienquehabla!

»Danvers embarcó para Inglaterra en el Lusitania. Llevaba los preciosospapelesenunenvoltorioimpermeable.Duranteaquelviaje,elLusitania,comosaben,fuetorpedeadoyhundido.

»Danversestabaenlalistadelosdesaparecidos.Alfinsucadáveraparecióen la playa y fue identificado sin ningún género de dudas. ¡Pero el paquetehabíadesaparecido!

»Lapreguntaera:¿se lohabíanquitado,oélmismoloentregóaalguienpara que lo custodiara? Había algunos indicios que sustentaban esta últimateoría. Después de que los torpedos alcanzaran el barco, y durante losmomentos en que fueron arriados los botes salvavidas al mar, Danvers fuevisto hablando con una jovencita norteamericana. A mí me parece muyprobable que le confiara el sobre creyendo que ella, por ser mujer, teníamuchasmásprobabilidadesdellevarloatierra.

»Pero de ser así, ¿dónde está esa muchacha y qué ha hecho del sobre?Según las últimas noticias de Estados Unidos parece ser que Danvers fueseguido muy de cerca. ¿Es que acaso esa joven estaba asociada a susenemigos? ¿O tal vez también fue seguida, engañada, o quizá obligada aentregarelpreciadodocumento?

»Nos dispusimos a buscarla, cosa que resultó en extremo difícil. SunombreeraJaneFinnyaparecíaenlalistadesupervivientes,peroescomosise hubiera desvanecido en el aire. Sus antecedentes nos han ayudado muypoco.ErahuérfanayhabíasidomaestradepárvulosenunaescueladelOestede EstadosUnidos. Se le había expedido un visado para París, donde iba atrabajarenunhospital.Sehabíaofrecidovoluntariay,despuésdecumplirlostrámitesderigor,fueaceptada.ComoaparecíaenlalistadesupervivientesdelLusitania, en el hospital se extrañaron mucho de que no se presentara, nisupierandeella.

»Puesbien,sehizotodoloposibleporencontrarla,perotodofueenvano.LeseguimoslapistaatravésdeIrlanda,perolaperdimosenelmomentoenquepisóInglaterra.

»Nadiehautilizadoeldocumento,comohubieranpodidohacercon todafacilidad y, por tanto, llegamos a la conclusión de queDanvers, después detodo,lohabríadestruido.Laguerraentróenotrafase,elaspectodiplomáticocambió y el tratado no volvió a mencionarse nunca. Los rumores de su

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existenciafuerondesmentidos.LadesaparicióndeJaneFinncayóenelolvidoyelasuntoquedóarchivado.

CarterhizounapausayTuppenceintervino,impaciente:

—¿Porquéhavueltoasurgirahora?Laguerrahaterminado.

EnelrostrodeCarteraparecióunaexpresióndealerta.

—Porquepareceserqueeldocumentonofuedestruidoypodríareaparecerenlaactualidadconunanuevayfatalimportancia.

TuppencelemiróasombradayCarterasintió.

—Sí,cincoañosatrásesetratadoeraunarmaennuestrasmanos;hoysehavuelto contra nosotros. Fue una equivocación enorme.Si se hiciera público,podríasignificarundesastreyposiblementeotraguerra.YestaveznocontraAlemania. Es una posibilidad extrema y yo no creo en ella, pero esedocumentoimplica,sindudaalguna,aunbuennúmerodenuestroshombresde Estado que no pueden ser desacreditados en estos momentos. Comopropagandaparaloslaboristasseríairresistibley,enmiopinión,ungobiernolaboristaenestemomentoseríaunadesgraciaparaelcomerciobritánico,peroesoesunaminuciacomparadoconelverdaderopeligro.

Sedetuvoyluegoagregóconcalma:

—Quizáhayanoídodecir,ohayanleído,quelainfluenciabolcheviqueeslacausadelaagitaciónlaboralqueseviveactualmente.

Tuppenceasintió.

—Esverdad.Elorobolcheviqueestáentrandoenelpaísconelpropósitodeterminado de provocar una revolución. Hay un individuo, cuyo nombredesconocemos,que trabajaen laoscuridadpara suspropios fines.Los rusosestán alentando la inquietud laboral, pero este hombre está detrás de losbolcheviques.¿Quiénes?Loignoramos.

»Siempresehabladeélporeldiscretoapodode“SeñorBrown”.Perounacosa es segura, que es el archicriminal de nuestra era. Controla unaorganizaciónmuy eficaz. Lamayor parte de la propaganda pacifista que sehizo durante la guerra fue creada y patrocinada por él. Sus espías están entodaspartes.

—¿Esalemán?—preguntóBeresford.

—Al contrario. Tengo motivos para creer que es inglés. Protegía a losalemanescomohubierapodidoprotegeralosdelTransvaal.Ignoramosloquebusca,peroprobablementeseráelsupremopoderparaél,comonuncasehadadoenlahistoria.Notenemoslamenorpistadesuverdaderapersonalidad.Sabemosconseguridadquenisusseguidoresleconocen.Siemprequehemos

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tropezado con sus huellas descubrimos que ha representado un papelsecundario.Otro cualquiera asumeel principal, pero luego averiguamosquehahabidoalguienirrelevante,uncriadoounempleadoquehapermanecidoensegundo término sin llamar la atenciónyque el escurridizo señorBrown senoshaescapadounavezmás.

—¡Oh!—exclamóTuppence—.Mepregunto…

—¿Sí?

—Recuerdo la oficina del señor Whittington. El empleado se llamabaBrown.Nocreeráustedque…

Carterasintiópensativo.

—Esmuyposible.Es curioso, pero ese nombre semenciona conmuchafrecuencia.¿Podríausteddescribirlo?

—Laverdad es que apenasme fijé en él.Era un tipobastante corriente,comocualquierotro.

Cartersuspiróconairecansado.

—¡Esaes la inevitabledescripcióndelseñorBrown!La idiosincrasiadeungenio.Entróparaentregarunmensaje telefónicoaWhittington,¿verdad?¿Sefijóensihabíaunteléfonoenlaoficinaexterior?

Tuppencemeditóunosinstantes.

—No,creoqueno.

—Exacto.Ese«mensaje»eraelmedioqueelseñorBrownteníaparadaruna orden a su subordinado. Desde luego escucharía toda la conversación.¿Después Whittington le entregó el dinero y le dijo que volviese al díasiguiente?

Tuppenceasintió.

—Sí, sin duda es lamano del señorBrown.—Carter hizo una pausa—.Bien, eso es todo. ¿Comprenden contra lo que van a luchar? Posiblementecontraelmejorcerebrocriminaldeestaépocaynomehaceningunagracia.Sonustedesmuyjóvenes.Noquisieraquelesocurriesenadamalo.

—Nonosocurriránada—leaseguróTuppence.

—Yocuidarédeella,señor—prometióTommy.

—Yyodeti—replicóTuppence,resentidaporelairedesuperioridaddesuamigo.

—Bien,entoncesquecadaunocuidedelotro—dijoCarter,sonriendo—.Ahoravolvamosalasunto.Hayalgomisteriosoeneseconvenioque todavía

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nohemosdesentrañado.Hemossidoamenazadosconélentérminosclaroseinequívocos.Loselementosrevolucionariosdeclaranqueestáensusmanosyquepueden airearlo en cualquiermomento.Por otro lado, se equivocan conrespecto amuchas de sus cláusulas. El gobierno considera que ha sido unabaladronadaporsupartey,acertadaoerróneamente,hamantenidolapolíticade negarlo todo. No estoy seguro. Ha habido filtraciones, indiscreciones,alusiones que parecen indicar que la amenaza es verdadera. Nos da laimpresióndequehanconseguidoeldocumento,peroquenopuedenleerloporestar cifrado,pero en cambioelborradorno lo estaba…no seríaposible enesta clase de cosas, demodo que no cuenta. Pero hay algo.Claro que JaneFinn puede estar muerta, pero yo no lo creo. Lo curioso del caso es queintentanobtenernoticiasdelamuchachaatravésdenosotros.

—¿Qué?

—Sí.Hansurgidounpardecosillas.Ysuhistoria,jovencita,confirmamiidea. Saben que andamos buscando a Jane Finn. Pues bien, ellos nosproporcionan una Jane Finn de su propiedad, pongamos por ejemplo en unpensionnatdeParís.—Tuppencedejó escaparungemidoyCarter sonrió—.Nadiesabecómoes,demodoquenoesdifícil.Lecuentanunahistoriaysuverdadera misión es conseguir toda la información posible de nosotros.¿Comprendelaidea?

—¿Entoncesustedcreeque…—Tuppencehizounapausaparaexponerlocorrectamente—… que querían que yo viajara a París como si fuera JaneFinn?

LasonrisadeCarterfuetodavíamáscansina.

—Creoenlascoincidencias.

CapítuloV

ElseñorJuliusP.Hersheimmer

—Bien —dijo Tuppence recobrándose—, es como si estuviésemospredestinados.

Carterasintió.

—Séloquequieredecir.Yotambiénsoysupersticioso.Creoenlasuerteytodoeso.Eldestinoparecehaberlaescogidoparamezclarlaenesto.

Tommysepermitióunarisita.

— ¡Cielos, no me extraña que Whittington levantara el vuelo cuando

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Tuppencepronuncióesenombre!Yohubierahecholomismo.Peroescuche,lo estamos entreteniendo mucho. ¿Tiene que hacernos alguna advertenciaantesdemarcharnos?

—Creo que no. Mis expertos, que trabajan con sistemas clásicos,fracasaron.Ustedesaportaránaestaempresasuimaginaciónyunamentalidadabierta. No se desanimen si eso tampoco les conduce al éxito. Tengan encuentaqueesmuyprobablequeloshayamosasustado.

Tuppencefruncióelentrecejo,desconcertada.

—CuandoustedsostuvosuentrevistaconWhittington, teníantiempopordelante. Las informaciones que tenemos apuntan a que el gran coup sería aprincipios de año. Pero el gobierno está estudiando una serie de leyes queacabarádefinitivamenteconlaamenazadeunahuelgageneral.Notardaránenenterarse, si es que no lo saben ya, y es posible que decidan adelantar laintentona.Esperoqueasísea.Cuantomenostiempotenganparamadurarsusplanes,mejor.Solotengoqueadvertirlesquenodisponendemuchotiempoyquenodebendesanimarsesifracasan.Detodasformas,nolespropongonadafácil.Esoestodo.

Tuppencesepusoenpie.

—Creoqueesmomentodehablardecosasprácticas.Exactamente,¿hastadóndepodemoscontarconusted,señorCarter?

—Dispondrán de fondos dentro de un límite razonable, de informacióndetalladasobrecualquierpunto,peronocontaránconningúnreconocimientooficial. Quiero decir que, si tienen complicaciones con la policía, me seráimposibleayudarlesoficialmente.Ustedestrabajanporsucuentayriesgo.

—Lo comprendomuy bien—dijo Tuppence—. Le haré una lista de lascosasquedeseosabercuandohayatenidotiempodepensar.Ahora,encuantoaldinero…

—Sí,señoritaTuppence.¿Deseadecirmecuántoquiere?

—No es eso. De momento tenemos bastante, pero cuando necesitemosmás…

—Lesestaráesperando.

—Sí,peronoquieroserdescortésconelgobierno,siustedtienealgoqueverconél,peroyasabeeltiempoquesenecesitaparaconseguiralgodeél.Sitenemosquellenarunimpresoazul,enviarloy luego,alcabodetresmeses,nosenvíanunoverdeyasí sucesivamente…bueno,no ibaa sernosdegranayuda.

Carterseriodebuenagana.

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—Nosepreocupe, señoritaTuppence.Usted envíaunapeticiónpersonalaquíyrecibiráeldineroenefectivoavueltadecorreo.Encuantoalsalario,¿pongamos trescientas al año? Y desde luego, otro tanto para el señorBeresford.

Tuppencesonrióencantada.

—Estupendo.Esustedmuyamable. ¡Meencantaeldinero!Le llevaré lacuentadetalladade todosnuestrosgastos: eldebe, elhaber, elbalanceenelladoquecorrespondeyuna línea rojaa los ladoscon los totales.Séhacerlocuandomelopropongo.

—Estoysegurodeello.Bien,adiósybuenasuerte.

Lesestrechólamanoy,alospocosminutos,salíandelacasaconlacabezahechauntorbellino.

—¡Tommy!Dimeenseguidaquiénesel«señorCarter».

Elmuchachomurmuróunnombreasuoído.

—¡Oh!—exclamóTuppence,impresionada.

—Teaseguroqueesestupendo.

—¡Oh!—volvióaexclamarlajovenantesdeagregarentonoreflexivo—:Megusta,¿atino?Parecemuycansadoyalmismotiempodalaimpresióndeque interiormente es como el acero, afilado y centelleante. ¡Oh!—Pegó unbrinco—.¡Pellízcame,Tommy,pellízcame!¡Nopuedocreerqueseaverdad!

Beresfordlacomplació.

—¡Ay!¡Yabasta!Sí,noestamossoñando.¡Tenemosunempleo!

—¡Menudoempleo!Laaventurahacomenzadodeverdad.

—Es más respetable de lo que había imaginado —dijo Tuppence,pensativa.

—¡Porsuerteyonotengotuaficiónalocriminal!¿Quéhoraes?Vamosacomer,¿eh?

Ambos pensaron a la vez en lo mismo. Tommy fue el primero enexpresarlo.

—¡JuliusP.Hersheimmer!

—NolehemosdichonadaalseñorCarter.

—Bueno, nohaymuchoque contar, por lomenoshasta que le hayamosvisto.Vamos,tomemosuntaxi.

—Ahora,¿quiéneselextravagante?

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—Recuerdaquetenemostodoslosgastospagados.Sube.

—Detodasmanerascausaremosmejor impresión llegandoen taxi—dijoTuppence, arrellanándose en el asiento—. ¡Estoy segura de que loschantajistasnuncaviajanenautobús!

—Nosotroshemosdejadodeserlo—lerecordóTommy.

—Noestoysegura—dijoTuppenceentonosombrío.

PreguntaronporelseñorHersheimmerenrecepciónyfueronacompañadosenseguidaasusuite.«¡Adelante!»,exclamóunavozimpacienteenrespuestaalallamadadelbotones,quesehizoaunladoparadejarlespasar.

Julius P. Hersheimmer era muchísimo más joven de lo que Tommy oTuppence habían imaginado. La muchacha le calculó unos treinta y cincoaños.Erademedianaestaturayconespaldascuadradasquehacíanjuegoconsu mandíbula. Su rostro, belicoso, resultaba agradable. Todo el mundo lohubieratomadopornorteamericano,aunquehablabaconunligeroacento.

—Veoquerecibieronminota.Siéntenseydíganmetodoloquesepandemiprima.

—¿Suprima?

—Sí.JaneFinn.

—¿Essuprima?

—Mipadreysumadreeranhermanos—explicóHersheimmer.

—¡Oh!—exclamóTuppence—.¿Entoncesustedsabedóndeestá?

—¡No!—Hersheimmergolpeólamesaconelpuño—.¡Quémeaspensilosé!¿Yustedes?

—Nosotrospusimoselanuncioparaobtenerinformación,noparadarla—replicóTuppence,conseveridad.

—Ya lo sé. ¿Acaso cree que no sé leer? Pero imaginé que tal vezconocieransuparaderoactualytansololesinteresabansusantecedentes.

—Bueno,nonosimportaríaoírsuhistoria—dijoTuppence.

PeroHersheimmersemostróreceloso.

—Oigan —exclamó—, esto no es Sicilia. Nada de exigir rescates niamenazar con cortarle las orejas si me niego a pagar. Estas son las islasBritánicas, demodo que déjese de negocios sucios o llamaré a ese enormepolicíaqueveoalláabajoenPiccadilly.

—Nohemos secuestradoa suprima.Al contrario,queremosencontrarla.

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Noshancontratadoparabuscarla.

Hersheimmerserecostóensubutaca.

—Pónganmealcorriente.

Tommy le hizo un resumenbastante limitado de la desaparición de JaneFinn y de la posibilidad de que estuviera envuelta inocentemente en alguna«maniobrapolítica».DijoqueélyTuppenceeran«investigadoresprivados»encargados de buscarla y agregó que por lo tanto le agradecerían cualquierdetallequepudieradarles.

Elcaballeromoviólacabezacongestodeaprobación.

—Está bien.Veo queme he precipitado. ¡Pero Londresme saca demiscasillas!SoloconozcoelviejoNuevaYork.Haganlaspreguntasquegustenylascontestaré.

De momento, los Jóvenes Aventureros se quedaron cortados, peroTuppenceserehízoylanzólaprimerapreguntaqueseleocurrióyquehabíaleídoenlasnovelaspolicíacas.

—¿Cuándovioporúltimavezaladi…asuprima,quierodecir?

—Nuncalahevisto.

—¿Qué?—exclamóTommy,asombrado.

—No, señor. Como ya dije antes, mi padre y su madre eran hermanos,como pueden serlo ustedes.—Tommyno le corrigió—.Pero no siempre sellevaronbien.CuandomitíadecidiócasarseconAmosFinn,queeraunpobremaestro de escuela del Oeste,mi padre se puso furioso y dijo que si hacíafortuna, a loqueya ibaencaminado, ellanuncaveríauncentavo.Bueno, elcasoesquetíaJanesefuealOesteynuncavolvimosasaberdeella.

»Elviejohizo fortuna.Semetióenelnegociodelpetróleo, luegoconelaceroenferrocarriles,ypuedoasegurarlesquetuvoenviloaWallStreet.—Hizo una pausa—. Luego murió y yo heredé su fortuna. Bueno, ¿querráncreerlo? ¡Mi conciencia empezó a darme la lata!No cesaba de remordermediciéndome:¿QuéserádetutíaJaneallíenelOeste?,ymepreocupé.¿Saben?Yo siempre creí que Amos Finn no haría nada bueno en esta vida. Al fincontratéaunhombreparaque lesbuscara.Resultado:ellahamuerto,AmosFinntambién,perodejaronunahija:Jane,queibaenelLusitaniacaminodeFranciacuandofuetorpedeado.Sesalvó,perodesdeentoncesnosehasabidonada de ella. Pensé que lo mejor era venir aquí y acelerar las cosas. Loprimeroquehice fue telefonear aScotlandYardy alAlmirantazgo.LosdelAlmirantazgo casimemandaron a paseo, pero en ScotlandYard estuvieronmuy amables: dijeron que harían averiguaciones. Incluso esta mañana hanenviadounhombrearecogersufotografía.MañanasalgoparaParís.Quiero

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ver lo que hace la Prefecture. Me figuro que si voy de un lado a otro,metiéndolesprisa,tendránquetrabajar.

LavitalidaddeHersheimmereratremendayseinclinaronanteella.

—Pero díganme, ¿la buscan ustedes por haber hecho algo malo? Pordesacato a la autoridad, o algo así tan británico. Quizá una jovennorteamericanadeespírituorgullosoencontrarasusleyesymétodosbastantefastidiosos en tiempo de guerra. Si se trata de esto, y en este país existe elsoborno,comprarésulibertad.

Tuppencelotranquilizó.

—Bien. Entonces podemos trabajar juntos. ¿Qué les parece sicomiéramos?¿Quierenquenossirvanaquí,obajamosalrestaurante?

TuppenceexpresósuspreferenciasporestoúltimoyJuliusseavinoasusdeseos.

Las ostras acababan de dar paso a un lenguado Colbert cuando lepresentaronunatarjetaaHersheimmer.

—Otra vez. Ahora se trata del inspector Japp del Departamento deInvestigaciónCriminal.Este es nuevo. ¿Qué espera que le cuente que no lehaya dicho ya al primero? Espero que no hayan perdido la fotografía. LatiendadeaquelfotógrafodelOestesequemóhastaloscimientoscontodoslosnegativosyestaes laúnicacopiaqueexiste.Laconseguíporeldirectordelcolegio.

UntemorindescriptibleseapoderódeTuppence.

—¿No…nosabeustedelnombredelpolicíaquevinoestamañana?

—Sí,creoquesí.Nosé.Espereunsegundo.Estabaescritoensu tarjeta.¡Oh,yalosé!InspectorBrown.Erauntipomuycorriente.

CapítuloVI

Unplandecampaña

Será mejor correr un velo sobre los acontecimientos de la media horasiguiente.Basta decir que enScotlandYard no conocían a ningún inspectorBrown.LafotografíadeJaneFinn,quetanvaliosalehubierasidoalapolicíaparadarconsuparadero,sehabíaperdidosinesperanzadeserrecobrada.ElseñorBrownhabíatriunfadounavezmás.

El efecto inmediato de este contratiempo tuvo como resultado un

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rapprochemententreJuliusHersheimmerylosJóvenesAventureros.Todaslasbarreras se vinieron abajo en el acto y Tommy y Tuppence tuvieron lasensacióndequeconocíanaljovennorteamericanodetodalavida.

Abandonaronsuposturade investigadoresprivadosy lecontaron toda lahistoria desde que fundaron la sociedad de aventureros, ante lo cual él sedivirtióhorrores.

Alconcluirlanarración,sevolvióhaciaTuppence.

—Siemprehabíacreídoquelasmuchachasinglesaseranunpocotímidasyanticuadas. Eso sí, dulces, pero temerosas de dar un paso sin una dama decompañía.¡Mefiguroqueestoyalgopasadodemoda!

ElresultadofinaldeestasconfidenciasfuequeTommyyTuppencefijaronsuresidenciaenelRitz,segúnTuppence,parapoderestarencontactoconelúnicoparientedeJaneFinn.

— ¡De esta manera —agregó dirigiéndose a Tommy—, nadie podráquejarsedelosgastos!

Ynadielohizo,quefuelobueno.

—Ahora—dijolajovenalamañanasiguientedehaberseinstalado—,¡atrabajar!

Beresford dejó el Daily Mail que estaba leyendo para aplaudir coninnecesariovigor,loquelevalióserreprendidoamablementeporsucolega.

—No seas tonto,Tommy, tenemos que hacer algo para justificar nuestrosueldo.

Elmuchachosuspiró.

—Sí,metemoquenisiquieranuestroqueridogobiernonostendríaenelRitzholgazaneandoaperpetuidad.

—Porconsiguiente,comoyatedijeantes,tenemosquehaceralgo.

—Bien—replicóTommy,volviendoacogerelperiódico—,hazlo.Yonotedetendré.

—¿Sabes?—continuóTuppencesinhacerlecaso—,heestadopensando.

Seviointerrumpidapornuevosyentusiastasaplausos.

—Esmuypropiodetiquedarteahísentadohaciendoeloso,Tommy.Noteharíaningúndañounpocodeejerciciomental.

—¡Elsindicato,Tuppence,elsindicato!Nomepermite trabajarantesdelasonce.

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—Tommy, ¿quieres que te diga algo? Es absolutamente necesario quetracemosunplandecampañasindilación.

—¡Oigámoslo!¡Oigámoslo!

—Bien,manosalaobra.

Tommyalfinsepusoserio.

—Entihaylasencillezdeunagraninteligencia,Tuppence.Sueltaloquesea.Teescucho.

—Paraempezar,¿enquépodemosbasarnos?

—Absolutamenteennada—dijoTommyconalegría.

—¡Teequivocas!—Tuppenceleseñalóamododeacusaciónconelíndice—.Tenemosdospistasdistintas.

—¿Cuálesson?

—Primerapista:conocemosaunodelabanda.

—¿Whittington?

—Sí.Loreconoceríaencualquierparte.

— ¡Hum! —replicó Tommy, pensativo—. A mí eso no me parece unapista.Nosabesdóndebuscarloyexisteunaposibilidadcontramildeque loencuentresporcasualidad.

—Noestoytanseguradeeso—replicóTuppence—.Mehefijadoenque,amenudo,unavezempiezanadarsecoincidencias, siguensucediéndosedelmodomás extraordinario.Yodiría que es alguna leynatural que todavía nohemosdescubierto.Noobstante,comobiendices,nopodemosconfiarenello.Pero en Londres hay ciertos lugares por donde, tarde o temprano, pasa lagente.Porejemplo,PiccadillyCircus.Unademis ideasconsisteenpasarmeallíeldíavendiendobanderitas.

—¿Cuándo comerás?—preguntóTommycon el sentidoprácticoque lecaracterizaba.

—¡Quémasculinoeseso!¿Quéimportalacomida?

—Eso lo dices ahora porque acabas de tomarte un opíparo desayuno.Nadie tiene mejor apetito que tú, Tuppence y, a la hora del té, te habríascomidolasbanderitasconalfilerytodo.Pero,confranqueza,nomeconvencetuidea.EsposiblequeWhittingtonnisiquieraestéenLondres.

—Es cierto. De todas formas, creo que la pista número dos es másprometedora.

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—Oigámosla.

—Noesgrancosa.Solounnombredepila:Rita.Whittingtonlamencionóaqueldía.

—¿Esqueteproponespublicarunterceranuncio?«SebuscasospechosaqueatiendeporelnombredeRita».

—No.Loquemepropongoesrazonardeunamaneralógica.Esehombre,Danvers, fue seguido, ¿no es cierto?Esmuchomás probable que lo hicieraunamujerqueunhombre.

—Noveoelporqué.

—Estoycompletamenteseguradequeseríaunamujeryademásatractiva—replicóTuppencesinalterarse.

—En estos puntos técnicos tengo que inclinarme ante tu sagacidad —murmuróBeresford.

—Ahorabien,esevidentequeesamujer,seaquienfuere,sesalvó.

—¿Porquélodices?

—Denoserasí,¿cómosabríanqueJaneFinnteníalospapeles?

—Correcto.¡Continúa,Sherlock!

—Existe la posibilidad, admito que solo es una posibilidad, de que esamujerfuese«Rita».

—¿Ydeserasí?

—Deserasí,tendríamosquebuscarentrelossupervivientesdelLusitaniahastadarconella.

—Entonces, lo primero que hay que hacer es conseguir una lista de lossupervivientes.

—Ya la tengo.Escribíuna larga listadecosasquedeseaba sabery se laenviéaCarter.Estamañanahe recibidosucontestacióny,entreotrascosas,meincluyelarelaciónoficialdelaspersonasquesesalvarondelacatástrofedelLusitania.¿QuéteparecetupequeñaTuppence?

—Diezendiligenciayceroenmodestia.Peroelcasoes,¿hayalgunaRitaenlalista?

—Esoesloquenosé—confesóTuppence.

—¿Nolosabes?

—No, mira. —Los dos se inclinaron sobre la lista—. ¿Ves? Hay muypocosnombresdepila.Casitodassonseñorasoseñoritatal.

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Tommyasintió.

—Esocomplicaelasunto.

Tuppenceseatusóelcabelloconsuticcaracterístico.

—Bien,tendremosqueponermanosalaobrayaveriguarlo.Esoestodo.Empezaremos por el área de Londres.Anota las direcciones de lasmujeresque viven en Londres o en los alrededores, mientras yo voy a ponerme elsombrero.

Cincominutosmás tarde, la joven pareja se encontraba en Piccadilly y,pocossegundosdespués,untaxilosllevabaaTheLaurels,enelnúmero7deGledower Road, residencia de la señora de Edgard Keith, cuyo nombrefigurabaenprimer lugarenunalistadesietenombresqueTommyguardabaensubolsillo.

The Laurels era una mansión ruinosa separada de la carretera por unospocos arbustos raquíticosquepretendíandar la impresiónde jardín.Tommypagó al taxista y acompañó a Tuppence hasta la puerta. Cuando ella iba allamaraltimbre,lacontuvo.

—¿Quévasadecir?

— ¿Que qué voy a decir? Pues diré…Oh,Diosmío, no lo sé. Esmuypeliagudo.

—Me lo imaginaba—exclamó el muchacho, satisfecho—. ¡Eso es muyfemenino!¡Noprevéisnada!Ahoraapártateycontemplacómoresuelvenloshombresunasituaciónasícontodafacilidad.

LlamóaltimbreyTuppencesesituóaunaprudentedistancia.Lesabriólapuertaunacriadadeaspectodesaliñado,carasuciayunpardeojosquehacíanjuegoconelconjunto.

Tommyhabíasacadounalibretayunlápiz.

—Buenosdías—dijoen tonovivazyalegre—.Somosde laOficinadelDistritodeHampstead.Elnuevoregistrodevotantes.¿ViveaquílaseñoradeEdgarKeith?

—Sí.

—¿Cuálessunombredepila?—preguntóTommy,blandiendoellápiz.

—¿Delaseñora?EleanorJane.

—E-le-a-nor —silabeó Tommy—. ¿Tiene algún hijo o hija mayor deveintiúnaños?

—No.

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—Gracias.—Tommycerró sublocdenotas congesto rápido—.Buenosdías.

Lasirvientasepermitiólaprimeraobservación.

—Creíquetalvezveníaporelgas—observóantesdecerrarlapuerta.

Tommysereunióconsucómplice.

— ¿Lo ves, Tuppence? Esto es cosa de niños para la despierta mentemasculina.

—Nome importa admitir por una vez que te has desenvuelto a las milmaravillas.Amínuncasemehubieraocurrido.

—Buentruco,¿verdad?Ypodemosrepetirloadlibitum.

Lahoradecomersorprendióalosdosjóvenesdevorandorápidamenteunbistecconpatatasfritasenunaoscuraposada.HabíandadoconunatalGladysMary y con una Marjorie, se habían llevado la sorpresa de un cambio dedomicilio y habían tenido que soportar un largo discurso sobre el sufragiouniversaldelabiosdeunanorteamericanamuyanimada,cuyonombredepilaresultóserSadie.

—¡Ah!—exclamóTommydespuésdetomarunbuentragodecerveza—.Mesientomejor.¿Cuáleslapróximadirección?

ElblocdenotasestabaabiertosobrelamesayTuppencelocogió.

—La señora Vandemeyer, que vive en South Audley Mansions,apartamento20.LaseñoritaWheelerenel43deClapingtonRoad,Battersea.Segúncreorecordarescamarera,demodoqueprobablementenoestaráallíy,detodasformas,nocreoquesealaquebuscamos.

—EntoncesnuestrapróximaescalaeslaseñoradeMayfair.

—Tommy,empiezoadesanimarme.

—Animo,pequeña.Yasabíamosqueeraunaposibilidadmuyremota.Encualquier caso, acabamos de empezar. Si fracasamos en Londres nos quedaunagiraporInglaterra,IrlandayEscocia.

—Cierto—repusoTuppence,animada—.¡Ycontodoslosgastospagados!Pero, oh, Tommy,me gustaría que todo fueramás deprisa.Hasta ahora, lasaventurassehanidosucediendo,peroestamañanahasidomuyaburrida.

—Debescontenertusansiasdesensaciones,Tuppence.RecuerdaquesielseñorBrownestalcomonoslohanpintado,esunmilagroquenoestéaquíyapara hacernos pasar amejor vida.Vaya,me ha salido una buena frase, contonoliterarioytodo.

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—La verdad es que eres mucho más pretencioso que yo y con menosmotivos.¡PerodesdeluegoesextrañoqueelseñorBrownnohayadescargadoaúnsucólerasobrenosotros(yaves,yotambiénséhacerfrases)ypodamoscontinuarnuestrocamino!

—Talvezconsiderequenovalelapenapreocuparsepornosotros.

Tuppencerecibiólafrasecondisgusto.

—Qué agradable eres, Tommy. Como si nosotros no tuviéramosimportancia.

—Lo siento, Tuppence. Lo que he querido decir es que nosotrostrabajamosenlaoscuridadyqueélnosospechadenuestrosmaliciososplanes.¡Ja,ja!

—¡Ja,ja!—repitióTuppencecomounecoentonodeaprobaciónmientrasseponíaenpie.

South Audley Mansions eran un imponente edificio de apartamentossituadocercadeParkLane.Elnúmero20estabaenlasegundaplanta.

Tommy ya había adquirido cierta práctica y le soltó de corrido laspreguntas a la anciana mujer más parecida a un ama de llaves que a unasirvienta,queleabriólapuerta.

—¿Nombredepila?

—Margaret.

Tommylodeletreó,perolamujerlecorrigió.

—No,g-u-e.

—Oh,Marguerite; ya, como en francés.—Hizo una pausa y después searriesgóacomentar—:NosotroslateníamosinscritacomoRitaVandemeyer,perosupongoquesetratadeunerror.

—Asílallamanlosamigos,perosunombreesMarguerite.

—Gracias.Esoestodo.Buenosdías.

Tommy, incapaz de contener su excitación, corrió hacia las escaleras.Tuppenceleesperabaenelrellano.

—¿Hasoído?

—Sí.¡Oh,Tommy!

—Losé.Yosientolomismo.

—Es tanbonito imaginarciertascosasyque luegoocurran realmente—exclamóTuppence,entusiasmada.

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Cogidos de la mano, bajaron al vestíbulo. Fue entonces cuando oyeronvoces y el rumor de pasos en las escaleras. De pronto, ante la sorpresa deTommy,Tuppencelearrastróalladodelascensordondelassombraseranmásoscuras.

—¿Quédian…?—¡Silencio!

Doshombresbajaronlasescalerasysalierona lacalle.TuppenceseasióconfuerzaalbrazodeTommy.

—Deprisa,síguelos.Yonomeatrevo.Mereconocerían.Noséquiénseráelotro,peroelmásgruesoesWhittington.

CapítuloVII

LacasadelSoho

Whittingtonysuacompañantecaminabanabuenpaso.Tommyemprendióla persecución en el acto y llegó a tiempo de verlos doblar la esquina. Susvigorosas zancadas le permitieron alcanzarlos y, cuando llegó a la esquina,había acortado considerablemente la distancia. Las callejuelas de Mayfairestabancasidesiertasyconsideróprudentecontentarseconvigilarlosdelejos.

Este era un deporte nuevo para él. Aunque no desconocía su técnica,gracias a la lectura de novelas policíacas, nunca había intentado «seguir» anadie y llevarlo a la práctica le pareció un procedimiento sembrado dedificultades.Supongamos,porejemplo,quedeprontotomaranuntaxi.Enlasnovelas, uno se limita a llamar a otro, prometiendo una propina al taxista ytodo solucionado. Pero en realidad,Tommy se temía que la cosa no era tansencilla,conloque,llegadoelcaso,tendríaquecorrer.¿YquésensacióndaríaenaquelmomentojovencorriendoaladesesperadaporlascallesdeLondres?En una vía principal podría dar la impresión de que corría para coger elautobús,peroenaquellasaristocráticasysolitariascalles,eradeesperarqueledetuvieracualquierpolicíaparapedirleexplicaciones.

Cuandohabía llegadoaaquelpuntodesusmeditacionesvioapareceruntaxilibreycontuvosualiento.¿Lotomaríanaquellosdosindividuos?

Exhaló un suspiro de alivio al ver que lo dejaban pasar. El camino quellevaban iba zigzagueando en dirección a Oxford Street. Cuando al finllegaron, fueron hacia el este yTommy aceleró ligeramente el paso. Poco apoco se fue aproximando a ellos.En aquella acera tan concurrida no era deesperarque llamara laatenciónyestabaansiosodealcanzaraoíralgode loquehablaban.Enestofracasórotundamente:conversabanenvoztanbajaque

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elruidodeltránsitoahogabalaconversaciónquetantoleinteresaba.

Antes de llegar a la estación de metro de Bond Street, los dos tiposatravesaron la calzada y entraron en Lyons, seguidos, sin advertirlo, porTommy. Subieron al primer piso y se instalaron en una mesa junto a laventana.Eratardeyellocalempezabaavaciarse.Tommyocupólamesamáspróxima a ellos, pero se sentó detrás de Whittington por temor a que lereconociera.

Por otro lado, así podía contemplar con tranquilidad al otro hombre yestudiarloconatención.Erarubio,conunrostropálidoymuydesagradable.Tommy consideró que era o polaco o ruso. Tendría unos cincuenta años,encogíaalgo loshombrosalhablarysuspequeñosyastutosojossemovíansincesar.

Puestoqueyahabía comidoagusto,Tommysecontentóconpedirunastostadasconquesofundidoyunatazadecafé.Whittingtonpidióunacomidasustanciosaparaélysuacompañante;luego,encuantosemarchólacamarera,acercólasillaunpocomásalamesaycomenzóahablarenvozbaja.Tommysolo conseguía entender alguna palabra suelta; pensó que se trataba deinstruccionesqueelsupuestopolacooloquefueradiscutíadevezencuando.Whittingtonsedirigíaaél,llamándoleBoris.

Tommy llegó a oír la palabra «Irlanda» varias veces y también«propaganda».PeronomencionaronaJaneFinn.Depronto,enunmomentoen que la estancia quedó en silencio, captó una frase entera. HablabaWhittington.

—Ah, pero no conoces a Flossie. Es maravillosa. Hasta un arzobispojuraríaque era supropiamadre.Siempre tiene la fraseoportunay eso es loprincipal.

Tommy no alcanzó a oír la respuesta de Boris, pero le sonó a algo asícomo:«Desdeluego…Soloencasodenecesidad…».Luegovolvióaperderel hilo. De pronto las frases volvieron a hacerse perceptibles, y sea porquehubieranalzado lavoz,oporqueeloídodeTommyse ibaagudizando.Dospalabras tuvieronunefectoestimulanteenél.LaspronuncióBorisy fueron:«SeñorBrown».

Whittingtonparecióponeralgúnreparo,peroelotroseechóareír.

—¿Porquéno,amigomío?Esunnombrerespetableymuycorriente.¿Noloescogióporestarazón?Ah,cómomegustaríaconocerle.

— ¡Quién sabe, a lo mejor ya lo conoces! —dijo Whittington con sutimbremetálicopeculiar.

—¡Bah!Esoesuncuentodeniños,unafábulainventadaparaengañarala

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policía.¿Sabesloqueyodigoaveces?Queesunmitoinventadoporlosdelcírculointeriorparaasustarnos.Bienpudieraser.

—Otalvezno.

—Mepreguntosiseráonociertoqueestáentrenosotroscomounomás,desconocidoportodos,exceptoporunoscuantosescogidos.Siesasí,guardabiensusecreto.Laideaesbuena,vayasiloes.Nosotrosnuncalosabremos.Nosmiramosunosaotros:unodenosotroseselseñorBrown,pero¿quién?Élordena,perotambiénobedece.Estáentrenosotrosynadiesabequiénes.

Haciendounesfuerzo,elrusoseliberódesuselucubracionesparamirarelreloj.

—Sí—dijoWhittington—,serámejorquenosmarchemos.

Llamóalacamareraparapedirlacuenta.Tommyhizolopropioy,pocossegundosdespués,seguíaalosdoshombres.

Enelexterior,WhittingtondetuvountaxiyleordenóalconductorquelosllevaraalaestacióndeWaterloo.

Allíabundabanlos taxisy,antesquearrancaraeldeWhittington,otrosedeteníajuntoalaaceraobedeciendoaunademánperentoriodeTommy.

—Sigaaesetaxiynolopierdadevista.

El taxistanodemostróelmenor interés.Se limitóa lanzarungruñidoalbajarlabandera.Elviajenotuvocontratiempo.EltaxideTommysedetuvojustodespuésdeldeWhittington.Unavezen laestación,el jovensecolocódetrás de Whittington en la taquilla y le oyó pedir un billete paraBournemouth.Tommyhizolopropio.Boriscomentó:

—Tienestiempodesobra.Faltamediahora.

LaspalabrasdeBorisprovocaronunaluddeideasenlamentedeTommy.Porloquehabíaalcanzadoaoír,WhittingtonibaarealizarelviajesoloyelotrosequedabaenLondres.Teníaqueescogeracuáldelosdosseguir.Noeraposibleseguiralosdos,amenosque…Miróelrelojyluegoaltablerodelassalidasde los trenes.El trendeBournemouthsalíaa las tresymediayeransolo las tres y diez. Whittington y Boris paseaban junto al quiosco deperiódicos.

Tommycorrióhaciaunacabinatelefónica.Noseatrevióaperder tiempotratandodecomunicarseconTuppence.Lomásprobableeraquesiguieraenlas proximidades de South Audley Mansions, pero le quedaba otro aliado.TelefoneóalRitzypreguntóporJuliusHersheimmer.¡Oh,siporlomenoseljovennorteamericanoestuvieraensuhabitación!Seoyóunzumbidoyalfinun«Diga»deacentoinconfundiblellegóhastasuoído.

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—¿EsustedHersheimmer?LehablaBeresford.Estoy en la estacióndeWaterloo. He seguido hasta aquí aWhittington y a otro hombre. No tengotiempopara explicaciones.Whittingtonva a tomar el trende las tres treintaparaBournemouth.¿Puedeustedllegarantesdeesahora?

Larespuestaletranquilizó.

—Desdeluego.Medaréprisa.

Oyóquesecortabalacomunicaciónyexhalóunsuspirodealivio.Juliusconocíaelvalordelavelocidadyllegaríaatiempo.

WhittingtonyBorispermanecíandondelosdejó.SiBorissequedabahastaque su amigo subiera al tren, todo iría bien. Tommymetió unamano en elbolsillo. A pesar de tener carte blanche para los gastos, aún no se habíaacostumbrado a llevar encimamucho dinero, y la adquisición del billete deprimeraclaseparaBournemouthlehabíadejadosolounospocoschelines.Erade esperar que Julius llegara bien provisto. Entretanto los minutos ibantranscurriendo: las 15.15, las 15.20, las 15.25, las 15.27. ¿Y si Julius nollegabaatiempo?Las15.29.Lapuertaseabrió.Tommysintióqueleinvadíaelpesimismo.Luegounamanoseposóensuhombro.

—Aquíestoy,muchacho.¡Eltráficoaquíestámásalládetodocalificativo!Indíquemeenseguidaquiénessonesosindividuos.

—EseesWhittington.Eldeallí,elqueentraahoravestidodeoscuro.Elotroqueestáhablandoconélesunextranjero.

—Aporellos.¿Acuáldelosdoshedeseguir?

Tommyhabíaprevistoestapregunta.

—¿Llevadineroencima?

JuliusmoviólacabezayTommysesintiódesfallecer.

—No creo que lleve encima en estos momentos más que trescientos ocuatrocientosdólares—dijoelnorteamericano.

Tommyrespiróaliviado.

—¡Oh,cielos,estosmillonarios!¡Nohablamoselmismolenguaje!Subaaltren.Aquíestásubillete,Whittingtonessuhombre.

—¡AporWhittington!—dijoJuliusentonosombrío.Eltrencomenzabaaponerseenmovimientoysubiódeunsalto—.Hastalavista,Tommy.

Eltrensealejódelaestación.

Tommyrespiróprofundamente.Borissedirigíaporelandénhaciaél.Lodejó pasar y luego reemprendió la persecución. EnWaterloo,Boris tomó el

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metro hasta Piccadilly Circus. Luego fue andando por Shaftesbury Avenuehasta entrar en el laberinto de callejuelas del Soho. Tommy lo siguió a unadistanciaprudencial.

Alfinllegaronaunaplazaruinosa.Lascasasteníanunairesiniestro,conlasfachadasmugrientas.BorismiróasualrededoryTommyserefugióenunportal.El lugarestabacasidesierto.Erauncallejónsin salidaporelquenocirculabaningúnvehículo.ElmodoenqueelotrohabíamiradoasualrededorestimulólaimaginacióndeTommy.Desdesuescondrijoleviosubireltramode escalones de una casa de pésimo aspecto y llamar a la puerta con losnudillosconunritmopeculiar.Lapuertaseabrióenelactoy,trasdecirunaodospalabrasalguardián,entróenlacasa.Seoyóunportazo.

FueenesemomentocuandoTommyperdiólacabeza.Loquedebíahaberhecho, lo que habría hecho cualquier hombre sensato, era permanecerpacientementedondeestabayesperaraqueaqueltiposaliera.Peroloquehizoiba en contra del sentido común, que por lo general, era su principalcaracterística.Algohabíaparalizadosucerebroy,sindetenerseareflexionarniunmomento,él tambiénsubióaquellosescalonesy reprodujocon toda laexactitudposiblelaparticularllamada.

La puerta se abrió con la misma prontitud, y un hombre con rostro devillanoyelpelocortadoalcepilloaparecióenelumbral.

—¿Quédesea?—gruñó.

Enaquelmomentosepercatódelagrantonteríaqueacababadecometer,peronovacilóypronunciólasprimeraspalabrasqueseleocurrieron.

—¿ElseñorBrown?

Antesusorpresaelhombresehizoaunlado.

—Arriba—dijo, señalando por encima del hombro con el pulgar—. Lasegundapuertaalaizquierda.

Tommysubió.

CapítuloVIII

LasaventurasdeTommy

A pesar de la sorpresa que le causaron las palabras de aquel hombre,Tommynovaciló.Silaaudacialehabíallevadohastaallí,eradeesperarquelellevaraaúnmásadelante.Contodatranquilidadentróenlacasaysedirigióa la desvencijada escalera. La casa estaba más ruinosa de lo que puede

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expresarse con palabras. El papel de las paredes, cuyo dibujo ya no sedistinguíaacausadelamugre,colgabaportodasparteshechotiras.Encadarincónhabíaunamasagrisdetelarañas.

Tommy fue subiendo lentamente y, cuando llegó al rellano, oyó que elhombredeabajodesaparecíaenelcuartoposterior.Eraevidentequeaúnnohabíadespertadosospechas.Alparecer,preguntarporelseñorBrowneraunprocedimientocorrienteynatural.

Unavezarriba,Tommymeditócuáldebíasersuactuacióninmediata.Anteél, se extendía un estrecho pasillo con puertas a ambos lados. De la máspróxima,ladelladoizquierdo,salíaunmurmullodevoces.Eraallídondeelhombredeabajolehabíadichoqueentrara.Peroloquellamabasuatenciónera un rincón que había a la derecha, semioculto por una raída cortina deterciopelo. Estaba justo enfrente de la puerta de la izquierda y, debido a susituaciónsingular,desdeélsedominabalapartesuperiordelaescalera.

Como escondite para uno o dos hombres, era ideal, ya quemedía unostreinta centímetros de profundidad por noventa de ancho. A simple vista leatrajo.Lopensócuidadosamentecomoerasucostumbre;supusoquelameramenciónde«SeñorBrown»era lacontraseñautilizadapor labanda.Aél lehabía permitido entrar sin despertar sospechas, pero ahora debía decidirrápidamentecuálseríasupróximopaso.

¿Ysientraseconosadíaenlahabitacióndelaizquierda?¿Seríasuficientegarantíaelhabersidoadmitidoenlacasa?Quizáseprecisaraotracontraseña,oporlomenosalgunapruebadeidentidad.Sindudaelporteronoconoceríaatodos los miembros de la banda, pero allá arriba tal vez fuese distinto. Enconjunto, había tenidomucha suerte hasta el momento, pero era arriesgadoconfiar en ella demasiado. Entrar en aquella habitación suponía un riesgocolosal.Noibaapoderrepresentarlafarsaindefinidamente:tardeotempranoledescubrirían,loquesignificabadesperdiciarunaocasiónúnica.

Oyólarepeticióndeloqueélsuponíalacontraseñaenlapuertadeabajoy,sinvacilar,sedeslizórápidamentedetrásdelacortinaquecubríaelnichoyseocultó; los agujeros y descosidos de la tela le permitían verlo todo a laperfección. Aguardaría allí nuevos acontecimientos y, cuando le conviniera,podría tomar parte en la reunión, imitando el comportamiento del reciénllegado.

Este subió la escalera con paso furtivo. Le era desconocido. Sin dudaalguna,pertenecíaalaescoriadelasociedad.Lascejaspobladasymuyjuntas,la mandíbula criminal y la bestialidad que respiraba toda su persona erannuevasparaTommy,aunqueerauntipoqueScotlandYardhubierareconocidoaprimeravista.

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ElhombrepasóanteelescondrijodeTommyrespirandocondificultad,sedetuvoantelapuertadeenfrenteyrepitiólallamadaconvenida,unavozgritóalgo desde dentro y el hombre abrió la puerta, lo que permitió a Tommycontemplaruninstantesuinterior.Leparecióquedebíanhaberunascuatroocincopersonassentadasalrededordeunamesalargaqueocupabacasitodoelespacio, pero su atención se centró en un hombre alto de cabellos cortos ybarba puntiaguda, que estaba a la cabecera de la mesa con un montón depapelesantesí.

Cuandoentróel recién llegado,elhombrealtoalzó lamiraday,conunapronunciacióncorrecta,peromuyparticular,lepreguntó:

—¿Tunúmero,camarada?

—Elcatorce,jefe—replicóelotroconvozronca.

—Correcto.

Lapuertavolvióacerrarse.

¡Siestonoesunareuniónclandestina,yosoyalemán!,dijoTommyparasusadentros.Lohacentodosistemáticamente.Suertequenoheentrado.Leshubieradadounnúmeroerróneoyhabríatenidoquepagarlasconsecuencias.No,esteeselmejorsitioparamí.¡Vaya!Llamanotravez.

Elvisitanteresultóseruntipocompletamentedistintodelanterior.TommyreconocióenélaunirlandésdelSinnFein.Desdeluego,laorganizacióndelseñorBrowneradelargoalcance.Elcriminalvulgar,elcaballeroirlandésdebuena familia, el ruso pálido y el eficiente maestro de ceremonias alemán.¡Quéreuniónmásextrañaysiniestra!¿Quiéneraaquelhombreque teníaensus manos aquella curiosa diversidad de eslabones de una cadenadesconocida?Elprocedimientofueexactamente igualen todos loscasos.Lallamadapeculiar,lademandadelnúmeroylarespuesta«Correcto».

Dos nuevos miembros llegaron sucesivamente. El primero le era porcompletodesconocidoy loclasificócomounescribiente.Eraunhombredeaspecto tranquilo e inteligente que iba vestido con bastante desaliño. Elsegundopertenecíaalaclaseobreraysurostroleresultófamiliar.

Tresminutosmástardellegóotro;unhombredeaspectoimponente,muybienvestidoydebuenacuna.Surostrotampocoleeradeltododesconocido,aunqueentoncesnoconsiguióidentificarlo.

Despuésdesullegada,hubounalargapausa.Tommyllegóalaconclusióndequeyaestaban todos los convocados. Ibaa salirde suescondite, cuandootrallamadalehizovolverarefugiarseatodaprisa.

Elqueacababadellegarsubiólaescaleracontalsigiloqueaparecióantesdequeel jovensepercataradesupresencia.Erabajo,muypálidoyconun

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airecasifemenino.Elángulodesuspómulosdenotabasuascendenciaeslava,pero aparte de eso nada delataba su nacionalidad. Al pasar ante la cortinavolvió lentamente lacabeza.Laextraña luzdesusojosparecíaatravesar lascosasyTommyapenaspudocreerqueignorarasupresencia;apesarsuyoseestremeció.Noeramásfantasiosoquecualquierotrojoveninglés,peronolefue posible librarse de la impresión de que una fuerza potente ydesacostumbrada emanaba de aquel hombre, que le recordó a una serpientevenenosa.

Uninstantedespuéscomprobóquesucorazonadahabíasidoacertada.Elrecién llegado llamó a la puerta como todos, pero el recibimiento que ledispensaronfuemuydistinto.

