Upload
mandal-molis
View
307
Download
1
Embed Size (px)
Citation preview
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
1/80
t.,]
¡,-l
.
,x
'155.4
VOLn
üf,ffififfiiiíilffirm,*m
rilr
Juan
Carlos
Volnovich
Editorial
LUMEN
El
niño del
"siglo
del
niño"
bo^/^dá^/
ul,Jiv[Ri,li-¡"\f.j
r,i-
i
,i
i1['ri,R'.,j
FAOij
I r.j
;i:
;:.,i_'.;,-ü
FPfA.
§§
Dí-¡rl,-;i'{.
i'i1¡.(1l
'JtertQirt.h.
ffr§ I
r
o
,f-"
.,
...l
c.Y
Viamonte 1674
-
l05fBuencts*i:e*
8
437 3
-
1 47 4
(
I íneas
rota
tiva
$ FeI.{§4- ¡ U +
37
5
-0
453
E-mai : magisterio@qorYlrMt.ÉotrrJl
República Arlentina
I
¡\no
GB
8bo3
&rtz
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
2/80
ÑlF-
--. T r*ffi
I dmrló¡¡
Minoridad
Y
familla
INDICE
Reconocimientos.
........................,.7
I
rrr..i,,,r¡:
Marilde
Luna
lntroducción......,,
........................,..9
capitulo I
I
El
niño del "siglo del
si91o".........................................-.-33
s
lf,rvisiór
de
l€xro:
Pablo
valle,
Miln¡Ír
(ltrlla|l
Iinrl
I
'Capituto
2
'
Los
que
viven en
el
margen de la sociedad
civil......-
...49
Capitulo
3
VLos
chicos como
sajetos de
derecho
antes
que
como
obietos de tutelaje..........,.......-............69
capitulo
4
Niños asesinos
o niños
asesinados.................,.............77
I
,
capitulo
5
Los chicos de la cibercu1tura.......,.,...............................85
.
capitulo
6
Juicios
y prejuicios
acerca
lsBN
950-72rt-862-5
del
impacto de Internet
en los
chicos..................'.....91
capitulo
7
Desafios
actuales en la clínica
con
niños......................97
capítulo 8
La niñez,
el inconsciente
y
nuestra
cultura
actual......l03
,
capitulo
9
I
i3l
cuerpo del niño
y
de
la
niña: aver
y
hov.......... ....115
o
r99q by
LUMEN
C¡Pitulo
lO
ltccrn
ct
depósiio
qüe
pr*iem
ta lcy
11.723
La
"inocente"
sexualidad de
los varones
y
.r({k»
kN
d.@hos
r€servad*
¡a sexualidad
"culpable"
de
las niñas... ............-........125
capítulo
ll
r.lBRo EDrcróN
ARGENTINA
Estudio
y
trabajo
en
PRINTED lN
ARCENTINA
la formación de
los
ióvenes
cubanos....................
,...141
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
3/80
Para
Jorge,
que me
acompaña
desde
niño'
Para
Silvia,
que me
ayudó
a
deiar
de
serlo'
RECONOCIMIENTOS
Mi
profunda
gratitud
va
para
OIga Viglieca,
que
leyó el
texto original
y,
junto
al aliento
incondicional de
Patricia
Kolesnikof,
me aportaron
crÍticas
y
sugerencias
inteligen-
tes
y
definitivas
para
un
recorrido
que,
sin el
contagioso
entusiasmo
de
Matilde
Luna,
jamás
me
hubiera permitido
iniciar.
Con la
renuncia
a
la Asociación
Psicoanalítica
Argenti-
na, integrando
el Grupo
Plataforma
(se
autodisolvió
en
l97l),
finalizaron
mis
pertenencias institucionales. No
obstante,
a
partir
de
mi
regreso
del exilio,
integré dos
gru-
pos
anónimos.
Aun
sin saberlo,
mis colegas del
grupo
de
niños fueron
interlocutores
permanentes
de
estos textos.
Para Rubén
Efrom,
Gilou
García
Reinoso,
Eva Giberti,
Adrián Grassi,
Julio
Marotta, Marisa
y
Ricardo
Rodulfo,
Ma-
rio
Waserman,
mi
reconocimiento porque
ellos,
en
algún
momento, dispararon
ideas
que
me hicieron
reflexionar
y
lidiar con
mis
prejuicios.
También,
estoy
sinceramente
agradecido a mis
amigos
del
grupo
de los
jueves.
Lucía
Barbero,
Ana Berezín, Gilou
GarcÍa
Reinoso, Graciela
Guilis,
Vida
Kamkaghi, Silvia
Werthein,
Mario
Fuks,
León Rozitchner,
Osvaldo
Saidón
fueron
y
siguen
siendo
mis
privilegiados
referentes
y
los
destinatarios
de todo
lo
que
en este
libro
expongo.
Dediqué este libro
a mi hermano,
Jorge
Volnovich,
con
quien
me une
-entre
otras
cosas-
la
pasión
por el
psi-
coanálisis
de
niños
y
el
hecho
de haber
sido criados
por
un
padre
cuya
condición
de médico
pediatra y
neonatólo-
go
seguramente
no ha sido
inocente en
la
construcción
de
nuestras vocaciones.
A Silvia
Werthein,
"mi
cómplice
y
to-
do",
compañera
inmejorable en
esa tarea de
hacer
y
edu-
car a
nuestros hijos.
-7 -
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
4/80
Por
último,
si el texto
que
aquí
se
plasma
comenzó
el
día
en
que
tomé la
primera
entrevista
psicoanalítica
a una
niña
de cinco años,
es a la
multitud
de
pibes
y
de
pibas
que
a
lo
largo
de
estas
décadas
me
acompañaron
por
el
fascinante
tránsito
del
inconsciente,
a
quienes
quiero
re-
tribuir
con esta
publicación.
TNTRODUCCIÓN
Éste
es
un libro
sobre
niños.'
Registra
argo
de
mi
trán-
sito
por
el
mundo
de
los
niños.
Es
testimonial,
ya
que
con_
tiene
las
ideas que
me
guiaron
a Io
largo
de
estos
úrtimos
años
por
el
mundo
de
los
"chicos".
En
cierta forma, refleja
mi
recorrido como psicoanarista,
a
pesar
de
no
ser,
estric-
tamente,
un libró
sobre
psicoanárisis.
son
textos
sobre
niños,
que
nada
tienen
de
psicoanalíticos
pero
que
no
hu_
bieran
podido
ser
pensados
a
no
ser
por
mi
condición
de
psicoanalista
de
niños.
Más
aun:
tengo
Ia
convicción
de
que
gran
parte
de los
textos que
pueblan
estas
páginas
me
Ios
dictaron
los
"chicos".
Éste
es un
libro
armado
con
fragmentos
pero
cada
uno
de
esos
pedacitos,
cada
capítulo
sólo
cobra
sentido
a
par_
tir
del
eje
que
Ios
vertebra y
sobre
el
que
giran
mis
refle_
xiones.
Aliento
la
esperanza
de
transmitir
a
lo
rargo
de
estas
páginas
el
respeto
inclaudicable
a los
niños
como
su-
jetos
deseantes
y
como
sujetos
epistémicos.
AI
consignar
la
fecha
al
pie,
puse
especiar
dedicación
en resartar
er
con-
texto
en
el
que
dichos
fragmentos
fueron producidos.
eui_
se,
de
ese
modo,
dejar
bien
en
claro
cuándo,
dónde y
por
qué
me
vi
"obligado"
a escribirlos.
No
obstante,
pienso,
ahora, que
la
fecha
al
pie
en
cada
capítulo
oculta
oi.,
..u_
lidail:
me
he
pasado
más
de la
mitad
de
mi
vida
escribien-
do
este
libro.
Hace
treinta
y
cinco años me
introduje
con el
psicoaná-
lisis
en
la
compleja
generación
de
los
sesenti, y
aquí
estoy, para
mi
asombro,
con
el
(¿mismo?)
psicoanálisis
I
Así
como
el francés prohíbe
subordinar
a
ra
mérebajo
re
pére,
ara
filebajo
/e
fils
por-
"q:^""1i.1"_.^r-:,]enen.l'enfant,
el casrellano-exige
que
mi
paá.e
y
mi
áadre
iu.n
_t,
p.-
ores;
ru nermano
y
tu hermana
sean
tus
hermanos, y
su
hijo
y
su hija
sean
sus hijbs.
