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EL ROMANCERO El romance es una estrofa típicamente española. Formada por un número indefinido de versos de los que riman los pares en asonante y quedan libres los impares. Suelen ser narraciones breves, con comienzos “in medias res” y, a menudo con final abierto. Suele haber abundantes diálogos. Se supone que los romances más antiguos aparecieron al descomponerse algún cantar de gesta en fragmentos narrativos breves que serían interpretados de manera independiente al resto de la narración. De hecho, se conservan numerosos romances vinculados a personajes de la épica castellana (el Cid, los infantes de Lara). Tras el éxito de las recopilaciones del siglo XV, el romance fue utilizado como estrofa asiduamente por escritores posteriores, hasta el siglo XX. Este romancero posterior a la Edad Media tiene rasgos y temas diferentes al romancero viejo. Sus autores son conocidos. Se denomina romancero al conjunto de romances. Se suelen clasificar en tres tipos principales: 1. Romancero viejo: Anónimos, de origen oral. Recogidos en recopilaciones en los siglos XV- XVI. Por su temática se pueden clasificar: Épicos. (Con personajes de la epopeya castellana.) Fronterizos. (Ambientados en la Reconquista.) Caballerescos (Leyendas del Rey Arturo, Carlomagno, etc.) Novelescos. (Narraciones breves completas.) Líricos (en los que casi desaparece el componente narrativo). 2. Romancero tradicional: Anónimos, de difusión oral hasta la actualidad. Muchos se han conservado con música. Tienen una métrica muy variada. Un subgrupo especial dentro de este grupo son los “romances de ciego”, con temas generalmente escabrosos basados en sucesos y leyendas con abundancia de adulterios, crímenes, etc. 3. Romancero nuevo: Textos de origen escrito y con autores conocidos. Desde el siglo de Oro –Quevedo, Lope de Vega- hasta la poesía moderna – García Lorca, Miguel Hernández-, poetas de reconocido prestigio han utilizado el romance como una estrofa

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EL ROMANCERO

El romance es una estrofa típicamente española. Formada por un número indefinido de versos de los que riman los pares en asonante y quedan libres los impares. Suelen ser narraciones breves, con comienzos “in medias res” y, a menudo con final abierto. Suele haber abundantes diálogos.

Se supone que los romances más antiguos aparecieron al descomponerse algún cantar de gesta en fragmentos narrativos breves que serían interpretados de manera independiente al resto de la narración. De hecho, se conservan numerosos romances vinculados a personajes de la épica castellana (el Cid, los infantes de Lara).

Tras el éxito de las recopilaciones del siglo XV, el romance fue utilizado como estrofa asiduamente por escritores posteriores, hasta el siglo XX. Este romancero posterior a la Edad Media tiene rasgos y temas diferentes al romancero viejo. Sus autores son conocidos.

Se denomina romancero al conjunto de romances. Se suelen clasificar en tres tipos principales:

1. Romancero viejo: Anónimos, de origen oral. Recogidos en recopilaciones en los

siglos XV- XVI. Por su temática se pueden clasificar:

Épicos. (Con personajes de la epopeya castellana.) Fronterizos. (Ambientados en la Reconquista.) Caballerescos (Leyendas del Rey Arturo, Carlomagno, etc.) Novelescos. (Narraciones breves completas.) Líricos (en los que casi desaparece el componente narrativo).

2. Romancero tradicional: Anónimos, de difusión oral hasta la actualidad.

Muchos se han conservado con música. Tienen una métrica muy variada. Un subgrupo especial dentro de este grupo son los “romances de ciego”, con

temas generalmente escabrosos basados en sucesos y leyendas con abundancia de adulterios, crímenes, etc.

3. Romancero nuevo: Textos de origen escrito y con autores conocidos.

Desde el siglo de Oro –Quevedo, Lope de Vega- hasta la poesía moderna –García Lorca, Miguel Hernández-, poetas de reconocido prestigio han utilizado el romance como una estrofa

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ROMANCERO VIEJO.

Romances épicos. Romances fronterizos.

Romances caballerescos. Romances novelescos.