Elhombredelabarbasepusoenpieylosdemásleimitaron.Elalemánseadelantóparaestrecharlelamanomientrasdabaunfuertetaconazo.

—Nos sentimos muy honrados. Es un gran honor. Temía que fueraimposible.

Elotrorespondióenvozbajayuntantosibilante:

—Tuvedificultades.Metemoquenoseráfactibleunapróximavez,peroera vital una reunión para explicarmi política.No podría hacer nada sin elseñorBrown.¿Estáaquí?

—Hemosrecibidounmensaje.Leesimposiblevenirpersonalmente.—Sedetuvodandolaimpresióndehaberdejadolafrasesinterminar.

Sonriente,elreciénllegadocontemplólosrostrosinquietos.

— ¡Ah! Comprendo. Conozco sus métodos. Trabaja en la sombra y noconfíaennadie.Esposiblequeahorasehalleentrenosotros.

Volvió amirar a su alrededor y de nuevo el grupo semostró temeroso.Cadaunodeelloscontemplóasusvecinosconrecelo.

Elrusoseacariciólamejilla.

—Talvez.Comencemoslareunión.

El alemán pareció recobrarse y le indicó el lugar que ocupara hastaentoncesalacabeceradelamesa.Elrusoquisonegarse,peroelotroinsistió.

—EsellugarquecorrespondealNúmeroUno.¿QuerríacerrarelNúmeroCatorcelapuerta?

Al instante siguiente,Tommyvolvióacontemplar lapuertademaderaylas voces procedentes del interior se convirtieron en un murmulloimperceptible. Tommy comenzó a impacientarse. La conversación habíadespertadosucuriosidady,fueracomofuese,teníaqueseguirescuchándola.

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Abajo no se oía ruido alguno y no le pareció probable que subiera elguardián que estaba apostado en la puerta. Después de escuchar con sumaatenciónduranteunpardeminutos,asomólacabezaporlacortina.Elpasilloestabadesierto.Tommysequitóloszapatosy,dejándolosdetrásdelacortina,anduvodepuntillashastalapuertacerrada,antelaquesearrodillóparaaplicareloídoalacerradura.

Noconsiguióoírgrancosa:soloalgunapalabrasueltadevezencuando,sialguienalzabalavoz,loquenohizomásqueespolearsucuriosidad.

Contempló el pomo de la puerta. ¿Sería posible hacerlo girargradualmente,sinquelosdedentrolonotaran?

Tal vez con sumo cuidado.Muy despacio,milímetro amilímetro, lo fuehaciendo girar mientras contenía el aliento. «Un poco más… un poquitínmás…». ¿Es que no iba a terminar nunca? ¡Ah! Al fin, el mecanismo delpomollegóauntope.

Esperóunpardeminutospara tomar aliento e intentó empujar lapuertaligeramentehaciadelante,peroestanosemovió,Tommyestabaimpaciente.Siteníaqueemplearmuchafuerza,eracasiseguroquecrujiría.Esperóaquelasvocessealzaranalgomásyvolvióaintentarloaumentandolapresión.¿Sehabríaencalladolamuycondenada?Alfinal,desesperado,empujócontodassus fuerzas.Pero lapuertano semovióniunmilímetro.Estabacerradaconllave,ohabríanechadoelpestillopordentro.

Porunmomentoledominólaira.

Bien,pensó.¡Debendehabermeechadounamaldición!¡Vayatrucosucio!

Una vez apaciguado, se dispuso a hacer frente a la situación.Evidentemente, loprimeroquedebíahacer era llevar elpomoa suposicióninicial.Silosoltabadegolpe,losdedentrolonotaríany,porello,coninfinitasprecauciones,realizódenuevoel trabajo,aunqueestaveza la inversa.Todofuebieny,conunsuspirodealivio,sepusoenpie.Sutenacidad,propiadeunbulldog, le hacía resistirse a admitir la derrota. Aunque chasqueado demomento,estabalejosdesentirsedispuestoaabandonarlalucha.Continuabadeseando oír la conversación de la habitación y, puesto que su plan habíafracasado,idearíaotro.

Miróasualrededor.Unpocomásabajo,a la izquierdadelpasillo,habíaotrapuertaysedirigióaellasinhacerruido.Estuvoescuchandounmomentoyluegotanteóelpomo.Estecedió,permitiéndoledeslizarsealinterior.

La habitación, que estaba desocupada, era un dormitorio y, como en elrestodelacasa,elmobiliariosecaíaapedazos;habíamontonesdepolvoportodas partes. Por suerte, Tommy encontró lo que buscaba: una puerta de

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comunicaciónentrelasdoshabitaciones.Cerrócuidadosamentelapuertadelpasilloyseacercóaexaminarlaotra.Teníacorridoelpestilloyeraevidentequenohabíasidoutilizadoenmuchosaños.

Tirando con prudencia, al fin consiguió descorrerlo sin hacer demasiadoruido. Luego repitió la maniobra. La puerta se abrió un milímetro, pero losuficienteparaqueTommyoyera loquehablaban.Alotro ladode lapuertahabía una cortina de terciopelo que impedía la visión, pero fue capaz dereconocerlasvocesconbastanteexactitud.

ElquehablabaeraelhombredelSinnFein,consusonoroacentoirlandés.

—Todoesoestámuybien,peroesesencialdisponerdemásdinero. ¡Sindinero,nohayresultados!

—¿Garantizasresultados?

Otravoz,queTommyadjudicóaBoris,explicó:

—Dentrodeunmesmásomenos,lodejoavuestraelección,osgarantizounreinadodeterrorenIrlandacapazdesacudirelImperiobritánicohastasuscimientos.

HubounapausayluegoseoyólavozsuaveysibilantedelNúmeroUno.

—¡Bien!Tendráseldinero.Boris,túteencargarásdeello.

—¿PormediodelosirlandesesdeEstadosUnidosyelseñorPotter,comodecostumbre?

— ¡Creo que será lo mejor! —dijo una voz nueva con acentonorteamericano—.Aunquequieroseñalarquelascosasseestánponiendoalgodifíciles. Ya no contamos con la misma simpatía de antes y hay una claratendenciaadejarquelosirlandesessolucionensusasuntossinlaintervencióndeEstadosUnidos.

TommyimaginóqueBorissehabríaencogidodehombrosalresponder:

—¿Yesoquéimporta,cuandoeldinerosolofiguraquevienedeEstadosUnidos?

—Ladificultadprincipaleseldesembarcode lasmuniciones—señalóelirlandés—. El dinero nos llega fácilmente gracias a nuestro colega aquípresente.

Otra voz, que Tommy imaginó sería la del hombre alto de aspectoimponente,cuyorostrolehabíaresultadofamiliar,dijo:

—¡PiensaenelefectoqueesocausaríaenBelfast!¡Sipudieranoírte!

—Entoncesqueda acordado—afirmó lavoz sibilante—.Ahora, sobre el

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asunto del préstamo a unperiódico inglés, ¿has arreglado satisfactoriamentelosdetalles,Boris?

—Creoquesí.

—Bien.Sifuerapreciso,Moscúlonegaráoficialmente.

Hubounapausaydespuéslavozdelalemánrompióelsilencio.

—Tengo instruccionesdel señorBrowndepresentarles los resúmenesdelosinformessindicales.Eldelosminerosesmuysatisfactorio.Tenemosquereteneralosferroviarios.Hayotrasasociacionesquequizánosdentrabajo.

Duranteun largo intervaloreinóelsilencio, rotoúnicamenteporelcrujirdelospapelesyalgunaexplicaciónocasionaldelalemán.LuegoTommyoyóelligerotamborileodeunosdedossobrelamesa.

—¿Ylafecha,amigomío?—dijoelNúmeroUno.

—Elveintinueve.

Elrusoparecióreflexionar.

—Esdemasiadopronto.

—Losé.Perohasidoacordadapor losprincipalesdirigentes laboristasyno podemos contrariarlos demasiado. Deben creer que es cosa enteramentesuya.

Elrusorio,seestabadivirtiendo.

—Sí,sí.Escierto—contestó—.Nodebendetenerlamenorsospechadequelosestamosutilizandoparanuestrospropiosfines.Sonhombreshonradosy ese es el valor que tienen para nosotros. Es curioso, pero no es posibleprovocaruna revolución sinhombreshonrados.El instintodelpopulachoesinfalible.—Hizounapausayluegorepitió,comosilafraselehubieragustado—:Todarevoluciónhacontadoconhombreshonrados.Luegoselesquitadeenmedioconfacilidad.

Habíauntonosiniestroensuvoz.

—Clymes debe desaparecer —resumió el alemán—. Es demasiadoprudente.ElNúmeroCatorcecuidarádeello.

Seoyóunmurmulloapagado.

—Deacuerdo,jefe.Perosupongamosquemepescan.

—Tendráselmejorabogadodefensor—replicóelalemánsinalterarse—.Pero de todas formas llevarás unos guantes con las huellas dactilares de unconocidodelincuente.Nocorresunriesgoexcesivo.

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—¡Oh,notengomiedo,jefe!Todoseaporelbiendelacausa.Dicenqueporlascallesvanacorrerríosdesangre—hablóconciertoanhelo—.Algunasveces sueño con ello. Y con diamantes y perlas rodando por las calles adisposicióndequienquieracogerlos.

TommyoyóelsonidodeunasillayelNúmeroUnodijo:

—Entoncestodoarreglado.¿Estamossegurosdeléxito?

—Creo…creoquesí.

Elalemánhablóconmenosconvicciónquedecostumbre.

LavozdelNúmeroUnodenotórecelo.

—¿Esquehaidoalgomal?

—Nada,pero…

—Pero¿qué?

—Losdirigenteslaboristas.Sinellos,comodices,nopodemoshacernada,sinodeclaranlahuelgageneralelveintinueve.

—¿Porquénoibanahacerlo?

—Como bien has dicho, son honrados. A pesar de todo lo que hemoshecho para desacreditar al gobierno ante sus ojos, puede que tengan una fesolapadaenél.

—Pero…

—Lo sé.Abusan sin cesar.Pero en conjunto, la opiniónpública está delladodelgobierno.

Denuevolosdedosdelrusotamborilearonsobrelamesa.

—Al grano, amigo mío. Me han dado a entender que existe ciertodocumentosecretoquenosaseguraráeléxito.

—Escierto.Siesedocumentofuesepresentadoantelaopiniónpública,elresultado sería inmediato. Lo publicarían en toda Inglaterra y sin dudaestallaríalarevolución.Elgobiernocaeríairremisiblemente.

—Entonces,¿quémásquieres?

—Eldocumento—dijoelalemánconrudeza.

—¡Ah!¿Nolotienes?Pero¿sabesdóndeestá?

—Hayunapersonaque talvez losepa.Ynisiquieraestamossegurosdeeso.

—¿Quiénesesapersona?

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—Unachica.

Tommycontuvoelaliento.

—¿Unachica?—Lavozdelrusosealzóconsiderablemente—.¿Ynolahashechohablar?EnRusiatenemosmediosparahacerhablaraunachica.

—Estecasoesdistinto—dijoelalemánconpesar.

—¿Cómo?¿Distinto?—Hizounapausaycontinuó—:¿Dóndeestáahoraesamuchacha?

—¿Lachica?

—Sí.

—Está…

PeroTommyyanooyónadamás.Recibióunfuertegolpeenlacabezaytodofueoscuridad.

CapítuloIX

Tuppenceingresaenelserviciodoméstico

CuandoTommyemprendió lapersecuciónde losdoshombres,Tuppencenecesitó hacer acopio de todo su autocontrol para no acompañarle. Noobstante,secontuvocomopudoyseconsolópensandoquesusrazonamientoshabíanquedadojustificadosporlosacontecimientos.Indudablementelosdosindividuos bajaban del segundo piso y la solamención de un nombre,Rita,había puesto una vez más a los Jóvenes Aventureros sobre el rastro de losraptoresdeJaneFinn.

Elcasoera,¿quéhacerahora?ATuppenceno legustabaquedarsemanosobremano.Tommyya tenía trabajo y, no pudiendo acompañarle, se sentíainútil.Volviósobresuspasoshastalaentradadeledificio.

En el portal encontró al ascensorista que estaba limpiando losmetales ysilbandolaúltimacancioncillademodacongranvigorybastanteentonación.

Al ver entrar a Tuppence volvió la cabeza. Había algo en ella que, porreglageneral,hacíaquesellevarabienconloschicos.Enseguidaseestablecíaentre ellosun lazode simpatíay consideró convenienteynadadespreciablecontarconunaliadoenelcampoenemigo.

—Vaya, William —observó alegremente, con su tono más adulador yamable—,¡silosdejasbrillantescomoelsol!

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Elchicosonrióagradecido.

—MellamoAlbert,señorita—lecorrigió.

—Albert, eso es—dijo Tuppence, y acto seguido dirigió unamisteriosamiradaasualrededorparaimpresionaralmuchacho.Luegoseinclinóhaciaély,bajandolavoz,añadió—:Quierohablarcontigo,Albert.

Albertdejósutrabajoyabriólabocaligeramente.

—¡Mira!¿Sabesquéesesto?

Con un gesto teatral levantó la solapa de su abrigo para mostrarle unainsignia esmaltada. Era improbable que Albert la reconociera, cosa quehubiera sido fatal para los planes de Tuppence, puesto que la insignia encuestióneraeldistintivodeuncuerpodeinstrucciónfundadoporelarcedianoen los primeros días de la guerra. La joven la llevaba en el abrigo porquealgunos días antes la había utilizado para prenderse unas flores. PeroTuppence tenía buena vista y había observado que una novela policíacaasomaba del bolsillo de Albert y, por cómo abrió los ojos ante su táctica,comprendióqueelpezestabaapuntodepicar.

—ElCuerpoAmericanodeDetectives—lesusurró.

Albertcayóenlatrampa.

—¡Diosmío!—murmuró,extasiado.

Tuppence meneó la cabeza con el aire de quien ha logrado hacerseentenderalaprimera.

—¿Sabesaquiénbusco?

Albert, todavía con los ojos muy abiertos, inquirió conteniendo larespiración.

—¿Aalguiendelosapartamentos?

Tuppenceasintióseñalandoalmismotiempolaescaleraconelpulgar.

—Ladel númeroveinte. Se hace llamarVandemeyer. ¡Vandemeyer! ¡Ja!¡Ja!

Albertsemetiólamanoenelbolsillo.

—¿Unaladrona?—preguntóconavidez.

—¡Ladrona!Esodiríayo.EnEstadosUnidoslallamabanRitalaRápida.

—Rita la Rápida —repitió Albert entusiasmado. ¡Oh, igual que en laspelículas!

Asíera.Tuppenceibaalcineconmuchafrecuencia.

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—Anniesiempredijoqueeraunamalapersona—continuóelchico.

—¿QuiénesAnnie?

—Sudoncella.Semarchahoy.Cuántasvecesmehabrádicho:«Fíjateenloquetedigo,nomeextrañaríaquelapolicíavinieraaporellacualquierdía».Esomedijo.Peroesestupenda,¿noleparece?

—Tienecierto encanto—concedióTuppence—.Apuestoaque loutilizaparaconseguirloquedesea.Apropósito,¿hasvistosillevabalasesmeraldas?

—¿Esmeraldas?¿Sonunaspiedrasverdes,verdad?

Tuppenceasintió.

—Poresolabuscamos.¿ConocesalviejoRysdale?

Albertnegóconlacabeza.

—PeterB.Rysdale,elreydelpetróleo.

—Meresultafamiliar.

—Lospedruscoseransuyos.Lamejorcoleccióndeesmeraldasdelmundo.¡Valoradasenunmillóndedólares!

—¡Cáscaras!Cadavezseparecemásaunapelícula.

Tuppencesonriósatisfechadeléxitodesusesfuerzos.

—Todavíanohemospodidoprobarlo.Perovamostrasellay…—leguiñóunojo—…mefiguroqueestaveznopodráescaparseconelbotín.

Albertlanzóotraexclamaciónparademostrarsudeleite.

—Ni una palabra de esto —le dijo la joven de pronto—. No debierahabértelo dicho, pero en EstadosUnidos reconocemos a un chico listo soloconverlo.

—Nodiré nada—protestóAlbert con ardor—. ¿Hay algo que yo puedahacer?Algunavigilancia,oalgoporelestilo.

Tuppencesimulóreflexionaryluegomeneólacabeza.

—Demomento,no;perotetendréencuenta.¿Cómoesquesemarchaesachica?

—¿Annie?Esloquehacentodas,porlogeneral.Comodiceella,hoyendíaunacriadaesalguienydebesertratadaconconsideraciónyque,cuandoellahagacorrerlavoz,noconseguiráencontrarotraconfacilidad.

—¿No?—dijoTuppence,pensativa—.Mepreguntosi…

Pensóunosinstantesyluegodiounapalmadaenelhombrodelmuchacho.

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—Escucha,mi cerebro trabajamuy deprisa. ¿Qué te parece si le dijerasquetienesunaprimaounaamigaquepodríaentrarahoraasuservicio?¿Mecomprendes?

—Yalocreo—replicóAlbertalinstante—.Déjemeloamí,señorita,yoloarreglarétodoenunabrirycerrardeojos.

—¡Chicolisto!—comentóTuppenceentonoaprobador—.Puedesdecirlequetuprimasepresentaríaenseguida.Túmelodicesy,sitodovabien,estaréaquímañanaporlamañanaaesodelasonce.

—¿Dóndetengoqueavisarla?

—En el Ritz —replicó Tuppence lacónica—. Pregunta por la señoritaCowley.

Albertlacontemplóconenvidia.

—Debedeserunbuennegociotrabajardedetective.

—Vaya si lo es, en especial cuando el viejo Rysdale es quien paga lacuenta. Pero no te apures, hijo, que si todo sale bien, entrarás por la puertagrande.

SedespidiódesunuevoaliadoconestapromesaysealejórápidamentedeSouthAudleyMansionsorgullosadesutrabajomatinal.

Nohabía tiempoqueperder.FuedirectaalRitzyescribióunanotaparaCarter, tras lo cual y comoTommy aún no había regresado, cosa que no lesorprendió,saliódecompras,loque,sincontareltiempoqueempleóentomarun buen té con gran variedad de pasteles de crema, la tuvo ocupada hastadespuésde la seis,horaenque regresóalhotel, jadeandoperosatisfechadesusadquisiciones.Había iniciadoel recorridoporunosgrandesalmacenesydespuéshabíapasadoporunpardetiendasdeartículosdesegundamano,paraconcluirfinalmenteenunapeluqueríadegranrenombre.Ahora,enelretirodesudormitorio,desenvolviósuúltimacompra.

Cincominutosdespuéssonreíaasuimagenreflejadaenelespejo.Conunlápizcosmético,habíaalteradolalíneadesuscejas, loqueunidoalanuevatonalidad de sus cabellos, ahora de un rubio deslumbrante, cambiaba de talmodo suaspectoqueconfiabaenque, aunque tropezara conWhittingtondefrente,estenolereconocería.Llevaríazapatosdetacónque,conlacofiayeldelantal,seríanundisfrazmuyvalioso.Porsuexperienciaenelhospital,sabíamuy bien que, por lo general, una enfermera sin uniforme no suele serreconocidaporsuspacientes.

—Sí—dijoTuppenceenvozaltadirigiéndosealespejo—,loconseguirás.

Luegoseapresuróarecobrarsuaspectohabitual.

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Cenó sola. Le extrañaba que Tommy no hubiera regresado aún. Juliustampocoseencontrabaenelhotel,peroesoteníasuexplicación.SuincesanteactividadnoselimitabaalaciudaddeLondres,ysusrepentinasaparicionesydesaparicioneseranaceptadaspor losJóvenesAventureroscomopartedesutrabajo cotidiano. Era evidente que Julius P. Hersheimmer era capaz demarcharse sin vacilar a Estambul, si consideraba que allí iba a encontraralguna pista de su prima desaparecida. El dinámico joven había conseguidohacer la vida insoportable a varios miembros de Scotland Yard, y lastelefonistas del Almirantazgo ya habían aprendido a reconocer y temer elfamiliar «¡Hola!». Había pasado tres horas en París incordiando en laPrefecture,dedonderegresóconlaidea,posiblementeinspiradaporunoficialfrancésyacansadodesusexigencias,deque laverdaderaclavedelmisteriodebíadeencontrarseenIrlanda.

A lo mejor se ha ido allí, pensó Tuppence. ¡Ah!, bueno, pero esto meresultamuyaburrido. ¡Aquíestoyrabiandoporexplicarmisnovedadesynotengoquienmeescuche!Tommypodríahabertelegrafiadooalgoasí.Quisierasaberdóndeestá.Detodasformasnopuedehaber«perdidoelrastro»,comodicen.Estomerecuerdaque…

LaseñoritaCowleyinterrumpiósusmeditacionesparallamaraunbotones.Diez minutos después se encontraba cómodamente acostada en su cama,fumando un cigarrillo y leyendo con fruición Carnaby Williams, el niñodetectiveque, juntoconotrasmuestrasdeliteraturabarata, lehabía traídoelbotones. Consideraba que debía documentarse antes de volver a ponerse encontactoconAlbert.

AlamañanasiguienterecibióunanotadeCarter:

QueridaseñoritaTuppence:

Ha empezado usted espléndidamente y la felicito, aunque considero mideberhacerleverunavezmás lospeligrosque corre, sobre todo si sigue elcursoqueindica.Esaspersonasestándesesperadasysonincapacesdesentirclemencianipiedadalguna.Séqueusteddespreciaelpeligroyportantodeboadvertirle, otra vez, que no puedo asegurarle protección. Nos haproporcionado una información muy valiosa y, si ahora prefiere retirarse,nadieseloreprochará.Detodasformas,piénselobienantesdedecidirse.

Si a pesar de mis advertencias, decide seguir adelante, no se preocupe.PodráasegurarquehaservidodosañosencasadelaseñoritaDufferindeTheParsonageLlanelly,ysiRitaVandemeyersedirigeaellaparapedirinformesdeusted,selosdarámuyfavorables.

¿Mepermiteunpardeconsejos?Siemprequeleseaposiblenoseapartedelaverdad,esodisminuyeelriesgodeposibles«patinazos».Lesugieroque

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sepresentecomoloquees,unaexmiembrodeloscuerposauxiliares,quehaescogido el servicio doméstico como profesión. Esto explicará cualquierincongruenciaenlavoz,olosademanes,quedeotromodopudieransuscitarsospechas.

Decidaloquedecida,ledeseomuchasuerte.

Suafectísimoamigo,

A.CARTER

Tuppence sintió recobrar el ánimo y los consejos de Carter pasaroninadvertidos.Teníademasiadaconfianzaensímismaparaprestarlesatención.

De mala gana rechazó el interesante papel que se había propuestorepresentar.Aunquenolecabíalamenordudadesucapacidadparahacerlo,tenía demasiado sentido común comopara noverse obligada a reconocer lafuerzadelosargumentosdeCarter.

SeguíasinnoticiasdeTommy,aunqueelcorreodelamañanaletrajounapostalbastantesuciaquerezaba:«Todovabien».

A las diez y media, Tuppence revisó con orgullo un baúl bastantedesvencijado, que contenía sus recientes adquisiciones, y no pudo evitarsonrojarsealllamarparaquelobajaranylocolocaranenuntaxiquelallevóhastalaestacióndePaddington,dondelodejóenlaconsigna.Luegoentróenel tocador de señoras con el maletín. Diez minutos después una Tuppencecompletamentetransformadasalíadelaestaciónparatomarunautobús.

Poco después de las once, entraba otra vez en South AudleyMansions.Albertestabaexpectante,mientrasrealizabasustareascondescuido.LecostóreconoceraTuppencey,cuandolohizo,suadmiraciónfueevidente.

—¡Quemematensilahubierareconocido!¡Estáestupenda!

—Celebro que te agrade, Albert—replicó Tuppence conmodestia—.Apropósito,¿soyonotuprima?

—Con sumismavoz—exclamó elmuchacho encantado—. ¡Qué acentotaninglés!Peroloquedijeesqueunamigomíoconocíaaunachica.AAnnieno lehizogracia.Sehaquedadohastahoypor cumplir, segúndice,pero laverdadesquequiereprevenirleencontradelaseñora.

—Buenachica—dijoTuppence.

Albertnosupocaptarsuironía.

—Sesabecomportarylimpialaplatamuybien,perotienesugenio.¿Vaasubirahora,señorita?Entreenelascensor.¿Dijousteddepartamentonúmeroveinte?—Yguiñóunojo.

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Tuppenceledirigióunamiradaseverayentróenelascensor.Mientrasellallamaba al timbre,Albert hizo descender el ascensor.Una joven le abrió lapuerta.

—Vengoporelpuestodedoncella—dijoTuppence.

—Esmuymalacasa—replicólajovensinvacilar—.Esaviejasiempresemeteenloquenoleimporta.Meacusadeabrirlelascartas.¡Amí!Detodasformas, el sobre estaba medio despegado. Nunca tira nada al cesto de lospapeles,todoloquema.Llevabuenostrajes,peronoeselegante.Lacocinerasabealgodeella,peronolodiráporquelateme.¡Esmásrecelosa!Aparecealmomentosiunahablamásdeunminutoconcualquiera.

Annienopudodecirlemás,porqueenaquelmomentounavozclara,conunligerotimbremetálico,gritó:

—¡Annie!

Lajovendiounrespingocomosilehubieraalcanzadounbalazo.

—Sí,señora.

—¿Conquiénestáshablando?

—Esunachicaquepretendeentrarasuservicio,señora.

—Hazlapasarenseguida.

—Sí,señora.

Tuppence fue acompañada a una habitación situada a la derecha de unlargopasillodondehabíaunamujerdepiejuntoalachimenea.Habíadejadoatráslaprimerajuventudysuindudablebellezasehabíamarchitadountanto,conloquesusrasgossehabíanendurecido.Sindudaensusañosmozoshabíasidounadeesasbellezasdeslumbrantes.Teníapelocolororopálido,sinunacanagraciasal tinte, recogidosobre lanucaysusojos,deunazuleléctrico,parecían poseer la facultad de llegar hasta lo más recóndito del alma de lapersonaalaquemiraban.Sufiguraexquisitaseveíarealzadaporuncarísimovestidoazul.Ynoobstante,apesardesugraciaydelabellezacasietéreadesurostro,supresenciahacíasentirinstintivamenteciertaamenaza,unaespeciede fuerzametálica que encontraba expresión en el timbre de su voz y en elbrillodesusojos.

Porprimeravez,Tuppencesintiómiedo.Nohabía temidoaWhittington,peroaquellamujereraotracosa.Fascinada,observó la línea rojaycrueldesus labios y, de nuevo, se sintió presa del pánico. Su habitual seguridad laabandonaba y comprendió vagamente que engañar a aquellamujer eramuydistinto que engañar aWhittington. Le vino a lamemoria la advertencia deCarter.Allí,desdeluego,nopodíaesperarclemencia.Luchócontrasuinstinto,

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quelaimpulsabaadarmediavueltayecharacorrersinperderunmomento,yledevolviólamiradaconfirmezayrespeto.

Puesto que la primera impresión había sido satisfactoria, la señoraVandemeyersedirigióaunasilla.

—Puedesentarse.¿Cómoseenteródequenecesitabaunadoncella?

—Por un amigo que conoce al ascensorista. Creyó que el puesto podíainteresarme.

Denuevosesintióatravesadaporaquellamiradadebasilisco.

—Hablaustedcomounajovenbieneducada.

Temblorosa,Tuppence le contó su carrera imaginaria, siguiendo la pautaindicadaporCarter.

LeparecióquelaseñoraVandemeyersetranquilizaba.

—¿Hayalguienaquienyopuedaescribirpidiendoreferencias?

—PuedeescribirlealaseñoritaDufferin,deLlanelly.Estuvedosañosconella.

—Supongoque luegopensóqueganaríamásdineroviniendoaLondres.Bueno, eso no es cosa mía. Le pagaré cincuenta o sesenta libras. Lo quequiera.¿Puedevenirenseguida?

—Sí,señorita.Hoymismo,siustedquiere.MibaúlestáenlaestacióndePaddington.

—Entoncesvayaabuscarloenuntaxi.Notendrámuchotrabajo,yosalgomucho.Apropósito,¿cómosellama?

—PrudenceCooper,paraservirla.

—Muybien,Prudence.Vayaabuscarsuequipaje.Hoynocomoencasa.Lacocineraleenseñarádóndeestátodo.

—Gracias,señora.

Tuppenceseretiró.LaeleganteAnnienoestabaa lavista.EnlaporteríaunmagníficoporterohabíarelegadoaAlbertaunsegundotérmino.Tuppencenisiquieralemiróalsaliralacalle.

Laaventurahabíacomenzado,perosesentíamenosanimadaqueaprimerahoradelamañana.CruzóporsumentelaideadequesiladesconocidaJaneFinnhabíacaídoenmanosdeRitaVandemeyer, lomásprobableeraque lohubiesepasadomuymal.

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CapítuloX

IntervieneSirJamesPeelEdgerton

Tuppencenodemostrólamenortorpezaensusnuevastareas.Lashijasdelosarcedianosestánbienadiestradasenlaslaboresdecasa.Ellossonexpertosen educar a una «chica díscola», aunque el resultado inevitable es que la«chica díscola», una vez educada, se marche a algún lugar en que susconocimientosreciénadquiridosleproporcionenunaremuneraciónmejorquelaquepuedeofrecerlamenguadabolsadelarcediano.

Por consiguiente, Tuppence no tenía el menor temor de fracasar en sunuevoempleo.LacocineradelaseñoraVandemeyerlaintrigaba.Eraevidenteque su señora la tenía atemorizada.La jovenpensóque tal vez supiera algoinconfesable sobre ella. Por lo demás, cocinaba como un chef, como tuvooportunidadde comprobar aquellanoche.La señoraVandemeyer esperaba auninvitadoyTuppencepreparólamesaparados.Estuvopensandoquiénseríasuvisitante.EramuyposiblequefueseWhittington.Apesardeestarseguradequenolograríareconocerla,hubierapreferidoqueelinvitadoresultaseuncompleto desconocido. De todas formas, no le quedaba más remedio queesperareldesarrollodelosacontecimientos.

Pocosminutosdespuésdelasocho,sonóeltimbredelapuertayTuppencefueaabrirlaconciertainquietud.RespiróaliviadaalcomprobarqueelreciénllegadoeraelhombrequeacompañabaaWhittingtoncuandoella ledijounpardedíasatrásaTommyquelessiguiera.

DijoserelcondeStepanov.TuppenceloanuncióylaseñoraVandemeyerselevantódeunaotomanamurmurandosatisfecha:

—Cuántomealegraverlo,BorisIvanovitch—ledijo.

—Elplaceresmío,madame.—Seinclinóparabesarlelamano.

Tuppenceregresóalacocina.

—ElcondeStepanovoalgoasí—observó,agregandoconfrancayabiertacuriosidad—:¿Quiénes?

—Creoqueuncaballeroruso.

—¿Vienemuyamenudo?

—Devezencuando.¿Porquéquieressaberlo?

—Mepreguntabasicortejaa la señora,esoes todo—explicó la jovenyañadióconaireofendido—:Prontotepicas,¿eh?

—Esqueestoydemalhumor.Nosésielsouffléhabrásalidobien.

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Túsabesalgo,pensóTuppenceyenvozaltadijo:

—¿Hedeservirloahora?

Mientras servía la mesa, Tuppence escuchó atentamente todo lo que sehablaba allí. Recordaba que aquel era uno de los hombres que Tommy sedisponíaaseguircuandolovioporúltimavez.Aunquenoqueríareconocerlo,yaempezabaaestar intranquilaporsucompañero.¿Dóndeestaba?¿Porquénohabía sabidonadade él?Habíadejadodispuesto, antes de salir delRitz,quetodaslascartasorecadoslefueranenviadosenseguidaporunmensajeroespecialauna libreríacercanadondeAlbert teníaqueacudirconfrecuencia.Ciertoquesehabíaseparadodesuamigoeldíaanteriorporlamañanayeraabsurdo preocuparse por él. No obstante, era extraño que no hubiera dichonadatodavía.

Sin embargo, por mucho que escuchara, la conversación no iba aproporcionarle ninguna pista. Boris y la señora Vandemeyer hablaban detemasintrascendentes:comediasquehabíanvisto,nuevosbailesylosúltimoschismes sociales. Después de la cena pasaron al salón donde la señoraVandemeyer, reclinada en el diván, estaba más diabólicamente bonita quenunca.Tuppence les llevóel caféy los licores,y tuvoque retirarsedemalagana.AlhacerlooyóqueBorisdecía:

—Esnueva,¿verdad?

—Haentradohoy.Laotraeraunaarpía.Estamepareceunabuenachica.Sirvebien.

Tuppenceseentretuvounpocomásjuntoalapuerta,quesecuidódenocerraryoyódeciralhombre:

—¿Serádeconfianza,supongo?

—Laverdad,Boris,esoesserabsurdamentereceloso.Creoqueeslaprimadelbotonesoalgoporelestilo.Ynadiesueñasiquieraqueyo tengaalgunarelaciónconnuestrocomúnamigoelseñorBrown.

—PoramordeDios,Rita,tencuidado.Esapuertanoestácerrada.

—Bueno,puesciérrala.

Tuppenceseapresuróaponerpiesenpolvorosa.

No se atrevía a estar fuera de las dependencias posteriores demasiadotiempo, pero fregó los cacharros con la práctica y la increíble velocidadadquirida en el hospital. Después volvió a acercarse silenciosamente a lapuertadelsaloncito.Lacocineraestabatodavíatrajinandoenlacocinay,silaechabademenos,supondríaquehabríaidoaprepararlacamadelaseñora.

¡Cielos! Hablaban en voz tan baja que no conseguía oír nada y no se

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atrevióavolveraabrir lapuerta.LaseñoraVandemeyerestabasentadacasifrenteaellayTuppencerespetabalavistadelinceylasdotesdeobservacióndesuama.

Sinembargo,necesitabaespiarloqueestabandiciendo.Posiblemente,siesque había ocurrido algo imprevisto, podría obtener noticias de Tommy.Durante algunosminutospermaneció reflexionando intensamenteyal fin surostro se iluminó. A toda prisa se dirigió por el pasillo al dormitorio de laseñora Vandemeyer, donde los ventanales daban a una terraza que rodeabatodoelapartamento.

Caminósinhacerruidohasta laventanadelsalón.Comohabíasupuesto,estabaentreabiertaylasvocesllegaronhastaellacontodaclaridad.Tuppenceescuchóconatención,peronomencionaronnadaquepudierarelacionarseconTommy.

La señora Vandemeyer y Boris parecían haber variado de tema y,finalmente,élexclamóconamargura:

—¡Contusimprudenciasterminarásporarruinarnos!

—¡Bah!—rioella—.Lanotoriedadapropiadaeselmejormediodealejarlas sospechas.Ya lo comprenderás uno de estos días, quizá antes de lo quecrees.

—Entretanto,teexhibesportodaspartesconPeelEdgerton.NosoloeselmiembrodelConsejoAsesordelReinamáscelebradodeInglaterra,sinoquesuaficiónpredilectaeslacriminología.¡Esunalocura!

—Séquesuelocuenciahasalvadoa incontableshombresde lahorca—replicólaseñoraVandemeyersinalterarse—.¿Yqué?Esposiblequepreciseayudaenesesentidocualquierdía.Desercierto,quésuertetenerunamigoasíenlacorteotalvezseríamejordecirquetehacelacorte.

Borissepusoenpieycomenzóapaseardeunladoaotro,muyexcitado.

—Eresunamujerinteligente,Rita;perotambiénalocada.DéjateguiarpormíyolvídatedePeelEdgerton.

LaseñoraVandemeyermeneólacabeza.

—Creoquenoloharé.

—¿Teniegas?—Lavozdelrusoteníauntonodesagradable.

—Sí.

—Yaveremos—gruñóelruso.

Pero Rita Vandemeyer se había puesto también en pie con los ojosllameantes.

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—Boris, olvidas que yo no tengo que dar cuentas a nadie. Solo reciboórdenesdelseñorBrown.

Borisdejócaerlosbrazoscondesmayo.

—Eres imposible—musitó—. ¡Imposible! Puede que ya sea demasiadotarde. ¡DicenquePeelEdgertonhuelea loscriminales!¿Quésabemosde loquehabrá en el fondode su repentino interés por ti?Quizá sospeche ya. Siadivina…

LaseñoraVandemeyerlemirabaconenojo.

—Tranquilízate, mi querido Boris. No sospecha nada. Con menoscaballerosidad que otras veces pareces olvidar queme considera unamujerhermosayteaseguroqueestoesloúnicoqueleinteresaaPeelEdgerton.

Borismeneólacabezasindemasiadaconvicción.

—Ha estudiado el crimen como ningún hombre en todo el reino. ¿Teimaginaspoderengañarlo?

LaseñoraVandemeyerentornólospárpados.

—¡Siélestodoloquedices,serádivertidointentarlo!

—PorDios,Rita…

—Además, es inmensamente rico y yo no soy de las que desprecian eldinero.

—¡Dinero,dinero!Esoeslopeordeti,Rita.Creoquevenderíastualmapordinero.Creo…—Hizounapausayluegoagregóentonobajoysiniestro—:Avecescreoquenosvenderíasinclusoanosotros.

Ritaseencogiódehombros,sonriente.

—Detodasmaneras,elpreciotendríaqueserenorme—dijoentonoligero—.Nopodríapagarlomásqueunmillonario.

—¡Ah!—exclamóenvozaltaelruso—.¿Vescomotengorazón?

—MiqueridoBoris,¿esquenosabesapreciarunabroma?

—¿Loera?

—Puesclaro.

—Entoncesloquedigoesquetusentidodelhumoresmuyparticular,miqueridaRita.

—No nos peleemos, Boris. Toca el timbre para que nos traigan algo debeber.

Tuppence emprendió una rápida retirada. Se detuvo un momento para

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contemplarse en el espejo de la habitación de la señora Vandemeyer paraasegurarse de que su aspecto era impecable.Luego se apresuró a atender lallamada.

Laconversaciónquehabíaescuchado,aunqueinteresante,yaqueprobabala complicidad de Rita y Boris, arrojaba muy poca luz sobre suspreocupacionespresentes.

NisiquierasehabíamencionadoelnombredeJaneFinn.

A lamañana siguiente,Albert le informó de que en la librería no habíaningún recado para ella. Le parecía increíble que Tommy no le hubieraenviadounasletras,anoserque…

Fuecomosiunamanofríaaprisionarasucorazón,anoserque…Luchócon energía para no dejarse dominar por sus temores. De nada serviríapreocuparse.Sinembargo,aprovechólaoportunidadqueleofreciólaseñoraVandemeyer.

—¿Quédíasuelesalir,Prudence?

—Elviernes,señora.

LaseñoraVandemeyerenarcólascejas.

—¡Yhoyesviernes!Perosupongoquenoquerrásalirhoy,cuandoacabadeentraratrabajar.

—Pensabapedirlesimepermitiríahacerlo,señora.

RitaVandemeyerlamirófijamenteyalcabosonrió.

—Ojalá pudiera oírla el conde Stepanov. Ayer por la noche hizo uncomentario acerca de usted.—Sonrió como un gato—. Su petición esmuytípica.Estoysatisfecha.Ustednocomprenderáloqueleestoydiciendo,peropuedesalirhoy.Amímedalomismo,puestoquenocomeréencasa.

—Gracias,señora.

Tuppence sintió una sensaciónde alivio al dejar su compañía y, unavezmás,tuvoqueadmitirqueteníamiedo…unmiedoterribleaaquellahermosamujerdeojoscrueles.

Cuando se hallaba enfrascada en la limpieza de la plata, Tuppence tuvoqueinterrumpirsulaborporquellamaronalapuerta.EstavezelvisitantenoeraWhittingtonniBoris,sinounhombredeinmejorableapariencia.

Eraunpocomásaltodelocorrientey,noobstante,dabalaimpresióndeser altísimo. Su rostro, perfectamente rasurado y muy expresivo, daba laimpresióndeunpoderyfuerzaextraordinarios;parecíairradiarmagnetismo.

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Tuppence, de momento, no supo si clasificarlo como actor o comoabogado, pero sus dudas se desvanecieron en cuanto él dijo su nombre: sirJamesPeelEdgerton.

Le miró con renovado interés. Entonces aquel era el famoso consejerocuyonombreera familiar en toda Inglaterra.Habíaoídodecirquecualquierdíaseríaprimerministro.

Se sabía que había renunciado a ciertos cargos por amor a su profesión,prefiriendoseguircomosimplemiembrodeundistritoelectoralescocés.

Tuppence regresó a la cocina pensativa. Aquel gran hombre la habíaimpresionado. Comprendía la agitación de Boris. Peel Edgerton no era unhombrefácildeengañar.

AlcabodeuncuartodehoravolvióasonareltimbreyTuppenceacudióalrecibidor para despedirlo. Antes le había dirigido una mirada penetrante yahora, al entregarle el sombreroy el bastón, volvió a observarlo.Cuando leabriólapuertaysehizoaunladoparadejarlepasar,élsedetuvoenelumbral.

—Nohacemuchoquesirveaquí,¿verdad?

Tuppence le miró, asombrada. En su mirada se leía amabilidad y algomuchomásdifícildedescifrar.

Élasintiócomosiellahubierarespondido.

—Sirvióenelejércitoyluegosevioapurada,¿verdad?

—¿SelohadicholaseñoraVandemeyer?—preguntóTuppence,recelosa.

—No,niña.Loadivinéporsuaspecto.¿Leagradaestacasa?

—Sí,señor.Gracias.

— ¡Ah, pero hoy en día hay muchísimas casas buenas! Y a veces uncambionohacedaño.

—¿Quiereusteddecir…?—comenzóTuppence.

PerosirJamesestabayacasienlaescalera,aunquesevolvióparadirigirleunamiradaastutayamable.

—Essolounasugerencia.Soloeso.

Tuppenceregresóalacocinamáspreocupadaquenunca.

CapítuloXI

Juliuscuentaunahistoria

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Tuppence salió a disfrutar de su «tarde libre». Albert estaba a laexpectativa, pero la joven fue a la librería para asegurarse de que no habíaningún recado. Una vez comprobado, se encaminó al Ritz. Le dijeron queTommyaúnnohabíaregresado.Eralarespuestaqueesperaba,perofueotrojarrode agua fría para sus expectativas.Decidió acudir al señorCarter paradecirle dónde y cuándo empezóTommy sus pesquisas y pedirle que hicieraalgoparadarconsuparadero.Laperspectivadeconseguirsuayudaanimóalajovenque,actoseguido,preguntóporJuliusHersheimmer.Ledijeronque,en efecto, había regresado haría cosa de una hora, pero que había vuelto amarcharseinmediatamente.

Tuppenceseanimóotropoco.ElhechodepoderveraJuliusyaeraalgo.QuizáéltuvieraalgúnplanparaaveriguarquéhabíasidodeTommy.EscribióunanotaparaCarterenlasaladeJuliusy,cuandoestabacerrandoelsobre,seabriólapuerta.

—¿Quédiablos…?—empezóadecirJulius,perosedetuvobruscamente—. Le ruego me perdone, señorita Tuppence. Esos tontos de la recepcióndicenqueBeresfordyanoestáaquí,quenohavueltodesdeelmiércoles.¿Esciertoeso?

Tuppenceasintió.

—¿Nosabedóndeestá?—preguntócondesmayo.

—¿Yo?¿Cómoibaasaberlo?Nohesabidoniunapalabradeél,aunqueletelegrafiéayerporlamañana.

—Supongoquesutelegramaestaráaúnsinabrir.

—Pero¿dóndeestá?

—Nolosé.Yoesperabaqueustedlosupiera.

—Yaledigoquenohesabidonadadeéldesdequenosseparamosenlaestaciónelmiércoles.

—¿Quéestación?

—LadeWaterloo.Enelandéndelostrenesquesalenhaciaelsudoeste.

—¿Waterloo?—Tuppencefruncióelceño.

—Pues,sí.¿Noselodijo?

—Yotampocolohevisto—replicólajovenconimpaciencia—.SigaconlodeWaterloo.¿Quéhacíanustedesallí?

—Me llamó por teléfono y me dijo que fuera corriendo, pues estabasiguiendoadosindividuos.

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— ¡Oh! —dijo Tuppence abriendo mucho los ojos—. Ya comprendo,continúe.

—Fui lomásdeprisaquepude.Beresfordestabaallíymeindicólosdostipos.Amíme tocó seguir almás grueso, al que usted engañó.Tommymepusounbilleteenlamanoymedijoquesubieraaltren.Élteníaqueseguiralotro.—Juliushizounapausa—.Yodabaporseguroqueustedyalosabría.

—Julius—dijoTuppenceconfirmeza—,dejedepaseardeunladoaotro.Meponenerviosa.Siénteseenesabutacaycuéntemetodalahistoria.

Hersheimmerobedeció.

—Deacuerdo.¿Pordóndeempiezo?

—Porelpuntodepartida.LaestacióndeWaterloo.

—Entréenunodesusqueridosyanticuadoscompartimientosdeprimeraclase. El tren acababa de arrancar. La primera cosa que recuerdo es que unrevisor vino a informarme muy amablemente de que me encontraba en undepartamento de no fumadores. Le alargué medio dólar y todo quedóarreglado.Inspeccionéporelpasillohastaelcochesiguiente.

»Whittington estaba allí. Cuando vi aquel rostro carnoso y pensé que lapobreJaneestabaensusgarras,memaldijepornollevarencimaunrevólver.Tendréquearreglármelasparaconseguiruno.

»LlegamosaBournemouthsinnovedad.Whittingtondetuvountaxiydijoel nombre de un hotel. Yo hice lo propio y llegamos con tres minutos dediferencia.Alquilóunahabitaciónyyootra.Hastaallítodofuemuysencillo.Nosospechabaniremotamentequealguienpudieraseguirle.Puesbien,estuvosentadoenelvestíbulodelhotel,leyendolosperiódicoshastaquefuelahoradecenar.Tampocohablóconnadie.

»Empecé a pensar que no tendría nada que hacer, que habría ido allí enviajedereposo,peromefijéenquenosehabíacambiadoparacenar,apesardeserunhotelbastanteelegante,demodoqueimaginéquetalvezseocuparíadesusasuntosdespuésdelacena.

»Yesohizoalrededordelasnueve.Tomóuntaxiyrecorriólaciudad.Apropósito,esunsitiomuybonitoycreoquellevaréaJaneapasarunosdíascuandolaencuentre.Luegolodespidióyanduvohastaesosbosquesdepinosque hay en la cima del acantilado. Por supuesto, yo lo seguí. Caminamosdurante una media hora. Hay muchos hotelitos que, poco a poco, se vanespaciandoyal fin llegamosaunoqueparecíaserelúltimode laserie.Eraunacasagranderodeadademuchospinos.

»La noche era oscura. Oía sus pasos, aunque no le veía. Avanzaba concuidadoparaqueeltiponosospechara.Aldarlavueltaaunrecodolleguéa

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tiempodeverle tocarel timbreyentraren lacasa.Medetuvedondeestaba.Empezabaalloverynotardéenquedarcaladohastaloshuesos.Ademáshacíafrío.

»Whittington no salía y, poco a poco, me cansé de estarme quieto ycomencéahusmearpor losalrededores.Todaslasventanasdelaplantabajaestabancerradas,peroarriba,enelprimerpiso(eraunacasadedosplantas),viunaqueteníalaluzencendidaylascortinasdescorridas.

»Ahorabien,justoenfrentedeesaventanahabíaunárbol.Estabasituadoaunosdiezmetrosdedistanciade la casay semeocurrióque, sime subíaaaquelárbol,conseguiríaver loqueestabaocurriendoen lahabitación.ClaroquenohabíarazónparasuponerqueWhittingtonestuvieraprecisamenteallí,yaquelomásprobableeraqueseencontraseenunadelassalasderecepcióndelaplantabaja.Peromeestabaquedandotiesodeestartantotiempoparadobajolalluviaycualquiercosameparecíamejorquenohacernada.Demodoquetrepéhastalacopa.

»Nofuenadafácil,¡nimuchomenos!Lasramasestabanresbaladizasporlalluvia.Hicecuantopudeporencontrardondeapoyarelpiey,pocoapoco,melasarregléparaalcanzarelniveldelaventana.

»Yentonces tuveunadesilusión.Estabademasiadoa la izquierday solopodíaverunapartedelahabitación.Untrozodecortinayunmetrodepared.Bueno,nomehabíaservidodenada,pero,cuandoyaibaadarmeporvencidoymedisponíaabajar,alguiensemovióenelinteriorproyectandosusombraenelreducidoespaciodepared.¡EraWhittington!

»Despuésdeesto,sentíquemeardíalasangre.Teníaqueverloqueestabaocurriendo en aquella habitación, pero ¿cómo?Observé una rama larga queseguía la dirección conveniente.Si conseguía arrastrarmehasta allí quedaríasolucionado,peroerapocoseguroqueaguantaramipeso.Decidíarriesgarmey, con grandes precauciones, pulgada a pulgada, me fui situando. La ramacrujíayoscilabadeunmodoalarmanteynoquisepensarenladistanciaqueestaba del suelo en caso de caer. Por fin conseguí llegar a salvo a dondedeseaba.

»Lahabitacióneradetamañomedianoyestabaamuebladaalestiloclásicoehigiénicode las clínicas.En el centrohabía unamesa conuna lámparay,sentado ante ella, de cara amí, estabaWhittington hablando con unamujervestidadeenfermera;estabadeespaldasynopudeverlelacara.Aunquelaspersianasestaban levantadas laventanaestabacerradaynopodíaoírniunapalabradeloquehablaban.

»Alparecer,Whittingtonllevabalavozcantante;laenfermeraselimitabaa escuchar.Devez en cuando asentía y otras negaba con la cabeza como si

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estuviera respondiendo preguntas. Él parecía muy categórico y una o dosvecesdescargóelpuñosobrelamesa.Lalluviahabíacesadoyelcieloseibaaclarandoconlarapidezacostumbrada.

»Porfinpareció llegaral términode loqueestabadiciendoysepusoenpie.Ellahizolomismo.Whittingtonpreguntóalgomirandohacialaventana.Me imagino que observaría si llovía aún.De todas formas, ella se acercó amirar al exterior. En aquel precisomomento la luna salió de detrás de unasnubes y tuve miedo de que me viera, porque me daba de lleno. Traté deecharmehaciaatrásy,porlovisto,mimovimientofuedemasiadobruscoparala rama, que se vino abajo con fuerte estrépito y, con ella, Julius P.Hersheimmer.

—¡Oh,Julius!—exclamóTuppence—.¡Quéemocionante!Continúe.

—Pues, afortunadamente paramí, caí sobre tierra blanda, pero de todasformasquedésinsentidoduranteunrato.Cuandorecobréelconocimientomeencontrabaenunacamaante laquehabíaunaenfermera,quenoera laquevieraconWhittington,yunhombrebajodebarbaoscuraylentesdeorocontodo el aspecto de ser médico, que se frotó las manos y enarcó las cejascuandoyo lemiré.«¡Ah!»,dijo.«Demodoquenuestroamigovuelveensí.¡Magnífico!¡Magnífico!».