Quiero
decir:
casi
no
existen
en
casteilano
significanies
neutros que
incruyan
igualita-
riamente
a los
dos
géneros
en un
género
humáno
como
sucede
cori
tu
pataúru
r'i'ndn,
",
lemán,
enfant
en
francés,
o
chiráren
en
inglés.
a,
ro lrrgo
a"
u.t.
liú.o
a.ürá'.nt"n-
derse,
ent-onces, que
hasta
que
no
encuentre
una
fórmula
más
conveniente,
en
el
gené-
rico
"niño"
o
"niños"
incluyo
a
,,niña,,y'.niñas,'.
9-
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
5/80
después
de haber
recorrido
varias décadas,
casi
todos los
estratos
de
la
sociedad de clases
y,
también, distintos
sis-
temas
sociales.
A
veces
pienso que
ser
psicoanalista, psicoanalista
de
niños, tiene
para
mÍ el sentido
de haber
habitado
siempre
en
las
fronteras. Significa
haber atravesado casi
medio si-
glo
en
el epicentro
de
lo
más
creativo
de la
cultura
y
de
la
ciencia
y
-al
mismo tiempo-
en los
márgenes. En
el
epi-
centro,
porque
¿quién
duda
que
el siglo
XX ha
sido el siglo
del
psicoanálisis
y
"el
siglo del
niño"? En los márgenes,
porque
Buenos
Aires
queda
tan
lejos
de
París
como
de
Londres
y
porque
el
psicoanálisis
de niños
ha
mantenido
un conflicto, en
principio,
con
el
propio psicoanálisis,
y
luego
con
las
diferentes
formas del
pensamiento:
la Iin-
güística,
la
genética,
la
psicología
del aprendizaje, la se-
miótica, el
derecho,
la ética, la teoría de
las relaciones
en-
tre
los
géneros;
edificios
conceptuales que
han confluido
en un borde,
en una frontera, verdadero
lugar de
"aconte-
cimientos"
de la ciencia o, si se
prefiere,
límite
y puente
entre continentes
teóricos.
Esta sentencia
-"el
siglo
XX
ha
de
ser
el
siglo del
niño",
más
que
prospectiva,
profética-
la
pronunció
Edouard
Claparéde en
plena
alborada
secular,
y
luego
la
retomó
La-
gache.
En efecto, sería
poco
decir
que
la
pedagogía,
la
psi-
cologÍa, el
propio
concepto de
"infancia"
se han renovado.
El siglo
XX ha estado signado
por
las críticas a
los mé-
todos
autoritarios
y
directivos
de la
educación,
por
el
in-
tento de respetar
las
necesidades
y
las
posibilidades del
infans. Así, el advenimiento de
la
psicologÍa
del
niño
per-
tenece
por
entero
a este
siglo.
R. Zazzo, H. Wallon,
J.
Pia-
get,
M. Montessori son sólo algunos
de los
gigantes que
lo
hicieron
posible.
S.
Freud
hizo
una
contribución
definitiva
,a
la
profecía
de
E.
Claparéde,
demostrando el
papel
de
las
i
primeras
experiencias
infantiles
para
la construcción
de
la
"subjetividad adulta.
Y creo
que
el
psicoanálisis
de
niños
,
I'
I
I
I
{'
j,
i,
+
1t
I
rl
ri
i
I
acumuló,
así, frente al
propio
psicoanálisis,
una
serie de
rasgos
positivos:
en
el
campo del saber,
porque
me daba
la
posibilidad
de tener una experiencia
directa
-de
prime-
ra mano, en
el
aquí
y
ahora- con
un
psiquismo
que
se
es-
taba construyendo
delante
de
mí
y
sobre el cual
podía
ejercer
mi influencia, muchas veces
alentado
por
la inge-
nua esperanza de
prevenir
Ia
enfermedad
mental
antes
de
que
se
produjeran
males
mayores,
o de
influir sobre
aque-
llo
que
funcionaba
mal,
cuando
aún no se había coagula-
do. Siempre,
imaginando
que
esa
experiencia
con niños
pequeños
era la oportunidad
privilegiada
para
teorizar
lo
que
después aplicarÍa al
psicoanálisis
de
adultos o,
por
el
contrario,
me
permitía
corroborar,
en
la
proximidad
del
ni-
ño,
las hipótesis fuertes del
psicoanálisis.
En
el
plano
institucional,
el análisis de
niños me
ofrecía
el espacio
vacío de una
práctica
nueva,
en
vías de implan-
tación,
libre
de
arcaísmos.
Práctica
que compensaba
gene-
rosamente
mis mejores intenciones,
proponiéndome
una
clínica humana,
inocente
y
"reparadora".
¿Qué
causa más
noble
que
asumir la
"causa"
de
los niños, aliviar a los ni-
ños
del
sufrimiento
psíquico?
¿Qué
práctica
más digna
que
aquella
que
se
despliega
fuera de
las restricciones ad-
ministrativas,
se enfrenta a
los
prejuicios
médicos, al au-
toritarismo
pedagógico
y
no
persigue
otro objetivo
que
el
de ayudar a los niños a
romper con el
cautiverio
impues-
to a su
deseo,
a descubrir una
verdad sobre ellos mismos
para,
entonces, aliviar el dolor
y
modificar sus relaciones
con
los
demás?
Candor de un ciudadano de
fronteras: en
el esplendor
de los sesenta,
mi interés
por
el
psicoanálisis
de
niños na-
ció simultáneamente con
mi interés
por
el
psicoanálisis
en
general.
Y
asi,
desde el
comienzo,
viví
amenazado
por
Ia
ilegitimidad de mi
práctica.
Lo
que
en un
principio
fue
"Y
el
psicoanálisis,
¿es
científico?"
(interrogante
que
me acer-
có
por
años
al
positivismo
lógico, a G. Klimovsky,
y que
desde entonces
nunca de.ió
de
ser
fuente de
incertidum-
1l
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
6/80
brc)
se
bifurcó,,luego,
en
,,y
eso,
¿es
psicoanálisis?,,(,,eso,,
era
cl
análisis
de
niños).
Más
adelante,
tomó
la
forma
de:
tl
psicoanálisis_en
el
hospitai
,i,
.ob.u.
t
ono*ios,
¿es
sicoanárisis?"
"Er
psicoanirisis
fuera
de
ra
institución
ofi_
ial,
fuera
de
la
ApA,
¿es
psicoanálisis?,,
¿y
el
psicoanálisis
fuera
de
Ia
doctrina
lacaniana?
"Er
psicoanárisis
fuera
de
Ia
institución
oficiar, fuera
de
a
ApA,
¿es
psicoanáris¡si,i
i[rrn,
i-pri.lio,' .*i*o
.r,a,
na
respuesta:,,Eligen
la
polÍtica,
abanáonun,.iJri.ouna_
lisis'"
Así
anatemizaban
desde
iu
apa
nuestro
arejamiento
me
refiero
al
del
Grupo
pluáio._u)
de
1971.
Después
vino:
,,El
psicoanálisis
en
un
paÍs
socialista,
en
uba,
¿es
psicoanáliitsz,,
y,
;;.
,,el
discurso
analítico
se
pone
al
discurso
del
u.r,
¿i.
es
posible
instaurar
una
xperiencia
del
inconsciente
en
un
medio
social
.n
qru
redomina
el
discurso
del
amo?,,,
me
escribía
en
I
g7B,
fra
ernal,
mi
amigo
Luis
MarÍa
e._a.uao,
desde
Barcelona,
te-
itorjo
libre
del discurso
a.l
u*o,
parece.
SÍ.
Desde
el
comienzo,
viví
amenazado
por
la
legitimidad_
ilegitimidad
de
mi
práctica.
aun
tioy
,igo
,ri.-tjio
or.,
hora,
con
la
convicció-n
O. qr.-.ru
incertidumbre
me
ha
portado
su
beneficio;
ha
sidá
el
ert¡mulo
;;;,;;;;;ara
Ia
onfirmación
de
una
identidad
que
se
organiza
en
un
mar-
,1::.tr,.tinido
y
que
evira,
así,
iu
consagración
tecnocrá_
Decía
que
mi
interés
por
el
psicoanálisis
de
niños
nació
imultáneamente
con
mi
interés
por
el
psicoanáliri,
"n
g.
eral.
Nació
a
comienzos
del
,.r.n,u,
cuando
Ia
salud
ental
de
Ia
Argentina
estaba
.n
ta,
poderosas
manos
del
ector
psiquiátrico
manicomial. poder
que
fue
a
parar,
con
nganÍa,
al
coronel
médico
grteru],
director
A.i
o_nipo
ente
Instituto
Nacional
de
Salud
Ulntal.
