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El Pájaro Cultural N° 112 Septiembre del 2017 Publicación del Noroeste $ 30 Alzando el vuelo: Fotografía de Enzo Lampasona

El Pájaro Cultural · libro El Hombre de Barro (no fue reeditado), único libro, donde el primer poema fue dedicado a su madre. Autor de Vidala para mi sombra, Pollerita Colorada

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El Pájaro CulturalN° 112 Septiembre del 2017

Publicación del Noroeste $ 30

Alzando el vuelo: Fotografía de Enzo Lampasona

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o César León Vargas

MADERA

Hoy, amigos, voy a hablar de la madera,no del sándalo precioso,no del ébano en su noche del África,no del perfume de las resinas de oriente;hoy quiero hablar de la maderadel simple palo que revuelve el locromientras los peones esperan…quiero nombrar el cedrode corazón abierto en la puerta de mi casa,el cabo del cuchillo de mi padre,la cuchara sorda al fondo de la olla de mi madrey los dos ataúdes con su peso de vida terminada. Hablo de la madera,de todas las herramientas con su mangoel pico, el azadón, la palala cuchara de albañil y la guadaña.Nombro la cruz y su ignominia,siempre la madera soportando.Ah, mi mesa de algarrobo blanco,ah, mi silla de mandarino claro,las camas de los hijos,el plato del hermano,el leño en el inviernoentregando su alma de sol gasificado. De madera es el piso, el techoy en la guitarra el canto.Eso que envidiamos a las aves,que viven en el Árbol:Hermano mayor, Dios nuestro,ojalá mi carne sirviera para tanto.

LA ORTIGA

A Olga Orozco, que merecordó la ortiga

De niño conocí la ortiga. Fue en los campos del sur.Mi vida aún no tenía ni cicatriz ni sangrey al sentir el dolor, la quemadura fría,el escozor lacerante entre los dedosdesbaraté con furia, a pisotones, esa planta agresiva. Madre sumergió mis manos en el agua.Padre se rió, burlón y se agachó a besarme,aún guardo en el rostro el áspero empujón de su mejilla. Después siguió la historia: leguas de sables y prostí-bulos.Los duelos de la patria, llorando escarapelas en la cárcel,vivando goles en el mundial del siglo;sintiendo hasta en la base de la lenguael filo del talismán del enemigo.Todo lo que me ocupó de dolor, lo tuve.

Madera: Fotografía de Juliana Romeo

Para Suscribir a El Pájaro CulturalPor tres meses y al costo de 300 pesos

Podrá recibir en Domicilio (Ciudad de Salta)cuatro ejemplares por Número

Información en Restobar La MusaEsteco N° 117 - Tel: 4217744

o por Correo a: [email protected]

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Consejo EditorialCoordinación

Juan Ahuerma Salazar

Nicolás PicattoJosé Sivila

Alejandro AhuermaJusto Salim

Miguel RosalesHugo Gaspar LópezHugo José SajamaRubén ChamméFacundo Vallejos

Diego Ramos CayónCorresponsal en Europa

Silvia Reina

Correo: [email protected]

Tel: 3876089510Dir. Postal

Calle Los Nardos - Med. 18La Caldera 4.000 Salta

Luis OliverA Julio Espinosa

Era un 29 de diciembre allá por el 74 en que yo cumplía años, no me acuerdo cuántos.Estaba parado en la puerta de “La Casa del Café” de Don Aurelio Gómez, lo recuerdo porque se merece un gran respeto. Serían como las nueve de la noche cuando lo veo venir a Don Julio Espinosa (yo lo trataba de Usted). -¡Eh Don Julio, qué gusto de verlo! -Hola Cabezón –me dice-. ¿Qué estás haciendo? -Y nada Don Julio, fumando un pucho. -Vamo´ a tomar un vino –me dice-, yo te invito.-Qué lo voy a acompañar, si no tengo plata, y para colmo hoy es mi cumpleaños. –¡Feliz día Cabezón! ¿Vos querés pasar bien tu cumpleaños? –me pregunta-. –Por supuesto Don Julio, pero le reitero, no ten-go una moneda. –Escuchame Cabezón, acompañame hasta la pieza a buscar la guitarra.Cruzamos la plaza 9 de Julio y continuamos por la Caseros. Don Julio alquilaba una pieza en la calle Lavalle, antes de llegar a la Urquiza, al frente de la familia Ahuerma Salazar.Saca la viola y nos volvemos al “Trocen”. Don Julio la llevaba a su guitarra como si fuera un hacha, al hombro. Vamos para La Unión de los Amigos. Llegamos, había poca gente, nos pedimos una botella de vino y cuatro empanadas.. Me dice, esto está medio triste, rajemos para la Sociedad Italiana.Llegamos a esta conocida Institución, estaban todos los socios en ese momento jugando a la bocha y al sapo. Nos sentamos en el centro del comedor, en una mesa redonda, adonde jugaban a la bajadita los italianos y los no italianos.Nos atienden los concesionarios, los Señores Tito Colavino y Alfredo Zapana, también jugadores de bocha y de los buenos. – ¿Los Sres. qué se van a servir?Don Julio les solicita media jarra de vino y un picao de milanesa.Todos los jugadores de bocha y de sapo dejaron de jugar y se sentaron alrededor de Don Julio Espinosa, cada uno pedía a su gusto. Los que se sentaron alrededor de esa mesa redonda para escucharlo eran: Don Federico Varg, Pito Sánchez, el dentista García, el Dr. René Gómez, el Dr. Víctor Martínez, el Dr. Salim, el Sr. Alfredo Zapana, el Sr. René Ossola, el Sr. Cacho Vila, propietario de un motel de la zona sur, uno de los más visitados. Don Julio Espinoza era el protagonista de esa noche de mi cumpleaños. Don Julio generoso, creador, compositor y autor del libro El Hombre de Barro (no fue reeditado), único libro, donde el primer poema fue dedicado a su madre.Autor de Vidala para mi sombra, Pollerita Colorada y El Espanta Pájaros. Todos los integrantes de la mesa asombrados por la creatividad de Don Julio, que ya era conocido en Latinoamérica y en el Japón, por intermedio de Eduardo Falú y de Mercedes Sosa. Ellos fueron los que llevaron este tema por diferentes partes del mundo, como así también Los Fronterizos. Hasta Castilla lo envidiaba, era tan generoso Don Julio que llegó a regalarme un perchero, porque también era carpintero. Muy amigo del poeta José Ríos, autor de la Felipe Varela juntamente con Coco Botelli.Un día le comentaba al pintor y escritor Jorge Cornejo Albrech que yo a veces me sorprendo de cómo haber obtenido semejante amistad como la de Don Julio Espinosa. Hoy hay una calle que lleva su nombre en el barrio sur. Murió en el Cristofredo Jacob. Había sido internado por la repercusión de un viejo accidente de tránsito, específicamente por una lesión en la cabeza. Me dolió tanto cuando me enteré que estaba inter-nado en el Neuro.Un hombre querido y admirado por sus temas, lleno de filosofía.Y así terminó la vida de Don Julio Espinosa (el Flaco). Hoy todos cantan su “Vidala” en nombre de este creador, y cuelgo mi gorra en el per-chero que me regaló. Lo tengo presente, grandote, corpulento, lento para caminar y beber, pausado para fumar. Y así se fue, lentamente.

