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ción de la tercera, ni es tampoco un remake de la primera, es más bien un replanteamiento de la se- rie y del personaje mismo. Se supone que el personaje central es Mad Max, pero la verdad es que ha sido Imperator Fu- riosa quien ha conquistado el corazón cinéfilo de los críticos de cine en todas partes. Son particular- mente interesantes los apuntes feministas antima- chistas, antifanáticos y religiosos (y sobre la mani- pulación religiosa) de esta cinta, que pudo haberse conformado con la pura acción y, para nuestra for- tuna, no lo hizo. . . . . . . . . . . Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road). Dirección: George Miller. Guión: George Miller, Brendan McCarthy y Nick Lathouris. Fotografía: John Seale. Música: Junkie XL. Con: Tom Hardy, Charlize eron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne y Zoë Kravitz, entre muchos otros. Países: Australia y Estados Unidos. 120 minutos. [Si quieres leer la versión larga de esta reseña y muchas más, visita: hp://ornitorrinkko.blogs- pot.mx] [www.facebook.com/Ornitorrinkko] [Twier: @ornitorrinkko] Cerca de Saltillo SOBRE DORIAN GRAY Armando J. Guerra La vida no puede escribirse, sólo puede vivirse. OSCAR WILDE El irlandés Oscar Wilde nació en Dublín el 16 de octubre de 1854 y murió el 30 de noviembre de 1900, en París, Francia. Tenía tan sólo 46 años al morir, en la indigencia total. Escribió cuentos y obras de teatro, pero sólo una novela: El retrato de Dorian Gray. Creo que Wilde únicamente reflejó a la naturaleza, pero a la inversa, al escribir su gran nove- la. En la obra, el personaje desea ser joven por siempre y su deseo se cumple a través de un retrato que Gray tiene escondido. Su representación pictórica (su yo pintado) es la que envejece mientras que él, Dorian Gray, permanece joven. Me parece que sucede lo mismo con cada uno de nosotros, los simples mortales. El joven está por siempre dentro de nosotros y permanece así, lozano y fresco. Sin embargo nuestro cuerpo envejece, y al paso de los años nuestro cuerpo muestra no sólo la edad sino las enfermedades y los excesos. Pero nuestros ojos internos únicamente son capaces de ver en los espejos que nos reflejan a nuestro “yo interior”, siempre joven, por eso batallamos para reconocer nuestro envejecimiento. No obstante, vemos envejecer a nuestros semejantes, vemos su verdadero yo, y ellos ven el nuestro; sólo nosotros —cada uno de nosotros— vemos nuestra eterna juventud interior. Oscar Wilde mostró en su novela un reflejo invertido de lo que la naturaleza ha hecho siem- pre, y somos felices con nuestro yo interno siempre joven, siempre bello y siempre inteligente. Es nuestro cuerpo el viejo, el feo y el tonto. EL GRITO DE (MIS) DOLORES Jesús de León Mexicanos, que lo único que conocen de la historia patria es la matraca de las ceremonias del 15 de Septiembre, cómo van a vivir los héroes de la Independencia si ustedes ni siquiera saben cómo se llamaban. Cómo va a vivir la Revolución si ustedes piensan que es sólo una avenida. Cómo van a vivir Juárez, Hidalgo y Morelos, si ustedes sólo ubican estos nombres como esta- ciones del metro chilango. ¿Ustedes creen que yo me atrevería a salir al balcón a dar un grito, cuando ya desde ahorita los saqué a balcón a todos? ¿Quieren acaso que me arriesgue a que me avienten una pedrada? (O varias.) Ni que fuera Echeverría en Ciudad Universitaria. No daré ese grito. No gritaré “¡Viva México!” como quien grita: “¡Viva yo!”, porque si después de este alarido sigo vivo será de puro milagro (o corro el riesgo de acabar en La Rotonda de los Hombres Ilustres, que para el caso es lo mismo). ¡Créanme! Quisiera con mi mejor buena fe gritar que este México nuestro vive, pero entonces miro a mi alrededor: mis colegas haciéndose pendejos, mis alumnos tirando baba en cantidades industriales o tiran- do bilis cuando los corrijo y mis paisanos, en general, más perdidos en este peladero que si fueran indios nómadas. ¿Y ante este montón de atarantados debo afirmarme y afirmarlos como ciudadanos de este país? Ay, si hasta a los gringos se les caen sus torres (las torres que en el cielo se creyeron y un día cayeron en la humillación…) ¡Qué premonitorio suena todo eso! ¿Cómo he de conservar yo el equilibrio? Pues a’i les va: ¡Viva México, cabrones! ¡Y sálvese quien pueda! REPORTE COORDINADORES : ARMANDO JAVIER GUERRA GUERRA Y GIOVANNI HERNÁNDEZ ESPITIA DISEÑO E IMPRESIÓN : QUINTANILLA EDICIONES SEGUNDA ÉPOCA, NO. 1, AÑO 1, AGOSTO 2015 Alguien ha despertado temprano y ha tomado una flauta. Su música enciende los caminos que dan a la llanura. Alguien ha escuchado el arribo de una nao y siente alegría. Sobre la tierra ocre, el nombre de Pequeño Sol se hace oír diez veces. Nadie sabe por qué sus ojos son más grandes, nadie sabe cómo es que el agua del mar le regaló listones de colores. En la llanura tan verde, el aire a punto de vapor. Entre la niebla, los listones se mezclan. Grandes nubes blancas trotan. Nubes caballo. Son propias de Pequeño Sol y del cielo. El cielo es propio de quien lo toca suavemente con las palmas desnudas. Las palmas desnudas son propias de la oración a los signos del aire y el suelo. Sobre la llanura tornasolada, los caballos de nube van rumbo a la entrada de Luoyang. Luoyang se abre como un abanico frente a un enamorado. Luoyang se entrega como flor a su consorte: la ciudad se ha suspendido entre las nubes traídas por Pequeño Sol. Es propicio abrirle las puertas de su templo. Dentro de la ciudad enamorada, un templo, un niño mon- tado sobre nubes caballo y un monje deslumbrado por los co- lores de la niebla. El Templo del Caballo Blanco agradece los corceles devuel- tos por Pequeño Sol. Lo mira con sus ventanas milenarias y lo abraza en la habitación que da al noreste. Le quita sus ropas y le entrega una túnica teñida de tierra. Pronto, los pies de Pequeño Sol calzarán unas sandalias de paja que nunca perderán su olor a pino joven. El Templo del Caballo Blanco huele a arroz cocido entre nubes y velas perfumadas. Su gente habla a través de platillos y campanas, todo es muy quieto aquí. Pequeño Sol agradece con su boca abierta bajo la estrella de la mañana. Hay un niño que canta y distrae al resto de los monjes en su oración matutina. Déjenlo fluir, su corazón estará lleno de canciones bellas para el silencio al mediodía. Hay un niño que laza el cielo del Japón con el cielo donde pusimos el primer templo chino de Buda. Déjenlo lazarlos. Sus listones, como sus manos, serán de aire al atardecer. ESTACIÓN BUKI LISTONES ENTRE LA NIEBLA Marlén Curiel-Ferman EL LOS ENCOBIJADOS