Romances líricos.

Romances épicos:

ROMANCE DE DON RODRIGO DE LARA

A cazar va don Rodrigo y aun don Rodrigo de Lara, con la gran siesta que hace se ha arrimado a una haya, maldiciendo a Mudarrillo, hijo de la renegada, que si a las manos lo hubiese que le sacaría el alma. El señor estando en esto, Mudarrillo que asomaba. -Dios te salve, caballero, debajo la verde haya. -Así haga a ti, escudero, buena sea tu llegada. -Dígasme tú, el caballero, ¿cómo era la tu gracia? -A mí dicen don Rodrigo, y aun don Rodrigo de Lara, cuñado de Gonzalo Gustos, hermano de doña Sancha; por sobrinos me los hube los siete Infantes de Lara; espero aquí a Mudarrillo, hijo de la renegada; si delante lo tuviese, yo le sacaría el alma. -Si a ti dicen don Rodrigo, y aun don Rodrigo de Lara, a mí Mudarra González, hijo de la renegada; de Gonzalo Gustos hijo, ahijado de doña Sancha; por hermanos me los hube los siete Infantes de Lara. Tú los vendiste, traidor, en el valle de Arabiana, mas si Dios a mí me ayuda, aquí dejarás el alma. -Espéresme, don Gonzalo, iré a tomar las mis armas. -La espera que tú les diste a los infantes de Lara. Aquí morirás, traidor, enemigo de doña Sancha.

ROMANCE DE VELLIDO DOLFOS

Sobre el muro de Zamora; vide un caballero erguido; al real de los castellanos da con grande grito: —¡Guarte, guarte, rey don Sancho, no digas que no te aviso, que del cerco de Zamora un traidor había salido; Vellido Dolfos se llama, hijo de Dolfos Vellido, si gran traidor fue su padre, mayor traidor es el hijo; cuatro traiciones ha hecho, y con ésta serán cinco! Si te engaña, rey don Sancho, no digas que no te aviso. Gritos dan en el real: A don Sancho han mal herido! ¡Muerto le ha Vellido Dolfos; gran traición ha cometido! Desque le tuviera muerto, metióse por un postigo, por las calle de Zamora va dando voces y gritos: —¡Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido!

Romances fronterizos:

ALORA LA BIEN CERCADA

Alora la bien cercada, tú que estás en pos del río, cercóte el Adelantado una mañana en domingo, de peones y de armas el campo bien guarnecido; con la gran artillería hecho te había un portillo. Viérades moros y moras todos subir al castillo; las moras llevaban ropa, los moros harina y trigo, las moricas de quince años llevaba el oro fino, y los moricos pequeños llevaban la pasa y higo. Por cima de la muralla su pendón llevan tendido. Entre almena y almena quedado se había un morico con una ballesta armada y en ella puesta un cuadrillo. En altas voces decía, que la gente lo había oído: "¡Tregua, tregua, Adelantado, por tuyo se da el castillo!" Alza la visera arriba por ver el que tal le dijo, asestárale a la frente, salido le ha el colodrillo. Sacólo Pablo de rienda, y de mano Jacobillo, estos dos que había criado en su casa desde chicos. Lleváronle a los maestros por ver si será guarido. A las primeras palabras el testamento les dijo.

ABENÁMAR Y EL REY DON JUAN

-¡Abenámar, Abenámar, moro de la morería, el día que tú naciste grandes señales había! Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida, moro que en tal signo nace no debe decir mentira. Allí respondiera el moro, bien oiréis lo que diría: -Yo te la diré, señor, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; siendo yo niño y muchacho mi madre me lo decía que mentira no dijese, que era grande villanía; por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diría. -Yo te agradezco, Abenámar, aquesa tu cortesía, ¿Qué castillos son aquellos?

