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1 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE GUERRERO UNIDAD ACADÉMICA DE FILOSOFÍA Y LETRAS Alumno: Oscar Fernando Burgos Cruz E-mail: [email protected] Proyecto: Verano de investigación. Academia Mexicana de Ciencias SOBRE UNA POSIBLE INFLUENCIA DE MAINLÄNDER EN FREUD Resumen ¿Qué influencia pudo haber tenido Sigmund Freud el padre del psicoanálisis de Philipp Mainländer? Hoy en día se ha escrito que Freud tuvo una influencia sustancial de la teoría filosófica de Arthur Schopenhauer, pero no se ha escrito sobre una posible influencia de Mainländer en ciertas ideas de la teoría psicoanalítica. Cabe preguntar, ¿qué influencia pudo haber tenido este pensador poco conocido en Freud? La importancia que le concedió en 1920 a la pulsión de muerte fue nueva y novedosa, pero hay que cuestionar si esta idea no pudo haber provenido de la voluntad de morir de dicho filósofo, formulada en 1876. O, ¿quizá hubo otro antecedente filosófico en la pulsión de muerte como ocurrió con otros de sus conceptos fundamentales? Quizá Mainländer con su voluntad de morir sea aquel “eslabón perdido”, y del cual Freud pudo haberse alimentado para dar forma a dicha conceptualización teórica. Lo que pretenderemos desenmarañar a lo largo de este ensayo, es saber si Freud tuvo alguna influencia directa o indirecta de Philipp, y si la tuvo o no, de cualquier manera cotejaremos las ideas esenciales para encontrar las coincidencias que nos motivaron a especular al respecto. Palabras clave: Voluntad, pulsión, muerte.

Ensayo - Sobre Una Posible Influencia de Mainländer en Freud

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Un acercamiento a la influencia que Mainländer tuvo en Freud.

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE

GUERRERO

UNIDAD ACADÉMICA DE FILOSOFÍA

Y LETRAS

Alumno: Oscar Fernando Burgos Cruz

E-mail: [email protected]

Proyecto: Verano de investigación. Academia Mexicana de Ciencias

SOBRE UNA POSIBLE INFLUENCIA DE MAINLÄNDER EN

FREUD

Resumen

¿Qué influencia pudo haber tenido Sigmund Freud el padre del psicoanálisis de Philipp

Mainländer? Hoy en día se ha escrito que Freud tuvo una influencia sustancial de la teoría

filosófica de Arthur Schopenhauer, pero no se ha escrito sobre una posible influencia de

Mainländer en ciertas ideas de la teoría psicoanalítica. Cabe preguntar, ¿qué influencia

pudo haber tenido este pensador poco conocido en Freud? La importancia que le concedió

en 1920 a la pulsión de muerte fue nueva y novedosa, pero hay que cuestionar si esta idea

no pudo haber provenido de la voluntad de morir de dicho filósofo, formulada en 1876. O,

¿quizá hubo otro antecedente filosófico en la pulsión de muerte como ocurrió con otros de

sus conceptos fundamentales? Quizá Mainländer con su voluntad de morir sea aquel

“eslabón perdido”, y del cual Freud pudo haberse alimentado para dar forma a dicha

conceptualización teórica. Lo que pretenderemos desenmarañar a lo largo de este ensayo, es

saber si Freud tuvo alguna influencia directa o indirecta de Philipp, y si la tuvo o no, de

cualquier manera cotejaremos las ideas esenciales para encontrar las coincidencias que nos

motivaron a especular al respecto.

Palabras clave: Voluntad, pulsión, muerte.

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I.- Introducción

Las especulaciones filosóficas sobre la muerte han estado presentes en todas las culturas, se

le ha rechazado, venerado y estudiado con gran vehemencia. Sin embargo nuestra cultura

en general no es una cultura que en realidad la venere, tal vez, es más temida que aceptada.

Aunque cabe destacar que algunos pequeños sectores culturales la veneran y hasta la

adoran. Amada u odiada, como papel esencial en nuestras vidas siempre la vemos fuera de

nosotros, como un objeto que quizá algún día tenga que llegar y llame ante nuestras puertas

para llevarnos, hasta que el objeto llamado muerte quede alineado con el sujeto que porta la

vida y se terminen difuminando en la nada. La vida se nos escurre cuando llega la muerte y

nadie termina sabiendo qué es. ¿Pero qué papel juega en nuestras vidas?, ¿acaso se

encuentra muy lejos de nosotros, hasta que de pronto decide llegar y llevarse nuestras

miserables vidas?, ¿o quizá se encuentra en nosotros, que ni siquiera nos percatamos de

ello?

