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n120 [29.02.08-31.03.08]
elpoemaseminal juan gelman, premio
cervantes (II)/ isabel
quiñónez (1949-2007)
aaatttiiisssbbbooosss
“““AAACCCOOOSSSTTTUUUMMMBBBRRROOO AAA DDDEEECCCIIIRRR QQQUUUEEE EEELLL ÚÚÚNNNIIICCCOOO TTTEEEMMMAAA DDDEEE LLLAAA PPPOOOEEESSSÍÍÍAAA
EEESSS LLLAAA PPPOOOEEESSSÍÍÍAAA”””
JJJuuullliiiooo HHHeeerrrrrraaannnzzz
a sido la figura más solicitada por los medios en la I
Trobada Internacional de Literatura Eivissa, Port
Mediterrani del Llibre, que, precisamente, Juan Gelman
(Buenos Aires, 1930) clausuró ayer en Can Ventosa con un recital
antológico de su obra. Avalado en España sobre todo por el
reconocimiento del Premio Cervantes de 2007, ha disfrutado de
Eivissa con sencillez, entusiasmo, buen humor y buena dosis de
paciencia con todos aquellos que solicitábamos una entrevista, una
dedicatoria o, simplemente, poder saludarle e intercambiar unas
palabras de felicitación con el gran vate latinoamericano.
¿Conocía Eivissa, qué impresión previa tenía de la isla?
No, es la primera vez que venía a la isla, y me parece un sitio
estupendo. Lo que le puedo decir de impresión previa es que cuando
comenté a unos amigos que venía a Eivissa por primera vez me
dijeron «Cómo te envidio». Y bueno, la imagen que la isla esparce
por el mundo es la de los antros, la droga y tal, pero llega uno aquí
y se encuentra con otra cosa; unas playas estupendas, un mar
estupendo, una ciudad vieja estupenda, e incluso la nueva, aunque
haya cambiado un poco el rostro, ¿no? Ha sido una grata sorpresa,
realmente.
¿Y, desde luego, no la asociaba con la literatura?
Puede resultar algo sorprendente, si, pero es merecido. Acá hay
tanto caudal histórico que no puede ser menos que eso. Cuando me
invitaron a este festival, lo que me conmovió es que lo convocara
una librería, con el apoyo inmediato del Ayuntamiento. Ojalá la
iniciativa tenga continuidad, porque le da a la isla otro rostro del que
comúnmente se cree que es.
¿Qué le parece que en una isla acusada de frívola las dos figuras centrales de su festival literario sean
dos poetas tan serios como Raúl Zurita y usted?
Pero me parece extraordinario ese contraste; así es la vida, ¿no?
¿Cree que puede haber poesía sin dolor?
Sí, lo creo; el dolor no es fuente de la poesía. El dolor, como la alegría, puede estar presente o no,
pero la fuente de la poesía es otra, nace de otras cosas, de una necesidad de expresión, de
obsesiones...
Sin el dolor, ¿su poesía sería lo que ha llegado a ser?
HHH
elpoemaseminal 120/ 29 feb.-15 mar., 2008/2
No sé lo qué sería, francamente, pero quién sabe. Lo que le ocurre a uno en la biografía, si está
presente, es de todos modos bastante sutil y distinto, porque el motor que impulsa la escritura no es el
dolor ni la felicidad, sino la necesidad de expresión; en mi caso por lo menos. La obsesión que causa la
realidad que hace que la imaginación interrogue la vida y de ahí nazca la expresión posible.
¿Qué le preocupa más en poesía, la forma o el fondo?
A mí la poesía comprometida no me interesa; me interesa la poesía casada con la poesía. Acostumbro a
decir que el único tema de la poesía es la poesía, y por eso puede hablar de todo; hasta de amor puede
hablar. Fíjese, de Safo a la fecha, dos mil quinientos años ya, se han escrito millones y millones de
poemas de amor que no le llegan ni al taco de las sandalias a los pocos fragmentos de ella que se han
podido recuperar ni al único poema entero recuperado.
Quiero decir que el tema no hace a la poesía. Es obvio decirlo, pero con el mismo tema se puede
escribir una gran obra o algo absolutamente deleznable. Lo mismo con cualquier arte. Además, mire, la
verdad, en América Latina, a raíz de la revolución cubana nos inundaron en los años sesenta y setenta
de una cantidad de panfletos que para qué le voy a contar. No se escribe con buenas intenciones, muy
respetables, por otra parte.
La poesía no es una cuestión de voluntad; se escribe lo que se puede, no lo que se quiere. Yo no
me embarqué nunca en lo que llaman poesía comprometida. Como decía Paul Eluard, escribo cuando la
cicunstancia exterior coincide con la circunstancia del corazón.
¿Atiende, pues, cuando le visita la musa?
Bueno, más bien cuando visita la moza. Quiero decirle que viene una señora, sucia de besos y arena,
como decía Lorca, y uno la tiene que recibir, porque si no se va.
¿Considera su obra cumplida; tiene aún necesidad de seguir escribiendo?
Sí, pero me gustaría agarrar la poesía por la cola alguna vez. Entonces, como soy terco y soy de
Tauro, insisto.
No parece que el haber ganado el mayor premio literario de la lengua castellana haya afectado al
carácter y a la manera de ver el mundo de Juan Gelman. Es la conclusión que uno saca tras compartir
con el último Premio Cervantes algunos ratos entrañables en los distintos escenarios en los que ha
tenido lugar esa osada apuesta de Eivissa, Puerto Mediterráneo del Libro (o en catalán, como gusten).
Por su exquisita educación a la antigua, sus maneras de gentilhombre ilustrado, su generosidad
hacia todos los que se acercaban a él y su elegante sentido del humor, con una ironía inteligente y
amable, el poeta argentino luce sin asomo de vanagloria el título de caballero humanista de las letras.
De la poesía, pero sin adjetivos, por muy nobles que sean, como bien defiende en la entrevista.