El Reporte. Agosto

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El Reporte. Revista cultural de la Universidad Autónoma de Coahuila y la Secretaria de Cultura de Coahuila. En este numero colaboran: Marlén Curiel-Ferman Jesús de León, Mónica Álvarez Herrasti, Armando J. Guerra, Ángeles Dimas, Jesús Guerra y Silvia De la Fuente. Coordinadores. Armando J, Guerra y Giovanni Hernández Espitia. Colaboraciones al correo [email protected]

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Page 1: El Reporte. Agosto

ción de la tercera, ni es tampoco un remake de la primera, es más bien un replanteamiento de la se-rie y del personaje mismo.

Se supone que el personaje central es Mad Max, pero la verdad es que ha sido Imperator Fu-riosa quien ha conquistado el corazón cinéfilo de los críticos de cine en todas partes. Son particular-mente interesantes los apuntes feministas antima-chistas, antifanáticos y religiosos (y sobre la mani-pulación religiosa) de esta cinta, que pudo haberse conformado con la pura acción y, para nuestra for-tuna, no lo hizo.

. . . . . . . . . .

Mad Max: Furia en el camino (Mad Max: Fury Road). Dirección: George Miller. Guión: George Miller, Brendan McCarthy y Nick Lathouris. Fotografía: John Seale. Música: Junkie XL. Con: Tom Hardy, Charlize Theron, Nicholas Hoult, Hugh Keays-Byrne y Zoë Kravitz, entre muchos otros. Países: Australia y Estados Unidos. 120 minutos.