(EI
coronel
Esté_
ez,
de
especialidad
traumatólogo.l
En
Ia
Facultad
de
Me-
icina,
la.
oligarquía
franquir;
,;;;r,aló
en
la
cátedra
de
siquiatría
con
el
or.
getti
v
el
or
gorhor..
Entonces,
en_
--_17_
_13_
trú
al
psicoanálisis, porque
cl
psicoanálisis
ofrecía
una op-
r:i«in
progresista.
HabÍa
en el
psicoanálisis
algo
de
aventu-
r¿r
l'¿rscinante
y
riesgosa,
seguramente
determinada
por
su
paradójico
carácter
de
central
y periférico.
Paradójico
ca-
racter
central,
ya
que
ofrecia
un
lugar seguro
y prestigioso
para
el desempeño
de una
práctica
bien
remunerada;
y
a
la vez marginal,
subversiva
y
bastarda,
ya
que
se
oponÍa a
la psiquiatría
clásica, a
la
hegemonía
del
manicomio, a
la
scgregación
de la enfermedad
mental.
Ese mismo
interés
me
llevó
a
la
Facultad de
Psicología:
se sabía
que
allí algunos
psicoanalistas
con
sensibilidad
social
estaban abriendo
un
nuevo
frente. Allí
estaban, cla-
ro
está,
mis entrañables maestros
José
Bleger
y
Fernando
Ulloa.
Otro
espacio clave fue
el Servicio de Psicopatología
del
Policlínico
de Lanús,
donde Mauricio Goldemberg
había in-
tegrado,
por primera
vez,
la
psiquiatrÍa
en
un hospital
ge-
neral
y
recibía,
generoso,
a
los
primeros
psicoanalistas
que
se
animaban
a salir del
cascarón
de
la
clase
social
que
los
había
producido.
En
el Servicio de Psicopatología
del
Policlínico
de Lanús
funcionaba
un
Departamento
de
Ni-
ños.
Con Aurora
Pérez
aprendí lo
primero, y
tal
vez Io me-
jor,
de
la
psiquiatría psicoanalítica
de niños.
Sí.
A comienzos
de la
década del sesenta, el
psicoanáli-
sis
era una opción
progresista,
instituyente,
potencial-
mente transformadora,
en el
campo
de
la
salud mental.
Y
la
Asociación
Psicoanalítica Argentina
era la
Meca.
Para
no-
sotros,
la
APA
lo
era
todo.
Nuestros maestros, librepensa-
dores,
inteligentes,
inquietos,
cultos,
eran
modelos
admi-
rados
y
venerados. Desde
los
primeros
acercamientos,
era
fácil
descubrir
que
Enrique
Pichón Riviére,
Marie
Langer
y
algunos
'Jóvenes"
-entre
los
que
se contaban Emilio
Ro-
drigué,
"Noun"
Racker,
José
Bleger,
David Liberman,
Edgar-
do Rolla, León
Grinberg,
Gilou
y
Diego
García Reinoso,
Jor-
ge
Mom
y
(a
partir
de
su regreso
del
Uruguay)
Madelaine
y
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
7/80
r
Willy
llaranger-
conformaban
un
polo
de
poder
dentro
de
una
APA homogéneamente
kleiniana.
El
otro
polo
estaba
rcprescntado
fundamentalmente por
Ángel
Garma,
Arnal-
do
y
Luis
Raskovsky,
Celes
Cárcamo,
Fidias
Cesio,
Mauri-
cio
Abadi;
más
tarde,
por
Jaime
Tomás
y
Nora
Bisi.
Llegué
a la APA
como
quien
acude
a una
cita largamen-
te
esperada
y
allí
conocÍ
a
Arminda
Aberastury. También
a
Elizabeth
Goode
de
Garma
y
a Susana
Lustig
de Ferrer.
Fueron
mis
profesoras
en los
seminarios
de
psicoanálisis
de niños.
La
"Negra"
Aberastury
y,
en
general,
Ias
analistas
de niños
"fundadoras"
pertenecÍan
a la corriente
interna
opuesta
a aquella
con
la
que
yo
simpatizaba.
No obstante,
a
veces
pienso
que
toda
mi
vida
como
analista
de niños
no
ha sido
otra
cosa
que
un
diálogo
inacabado
con la
"Negra".
Diálogo
lleno
de refutaciones
y
coincidencias,
de
diferen-
cias
y
de reconocimiento.
Arminda
Aberastury
tenía
un enorme
prestigio
como
analista de
niños.
HabÍa
introducido
el psicoanálisis
de ni-
ños
en la
Argentina
y
se relacionaba
directamente
con
Me-
lanie
Klein:
supervisaba
con ella.
A
pesar
de
su declarada
afinidad
con
Melanie
Klein,
era
fácil
advertir
que
la
capa-
cidad
clínica,
la
inteligencia
y
la
creatividad
de
la
"Negra"
desbordaban
ampliamente
el marco
teórico
al
que
ella, de-
cÍa,
se
subordinaba.
La
"Negra"
tomaba
de Melanie
Klein lo
que
le
parecía
y
desechaba
el resto.
Creaba,
"inventaba"
permanenteme
nte.
Sé
que
no
es ninguna
originalidad
repetirlo
una
vez
más,
pero
la
"Negra"
era
una clínica
excepcional.
pienso
que
en
gran parte
la
"Negra"
le
impuso
una fuerte
predo-
minancia
clínica a
lo
que
algunos
empezamos
a
reconocer,
ahora,
como la
escuela
argentina
de
psicoanálisis
de ni-
ños.
"He
tratado
-no
sin
dificultad- de
que
fuese
el ma-
terial
clínico
el
que
condujese
Ia
teoría",2
decÍa.
y
lo
hacía.
2
Abe.artury,
Arminda,
"Psicoanálisis
de niños",
en
Revista
de
psicoanálisis,
_t4_
¡
l
Lra
extremadamente
audaz
y
arriesgada,
al
mismo
tiempo
que
tenía
una sensatez
demoledora.
Con
ella
-gracias
a ella,
y
desde
un
principio-,
comen-
cé
a reconocer
la
importancia
del
desarrollo
infantil
en la
clínica
psicoanalítica con
niños.
Y empecé
a
tomar
mis
primeros
pacientes, niños,
en
consulta privada. Y
mis
primeras supervisiones con
ana-
listas
de
la segunda
generación'
Con
Elena
Evelson,
Delia
Faigón,
Elizabeth
Tabak,
Lea
Rivelis,
Rebe Grinberg,
Isabel
Luzuriaga
aprendí
-a
veces
más influido
por
D.
Meltzer,
otras
por
W.
Bion,
otras
por
Esther
Bick o
por
D.
Winnicott,
casi siempre
por
Melanie
Klein,
y
nunca
por
Anna
Freud-
cómo
se
construye
una
clínica
infantil.
Clínica
que
me
per-
mitió
enfrentar
el análisis
con
niños
muy
pequeños
mucho
antes
de
que
apareciera
EI
psicoanálisis
precoz,
de
R.
Diat-
kine
y
J.
Simon.3
Análisis
con
niños
que
aún
no
habían
cumplido
los
dos
años
y que,
por
lo tanto,
no
hablaban.
Por
aquel
entonces,
estudiábamos
mucho
a
Melanie
Klein
y
leíamos
la
critica
a
Anna
Freud;
pero
no
sus
textos.
Los
trabajos
de
Anna
Freud
eran
casi clandestinos.
(La
Re-
vista
de
Psicoanálisis
de
la
APA
publicó
desde
1943
hasta
1985
sólo
dos
trabajos:
en
el número
2
de
1946/47
y
en
el
número
3
de
1949/50.)
Y
no es
que
yo
apreciara
especial-
mente
a Anna
Freud,
sino
la
posibilidad
de
leer
todo
lo
que
quisiera.
Eso era
difícil
en
la APA.
No
existía
una
pro-
hibición
explícita,
pero
había
una
fuerte
presión
social
-y
ransferencial,
canalizada
a través
de
los
análisis
cii-
dácticos-,
que
hacía
difÍcil
salirse de
la
norma.
Y
la
nor-
ma
era,
sin duda,
kleiniana.
También
a fines
de
los
sesenta
empecé
a
tomar
mis
pri-
meros
pacientes
en
el
hospital:
niños
de
otra
clase
social,
a
los
que
atendía
sin
recibir
honorario
alguno.
Fue,
tal
vez,
la
fuerte
presión
asistencial
del
hospital
la
que
me
impul-
3
Diatkine,
R.
y
Simon,
J,
El
psicoanálisis
precoz,
México, Siglo
XXI' 1975
1946-7:?.