»Yolepreguntéloqueseacostumbraentalescasos:“¿Quéhaocurrido?”y “¿Dónde estoy?”, aunque sabía perfectamente la respuesta. Se dirigió a laenfermera y le dijo: “Creo que demomento esto es todo”.Al salir, ellamemiróconprofundacuriosidad.

»Sumiradamediounaidea.“Ahora,dígame,doctor…”,dije,tratandodesentarme en la cama, peromi pie derechome dio un pinchazo tremendo alhacerlo. El médico me interrumpió, apresurándose a facilitarme undiagnóstico: “Se trata de una ligera torcedura. Nada importante. Se pondrábienenunpardedías”.

—Yamehefijadoenqueandaustedcojo—intervinoTuppence.

Juliusasintióantesdecontinuar:

—«¿Cómohasido?»,levolvíapreguntaralmédicoyélmerespondióentonoseco:«Secayóustedconunaporciónconsiderabledeunodemisárbolessobreunodelosparterresreciénplantados».

»Me agradó aquel hombre. Parecía tener sentido del humor y tuve laseguridad de que él, por lo menos, era honrado. Le dije: “Vaya, doctor,lamentolodelárbol,demodoquelosretoñosqueplantedenuevocorrendemicuenta.Perotalvezleagradaríasaberloqueestabahaciendoensujardín”.Élmerespondió:“Creoqueloshechosrequierenunaexplicación”.Yoasentí.

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“Bien,paraempezarlediréquenohevenidoallevarmelaplata”.“Esafuemiprimera teoría, pero pronto cambié de opinión. A propósito, es ustednorteamericano,¿verdad?”,replicó,sonriente.Ledijeminombre.“¿Yusted,doctor,quiénes?”.Merespondiósintitubear:“MellamoHall,doctorHall,yesta,comosindudayasupone,esmiclínicaparticular”.

»Yo no lo sabía, pero no iba a decírselo. Le estaba agradecido por lainformación.Meagradabaaquelhombreylecreíahonrado,peronoporelloiba a contarle toda la historia, porque probablemente tampoco la hubieracreído.

»Enuninstantetoméunadeterminación.Ledije:“Vaya,doctor,mefiguroquevoyaparecerlemuytonto,peronovineahacerdeBillSikes”.Entoncesbalbucí algo acerca de una chica. Saqué a relucir la severidad de losguardianes, un desequilibrio nervioso, y finalmente le dije que había creídoreconocerla entre las pacientes de su clínica y que a eso se debían misaventurasnocturnas.

»Me figuro que era la clase de historia que esperaba. Cuando hubeterminadomedijodivertido:“Escasiunanovela”.Aloquerespondí:“Ahora,doctor,continúeyseafrancoconmigo.¿Tieneaquí,ahora,ohatenidoalgunavez, a una joven llamada Jane Finn?”. El doctor Hall repitió el nombrepensativo:“¿JaneFinn?No”.

»Estaba disgustado yme figuro que lo notó. Le apremié: “¿Está seguro,doctor?”. Su respuesta fue categórica: “Completamente seguro, señorHersheimmer.Esunnombrepococorrienteynolohubieraolvidado”.

»Bien.Surespuesta tajantemedejóaturdido.¡Yyoqueesperabaquemibúsqueda llegara a su fin! Para terminar le insinué: “Ahora hay otra cosa.Cuandoestabasubidoaesamalditaramacreíreconoceraunviejoamigomíohablandoconunade lasenfermeras”.Nomencionéningúnotronombreportemor a queWhittington se hiciera llamar de otra manera, pero el médicorespondióenseguida:“¿Whittington,talvez?”.Algosorprendido,afirmé:“Elmismo.¿Yquéestabahaciendoaquí?¿Noiráadecirmequesufretrastornosnerviosos?”.

»El doctor Hall se echó a reír. “No, ha venido a ver a una de misenfermeras, la enfermera Edith, que es sobrina suya”. Yo exclamé: “¡Vaya,quiénloibaapensar!¿EstáaúnaquíelseñorWhittington?”.Élexplicó:“No,semarchócasi inmediatamente”. “¡Qué lástima!”,dijeyoy añadí: “Pero talvez podría hablar con su sobrina, la enfermera. Edith dijo usted que sellamaba,¿verdad?”.

»Peroelmédicomeneólacabeza.“Metemoqueesotampocoseráposible.LaenfermeraEdithsehamarchadoestanocheconunapaciente”.Mireacción

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fueinstantánea:“¡Quémalasuerte!¿AcasotieneustedladireccióndelseñorWhittington en la ciudad? Me gustaría telefonearle cuando llegue”. No lasabía,peromedijoque,encasodeinteresarme,podíaescribiralaenfermeraEdith.Ledilasgracias,nosinpedirleantesquenolemencionaraminombre:“Quisieradarleunasorpresa”.Ymedespedí.

»Esofuetodoloquepudehacerdemomento.ClaroquesilachicaeraenrealidadsobrinadeWhittingtonseríademasiadolistaparacaerenla trampa,perovalíalapenaintentarlo.AcontinuaciónmandéuntelegramaaBeresforddiciéndole dónde estaba, que tenía que permanecer echado pormi tobillo yquevinierasinoestabademasiadoocupado.Noobstante,nosupenadadeélymipienotardóenrestablecerse.Soloeraunaligera torcedura,demodoquehoymedierondealta,medespedídelmédico,pidiéndolequemeavisarasisabíaalgodelaenfermeraEdith,yvineenseguidahaciaaquí.¿Quéleocurre,señoritaTuppence?Sehapuestomuypálida.

—EsporTommy.¿Quépuedehaberleocurrido?

—Anímese, no le habrá pasado nadamalo. ¿Por qué habría de ocurrirlealgo?Mire,sefuedetrásdeunsujetodeaspectoextranjero.TalvezsehayaidoaPoloniaoalgúnsitioparecido.

Tuppencemeneólacabeza.

—Nopodíahacerlosinpasaporte.Además,despuéshevistoaesehombre,Borisnoséqué.AyernochecenóconlaseñoraVandemeyer.

—¿Conquién?

—Meolvidaba.Claro,ustednosabenadadeeso.

—Soytodooídos—dijoJulius,añadiendoacontinuaciónsufrasefavorita—:Póngamealcorriente.

EntoncesTuppence le relató losacontecimientosde losdosúltimosdías.LaadmiraciónyasombrodeJuliuseraninmensos.

— ¡Bravo! Usted haciendo de doncella. ¡Es para morirse de risa! Peroahora escúcheme bien, señorita Tuppence: esto no me gusta nada, se loaseguro.Ustedestanvalientecomolaquemás,peropreferiríaqueseapartaradetodoesto.Estagentealaqueperseguimoslomismomataaunajovenqueaunhombreencualquiermomento.

—¿Creequetengomiedo?—dijoTuppenceindignadayevitandopensarenlosojosllameantesdelaseñoraVandemeyer.

—Yaledijeantesqueesmuyvaliente,peroesonoalteraloshechos.

—¡Oh,nohablemosdemí!¡PensemosenloquepuedehaberleocurridoaTommy! —dijo Tuppence impaciente, y agregó—: He escrito esta nota al

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señorCarter.

Selaleyó.Juliusasintió.

—Mefiguroquedemomentoeslomejorquepuedehacer,peronosotrostambiéndeberíamosmovernosyhaceralgo.

—¿Elqué?—preguntóTuppencequesintiórenacersuesperanza.

—CreoquelomejorseráseguirelrastrodeBoris.¿Diceustedquehaidoaesacasadondeustedsirve?¿Esprobablequevuelvaallí?

—Sí,aunqueenrealidadnolosé.

—Ya.Bien,creoquelomejorescomprarunautomóvildeslumbrante,yomevistodechóferymesitúoantelacasa.CuandoBorissalga,ustedmehaceunaseñalyyolosigo.¿Quétal?

—Espléndido,peroesposiblequetardesemanasenaparecer.

—Tendremosquecorrerese riesgo.Celebroque leagrademiplan.—Sepusoenpie.

—¿Adóndeva?

—Acomprarelcoche,desdeluego—replicóJulius,sorprendido—.¿Quémarcalegustamás?Mefiguroquepodrápasearenélalgunavezantesdequeconcluyatodoesto.

— ¡Oh! —dijo Tuppence con desmayo—. Me gustan los Rolls-Royce,pero…

—De acuerdo—se avino Julius—. Será como usted dice. Le traeré unRolls.

—Pero no va a conseguirlo —exclamó Tuppence—. A veces hay queesperarmucho.

—PeroelpequeñoJuliusno—afirmóHersheimmer—.Nosepreocupeporeso.Estaréaquíconelcochedentrodemediahora.

Tuppencesepusoenpie.

—Es usted buenísimo, Julius, pero no puedo dejar de pensar que es unaempresabastantedesesperadayyosoloconfíoenelseñorCarter.

—Puesyono.

—¿Porqué?

—Essolounaidea.

—¡Oh,peroéltienequehaceralgo!Nohaynadiemás.Apropósito,meolvidédecontarleunacosamuycuriosaqueocurrióestamañana.

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LerefiriósuencuentroconsirJamesPeelEdgerton.

Juliusseinteresó.

—¿Quécreeustedquequisodecir?

—Puesno lo sé—dijoTuppence, pensativa—.Peroyo creoque intentóprevenirme.

—¿Porqué?

—No sé.Me dio la sensación de ser amable y muy inteligente. Nomeimportaríanadairaverloycontárselotodo.

Antesusorpresa,Juliusrechazólaidearotundamente.

—Escuche.Noquieroveraningúnabogadometidoenesto.Eseindividuonopodríaayudarnosennada.

—Bien,puesyocreoquesí—insistióTuppence.

—Nolocrea.Hastaluego.Volverédentrodemediahora.

Habían transcurrido treinta y cinco minutos cuando Julius regresó y,tomandoaTuppencedelbrazo,lehizoasomarsealaventana.

—Ahíestá.

— ¡Oh! —exclamó Tuppence con admiración al contemplar el enormeRolls-Royce.

—Leaseguroquecorre—dijoJulius,satisfecho.

—¿Cómoloconsiguió?

—Ibanaenviárseloaunpezgordo.

—¿Y?

—Fuihastasucasa—explicóJulius—.Dijequereconocíaqueuncochecomoestevalíaveintemildólaresyagreguéqueparamívaldríacincuentamilsimeloentregabaenelacto.

—¿Quémás?

—Puesmeloentregó.

CapítuloXII

Unamigoenapuros

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Elviernesyelsábado transcurrieronsinmásnovedades.TuppencehabíarecibidounabreverespuestadeCarterasurequerimiento,enlaqueapuntabaque los Jóvenes Aventureros habían emprendido la búsqueda bajo suresponsabilidad,yquehabíansidodebidamenteadvertidosdelospeligros.SiaTommy le había ocurrido algo, lo lamentabamuchísimo, pero él nopodíahacernada.

Sin Tommy, todo el sabor de la aventura desaparecía y por primera vezTuppence dudó del éxito de su empresa.Mientras permanecieron juntos nohabíavaciladoniuninstante.Apesardequeestabaacostumbradaallevarlainiciativa y se enorgullecía de ser la más rápida, la verdad es que habíaconfiadoenTommymásdeloquecreía.Eratansensatoydeunamentalidadtandespejada,ysusentidocomúnysanavisióndelascosaserantanfirmes,quesinélsesentíacomounbarcosintimón.

Era curioso que Julius, siendomás listo queTommy, no le diera aquellasensacióndeapoyo.HabíaacusadoaTommydeserunpesimista,porqueeraciertoquesiempreveíalasdesventajasydificultadesqueellapasabaporaltoconsuoptimismo,peroenrealidad,siemprehabíaconfiadoplenamenteensubuenjuicio.Podíaserlento,peroeramuyseguro.

Por primera vez se daba cuenta del carácter siniestro de la misión queemprendieron tana la ligera.Habíacomenzadocomounanovela romántica.Ahora,despojadadesuencanto,seconvertíaenunaamargarealidad.Tommyera lo único que importaba y muchas veces, durante aquel día, tuvo quecontenerlaslágrimas.Tonta,sereprendía,nolloriquees.Claroqueleaprecias.Loconocesdetodalavida,peronohaynecesidaddeponersesentimental.

Entretanto, novolvieron aver aBoris.No regresópor el apartamento, yJulius y el coche esperaron en vano. Tuppence se entregó a nuevasmeditaciones.Aunque admitía lasobjecionesde Julius, nohabía renunciadopor completo a la idea de acudir a sir James Peel Edgerton. Incluso habíallegado a buscar su dirección en la guía telefónica. ¿Quiso advertirla aqueldía?Ydeserasí,¿porqué?Sindudateníaporlomenosderechoapedirleunaexplicación.Lahabíamiradocontantaamabilidad.QuizápudieradecirlealgorelativoalaseñoraVandemeyerqueledieraunapistadelparaderodeTommy.

De todas formas, Tuppence decidió, con su movimiento de hombrospeculiar, que valía la pena intentarlo. El domingo tenía la tarde libre,convenceríaaJuliusyluegoiríanaveralleónensuguarida.

Cuandollegóeldía,Juliusnecesitómuchotiempoparadejarseconvencer,peroTuppencesemantuvofirme.

—Nopuedeperjudicarnos—decíasiemprequetratabadehacerladesistir.

AlfinJuliuscedióyfueronensucocheaCarltonHouseTerrace.

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Les abrió la puerta un mayordomo irreprochable. Tuppence estaba algonerviosa. Al fin y al cabo, tal vez fuera un atrevimiento colosal. HabíadecididonopreguntarsisirJamesestaba«encasa»,sinoadoptarunaactitudmáspersonal.

— ¿Quiere preguntarle a sir James si puede concederme unosminutos?Tengounmensajemuyimportanteparaél.

Elmayordomoseretirópararegresaralospocosmomentos.

—SirJameslosrecibirá.¿Tendríanlabondaddeseguirme?

Fueron introducidos en una habitación del fondo de la casa, amuebladacomobiblioteca.LacoleccióndelibroseramagníficayTuppenceobservóquetodaunasecciónestabadedicadaaobrassobrecrímenesycriminología.Habíavariosbutaconesdecueroyunachimeneaanticuada. Junto laventanahabíaunescritoriosembradodepapelesanteelqueseencontrabasentadoeldueñodelacasa.

Alverlosentrarsepusoenpie.

—¿Tieneustedunmensajeparamí?¡Ah!—AlreconoceraTuppenceledirigióunasonrisa—.Esusted.SupongoquevendráatraermeunrecadodelaseñoraVandemeyer.

—No exactamente —replicó Tuppence—. La verdad es que solo lo hedicho para que me recibiera. Oh, a propósito, le presento al señorHersheimmer,sirJamesPeelEdgerton.

—Encantadodeconocerlo—dijoelnorteamericano.

—¿Noquierensentarse?—preguntósirJamesadelantandodossillas.

—SirJames—dijoTuppenceconosadía—,debeustedestarpensandoquees un atrevimiento por mi parte visitarlo así, de este modo. Porque desdeluego, se trata de algo que nada tiene que ver con usted, una persona tanimportante, y teniendo en cuenta de que Tommy y yo somos dos seresinsignificantes.

Sedetuvoparatomaraliento.

—¿Tommy?—inquiriósirJames,mirandoalnorteamericano.

—No, él es Julius—explicó Tuppence—.Estoy bastante nerviosa y poresonoséexplicarmebien.Peromegustaríasaberquées loquequisousteddecirme exactamente el otro día. Quiso prevenirme contra la señoraVandemeyer,¿noescierto?

—Miqueridajovencita,queyorecuerdesolodijequehabíaotrasmuchascolocacionestanbuenascomoesa.

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—Sí,losé.Perofueunaadvertencia,¿verdad?

—Bueno,talvezlofuera—admitiósirJamescongravedad.

—Pues bien, quiero saber aún más. Deseo saber el porqué de esaadvertencia.

—Supongamos que esa señora me denuncia por difamación —dijo sirJames,sonriendo.

—Porsupuesto.Yaséquelosabogadossonsiempremuycuidadosos.Pero¿no se dice primero «sin pretender perjudicar a nadie», y luego ya puededecirseloqueunoquiere?

—Bueno —replicó sir James sin dejar de sonreír—, entonces «sinpretender perjudicar a nadie» le diré que si una hermana mía tuviera queganarselavida,nomegustaríaverlaalserviciodelaseñoraVandemeyer.Ycreía conveniente advertirla. No es un lugar adecuado para una joven sinexperiencia.Estodocuantopuedodecirle.

—Ya—dijoTuppence,pensativa—.Muchísimasgracias,peroyonosoyuna joven sin experiencia, ¿sabe usted?Cuando fui allí sabía perfectamentequeeraunamalapersonay,adecirverdad,poresofui…—Seinterrumpióalverciertoasombroreflejadoenelrostrodelabogadoycontinuó—:Creoquetalvezserámejorcontarle toda lahistoria,sirJames.Tengola impresióndequesino ledijera laverdad, losabríaenelacto,demodoqueespreferiblecontárselotododesdeelprincipio.¿Quéleparece,Julius?

—Puestoqueestádecidida,adelante—replicóelnorteamericanoquehastaaquelmomentonohabíapronunciadopalabra.

—Sí, cuéntemelo todo —dijo sir James—. Quiero saber quién es eseTommy.

EstoanimóaTuppenceacomenzarsurelato,queelabogadoescuchócongranatención.

—Muyinteresante—opinócuandolamuchachaacabó—.Granpartedeloque acababa de decirme lo sabía ya, pequeña. Yo tengo algunas teoríaspersonales sobre Jane Finn. Se ha portado ustedmagníficamente bien hastaahora,peromeparecemuymalporpartede…¿quénombreledanustedes…?elseñorCarter,quehayametidoenesteasuntoadosjóvenescomoustedes.Apropósito,¿enquémomentointervieneelseñorHersheimmer?Nohadejadoestepuntomuyclaro.

Juliusseloexplicó.

—SoyprimodeJane.

—¡Ah!

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— ¡Oh, sir James!—intervino Tuppence—. ¿Qué cree usted que habrásidodeTommy?

—¡Hum!—Elabogadosepusoenpieycomenzóapaseardeunladoaotro—. Cuando llegaron ustedes, estaba haciendo mi equipaje. Me iba aEscociaenel trende lanocheapasarunosdíaspescando.Perohaymuchasmanerasdepescar.Voyaquedarmeyverésipuedodarconel rastrodeesejoven.

—¡Oh!—Tuppencejuntólasmanosextasiada.

—De todas formas, como ya dije antes, Carter hizo muy mal en dejarinterveniraunpardecríosenunasuntocomoeste.Noseofenda,señorita…

—Cowley.PrudenceCowley.PerotodosmisamigosmellamanTuppence.

—Bien,señoritaTuppence,puestoquevoyaseramigosuyo,noseofendaporquelaconsideredemasiadojoven.Lajuventudesundefectosoloparalosquehanenvejecidodemasiadodeprisa.Ahora,encuantoaeseTommyamigosuyo…

—¿Sí?

—Confranqueza, lascosassepresentanmalparaél.Sehabrámetidoenalgúnsitiodondeno le llamaban.Nocabe lamenorduda.Peronopierda laesperanza,yasaldrádeapuros.

—Nos ayudará usted, ¿verdad? ¡Julius! Y usted que no quería venir—agregóentonodereproche.

—¡Hum!—mascullóelabogado,dedicandoaJuliusotradesusmiradaspenetrantes—.¿Porqué?

—Creíquenovaldríalapenamolestarloporunasuntosinimportancia.

—Ya comprendo. Este asunto sin importancia, como usted dice, guardarelación directa con uno muy importante, mucho más de lo que usted o laseñoritaTuppencepodríansuponer.Siesemuchachovive,podrádarnosunainformaciónmuyvaliosa.Porlotantodeboencontrarlo.

—Sí,pero¿cómo?—exclamóTuppence—.Heestadopensandoen todaslasformashabidasyporhaber.

SirJamessonrió.

—Hay una persona muy cercana que con toda probabilidad sabe dóndeestá,oporlomenosdóndeesprobablequeseencuentre.

—¿Quiénesesapersona?—preguntóTuppence,extrañada.

—LaseñoraVandemeyer.

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—Sí,perononoslodiránunca.

—Ah,ahíesdondeyointervengo.CreobastanteposibleconseguirquelaseñoraVandemeyermedigaloquedeseosaber.

—¿Cómo?—Tuppenceabriómucholosojos.

—Oh,puespreguntándoselo—replicósirJames—.Yasabe,asíescomolohacemos.

Tamborileó con sus dedos sobre la mesa y Tuppence volvió a sentir elinmensomagnetismoqueirradiabaaquelhombre.

—¿Ysinoselodice?—preguntóJuliusdepronto.

—Creo que me lo dirá. Tengo un par de argumentos poderosos. Noobstante,sifracasara,siemprenosquedalaposibilidaddelsoborno.

—Claro. ¡Ahí esdonde intervengoyo!—exclamóJulius,descargandoelpuño contra la mesa—. Por mi parte, puede usted contar, de ser necesario,hastaconunmillóndedólares.¡Sí,señor,unmillóndedólares!

—SeñorHersheimmer,esaesunasumamuyelevada.

—Es loque imaginoque tendráquepujar.Aesaclasedegenteno se lepuedeofrecercuatroperras.

—Alcambioactual,representandoscientascincuentamillibras.

—Esoes.Talvezcreeustedquehablodeboquilla,peropuedoentregarleesacantidadenseguidayalgomásporsushonorarios.

SirJamesenrojecióligeramente.

—Noesmi intención cobrarle, señorHersheimmer.No soy un detectiveparticular.

—Losiento.Creoquemeheprecipitado,perotengounaextrañasensaciónen cuanto al dinero. Días pasados quise ofrecer una gran recompensa paraobtenernoticiasdeJane,peroScotlandYardmehizodesistir.Dijeronquenoeraaconsejable.

—Probablementeteníanrazón—replicósirJames.

—PeroloquediceJuliusesverdad—intervinoTuppence—.Noletomaelpelo.Tienemontonesdedinero.

—Mipadrelosfueamontonando—explicóJulius—.Ahora,pasemosalacuestión.¿Cuálessuidea?

SirJamesestuvoreflexionandoduranteunoscuantosminutos.

—Nohaytiempoqueperder.Cuantoantesempecemosmejor.—Sevolvió

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haciaTuppence—.¿SabesilaseñoraVandemeyercenaráfueraestanoche?

—Sí, creo que sí, pero no regresará tarde, porque no se ha llevado lasllavesdecasa.

—Bien.Entoncesyo iréaverlaaesode lasdiez.¿Aquéhora tienequevolverusted?

—Entrenueveymediaydiez,aunquetambiénpodríaregresarantes.

—Nodebehacerlobajoningúnconcepto.Sinollegaalahoraestablecidaquizá despertaría sospechas.Vuelva a las nueve ymedia.Yo iré a las diez.Hersheimmerpodríaesperarabajoenuntaxi.

—TieneunRolls-Roycenuevo—dijoTuppenceconorgullo.

—Tanto mejor. Si tengo la suerte de conseguir que me dé la dirección,podremosirenseguida.YsifueranecesarionosllevaríamosconnosotrosalaseñoraVandemeyer.¿Comprendido?

—Sí.—Tuppencesepusoenpie—.¡Oh,mesientomuchomejor!

—Nosehagademasiadasilusiones,señoritaTuppence,perotómeseloconcalma.

Juliussevolvióhaciaelabogado.

—Entonces lopasaréarecogerconelcocheaesode lasnueveymedia.¿Leparecebien?

—Meparecebien.¿Paraquévamosatenerdoscochesesperando?Ahora,señoritaTuppence,miconsejoesqueceneagustoynopienseenloquepuedasuceder.

Lesestrechólamanoalosdosymomentosdespuésestabanenlacalle.

— ¿No es un encanto?—dijo Tuppence extasiada mientras bajaban lasescaleras—.¡Oh,Julius!¿Noesunencanto?

—Pues admito que es muy agradable y que yo estaba equivocado alnegarmeavenir.¿RegresamosdirectamentealRitz?

—Creoquepreferiríaandarunpoco.Mesientomuyexcitada.DéjemeenHydePark.Amenosquequieraacompañarme.

Juliusmeneólacabeza.

—Tengoqueiraponergasolinayhacerunpardellamadas.

—Muybien.Me reuniréconustedenelRitz a las siete.Tendremosquecenararriba.Nopuedoexhibirmeporahíconestasropas.

—Claro,lediréaFélix,elmaître,quemeayudeaescogerelmenú.Hasta

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luego.

Despuésdemirarsureloj,Tuppenceechóaandarrápidamente.Erancercade las seis. Recordó que no había merendado, pero se sentía demasiadoexcitada para pensar en comer. Caminó hasta Kensington Gardens, dondeaminoróelpaso,sintiéndosemejorgraciasalairefrescoyalejercicio.Noerasencillo seguir el consejo de sir James y no pensar en los posiblesacontecimientosdeaquellanoche.AmedidaqueseibaaproximandoaHydePark,latentaciónderegresaraSouthAudleyMansionsselehizoirresistible.

Decidióquenoharíaningúndañoconecharunvistazoaledificio.Quizádeestemodoseresignaríaaesperarpacientementehastalasdiez.

South AudleyMansions tenían el mismo aspecto de siempre. Tuppenceapenassabíaprecisarloquehabíaimaginado,perolavisióndelafachadadeladrillos apaciguó un tanto su creciente e inexplicable inquietud. Iba ya amarcharse cuando oyó un silbido y el fielAlbert salió corriendo de la casaparareunirseconella.

Tuppence frunció el entrecejo. No entraba en su programa llamar laatenciónenaquelvecindario,peroAlbertestabarojodeexcitación.

—Oiga,señorita,semarcha.

—¿Quiénsemarcha?—preguntóTuppence,irritada.

—Esa mujer, Rita la Rápida. La señora Vandemeyer. Está haciendo elequipajeyacabadeenviarmeabuscaruntaxi.

—¿Qué?—Tuppenceleasiódelbrazo.

—Eslaverdad,señorita.Penséqueustedtalveznolosabría.

—Albert,eresmagnífico.Anoserportilahubiéramosperdido.

Albertenrojeciódesatisfacciónaloíraquelelogio.

— ¡No hay tiempo que perder! —dijo Tuppence cruzando la calle—.Tengo que detenerla. Tiene que quedarse a toda costa hasta que… —Seinterrumpió—.Albert,¿hayteléfonoenlaportería?

—No.Casi todos losapartamentos tienenelsuyo,señorita.Perohayunacabinaalavueltadelaesquina.

—Entonces ve allí y telefonea al hotel Ritz. Pregunta por el señorHersheimmer y dile que venga enseguida con sir James, porque la señoraVandemeyer intenta escaparse. Si no lo encuentras, llamas a sir James PeelEdgerton, encontrarás su número en la guía, y ponle al corriente. No teolvidarásdelosnombres,¿verdad?

Albertlosrepitióvariasveces.

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—Confíeenmí,señorita.Todoirábien.Pero¿yusted?¿Notienemiedodequedarseconella?

—No,notepreocupes.Peroveytelefonea.Deprisa.

Tuppence entró en el edificio y tocó el timbre de la puerta número 20.¿Cómo iba a entretener a la señora Vandemeyer hasta que llegaran los doshombres? Lo ignoraba, pero era preciso hacerlo como fuese, y sola. ¿Cuálsería la causa de aquella marcha repentina? ¿Es que la señora Vandemeyersospechaba de ella? Era inútil hacer cábalas. Tal vez la cocinera pudieradecirlealgo.

Noocurrió naday, tras esperar unosminutos,Tuppencevolvió a llamar,manteniendo el dedo sobre el timbre algún tiempo. Al fin oyó pasos y unmomento después la señora Vandemeyer en persona le abrió la puerta,enarcandolascejasalverla.

—¿Usted?

—Tengo dolor de muelas, señora—dijo Tuppence con voz débil—. Demodoquepenséquelomejoreravolveracasaypasarlatardetranquila.

LaseñoraVandemeyerseapartóparadejarlaentrar.

—Quémalasuerte—comentóconvozfría—.Serámejorqueseacueste.

—Oh,estarébienenlacocina,señora.Lacocinera…

—Lacocineranoestá—dijolaseñoraVandemeyerconextrañaentonación—.Lahedespedido.Demodoqueserámejorqueseacueste.

Tuppencesintiómiedoderepente.HabíauntimbreenlavozdelaseñoraVandemeyer que no le gustaba nada y, además, la iba empujando hacia elpasillo.Tuppencesevolvió.

—Noquiero…

EntoncessintióelfríocontactodeuncañóndeaceroenlasienylavozdelaseñoraVandemeyerseelevófríayamenazadora:

—¡Malditachiquilla!¿Creesquenolosé?No,nocontestes.Siteresistesogritas,tematarécomoaunperro.

Elcañóndeaceroseincrustóconmásfuerzaensusien.

—Ahora,enmarcha—continuólaseñoraVandemeyer—.Poraquíiremosamihabitación.Dentrodeunmomento, cuandohaya terminado contigo, teacostaráscomotehedicho.Ydormirás.¡Oh,sí,vayasidormirás!

HabíaciertamalvadaironíaenlaspalabrasdelaseñoraVandemeyerquenolegustólomásmínimo.Enaquelmomentonopodíahacernadaycaminó

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obediente hasta el dormitorio. La pistola no se apartó de su cabeza. Lahabitación estaba en completo desorden, había trajes por todas partes y unamaletayunasombrereraamediollenarenelsuelo.

Tuppence se rehízo con esfuerzo y, aunque su voz tembló un tanto, dijoconvalentía:

—Vamos, estoesuna tontería.Ustednopuedematarme.Todoelmundooiríaladetonación.

—Correréelriesgo—dijolaseñoraVandemeyerentonofestivo—.Pero,mientrasnogritespidiendoayuda,ynocreoquelohagas,noteocurriránada.Eres una chica inteligente.Me engañastemuybien. ¡No sospeché de ti!Nodudo de que comprenderás a la perfección que ahora estoy yo encima y túdebajo.Siéntateenlacama.Ponlasmanosencimadelacabezay,sienalgoapreciastuvida,nolasmuevas.

Tuppenceobedeció.Subuensentidoleaconsejabaaceptarlasituación.Sigritaba pidiendo socorro, había muy pocas probabilidades de que la oyeranadie,mientras que lomás seguro era que la señoraVandemeyer disparase.Entretanto,cadaminutoquetranscurrieraseríavalioso.

LaseñoraVandemeyerdejóelrevólversobreel tocador,alalcancedesumanoy,sinapartar lavistadeTuppence,por temoraquesemoviera,cogióunabotellitaqueestabasobreelmármolyvaciópartedesucontenidoenunvasoqueacababadellenardeagua.

—¿Quéeseso?—preguntóTuppence.

—Algoqueteharádormirprofundamente.

Tuppencepalidecióuntanto.

—¿Vaaenvenenarme?

—Talvez—dijolaseñoraVandemeyer,sonriendo.

—Entoncesnolobeberé—dijolamuchachaconfirmeza—.Prefieromorirdeunbalazo.Alfinyalcaboasíharíaruidoytalvezlooyeraalguien.Peronovoyadejarmematarcomouncordero.

LaseñoraVandemeyergolpeóelsueloconelpie.

—¡Noseastonta!¿Deverascreesquequierodejaruncrimentrasdemí?Si tuvieras un poco de sentido común comprenderías que no entra en misplanes el envenenarte. Es una droga para hacerte dormir, nada más. Tedespertarás mañana por la mañana sana y salva. Sencillamente quieroahorrarmelasmolestiasdeatarteyamordazarte.Teofrezcootraalternativayno tegusta.Pero teaseguroquepuedosermuydurasime lopropongo.Demodoquebébetelocomounabuenachicaynotepasaránada.

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En el fondo de su corazón, Tuppence la creía. Sus argumentos eranbastante verosímiles. Era el medio más sencillo de quitarla de en mediodurantealgúntiempo.Sinembargo,noseaveníaalaideadequeladurmierasin luchar por su libertad. Comprendía que, una vez se marchara la señoraVandemeyer, con ella desaparecería la última esperanza de encontrar aTommy.

Tuppence poseía una mente rápida y todas estas ideas pasaron por sucerebro como un relámpago. Vislumbró una posibilidad, aunque remota, ydeterminóarriesgarlotodoenunesfuerzosupremo.

Searrojó a lospiesde la señoraVandemeyer asiéndose frenéticamente asusfaldas.

—Nolecreo—gimió—.Esveneno,séqueesveneno.Oh,nomeobligueabeberlo…—Suvozadquirióuntonohistérico—.¡Nomeobligueabeberlo!

LaseñoraVandemeyer,conelvasoenlamano,alverlareacción,lamirótorciendoelgesto.

—¡Levántate,estúpida!Notequedesahíhaciendolatonta.Nocomprendocómohastenidotemplepararepresentartupapel.¡Tedigoquetelevantes!

PeroTuppencecontinuóasiéndolaysollozando,altiempoqueintercalabafrasesincoherentespidiendoclemencia.Setratabadeganartiempo.Además,deestemodoseibaaproximandodecididaeimperceptiblementeasuobjetivo.

La señora Vandemeyer lanzó una exclamación de impaciencia y la hizoincorporarse.

—¡Bébeteloenseguida!

ConademánimperiosoacercóelvasoaloslabiosdeTuppence.

Estalanzóelúltimogemidodesesperado.

—¿Mejuraquenomeharádaño?

—Puesclaroqueno.Noseastonta.

—¿Lojura?

—Sí,sí—dijolaotraconimpaciencia—.Telojuro.

Tuppencecogióelvasoconmanotemblorosa.

—Muybien.—Abriólabocapocoapoco.

LaseñoraVandemeyerexhalóunsuspirodealivioyporunmomentobajóla guardia. Entonces, Tuppence, rápida como una exhalación, le arrojó elcontenido del vaso a la cara con toda la fuerza que pudo, aprovechando elasombro momentáneo para apoderarse del revólver que estaba sobre el

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tocador.UninstantedespuésapuntabaalcorazóndelaseñoraVandemeyersinqueletemblaralamanolomásmínimo.

Enaquelmomentovictorioso,Tuppencealardeódesutriunfodeunmodoalgoantideportivo.

—¿Yahoraquiénestáarribayquiénabajo?

Lamujer teníael rostrodescompuestopor la ira;porunmomentopensóqueibaasaltarsobreella,locualhubieracolocadoaTuppenceenundilemadesagradable,puestoquesignificaríatenerquedispararelrevólver.

Sinembargo, laseñoraVandemeyer logródominarseyal finunasonrisadiabólicaaparecióensurostro.

—¡Noerestantonta,despuésdetodo!Lohicistemuybien,pequeña,peromelaspagarás.¡Oh,sí,melaspagarás!¡Tengomuybuenamemoria!

—Mesorprendequesedejeengañarcontantafacilidad—dijoTuppenceconenojo—.¿Esquepensóqueeradeesaclasedechicacapazdearrojarsealsuelopidiendoclemencia?

—¡Ya loharásalgúndía!—dijo laotraenun tonosignificativo.Lafríamalevolencia de su porte hizo que un estremecimiento recorriera la espinadorsaldeTuppence,peronoestabadispuestaademostrarlo.

—¿Quéleparecesinossentáramos?—dijocomplacida—.Nuestraactitudactual esun tantomelodramática.No, en la camano.Acerque esa silla a lamesa;asíestábien.Yomesentaréalotroladoconelrevólverantemíporsiacaso.Espléndido.Ahorahablemos.

—¿Dequé?—preguntólaseñoraVandemeyerentonosombrío.

Tuppence lacontemplópensativaunos instantes.Recordabavariascosas.LaspalabrasdeBoris:«Creoqueseríascapazdevendernos»,ysurespuesta:«El precio tendría que ser enorme», pronunciada en tono ligero, pero ¿nohabríaenelfondoalgodeverdad?AcasoWhittingtonnolehabíapreguntado:«¿Quiénhaestadohablando,Rita?».¿SeríaRitaVandemeyerelpuntodébildelaarmaduradelseñorBrown?

Con los ojos muy fijos en el rostro de Rita, Tuppence respondió sinalterarse:

—Dedinero.

La señora Vandemeyer pegó un respingo. Era evidente que no esperabaaquellacontestación.

—¿Quéquieresdecir?

—Se lo diré. Acaba usted de decir que tiene buena memoria. ¡Pues la

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buenamemorianoestanútilcomounabuenabolsa!Meatrevoacreerquelecomplace planear toda clase de cosas terribles para vengarse de mí, pero¿resultaría práctico? La venganza no satisface. Todo el mundo lo dice. Encambioeldinero…—Tuppenceexpusosutemapreferido—.Bueno,eldinerosíquellena,¿noescierto?

—¿Creesquesoydeesasmujeresquevendenasusamigos?——dijolaseñoraVandemeyerconrencor.

—Sí—replicóTuppenceenelacto—,sielprecioeslobastanteelevado.

—¡Porunoscientosdelibras!

—No—dijoTuppence—.¡Yoleofrezcocienmil!

Su sentido de la economía le impidió mencionar el millón de dólaresofrecidoporJulius.

ElrostrodelaseñoraVandemeyersecubrióderubor.

—¿Quéhasdicho?—preguntó,jugueteandonerviosamenteconelbrochequellevabaprendidoenelpecho.

Tuppence comprendió enseguida que había mordido el anzuelo y porprimera vez sintió vergüenza de su amor al dinero, lo cual le daba ciertoparecidoconlamujerqueteníaenfrente.

—Cienmillibras—repitióTuppence.

ElbrillodesapareciódelosojosdeRitaquesereclinóensusilla.

—¡Bah!—dijo—.Nolastienes.

—No—admitióTuppence—.Nolastengo,peroséquiénlastiene.

—¿Quién?

—Unamigomío.

—Debedesermillonario—observóRitasingranconvencimiento.

—Puesadecirverdadloes.Esnorteamericanoylaspagarásinrechistar.Puedeconsiderarlocomounaproposiciónseria.

LaseñoraVandemeyervolvióaerguirse.

—Mesientoinclinadaacreerte.

SehizounsilencioyalcaboRitaalzólamirada.

—¿Quéesloquedeseasabereseamigotuyo?

Tuppencevacilóunmomento,peroeldineroeradeJuliusysusintereseseranloprimero.

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—DeseasaberdóndeestáJaneFinn—dijoconosadía.

LaseñoraVandemeyernodemostrósorpresa.

—Noestoymuyseguradedóndeseencuentraenestosmomentos.

—Pero¿podríaaveriguarlo?

—¡Oh,sí!—repusoRitacondescuido—.Noexistelamenordificultad.

—Luego… —la voz de Tuppence tembló—… hay un muchacho… unamigomío…TemoquelehayaocurridoalgopormediacióndesucamaradaBoris.

—¿Cómosellama?

—TommyBeresford.

—Nuncaleoínombrar,perolepreguntaréaBoris.Élmedirátodoloquesepa.

—Gracias. —Tuppence sintió levantar su ánimo y eso le impulsó amostrarsemásaudaz—.Hayotracosamás.

—¿Quées?

—¿QuiéneselseñorBrown?

Sus ojos advirtieron la repentina palidez de aquel hermoso rostro.Haciendounesfuerzo,Ritaprocuróadoptarsuactitudanterior,perosuintentoresultóunaparodia.Noeramuybuenaactriz,seencogiódehombros.

—NodebesdesabergrancosadenosotrossiignorasquenadiesabequiéneselseñorBrown.

—Ustedlosabe—replicóTuppencesinalterarse.

—¿Porquélocreesasí?

—Nolosé—dijolamuchacha,pensativa—.Peroestoyconvencida.

LaseñoraVandemeyerestuvomirandoalvacíoduranteunlargorato.

—Sí—dijoalfinconvozronca—.Losé.Yoerahermosa,¿comprendes?Muyhermosa.

—Loestodavía—dijoTuppenceconadmiración.

Ritameneólacabezaconunbrilloextrañoensusojosazuleléctrico.

—Perono lobastante—dijoenvozbajaypeligrosa—. ¡No lobastante!De un tiempo a esta parte, he tenidomiedo amenudo. ¡Es peligroso saberdemasiado! —Se inclinó sobre la mesa—. ¡Júrame que mi nombre noapareceráentodoesto,quenadielosabrá!

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—Lojuro.Encuantoleatrapen,yanotendráustedquetemernada.

UnamiradaaterrorizadaaparecióenelrostrodelaVandemeyer.

—¿Locreesdeveras?—AsióaTuppencedelbrazo—.¿Measegurasqueobtendréeldinero?

—Puedetenerlaabsolutaseguridaddequelorecibiráasudebidotiempo.

—¿Cuándomelodarán?Nohaytiempoqueperder.

—Este amigo mío no tardará en venir. Tal vez tenga que pedirlo porteléfono,oalgoporelestilo.Peronohabráretraso,esunhombremuyactivo.

ElrostrodeRitadenotóresolución.

—Loharé.Esunagran sumadedineroy, además—sonriódeunmodoextraño—,¡noesinteligentedejardeladoaunamujercomoyo!

Durante unos instantes continuó sonriendo y tamborileó con los dedossobrelamesa.Deprontosesobresaltó.

—¿Quéhasidoeso?

—Noheoídonada.

LaseñoraVandemeyermirótemerosaasualrededor.

—Siestuvieraalguienescuchando…

—Tonterías.¿Quiénpodríaser?

—Inclusolasparedestienenoídos.Tedigoqueestoyasustada.¡Túnoloconoces!

—Pienseenlascienmillibras—dijoTuppenceparatranquilizarla.

LaseñoraVandemeyersepasólalenguaporsuslabiosresecos.

—Túnoloconoces—repitióconvozronca—.¡Es…ah!

Conungritodeterrorsepusoenpie,señalandoconelbrazoextendidoporencimadelhombrodeTuppence.Luegocayóalsuelodesmayada.

Tuppencesevolvióparaaveriguarquélahabíasobresaltado.

En el umbral de la puerta estaban sir James Peel Edgerton y JuliusHersheimmer.

CapítuloXIII

Nocheenvela

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SirJamescorrióasocorreraRita.

—Eselcorazón—dijo—.Debedehaberseasustadoalvernosaparecertanderepente.Traigancoñac.Deprisaolaperderemos.

Juliusseaproximóaltocador.

—Ahí no —le indicó Tuppence por encima de su hombro—, en elaparadordelcomedor.Eslasegundapuertadelpasillo.

TuppenceysirJameslevantaronalaseñoraVandemeyerylallevaronalacama. Le lavaron la cara con agua, pero sin resultado. El abogado tomó elpulsodelamujer.

—Suestadoesprecario—musitó—.Ojaláesejovenllegueprontoconelcoñac.

EnaquelmomentoJuliusentróenlahabitaciónconunacopaqueentregóasirJames.MientrasTuppencelesosteníalacabezaaRita,elabogadointentóintroducirellíquidoentresuslabioscerrados.

AlfinlamujerabriólosojosyTuppenceleacercóelvasoaloslabios.

—Bébaseesto.

LaseñoraVandemeyerobedeció.Elcoñacdevolvióelcolorasuspálidasmejillas, haciéndola revivir como por arte demagia. Trató de incorporarse,perosedesplomódenuevosobrelacamaconungemidodedolor,mientrassellevabalamanoasucostado.

—Eselcorazón—susurró—.Nodebohablar.

Cerrólosojos.

SirJamesvolvióaasirsumuñecaunavezmás,queluegodejócongestodeaprobación.

—Ahoraestámejor.

Lostresseapartarondelacamahablandoenvozbaja.

Demomentoerainviableinterrogarlay,porlotanto,estabancruzadosdebrazos,sinpoderhacernada.

TuppencelescontóquelaseñoraVandemeyersehabíamostradodispuestaa descubrir la identidad del señorBrown, así como a averiguar y revelar elsecretodeJaneFinn.Juliuslafelicitó.

— ¡Estupendo, señorita Tuppence!Me figuro que las cien mil libras leparecerántanbienporlamañanacomoleparecieronestanoche.Notenemospor qué preocuparnos. ¡De todas formas apuesto a que no hablará sin el

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dinero!

Desde luego,suspalabras rebosabansentidocomúnyTuppencesesintióalgomásanimada.

—Loqueusteddiceescierto—dijosirJames,pensativo—.Noobstantedebo confesar que desearía no haberlas interrumpido. Pero ahora no tieneremedioysolonosquedaaguardaramañana.

Contempló la figura inerte sobre la cama. La señora Vandemeyerpermanecíainmóvilconlosojoscerrados.

Moviólacabezaconpesar.

—Bien—dijoTuppenceintentandoanimarle—,hayqueesperaramañana,esoestodo.Peronocreoquedebamosabandonarahoraelapartamento.

—¿Ysidejamosdeguardiaaesejovenbotonesamigosuyo?

— ¿Albert? Suponiendo que intentara marcharse de nuevo, Albert nopodríadetenerla.

—Supongoquenoquerráalejarsemuchodelosdólares.

—Esposible,peroparecíamuyasustadaporelseñorBrown.

—¿Qué?¿Deverasestabaasustada?

—Sí.Mirabaatodaspartesydijoqueinclusolasparedesoyen.

—Talvezsereferíaaunmicrófono—dijoJulius,interesado.

—LaseñoritaTuppencetienerazón—replicósirJamesatodaprisa—.Nodebemos dejar el apartamento, aunque solo sea para proteger a la señoraVandemeyer.

Juliuslemiródehitoenhito.

—¿Creeustedqueirántrasellaestanoche?¿Cómopuedesaberlo?

—Olvidasupropiainsinuacióndequequizáhayaunmicrófono—repusosir Jamescon sequedad—.Tenemosunadversario formidableycreoque, siandamosconcuidado,existenmuchasprobabilidadesdequecaigaennuestrasmanos.Toda precaución es poca.Contamos con un testigo importante, perodebemos protegerlo. Sugiero que la señorita Tuppence vaya a acostarse, yustedyyo,señorHersheimmer,nosrepartiremoslasguardias.

Tuppencesedisponíaaprotestar,peroseleocurriómirarhacialacamayvioalaseñoraVandemeyerconlosojosentreabiertosyunaexpresiónmezclademiedoymaldadensurostroqueselehelaronlaspalabrasenloslabios.

Por un momento se preguntó si el ataque al corazón habría sido una

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comedia pero, al recordar su palidez mortal, apenas podía dar crédito a susuposición.Mientras lamiraba,aquellaexpresióndesapareciócomoporartedemagiayRitavolvióaquedarinmóvilcomoantes.Porunmomentocreyóhaberlosoñado,peronoobstanteresolvióestaralerta.

—Bien—dijoJulius—.Supongoquede todas formas lomejorserásalirdeestahabitación.

LosotrosestuvierondeacuerdoysirJamesvolvióatomarleelpulsoalaseñoraVandemeyer.

—Perfectamentenormal—lecomunicóaTuppenceenvozbaja—.Estarárestablecidadeltododespuésdeunanochededescanso.

La muchacha vaciló un momento junto a la cama. La intensidad de laexpresiónquesorprendieraenaquelrostrolahabíaimpresionadomucho.

Rita alzó los párpados; al parecer se esforzaba por hablar y la joven seinclinósobreella.

—Nomedejen…—susurró,eincapazdecontinuarmusitóalgoquesonócomo«dormir».Luego,volvióaintentarhablar.

Tuppenceseacercómásaún.Suvozeraapenasunsusurro.

—Elseñor…Brown…—Sedetuvo.

Losojosentreabiertosparecíanseguirenviandounmensajeagonizante.

Movidaporunimpulsorepentinolajovendijoatodaprisa:

—Nosaldrédelapartamentoyestarédespiertatodalanoche.

Con inmensoalivio lospárpadosocultaron losojos.Alparecer la señoraVandemeyerdormía,perosuspalabrashabíandespertadounanuevainquietudenTuppence.¿Quéquisosignificarcon«ElseñorBrown»?Lamuchachasesorprendió mirando recelosa por encima de su hombro. El enorme armarioparecía suficiente para que un hombre se escondiera en él. Avergonzada,Tuppence lo abrió para inspeccionar su interior. ¡Nadie, por supuesto! Seagachóparamirardebajodelacama.Nohabíaotrolugardondeesconderse.

Tuppenceseencogiódehombrosconungestoquelacaracterizaba.

¡Eraabsurdo,seestabadejandollevarporsusnervios!Lentamentesaliódela habitación. Julius y sir James hablaban en voz baja. Sir James se volvióhaciaella.

—Cierrelapuertaconllave,señoritaTuppence,yguárdela.Hayqueevitaratodacostaquenadieentreenesahabitación.

SuseriedadlaimpresionóyTuppencesesintiómenosavergonzadadesu

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ataquede«nervios».

—Oiga—observóJuliusdepronto—,¿yelbotonesamigodeTuppence?Creoqueserámejorbajaratranquilizarlo.Esunbuenmuchacho,Tuppence.

—Apropósito, ¿cómo entraron ustedes?—preguntóTuppence de pronto—.Meolvidédepreguntárselo.

—Albert me llamó por teléfono. Corrí a buscar a sir James y vinimosenseguida. Ese muchacho nos estaba esperando y temía que le hubieseocurridoalgo.Habíaestadoescuchandodetrásdelapuerta,peronoalcanzóaoírnada.Nossugirióquesubiéramosenelmontacargasenvezdellamaralapuerta.Entramosporlacocinayvinimosdirectamenteabuscarla.Albertsigueabajoydebedeestarlocodeimpaciencia.

Dichoestosemarchóbruscamente.

—Señorita Tuppence—dijo sir James—, usted conoce este apartamentomejorqueyo.¿Dóndesugierequenosinstalemos?

Tuppencemeditóunosinstantes.

—CreoquelomáscómodoseráelsaloncitodelaseñoraVandemeyer—dijoalfin.Luegoloacompañóhastalaestancia.

SirJamesmiróasualrededor.

—Aquíestaremosmuybien.Ahora,miqueridajovencita,vayaaacostarseyduermaunpoco.

Tuppencemeneólacabezadecidida.

—No podría, gracias, sir James. ¡Soñaría toda la noche con el señorBrown!

—Peroestarámuycansada,jovencita.

—No,prefieroquedarmelevantada.Deverdad.

Elabogadosedioporvencido.

Juliusapareciópocosminutosmástarde,despuésdehabertranquilizadoaAlbertyrecompensadosusservicios.CuandoéltampococonsiguióconvenceraTuppenceparaqueseacostaraunaspocashoras,dijocondecisión:

—Pero,comomínimo,tienequecomeralgo.¿Dóndeestáladespensa?

Tuppenceloacompañóy,alospocosminutos,regresabanconunpasteldecarnefríoytresplatos.

Después de haber comido, Tuppence se sintió inclinada a desdeñar susimaginacionesdeunahoraatrás.Elpoderdeldineronopodíafallar.

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—Ahora,señoritaTuppence—dijosirJames—,nosgustaríaescucharsusaventuras.

—Esoes—convinoJulius.

La joven relató lo sucedido con cierta complacencia. De vez en cuandoJulius intercalaba un «bravo». Sir James no dijo nada hasta que huboterminadoy,entonces,su«bienhecho,señoritaTuppence»,lahizoenrojecerdesatisfacción.

—Hayunacosaquenoveoclara—dijoHersheimmer—.¿Quéleimpulsóamarcharse?