Ante estas interrogantes, Sigmund Freud en 1920 se atreve a dar algunas respuestas

sobre el verdadero papel de la muerte en nuestras vidas. En Más allá del principio del

placer (Jenseits des Lustprinzips) la muerte llega a ser tan sustancial que en muchos casos

termina insertándose en la vida psíquica (Freud 1992, Tomo XVIII, p. 1-62). Para

Sigmund, la muerte es parte de nosotros, es más, somos muerte. Nuestro cuerpo está

condicionado para vivir un tiempo y perecer por causas internas, no por causas externas. La

misma teleología del cuerpo lo obliga a perecer. A este impulso interior Freud le denomina

todestrieb (pulsión de muerte) y considera que es inherente a todo organismo viviente. Pero

preguntemos, ¿de dónde tomó esta tesis?, ¿acaso alguna teoría ajena le sirvió de

herramienta para defenderla hasta el final de sus días? Aunque en dicho trabajo postula que

la compulsión de repetición le condujo a tal hipótesis, y que en el desarrollo argumentativo

le llevó a tratar de demostrarla a través de la biología, no puede más que terminar diciendo

que es una especulación y que con el paso del tiempo se reconocerán esos lentos progresos

(Freud 1992, Tomo XVIII, p. 62).

Como más adelante veremos, Freud cree arribar al puerto de Schopenhauer (Freud

1992, Tomo XVIII, p. 48) y algunos poetas que confirman desde el punto de vista

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especulativo que es verídica tal cuestión (Freud 1992, Tomo XVIII, p. 44). En vida

sabemos que hasta se llegó a irritar de que compararan su teoría metapsicológica con las

ideas central del filósofo antes citado. Incluso la inconsistencia argumentativa por parte de

él se deja ver con gran insistencia a lo largo de sus obras. Pero análisis más detallados,

tanto de sus citas con respecto al filósofo de Danzig y una comparación detallada de sus

ideas esenciales, llegan a confirmar que sí lo leyó y que algo tuvo que ver en los pilares del

psicoanálisis (Barrero 2010; Barreira 2009; Young y Brook 2001). Esta rabia egocéntrica

de querer dejar un legado original, ya estaba muy presente hacia 1920 y por ello creemos

que lo que iba leyendo, lo iba haciendo en secreto y con cautela. Quizá Sigmund a través de

sus nuevas lecturas que hacía sobre filosofía fueron más calladas y más secretas, para que

así pudiera retomar algunas cosas y seguir estructurando su codiciada ciencia.

Como ya habíamos visto, en Más allá del principio del placer formula por primera

vez la pulsión de muerte. Pero ¿de dónde tomó dicha hipótesis? Centrándonos en sus

escritos reconoce que Sabina Spielrein había formulado un antecedente, pero no es concreta

esta conjetura, ni nos da una certeza de que así allá sido (Freud 1992, Tomo XVIII, p. 53).

Las tesis contenidas ahí no dan más que una confirmación de la muerte, formulada de

forma diferente, que a fin de cuentas no coindice con esta nueva interpretación. Bajo todas

estas dudas hay un “eslabón perdido”, que nos lleva directamente a preguntarnos si las

posturas impartidas por este filósofo no fueron un bebedizo secreto de Freud. Como

veremos en el desarrollo de este trabajo, no tenemos una fuente directa que lo confirme,

pero hacia esa época Mainländer era muy leído (Mainländer 2014, p. 22), y sobre todo, las

coincidencias nos llevan a postular una similitud casi idéntica. Quizá pudo haberlo leído,

quizá no, pero las tesis ahí están, cabe compararlas y preguntarse sobre la analogía que se

encuentra entre estos dos.

En este pequeño trabajo analizaremos las ideas por separado de cada pensador,

revisaremos el significado de los conceptos, para poder hacer una analogía más certera. De

esto, indagaremos de dónde pudo haber obtenido Freud esta idea, anclándonos en algunos

personajes que quizá pudieran haber influenciado fuertemente en él, y por último

cotejaremos las dos posturas para ver si condicen. Las referencias principales de cada

pensador que tomaremos son la Filosofía de la redención de Mainländer y Más allá del

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principio del placer de Sigmund Freud. Sobre este último debemos dejar en claro que no

fue el único texto en donde dejó referencias importantes, y abordar todas sus obras sería

una labor enorme tanto de interpretación como de contextualización, por lo que nos

remitimos principalmente a este libro, ya que se encuentran enfrascadas las ideas

esenciales.