¡Altos son y relucían! -El Alhambra era, señor, y la otra la mezquita, los otros los Alixares, labrados a maravilla. El moro que los labraba cien doblas ganaba al día, y el día que no los labra, otras tantas se perdía. El otro es Generalife, huerta que par no tenía, el otro Torres Bermejas, castillo de gran valía. Allí habló el rey don Juan bien oiréis lo que decía: -Si tú quisieras, Granada, contigo me casaría; daréte en arras y dote a Córdoba y a Sevilla. -Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el moro que a mí me tiene muy grande bien me quería.

ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE ALHAMA

Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla. —¡Ay de mi Alhama!— Cartas le fueron venidas que Alhama era ganada. Las cartas echó en el fuego y al mensajero matara, —¡Ay de mi Alhama!— Descabalga de una mula, y en un caballo cabalga; por el Zacatín arriba subido se había al Alhambra. —¡Ay de mi Alhama!— Como en el Alhambra estuvo, al mismo punto mandaba que se toquen sus trompetas, sus añafiles de plata. —¡Ay de mi Alhama!— Y que las cajas de guerra apriesa toquen el arma, porque lo oigan sus moros, los de la vega y Granada. —¡Ay de mi Alhama!— Los moros que el son oyeron que al sangriento Marte llama, uno a uno y dos a dos juntado se ha gran batalla.

—¡Ay de mi Alhama!— Allí fabló un moro viejo, de esta manera fablara: “¿Para qué nos llamas, rey, para qué es esta llamada?” —¡Ay de mi Alhama!— “Habéis de saber, amigos, una nueva desdichada: que cristianos de braveza ya nos han ganado Alhama.” —¡Ay de mi Alhama!— Allí fabló un alfaquí de barba crecida y cana: “Bien se te emplea, buen rey, buen rey, bien se te empleara. —¡Ay de mi Alhama!— Mataste los Bencerrajes, que eran la flor de Granada, cogiste los tornadizos de Córdoba la nombrada. —¡Ay de mi Alhama!— Por eso mereces, rey, una pena muy doblada: que te pierdas tú y el reino, y aquí se pierda Granada. “ —¡Ay de mi Alhama!—

LA MORA CAUTIVA EN ANTEQUERA

Suspira por Antequera el rey moro de Granada: no suspira por la villa, que otra mejor le quedaba, sino por una morica que dentro en la villa estaba; blanca, rubia a maravilla, sobre todas agraciada: dieciseis años tenía en los diecisiete entraba; crióla el rey de pequeña, más que a sus ojos la amaba, y en verla en poder ajeno sin poder ser remediada, suspiros da sin consuelo, que el alma se le arrancaba. Con lágrimas de sus ojos Estas palabras hablaba: “¡Ay Narcisa de mi vida! ¡Ay Narcisa de mi alma! Enviéte yo mis cartas con el alcaide de Alhambra, con palabras amorosas salidas de mis entrañas, con mi corazón herido de una saeta dorada. La respuesta que le diste: que escribir poco importaba. “Daría por tu rescate Almería la nombrada.” ¿Para qué quiero yo bienes pues mi alma presa estaba? Y cuando esto no bastare yo me saldré de Granada; yo me iré para Antequera donde estás presa, alindada, y serviré de cautivo sólo por mirar tu cara”.

ROMANCES CABALLERESCOS 

TRISTÁN E ISEO

Herido está don Tristán de una mala lanzada, se la ha dado el rey su tío por celos que de él cataba, se la dio desde una torre, que de cerca no osaba. El hierro tiene en el cuerpo, de fuera le tiembla el asta: Tan malo está don Tristán, que a Dios quiere dar el alma. Valo a ver la reina Iseo, la su linda enamorada, cubierta de un paño negro que de luto se llamaba. Viéndole tan mal parado, dice así la triste dama: — Quien os hirió, don Tristán, heridas tenga de rabia, y que no hallase maestro que supiese de sanarlas. Júntanse boca con boca como una misa rezada. Llora el uno, llora el otro, la cama bañan en agua. Toda mujer que la bebe luego se siente preñada. - Así hice yo, mezquina, por la mi ventura mala. Allí donde los entierran nace una azucena blanca.

