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Nuestros antepasados ya comían bellotas hace 7.000 años. Tenemos evidencias de que desde el Neolítico se elaboraba con ellas pan, tortas y gachas. A veces mezcladas con otros cereales, fue un alim ento al que se recurrió por distintos motivos y circunstancias hasta bien entrado el s. XX. Se complementaba la dieta con cereales y otras plantas silvestres, pero fueron los romanos los primeros en des- preciarlas, y poco a poco se las relegó a épo- cas de carestía. Aunque nunca de consumirse, al estar relacionadas con la pobreza mucha gente se avergonzaba y ocul- taba un consumo popular que hoy renace. Se vuelve a considerar un recurso silvestre que da juego a diversos elaborados en la más pura tradición gastronómica El pan de bellota ... .. .. .... .. . .. ... Te xto: E nr ique García, Ju an Pereira, J avier Tard ío y Manu el Pardo F otografía s: Enrique García e uando hablamos de bellota nos referimos al fruto de los árboles y arbustos del nero Quer- cus, de l que en la península ibérica viven alre- dedor de una decena de especies en diferentes cl imas y sustratos . Desde la coscoja de zonas áridas o se- miáridas (coscoja, Q. coccifera L.) has ta l os robles de las zonas húmedas (Q . robur L. , Q. petraea [Matt.) Liebl.); desde la encina al niv el del mar (Q. ilex L. subsp. ilex), al melojo de l as montañas del i nterior (Q . pyrenaica Willd), todas ell as formando muchas veces extensas masas, tanto puras como mezcladas, aunque la m ás extendi da es la en- cina o car rasca (Q. i lex s ubs p. ballota [Desf. ) Samp). Sus característ icas nutritivas son simi l ares a las de l os ce r eal es , y son una interesante fu ente de carboh idratos , g rasas, proteínas y fibra. Se es tima que la producción me- dia anual de be llota en la península ibérica puede oscila r entre l os 4 00 y l os 700 kg/ha, al go menor a la de l os prin- cipales cultivos agríco l as, con la ventaja de no requerir ferti lizantes, ni riegos, ni grandes cuidados. Sola o mezclada con otros cereales Si bien las be llotas dulces de la encina son l as que se han destinado pr inci pa lmente al cons umo hu mano, en las zo nas donde no ex iste o es escasa se han utilizado 66 La fer tilidad de la tier ra n• 56 otras especies de sa bor más amargo. Para dismi nui r el amargor hay muchos procedimientos que ade m ás facil i- tan su conservación: se l ava n, secan, pe lan, tuestan, mue- len, se entierran en barro, se hierven en agua (o en a gua co n arcilla o ce nizas), o se mezcla la harina con arcilla. El modo de consumo más h ab itual era comerlas crudas , directamente en el campo o en el hogar. También era fre- cuente tostarlas y asarlas . Desde la prehistoria se conocía la manera de preparar y hornear pan, co n har ina de cere- al es - generalmente trigo por dar más elasticidad a la ma- sa-, sal y agua, y levaduras en caso de que se trate de pa- nes fe rmentados o l evados. Cuando el trigo escaseaba la harina de bellota se mezclaba con harina de centeno, de ce bada o de ma íz, o de otros alimentos ricos en carbohi- dratos co mo l as vezas, habas o patatas. Desde restos arqueológicos a encuestas Del antiquísimo consumo de bellotas en la pen ínsula ibérica tenemos datos arqueológicos. Restos de galletas o to rtas carboni zadas, cotil edones de bellota mezclados con granos de cereales en el interior de rec ip ientes y en es- tructuras de almace namiento, en molinos de pi ed r a, ho- gares y hornos. También contamos con análisis de pal eo- dieta y con los datos aportados por la obra escrita de his-