Vidala para mi sombraJulio Espinosa

A veces sigo a mi sombra,A veces viene detrás

Pobrecita si me mueroCon quién va a andar.

Achatadita y calladaDónde podrás encontrarUna sombra compañera,

Que sufra igual.

No es que se vuelque mi vinoLo derramo de intención

Mi sombra bebe y la vida,Es de los dos.

Sombrita cuídame muchoLo que tenga que dejar

Cuando me moje hasta adentro,La oscuridad.

A veces sigo a mi sombra,A veces viene detrás

Pobrecita si me muero,Con quién va a andar.

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La Poesía de Luis AlbezaEl fascismo

Vendrán a buscarme títeres del infierno.Caronte en su barca los ha traído.Llevan sus pasos prolijosno tienen rostros, ni almassudan acero y olvido.Un fusil templa su gélida figura,indolencia enseñada y sin oficioen la comedia de su envestidura.Son el catarro de un dios siniestro,quizás necio o algo aburrido.Unos cuervos velan mi sombray con ella se llevan el miedorompiendo la perfecta simetríade los hombres y los muertos.Busco en la humedad de las paredesuna forma fantástica o mitológica,una historia, alguna mentira;pero veo la ruina de los díasque el muro conserva y esconde.La ceniza es nieve en los calabozosy en la espera de los condenadosMoscú es gris bajo la sombra del mongoly en América dictangenerales de plomo.La noche es refugioimplacable de los condenadosque con delirios y miseriascompletan la infinita muerte del tiempo.Que los diablos y las brujasse ocupen de recordarlo,que ya es tarde y mi puerta caeante la diáfana mirada del derrotado.

PotosíYermo de plata maldita,socavón de galerías muertasy de india melancolía.Desprendo mis negros ojosde mis secos intestinos,una blanca piedra llena mis ojosy mi panza es flaca de polvo.Muerdo la roca con mi cuero y no sueño y no estoy despierto.Deambulo por los callejones de Potosí,

por calles de piedra angostay soy un millón de fantasmas,soy la dura costra del codoy la mancha en el espejo.Mis huesos son faroles, fluorescentes fogatas de espectros.El tío maldito suena la trompetay la noche hiede a leño negro.-La montaña está muerta-se oye a lo lejosmuertos somos nosotros gritopero me come el silencio

Sobre héroes y utopías“Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos en buena posición, sino como trata a los que tienen poco o nada”…

Nelson Mandela

Sobre mi cabezapasó un águila la misma que en sus garraslleva el rayo brioso de la fuerza humana.El poema a Rooseveltse presenta como el íntimo dolor o la afrenta del desvalido.La indolente coyuntura me ha vueltoel más apacible de los corderosque se agazapa entre las zarpas de la bestia

y siento su aliento ásperoy la baba inerte que derramaen los pastizales de la inocencia.¡Sublévate nativo!que el implacable asesino rondapor las calles primitiva de Américacon la libertad como estandartepero no puede contra todosson muchos los pobres que gritantu nombre por las villasy la cabeza del león de Nemeaserá nuestro yelmo,yelmo de los desamparadosy del pobrerío intocable.La rebelión será el regalo de los pueblosy el ángel de la muerteserá compasivocon el pobre diablo.Las campanas se quebraránsecas sobre el asfalto descocido de las calles del sur,el viento dispersará la luzondulante de los farolesy serás devorada por la sombraciega del olvido.Nadie te espera cazador,la belleza se desmoronay el oroque todo lo comprano podrá arreglar una mueca en tus labios,ni revelará las imágenesprimeras de la infancia.Solo una idea resiste fuerte, blanca, solitariacomo un faro en el fin del mundo.Rebelde, atrevido, insolentecamina entre la multitud conmoviday una mujer sostienesobre sus dulces hombrosla tajante espada de Egeoporque los héroes y las utopías son el alma de los pueblos.

Los genocidasEl tiempo es un fantasma de recuer-doslas horas se funden en polvo estelaren conquistas, anhelos y fracasosde las viejas lunas que no volverán

Son los ojos espejos de miradasde extrañas sombras, de sangre en la espaday el vino amargo de la complicidadencierra en copas lágrimas de cristal

La mirada alta simula esperanzael rojo fulgor queda en telarañas,entre rencor y miseria perdidael río de almas lleva las cenizas

Demonios juegan a nublar destinos,el ángel apunta un nombre olvidadocon la pluma iluminada del juicioen el muro gris de los condenados.

