Enrique Garcia Vargas ALCALÁ DE GUADAÍRA ANTES DEL CASTILLO (II): LA OCUPACIÓN EN ÉPOCAS ROMANA Y POST-ROMANA

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    Enrique García Vargas

    ALCALÁ DE GUADAÍRA ANTES DELCASTILLO (II): LA OCUPACIÓN EN ÉPOCASROMANA Y POST-ROMANA.

    EL YACIMIENTO: CRONOLOGÍA,FUNCIONALIDAD, IDENTIFICACIÓN.

    La consideración del cerro del Castillo de Alcaláde Guadaíra como un yacimiento arqueológicocon fases anteriores a la construcción de la for-ti cación andalusí es relativamente reciente yse deriva fundamentalmente del resultado delos sondeos arqueológicos realizados en 1989en diversos puntos del complejo forti cado porMiguel Ángel Tabales y Florentino Pozo Bláz-quez (Pozo y Tabales 1991). En aquella extensaintervención que contó con sesenta sondeosestratigrá cos, sólo unos cuantos de éstosalcanzaron niveles correspondientes a la An-tigüedad y a la Prehistoria. Fueron su cientespara documentar un momento muy antiguo deocupación en el cerro correspondiente al Bron-ce Pleno (ca. 1500 a.C.), una segunda fase deépoca turdetana (V-II a.C.) y una fase romanadetectada en la zona de las Alcazabas, la TorreMocha y el lienzo norte de la Villa. Esta últimafase de cronología romana se dató en virtud delos materiales cerámicos durante el siglo I d.C.Posteriores trabajos en el castillo, como la ex-cavación arqueológica de urgencia realizada en1999-2000 (Domínguez Berenjeno 2001, 2005a,2005b), han documentado materiales corres- 5

    pondientes a esta última fase romana asocia-dos a estructuras murarias contemporáneasen la zona de la Villa, materiales que fecharíanestas estructuras en el siglo II d.C. Finalmente,el seguimiento de las obras de rehabilitación dela muralla norte de la Villa en 2003 ha arrojadoun número escaso de fragmentos de cerámicaCampaniense B y de ánforas republicanas juntoa un elenco mayor de fragmentos de cerámicade tradición turdetana. El conjunto se fecha entorno al siglo I a.C.

    Los materiales romanos de la intervención de1989 se documentaron en los cortes 36, 42, 48y 56 (las indicaciones de la publicación de 1989acerca de materiales romanos en los sondeos20 y 43 se re eren en realidad a niveles turdeta-nos previos a la conquista romana de la región).En el corte 36 se documenta material residual(un lebrillo romano y algunos fragmentos decerámica turdetana de bandas rojas) asociadoa los muros A y B (s. XIII) junto a la Puerta deSan Miguel.

    En el corte 42, practicado también en la zonade la Puerta de San Miguel, junto a la cara nor-te de la muralla sur, se excavó un nivel romanoque descansaba directamente sobre el sustra-

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    Los niveles inferiores del corte 48, practicadoen la Torre Mocha son muy homogéneos encuanto a su cronología altoimperial, aunque eltipo de material documentado en ellos, princi-palmente fragmentos de cerámica común, nopermite una gran precisión cronológica, puesse trata de galbos y formas como lebrillos uollas de borde moldurado cuya morfologíageneral remite a un momento situable entremomentos avanzados del siglo I y el siglo III d.C.

    El corte 56, realizado en la muralla norte delPatio de la Sima (entre las torres central y laochavada) también alcanzó un nivel de base

    con materiales del siglo I d.C. ( gs. 4 - 5) fecha-dos por fragmentos de TSI de las formas Cons-pectus 12.1 (15-10 a.C.), Conspectus 21 (10-80d.C.), un fragmento de plato de cerámica “tipoPeña or” próxima a la forma IIC de Martínez,fechada de forma general en época julio-claudiay bordes de ánforas Dressel 7-11 de una morfo-logía que puede datarse en los años del cambiode eras. La cerámica común de estos mismosniveles (estrato VIII) presenta jarras, cantim-ploras, lebrillos y cuencos datables entre épocajulio-claudia y nes del siglo II d.C., con lo que lacronología amplia de este paquete anterior a laconstrucción de este lienzo del Patio de la Sima

    Figura 2: Fragmento deánfora gaditana de la

    campaña de excavacionesde 1989 en el Castillo deAlcalá de Guadaíra. Corte

    42. (Fotografía LGR - SRP).

    Figura 3: Fragmentos desigilata gálica e itálica de lacampaña de excavaciones

    de 1989 en el Castillo deAlcalá de Guadaíra. Corte

    42. (Fotografía LGR - SRP).

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    Figura 4: Materiales cerámicos romanos de la campaña excavaciones de 1989 en el Castillo deAlcalá de Guadaíra. Corte 56. (Elaboración LGR - SRP).

    Figura 5: Sello de alfarero (SEX. IVLI V[..])sobre fragmento de Terra Sigillata Gallica

    de la campaña de excavaciones de 1989 enel Castillo de Alcalá de Guadaíra. Corte 56.

    (Fotografía LGR - SRP).

    8: CA89 / C56 / N-VIII

    3: CA89 / C56 / N-VIII

    6: CA89 / C56 / N-VI

    1: CA89 / C56 / N-VIII

    2: CA89 / C56 / N-VIII

    7: CA89 / C56 / N-VIII

    4: CA89 / C56 / N-VIII

    5: CA89 / C56 / N-VIII

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    un pavimento de opus spicatum desmantela-do, se documenta una pequeña bolsada dematerial cerámico. Los fragmentos más sig-nificativos desde el punto de vista de la cro-nología son los siguientes: un tercio superiorde un ánfora tarraconense del tipo Obera-den 74, un borde de Beltrán IIb gaditana, unasa de ánfora itálica de vino Dressel 2-4 y unfragmento de jarra en cerámica común. Lacronología corresponde a época julio-clau-dia avanzada o flavia, a pesar de que entre elconjunto de materiales se encuentra inclui-do un cuenco-lucerna y una olla de tradiciónturdetana decorada con una banda roja en elinterior del borde.

    sería siglo I d.C., extensible al II por la tipologíade algunos de los cuencos moldurados en cerá-mica común.

    Los materiales romanos de la intervención de1990/2000 consisten básicamente en un paque-te de materiales de la UED 1069 (Sondeo 1Ct,zona de la Villa) y en algunos fragmentos des-contextualizados del rebaje del sector 3 (Patiode la Sima).

    Los segundos, se reducen a algunas tégulas yfragmentos de pesas de telar difícilmente data-bles por sí mismos. El contexto UED 1069 ( gs.6 - 8) es más expresivo. Junto a los restos de

    Figura 6: Materiales cerámicos romanos de la campañade excavaciones de 1999/2000 en el Castillo de Alcalá

    de Guadaíra. UED. 1069. (Elaboración ELDB).

    Figura 7: Materiales cerámicos romanos de la campañade excavaciones de 1999/2000 en el Castillo de Alcaláde Guadaíra. UED. 1069. (Fotografía ELDB).

    Figura 8: Fragmento de suelo en espiga ( opus spicatum ) dela campaña excavaciones de 1999/2000 en el Castillo de

    Alcalá de Guadaíra (descontextualizado). (Fotografía ELDB).

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    cha parece haber proporcionado evidenciasestructurales que se proponen correspondana una forti cación (Pozo y Tabales 1991: 544),aunque no se aportan evidencias que permitancon rmar o desechar esta opción. Realmente,llama la atención un establecimiento forti ca-do de estas dimensiones que no puede asimi-larse a ningún núcleo de población citado porlas fuentes. Excepto quizás unaHienipa cuyostestimonios de existencia son muy problemáti-cos como veremos a continuación.

