8

Click here to load reader

El Trauma Desde La Psicología Analítica

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Revisión sobre los conceptos junguianos sobre trauma

Citation preview

Page 1: El Trauma Desde La Psicología Analítica

El trauma desde la Psicología Analítica.

Dr. Enrique Estrada.

De unos años a la fecha hay claros indicios de que la psicología y la psiquiatría han retomado el “paradigma del trauma”. Este interés en el trauma es producto de “re-descubrir” en los últimos años la presencia del abuso físico y sexual infantil, así como el interés de la psiquiatría en los desórdenes disociativos, especialmente el Trastorno de Personalidad Múltiple y el Trastorno por Estrés Postraumático. Dado que el modelo de Jung hace énfasis sobre la disociación de la psique y su énfasis en la indivisibilidad del ego (individuación). Las introspecciones realizadas por Jung sobre el mundo interno de la psique traumatizada, son especialmente importantes para el psicoanálisis contemporáneo mientras que al mismo tiempo, las investigaciones actuales sobre el trauma requieren una revisión de la teoría Jungiana.

De manera general podemos decir que esta nueva perspectiva se enfoca en las defensas arcaicas del self, el lenguaje mitopoético del sueño y los cuentos de hadas, conectando la teoría Jungiana con la teoría contemporánea de las relaciones de objeto y la teoría de la disociación.

La posición de la psicología analítica sobre el concepto de “trauma” es sencilla: cualquier experiencia que causa al infante un dolor psíquico o ansiedad intolerable. Para que la experiencia sea considerada intolerable, es necesario que ésta sobrepase las medidas defensivas que Freud (1920b) describió como “un escudo protector contra los estímulos”. Los traumas de esta magnitud van desde las experiencias desvastadoras del abuso sexual infantil, hasta “traumas acumulativos” que se relacionan con las necesidades de dependencia que afectan el desarrollo infantil (Khan, 1963), las privaciones agudas de la infancia descritas por Winnicott (1963) como “agonías primitivas”, cuya experiencia es “impensable”, o la “ansiedad de desintegración” producto de un terror asociado con la disolución de un self coherente (Kohut, 1977).

Experimentar tal ansiedad amenaza la total aniquilación de la personalidad humana, la destrucción del espíritu humano. Esto debe ser evitado a toda costa y ya que el trauma ocurre a una edad tan temprana, antes de que se haya formado un ego coherente y sus defensas, una segunda línea de defensas entra en juego para prevenir que lo “impensable” sea experimentado. En lenguaje psicoanalítico, se les conoce como defensas “primitivas” o “disociadoras”, por ejemplo la identificación proyectiva, la escisión, la idealización, despersonalización, adormecimiento emocional, etc.

Al estudiar el impacto del trauma en la psique causado por los eventos externos por un lado y por el otro, al estudiar los sueños y las producciones

Page 2: El Trauma Desde La Psicología Analítica

fantásticas como respuesta al trauma, descubrimos una singular imaginería mitopoetica que conforma el mundo interno del trauma. Esta aproximación conduce a la hipótesis de que las defensas arcaicas asociadas al trauma son imágenes personificadas como demonios arquetípicos es decir, las imágenes oníricas vinculadas al trauma representan un autorretrato de la psique en sus operaciones defensivas (Kalsched, 1996).

Para lograr una aproximación a la fenomenología de esta imagen “demoníaca”, es conveniente recordar que el concepto “demoníaco” procede del vocablo daiomai que significa dividir y originalmente se refería a los momentos de consciencia dividida tales como el olvido de nombres propios, desatención u otras infracciones del inconsciente (von Franz, 1980). De tal manera que la división o escisión del mundo interno es el propósito de esta figura demoníaca. La palabra que utilizó Jung para esto fue disociación donde la imagen demoníaca parece personificar las defensas disociadoras de la psique en aquellos casos en los cuales un trauma temprano ha hecho imposible la integración psíquica.

El material clínico de los pacientes-en especial los sueños inmediatamente posteriores al evento traumático- nos proveen de este tipo de imágenes, en donde los sueños nos muestran una “segunda línea de defensas” de la psique como un bastión contra la aniquilación del espíritu personal. Lo que los sueños nos revelan es que cuando el trauma golpea la psique del niño, se da una fragmentación de la consciencia en la cual distintas “piezas” (Jung les denomina complejos) se organizan de acuerdo a ciertos patrones arquetípicos, en su mayoría díadas o zizigias conformadas de “seres” personificados (Kalsched, 1996). Lo que sucede a continuación es que una parte del ego regresa a un período infantil y otra parte progresa adaptándose al mundo externo, pero como un falso self (Winnicott, 1960) donde la parte de la personalidad que progresa hace de cuidador o portero a la parte que sucumbió a la regresión.