II.-La voluntad de morir en Mainländer

Philipp Mainländer fue un filósofo alemán de mediados del siglo XIX. Antes de aferrarse a

la filosofía y escribir su magnum opus se dedicó a la poesía, musa que no dejaría de lado en

su opus y que le conferiría un valor inestimable1. Su gran libro, la Filosofía de la

redención, fue una reelaboración de ideas que no había puesto en orden sistemático. En ella

nos dice que el suicidio ya no tiene por qué estar censurado, pues no hay motivos para ello

(Mainländer 2014, p. 360). Así que tras justificar el suicidio filosóficamente, “El 31 de

marzo de 1876 llegó desde Berlín a Offenbach la primera edición del primer tomo de La

filosofía de la redención. Al día siguiente, en la noche del 1 de abril, Mainländer se ahorcó”

(Mainländer 2010, p. 17).

Su vida y la vida de sus familiares no fueron tan agradables, “Tuvo seis hermanos,

tres de los cuales se suicidaron”, (Mainländer 2010, p. 10) y su madre también fue

encontrada exánime a orillas del Rin, pero no se sabe con certeza si fue un suicidio o un

asesinato. No sabemos hasta qué punto su obra sería una autobiografía o hasta qué punto

estos sucesos fueron influencias esenciales en su opus. Pero no podemos conferirle a sus

pensamientos un valor meramente subjetivo, pues la filosofía tiene el rango de elevarse a la

universalidad porque algo objetivo nos tiene que decir. En su libro pone al suicidio como

pilar de su sistema, pero ¿qué fue lo que ofreció Mainländer en su obra capital para haber

justificado el suicidio y ponerlo como la corona de su filosofía?

Su gran discrepancia con Schopenhauer fue la que llevó a Mainländer a distanciarse

teóricamente de él y a ofrecer una nueva visión del mundo. A rasgos generales ante la

1 “La poesía es el arte más elevado, pues, por una parte, descubre entera la cosa en sí, con sus estados y

cualidades (…)” (Mainländer 2014, p. 183).

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voluntad de vivir ofrecida como condición esencial en cada cosa que vemos, antepone algo

“más oscuro y profundo, que quiere básicamente la muerte: -y- la vida –termina

reduciéndose-, en el fondo, a una voluntad de morir [Wille zum Tode]” (Pérez 2006). Si la

vida termina reduciéndose a una sombra de la verdadera meta del ser, primero debemos

preguntar cómo llegó a formular la voluntad de morir, después debemos cuestionar qué es.

En la década de 1850, el físico y matemático Rudolf Clausius desarrolló el concepto

de entropía, aunque no existe indicio alguno de que Mainländer confirme una influencia

directa, su teoría filosófica coincide con la teoría científica. De cualquier forma, si obtuvo

una influencia por estos medios, no se había siquiera postulado una filosofía de la entropía

y eso le acredita un merito enorme, del cual no termina siendo un copy paste de la ideas de

Schopenhauer, Kant o Clausius, sino que desarrolla una visión original del mundo.

Rudolf Clausius, postula el contenido de dicho concepto en las primeras dos leyes

de la termodinámica, pero el concepto ha sido modificado y detallado desde puntos de

vistas diferentes. Según Clausius, “En termodinámica, la entropía (simbolizada como S) es

una magnitud física que, mediante cálculo, permite determinar la parte de la energía que no

puede utilizarse para producir trabajo.”Esto no significa que la energía se aniquile, sino que

ya no es de utilidad para seguir creando energía. Dicho concepto fue puesto al servicio de la

muerte térmica del universo que postula que “asintóticamente llegará a un estado en el que

la energía se distribuiría uniformemente” y con ello el universo ya no seguirá creando nada.

“La formación de estrellas cesaría mientras el Universo en crecimiento se haría menos

denso cada vez. El promedio de la temperatura del universo podría acercarse

asintóticamente al cero absoluto (0 K o -273,15 °C). Los agujeros negros se evaporarían

por efecto de la radiación de Hawking. La entropía del universo se incrementaría hasta el

punto en que ninguna forma de energía podría ser extraída de él, un escenario conocido

como muerte térmica.”

En palabras magistrales de Safranski:

En general, la ley de la entropía sitúa el teatro entero de la vida bajo la pálida luz de una

gran inutilidad. Sabemos que la entropía es una modificación de la ley de la conservación de

la energía. Dicha ley afirma que, en determinadas circunstancias, la energía se conserva,

pero hay partes de la misma que pasan a un estado que ya no puede transformarse. Los

sistemas dotados de una gran energía pierden la que necesitan para su propia conservación.

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Se pierden de este modo las fuerzas formadoras de su estructura, disolviéndose si no se

introduce nueva energía desde fuera; cuanto más aislamiento, mayor aumento de la entropía.