    Finalmente, un seguimiento arqueológico rea-lizado en 2003 junto a la muralla norte de laVilla ha proporcionado ( g. 9) fragmentos decerámica de barniz negro (campaniense) y unpivote de ánfora gaditana (probablemente,una ovoide) que remiten a una fecha de tercercuarto del siglo I a.C.

    Uniendo todos los datos de la información pro-porcionada por la cerámica romana (incluidoel material descontextualizado de la interven-ción de 1999/2000: g. 10), tenemos testimo-nios de ocupación estable para el período ro-mano desde mediados del siglo I a.C. al menos(materiales del seguimiento de 2003), que seprolongaría a lo largo de época imperial hastatal vez nes del siglo II d.C., sin más testimoniopor el momento de ocupación del poblamien-to en el cerro a partir del siglo III. Para los últi-mos momentos de la Antigüedad Tardía sí sedocumentan algunos fragmentos de cerámi-cas a mano toscas que pueden estar indicandouna ocupación humana cuyo carácter, en el es-tado actual de la documentación, no es posibledeterminar.

    Más difícil es establecer a partir de la escasainformación existente la extensión y el carác-ter del yacimiento. Si consideramos grossomodo contemporáneos todos los elementosde la fase altoimperial, tendríamos un granestablecimiento amesetado similar a la Mesade Gandul, con indicios de forti cación en lazona de Torre Mocha. Desde ésta hasta el lu-gar de los hallazgos de la muralla norte de laVilla y el Patio de la Sima se extiende un áreade considerable tamaño en la que se docu-mentan estructuras imposibles de determinarfuncionalmente. La excavación de la Torre Mo-

    Figura 9: Material cerámico de las excavaciones de 2003 enel Castillo de Alcalá de Guadaíra. (Elaboración ELDB).

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    Hienipa no se encuentra nunca mencionada nien las fuentes literarias ni en las epigrá cas, sino es en una inscripción, también perdida deCarmona (CIL II, 128) trasmitida por el padreTrigueros. Ésta última hace referencia, entreotros (infra) a un colleg(ium) agrimensor(um)Hienipens(ium) y ha sido dado por falsa, hastaque Genaro Chic García (Chic García 2001a) hareivindicado su autenticidad basándose en lamención en ella de alguna demarcación territo-rial prerromanas ( Actes) citada tanto en la ins-cripción de Carmona como en la epigrafía anfó-rica del Guadalquivir, concretamente sobre untitulus en ánfora Dressel 20 con selloDATSCOL (de Azanaque-Castillejo) y fechado en 149 d.C. que Trigueros no pudo conocer. Esto, queparece razonable, no habilita, sin embargo, lamención a Hienipa, puesto que la transcripciónde Trigueros se hizo a partir de una pieza con la-gunas en la línea 6 que el erudito carmonés pa-rece haber restituido un poco libremente (S/A1999: 3), lo que sigue sin despejar las dudas fun-dadas acerca de la existencia de una localidadantigua con dicho nombre.

    Una inscripción hoy perdida (y muy deterioradaya en el momento de su hallazgo) procedentede la base de la Torre Mocha del Castillo de Al-calá (CIL II, 1263) parece haber mencionado, enefecto, al ordo Hienipensis, según Rodrigo Caro(Caro 1634) que la vioin situ. En el manuscri-to de Palacio (Stylow y Gimeno Pascual 1998:111), que copia la versión de Caro, muy defec-tuosa, se añade a ésta una lectura más ablefruto igualmente del examen directo de la ins-cripción y que indicaordo / iiien[ ] [ ]ipensium.A partir de esta segunda lectura, Helena Gime-no y Armin Stylow proponenordo Ilien[siumIli]ipensium, corrigiendo la versión anterior deJulián González, quien, partiendo de Hübner,restituyó ordo mun(icipium) / [munic(ipii) Il]ipensium. En ambos casos, se acepta, pues, quela mención es al senado local deIlipa (Alcaládel Río), se considera la pieza como traslada-da desde esta última localidad y se rechaza laexistencia de una antigua Hienipa. Se trataría,pues, de un falso topónimo resultante del inte-rés de Caro por reivindicar a su creador, el lla-mado Arcipreste de Santa Justa, antes del cual

    Figura 10: Vajilla de mesade barniz negro y rojo

    (campaniense y sigilata)descontextualizada

    procedente de laexcavación de 1999/2000

    en el Castillo de Alcalá deGuadaíra. (Fotografía ELDB).

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    Guadalquivir y fuera de laBaeturia Celtica inclu-yen, además de a Serippo, a Acinippo, Arunda,Arucci-Turobriga, Lastigi, Salpensa y Saepone ,además de los territorios “étnicos” correspon-dientes a los Siarenses Fortunales y a los Callen-ses Aeneanici.

    Tradicionalmente se ha considerado que estosenclaves de cultura céltica se ubicaban en losmárgenes serranos del valle, desde la sierra deAroche ( Arucci-Turobriga) a la de Ronda ( Acini-po, Arunda), pasando por la sierra sur sevillanay norte gaditana, donde los Callenses habríanquedado repartidos tras la reforma territorialaugustea entre los conventus hispalense, astigi-tano y gaditano (cf. Pascual Barea 2004). Plinio(3,12,8; 3,15,5; 3,14,4) ubica dosoppida llamadosCallet en cada uno de los dos primerosconven-tus citados y a losCallenses Aeneanicien el gadi-tano, de manera que no es extraño pensar quela delimitación de estas demarcaciones jurídicasse hiciera a costa de separar el territorio étnicode losCallenses entre ellas, pues dicho territoriodebió encontrarse justo donde luego se señalóel tri nio de las mismas. El centro político delos Callenses astigitanos debió situarse en Pan-corvo (Montellano), mientras que los Aenanici son mencionados en una inscripción fúnebreprocedente de Moguerejo (actual Molino Pinta-do), en el término de El Coronil (CILA 2.4. 1220),que está dedicada a Lucia Arvicia Acilianaquienrecibió honores por parte de losItalicenses, His-palenses, Asidonenses , Siarenses Fortunales yCallenses Aeneanici. Siarum suele ubicarse en laTorre del Águila (Utrera), por lo que eloppidumde Molino Pintado ha sido atribuido aCallet sinmás pruebas que el hecho de que es la única delas comunidades citadas en la inscripción cuyaubicación geográ ca era desconocida.

    Recientemente, Pascual Barea (Pascual Barea2013: 332) ha propuesto para la primera de las ins-cripciones que señalamos:ordo splen[didissimusIrip]pensium como lectura alternativa amun(icpium) / [munic(ipii) Il]ipensium, apuntando hacia unaIrippo de la que se conocen emisiones moneta-les de mediados del siglo I a.C. y para cuya ubica-ción este autor propone la Mesa de Gandul. Estoes más razonable que suponer un traslado delpedestal desde Alcalá del Río, pero resulta igualde hipotético que el resto de las lecturas, dadoque la inscripción original no ha pervivido hastanuestros días y no puede examinarse. Tambiénhipotética debe considerarse de momento la po-sible reducción a laIrippo de las monedas, comoconsecuencia de una trasmisión defectuosa, dela Serippo que Plinio (3.13-14) menciona comociudad estipendiaria de raíz celta enclavada enel conventus Hispalensis.

    DE YACIMIENTO AL TERRITORIO: EL CERRODEL CASTILLO EN EL CONTEXTO GEOGRÁFICODE LOS ALCORES Y LAS CAMPIÑASSEVILLANAS.

    La región antes de su romanización: unmosaico étnico.