ROMANCE DE GERINELDO

Levantóse Gerineldo, que al rey dejara dormido fuese para la infanta donde estaba en el castillo. -Abráisme, dijo, señora, abráisme, cuerpo garrido. -¿Quién sois vos, el caballero que llamáis a mi postigo? -Gerineldo soy, señora, vuestro tan querido amigo. Tomárala por la mano, en un lecho la ha metido, y besando y abrazando Gerineldo se ha dormido. Recordado había el rey de un sueño despavorido; tres veces lo había llamado, ninguna le ha respondido. -Gerineldo, Gerineldo, mi camarero pulido, si me andas en traición trátasme como a enemigo. O dormías con la infanta o me has vendido el castillo. Tomó la espada en la mano, en gran saña va encendido, fuérase para la cama donde a Gerineldo vido. Él quisiérale matar, mas crióle de chiquito. Sacara luego la espada, entre entrambos la ha metido, porque desque recordase viese cómo era sentido. Recordado había la infanta y la espada ha conocido. -Recordaos, Gerineldo, que ya érades sentido, que la espada de mi padre yo me la he bien conocido.

Romances líricos.

FONTEFRIDA, FONTEFRIDA

Fontefrida, Fontefrida Fontefrida y con amor, do todas las avecicas van tomar consolación, sino es la tortolica, que está viuda y con dolor. Por ahí fuera a pasar el traidor del ruiseñor; las palabras que le dice llenas son de traición: «Si tú quisieses, señora, yo sería tu servidor.» «Vete de ahí, enemigo, malo, falso, engañador,

que ni poso en ramo verde ni en ramo que tenga flor, que si el agua hallo clara turbia la bebiera yo; que no quiero haber marido porque hijos no haya, no; no quiero placer con ellos ni menos consolación. ¡Déjame triste, enemigo, malo, falso, mal traidor; que no quiero ser tu amiga ni casar contigo, no!»

ROMANCE DEL PRISIONERO

Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, cuando los enamorados van a servir al amor; sino yo, triste, cuitado, que vivo en esta prisión; que ni sé cuándo es de día ni cuándo las noches son, sino por una avecilla que me cantaba el albor. Matómela un ballestero; déle Dios mal galardón.

Romances novelescos: EL ENAMORADO Y LA MUERTE ENAMORADO: Yo me estaba reposando de noche, como solía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca, aun más que la nieve fría, -¿Por dónde has entrado, amor? ¿Por dónde has entrado vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. MUERTE No soy el amor, amante, la muerte que Dios te envía. ENAMORADO -Ay, muerte tan rigurosa, déjame vivir un día. MUERTE: Un día no puedo darte, una hora tienes de vida. NARRADOR: Muy deprisa se levanta, más deprisa se vestía, ya se va para la calle en donde su amor vivía. ENAMORADO:

-Ábreme la puerta, blanca, ábreme la puerta, niña. ENAMORADA: -¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida? Mi padre no fue a palacio, mi madre no está dormida. ENAMORADO: -Si no me abres esta noche, ya no me abrirás, querida; la Muerte me está buscando: junto a ti, vida sería. ENAMORADA -Vete bajo la ventana donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare mis trenzas añadiría. NARRADOR La fina seda se rompe; la muerte que allí venía: MUERTE: -Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.

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ROMANCERO TRADICIONAL

ROMANCES DE CIEGO

Romancero tradicional

ROMANCE DE LA LOBA PARDA

Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada, las cabrillas altas iban y la luna rebajada; mal barruntan las ovejas, no paran en la majada. Vide venir siete lobos por una oscura cañada. Venían echando suertes cuál entrará a la majada; le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda, que tenía los colmillos como punta de navaja. Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada; a la otra vuelta que dio, sacó la borrega blanca, hija de la oveja churra, nieta de la orejisana, la que tenían mis amos para el domingo de Pascua. —¡Aquí, mis siete cachorros, aquí, perra trujillana, aquí, perro el de los hierros,

a correr la loba parda! Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza; y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada. Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban; siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias. Al subir un cotarrito la loba ya va cansada: —Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba. —No queremos la borrega, de tu boca alobadada, que queremos tu pelleja pa' el pastor una zamarra; el rabo para correas, para atacarse las bragas; de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas; las tripas para vihuelas para que bailen las damas.