Pero ningún sistema, afirma Prigogine, está mejor «aislado» que el universo en su conjunto,

de modo que al final triunfará la entropía. Parece como si la antigua teología hubiese

presentido esto, pues dudó de la propia conservación del mundo y la cifró en la gracia. Pero

la ley del crecimiento de la entropía desconoce todo acto de gracia. Podría decirse que en el

universo reina una especie de instinto termodinámico de muerte. (Safranski 2010, p. 270)

Hoy en día, no nos parece ajena esta idea, pues según una de las posturas de la teoría del

big bang, es que todo este universo algún día se debilitará per se y la nada triunfará. Philipp

Mainländer comprendió esto mucho antes de que surgiera una teoría como la del big bang,

incluso se adelantó fuertemente ante estas consideraciones (Baquedano 2007, p. 9). Por su

parte Mainländer y quizá siguiendo a Clausius, a través de diferentes ciencias como la

química, la geología o la paleontología descubre que las fuerzas adyacentes al mundo se

han ido debilitando. Las especies de animales eran más grandes y fuertes, en los albores del

mundo el calor era muy denso y con el paso del tiempo se ha ido enfriando. Sin duda el

universo en conjunto ha estado cambiando con el transcurrir del tiempo, pero ahora cabe

preguntar por qué ha estado sucediendo esto. La física únicamente nos puede proporcionar

a través de la experiencia lo que está sucediendo, mas nos falta el elemento imprescindible:

la metafísica2.

Para dicho filósofo, la vida e incluso la formación de nuestro sistema solar tuvieron

un comienzo que empezó con una unidad primigenia que no contenía, ni movimiento, ni

espíritu, ni voluntad, cualidades esenciales de este universo. No era nada de lo que

pensamos e intuimos. No podemos comprender lo que era aquella unidad, simplemente a

partir del pensamiento y sus límites, podemos determinar que era una y que no necesitaba

de nada exterior. Pero un día quiso el no ser y con ello el universo comenzó a expandirse

porque no pudo aniquilarse inmediatamente. El problema fue que no pudo acelerar este

proceso inmediatamente, por lo que el retardamiento y el movimiento fueron los pilares de

que todo el universo que conocemos comenzara a ser:

Esta unidad simple ha existido [ist gewesen], pero ya no existe [sie ist nicht mehr]. Se ha

hecho añicos [zersplittert], transformando su esencia completa y eternamente en el mundo

de la pluralidad. Dios ha muerto y su muerte fue la vida del mundo [Gott ist gestorben und

sein Tod war das Leben der Welt]. (Mainländer 2014, p. 137)

2 La filosofía de ese pensador se divide en seis partes: Analítica, Física, Estética, Ética, Política y Metafísica.

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Pero aquel retardamiento y movimiento de los átomos pronto se fue debilitando y enfriando

hasta formar nebulosas y por fin planetas. Mainländer recurre a la explicación de distintas

ciencias y el inicio del mundo está justificado a través de la teoría Kant-Laplace (1969).

Pero la contribución importante es que, ni Kant, ni mucho menos Schopenhauer intuyeron

el debilitamiento de la energía. El origen del mundo según Kant se debió a una nebulosa, y

lo único que hace es contribuir a dar una explicación, Mainländer en cambio ofrece una

respuesta interna de por qué ocurrió dicho proceso. La discrepancia entre Schopenhauer es

muy clara, porque para Arthur la esencia del mundo es la voluntad de vivir que subyace

ante todo individuo y que nunca perecerá porque la esencia de todo es la vida. Su postura

termina siendo monista, y tras la muerte solo perece la forma, en cambio la esencia no se

debilita, si ocurriera lo contrario disminuiría, cosa que para el filósofo de Danzig es

imposible. Mainländer no está de acuerdo con esto, y en cambio investiga al respecto. Tras

una crítica voraz, la voluntad de vivir termina siendo un estadio de la verdadera esencia y el

verdadero fin del ser de las cosas; la voluntad de morir:

Este resultado es muy importante. En todo el reino inorgánico no es querida la vida, sino la

aniquilación; [330] lo que se quiere es la muerte. Por eso solo tenemos que habérnoslas, en

general, con una voluntad: porque ha de ser obtenido algo, que aún no es porque ha existido

la retardación, que hace imposible alcanzarlo inmediatamente. La vida no es querida, sino que solo es manifestación de la voluntad de morir [Erscheinung des Willens zum Tode], en

el estado primitivo del mundo, y en cada gas del presente; una manifestación del retardativo

en el individuo, y en cada fluido y cada cuerpo sólido: manifestación de una tendencia

impedida desde fuera (…) La idea química quiere la muerte, pero solamente puede lograrla

a través de la lucha, y por eso vive: en su núcleo más intimo es voluntad de morir.