    Sea cual sea la identidad de estos emplaza-mientos del alcor (con carácter urbano Mesa deGandul con seguridad y sólo hipotéticamente elCerro del Castillo), lo cierto es que toda el áreadel alcor, de las vegas del Guadalquivir, el Gua-daíra y el Corbones parece haber constituido enel momento de la conquista romana una zonade Turdetania de in uencia céltica mal de nida(cf. Chic García 2001a, 2012, Chaves Tristán e. p.).De hecho, las ciudades célticas mencionadaspor Plinio (3.13-14) en el entorno del valle del

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    quiere de este modo una importancia capital. Si nose trata de una falsi cación, como quiso Hübner (yya se ha señalado que no lo parece), está señalandouna organización territorial muy avanzada cronoló-gicamente (pues se fecha en época avia) pero enla que las huellas de la toponimia indígena y de laformación social de tipo gentilicio que traslucen hansido aducidas por Genaro Chic García como eviden-cias de un adstrato céltico superpuesto al sustratoeuropeo de tipo tartésico para toda esta región. Lainscripción es la siguiente:

    Pero la presencia de topónimos comoSegovia, en laIsla del Castillo de Écija,Segida, en La Saetilla (Palmadel Río) yCeltien Peña or, todas ellas en la zona bajadel Genil y su con uencia con el Guadalquivir, nospone ante la evidencia de una cierta “celtización”no sólo de los márgenes serranos, sino también delas campiñas de los ríos señalados que tal vez pue-da hacerse extensiva a las cuencas del Corbones ydel Guadaíra. En apoyo de esta idea parece poderinvocarse de nuevo el epígrafeCIL II, 128 copiado porTrigueros y procedente de Carmona (supra) que ad-

    Cerer(i) Frugif(erae) sacr(um) / colleg(ium) agrimensor(um) Carmomns(ium) et centur(iae) /3 Albores Volees Agstes Ligyes / colleg(ium) agrimensor(um) Segobiens(ium) et centur(iae) /Badyes Cinens Bodnes Armares /6 colleg(ium) agrimensor(um) Hienipens(ium) et centur(iae) / Lides Moeles Hybres Limes / colleg(ium) agrimemor(um) Arvens(ium) et centur(iae) /9 Isur- gutes Halos Arvabores Ores / colleg(ium) agrimensor(um) Oduciens(ium) et centur(iae) / Ga-lles Secus Elpes Hares /I2 colleg(ium) agrimensor(um) Muniguens(ium) et centur(iae) / Daudes Aves Albodunes Erques / colleg(mm) agrimensor(um) Axatitan(orum) et centur(iae) / Cismes Alebries Lestes Hybres / colleg(ium) agrimensor(um) Obulculens(ium) et centur(iae) / MelgesVerges Melges Tornes. /18 Civitat(es) octo ceteriq(ue) populi respublic(ae) col(legia) centur(iae) / a(ere) p(ublico) com[m]mu[n(iter) pro fru(gum)] / inc[r(ementis)] p(osuerunt) lib(enter) /21M. Ulpius. M.f L.n. M. pron. Quir(ina tribu) Strabo / IIIIvir aug(ur) pont(ifex) dedicavit d(ecreto)d(ecurionum).

    Por su parte, la traducción que da Genaro Chic de la misma, es como sigue:

    “[Monumento] consagrado a Ceres Frugífera: el colegio de agrimensores carmonenses y lascenturias Aibores, Volces, Agtes, Ligyes; el colegio de agrimensores segobienses y las centuriasBadyes, Cinens, Bodnes, Armores; el colegio de agrimensores hienipenses y las centurias Lides,Moeles, Hybres, Limes; el colegio de agrimensores arvenses y las centurias Isurgutes, Halos, Ar-vabores, Ores; el colegio de agrimensores oducienses y las centurias Galles, Secus, Elpes, Hares;el colegio de agrimensores muniguenses y las centurias Daudes, Aves, Albodunes, Erques; el co-legio de agrimensores axatitanos y las centurias Isines, Alebries, Lestes, Hybres; el colegio deagrimensores obulcolenses y las centurias Melges, Verges, Belges, Tornes; las ocho comunidadescívicas (civitates) y los restantes pueblos (populi), comunidades (res publicae), colegios y centu-rias lo pusieron [el monumento] de buena gana, una vez reunido el dinero comunitariamente deforma pública, en pro del incremento de los frutos. Lo dedicó M. Ulpio Estrabón, hijo de Marco,nieto de Lucio, bisnieto de Marco, quatorvir, augur y pontí ce, por decreto de los decuriones.

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    nimos y no nombres de urbes, que es lo habi-tual en el Guadalquivir:Ilipense, Orippense, alo que habría que añadir una extraña y escasaamonedación del siglo II a.C. a nombre de unafracción étnica: la centuriaHalos, que aparececitada tanto en la inscripción de Peña de la Salcomo en la de Carmona, y la mención plinianade unos Callenses Aeneanicien el entorno serra-no de Montellano y que son la parte “gaditana”de los callenses que hemos visto “distribuidos”en los territorios limítrofes de tresconventusiuridicidistintos.

    Genaro Chic García ha señalado (Chic García2001a) queCIL II, 128 revela el papel deCarmo que, primero como ciudad libre y, desde épocaaugustea, como municipio, aglutinaba en tornoal culto a Ceres (que tal vez se pueda ver comoun trasunto de una divinidad no romana), a losrepresentantes de una serie de civitates delárea, así como a distintos grupos “gentilicios”con ellas relacionados que, en este caso concre-to, resuelven problemas ligados a las obligacio-nes de la tierra frente al poder romano. A partirde una serie de coincidencias al respecto de lasformas de agrupación gentilicia que revela lainscripción y del tipo de culto femenino y telú-rico que trasluce, propone además un marcadocarácter céltico de las mismas. Las formas deagrupación (centurias=cien unidades de habita-ción) y el número de éstas (múltiplos de 3 y/ode 4) remiten, en efecto, al mundo celtibéricoy, en general, al mundo céltico europeo, bienentendido que, como plantea Manuel Fernán-dez-Götz (2010: 927), no debemos considerar locéltico como correspondiente a una etnia, sinoa un conjunto de grupos étnicos que compar-ten una serie de a nidades estructurales: “En-tre éstas podrían citarse a nidades lingüísticas,

    Al margen de las di cultades de lectura de lalínea 6, donde Trigueros habría restituidoHie-nipenses tal vez sin demasiada razón (supra ),lo cierto es que se trata del primer documentohistórico conocido sobre la organización terri-torial de este ámbito geográ co situado en lacuenca media-baja del Guadalquivir y entre lascampiñas del Genil, el alcor y la vega del Gua-daíra.

    Otra inscripción (CILII, 1054) procedente de Arva (Peña de la Sal, Alcolea del Río) cita al-gunas de las centurias mencionadas en la deCarmona y ha servido de base a Pedro SáezFernández (1978) para proponer un carácterno agrícola, sino gentilicio (prerromano, portanto) de estas centurias, equivalentes a lospagi galos. Es decir, se trataría de institucionesindígenas, en origen de tipo parental, denomi-nadas con términos latinos similares a los quese emplearon en los procesos de ordenaciónterritorial romanos. No es de extrañar, puesque tanto unas como otros evolucionasen ha-cia demarcaciones territoriales (que es lo queserían ya en época avia a pesar de mantenersu nombre étnico) conforme estas comunida-des fueron territorializándose y urbanizándosebajo in uencia romana.