—Nolosé—confesóTuppence.

SirJamessefrotólabarbillapensativo.

—Lahabitaciónestabaencompletodesorden,comosisumarchahubierasidoimpremeditada,comosilahubieranpuestosobreaviso.

—SupongoqueelseñorBrown—semofóJulius.

Elabogadolemirófijamenteduranteunbuenrato.

—¿Porquéno?Recuerdequeaustedyaloengañóenunaocasión.

Juliusenrojecióderabia.

—Me pone fuera de mí cada vez que recuerdo cómo le entregué lafotografíadeJane.¡Sivuelvoatenerloamialcancemepegaréaélcomounalapa!

—Esunacontingenciamuyremota—dijoelotroconsequedad.

—Mefiguroquetienerazón—admitióHersheimmerconfranqueza—.Yde todas formas, lo que busco es el original. ¿Dónde cree usted que puedeestar,sirJames?

—Esimposibledecirlo.Perotengounaligeraideadedóndehaestado.

—¿Sí?¿Dónde?

—Enelescenariodesusaventurasnocturnas,laclínicadeBournemouth.

—¿Allí?Imposible.Yapregunté.

—No, querido amigo, usted preguntó si había estado allí alguien que sellamabaJaneFinn.Ahorabien,silamuchachaestuvoallí,escasiseguroqueestaríabajounnombresupuesto.

—Bienporusted—exclamóJulius—.¡Nosemehabíaocurridopensarlo!

—Puesesbastantelógico.

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—Quizáelmédicoestémezcladotambiénenesto—sugirióTuppence.

—No lo creo.Enseguidame resultó simpático.No, estoy casi seguro dequeeldoctorHallnotienenadaqueverentodoeso.

—¿Hallhadichousted?—preguntósirJames—.Escurioso,muycurioso.

—¿Porqué?—quisosaberlajoven.

—Porque da la casualidad de que lo he visto esta mañana. Lo conozcosuperficialmentedesdehacealgunosañosyestamañanamehetropezadoconél en la calle.Me dijo que estaba en el hotelMetropole.—Se volvió haciaJulius—.¿Noledijoqueibaaveniralaciudad?

Juliusmoviólacabeza.

—Es curioso —musitó sir James—. Esa tarde usted no mencionó sunombre o de otro modo yo le hubiera enviado a verle con mi tarjeta paraobtenermásinformación.

—Soy un estúpido—exclamó el joven con inusitada humildad—. Debíhaberpensadoenlodelnombrefalso.

—¿Cómopodíapensarennadadespuésdecaersedelárbol?—exclamóTuppence—.Estoyseguradequecualquierotrosehubieramatado.

—Bueno, imagino que ahora da lomismo—manifestó Hersheimmer—.Tenemos a la señora Vandemeyer a buen recaudo y es todo lo quenecesitamos.

—Sí—dijoTuppencesinmuchoconvencimiento.

Se hizo un silencio. Poco a poco lamagia de la noche comenzó a hacermellaensusánimos.Seoíancrujirlosmueblesyligerosrumoresdetrásdelascortinas.DeprontoTuppencesepusoenpielanzandoungrito.

—No puedo evitarlo. ¡Sé que el señor Brown está en el apartamento!Puedosentirlo.

— ¿Por qué lo dice, Tuppence? ¿Porque la puerta del vestíbulo estáabierta? Es imposible que haya entrado alguien sin que nosotros lohubiésemosvistouoído.

—¡Nopuedoremediarlo!Presientoqueestáaquí.

MirósuplicanteasirJames,quereplicócongravedad:

—Con la debida deferencia a sus sentimientos, señoritaTuppence, y pordescontadoa losmíos,noveoqueseahumanamenteposiblequenadiehayaentradoenelapartamentosinquenosotroslohayamosnotado.

Lajovenseconsolóalgoconsuspalabras.

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—Pasarunanocheenvelaponenerviosaacualquiera—confesó.

—Sí—dijosirJames—.Estamosenlasmismascondicionesquelosquecelebranreunionesespiritistas.Quizásituviéramosunamédiumobtendríamosmaravillososresultados.

—¿Creeustedenelespiritismo?—preguntóTuppenceconlosojosmuyabiertos.

—¿Cómovoyacreerenesascosas?—exclamóel abogadoalzando loshombros.

Las horas fueron transcurriendo. Con los primeros resplandores de laaurora, sir James descorrió las cortinas y contemplaron lo que muy pocoslondinenses veían: el lento ascender del sol y la ciudad dormida. Con lallegada de la luz, los temores e imaginaciones de la noche pasada parecíanabsurdos;Tuppencerecuperólosánimos.

—¡Hurra!—exclamó—.VaahacerundíaespléndidoyencontraremosaTommyyaJaneFinn.Ytodosaldráapedirdeboca.LepediréalseñorCarterquemenombredame.

A las siete, Tuppence fue a preparar un poco de té y volvió con unabandejaenlaquehabíaunateteraycuatrotazas.

—¿Paraquiéneslacuarta?—quisosaberJulius.

—Paralaprisionera,porsupuesto.¿Supongoquedebollamarlaasí?

—Llevarle el té parece un desagravio por lo de anoche —dijoHersheimmer,pensativo.

—Sí,loes—admitióTuppence—.Perodetodasformas,selollevo.Quizásea mejor que vengan los dos, por si se echara sobre mí, o algo así. Nosabemosdequéhumorsedespertará.

SirJamesyJuliuslaacompañaronhastalapuerta.

—¿Dóndeestálallave?Oh,claro,latengoyo.

Laintrodujoenlacerraduray,antesdeabrir,sedetuvo.

—Supongamosquesehubieraescapado—murmuró.

—Esimposible—replicóJuliusparatranquilizarla.

SirJamesnodijonada.

Tuppence se llenó lospulmonesde airey entró exhalandoun suspirodealivioalveralaseñoraVandemeyerenlacama.

—Buenosdías—ledijoentonoalegre—.Letraigounpocodeté.

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Ritanorespondió,Tuppencedejólatazasobrelamesitadenocheyfueadescorrer lascortinas.Cuandosevolvió laseñoraVandemeyeraúnnohabíahechomovimientoalguno.Conunramalazodetemor,Tuppenceseaproximóalacama,perolamanoquelevantóestabafríacomoelhielo.

Ahora la señoraVandemeyer ya no hablaría. Su grito atrajo a los otros.Pocosminutosdespuésnocabíalamenorduda.LaseñoraVandemeyerestabamuerta…debíaestarlodesdehacíavariashoras.Sindudahabía fallecidoenplenosueño.

—¿Noestenermalasuerte?—exclamóJuliusdesesperado.

Elabogadoestabatranquiloysusojosteníanunbrillopeculiar.

—Síqueesmalasuerte—replicó.

—¿Ustedcree?Perosiesimposiblequehayaentradonadie.

—Sí —admitió el abogado—. No veo cómo han podido entrar. Y noobstante,cuandoestáapuntodetraicionaralseñorBrown,semuere.¿Essolounacoincidencia?

—Pero¿cómo…?

—Sí. ¿Cómo? Eso es lo que debemos averiguar. —Permaneció unosinstantes acariciándose la barbilla y repitió sin alterarse—: Tenemos queaveriguarlo.

TuppencesintióquedeserellaelseñorBrown,nolehubieraagradadoeltonodeaquellassencillaspalabras.

Juliusmiróalaventana.

—Laventanaestáabierta—observó—.¿Ustedcreeque…?

Tuppencemoviólacabeza.

—Laterrazasolollegahastaelsaloncitoynosotrosestábamosallí.

—Pudohabersedeslizado—insinuóJulius,perofue interrumpidoporsirJames.

—Los métodos del señor Brown no son tan rudos. Entretanto debemosllamaraunmédico,peroantesdehacerlo, ¿hayalgoenestahabitaciónquepuedaresultarnosdevalor?

Lostresseapresuraronaregistrarla.Lascenizasdelachimeneaindicabanque la señoraVandemeyer había estado quemando papeles antes de intentaremprender elvuelo.Noencontraronnadade importancia, apesarde revisartambiénenlasotrashabitaciones.

—Miren—dijo Tuppence de pronto señalando una pequeña y anticuada

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cajafuertequehabíaenlapared—.Creoquedebeserparaguardarjoyas,peropudierahabertambiénalgomás.

LallaveestabaenlacerradurayJuliuslaabrióparaexaminarsuinterior,cosaenlaqueempleóalgúntiempo.

—Bueno—dijoTuppenceimpaciente.

Hubo una pausa antes de que Julius respondiera y luego, retirando lacabeza,volvióacerrarla.

—Nada—dijoalfin.

AloscincominutosllegóunjovenmédicoqueestuvomuydeferenteconsirJames,aquienconocía.

—Colapso, o posiblemente una dosis excesiva de alguna droga paradormir.—Suspiró—.Huelebastanteacloral.

Tuppence recordó el vaso que ella tirara y se acercó al tocador. AllíencontrólabotellitadelaquelaseñoraVandemeyervertieraunasgotas.

Anteshabíamásdelamitaddesucontenido.Ahoraestabavacía.

CapítuloXIV

Unaconsulta

Tuppence se sorprendió al ver con qué sencillez y facilidad se arreglabatodo gracias al hábil proceder de sir James. Elmédico aceptó enseguida lateoríadeque laseñoraVandemeyerhabíamuertopor tomaraccidentalmenteunadosisexcesivadecloral.Inclusodudabadequefuesenecesarioabrirunainvestigación; dijoque, de ser así, se lo comunicaría a sir James, y tambiénqueteníaentendidoquelaseñoraVandemeyerestabaapuntodepartirparaelextranjeroyquesussirvientesyasehabíanmarchado.SirJamesysusjóvenesamigos habían ido a verla cuando se sintió repentinamentemal y, como noquisierondejarlasola,pasarontodalanocheenelapartamento.¿Conocíanaalguno de sus parientes? Ellos no, pero sir James sugirió que acudiera alabogadodelaseñoraVandemeyer.

Pocodespuésllegóunaenfermeraparahacersecargodetodoylosdemásabandonaroneledificiodeladifunta.

—¿Yahoraqué?—preguntóJuliusconunademándedesaliento—.Meparecequehemosperdidolapistaparasiempre.

SirJamesseacariciabalabarbilla,pensativo.

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—No—dijo tranquilo—.Aúnqueda laposibilidaddequeeldoctorHallnosdigaalgo.

—¡Esverdad!Lohabíaolvidado.

—Es una posibilidad muy remota, pero no hay que descontarla. CreohaberlesdichoquesehospedaenelMetropole.

Lesruegoquevayamosaverlocuantoantes.¿Lesparecebien,despuésdeunbuenbañoyunbuendesayuno?

Quedaron de acuerdo en que Tuppence y Julius regresarían al Ritz ypasaríanarecogerasirJamesmástardeenelcoche.Esteplansellevóacaboconpuntualidady,pocodespuésde lasonce, sedeteníanante elMetropole.Preguntaron por el doctor Hall y un botones fue a buscarle. Llegó pocosminutosdespués.

—¿Puede dedicarnos unosminutos, doctorHall?—le dijo sir James entono amable—. Permítame presentarle a la señorita Cowley y al señorHersheimmeralque,segúncreo,yaconoce.

— ¡Ah, sí,mi querido amigo del episodio del árbol! ¿Qué tal el tobillo,bien?

—Creoqueyaestácuradograciasasutratamiento.

—¿Yelcorazón?¡Ja!¡Ja!

—Aúnsigobuscando—replicóJuliusconprontitud.

—Parairdirectamentealasunto,¿podríamoshablarconustedenprivado?—lepreguntósirJames.

—Desde luego. Creo que aquí hay una habitación en la que nadie nosmolestará.

Abrió lamarcha y los demás lo siguieron.Cuando se sentaron el doctormiróinterrogativamenteasirJames.

—Doctor Hall, estoy verdaderamente interesado en encontrar a ciertajovenconobjetodeobtenersudeclaraciónytengomotivosparapensarquehaestado en su clínica de Bournemouth. Espero no transgredir su éticaprofesionalalinterrogarlosobreestepunto.

—Supongoquesetratadealguienquetendráqueatestiguar.

SirJamesvacilóunmomento,peroalfinreplicó:

—Sí.

—Celebrarédarle toda la informaciónqueobraenmipoder. ¿Cuál es elnombredeesajoven?RecuerdoqueelseñorHersheimmermepreguntó…—

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SevolvióhaciaJulius.

—El nombre importa poco en realidad —dijo sir James—. Con todaseguridadselaenviaronaustedconunnombrefalso.PeromegustaríasabersiconoceaunatalseñoraVandemeyer.

—¿LaseñoraVandemeyer,delnúmeroveintedeSouthAudleyMansions?Laconozco,aunquesuperficialmente.

—¿Nosabeloocurrido?

—¿Aquéserefiere?

—¿NosabequelaseñoraVandemeyerhamuerto?

—¡Diosmío!¡Noteníalamenoridea!¿Cuándohasido?

—Anochetomóunadosisexcesivadecloral.

—¿Lohizoapropósito?

—Sesuponequeporaccidente.Yonopuedoponerloenduda.Elcasoesqueestamañanafueencontradamuerta.

— ¡Qué lástima! Era una mujer muy hermosa. Supongo que debía seramigasuya,puestoqueconocetanbienlosdetalles.

—Conozcolosdetallesporque…bueno,fuiyoquienencontróelcadáver.

—¿Deveras?—dijoeldoctor,sobresaltado.

—Sí—replicósirJames.

—Esunanoticiatriste,peroustedesmeperdonaránsilesdigoquenoveoquérelaciónpuedetenerconelmotivodesuvisita.

—Puesexisteyesesta:¿noesciertoquelaseñoraVandemeyerdejóasucuidadoaunajovenparientasuya?

Juliusseinclinóhaciadelanteconansiedad.

—Sí,escierto—replicóeldoctorsinalterarse.

—¿Conelnombrede…?

—Janet Vandemeyer. Me dijeron que era una sobrina de la señoraVandemeyer.

—¿Cuándoselaenvió?

—Creoqueenjuniooenjuliode1915.

—¿Erauncasomental?

—Está perfectamente cuerda, si es eso lo que quiere decir. Supe que la

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señorita Vandemeyer iba en el Lusitania cuando fue hundido y que, aconsecuenciadeello,habíasufridountrauma.

—Creoqueestamossobrelapistacorrecta—dijosirJamesmirandoasusacompañantes.

—¡Comodijeantes,soyunestúpido!—replicóJulius.

Eldoctormiróatodosconcuriosidad.

—Usteddijoquedeseabasudeclaración.Supongamosquenoseacapazdedársela.

—¿Qué?Acabausteddedecirqueestáperfectamentebien.

—Y lo está. Sin embargo, si desea que declare acerca de algúnacontecimientoocurridoantesdelsietedemayodemilnovecientosquince,nopodráhacerlo.

Lomiraronestupefactosyélasintió.

—Esunalástima.Unagranlástima,puestoquemefiguroquesetratadeunasuntodegranimportancia,sirJames.Peroelcasoesquenopuededecirnada.

—Pero¿porqué?Dígaloya,¿porqué?

Elhombreposósumiradabenévolasobreeljovennorteamericano.

—PorqueJanetVandemeyerhaperdidoporcompletolamemoria.

—¿Qué?

—Es cierto. Es un caso interesante, muy interesante. Y no tan extrañocomoustedes creen.Hanhabidootrosmuchosparecidos.Es el primeroquetengo oportunidad de observar y debo confesar que lo he encontradointeresantísimo.

Ensuspalabrashabíaciertasatisfacciónmorbosa.

—Asíquenorecuerdanada—dijosirJames,despacio.

—Nadaquehaya sucedidoantesdel sietedemayode1915.Despuésdeesafechasumemoriaestanbuenacomolasuyaolamía.

—¿Quéesloprimeroquerecuerda?

—Eldesembarcocon lossupervivientes.Todo loanteriorestáenblanco.Norecuerdasupropionombre,dedóndevenía,nidóndeestaba.Nisiquierahablasupropioidioma.

—Peroesoes,sinduda,muypococorriente—intervinoJulius.

—No, amigomío. Esmuy normal dadas las circunstancias.A raíz de la

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impresión sufrida su sistemanervioso, la pérdidadememoria siempre sigueesapauta.Desde luego,yo lesaconsejéqueconsultaranunespecialista.HayunomuybuenoenParísqueestudiaestoscasos,perolaseñoraVandemeyerseopusopensandoqueesopodríatraerconsigomuchapublicidad.

—Meloimagino—replicósirJames.

—Yocomprendísupuntodevista,lamuchachaesmuyjoven:diecinueveaños. Hubiera sido una lástima que la publicidad perjudicara su porvenir.Además,noexistetratamientoespecialparaestoscasos.Soloesperar.

—¿Esperar?

—Sí,tardeotempranolamemoriavuelvetanrepentinamentecomosefue.Peroesprobablequelamuchachaolvideporcompletoelperíodointermedioyvuelva a recordar a partir del momento en que la perdió al hundirse elLusitania.

—¿Cuándoesperaustedqueocurra?

—Ah, eso no puedo predecirlo —el médico se encogió de hombros—.Algunasvecesescuestióndemeses,otrasinclusosehatardadoveinteaños.Avecesotroshockrealizaelmilagroyhacequerecuerdeloolvidado.

—Otroshock,¿verdad?—dijoHersheimmerpensativo.

—Exacto.HubouncasoenColorado…

Julius no parecía escucharlo. Había fruncido el ceño, absorto en suspropios pensamientos. De pronto salió de su abstracción y dio un golpetremendosobrelamesa,sobresaltándolosatodos,enespecialalmédico.

—¡Yalotengo!Creoquenecesitarésuopiniónmédicaacercadelaideaque voy a exponerles. Supongamos que Jane se vuelva a encontrar en lamismasituación,quelareviva.Elsubmarino,elbarcoquesehunde,todoelmundo a los botes salvavidas… ¿No recobraría lamemoria? ¿No sería unafuerteimpresiónparasusubconsciente,ocomolollamen,capazdeponerlodenuevoenfuncionamiento?

—Esunasugerenciamuyinteligente,señorHersheimmer.Enmiopinión,tendríaéxito.Esunalástimaquenohayaposibilidaddellevarloalapráctica.

—Enrealidad,talvezno,doctor.Peroyoleestoyhablandodesimularlo.

—¿Simularlo?

—Puessí,¿porquéno?Sealquilauntransatlánticoy…

—¡Untransatlántico!—murmuróeldoctorHall,asombrado.

—Secontratanpasajeros…yunsubmarino…Meparecequeestaserála

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únicadificultad.Losgobiernosseresistenaexhibirsusarmasdeguerraynolasvendenalprimeroquesepresenta.Noobstante,creoquepodríaarreglarlo.¿Haoídohablaralgunavezde«soborno»?Puesbien,conellosellegaatodaspartes. Reconozco que no tendremos que disparar un torpedo de verdad. Sitodo el mundo chilla a su alrededor que el barco se hunde, creo que serásuficienteparaunajoventaningenuacomoJane.Cuandolehayanpuestoelchaleco salvavidas y la introduzcan en un bote, rodeada de actores queinterpretenescenasdehisterismo,volveráaencontrarsecomoestabaantesdelmesdemayodemilnovecientosquince.¿Quélesparecemiplan?

EldoctorHallmiróaJuliusyensumiradase reflejó todo loquequeríadecirleenesemomento.

—No—dijo Julius, comprendiendo—. No estoy loco. Lo que acabo dedecirle es perfectamente posible. En Estados Unidos se hace a diario parafilmar películas. ¿No ha visto usted choques de trenes en la pantalla? ¿Quédiferencia existe entre comprar un tren, o comprar un transatlántico? ¡Encuantotengamoslonecesario,lopondremosenpráctica!

EldoctorHallconsiguiórecuperarsuvoz.

—Pero¿yelgasto,miqueridoamigo?—Suvozseelevó—.¡Elgastoqueesorepresenta!¡Seríacolosal!

—Eldineronomepreocupaenabsoluto—explicóJuliusconsencillez.

EldoctorHallvolviósurostrohaciasirJames,quelesonrió.

—ElseñorHersheimmerestábienprovisto.Sí,muybienprovisto.

LamiradadelmédicovolviósobreJuliusconunanuevaexpresión.Yanoeraun jovenexcéntricoque tenía lacostumbredecaersede losárbolesy lemirabaconladeferenciaquemereceunhombreverdaderamenterico.

—Es un plan muy interesante. Muy interesante —murmuró—. ¡Laspelículas… claro! Muy interesante. Me temo que nosotros estamos algoatrasados, igual que nuestrosmétodos. ¿Deveras tiene intenciónde llevar acabosuplan?

—Puedeapostarhastasuúltimodólarquesí.

Elmédico lecreyó, locualeraun tributoasunacionalidad.Siun ingléshubierasugeridosemejantecosahubieradudadodequeestuvieseensusanojuicio.

—Desde luego —replicó Julius—. Usted nos trae a Jane y el resto,déjemeloamí.

—¿Jane?

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—Bueno,laseñoritaJanetVandemeyer.¿Podemosponerunaconferenciaasu clínica pidiendo que la traigan, o prefiere que vaya a recogerla en micoche?

Eldoctorseextrañó.

—Leruegomeperdone,señorHersheimmer.Creíquehabíacomprendido.

—¿Comprendido,qué?

—Quelaseñoritayanoestábajomicuidado.

CapítuloXV

Tuppencerecibeunaproposición

Juliuspegóunrespingo.

—¿Qué?

—Creíqueyalosabía.

—¿Cuándosemarchó?

—Déjemepensar.Hoyes lunes,¿verdad?Debióserelmiércolespasado.Sí,seguro.Fuelamismatardeenqueustedsecayódemiárbol.

—¿Aquellatarde?¿Antesodespués?

—Déjemerecordar:oh,sí,después.Llegóunmensajemuyurgentede laseñoraVandemeyer.Lajovenylaenfermeraquelaatendíasalieroneneltrendelanoche.

Juliusvolvióareclinarseensubutaca.

—La enfermeraEdith semarchó con una paciente…eso lo recuerdo—musitó—.¡Cielos,haberestadotancerca!

EldoctorHallparecióasombrado.

—Noloentiendo.¿Lajovennoestáconsutía?

TuppencemoviólacabezayestabaapuntodehablarcuandounamiradadesirJameslahizocontenerse.Elabogadosepusoenpie.

—Leestoymuyagradecido,doctorHall.Todosleagradecemosloquenosha dicho.Me temo que ahora tendremos que volver a buscar la pista de laseñorita Vandemeyer. ¿Y la enfermera que la acompañó? Supongo que nosabráusteddóndeseencuentra.

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—No hemos sabido nada más de ella. Tengo entendido que tenía quepermanecer con la señorita Vandemeyer durante una temporada. Pero ¿quépuedehaberocurrido?¿Habránsecuestradoalamuchacha?

—Esoestátodavíaporver—dijosirJamesentonograve.

—¿Nocreeustedquedeboavisaralapolicía?—Elmédicovacilaba.

—No,no.Seguramenteestaráconotrosparientes.

Eldoctornoquedómuysatisfecho,perovioquesirJameshabíaresueltono decir nada más y que intentar sacarle alguna información era perder eltiempo. Se despidieron de él y salieron del hotel. Pocos minutos despuéshablabanjuntoalcoche.

—Esenloquecedor—exclamóTuppence—.YpensarqueJuliushaestadovariashorasbajoelmismotechoqueella.

—Fuiunestúpido—musitóeljovenconpesar.

—Ustednopodíasaberlo—leconsolóTuppence.

—Yoleaconsejoquenoseatormente—ledijosirJamesamablemente—.Yasabequenohayquellorarporlalechederramada.

—Lo grave es: ¿qué vamos a hacer ahora?—agregóTuppence, siemprepráctica.

SirJamesseencogiódehombros.

—Puede poner un anuncio pidiendo información sobre la enfermera queacompañóa la joven.Es loúnicoque semeocurreydeboconfesarquenoesperograndesresultados.

—Peronohaynadamásquehacer.

—¿Nada?—Tuppencesedesanimó—.¿YTommy?

—Esperemosquenolehayaocurridonada—dijosirJames.

—Oh,sí,solonosrestaseguiresperando.

PeroenmediodesudesalientosusojosseencontraronconlosdeJuliusy,casi sin darse cuenta él asintió con la cabeza. Julius comprendió que elabogadodabaelcasoporperdidoysurostrosepusograve.

SirJamesestrechólamanodeTuppence.

—Comuníquenmesiaveriguanalgomás.Meremitiránlascartas.

Tuppencelocontemplóconasombro.

—¿Semarcha?

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—Yaselodije.¿Nolorecuerda?AEscocia.

—Sí,peroyocreí…—Lamuchachavacilaba.

—Mi querida jovencita, yo no puedo hacer nada.Nuestras pistas se handesvanecidoenelaire.Leaseguroquenohaynadaquehacer.Sisurgieraalgonuevo,celebraríaaconsejarlosentodoloqueestéamialcance.

Suspalabrasladejarondesolada.

—Supongo que tiene usted razón —le dijo—. De todas formas,muchísimasgraciasportratardeayudarnos.Adiós.

Julius estaba inclinado sobre el coche y los ojos de sir James reflejaronciertacompasiónalverelrostrodesanimadodeTuppence.

—Nodesespere,señoritaTuppence—ledijoenvozbaja—.Recuerdequenosiempresedivierteunodurantelasvacaciones.Avecessetrabajaunpocotambién.

Su tonodevozhizoque la joven alzara lamiraday él hizoungestodeasentimiento.

—No, no puedo decirle más. Hablar demasiado es un gran error.Recuérdelo.Nunca diga todo lo que sabe, ni siquiera a la persona quemásconozca.¿Hacomprendido?Adiós.

Se alejó y Tuppence permaneció inmóvil mirándole. Empezaba acomprender los métodos de sir James. De nuevo la había advertido. ¿Eraaquellounconsejo?¿Quéseescondíaexactamente tras susbrevespalabras?¿Quiso decir que, a pesar de todo, no abandonaba el caso, que en secretoseguiríatrabajandoenélmientras…?

SusreflexionesfueroninterrumpidasporJulius,queledecíaquesubieraalcoche.

—Está muy pensativa—observó mientras arrancaba—. ¿Ha dicho algomás?

Tuppence abrió la boca impulsivamente, pero volvió a cerrarla. En susoídos resonaron laspalabrasde sir James:«Nuncadiga todo loque sabe,nisiquieraalapersonaquemásconozca».Comounrelámpagoacudiótambiénasumente el recuerdo de Julius ante la caja fuerte del piso, su pregunta y lapausa que hizo antes de responder: «Nada». ¿No había nada realmente? ¿Oacasoencontróalgoquequisoguardarsoloparasí?Siélpodíaserreservado,ellatambién.

—Nadaenparticular—replicó.

SintióqueJuliusledirigíaunamiradadesoslayo.

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—Oiga,¿quierequedemosunavueltaporelparque?

—Comoguste.

Durante un rato, circularon en silencio bajo los árboles. Era un díaradiante.ElairefrescoanimóaTuppence.

—Dígame,señoritaTuppence,¿creeustedquellegaréaencontraraJane?

Juliushablócondesánimo.Aquelloeratanraroenél,quelajovenlomirósorprendida.

—Sí,escierto.Estoydesanimado.Yalohavisto:sirJamesnonoshadadola menor esperanza. No me resulta simpático. No sé por qué, pero no nosllevamos bien. Es muy inteligente y me figuro que no lo dejaría correr siexistiera lamenor posibilidad de éxito.Dígame, ¿no es cierto? ¿No lo creeasí?

Tuppencesesintióalgoculpable,peroseaferróalacreenciadequeJuliustambiénlehabíaocultadoalgoysemantuvofirme.

—Sugirióquepusiéramosunanunciopidiendonoticiasdelaenfermera—lerecordó.

—Sí, ¡con un tono de «se perdió hasta la última esperanza»!No. Estoyharto.EstoycasidecididoaregresaraEstadosUnidos.

—¡Oh,no!—exclamóTuppence—.TenemosqueencontraraTommy.

—Vaya,me había olvidado de Beresford—dijo el joven, contrito—. Escierto. Tenemos que encontrarlo. Pero después… bueno, he estado soñandodespiertodesdequeempecélabúsquedaytodosmissueñossevienenabajo.Estoy harto de ellos. Oiga, señorita Tuppence, hay algo que quisierapreguntarle.

—¿Sí?

—¿QuéhayentreustedyBeresford?

—No lo comprendo—replicóTuppencemuydigna, agregandoconmuypocalógica—:¡Ydetodasformas,seequivoca!

—¿Noestánenamorados?

—Desdeluegoqueno—dijoTuppenceacalorada—.Tommyyyosomosamigos,peronadamás.

—Me imagino que todas las parejas de enamorados han dicho eso enalgunaocasión.

— ¡Tonterías! ¿Tengo aspectode ser de esas chicas que se enamorandetodosloshombresqueconocen?

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—No. ¡Su aspecto es más bien de esas chicas de las que todos seenamoran!

—¡Oh!—dijoTuppence,cogidaporsorpresa—.Supongoqueesoesuncumplido.

—Porsupuesto.Ahorapongamosenclarounacosa.

—¡Estábien,dígalo!Séhacerfrentealoshechos.Supongamosquehayamuerto.¿Qué?

—Yquetodoesteasuntosevengaabajo.¿Quépiensaustedhacer?

—Nolosé.

—Seencontrarámuysola.

—No se preocupe por mí —replicó Tuppence, que no resistía versecompadecidapornadie.

—¿Quélepareceelmatrimonio?

—Desde luego,mi intención es casarme—explicó la joven—. Es decir,si…—sedetuvodispuestaavolverseatrás,peroalfinsemantuvoensuideaconvalentía—…siencuentroaunhombrelobastanterico.Estoesserfranca,¿noleparece?Supongoqueahoramedespreciará.

—Nuncahedespreciadoel instintocomercial—dijoHersheimmer—.¿Aquéaspirausted?

—¿Serefiereasihadeseraltoobajo?—Tuppencelomiróextrañada.

—No.Merefieroaquérenta…quéfortuna…

—¡Oh!Todavíanolohepensado.

—¿Quéleparezcoyo?

—¿Usted?

—Sí,yo.

—¡Oh,nopodría!

—¿Porquéno?

—Ledigoquenopodría.

—Yyovuelvoapreguntarleporquéno.

—Nomepareceríaleal.

—Noveo la deslealtad.Yo la admiromucho, señoritaTuppence,muchomásqueaningunaotradelasjóvenesqueheconocido.Esustedmuyvaliente.Meencantaríapoderproporcionarleunaexistenciaverdaderamenteagradable.

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Digaunapalabraynos iremosa lamejor joyeríaparadejararreglado lodelanillo.

—Nopuedo.

—¿PorBeresford?

—¡No,no!¡No!

—Entonces,¿porqué?

Tuppenceselimitóamenearlacabezaconenergía.

—Noespereencontrarmásdólaresdelosqueyotengo.

— ¡Oh, no es eso!—exclamó Tuppence con una risa histérica—. Pero,agradeciéndoselo mucho y todo lo que se dice en estos casos, creo mejordecirlequeno.

—Leruegoquelopiensehastamañana.

—Esinútil.

—Noobstante,prefieroquelodejemosasíhastamañana.

Ningunode losdosvolvióahablarhastaque llegaronalRitz.Tuppencesubió a su habitación. Se sentía moralmente derrotada después de haberseenfrentadoalavigorosapersonalidaddeJulius.Sentadaanteelespejoestuvocontemplandosuimagendurantealgunosminutos.

—Tonta—murmuróalfinhaciendounamueca—.Másquetonta.Tienestodoloquedeseas,todoloquehasesperadoyvas,ylesueltasun«no»comounaestúpida.Esunaoportunidadúnica.¿Porquénolaaprovechas?¡Quémáspuedesdesear!

Como si respondiera a su propia pregunta, sus ojos se posaron en unapequeñafotografíadeTommyqueestabasobreeltocador.Porunosmomentosquiso conservar el dominio de sí misma, pero al fin, abandonando tododisimulo,selallevóaloslabiosestallandoensollozos.

— ¡Oh, Tommy, Tommy!—exclamó—. Te quiero tanto y no volveré avertenunca…

Alcabodecincominutos,Tuppencese incorporó,sesecó las lágrimasypeinósuscabellos.

—Esoes—observóentonofirme—.Hayquehacerfrentealarealidad.Alparecer,meheenamoradodeunidiotaaquienprobablementele importouncomino. —Hizo una pausa y luego resumió, como discutiendo con un serinvisible—: Aunque esto lo ignoro. De todas formas, nunca se hubieraatrevido a decírmelo. Siempre me he burlado del sentimentalismo y ahora

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resulta que soymás sentimental que nadie. ¡Qué tontas somos lasmujeres!Siemprelohepensado.Supongoqueahoradormiréconsuretratodebajodelaalmohadaysoñarétodalanocheconél.Esterribleverqueunanoesfielasusprincipios.

Tuppencesacudiólacabezayvolvióalarealidad.

—NoséquévoyadecirleaJulius.¡Oh,quétontamesiento!Tendréquedecirlealgo.Estannorteamericanoycabal,queinsistiráenqueledélarazón.Porotrolado,quisierasabersiencontróalgoenlacajafuerte.

Sus reflexiones se dirigieron por otros derroteros y recordó losacontecimientos de la noche anterior que parecían concordar con lasenigmáticaspalabrasdesirJames.

Depronto,sesobresaltóyelcolorhuyódesurostro.Susojossefijaron,muyabiertos,enlosdesuimagenreflejadaenelespejo.

— ¡Imposible!—murmuró—. ¡Imposible!Debo de haberme vuelto locaparapensarsiquieraunacosaasí.

Eramonstruosoy,noobstante,loexplicabatodo.

Tras unos momentos de reflexión, se sentó para escribir una nota,pensandocadaunadesuspalabras.AlfinquedósatisfechaylaintrodujoenunsobrequedirigióaJulius.

Fuehasta su saloncitoy llamóa lapuerta.Comoesperaba, lahabitaciónestabavacíaydejó lacarta sobre lamesaparaqueJulius laencontraraa suregreso.

Un botones estaba aguardando ante la puerta cuando regresó a suhabitación.

—Untelegramaparausted,señorita.

Tuppence lo recogió de la bandeja y lo abrió, lanzando un grito. ¡EltelegramaeradeTommy!

CapítuloXVI

MásaventurasdeTommy

Tommyfuevolviendolentamentealavidadesdeunaoscuridadsalpicadade destellos. Cuando al fin consiguió abrir los ojos, lo único de que tuvoconcienciafuedeunagudodolorenlassienes.Vislumbróapenasunambientedesconocido.¿Dóndeestaba?¿Quéhabíaocurrido?

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Parpadeó.AquellanoerasuhabitacióndelRitz.¿Yquédiabloslepasabaasucabeza?

— ¡Maldita sea!—dijo Tommy, intentando incorporarse al recordar. SeencontrabaenaquellasiniestracasadelSohoyconungemidovolvióadejarsecaercomoestaba.

Conungranesfuerzo,porqueapenassipodíamantener losojosabiertos,fueinspeccionándolotodoconsumaatención.

—Ya vuelve en sí —dijo una voz cerca de su oído, que reconocióenseguida como la del alemán de la barba. Procuró no moverse. Sería unapena despertar demasiado deprisa y, hasta que el dolor de cabeza no seamortiguaraunpoco,noseríacapazdecoordinarsusideas.Penosamentetratóde recordar lo ocurrido. Sin duda, alguien debió haberse deslizado a susespaldasparapropinarleungolpeenlacabeza.Ahorasabíanqueeraunespíay debían tenerlo bajo vigilancia. Estaba perdido. Sus amigos ignoraban suparadero y, por lo tanto, no cabía esperar ayuda exterior; solo le restabaconfiarensupropiainteligencia.

Bueno, ahí va, murmuró para sus adentros y repitió su exclamaciónanterior.

—¡Malditasea!—Estavezconsiguióincorporarse.

Alminutosiguiente,elalemánleacercabaunvasoaloslabios.

—Bebaesto.

Tommy obedeció. El brebaje le hizo toser, pero le despejó las ideas deinmediato.

Se encontraba tendido sobreundiván, en lamismahabitación enque sehabíacelebradolareunión.Aunladoestabaelalemány,enelotro,elporterocon cara de villano que le había dejado entrar. Los demás se hallabanagrupadosaciertadistancia.Sinembargo,Tommyechódemenosunrostro.ElhombreconocidoporelNúmeroUnoyanoestabaentreellos.

—¿Seencuentramejor?—lepreguntóelalemán.

—Sí,gracias—respondióTommy,entonoanimoso.

—¡Mijovenamigo,hasidounasuertequetuvieraelcráneotanduro!ElbuenodeConradlediounbuenporrazo.—Señalóalsiniestroportero.

Elhombresonrió.

Tommyvolviólacabezahaciaunladocondolorosoesfuerzo.

—¡Oh!DemodoqueustedesConrad.Amímeparecequeladurezademi cráneo ha sido una suerte también para usted. Al verlo, considero una

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lástimahaberlepermitidoescapardelverdugo.

Elaludidogruñóyelalemándelabarbadijosinalterarse:

—Nohubieracorridoningúnriesgo.

—Como guste. Sé que está demoda despistar a la policía. Yo tampococonfíomuchoenella.

Susmodaleserandelomásdesenvuelto.Tommyeraunodeesosjóvenesinglesesquenosedistinguenporningunadote intelectualespecial,peroquesaben portarse de un modo inmejorable en un momento difícil. Tommy sedaba perfecta cuenta de que la única oportunidad de escapar estaba en suingenioy,detrásdesusmanerasdespreocupadas,sucerebrotrabajabaatodavelocidad.

—¿Tieneustedalgoquedecirantesdemorirporespía?—dijoelalemán,reanudandolaconversación.

—Montonesdecosas—replicóTommyconlamismanaturalidaddeantes.

—¿Niegahaberescuchadodetrásdeesapuerta?

—No. Debo disculparme, pero su conversación era tan interesante quevenciómisescrúpulos.

—¿Cómoentróaquí?

—ElamigoConradmeabriólapuerta.—Tommylesonrió—.Noquisierasugerirlesque lodespidan,pero laverdadesquedeberían tenerunvigilantemásdefiar.

Conradgruñóy,cuandoeldelabarbasevolvióhaciaél,dijo:

—Mediolacontraseña.¿Cómoibaasaberlo?

—Sí—intervinoTommy—.¿Cómoibaasaberlo?Noleechenlaculpaalpobre. Su impulsiva acciónme ha proporcionado el placer de verlos cara acara.

Sus palabras causaron cierta inquietud en el grupo, pero el alemán lostranquilizóconunligeroademándelamano.

—Losmuertosnohablan—dijoentonodesentencia.

—¡Ah!—exclamóTommy—.¡Peroyoaúnnoestoymuerto!

—Peronotardaráenestarlo—afirmóelalemán,coreadoporunmurmullodeaprobación.

Tommynotóqueelcorazónlelatíadeprisa,perosupresenciadeánimonoloabandonó.

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—Creoqueno—dijoconfirmeza—.Voyadarlesmuchasdificultades.

Alverelrostrodelalemán,comprendióqueloshabíaintrigado.

—¿Escapazdedarmeunasolarazónporlaquenopodamosmatarlo?—lepreguntó.

—Varias—replicóTommy—.Escuche,haestadohaciéndomeunaseriedepreguntas.Ahoravoyahacerleunayo.¿Porquénomehanmatadoantesdequerecobraseelconocimiento?

ElalemánvacilóyBeresfordseaprovechódeaquellacircunstancia.

—Porque ignoraban lo que yo sabía y dónde había obtenido esasinformaciones.Ysimematanahora,nolosabránjamás.

Peroalllegaraestepunto,Borisseadelantóconlasmanosenalto.

—¡Condenadoespía!Hayquequitarlodeenmedioenseguida.¡Matadlo!¡Matadlo!

Hubouncorodeaplausos.

—¿Haoído?—dijoelalemánmirandoaTommy—.¿Quétienequedeciraesto?

— ¿Decir? —Tommy se encogió de hombros—. Hatajo de imbéciles.Dejen que les haga unas cuantas preguntas. ¿Cómo entré en este lugar?Recuerdan las palabras del amigo Conrad: «Me dio la contraseña».¿Recuerdan? ¿Cómo me enteré? No supondrán que vine al azar y dije laprimerapalabraquesemeocurrió.

Tommyquedósatisfechodesudiscurso.LoúnicoquelamentabaeraqueTuppencenoestuvieseallíparaapreciarloentodosuvalor.

—Es cierto —exclamó de pronto el obrero—. ¡Camaradas, hemos sidotraicionados!

SelevantóunmurmulloyTommylessonrióenvalentonado.

—Esoestámejor.¿Cómopiensantriunfarenalgunaempresa,sinoutilizanelcerebro?

—Usted va a decirnos quién nos ha traicionado —señaló el alemán—.Aunqueesono losalvará. ¡Oh,no!Nosdirá todo loquesepa.Borisconocemuchosmediosparaquelagentehable.

— ¡Bah!—dijo Tommy, luchando contra la sensación desagradable quesentíaenlabocadelestómago—.Novanatorturarme,nimematarán.

—¿Porquéno?—preguntóBoris.

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—Porquedeesemodosequedaríansinlagallinadeloshuevosdeoro—replicóTommysininmutarse.

Hubounapausamomentánea.Parecíacomosi lapersistentecertidumbredelmuchacholoshubieraconvencidoalfin.Yanoestabantansegurosdesímismos.Elhombredeltrajeraídolomiródetenidamente.

—Seestáburlandodeti,Boris—opinóconcalma.

En aquel momento Tommy lo odió. ¿Es que aquel hombre habíaconseguido leer sus pensamientos? El alemán se volvió hacia Tommy conesfuerzo.

—¿Quéquieredecir?

—¿Quécreequequierodecir?

De prontoBoris se adelantó para descargar un puñetazo en el rostro delmuchacho.

—¡Habla,cerdoinglés,habla!

—Noseexcitetanto,queridoamigo—dijoTommyconcalma—.Esoeslomalodeustedes,losextranjeros.Nosabenconservarlacalma.Ahora,dígame,¿piensanremotamentequepodránmatarme?

Miróconfiadoasualrededor,alegrándosedequenooyeranelfuertelatirdesucorazón,quedesmentiríasuactitud.

—No—admitióBorisalfin—.Nodaesaimpresión.

GraciasaDiosquenopuedeleerelpensamiento,sedijoTommyyenvozaltaagregó:

—¿Porquéestoytanconfiado?Porqueséalgoquemecolocaenposicióndeproponerlesuntrato.

—¿Untrato?—Eldelabarbalomiróextrañado.

—Sí,untrato.Mividaymilibertadacambiode…

Hizo una pausa, durante la que se hubiera podido oír el vuelo de unamosca.

Tommyhablódespacio.

—LospapelesqueDanverstrajodeEstadosUnidosenelLusitania.

El efecto que produjeron sus palabras fue semejante al de una descargaeléctrica. Todos se levantaron, pero el alemán los contuvo con un gesto almismotiempoqueseinclinabasobreTommyconelrostrorojodeexcitación.

—¡Himmel!¡Entonceslostieneusted!

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Conungestodesuperioridad,Tommymeneólacabeza.

—¿Sabedóndeestán?—insistióelalemán.

Tommyvolvióanegarconunademán.

—Notengolamenoridea.

—Entonces…entonces…—Lefallabanlaspalabras.

Beresfordmiró a su alrededor y vio el furor y el asombro reflejados encadaunodelosrostros,perosucalmayseguridadhabíanlogradosuobjetivo,ynadiedudabadequealgoseocultabatrassuspalabras.

—No sé dónde están esos papeles, pero creo que lograré encontrarlos.Tengounateoría.

—¡Bah!

Tommyalzólamanoparaacallarlasprotestas.

—Yolollamoteoría,peroestoybastantesegurodeciertoshechosquenoconocenadiemásqueyo.Ydetodasformas,¿quépuedenperder?Siyolestraigo el documento, ustedesme dan a cambiomi vida ymi libertad. ¿Lesparecebien?

—¿Ysinosnegamos?—dijoelalemán.

Tommysetendióeneldiván.

—Para el día veintinueve faltan menos de quince días —manifestó,pensativo.

PorunmomentoelalemánvacilóyalcabohizoungestoaConrad.

—Llévalealaotrahabitación.

Durante cincominutos,Tommypermaneció sentado sobre la cama de lahabitación contigua. El corazón le latía con violencia. Lo había arriesgadotodo a una carta. ¿Qué decidirían?Mientras esta preguntamartilleaba en suinterior iba charlandodespreocupadamente con suguardián, provocando susmaníashomicidas.

PorfinseabriólapuertayelalemánordenóaConradqueregresaran.

—Esperemosqueeljueznosehayapuestoelcapuchónnegro—observóTommyentonoindiferente—.Estábien.Conrad,llévameadentro.Caballeros,elprisioneroestáenelbanquillo.

ElalemánhabíavueltoasentarsedetrásdelamesaehizoqueTommysecolocarafrenteaél.

—Aceptamossuscondiciones.Lospapelesnosdebenserentregadosantes

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deponerloenlibertad.

— ¡No sea tonto!—dijoTommyen tono amistoso—. ¿Cómocreeustedquevoyahacermeconellossimetieneaquíatadoalapatadelamesa?

—¿Quéesperaentonces?

—Debotenerlibertadparallevarelasuntoamimanera.

Elalemánrio.

—¿Creequesomosniñosparadejarlemarcharporunabonitahistoriadepromesas?

—No.Aunquehubierasidomuchomássencilloparamí,laverdadesqueno creía que aceptaran este plan.Muy bien, haremos otro arreglo. ¿Qué lesparecesimeacompañaConrad?Esfielymuyrápidoconsuspuños.

—Preferimosquesequedeaquí—afirmóelalemánfríamente—.Unodelos nuestros llevará a cabo sus instrucciones. Si las operaciones soncomplicadas,volveráainformarleyustedleaconsejarádenuevo.

—Me ata usted las manos —se quejó Tommy—. Es un asunto muydelicado y ese individuo puede cometer una torpeza. ¿En qué situaciónquedaréyoentonces?Nocreoqueningunodeustedestengaunápicedetacto.

Elalemángolpeólamesa.

—Estassonnuestrascondiciones.¡Sino,lamuerte!

Tommyvolvióareclinarse.

—Megustasuestilo.Breve,peroatractivo.Bien,sea.Perohayunacosaesencial:tengoqueveralamuchacha.

—¿Quémuchacha?

—JaneFinn,porsupuesto.

Elotrolomiróconcuriosidaddurantealgúntiempoy,finalmente,comosiescogieralaspalabrascongrancuidado,manifestó:

—¿Acasonosabequenopuededecirlenada?

ATommyelcorazónlelatiómásdeprisa.¿Conseguiríavercaraacaraalajovenquebuscaba?

—Novoyapedirlequemediganada—dijosininmutarse—.Esdecir,quemelodigaconpalabras.

—Entonces,¿paraquéquiereverla?

—Parapoderobservarsurostrocuandolehagaciertapregunta.

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Denuevoaparecióuna expresión en losojosdel alemánqueTommynosupointerpretar.

—Nopodráresponderasupregunta.

—Esonoimporta.Verésurostrocuandoselahaga.

— ¿Y cree que eso va a decirle algo?—Soltó una risa desagradable yTommysintiómásquenuncaquehabíaalgoquenocomprendía.Elalemánlomiraba fijamente—. Me pregunto si después de todo sabrá tanto comopensamos.

Elmuchachosesintiómenosseguroqueantes.¿Quéhabríadicho?Estabaintrigadoyhablósiguiendoelimpulsodelmomento.

—Puedehabercosasqueustedsepayyono.Nopretendoconocer todoslosdetallesdesuorganización,peroyoamivezséalgoqueustedignorayesaesmiventaja.Danverseraunindividuoextremadamenteinteligente…

Se interrumpió como si hubiera habladomás de la cuenta; el rostro delalemánseiluminóuntanto.

—Danvers—musitó—.Yacomprendo.—HizounapausayluegoagregódirigiéndoseaConrad—:Llévalearriba.Arriba,yasabes.

—Espereunminuto—dijoTommy—.¿Quéhaydelachica?

—Quizáloarreglemos.

—Asítendráqueser.

—Veremos.Solopuededecidirlounapersona.

—¿Quién?—preguntóelmuchacho,aunqueimaginabalarespuesta.

—ElseñorBrown…

—¿Loveré?

—Talvez.

—Vamos—ordenóConradconvozronca.

Tommy se puso en pie, obediente. Una vez en el piso superior, Conradabriólapuertaylohizoentrarenuncuartucho.Encendióunmecherodegasysalió.Tommyoyóelruidodelallavealgirarenlacerradura.

Sedispusoaexaminarellugar.Eraunahabitaciónmáspequeñaqueladeabajo y su atmósfera un tanto peculiar. Entonces comprobó que no teníaventanas. Las paredes estabanmuy sucias, como todo lo demás, y de ellascolgabancuatrograbadosrepresentandoescenasdeFausto.Margaritaconsujoyero, la escena de la iglesia, Siebel y sus flores, Fausto yMefistófeles…

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EsteúltimoletrajodenuevoelrecuerdodelseñorBrown.Enaquellaestanciacerrada,consupuertaherméticaypesada,sesentíaapartadodelmundoyleparecía mucho más real el siniestro poder de aquel archicriminal. Allí,encerrado,nadieconseguiríaoírle.Aquellugareraunatumba.

Se rehízo con un esfuerzo. Se sentó en la cama para entregarse a lareflexión.Ledolíamucholacabezayademásestabahambriento.Elsilenciodeaquellugareradesesperante.

Detodasformas,sedijo, tratandodeanimarse,veréal jefe,almisteriososeñorBrown,yconunpocodesuerte,parapodercontinuarlafarsa,inclusoaJaneFinn.Después…

DespuésTommy sevioobligado a admitir que el porvenir se presentabamuynegro.

CapítuloXVII

Annette

Sin embargo, las preocupaciones por su futuro se desvanecieron prontoantelaspresentes.Ylamásacucianteeraladelhambre.Tommygozabadeunapetitoespléndidoyelbistecconpatatasfritasdelmediodíaleparecíaahoradeotradécada,porloquereconocióconpesarquepodríateneréxitosihacíahuelgadehambre.

Anduvodeunladoaotrodesuprisión.Unaodosvecesdejóaunladosudignidadyaporreólapuertaperonadieacudióasusllamadas.

—¡Alcuernotodo!—exclamóTommy,indignado—.¡Noesposiblequevayanadejarmemorirdehambre!—Eltemorseapoderódeélalconsiderarque talvez fueseunode los«medios»dehacerhablaraunprisionero.Peropensándolomejordesechóaquellaespantosaidea.

— ¡Ese bruto deConrad!Disfrutaría dándole sumerecido. Esto lo haceparademostrarmesurencor.Estoyseguro.