El pan de bellota

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El pan de bellota

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  • Nuestros antepasados ya coman bellotas hace 7.000 aos. Tenemos evidencias de que desde el Neoltico se elaboraba con ellas pan, tortas y gachas. A veces mezcladas con otros cereales, fue un alimento al que se recurri por distintos motivos y circunstancias hasta bien entrado el s. XX. Se complementaba la dieta con cereales y otras plantas silvestres, pero fueron los romanos los primeros en des-preciarlas, y poco a poco se las releg a po-cas de caresta. Aunque nunca d~aron de consumirse, al estar relacionadas con la pobreza mucha gente se avergonzaba y ocul-taba un consumo popular que hoy renace. Se vuelve a considerar un recurso silvestre que da juego a diversos elaborados en la ms pura tradicin gastronmica

    El pan de bellota ... . . .. . . . . .. . .. . . . Texto: Enrique Garca, Juan Pereira, Javier Tard o y Manuel Pardo Fotografas: Enrique Garca

    e uando hablamos de bellota nos referimos al fruto de los rboles y arbustos del gnero Quer-cus, del que en la pennsula ibrica viven alre-dedor de una decena de especies en diferentes climas y sustratos. Desde la coscoja de zonas ridas o se-miridas (coscoja, Q. coccifera L.) hasta los robles de las zonas hmedas (Q . robur L. , Q. petraea [Matt.) Liebl.); desde la encina al nivel del mar (Q. ilex L. subsp. ilex), al melojo de las montaas del interior (Q . pyrenaica Willd), todas ellas formando muchas veces extensas masas, tanto puras como mezcladas, aunque la ms extendida es la en-cina o carrasca (Q. ilex subsp. ballota [Desf.) Samp).

    Sus caractersticas nutritivas son similares a las de los cereales, y son una interesante fuente de carbohidratos, grasas, protenas y fibra. Se estima que la produccin me-dia anual de bellota en la pennsula ibrica puede oscilar entre los 400 y los 700 kg/ha, algo menor a la de los prin-cipales cultivos agrcolas, con la ventaja de no requerir fertilizantes, ni riegos, ni grandes cuidados.

    Sola o mezclada con otros cereales

    Si bien las bellotas dulces de la encina son las que se han destinado principalmente al consumo humano, en las zonas donde no existe o es escasa se han utilizado

    66 ~ La fertilidad de la tierra n 56

    otras especies de sabor ms amargo. Para disminuir el amargor hay muchos procedimientos que adems facil i-tan su conservacin: se lavan, secan, pelan, tuestan, mue-len, se entierran en barro, se hierven en agua (o en agua con arcilla o cenizas), o se mezcla la harina con arcilla.

    El modo de consumo ms habitual era comerlas crudas, directamente en el campo o en el hogar. Tambin era fre-cuente tostarlas y asarlas. Desde la prehistoria se conoca la manera de preparar y hornear pan, con harina de cere-ales - generalmente trigo por dar ms elasticidad a la ma-sa-, sal y agua, y levaduras en caso de que se trate de pa-nes fermentados o levados. Cuando el trigo escaseaba la harina de bellota se mezclaba con harina de centeno, de cebada o de maz, o de otros alimentos ricos en carbohi-dratos como las vezas, habas o patatas.

    Desde restos arqueolgicos a encuestas

    Del antiqusimo consumo de bellotas en la pennsula ibrica tenemos datos arqueolgicos. Restos de galletas o tortas carbonizadas, cotiledones de bellota mezclados con granos de cereales en el interior de recipientes y en es-tructuras de almacenamiento, en molinos de piedra, ho-gares y hornos. Tambin contamos con anlisis de paleo-dieta y con los datos aportados por la obra escrita de his-

  • toriadores y agrnomos andaluses y de botnicos clsi-cos, as como datos etnogrficos relacionados con la et-nobotnica de los ltimos 30 aos en Espaa. Pero tam-bin lo hemos estudiado realizando encuestas entre 1996 y 2003 en poblaciones rurales (26% mujeres y 74% hom-bres) de las provincias de Toledo, Cceres y Badajoz, con una edad superior a los 60-70 aos.