    Evidencias de una organización gentiliciaprerromana en la región parecen ser igualmen-te, además de la tabula de hospitalidad con to-pónimos célticos publicada por Remesal comoprocedente con probabilidad de la Mesa delAlmendro, en Lora del Río (Remesal 1999), lasamonedaciones más antiguas de algunas deestas civitates (cfr. Chaves Tristán e.p. para lastipologías de in uencia céltica en estas mone-das regionales), con leyendas que citan etnó-

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    También conducen hacia el Bajo Guadalquivira través del alcor, cuyos pasos están controla-dos, de norte a sur, por Carmona, Alcaudete yGandul. Un territorio étnico constituido a par-tir del centro urbano-ceremonial de Carmonay que se alargue, si hemos de tener en cuentala inscripción de Trigueros, en dirección a Lora,Guadalquivir arriba, y en dirección aSegovia sobreel Genil, eIrippo? sobre el Guadaíra, controlaría unamplísimo espacio en el que se daría la convi-vencia de viejas urbes turdetanas con los nuevosgrupos aún en proceso de territorialización enun complejo mosaico étnico tal vez dominado,al menos parcialmente, por gentes de predomi-nio social y militar céltico.

    Los ejes de ordenación del territorio (vide engeneral Sillières 1990) son, pues, desde antiguolas dos grandes vías con sentido E-W: la quedesde Augusto se llamará precisamente Augus-ta que conectaría Carmona con Sevilla al Este ycon Córdoba al Oeste, a través deObulcula y Écija( Astigi), y la de Antequera ( Anticaria) que se sepa-raría de la anterior en Gandul dirigiéndose haciael Este, a través deBasilippo (Cerro del Cincho,Arahal) y Osuna (Urso). Los ejes N-S, aparte delos que conectan Carmona con el Guadalquivir,serían también dos fundamentales. El primerovendría marcado por el camino del alcor, que noes sino el tramo indicado más arriba como deconexión entre Gandul y Carmona y que, pasan-do por los vados del Guadaíra, continuaría endirección aOrippo a través de los cordeles deBenajila y Matalajema. El segundo, más al Este,conectaría la Vía Augusta con el Estrecho (Carteia)gracias a una derivación que pasaría por la ac-tual Marchena y que, cruzándose con la vía de Anticaria en Montepalacio, continuaría a travésde Lucurgentum en dirección a Montellano y

    elementos ideológico-religiosos como determi-nadas divinidades compartidas, festividades,etc. Es decir, un trasfondo ideológico del quesólo poseemos débiles indicios, y que es per-fectamente compatible con la existencia deuna acusada heterogeneidad entre las distintasregiones”. Tal vez sea en ese sentido, y no espoco, en el que podamos seguir hablando deuna impronta céltica en las comunidades de laregión del Guadalquivir durante la II Edad delHierro y que podamos seguir considerando a és-tas comunidades del valle del Guadalquivir comoun “mosaico étnico” en el que convivieron ele-mentos del fondo europeo precéltico, consi-derablemente “semitizados” y relativamenteurbanizados desde antiguo con nuevos contin-gentes procedentes de aportes sucesivos pro-cedentes del mundo celtíbero de la Meseta.

    La presencia meseteña en el valle del Guadal-quivir es patente desde la época de Cogotas,si no antes, y parece lógico que sea especial-mente fuerte en zonas como la de la junta delos ríosSingilis y Baetis donde desemboca unode los “corredores” N-S más transitados desdesiempre, pues es en este entorno de Celti-Segida donde se sitúa un importante vado del Gua-dalquivir: el que utilizaron las algaradas cristianas(como las del conde Gimeno el Giboso en la pri-mavera de 1173) para penetrar en el corazón elterritorio almohade.

    Las vías de comunicación y la estructura-ción del territorio.

    Al sur del Guadalquivir, los “pasos naturales”conducen a la serranía de Ronda y a la costadel Estrecho, donde se llega precisamente através de Montellano-Coripe-Puerto Serrano.

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    te el siglo y medio largo de presencia romanaanterior a ésta época. La mano de César pue-de intuirse en los cognomina que reciben enestos momentos algunos de los centros de po-der más importantes o bien los grupos étnicosque se agrupaban en o en torno a ellos. Ilien-ses (Ilipenses), Aeneanici (Callenses), Fortunales(Siarenses), son, en efecto, apelativos que re-miten a aspectos diversos de la actividad o losancestros de Julio César. También la ciudad deSegida, una comunidad cuyas centurias no semencionan en CILII, 128, pero cuyo topónimoresulta tan céltico como el de la próximaSego-via, lleva un cognomen, Augurina, que pareceseñalar a una concesión cesariana, de modoque tanto esta ciudad, como eloppidum gadita-no de loscallenses y el hispalense de losilipenses pudieron ser municipios tempranos ¿de derecholatino? A ellos se uniríaCarmo, ya en época au-gustea, durante los últimos años del siglo I a.C.

    Coincidimos con María Luisa Cortijo en considerarque la política municipalizadora cesariana, ytambién la posterior augustea, en la zona debeconsiderarse desde una perspectiva funda-mentalmente macroterritorial (Cortijo Cerezo1990). Es decir, que más allá de las sanciones olos premios a determinadas comunidades loca-les en función de sus alianzas durante la guerra,lo que se pretendió fue asegurar los accesos alvalle del Guadalquivir desde el Estrecho porlas serranías gaditanas, desde la Meseta por lazona de Baecula-Obulcoy desde la Lusitania porlas Beturias Céltica y Túrdula, razón por la cualla zona del Guadaíra-Corbones, paso obligadopara el acceso al Estrecho, recibió una atenciónespecial. Desde luego, no debe ser ajeno a estaatención el interés por controlar también losaccesos a las áreas mineras de, respectivamen-

    Coripe. A todo ello, habría que unir conexionesNO-SE, como las que siguen el Guadairilla (Cor-del de Gallegos) y el Guadaíra (Cañada Real deMorón) en dirección a las serranías meridiona-les, la que, partiendo de Carmona, conectaríaesta ciudad con la vía de Anticaria a través delalcor, tramo en el que sería coincidente con lade Gandul, desviándose en Alcaudete para des-cender el escarpe en dirección aBasilippo, y laque conectaría también con la vía de Anticaria pero bajando el alcor en la misma Carmona ydiscurriendo por la vega del Corbones a travésde Porcún y la actual Marchena hasta unirse alcamino de Málaga enUrso.

    Municipalización y colonización: la rees-tructuración de un territorio.

    Sobre este amplio territorio en trance de uni -cación territorial en torno aCarmo antes de laconquista romana, la fuerza de las formas deorganización gentilicia se mantendría aún du-rante siglos junto a las formas progresivas deterritorialización representada por los oppidao formas de población concentrada; éstas últi-mas recibirían un segundo impulso después dela guerra civil entre César y los hijos de Pom-peyo cuyo destino se decidió precisamente enesta región, pues es innegable que, tras la gue-rra, su vencedor, Julio César, aplicó una políticade reorganización territorial que incluyó incen-tivos juríd cos para aquellas comunidades quelo habían apoyado en la guerra y represaliaspara los que se habían posicionado frente a él.

    Se iniciaba con ello en los territorios de la viejaTurdetania una política de municipalización ycolonización “a la romana” que había estadoausente, al menos de forma sistemática, duran-

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    realidad étnica muy variada. Se trata simple-mente de que el empleo de la cultura materialcomo índice de etnicidad es complicado y quepara solventar cuestiones de este tipo se preci-sa de contextos excavados en extensión y eseno es el caso en la región.