La Kalapurca* de Simón Camata: Nicolás Picatto

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San Cipriano San Cipriano

Advertencia:Con los títulos de Libro de San Ci-priano, Tesoro del Hechicero, Hecta-meron, Cruz de San Bartolomé y San Cipriano, Verdadero Tesoro de Magia Blanca y Negra y otros de parecida ín-dole, circulan impresos en varios idio-mas una gran variedad de grimorios que suponen ser en cada caso, copia más o menos exacta del libro que se-gún la leyenda, el propio Satanás en-tregó al famoso mágico (luego conver-tido a la doctrina del verdadero Dios), cediendo a los poderosos conjuros del evocador, o de las fórmulas que éste empleara.No necesitaremos esforzarnos mucho para hacer ver como ninguna de las mágicas obras que se suponen here-deras del saber oculto del santo mártir cristiano, tienen mayor fundamento de autenticidad que las de parecida índole, y no menos reputadas, supues-tamente escritas por los Papas, León y Honorio y por el mismo Salomón, a quien se concede la paternidad de Cla-vienda. Basta abrir un instante cual-quiera de estos grimorios, para que se evidencien de manera precisa las muchas contradicciones, falsedades y anacronismos, allí contenidos a modo de elocuente protesta, de un origen que no resiste los ataques de la crítica histórica y literaria más elemental.Sin embargo existe una diferencia enorme entre los denominados libros auténticos de San Cipriano y los mu-chos apócrifos que por todas partes circulan impresos. Aquéllos bajo esa caprichosa advocación y figurada fuente de enseñanzas, representan un antiguo grimorio, redactado por quien o quienes dan innegable muestra de su pericia en artes mágicas; éstos no pa-san de ser, en la mayoría de las ocasio-nes, bastardas copias de los primeros, y mal apergeñada colección de recetas

goéticas, tomadas sin discernimien-to de cualquier parte, oyendo casi siempre los desnaturalizados recuer-dos de la tradición popular, y en no pocos, suple la fantasía de los incóg-nitos y poco aprensivos compilado-res (con desacertado tino), la falta de elementos originales, en lo que toma fundamento el cúmulo de falsos con-sejos y enseñanzas, creador de rela-tos puramente supersticiosos, y de todo punto ineficaces.Nuestra edición, que reúne en un tomo los tres libros, considerados auténticos, si se da a esta palabra la significación a que aludimos en el párrafo anterior, es por tal motivo la más completa y ÚNICA española que juntos reproduce los textos a que exclusivamente se refiere la leyenda de los poderes mágicos de San Ci-priano. Su AUTENTICIDAD, pues, le concede todo el valor que por tra-dicional fama goza y permite a los amantes de esta clase de estudios, que puedan juzgar por sí mismos el contenido de la obra, sin la interven-ción de infieles y poco escrupulosos narradores, quienes a la sombra del reputado título, ofrecen por cuenta de un viejo autor, cien modernas y descabelladas fantasías, en revuelta mezcolanza con las fórmulas de la más dudosa especie y de proceden-cias tan varias como poco estimables para el verdadero ocultista.

Capítulo primeroInstrucciones para los religiosos y religiosas que hayan de combatir alguna dolencia.- Regla que todo religioso debe estudiar para saber cuándo y cuándo no las enfermeda-des resultan obra de hechizo o del Diablo.No es justo creer que todas las en-fermedades previenen de hechizos o por arte del demonio, pues cada ins-tante vemos personas que padecen dolencias naturales; pero cuando el mal se prolonga y no tiene remedio, atribúyese a una obra de hechicería, que no existe de ninguna manera.Es costumbre muy extendida la de acudir en estos casos a ciertos hom-bres y mujeres, bien poco versados en distinguir lo natural de lo sobre-natural, quienes comienzan a hacer conjuros y a lanzar maldiciones con-

Entre el Medievo y el Renacimiento, las almas se debatían en el fango de la oscuridad cósmica, y mientras los Imperios se desa-rrollaban con sus inefables máquinas de sometimiento, muchos laboraban, Underground, los antiguos poderes del espíritu a tra-vés de la magia. Esta es una prueba contundente dello, que dios nos libre y guarde. Después, tal vez concomitantemente, vinieron, gracias a los santos apóstoles y sus detractores, los bellos relatos de El Decamerón, de Giovanni Bocaccio, en el siglo catorce si las malas artes no confunden mis recuerdos. Esos textos, considerados la primer novela de la humanidad, fueron escritos mientras la peste asolaba a la ciudad de Florencia y Bocaccio, con sus discípulos en el Arte, sostenían que la farra y los placeres desorbita-dos, acompañados de buen vino, eran el único antídoto contra la maldición de la peste negra, que tuvo el mérito de reducir a la mitad la población de la Vieja Europa. Pero así como El Decamerón fué la raíz del gran árbol de la literatura universal, Il Ciprianino fue el cimiento de las urbaniza-ciones fantasmales de ocultismo que hoy cubren gran parte de la modernidad: Logias Francmasónicas, policías secretas, Hol-dings, cultos satánicos, religiones, políticos y mafias variopintas. La pregunta es ¿Cuál versión contemporánea del Ciprianino leerá Ángela Merkel? ¿La verdadera o alguna de las apócrifas? ¿Cuál Donald Trump? ¿Cuál leerán los de la FIFA? ¿Cuál Ludovica Squirru cuyos libros se venden por miles en el supermercado, y puede perder una muchacha al amor de su vida porque ella dice que un Chancho de Virgo no va con un Conejo de Capricornio? Por sus frutos los conoceréis: Cuando hoy vi a la orgullosa Houston temblar bajo el azote del huracán, recordé que antaño dirigía el desembarco del hombre en la luna: -Prrrip..Prrriiip Aquí Apolo Prrrip... -Aquí Houston PrrripPrrrip piiii...Aquí Houston... Qué Grimorio habrán leído para irse a pisar la luna, la que rige todas las mareas. No pude menos que recordar aquel proverbio Bereber que dice: Fíjate a quién pisas. (J.A.S.)