(Mainländer 2014, p. 343)

Mainländer no solamente ofrece una explicación de lo que es el mundo, sino que nos dice

lo que será. La física solo ofrece un resultado parcial, ya que a través de la geología y la

paleontología descubre que tanto la tierra como los animales, anteriormente habían sido

más grandes, y la energía en ellos se había concentrado con gran intensidad, pero con el

transcurso del tiempo las especies se fueron debilitado. Este mundo per se, aísla la energía,

la concentra en pequeños lugares, y entre más reducidos van siendo los lugares de

concentración, más energía se utiliza y la de menor densidad se va volviendo inservible. A

gran escala y tomado como referencia todo el universo en conjunto, se va expandiendo y

debilitando. Contrastando la postura de la muerte térmica con la de Mainländer, la energía

no se extinguirá, y por lo tanto el universo tampoco, sino que llegará un punto en el que se

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quedará sin movimiento ni espíritu. Cuando esto ocurra el verdadero fin de Dios estará

realizado.

III.- Aclaraciones sobre el significado de la voluntad de morir

Para dar consistencia al significado de la voluntad de morir, debemos desmontar el

sustantivo y el adjetivo para clarificar el significado en conjunto. Es sabido que

Schopenhauer utiliza el concepto de voluntad (Wille) para designar aquella fuerza interna e

incomprensible para nosotros desde el punto de vista distinto a como lo entiende la ciencia

y todo el conocimiento que deriva del principio de razón suficiente. A esta fuerza interna

que se objetiva en el cuerpo le denomina querer, y es el movimiento de todo el mundo, no

solo humano sino de todas las cosas del mundo perceptible (Rosset 2005, p. 74). El filósofo

teutón nos dice que, “Si miramos dentro de nosotros mismos nos vemos siempre

queriendo” (Schopenhauer 1989, p. 206). En Die Welt als Wille und Vorstellung nos

argumenta:

Nuestro querer es de hecho la única oportunidad que tenemos de comprender también desde

su interior cualquier proceso que se presente externamente y, por lo tanto, lo único que nos

es inmediatamente conocido y no, como todo lo demás, dado únicamente en la

representación. Aquí se halla, pues, el único dato apropiado para convertirse en clave de todo lo demás o, como dije, la única estrecha puerta hacia la verdad. En consecuencia,

tenemos que llegar a comprender la naturaleza a partir de nosotros mismos y no, a la

inversa, a nosotros mismos desde la naturaleza. Lo inmediatamente conocido ha de

proporcionarnos la explicación de lo que conocemos solo mediatamente, y no al revés.

¿Acaso se entiende el rodar de una bola por el impulso que recibe mejor que el movimiento

de uno mismo por un motivo percibido? (Schopenhauer Tomo II, 2010, p. 219)

Dicho concepto adquirió la fuerza de sentido y significado haciendo una introspección

interna del cuerpo, de lo contrario, si no se hubiera obtenido por estos medios lo habríamos

hecho desde fuera y entraría en el círculo vicioso del principio de razón. De todo esto

podemos extraer significado de que la voluntad es un impulso ciego, interno y muy intimo

que mueve al cuerpo y lo hace ser lo que es. La distancia y el único detalle entre estos dos

filósofos es que para Schopenhauer esta voluntad es universal ante todas las cosas, mientras

que para Mainländer no existe una voluntad cósmica general, sino voluntades individuales

(Mainländer 2010, p. 30). Son fragmentos, parecidos a los átomos de Demócrito en donde

se encuentran separados unos de otros. Para Mainländer la única unidad que conoce es la

unidad precósmica y solo fue antes del universo como lo conocemos, antes de que los soles

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y las estrellas se formaran. Fue cuando aquella unidad no necesitaba de nada, ni carecía de

nada. Un día, solo decidió no ser, fue un acto de su voluntad. Con ello las voluntades se

comenzaron a esparcir en el vasto universo y empezaron a luchar entre sí. Dicho filósofo no

modifica el contenido del concepto voluntad dado por Arthur Schopenhauer, sino que

algunos atributos proporcionados son desplazados a esa unidad precósmica llamada Dios.

10. En todo el reino inorgánico del universo no ha existido otra cosa que la voluntad

individual, con una aspiración determinada (movimiento). La voluntad es ciega [blind], es decir, su meta estriba en su aspiración, está ya contenida por sí misma en el movimiento. Su

esencia es pura pulsión [Trieb], pura voluntad, siguiendo siempre el impulso [Impulse], que

ella mantiene, en la disgregación de la unidad en la pluralidad. (Mainländer 2014, p. 342)