Su presencia y su figura son los mejores embajadores de su poesía; así que, reconociendo mi
imperdonable déficit lector con ella (son tantos los libros y autores que uno tiene pendiente; una vida
no da para mucho si uno tiene que atender a oficios absorbentes como el periodismo), me ha dejado
con hambre de conocerla más y mejor. Gracias, pues, querido amigo.
Última Hora, Ibiza, España, núm. 3265, 17 de marzo de 2008,
www.ultimahora.es/ibiza/segunda-ib.dba?-1+1010+428979
JJJUUUAAANNN GGGEEELLLMMMAAANNN::: VVVIIIDDDAAA YYY OOOBBBRRRAAA DDDEEE UUUNNN PPPOOOEEETTTAAA
SSS...FFF...
uchos adolescentes recitaban de memoria los versos del Poema del Mío Cid o el lorquiano
Romance sonámbulo (“verde que te quiero verde”) sólo para aprobar esa bendita materia de la
escuela secundaria llamada Literatura española, en los primeros años de la década del ’80. El
periodista y poeta Pablo Montanaro no fue la excepción a esta “regla” escolar, pero de pronto
descubrió que disfrutaba de los versos de un poeta argentino como nunca antes había imaginado.
“Sentía que era único, que no había nada semejante. El me hizo descubrir dónde estaba la poesía y
recuerdo cómo me estremeció ese poema en el que dice: ‘Esa mujer se parecía a la palabra nunca’...”,
MMM
elpoemaseminal 120/ 29 feb.-15 mar., 2008/3
cuenta el autor de Esperanza, utopía y resistencia (Lea), una biografía y guía de
lectura sobre la vida y la obra de Juan Gelman. Pero Montanaro no fue el único
joven que empezó a transitar el camino de la poesía con los libros del autor de
Cólera buey debajo del brazo. Toda una generación empezaba a deslumbrarse
por la manera en que Gelman usaba el lenguaje, cómo escondía un cierto
misterio, pero al mismo tiempo iluminaba, expandiendo los sentidos de la
imaginación.
Montanaro repasa el itinerario vital y poético de Gelman. Muestra al chico
de ocho años que pasó varios días leyendo un libro que eligió de la biblioteca de
su hermano Boris, Humillados y ofendidos, de Dostoievski; al pibe de nueve
años que se enamoró de la vecinita del barrio, tres años mayor que él y a la que
intentó conquistar con poemas de Almafuerte, pero se los mandaba como si los
hubiera escrito él; al adolescente hincha de Atlanta y habitué de las milongas que se incorporó a las
filas del Partido Comunista y que con un grupo de jóvenes narradores y poetas editó la revista
Muchacho. El estudiante que desertó a tiempo de la Facultad de Química para dedicarse a la poesía; el
fundador, junto con otros militantes del PC, del grupo Pan Duro, que tenía como objetivo editar sus
propios libros (el primero fue Violín y otras cuestiones); la ruptura con el PC y el ingreso a las Fuerzas
Armadas Revolucionarias (FAR), que se fusionaría en Montoneros. Y la condena a muerte de la Triple
A, la desaparición de su hijo Marcelo y de su nuera (embarazada de seis meses), el exilio, el
reencuentro con su nieta y con el país (en los libros Valer la pena y País que fue será), el
reconocimiento y los premios.
“Trato de reflejar la emoción que me provoca la poesía de Gelman”, explica Montanaro en la
entrevista con Página/12. “Me interesa cómo poetiza el dolor, cómo no cae en la tentación de
convertirlo en odio y consigue hacer poesía con su tragedia personal y el dolor de un país.”
¿Cómo definiría la poética de Gelman?
En Relaciones hay un epígrafe de uno de los heterónimos que utilizó Gelman, José Galván, que sintetiza
su poética: “Hay que hundir las palabras en la realidad hasta hacerlas delirar como ella”. Es esa
búsqueda y obsesión que plantea cuando dice que la poesía es lenguaje calcinado; esa sensación de que
siempre está buscando la poesía y no lograrla atraparla, porque “¡esa señora se acuesta con tantos!”
(risas). Me acuerdo de unos versos que dicen: “Hay un hombre que busca una palabra y no la
encuentra”; todo el poema, en Gelman, consiste en esa búsqueda.
¿Por qué piensa que Gelman queda a salvo de que la política y lo ideológico no interfieran en su poesía
de un modo panfletario, como ha ocurrido con otros poetas de la generación del ’60?
La poesía es el único tema posible y él trata de reflejar las circunstancias internas y externas de las
que hablaba Paul Eluard. Gelman tiene una mirada poética que va más allá de las coyunturas; nunca
escribió bajo dogmas ni cuando militó en el Partido Comunista ni cuando estuvo vinculado con
Montoneros. El supo dividir bien las aguas: su adhesión a la lucha armada está enfocada en otros
lugares, en la acción directa o en la reflexión sobre esas acciones, y la poesía va por otro camino. El
hecho poético es ese espacio necesario y vital del hombre, del creador. No obstante se me ocurre que
poesía y coraje son dos palabras que están marcando su acción política, su militancia y su creación.
¿Cómo explica el redescubrimiento de la poesía de Gelman en estos últimos años?
La obra de Gelman recorre también la historia del país; su poesía refleja la historia de encuentros,
desencuentros y de contradicciones de la Argentina. Su obra atraviesa las entrañas de una sociedad
difícil, contradictoria. El reconocimiento pasa por ahí, pero también porque la obra de Gelman es la más
brillante de la poesía argentina.
¿En qué libros percibe un cambio en los vínculos entre el poeta y el país?
Para mí Gelman se reencuentra y se reconcilia con la Argentina en sus últimos dos libros: Valer la pena y País que fue será, en los que volví a sentir la potencia del poeta de Cólera buey. En sus últimos
poemas Gelman se vuelve más reflexivo e íntimo, piensa y analiza su relación con la poesía y con el
país. Pero además uno no puede dejar de mencionar el exilio, que lo llevó a poetizar el silencio a través
elpoemaseminal 120/ 29 feb.-15 mar., 2008/4
de la traducción o de las reescrituras. Siempre estuvo lleno de la Argentina y nunca sacó los pies fuera
del alma del país.