tra espíritus que de nada tienen culpa. Tales imposturas e impostores fene-cen con la maldición de Dios, como dice San Cipriano en el Cap. XVI de su obra.Ruego, pues, de todo corazón a los religiosos que estudien detenidamen-te estas instrucciones para no expo-nerse a la maldición del eterno, por-que hay que advertir que todo cuanto hagamos ha de ser en nombre de Jesucristo, y, por tanto, no debemos ofenderle más aún no invocando su santo nombre, al objeto de que nos asista en el momento dedicado a orar por el paciente con la intención de no ser engañados en lo tocante a si la en-fermedad fuese o no, cosa de hechizo o de los espíritus infernales. Al final de las presentes instrucciones daré una oración en latín que habrá de ser leída tres veces junto al enfermo. Si la dolencia dependiera de hechizos o espíritus, benignos o malignos, no tardarán éstos en dar cuenta de sí, declarando que están dentro de la criatura que sufre, quien comenzara acongojarse convulsivamente. Cuan-do tal suceda, se puede asegurar que la enfermedad es sobrenatural y no natural, y en vista de ello hay que de-cir enseguida:.........................................................Cuando ocurre que al declamar diri-giéndose al espíritu -Tu sosiega que yo ruego a Dios por tí- el enfermo comienza a sentirse peor, denota que el espíritu que tiene dentro es malo, y corresponde acudir al EXORCISMO DE SAN CIPRIANO.Ruégote encarecidamente, lector en nombre de Dios que no vayas a po-ner remedio a ningún mal, sin que lo primero tengas estudiado bien estas reglas y advierte que cada una de las oraciones que contiene el presente libro tiene su aplicación especial, de modo que la que sirve para una cosa no sirve para otra.

Capítulo VDe los fantasmas que aparecen en las encrucijadas o sea las almas del mundo espiritual que por permi-sión de Dios vienen a este mundo buscando oraciones que les purifi-quen de los yerros cometidos du-rante su carnal vida contra Dios nuestro señor: Son mandadas para mortificar a las criaturas y apare-cerles bajo la forma de apariciones

con el objeto de que las ayuden con sus preces, y suélese, en vez de esto, conjurarlas y hallan maldiciones: inhumano error; léase y estúdiese bien lo que sigue para prestar ayu-da a esos infelices espíritus.¿Qué son los fantasmas?Son visiones que aparecen a ciertos individuos flacos de ánimo y creyen-tes en que pueden venir a este mundo las almas de los que dejaron de existir en él.Los fantasmas sólo aparecen a los que tienen fe en los seres espirituales y no a los incrédulos, porque de éstos nada sacan provechoso, y antes, por el con-trario, reciben de ellos maldiciones.............................................................¡Ah! ¿Qué será de vosotros el día que seáis juzgados? Por lo tanto cultivad, cultivad siempre las buenas amistades para que en aquél tremendo día haya intermediarios caritativos que pidan por vosotros al creador y haced como hace el que labra la tierra, que para re-coger por San Miguel codiciados fru-tos, pone en el abonado campo buena semilla............................................................Mirad hermanos; el diablo pocas ve-ces aparece en forma de fantasma, porque los demonios fueron ángeles, y en consecuencia no tienen forma cor-pórea de que puedan valerse; por esto, os recomiendo, que cuando veáis un fantasma en forma de animal, no hay duda de que sea un demonio y debéis conjurarle y hacerle la cruz. Pero si el fantasma tuviese forma humana, no es el demonio sino un alma que busca alivio para sus penas.Feliz de la criatura que se vea perse-guida por los espíritus, porque en ver-dad muy buena habrá de ser esa per-sona que las almas asedian.

Para curar a alguno de la borracheraTómese sangre de anguila, échense tres gotas en una bote-lla de vino diciendo en alta voz: Astarot; después dos gotas más diciendo: Aesaibi, y en fin dos gotas mas diciendo: Bacuee. Esto hace los números cabalís-ticos 3, 5 y 7, hágase beber este vino al borracho, y no se embo-rrachara por espacio de un mes.El Libro Magno de San Cipriano, Te-soro del Hechicero, p 278, 1990, Edi-torial Humanitas, Barcelona.

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El FrancotiradorErnesto González

El fogón en el rancho del Chacal ardía constru-yendo por sí mismo una atmósfera agradable. El crepitar de los maderos era apenas audible y las llamas bañaban de ana-ranjado los rostros de los hombres; sombras sel-váticas les recorrían la figura cual aguachentos trazos de artista de brocha gorda. En las noches de los in-viernos al Chacal le pro-vocaba el milenario rito de iluminarse solo por las llamas y, a cierta hora, luego de extinguirse las brasas, encender la mecha de un candil cuya luz no alcanzaba el rango de in-digente, por puro gusto, por un sórdido atavismo, de nostalgioso. Desple-gaba cortinas de arpillera para cobijar la galería de los embates de un frío in-corregible que porfiaba en colarse por rendijas invi-sibles. —Estuve en el cerro aque-lla mañana que el presi-dente iba a encabezar los actos de Güemes en la Quebrada de la Horque-ta—dice el Chacal— To-dos saben que no le basta con figurar, seguro se iba poner un poncho salteño para florearse. A poco de enterarme que venía co-mencé a preparar el equi-po necesario, y a hacer incursiones por los cerros de la zona. Aunque yo a esos cerros los conozco porque, cuando chico, nos metíamos con los changos del barrio por los senderi-tos a cazar palomas, víbo-

ras y otros bichos. Nunca hubiera pensado, después de tantos años, regresar y recorrer esos caminos bus-cando la ubicación más apropiada ¿sabés la de idas y venidas? Tenía la Kawa-saki 250, vos creo que la conociste.Entre tanto habla, el Cha-cal se embodega un bocado de una pitanza rica en tri-glicéridos y pasa un peda-zo de miga por el plato. Conforme a su abstraída forma de ser, el Chingo-lo se mantiene callado, no sabía nada de ese asunto. Descorre una arpillera y sale para tirar un pucho. En el suelo se apaga la co-lilla y contemplándola se figura una estrella caída. O Marte. Se demora un poco bajo la helada y al mirar el cielo cree distinguir cons-telaciones. Siempre que el cielo nocturno está límpi-do quiere buscar Eridanus. Sabe que es inútil buscar Eridanus aunque tal vez con la Cruz del Sur pueda perfilar la constelación del Suri... pero hace demasiado frío y no es buen momento para crucigramas celestes. Esa estrella deslumbrante seguro es Beta Centauro, piensa y vuelve a ocupar su lugar cerca del fogón. —Vos sabés lo que es estar ahí, esperando. —dice el Chacal y con el dedo índice refuerza la afirmación. El Chingolo solo mira ar-der los leños, el influjo misterioso que engendra la contemplación del fuego en las personas no le es ajeno. También le ocurre con la lluvia. Fuego y agua, ele-