La voluntad y el contenido del significado terminan siendo ese impulso, esa fuerza interna

que obliga al cuerpo a ser. Philipp no lo modifica e incluso le confiere un gran aporte y

punto de arranque para formular su filosofía (Mainländer 2014, p. 82). Ahora bien,

comparando entre este impulso hacia la vida con la voluntad de morir, debemos primero de

dejar en claro que si Mainländer está usando el concepto de Wille con la misma

connotación, tendríamos que afirmar que también existe un impulse natural, fundamental e

interno hacia la muerte. Un empuje que aunque en el ser humano no se manifiesta con

claridad, sí está latente, y no solo en él, sino en todo el vasto universo. El filósofo tras el

estudio de la química descubre que el deseo del Ser en los átomos se encuentra más latente,

es la pura lucha destinada a debilitarse. La tensión de unión y descomposición se vuelve

más clara, y el verdadero destino de aquella unidad se vislumbra en los albores ínfimos con

más vehemencia.

Para Mainländer, la postura entrópica dada por el físico Clausius, no sería más que

una formulación exterior derivado de la física, todavía quedaba el hueco esencial de la

comprensión interna: la metafísica. Ahora debemos preguntar, si este impulso hacia la

muerte también se manifiesta en la vida anímica del ser humano. Cabe preguntar si aquel

error de la vida que desde los griegos ya se vislumbraba, no es más que una manifestación

de la muerte misma, que nos llama desde sus fauces y que solamente el filósofo y el poeta

reconocen, porque ellos se han destinado a pensar las cosas desde la raíz.

Para Mainländer la vida se va acrecentando, aunque la humanidad no expresa

conscientemente esa voluntad de morir, pone como fin a la voluntad de vivir, la explota

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hasta el cansancio, y como nos dice Schopenhauer, una vida individual no importa, interesa

la de la especie. Sin saberlo, el Estado, es fruto del éxito de la vida humana, entre más

grande, más energía consume y deteriora con gran demencia las fuerzas, las acelera sin

darse cuenta. Cubre el velo, bajo lo que consideramos el fin mismo. El Estado aceleraría el

proceso del ser al no ser. Lo consumiría, pero Mainländer no está pensando en que

mediante este proceso llegaremos a cumplir el objetivo de Dios, más bien está pensando en

una maduración intelectual, en donde todos experimentaremos el verdadero objetivo de la

vida: la muerte absoluta.

En su política pone en la bandera del estandarte al socialismo, porque tiene la

convicción de que llegaremos a un estadio en que la mayoría no tendremos necesidades.

Cuando ello pase, el aburrimiento y el vacío nos demostraran que la existencia carece de

sentido, y que es mejor el no ser que el ser. Para ello, él justifica a las grandes mentes,

como Goethe o Humboldt, quienes consideran que la vida y la de todas las cosas son algo

que nunca debieron de haber sido y que si son, son para no ser. La voluntad de morir, se

hace latente cuando el conocimiento descubre que la vida misma no tiene ningún

fundamento. Que el sentido mismo carece de valor. Si habíamos puesto el sentido en la

vida, ahora no lo tiene, porque el verdadero sentido de las cosas es la muerte. Por ahora el

filósofo es el único que puede esclarecer este asunto, pues es el único que puede llegar

hasta el corazón de las cosas. Una vez que los motivos quedan esclarecidos, no hay

justificación alguna para ponerle trabas al suicidio. Claro, Mainländer no está pensando en

un suicidio individual, sino colectivo, pero eso no sucederá ni hoy ni mañana, sino que la

conciencia tiene que madurar y desplegarse en todos los seres humanos. Un proceso muy

lento, que hasta llevaría aproximadamente unos tres mil años, pero a fin de cuentas

sucedería (Mainländer 2014, p. 326).

IV.- ¿Influencia directa o indirecta?

Muy poco se habló de esta teoría desde el ámbito filosófico. Nietzsche lo leyó, pero no le

confirió gran importancia. Según cartas y algunos fragmentos póstumos demuestra su

interés, pero los lectores atentos no le han conferido una influencia importante dentro de

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sus formulaciones filosóficas3. Hoy en día Franco Volpi ha visto la importancia que tuvo, y

aunque su propuesta resulta novedosa y esclarecedora en ciertos puntos, se la siguió

manteniendo en el olvido (Volpi 2011, p. 48-50). Sabemos que tras su muerte, fue muy

leído por toda Alemania, y tuvo una gran popularidad, pero no sabemos si Freud pudo

haberlo leído. Fuentes directas no lo confirman, pero lo que sabemos, es que leyó a ciertos

contemporáneos de los cuales sacó algunas referencias que le servirían para catapultarse.

Sabina Spielrein fue una influencia de primer rango y aunque ella no habla de una pulsión

de muerte, sí habla de un instinto de muerte.