Posteriores meditaciones le llevaron a pensar que sería en extremoagradableteneralgoconquégolpearlacabezadehuevodeConrad.Tommyseacarició la suya,entregándosea losplaceresde la imaginación.Al fin, laluzdeunaideailuminósumente.¿Porquénoconvertirlaenrealidad?Conraderasindudaalgunaelinquilinodelacasa.Losotros,conlaposibleexcepcióndel barbudo alemán, la utilizaban solo como lugar de reunión. Por lo tanto,¿por qué no esperar a Conrad oculto detrás de la puerta y, cuando entrara,descargarsobresucabezaunasillaocualquieradelasdescoloridaspinturas?

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Claro que debía tener cuidado de no darle demasiado fuerte. Luegosencillamentesemarcharíadeallí.Siencontrabaaalguienantesdesaliralacalle…bueno,Tommyseanimóalimaginarunencuentroapuñetazolimpio,quesiempreseríamejorqueelencuentroverbaldeaquellatarde.

Entusiasmado con suplan,Tommydescolgó el cuadrodeMefistófeles yFausto, para situarse luego en la posición adecuada. Se sentía mucho másanimado.Suplanleparecíasencilloperoexcelente.

EltiempoibatranscurriendoyConradnoaparecía.Lanocheyeldíaeranlamismacosaenaquellahabitación,peroelrelojdepulseradeTommy,queerabastanteexacto,marcabalasnuevedelanoche.Pensóamargamentequesinolellevabanprontolacena,seríacuestióndeempezaraesperareldesayuno.A las diez, perdida toda esperanza, se tendió en la cama para dormir.A loscincominutoshabíaolvidadotodassuspenas.

Elruidodelallavelodespertódesuletargo.Nopertenecíaaltipodehéroeque despierta con la plena posesión de sus facultades y por ello parpadeómirando al techo mientras se preguntaba dónde estaba. Cuando recordó loocurrido,echóunvistazoasureloj.Eranlasocho.

—Eslahoradeltéodeldesayuno—dedujo—.¡Diosquieraqueseaestoúltimo!

Seabrió lapuerta;erademasiadotardeparaponerenprácticasuplandeatacaraConrad.Unmomentomástardesealegrabadehaberloolvidado,yaquenofueConradquienentró,sinounamuchachaportadoradeunabandejaquedejósobrelamesa.

A la escasa luzdelmecherodegas,Tommyparpadeóextasiado,pues setratabadeunade las jóvenesmásbonitasquevieraensuvida.Suscabelloserandecolorcastañoconalgunosreflejosdorados,comosientreellosllevaraaprisionadosrayosdesol.

UnpensamientodelirantecruzólamentedeTommyBeresford.

—¿EsustedJaneFinn?—lepreguntóconteniendolarespiración.

Lamuchachameneólacabeza,extrañada.

—MinombreesAnnette,monsieur—dijoenuninglésalgoimperfecto.

—¡Oh!—exclamóbastantesorprendido—.¿Esustedfrancesa?

—Oui,monsieur.¿Parlezvousfrançais?

—No—replicóTommy—.¿Quéeseso?¿Eldesayuno?

La muchacha asintió y Tommy, saltando de la cama, fue a examinar elcontenidodelabandeja,queconsistíaenunpan,algodemargarinayuntazón

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decafé.

—Nosecome igualqueenelRitz—observóconun suspiro—,peroosdoylasgracias,señor,porlosalimentosquealfinvoyatomar.Amén.

Acercóunasillaylamuchachasedirigióalapuerta.

—Espere un momento. Hay muchísimas cosas que quisiera preguntarle,Annette.¿Quéhaceustedenestacasa?NomedigaqueeslasobrinaolahijadeConrad,porquenopodrécreerlo.

—Soyladoncella,monsieur.Nosoyparientedenadie.

—Ya.Sabedesobrasloqueacabodepreguntarle.¿Haoídoalgunavezesenombre?

—CreoqueheoídohablaralgunavezdeJaneFinn.

—¿Nosabedóndeestá?

Annettemeneólacabeza.

—¿Noestáenestacasa,porcasualidad?

—¡Oh,no,monsieur!Ahoradebomarcharme,meestánesperando.

Salióatodaprisaycerróconllave.

—Me pregunto quiénes la estarán esperando—musitó el jovenmientrasdevoraba el pan—.Con un poquitín de suerte esa chica podría ayudarme asalirdeaquí.Noparecedelabanda.

Alauna,Annettereaparecióconotrabandeja,peroestavezacompañadadeConrad.

—Buenos días —dijo Tommy en tono amistoso—. Ya veo que no hautilizadoeljabón.

Conradlanzóungruñidoamenazador.

—Elmundo está mal repartido, ¿verdad, viejo? Vaya, vaya, no siempreconsigueunoser inteligenteyademásserbienparecido.¿Qué tenemosparacomer?¿Estofado?¿Quecómolosé?Elemental,miqueridoWatson,suaromaesinconfundible.

—Hable cuanto quiera —gruñó el hombre—. Es muy probable que lequedepocotiempoparahacerlo.

Elcomentarioeradesagradablepor loquedabaaentender,peroTommynohizocasoysesentóalamesa.

—Retírese,lacayo—dijoconungesto—.Ynohableconsussuperiores.

Aquella tarde, Tommy, sentado en la cama, meditó profundamente.

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¿Volvería Conrad a acompañar a la muchacha? En caso contrario, ¿searriesgaría a tratar de convertirla en su aliada?Decidió no dejar piedra porremover.Susituacióneradesesperada.

Alasocho,elsonidofamiliardelallavelehizoponerseenpiedeunsalto.Lamuchachaentrósola.

—Cierrelapuerta—leordenó—.Quierohablarconusted.

Ellaobedeció.

—Escúcheme,Annette,quieroquemeayudeasalirdeaquí.

—¡Imposible!Haytreshombresenelpisodeabajo.

—¡Oh!—Tommyleagradeciósecretamentelainformación—.Pero¿meayudaríasipudiera?

—No,monsieur.

—¿Porquéno?

Lamuchachavacilaba.

—Me temo que… son los míos. Usted los ha espiado. Hacen bien entenerloencerradoaquí.

—Son un hatajo demalvados,Annette. Sime ayudara, yo la libraría deellosyprobablementeganaríaunbuenmontóndedinero.

Perolajovenselimitóamenearlacabeza.

—Nomeatrevo,monsieur,lestengomiedo.

Sevolvióparamarcharse.

—¿Noharíanadaporayudaraotrajoven?—exclamóBeresford—.Tienesumismaedad.¿Nolasalvaríadesussecuestradores?

—¿SerefiereaJaneFinn?

—Sí.

—¿Esaellaaquiénvinoabuscar?

—Sí.

Lamuchachalomiróyluegosepasólamanoporlafrente.

—JaneFinn.Siempreoigoesenombreymeresultafamiliar.

—Probablementedebesaberalgodeella.

Lamuchachasealejóconunmovimientobrusco.

—Nosénada,soloelnombre.

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Fuehastalapuertaydeprontolanzóungrito.

Tommy se sobresaltó. Había visto el cuadro que él descolgara la nocheanteriory,porunmomento,susojoslomiraronaterrorizados.Luego,cuandohubo recobrado su expresión habitual se marchó sin que Tommy pudieraimpedírselo.¿Esqueacasoimaginóquehabíaintentadoatacarla?No.Volvióacolgarelcuadromuypensativo.

Transcurrierontresdíasmásenaquellaterribleinactividad.Tommysentíaque aquella tensión iba haciendo mella en sus nervios. No veía más que aConrad yAnnette. Pero lamuchacha había enmudecido. Solo le hablaba enmonosílabosysusojoslomirabanconrecelo.Elmuchachoeraconscientedeque, si continuabamucho tiempo en aquel encierro, terminaría por volverseloco.SupoporConradqueesperabanórdenesdelseñorBrown.TommypensóquetalvezestuvieraenelextranjeroosehubieseausentadodeLondresysevieranobligadosaesperarsuregreso.

Peroenlanochedeltercerdíatuvounrudodespertar.

Eranapenas lassietecuandooyóruidodepasosenelpasillo.AlminutosiguienteseabriólapuertayentróConradacompañadodelNúmeroCatorce.ATommyseleparóelcorazónalverlos.

—Buenasnoches—dijoaquelhombre—.¿Tienelacuerda,camarada?

El silenciosoConrad sacóunacuerda largaymuydelgada,yelNúmeroCatorceempezóaatarledepiesymanos.

—¿Quédiablos…?—empezóadecirTommy.

LalentaymacabrasonrisadeConradlehelólaspalabrasenloslabios.

ElNúmeroCatorceconcluyósutareayTommyquedóhechounpaqueteysinpodermoverse.Alfin,Conradhabló.

—Creíste habernos engañado, ¿verdad? Con lo que sabías y lo que nosabías. ¡Haciendo tratos! ¡Y todo eran baladronadas! Sabes menos que ungatito.Peroahoratehemosdescubierto,cerdo.

Tommy guardó silencio. ¿Qué podía decir? Había fracasado. De unamanerauotraelomnipotenteseñorBrownhabíaadivinadosusfalsedades.Deprontotuvounaidea.

—Unbonitodiscurso,Conrad—dijoentonodeaprobación—.Pero¿paraquétantosrodeos?¿Porquénodejaqueestecaballeromecorteelcuellosinmástardanza?

—Se lo diré —dijo el Número Catorce inopinadamente—. ¿Cree quesomos tan estúpidos como para deshacernos de usted aquí y que la policíavenga a meter las narices? Hemos pedido el carruaje de su señoría para

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mañana por la mañana, pero entretanto no queremos correr riesgos,¿comprende?

—Estáclarísimo.Ytienetanmalaspectocomosurostro.

—Nosemueva—leordenóelNúmeroCatorce.

—Conmucho gusto. Pero sepa que está cometiendo un grave error. Endefinitiva,seráustedquienperderá.

—Novolverá a engañarnos—dijo elNúmeroCatorce—.Habla como sitodavíaestuvieraenelRitz.

Tommynocontestó,preocupadoenimaginarcómoelseñorBrownhabíadescubierto su identidad.Al findecidióqueTuppence,presade laansiedad,habría acudido a la policía, haciéndose pública su desaparición, y la bandahabíaatadocabosenseguida.

Losdoshombreshabíancerradolapuerta.Tommyquedóasolasconsuspensamientos, muy poco agradables, por cierto. Sus miembros se ibanentumeciendoynoveíalamenoresperanzaporningúnlado.

Habíatranscurridocosadeunahoracuandooyógirarlallavelentamenteylapuertaseabrió.EraAnnette.

ATommyelcorazónempezóalatirlemásdeprisa.Sehabíaolvidadodelamuchacha.¿Eraposiblequeacudieraensuayuda?

DeprontoseoyólavozdeConrad.

—Saldeahí,Annette.Hoynoquierecenar.

—Oui, oui, je sais bien. Pero tengo que recoger la otra bandeja.Necesitamoslosplatos.

—Bien,dateprisa—gruñóConrad.

SinmiraraTommy,lamuchachaseinclinósobrelamesapararecogerlabandejayluegoapagólaluz.

—¡Malditaseas!—Conradsellegóhastalapuerta—.¿Porquélaapagas?

—Siempre la apago. Debiera habérmelo dicho. ¿Vuelvo a encenderla,monsieurConrad?

—No,saldeahíya.

—Le beau petit monsieur —exclamó Annette, deteniéndose junto a lacama en la oscuridad—. ¿Le han atado bien, hein? ¡Está como un pollorelleno!

El franco regocijo de su rostro sorprendió al muchacho, que en aquel

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preciso momento notó que una mano palpaba su brazo hasta depositar unobjetopequeñoyfríoenlapalmadesumano.

—Vamos,Annette.

—Maismevoila.

SecerrólapuertayTommyoyóaConradquedecía:

—Cierraydamelallave.

Lospasossefueronalejando.Tommypermaneciócomopetrificadoporelasombro. El objeto que Annette deslizara en su mano era un pequeñocortaplumasconlahojaabierta.Porelmodoenqueevitómirarloyelhechode haber apagado la luz, llegó a la conclusión de que la habitación estabavigilada. Debía de haber alguna mirilla en las paredes. Al recordar sucomportamiento, comprendió que probablemente estuvieron observándolotodoeltiempo.

¿Habría dicho algo que lo delatara? Reveló su deseo de escapar y deencontrar a Jane Finn, pero nada que les pudiera dar una pista sobre suidentidad. Cierto que su pregunta a Annette probaba que no conocía enpersonaa JaneFinn,peroélnuncapretendió locontrario.Ahora lacuestiónera, ¿sabría Annette más de lo que quiso confesar? ¿Acaso sus negativasfueron intencionadas para despistar a los que escuchaban? Al llegar a estepuntonosupoquéconclusiónsacar.

Perohabíaunacuestiónvitalqueborraba todas lasdemás.¿Conseguiría,atado como estaba, cortar las ligaduras? Con muchas precauciones intentófrotarlahojadelanavajacontralacuerdaquerodeabasusmuñecas.

Era bastante difícil y lanzó una queja de dolor cuando la hoja cortó sucarne. Pero, poco a poco, a costa de diversas lesiones, consiguió cortar lacuerda.Conlasmanoslibres,elrestofuefácil.

Cincominutosmás tarde se puso en pie con alguna dificultad debido alentumecimiento de sus miembros. Lo primero que hizo fue vendar susmuñecasy luegose sentóa lamesaparapensar.Conradsehabía llevado lallave,demodoquenopodíaesperarmásayudadeAnnette.Laúnicasalidadeaquellahabitacióneralapuerta;enconsecuencia,sololecabíaesperarquelosdoshombresvolvieranabuscarle,perocuandolohicieran…¡Tommysonrió!Moviéndoseconinfinitasprecaucionesenlaoscuridad,encontróydescolgóelcuadrofamoso.Sintióun inmensoplacerdenohaberlodesperdiciadoconelprimerplan.Nolequedabamásqueesperaryesohizo.

Lanoche fue transcurriendo lentamente.Tommyvivióunashoras que leparecieroneternas,peroalfinoyóruidodepasos.Alzólosbrazos,contuvoelalientoysujetóelcuadroconfuerza.

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Lapuertaseabrió,dejandoentraruna tenueclaridad.Conrad fuedirectohacialaluzdegasparaencenderla.Tommylamentóquefueseélquienentraseprimero.Hubierasidounplaceracabarconél.LosiguióelNúmeroCatorcey,cuandopisóelinteriordelahabitación,Tommydejócaerelcuadrosobresucabeza con todas sus fuerzas. El Número Catorce se desplomó entre unestrépitodecristalesrotos.UnsegundodespuésTommyhabíasalido.

La llave estaba en la cerradura y cerró cuando yaConrad se abalanzabasobrelapuertaconunasalvademaldiciones.

Tommy vaciló un instante.Alguien semovía abajo y la voz del alemánllegóasusoídos.

—¡GottimHimmel!Conrad,¿quéhasidoeso?

Tommy sintió que lo cogían de la mano. Annette estaba a su ladoindicándoleunaescalerilladestartaladaquealparecerllevabaaundesván.

—¡Subamos,deprisa!

Lo arrastró escaleras arriba. Momentos después se encontraban en undesvánpolvorientollenodemaderas.Tommymiróasualrededor.

—Estononosservirádenada.Esunatrampa.Nohayescapeposible.

—¡Silencio!Espere.

La muchacha se llevó un dedo a los labios y, agachándose junto a laescalerilla,sepusoaescuchar.

Los golpes que daban en la puerta eran terribles. El alemán y otroindividuotratabandeecharlaabajo.Annetteleexplicóenunsusurro:

—Creerán que todavía está usted dentro.No pueden entender lo que lesdiceConrad.Lapuertaesdemasiadomaciza.

—Yocreíquepodíanoírloqueocurríaenlahabitación.

—Hayunamirillaenlahabitacióndeallado.Fueustedmuyinteligentealsuponerlo. Pero no se acordarán. Ahora únicamente lo que pretenden esderribarlapuertayentrar.

—Sí,peromireaquí.

—Déjemehaceramí.

Seinclinóy,antesuasombro,Tommyvioqueestabaatandoelextremodeun cordel largo al asa de un cántaro.Lo hizo con sumo cuidado y luego sevolvióaljoven.

—¿Tienelallavedelapuerta?

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—Sí.

—Démela.

Selaentregó.

—Voyabajar. ¿Creequepodrádeslizarsedetrásde la escalerademodoquenolovean?

Tommyasintió.

—Hayungranarmarioenlapenumbradeldescansillo.Escóndasedetrás.Cojaelextremodeestecordelycuandoyohayasacadoalosotrostiredeél.

Antesdeque tuviera tiempodepreguntarlenadamás, sehabíadeslizadoporlaescalerillayseplantabaenmediodelgrupoconunagranexclamación.

—¡MonDieu!¡MonDieu!¿Qu’est-cequ’ilya?

Elalemánsevolvióaellaconunamaldición.

Consumocuidado,Tommysedeslizópordetrásdelaescalerilla.Mientrasellosnosevolvierantodoiríabien.Semetiódetrásdelarmario.Ellosestabanentreélylaescalera.

—¡Ah!—Annettesimulóagacharsepararecogeralgodelsuelo—.¡MonDieu,voilalaclef!

El alemán se la arrebató para abrir la puerta y Conrad salió lanzandojuramentos.

—¿Dóndeestá?¿Lohabéiscogido?

—Nohemosvistoanadie—dijoelalemán,palideciendo—.¿Aquién terefieres?

Conradsoltóotramaldición.

—Sehaescapado.

—Imposible,lohubiéramosvisto.

Enaquelmomento,Tommy,sonriendo,tiródelcordel.Eneldesvánseoyógranestrépitodecacharros rotos.Enunperiquete los treshombres subieronporlaescalerillaydesaparecieronenlaoscuridad.

Rápido como el rayo, Tommy salió de su escondite y bajó la escalera atodo correr, llevándose a la muchacha. En el recibidor no había nadie.Descorriócerrojosycadenashastaquelapuertaseabrióalfin.Sevolvió,peroAnnettehabíadesaparecido.

Tommysequedódeunapieza.¿Esquehabríavueltoasubir?¿Quélocurasehabíaapoderadodeella?Ardíadeimpacienciaperonodiounpaso.Nose

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iríasinella.

De pronto oyó grandes gritos, unamaldición del alemán y luego la vozclaradeAnnetteexclamando:

—¡Mafoi!¡Sehaescapado!¡Ymuydeprisa!¿Quiénlohubierapensado?

El joven seguía inmóvil. ¿Era una orden para que se marchara? Así loimaginó.Yluego,convozaúnmásalta,llegaronhastaéllaspalabras:

—Esta casa es horrible. Quiero volver conMarguerite. ConMarguerite.¡ConMarguerite!

Tommyhabíavueltojuntoalpiedelaescalera.¿Esqueacasodeseabaquela dejase? Pero ¿por qué? A toda costa debía intentar llevársela de allí. Enaquel momento se le paralizó el corazón. Conrad comenzaba a bajar laescaleraylanzóungritoterriblealverlo.Trasélsiguieronlosotros.

TommydetuvolacarreradeConradconunbuendirectoquelealcanzóenplenamandíbulaylohizocaercomounsaco.Elsegundohombretropezóconélycayóasuvez.DesdeloaltodelaescalerapartióundisparoylabalarozólaorejadeTommy,haciéndolecomprenderquesiqueríaconservarlavidaeraconveniente salir de la casa lo antes posible. En cuanto aAnnette no podíahacer nada. Se había librado de Conrad, lo cual era una satisfacción, y eldirectofuemuybueno.

Corrióhacialapuerta,salióylacerródeungolpe.Laplazaestabadesiertay, ante la casa, había una camioneta de reparto. Sin duda habían pensadosacarle de Londres en aquel vehículo y, de ese modo, su cadáver hubieraaparecido a muchas millas de la casa del Soho. El chófer saltó a la acera,tratando de cerrarle el paso y de nuevoTommy hizo uso de sus puños y elhombresedesplomósobreelpavimento.

Tommypusopiesenpolvorosa,aunquenodemasiadodeprisa.Lapuertade la casa acababa de abrirse y una ráfaga de balas le siguió. Por suerteningunahizoblancoylogródoblarlaesquinadelaplaza.

Nopuedenseguirdisparando,pensóTommy.Silohacenacudirálapolicía.Nocomprendocómosehanatrevido.

Oíalospasosdesusperseguidoresasusespaldasyaumentólavelocidad.Unavezhubieraconseguidosalirdeaquellascallejuelasestaríaasalvo.Teníaquehaberunpolicíaenalgunaparte.Noesqueenrealidaddesearasuayuda,deserposibledeberíaevitarlo,pueshubierasidonecesariodarledemasiadasexplicaciones. Un segundo después tenía motivos para bendecir su suerte.Tropezó contra una figura acostada en el suelo que, tras lanzar un grito dealarma,echóacorrercalleabajo.Tommyserefugióenelquiciodeunapuertay tuvoelplacerdeverasusperseguidores,unode loscualeseraelalemán,

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continuarcorriendotraselseñuelo.

Tommysesentóenunescalónparadescansaryrecobrarelaliento.Luegoechó a andar con tranquilidad en dirección contraria.Miró su reloj. Era unpocomásdelascincoymediayestabaamaneciendoatodaprisa.Alllegarala esquina, pasó ante un policía que lo miró receloso. Tommy se sintióligeramenteofendidoy, luego,pasándose lamanopor lacara seechóa reír.¡Nosehabíalavadoniafeitadoporespaciodetresdías!¡Quéaspectodebíadetener!Sinmás tardanza se dirigió a un establecimiento de baños turcos quepermanecía abierto toda la noche y, al volver a salir a la calle, se sintió elmismodesiempre,dispuestoahacerproyectos.

Lo primero era comer, ya que no había probado bocado desde el díaanterior.EntróenunodelosalmacenesdelacadenaABCypidióunoshuevosconbeiconycafé.Mientrascomíaleyóelperiódicodelamañana.Deprontocontuvo la respiración. Había un artículo muy extenso sobre Kramenin, aquiendescribíancomo«elhombrequeenRusiarespaldabaelbolchevismo»yque acababa de llegar a Londres como enviado extraoficial, según se creía.Esbozaban ligeramente su carrera afirmando que él, y no los renombradoscabecillas,habíasidoelverdaderopromotordelaRevoluciónrusa.

Enelcentrodelapáginaaparecíasuretrato.

—DemodoqueesteeselNúmeroUno—dijoTommyconlabocallena—.Nocabelamenorduda,debodarmeprisa.

PagóeldesayunoysefueaWhitehall.Allídiosunombreydijoquetraíaun mensaje urgente. Pocos minutos después se hallaba en presencia delhombrequenoeraconocidoenWhitehallcomo«señorCarter»yquelemiróconelentrecejofruncido.

—Escuche,notienederechoaveniraquíavermecomolohahecho.Creíquelohabíadejadobiensentado.

—Así fue, señor. Pero me pareció que era importante no perder ni unminuto.

Tanbrevementecomo le fueposible le relató las experienciasvividasenlosúltimosdías.

A mitad de su relato, Carter lo interrumpió para dar unas órdenes porteléfono.DesurostrohabíadesaparecidotodamuestradedisgustoyasintióenseñaldeaprobacióncuandoTommyacabóelrelato.

—Muybien.Teníaustedrazón.Cadaminutoesprecioso.Detodosmodostemo que lleguemos demasiado tarde. Ellos no aguardarán y levantarán elvueloenseguida.Noobstante,quizádejenalgúnrastroquenossirvadepista.¿Dice usted que ha reconocido alNúmeroUno y que esKramenin?Eso es

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importante.Necesitamos algunaprueba contra él para evitar que el gabinetecaigalimpiamenteensusredes.¿Yquémedicedelosotros?¿Dicequedosdeellos leeranfamiliares?¿Creequeunoes laborista?Mireestasfotografíasyveasipuedeidentificarlo.

Unminutomás tardeTommylevantabaunafotografíayCarterdemostróciertasorpresa.

— ¡Ah, Westway! Debería haber sospechado. Y en cuanto al otroindividuo,creoqueséquiénes.—Yletendióunafotografíaque,alverla,lehizolanzarunaexclamación—.Entoncesteníarazón.¿Quiénes?Irlandés.Unprominente miembro del Parlamento. Claro que solo eran suposiciones. Losospechábamos, pero no lográbamos conseguir pruebas. Sí, se ha portadoustedmuybien,jovencito.Usteddicequeelveintinueveeslafechaseñalada.Esonosdejamuypocotiempo…muypoco.

—Pero…—Tommyvacilaba.

Carteradivinósuspensamientos.

—Podemos contener la amenaza de huelga general. Nos dará muchotrabajo, pero es nuestra oportunidad. Si ese convenio aparece, estamosperdidos. Inglaterra se precipitará en la anarquía.Ah, ¿qué hay? ¿El coche?Vamos,Beresford,iremosaecharunvistazoaesacasa.

DosagentesestabandeguardiaantelacasadelSohoyuninspectorfueainformaraCarterenvozbaja.

EsteúltimosevolvióaTommy.

—Lospájaroshanvoladocomopensábamos.Serámejorqueentremos.

Al recorrer lacasadesierta,Tommycreyóestarviviendounsueño.Todoestaba igual que antes: la habitación donde lo encerraron con las pinturasdescoloridas, el cántaro roto en el ático y la sala de reuniones con su largamesa.Peroahoranoseveíanirastrodepapeles.Todoshabíansidodestruidososelosllevaronalabandonarlacasa.TampocoencontraronaAnnette.

—Loquemehadichodeesamuchachamehaintrigado—dijoCarter—.¿Ustedcreequevolvióconellosdeliberadamente?

—Esomepareció,señor.Echóacorrerescalerasarribamientrasyoabríalapuerta.

—¡Hum!Entoncesdebeperteneceralabandapero,siendounamujer,nodebiódeagradarlevermoriraunhombretanjoven.Sindudaesdelabandaodeotromodonohubieravueltoconellos.

—Mecuestacreerqueestédesulado,señor.Parecíatandistinta.

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— ¿Atractiva, supongo? —dijo Carter con una sonrisa que hizo queTommyenrojecierahastalaraízdesuscabellos.

AdmitióbastanteavergonzadoqueAnnetteeramuybonita.

—Apropósito—preguntóCarter—.¿HavistoyaalaseñoritaTuppence?Nohacesadodeenviarmecartashablándomedeusted.

—¿Tuppence?Temíaquesehubieraasustado.¿Avisóalapolicía?

Cartermeneólacabeza.

—Entoncesnocomprendocómomedescubrieron.

ComoCarterlomirabaextrañado,Tommyseloexplicó.

—Cierto, es bastante curioso. A menos que mencionara el Ritz,casualmente.

—Es posible, señor. Pero de todas formas algo debieron averiguar sobremí.

—Bueno —dijo Carter mirando a su alrededor—, aquí ya no hacemosnada.¿Quéleparecesicomemosjuntos?

—Muchísimasgracias, señor.Perocreoque serámejorquevayaaver aTuppence.

—Porsupuesto.Ledarecuerdosdemiparteydígalequelapróximaveznocreaqueestanfácilmatarle.

Tommysonrió.

—Escapéporlospelos,señor.

—Ya me doy cuenta —replicó Carter en tono seco—. Bien, adiós.Recuerdequeahoraesunhombremarcadoydebeandarconprecaución.

—Gracias,señor.

Detuvo un taxi, que lo llevó al Ritz, disfrutando de antemano con lasorpresaquedaríaaTuppence.

¿Qué habrá estado haciendo? Vigilando a Rita, supongo. A propósito,Annette debió de referirse a ella cuando mencionó a una tal Marguerite.Entoncesnolocomprendí.

Aquel pensamiento lo entristeció un tanto, ya que parecía probar que laseñoraVandemeyerylajovenseconocíanbastantebien.

EltaxisedetuvoanteelRitz.Tommyentróenelsagradovestíbulo.Perosuentusiasmosufrióunrudogolpe.Lecomunicaronque laseñoritaCowleyhabíasalidouncuartodehoraantes.

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CapítuloXVIII

Untelegrama

Tommy,contrariado,entróenelrestauranteyordenóquelesirvieranunaopíparacomida.Suscuatrodíasdeencierro lehabíanenseñadoaapreciarelvalordelosbuenosalimentos.

Estaba a punto de engullir un exquisito bocado de solé a la Jeannettecuando vio entrar a Hersheimmer. Tommy le hizo señales con la carta delmenúy consiguió atraer su atención.Alver almuchacho, Julius abrió tantosusojosqueparecíanapuntodesalírseledelasórbitasy,dirigiéndosehaciaél,leestrechólamanoconinnecesariovigor.

—¡Portodoslosdiablos!¿Esusteddeverdad?

—Puesclaro.¿Porquénohabíadeserlo?

—¿Queporquéno?Oiga,¿esquenosabequelohemosdadopormuerto?Creoquedentrodepocosdíaslehubiésemosofrecidounsolemneresponso.

—¿Quiénpensabaqueyohabíamuerto?—quisosaberTommy.

—Tuppence.

—Supongo que debió de recordar el refrán: «Todos los buenos muerenjóvenes». Pero debe quedar aún enmí algomalo para haber sobrevivido.Apropósito,¿dóndeestáella?

—¿Noestáaquí?

—No,enconserjeríamedijeronqueacababadesalirhacepoco.

—Habrá ido de compras. Yo la traje aquí en el coche hará cosa de unahora.Pero,oiga,¿porquénoabandonasuflemadeunavez?¿Quédiabloshaestadoustedhaciendotodoestetiempo?

—Si quiere que se lo cuente —replicó Tommy—, será mejor que pidaalgunacosa.Vaaserunahistoriabastantelarga.

Julius lepidió algo frugal al camareroy se sentó.Luego sevolvióhaciaTommy.

—Empiece.Imaginoquehabrávividoalgunasaventuras.

—Unaodos—replicóTommyconmodestia,pasandoarelatárselas.

Julius lo escuchaba hechizado, olvidándose de comer, y al fin exhaló unprofundosuspiro.

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—¡Bravo!¡Pareceunadeesasnovelasbaratas!

—Yahora,¿quémecuentausteddelfrentehogareño?—dijoTommyquealargólamanoparacogerdelfruterounmelocotón.

—Pu…pues—tartamudeóJulius—.No tengo inconvenienteenconfesarquetambiénhemostenidonuestrasaventuras.

Le tocóel turnodeconvertirseennarrador.Empezóporsus infructuosaspesquisasenBournemouth;luegolehablódesuregresoaLondres,lacompradel coche, la creciente ansiedad de Tuppence, la visita a sir James y lossensacionalesacontecimientosdelanocheanterior.

—¿Quiénlamató?—preguntóBeresford—.Nolocomprendo.

—Eldoctorinsinuólaposibilidaddequesehubierasuicidado—replicóentonoseco.

—¿YsirJames?¿Quéopina?

—Además de ser una lumbrera como abogado, es una ostra humana—replicóJulius—.Yodiríaque«sereservasuopinión».

Continuórelatandocondetallelosucedidoaquellamañana.

—Asíquehaperdidolamemoria,¿noeseso?—dijoTommyconinterés—.Cielos,esoexplicaporquémemirarontanextrañadoscuandoyohablédeinterrogarla. ¡Ese fue un pequeño desliz pormi parte! Pero no es algo quesucedamuyamenudo.

—¿NoledieronningunapistasobredóndepuedeestarJane?

Tommymeneólacabezaconpesar.

—Ni una palabra. ¿Sabe? Soy bastante tonto. Tendría que haberlessonsacadoalgúndatorespectoasuparadero,comofuera.

—Yo creo que tiene usted suerte de poder estar aquí ahora. Consiguióengañarlos muy bien. ¡Cuando pienso en lo oportuno que estuvo, me hagocruces!

—Estaba tan apurado que tuve que pensar algo —dijo Tommy consencillez.

Hubounosmomentosdesilencioy,alcabo,TommyvolvióareferirsealtemadelamuertedeRita.

—¿Noesposiblequefueraotracosamásquecloral?

—Creoqueno.Por lomenosdijeronquemuriódeunataquealcorazónproducidoporunadosis excesivade cloral.Estábien así.Noqueremosquenosmolesten ahora abriendo una investigación. E imagino queTuppence, e

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inclusoelorgullososirJames,hantenidolamismaidea.

—¿ElseñorBrown?—insinuóTommy.

—Seguro.

—De todas formas—dijoTommy,pensativo—,el señorBrownno tienealasynoveocómoconsiguióentrarysalir.

— ¿Qué me dice de una fuerza extraordinaria para transmitir elpensamiento?Alguna influenciamagnéticaque irresistiblemente impulsaraalaseñoraVandemeyerasuicidarse.

Tommylomirócondeferencia.

—Bien, Julius.Muybueno.Sobre todo la fraseología.Peromedeja frío.YobuscoalseñorBrowndecarneyhueso,ycreoquelosjóvenesdetectivesdebenponerseatrabajar,estudiandolasentradasysalidasygolpearselafrentehastadarconlasolucióndeestemisterio.Volvamosalescenariodelcrimen.Ojalá pudiera encontrar a Tuppence. El Ritz disfrutaría del atractivoespectáculodelfelizencuentro.

EnlarecepciónledijeronqueTuppencenohabíaregresadotodavía.

—De todas formas, creo que será conveniente mirar arriba —dijoHersheimmer—.Pudieraestarenmisaloncito.—Ydesapareció.

DeprontounbotonesseacercóaTommyparadecirle:

—La señorita se ha ido en tren, según creo, señor —murmurótímidamente.

—¿Qué?—Tommysevolvióenredondo.

Elbotonessepusocomolagrana.

—Lepedíuntaxi,señor.EscuchéqueledecíaalchóferquelallevaraalaestacióndeCharingCrossyquefueradeprisa.

Tommylomiróasombradísimoyelchico,envalentonándose,continuó:

—Eso es lo que deduje, puesto que había pedido una ABC y unaBradshaw.

Tommylointerrumpió:

—¿Cuándolaspidió?

—Cuandolellevéeltelegrama,señor.

—¿Untelegrama?

—Sí,señor.

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—¿Cuándofueeso?

—Cercadelasdoceymedia,señor.

—Cuéntameexactamenteloqueocurrió.

Elbotonestomóaliento.

—Subí un telegrama a la habitación ochocientos noventa y uno y allíestaba la señorita. Al abrirlo lanzó una exclamación y luego me dijo muycontenta: «Tráeme una ABC y una Bradshaw, y vigila, Henry». Yo no mellamoHenry,pero…

—Noimportacómotellames—dijoTommyimpaciente—.Continúa.

—Sí,señor.Selollevéymedijoqueaguardara,peroalmirarelrelojmeordenó: «Date prisa.Di queme busquen un taxi», y empezó a colocarse elsombrerodelantedelespejo,cosaquehizoendossegundos.Luegolavibajarlaescalera,meterseeneltaxiygritarlealchóferloquelehedicho.

El muchacho se detuvo para llenar de aire sus pulmones. Tommycontinuaba mirándolo y, en aquel momento, Julius se unió a ellos con unacartaenlamano.

—Oiga, Hersheimmer —dijo Tommy, volviéndose hacia él cuando seacercó—.Tuppencesehaidoainvestigarporsucuenta.

—¡Demonios!

—Sí, semarchó a la estación deCharingCross en un taxi a todo correrdespuésde recibirun telegrama.—Reparóen la cartaque Julius tenía en lamano—.¡Oh,ledejóunanota!Espléndido.¿Adóndehaido?

Casiinconscientementealargólamanoparacogerla,peroJuliusseguardólanotaenelbolsillo,algoviolento.

—Notienenadaqueverconesto.Esalgobiendistinto,algoquelepedíayeryhoymedalarespuesta.

—¡Oh!—Tommy,muyintrigado,parecíaaguardarmásexplicaciones.

—Escuche—dijoHersheimmerdepronto—.Serámejorqueselocuente.LepedíalaseñoritaTuppencequesecasaraconmigo.

— ¡Oh! —replicó Tommy, aturdido. Las palabras de Julius fueron porcompletoinesperadasy,porunmomento,retumbaronensucerebro.

—Quieroquesepa—continuóJulius—queantesdehablardeelloconlaseñorita Tuppence dejé bien sentado que yo no deseaba interponerme entreustedyella…

Tommyserehízo.

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—No se preocupe —dijo, a toda prisa—. Tuppence y yo hemos sidoamigos durante años. Pero nada más. —Encendió un cigarrillo con manotemblorosa—.Esnatural,Tuppencesiempredijoquebuscaba…

Se detuvo de repente y enrojeció, en tanto que Julius se quedaba tancampante.

—¡Oh!Mefiguroqueserefierealosdólares.LaseñoritaTuppenceyamepusoal corriente.Noes capazde engañar anadie.Estoy segurodequenosllevaremosmuybien.

Tommylomiróconcuriosidad,comosifueraadeciralgo,peronoabriólaboca.¡TuppenceyJulius!Bueno,¿yporquéno?¿Acasonoselamentabadenoconocerhombresricos?¿Nohabíaexpresadoabiertamentesuintencióndecasarse por dinero si se le presentaba una oportunidad? Pues bien, el jovennorteamericanorepresentabaunaoportunidadúnicayeratontoesperarquenola aprovechase. Iba en busca de dinero. Siempre lo había dicho. ¿Por quéreprocharleelquefuesefielasucredo?

Sinembargo,Tommysintióun resentimientoapasionadoypor completoilógico.Estababiendecircosascomoaquellas,perounamujerdeverdadnosecasanuncapordinero.Tuppenceeraunaegoísta,poseíaunaterriblesangrefríayélestaríacontentísimodenovolveraverla.¡Elmundoeraunasco!

LavozdeJuliusinterrumpiósupensamiento.

—Sí, creo que nos llevaremosmuy bien.He oído decir que lasmujeresdicenquenolaprimeravez.Escomounaespeciedecostumbre.

Tommyloasiódelbrazo.

—¿Loharechazado?¿Dijoqueno?

—Sí.¿Noselohabíadicho?Selimitaadecirque«no»sinalegarningunarazón.Hunslollamaeleternofemenino.Peroyacambiarádeopinión.Yalaconvenceré.

Tommylointerrumpiósinelmenordecoro.

—¿Quédiceenlanota?—exigióconfiereza.

ElbuenodeJuliusselatendió.

—Nohaylamenorpistaquepuedaindicarnosadóndehaido—leaseguró—.Perocompruébeloustedmismosinomecree.

Letendióelpapel.

QueridoJulius:

Siempreesmejordecirlascosasporescrito.Nomesientocapazdepensar

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enelmatrimoniohastaqueTommyhayaaparecido.Dejémoslotalcualhastaentonces.

Suyaafectísima,

TUPPENCE

Tommy se la devolvió con los ojos brillantes. Sus sentimientos habíanexperimentado una reacción brusca. Ahora sentía que Tuppence era todanobleza y desinterés. ¿Acaso no había rechazado a Julius sin la menorvacilación? Cierto que la nota daba muestras de flaqueza, pero podíadisculparla.QuisodaraentenderaJuliusquecasierasunovia,paraanimarloensusesfuerzosparaencontrarloaél,peroestabasegurodequenoeraesoloque ella quería decir. ¡Querida Tuppence, no hay en todo el mundo unamuchachacomotú!Cuandolavea…

Suspensamientossufrieronunasacudidabrusca.

—Comoustedbiendice—observó,volviendoensíconunesfuerzo—,nohayelmenorindiciodedóndepuedehaberido.¡Eh,Henry!

ElbotonesacudióobedienteyTommysacócincochelinesdesubolsillo.

—Otracosamás.¿Recuerdasquéhizolaseñoritaconeltelegrama?

—Hizo con él una pelota y la arrojó a la chimenea gritando: «¡Ale…hop!».

—Muygráfico,Henry—dijoTommy—.Aquítienesotroscincochelines.Vamos,Julius.Tenemosqueencontraresetelegrama.

Subieronatodaprisa.Tuppencehabíacolocadolallaveenlacerraduraylahabitaciónestabatalcomoellaladejara.

Enelhogarhabíaunpapelnaranjayblanco.

Tommyalisóeltelegrama.

VenenseguidaaMoatHouse,Ebury,Yorkshire.Grandesacontecimientos.

TOMMY

Semiraronestupefactos.Juliusfuequienhablóprimero.

—¿Ustednoloenvió?

—Desdeluegoqueno.¿Quésignificadopuedetener?

—Me figuro que el peor —replicó Julius sin alterarse—. Que la hancogido.

—¿Qué?

— ¡Seguro! Firmaron con su nombre y ella cayó en la trampa como un

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corderito.

—¡Cielosanto!¿Quéharemosahora?

— ¡Darnos prisa y salir tras ella! ¡Ahora mismo! No hay tiempo queperder.Hasidoprovidencialquenosellevaraeltelegrama.Deotromodonohubiéramos logradodarconella.Perohayqueapresurarse. ¿DóndeestáesaguíaBradshaw?

LaenergíadeJuliuseracontagiosa.Dehaberestadosolo,lomásprobableesqueTommysehubierasentadoameditarporespaciodemediahoraporlomenos, antes de decidir un plan de acción, pero estando al lado de JuliusHersheimmerlarapidezerainevitable.

Después de musitar varias imprecaciones le tendió la guía Bradshaw aTommyporestarmásversadoconsusmisterios.Peroeste renuncióycogióunaguíadeferrocarrilesABC.

—Manos a la obra.Ebury,Yorkshire.DeKing’sCross oSt. Pancras.Elbotones ha debido equivocarse. Es King’s Cross y no Charing Cross. Docecincuenta, este es el tren que tomó; el de las dos y diez ha salido ya; elsiguienteesalastresyveinte,yesmuylento.

—¿Ysifuéramosencoche?

Tommymoviólacabeza.

—Como quiera, pero serámejor que tomemos el tren. Lo importante esconservarlacalma.

—Escierto. ¡Peromesacademiscasillaspensarqueesa joven inocenteestáenpeligro!

Tommy asintió distraído. Estaba pensando y, al cabo de unos instantes,dijo:

—Oiga, Julius, ¿para qué iban a quererla, eh?No lo comprendo.Quierodecir que no creo que vayan a hacerle ningún daño —explicó Tommyfrunciendoelentrecejodebidoasuesfuerzomental—.Esunrehén,esoesloquees.Nocorrepeligroinmediato,yaquesinosotrosaveriguáramosalgunacosa, ella les sería de gran utilidad.Mientras ella esté en su poder nosotrosestaremostambién.¿Comprende?

—Tienemucharazón—repusoJuliuspensativo—.Esoes.

—Además,tengounagranfeenTuppence.

El viaje fue pesadísimo, con muchas paradas y gran cantidad de gente.Tuvieronquecambiardosvecesdetren,unaenDoncasteryotraenuncrucepocoimportante.

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Ebury era una estación desierta con un solo mozo, a quien Tommy sedirigióparapreguntarle:

—¿PuedeindicarmepordóndesevaaMoatHouse?

— ¿Moat House? Está muy cerca de aquí. ¿Se refiere a la casa grandejuntoalmar?

Tommy asintió con todo descaro y, tras escuchar las minuciosasexplicacionesdeaquelhombre,sedispusieronasalirdelaestación.Empezabaalloverysesubieronelcuellodelaamericana.DeprontoTommysedetuvo.

—Espereunmomento.

Corriódenuevoalaestaciónparabuscaralmozo.

—Escuche,¿recuerdaaunajovenquellegóenuntrenanterior,eneldelasdoce cincuenta de Londres? Probablemente debió de preguntarle también elcaminodeMoatHouse.

Acto seguido le describió a Tuppence lo mejor que supo, pero el mozomeneó la cabeza. En aquel tren habían llegado diversas personas y norecordaba a ninguna joven, pero estaba seguro de que nadie le habíapreguntadoporMoatHouse.

Tommy fue a reunirse con Julius y se lo contó muy deprimido. Estabaconvencido de que sus pesquisas resultarían infructuosas. El enemigo teníatres horas de ventaja y tres horas eran más que suficientes para el señorBrown, que no habría pasado por alto la posibilidad de que hubieranencontradoeltelegrama.

El camino parecía interminable. Una vez se equivocaron y anduvieroncercademediamilla endirecciónopuesta.Eranmásde las siete cuandounchiquillolesdijoqueMoatHouseestabaalvolverlaesquina.

Una verja ruinosa chirriaba sobre sus goznes. Un camino cubierto demaleza y hojas. Aquel lugar tenía un aspecto tan siniestro que les heló elcorazón.Echaronaandarporelcaminodesierto;laalfombradehojasahogabasus pasos.Era ya casi de noche y les parecía estar en unmundo fantasmal.Sobre sus cabezas las ramas oscilaban y rugían lúgubremente. De vez encuandounahojadesprendidalessobresaltabaconsufríocontacto.

Al volver un recodo apareció la casa ante su vista.Los postigos estabancerradosylosescalonesquehabíaantelapuertacubiertosdemusgo.¿Eraallídonde atrajeron con engaños a Tuppence? Costaba creer que ningún serhumanohubierapisadoellugardurantemeses.

Juliustiródelarústicaargolladelacampanilla,queresonóenelinterior.Noacudiónadie.Volvierona llamarunayotravez,peronohubo lamenor

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señaldevida.Entoncesdieronlavueltaalacasa.Todoestabasilenciosoynoseveíaniunaventanaabierta.Sinduda,aquellugarestabadesierto.

—No hay nada que hacer —dijo Hersheimmer, resignado. Lentamentevolvieronsobresuspasoshastalaverja—.Debedehaberunpuebloporaquícerca.Serámejorquehagamosaveriguacionesallí.Sabránalgodeestelugarysihavividoalguienaquíúltimamente.

—Sí,noesmalaidea.

Continuaron por el camino hasta llegar a un pueblo. En las afuerasencontraronaunobreroconunsacodeherramientasacuestasyTommy lodetuvoconunapregunta.

—¿MoatHouse?

—Estádeshabitada.Hacemuchos añosquenovivenadie allí. Si deseanverla,laseñoraSweenytienelallave.Estájuntoalestanco.

Tommy le dio las gracias y no tardaron en encontrar el estanco, queademáserapasteleríaytiendaderegalos.

Llamaron a la puerta de la casavecinay les abrió unamujer de aspectolimpioyaseado.Enseguidalesentrególallavedelacasa.

—Aunque no creo que les convenga, señor. Está muy abandonada. Lostechosseestáncayendo.Seríanecesariogastarmuchodineroenrepararla.

—Gracias—dijoTommyentonoalegre—.Sí,seestáderrumbando,perohoyendíaescaseanlasviviendas.

—Yqueustedlodiga—declaródecorazónlamujer—.Mihijaymiyernoandanbuscandounacasitadecentedesdehacenosécuántotiempo.Esporlaguerra.Lohatrastornadotodo.Pero¿noestádemasiadoentradalanocheparavisitarlacasa?¿Noseríamejorqueesperaranamañana?

—No importa. Esta noche le echaremos un vistazo.Hubiésemos llegadoantesdenohabernosperdido.¿Cuáleselmejorlugarparapasarlanocheporestosalrededores?

LaseñoraSweenyquedópensativa.

—ElYorkshireArms,peronoeslugarparaunoscaballeroscomoustedes.

—¡Oh,estaremosmuybien!Apropósito,¿nohavenidounaseñoritahoyapedirlelallave?

—Nadiehapreguntadoporesacasadesdehacetiempo.

—Muchísimasgracias.

RegresaronaMoatHousey,cuandolapuertaprincipalseabriócrujiendo

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sobre sus goznes, Julius se agachó para examinar el suelo con una cerilla.Luegomeneólacabeza.

—Juraríaquenadiehapasadoporaquí.Mireelpolvo.Formaunacapauntantoespesaynosevenhuellasdepisadas.

Recorrieron la casa y todo estaba por el estilo. Nadie había alterado elpolvonilasespesastelarañas.

—Esto me extraña—dijo Hersheimmer—. No creo que Tuppence hayaentradoenestacasa.

—Pueshadebidohacerlo.

Juliusmeneólacabezasincontestar.

—Volveremosmañanaporlamañana—dijoTommy—.Quizáloveamosmejoralaluzdeldía.

Aldía siguiente, la registraronunavezmásy, apesar suyo,hubierondellegaralaconclusióndequelacasanohabíasidohabitadaduranteunespaciode tiempo considerable y, a no ser por un afortunado descubrimiento deTommy,sehubieranmarchadodelpueblecito.Cuandoestabanyacercadelaverja, se detuvo lanzando un grito y se agachó para coger algo de entre lahojarasca,quetendióaJulius.Eraunpequeñobrochedeoro.

—¡EsdeTuppence!

—¿Estáseguro?

—Absolutamente.Selohevistollevarmuyamenudo.

Juliusaspiróelaireconfuerza.

—Mefiguroqueesunapruebacontundente.Porlovistollegóhastaaquí.Convertiremosesaposadaennuestrocuartelgeneraly removeremoscieloytierrahastadarconella.Alguientienequehaberlavisto.

Comenzaron su campaña. Tommy y Julius trabajaron juntos y porseparado,peroel resultadofueelmismo:en lavecindadnohabíasidovistaninguna mujer que respondiera a la descripción de Tuppence. Estabandesconcertados,peronoperdieronlaesperanza.Alfindecidieroncambiardetáctica. Sin duda Tuppence no había permanecido mucho tiempo por lascercaníasdeMoatHouse,locualindicabaquefuetraídayllevadaencoche.

Renovaron las averiguaciones. ¿No habían visto ningún coche detenidocercadelacasaaqueldía?Tampocotuvieronéxito.

Julius telegrafió que le enviaran su automóvil y recorrieron a diario lavecindadconceloincansable.Uncochegrisenelquehabíanpuestosusmáscaras esperanzas resultó ser propiedad de una solterona respetabilísima que

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vivíaenHarrogate.

Cada día iban tras una nueva pista. Julius, como un galgo en pos de laliebre, perseguía el rastromás leve. Cada coche que había circulado por laaldeaeldíafatalfueidentificado.

Seintrodujoenlaspropiedadesdelcondadoysometióasusdueñosaunexamen estricto. Sus disculpas eran tan buenas como sus métodos y casisiempreconseguíaapaciguar la indignacióndesusvíctimas;pero losdíasseibansucediendoynodabanconelparaderodeTuppence.Elraptohabíasidotan bien planeado que la muchacha parecía haberse desvanecidomaterialmenteenelaire.

OtrapreocupacióncomenzabaahacermellaenelánimodeTommy.

—¿Sabe cuánto tiempo llevamos aquí?—preguntó a su compañero unamañana cuando desayunaban—. ¡Una semana! No hemos adelantado nadaparaencontraraTuppenceyelpróximodomingoesveintinueve.

—¡Diablos!—replicóJuliuspensativo—.Casihabíaolvidadoesafecha.NohepensadomásqueenTuppence.

—Igual que yo. Yo no me había olvidado del día veintinueve, pero meparecíaquenomeimportabaniuncominocomparadoconelafánporbuscaraTuppence.Perohoyestamosaveintitrésyelplazoseacorta.Sihemosdedarconella,tienequeserantesdelveintinueve.Despuéssuvidatalveznodureniunahora.Entonceshabrá terminadoel juegodel secuestro.Empiezoa creerque hemos cometido una gran equivocación al llevar este asunto como lohicimos.Hemosperdidoinútilmenteeltiemposinadelantarnada.

—Estoy de acuerdo con usted en esto. Somos un par de tontos que noshemosllevadoalabocaunmordiscomayordelquepodíamosmascar.¡Voyadejardehacertonteríasenelacto!