    Sólo el estudio comparado de conjuntos demateriales procedentes de una estrategia com-binada de excavación y prospección permiteun acercamiento mínimamente able a la cues-tión, trabajo que ha emprendido recientementeP. Garrido González y que permanece inédito(2007). Según estas investigaciones, una susti-tución apreciable en términos estadísticos delas vajillas cerámicas de tradición turdetana porlas romanas no se veri ca con establecimientos“indígenas” comoCarmo, Celti o la Mesa de Gan-dul hasta época augustea avanzada. Es lo mismoque muestra la excavación del barrio alfarerode Carmona, junto a la puerta occidental de laciudad, donde la producción cerámica es funda-mentalmente de tipología tradicional hasta losúltimos decenios del siglo I a.C. En ciudades cuyo“predominio étnico” debemos suponer itálico,la situación es justamente la inversa, con una ex-pansión notable de los productos itálicos desde nes siglo II a.C., momento a partir del cual sonsuperiores en términos estadísticos a los de tra-dición indígena, situación que se repite en la me-trópolis regional, Hispalis, donde los contextosportuarios se encuentran desde la misma épocaclaramente dominados por importaciones itálicas.

    Insistimos en que sólo una estrategia de investi-gación semejante en ámbito rural nos permitirácaracterizar los establecimientos tardorrepubli-canos con abilidad a partir de sus repertoriosmateriales, pero lo cierto es que, en línea gene-

    te, Sierra Morena Oriental, Sierra Morena Occi-dental y Ossa Morena, gracias a cuyos recursosargentíferos César había conseguido amone-dar más plata durante el con icto, lo que, comoha señalado Francisca Chaves (2005), le habíaabierto las puertas de la victoria en el mismo.

    Todo lo anterior no es contradictorio, sin em-bargo, con un proceso a escala local de deli-mitación y reorganización interna de los te-rritorios de los nuevos núcleos privilegiados,donde comenzarían a de nirse con claridad,conviviendo aún con las anteriores, formasde propiedad de la tierra más acordes con elDerecho público y privado de los romanos ydonde empezó, si no a conocerse, pues se do-cumenta desde antiguo, sí al menos a exten-derse realmente el uso de la moneda (ChavesTristán 1988, 1994), con acuñaciones impor-tantes en este momento al menos en tres ce-cas espacialmente cercanas:Carmo, Ilipa e Iri-ppo , de las cuales, sólo esta última se sumabaahora a la institución monetal.

    Los yacimientos rurales con material italianode importación son aún muy pocos en esteamplio territorio de las vegas del Guadaíra ydel Corbones. Es cierto que el material cerá-mico importado de Italia no identi ca mecáni-camente población romana sobre el terreno,puesto que a menudo se trata de envases devino (ánforas) o de vajilla de mesa asociada alconsumo de ese vino (cerámica llamada Cam-paniense) que han podido ser adoptados porgrupos indígenas. Igualmente, la ausencia deestos repertorios no signi ca un vacío de ele-mentos inmigrados desde la Península Itálica,puesto que la omnipresencia de la cultura ma-terial turdetana puede estar recubriendo una

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    torial) no fue monolítica, sino que se fue produ-ciendo un proceso paulatino de romanización delas comunidades indígenas que, paradójicamen-te, comenzó con una rea rmación identitaria.Esto es lo que re eja un elemento con una cargaideológica tan notable como los tipos monetalesdel siglo II. EnIlipa o Carmo, y otras muchas másciudades del valle, se procede a la creación enlas monedas de una imagen “heráldica” de lasciudades que amonedan, basada en elementosidentitarios de tipo ciudadano, como el culto re-ligioso o la dedicación económica (aspectos queno se encontraban separados): espigas (temarecurrente de reverso) y bustos de diversas divi-nidades (entre ellas Hércules) enKarmo; el mis-mo elemento (espiga) en anverso y sábalo enreverso de Ilipense o (de nuevo) las espigas deCallet como reverso con anverso de cabeza deHerakles cubierta con la piel de león.

    A partir del siglo I a.C., estos tipos comienzan aser desplazados por otros que re ejan la in uen-cia de las emisiones romanas contemporáneas(el Mercurio deCarmo, de Ursoo de Halos) y quea veces se asocian a determinadas familias se-natoriales, lo que nos pondría sobre la pista delas clientelas hispanas de dichas familias, espe-cialmente rastreable a partir de los nombres delos magistrados de las ciudades indígenas queordenan la amonedación y que están presentesen algunas emisiones de laUlterior a lo largo delsiglo I a.C.

    Francisca Chaves ha señalado el paso de un uni-verso tipológico al otro (Chaves Tristán 2008).como un fenómeno favorecido por la integra-ción de las élites indígenas y romanas en lasciudades de la Ulterior y por una progresivaromanización de la misma que sólo se deja

    ral, se observa en el entorno de Alcalá-Gandul,de la misma forma que en el deOrippo, Carmoo Marchena (áreas investigadas recientemen-te) una continuidad innegable de la estructurageneral del poblamiento prerromano hasta losdecenios nales del siglo I a.C., con una ocupa-ción preferente de las vegas del Guadaíra y elCorbones y, sobre todo, del alcor. El poblamien-to se concentra especialmente en los pasos en-tre ambas unidades estructurales (con impor-tantes núcleos de población concentrada comoGandul, La Tablada, o Alcaudete) y en las vías decomunicación que las conectan conBasilippo yUrso, a través en este último caso del complejode Porcún (Conlin Hayes y Jiménez Hernández2012).

    Esta continuidad del poblamiento entre la épo-ca tardoturdetana y la republicana es, con todo,relativa, pues se documentan también algunasnovedades estructurales: una primera reordena-ción (parcial) del poblamiento hacia inicios del si-glo II a.C. que supone la desaparición de algunoscentros indígenas de largo recorrido temporal yque se atribuye a las consecuencias políticas dellevantamiento de las ciudades indígenas de laregión contra Roma en 197 a.C; y la presencia alo largo del siglo I a.C., especialmente durante susegunda mitad, de pequeños establecimientosrurales con elementos de cultura material roma-na a menudo establecidos en áreas favorablesdesde el punto de vista de los recursos hídricos,la calidad de las tierras o la conectividad a travésde la red existente de vías de comunicación.

    A pesar de la perduración de las estructuras indí-genas en amplias áreas de la vega y las campiñasdel Guadalquivir hasta fechas muy avanzadas, locierto es que esta continuidad cultural (y terri-

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    si cación de esta red, al ritmo de la “romani-zación económica” de la región, lo que incideen un creciente interés por aprovechar los re-cursos de forma racional más allá de la simpleexplotación colonial y extractiva del territorio(Corzo Pérez 2013-2014). Es un primer procesode “provincialización” clara de los territoriosdel Guadalquivir que supone la expansión delas formas villáticas de tenencia y gestión de latierra y de unas estructuras del paisaje cada vezmás romanizadas (cf. García Vargaset al . 2012;Conlin Hayes y Jiménez Hernández 2012).

    La municipalización avia incide sobre esta es-tructura territorial básica sin alterarla sustan-cialmente, aunque complejizándola y comple-mentándola considerablemente. Pero sin dudase vio la necesidad de acelerar en cierto sentidoesta romanización y provincialización estructu-ral mediante la promoción municipal de los nú-cleos menos favorecidos por la acción cesaria-no-augustea que recibirán ahora la considera-ción de municipios latinos. Ello abría las puertasde la ciudadanía romana a las élites municipalesconforme sus elementos fuesen desempeñan-do las magistraturas ciudadanas, pero, sobretodo, suponía una racionalización creciente delas cargas scales que recaían sobre los propie-tarios con bene cio evidente para los mismos(por cuanto la racionalización reducía la carga scal al sustraerla a la arbitrariedad) y para elEstado (por cuanto ello al mismo tiempo supo-nía el aumento o al menos la regularidad de losingresos procedentes de la scalidad corrien-te).

    Pero la scalidad corriente se hace posiblesólo con la delimitación precisa del territoriode cada ciudad que es la célula básica de la re-

    sentir de forma palpable a partir de mediadosdel siglo I a.C. que es cuando comenzamos atener evidencias de establecimientos rurales ala “manera” itálica en las vegas del Corbones ydel Guadaíra, y de una cierta romanización delas producciones cerámicas en alfares como losde Carmona, donde, sin embargo, como se haseñalado más arriba, el predominio de la mor-fología tradicional se alarga aún hasta los años nales del siglo I a.C.