Página 12, Buenos Aires, 29 de julio de 2006
ttteeessstttiiimmmooonnniiiooosss
AARRTTEE PPOOÉÉTTIICCAA
ENTRE TANTOS OFICIOS EJERZO ÉSTE QUE NO
ES MÍO,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del,
alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.
A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la
sangre.
Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la
muerte.
OOFFEELLIIAA
ESTA OFELIA NO ES LA PRISIONERA DE SU
PROPIA VOLUNTAD
ella sigue a su cuerpo
espléndido como un golpe de vino en medio de
los hombres
su cuerpo estilo renacimiento lleno de sol de
Italia pasa por buenos aires
ofelia yo en tus pechos fundaría ciudades y
ciudades de besos
hermosas libres con su sombra a repartir con los
amantes mundiales
ofelia por tus pechos pasa como un temblor de
caballadas a medianoche por Florencia
tus pechos altos duros come il palazzo vecchio
una tarde de verano de 1957
iba yo rodeado de tus pechos sin saberlo
era igual la delicia la turbación el miedo
las sombras empezaban a andar por las callejas
con un olor desconocido
algo como tus pechos después de haber amado
eras oscura ofelia para entonces y enormemente
triste
una adivinación una catástrofe
un oleaje de olvido después de la ternura
una especie de culpa sin castigo
de furia en paz con su gran guerra
andabas por Florencia con tus pechos yendo y
viniendo por las sombras
con saudade de mí seguramente
tu hombro izquierdo digamos
lloraba a tus espaldas o largaba sus ansias lentas
en el crepúsculo y ellas venían a mi sangre
o eran un temblor como un presagio
gracias te sean dadas ojos míos
yo les beso las manos bésoles muy los pies
gracias narices muchas gracias oídos con que
escucho los ruidos
de la ofelia
antes apenas era una ciudad de Italia
sus tiros me llenaban de otra desgracia el
corazón.
OORRAACCIIÓÓNN
HABÍTAME, PENÉTRAME. Sea tu sangre una con mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Ardeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mi como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.
Con esta sed quemándome.
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La soledad, sus cuervos, sus perros, sus
pedazos.
AANNCCLLAAOO EENN PPAARRÍÍSS
AL QUE EXTRAÑO ES AL VIEJO LEÓN DEL ZOO, siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en Rhodesía del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había
movido del
Sahara.
De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las
pequeñeces
de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía "los idiotas hacen hijos".
Los dos o tres cazadores ingleses que se había
comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
“las cosas que hace uno para vivir" reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.
Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial
deferencia.
Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi
hombro
"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".
Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Carlitos Gardel.
TTEEOORRÍÍAA SSOOBBRREE DDAANNIIEELLAA RROOCCCCAA
HE AQUÍ QUE DANIELA UN DÍA CONVERSÓ CON
LOS ÁNGELES
ligeramente derrumbados sobre sus senos
góticos
fatigados del trance pero lúcidos lúbricos
y daniela advertía sus símiles contrarios
las puertas que se abren para seguir viviendo
las puertas que se cierran para seguir viviendo
en general las puertas sus misiones sus ángulos
ángulos de la fuga las fugas increíbles
los paralelogramos del odio y del amor
rompiéndose en daniela para dar a otra puerta
con la ayuda de drogas diversas y de alcoles
o de signos que yacen debajo del alcol
o daniela sacándose los corpiños sacándose
los pechos distanciados debido al ejercicio
del amor en contrarias circunstancias mundiales
daniela rocca loca dicen los magazines
de una pobre mujer italiana por cierto
que practicaba métodos feroces del olvido
y no mató a sus padres y fue caritativa
y un día de setiembre orinó bajo un árbol
y era llena de gracia como santa maría
LLAAMMEENNTTOO PPOORR LLAA TTÓÓRRTTOOLLAA DDEE BBUUTTCCHH
BBUUCCHHAANNAANN
EL POBRE BUTCH BUCHANAN PASÓ SUS AÑOS
ÚLTIMOS cuidando a una tórtola ciega y sin querer ver a
nadie
en solidaridad con el pájaro al que amaba y
cuidaba
y a veces aleteaba en su hombro dejando caer
un dulce sonido a naranjos azules girando por el
cielo
a demonios de pie sobre un ratón
a monos de piedra sorprendidos en el acto de
hacer
"oh tórtola" decía butch buchanan. "amas la
ceguera
y yo convertí mi corazón en ceguera
para que vueles alrededor de él y te quedes"
pero lo que debe desaparecer
todo lo que se masca come chupa bebe o
saborea,
venía con el crepúsculo y tristeza para butch
tristeza para butch.
el cual:
soñaba con el desierto sembrado de calaveras de
vaca
los castillos de arena instantánea o polvo
rápidamente
quieto en tierra
los oleajes (como de serpiente) del tiempo en
Melody
Spring
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y los antepasados que ya no conocían el dolor ni
el dolor
de la muerte
y hablaban un idioma lento amarillo feliz
como un lazo de oro en el cuello
noches y noches soñó butch butchanam
hasta que supo que iba a morir
enfiló su cama hacia el sur y se acostó de
espaldas al cielo
y dejó escrito en la tórtola que lo enterraran de
espaldas
al cielo
y aquí yace de espaldas al cielo mirando todo lo
que baja
y sube en Melody pueblo de miserables que:
degollaron la tórtola la asaron la comieron
y comprobaron con cristiano horror
que los miraba desde el plato
con el recuerdo de sus ojos
*
LAS AGUAS DE TU VIENTRE CANTAN AL FONDO
DEL PAÍS/ así estás hecha/
hoy que la lluvia duele
en todo el mundo te posás/
¿dónde escribís tus estaciones?/
¿las trémulas de tu candor?/
¡panadera!/
¡brillás para que nadie sufra!/
¡amigás compañías que empiezan en tu piel!/
¡como penumbras del furor!/
¡así a tus pechos viene el ido!/
¡el que pasaba por tus jugos contra
la olvidación!/
¡apretando los huesitos prestados!