—¿Quéquieredecir?

—Vaasaberloenseguida.Haré loquedebimoshaberhechounasemanaatrás.VolveraLondresyponerelcasoenmanosdelapolicíabritánica.Noscreímosunossabuesos.¡Sabuesos!¡Hasidounaestupidez!¡Estoyharto!Estoseacabó.¡VoyenbuscadeScotlandYard!

—Tienerazón.Ojalálohubiéramoshechoenseguida.

—Másvale tardequenunca.Hemosestado jugandoa«¿Dóndeestán lasllaves?».AhoramevoyaScotlandYardparapedirlesquemedenlamanoymeenseñenelcaminoaseguir.Supongoquealfinallosprofesionalessiemprevencenalosaficionados.¿Vieneustedconmigo?

Tommynegóconlacabeza.

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—¿Paraqué?Conunodenosotrosbasta.Puedoquedarmeyhusmearunpocomás.Talvezsurjaalgonuevo.Nuncasesabe.

—De acuerdo. Bien, hasta la vista. Volveré pronto con un par deinspectoresylesdiréqueprocurenportarselomejorquesepan.

PeroelcursodelosacontecimientosnoibaapermitirqueJuliuspusieraenprácticasuplan.PocodespuésTommyrecibióuntelegrama:

ReúnaseconmigoenelhotelManchesterMidland.Noticiasimportantes.

JULIUS

Alassieteymediadelatarde,Tommyseapeabadeuntrencorreo.Juliusloaguardabaenelandén.

—Penséquellegaríaenestetrensimitelegramaloencontrabaencasa.

—¿Quéocurre?¿HaencontradoaTuppence?

—No.PerohabíaestoesperándomeenLondres.Acababadellegar.

LetendióuntelegramayTommyabriómucholosojosalleer:

JaneFinnhallada.VengainmediatamentealhotelManchesterMidland.

PEELEDGERTON

Juliusrecuperóeltelegramaylodobló.

—Escurioso—dijo,pensativo—.¡Creíqueeseabogadohabíarenunciado!

CapítuloXIX

JaneFinn

—Eltrenllegóhacecosademediahora—explicóJulius,alacompañarlofueradelaestación—.CalculéqueustedllegaríaenestetrenantesdequeyodejaraLondresyporellotelegrafiéasirJames.Noshareservadohabitacionesyllegaráalasocho.

— ¿Qué le hace pensar que ha dejado de interesarse por este caso?—preguntóBeresfordconvisibleextrañeza.

—Lo que dijo—replicó Julius tajante—. ¡Ese pajarraco esmás cerradoqueunaostra!Comotodosellos,noquierecomprometersehastaestarsegurodepoderentregarelgénero.

—Quisierasaber…—dijoTommy,pensativo.

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Juliussevolvióamirarle.

—¿Quéesloquequisierasaber?

—Sihasidoeseelmotivoverdadero.

—Seguro.Puedeapostarhastalavida.

Tommymeneólacabezasindejarseconvencer.

SirJamesllegópuntualmentealasochoyJuliuslepresentóaTommy.SirJamesleestrechólamanoconcalor.

—Encantado de conocerlo, señor Beresford. He oído hablar mucho deusted a la señorita Tuppence—sonrió involuntariamente—.Y la verdad, esquecasimeparececonocerlomuybien.

—Gracias, señor —dijo Tommy con su alegre sonrisa observándolo decercay, al igualqueTuppence, sintió elmagnetismode supersonalidad.LerecordóaCarterapesardequelosdoserantotalmentedistintos.Bajoelairecansado del uno y la reserva profesional del otro se escondía la mismainteligenciaafiladacomounestoque.

Almismotiempo,sedabacuentadelescrutinioaqueloestabasometiendosir James.Cuandoel abogadoapartó lamirada tuvo la certezadequehabíaleídoatravésdeél,comoenunlibroabierto.Noalcanzóaadivinarcuálfuesu juicio, ni esperaba conocerlo. Sir James se apoderaba de todo, pero solodabaloquequeríayprontotuvopruebadeello.

Unavezsehubieronsaludado,Juliuslehizounaavalanchadepreguntas.¿Cómohabía conseguido localizar a lamuchacha? ¿Por quéno les dijo queseguíatrabajandoenelcaso?Yotrasmuchas.SirJamesseacariciólabarbillaysonrió.

—Bueno,yahaaparecido—dijoalfin—.Enestemomentocreoqueeslomásimportante,¿nolesparece?

—Desdeluego.Pero¿cómoencontrósupista?LaseñoritaTuppenceyyopensamosquehabíaabandonadoelcasodefinitivamente.

—¡Ah!—Elabogadoledirigióunamiradaescrutadoramientrasvolvíaaacariciarse la barbilla—. ¿Así es que eso es lo que ustedes pensaron? ¿Deveras?¡Hum!Pobredemí.

—Peromefiguroqueestábamosequivocados—continuóJulius.

—Bueno,yoignorabaquehubierallegadoadecirlo.Perohasidounagransuerteparatodosquehayamosconseguidoencontrarla.

— ¿Dónde está? —preguntó Julius y sus pensamientos siguieron otrosderroteros—.Creíquelatraeríaconsigo.

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—Esohubierasidoimposible—dijosirJamesentonograve.

—¿Porqué?

—Porquehasufridounaccidenteytieneheridaslevesenlacabeza.Lahanllevadoalhospitaly,alrecobrarelconocimiento,hadichollamarseJaneFinn.Cuando…¡Ah!Aloíresto,lahicellevaralaclínicadeunmédicoamigomíoylestelegrafiéenseguida.Volvióaquedarinconscientey,desdeentonces,nohavueltoahablar.

—¿Noestáheridadegravedad?

—No,uncardenalyunparde cortes; laverdad,desdeelpuntodevistamédico,esmuypocoparahaberleproducidosemejanteestadoyloatribuyenmásbienaltraumaquelecausórecobrarlamemoria.

—¿Laharecobrado?—exclamóJulius,excitadísimo.

SirJamesgolpeólamesaconimpaciencia.

—Sin duda, señor Hersheimmer, puesto que ha sido capaz de dar suverdaderonombre.Creíquehabríareparadoenello.

—¿Ustedestabaenellugardelsucesoporcasualidad?—dijoTommy—.Pareceuncuentodehadas.

PerosirJamesestabademasiadocansadoparabromear.

—Lascoincidenciassonavecesmuycuriosas—dijoentonoadusto.

Sinembargo,ahoraTommysupoconcertezaloqueantessospechara:quela presencia de sir James enManchester no había sido accidental. Lejos deabandonar el caso, como Julius había supuesto, consiguió por sus propiosmedios dar con lamuchacha desaparecida. Lo único que le intrigaba era larazón de todo aquel secreto. Y al fin decidió que debía ser producto de sumentelegalista.

—Despuésdecenar—anuncióJulius—iréaveraJaneenseguida.

—Metemoqueseráimposible—dijosirJames—.Noesprobablequeledejenrecibirvisitasaestashorasde lanoche.Yolesugieroquevayapor lamañanaalasdiez.

Julius enrojeció; había algo en sir James que lo convertía siempre en suantagonista.Eraunchoqueentredospersonalidadesvigorosas.

—Detodasformas,iréestanocheparaversiconsigorompersusabsurdasreglas.

—Seráinútil,señorHersheimmer.

LaspalabrasfueroncomountrallazoyTommyalzólavistasobresaltado.

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Juliusestabanerviosoyexcitado,ylamanoconquecogiólacopatemblabaligeramente,aunquesusojossiguierondesafiandolamiradadesirJames.Porunmomento,lahostilidadexistenteentrelosdoshombresparecióapuntodeinflamarse.Finalmente,Juliusbajólosojosderrotado.

—Demomento,reconozcoqueesustedquienmanda.

—Gracias —replicó el otro—. Entonces, ¿quedamos a las diez? —Sevolvió hacia Tommy—. Debo confesar, señor Beresford, que me hasorprendido verlo aquí esta noche. Lo último que supe de usted es que susamigos estabanmuypreocupados por su paradero.No sabíannadade usteddesdehacíavariosdías,ylaseñoritaTuppencesesentíainclinadaacreerqueseencontrabaenapuros.

—¡Asíera,señor!—Tommysonrióalrecordarlo—.Enmividamehabíavistoenunasituaciónmásapurada.

AnimadoporlaspreguntasdesirJames,lehizounbreveresumendesusaventuras.Alterminar,elabogadolomiróconrenovadointerés.

—Supoustedsalirairoso.Lefelicito.Demostróunagranhabilidadysuporepresentarperfectamentesupapel.

Tommyenrojeciódeplacerantesusalabanzas.

—Nohubieraconseguidohuiranoserporesamuchacha,señor.

—No—sir James sonrió—. Tuvo suerte de caerle en gracia.—Tommypareció dispuesto a protestar, pero sir James continuó—: Supongo que noexistelamenordudadequetambiénpertenecíaalabanda.

—Metemoquesí,señor.Enunmomentocreíquelareteníanalafuerza,perosumododeactuarnoconcordabaconesasuposición.Volviójuntoaelloscuandopodíaescapar.

SirJamesasintiópensativo.

—¿Quédijoella?¿AlgoasícomoquequeríaregresarjuntoaMarguerite?

—Sí,señor.SupongoquesereferíaalaseñoraVandemeyer.

—SiemprefirmabacomoRitaVandemeyerytodossusamigoslaconocíanporRita.Noobstante,imaginoqueesajovenhabríatomadolacostumbredellamarla por su nombre completo. ¡Y en el momento en que la llamaba, laseñoraVandemeyer estabamuriendo o había fallecido ya! ¡Es curioso!Hayunaodoscosasquenoveoclaras.Porejemplo,surepentinocambiodeactitudhaciausted.Apropósito,supongoqueregistraríalacasa.

—Sí,señor,perotodoshabíanalzadoelvuelo.

—Esnatural—dijosirJamessecamente.

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—Ynodejaronelmenorrastro.

—Me pregunto…—El abogado tamborileó con sus dedos encima de lamesa,pensativo.

EltonodesuvozhizoqueTommyalzaralamirada.¿Esqueacasoaquelhombrehabíavistoalgoquepasóinadvertidoalosdemás?

—¡Ojaláhubieraestadoustedaquícuandoregistramoslacasa!—exclamóimpulsivamente.

—A mí también me hubiera gustado —repuso sir James con calma—.¿Quéhaestadoustedhaciendodesdeentonces?

Tommy lomiró de hito en hito y luego comprendió que el abogado noestabainformado.

—Olvidabaquenosabíausted lodeTuppence—dijo,volviendoasentiraquellaansiedadenfermiza,quehabíaolvidadoconlaexcitacióndesaberquealfinhabíanencontradoaJaneFinn.

Elabogadodejócaersobrelamesaelcuchilloyeltenedor.

—¿LehaocurridoalgoalaseñoritaTuppence?—Sutonoeracortante.

—Hadesaparecido—dijoHersheimmer.

—¿Cuándo?

—Haceunasemana.

—¿Cómo?

SirJameslanzabasuspreguntascomodisparos.EntreTommyyJulius lecontaronlahistoriadeaquellasemanaysuinútilbúsqueda.

SirJamesfueenseguidaalaraízdelasunto.

—¿Untelegramafirmadoconsunombre?Sabíanlobastantesobrelosdospara hacer semejante cosa. No estabanmuy seguros de lo que usted habríadescubiertoenesacasa.ElsecuestrodelaseñoritaTuppenceeslarepresaliaporsuhuida.Desernecesariosellaríansus labioscon laamenazade loquepudierasucederleaella.

Tommyasintió.

—Esoesloqueyohepensado,señor.

—¿Ustedlohapensado?—dijosirJames,mirándolofijamente—.Noestámal,noestánadamal.Locuriosoesquenosabíannadadeustedcuandolehicieron prisionero. ¿Está seguro de que no descubrió su identidad ustedmismo?

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Tommymeneólacabeza.

—Asíes—intervinoJulius—.Porlotantoreconozcoquealguienlespusoalcorrienteyquenolohizoantesdeldomingoporlatarde.

—Sí,pero¿quién?

—¡ElpoderosoeinmensoseñorBrown,porsupuesto!

Habíaciertomatiz irónicoen lavozdelnorteamericanoquehizoquesirJameslomiraraenelacto.

—¿NocreeustedenelseñorBrown,señorHersheimmer?

—No,señor—replicóesteconénfasis—.Esdecir,nocreoenélcomotal.Piensoqueesunfantasma,unespectro.Solounnombreconelqueseasustaalosniños.Elcabecillaverdaderodeeste tingladoesese ruso:Kramenin.Locreocapazdeorganizarrevolucionesentrespaísesalavezsiselopropone.Whittingtonesprobablementeelcabecilladelaramainglesa.

—Noestoydeacuerdoconusted—replicósirJames, tajante—.ElseñorBrownexiste.—SevolvióhaciaTommy—.¿Sefijódesdedóndefueenviadoeltelegrama?

—No,señor,metemoqueno.

—¡Hum!¿Lollevaencima?

—Estáarriba,señor,enmimaletín.

—Megustaríaecharleunvistazo,peronohayprisa.Yahanperdidounasemana. —Tommy agachó la cabeza—. Un día o dos más no tienenimportancia.Primeronosocuparemosde la señorita JaneFinn.Despuésnospondremosa trabajarde firmepara rescatara laseñoritaTuppence.Nocreoque corra peligro inminente. Es decir, en tanto ellos ignoren que tenemos aJaneFinnyqueharecobradolamemoria.Debemosmantenerloensecretoatodacosta.¿Comprendido?

Los dos jóvenes asintieron y, tras quedar de acuerdo para la mañanasiguiente,elgranabogadosedespidió.

A las diez en punto, Tommy y el norteamericano estaban en el lugaracordado.SirJamessehabíareunidoconellosenlapuertayeraelúnicoquenoparecíaexcitado.Lespresentóalmédico.

—¿Nospermitesubiraverla?

—Siguebienyevidentementeno tiene ideadel tiempotranscurrido.Estamañana preguntó cuántos se habían salvado del Lusitania. Y si habíaaparecidoyalalistaenlosperiódicos.Claroqueestoeradeesperar.Aunquecreoqueestápreocupadaporalgo.

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—Me parece que podremos aliviar su ansiedad. ¿Nos permite subir averla?

—Desdeluego.

A Tommy el corazón comenzó a latirle más deprisa mientras subía laescalera detrás delmédico. ¡Al fin Jane Finn! ¡La anhelada, lamisteriosa yescurridizaJaneFinn!

¡Quédifícil se lehabíahechodarconella!Yallíenaquellacasa,con lamemoriarecobradacasimilagrosamente,yacía lamuchachaqueteníaensusmanos el futuro de Inglaterra. De sus labios casi se escapó un gemido. ¡SiTuppencehubierapodidoestarasuladoparacompartirelfinaltriunfantedesuaventura!LuegoapartódesumenteelrecuerdodeTuppence.SuconfianzaensirJamesibaenaumento.AquelhombrelograríadescubrirelparaderodeTuppence.¡Peroahora,JaneFinn!Depronto,unrepentinotemoratenazósucorazón.Parecíademasiadofácil.

¿Ysilaencontrabanmuerta,asesinadaporlamanodelseñorBrown?

Alminuto siguiente se reíade sus fantasías.Eldoctor abrió lapuertadeunahabitación.Enlacamablancayacíaunamuchachaconlacabezavendada.En ciertomodoparecía una escena irreal y daba la impresióndehaber sidoescenificadaalaperfección.

Lamuchachamiróacadaunodelosreciénllegadosconsusgrandesojosausentes.SirJameshablóprimero.

—Señorita Finn —le dijo—, este es su primo, el señor Julius P.Hersheimmer.

Unligeroruborcoloreóelrostrodelajoven,mientrasJuliusseadelantabaparaestrecharlelamano.

—¿Cómoestás,primaJane?—dijoentonoalegre.

PeroTommycaptóeltemblordesuvoz.

—¿ErestúrealmenteelhijodetíoHiram?—lepreguntó.

Suvoz,conelcálidoacentodelOeste,teníaunmatizcasiemocionanteyaTommyleresultóvagamentefamiliar,aunqueloconsideróimposible.

—Puesclaro.

—Solíamos leer cosas de tío Hiram en los periódicos —continuó lamuchachaconsuvozgrave—.Peronuncapenséquellegaríaaconocerte.MimadresefigurabaquetíoHiramnuncaharíalaspacesconella.

—Elviejoeraasí—admitióJulius—.Perocreoquelanuevageneraciónesdistinta.Nosirvendenadalaspeleasfamiliares.Loprimeroenquepensé,al

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terminarlaguerra,fueenvenirabuscarte.

Elrostrodelajovenseensombreció.

—Me han estado contando cosas… cosas terribles: que he perdido lamemoriayquehayañosquenorecordarénunca,añosdemividaperdidos.

—¿Notedistecuenta?

—Puesno.Meparececomosinohubiesepasadonadadesdequesubimosalosbotes.¡Loveocomosiestuvierasucediendoahora!

Cerrólosojosconunestremecimiento.

JuliusmiróasirJames,quehizoungestodeasentimiento.

—Noteatormentesmás.Novale lapena.Ahoraescucha,Jane,hayalgoque quiero que me digas. A bordo iba un hombre que era portador de undocumento importante y los grandes personajes de este país dicen que te loentregóati.¿Escierto?

Lamuchachavacilaba,mirandooraauno,oraaotro.

Juliuscomprendió.

—El señor Beresford está autorizado por el gobierno británico paradevolverestedocumentoasupaís.Sir JamesPeelEdgertonesmiembrodelParlamentoinglésypodríaseruncargodelgabinetesiquisiera.Graciasaélhemosconseguidodaralfincontigo.Demodoquepuedescontarnostodalahistoria.¿TedioDanverslospapeles?

—Sí. Dijo que yo tenía más posibilidades de salvarme, ya que primeroembarcabanlasmujeresylosniños.

—Loquehabíamosimaginado—dijosirJames.

—Dijo que eranmuy importantes, que podrían hacer que todo cambiaraparalosaliados.Perosihapasadotantotiempoylaguerrahaterminado,¿quépuedeimportarahora?

—Imaginoquelahistoriaserepite,Jane.Primerosearmóungranalborotoyse lamentó lapérdidadeesospapeles,pero luegoesose fueapaciguando.Ahora ha vuelto al surgir de nuevo toda esa cuestión por distintas razones.Entonces,¿puedesentregárnoslosenseguida?

—Nopuedo.

—¿Qué?

—Nolostengo.

—¿Quetúnolostienes?—Juliusrecalcólaspalabras.

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—No.Losescondí.

—¿Losescondiste?

—Sí. Estaba intranquila. Me parecía que me vigilaban, me asustémuchísimo.—Sellevólamanoalacabeza—.Escasiloúltimoquerecuerdoantesdedespertarmeenelhospital.

—Continúe—dijosirJames—.¿Quéesloquerecuerda?

Janesevolvióhaciaél,obediente.

—EstabaenHolyhead.Vineporahí,peronorecuerdoporqué.

—Esonoimporta.Continúe.

—Meescurríentrelaconfusióndelmuelle.Nadiemevio.Toméuntaxiyledijealconductorquemellevarafueradelapoblación.Cuandollegamosalacarretera,mirésinosseguíaalgúncoche,peronoeraasí.Viuncaminoalotroladodelacarreterayledijealtaxistaqueesperara.

Hizounapausaycontinuó:

—El camino llevaba al acantilado y bajaba hasta el mar entre grandesarbustosamarillentosqueerancomollamasdoradas.Miréamialrededor.Noseveíaniunalmayprecisamentealaalturademicabezahabíaunhuecoenlarocabastantepequeño.Solomecabíalamano,peroeraprofundo.Cogíelenvoltorioimpermeablequellevabacolgandodelcuelloylointrodujelomásadentro que me fue posible. Luego arranqué unos matojos… ¡cómopinchaban!,perocubríanelagujerotanbienquenadiehubieraimaginadoqueallíhabíaunacavidad.Entoncesgrabéenmimemoriaaquellugarparaquemefueraposiblevolveraencontrarlo.Precisamentehabíaunapiedramuycuriosaqueparecíaunperrosentadopidiendolimosna.

»Luego regresé a la carretera dondeme aguardaba el taxi y, una vez deregreso, cogí el tren algo avergonzada por mi exceso de imaginación; peropocoapocoviqueunhombresentadoantemíguiñabaunojoaunamujer,queestabasentadoamilado,yvolvíasentirmeasustadaymealegrédehaberpuestoasalvolospapeles.Salíalpasilloatomarunpocodeaireyconlaideadetrasladarmeaotrovagón.Peroaquellamujermellamódiciéndomequeseme había caído no sé qué y, cuandome agaché paramirar, algome golpeóaquí.

Señalóconlamanolaparteposteriordesucabeza.

Hubounapausa.

—Gracias, señorita Finn —manifestó sir James—. Espero que no lahayamoscansadodemasiado.

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—¡Oh!No tiene importancia.Me duele un poco la cabeza, pero por lomenosmeencuentrobien.

Julius,adelantándose,volvióaestrecharlelamano.

—Hastalavista,primaJane.Voyaestarocupadohastaqueencuentreesospapeles, pero volveré en un abrir y cerrar de ojos, y haré que pases latemporada más divertida de tu vida en Londres antes de que regresemos aEstadosUnidos.Teloprometo,demodoquedateprisaenponertebuena.

CapítuloXX

Demasiadotarde

Enlacallesostuvieronunaespeciedeconsejodeguerra.SirJameshabíasacadounrelojdesubolsillo.

—EltrenqueenlazaconeltransbordadorquevaaHolyheadsedetieneenChester a las doce y catorce. Si se marchan enseguida, creo que podránalcanzarlo.

Tommylomiróextrañado.

—¿Esnecesariatantaprisa,señor?Hoysoloesdíaveinticuatro.

—Creo que siempre es convenientemadrugar—dijoHersheimmer antesdequeelabogadotuvieratiempodereplicar—.Iremosenseguidaatomareltren.

SirJamesfruncióligeramenteelentrecejo.

—Ojalápudieraacompañarlos.Perotengoquehablarenunareuniónalasdos.Esunalástima.

Era evidente su contrariedad, así como la satisfacción de Julius al verselibredesucompañía.

—Creoquenosetratadenadacomplicado—observó—.Solodejugaralescondite.

—Esoespero—replicósirJames.

—Seguro.¿Quéotracosaibaasersino?

—Es ustedmuy joven todavía, señorHersheimmer. Cuando llegue amiedad,esprobablequehayaustedaprendidounalección:«Nuncadespreciesatuenemigo».

LagravedaddesutonoimpresionóaTommy,aunquecausópocoefectoen

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Julius.

— ¡Usted cree que el señorBrownva a venir ameter las narices! Si lohace,meencontrarápreparado.—Sepalpóel bolsillo—.Llevo revólver.LapequeñaWillievaconmigoatodaspartes.—Sacóunaautomáticaqueacaricióconcariñoantesdedevolverlaasusitio—.Peroestaveznovoyanecesitarla.NohaynadiequepuedaavisaralseñorBrown.

Elabogadosealzódehombros.

—NadiepodíaavisaralseñorBrowndeque laseñoraVandemeyer ibaatraicionarlo y, sin embargo, la señora Vandemeyer murió sin decir ni unapalabra.

JuliusguardósilencioysirJamesañadió:

—Solo quiero ponerles en guardia. Adiós y buena suerte. No corranriesgosinnecesariosunaveztenganeldocumentoensupoder.Sitienenalgúnmotivoparacreerqueloshanseguido,destrúyanloenelacto.Lesdeseobuenasuerte.Ahoralapartidaestáensusmanos.

Lesestrechólamanoalosdos.

Diez minutos más tarde los dos jóvenes se hallaban sentados en uncompartimientodeprimeraclaseenrouteparaChester.

Duranteunbuenratonohablóningunoy,cuandoal finJulius rompióelsilencio,fueconuncomentariototalmenteinesperado.

—Oiga—observópensativo—,¿algunavezsehaenamoradoustedcomountontodeunachica?

Tommy,trasreponersedesuasombro,seesforzóenrecordar.

—Nosabríadecirlo.Porlomenosahoranolorecuerdo.¿Porqué?

—Porque durante los dos últimos meses, me he convertido en unsentimental por culpa de Jane. Desde el primer momento en que vi sufotografía,elcorazónmediotodosesosvuelcosdequehablanenlasnovelas.Meavergüenzaconfesarlo,perovinedecididoaencontrarlayconvertirlaenlaesposadeJuliusP.Hersheimmer.

—¡Oh!—exclamóTommy,asombrado.

Juliuscontinuórefiriendolacuestiónconnotoriabrusquedad:

—¡Esodemuestralotontoquepuedellegaraseruno!¡Unasolamiradaaunachicadecarneyhueso,ymehecurado!

— ¡Oh! —exclamó Tommy de nuevo al no saber qué decir sobre lacuestión.

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—No es que desprecie a Jane —continuó el otro—. Es una muchachaencantadoraycapazdeenamoraracualquiera.

—Laencuentromuyatractiva—dijoTommyrecobrandoalfinelhabla.

—Claro que lo es. Pero no se parece en nada a la fotografía.Bueno, enciertosentidosí,puestoquelareconocíenseguida.Dehaberlavistoenmediodeunamultitud,hubiesedichosindudar:«Esacara laconozco».Perohabíaunalgoenlafoto.—Juliusexhalóunlargoysignificativosuspiro—.¡Elamoresalgomuyextraño!

—Debe serlo —dijo Tommy con frialdad—, cuando usted, estandoenamoradodeesamuchacha,pideaotraenmatrimonioenmenosdequincedías.

Juliustuvoelpudorderuborizarse.

—Puesverá,tuveunaespeciedepresentimientoycreíquenuncalograríaencontrar a Janey, de todas formas, fueuna tontería creermeenamoradodeella.Yluego…¡Oh,bueno!Losfranceses,porejemplo,venlascosasdeunmodomuchomássencillo.Consideranqueelamoryelmatrimoniosoncosasdistintas.

Tommyenrojeció.

—¡Bueno,quemeahorquen!¡Siesoeslo…!

Juliusseapresuróainterrumpirlo.

—Escuche,noseprecipite.Noquisedecirloqueustedhaentendido.Losnorteamericanostenemosunamoralmuchomáselevadaqueustedes.Loquehequeridodeciresquelosfrancesesvenelmatrimonioporelladocomercial,buscan una persona que les convenga, miran la cuestión económica y loconsideranconespíritupráctico.

—En mi opinión —replicó Tommy—, hoy en día somos demasiadomaterialistas.Siempredecimos:¿meconviene?Loshombressomosbastantemalosylasmujerespeorestodavía.

—Cálmese,hombre.Noseacalore.

—Puesloestoy.

Julius,alcontemplarle,decidióquelomejoreranodecirnada.

Noobstante,TommytuvotiempodecalmarseantesdellegaraHolyheady,cuandollegaronasudestino,sualegresonrisahabíavueltoasurostro.

Trashacerunpardepreguntasyconlaayudadeunmapa,decidieronelrumbo a seguir y, sin más dilación, tomaron un taxi que los condujo a lacarreteraquellevaaTreaddurBay.Dijeronalconductorquefueradespacioy

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vigilaronconsumaatenciónelrecorrido,buscandoelcamino.LoencontraronpocodespuésdedejarlaciudadyTommyhizodetenereltaxi,preguntandoentonocasualsillevabahastaelmar.Aloírlarespuestaafirmativa,lodespidiódespuésdepagarelimportedelviaje.

Momentosdespués,elcocheregresabalentamenteaHolyhead.TommyyJulius, tras perderlo de vista en un recodo, echaron a andar por el estrechosendero.

—Supongoqueseráeste—dijoTommysinconvicción—.Debedehabermuchísimosparecidosporlosalrededores.

—Seguro.Mireestosarbustos.¿RecuerdaloquedijoJane?

Tommy contempló los arbustos cuajados de florecillas doradas quebordeabanelcaminoyseconvenció.

Bajaronelterraplénunodetrásdelotro.Juliusibadelante.

Endosocasiones,Tommyvolviólacabezaintranquilo.

—¿Quéocurre?—lepreguntóJulius.

—Nolosé.Debedeserelviento.Perotengolaimpresióndequealguiennossigue.

—Noesposible—replicóJulius—.Lohubiéramosvisto.

Tommy tuvo que admitir que era cierto. Sin embargo, su inquietud seacentuóy,apesarsuyo,creíaenelpoderdelenemigo.

—Casipreferiríaquevinieraeseindividuo—comentóJulius,palpandosubolsillo—.¡LapequeñaWillieestádeseandohacerejercicio!

— ¿Siempre la lleva consigo? —preguntó Beresford en voz alta,manifestandoprofundaextrañezayevidentecuriosidad.

—Casisiempre.Nuncasesabeloquepuedeocurrir.

Tommy guardó un respetuoso silencio. Se sentía impresionado por lapequeñaWillie,quealparecersuprimíalaamenazadelseñorBrown.

Elcaminocorríaalladodelacantilado,paraleloalmar.DeprontoJuliussedetuvotanbruscamentequeTommytropezóconél.

—¿Quéocurre?—quisosaber.

—Mireahí.¡Ahorayanocabendudas!

Tommymiródondeleindicaba.Enmitaddelcamino,casibloqueandoelpaso, había una piedra que ciertamente recordaba la silueta de un perromendigando.

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—Bien—replicóTommysinparticipardelentusiasmodeJulius—,es loqueesperábamos,¿no?

Juliuslomiróconpesarymeneólacabeza.

—¡La flemabritánica!Claroque loesperábamos,perode todas formas,meemocionaverloahí,dondepensábamosencontrarlo.

Tommy,cuyacalmaeramásaparentequereal,golpeóelsueloconelpie.

—Siga.¿Yelagujero?

RegistraronelacantiladoyTommydijoestúpidamente:

—Losmatojoshabrándesaparecidodespuésdetantotiempo.

—Supongoquetieneustedrazón—replicóJuliusconsolemnidad.

Derepente,Beresfordseñalóconmanotemblorosaciertopunto.

—¿Esacavidaddeahí?

—Esaes,seguro—dijoJuliusconlavozalterada.

Semiraron.

—CuandoestuveenFrancia—dijoTommy—,siemprequemiasistenteseolvidaba de llamarme, decía que había perdido la cabeza.Yo nunca lo creí,peroahoracomprendoqueexisteesasensación. ¡Ahora lasientoconmuchaintensidad!

Miróalarocaconunaespeciedepasiónarrebatadora.

— ¡Maldita sea! —exclamó—. ¡Es imposible! ¡Cinco años! ¡Piénselo!Niños que corretean y juegan, excursionistas, cientos de personas habránpasado por aquí. ¡Existe una oportunidad contra cien de que aún siga aquí!¡Desafíaalarazón!

Además, le parecía imposible, quizá porque no podía creer en su propioéxito donde tantos otros habían fracasado. Era demasiado sencillo y, por lotanto,noeraposible.Elagujeroestaríavacío.

Juliuslomirabaconunaampliasonrisa.

—Meparecequeahoraestábienaturdido—exclamóconcierto regocijo—.¡Bien,alláva!—Introdujosumanoenlacavidad,haciendounamueca—.Esmuyestrecha.LamanodeJanedebesermuchomáspequeñaquelamía.Noencuentronada.No.Oiga,¿quéesesto?¡Aquíestá!—Ysacóunpequeñoenvoltoriodescolorido—.Tienequesereldocumento.Estácosidodentrodelenvoltorioimpermeable.Sosténgalomientrassacomicortaplumas.

Loincreíblehabíaocurrido.Tommysostuvoelenvoltorioentresusmanos

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conternura.¡Habíantriunfado!

—Escurioso—murmuró—,yoimaginéquelaspuntadasestaríanrotasyparecennuevas.

Lascortaronconsumocuidadoyquitaronlaenvolturaimpermeable.Ensuinterior encontraron una hoja de papel que desdoblaron con manostemblorosas.¡Eraunapáginaenblanco!Semiraronextrañados.

—¿Seráunengaño?—preguntóJulius—.¿AcasoDanversnofuemásqueunseñuelo?

Tommymeneólacabeza.Aquellasoluciónnolesatisfacíaydeprontosurostroseiluminó.

—¡Yalotengo!¡Tintasimpática!

—¿Ustedcree?

—Detodasformas,valelapenaprobarlo.Generalmenteelcalorlavuelvevisible.Traigaalgunasramas.Haremosunfuego.

A los pocos minutos una pequeña hoguera de ramas y hojas ardíaalegremente.Tommymantuvolahojadepapelcercadelallama;elpapelsecurvóligeramenteporelcalor,peronadamás.

De pronto Julius le asió del brazo, señalándole unos caracteres que ibanapareciendopocoapoco.

—¡Bravo!¡Hemosdadoconél!Oiga,hatenidoustedunagranidea.Amínosemehubieraocurrido.

Tommyconservóelpapelen lamismaposicióndurantealgunosminutosmás,hastaqueconsideróqueelcalorhabríarealizadosu trabajo.Momentosdespuéslanzabaunaexclamación.

Enelcentrodelahojadepapelyenletrasdeimprentadecolorcastañoseleíaclaramente:

SALUDOSDELSEÑORBROWN.

CapítuloXXI

Tommyhaceundescubrimiento

Durante unos instantes los dos se contemplaron con aire estúpido,aturdidos por la sorpresa. Demanera inexplicable el señor Brown se habíaadelantado.

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Tommyaceptóladerrotaconcalma,noasíJulius.

—¿Cómodiabloshapodidollegarantesquenosotros?¡Esoesloquemeponefuerademí!

—Eso explica que las puntadas fuesen tan nuevas—repuso Tommy—.Debimoshaberloadivinado.

—No importan esas malditas puntadas. ¿Cómo pudo llegar antes quenosotros? Es imposible que se nos adelantara. De todas formas, ¿cómo losupo? ¿Usted cree que había un micrófono en la habitación de Jane? Yoimaginoquedebíahaberlo.

PrevalecióelsentidocomúndeTommy,queformulóalgunasconjeturas.

—Noesfácilquesupieradeantemanoqueibaairaesaclínicaymuchomenosaquéhabitación.

—Es cierto —admitió Julius—. Entonces una de las enfermeras debióespiardetrásdelapuerta.¿Quéleparece?

—De todas formas, no creo que importe —dijo Tommy contrariado—.Quizá loencontrarahacemesesycambiara lospapelesentonces.No,esoesimposible.Lohubieranpublicadoenseguida.

— ¡Segurísimo! No, alguien se nos ha adelantado hoy, pero lo que meintrigaescómolohansabido.

—OjaláestuvieraaquíPeelEdgerton.

—¿Porqué?—Juliuslomiróextrañado—.Elmalyaestabahechocuandollegamos.

—Sí…—Tommyvacilósinsabercómoexpresarsussentimientos,conlaabsurda creenciadeque el abogado,dehaber estadoallí, hubiese evitado lacatástrofe.Sinembargo, se reafirmóen supuntodevista inicial—.Denadasirve discutir sobre cómo ha ocurrido. La partida ha terminado y hemosfracasado.Soloquedaunacosaporhacer.

—¿Cuáles?

—RegresaraLondres loantesposibleparaavisar al señorCarter.Ahorasolo es cuestióndehorasparaque estalle el desastre.Perode todas formas,debesaberlo.

SabíaqueaCarternolegustabanlasintromisiones,peroTommynoteníaotra opción que ponerle en antecedentes de su fracaso. Después su trabajohabríaterminado.TomóeltrencorreodelmediodíaderegresoaLondres,entantoqueJuliusprefiriópasarlanocheenHolyhead.

Mediahoradespuésdesullegada,pálidoynervioso,Tommysepresentaba

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antesujefe.

—Hevenidoainformarlo,señor.Hefracasado,fracasadorotundamente.

—¿Quieredecirqueeldocumento…?

—EstáenmanosdelseñorBrown.

—¡Ah!—dijoCarter,sininmutarse.

Su rostro no cambió de expresión aunque Tommy captó en sus ojos unrelámpago de desesperación, lo cual evidenciaba de que ya no quedabaningunaesperanza.

—Bien —dijo Carter tras un silencio—. Supongo que no vamos aponernosde rodillas.Celebro saberlodefinitivamente.Hemoshecho todo lohumanamenteposible.

—¡YanohayesperanzayBrownlosabe!

EstafrasefuepronunciadaporTommyconprofundosentimiento.

—Nolo tometanapecho,muchacho—ledijoCarteren tonoamable—.Hahechocuantohapodido,perosuadversarioesunodelosmásformidablescerebrosdeestesiglo.Yhaestadoustedmuycercadeléxito.Recuérdelo.

—Gracias,señor.Esustedmuyamable.

—La culpa esmía.Me lo he estado reprochando desde que escuché lasotrasnoticias.

SutonoatrajolaatencióndeTommy,quesintiónuevostemores.

—¿Hayalgomás,señor?

—Metemoquesí—replicóCarterentonogravemientrascogíaunahojadepapelquehabíasobresumesa.

—¿Tuppence?

—Leaustedmismo.

Las letras escritas a máquina bailaban ante sus ojos; describían unsombreritoverde,unabrigoconunpañueloenunodesusbolsillosmarcadoconlasinicialesP.L.C.

TommymiróinterrogativamenteaCarter.

—Aparecieronen la costadeYorkshire, cercadeEbury—ledijo—.Metemoquehasidovíctimadeunatentado.

— ¡Dios mío! —exclamó Tommy—. ¡Tuppence! Esos diablos… Nodescansaréhastahaberacabadoconellos.¡Losperseguiré!Los…

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LacompasiónquereflejabaelrostrodeCarterlodetuvo.

—Séloquesiente,mipobreamigo.Peronovaaservirledenada.Gastarásuenergíainútilmente.Talvezleparezcaalgoduro,peromiconsejoeseste:contengasuímpetu.Eltiempotodolocurayacabaráporolvidar.

—¿OlvidaraTuppence?¡Nunca!

—Eso piensa usted ahora. —Carter meneó la cabeza—. Bueno, yotampoco puedo soportar la idea. ¡Esa muchacha tan valiente! Lo sientomucho…muchísimo.

Tommyserehízoconesfuerzo.

—Lo estoy entreteniendo, señor. No tiene por qué reprocharse nada.Fuimos un par de tontos al acometer semejante empresa. Usted ya nos loadvirtió.Perohubierapreferidoseryolavíctima.Adiós,señor.

De nuevo en el Ritz, Tommy fue recogiendo mecánicamente sus pocaspertenencias, ya que sus pensamientos estaban muy lejos. No asimilaba latragediaquesehabíaintroducidoensutranquilaexistencia.¡ConloqueélyTuppence se habían divertido juntos! Y ahora… ¡Oh, no podía creerlo! Nopodíasercierto.¡Tuppencemuerta!LapequeñaTuppence,rebosantedevida.Eraunsueño,unahorriblepesadilla,peronadamás.

Le trajeronunanota:unasbrevespalabrasdesimpatíadePeelEdgerton,quehabíaleídolanoticiaenlosperiódicos,enlosqueaparecíabajoungrantitular:SETEMEQUEHAYAMUERTOAHOGADAUNAEXAUXILIARFEMENINA. La carta terminaba con el ofrecimiento de un empleo en unranchodeArgentina,dondesirJamesteníainteresesconsiderables.

—¡Quéamable!—musitóTommyaldejarlasobrelamesa.

SeabriólapuertayentróJuliusconsuhabitualviolenciayunperiódicoenlamano.

—Oiga, ¿qué significa esto? Parece que han publicado una noticia falsasobreTuppence.

—Escierta—dijoTommysinalterarse.

—¿Quieredecirquelahanasesinado?

Tommyasintió.

—Supongoque,alapoderarsedeldocumento,ellayanolesservíadenadaylaeliminaronpormiedoadejarlaenlibertad.

—Bueno,quemeahorquen—exclamóJulius—.LapequeñaTuppence…lamuchachamásvalientedelmundo…

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AlgopareciórompersedeprontoenelinteriordeTommy,quesepusoenpie.

— ¡Oh,márchese! ¡A usted no le importaba de verdad!Le pidió que secasaraconustedconsueternasangrefría,peroyolaamaba.Hubieradadomividaporevitarleelmenor,dañoyhubiesedejadoquesecasaraconustedsinpronunciarpalabra,porquenopodíaofrecerleloqueellasemerecía.Yosolosoy un pobre diablo sin un céntimo. ¡Pero no hubiera sido porque no meimportase!

—Escúcheme…—empezóadecirJulius.

— ¡Oh, váyase al diablo!No soporto que venga aquí a hablarme de «lapequeña Tuppence». Vaya y cuide de su prima. ¡Tuppence me pertenece!Siemprelahequerido,desdequejugábamossiendoniñosycuandocrecimoslaquiseigual.

Nuncaolvidarécuandoyoestabaenelhospitalylaviaparecerconaqueldelantal y la ridícula cofia. Era como unmilagro vestida de enfermera… lamuchachaqueamaba.

Juliuslointerrumpió.

—¡Vestidadeenfermera!¡Yalotengo!¡DeboiraColneyHatch!Juraríaque tambiénhevisto a Janevestidade enfermera. ¡Yesoes imposible!No.¡Yalotengo!FueaellaaquienvihablandoconWhittingtonenlaclínicadeBournemouth.¡Ynoeraunapaciente,sinounaenfermera!

—Me atrevo a decir —dijo Tommy, enfadado— que probablemente haestado con ellos desde el principio.Nome extrañaría que hubiese sido ellaquienrobaraaDanversesospapelesparaempezar.

— ¡Que me ahorquen si lo hizo! —gritó Julius—. Es mi prima y tanpatriotacomolaquemás.

—¡Nome importaenabsoluto loquesea,perosalgadeaquí!—replicóTommy,tambiénavozengrito.

Losdosjóvenesestabanapuntodellegaralasmanos,cuandodeprontoelfurordeJuliusseapaciguócomoporartedemagia.

—Deacuerdo—dijoconcalma—.Yamemarcho.Nolereprochonadadeloquemehadicho.Ha sidouna suerte que lo dijera.He sido el ciegomásestúpidoimaginable.Cálmese.—Tommyhabíahechoungestodeimpaciencia—.Ahoramemarchoy,porsileinteresasaberlo,alaestaciónNorthWestern.

—Nomeimportaenabsolutoadóndevaya—gruñóTommy.

En cuanto la puerta se cerró detrás de Julius, volvió a ocuparse de suequipaje.

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—Listo—murmuróyllamóparaquelevinieranarecogerlasmaletas—.Bajemiequipaje—leordenóalbotones.

—Sí,señor.¿Semarchaelseñor?

—Sí,aldiablo—replicósinpreocuparlelossentimientosdelosdemás.

Noobstante,elempleadolerespondióconamabilidad:

—Bien,señor.¿Quierequeaviseuntaxi?

Tommy asintió: ¿Adónde iba?No tenía lamás ligera idea.Aparte de ladeterminacióndeacabarconelseñorBrown,noteníaplanalguno.Releyólacarta de sir James. Vengaría a Tuppence. No obstante, Edgerton era muyamable.

Supongoqueserámejorqueleconteste.Seacercóaunamesadispuestaaeste efecto. Con la acostumbrada perversidad de todos los hoteles, habíamuchos sobres, pero ninguna hoja de papel. Llamó y nadie acudió. Tommymaldijo aquel retraso, pero entonces recordó que había papel de carta en lasala de Julius y, como el norteamericano le había anunciado su partidainmediata, no volverían a encontrarse. Además, no le hubiera importado.Empezabaaavergonzarsedelascosasquelehabíadicho.

¡Oh!Juliusselohabíatomadomuybienysiloencontrabasedisculparía.

La habitación estaba desierta. Tommy se dirigió al escritorio y abrió elcajóncentral.Le llamólaatenciónunafotografíaquehabíaensu interiory,por unmomento, quedó comoclavado en el suelo.Luego la cogió, cerró elcajón, se dirigió a una butaca y se sentó con la fotografía en lamano paracontemplarla.

¿QuédiabloshacíalafotografíadelafrancesitaAnnetteenelescritoriodeJuliusHersheimmer?

CapítuloXXII

EnDowningStreet

Elprimerministrotamborileócondedosnerviosossobresuescritorio.Surostro denotaba cansancio y desánimo al proseguir la conversación quesosteníaconCarterenelpuntoenquefueinterrumpida.

—No locomprendo.¿Deverdadcreeque lascosas,despuésde todo,nohanllegadoaunextremodesesperado?

—Esopiensaesemuchacho.

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—Volvamosaleersucarta.

Carterselaentregó.Estabaescritaconunacaligrafíainfantil:

QueridoseñorCarter:

He descubierto algo queme ha sorprendido. Claro que tal vez no tengaimportancia, perono lo creo.Simis conclusiones son acertadas, la chicadeManchestererauna impostora.Todofueplaneadodeantemano,asícomo lodel maldito paquete, con el objeto de hacernos creer que el juego habíaterminado;porlotanto,creoquedebíamosdeestarmuycercadelaverdaderapista.

Creo saberquiénes laverdadera JaneFinny también tengouna ideadedónde puede estar el documento. Claro que esto último es solo unacorazonada,perotengoelpresentimientodequeacertaré.Detodasformas,loincluyoenunsobrelacradoporsihicierafalta.Leruegoquenoloabrahastael último momento, es decir, a las doce de la noche del día 28. Locomprenderá enseguida. Verá, he deducido que lo de Tuppence es tambiénfalsoyqueestátanvivacomoyo.Misrazonamientossonestos:comoúltimaoportunidad,dejaránescaparaJaneFinnconlaesperanzadequehayaestadofingiendo haber perdido la memoria y, que una vez se vea libre, vayadirectamenteallugardondeloescondió.Claroquecorrenungranriesgo,yaqueellaconocetodoslossecretos,peroestándesesperadosporapoderarsedeldocumento. No obstante, si descubrían que el documento está en nuestropoder,esasdosjóvenesnotendríanniunahoradevida.DebointentarrescataraTuppenceantesdequeJaneescape.

DeseounacopiadeltelegramaquelefueenviadoaTuppencealRitz.SirJames Peel Edgerton dijo que usted podría proporcionármelo. Es muyinteligente.

Unacosamás:porfavor,hagaquevigilenlacasadelSohodíaynoche.

Suyoafectísimo,

T.BERESFORD

Elprimerministroalzólamirada.

—¿Yesesobrequesegúndiceincluye?

Cartersonrió.

—Enlacajafuertedelbanco.Noquierocorrerriesgos.

—¿Nocreeustedqueseríamejorabrirloahora?—dijoelprimerministro—.Habráqueasegurareldocumento,esdecir,suponiendoquelacorazonadadeesejovenfueraciertaypodamosmantenerensecretoquelohemosabierto.

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— ¿Sí? No estoy tan seguro. Estamos rodeados de espías, una vez sesupiera yo nodaría ni esto—chasqueó los dedos—por la vida de esas dosseñoritas.No,elmuchachohaconfiadoenmíynovoyadecepcionarle.

—Bien, bien, entonces lo dejaremos donde está. ¿Qué tal es esemuchacho?

—Exteriormenteeseltípicojoveninglés.Lentoensusprocesosmentales.Por otro lado, es casi imposible que lo pierda su imaginación porque no latiene. Por eso es difícil de engañar.Medita las cosas lentamente y una vezconsigue algo no lo deja escapar. Esa jovencita esmuy distinta. Tienemásintuiciónymenossentidocomún.Hacenunabuenaparejaparatrabajarjuntos.Calmayvitalidad.

—Parecedefiar—musitóelprimerministro.

—Sí, esoes loquemedaciertasesperanzas.Esmuy tímidoy tienequeestarmuysegurodeunacosaantesdeaventurarsuopinión.

—¿Creequeserácapazdedesafiaralmayorcriminaldenuestrosdías?

— ¡Ese muchacho! Es capaz. Pero algunas veces creo ver una sombradetrássuyo.

—¿Serefierea…?

—APeelEdgerton.

—¿PeelEdgerton?—exclamóelprimerministro,asombrado.

—Sí.Veosumanoenesto.—Blandiólacarta—.Estáaquí,trabajandoenla sombra, silenciosamente. Siempre he pensado que si alguien habría dedescubriral señorBrown, seríaPeelEdgerton.Ledigoqueahora trabajaeneste caso, pero no quiere que se sepa. Por cierto, el otro día me hizo unapeticiónbastanterara.

—¿Ah,sí?

—Meenvióunacarta,adjuntándomeunrecortedeunperiódicodeNuevaYorkenelquesemencionabaelhallazgodelcadáverdeunhombreenunadársena del puerto neoyorquino, hará cosa de tres semanas. Me pedía querecogieratodalainformaciónamialcancesobreelasunto.

—¿Ybien?

Carterseencogiódehombros.

—Noconseguígrancosa.Resultóserunhombredeunos treintaycincoaños,pobrementevestido,conelrostrodesfigurado.Nopudoseridentificado.

—¿Sospechaqueambosasuntostienenalgunarelación?

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—Enciertomodo, sí.Claroquepuedoequivocarme.Lepedíquepasaraporaquí.Noesquepensarasonsacarlealgoqueélnoquieradecir.Susentidodeldeberesdemasiadofuerte,peronoexistelamenordudadequeélpuedeaclararnosunpardepuntososcurosde lacartadel jovenBeresford. ¡Ah,yaestáaquí!

Losdoshombressepusieronenpiealentrarelreciénllegadoy,comounrelámpago,pasóporlamentedelprimerministroestepensamiento:¡Talvezseamisucesor!

—Hemos recibido una carta del joven Beresford—dijo Carter, que fuedirectoalasunto—.Supongoquelohabráustedvisto.

—Puessuponeustedmal.

—¡Oh!

SirJamessonrió,acariciándoselabarbilla.

—Metelefoneó—dijo.

— ¿Tendría inconveniente en decimos exactamente lo que pasó entreustedes?

—Ninguno.Mediolasgraciasporciertacartaqueyolehabíaescrito.Adecirverdad,ofreciéndoleunempleo.Entoncesmerecordóalgoqueyohabíadicho en Manchester con respecto a ese telegrama falso que hizo que semarcharalaseñoritaCowley.LepreguntésihabíaocurridoalgonuevoymedijoqueenuncajóndelsalóndelseñorHersheimmerhabíadescubiertounafoto.LepreguntésilafotollevabaelnombreyladireccióndeunfotógrafodeCaliforniayme replicó:«Haacertadousted, señor.Asíes».Luegocontinuócontándomealgoqueyo ignoraba: que el sujeto de aquella fotografía era lafrancesa.Annette,lachicaquelesalvólavida.

—¿Qué?

—Exactamenteeso.Lepregunté,nosinciertacuriosidad,quéhabíahechodelafotografía,yreplicóquelavolvióadejardondelaencontró.Esoestuvobien… francamente bien. Ese joven sabe hacer uso de su inteligencia. Lofelicité.Eldescubrimientofueprovidencial,puestoquedesdeelmomentoenquedemostrabaquelajovendeManchestereraunaimpostora,todocambiaba.El jovenBeresford lo comprendió así, sin necesidad de que yo se lo dijera.PeronopodíaconfiardemasiadoensusrazonamientosdespuésdeloocurridoalaseñoritaCowley.Mepreguntósiyocreíaenlaposibilidaddequesiguieraconvida.Ledijequehabíamuchasposibilidadesa su favor,y todoesonoshizobuscaransiososeltelegrama.