EL CONDE OLINOS

Caminaba el Conde Olinos, mañanitas de San Juan, a dar agua a su caballo a las orillas del mar. A las orillas del mar. Mientras el caballo bebe, se oye un hermoso cantar; las aves que iban volando se paraban a escuchar. Se paraban a escuchar. - Bebe mi caballo bebe, Dios te me libre del mal, de los vientos de la tierra y de las furias del mar. Y de las furias del mar. Desde la torre más alta la Reina le oyó cantar. - Mira hija, como canta la sirenita del mar. La sirenita del mar.

- No es la sirenita, madre, que ésa tiene otro cantar; es la voz del Conde Olinos que por mí penando está. Que por mí penando está. - Si es la voz del Conde Olinos yo le mandaré matar; que para casar contigo le falta sangre real. Le falta sangre real. - No le mande matar, madre, no le mande usted matar;

que si mata al Conde Olinos a mí la muerte me da. A mí la muerte me da. Guardias mandaba la Reina al Conde Olinos buscar, que le maten a lanzadas y echen su cuerpo a la mar. Y echen su cuerpo a la mar. La infantina, con gran pena, no cesaba de llorar. Él murió a la media noche y ella, a los gallos cantar. Y ella, a los gallos cantar. A ella, como hija de reyes, la entierran en el altar, y a él, como hijo de condes, unos pasos más atrás. Unos pasos más atrás. De ella nace un rosal blanco; de él, un espinar albar. Crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar. Los dos se van a juntar. La reina, llena de envidia, ambos los mandó cortar; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. No cesaba de llorar. De ella naciera una garza; de él, un fuerte gavilán. Juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par. Juntos vuelan par a par.

Romances de ciego.

ROMANCE DE CATALINA

Estaba la Catalina sentadita en su balcón. Pasó por allí un soldado de buena o mala intención.

- Buenas tardes, Catalina, con usted durmiera yo. - Suba, suba el caballero durmirá una noche o dos. - ¿Y si su marido viene y nos pilla de traición? - Mi marido no está en casa, que mi marido marchó. Mi marido fue a cazar a los montes de Aragón, y ahora para que no vuelva le echaré la maldición. Cuervos le saquen los ojos y águilas el corazón. Los perros de mi ganado le traigan en procesión. Aún no había dicho esto y él a la puerta picó. Ábreme la puerta, luna, ábreme la puerta, sol, que te traigo un conejito de los montes de Aragón.

Bajaba por la escalera mudadita de color.

- Tú estás turbada del vino o tú tienes nuevo amor. - Ni estoy turbada del vino ni yo tengo nuevo amor. Que reñí con los criados con mucha de la razón, que me perdieron las llaves del más alto corredor. - Si las perdieron de plata

de oro te las daré yo; que tengo un hermano en Francia que las haría mejor. ¿De quién es aquel caballo que en mi cuadra relinchó? -Tuyo es, marido mío, que mi padre te lo dio. - Dios se lo pague a tu padre que caballos tenía yo y cuando no los tenía, él no me los daba, no. ¿De quién es aquella capa que en mi percha se colgó? - Tuya es, marido mío, que mi padre te la dio. - Dios se lo pague a tu padre, que capas tenía yo, y cuando no las tenía, él no me las daba, no. ¿Y qué es lo que hace un momento en mi cama resonó? - Es mi hermano, el pequeñín, que conmigo se acostó, - ¡Qué hermano ni qué demonios! Tiene más barba que yo. - Mátame, marido mío, la culpa la tengo yo. - Matar, no te mataría; matar que te mate Dios. Pero que tu padre tenga noticia de tu traición.

La agarrara por la mano y a su casa la llevó.

- Tenga, padre, esta su hija, que la tuna me engaño. Si la tié mal enseñada, enséñela usted mejor.

DON GATO

Estaba el señor Don Gato sentadito en su tejado, marramamiau, miau, miau, sentadito en su tejado.