    Alimento documentado por los invasores

    Los primeros indicios de elaboracin de pan de bellotas en la pennsula ibrica, bien sola o mezclada con la hari-na de otros cereales, se remontan a los primeros momen-tos de las sociedades agrcolas y ganaderas del Neoltico Antiguo, en tomo al V milenio a.C., sobre todo en el sur y este peninsular.

    Segn los historiadores y gegrafos romanos de la se-gunda mitad del I milenio a.C. el consumo de bellotas era habitual entre galaicos, astures, cntabros, celtberos, vacceos, vetones, arvacos, etc. Plinio relata que en His-pania se servan bellotas dulces como segundo plato y en situaciones de escasez se secaban y molan para hacer pan. Para Yarrn la "glans" ibrica era uno de los boca-dos exquisitos.

    Durante el proceso de conquista y romanizacin de los pueblos prerromanos peninsulares de la II Edad del Hie-rro destaca el yacimiento celtibrico de Numancia, que ofrece datos muy interesantes sobre el papel que las bello-tas jugaron en la economa y la dieta de los numantinos y las comunidades prerromanas de las dos mesetas, Extre-madura y Andaluca (incluso se hallaron unos pendientes de bronce en forma de bellota colgante) .

    Una fuente de elaborados que ha pervivido

    Con la colonizacin romana surgi un desprecio hacia la bellota y hacia quienes las consuman. Pero en la Edad Media todava continuaba consumindose. Ms que nada para suplir la escasez o incluso la ausencia de harina de trigo y otros cereales. Los musulmanes fueron consumido-res de bellotas, pero con limitaciones. Mientras Ahmad ibn Muhammad al-Razi, historiador andalus del siglo X, adverta de que quien comiera de continuo pan de bello-tas, especialmente no estando acostumbrado, "no estar libre de que le dae; a no ser que lo coma con mucha grasa y cosas dulces, bebiendo vino de este mismo sabor", y el agr-nomo sevillano Abu ' 1-Jayra, a finales del s. XI y princi-pios del XII, explicaba que tanto las bellotas como las castaas "hervidas en agua dulce sin que lleguen a tiempo de cocerse, apartadas del fuego, y dejadas un poco hasta enxu-garse y secarse bien, se hace de ellas descaradas y molidas pan comestible" .

    Frmula trada de los Nabateos para el pan de bellota

    El ilustre agrnomo andalus Abu Zacaria lahia en su

    Saberes

    Vareadores y picotero (arriba en la copa)

    "Libro de Agricultura", en el siglo XII, hace un repaso a la biologa y cultivo de la encina as como a la conserva-cin, aprovechamiento y propiedades de las bellotas y re-coge la frmula utilizada por los Nabateos. Indicaba que las bellotas se deban coger maduras - ni secas ni verdes-, y mondarlas posteriormente. Y que el pan "se hace cocien-do fuego lento seis horas las bellotas en agua dulce desJ>us de haberlas tenido a remojo en la misma veinte y quatro sin sal alguna, y volvindolas despus cocer otras tantas horas en diferente agua; si probadas al gusto se advirtiere haber de-xado su sabor estptico, no han menester mas cocimiento; y si lo contrario, se ponen a cocer cuatro horas en otra agua, y es lo bastante; vaciada la qua!, se tienden en lugar espacioso donde bien oreadas se enxugen, y mezclndoles otro tanto una tercera parte de castaas mondadas y majadas, que es el remedio que se ha encontrado para ellas mas eficaz, despus se muele todo en piedra hasta quedar hecho harina; de lo qual amasado con levadura de harina de trigo se hace despus un pan muy bueno". Luego explica que se puede hacer pan aadiendo 1/3 de castaas y algo de levadura de harina de trigo y que es preciso pelarlas, ponindolas a remojo en agua caliente para evitar el sabor amargo. Y aunque primero asegura que sale un pan muy bueno, despus ad-mite que puede causar trastornos estomacales y del hga-do y que se suele comer nicamente en tiempos calami-tosos.