    La región que “sale” de la colonización y munici-palización cesaro-augustea es, pues, una regiónestructurada a escala macroterritorial (la evolu-ción del poblamiento entre los siglos I a.C. y VI d.C.puede consultarse en los mapas 1 a 7) con centrosde derecho privilegiado controlando las princi-pales vías de comunicación, otros estipendiariosque “rellenan” los huecos a efectos scales y deencuadramiento espacial de las poblaciones so-metidas y, nalmente, una red embrionaria denúcleos de segundo orden (vici) y de entidadesbásicas de explotación agraria (villaeen el sentidoamplio de la palabra) situadas en áreas favorablesdesde el punto de vista de la productividad de lastierras y de acceso a los “mercados” regionales enlas que las formas tradicionales de tenencia de latierra son sustituidas por otras más “progresivas”basadas en la propiedad privada de los medios deproducción agrícola.

    Consolidación y “provincialización” de laestructura territorial romana en Los Alcoresy las campiñas del Guadalquivir (siglos I yII d.C.).

    Entre la época inicial cesariano-augustea y laposterior julio-claudia la evolución del sistemase hace simplemente por adición y por den-

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    acuerdo a los nuevos esquemas económicos,hasta el punto de que surgen verdaderos “po-los alfareros” que parecen que se distinguenpor la aparición del componentePORo PORT ,desarrollados comoPortus en los sellos. Algu-nos de estos sellos sobre ánfora especi canque se trata de los Portus Carmonensis, Odu-ciensis y Arvensis (de Carmona, Lora del Río yAlcolea del Río) lo que, independientementede la interpretación del terminoportus comoalmacén de ánforas, grupo de alfares o com-puerta sobre el río para facilitar la navegabi-lidad (cf. Chic García 2001b), está hablandode una determinada gestión del espacio pro-ductivo alfarero desde las ciudades del área,la mayoría de las cuales acababan de ser pro-mocionadas a municipios.

    Si existe una relación estructural entre la de-limitación de los territorios municipales decara a la asignación de las cargas annonariasque sugiere la inscripción de Carmona y lareestructuración de la producción de las án-foras del aceite bético (mercancía annonariapor excelencia gracias a un proceso de inter-vención estatal que da sus primeros pasosprecisamente con la dinastía avia) intuidaa través de la epigrafía anfórica y el estudiode los talleres alfareros, eso signi caría unimpacto de las medidas de reestructuracióneconómica, jurídica y territorial que debía re- ejarse también sobre el territorio de cadauna de estas ciudades bene ciadas por lasmedidas de la dinastía avia.

    Eso es verdaderamente así, porque aunque elpoblamiento regional a lo largo de los últimosaños del siglo I y casi todo el II d.C. siguió lasmismas líneas que en época julio-claudia, se

    caudación. Y dentro de la scalidad corriente,el recurso cada vez más regular a las ventasobligatorias al Estado, a las levas regulares o ala exigencia de servicios de transporte para losabastecimientos o ciales sería lo que exigiríauna exacta delimitación de las ncas y, sobretodo, de los pagos o centurias a los que se po-dían exigir estos servicios que comenzaban allamarse annonae y que, insistimos, se hacíanahora regulares al tener que entregarse cadaaño junto al tributum por el valor censual delas tierras, lo que evitaba la arbitrariedad opre-siva de los gobernadores. Este interés (inclusolocal) por la delimitación de las demarcaciones scales explicaría el origen de una inscripcióncomo la citada repetidamente en estas líneas,CIL II, 128, en la que loscollegia agrimensorumde ocho municipios del entorno de Carmona,incluida la propiaCarmo, dedican a Ceres (diosade las cosechas) a través de un personaje localrespetado como M. Ulpius Strabo.

    La reforma avia cierra por tanto el procesode provincialización de la Bética y sella en estasricas comarcas del sur del Guadalquivir la trans-formación de la estructura territorial (que habíacomenzado en los años que siguieron al n dela guerra civil entre César y los hijos de Pom-peyo) poniendo n a los últimos “residuos” deorganización étnica prerromana (patente sóloya en los topónimos de los pagos).

    Junto a las últimas menciones conocidas a laonomástica personal indígena (Broccus, Atti-ta ) aún perceptible en los sellos de alfarero delas ánforas olearias producidas en las orillasdel Guadalquivir entre Peña or (Celti) y Loradel Río ( Axati), lo cierto es que estos mismosestablecimientos se van “industrializando” de

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    Crisis y reestructuración: el territorio du-rante la Antigüedad Tardía.

    Los desarrollos socioeconómicos asociados a lacrisis que se abre en época tardoantonina ( -nes del siglo II) impusieron una dinámica nuevaal territorio que abrió las puertas a los desarro-llos de la Antigüedad Tardía. La estatalizacióncreciente de los mecanismos de abastecimien-to del Estado en géneros de primera necesidad,como el aceite bético, acabó bene ciando a lasélites locales, gracias a las ventajas scales quelos emperadores se vieron obligados a conce-der a las aristocracias provinciales a cambio deuna implicación progresiva de éstas en la pro-ducción y el transporte de los géneros anno-narios. Ello perjudicó ante todo a las ciudades,pues el paquete de incentivos “ scales” delos que los grandes propietarios comenzaron abene ciarse incluyó desde época trajaneo-ha-drianea y, con claridad, desde época antoni-na, la posibilidad de escapar a las obligaciones nancieras (munera ) de las clases altas conrespecto a sus ciudades de origen e hizo másventajoso para éstas ponerse al servicio de laadministración imperial. Durante casi todo el si-glo II d. C., la acumulación de riqueza en manosde cada vez menos familias permitió a éstasatender tanto a las exigencias estatales comoa las necesidades de las comunidades locales,que siguieron bene ciándose de su generosi-dad nanciera, incluso cuando legalmente noestaban obligados a ello. Pero las di cultadeseconómicas que al nal de siglo comenzarona sentirse en todas partes debido al cese delbene cio de las minas de plata (con la consi-guiente pérdida de calidad de las monedas) y alincremento de los gastos militares por la gene-ralización de las guerras interiores y exteriores,

    documenta a partir del último cuarto del sigloI d.C. una eclosión evidente de lasvillae o cen-tros de gestión agrícolas unifamiliares (si bienla familia romana es extensa) repartidas portodo el territorio de los municipios. Esta or-ganización del poblamiento es bien conocidaen los actuales términos municipales de Car-mona y Alcalá de Guadaíra (Conlin Hayes y Ji-ménez Hernández 2012, Buero Martínez y Flo-rido Navarro 1999, Román Pinto 2014) dondelas únicas diferencias en la repartición y en lafrecuencia de esta clase de establecimientosvienen condicionadas por la calidad y la faci-lidad de laboreo de las tierras. Así, el alcor,las vegas del Guadaíra y Corbones y la cam-piña oriental de este último río concentran elmayor número de centros cuya localizaciónse adapta a las cercanías de los ríos, las ele-vaciones modestas junto a arroyos, las zonascon pequeñas lagunas endorreicas, inclusocerros aislados que presentan a oramientoscalizos más fáciles de laborear que los suelosnegros de bujeo. En el alcor y las Campiñas, ladensidad de ocupación es mayor que en lasterrazas, si bien se pre eren los puntos másfavorables del relieve o la cercanía de los nú-cleos urbanos, como la corona devillae subur-banas de Carmona o las inmediatas a la Mesade Gandul, de las que la más conocida es la deLas Canteras. Junto a lasvillae, se documen-tan en toda la región aglomeraciones ruralesde mayor tamaño que éstas que debieronconcentrar a parte de la población agraria,dependiente o libre, la infraestructura deservicio a las vías de comunicación o diversasactividades artesanales y mercantiles, y tam-bién establecimientos menores que se suelenidenti car con granjas o con dependenciasseparadas del núcleo central de lasvillae.