Ha recibido una carta por si quiere ser casado, marramamiau, miau, miau, por si quiere ser casado.

Con una gatita blanca sobrina de un gato pardo, marramamiau, miau, miau, sobrina de un gato pardo.

Al recibir la noticia, se ha caído del tejado, marramamiau, miau, miau, se ha caído del tejado.

Se ha roto siete costillas el espinazo y el rabo, marramamiau, miau, miau, el espinazo y el rabo.

Ya lo llevan a enterrar por la calle del pescado, marramamiau, miau, miau, por la calle del pescado.

Al olor de las sardinas el gato ha resucitado, marramamiau, miau, miau, el gato ha resucitado.

Por eso dice la gente siete vidas tiene un gato, marramamiau, miau, miau, siete vidas tiene un gato.

ESTABA UNA PASTORA

Estaba una pastora larán, larán, larito, estaba una pastora haciendo requesito, haciendo requesito. El gato la miraba, larán, larán, larito, el gato la miraba con ojos golositos, con ojos golositos. "Si me hincas la uña, larán, larán, larito, si me hincas la uña, te cortaré el rabito, te cortaré el rabito". La uña se la hincó, larán, larán, larito, la uña se la hincó y le cortó el rabito, y le cortó el rabito.

A confesar su culpa, larán, larán, larito, se fue a confesar, con el padre Benito, con el padre Benito. "A vos padre me acuso, larán, larán, larito, a vos padre me acuso, que le corté el rabito, que le corté el rabito". "De penitencia pongo, larán, larán, larito, de penitencia pongo, que le des un besito, que le des un besito". El beso se lo dio, larán, larán, larito, el beso se lo dio, y el rabito resucitó, y el rabito resucitó.

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ROMANCERO NUEVO

Poetas del siglo de Oro. Poetas contemporáneos.

Romancero nuevo:  Félix Lope de Vega Carpio

A mis soledades voy, de mis soledades vengo, porque para andar conmigo me bastan los pensamientos. No sé qué tiene el aldea donde vivo y donde muero, que con venir de mí mismo no puedo venir más lejos. Ni estoy bien ni mal conmigo, mas dice el entendimiento que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo. Entiendo lo que me basta y solamente no entiendo cómo se sufre a sí mismo un ignorante soberbio. De cuantas cosas me cansan fácilemente me defiendo, pero no puedo guardarme de los peligros de un necio. Él dirá que yo lo soy, pero con falso argumento, que humildad y necedad no caben en un sujeto. La diferencia conozco porque en él y en mí contemplo su locura en su arrogancia, mi humildad en mi desprecio. O sabe naturaleza más que supo en este tiempo, o tantos que nacen sabios es porque lo dicen ellos. "Sólo sé no sé nada", dijo un filósofo, haciendo la cuenta con su humildad, adonde lo más es menos. No me precio de entendido, de desdichado me precio, que los que no son dichosos ¿cómo pueden ser discretos? No puede durar el mundo, porque dicen, y lo creo, que suena a vidrio quebrado y que ha de romperse presto. Señales son del juicio ver que todos le perdemos, unos por carta de más, otros por carta de menos. Dijeron que antiguamente se fue la verdad al cielo; tal la pusieron los hombres, que desde entonces no ha vuelto. En dos edades vivimos los propios y los ajenos; la de plata los extaños y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado, si es español verdadero, ver los hombres a lo antiguo y el valor a lo moderno? Todos andan bien vestidos, y quéjandose de los precios, de medio arriba, romanos; de medio abajo, romeros. Dijo Dios que comería su pan el hombre primero en el sudor de su cara por quebrar su mandamiento, y algunos, inobedientes a la verguenza y al miedo, con las prendas de su honor han trocado los efetos. Virtud y filosofía peregrinan como ciegos; el uno se lleva al otro, llorando van y pidiendo. Dos polos tiene la tierra, universal movimiento: la mejor vida, el favor; la mejor sangre, el dinero. Oigo tañer las campanas y no me espanto, aunque puedo, que en lugar de tantas cruces haya tantos hombres muertos. Mirando estoy los sepulcros, cuyos mármoles eternos están diciendo sin lengua que no lo fueron sus dueños. ¡Oh, bien haya quien los hizo, porque solamente en ellos de los poderosos grandes se vengaron los pequeños! Fea pintan a la envidia, yo confieso que la tengo de unos hombres que no saben quién vive pared en medio. Sin libros y sin papeles, sin tratos, cuentas ni cuentos, cuando quieren escribir piden prestado el tintero. Sin ser pobres ni ricos tienen chimenea y huerto; no los despiertan cuidados, ni pretensiones, ni pleitos; ni murmuraron del grande, ni ofendieron al pequeño; nunca, como yo, firmaron parabién ni pascua dieron. Con esta envidia que digo y lo que paso en silencio, y mis soledades voy, de mis soledades vengo.