—¿Sí?

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—Leaconsejéquepidieraunacopiaoriginal.Semehabíaocurridocomocosa probable que después de que la señorita Cowley lo arrojara al suelo,ciertaspalabraspudieronseralteradasconlaexpresaintencióndeponerasusamigossobreunapistafalsa.

Carter asintió y, tras sacar una hoja de papel de su bolsillo, leyó en vozalta:

VenenseguidaaAstleyPriors,Gatehouse,Kent.Grandesacontecimientos.

TOMMY

—Muy sencillo ymuy ingenioso—dijo sir James—.Solounaspalabrasalteradasylapistaimportantesepasaporalto.

—¿Cuálera?

—LadeclaracióndelbotonesdequelaseñoritaCowleysehabíadirigidoaCharingCross.Estabantansegurosdesímismosquedieronporhechoquesehabíaequivocado.

—EntonceseljovenBeresfordahoraestá…

—EnGatehouse,Kent,amenosquemeequivoque.

Carterlocontemplóconcuriosidad.

—Mepreguntocómonoestáustedtambiénallí,PeelEdgerton.

—¡Ah,estoymuyocupadotrabajandoenuncaso!

—Creíqueestabadevacaciones.

— ¡Oh! Tal vez fuese más exacto decir que estoy preparando un caso.¿Sabealgomásdeesenorteamericanosobreelquepedíinformes?

—Metemoqueno.¿Esimportantedescubrirquiénera?

—¡Oh!Yasédequiénsetrata.Nopuedohablar,perolosé.

No le hicieron ninguna pregunta, convencidos de que sería perder eltiempo.

—Pero lo que no comprendo—dijo de pronto el primer ministro— escómofueapararalcajóndelseñorHersheimmeresafotografía.

—Talveznuncasaliódeallí—insinuóelabogado.

—Pero¿yelfalsoinspectordepolicía?¿ElinspectorBrown?

—¡Ah!—replicó sir James,pensativo, al tiempoque seponíaenpie—.Nodeboentretenerlosmás.Continúenconlosasuntosdelanación.Yodebovolveratrabajarenmicaso.

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DosdíasdespuésJuliusHersheimmerregresabadeManchesteryencontróunanotadeTommyencimadelamesa:

ApreciadoHersheimmer:

Sientohaberperdidolosestribos.Porsinovolvieraaverle,adiós.MehanofrecidounempleoenArgentinayquizáloacepte.

Suyoafectísimo,

T.BERESFORD

UnasonrisamuypeculiaraparecióenelrostrodeJulius.

—¡Elmuytonto!—murmuró.

CapítuloXXIII

Unacarreracontrarreloj

Después de llamar a sir James, el siguiente paso de Tommy fue visitarSouth Audley Mansions. Encontró a Albert cumpliendo sus tareasprofesionales y se presentó sin rodeos como amigo de Tuppence. Albert semostrómuyamable.

—Estohaestadomuy tranquiloúltimamente.Esperoque la señoritaestébien.

—Pueseseeseltema,Albert.Hadesaparecido.

—¿Quieredecirqueesosmalvadosselallevaron?

—Esohanhecho.

—¿Alotromundo?

—¡No,hombre!

—¿Ustedcreequelahabránmatado?

—Esperoqueno.Apropósito,¿notendríasporcasualidadunatía,prima,abuelaoalgunaotraparientequepudierasimularqueestáapuntodemorir?

UnasonrisadeplacerseextendiólentamenteporelrostrodeAlbert.

—Sí, señor. Mi pobre tía que vive en el campo hace tiempo que estáenfermaynohacemásquellamarmeensudelirio.

Tommyhizoungestodeaprobación.

—¿Porquénodasavisoenel lugar indicadoy te reúnesconmigoen la

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estacióndeCharingCrossdentrodeunahora?

—Allíestaré,señor.Cuenteconmigo.

Como Tommy había supuesto, el ascensorista resultó un aliado valioso.Los dos instalaron su cuartel en la posada de Gatehouse. A Albert lecorrespondió la tarea de recoger información, cosa que hizo con sumafacilidad.

AstleyPriorserapropiedaddeuntaldoctorAdams,queyanoejercía.Sehabía retirado, le informó el posadero, pero aún tenía algunos pacientesparticulares. Y aquí el buen hombre se llevó un dedo a la sien y dijo:«Chalados». El doctor era una figura popular en el pueblo, contribuíagenerosamente a todas las actividades deportivas, «Un caballero muyagradable».«¿Llevaaquímuchotiempo?»,preguntó.«¡Oh!Unosdiezañosotalvezmás.Erauncientífico.Veníanaverloamenudoprofesoresygentedelaciudad.Sucasaeramuyalegreysiempreestaballenadeinvitados».

Tommy sintió dudas ante tanta información. ¿Sería posible que aquellafiguratanconocidaypopularfueseenrealidaduncriminalpeligroso?Suvidaparecía tanabierta, sin lamenor sospechadeandanzassiniestras.¿Ysi todoaquello fuese una gigantesca equivocación? Tommy sintió frío solo depensarlo.

Luegopensóen lospacientesparticulares—loschalados—yconmuchotactopreguntósientreelloshabíaalgunoquerespondieraaladescripcióndeTuppence.Pero se sabíamuypocode lospacientes,puesapenas se lesveíaporlosjardines.LuegodescribióaAnnette,perotampocofuereconocida.

AstleyPriorseraunbonitoedificiodeladrillosrojos,rodeadodeunjardíndonde abundaban los árboles que impedían su vista desde la carretera. Laprimera tarde, Tommy, acompañado de Albert, exploró los alrededores.Debido a la pertinente insistencia deAlbert, lo hicieron arrastrándose sobresus estómagos, haciendo mucho más ruido que si lo hubieran hechodiscretamente. De todas formas, aquellas precauciones eran totalmenteinnecesarias.Aquellosterrenos,comotodoslosdelascasascercanas,estabandesiertos después de anochecer. Tommy temía encontrar un perro furioso.Albertsoñabaconunpuma,ounacobraamaestrada,pero llegaronhasta lossetosquerodeabanlacasasinserdescubiertos.

Las cortinas estabandescorridasyvieron aunbuennúmerodepersonasque estaban reunidas alrededor de unamesa. El oporto pasaba demano enmano.Dabalasensacióndequecelebrabanunafiestaagradable,habitual.Porlaventanaseoíanfragmentosdeconversacionesqueflotabanenelairedelanoche.¡Sediscutíaacaloradamentesobrecríquet!

DenuevoaTommyleinvadieronlasdudas.Leresultabadifícilcreerque

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aquellaspersonasfueranotracosaque loqueparecían.¿Sehabríaengañadouna vez más? El caballero de la barba rubia y lentes que se sentaba a lacabeceradelamesateníaunaspectoenextremohonradoynatural.

Tommydurmiómal aquella noche.A lamañana siguiente, el infatigableAlbert,quesehabíahechoamigodelchicodelcolmado,ocupósupuestoyseganó la confianza de la cocinera de Malthouse, tras lo cual volvió con elinformedequesindudaalguna«eradelabanda»,peroTommydesconfiabadesuvivazimaginación.Alinterrogarlo,nopudoaportarnadaqueprobarasudeclaración,solosupropiaopinióndequenoeraunapersonacomoesdebidoyquebastabasoloconverla.

Lasustituciónserepitió(conlaconsiguientealegríadelauténticochicodelcolmado, que veía cómo se incrementaban sus ganancias) al día siguiente yAlbert trajo la primera noticia prometedora. En la casa había una jovenfrancesa, y Tommy dejó a un lado sus vacilaciones. Aquella era laconfirmacióndesuteoría.

Eltiempoapremiaba,estabana27.El29seríaeltanproclamado«díadelTrabajo»,sobreelquecirculabantantosrumores.Losperiódicoscomenzabana inquietarsey sehablaba en ellos librementedeun sensacional coupd’étatlaborista.

El gobierno no decía nada. Seguía los acontecimientos y estaba a laexpectativa.Corrían rumoresdedesavenencia entre los dirigentes laboristas.No eran todos de lamisma opinión. Los que veíanmás allá de sus naricescomprendían que sus propósitos podrían resultar un golpe mortal para laInglaterraqueamabandecorazón.Temblabanantelaperspectivadehambreymiseriaquetraeríaconsigounahuelgageneralydeseabanencontrarseconelgobierno a medio camino. No obstante, detrás de ellos trabajaban fuerzassutileseinsistentes,recordandoantiguoserrores,despreciandoladebilidaddelostérminosmediosyfomentandomalentendidos.

Tommy,graciasaCarter, comprendía la situaciónconbastanteexactitud.Con el documento fatal en manos del señor Brown, la opinión pública seinclinaríadel ladode losextremistasy revolucionarios laboristas.Sinél, lasfuerzas estarían equiparadas. El gobierno, con un ejército leal y la policía,podríaganar,peroacostadegrandessufrimientos.

Tommyacariciabaotras ideasdescabelladas.Unavezdesenmascaradoelseñor Brown y hecho prisionero, creía que toda la organización se vendríaabajo instantáneamente. La extraña y constante influencia de su jefe en elanonimatolosmanteníaunidos.Sinél,estabaconvencidodequeseríanpresadelpánicoy,unavezloshombreshonradosfuerandenuevodueñosdeellosmismosseríaposiblelareconciliación.

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Esto es todo obra de un solo hombre, se decíaTommy.Lo que hay quehacerescogerlo.

Parasostener,enparte,suambiciosoproyecto,habíapedidoaCarterquenoabrierael sobre lacrado.Eldocumentoerasucebo.Devezencuandoseasustabadesupresunción.¿Cómoseatrevíaapensarquehabíadescubiertoloque tantos otros hombres mucho más inteligentes no consiguieron? Sinembargo,seguíafirmeensuidea.

Aquella noche, Albert y él invadieron una vez más el jardín de AstleyPriors con el propósito de entrar en la casa como fuera. Mientras seaproximabacautelosamente,Tommyahogóunaexclamación.

En el segundo piso se recortaba una silueta en una de las ventanas.¡Tommylahubierareconocidoencualquierparte!¡TuppenceestabaenAstleyPriors!

CogióaAlbertporelhombro.

—¡Quédateaquíy,cuandoyoempieceacantar,miralaventana!

Corrióasituarseenelcaminoqueconducíaalacasaycomenzóacantarconvozroncaypasovacilanteelestribillosiguiente:

Soyunsoldado,

unalegresoldadoinglés.

Ustedespuedenverlopormispies…

Había sido sucanción favoritadurante losdíasqueestuvoenelhospitalcon Tuppence y estaba seguro de que tendría que reconocerla y sacar susconclusiones.Tommyno teníaoídopara lamúsica,pero síunosmagníficospulmonesyorganizóunescándaloterrible.

De pronto un mayordomo impecable, acompañado por otro criadoigualmente impecable, apareció en la puerta principal para amonestarlo.Tommy continuó cantando, dirigiéndose almayordomo y llamándole «viejobigotes».

Elcriadolotomódeunbrazoyelmayordomoporotroylollevaronhastala verja, amenazándolo con llamar a la policía si volvía a entrar. Todo fuehecho con sobriedad y el mayor decoro. Cualquiera hubiera jurado que elmayordomoeraauténticoyelcriadotambién.¡SoloquedabalacasualidaddequeelmayordomoeraWhittington!

TommyregresóalaposadayaguardóelregresodeAlbert.

—¿Ybien?—exclamóconansiedadencuantoapareció.

—Salióperfectamente.Mientrasleechabanausted,seabriólaventanay

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alguienarrojóesto.—Letendióunpedazodepapelqueenvolvíaelplatillodeunpesacartas.

Enelpapelseleíanestascincopalabras:

Mañanaalamismahora.

—¡GraciasaDios!—exclamóTommy—.Hemosadelantadoalgo.

—Yoescribíunmensajederespuestay lo tirépor laventana—continuóAlbertsinrespirar.

—Tuceloexcesivopodríaperdernos,Albert.¿Quéescribiste?

—Pusequeestábamosenlaposadayque,siconseguíasalir,quevinieraycroaracomounarana.

—Comprenderáquehassidotú—dijoTommyconunsuspirodealivio—.Tuimaginaciónvademasiadolejos,Albert.Eresincapazdereconocerelcroardeunaranaaunquelaoyeras.

Albertparecióalgoabatido.

—Anímate.Nohaocurridonadamalo.Esemayordomoesunviejoamigomío y apuesto a que sabe quién soy, aunque lo disimulara.No entra en suscálculosdemostrarquesospechan.Poresonoshasalidotodobien.Noquierendesanimarmedel todo.Ypor otro lado, tampoco quieren ponerme las cosasdemasiadofáciles.Soyunsimplepeónensujuego,Albert,esoesloquesoy,¿comprendes?Silaarañadejaraescaparalamoscademasiadofácilmente,lamosca pensaría que se trataba de un truco. De ahí la utilidad de ese jovenprometedor, TommyBeresford, que aparece en elmomento oportuno. ¡PeroserámejorqueTommyBeresfordestéalerta!

Tommyseretiróadescansaraquellanochemuycontento.Habíapreparadounplanparalanochesiguiente.

EstabasegurodequeloshabitantesdeAstleyPriorsnosemeteríanconélhastaciertolímite,ysedisponíaadarlesunasorpresa.

Noobstante,a lasdocesucalmasufrióunabruscasacudida.Leavisarondequealguienloesperabaenelbar;resultóseruncarreterocubiertodebarroycaradepocosamigos.

—Bien,usteddirá.

—Traigoestoparausted.

Elcarreteroletendióunsobremanchadoquerezabaasí:

LleveestanotaalcaballeroqueestáenlaposadacercadeAstleyPriorsyélledarádiezchelines.

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LaletraeradeTuppence.Tommysupoapreciarsuingenio,porquehabíaadivinadoqueestaríaenlaposadabajounnombresupuesto.

—Muybien.

Elhombreselaentregó.

—¿Quéhaydemisdiezchelines?

Tommyseapresuróasacarunbilletedediezchelinesyelhombreledioelsobre.Eljovenleyólacarta.

QueridoTommy:

Supequeerastú.Novengasestanoche.Teestánpreparandounatrampa.Mañanaporlamañanasenosllevarándeaquí.CreohaberoídoalgoacercadeGales,Holyhead,meparece.Sitengooportunidad,tiraréestoporlacarretera.Annettemecontócómohabíasescapado.Animo.

Tuya,

TWOPENCE

TommyllamóaAlbertcasiantesdeterminardeleerla.

—¡Hazelequipaje!¡Nosvamos!

—Sí, señor. —Albert echó a correr. ¿Holyhead? ¿Qué es al fin y alcabo…? Tommy estaba intrigado y volvió a leer despacio. El ruido de lasbotasdeAlbertseoíaenelpisodearriba.Deprontovolvióallamarleagritos—:¡Albert!¡Olvídatedelequipaje!

—Sí,señor.

Tommyalisólanota,pensativo.

—Sí,soyuntonto—dijoentonobajo—.¡Peronosoyelúnico!¡Yalfinséquiénes!

CapítuloXXIV

Juliusechaunamano

En sus habitaciones del hotel Claridge, Kramenin estaba dictando a susecretarioenruso.

De pronto sonó el teléfono. El secretario atendió la llamada. Tras unasbrevespalabras,sevolvióhaciasujefediciéndoleentonorespetuoso:

—Abajopreguntanporusted.

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—¿Quiénes?

—DicellamarseJuliusP.Hersheimmer.

—Hersheimmer —repitió Kramenin, pensativo—. Creo haber oído esenombre.

—SupadreeraunodelosreyesdelaceroenEstadosUnidos—explicóelsecretario, cuya obligación era saberlo todo—. Ese joven tiene que sermultimillonario.

Losojosdelotroseabrieronapreciativamente.

—Serámejorquebajesaverlo,Ivan.Averigualoquedesea.

Elsecretarioobedeció.Alospocosminutosestabaderegreso.

—Se niega a decirlo. Insiste en que es un asunto personal y que debehablarloconusted.

—Unmultimillonario—murmuró Kramenin—. Hazlo subir, mi queridoIvan.

Elsecretarioabandonó laestanciaunavezmás,paravolverescoltandoaJulius.

—¿MonsieurKramenin?

Elrusoseinclinó,estudiándoloconunamiradavenenosa.

—Celebro conocerlo—dijo el norteamericano—. Tengo que hablarle dealgunos asuntos muy importantes, si es posible verlo a solas —concluyóseñalandoalotro.

—Esteesmisecretario,monsieurGrieber,paraelquenotengosecretos.

—Ustedpuedequeno,peroyosí—replicóJuliussecamente—.Demodoqueleagradeceríadeverassiledicequeselargue.

—Ivan—dijoelrusoentonosuave—,talveznoteimporteretirartealahabitacióncontigua.

—No sirve —le interrumpió Julius—. Conozco estas suites ducales ydeseo que esta quede vacía, con la excepción de usted y yo. Envíelo alcolmadodelaaceradeenfrenteacompraruncucuruchodecacahuetes.

A pesar de que no le divertía precisamente el lenguaje desenfadado delnorteamericano,aKrameninloestabadevorandolacuriosidad.

—¿Vanatomarnosmuchotiemposusasuntos?

—Talveztodalanoche,siustedmeescuchaconatención.

—Muybien,Ivan.Notenecesitaréyaestanoche.Vetealteatro,tienesla

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nochelibre.

—Gracias,excelencia.

Elsecretarioseinclinóysefue.

Juliuspermanecióenlapuertaviéndolomarchar.Alfin,conunsuspirodealivio,lacerróyvolvióasituarseenelcentrodelaestancia.

—Ahora, señor Hersheimmer, tal vez sea usted tan amable de irdirectamentealacuestión.

—Notardoniunminuto—replicóJuliusyluego,conunrepentinocambiodetono,agregó—:¡Manosarribaodisparo!

Por un momento, Kramenin miró fijamente la enorme automática, peroluego,conprisacasicómica,alzósusmanosporencimadesucabeza.Eneseinstante Julius tomó sus medidas. El hombre que tenía ante él era un vilcobarde.Elrestoseríafácil.

—Esto es un atropello —exclamó el ruso con voz histérica—. ¡Unatropello!¿Esquequierematarme?

—No,siprocurabajarlavoz.Noseacerquealtimbre.Asíestámejor.

—¿Quéesloquequiere?Nocometaimprudencias.Recuerdequemividatieneunvalorincalculableparamipueblo.Talvezmehayancalumniado.

—Creoqueelhombrequeloagujereeharáungranbienalahumanidad.Perono tieneporquépreocuparse.No tengo intencióndematarlo ahora; esdecir,sisemuestrarazonable.

ElrusoleyóladuraamenazaenlosojosdeJuliusysepasólalenguaporloslabiosresecos.

—¿Quéquiereusted?¿Dinero?

—No.QuieroaJaneFinn.

—¿JaneFinn?¡Nuncaoíesenombre!

— ¡Es usted un condenado mentiroso! Sabe perfectamente a quién merefiero.

—Ledigoquenuncaheoídohablardeella.

—YyoledigoquelapequeñaWillieestádeseandoentrarenmovimiento.

Elrusoseamansóvisiblemente.

—Noseatreveráa…

—¡Oh,yalocreoquesí!

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Kramenindebiódecomprenderquehablabaenserio.

—Bueno—dijoapesarsuyo—.Suponiendoquesupieradequiénsetrata,¿qué?

—Vaadecirmeahoramismodóndepuedoencontrarla.

Krameninmoviólacabeza.

—Nomeatrevo.

—¿Porquéno?

—Nomeatrevo.Pideustedunimposible.

—Tiene miedo, ¿verdad? ¿De quién? ¿Del señor Brown? ¡Ah, eso leasusta!¿Esqueexiste,entonces?Lodudaba.¡Susolamenciónleproducetalefectoqueseponelívidodepavor!

—Lehevisto—dijoelrusodespacio—.Hehabladoconélcaraacara.Nolosupehastadespués.Erauntipocorriente.Noloreconocería.¿Quiénesenrealidad?Loignoro.Peroséqueesunhombredetemer.

—Élnolosabrá.

—Losabetodoysuvenganzanoseharáesperar.¡Inclusoyo,Kramenin,nopodríalibrarmedeella!

—Entonces,¿noharáloquelepido?

—Imposible.

—Pues lo siento por usted—dijo Hersheimmer, en tono festivo—. Sinembargo,elmundosebeneficiará.

Alzólapistola.

—¡Espere!—gritóelruso—.¿Noiráamatarme?

— ¡Pues claro que sí! Siempre he oído decir que ustedes, losrevolucionarios, no le conceden importancia a la vida, pero parece que esdistinto cuandono se trata de la propia.Le doy la oportunidadde salvar susuciopellejoynolaaprovecha.

—¡Mematarán!

—Bueno—repuso Julius complacido—, como guste. Pero solo diré unacosa.¡LapequeñaWillieeslamuerteciertayyoensulugarmearriesgaríaaprobarsuerteconelseñorBrown!

—Loahorcaránsimemata—musitóelruso.

—No.Ahíesdondeseequivoca.Olvidalosdólares.Sepondránatrabajarunamultituddeabogados,mesometeránalexamendevariosmédicosyalfin

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dirán quemi cerebro está desequilibrado. Pasaré unos cuantosmeses en unsanatorio tranquilo,dondemejorarámi saludmental.LosmédicosdiránqueestoycuradoytodoterminarábienparaelpequeñoJulius.Supongoquepodrésoportarunosmesesdeaislamientocontaldelibraralmundodesupresencia.Noseengañepensandoquemeahorcarán.

El ruso lecreyó.Comoéleracorrupto, creíaciegamenteenelpoderdeldinero.HabíaleídoquelosjuiciosporasesinatosellevabanacaboenEstadosUnidos según las normas indicadas por Julius. Élmismo había comprado yvendido a la justicia. Aquel norteamericano tan joven y varonil, de vozexpresiva,teníalasarténporelmango.

—Voy a contar hasta cinco —continuó Julius— y si me deja pasar decuatroyanonecesitarápreocuparseporelseñorBrown.¡Puedequeleenvíeflores para su entierro, pero usted no las olerá! ¿Está dispuesto? Empezaré.Uno…dos…tres…cuatro…

Elrusolointerrumpióconungrito.

—Nodispare.Haréloquedesea.

Juliusbajóelarma.

—Sabíaqueseavendríaarazones.¿Dóndeestáesajoven?

—EnGatehouse,Kent.EllugarsellamaAstleyPriors.

—¿Estáprisionera?

—No se le permite abandonar la casa, aunque es bastante segura, laverdad.Lapobrecillahaperdidolamemoria,¡malditasea!

—Reconozcoquedebedehabersidounacontrariedadparaustedes.¿Quéhasidodelaotrajoven?Laquesecuestraronharácosadeunasemana.

—Estáallítambién.

—Bien. ¿No le parece que todo va saliendo estupendamente? ¡Hace unanocheespléndidaparaviajar!

—¿Viajar?—repitióKramenin,sorprendido.

—NosvamosaGatehouse,desdeluego.Esperoqueseaustedaficionadoalautomovilismo.

—¿Quéquieredecir?Meniegoaacompañarlo.

—Ahora no pierda los estribos. Debe comprender que no soy tan tontocomoparadejarloaquí.¡Loprimeroqueharíaseríatelefonearasusamigos!¡Ah! —Observó por la expresión del ruso que no ofrecería resistencia—.Comprenda,hayquedejarlotodobienatado.Noseñor,ustedvieneconmigo.

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¿Sudormitorioestáenlahabitacióndeallado?Entreallí.LapequeñaWillieyyoloseguiremos.Póngaseunabrigogrueso.Bien.¿Forradodepiel?¡Yustedse llama socialista! Ahora ya estamos preparados. Bajaremos y ustedatravesará el vestíbulo para llegar hasta mi automóvil. ¡No olvide que nocesarédevigilarloyquepuedodispararatravésdelbolsillodemiabrigo!Unapalabra, o tan solo unamirada a cualquiera de los empleados, y es hombremuerto.

Juntos bajaron la escalera y llegaron al vestíbulo. El ruso temblaba derabia.Estaban rodeadosdeempleadosyestuvoapuntodegritar,peroenelúltimomomentolefaltóvalor.Elnorteamericanoeraunhombredepalabra.

Cuando estuvieron junto al coche, Julius exhaló un suspiro de alivio.Habíanconseguidoatravesarlazonadepeligroyelmiedohabíahipnotizadoalhombrequeleacompañaba.

—Suba. —Le ordenó y, al sorprender una mirada de soslayo del ruso,agregó—:No,elchófernoleayudará.Esmarino.EstabaenunsubmarinoenRusiacuandoestalló laRevolución.Unhermanosuyo fueasesinadopor lossuyos.¡George!

—¿Diga,señor?—Elchófervolviólacabeza.

—Este caballero es un ruso bolchevique.No deseamosmatarle amenosqueseaestrictamentenecesario.¿Entendido?

—Perfectamente,señor.

—DeseoiraGatehouse,Kent.¿Conocelacarretera?

—Sí,señor.Estáacosadeunahoraymedia.

—Hágaloenunahora.Tengoprisa.

—Haréloquepueda,señor.

ElcochesaliódisparadoyJuliusserecostócómodamentejuntoasurehén.Conservabalamanoenelbolsillo,perosusmodaleserandelomáscorteses.

—HubounhombrecontraelquedisparéunavezenArizona…—comenzóadecirentonoalegre.

Alcabodeunahoradeviaje,eldesgraciadoKrameninestabamásmuertoque vivo.Después de la anécdota del hombre deArizona, había tenido quesoportar otra de San Francisco y un episodio de las Rocosas. ¡El estilonarrativodeJulius,sinoverídico,eraporlomenosmuypintoresco!

George aminoró la marcha, mientras anunciaba que estaban llegando aGatehouse. Juliusobligóal rusoaque les indicarael camino.Suplanera irdirectamentealacasadondeKrameninpreguntaríaporlasdosjóvenes.Julius

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leexplicóquelapequeñaWillienotoleraríaelmenorfallo.

A estas alturas, el pobre ruso era un juguete en sus manos. La terriblevelocidad a la que circularon durante todo el trayecto contribuyó aacobardarlo, convencido de encontrar la muerte en cada recodo. El cocheenfilólaavenidaysedetuvoanteelporche,dondeelchóferaguardónuevasórdenes.

—Primerodélavueltaalcoche,George.Luego,llamealtimbredelacasayvuelva a su asiento.Conserve elmotor enmarchay esté dispuesto a salirpitandocuandoleavise.

—Muybien,señor.

La puerta principal fue abierta por el mayordomo. Kramenin sintió elcañóndelapistolacontrasusriñones.

—Vamos—susurróJulius—.Yandeconcuidado.

Elrusogritóconloslabiosmuypálidosyvozinsegura:

—¡Soyyo!¡Kramenin!¡Bajeaesajovenenseguida!¡Nohaytiempoqueperder!

Whittington había bajado los escalones y lanzó una exclamación deasombroalveralruso.

—¡Usted!¿Quéocurre?Sindudaconoceráelplan.

Kramenin le interrumpió empleando las palabras que han creado tantostemoresinnecesarios:

—¡Hemossidotraicionados!¡Hayqueabandonarnuestrosplanesysalvarelpellejo!¡Lachica!¡Enseguida!Esnuestraúnicaoportunidad.

Whittingtonvacilaba,perofuesolouninstante.

—¿Tieneórdenesdeél?

— ¡Naturalmente! ¿Estaría aquí si no? ¡Deprisa! No hay tiempo queperder.Laotrachicatienequevenirtambién.

Whittingtondiomediavueltaycorrióal interiorde lacasa.Losminutostranscurrieronangustiosamente.Alfin,dosfigurasenvueltasensendascapasaparecieronenlosescalonesyfueronintroducidasenelcocheatodaprisa.Lamás pequeña de las dos quiso resistirse yWhittington la obligó a subir sinmiramientos.

Julius se inclinó hacia delante y al hacerlo la luz le dio de lleno en elrostro.UnhombrequeestabadetrásdeWhittingtonlanzóunaexclamacióndesorpresa.Elengañohabíallegadoasufin.

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—Vamos,George—gritóJulius.

Elchóferapretóa fondoelaceleradoryelcochearrancóconunabruscasacudida.

Elhombrequehabíaenelporchelanzóunjuramentoalllevarselamanoalbolsillo. Brilló un fogonazo y se oyó una detonación; la bala pasó a uncentímetrodelamásaltadelasdosmuchachas.

—Agáchate,Jane—gritóJulius—.Échatealsuelo.

Luegoapuntóconcuidadoydisparóasuvez.

—¿Lehadado?—exclamóTuppence.

—Seguro —replicó Julius—. Aunque no lo he matado. Esos canallastienensietevidas.¿Seencuentrabien,Tuppence?

— ¡Claro que sí! ¿Dónde está Tommy? ¿Quién es este? —señaló altemblorosoKramenin.

—TommyestáhaciendoelequipajeparairsealaArgentina.Supongoquecreyóqueustedhabíamuerto.¡Atraviesalaverja,George!Muybien.Tardaránmás de cinco minutos en poder seguirnos. Es de suponer que utilizarán elteléfono,demodoquehayqueestarojoavizorparanocaerenuna trampa.Será mejor que no vayamos por la carretera general. ¿Pregunta usted quequién es este? Permítame que le presente amonsieur Kramenin, al cual heconvencidoparaquehicieraesteviajeporcuestionesdesalud.

Elrusopermanecíacallado,seguíalívidodeterror.

—Pero¿cómonoshandejadosalir?—preguntóTuppence,recelosa.

— ¡Debo confesar que monsieur Kramenin se lo ha pedido con tantagentilezaquenohanpodidonegarse!

Aquellofuedemasiadoparaelruso.

—¡Malditosea,malditosea!—exclamóconvehemencia—.Ahorasabenqueloshetraicionado.Enestepaísyanomequedaniunahoradevida.

—Escierto—asintióJulius—.LeaconsejoquevuelvaaRusiaenseguida.

—Suélteme entonces—exclamó el otro—. Ya hice lo que usted quería.¿Porquéquierequesigaasulado?

—No es precisamente por el placer de su compañía. Me imagino quepuedemarcharseya,si lodesea,peropenséquepreferiríaque lo lleváramosdenuevoaLondres.

—NollegaránnuncaaLondres—rugióKramenin—.Déjemebajaraquí.

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—Desdeluego.Para,George.Elcaballerononosacompañaderegreso.SialgunavezvoyaRusia,monsieurKramenin,esperouncalurosorecibimientoy…

PeroantesdequeJuliushubieraterminadosudiscursoydequeelcochesehubiera detenido del todo, el ruso saltó del automóvil y desapareciórápidamenteenlanoche.

—Estabaalgoimpacientepordejarnos—comentóJuliuscuandoelcochevolvió a tomar velocidad—.Y ni siquiera se ha despedido de las señoritas.Oye,Jane,ahorayapuedessentarte.

Porprimeravezhablólajoven.

—¿Cómolepersuadiste?—preguntó.

Juliusacariciósupistola.

—¡ElméritoesdelapequeñaWillie!

— ¡Estupendo! —exclamó la joven y el color volvió a sus mejillasmientrasmirabaaJuliusconadmiración.

—Annetteyyono sabíamosqué ibaaocurrirnos—dijoTuppence—.ElviejoWhittingtonnoshizosalira todaprisa.Pensábamosquenos llevabaalmataderocomocorderitos.

—Annette—dijeHersheimmer—,¿esasícomoustedlallama?

Parecíaquereracostumbrarsealanovedad.

—Eseessunombre—replicóTuppence,abriendomucholosojos.

—¡Demonios!—exclamóJulius—.Puedecreerquesellamaasíporquelapobrecillahaperdidolamemoria.PeroanteustedtieneenestosmomentosalaverdaderaJaneFinn.

—¿Quédiantres…?—exclamóTuppence.

Perolainterrumpióelruidodeunabalaalintroducirseenlacarroceríadelcoche,rozandosucabeza.

—Agáchense—gritóJulius—.Esunaemboscada.Esosindividuoshanidomuydeprisa,correunpocomás,George.

Elautomóvilaceleróaúnmás.Sonaronotros tresdisparos;peroningunolesalcanzó.Juliusmiróhaciaatrás.

—Nohayaquiéndisparar—anunció,contrariado—.Peromeimaginoquenotardaránendarnosotrafiestecita.¡Ah!

Sellevólamanoalamejilla.

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—¿Lehanherido?—dijoAnnette,preocupada.

—Soloesunrasguño.

Lajovenselevantódelsuelo.

—¡Déjemebajar!¡Ledigoquemedejenbajar!Parenelcoche.Esamíaquienpersiguen.Noquieroquepierdanlavidapormiculpa.Déjenmebajar.

Comenzóaforcejearconlamanijadelaportezuela.

Juliuslasujetóporambosbrazos,mirándolaconfijezaaldarsecuentadequehabíahabladosinelmenoracentoextranjero.

—Siéntate, pequeña —le dijo en tono amable—. Me parece que a tumemoriano leocurrenadamalo.Leshas estadoengañando todo el tiempo,¿verdad?

Lamuchachaasintióydeprontosedeshizoenlágrimas.Juliuslediounassuavespalmaditasenelhombro.

—Vamos,vamos,tranquilízate.Nopermitiremosquetecojan.

Entresollozos,lamuchachaconsiguiódecir:

—Eresdemipaís.Loadivinoportuvoz.Mehacesentirnostalgiademicasa.

— ¡Claroque soyde tupaís!Soy tuprimo, JuliusHersheimmer.Vine aEuropaparabuscarte¡yvayatrabajomehasdado!

ElcocheaminorólamarchayGeorgedijoporencimadelhombro:

—Aquíhayuncruce,señor,ynoestoysegurodequédirecciónseguir.

Elcocheestabaapuntodedetenersecuandounafigura,quepor lovistoibaescondidaenlapartetrasera,asomósucabezaenmediodetodosellos.

—Losiento—dijoTommy.

Lesaludaronconunasalvadeexclamaciones.

—Estabaentrelosarbustosdelaavenidaymemontéenlapartedeatrás—les explicó Tommy—. No os pude avisar debido a la velocidad quellevabais. Bastante trabajo tenía en procurar no caerme. Ahora ¡ya podéisapearos!

—¿Apearnos?

—Sí.Hayunaestaciónjuntoaesacarretera.Eltrenpasarádentrodetresminutos.Siosdaisprisapodréisalcanzarlo.

— ¿Qué diablos persigue con todo esto?—quiso saber Julius—. ¿Creepoderengañarlosabandonandoelcoche?

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—Ustedyyonoloabandonaremos.Sololaschicas.

—Estáustedloco,Beresford.¡Locoderemate!Nopuedodejarlassolas.Silohicieraseríaelfin.

TommysevolvióaTuppence.

—Bajaenseguida,Tuppence,yllévatelacomotedigo.Ningunadelasdossufrirá daño alguno. Estáis a salvo. Coged el tren que va a Londres e iddirectamenteaverasirJamesPeelEdgerton.ElseñorCartervivefueradelaciudad,peroestaréisasalvoconelabogado.

—¡Malditosea!—exclamóJulius—.Estáloco,Jane,quédatedondeestás.

Con unmovimiento rápido, Tommy arrebató el revólver de la mano deJulius.

—¿Ahoracreéisquehabloen serio?Salid lasdosyhaced loqueoshedicho,odisparo.

TuppencesaltódelcochearrastrandoaJane,queseresistía.

—Vamos,sinopasanada.SiTommydicequenohaypeligro,seráverdad.Dateprisa.Vamosaperdereltren.

Echaronacorrer.

Juliusexteriorizósucoraje.

—¿Quédiablos…?

Tommylointerrumpió:

—¡Cállese!Deseohablarunaspalabrasconusted,JuliusHersheimmer.

CapítuloXXV

LahistoriadeJaneFinn

SinsoltarelbrazodeJane,Tuppencellegójadeantealaestaciónysuoídocaptóelrumordeltrenqueseaproximaba.

—Deprisaoloperderemos.

Salieronalandénenelprecisomomentoenquesedetenía.Tuppenceabrióla puerta de un compartimiento de primera clase que estaba vacío y las dosmuchachas se dejaron caer sobre los mullidos asientos, extenuadas y sinaliento.

Un hombre asomó la cabeza y luego pasó al coche siguiente. Jane se

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sobresaltó y sus pupilas se dilataron por el terror cuandomiró a Tuppenceinquisitivamente.

—¿Creesqueseráunodeellos?

Tuppencemeneólacabeza.

—No,no.No tepreocupes.—Cogió lamanode Jane—.Tommynonoshubieraobligadoahacerestosinoestuvierasegurodequesaldríabien.

—¡Peroélnolosconocetanbiencomoyo!—Lajovenseestremeció—.Túnopuedescomprenderlo.¡Cincoaños!¡Cincolargosaños!Algunasvecescreíqueibaavolvermeloca.

—Nopienseseneso.Ahorayahapasadotodo.

—¿Túcrees?

Eltrencomenzabaamoverse;pocoapocoadquirióvelocidad.DeprontoJanesesobresaltó.

—¿Quéhasidoeso?Mehaparecidoverunacaraquemirabaporaquellaventanilla.

—No, no hay nadie.Mira.—Tuppence fue hasta la ventanilla y bajó elcristal.

—¿Estássegura?

—Segurísima.

Janesevioobligadaadarunaexplicación.

—Creoquemeestoycomportandocomounatonta,peronopuedoevitarlo.Simecogieranahora…—Susojosseabrierondesmesuradamente.

— ¡No!—suplicó Tuppence—.Acuéstate y no pienses. Puedes tener laseguridaddequeTommynonoshubieradichoqueestaríamosa salvosinofueraverdad.

—Miprimonoopinabalomismo.Élnoqueríaqueviniéramos.

—Esverdad—repusoTuppenceunpocoturbada.

—¿Enquéestáspensando?—preguntóJane.

—¿Porqué?

—¡Tuvozhasonadotanextraña!

—Sí, pensaba en algo—confesó Tuppence—. Pero no quiero decírteloahora.Quizáestéequivocada,aunquenolocreo.Esunaideaquesememetióen la cabezahacemucho tiempo.ATommy lehaocurrido lomismo.Estoycasi segura.Perono te preocupes, yahabrá tiempopara esodespués. ¡O tal

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veznolohayaenabsoluto!Demodoquehazloquetedigo:acuéstateahoraynopiensesennada.

—Lointentaré—dijo.Cerrólosojos.

Tuppence, por su parte, continuó sentada en actitud parecida a la de unterrierenguardia.Apesarsuyoestabanerviosaysusojosibancontinuamentede una ventanilla a otra. Le hubiera sido difícil decir lo que temía, sinembargo,ensuinteriorestabamuylejosdesentirlaconfianzaquepusoensuspalabras.NoesquedesconfiaradeTommy,perodevezencuandoleasaltabala duda de que alguien tan sencillo y bueno como él fuera capaz dedesenmascararalcriminalmásmalvadodeaquellostiempos.

En cuanto se reunieran con sir James todo iría bien. Pero ¿conseguiríanllegar? ¿No se estarían organizando las silenciosas fuerzas del señorBrowncontra ellas? Incluso el hecho de ver a Tommy revólver en mano ladesalentaba.Talvezahoraestuvieseyaenmanosdesusenemigos.Tuppencetrazóunplandecampaña.

Cuando el tren se detuvo al fin en Charing Cross, Jane se incorporó,sobresaltada.

—¿Hemosllegado?¡Nocreíqueloconsiguiéramos!

—Oh,hastaaquíeradeesperarquenoocurrieranada.Sitienequehaberproblemas,empezaránahora.Bajemosdeprisa, tomaremosun taxiencuantopodamos.

Alminutosiguientecruzabanlasalidaysubíanauntaxi.

—King’sCross—ordenóTuppenceyactoseguidopegóunrespingo.Unhombrehabíamiradoporlaventanillaenelmomentoenqueelcocheseponíaen marcha y estaba casi segura de que era el mismo que ocupó elcompartimientocontiguoalsuyo.Tuvolahorriblesensacióndequeelcercoseestrechabaportodoslados.

—¿Comprendes?—le explicó a Jane—.Si creenquevamos a ver a sirJames,esto lesdespistará.AhoracreeránquevamosacasadelseñorCarter,queviveenlasafueras,alnortedeLondres.

EnHolbornhabía un atascoy el taxi tuvoquedetenerse.Aquello era loqueTuppencehabíaestadoesperando.

—Deprisa—susurró—.¡Abrelaportezueladeladerecha!

Las dos jóvenes se apearon y se confundieron entre el tránsito y pocodespués se hallaban en otro taxi en dirección contraria, esta vez para irdirectamenteaCarltonHouseTerrace.

—Vaya —dijo Tuppence con gran satisfacción—, esto les despistará.

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¡Tengoquereconocerquesoybastanteinteligente!¡Cómoseenfadaráelotrotaxista!Perohetomadosunúmeroymañanaleenviaréungiropostalparaquenopierdanada,siesqueerarealmenteuntaxista.¿Quéeseso?¡Oh!

Huboungranruidoyunaterriblesacudida.Habíanchocadoconotrotaxi.

Comounrelámpago,Tuppencesaltóalaacera.Seaproximabaunpolicía,peroantesdequellegara,TuppencehabíaentregadocincochelinesaltaxistayseperdíaentrelamultitudencompañíadeJane.

—Estamos solo a unos cuantos pasos —dijo Tuppence sin aliento. ElaccidentesehabíaproducidoenTrafalgarSquare.

—¿Túcreesquehemoschocadoporcasualidadofuedeliberado?

—Nolosé.Puedesercualquieradelasdoscosas.

Lasdosmuchachascorrieronvelozmentecogidasdelamano.

—Puedequeseanimaginacionesmías—dijoTuppencedepronto—,perotengoladesagradablesensacióndequealguiennossigue.

—¡Corre!—murmuróJane—.¡Oh,corre!

Estaba llegando a la esquina deCarltonHouseTerrace y sus temores sedisiparon.Deprontounhombrealtoyalparecerbeodolesbloqueóelpaso.

—Buenas noches, señoritas —dijo entre hipos—. ¿Adónde van tandeprisa?

—Déjenospasar,porfavor—dijoTuppenceentonoimperioso.

—Soloquierointercambiarunaspalabrasconsuhermosaamiguita.

AlargóunbrazoinseguroyasióaJanedeunhombro.Tuppenceescuchóunospasos a sus espaldasyno se entretuvo a averiguar si se tratabade susamigosodelosdeél.Bajandolacabezapusoenprácticauntrucodesusdíasescolares y golpeó con ella al agresor en pleno estómago. El hombre cayósentado bruscamente sobre la acera y las dos aprovecharon aquellaoportunidad para poner pies en polvorosa. La casa que buscaban estaba unpoco más abajo. Otros pasos resonaron tras ellas y apenas podían respirarcuando llegaron a la puerta de sir James. Tuppence pulsó el timbre y Janegolpeóelpicaporte.

Elhombreque lashabíadetenido llegabaenaquelmomentoalpiede laescalinata.Estuvodudandounosinstantesyeneseinstanteseabriólapuerta.Lasdosseprecipitaronalmismotiempodentrodelrecibidor.SirJamessaliódelabiblioteca.

—¡Hola!¿Quéesesto?

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Seadelantópara sostenera Jane,queparecíaapuntodedesmayarse.Lallevaronalabibliotecaylatendieronsobreelsofádecuero.Sirvióunpocodecoñacenunvasoylaobligóabeber.Janesesentó,todavíaconlosojosmuyabiertosporelmiedo.

—Todoestábien.Notieneporquétemer,pequeña.Ahoraestáasalvo.

Surespiraciónsehizomásacompasadayelcolorvolvióasusmejillas.SirJamesmirabaaTuppencefijamente.

—Demodoquenohamuerto,señoritaTuppence.¡EstátanvivacomosuamigoTommy!

—LosJóvenesAventurerosnosedejanmatarasícomoasí.

—Eso parece—manifestó sir James secamente—. Estoy en lo cierto alpensarquesuaventurahaterminadoconéxitoyqueestaseñoritaes…—sevolvióhacialamuchachasentadaenelsofá—…¿laseñoritaJaneFinn?

—Sí.YosoyJaneFinn.Ytengomuchascosasquecontarle.

—Cuandosesientaconfuerzas.

Janesesentóenunadelasenormesbutacasycomenzósuhistoria.

—Me embarqué en el Lusitania, pues iba a incorporarme a mi nuevoempleoenParís.Mepreocupabamuchísimolaguerraymemoríadeganasdeayudardealgunamanera.HabíaestudiadofrancésymiprofesoramedijoquenecesitabanayudaenunhospitaldeParís,demodoqueescribíofreciendomisservicios y me aceptaron. No tenía ningún pariente, así que me fue fácilarreglarlotodo.

»Cuando el Lusitania fue torpedeado, un hombre se acercó amí. Habíareparadoenélenmásdeunaocasiónysiempremediolasensacióndetenermiedodealgoodealguien.Mepreguntósieranorteamericanaypatriota,ymedijoqueeraportadordeunospapelesqueerancuestióndevidaomuerteparalosaliados.Mepidióquemehicieracargodeellos.YodebíaesperarqueaparecieraunanuncioenTheTimesy,sinoaparecía,entregarlosalembajadornorteamericano.

»Lo que pasó después todavía me parece una pesadilla. Algunas vecesvuelvoaverloensueños.Locontarémuyporencima.Danversmedijoqueestuviera alerta, que posiblemente lo habían seguido desde Nueva York,aunquenoestabaseguro.Alprincipionoteníasospechas,perounavezenelbotesalvavidascaminodeHolyheadempecéasentirmeintranquila.Habíaunamujer que se ocupaba mucho de mí y siempre hablaba conmigo. Una talseñoraVandemeyer.Alprincipio leestabaagradecidaporsusatenciones;noobstante,habíaalgoenellaquemedesagradabayenelbarcoirlandésquenosrecogió lavihablandoconunhombredeextrañoaspectoy,porelmodode

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mirarme, comprendí que hablaban de mí. Recordé que ella estaba cercacuandoDanversmeentregóelenvoltorioimpermeableenelLusitaniayque,antes de eso, había tratado de hablar con él un par de veces. Empecé aasustarme,peronosabíaquéhacer.

»MeasaltólaideadedetenermeenHolyheadynocontinuarhastaLondresaqueldía,peronotardéencomprenderqueeraunagranestupidez.Loúnicoque cabía hacer era comportarme como si no sospechara nada y esperaracontecimientos.Toméunasolaprecaución:abríelenvoltorioimpermeableysustituíeldocumentoporunpapelenblanco.Demodoquesialguienmelorobabanoimportase.

»Loquemepreocupóenextremoeradóndeesconderelauténtico.Alfinlodesdoblé,constabasolodedos folios,y los introdujeentre laspáginasdeunarevista.Peguélosbordesconlagomadeunsobreylallevésiempreenelbolsillodemichaqueta.

»En Holyhead traté de ocupar un compartimiento entre personas deaspectonormal.Perosiempremeencontrabacongentequemeempujabaendireccióncontrariaalaqueyoqueríair.Eraalgoaterrador.Alfinmevienelvagón en que iba la señora Vandemeyer. Salí al pasillo pero los demáscompartimientos estaban llenos y tuve que volver a mi sitio. Me consolépensando que había otras personas: un hombre de aspecto agradable y suesposa,ibansentadosdelantedenosotros.Reclinélacabezaycerrélosojos.Imaginoquemecreyerondormida,peromisojosnoestabancerradosdeltodoydeprontoviqueelhombredeaspectoagradablesacabaalgodesumaletayseloentregabaalaseñoraVandemeyeraltiempoqueleguiñabaunojo…

»Nopuedo explicarles loquepasópormimente.Miúnicopensamientoerasaliralpasillotanprontomefueraposible.Melevantétratandodeparecernaturaly tranquila.Talveznotaronalgo,noestoy segura, perodepronto laseñoraVandemeyerdijo:“Ahora”,yalgocubrióminarizybocacuandoquisegritar.Enaquelmismoinstantesentíungolpeterribleenlapartedeatrásdelacabeza.

SeestremecióysirJamesledirigióunaspalabrasdeconsuelo.LuegoJanecontinuó:

—Ignorocuántotiempotardéenrecobrarelconocimiento.Mesentíamuymareadayenferma.Estabatendidaenunacamasucia trasunbiomboyoíados personas que hablaban. La señoraVandemeyer era una de ellas. Luegoempecéacomprenderdequésetratabaymehorroricé.Aúnnosécómologrécontenermeynogritar.

»Habían encontrado los papeles. El envoltorio impermeable con las doshojas en blanco. ¡Estaban furiosos! No sabían si yo había cambiado los

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papeles o si Danvers era portador de un señuelo para despistar,mientras elverdaderomensajeeraenviadoporotroconducto.Hablaronde…—cerrólosojos—…¡torturarmehastaqueloaveriguaran!

»Hasta entonces no había conocido aquel miedo aterrador. Una vez seacercaron a mirarme. Yo cerré los ojos simulando seguir sin conocimiento,pero temía que oyeran los latidos demi corazón. Sin embargo, volvieron amarcharse. Empecé a pensar y pensar. ¿Qué podía hacer? Sabía que eraincapazdesoportarcualquiertipodetormento.

»Depronto,algomehizopensaren lapérdidadememoria.Eraun temaque siempre me había interesado y había leído muchísimo sobre él y lodominaba.Siconseguíaponerloenprácticaconéxitotalvezlograrasalvarme.Recéyluego,abriendolosojos,comencéabalbucearenfrancés.

»La señoraVandemeyer dio vuelta al biombo en el acto. Su rostro teníaunaexpresióntanperversaquecasimemuero,perolesonreí,preguntándoleenfrancésdóndemeencontraba.

»Comprendíqueestabadesconcertadayllamóalhombreconelquehabíaestado hablando. Este permaneció junto al biombo con el rostro en lapenumbrayempezóahablarmeenfrancés.Suvozeravulgarytranquila,sinembargo,sinsaberporqué,measustóaúnmásqueella.Medabalaimpresióndequepodíaleerenmiinterior,perocontinuéconmifarsa.Volvíapreguntardóndemeencontrabayluegodijequedebíarecordaralgo…algo…peroquede momento no me acordaba de nada. Procuré mostrarme cada vez máspreocupada.Mepreguntócómomellamaba.Yodijequenolosabía,quenoconseguíarecordarnada.

»Deprontomecogióunamanoyempezóaretorcermeelbrazo.Mehacíamucho daño y grité. Continuó retorciéndomelo y yo grité y grité, peroprocurando lanzar exclamaciones en francés. Ignoro cuánto tiempo hubieracontinuadoasí,peroporsuertemedesmayé.Loúltimoqueoífueunavozquedecía: “¡No finge! Una chica de su edad no sabe tanto francés si no esfrancesa”.Me figuro que olvidaron que lasmuchachas norteamericanas sonmásadultasquelasinglesas,aunquetenganlamismaedad,yseinteresanmásporlostemascientíficos.