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    que resulta una caída de en torno a un quin-to. Los procesos de reducción y de concentra-ción rural se acentúan a lo largo del siglo IV,especialmente a partir de su segundo cuartoy especialmente en el área de Carmona, don-de de 130 establecimientos rurales constata-dos en una reciente prospección se pasa a88, otro descenso de un tercio, mientras quela bajada en el Término de Alcalá de Guadaíraes sostenida, pero mucho más suave: de 42 a31, ni siquiera un cuarto. De hecho, a una es-cala más amplia que incluye completos los tér-minos de Alcalá de Guadaíra, Dos Hermanas,Mairena, El Viso del Alcor, Carmona, Fuentesde Andalucía y Marchena y parcialmente losde Sevilla, Écija y La Luisiana (García Vargas yVázquez Paz 2012), el descenso se atenúa casicompletamente, de modo que se observa unacierta continuidad entre los siglos III y IV, debi-do también en parte a que los datos de Carmo-na son incompletos al faltar la casi totalidad delos yacimientos de la Vega, cuyos altos índicesde desaparición (59%) son los que escoran losdatos de esta zona hacia un descenso tal vezdemasiado acentuado con respecto al panora-ma macrorregional.

    Tanto en Carmona como en Alcalá la contrac-ción poblacional entre los siglos III y IV d.C. sehace de acuerdo a dos constantes: la tenden-cia al abandono de las tierras pesadas de lasvegas en favor de las terrazas y, sobre todo,el alcor, y la concentración del poblamiento,especialmente el poblamiento “residual” de lavega junto a las vías de comunicación. A faltade un estudio que vaya más allá del númerototal de establecimientos y que se interroguesobre la tipología del hábitat rural, unos cuan-tos datos dispersos parecen apuntar hacia una

    hicieron que basculase el sistema completo ha-cia los intereses más urgentes: los del Estado,dando paso a un periodo de empobrecimientode las comunidades urbanas y, paradójicamen-te, de enriquecimiento y de concentración dela propiedad de la tierra en manos de los ciu-dadanos más ricos y poderosos. Los avancesde este proceso de concentración fundiaria(aunque no necesariamente de creación delatifundios territorialmente homogéneos) sevieron impulsados por los efectos de las con s-caciones debidas a las represalias posterioresa la guerra civil entre Severo y Albino, con laconsiguiente reestructuración de la propiedadde la tierra en favor de la dinastía severiana yde los elementos locales que habían apoyadoa Severo durante la guerra. François Jacques yGenaro Chic han seguido este proceso de acu-mulación de los grandes propietarios a travésde los sellos de las alfarerías de ánforas oleariasque mencionan a las familias, senatoriales o no,que acabaron acaparando la producción cerá-mica ligada a la actividad de sus propiedadesagrícolas (Jacques 1990, Chic García 2001b).

    Si estas dinámicas expresadas son correctas,lo que cabe esperar es un descenso generaldel número de yacimientos rurales que mues-tren signos de haber estado en funcionamien-to durante el siglo III. En el actual término deCarmona (Conlin Hayes y Jiménez Hernández2012), sólo el 63% de los yacimientos del sigloII se mantienen activos en el III d.C., lo que su-pone un descenso relativamente notable (1/3)del número total de establecimientos rurales,mientras que en el caso del Alcalá de Guadaí-ra (Buero Martínez y Florido Navarro 1999,Román Pinto 2014), se pasa de 51 lugares co-nocidos para el siglo II a 42 para el III, de lo

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    imperiales [es decir, en los alfares o glinaeBarba(…) , Grume(n)sis, Ceparia y Cucum(…)],mencionan en época severiana unos coloni ounas coloniae puestos bajo la administraciónde unos conductores o administradores gene-rales con respecto a los que se denominan a loscolonos o a las colonias:colonorum /coloniaeEarini, Sic(uli?) Asi(atici?) Leopad(i?)y Sosumae .Juan Moros (Moros Díaz 2011) ha propuestorecientemente que se trataría de una mencióntopográ ca equivalente a la defundus o ncaagrícola y que, siguiendo el modelo de ges-tión de las propiedades imperiales del AfricaProconsular, estos podían haber estado agru-pados en núcleos rurales de población más omenos concentrados (coloniae).

    No es imposible que las tenencias de los privados[muchos de ellos de estatuto senatorial, comoindica la mención en los sellos de las ánforas dela indicaciónC(larissimus) V (ir ) a continuaciónde las iniciales de lostria nomina ] se hubiesenorganizado de forma similar, aunque no nece-sariamente todas ellas han tenido que seguireste modelo.

    La excavación en el alfar de Las Delicias, sobrela orilla derecha del Genil, en el término actualde Écija, de una almazara asociada a los gran-des hornos cerámicos de mediados del siglo IIId.C. puede estar señalando hacia una concen-tración de la infraestructura agrícola (elinstru-mentum ) en manos de los propietarios (en estecaso, los Iunii Melissiy losCamili Melissi) comoes habitual en las formas colónicas de organiza-ción agraria en las que los arrendatarios tienenla obligación de llevar sus cosechas al molinoo a los almacenes deldominus y de prestarle aéste un número determinado de jornadas de

    efectiva concentración del mismo mediantedos expedientes básicos:• El crecimiento en tamaño de las células tra-

    dicionales del poblamiento disperso, lasvi-llae, que ahora atraerían a un mayor núme-ro de personas gracias a una reformulaciónmás amplia del concepto delinstrumentumfundi y a una integración dentro de estosinstrumenta de algunas de las actividadesno estrictamente agrarias de las mismasque antes se encontraban “descentraliza-das” a nivel espacial y de gestión.

    • El aumento del número de aglomeracionesrurales que concentrarían un número cre-ciente de población agrícola en detrimentodel hábitat disperso (granjas, chozas, lasmismasvillae).

    El segundo fenómeno es patente en el caso dela vega del Guadaíra, donde surgen ahora nue-vos núcleos de población concentrada. La mis-ma tendencia a la concentración del hábitat seobserva, más al sureste del término actual deAlcalá de Guadaíra, a lo largo de líneas de co-municación (cordel de Gallegos) y los arroyos(Guadairilla). También la vega del Corbones ylas campiñas orientales de este mismo río pa-recen seguir esta misma dinámica de concen-tración poblacional a lo largo de los caminosy los pequeños cursos de agua, dinámica enla que es probable que desempeñe un papelimportante el desarrollo de formas jurídicasde explotación de la tierra como el colonatoque debemos suponer en nuestro caso ligadoa formas concentradas de habitación de la po-blación colónica.

    De hecho, las marcas sobre ánforas oleariasdel Guadalquivir producidas en los talleres

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    fue a rmando la in uencia social y política den-tro del ámbito urbano de los obispos y la “eliti-zación” del desempeño del cargo. Los obisposaparecen ahora como herederos directos delas magistraturas urbanas “clásicas”, desapare-cidas en muchos lugares o vacías de contenido,a pesar de que las élites locales no renunciaronal empleo de epítetos o títulos heredados de laépoca imperial, como el declarissimi, dejandoclara la continuidad social al menos al nivel delas aristocracias y su permanencia al frente delas estructuras urbanas.