Antes de proseguir con esta investigación de gran interés, cabe preguntar por qué

estamos indagando sobre la influencia de Sabina en el padre del psicoanálisis. Manuel

Pérez Cornejo en la introducción a La filosofía de la redención nos dice que “La idea de

que tras la voluntad de vivir se oculta un impulso mortal guarda cierta semejanza con la

pulsión de destrucción, introducida en el ámbito del psicoanálisis por Sabina Spielrein en

3 La cita de gran extensión que se reproducirá demuestra el gran interés que tuvo Nietzsche: “Primerísimas figuras de la filosofía o la literatura se han interesado por Mainländer: citemos en primer lugar al mismo

Nietzsche, quien leyó con suma atención la Philosophie der Erlösung, nada más publicarse, durante su

estancia en Sorrento entre diciembre de 1876 y mayo de 1877. En una carta a Overbeck -quien

probablemente le había enviado el libro desde Basilea-, Nietzsche le comunica que tanto él como Paul Rée

“han leído ya suficientemente a Voltaire” y que “ahora, el siguiente de la lista es Mainländer” (cf.

NIETZSCHE, F., Kritische Gesamtausgabe Briefe (KGB), Hrsg. v. G. Colli und M. Montinari, II, Abt. 5. 6.

Bd. 1, p. 428). Cabe decir que Nietzsche siguió ocupándose de este autor hasta el final de su vida lúcida: en

otra carta a Overbeck, escrita desde Sils-Maria en 1885, lamenta no disponer de ciertas obras, aunque le sirve

de consuelo “el tesoro bibliográfico del ‘Mainländer’” (JANZ, C. P., F. Nietzsche 3 (Trad. J. Muñoz e I.

Reguera), Alianza, Madrid, 1985, p. 318); asimismo, en una misiva dirigida a Peter Gast, fechada el 17-05-

1888, le dice a éste que ha conocido a un tipo curioso, budista, el cual le ha confirmado que, al contrario de lo que él pensaba, Mainländer no era judío (KGB, III / 5, p. 316). En cambio, parece probado que Mainländer

no tuvo noticia alguna de los primeros escritos de Nietzsche, como El Nacimiento de la tragedia, quizás

porque tales escritos sólo fueron conocidos inicialmente por un círculo muy estrecho de especialistas; en

cualquier caso, resultan sorprendentes los intensos paralelismos entre ambos pensadores: sus estancias en

Italia, su valoración del arte, la honda influencia de Schopenhauer, una productividad intensa y agotadora, un

final prematuro... Nietzsche se hará eco de las tesis de Mainländer p. ej. En La Gaya Ciencia (V, 357),

donde le califica despectivamente de “dulce apóstol de la virginidad”, equiparándolo a R. Wagner; o en un

fragmento póstumo en el que lo incluye en el grupo de los modernos pesimistas “decadentes”, junto con

Schopenhauer, Leopardi, Baudelaire, los Goncourt y Dostoievski (NIETZSCHE, F., Kritische Gesammelte

Werke, VIII / 3. Nachgelassene Fragmente Anfang 1888-Anfang 1889, p. 187). Sin llegar tan lejos como

Max Seiling, que llegó a acusar a Nietzsche de ser un plagiario de Mainländer (Cf. SEILING, M., Mainländer, ein neuer Messias, München, 1888, p. 5), sí parecen evidentes al menos dos cosas: 1ª) que

Nietzsche comenzó a cambiar de actitud frente a Schopenhauer coincidiendo con su lectura de las críticas a

éste último por parte de Mainländer, y 2ª) que buena parte de las reflexiones de Nietzsche se desarrollaron

como reacción a los planteamientos del filósofo de Offenbach respecto al papel del ser humano ante la

“muerte de Dios”, la suma finita de fuerzas en el universo, la relación entre arte y conocimiento, etc. (cf.

MÜLLER-SEYFARTH, W. H., “Wir haben viel Voltaire gelesen: jetzt ist Mainländer an der Reihe” (1876).

F. Nietzsche liest Ph. Mainländer”, en: Was Ph. Mainländer ausmacht. Offenbacher Mainländer-Symposium

2001, Hrsg. v. W. H. Müller-Seyfarth, Königshausen & Neumann, Würzburg, 2002, pp. 79-88). (Pérez 2006)

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su tesis Destruktion als Ursache des Werdens (La destrucción como causa del devenir,

(1912), y recogida luego por Sigmund Freud en Más allá del principio del placer, aunque

no tengo noticia de ninguna aproximación al libro de Mainländer por parte de estos

autores.”(Cornejo 2014). Esta referencia es de gran importancia porque Manuel especula

que Freud por aquí pudo haber comenzado a formular su idea, pero debemos cuestionar si

Sabina leyó a Mainländer, y también es necesario saber si las ideas que proporciona Sabina

son parecidas a las de Sigmund.