*
LA SECRETA DULZURA DEL DOLOR es transparencia/ sale
de la furiosa resignación del sueño/
suena en la boca del perdido
en su origen/ en su
rumor de inexistencia que
le clava la cabeza al gran espanto/
al doble andar/ al doble hilo/ a la
no verdad del estar como no estar/
el vuelo torpe que los cría/
lo que rompe la luz/ memoria
confusa por sus números/
pecho que dura como huella/
la nada que te ama
JJOOSSEEPPHH BBRROODDSSKKYY
CUANDO UN POETA SE POSA SOBRE EL MUNDO
LO DESPLAZA. Cuando el pájaro muere, ¿qué pasa?
A lo mejor le falló el corazón por instalar su
levedad en su suelo.
0 tenía la memoria cargada con cada vuelo que
voló.
En el café Colón de Malabia y Corrientes
los parroquianos conocen la lentitud del tiempo,
el dolor del cariño, la ficción de ser otra cosa, la
mesa
donde Joseph Brodsky se para y dice que el
exilio fue hoy,
que no hay espanto mayor que el de animal
recorriendo su cueva,
que pesan hoscamente los que cayeron
combatiendo y que
no hay heridas, sino una gran herida que nadie
puede /cerrar.
¡Habráse visto!
¡Como si el pájaro no recoriera las cortinas del
cuarto
para que entrase el sol!
¡El sol de nada, la huella infinita de la piedra
en cada pobre amor!
Tendrías que haberte quedado más, aquí,
Joseph o cosmos descuidado,
a la intemperie de costumbre.
No se arrancó del país y yace
lleno de entender todo.
elpoemaseminal 120/ 29 feb.-15 mar., 2008/7
zonas
IISSAABBEELL QQUUIIÑÑÓÓNNEEZZ ((11994499--22000077))
FFááttiimmaa FFeerrnnáánnddeezz CChhrriissttlliieebb
El 29 de octubre
2007 dejó de latir el
corazón de la poeta
Isabel Quiñónez.
Cinco semanas
después, sus
hermanas invitaron
a un homenaje
póstumo antes de
depositar sus
cenizas en una
funeraria de la
colonia San Rafael.
Insólito es el
adjetivo con que
puede ser calificado
ese acto. Lo usual, en este tipo de
conmemoraciones, es resaltar aciertos
personales y subrayar las virtudes de una obra.
Aquí la obra pasó desapercibida y lo resaltado
fue una serie de datos y recuerdos para
“entender por qué era como era”, en palabras de
Marina, su hermana mayor.
¿Cómo era esta mujer nacida el 17 de julio de
1949 en San Pedro Sula, Honduras? Sólo ella lo
supo. La fuente creativa de los verdaderos
poetas es un completo misterio para los otros.
Los testimonios de quienes la conocimos son
fragmentos, angulitos, momentos de una vida,
manifestaciones intermitentes de un todo
inaccesible.
En un disco compacto, presentado el pasado
9 de diciembre, las hermanas colocaron fotos de
infancia, registros de escuelas, amistades,
parejas, la interpretación de su llegada a México
y algo inusitado: relatos sobre la hostil y
compleja relación de Isabel con su madre.
La semilla de la poesía tal vez se depositó en
esa niña cuando los padres rompieron
abruptamente su convivencia. Él, empresario y
dueño de una librería, permaneció en Honduras.
Ella, mujer de sociedad, salió con sus dos niñas a
México y se hospedó con unos paisanos. Los días
fueron difíciles. Isabel de cuatro, cinco, seis años
extrañaba la amplitud y calidez de su primer
hogar, le hacía falta su papá y padecía los
desasosiegos maternos. Siete años después de
su llegada al Distrito Federal, la mamá se casa de
nuevo. Cuando Isabel tiene 10 años, nace Norma,
su nueva hermana. En esa época, la futura poeta
lee todo el tiempo. La madre se enfada. La
quiere jugando como las demás niñas. Los años
corren y los reclamos maternos aumentan: “¿Por
qué te pones eso?... Estás muy gorda… ¿Por qué
eres así?... Sé más normal…”. A los 21 años, su
mamá le exige una prueba de embarazo e Isabel
se va de la casa. Encuentra a Carlos, a quien
años después le dedicará Alguien maúlla (FCE,
1985). Es probable que las adversidades
continuaran alimentando su espíritu poético.
Carlos muere a los 45 años de edad cuando ella,
de 35, se siente plena junto a él. Varios poemas
de Esa forma de irnos alejando (Universidad
Veracruzana, 1989) se gestaron a partir de él y
de su muerte. El libro está dedicado a Roberto, el
padre de Paloma, la única hija de Isabel.
Antes de estos dos poemarios, en La Máquina
de Escribir se publicó Extracción de la piedra de la locura (1979) y ¿Será esto el mar? (UNAM,
colección Punto de Partida, 1984), eran los años
de los talleres con Juan Bañuelos y Carlos
Illescas. Encarrilada en la maternidad, lucha para
mantener su cuerpo en armonía. El potasio baja,
los medicamentos suben, el amor se escapa. En
1996, Breve Fondo Editorial dio a conocer Así en la tierra. Luego vendrían periodos negros, una
hipocalemia hace estragos, la escritura se vuelve
ocasional hasta que se recupera para emerger de
nuevo, con fuerza y madurez. Dejó un libro
terminado.
Más allá de sus poemas y de algunas
investigaciones históricas, redactó textos como
la serie titulada La musa ha terminado, escrita
durante 1990 y publicada
en la revista de libros del
periódico El Nacional. Ahí se aprecia la forma
en que estudiaba a los
autores que le
interesaban, ahí se ve
cómo intenta
elpoemaseminal 120/ 29 feb.-15 mar., 2008/8
desentrañar, por ejemplo, a William Cowper,
poeta romántico del siglo XVIII inglés. También
dedica otras partes de esta serie a Cavafis,
analizando lo que Auden y Yourcenar escribieron
sobre él. Todo ello, tantas lecturas a las que se
pueden añadir Ezra Pound, Yeats, Odysseas
Elytis, Paz, T.S. Eliot, Gorostiza, Matsuo Basho
le ayudaron a construir técnicas para transmutar
su dolor, para anclarse en la vida, para crear. Su
poesía está a la vista. Que cada quien emita su
propio juicio.