»Cuandorecobréelconocimiento, laseñoraVandemeyersemostródulcecomo la miel. Me figuré que había recibido órdenes. Me habló en francésdiciéndome que había sufrido una conmoción y que había estado muyenferma,peroquenotardaríaenrecuperarme.Fingíestarbastanteaturdidayqueel “doctor”mehabíahechodañoen lamuñeca.Ellapareció aliviada aloírlo.

»Luegosemarchódelahabitación.Yoseguíaatentaynomemovídurante

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algúntiempo.Noobstante,alfinmelevantéyexaminélaestancia.Penséque,aunquemeestuvieranobservando,pareceríanatural,dadaslascircunstancias.Era un lugar sucio y destartalado.No tenía ventanas, cosa queme llamó laatención. Imaginéque lapuertaestaríacerrada,perono locomprobé.En lasparedeshabíaalgunoscuadrosdescoloridosrepresentandoescenasdeFausto.

LosdosoyentesdeJanelanzaronun«¡Ah!»alunísonoylajovenasintió.

—Sí, estaba en la casa del Soho donde encerraron al señor Beresford.Claro que entonces ni siquiera sabía que estaba en Londres. Una cosa mepreocupaba, pero mi corazón saltó de gozo al ver mi chaquetón sobre elrespaldodeunasilla.¡Larevistaseguíaestandoenelbolsillo!

»¡Sipudieraestarseguradequenomeobservaban!Revisélasparedesconsumaatención.Noparecíahaberningunamirilla.Sinembargo,estabasegurade que debía haberla.De pronto,me senté sobre lamesa y, escondiendo elrostro entre lasmanos, comencé a sollozar, exclamando: ¡MonDieu! ¡MonDieu! Tengo un oídomuy fino y alcancé a oír el rumor de una falda y uncrujidoligero.Esofuesuficienteparamí.¡Mevigilaban!

»Volvíatendermeenlacamay,alcabodeunrato,laseñoraVandemeyermetrajoalgoparacomer.Seguíamostrándosemuyamable.Supongoquesusinstrucciones eran que se ganara mi confianza. De pronto y sin dejar deobservarmeuninstante,meenseñóunenvoltorioimpermeablepreguntándomesiloreconocía.

»Lo cogí entremismanos y estuvemirándolo con aire intrigado. Luegomeneé la cabeza.Sin embargo, dijeque tenía lavaga impresiónde recordaralgorelacionadoconél,peroquecuandoibaaacudiramimemoriavolvíaaalejarse. Entoncesme dijo que yo era su sobrina y que la llamara tía Rita.Obedecí y agregó que no me preocupara, que no tardaría en recobrar lamemoria.

»Fueunanocheterrible.Tracéunplanantesdequevolvieran.Lospapeleshabían estado seguros hasta entonces, pero dejarlos ahí por más tiemporepresentaba un gran riesgo. Podían tirar la revista en cualquier momento.Permanecí despierta hasta lo que yo calculé que debían ser las dos de lamañana.Entoncesmelevantésinhacerruidoyfuipalpandolaparedhastadarconunodeloscuadros,quedescolgué:eldeMargaritaconsujoyero.Saquélarevistademichaquetónyunpardesobresquehabíapuestoenella.Entoncesfui hasta el lavabo y humedecí el papel marrón de la parte posterior delcuadro,hastaquelogrésepararlo.Previamentehabíaarrancadolasdospáginasdelarevistaconlasdospreciosashojasdeldocumentoylasdeslicéentreellienzoyelpapelmarrón.Conunpocodegomadelossobresconseguípegarlodenuevo.Nadiesospecharía.Volvíacolgarloen lapared,puse larevistadenuevo en el chaquetón y volví a acostarme.Estaba satisfecha del escondite.

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Nuncaselesocurriríamirarensuspropioscuadros.EsperabaquellegasenalaconclusióndequeDanvers llevabaconsigoundocumento falsoyqueal finmedejaríanenlibertad.

»A decir verdad, creo que esto debieron pensar al principio y, en ciertomodo, entrañaba un serio peligro paramí. En realidad, nunca hubomuchasposibilidadesdequemedejaranlibre.Despuéssupequeestuvieronapuntodedeshacersedemí,peroelprimerhombre,queeraeljefe,prefiriómantenermeconvidaporsiacasoloshubieraescondidoypudieradecirlesdóndeestabancuandorecobraselamemoria.Durantesemanasmevigilaronasolyasombra.Algunas vecesme interrogaban. Supongo que no ignoraban nada acerca deltercer grado, pero conseguí no traicionarme. Aunque aquella tensión fueterrible.

»Volvierona llevarmea Irlandayvigilaron todosmispasospor si habíaescondidoalgoenroute.LaseñoraVandemeyeryotramujernomedejaronniunmomento.Decíanque eraparientede la señoraVandemeyeryquehabíaperdido la memoria debido al hundimiento del Lusitania. No tenía nadie aquienacudirsinquemedescubrieranysimearriesgabayfracasaba,laseñoraVandemeyeribatanbienvestidayeratanhermosaqueestabaseguradequetodos habrían de creerle a ella, cuando les dijera que yo sufría maníapersecutoria.Comprendíqueloshorroresdemiaislamientoseríanmuchomásterriblessillegasenaenterarsedequehabíaestadofingiendo.

SirJamesasintiócomprensivamente.

—La señora Vandemeyer era una mujer de gran personalidad. Por suposición social le habría resultado fácil que la creyeran. Las acusacionescontraellanosehubierantenidoencuenta,pormássensacionalesquefueran.

—Eso es lo que pensé. Terminaron por enviarme a un sanatorio enBournemouth.Alprincipionosabíasierafalsooauténtico.Unaenfermeraseencargó de mí. Yo era una enferma especial. Me pareció tan simpática ynormalquealfindecidíconfiarenella.LaProvidenciamesalvóatiempodecaer en aquella trampa. Por casualidadmi puerta estaba entreabierta y la oíhablar con alguien en el pasillo. ¡Era una de ellos! Aún imaginaban quepudieraestarfingiendoyeralapersonaencargadadeasegurarse.Despuésdeestoyanomeatrevíaconfiarennadie.

»Creo que casi me hipnoticé yo misma. Al cabo de un tiempo, apenasrecordabaqueeraJaneFinn.Estaba tanacostumbradaa representarelpapeldeJanetVandemeyer,quemisnerviosempezaronafallarme.Estuveenfermade verdad varios meses, y caí en una especie de atontamiento. Tenía elconvencimientodequeibaamorirprontoynadameimportabaya.Dicenqueunapersonacuerdapuedellegaraperderlarazónencerradaenunmanicomio.Creo que eso es lo que me sucedió. Representar aquel papel se había

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convertidoparamíenunasegundanaturaleza.Alfinal,nisiquieramesentíadesgraciada, solo práctica. Todo me daba igual y los años fuerontranscurriendo.

»De repente, las cosas cambiaron. La señora Vandemeyer regresó aLondres. Ella y el médico me estuvieron haciendo preguntas y probarondiversos tratamientos. Se habló de enviarme a un especialista de París. Alfinal, no se arriesgaron. Oí algo que parecía demostrar que otras personasamigasmebuscaban.Mástardesupequelaenfermeraquemecuidabahabíaido a París para consultar al especialista simulando ser yo. La sometió aalgunaspruebasquedemostraronquesupérdidadememoriaerafingida,perohabíatomadonotadesusmétodosymesometieronaellos.Confiesoquenohubiera logrado engañar a un especialista dedicado a estudiar casossemejantes.Peromelasarregléparasalirairosadesusartimañas.ElhechodequeyanopensaracomoJaneFinnmeayudómucho.

»Unanoche,sinprevioaviso,mellevaronaLondresymedevolvieronalacasadelSoho.Unavezfueradelsanatoriomeempecéasentirdistinta,comosienmíhubierahabidoalgoenterradodurantemuchotiempoqueempezabaadespertardenuevo.

»MeordenaronatenderalseñorBeresford.Claroqueentoncesdesconocíasu nombre.Tuvemiedo. Pensé que era otra trampa, pero tenía una cara tansimpáticaquemeresistíaacreerlo.Sinembargo, tuvegrancuidadoconmispalabrasporquepodíanoírnos.Hayunagujeropequeñoenloaltodelapared.

»El domingo por la noche llegó unmensaje a la casa; todos parecieronpreocupadosysinquesedierancuentalesestuveescuchando.Habíanrecibidolaordendematarme.Noesprecisoquelescuenteloquesiguió,porqueyalosaben.Creíquetendríatiempodesubirparasacarlospapelesdesuescondite,peromeatraparony,enesemomento,semeocurriógritarqueelprisioneroseescapabayqueyodeseabavolverconMarguerite.Gritéelnombretresveces,contodasmisfuerzas,paraquecreyeranquellamabaalaseñoraVandemeyer,perocon laesperanzadequeal señorBeresford se leocurrierapensarenelcuadro.Lohabíadescolgadoelprimerdíayesofueloquemeimpidióconfiarenél.

Hizounapausa.

—Entonceseldocumento—dijosirJames—sigueestandoenlapartedeatrásdeunodeloscuadrosdeesahabitación.

—Sí.

La joven volvió a tenderse en el sofá extenuada, por la tensión derememoraraquellahistoria.SirJamessepusoenpieymirósureloj.

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—Vamos—dijo—,tenemosqueirenseguida.

—¿Estanoche?—preguntóTuppence,sorprendida.

—Mañanaquizáseademasiadotarde—replicósirJamesentonograve—.Además, si vamos esta noche tenemos la oportunidad de capturar al granhombreysúpercriminal:¡alseñorBrown!

HubounsilencioysirJamescontinuó:

—Lashan seguidohasta aquí, de esonohayduda.Cuando salgamosdeestacasavolveránaseguirnos,perononosmolestarán,porqueelseñorBrownquiere que lo guiemos. La casa del Soho está vigilada por la policía y porvarioshombresdelgobiernodíaynoche.Cuandoentremosenella,el señorBrownno retrocederá.Loarriesgará todocon taldeconseguir lachispaquehagaestallarlabomba.¡Yélimaginaqueelriesgonoserágrande,puestoqueentraráconmigo!

Tuppenceenrojeció,abriendolabocaimpulsivamente.

—Perohayalgoqueustedignora,yaquenoselohedicho.

MiróaJaneperpleja.

— ¿De qué se trata? —preguntó sir James impaciente—. No hay quevacilar,señoritaTuppence.Tenemosqueestarsegurosdetodo.

Sin embargo, Tuppence, por primera vez, parecía tener la lenguaparalizada.

—Estandifícil:comprenda,simeequivoco.Oh,seríaterrible.—HizounamuecaindicandoaJane—.Nuncameloperdonaría—observó.

—¿Quierequelaayude,verdad?

—Sí,porfavor.UstedsabequiéneselseñorBrown,¿noescierto?

—Sí—replicósirJames—.Alfinlosé.

—¿Alfin?—preguntóvacilando—.Oh,peroyopensaba…—Sedetuvo.

—Pensaba acertadamente, señoritaTuppence.He tenido la certezamoralde su identidad desde hace algún tiempo desde la noche de la misteriosamuertedelaseñoraVandemeyer.

—¡Ah!—exclamóTuppence.

—Porqueibacontralalógicadeloshechos.Existíansolodossoluciones.Tomóel cloralpor supropiamano, cosaque rechazoplenamente,odeotromodo…

—¿Sí?

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—Le fue administrado en el coñac que usted le dio a beber. Solo trespersonas tocaron ese coñac: usted, la señorita Tuppence, yo mismo y unatercera:¡JuliusHersheimmer!Sí.¡Eseesnuestrohombre,seguro!

JaneFinnvolvióasentarse,mirandoalabogadoconojosdeasombro.

—Alprincipiomeparecíaimposible.ElseñorHersheimmer,comohijodeun millonario prominente, es una figura muy conocida en Estados Unidos.ParecíaimposiblequeélyelseñorBrownfueranlamismapersona.Peronosepuedeescaparalalógicadeloshechos.Puestoqueeraasí,debíaaceptarse.RecuerdelarepentinaeinexplicableagitacióndelaseñoraVandemeyer.Otrapruebamás,siesqueeranecesaria.

»Metoméla libertaddedejárseloentrever.PoralgunaspalabrasquedijoHersheimmer en Manchester, me figuré que usted lo había comprendido yactuabade acuerdo conello.Entoncesme telefoneóymedijo loqueyoyasospechaba, que la fotografía de la señorita Finn no había dejado de estarnuncaenposesióndelseñorHersheimmer.

Janeselevantódeunsalto.

—¿Quéquiereusteddecir?¿Quétratadeinsinuar?¡QueJuliuseselseñorBrown!¡Julius,mipropioprimo!

—No,señoritaFinn—dijosirJamesinesperadamente—.Noessuprimo.ElhombrequesehacellamarJuliusHersheimmernotieneningúnparentescoconusted.

CapítuloXXVI

ElseñorBrown

Las palabras de sir James produjeron el efecto de una bomba. Las dosjóvenes se miraron extrañadísimas. El abogado se dirigió a su escritorio yregresóconunrecortedeperiódicoqueentregóaJane;Tuppenceloleyóporencimadesuhombro.Carterlohubierareconocido.SehablabadeunhombremisteriosoquehabíaaparecidomuertoenNuevaYork.

—ComoledecíaalaseñoritaTuppence—resumióelabogado—mepusea trabajar para probar lo que parecía imposible. El muro más difícil defranqueareraelhechoinnegabledequeJuliusHersheimmernoeraunnombresupuesto.Cuandollegóamismanosesterecorte,miproblemaquedóresuelto.JuliusHersheimmer había salido en busca del paradero de su prima. Fue alOeste,dondeledieronnoticiasyunafotografíaqueleayudaraaencontrarla.La tardedesupartidadeNuevaYork fueasaltadoyasesinado.Vistieronsu

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cadávercon ropashumildesy ledesfiguraronel rostroparaevitarque fueraidentificado.

»ElseñorBrownocupósupuestoysalióinmediatamenteparaInglaterra.Ningunode losverdaderosamigosoparientesdelauténticoHersheimmer levieronantesdepartir,aunqueenrealidadpocohubieraimportado,puestoquela suplantación eraperfecta.Desde entoncesha sido carneyuñade losquenoshabíamosconjuradoparaecharleabajo.Todosnuestrossecretosestabanasu alcance.Solounavez estuvo a puntode fracasar.La señoraVandemeyerconocía su secreto. No entraba en sus cálculos que alguien ofreciera unacantidad tan elevada para sobornarla.A no ser por el afortunado cambió deplan de la señorita Tuppence, ella hubiera estado lejos del piso cuandonosotros llegamos. Sabiéndose descubierto, dio un paso desesperado,confiandoensusupuestapersonalidad.Casiloconsiguió,aunquenodeltodo.

—Nopuedocreerlo—murmuróJane—.Parecíatanespléndido.

— ¡El verdadero Julius Hersheimmer era muy espléndido! Y el señorBrownesunactorconsumado.PerolepreguntéalaseñoritaTuppencesinoteníatambiénsussospechas.

JanesevolvióhaciaTuppencesinarticularpalabra.

—No quería decirlo, Jane. Sabía que iba a dolerte.Después de todo, noestabasegura.Todavíasigosincomprenderporquénosrescató,sieraelseñorBrown.

—¿FueJuliusHersheimmerquienlasayudóaescapar?

TuppencerelatóasirJameslosemocionantesacontecimientosdelaúltimanoche,concluyendo:

—¡Peronocomprendoporqué!

— ¿No? Pues yo sí. Y también el joven Beresford, por lo que me hacontado.ComoúltimaesperanzahabíaquedejarescaparaJaneFinnydebíaorganizarsedemodoquenosospecharaqueeraunafarsa.Nolesimportóqueel joven Beresford estuviera en el vecindario y que de ser preciso secomunicara con usted. Ya procurarían quitarle de enmedio en el momentooportuno. Entonces Julius Hersheimmer las rescata de un modomelodramático. Llueven las balas, pero no hieren a nadie. ¿Qué hubieraocurridoluego?QuelashubieranllevadodirectamentealacasadelSohopararecobrar el documento que la señorita Finn sin duda hubiera confiado a lacustodia de su primo. De ser él quien dirigiera la búsqueda, simularíaencontrar el escondite vacío. Hubiera tenido una docena de salidas pararesolver la situación, pero el resultado hubiese sido elmismo. Imagino quedespués ustedes dos hubieran sufrido algún accidente. Sabían demasiado.

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Confiesoquemehanpescadodormido,peroalguienestabamuyalerta.

—Tommy—dijoTuppenceenvozbaja.

—Sí.Sinduda,cuando llegóelmomentode librarsedeél, fuemás listoque ellos.De todas formas, no estoydemasiado tranquilo, por lo quepuedehaberleocurridoaesemuchacho.

—¿Porqué?

—Porque Julius Hersheimmer es el señor Brown —replicó sir Jamessecamente—. Y es preciso más de un hombre y más de un revólver paradeteneralseñorBrown.

Tuppencepalideció.

—¿Quépodemoshacer?

—Nada.Hastaquehayamos idoa lacasadelSoho.SiBeresfordaún leslleva ventaja no hay que temer. ¡Por otra parte, si el enemigo viene abuscarnos,nonosencontrarádesprevenidos!

Sacóunrevólverdeunodeloscajonesdesuescritorioyloguardóenelbolsillodesuamericana.

—Yaestamoslistos.Séqueahora,menosquenunca,nopuedopedirlequemeacompañe,señoritaTuppence.

—¡Porsupuesto!

—Pero sugiero que la señorita Finn se quede aquí. Estará a salvo ymeparecequeestáextenuadaportodoloquehatenidoquesoportar.

PeroantelasorpresadeTuppence,Janemoviólacabeza.

—No,yovoyconustedes.Esospapelesfueronentregadosamicustodia.Deboseguiresteasuntohastaelfinalyahorameencuentromuchomejor.

SirJamesmandótraersucochey,duranteelbrevetrayecto,elcorazóndeTuppencelatióapresuradamente.

Apesardesusmomentáneasdudase inquietudesconrespectoaTommy,nopodíadejardesentirsecontenta.

¡Ibanaconseguirlo!

Elcochedoblólaesquinadelaplazayseapearon.

Sir James se aproximó a un hombre vestido de paisano que estaba deservicioconotrosy,despuésdedirigirleunaspalabras,volvióareunirseconlasdosjóvenes.

—Nadie ha entrado en la casa hasta ahora. Está vigilada también por la

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partedeatrásdemodoqueestánseguros.Cualquieraquelointente,despuésdequeentremosnosotros,serádetenidoinmediatamente.¿Vamos?

Unpolicía trajouna llave.Todos conocían a sir Jamesy tambiénhabíanrecibidoórdenesconrespectoaTuppence.

Soloeltercermiembrodelaexpediciónleseradesconocido.Entraronlostresylentamentesubieronladesvencijadaescalera.

ArribavieronlacortinaraídaqueocultabaelrincóndondeTommyhabíaestado escondido aquel día. Tuppence había oído contárselo a Jane cuandopara ella era soloAnnette. Contempló el terciopelo descolorido con interés.Incluso podía imaginar el contorno de una figura que se movía como sihubiera alguienoculto tras ella.Tan fuerte era la impresiónquenodudó enconvencersedequeelseñorBrown…Julius,estabaallíesperándolos.

¡Imposible! No obstante apartó la cortina para asegurarse. Estabanllegandoalahabitacióndelencierro.Allínohabíasitiodondeocultarse,pensóTuppence mientras suspiraba de alivio al tiempo que se reprendíaseveramente.Nodebíadejarse llevarde sus tontas imaginacionesdeaquellapersistente sensación de que el señor Brown estaba allí. ¡Eh! ¿Qué eraaquello?¿Unasfuertespisadasenlaescalera?Debíahaberalguienenlacasa.¡Eraabsurdo!

Seestabaponiendonerviosa.JanefuedirectamenteadescolgarelcuadrodeMargaritaconsujoyero.Estabacubiertodeunaespesacapadepolvoylosfestonesdetelarañascolgabanentreelcuadroylapared.SirJamesletendiósucortaplumasy ella rasgóelpapel castañode lapartede atrásdel cuadro.Una página de anuncio de una revista cayó al suelo y Jane la recogió y, alsepararsusextremos,extrajodoshojasdepapelfino.

¡Estaveznoeraelfalso,sinoelverdaderodocumento!

—Lohemosconseguido—dijoTuppence—.Alfin…

Elmomentoeradegranemociónyolvidaronlosligeroscrujidosyruidosimaginariosdeminutosantes.NingunodeellosteníaojosmásqueparaloqueJaneteníaensusmanos.

SirJamescogiólosdosfoliosylosexaminóconatención.

—Sí—dijoconcalma—,esteeselmalditodocumento.

—Hemostriunfado—exclamóTuppence,maravillada.

Sir James repitió sus palabrasmientras doblaba los dos folios con sumocuidado y los guardaba entre las hojas de su agenda. Luego contempló lahabitaciónconcuriosidad.

—Aquíesdondeestuvoencerradosujovenamigo,¿verdad?—dijo—.Es

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unlugarsiniestro.Fíjenseenlaausenciadeventanasyelgrosordelapuertaque cierra herméticamente. Lo que aquí ocurra no puede ser oído en elexterior.

Tuppenceseestremeció;aquellaspalabraslaalarmaron.

¿Podía haber alguien oculto en la casa? ¿Alguien que cerrara aquellapuerta y los dejara presos en aquella ratonera? Comprendió enseguida loabsurdodesuspensamientos.Lacasaestabarodeadaporlapolicía.Sinolesveían salir, no vacilarían en entrar para efectuar un registro. Se rio de sustemoresy,alalzarlamirada,sesobresaltóalvercómosirJameslaobservaba.

—Tieneustedrazón,señoritaTuppence.Ustedolfateaelpeligro,igualqueyoyquelaseñoritaFinn.

—Sí.—AdmitióJane—.Esabsurdo,peronopuedoevitarlo.

SirJamesvolvióaasentir.

—Ustedes la perciben… todos la presentimos… la presencia del señorBrown.Sí,noexistelamenorduda,elseñorBrownestáaquí.

—¿Enlacasa?

—Enestahabitación.¿Nolocomprenden?YosoyelseñorBrown.

Estupefactas,lomiraronsindarcréditoasusoídos.Laslíneasdesurostrohabían cambiado.Tenían ante ellas a un hombre distinto, que sonreía de unmodocruel.

—¡Ningunadelasdossaldráconvidadeestahabitación!Acabandedecirquehemostriunfado.¡Yohetriunfado!Eldocumentoesmío.—Susonrisaseensanchó al mirar a Tuppence—. ¿Quiere saber lo que ocurrirá? Tarde otempranoentrarálapolicíayencontraráalasvíctimasdelseñorBrown:tres,¿comprende?Nodos,peroporfortunalaterceranoestarámuerta,soloheridaypodrédescribirelataquecontodasuertededetalles.¿Yeldocumento?EstáenmanosdelseñorBrown.¡DemodoqueanadieseleocurriráregistrarlosbolsillosdesirJamesPeelEdgerton!

SevolvióhaciaJane.

—Ustedsupoengañarme.Loreconozco,peronovolveráaocurrir.

Seoyóunligeroruidoasusespaldas,peroembebidoensuéxitonogirólacabeza.Sellevólamanoalbolsillo.

—Jaque mate a los Jóvenes Aventureros —dijo alzando lentamente elrevólver.

Peroalhacerlo,sesintióaprisionadoporunagarradehierro.ElrevólvercayódesumanoylavozdeJuliusHersheimmerdijodespacio:

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—Lohemoscogidoconlasmanosenlamasa.

Lasangredesapareciódelrostrodelabogado,peroeldominioqueteníadesímismoeramaravillosoysepusoenevidenciaalmirarasusdosopresores.ContemplóaTommylargorato.

—Usted—dijoentredientes—.¡Usted!Debífigurármelo.

Al ver que no ofrecía resistencia, aflojaron la presión y, rápido como elrayo,sellevólamanoizquierda,enlaquellevabaungrananillo,aloslabios.

—¡Ave,Caesar,morituri tesalutant!—dijosindejardemiraraTommy.Luego su rostro cambió y, con un estremecimiento convulsivo, cayó haciadelante como un saco, mientras se esparcía por el aire un extraño olor aalmendrasamargas.

CapítuloXXVII

CenaenelSavoy

LacenaofrecidaporJuliusHersheimmerenlanochedeldía30aungrupodeamigoshabríaderecordarsemuchotiempoenloscírculosdecatering.Sellevó a cabo en un apartamento privado y las órdenes del norteamericanofueronbrevesyterminantes.Diocartablancay,cuandounmillonariodacartablanca,sueleconseguirloquequiere.

Se ofrecieron todas las exquisiteces fuera de estación. Los camarerosservíanunvinoañejoysuperior,tratandolasbotellasconsumadelicadeza.Ladecoraciónfloraldesafiabaatodaslasestaciones,yfrutasquemadurabanenmayo y otras en noviembre se encontraban reunidas como por milagro. Lalistade invitadoserareducida,peroselecta:elembajadornorteamericano;elseñorCarter,quesegúndijosehabíapermitidolalibertaddetraeraunamigosuyo: a sirWilliamBeresford; el arcedianoCowley; el doctorHall; los dosJóvenesAventureros, laseñoritaPrudenceCowleyyThomasBeresford,y lainvitadadehonor,laseñoritaJaneFinn.

Juliusnohabía escatimadoesfuerzosparaque la apariciónde Jane fueratodounéxito.UnallamadamisteriosahizoqueTuppenceacudieraalapuertadelapartamento,quecompartíacon la jovennorteamericana.EraJulius,quellevabaunchequeenlamano.

—Oye,Tuppence—comenzó—,¿querráshacermeunfavor?TomaestoyprocuraqueJanecompretodolonecesarioparaestarbonitaestanoche.VaisaveniracenarconmigoalSavoy,¿sabes?Noreparesengastos.¿Entendido?

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—Deacuerdo—replicóTuppence—.¡Loquevamosadivertirnos!SeráunplacervestiraJane.Eslapersonamásencantadoraquehevistoenmivida.

—Esopiensoyo—convinoHersheimmerconunfervorquehizobrillarlosojosdeTuppence.

—Apropósito,Julius,todavíanotehedadomirespuesta.

—¿Turespuesta?—repitióJulius,palideciendo.

—Ya sabes: cuando me pediste que me casara contigo —concluyóTuppenceconlosojosbajoscomounaheroínadelaépocavictoriana—.Ynoquisieraquelointerpretarascomounanegativa.Lohepensadobien.

—¿Sí?—dijoJuliusconlafrenteperladadesudor.

—¡Grandísimo tonto!¿Quédiablos te indujoapedírmelo? ¡Mehedadocuentadequenoteimportouncomino!

—No es cierto. Siempre he experimentado por ti, y sigo haciéndolo, losmásaltossentimientosdeestima,respetoyadmiración.

— ¡Hum!—replicóTuppence—. ¡Esa clase de sentimientos son los quedesaparecencuandollegaotromásfuerte!¿Noesverdad?

—Noséaquéterefieres—dijoHersheimmerenrojeciendopormomentos.

—¡Diablos!—exclamólajovenycerrólapuertariendo.Volvióaabrirlapara añadir con dignidad—: ¡Moralmente siempre consideraré que me hasdejadoplantada!

—¿Quiénera?—preguntóJanecuandoTuppencesereunióconella.

—Julius.

—¿Quéquería?

—Laverdad,creoquequeríaverte,peroyono lehedejado. ¡Hastaestanoche,cuandoaparezcascomoelreySalomónentodosuesplendor!¡Vamos!¡Tenemosqueir,decompras!

Para lamayoría de la gente, el tan cacareado día 29, «día del Trabajo»,transcurriócomocualquierotro.SepronunciarondiscursosenHydeParkyenTrafalgarSquare,yvariasmanifestaciones,cantando«Banderaroja»,pasearonporlascallesmásomenosaladeriva.Losperiódicosquehabíanhabladodeuna huelga general y la inauguración de un reinado terrorista, se vieronobligadosaagacharlacabeza.Losmásosadosyastutosdijeronquelapazsehabíaconseguidograciasasusconsejos.Enlaprensadeldomingo,aparecióunabrevenotadandocuentadelamuerterepentinadesirJamesEdgerton,elfamosoabogado.Ladellunespusoderelievelacarreradeaquelhombre,perolaverdadexactadelascausasqueprovocaronsumuertenosehizopública.

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Tommytuvorazónalpreverlasituación.Todoeraobradeunsolohombrey,faltosdesujefe,laorganizaciónsevinoabajo.Kramenintuvoqueregresara Rusia a la carrera, salió de Inglaterra a primera hora del domingo. Losconspiradores abandonaron Astley Priors presos del pánico y, en suprecipitación, sedejaron tras ellosvariosdocumentosque los comprometíanirremisiblemente.Conaquellaspruebasensusmanos,ademásdeunpequeñodiarioqueencontraronenelbolsillodeldifuntoyqueconteníaunresumendetodo el complot, el gobierno convocó una conferencia y los dirigenteslaboristassevieronobligadosareconocerquehabíanservidodetapaderadelasmaniobrascomunistas.Elgobiernohizoalgunasconcesiones,que fueronaceptadasenelacto.¡Ibaallegarlapazynolaguerra!

Pero el gabinete sabía lo cercaquehabía estadodel desastre total.En elcerebro de Carter bullía la extraña escena que se había producido la nocheanteriorenlacasadelSoho.

Habíaentradoenlareducidahabitaciónparaencontrarasugranamigo,elamigo de toda su vida,muerto, descubierto por sus propias palabras.De subolsillo extrajo el malhadado documento y allí mismo, en presencia de losotrostres,loredujoacenizas.¡Inglaterraestabasalvada!

Ahora, la noche del día 30, en un saloncito privado del Savoy, Julius P.Hersheimmer obsequiaba a sus amigos. Carter fue el primero en llegar. Ibaacompañadodeunancianocaballerodeaspectoiracundo,anteelcualTommyenrojecióhastalaraízdelpelo.

— ¡Ajá! —dijo el anciano caballero contemplándole con ojo crítico—.Conquetúeresmisobrino,¿eh?Noeresgrancosa,perohasrealizadounbuentrabajo, según parece.Después de todo tumadre no debió de educartemal.¿Quieresquedigamoslopasado,pasado?Eresmiheredero,¿sabes?Deahoraen adelante pienso darte una asignación y puedes considerarChalmers Parkcomotuhogar.

—Gracias,señor,esustedmuygeneroso.

—¿Dóndeestáesajovencitadequientantoheoídohablar?

TommylepresentóaTuppence.

—¡Ajá!—dijosirWilliamalverla—.Laschicasdeahoranosoncomoenmistiempos.

—Síloson—replicóTuppence—.Quizásusropasseandistintas,peroensuinterior,sonlasmismas.

—Bueno,talveztengasrazón.Entonceslashabíamuydesenvueltas,ahoratambién.

—Esoes.Yolosoy,ymucho.

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—Te creo. —El anciano rio tirándole de una oreja. La mayoría de lasjovencitas sentían temor ante «el viejo oso», como le llamaban, pero aTuppenceleencantaba.

Luego llegó el tímido arcediano, un tanto azorado por hallarse ensemejantecompañíaysatisfechoporquesuhijasehabíadistinguido,aunqueno pudo evitar mirarla de vez en cuando con aprensión. Pero Tuppence secomportó admirablemente.No cruzó las piernas, supo contener su lengua yrehusófumar.

El siguiente en llegar fue el doctor Hall, acompañado del embajadornorteamericano.

—Podemos sentarnos —dijo Hersheimmer cuando hubo presentado atodossusinvitados—.Tuppence,¿quieres…?

Leindicabaelsitiodehonor,masTuppencemoviólacabeza.

—¡No,eseesellugarquecorrespondeaJane!¡Cuandopiensoenloqueha tenido que soportar durante estos años! Esta noche tiene que ser ella lareinadelafiesta.

Julius ledirigióunamiradaagradeciday Janeseadelantó tímidamenteaocuparsupuesto.Sianteserayadeporsíbonita,ahoraestabamaravillosaconsusnuevasgalas.

Tuppence había representado admirablemente su papel. El modelo queadquirieronenunafamosacasademodassellamaba«Lirioatigrado»yeradetonosdorados,verdesycastañossuavesdeentrelosquesealzabacomounacolumnablancaelcuellodelajovenyconlamasadecabellosbronceadosquecoronaban suhermosacabeza.Todos lamiraronconadmiraciónmientras sesentaba.

Pronto la reunión estuvo en pleno apogeo y de común acuerdo todospidieronaTommyunaexplicacióncompletaydetallada.

—Eresdemasiadoreservado—leacusóJulius—.¡MedijistequeteibasaArgentina, aunque me figuro qué razón tendrías para ello! ¡El que tú yTuppencecreyeraisqueyoeraelseñorBrownmehacedesternillarderisa!

—Laideanofuesuya—dijoCarterentonograve—.Lesfueinsinuada,yelvenenohizosuefectoalseradministradoconcuidadoporunmaestroenesearte.Lanoticiadelperiódiconeoyorquinolehizoconcebirelplanyconélfuetejiendounaredquecasilesenvuelvefatalmente.

—Nuncamefuesimpático—dijoHersheimmer—.Desdeelprincipiomediomala espinay siempre sospechéquehabía sido él quienhizo callar a laseñora Vandemeyer tan oportunamente. Pero no fue hasta que supe que laorden de ejecutar aTommy llegó justo después de nuestra entrevista con él

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aqueldomingo,cuandoempecéasospecharqueelpezgordoeraél.

—Yo nunca lo sospeché —se lamentó Tuppence—. Siempre me creímuchomáslistaqueTommy,peroestavezmehatomadoladelantera.

—¡Tommyhasidoelcerebro!—exclamóJulius—.Yenvezdequedarseahísentadocalladocomounmuerto,dejemosqueselepaseelsofocoyquenoslocuentetodocondetalle.

—¡Venga!¡Venga!

—Nohaynadaquecontar—dijoTommy,turbado—.FuiunestúpidohastaelmomentoenqueencontrélafotografíadeAnnetteycomprendíqueeraJaneFinn.Entonces recordé la insistencia con que gritó la palabra «Marguerite»,me acordé de los cuadros y… bueno, eso es todo. Entonces, naturalmente,repasétodoloocurridoparaverdóndehabíametidolapata.

—Continúe—ledijoCarter,alverqueTommysedisponíaavolverasumutismo.

—LodelaseñoraVandemeyermepreocupócuandoJuliusmeloexpuso.AsimplevistaparecíaqueoélosirJameslaasesinaron.Peronosabíacuáldelos dos. El encontrar esa fotografía en el cajón, después de la historia dehabérselaentregadoalinspectorBrownquenoscontó,mehizosospechardeJulius.LuegorecordéquefuesirJamesquienhabíadescubiertoalafalsaJaneFinn.

»Al final, no supe por cuál decidirme y, por lo tanto, resolví no correrningúnriesgo.DejéunanotaaJuliusporsieraelseñorBrown,diciéndolequememarchabaaArgentina,ydejélacartadesirJamesdondeaparecíalaofertadeempleosobreelescritorioparaquecreyeraqueeracierto.Luegoescribíalseñor Carter y telefoneé a sir James. Lomejor era hacerlemi confidente apesar de todo y solo le oculté que creía saber dónde estaba escondido eldocumento.LaformaenquemeayudóabuscaraTuppenceyAnnettecasimedesarmó,peronodeltodo.Continuéconsiderándolessospechososalosdosy,luego,alrecibirunasupuestanotadeTuppence,losupe.

—Pero¿cómo?

Tommysacódesubolsillolanotaencuestión,quepasódemanoenmano.

—Es su letra, desde luego, pero supe que no era suya por la firma.Ellanunca escribe Twopence, con «w» y una sola «p», pero cualquiera que nohubiera visto su nombre escrito lo hubiese firmado así. Julius lo sabía. Enciertaocasiónmemostróunacartasuya,perosirJamesno.Despuéstodofuecoserycantar.EnviéaAlbertaavisaralseñorCarteratodaprisa.Yosimulémarcharme,peroregresé.CuandoJuliusllegóensucoche,comprendíquenoformabapartedelplandelseñorBrownyqueprobablementecomplicaríalas

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cosas.Si no cogíamos a sir James in fraganti, sabía que el señorCarter ¡nodaríacréditoamispalabras!

—Noselodi—intervinoCarteravergonzado.

—PoresoenviéalasseñoritasalamansióndesirJames.Estabasegurodequetardeo tempranoloatraparíamosenlacasadelSoho.AmenacéaJuliusconelrevólverporquequeríaqueTuppenceselocontaraasirJamesyasíélnoseocuparadenosotros.Encuanto lasdosseperdierondevista, ledijeaJulius que me llevara volando a Londres y por el camino le conté toda lahistoria. Llegamos a la casa del Soho con tiempo suficiente y encontramosfueraalseñorCarter.Despuésdedisponerlotodo,entramosynosescondimosdetrás de la cortina del rellano.El policía recibió la orden de decir, si se lopreguntaban,quenadiehabíaentradoenlacasa.Esoestodo.

Tommysedetuvobruscamente.

Hubounsilencio.

—A propósito—dijoHersheimmer de pronto—. Están equivocados conrespectoaesafotografíadeJane.Melaquitaron,perovolvíaencontrarla.

—¿Dónde?—exclamóTuppence.

—EnlacajafuertedeldormitorioqueocupabalaseñoraVandemeyer.

—Sabíaquehabíasencontradoalgo—dijoTuppenceentonodereproche—.Adecirverdad,poresoempecéasospechardeti.¿Porquénolodijiste?

—Yo también desconfiaba. Me la habían arrebatado una vez y estabaresueltoanosoltarlahastaqueunfotógrafomehicieraunadocenadecopias.

—Todos ocultamos una cosa u otra —comentó Tuppence, pensativa—.¡Supongoquetrabajarparaelserviciosecretohacequeunosecomporteasí!

Durante la pausa que siguió,Carter sacó de su bolsillo una agendamuymanoseada.

—BeresfordacabadedecirqueyonohubieracreídoenlaculpabilidaddesirJames,amenosquelocogiéramosinfraganti.Escierto.Noobstante,hastaquenohubeleídoelcontenidodeestaagenda,nomefueposibledarcréditoalasorprendenteevidencia.LaagendapasaráaserpropiedaddeScotlandYard,pero nunca se exhibirá públicamente. El largo tiempo que sir James estuvoasociadoconlaleylohaceaconsejable.Peroaustedes,queconocenlaverdad,voyaleerlesciertospasajesqueponenderelievelaextraordinariamentalidaddeestehombre.

Abriólaagendaycomenzóavolverlaspáginas.

Es una locura escribir este diario. Lo sé. Es una prueba contramí. Pero

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nunca me han asustado los peligros y siento la imperiosa necesidad dedesahogarme.Estelibritosololoobtendránsobremicadáver.

Desdemuyjovencomprendíqueposeíacualidadesexcepcionales.Solountontonosabeapreciarsucapacidad.Micerebroeramuysuperioral términomedio.Supequehabíanacidoparaeléxito.Loúnicoqueobrabaenmicontraeramiaspectovulgar.Vulgareinsignificante.

Deniñoasistíaunfamosojuicioporasesinato.Meimpresionómucholaelocuenciayhabilidaddelabogadodefensoryporprimeravezpensédedicarmitalentoaestaprofesión.Enotrojuicioobservéalcriminalquesesentabaenelbanquillo.Erauntonto,seportódeformaestúpidaynisiquieraunbuenabogado defensor fue capaz de salvarlo. Sentí un gran desprecio por él yllegué a la conclusión de que el común de los criminales era de un nivellamentable. Era lamiseria, los fracasos y los altibajos de la vida lo que lesarrastró al crimen.Me extrañó que ciertos hombres inteligentes no hubierancomprendidonuncasusextraordinariasposibilidades.Estuvedándolevueltasalaidea.¡Quécampotanmagnífico!¡Posibilidadesilimitadas!Micerebrosepusoenmarcha.

Leí obras maestras sobre crímenes y criminales. Todas confirmaron miopinión.Lascausas, sinexcepción, fueron ladegeneracióny la enfermedad,peronuncaesacarrerafueescogidadeliberadamenteporunhombreprevisor.Entonces me puse a pensar. Supongamos que se realizaran mis mayoresambiciones:que fueseadmitidoenel foroymeelevarahasta lacimademiprofesión, que ingresara en la política, e incluso que llegara a ser primerministrodeInglaterra.Yentonces¿qué?¿Eraesoelpoder?Conelestorbodemis colegas y encadenado a un sistema democrático solo sería un lídernominal.¡No,elpoderconqueyosoñabaeraabsoluto!¡Serunautócrata!¡Undictador!

Esepodersolopodíaobtenersetrabajandoalmargendelaley,jugandoconlas debilidades de la naturaleza humana, luego con las debilidades de lasnaciones:reunirydirigirunavastaorganizacióny,porfin,subvertirelordenexistente y gobernar. La idea se apoderó demí. No sé lo que pasó por miimaginación.

Entendí que debía llevar dos vidas. Un hombre como yo llamaría laatención. Debía tener una carrera de éxitos que encubriera mis verdaderasactividades.Tambiéndebíacultivarmipersonalidad.Tomécomomodeloaunfamosoconsejerodelreinoeimitésusmodales,sumagnetismo.

De haber escogido la profesión de actor, hubiera sido elmejor actor delmundo.Nadadedisfracesnipinturasnibarbaspostizas.¡Personalidad!¡Melacalcécomounguante!Cuandoqueríaeraunhombretranquilo,discretocomocualquierotro.MehacíallamarseñorBrown.Haycientosdehombresquese

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llaman Brown y tienen mi mismo aspecto. Tuve éxito en mi supuestadedicación profesional. Había nacido para lograrlo y tenía que triunfartambiénenlareal.Unhombrecomoyonopuedefracasar.

HabíaleídolavidadeNapoleón.Élyyotenemosmuchascosasencomún.

Meespecialicéenladefensadecriminales.Unhombredebevelarporlossuyos.

Unpardeveces tuvemiedo.LaprimerafueenItalia.Tuvolugarenunacena a la que asistió el profesorD…un eximiopsiquiatra.La conversaciónversóacercadelalocura.Dijo:«Muchosgrandeshombresestánlocosynadielosabe,nisiquieraellosmismos».Nocomprendíporquémemirabaamíaldecirlo.Sumiradaeraextraña.Nomeagradó.

La guerra me ha trastornado. Creía que favorecería mis planes. ¡Losalemanes son tan eficientes! Su sistema de espionaje también es excelente.Nuestras calles están llenas de esos muchachos vestidos de caqui. Jóvenesdescerebrados.Sinembargo,nosési…Estabanganando laguerrayesomeinquietaba.

Mis planes van bien. Ha intervenido una muchacha. No creo que enrealidad sepa nada. Pero debemos renunciar a Estonia. No debemos correrriesgosahora.

Todovabien.Supérdidadememoriaesunacontrariedad.Nopuede serfingida.¡Ningunamuchachapodríaengañarme!

El29.Estámuycerca.

Carterhizounapausa.

—No leeré los detalles del coup que estaba planeando. Pero hay dospequeñosincisosqueserefierenaustedestres.Soninteresantes.Selosleeré.

Al animar a la joven a acudir a mí por propia voluntad, he conseguidodesarmarla. Pero tiene ciertas intuicionesmuy agudas que pudieran resultarpeligrosas. Debe desaparecer. No puedo hacer nada con el norteamericano:sospecha y le desagrado. Pero no lo puede saber. Mi armadura esinexpugnable. Algunas veces temo haber menospreciado al otro muchacho.Noeslisto,peroesdifícilcerrarlelosojosantelaevidencia.

Cartercerrólaagenda.

—Ungranhombre.Ungeniooun loco,¿quiénpuedeasegurarlo?Yonomeatreveríaahacerlo.

Hubounsilencio.

Luego,Cartersepusoenpie.

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—Voyabrindar.¡PorlosJóvenesAventurerosquesehanvistocoronadosporeléxito!

Todosbebieronaclamándolos.

—Hay algo más que quisiera saber —continuó Carter, dirigiéndose alembajador norteamericano—. Hablo también en su nombre. Pedimos a laseñorita JaneFinnquenoscuente lahistoriaquehastaahora soloconoce laseñoritaTuppence,peroantesbebamosasusalud. ¡A lasaluddeunade lasmás valientes hijas de Estados Unidos, a quien deben gratitud dos grandespaíses!

CapítuloXXVIII

Ydespués…

—Hasidounbrindismagnífico,Jane—dijoJuliusmientrasacompañabaasuprimaalRitz,ensuRolls-Royce.

—¿EldelosJóvenesAventureros?

—No, el que te dedicaron a ti.No hay otramuchacha en elmundo quehubierahecholoquetúhiciste.¡Eresmaravillosa!

Janemeneólacabeza.

—Nomesientomaravillosa,sinocansadaysola,ydeseosaderegresaramipatria.

—Esomerecuerdaquequieropedirteunacosa.Heoídoqueelembajadordecíaasuesposaqueesperabaquefuerasconellosa laembajada.Estoestámuybien,peroyotengootroplan,Jane.¡Quieroquetecasesconmigo!Noteasustesynomedigasquenoenseguida.Claroquenopuedesquererme tanpronto, no sería lógico. Pero yo te quiero desde el momento en que vi tufotografía,yahoraquetehevisto,estoylocoporti.Sitecasarasconmigonote molestaría, te dejaría hacer lo que quisieras. Tal vez nunca llegues aquerermey,enesecaso,tedevolveríalalibertad.Peroquierotenerderechoavelarportiycuidartecontodocariño.

—Esoesloquedeseo—dijolajovenalegremente—.Teneraalguienquemecuide.¡Oh,túnosabeslosolaquemeencuentro!

—Claroquesí.Entoncestodoarreglado.Mañanaporlamañanavisitaréalarcedianoparaquenosdéunalicenciaespecial.

—¡Oh,Julius!

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—Bueno, Jane, no quiero apresurarte, pero no tendría sentido queesperáramos.Notengasmiedo.Noesperoquemeamesasídepronto.

Unadelicadamanotomólasuya.

—Tequieroya,Julius—dijoJaneFinn—.Tequierodesdeelmomentoenqueterozóaquellabalaenelautomóvil.

Cincominutosdespués,Janemurmurabaconvozmuyqueda:

—No conozco Londres muy bien, Julius, pero ¿hay tanta distancia delSavoyalRitz?

—Eso depende de cómo se vaya —explicó Julius sin avergonzarse—.¡NosotrospasaremosporRegent’sPark!

—¡Oh,Julius!¿Quépensaráelchófer?

—Con el sueldo que le pago, sabe que esmejor no tener ideas propias,Jane;laúnicarazónquemehaimpulsadoaorganizarlacenaenelSavoyhasidoladepoderacompañarteacasa.Noveíaotromediodeverteasolas.TúyTuppenceestáissiemprejuntascomodoshermanassiamesas.¡SillegaapasarundíamáscreoqueBeresfordyyonosvolvemoslocos!

—¡Oh!¿Está…?

—Claroquesí.Comounloco.

—Losuponía—dijoJane,pensativa.

—¿Porqué?

—¡PortodoloqueTuppencemehadicho!

—Enesomehasganado—dijoHersheimmer,peroJanereía.

Entretanto, los Jóvenes Aventureros estaban sentados muy erguidos ynerviosos en el interior de un taxi que, cómo iba a ser de otra forma, lesllevabaalRitzporRegent’sPark.

Entre los dos existía una gran tirantez y, sin que supieran qué habíaocurrido, todo parecía distinto. Estaban mudos, paralizados, y su antiguacamaradería había desaparecido. Tuppence no sabía qué decir. A Tommy leocurría lo mismo. Permanecían completamente inmóviles, sin atreverse amirarse.PorfinTuppencehizounesfuerzodesesperado.

—Hasidobastantedivertido,¿noteparece?

—Sí,bastante.

Otrosilencio.

—MegustaJulius.—Tuppencehizodenuevoungranesfuerzo.

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Tommyparecióvolveralavida.

—¿Noirásacasarteconél,meoyes?—dijoentonoimperativo—.Teloprohíbo.

—¡Oh!—exclamóellasumisa.

—Rotundamente,¿entiendes?

—Élnoquierecasarseconmigo.Solomelopidióporcortesía.

—Esonoesmuyverosímil.

—Escierto.EstálocoporJane.Supongoqueseestarádeclarandoenestosmomentos.

—Haránunabuenapareja—replicóTommy,entonocondescendiente.

—¿Noteparecelacriaturamásencantadoradelmundo?

—¡Oh,noestámal!

—Perosupongoquetúpreferirásantetodounproductodelpaís.

—Yo…¡Oh,déjatedetonterías,Tuppence,yalosabes!

—Megustatutío,Tommy—dijoTuppencedesviandolaconversación—.Apropósito,¿quépiensashacer?¿AceptarelofrecimientodeempleodelseñorCarteroelmejorremuneradodeJuliusensuranchodeEstadosUnidos?

—Creoqueeldelviejo,aunqueconsideroqueHersheimmersehaportadoestupendamenteycreoquetúteencontrarásmejorenLondres.

—Noveoquétengoyoquever.

—Puesyosí.

Tuppencelemiródereojo.

—Tambiéntendrásdinero—observóconexpresiónpensativa.

—¿Quédinero?

—Nosvanadarunchequeacadauno.MelodijoelseñorCarter.

—¿Preguntastecuánto?—dijoTommysarcástico.

—Sí—replicóTuppencetriunfal—.Peroesoesalgoquenotediré.

—¡Tuppence,ereselcolmo!

—Ha sido divertido, ¿verdad, Tommy? Espero que tengamos que corrermuchísimasmásaventuras.

—Eresinsaciable,Tuppence.Yoyatengobastantedemomento.

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—Bueno, irdecompras resultacasi igualdedivertido—dijo la joven—.Piensaloestupendoqueserácomprarmuebles,cortinasdeseda,alfombrasdecolores brillantes, una mesa de comedor muy barnizada y un diván conmuchosalmohadones.

—Frena—lecortóelmuchacho—.¿Paraquéquierestantascosas?

—Talvezparaunacasa,peroyoprefierounapartamento.

—¿Elapartamentodequién?

—Túcreesqueme importadecirlo,peronome importaenabsoluto. ¡Elnuestro,paraqueteenteres!

— ¡Amor mío!—exclamó Beresford, estrechándola entre sus brazos—.¡Había decidido que fueras tú la que lo dijeras! Te lo mereces por loinexorablequetehasmostradosiemprequeheintentadoponermesentimental.

Tuppence alzó la cabeza. El taxi continuó girando por el lado norte deRegent’sPark.

—Aúnnomehaspedidorelaciones—dijoTuppence—.Porlomenosnoha sido precisamente lo que nuestras abuelas llamarían una petición formal.PerodespuésdeloqueacabadehacerJulius,mesientoinclinadaarechazarte.

—No podrás escapar. Tendrás que casarte conmigo, de modo que ni lopiensessiquiera.

—Será divertido —respondió Tuppence—. El matrimonio ha sidocalificadodemuchasformas:cielo,refugio,paraíso,esclavitudymuchísimasotras.Pero¿sabesloquecreoquees?

—¿Qué?

—¡Undeporte!

—¡Ymuybuenoporcierto!—afirmóTommy.

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