[Si quieres leer la versión larga de esta reseña y muchas más, visita: http://ornitorrinkko.blogs-pot.mx] [www.facebook.com/Ornitorrinkko] [Twitter: @ornitorrinkko]

Cerca de Saltillo

S O B R E D O R I A N G R A YArmando J. Guerra

La vida no puede escribirse, sólo puede vivirse.OSCAR WILDE

El irlandés Oscar Wilde nació en Dublín el 16 de octubre de 1854 y murió el 30 de noviembre de 1900, en París, Francia. Tenía tan sólo 46 años al morir, en la indigencia total. Escribió cuentos y obras de teatro, pero sólo una novela: El retrato de Dorian Gray.

Creo que Wilde únicamente reflejó a la naturaleza, pero a la inversa, al escribir su gran nove-la. En la obra, el personaje desea ser joven por siempre y su deseo se cumple a través de un retrato que Gray tiene escondido. Su representación pictórica (su yo pintado) es la que envejece mientras que él, Dorian Gray, permanece joven.

Me parece que sucede lo mismo con cada uno de nosotros, los simples mortales. El joven está por siempre dentro de nosotros y permanece así, lozano y fresco. Sin embargo nuestro cuerpo envejece, y al paso de los años nuestro cuerpo muestra no sólo la edad sino las enfermedades y los excesos. Pero nuestros ojos internos únicamente son capaces de ver en los espejos que nos reflejan a nuestro “yo interior”, siempre joven, por eso batallamos para reconocer nuestro envejecimiento.

No obstante, vemos envejecer a nuestros semejantes, vemos su verdadero yo, y ellos ven el nuestro; sólo nosotros —cada uno de nosotros— vemos nuestra eterna juventud interior.

Oscar Wilde mostró en su novela un reflejo invertido de lo que la naturaleza ha hecho siem-pre, y somos felices con nuestro yo interno siempre joven, siempre bello y siempre inteligente. Es nuestro cuerpo el viejo, el feo y el tonto.

EL GRITO DE (MIS) DOLORESJesús de León

Mexicanos, que lo único que conocen de la historia patria es la matraca de las ceremonias del 15 de Septiembre, cómo van a vivir los héroes de la Independencia si ustedes ni siquiera saben cómo se llamaban. Cómo va a vivir la Revolución si ustedes piensan que es sólo una avenida. Cómo van a vivir Juárez, Hidalgo y Morelos, si ustedes sólo ubican estos nombres como esta-ciones del metro chilango. ¿Ustedes creen que yo me atrevería a salir al balcón a dar un grito, cuando ya desde ahorita los saqué a balcón a todos? ¿Quieren acaso que me arriesgue a que me avienten una pedrada? (O varias.) Ni que fuera Echeverría en Ciudad Universitaria.

No daré ese grito. No gritaré “¡Viva México!” como quien grita: “¡Viva yo!”, porque si después de este alarido sigo vivo será de puro milagro (o corro el riesgo de acabar en La Rotonda de los Hombres Ilustres, que para el caso es lo mismo). ¡Créanme! Quisiera con mi mejor buena fe gritar que este México nuestro vive, pero entonces miro a mi alrededor: mis colegas haciéndose pendejos, mis alumnos tirando baba en cantidades industriales o tiran-do bilis cuando los corrijo y mis paisanos, en general, más perdidos en este peladero que si fueran indios nómadas.

¿Y ante este montón de atarantados debo afirmarme y afirmarlos como ciudadanos de este país? Ay, si hasta a los gringos se les caen sus torres (las torres que en el cielo se creyeron y un día cayeron en la humillación…) ¡Qué premonitorio suena todo eso! ¿Cómo he de conservar yo el equilibrio? Pues a’i les va: ¡Viva México, cabrones! ¡Y sálvese quien pueda!

REPO

RTE

COORDINADORES : A R M A N D O J AV I E R G U E R R A G U E R R A Y G I O VA N N I H E R N Á N D E Z E S P I T I A DISEÑO E IMPRESIÓN : Q U I N TA N I L L A E D I C I O N E S

S E G U N D A É P O C A , N O . 1 , A Ñ O 1 , A G O S T O 2 0 1 5

Alguien ha despertado temprano y ha tomado una flauta. Su música enciende los caminos que dan a la llanura. Alguien ha escuchado el arribo de una nao y siente alegría.

Sobre la tierra ocre, el nombre de Pequeño Sol se hace oír diez veces. Nadie sabe por qué sus ojos son más grandes, nadie sabe cómo es que el agua del mar le regaló listones de colores.