Isabel trabajó tres décadas en el
Departamento de Estudios Históricos del INAH.
Estudiaba la maestría en historia cuando el 3 de
octubre de 2007 le detectan cáncer en el
páncreas. Al final de ese mes se fue. No murió,
porque si hay seres que no pueden morir son los
poetas.
ÚÚLLTTIIMMOOSS PPOOEEMMAASS
I
DIOS ES LA SOMBRA DE LA LUZ y nos acecha.
II
Todo objeto da silencio,
tiene la nobleza
que maldice la existencia.
III
Parecen pájaros las hojas,
cuando la luz tan plena,
el jardín es,
¿o es la complacencia?
... yo diría: aire!,
pero es ensoñación y llena de vidas
en su sangre es
y burbujea de luz,
y por la luz se ensancha
la vida que sucede por las hojas.
IV
Fresco gris íntegro de azules,
plena potestad,
la lluvia
aísla y vuelve a unir
cuanto es corpóreo.
Agua y tierra
alzan la grisalla que derrota todo,
excepto el aire
que al llover despliega:
floraciones animales, esencia de hojas
corolas terrestres.
Toda lluvia abre intersticios,
transparece, lava el cielo
avisando el sereno adentramiento,
ese estado musical
que viene tras la lluvia.
V
La capacidad de ser,
está en el tiempo
(no en los frutos),
cuando uno se siente entero
el que existe íntegramente
es él, no uno.
Los poemas que aquí aparecen forman parte del libro Árboles adentro, de próxima aparición.
Nexos, núm. 362, febrero de 2008
EENNTTRRAADDAA AALL JJAARRDDÍÍNN DDEE LLAASS DDEELLIICCIIAASS
Y DIJO DIOS: "Haya un firmamento por encima de las aguas",
y atardeció, y en la penumbra
fue despertando el sueño,
y mis labios comenzaron a moverse;
vi las esferas luminosas que la música rodaba:
caían, translúcidas frutas inmaduras,
y en sus pulpas iban hombres degustándose,
delicado era el sonar de las esferas
al sumergirse en las aguas
donde todo se refleja;
yo, en una barca, coronada de narcisos
disfrutaba
y en la embarcación iban también las risas
burlonas de los
niños,
de los fantasmas, de los trasgos,
las vindictivas risas donde el firmamento
palpitaba,
y yo, bogando, percibiendo,
comencé a cantar el sueño gozosamente
articulado:
a lo lejos una vieja ciudad calva —y
relámpagos—
se iba derrumbando.
www.magogris.com, núm. 10-11
noviembre-diciembre 1999
MMEE AABBRREESS
elpoemaseminal 120/ 29 feb.-15 mar., 2008/9
NADIE, NI EL SILENCIO, me abre como tú,
ni el tiempo
MMII LLEENNGGUUAA SSEE AADDOORRMMEECCEE
LLUEVE EN EL CUARTO en la playa de telas desoladas
llueve
sobre las sábanas blanquísimas
sobre mi carne que puede ser tan dulce
Más allá de la ventana puedo verte
y me consumo
aquí
donde relampaguea relumbran los gatos
empapados
míralos encenderse irse en fuego
los ojos en los ojos
óyelos revolcarse mójate
que yo te mire
aunque imagine al mismo tiempo
algo que pudiera sustituirte
con ventaja
En la sombra estoy y tras las bardas
puedo ver las concubinas
en sus habitaciones consumiéndose
solitarios se hallan los jardines
espesados en aromas
puedo acercarme a sus espejos
enciendo los carbunclos
Ya nos acercamos al Cuarto Pimienta
Irritamos el recinto de los órganos maduros
donde los peces que relumbran
y las aves que vuelan y se miran
sobre las paredes rojas de tapices
pudieran las nereidas y sus pechos
los unicornios y sus vírgenes
ahí se estira un animal moreno
gozoso me empuja con su cuello
los dos nos vamos a lo tibio
y sientes mi lengua que te lame
eres fruta de mi mesa
estás quieto miras quieres ser mirado
somos el pan las perdices y los vinos
el comensal y el cocinero
paladeamos todo
contrarios al precepto que prohíbe derramar
estrellas
en la arena
manamos de los líquidos febriles
hasta nuestras manos tibias
en las ingles
y las caderas en reposo
Pero ruedan ya las lunas sordas
y en la orilla los gatos se pasean
sopla el viento esta torre
de pájaros dormidos
donde llueve
donde el frío
donde nada te sustituye con ventaja.
PPAACCOO UURROONNDDOO,, MMÁÁSS AALLLLÁÁ DDEELL
MMIILLIITTAANNTTEE
KKaarriinnaa MMiicchheelleettttoo
La presentación
de la edición de
la poesía
completa de
Francisco
“Paco” Urondo,
el martes en el
centro cultural
que lleva su
nombre, fue una oportunidad para acercarse a su
obra desde el análisis académico, pero también
desde el recuerdo de amigos. La mesa propuesta
estaba integrada por el escritor y periodista Juan
Sasturain, Susana Cella —quien realizó el prólogo
de la edición—, Pablo Montanaro (biógrafo de
Urondo), la investigadora Cecilia Eraso y el
pintor Óscar “Oso” Smoje. Sobre el final se
sumaron voces del público que agregaron
visiones sobre el poeta, como la del músico Juan
“Tata” Cedrón, que terminó recitando un poema
inédito de Urondo.
“Qué lindo pibe que era Paco, por algo
ganaba tanto”, arrancó Sasturain, en el lugar de
coordinador de la mesa, mirando la tapa de la
Obra poética: una foto en blanco y negro que
muestra a un joven Urondo, realmente lindo. En
la otra mano tenía una primera edición de Todos los poemas, editado por De la Flor en 1972.