Al estudiar el material onírico de las personas traumatizadas y la naturaleza violenta de estos procesos disociadores autoinfligidos, encontramos que, a medida que la experiencia traumática intolerable de la infancia trata de emerger en la consciencia, una figura o fuerza intrapsíquica surge violentamente y provoca una disociación en la psique. El propósito de esta figura o imagen diabólica es la de prevenir o evitar que el ego del sueño experimente el afecto intolerable asociado al trauma. Entre los ejemplos que encontramos se dan que esta figura corta la cabeza del soñante, le dispara en la cara a una mujer inocente, alimenta de pedazos de vidrio a un animal (Kalsched, 1996). Estas acciones provocan la fragmentación de la experiencia afectiva del paciente de tal manera que dispersan la conciencia del dolor que está por emerger. De hecho, esta figura demoníaca traumatiza el mundo interno con el propósito de evitar la re-traumatización en el mundo externo. Si

Page 3: El Trauma Desde La Psicología Analítica

esto es así, ello significa que el imago traumatizante persigue la psique del paciente, regula las actividades disociadoras y nos recuerda la observación de Jung de que “las fantasías pueden ser tan traumáticas en sus efectos como el trauma mismo” (Jung, 1912). En otras palabras, el efecto patológico del trauma requiere un evento externo y un factor psicológico. El trauma externo no divide la psique por sí mismo, sino que un agente psicológico interno-ocasionado por el trauma-realiza la escisión.

En los sueños, la parte víctima de la regresión es usualmente representada como un niño o animal (gato, cachorro o pájaro), vulnerable, joven e inocente frecuentemente del género femenino- quien se mantiene vergonzosamente oculta. Cualesquiera que sea esta reencarnación, este “inocente” recordatorio del self total parece representar el centro del espíritu personal del individuo. Este espíritu era denominado por los Egipcios alquimia, el espíritu alado del proceso de transformación, e. g., Hermes o Mercurio. Este espíritu es la esencia de la personalidad imperecedera a la cual Winnicott (1960) se refirió como el “verdadero self” y que Jung llamó el si- mismo (self).

Por su lado, la parte de la personalidad que progresa es representada en los sueños a través de un gran ser benevolente o malevolente que protege o persigue a su parte vulnerable, al cual en la mayoría de las veces lo mantiene aprisionado. Ocasionalmente, en su disfraz de protector este ser benevolente o malevolente se muestra como un ángel o un animal salvaje sin embargo, la mayoría de las veces esta figura que cuida a la parte de la personalidad que sucumbió a la regresión es demoníaca y terrorífica al ego.

Para Kalsched (1996), las imágenes mitológicas de lo progresivo versus lo regresivo en el Self conforman lo que el llama el sistema arquetípico de auto-cuidado de la psique que son imagos dobles unidos como una estructura interna, la cual desde la psicología analítica se considera una estructura universal en la psique cuya función parece ser la defensa y conservación del espíritu personal ubicado en el centro mismo del verdadero self de la persona. Debido a que estas defensas parecen ser “coordinadas” por un centro mas profundo que el ego dentro de la personalidad, se les llama defensas del self (Stein, 1967) y que Jung designó como el lado oscuro del self ambivalente.

Al explorar esta imagen en los sueños, en la transferencia y en los mitos encontramos que la idea original del self de Jung, como un principio ordenador y regulador de la psique inconsciente sugiere una revisión cuando la encontramos bajo condiciones de trauma severo. Esta revisión obedece a que el sistema de auto-cuidado realiza tanto las funciones auto-regulatorias y las funciones externas e internas de mediación, las cuales bajo circunstancias normales son realizadas por el ego de la persona. Sin embargo, una vez que la defensa del trauma se organiza, todas las demás relaciones con el mundo

Page 4: El Trauma Desde La Psicología Analítica

externo son tamizadas por el sistema de auto-cuidado. Entonces, lo que originalmente se concebía como una defensa contra traumas subsecuentes se convierte ahora en una resistencia a todas las expresiones espontáneas del self en el mundo exterior. La persona sobrevive, pero no puede vivir creativamente y la psicoterapia se hace necesaria.

Sin embargo, la psicoterapia con víctimas del trauma no es fácil, tanto para el paciente como para el terapeuta. La resistencia ofrecida-por esta fuerza “demoníaca”- en el sistema de auto-cuidado en el tratamiento del trauma esta bien documentada: Freud comenta las fuertes resistencias del paciente al cambio haciendo casi imposible el trabajo analítico, por lo que atribuyó el origen de esta “compulsión a la repetición” a una pulsión hacia la muerte (Freud, 1920), Fairbairn (1981) lo atribuye a un “saboteador interno”, Gunthrip (1969) le llama un “ego anti-libidinal” que ataca al “ego-libidinal”, Melanie Klein lo describe como fantasías infantiles de un “ pecho” cruel y malo”, Jung lo describe como el “animus negativo” y Seinfeld ( 1990) como un “objeto malo”.