-t5-
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
8/80
rÓ,
sillo ¡(
eñ, rr
ln
l,Hlrolr,r'.rl,l.r
(l(,
lllIlx)
(on
r¡l11(rs,
t.l
¡1rrr
¡ltt
¡lttt
tttlllil
l
t'Hf
lolltlt'¡'
rt
lrt
rlrrt¡r¡urrl¡r
¿¡slslc¡lcl¿¡l
rlc
tul
n[l
lilFlll
It.ty(lt
rlr
¡trrt
lr,nlr,*
y
llilt,t,t.,
trsl, ntctros
rcstrictlvit
nli
¡lt'ñt
llt'rr.
I,l lr¡tt
¡'ós
prlr
lu
¡rslcotcrlpia
psicoanalitica
rlc
¡ll'ul)o,
r¡ut'
vurla
rliindt¡sc
dcsdc
fincs
del
cincuenta,
habia
¡rrotlv¿rrlo
lir
f'undaci«in
de
la
Asociación
de
psicologia
y
l)sicoterapia
de
Grupo
(r
95
z);
iniciativa
asumida
poralgunos analistas de la
ApA,
donde la psicoterapia
de
gru
po
no
era
considerada,
strictu
sensu,
"psicoanálisis".
para
los
grupos
con
niños,
vinieron
en
mi
ayuda
algunas publi
caciones por
las
que
supe
que
no
.estaba
solo
en
esta
empresa.o
Esta
orientación
marcaba
la
ampliación
de
los
límites
del
psicoanálisis
al
trabajo
con
grupos,
en
psico,
profilaxis
quirúrgica,
y
con
el
psicodrama.
sí. Pienso
que
fue
er
desafÍo
impuesto
por
Ia
rearidad
del
hospital
-tan
diferente
de la
del
consultorio
privado-
lo
que
me
llevó
a
romper
con
el
psicoanálisis
"convencio-
nal"
de la
APA
(con
su
versión
más
tecnocrática),
y
me
per_
mitió
apelar
a la
psicoterapia
de
grupo,
a
la
psicoterapia
breve,
al
psicodrama,
sin
renunciar
jamás
a
los
principios
básicos
del
psicoanálisis.
Aunque
justo
es reconocer
que,
casi
desde
el
principio,
Ia
experiencia
del
policlínico
de
La-
nús
fue
capturada por
un
proyecto
político
que
quedó
tributario
del
desarrollismo,
desvirtuando
Ia
originalidad
del
propósito
inicial.s
Decía
antes
que,
en
generar,
ras
anaristas
de
niños
"fun-
dadoras"
pertenecían,
dentro
de la
ApA,
al
polo
de
poder
contrario
al
de
mis
simpatías ideológicas
y
políticas
(Ar-
minda
Aberastury,
Elizabeth
Goode
de
Garma,
Susana
Lus_
4,Clasr.".man,MatíaRosaySirlin,.Mary,
ps-icoterapiadegrupoconniños,BuenosAires,
Nueva
visión,
lg74-
(versiones
mimeografiadas
circurarón
áesae
riniiü
áu-iolr.r"n-
ra). Giordar¡o,
Mora.
"La
psicorerapia
de
grupos
infantiles",
"i
iiiiriá'á'iiriáiigio
y
eri_
coterap¡a
de
1¡rupos,
Buenos
Aires,
romo
r¡i,
N."
3, 196s.
pavrovsky,
gáuriáo'pii.rr"rr-
pia^de
Grupo
en
n¡ños
y
adorescentes,
ruenos
Aiies,
Centro
Editói
a"
Á*c.iii'Lrtinu,
r968.
5
chiarrett¡,
silvia,
"Atcn(i(1.
primaria
en
salud:
punruac¡ones
para
un
enmascaramien-
to
del
,conflicto
norte-sur",
crr R¿v¡sr,
Intercambios
en
t'sicotogia,
rsicoanálli')
saua
Mental,
año
l,
N.'
I
,
Buenos
Ai
rt¡s,
I
9g9.
-
t6-
_t7
_
tlg de
Ferrer).
Y
estas
analistas
eran
mujeres.
No.
No
quie'
rr¡ decir
que
esas
mujeres
me resultaran antipáticas,
sinc¡
t¡uc
la cuestión
de
género
es
fundamental
en el
psic«laná-
lisis
y,
mucho
más, en el
psicoanálisis
de
niños.
Se
sabe:
la mayor
parte
de
los
psicoanalistas
que
se
dedican
a
ni-
iros
son
mujeres,
aunque
se
respete
una
cierta
conven-
ción: los
varones,
casi siempre, se
hacen proporcional-
nrente
más
presentes
en
las cúpulas de las
pirámides
ierárquicas.
Pues
bien,
los
analistas de
niños con
quienes
compartía
ideales
y
posición
crítica
frente
al
psicoanálisis
oficial
eran
varones:
Emilio
Rodrigué,
Diego García
Reino-
so,
Alberto
Campo.
Cada
uno a
su manera
introdujo
algo
que,
más
que
aportar,
revolucionó
la concepción
que
te-
niamos
de
la clínica de
niños
y,
juntos,
dieron
fundamen-
to a una
identidad
psicoanalítica
que
aún
no
ha
sido
sufi-
cientemente
recuperada.
Todos,
además,
tenían
una
inten-
sa
y
profunda
práctica
en
hospitales
públicos.
Emilio
Rodrigué
es
el
único
analista
latinoamericano
in-
cluido
en
un
libro compilado
por
Melanie
Klein,6
y
su
tra-
bajo
fue,
justamente,
sobre
la
clínica
con
un
niño
autista
con
mutismo.
En
1963
publicÓ
La interpretación
lúdica.No
he
leído
propuesta
más creativa
y
original
en
psicoanálisis
de
niños, desde
entonces.
A
fines de
la década
del
sesenta, el
auge
de
masas
nos
introdujo
-nos
arrastró,
diria-
a
todos en
la
política.
Aun
a
aquellos
que
en
la
APA disfrutábamos
del
confort de
la
campana
de
cristal. Disfrutábamos
del confort
del
consul-
torio
privado, de
nuestra asociación,
de
nuestra
ciencia,
refugio
inmejorable
para
defendernos
de
los ataques
de
afuera
y
de
nuestra
propia
inseguridad
frente a
la
prácti-
ca
a
la
que
nos dedicábamos.
A comienzos
de
los setenta,
asumimos
la
lucha contra
la dictadura
militar.
Desde
la
Fe-
deración
Argentina
de Psiquiatras,
fuimos
a las
cárceles
6
Klein, Melanie,
New Directions
in Psychoanalysis,
Londres,
Tavistock
Publications,
I 955.
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
9/80
r).ra
d.runciar
er
estado
de
ra
sarud
mentar
de
ros presos
p'líticos'
Denunciamos
ros
episodios
,.ur-aii.olpor
ros
quc
tenían
que
atravesar
los
niños
que
iban
a visitar
a
sus
padres
a ras
cárceres.
unimos
nuestras
ruchas
con
Ias
de
otros
gremios
combativos.
Hicimos
huergas.
Increíbre:
huelgas
generares
a ras que
ros
psicoanaristas
nos
adhería-
mos
desde
donde
estábamos.
Aun
desde
ros
consurtorios
privados.
Con
el
Grupo
plataforma, renuncié a
la
ApA.
por
entonces,
contribuí
con
E/
concepto
de
realidad
en
el
niño:
una
aproximación
psicoanalítica
a los
Cuestionaior,,
qu"
compilaron
Marie
Langer
y
Armando
Bauleo.
üu ui'ul
f,n,
sorprendido,
capturado,
interrogado
por
rnu prá.ii.u
nr.-
a.
A
fines
de
Ia
década
der
sesenta
y
comienzos
de
Ia
del
setenta,
dejé
una
"ne_utralidad,,que,
en
realidad,
nunca
ha_
bía
tenido,
y
empecé
a recorrer
el
duro
camino
de
ser
un
sicoanal
ista,,parcial',.
Fue
en
esa
época,
cuando
los
psicoanalistas que
rompi_
mos
con
las
ataduras
que
nos
ligaban
a
una
disciplina
adaptacionisra
y
posturada
como
ariada
p.iviiegiááa
oer
Sistema,
fuimos
considerados
como
casos
perdidos
para
Ia
ciencia:
""'
en
esa política
el
psicoanárisis
estaba
excrui-
do
y
el
acento
se
desprazaba
hacia
un
idear
de
psicoanaris-
ta
volcado
en
un
compromiso
social,,.,
a;;r";;
i.