mentos apocalípticos en su desmesura. Su cavilar ince-sante va asociando cosas, se le va deslizando el ma-gín hacia otras paradojas y cae en una abstracción que es casi como un no estar y en la que los pensamientos se le disuelven sin dejar rastros.—Unos días antes que lle-gue el hijo de puta fui al cerro y enterré la moto. —Continúa el Chacal— En el mismo hueco de la moto iba a enterrar el fusil y el largavista para que nunca sean encontrados, y un día sea herrumbre estudiado por arqueólogos fabulado-res. El asunto era escapar más liviano. El Chingolo se deja subyu-gar por la música en AM de radio nacional. Nunca ha dejado de sostener que esa transmisión tiene un soni-do especial, avejentada o emitida en tiempos invete-rados, y toda canción suena lejana. Una radio en estas soleda-des es una bendición. Dice el Chingolo mirando el an-tiguo receptor colgado de la pared. Tiene el aspecto

de un enorme reloj cucú. Aho-ra suena una selección de te-mas de los 80 pero la voz del locutor, tan solemne y relami-da, se le ocurre más apropia-da para programas de música clásica o quizás documenta-les. —La mañana —prosigue al Chacal—, estaba fría como to-dos los 17 de junio y no le erra casi nunca la helada. Yo esta-ba apostado bajo un arbolito con muy pocas ramas. Todo el tiempo debía estar atento. Sa-bría que llegaba el viejo por el enjambre de lameculos y uni-formados arremolinándose en torno a su caballería. Tras la sombra de la dama-juana puesta sobre la mesa, con esas manos nada pulcras con las que ha acariciado los perros, el Chingolo corta una lonja de jamón casero y la en-gulle con una rodaja de pan mientras a su lado los anima-les lo miran atentos. —La gente de seguridad esta-ba ya esparcida desde tempra-no con sus handys. ¡Ja! Ni se imaginaban que a ciento cin-cuenta metros los encañonaba mi máuser de la primera gue-rra. ¿No te lo mostré nunca? Aquí lo tengo.

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Por supuesto que ya el Chin-golo lo conocía pero es que resulta indispensable ense-ñar el arma. El Chacal se mete en la pieza casi con paso marcial, con la soli-citud que un soldado debe desplegar, inclusive, aun-que sea innecesario. Vuelve desenganchando las guar-niciones del estuche y ya en la mesa extrae el arma y pasa un trapo a lo largo del cañón. Hace una exhibición de expertas comprobaciones del arma.—Siempre lo mantengo aceitado. (clic, clic) Un flash de orgullo le cen-tellea en los músculos facia-les. El fusil es la novia, piensa el Chingolo recordando la remanida metáfora de los milicos y sonríe meneando la cabeza antes de beber un trago.— ¿Sabés Chingolo? Yo me di cuenta que el protocolo gaucho comenzaba sin la presencia del hijo de puta y empecé a desalentarme. Te-nía unas ganas de acertarle a la cabeza…me temblaba el dedo en el gatillo. Me ima-giné al tipo desplomándose

entre los custodios a la vez que se armaba un correr de gente desorientada. Un hormiguero que alguien pi-sotea. Sí, reíte vos no esta-bas ahí. Al Chingolo le suena a irrealidad. —Un Lee Harvey... —mur-mura el Chingolo.— ¿eh?—Por suerte no pasó nada. —dice el Chingolo— La tierra de Las Higuerillas recibió la sangre de Güe-mes, ahí es donde le rinde tributo el gauchaje que va quedando ¿no? De algún modo las dos muertes… el mismo lugar… el mismo día…un presidente es un presidente. Lo único que le hubiera faltado es tam-bién recibir un balazo en traseras partes. Te digo que nunca me tragué el cuento ese del pata´i lana, pero a una bagualera se le ocurrió acción de buena feminista salir a repetirlo y me pare-ce que solamente por ha-cerse la graciosa.El Chacal lo mira con apa-tía, le importa un ardite esas dudosas implicancias, o ajeno a la tradición, no tiene en cuenta tales deta-lles.—Pero el tipo no vino. Se fue a inaugurar una represa o algo así. Decime, es una afrenta.El Chacal enfunda con

semblante contrariado su fusil, lo cuelga por ahí y al volver a sentarse, bebe un desesperado trago de vino tinto. —No me importaban las consecuencias. —dice el chacal— Un hombre debe hacer lo que cree que es correcto.— ¿Por qué era eso de “el Chacal”?—Una estirpe de ejecuto-res, verdugos de tiranos. —Era un buen seudónimo para la ocasión.—Era un símbolo, un ta-lismán. Alguien llamado El Chacal no cultiva la vacilación, no sabe andar titubeando. No podés lla-marte el Chacal y sentir debilidad… Chingolo ¡no tenés idea! La menor idea de lo que yo era capaz.—Eran otros tiempos. —Dice el Chingolo miran-do las llamas, imaginando una escena de película o de un sueño.—Sí. Las circunstancias hoy son harto diferentes.Se ha fumado otro pucho y otra vez el Chingolo sale a tirar la colilla del ciga-rrillo afuera, en la tierra, bajo las estrellas. Está sa-liendo y se acuerda que de joven, por curiosidad, se acercó al Partido de la Liberación y lo sentaron a ver algunos videos usa-

dos para adoctrinamiento, el Che en Bolivia y cosas por el estilo, asuntos que no fue-ron suficientes para desper-tar la militancia, esa entrega que jamás iba a tener. Te vas a llamar Chingolo le dijo en ese entonces el Rafa. Para ciertas cosas que llega-do el momento vas a enten-der, no tenemos nombre de pila y mucho menos apelli-do. Acá sos el Chingolo y yo el Rafa. Pero el Chingolo no apareció más y tampoco lo buscaron. Todo quedó en la nada aun-que desde entonces se hace llamar por ese apelativo tan humilde como sonoro.Los leños dejaron de arder y el candil misérrimo deja cre-cer una bruma tornando bo-rrosos y movedizos algunos objetos, hasta se diría ele-mentos inspiradores de una composición expresionista. El Chingolo ha juntado al-gunas de sus cosas y ya se está yendo. Se lo ve alejarse por el portón entreabierto y ya parece un viejo, un hom-bre abatido por el tiempo y la lucha contra un monstruo invisible. El Chacal entra a su pieza y mira el fusil que debió estar enterrado en la quebrada y que no será en-contrado por los arqueólo-gos fabulistas, al menos no en la Quebrada de La Hor-queta.