REFIERE SU NACIMIENTO Y LAS PROPRIEDADES QUE LE COMUNICÓ

«Parióme adrede mi madre, ¡ojalá no me pariera!, aunque estaba cuando me hizo de gorja Naturaleza. »Dos maravedís de luna alumbraban a la tierra; que, por ser yo el que nacía, no quiso que un cuarto fuera. »Nací tarde, porque el sol tuvo de verme vergüenza, en una noche templada, entre clara y entre yema. »Un miércoles con un martes tuvieron grande revuelta, sobre que ninguno quiso que en sus términos naciera. »Nací debajo de Libra, tan inclinado a las pesas, que todo mi amor le fundo en las madres vendederas. »Diome el León su cuartana, diome el Escorpión su lengua, Virgo, el deseo de hallarle, y el Carnero su paciencia. »Murieron luego mis padres; Dios en el cielo los tenga, porque no vuelvan acá, y a engendrar más hijos vuelvan. »Tal ventura desde entonces me dejaron los planetas, que puede servir de tinta, según ha sido de negra. »Porque es tan feliz mi suerte, que no hay cosa mala o buena que, aunque la piense de tajo, al revés no me suceda. »De estériles soy remedio, pues, con mandarme su hacienda, les dará el cielo mil hijos, por quitarme las herencias. »Y para que vean los ciegos, pónganme a mí a la vergüenza; y para que cieguen todos, llévenme en coche o litera. »Como a imagen de milagros me sacan por las aldeas:

si quieren sol, abrigado, y desnudo, porque llueva. »Cuando alguno me convida, no es a banquetes ni a fiestas, sino a los misacantanos, para que yo les ofrezca. »De noche soy parecido a todos cuantos esperan para molerlos a palos, y así, inocente, me pegan. »Aguarda hasta que yo pase, si ha de caerse, una teja; aciértanme las pedradas: las curas sólo me yerran. »Si a alguno pido prestado, me responde tan a secas, que, en vez de prestarme a mí, me hace prestar paciencia. »No hay necio que no me hable, ni vieja que no me quiera, ni pobre que no me pida, ni rico que no me ofenda. »No hay camino que no yerre, ni juego donde no pierda, ni amigo que no me engañe, ni enemigo que no tenga. »Agua me falta en el mar, y la hallo en las tabernas: que mis contentos y el vino son aguados dondequiera. »Dejo de tomar oficio, porque sé por cosa cierta que en siendo yo calcetero andarán todos en piernas. »Si estudiara medicina, aunque es socorrida sciencia, porque no curara yo, no hubiera persona enferma. »Quise casarme estotro año, por sosegar mi conciencia, y dábanme un dote al diablo con una mujer muy fea. »Si intentara ser cornudo por comer de mi cabeza, según soy de desgraciado, diera mi mujer en buena.