,"0r.,,",
ue
"por
haber
notado
ra
diferencia
porítica
se
vuerven
in-
diferentes
en
psicoanálisis,,.,
-
Esa
toma
de
posición
significó
que
ros
especiaristas
destacados
en
el
arte
de
neuiralizar
a
la gente
emprendie_
ran
con
ánimo
de
cruzados
Ia
tarea
de
intentar
curarnos
de
Ia
parcialidad
que
nos
aquejaba.
primero
fue
Ia
triple
A
luego
Ia
dictadura
militar.
oesaparecieron,
mataron,
tor-
turaron
a
analistas
parciales.
fal
vez,
de
habercuguiao
7
Lange.,
M.:
Bauleo,
A.,
8
Garcia,
G.,
La
en(rada
9
García,
G.,
Op.
cit.
Cuestionamos
2,
Buenos
Aires,
Granica,
1923.
del
psicoanálisis
en la
Argenti¡ra,
Buenos
Aires,
Altazor,
lgZg
-
tB
_
rilr,r¡rlo
ncutrales,
no
hubieran sido necesarias
las
terapias
lr¡lt,¡rsivas
que
se
nos
aplicaron.
O
sí.
Porque,
desgraciada-
nr(,nlc,
cl horror
tocó
de
cerca
a más de
uno
que
nada
te-
rrlir
t¡rrc
ver
con
la
política
o
la
izquierda.
Af
innaba,
antes,
que,
a
fines de la década del
sesenta
y
r
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
10/80
cl atentado
que
destruye la
unidad
básica barrial
en la
que
rato
antes los
niños
estaban
jugando,
las
sirenas
de
los ve-
hículos
militares,
allanamientos,
rastrillajes,
todo
esto
contextualizando
la
cotidianidad
de
los
niños.
Si
la realidad del hospital
fue
el
desafÍo
que
me
llevó a
repensar
mi
aproximación
a la clínica
con niños,
la violen-
cia social
que
se anunció
en
el'73
y
se
pronunció
en
el'76
reclamó
todos mis
esfuerzos para
enfrentar
una
práctica
para
la
que
no
estaba
preparado
y
sobre Ia
que
no
había
antecedentes.
A
mediados de la década
del setenta,
la represión
se
tornó
despiadada. El
orden
de
Ia
realidad,
afirmado
en el
despojo, la tortura, la
desaparición
y
la muerte,
me
empu-
jó
a
un exilio
que
no
quería.
Por
entonces,
Ottalagano,
in-
terventor
de Ia
Universidad
de Buenos Aires,
aconsejó
a
los
psicoanalistas
que,
por
su
propio
bien, se mudaran
a
ParÍs,
a Moscú
o a Tel
Aviv.
Yo no
le hice
caso
y
me fui
a La
Habana.
En
Cuba trabajé como
psicoanalista
durante ocho años.
Fui
parte
del Servicio
de
PsiquiatrÍa
del
Hospital
Pediátrico
"William
Soler".'0 Trabajar
como
psicoanalista
en
un
hospi-
tal no me
era ajeno.
Sin embargo,
la experiencia
del Servi-
cio de Psicopatología
del Policlínico
de Lanús
y
la
del
de
La
Habana,
lejos
de
parecerse,
eran
significativamente
dife-
rentes. Aquella
sensibilidad
social
que,
allá
por
el sesenta,
me
había
llevado
al hospital,
a
desplazarme
con el
psicoa-
nálisis
del barrio
rico
al barrio
pobre,
del consultorio
pri-
vado para
la
clase media
acomodada
al
hospital para
el
niño
de
familia
proletaria,
incluía
problemas
transferencia-
les
y
contratransferenciales
que
nada
tenÍan
que
ver
con
mi
práctica
cubana.
En
el sesenta,
expurgaba
mi mala
con-
ciencia
social
atendiendo
gratuitamente
doce horas
sema-
nales
para
poder
atender, muchas
más, cobrando
elevados
Io
william
Soler es
efectos de la
tortura
el nombre
de un niño
cubano de
dieciséis
años
que
murió
por
. durante
la
dictadura
de
Batista,
sin
delatar a
sus
compañeros.
-20
-
los
Iro¡trlrari
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
11/80
seramente
la
salud
del
pueblo
como
la
tuberculosis,
no
udiendo
ser
tampoco
abandonada
su
terapia
a Ia
iniciati-
a
individual.
Se
crearán,
unaon..r,
instituciones
médicas
en
las
que
habrá
analistas,
.n.u.gados
de
preservar,
capa_
es
de
dar
asistencia
y
rendimifnto
a los
hombres
que,
abandonados
a
sí
mismos,
,.
.nir.garían
a
la
bebida;
a
las
ujeres
próximas
a
derrumbarse
ba;o
.l
p..o
J."ll,
p.i
aciones;
y
a
los
niños,
cuyo
único
porvenir
es
Ia
delin_
;ff1;.11,:
Ia neurosis'
El
tratamiento
será,
naturarmenre,
Así,
fui
freudiano
en
Cuba
como
antes
lo
había
sido
en
anús.
Sólo que,
en
Cuba,
muchas
de
las
dificultades
_di_
ficultades
resistenciares,
transferencrares
y
contratransfe_
renciares-
habían
sido
superadas
por
er
propio
contexto:
orque
mis pacientes
tenían,
y
lo
asumían
,in
ot.u
culpa
ue
la
de
su
fantasma
melancólico,
pleno
derecho
a
una
tención
adecuada;
además,
sabían
que
yo
era
retribuido
cobraba
por
mi
trabajo.
De
usta
manera,
se
superaba
to-
o
Io
que
de
filantropismo
existÍa
en Lanús, desaparecía
la
enigración
der
tratamiento
en
función
de
su gratuidad;
y
odía
discriminar,
claramen,.,
.ni."
mi
legítima
necesi-
ad
económica
y
las
reglas
técnicas
del
tratamiento.
A
partir
de
1926, junto
con
el
análisis
de
niños
cuba_
os,
comencé
a
atender
a
niños
exiliados
O.
éfril.,.
U.,
uay
y
Argentina.
Esto
me
llevó
a
intercamUiar
mi,e*p._
iencia
con
colegas
y
equipos
asistenciares
de
organismos
de
Derechos
Humanos
en
el
resto
del
mundo.
Surgieron,
entonces'
comprejas
e inevitabres
refrexiones
sobre
Ios
fectos
psicorógicos
der
ter.orismo
de
Estado. De
entrada,uedó
claro
para mÍ que
existÍa
,nu
air...ncia
notabre
en-
re
el
trauma
individuar,
tar
cuar
r',uuiu
sido
conceptualiza-
do
en
la
teorÍa,
y
Ia
experi.r.iu-rri,Au
bajo
un
Estado
de
:::.::,:T:l:l
:. 1e
hilo
evidenre
que
tos
acontecimien_
tos
rraumáticos
no
bastaban,
pr.
ri*lr*;;,;#:;lTilI
I2
Freud,
S.,,,Los
caminos
de
la
terapia
analítica,,,
en
O.
C.,tomo
CV
_'))
-23
-
irl r
irrr¡1o de cxplicaci
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
12/80
rr:
pudio por
la actividad
n'rilitante.
En una
palabra,
no apa-
rccc
una
contradicción,
por
lo menos a
nivel
oficial.
Se
tra-
ta
en
pocas palabras
de
un
simbólico
que
define
al sujeto
y
lo
ubica
en un lugar de
reaseguramiento narcisista."
"EI
niño bajo el
terror
de Estado" era
la
perfecta
contra-
partida
de:
"Los
hijos
pasan
al
cuidado del
Estado... sim-
bólico
que
define al sujeto
y
lo ubica en
un lugar
de
rea-
seguramiento narcisista."
De todo eso, si algo me
quedó
claro, es
que
la
práctica
psicoanalítica
cambia
radicalmente
cuando se
pasa
del
te-
rrorismo de Estado al Estado
de
derecho,
y
que
el síntoma
social
habla
siempre
a
través
del síntoma
individual.
He tratado
en
Cuba a
varios niños
psicóticos
aunque,
para
mi
sorpresa
-y
a
pesar
de
que
me
es
imposible
ha-
cer
cualquier
referencia estadística-,
la
incidencia
de
psi-
cosis
infantiles en Cuba, más allá de
las
diferencias
teóri-
cas en el diagnóstico,
es
bajísima.
En
Cuba
trabajé
como psicoanalista
en
el
hospital
y fue-
ra de
é1.
No
en consultorio
privado.