    En A lmera, la poblacin musulmana en las zonas montaosas, entre los siglos X y Xlll, utilizaba el pan de frutos secos, elaborado con vainas de algarrobas secas, be-llotas, castaas, almendras y otros frutos de corteza dura. Despus de quitar la cscara y triturar se amasaban con levadura de trigo u otro tipo de harina y se cocinaban en una sartn.

    La fertilidad de la tierra n 56 ~ 67

  • El pan de b ello ta ........ ...... . ... . ........ . ..... . . ... .... .. . . .. . .... .. .......... .. . ..

    Descascarillado, pelado y triturado de la bellota

    1 > f rtil"rl

    Elaboracin de pan de bellotas recreacin actual

    Se recolectan bellotas dulces, intenta ndo que sean lo ms dulces posible, es deci r, lo menos amargas posible (y si no fuera as se procedera a su desamargado por lixiviacin dn-doles mltiples lavados, o cocindolas despus de peladas y cambiando el agua varias veces). Secamos las bel lotas exten-dindolas en un lugar soleado, en pequeas capas y remo-vindolas a diario, y si se hace en el interior, que sea en un lugar ca ldeado ... Luego se pelan a mano, golpeando el peri-carpio, cascndolas, para que se desprenda la piel. La piel fina interior se retira por frotacin o raspado. Una vez limpias, se trocea n (con morte ro, maza, martillo ... ) para pasarlas a un molinillo de gra no, mximo de un milmetro y medio.

    Una vez obtenida la harina mezclamos 500fo de harina de trigo y 500fo de bellota. Amasamos 750 gramos de harina de bellota y otros tantos de harina de trigo. Aadimos 40 gra -mos de levadura, 25 de sal y el agua que el maestro panadero considere. La masa se abre, es decir, "no liga" bien.

    Durante una hora se introduce en la cma ra de fermenta-cin, con una temperatura de 23 e y un 75 Ofo de humedad, tras lo cual la masa no desarrolla (no levanta). Inmediata-mente despus se mete en el horno a 187 e de temperatura por un periodo de 40 minu tos.

    En la coccin huele bien, y resulta un pan de color oscuro, pero esponjoso y que sabe bien, como a frutos secos, con un leve reg usto amargo.

    La falta de realidad de los gobernantes

    En un documento excepcional de principios del siglo XIX se muestra que Francisco Ganchoso, presbtero de Valencia de Alcntara, preocupado por la escasez de gra-no en Extremadura, crey "haber hallado en las bellotas un medio ms barato, comn, duradero y saludable que los de-ms para hacer pan para los pobres". Se dirigi al Goberna-dor del Consejo (Conde de Montarco), plantendole las ventajas que para el Estado podra tener la aplicacin del mtodo de panificacin propuesto por l y con el que otro ciudadano de Valencia de Alcntara, Caballero y Maestre, acababa de hacer este mismo experimento y otro semejante con castaa, habindole salido buenos ambos ensayos e indicaba que el de castaa tena mejor color, aunque es ms caro y menos sustancioso y nutritivo que el de bellota. Recab informes tanto de los mdicos y cirujanos del pueblo como del Gobernador de la villa, pe-ro los primeros le expresaron que tras asistir a otra cochu-ra de pan observaron que era muy moreno, deprimido y de sabor poco grato, por lo que juzgaron que la digestin del mismo poda ser perjudicial a la salud.

  • Pan blanco, hecho solo de harina de trigo, y otro hecho de trigo y de bellota al 50%

    El Gobernador de la villa escribi al Gobernador indi-cndole "que la pintura que se hace de miseria en este pue-blo es una exageracin voluntaria", y el fiscal responsable de l expediente orden que se sobreseyera y olvidase el asunto.