Parece ser entonces que esta figura demoníaca interna es aún más sádica y brutal que el victimario mismo, lo que nos lleva a pensar que estamos ante un factor psicológico que se mueve libremente en el mundo interno del trauma- un agente arquetípico traumatogénico dentro de la psique misma.

No importando cuan brutal o atemorizante sea este cuidador ambivalente, su función siempre parece ser la protección del recuerdo traumatizante del espíritu personal y su aislamiento de la realidad. Su función parece ser la de un cuidador que enfatiza un “nunca más” o “nunca otra vez”. A pesar de las “buenas” intenciones de este Protector o Perseguidor, se da lamentablemente una tragedia entre estas defensas arquetípicas. Esta tragedia resulta del hecho de que el Protector o Perseguidor no es educable y las defensas primitivas que utiliza no aprenden nada sobre este peligro, por lo tanto a medida que el niño crece, las defensas siguen funcionando a un nivel de consciencia mágica que es la misma que estaba presente cuando el trauma original se dio. De tal manera que cada nueva oportunidad en la vida se confunde con una amenaza de revivir el trauma en donde las defensas arcaicas se convierten en fuerzas en contra de la vida misma.

Estos hallazgos nos ayudan a comprender dos de los fenómenos mas preocupantes y controversiales en la literatura sobre el trauma: el primero de estos es que la psique traumatizada es auto-traumatizante; el trauma no finaliza con la cesación de la violación externa, sino que continúa sin apaciguarse en el mundo interno de la víctima en cuyos sueños aparecen a menudo figuras persecutorias. El segundo hallazgo es el hecho de que la víctima de un trauma psicológico se encuentra continuamente en situaciones de vida en las cuales es constantemente re-traumatizada; por más que quiera cambiar o mejorar su situación vital, algo más fuerte que el ego erosiona y

Page 5: El Trauma Desde La Psicología Analítica

socava la esperanza y el bienestar. Es como si el mundo interno persecutorio refleja y encuentra constantes representaciones derrotistas, donde la persona se encuentra poseída por un poder diabólico o fuese acosada por un destino maligno.

Bibliografía.

Fairbairn, M. (1981) Psychoanalytic Studies of the Personality, London: Routledge and Kegan Paul.

Gunthrip, H. (1969) Schizoid Phenomena, Object Relations and the Self, New York: International Universities Press.

Jung, C.G. (1912ª) The theory of psychoanalysis, Collected Works 4.

Jung, C.G. (1912b) Symbols of Transformation, Collected Works 5.

Jung, C.G. (1928b)The Psychological Foundations of Belief in Spirits, Collected Works 8.

Kalsched, D. (1996).The Inner World of Trauma. New York: Routledge

Khan, M. (1963) “The Concept of Cumulative Trauma” in M. Khan The Privacy of the Self, New York: International Universities Press: 42-58.

Kohut, H. (1977)The Restoration of the Self, New York: International Universities Press.

Seinfeld, J. (1990)The Bad Object, Northvale, N.J.: Jason Aronson

Socarides, D.D., & Stolorow, R.D. (1984/1985).Affects and selfobjects. The Annual of Psychoanalysis, 12/13, 105-119.Madison, CT: International University Press.

Stagnaro, J.C. (1998). De la neurosis traumática al trastorno por estrés postraumático. En: Desarrollos de la Psiquiatría Argentina. Año 3. No.1. Buenos Aires.

Stein, L. (1967) “Introducing Not-Self”, Journal of Analytical Psychology, 12 (2): 97-113.

Stolorow,R.D. (2007).Trauma and Human Existence. New York: The Analytic Press.

Vogel, L. (1994). The fragile “we”: Ethical implications of Heidegger´s Being and Time. Evanston, IL: Northwestern University Press.

Page 6: El Trauma Desde La Psicología Analítica

vonFranz, M.L. (1980) Projection and Re-collection in Junguian Psychology: Reflections of the Soul,trans. W.H. Kennedy, London: Open Court, reprinted in Parabola 4 (4): 36-44.

Winnicott, D.W. (1960b) “The Theory of the Parent-Child Relationship,” D.W. Winnicott The Maturational Processes and the Facilitating Environment, London: Hogarth Press, 1965.

Winnicott, D.W. (1963) “The Fear of Breakdown”, in C. Winnicott, R. Shepherd, and M. Davies (eds) Psychoanalytic Explorations, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1989: 87-95.