Digo
"fuera
del
hospi-
tal"
porque
los
grupos
de
psicoterapia
-grupos
que
incluÍan
coterapeutas
especializadas en expresión
corpo-
ral,
danza,
artes
plásticas-
no
funcionaban
en
el hospital
sino,
por
ejemplo,
en
la Casa de
Cultura
del Municipio Pla-
za. O
sea, casas
donde
agrupábamos a niños
que
habían
consultado en
el hospital,
con
niños
"normales",
del ba-
rrio. De
esta
forma, borrábamos la diferencia
entre
"enfer-
mos mentales"
y
"sanos".
Fuera
del hospital:
en
los
CÍrculos
Infantiles.
Los Círcu-
los Infantiles
son
instituciones
a cargo
del
Estado
donde
las
madres
que
trabajan
llevan
a
sus
niños
desde las
pri-
meras
semanas
de vida
hasta la
edad
en
que
empiezan
el
jardín
de
infantes.
Como el
proceso
revolucionario
propi-
l3
García Reinoso, Diego,
Buenos Aires, 1987.
"EI
niño
bajo el
terror
de
Estado",
en
Psyché, Año 2,
N.' 14,
-24-
-75
-
ció
Ia
incorporación
masiva
de
Ia
mujer
al
trabaio
extrado-
méstico,
loi
CÍrculos
fueron
muy
demandados'
Y'
por cier-
to,
funcionaban
muy
bien.
Las
mamás,
por la
mañana
ca-
mino
al trabajo
-páto
no
sólo
las
madres'
muchas
veces
los
papás-,
llevaüan
a
los
niños
al
Circulo'
los
dejaban
con
la
ropa
limpia
y
los
retiraban
por
la
tarde'
de regreso
del
trabajo.
Los
reiiraban
bañados
y
alimentados'
c'on
la
misma
ropa
limpia
con
la
que
los
habían
dejado'
La
higie-
ne,
la
alimentación
v
el
vástido
de
los niños'
durante
el
tiempo
que
permanecían
dentro'
eran
provistos
por
la
ins-
titución.
De
tal
torma
que, cuando
la
mamá
o
el
papá
re-
gresaban
a
la
casl
t"rr
tf
niño'
no
les
esperaba
el
peso de
las
tareas
domésticas'
Pues
bien,
cuando
se
abrieron
los
primeros
círculos
In-
fantiles
(y
eso
fue
un
plan
nacional
a
lo
largo
de
toda
la
is-
la),
se
produjeron
conflictos
entre
los
niños'
los
padres
y
las
educado.rs
d.
los
Círculos'
El
síntoma
estaba
focaliza-
do
en
el
momento
en
que los
padres
dejaban
a
los
niños'
Las
educadoras
prácticamente
arrancaban
a los niños
de
los
brazos
de
los
padres
y
allí
se
producían
llantos'
pata-
letas,
berrinches,
angustias
de
separ-ación
de
todo
tipo'
Tanto
en
los
pud,t'
io*o
en
el
niño'
El
fundamento
era
que
"si
no
llora,
no
se
adapta"'
y
lo
que
en
realidad
conse-
guían era
una
multitud
de
inadaptados
que
lloraban
cada
vez
más
y
estructuraban
verdaderas
fobias
a
la
institu-
ción.
¿Tarea
para un
analista
institucional'
para un
pslcoana-
lista
de
niños?
Pasaré
por alto
el análisis
de
la
demanda
y
del
encargo
para
pasar
a
las
recomendaciones'
Sugeri
lo
que
era
obvio:
o
eu€
se
graduara
el
tiempo
de
despegue;
r
qu€
la
separación
fuera
paulatina;
r
qu€
primero
la
mamá
llevara
al
niño
para conocer
el
Círculo' Que
se
quedara
con
él
los
primeros
días;
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
13/80
.
que
cada
vez
permanecieran
más
tiempo los dos
jun-
tos
y que
sólo después
lo
fuera dejando
por
períodos
breves;
o
eu€
se incluyera,
entre
las
reivindicaciones
laborales
de
la mamá
o
del
papá,
Ia
posibilidad
de
quedar
exi-
midos de concurrir
al
trabajo durante
el
período
de
adaptación,
sin
que esto alterara
el
salario
y
los
mé-
ritos laborales;
o
eu€,
aun
cuando el
niño se
adaptara sin
dificultades,
la madre
permaneciera
en
el Círculo
los
primeros
dÍas.
Y
después
también,
un momento
antes de
de-
jarlo.
Que
posteriormente,
cuando
Ia adaptación
fue-
ra total,
no lo despidiera
en
la
puerta;
que
entrara
con
el
niño, le
cambiara
la ropa
y,
recién después,
se
alejara.
Es claro
que
como recomendaciones
nada tienen
de
sor-
prendente.
Lo
sorprendente
es
que estas
medidas
se
toma-
ran en cuenta
y
fueran
"normadas"
para
todos los Círculos
Infantiles
del
país.
Pasaré a
relatar, ahora,
una
intervención
con adoles-
centes
cubanos
pero,
para
eso,
voy
a
hacer una explica-
ción
preliminar.
La
campaña
de alfabetización
de 196I
y
las
posteriores
"batallas"
educativas
-primero
para
al-
canzar
el sexto
y
luego
el noveno
grado-
concluyeron
con
éxito
pero
dejaron,
asimismo,
una
serie de
problemas
de difícil solución.
En
Cuba,
la responsabilidad
por
la
al-
fabetización y
la
escolarización
de
un niño
es, más
que
de
la
familia, más
que
de la escuela, del
barrio.
Es
profunda-
mente social.
Son los vecinos
los
que
se
preocupan
si un
niño
no va a la escuela.
Son
los vecinos
los
que
presionan
a los
padres
que
no mandan
a
un
niño al
colegio,
los
que
reciben a través
del
Comité
de
Defensa de
la Revolución
(organismo
de
masas
que
agrupa
a
los ciudadanos
de ca-
da
cuadra)
las
citaciones
de
la
escuela
o
el
anuncio
de
que
el niño
no está
concurriendo
por
tal
o cual
razón. Pues
_27
-
bien:
la
presión
social
hacia
la
escolarización
masiva
e
tn-
discriminada
fue
nutriendo'
con
un
número
creciente
de
niños,
los
servict"t
át
pticopatología
infantil'
Aparecie-
ron
dificurtades
.l.i
upr.ndizaje,
rreacciones
fóbicas
a
la
escuela,
somatizacionu''
todo
tipo
de
neurosis
en
rela-
ción
directa
con
l;i;;";;tidad
de
responder
a
las
exigen-
cias
docentes'
Niños
q"'
tn
otros
contextos'
habrÍan
en-
grosado
ru,
t"u¿i''"tiiut'a"
los
desertores escolares'
se
veÍan
instados
compulsivamente
a
escolarizarse'
Y'
así'
para
un
cierto
número
de
niños
rebeldes
a
toda
escolari-
zación,
ta
insisten:1"-tt
la
obligatoriedad
de
Ia
escuela
prolongadu
r'u't""üs
áieciséis
años
se
convirtió
en
una
pesadilla
Oe
permanente
y
sistemático
ataque
a
su
au-
toe
stima,
.o,
.r..ilr-p.
i.i
úai.iares
para
la
estructuración
de
su
Psiquismo'
Estos
niñOS
arrastraban,
generalmente,
una
larga
histo-
ria
de
fracasos'
Ut"
["tt'a
insalvable
se
abría
enre
las
as-
piraciones,
ro'
ánii:i'
llt^
exigencias
que
sobre
ellos
caÍan
y
su
proplo
rendimiento'
siempre
pobre'
siempre
en
falta.
Entre
lo
que
eran
y
lo
que
debían
ser'
entre
lo
Que
aprendían
y
to
que
debían
aprender'
se
abría
un
abismo'
una
deuda
trnoJuotJ;;;;t
saldada'
Deuda
que
los
abru-
maba,
los
agobiaba
y
que
conspiraba
en
contra
de
su
recu-
peración;
,outriJli'*o
q"
la
exigencia
escolar-
quería
lograr.
para
colmo'l;;1;yt;
laboralei'
que intentaban
bo-
rrar
la
Uo.t'otno'"u
t*pt'it"tia
de
la
explotación
de
ióve-
nes
como
-uno
de
obra
barata
en
los
países
capitalistas'
les
impedt'
t"lo""*t
;;;t;
pasados
I":
9'ttit-t-t^t^años'
Es-
tos niños,
gtnt;irntnte
púberes
o
adolescentes
jóvenes'
tenían
una
vid-a
lnstituciánal
muy
tormentosa
porque
no
aguantaban
la
escuela
y'
por otra
parte'
les
estaba
prohibi-
do
trabaja,'
'n
tit*t"*l'
la
vagancia
y
el
ocio
se
conver-
tían
en
argo
socialmente
insopoitabre
que
implicaba
nega-
tivamente
a
toda
la
familia'
En
mi
experiencia
-a
los
trece'
catorce'
quince
años-'
la
vida
con
los
adultos
proporciona
a
los
adolescentes
po-
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
14/80
sibilidades de
nuevos intereses
y,
de
paso,
les
permite
elu-
dir la dolorosa
segregación
por
edad.