»Siempre fue mi vecindad mal casados que vocean, herradores que madrugan, herreros que me desvelan. »Si yo camino con fieltro, se abrasa en fuego la tierra; y en llevando guardasol, está ya de Dios que llueva. »Si hablo a alguna mujer y la digo mil ternezas, o me pide, o me despide, que en mí es una cosa mesma. “En mí lo picado es roto; ahorro, cualquier limpieza; cualquiera bostezo es hambre; cualquiera color, vergüenza. »Fuera un hábito en mi pecho remiendo sin resistencia, y peor que besamanos en mí cualquiera encomienda. »Para que no estén en casa los que nunca salen de ella, buscarlos yo sólo basta, pues con eso estarán fuera. »Si alguno quiere morirse sin ponzoña o pestilencia, proponga hacerme algún bien, y no vivirá hora y media. »Y a tanto vino a llegar la adversidad de mi estrella, que me inclinó que adorase con mi humildad tu soberbia. »Y viendo que mi desgracia no dio lugar a que fuera, como otros, tu pretendiente, vine a ser tu pretenmuela. »Bien sé que apenas soy algo; mas tú, de puro discreta, viéndome con tantas faltas, que estoy preñado sospechas.» Aquesto Fabio cantaba a los balcones y rejas de Aminta, que aun de olvidarle le han dicho que no se acuerda.

ROMANCERO GITANO (F. García Lorca)

ROMANCE DE LA PENA NEGRA

Las piquetas de los gallos Cavan buscando la aurora, Cuando por el monte oscuro Baja Soledad Montoya. Cobre amarillo, su carne huele a caballo y a sombra. Yunque ahumados, sus pechos, gimen canciones redondas. Soledad: ¿Por quién preguntas sin compaña y a estas horas? Pregunte por quien pregunte, dome: ¿a ti que se te importa? Vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona. Soledad de mis pesares, caballo que se desboca, al fin encuentras el mar, y se te tragan las olas. No me recuerdes el mar, que la pena negra brota en las tierras de aceituna bajo el rumor de las hojas. ¡Soledad, qué pena tienes!

¡Qué pena tan lastimosa! Lloras zumo de limón agrio de espera y de boca. ¡Qué pena tan grande! Corro mi casa como una loca, mis dos trenzas por el suelo, de la cocina a la alcoba. ¡Qué pena! Me estoy poniendo de azabache carne y ropa. ¡Ay mis camisas de hilo! ¡Ay mis muslos de amapola! Soledad: Lava tu cuerpo con agua de las alondras, y deja tu corazón en paz, Soledad Montoya. Por abajo canta el río: volante de cielo y hojas. Con flores de calabaza, la nueva luz se corona. ¡Oh pena de los gitanos! Pena limpia y siempre sola. ¡Oh pena de cauce oculto y madrugada remota!

ROMANCE DE LA LUNA LUNA

La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño. - Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. -Niño, déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados. - Huye, luna, luna, luna que ya sientos sus caballos. -Niño, déjame no pises

mi blancor almidonado. El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño tiene sus ojos cerrados. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. Cómo canta la zumaya, ¡ay cómo canta en el árbol! Por el cielo va la luna con un niño de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la está velando.

ROMANCE SONÁMBULO

Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas le están mirando y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga.

*

Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa, mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los montes de Cabra. Si yo pudiera, mocito, ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Compadre, quiero morir decentemente en mi cama. De acero, si puede ser, con las sábanas de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy yo,

ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir al menos hasta las altas barandas, dejadme subir, dejadme, hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua.

*

Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal, herían la madrugada.

*

Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento, dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está mi niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda!

*

Sobre el rostro del aljibe se mecía la gitana. Verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche su puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos, en la puerta golpeaban. Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el caballo en la montaña.

Gerardo Diego. Río Duero, río Duero, nadie a acompañarte baja, nadie se detiene a oír tu eterna estrofa de agua. Indiferente o cobarde, la ciudad vuelve la espalda, no quiere ver en tu espejo su muralla desdentada. Tú, viejo Duero, sonríes entre tus barbas de plata, moliendo con tus romances las cosechas mal logradas. Río Duero, río Duero, nadie a estar contigo baja, ya nadie quiere atender tu eterna estrofa olvidada, sino los enamorados que preguntan por sus almas y siembran en tus espumas palabras de amor, palabras. Antonio Machado Caminante, son tus huellas el camino, y nada mas; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino, y al volver la vista atras se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante, no hay camino, sino estelas en la mar.