Oscar Smoje, sentado a su lado, fue quien hizo la
tapa de aquella publicación. La mayoría de los
expositores marcaron la dificultad de acceso a la
obra de Urondo, escasamente reeditada y
durante mucho tiempo ignorada por los
programas de estudio de academia. Y, también, el
grado de injusticia de cierta lectura simplista que
redujo su obra a la de un “poeta de denuncia”.
“Suena raro escuchar lo que pensaban que
era la poesía de Urondo”, destacó Sasturain, y
señaló: “En los numerosos testimonios que
recoge Pablo Montanaro en su biografía, se
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vislumbra el estupor ante el viraje que toma su
vida cuando asume su militancia: ¿pero cómo, si
éste era un jodón, un tipo pintón que tenía todas
las minas? Parece no caber en ningún arquetipo.
Y lo que son falsos son los arquetipos”.
Montanaro completó esta idea: “Sobre Urondo
pesaba una condena: era el exquisito poeta que
se había vuelto revolucionario. En muchas de las
entrevistas que hice para la biografía, cuando
empezábamos a hablar de su militancia, el clima
cambiaba. Gran parte de la cultura argentina se
quedó sólo con esas sentencias y esa condena.
Pero, en cuanto se lee su obra, la idea del
Urondo que escribía sólo desde su lugar de
batalla cae automáticamente, no se sostiene”.
El punto de partida de la exposición de la
joven investigadora Cecila Eraso representó, tal
vez, el de muchos de los lectores de Urondo de
una generación: “En mi caso, la primera vez que
supe de él no tuvo que ver con su poesía: ‘Paco
Urondo’ era el nombre de una agrupación política
de la facultad. De este modo, supe de él antes
como militante que como poeta”, contó. En su
análisis marcó que la preocupación política de
Urondo nunca fue en detrimento de sus
búsquedas literarias. “Más bien –destacó– esta
preocupación culminó en una obra poética que
sondea formas novedosas de hacer irrumpir lo
político en el interior del poema: una obra que no
se contenta ni con el sacrificio de la forma
poética por la exaltación del contenido político,
ni con el intenso formalismo en que devino la
experimentación de las vanguardias.”
“La palabra ‘amigo’ adquiría un significado
especial en la época en que trabajábamos juntos.
Estaba ligada a la palabra ‘trabajo’”, recordó
Oscar Smoje, compañero de Urondo en empresas
como la del diario Noticias, y recordó “grandes
tertulias” junto al poeta, como las que formaban
en la casa de Juan Fresán junto a gente como
Rodolfo Walsh o Juan Gelman: “Después de
largas y acaloradas discusiones, siempre
aparecía apaciguando Paco, llegaba y decía:
‘¿Por qué no nos vamos a pasear por la
Costanera?”, rememoró Smoje.
“No estoy de acuerdo con que Paco haya
estado oculto, en nuestra generación lo leímos
mucho”, irrumpió, sobre el final, Tata Cedrón,
con una gran sonrisa. “Quizás el problema es que
ya no se lee más.” El artista –que ha
musicalizado e interpretado a Urondo, entre
tantos poetas argentinos– recordó algunos de los
momentos compartidos con Urondo y Juan
Gelman. Durante la presentación también se
recordó que alguna vez Paco Urondo —quien
durante un breve tiempo fue jefe del
Departamento de Letras de la Facultad de
Filosofía y Letras— inauguró un centro cultural
donde expuso obras como la de Oesterheld, en el
mismo lugar donde se desarrolló la charla. La
voz de Urondo recitando sus poemas, en una
grabación casera, cerró la presentación de esta
Obra poética cuya edición conmemoró los 30
años de la muerte del poeta, víctima de la
represión de la última dictadura militar. En el
prólogo, Susana Cella escribió: “Para Urondo era
fundamental hallar la palabra justa, en tanto
justeza y justicia, y el intento equivalía a
encontrar un sentido que justificara la vida.
Equivale a distinguir algo que en varios poemas
menciona: lo que vale la pena”.
Página 12, Buenos Aires, 31
de agosto de 2006
GGAASSTTÓÓNN BBAAQQUUEERROO,, MMAAGGIIAASS DDEE VVEERRSSOO YY
CCUULLTTUURRAA
LLuuiiss AAnnttoonniioo ddee VViilllleennaa
l autor cubano, humilde e íntimamente
orgulloso de su rareza, era, con Cabrera
Infante —uno poesía y prosa el otro—, un mito.
Su pensamiento no tuvo fronteras y su obra es
una riquísima mina custodiada por un fenomenal
y mágico erudito
Gastón Baquero (1918-1997) era alto,
simpático y mulato. Un gran hombretón cordial
que cuando lo conocí (en los primeros años
ochenta me lo presentó José Olivio Jiménez, otro
exilado cubano) trataba de pasar desapercibido y
se mostraba humilde e íntimamente orgulloso de
su rareza, porque entonces no lo conocía casi
nadie. Quién diría que ese señor sapientísimo,
que trabajaba en Radio Exterior de España, había
sido uno de los prohombres intelectuales de la
Cuba de los años cincuenta, justo antes de la
Revolución, senador de Batista y secretario de
redacción de aquel importante periódico que fue
el habanero Diario de la Marina.
E
elpoemaseminal 120/ 29 feb.-15 mar., 2008/11
Gastón Baquero nació en Banes (entonces
provincia de Oriente) y siempre resultó chocante
para algunos, en una sociedad aún oficialmente
racista —ni el presidente Batista podía entrar al
Jockey Club—, que un mulato pudiera alcanzar
las cotas y los honores a los que llegó Gastón.