FotografíasAlejandro Ahuerma

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Roberto Themis SperoniConocí a ese gran poeta rioplatense por tradición oral. De boca del Maestro Walter Adet. Me recitó tantas veces, en interminables en-cuentros, ese hermoso soneto que Speroni le dedicara a la hija menor de otro poeta, Gustavo García Saraví: Soneto a Paula. Hasta que supe recitarlo de memoria, como un testamento apócrifo y tardío.Pasados los años, en la ciudad de La Plata, me encontré con la escri-tora Ana Emilia Lahitte, quien en una tertulia maravillosa me habló del poeta en la profunda noche. Por el temblor de sus palabras, por la húmeda hojarasca en su mirada, alcancé a comprender que lo ha-bía amado. Que aún lo seguía amando. Así me enteré de ese poema maravilloso adonde Themis Speroni habla por Facundo Quiroga. También supe la historia de un canillita en la plaza de La Rioja, que lo grabó con su cortaplumas en un banco de madera, después de es-cuchar al poeta recitarlo.También, en esa larga evocación, escuché no sin sorpresa que tenía una pasión irreprimible: Cuando las tormentas asomaban sus nubes sobre el Río de La Plata, solía montar desnudo y en pelo los caballos que sustraía de las haras de los Lahitte y salía sin más a enfrentar a la tormenta.Decía: “Ya no se puede escribir como un ser cuerdo, hay que escri-bir como un ciego, como un loco, como un desesperado. Entonces sí estará completa la fórmula, este extraño y doloroso sentido del arte.- La libertad y el sexo acabarán de parir juntos, debajo de las ruinas del hombre. Mañana, vendrán los insectos.”Con los años la imaginación acostumbra a mezclar, tal vez a au-mentar desmesuradamente los recuerdos. El hecho es que estaba convencido, tal vez por el generoso vino con que Ana Emilia había honrado a un huésped salteño, de que así había muerto el poeta The-mis Speroni, en uno de esos arrebatos, alcanzado por un rayo. Nada más lejos de la realidad, y esa historia corre por mi cuenta. Digamos que es atribuible a mi lado de sangre andaluza. Pero a pesar de saber que no es verdadera, insisto en recordarla así cada vez que recito para los amigos el Soneto a Paula, al que también insisto en llamar Soneto para Paula.Una última frase del Poeta, y lo dejo con Ustedes. (J. A. S.)“Hay locos que se creen profetas. Yo soy un profeta que se sabe loco.”

Soneto a la paloma que maté de niño

Todavía conservo entre las manosEl pequeño temblor de tu agonía, Y tu cuerpo de luz, donde cabía

La forma de los aires provincianos.

Herido ante un aliento de manzanosCayó tu corazón y el mediodía

Se quebró en tu garganta y en la míaCon dolores opuestos y lejanos.

Dejé tu muerte azul bajo un ciruelo.El verano cruzaba por el cielo,Jinete en un delgado escalofrío.

La infancia se me fue con el asombro:Por eso, cuando en pájaros te nombro

Tu corazón regresa con el mío.

Dice Facundo Quiroga

Reinafé me cubrió con su granizoY a Reinafé lo espero todavía.

Soy Facundo Quiroga. No hay un guíaQue se atreva a pisar donde yo piso.

Tuve en La Rioja infierno y paraísoCon sangre, piedra y sol de profecía.

En Yaco no murió mi travesía.Y si así fue, será porque Dios quiso.

De Rosas nada sé. Poco me importa.“Para una espera larga, vida corta”

Me han dicho en oro limpio mis paisanos.

Aquí estoy y de aquí ya no me muevo.No necesito potro ni relevo,

Lo espero a Reinafé y a sus hermanos.

Soneto a Paula

Para que alguna vez, cuando yo muera,digas: “el cazador, el silencioso”…

te he de explicar porqué no maté al osocuando tu voz ansiosa lo exigiera.

Primero, yo no mato en primavera.Segundo, en el invierno duerme el oso.Tercero, en el verano es tan gracioso

que no puedo matarlo aunque quisiera.

Por eso, Paula, quiero que recuerdesa un viejo cazador con ojos verdes

que dejó su fusil y su cuchillo

para contarte una pequeña historiasin oso, sin angustia, sin memoria,

un cuento nada más, claro y sencillo.

Fotografías: Obra de Ana Emilia Lahitte sobre Speroni

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"Mi voz y la tuya perdidasse van al olvido para el ayer"

"Zamba del pañuelo" Gustavo Cuchi Leguizamón

Si miras los largos caminospor donde mi triste huella se fue,verás que manchó sus florescon sangre viva mi padecer.

Si escuchas mi dulce guitarraen ella dormida te soñarás,tu sombra será un pañuelosobre la zamba que ya se va.

Si andando, andando, niña,un día mis ojos te ven pasar,el llanto que voy llorandoen los senderos florecerá.

Mi voz y la tuya perdidasse van al olvido para el ayer,mi pena como un pañuelollora en la zamba su atardecer.

Mi pena y tu lento recuerdoporque no me quieres se quieren ya,mi pena le da sus penasy tu recuerdo su soledad.

Si andando, andando, niña,un día mis ojos te ven pasar,el llanto que voy llorandoen los senderos florecerá.

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Paciencia por la muerteCuando vino mi hermano de muy lejosa traerme noticias de su vida;cuando entró con la tarde, como siempresoberbio, desafiante, y sin embargo,tímido como todos los que integranmi familia de gente solitaria, supe, por su ademán, que las semillas andaban bien, lo mismo que los astros, las ráfagas de junio y los salarios ganados por el árbol de su frente, pero también adiviné un sombrío cinturón de tristeza en su garganta, una grampa de tallo vacilante hundida en el calor de su relato.Fumó hasta que la noche estuvo cerca y el licor bailarín gestó de pronto su pólvora de oro. En la penumbra, al lado de un ciprés ardiendo a fuego, lo vi mejor y le arranqué la espiga que trajera en su voz. Luego, con ella, hice un anillo y lo arrojé a las llamas donde estalló como una mariposa.Entonces sonrió. Llenó su vaso y no habló de mi muerte para nada.