    Una encuesta en el siglo XX

    La costumbre de panificar la harina de bellota tampoco se perdi en la Edad Moderna pero limitando a pocas de escasez. A finales del siglo XVIII , en la "Flora" de Quer se habla de las dulces bellotas de las encinas que se comen igual que las castaas, y que "en los aos estriles pueden servir de alimento tanto a los racionales como a los inaciona-les, sin que falten exemplos en aos de escasez de mezclarlos con trigo y otros granos para hacer pan".

    En dehesas como las extremeas siempre haba una en-cina o dos, destacadas y mimadas en cuidados y poda, lla-madas las "avellaneras", que por tener la bellota ms dul-ce se reservaban para el consumo humano.

    Segn las personas encuestadas en poblaciones rurales de las provincias de Toledo, Cceres y Badajoz, con una edad superior a los 60-70 aos, la molienda se realizaba con molinos manuales, pero de muy diferentes hechuras. En algunos casos eran de piedras de la zona, ya que no era necesario traer materiales ms duros, como el granito, de otras zonas. Otros especifican que eran de piedras con es-

    Saberes

    Talo, kiskurra, farinetes y otros alimentos

    En el Pas Vasco se elaboraba una masa con la mitad de hari-na de kiskurra (bellota tostada) y la otra de maz y agua, con la que se hacan -y se siguen haciendo- unas tortitas planas denominadas talos, que se calientan en una plancha.

    En la Sierra de Baza (Granada) se elaboraban tortas de be-llotas, espolvoreadas con azcar o rociadas con miel y en la Calabria extremea se hacan gachas o viejas, una especie de masa como la de las croquetas. En Tentudia (Badajoz) esta harina era la base para la elaboracin de tortas y perrunillas de bellota. Por otro lado en las comarcas centrales de la Co-munidad Valenciana se hacan gachas (farinetes) y galletas. Tambin en la provincia de Toledo se hacan gachas y pur de muy diferentes formas, unas veces con anises, otras veces con harina de trigo, otras con leche.

    Aunque estos dulces "de pobreza" ya han desaparecido de la cocina casera, ltimamente es frecuente que productos ol-vidados se estn revalorizando. En lugares tursticos emble-mticos como el Parador Nacional de Jarandilla de la Vera (Cceres) se ofrece hoy en da, entre sus postres estrella, la tarta de bellotas. Esta tarta, u otras semejantes, se comercia-lizan bajo diferentes marcas comerciales y se pueden adquirir con facilidao en buena parte del territorio extremeo.

    tras y otros con rueda de granito. Tambin podan ser de h ierro como los de moler la cebada y el trigo.

    Nuestros informan tes nicamente tenan vagos yesca-sos recuerdos sobre la preparacin del pan de bellota. Al-gunos solamente haban odo a sus padres hablar de que ellos lo haban consumido. Segn los informantes se con-sumi durante la Guerra Civil espaola y la postguerra, pero solo un encuestado recordaba que la harina de bello-tas se mezclaba con la de trigo y que el aspecto del pan producto del horneado de esa mezcla era de color a lgo parduzco.

    Un aprovechamiento silvestre

    El pan de bellota se sigue cociendo al menos espordi-camente, segn refleja la presencia de recetas de pan de bellota en in ternet o su difusin en cursos sobre alimen-tos silvestres. Por otro lado, gracias a la reciente tenden-cia a revalorizar tradiciones, hoy en da estn tomando auge tartas y licores que tienen como base la bellota. Adems, dado su carcter silvestre, movimientos sociales preocupados por la soberana alimentaria lo consideran un recurso alternativo a los principales sistemas de ob-tencin de alimentos. An hoy da sigue habiendo auto-res que invitan a volver a su aprovechamiento como una forma de volver a nuestros orgenes y mantener un recur-so saludable, adems de perdurable.

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