    La pervivencia de las élites ciudadanas suponela pervivencia también de la red urbana bási-ca “heredada” de la época anterior. A pesarde las di cultades de ciudades como Itálica, locierto es que las urbes del SO de la Penínsulasiguieron desempeñando su papel de residen-cia de las élites, de lugares de representacióny de centros de organización y articulación delterritorio: Hispalis, Carmo, la ciudad que ocupóla Mesa de Gandul, As tigi, Urso, Obulcula...siguieron, además conectadas por una red decaminos que se mantenían en funcionamientode forma más o menos operativa, a pesar deque seguramente el Guadalquivir habría perdi-do la navegabilidad continua debido a la faltade mantenimiento de las infraestructuras denavegación, lo que tal vez supuso un ligero des-plazamiento hacia el sur de los ejes de comu-nicación transversales que ahora no dependíande su coordinación con la navegación uvial.

    Los tránsitos comenzaron a estar dominadospor un principio diferente de la lógica económi-ca que los mantuvo ligados al trá co comercialpor el río y esa lógica, dada la con ictividad ge-neral del período que se abre en la Península

    trabajo. E incluso es tentador ver en los edi -cios de habitación de alfareros excavados en1997 en Malpica (Palma del Río), de nuevo jun-to al Genil, una de estas áreas de población con-centrada (en este caso estacional) que aquí sefecha aún en el siglo II d.C., momento del queparten los cambios estructurales ligados a laextensión de las formas de relación basadas enel colonato.

    Puede decirse que los siglos IV y V supusieronen la Bética un aumento considerable de lain uencia social y del poder local de las aris-tocracias regionales, consolidadas, paradójica-mente, a costa de una pérdida de in uencia aescala global. La regionalización de las basesdel poder y también de las esferas de in uenciade estas élites se iniciaría precisamente con elproceso de concentración fundiaria que hemosseñalado más arriba, paralelo a la descomposiciónde los mecanismos estatales de abastecimien-to de aceite de las élites regionales, lo que enbuena medida justi caba su participación enlas estructuras de poder de un imperio al quedesde principios del siglo V la provincia ya nopertenecía más que nominalmente.

    No conocemos más que de forma muy generallas consecuencias sociales, políticas y de orga-nización territorial que tuvo la presencia de loscontingentes bárbaros en el sur de la Península.Entre 409 y 550 ningún poder estable mantuvoun predominio indisputado sobre las ciudadesde la Bética, de manera que la organizaciónde éstas comenzó a depender directamentede sus gobiernos ciudadanos, cada vez menosobligados a rendir cuentas a una instancia cen-tral, ya fuese la cabeza del Imperio, ya fuese unmonarca godo o suevo. Al mismo tiempo, se

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    Alcalá de Guadaíra antes del Castillo (II).La ocupación en épocas romana y post-romana.

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    El nuevo escenario político y administrativo delsur de la Península habría justi cado una reor-ganización territorial importante que, sobrelas bases de los desarrollos anteriores, acaba-ría transformando completamente el paisajeregional. En primer lugar, cabe insistir en elmantenimiento de la red básica de ciudades yde comunicaciones. Pero estos años de nesdel siglo V y principios del VI d.C. serán tambiénlos que vean la desaparición de lavilla comocentro básico de la explotación rural. Ya se haseñalado que a partir del siglo IV muchas de es-tas villaedebieron desaparecer en bene cio deunas cuantas que debieron crecer en tamaño altiempo que se acrecentaba también el tamañodel dominio rural bajo su control, pero a princi-pios del siglo VI ni siquiera debían sobrevivir yaéstas, puesto que las formas de organizaciónagraria habían cambiado para siempre. Así,sobre el alcor, los testimonios de desapariciónde las villae rurales a lo largo del siglo V d. C. eincluso de algunas de aldeas rurales de ellas de-pendientes, son en apariencia claros: las estruc-turas de uso agrícola y la pequeña necrópolisde Santa Lucía, al sur del casco urbano actualde Alcalá de Guadaíra, parecen abandonarsehacia mediados del siglo V (Domínguez Beren-jeno 2013), no existiendo desde entonces mástestimonio de ocupación en la zona que el din-tel reutilizado en un edi cio moderno (ICERV564) cuya inscripción lamenta la suerte deHermenegildo. Al norte de la Mesa de Gandul,pero aún sobre el alcor, las habitaciones de usoagrícola de la llamadavillade Las Canteras sonamortizadas por algunos enterramientos do-bles en una fecha que la ausencia de una estra-tigrafía clara hace imposible determinar, si bienlos elementos datantes más recientes (ARS delas formas Hayes 99 A y 104) remiten a momen-

    con las “invasiones” germánicas, no pudo ser más que militar. Un cierto número de los en-claves, urbanos o no, debieron entonces recu-perar la función defensiva que habían tenidoen épocas prerromana y romana republicana(García Vargas y Vázquez Paz 2012). Desde lue-go fue así en el caso de las plazas fuertes deCarmona y Mesa de Gandul que, encaramadasen el escalón oriental de Los Alcores y con am-plia visibilidad sobre la Vega, defendían los ac-cesos a Hispalis por las vías principales. Debióser similar el caso deObulcula, entre Carmo-na y Écija, en la vía Augusta, cuyo control seextendía sobre las campiñas septentrionalesentre el Corbones y el Genil. Una importantefunción como centro forti cado menor fue talvez desempeñada por Alcaudete, en el cen-tro de Los Alcores, controlando la bajada a laVega en dirección aBasilippo. En general, pue-de proponerse un proceso de “encastillamien-to” que arranca del siglo VI d.C. y que estuvorepresentado por las mismas ciudades quehistóricamente habían articulado el territorio.

    Ciudades como Carmona y Gandul, sobre la víaAugusta y Maurur (Morón) y Salpensa (Torredel Águila, Utrera), en las rutas del Estrecho,se convirtieron en verdaderas plazas fuertes,especialmente después de que los bizantinospasasen a controlar la costa española del Es-trecho hacia 550 d.C. constituyéndose en unaamenaza tanto para las aristocracias localescomo para el poder visigodo que comenzabaa a anzarse en la zona, aunque el peligro bi-zantino era patente desde al menos 533, añoen el que el rey vándalo Gelimer envió al godoTeudis una embajada solicitando ayuda frentea la inminente invasión de Túnez por los im-periales.

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    de “catástrofe” demográ ca que sugierenlos mapas de distribución para el período ylas estadísticas simples sobre los estableci-mientos rurales documentados: 9 estableci-mientos en el siglo VI frente a 18 en el V en elárea de Alcalá de Guadaíra y 14 del VI frentea 42 del V en el área de Carmona. Se trata, encualquier caso, de un poblamiento más con-centrado y en núcleos mayores que, progre-sivamente cristianizado gracias al surgimien-to de una red parroquial rural, perdurará alo largo de la segunda mitad del siglo VI ylos primeros años del VII d.C. Esta estructuraterritorial constituirá la base de los nuevosdesarrollos que introduce la “invasión” ára-bo-bereber a partir de 711 d.C. Pero éste esun período que no nos corresponde ya eneste capítulo.

    tos muy nales del siglo V o muy iniciales del VId. C.Villaeya abandonadas a inicios del VI d. C.se documentan igualmente en el entorno de lavega del Guadaíra, al norte de Dos Hermanas,donde en el establecimiento de Fuente Quin-tillos, ya en Término de Sevilla, se testimoniala amortización de las piletas designinum concerámicas de importación de las formas 103y 104 de Hayes (García Vargas y Vázquez Paz2012).

    Se diría que hacia nes del siglo V y principiosdel VI d.C., las estructuras villáticas ya han sidosustituidas en la región por una red de aldeascomo la que conocemos en Lagunillas (Sanlú-car la Mayor) y que perdura hasta época emi-ral al menos. Un poblamiento seguramentemás concentrado que justi caría la impresión