Yo soy el asesinoHe asesinado liebres, mariposas, campanas, esmeraldas; he cortado los ojos del geranio y los jacintos, y nadie me ha juzgado todavía. He quemado cabellos y cortezas, piedras de amor, caballos de aventura, líquenes y tristísimas espadas, y la gente se ha vuelto a saludarme con la mano feliz, como si fuera en realidad un hombre, un ser perfecto, jugando con su torre y su navaja.¿Es que no saben ver al solitario, al dios que tiene reventado el seso y la sangre comida por hormigas de brillante metal?... ¿Es que no saben hundir el ojo en un juncal de miedo donde está la verdad, casi desnuda, sostenida por trágicos bejucos?Sin embargo, yo soy el asesino, y ellos siguen torciendo los sombreros y poniéndose un ángel en la boca para darle vejez al solitario.Solamente mis hijos lo comprenden; mis hijos y mi hermano que está lejos, y también mi mujer, con sus medallas, llenas de sangre oscura y de paciencia.-¿Hoy qué has muerto? –me dicen- ¿Qué has quebrado?Y yo, feliz, sonrío y les respondo:-Un coleóptero azul, una ciruela, las caderas de Dios, el pez del viento.

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Del libro “El hombre que amaba a Amy Winehouse”

Texto de amor para Amy Winehouse (Además todas mis cantantes)

Julio Barriga

Por supuesto que, desde niño, la música fue una ayuda im-portante. En mi juventud de-vine contestatario, y toda una revolución musical “progresi-va” constituyó nuestra única forma de realización e iden-tidad. Después renegué de mi rebeldía y la de mis refe-rentes, pedante y superficial, snob (o sea, sin nobleza). Aún así, desde siempre he amado a las cantantes. Me fascinan esas Circes que tienen la ca-pacidad de satisfacernos a miles y millones subliminal-mente y sin otro contacto que con la proyección de sus be-llos seres.Así, dándole ckaito al vola-dor, recuerdo a Edith (Le pe-tite gorr(i)iona) Barbra en al-gunos álbumes de jazz y uno de rock. Liza Minelli, Karen Carpenter, Carmen Mac Rae, Rita Coolidge. Joan Baez me aburre pese a su diáfano regis-tro. Las grandes negras: Billie Holiday, Mahalia, Aretha, Ella, etc. Janis Joplin la suici-da. Grace Slick (de Jefferson Airplane & Starship), Stevie Nicks de Fleetwood Mac,

Cher (no siempre). Sade, Simone, Lisa Stansfield (Barry White con faldas) shempre. Detestaba a Ma-donna, hoy la escucho con gostossa saudade. Of course la bitch Courtney Love vda. de Nirvana. Garotas de bos-sa. Gal, Bethania, Rita Lee, las de Sergio Mendez. Mi-nas de tango, Maria Graña (te acordás) Amelita Baltar vda. de Piazolla, la tana Ri-naldi, por sobre todo Adria-na Varela. De las que aúllan en Castilla: Anita Belén, de la época Victor y Ana o an-tes, Mari Trini pocas veces, algún tango apache en el escalofriante registro de la de Mecano. Country: Dolly Parton, Shania Twain. Ita-lianas recuerdo con molto amore a Milva, Iva Zanic-chi, Gabriela Ferri… pero San Remo dio más hombres

que mujeres.También admiro a Sinead, a Cindy, a la Blondie Debbie, a Paulita Cole, a la de B52 que nunca sé cómo se llama. Dona Hightower y Dinah Hattaway, Donna Summer, incluso a Withney Houston, cuyo cassette defenestraban literalmente mis amigotes rockeros. Toni Braxton, Ma-riah Carey aún con volumen cero. Gloria Gaynor, Daiana Doors, Diana Roos, la ne-gra de Black Box. Me gusta mucho Susy 4, Patti Smith, Nina Von Hagen, Dolores Riordan de Cranberries, Alanis Morrisette, Sheryl Crow. Tracy Chapman, Su-san Vega. Dino no, la de Evanescens tampoco y me desamoré de Bjork luego de un largo y accidentado ro-mance. Odio a Celine y esto ya parece Montaigne (Es-sais) o Barthes por él mis-mo. Que me guste Sabrina Salerno es una calumnia, a la que ni pienso considerar. Kelly Rowland (de Destinys Childs) sí y Beyoncé no. Ali-cia K me seduce por bella y un talento de conservatorio, por eso a ratitos algo con-vencional (mientras Ermita Bodega es lo anticonvencio-nal por excelencia). Laura Branigan y su alarmante y cachonda ronquera, Tiffany, Nikka Costa, Martika, Ale-jandra Guzmán, Gilda (que canta tan bonito en muerta) hasta Julieta Venegas, Hil-da Lizarazu (Man Ray) y algunas (¡perdón!) que no recuerdo ahora. En los 60s Ima Sumac (qué lindo) con un registro aún no superado en el mundo, como si With-ney cantara algo de Luzmi-la, para dar un mal ejemplo. Eddie Gormé, yanqui bole-rista y bossa, era pancito de viena pues acompañaba a Los Panchos. ¡Yvonne Elli-

man! María Magda Elena en Superstar, y casi olvido, a la final, a la preciosa aus-traliana Kilye Minogue.Fueron años de abandonar el alimento del alma y preferir el silencio hasta que no hace mucho escuché (luego vi) a Amy Whinehouse y sen-tí literalmente que algo me atravesaba como una lan-za. La metáfora no es mía sino del poeta irlandés W.B. Yeats quien la aplica al defi-nir el verdadero amor… ¿o la poesía? No me acuerdo…Ella es una joven cantan-ta inglesa más corrida que gallina entrerriana. De una vasta y devastadora carrera desde los trece años. Chu-par y trompearse en los pubs aún le deja tiempo para ser excelente guitarrista e inspi-rada compositora. Lo suyo es el soul, mezcla de jazz y blues en distintas proporcio-nes. También hace reggaes con aire de calipso y otros géneros tropicales, baladas de rock como en los sesen-tas. Todo estos acompañado de unas letras aquejadas de Síndrome de Tourette, para decirlo suave. (Obscenidad, violencia, sexo explícito, etc.) . Amy en la matrix es más famosa por sus incon-ductas y excesos que por su arte, de los que se sirve en su obra con sorprendente y nunca pasteurizada sinceri-dad: (“Adiccted”, “Rehab”, y… ¡vade retro! “Fuck my pumps”). Back to black es hasta ahora su álbum em-blemático en más de una acepción (cultural, musical, moral).Para ella cantar es conna-tural a respirar, nunca se detiene a tomar aire. Aún afónica y engripada hasta el hueso alcanza raros clímax en la canción no elevando la voz sino bajándola hasta Fo