De ese modo,
han
sido auspiciosos
los resultados obtenidos
a
partir
de
una
serie
de
orientaciones
que
surgieron de
profundos y
refle-
xivos debates.
Sugerí:
o
eu€
se les
permitiera
a esos
niños
alejarse
de
la
es-
cuela;
r
eu€
se tomaran
las medidas necesarias
para
incorpo-
rarlos al trabajo
de sus
padres,
tíos
u
otros
familiares
más
lejanos o amigos,
al
mismo tiempo
que,
con
un
certificado
médico
(el
certificado
es un
representante
importantísimo
del
"poder
médico"),
protegíamos
al
administrador
del
taller, del negocio o de
la fábrica
que
les
permitÍa
ingresar.
De
esta
manera,
logramos
convertir
estas
instituciones
productivas
en
verdade-
ros talleres
de aprendices.
El
período
de
práctica
con
el
mecánico, con
el
peluque-
ro, en el
restaurante
o en el
almacén
de alimentos,
en la
lancha
pesquera
o
en
la empresa constructora,
revalorizó
a los adolescentes,
les
devolvió
la
confianza,
la autoesti-
ma
perdida; y
-después
de triunfar en un
oficio de
adul-
tos-
pudieron
volver,
espontáneamente,
a replantear
su
interrumpida
carrera escolar.
Exigiendo,
incluso,
que
se
les
permitiera
incorporarse
a cursos
nocturnos o
que
se
los liberara del
trabajo
para
seguir estudiando.
Nuevamente:
Io
asombroso
fue
que
estas
medidas se to-
maron en
cuenta,
y
eso
hace
a
la
necesidad de reconocer
el contexto
global
en el
que
se desarrolló
mi
práctica psi-
coanalítica.
Fueron
iniciativas tomadas desde
el margen
-alternativas
a la
psicologÍa
oficial-,
llevadas a
cabo e
implementadas
por
el
centro mismo de decisiones.
Estas experiencias
(los grupos
de
psicoterapia
infantil
mixtos integrados
con
niños
que
consultaban
por
sínto-
-ZB-
-29
-
rrras
psiquictls
y
¡liños
"sallos"
clcl
barrio'
grupos
despla-
z.aclosdelhospitalalaCasadeCultura;eltrasladoalárea
productiva
de
jóvenes
estudiantes
y
Ia
formación
de
talle-
,.s
de
aprendices)
corren,
desde
ya'
el
riesgo
de
estar
do-
tadas
del
ambiguo
status
de
vitrina
y
máscara
respecto
del
Sistema.
A
partir de
Trieste,
o
de
Bonnheuil'
todo
el
mun-
do
sabe
que
una
experiencia
relativamente
aislada
puede
ser
exaltada
(sobre
todo,
si
esta
experiencia
tiene
lugar
en
Europa)
hasta
el
punto
de
parecer
ejemplar'
Cada
9'pt-
riencia
de
este
tipo
encierra
el
peligro
de
eludir
el
análisis
de
las
contradicciones
reales
que existen
en
los
países
donde
se
llevan
a
cabo'
No
obstante'
estas
iniciativas'
estas
alternativas
a
las
repuestas
convencionales
que Ia
psicología
y
el
psicoanálisis
dan,
permiten
alentar
la
espe-
ranza
de
que es
posible,
a
fuerza
de
imaginación
y
creati-
vidad
-y
partiendo
del
psicoanálisis-'
humanizar
las
condiciones
de
la
práctica
existente'
Sobre
todo'
cuando
existen
decisiones
políticas
para
que
asÍ
sea'
Cuando
estas
decisiones existen,
es
posible
transformar
la escuela'
el
hogar,
la
fábrica,
el
barrio
en
un medio terapéutico'
Es
po-
sible
eludir
la desesperanza
que
transforma
nuestra
impo-
tencia
en
un
discurso
de
moda'
DecíaantesqueenCubahabíasidofielaFreud(porlo
tanto,
traidor)
y,
también,
habÍa
sido
fiel
a
Ia
carta
del
Gru-
fo
elataforma
donde
afirmábamos
que'
de
1971
en
más'
el
psicoanálisis
no
sería
para
nosotros
la
institución
psicoa-
nalítica
oficial.
,,El
psiioanálisis
es
donde
los
psicoanalis-
tassean.EntendiendoelserComounadefiniciónclaraque
no
pasa
por
el
campo
de
una
ciencia
aislada
y
aislante'
si-
no
por
.l
d.
,nu
ciencia comprometida con las múltiples
realidades
que
pretende
estudiar
y
transformar'"
Amediadosdeladécadadelochenta,regreséalaAr-
gentina.
Desde
entonces
(diciembre
de
1985)'
fueron
los
If..,o,
psicológicos
del
terrorismo
de
Estado
en
los
niños
los
que
ocuparon
el
centro
de
mis
intereses'
Dirigí
inves-
I
I
1l
l
i
I
i
I
it
l
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
15/80
tiflaciones
sobre
el tema
en el CONICE'I',
tomé
en
análisis
niños
que
habían
sido
víctimas
directas
del terrorismo
de
Estado.
Siempre
próximo
a los equipos
asistenciales
de los
Organismos
de Derechos
Humanos,
junto
con Alicia
Lo
Giúdice,
organizamos
el área
psicológica
del
Seminario
In-
ternacional
sobre
Identidad,
Filiación
y
Restitución
que
convocó
Abuelas
de
Plaza de
Mayo.
En la Facultad
de
Psi-
cología
de
la Universidad
de
Buenos
Aires dictamos,
tam-
bién
con
Alicia
Lo
Giúdice,
un
Seminario sobre
Ética
y
De-
rechos Humanos en
el Posgrado
de Clínica
de
Niños
que
dirigen
los
Dres. Marisa
y
Ricardo
Rodulfo.
Junto
a mi interés
por
el
impacto de
la violencia
social
en los niños, surgió
en
mí,
entonces, Ia
necesidad
de revi-
sar
aquellos
conceptos de
la
teoría
psicoanalítica
que
que-
dan
tributarios
de
paradigmas
patriarcales.
Para eso tomé
en cuenta
el vínculo
filial,
vínculo
donde
la
madre
es teni-
da
siempre,
y
solamente,
como
objeto,
jamás
como suje-
to.
(Y
esto
es así,
independientemente
de
Ias diferentes
versiones teóricas.)
Tanto
la
apertura
a
los
efectos
del
terrorismo
de Estado
en
los
niños,
como también
a
los efectos
del terrorismo
de
Estado en
los
propios psicoanalistas,
en
la
teoría
y
en la
clínica,
y
la
revisión de
la
propia
disciplina
psicoanalítica,
sus
instituciones
y
saberes
desde
los Estudios de Género
y
el
Feminismo
contemporáneo,
me llevaron
a
profundizar
en un
ya
viejo interés,
nacido
a comienzos
de
los sesenta
en
la
Facultad de
Psicología.
El Análisis
Institucional,
here-
dero de
la
PsicologÍa
Institucional
que
José
Bleger
introdu-
jo
entonces, propone
-entre
otros
muchos conceptos
que
cuestionan
radicalmente
la
práctica
profesional-
una
aguda
reflexión sobre
la
implicación
y
la sobreimplicación
de
los
profesionales.
Da la
clave
que
nos
permite
pensar
la
ubicación
del
psicoanálisis
y
del
psicoanálisis
de
niños en
el contexto
de una
política
neoconservadora
dentro
de un
país
periférico.
Comencé
afirmando
que hace
treinta
y
cinco
añc¡s
me
introduje
con
er
pri.o"narisis
en
la
compreja
generación
de
los
sesenta
y
que aquí
estoy:
con
el
(¿mismo?)
psicoa-
nálisis,
después
Oe
t'uütt
recorrido
todos
los
estratos
de
iu
,o.i.aud
de
clases
y'
también'
djferentes
sistemas
so-
ciales.