En la llanura tan verde, el aire a punto de vapor. Entre la niebla, los listones se mezclan.

Grandes nubes blancas trotan. Nubes caballo. Son propias de Pequeño Sol y del cielo. El cielo es propio de quien lo toca suavemente con las palmas desnudas. Las palmas desnudas son propias de la oración a los signos del aire y el suelo.

Sobre la llanura tornasolada, los caballos de nube van rumbo a la entrada de Luoyang.

Luoyang se abre como un abanico frente a un enamorado. Luoyang se entrega como flor a su consorte: la ciudad se ha suspendido entre las nubes traídas por Pequeño Sol. Es propicio abrirle las puertas de su templo.

Dentro de la ciudad enamorada, un templo, un niño mon-

tado sobre nubes caballo y un monje deslumbrado por los co-lores de la niebla.

El Templo del Caballo Blanco agradece los corceles devuel-tos por Pequeño Sol. Lo mira con sus ventanas milenarias y lo abraza en la habitación que da al noreste. Le quita sus ropas y le entrega una túnica teñida de tierra. Pronto, los pies de Pequeño Sol calzarán unas sandalias de paja que nunca perderán su olor a pino joven.

El Templo del Caballo Blanco huele a arroz cocido entre nubes y velas perfumadas. Su gente habla a través de platillos y campanas, todo es muy quieto aquí.

Pequeño Sol agradece con su boca abierta bajo la estrella de la mañana.

Hay un niño que canta y distrae al resto de los monjes en su oración matutina. Déjenlo fluir, su corazón estará lleno de canciones bellas para el silencio al mediodía.

Hay un niño que laza el cielo del Japón con el cielo donde pusimos el primer templo chino de Buda. Déjenlo lazarlos. Sus listones, como sus manos, serán de aire al atardecer.

ESTACIÓN KABUKI

L I S T O N E S E N T R E L A N I E B L AMarlén Curiel-Ferman

EL

LOS ENCOBIJADOS

Page 2: El Reporte. Agosto

NEGRO(Parte 1 de 3)

Silvia de la Fuente

La cama negra del cuarto negro de las horas

negras.

Ya nadie existe para estas horas. Es muy

tarde. Tanto que el minutero de la sala puede

retrasarse. Tanto que ellos no piensan ser vistos,

ni siquiera por mí.

Le escucho hablar despacito. Habla de una

reconciliación, de los niños, de lo mucho que se

extraña ser acariciado por un tacto inmenso. Ha-

bla bajito, pausado, lento, lleno de silencios que

me parecen larguísimos porque quiera o no, siem-

pre tiene un enunciado puntual para terminar la

frase. Rellena los espacios y sus conjuntos, la voz

que tiembla por los acabados minimalistas de las

En 1979 y 1981 las dos primeras películas de Mad Max fueron, de alguna manera, aterradoras. Fueron éxitos de taquilla y, sobre todo, ejercieron una enorme influencia en el cine y en la cultura pop del planeta. Mostra-ron una visión enloquecida del futuro que nos provocó miedo y, por lo tanto, nos fascinó. Desde el punto de vista cinematográfico fueron inno-vadoras, muy entretenidas, estéticamente arriesgadas y delirantes en con-tenido. En 1985, la tercera cinta de la serie, Mad Max Beyond Thunderdo-me, mostraba la decadencia de la saga. Los espectadores ya nos habíamos acostumbrado. Ya sabíamos qué esperar.

Treinta años después de la tercera cinta, George Miller, el mismo realizador de las tres anteriores y creador de los personajes, nos trae de re-greso ese universo enloquecido de la humanidad postapocalíptica, y logra de nuevo lo que hizo en 1979 y 1981: asustarnos y fascinarnos.

Pero Mad Max: Furia en el camino, aunque de hecho es Mad Max 4, debido al tiempo que ha pasado entre las primeras tres obras y ésta, de-bido a los cambios de estilo, a los avances técnicos de la cinematografía, a los cambios en los espectadores mismos, es una obra que en realidad está fuera de la secuencia temporal de las primeras tres: no es una continua-

EL ORNITORRINKKO

MAD MAX: FURIA EN EL CAMINO DE GEORGE MILLER

Jesús Guerra

“Abr

igos

” de

Món

ica

Álv

arez

Her

rast

i.

nuevas casas americanas, la voz que sabe ordenar

letras y relaciones públicas, más gente llena de libros

y más gente y más letras. La voz del tipo ése, dueño

del cuarto negro.