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Ahora con Local en elHiper Libertad

casi apagarla, como el susu-rro de un gato aplastado por un armario. Perfección en el desfallecimiento. Desgarba-da y vacilante, bailando a ve-ces fuera de compás y como si fuera a orinarse; más bella que un clipper cortando una tormenta, ilustra a la perfec-ción el oxímoron borgeano de la graciosa (¡elegante?) torpe-za y se me revela como un ser de patética belleza, de subli-me desamparo, alguien cuya fuerza radica en su fragilidad, su feroz inocencia, su sinies-tra ternura.Amy piernas de palillo, ecto-plasmática. Ojos siderales de Lilith en una Babilonia infor-mática, sus tatuajes lombro-sianos, su frondosa cabellera. Y parece que toda esa inmen-sidad (cantar seductoramente) le costaría menos que tirarse un pedo, es un pajarito, es un tigre instantáneamente y a voluntad cantando con la per-fecta ecuanimidad de las esta-tuas. Realmente a Amy todo le vale un reverendo carajo.En Glastonbury (2007) en la total posesión y exaltación de sus dones, es la dueña del circo al que hace evolucionar como a un reloj atómico ante nuestra maravilla. La omni-potencia de su dominio escé-

nico manda a bailar a públi-co y orquesta como perritos amaestrados y… ¡detiene la lluvia!En Lisboa (Rok´n Río, 2008) alcanza un alto grado de so-fisticada perfección, paté-tica y desvalida, de poner-se a cantar en cuatro pies o comiendo un caramelo. Con ese inquebrantable ánimo hecho moco nos conmueve tanto cuando al gemir “Love is e losing game”, memora alguna(s) perrería(s) de su existencia y el trago se le empieza a salir por los ojos. Así, desjuerzada, resulta ser de sublime seducción. Mientras tanto los grones se despepitan bailando. Nos previene con ingenuidad perversa de que usa y abusa, de que ella no es buena (“You know I am not good”). Ya lo sabíamos Amy, así como ad-quirimos esa álgida verdad desde siempre: las únicas chicas buenas son las malas. En su conducta errática, en su trance sagrado, tiene la capacidad de hacernos creer que es a tí, solamente a tí a quien se dirige.Para entonces el público está más arrecho que mono col-gau del techo. Y los grones del coro saltando y brincan-

do como sapos rociados con sal. En ese aquelarre que es Glastonbury (Isla de Wight 2007, la única herencia de Woodstock) presenta su ho-menaje nada más ni nada menos que a Sus Majesta-des Satánicas. ¡Ningún piojo tuerto!Ella es la cantante afónica, la cantanta del pueblo de los ratones de que nos habla Kafka. Hay un momento en que pasa a ser la luz de mi oscuridad. No puede ser más que un ángel travestido con alas de murciélago, un vivo paradigma de la gracia di-vina. (Es divina porque es demoníaca: terrible es todo ángel, y sin embargo/ ¿quién entre las legiones celestiales/ me escuchará…? Rilke, 1ra. Elegía). Una artista que re-sulta ideal para cargarla con todos nuestros karmas, catár-tica. Amy nos salva, nos redime destruyéndose a sí misma. Hay algo de morbosa fasci-nación en ese hermosísimo ser faunesco, bastante fairy que se sacrifica a nuestra vista (y oído) para nuestro deleite, y la elevación de nuestra alma, corazón, zo-nas vagamente imaginadas bajo esos nombres cantando con los fuelles sobre el úte-ro. Ella es la más macha de las mujeres, deidad egipcia, la diosa Cocodrilo del Nilo que se devora a todos, y jue-ga fútbol, hace campaneadas con mi corazón.Necesitamos aferrarnos a un amor desesperado para nutrir nuestra propia desespera-ción. Intuyo en ella la sole-dad de las cantantes, como la soledad del corredor de fon-do, siempre en feroz com-petencia consigo misma. La enorme presión de su singu-laridad, de su unicidad. Tam-bién intuyo en esta flaquita divina y autodestructiva, una

gigante y poderosa transna-cional anónima.Gime, gruñe, suspira, sollo-za, jadea, se enfurruña, ca-lla… y todo es canto. A la final me parece que canta como si no estuviera cantan-do. O como dice Hölderlin de Orfeo: Ella ya no está y en su lugar creció un árbol de canto.Que haya siempre una mu-jer cantando en el horizonte mientras nos dirigimos a la muerte. Que esa mujer sea Amy.

La cantante de Soul Rocío Riera: Recital “Homenaje a Amy Winehouse”Fotografía de Sebastián Marucci.

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Mario Casacci

Treinta mil30.000, antes era sólo una cifraahora es la metáfora del terror.El cielo de espalda a la vida,de espalda y huecocomo un innecesario ojo azul en la nada.30.000, debería ser sólo un número,pero no, ya no podrá serloporque hay sangre reseca, podriday profanada, que se cansó de gritary de correr, bajo este mismo cielo,ausente, solo, desparejo.

Y uno tampoco es un número,Pero sí un dolor.Un dolor que sabe en qué calle vive la manoy el corazón de quien se robó tanta primavera,tantos nombres queridos, tantas esperanzas,tantos sueños.

¡No!, 30.000, jamás volverá a serSólo un número, o una cifra, acá, en esta tierra.Po

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Fotografías de Alejandro Ahuerma

Víctor Ruiz en el piano de Martín