Decía
que ser
psicoanatista
de
niños
me
había
per-
mitido
estar
simultáneamente
próximo
al
centro
y
en
el
margen
de
la
ciencia
y
la
cultura'
Ciudadano
de
frontera'
Ia práctica psicoanalitica con
niños
supone
el
inclaudica-
ble
ejercicio
de
tensar
los
Iímites
de
la
disciplina'
Tensar
IoslÍmitesdelpsicoanálisisdeniñossignificó:
Ia
iniciación
de
análisis
precoces'
con
niños
muy
pe-
queños,
el análisis
de
niños
afectados
por
una
patología
grave;
,
apelar
a
otros
recursos
interpretativos;
recursos
no
verbales,
como
lá-interptetación
lúdica'
por ejemplo;
,
ampliar
el
psicoanálisis
individual
a
la
práctica
con
grupos;
.
poner
nuestro
saber
al
alcance
de
niños
de
otras
cla-
ses
sociales,
de
otras
etnias
y
culturas;
en
Ia
práctica
hosPitalaria,
fundamentalmente
;
.
fundamentar
Ia
legitimidad
del
análisis'
a
pesar
de
la
gratuidad
de
la
atención;
.
Ilevar
el
psicoanálisis
fuera
del
consultorio:
a
la
es-
cuela,
al
hogar,
a
las
Casas
de
Cultura'
.
incluir
el
psicodrama
psicoanalítico
como
recurso
te-
rapéutico;
o
investigar
la
relación
entre
los conflictos
afectivos
y
los
conflictos
cognoscitivos;
entre
la
psicología
gené-
tica,
el
desarrolñ
de
Ia
inteligencia
y
Ia
teoría
de
la
construcción
subjetiva;
.
desarrollar
el
psicoanálisis
en
una
sociedad
donde
las
diferencias
de
clase
se
han
abolido;
en
otro
sistema
-30-
-3r-
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
16/80
lr
I
.¡
social, difcrente
de aquel
en
el
que
el
psicoanálisis
nació,
se
desarrolló
y
fue
consumido;
.
aportar a
las cuestiones
legales,
genéticas y,
funda-
mentalmente,
de
la
ética
humana,
a
partir
del trabajo
sobre los efectos del terrorismo
de
Estado
en
la
for-
mación
de
la
identidad, el
proceso
de
apropiación
y
la
restitución
de niños;
.
abordar
Ia
problemática
del
género
en la
práctica psi-
coanalítica con niños;
.
incluir
el análisis
de
la
institución
psicoanalítica
como activo
proceso
de
lucha
entre
fuerzas
institu-
yentes
y
fuerzas instituidas
que
abren
y
clausuran
la
posibilidad,
justamente,
de
tensar
(transgredir)
los lÍ-
mites
que
la disciplina impone,
para
poder
pensar
la
realidad
de nuestros niños
de
manera
más creativa
y
eficaz.
Este
tránsito
por
el
centro y la periferia,
este
destino
de
marginal
y
fronterizo,
este
trabajo
de
tensar los límites
no
ha sido,
claro está, un trabajo individual
y
solitario. Varias
generaciones
de
psicoanalistas
de niños
en
Ia Argentina lo
han
venido haciendo.
Estos
analistas
y
esta
producción
han dado como
resultado
una
clínica
que
tiene caracterÍs-
ticas
distintivas
y
que
bien haríamos
en
no renunciar
a re-
conocer como
una clínica
con
identidad
propia.
A
pesar
de
-o
justamente,
gracias
a- la diversidad de
posiciones y
las
diferencias de
enfoques.
CnpíruLo
I
EI
niño
del
"siglo
del
niño"'n
aaaaaaaaaaa""o"""""'o'o""oto""'
14
Una
primera
versión
de
este
trabajo
fue
presentada
en
la
Revista
E'PSLB'A'
octubre
de
I994.
rl
lr:
l)
It
t'l
I
1
ll
it
il
-32 -
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
17/80
f
I
"siglo
rlcl
niñ«¡"
cs la
imagen
de
una
época en
la
que
L
lir
¡lrcocupación
por
la
infancia ha adquirido
una
im-
¡rrrrllncia
rclativamente
preponderante
y
una nueva orien-
l¡rt l«'n.
"l.l
siglo
XX
ha
de ser
el siglo
del
Niño"
es la
profe-
t'i¿r
c«¡n
Ia
que
Edouard Claparéde,
apenas éste
comenzaba,
r¡rtlso
sintetizar un
movimiento
de
reivindicación
de
Ia
in-
l¿r¡rcia. Ln este
período
de
la historia,
la conducta de Ios
pa-
rll'cs, de
los
educadores
y
de
los médicos con respecto
a los
¡liilr¡s
ha
cambiado notablemente. Cambio que
se
manifies-
la, fundamentalmente,
en
la
sincera intención
de
descen-
lr¿rrse del lugar de adultos
y,
empáticamente, colocarse en
e
I
lugar
de los
niños.
Cambio
que propone
colocarse
en el
Iugar de los niños
para
comprenderlos,
para
adecuarse a
sus
posibilidades,
a
sus
necesidades,
a
su
deseo.
No siempre fue
asÍ.
Las investigaciones
históricas
reve-
lan
una
larga
y
triste secuencia de abusos
cometidos
con-
tra los niños, desde los tiempos
más
remotos,
que
tienen
una
cruel
vigencia en
nuestros
dÍas.
El
escándalo
que
hoy
producen
Ias estadísticas sobre
las condiciones
de
vida
y
de muerte
de
los
niños
-los
alarmantes
índices de morta-
lidad
infantil,
de apaleamiento
y
maltratos-
sólo
consti-
tuye un
pálido
reflejo,
continuación
atenuada
de
lo
que
fue
una
característica
sistemática de
la antigüedad; carac-
teristica
que
apenas
empezó a
cambiar en el siglo
XVIIL EI
trato
despiadado
a los
niños,
la
práctica
del infanticidio,
el
abandono,
Ia
negligencia, los
rigores de la envoltura
con
fajas, las
torturas
múltiples, la inanición
deliberada, las
palizas
y
los
encierros
alevosos han
sido
moneda corrien-
te a través de
los
siglos. esí
fa
historia de la
infancia
es
una
pesadüa
de la que
hemos
empezado
a
despertar
hace
muy
poc{f
'
De
todos
los libros
sobre la
infancia en otras épocas, el
libro
de Lloyd de Mause
-aun
con su
precaria y
conven-
cional
fundamentación
psicoanalÍtica-
es
el
más ambicio-
qñ
,-t.-ara-Ís
toría
de
la
infancia,Madrid,
Alianza
Universidad,
,nn,.
/
-
--.
-35-
8/19/2019 El Niño Del Siglo Del Niño Volnivich
18/80
so
y
abarcativo
y
está
en
franca
polémica
con
Ariés,
sin
duda
un
historiador
más
y
mejor
conocido.'u
lla
tesis
central
de
Ariés
es
la opuesta
a
la de
De
Mause.
Rríé{sostiene
la
existencia
de
una
suerte
de
paraísoftn la
antifrreda-{-una
especie
de
comunidad
primitiva
quépo
habÍa
logrado
aún
Ia
representación
de
"infancia",
tal
Co-
mo
sucedió
muchos
sigios
despué¡L
en el
que
los niños
circulaban, ignorados
pero
felices, porque podían
mez-
clarse
libremente
con
las
personas
de
diversas
clases
y
edadgs.
Para
Ariés
fue
reciéneülu
alborada
defa
moder-
nidal
cuandoGurgió
el
concepü
de
"infancia"'i,
con é1,
'
.t'
-.
.
-
- r^---,1,^i F.^
^,r
^-i,
"
esa
organr
zacton
tiránica
que
es
la
familiál
En su
opinión,
Ta
organización
familiar
fue
la
que
destruyó
la amistad,
los
lazos
de solidaridad
y
sociabilidad
"naturales"
y
privó a
Ios
niños
de la
libertad
de
que
hasta
entonces
gozaban,
imponiéndols
no¡primera
vezftr
férula
doméstica
como
prótección
y
límitil¡Sobre
todo
ói"o
límite,
cárcelflspa-
cio
donde,
para
educarlos,
se
los
castigaba
de
múltiples
forma§
Paralle
Maus{
por
el
:ol *tiq-,
el
concepto
de
"infan-
cia"
existía
ya
en
É'attu'-edud
rvrediál
cuando
losftiños
erani
prácticamente'
masacrados.
Con
la--familia
moderna
-in-
tenta
probar
r.
*;;;;{;-*rtr;u
poLi,i.u
más.iiiaao-
sa
que
incluyó,
gradualmente,
la
conservación
de
los
niños
y
un
trato
cada
vez
más
humaü
I-üero
nada de
esto
impide
s