En los años cuarenta (los principales de su
escritura cubana) es un poeta vinculado con los
mejores círculos poéticos de la isla: desde la
revista Orígenes a Espuela de Plata. Por derecho
y calidad es amigo y parigual de Eliseo Diego, de
Virgilio Piñera y sobre todo de Lezama Lima, a
quien Gastón admiró toda su vida. En esa época
colabora ya en el Diario de la Marina con
brillantes artículos literarios, que no sólo le
muestran fervoroso seguidor de lo español (en el
exilio o no) sino un amplio conocedor de la
poesía y el pensamiento universales. Son los
artículos de un humanista que era asimismo un
gran poeta. En los cincuenta, sin embargo, la
producción escrita de Baquero decrece algo (y
parece que deja de escribir poesía) pues son los
años del hombre ilustre y conservador, del
refinado bon vivant que tiene chofer y cargos
oficiales, y que continúa llevando su íntima
homosexualidad con la discreción que siempre la
llevó. Yo no tengo dudas, Gastón Baquero era un
hombre de talante conservador (no un
reaccionario) infinitamente liberal en la cultura y
en la vida. Vi con él una gran exposición de
Wifredo Lam en Madrid, en los primeros noventa,
y recuerdo que se paró ante un espléndido lienzo
y dijo: "Me alegro que esté aquí". Como yo le
preguntara por qué o me quedase algo atónito,
ese Gastón que raramente quería hablar de su
pasado suntuoso me contestó: "Es que estuvo en
mi casa de La Habana, sabes...". Cuando la
Revolución de Castro triunfó y él estuvo y se
manifestó naturalmente en contra, supo que el
Che Guevara lo iba a citar en su despacho. Otro
día me contó que sabía también que esa cita (que
no llegó) hubiera sido su fin, así es que con lo
puesto y protegido por tres embajadores —entre
ellos el de España-, a mediados de marzo de
1959, Gastón Baquero, el intelectual poderoso,
tomó un avión en La Habana rumbo a Madrid.
Jamás regresaría.
El régimen franquista lo acoge bien y le
busca empleo. Me cuentan que en sus primeros
años de exilio madrileño (en que Gastón vuelve a
la poesía, y con más brillantez aún que en la
etapa cubana) seguía viviendo con hábitos de
gran señor rico...
Pero la
intelectualidad
antifranquista (que
entonces era la
intelectualidad
española mejor) le
vuelve la espalda
en su casi totalidad,
porque es un
"gusano", un
reaccionario huido del paraíso socialista que
soñaba en Cuba... Casi solo o con amigos en el
otro exilio de Miami, Gastón da un giro
copernicano: se vuelve un hombre
voluntariamente gris y modesto, lejos de
cualquier pompa anterior, que gusta de los raros
y marginados... Yo le conocí aún en ese tiempo.
Si iba en tren (me contó, aquellos lentos trenes
en que tanto se hablaba) se colocaba un cartelito
en la chaqueta vieja que decía: "Soy mudo". Pero
era ya el autor de Memorial de un testigo, un
gran libro de la poesía del idioma, que Adonais
editó en 1966 y que entonces pasó —natural al
hilo de lo que cuento— casi por entero
desapercibido. Dos amigos, aún jóvenes, José
Olivio y Paco Brines, serían mucho tiempo los
voceros (con poco eco inicial) de la maravilla
deslumbrante de poesía y saber que era Gastón
Baquero. Sólo cuando en 1984 se publica Magias e invenciones, su poesía prácticamente completa
hasta el momento, los lectores y sobre todo
algunos poetas jóvenes empiezan a llegar... Él
casi ignora que aunque su nombre esté
oficialmente silenciado en Cuba, para bastantes
cubanos (como comprobé en 1993, y se lo conté
y oí con él las grabaciones que para él me
dieron) era, con Guillermo Cabrera Infante —uno
poesía y prosa el otro— un mito vivo. Recuerdo
cuánto le emocionó escuchar a aquellos
incipientes poetas que lo veneraban...
A Gastón Baquero nunca le llegaron grandes
reconocimientos (aunque se pidieron al final) y
murió en una residencia de ancianos en las
afueras de Madrid, porque en su vieja casa de
Antonio Acuña, destartalada y atiborrada de
libros, ya no podía valerse por sí mismo. Pero
supo que era leído, publicó un nuevo libro de
versos, Poemas invisibles, y alcanzó el
reconocimiento de muchos, aunque menos de lo
que hubiera merecido. Al final, era anticastrista,
por supuesto, pero abogaba abiertamente por la
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unión cultural de las dos Cubas (la de dentro y la
de fuera) con la generosidad y amplitud
intelectual que siempre tuvo. Alberto Díaz-Díaz
acaba de publicar una recopilación de sus
artículos periodísticos de tema literario:
Geografía literaria. 1945-1996. Su prólogo
defiende con razón y ardor al sabio que fue
Baquero, al brillantísimo humanista, pero aunque
más de la mitad de los artículos provienen del
Diario de la Marina, se le olvida decirnos si
alguno (como creo) no fue ya recogido en
volumen por el propio Gastón que aquí, y en la
época de su más hondo olvido, en 1969, publicó
un tomo de ensayos —artículos o conferencias—
titulado Darío, Cernuda y otros temas, no siendo
por supuesto el único volumen ensayístico del
autor, aunque cayeran casi todos en vacío...
Gastón no tuvo fronteras mentales, entre sus
poetas mayores estaban Vallejo y Neruda, que
siempre fueron comunistas. Y en la Residencia
de Estudiantes —lo vi— abrazó a Eliseo Diego,
con quien antes no se había saludado... Conocer
la obra de Gastón (su poesía sobre todo) es
entrar en una riquísima mina, custodiada por un
fenomenal y mágico erudito.
-
Gastón Baquero, Geografía literaria. 1945-1996: crónicas y ensayos. Ed. de Alberto Díaz-Díaz.
Madrid, Huerga & Fierro. 2007.
Babelia, supl. de El País, 23 de febrero de 2008
***
NNOOVVEEDDAADDEESS
Rubén Bonifaz Nuño, Luz que regresa. Antología. Sel. y pról. de Sandro Cohen.
Madrid, Visor, 2007.
La poesía de Rubén Bonifaz
Nuño —fértil, intensa,
inquietante— no cabe
fácilmente dentro de los
parámetros de la poesía
mexicana, latinoamericana o,
incluso, en lengua española.