Vi el abrazo y el beso y la lamida desde el ven-

tilador del techo, desde las puertitas simpáticas de la

cocina, desde el librero kilométrico y hermoso, desde

el cuarto de servicio, antecomedor de penas. Lo vi

todo desde el balcón de las mujeres tristes.

Yo estaba atorada en una columna, esquinada

en el rincón de los silencios, donde todos los escri-

tores se convierten en psicópatas, donde los ángulos

dejan de ser obtusos.

El olor de la discusión les dejó húmedas las

bocas, tiesos los torsos para vivificar su historia. El

cuerpo se le inyecta encima, es una catedral, la pin-

che catedral llena de lamentos barrocos de súplicas

churriguerescas engarzándose en los escalones de

su vientre, atascando sus huecos; ella sumiéndose

en la pirámide del tipo ése. La catedral del pueblo

va implantando cada pulso. Es cemento vivo, granito

ardiente, furia de virgen y de madre. Aplasta la pi-

rámide, la adorna con sus angelitos de los pechos,

los retablos de sus muslos, cada estación apasionada

desangrándose en lubricaciones bíblicas por todo lo

largo del hombre pirámide. Un templo tan suyo, lo

chifla , lo vuelve a besar, que cómo te extrañé, por

qué y en dónde estabas, que todo puede mejorar, que

tú me haces bien, que no la chingues, cómo me gus-

tas, que sí esto y lo otro, que nada es mejor a él y que

si se queda, que si por favor pudiera quedarse.

La catedral se puso en su punta, ni siquiera se

detuvo a preguntar. Y no me cabe en la cabeza ni en

el pecho cómo es posible que alguien tan ajena pue-

da volver por una pirámide abandonada, cayéndose,

teniendo miedo a todo, viviendo sin vivir así siempre,

en silencio. Llega a conquistar y él se queda para ser

conquistado.

Una de cada siete personas lo padece. Así te lo dice y le

crees. Aprendiste no hace mucho a verbalizar. Un verbo es

lo que hace el sujeto en una oración. Una oración frente

a la imagen del Cristo cuyo rostro fue despedazado. No

crees en él, se ve tan débil con esa herida paralela a las

costillas, fuente de sangre seca. Sangre que lamerías en

busca de un milagro. En casa hay un Cristo que alguien

abandonó y a quien de buena gana podrías encomendar-

te. Tienes una cicatriz paralela a las costillas pero no en

el costado. Conoces el dolor a través de una facies rígida,

no más. Quizás Cristo alguna vez tuvo una expresión en el

rostro. En genética, la anormalidad confunde a las neuro-

nas, el dolor ajeno las perturba. Una vez, en la iglesia, Cris-

to te miró. Tus hemisferios están mal conectados. Quizás

fue la mirada de Cristo lo que causó el trauma, nadie supo

de aquel incidente. Algunas vías cerebrales se encargan de

aislar emociones; en los niños, esto es reversible. Quizás si

creyeras en la poderosa sangre de Cristo… Psicoterapia y

antidepresivos para controlar la ansiedad. No practiques

el autoconocimiento, es contraproducente. La angustia es

la única emoción real. Enfrenta las cosas. ¿Cristo sentiría

dolor cuando en un corte coronal le arrancaron el rostro

y le dejaron ese pedazo de yeso asomándose por enci-

ma del cuello? Nada es garantía de un buen resultado. El

diagnóstico: Destrucción de las vías emocionales. Aprende

con base en los hechos, la experiencia tiene una expresión

somática. Te has preguntado ¿dónde se leen los sentimien-

tos? ¿Dónde se construyen las sensaciones? Intercambios

lingüísticos transitan del sistema límbico hacia la corteza.

Cristo es asintomático a las pesadillas y al mal dormir, no

los comprende. Tienes problemas sexuales, Cristo también

los tiene. Ambos sufren. Los dos perciben, detectan, asi-

milan, integran, limitan las superficies donde se estanca

la sangre. Sus gargantas exhalan a través de glándulas

sudoríparas la frustración que les exprime los ojos. Cristo

se separa del abrazo eterno, estado en el que ha de dejarlo

la cruci-ficción. Tus emociones, todas son circunstanciales.

A l e x i t i m i a a s u i m a g e n

y s e m e j a n z a :Ángeles Dimas