Posee una riqueza de formas y
contenidos de cuya existencia
pocos sospechan hasta que se
acercan a leerla con detenimiento. No se le
puede aplicar ninguno de los motes que se han
utilizado para calificar a sus contemporáneos o a
quienes pertenecieron a generaciones
inmediatamente anteriores: poeta de la
inteligencia, poeta de la ciudad, poeta político,
poeta del hombre común, poeta de la
musicalidad, poeta formal, poeta hermético,
poeta del amor... En casi cualquiera de sus 18
poemarios el lector puede hallar a cualquiera de
estos poetas —o a varios simultáneamente—
porque sería raro que Bonifaz Nuño explorase
sólo un tema en un libro dado, y también sería
raro que lo hiciese de la misma manera.
(Fragmento del prólogo)
Coral Bracho, Cuarto de hotel. México, Era,
2007
¿Qué cuarto? ¿Qué hotel? se
preguntará el lector de este
libro redondo y sugerente
cuyos trazos sencillos y efectos
complejos recuerdan las
acuarelas que integran la
blancura del papel para
transmitir la sorpresa de la
obra de arte. El cuarto es uno
mismo; el cuarto es el mundo; es la
memoria o la identidad; o es, en efecto, un
cuarto de hotel, o de hospital; o un país.
Sea cual sea la respuesta o la suma de
respuestas, el libro es la alegoría de
nuestra naturaleza pasajera y de la
transitoria condición de un mundo
reiteradamente bélico y en ruinas. Si un
hombre es todos los hombres, si una mujer
es todas las mujeres, entonces Cuarto de hotel es la historia del hombre. O la historia de su
residencia en la tierra.
Y la historia la cuenta el inquilino, que nunca
entiende bien en dónde está ni por qué está ahí;
“historia” porque el temple enigmático de este
libro sutil y poderoso, sus grandes y abiertas
incógnitas permiten leerlo, casi, como una novela
de misterios.
En este libro breve cabe todo, y quien quiera
verlo se verá también a sí mismo en el espejo
deformado de una percepción única en la poesía
de nuestro tiempo. La obra de Coral Bracho ha
seguido un itinerario singular y variadísimo con
un timbre de voz reconocible y trasladado ya a
muchas lenguas. Cuarto de hotel es un nuevo
camino en esa búsqueda; otra estación en la obra
cambiante de una de las mejores poetas
mexicanas.
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Sandro Cohen, Desde el principio. Poesía reunida. Morelia, Jitanjáfora, 2007.
Editorial Jitanjáfora de Morelia
acaba de publicar el volumen
Desde el principio. Poesía reunida de Sandro Cohen, con
un prólogo de Armando
González Torres y, al final, un
ensayo de autobiografía
poética del autor. Los seis
libros que en él vuelven a
circular, y que desde hacía
años eran imposibles de conseguir, son De noble origen desdichado, A pesar del Imperio, Autobiografía del infiel, Los cuerpos de la Furia, Línea de fuego y Corredor nocturno.
Jorge Fernández Granados, Principio de incertidumbre. México, Era-Secretaría de
Cultura del Gobierno del Estado de San Luis
Potosí / Universidad de las Américas Puebla,
2007
El principio de incertidumbre es un término de
Werner Heisenberg con el que se conoce en la
física un atributo de la materia: a ciertos niveles
subatómicos no es posible atestiguar ni medir un
evento sin afectarlo por el mismo acto de la
observación. La energía y la luz en esos niveles
se comportan con una incertidumbre que no se
puede superar. Si la forma última de la realidad
es indeterminada e indeterminable en tanto
estructura fiable, ¿no podría serlo también la
forma de la poesía?
Esta nueva serie de poemas de Jorge
Fernández Granados se desarrolla bajo este
presupuesto con un verso indeterminado, un
verso que no se limita a decir sólo en un sentido,
sino que juega con las posibilidades que ofrece
el sentido mismo dentro de él: un verso flexible,
abierto, sin puntuación, en el que la variedad
semántica se define por una decisión (acaso
involuntaria) del observador/lector, que como en
el átomo de Heinsenberg afecta lo observado con
su mirada. El poema, así, depende del modo, de
la velocidad, del momento de quien lo lee. Una
forma sin forma en la que el lector deja su
huella.
Pero Principio de incertidumbre es también la
bitácora de un poeta en plenos poderes que
alcanza con este libro un timbre de mayor
alcance moral y de más alto vuelo estético. Su
recorrido abarca desde una baraja de identidades
–a manera de lotería de la idiosincrasia– hasta el
desafiante territorio de la nostalgia, pasando por
sucesos y fechas que ya son marcas (porque son
heridas) generacionales. Todo ello cifrado en
poemas de diversos registros que se dejan leer
como si desgranaran naturalmente frente a los
ojos su propia indefinición.
La obra de Jorge Fernández Granados es ya
un fruto maduro y deslumbrante en el árbol de la
poesía mexicana.
Raúl Zurita, Las ciudades de agua. México, Era, 2007
Las voces que hablan en este
libro de Raúl Zurita se turnan
entre los vivos y los muertos. Al
trenzarse, esas voces de aquí y
de allá configuran una biografía
íntima, filial, amorosa, punteada
por el dolor y la pérdida; pero también esbozan
la biografía pública de un país y los ríos de
sangre que lo atraviesan. Ambas historias, la
privada y la pública, se estampan en un contexto
que es siempre fluvial: ríos, mares en
movimiento, llanto, cielos líquidos. Y ambas
coinciden en una persona llamada Raúl Zurita,
chileno, que nos trae el pregón de esas aguas
que lo han formado. Escrito con las entrañas, Las ciudades de agua es, no obstante, un libro que
jamás se sale de cauce: el amor y el dolor se nos
ofrecen en un formato uniforme y delimitado, en
compactas dosis que están antes de la prosa
pero después de la poesía.
Con esta entrega, el gran poeta que es Raúl
Zurita continúa su deslumbrante empresa de
nombrar, como por vez primera y con toda su
crudeza, a las personas y a las cosas para que no
se pierdan en el agua del olvido.
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