¿Sabina de dónde pudo haber obtenido la intuición del instinto de muerte? Aldo

Carotenuto en Una secreta simetría nos ofrece la fuente más confiable del antecedente de

lo que pudo haber ocurrido con la pulsión de muerte (1984). Aldo desarrolla su libro en una

correspondencia que tuvo entre Carl Jung y Freud, además toma un diario de Sabina de

gran interés. En 1909 Sabina mantiene una correspondencia con Sigmund Freud, en donde

ella le formula sus presupuestos teóricos:

Esta es la frase inmortal: ‘Una parte de aquella fuerza que opera siempre el mal opera

también siempre el bien’ (J. W. Goethe, Fausto). Esta fuerza demoníaca, que en su esencia

es destrucción (el mal), simultáneamente es también fuerza creativa, dado que de la destrucción (de dos individuos) nace uno nuevo. Este es precisamente el instinto sexual, que

en su esencia es un instinto de destrucción y de anulación para el individuo, y también por

esto, según mi opinión, debe vencer en cada hombre una fuerte resistencia, pero querer

demostrar esto una vez más, aquí requeriría demasiado tiempo de parte de usted (Spielrein

Sabina, en, Carotenuto 1984, p. 209).

Sabina desde 1909 hasta 1912, no publica mucho, lo más importante es su tesis doctoral y

un trabajo de de gran importancia en 1912, ambos publicados en el Jharbuch. En el primero

Sabina desarrolla una teoría de gran importancia que ocupa la mente Freud, junto con los

presupuestos teóricos de la correspondencia.

La tesis consistía en el estudio clínico de una paciente esquizofrénica, hostil y deteriorada,

que sólo estaba preocupada por la muerte y la decadencia, aunque era incapaz de coordinar

verbalmente la mayor parte de sus pensamientos. Sabina fue descifrando pacientemente los contenidos psicológicos de sus diferentes delirios, llegando a la conclusión de que en éstos

podía verse la participación de dos ingredientes antagónicos en el deseo sexual, un elemento

disgregador y por tanto destructivo, y un elemento constructivo que llamó componente de

transformación, algo cercano a lo que Freud bautizaría después como sublimación. (Orellana y Antonio 2003, p. 7)

Y, como lo confirma la anterior carta, Freud ya estaba muy familiarizado con sus ideas,

ideas de gran importancia y a las que les confiere un valor nulo. El padre del psicoanálisis

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va siguiendo las huellas, sin atribuirle el mérito e incluso en las reuniones de los miércoles

rechaza dichas posturas (Hurtado 2012, p. 50). Además Sabina no le llama desde sus

primeras formulaciones instinto de muerte, sino que con el transcurrir de tiempo va

perfeccionando su intuición. En una carta dirigida a Jung en 1917 ya nos habla de tal

instinto (Carotenuto 1984, p. 59).

Es evidente que Sabina pudo haber obtenido dicha intuición a través del análisis de

sus pacientes, pero en La historia secreta del psicoanálisis se especula que Sabina leyó a

Élie Metchnikoff para poder formular sus pensamientos (1965). Si encontramos en este

pensador algún indicio de que haya leído a Mainländer, nos encontraremos en los pilares de

Sabina. Es muy sabido el amplio curriculum que tuvo durante toda su vida, pero lo que nos

interesa es saber por qué medios obtuvo o si pudo haber obtenido algo presupuesto teórico

del filósofo teutón. Para Metchnikoff la muerte siempre tuvo un respeto muy grande, fue el

creador de la tanatología y la gerontología, además sus estudios sobre la muerte quizá

fueron los que acercaron a este pensador por las obras de Mainländer. En 1903 pública un

libro de gran interés que Sabina leyó, dicho libro se tituló Études sur la nature humaine.

Essai de philosophie optimiste4. En él podemos ver un análisis “crítico” de muchos

pensadores que han abordado la muerte, entre ellos se encuentra Mainländer (p. 187-191),

pero no nos dice algo relevante al respecto, pues termina siendo uno de tantos pensadores

que aborda y no le da un valor esencial dentro de sus presupuestos. Élie tilda a los

seguidores de Mainländer y de la escuela pesimista como jóvenes con desordenes mentales:

“Under the influence of pessimism, a certain number of young persons, especially those

whose mental equilibrium is not very firmly established, follow in the tragic footsteps of

Mailaender.” (p.191) Con este argumento nos demuestra que no está abordado a

Mainländer con cierto rigor objetivo.

En 1907 pública otro trabajo titulado Essais optimistes. En el que vuelve a hablar de

Mainländer, pero también lo aborda con un papel secundario (1908, p.p. 235-255). Aunque

este médico cita a Mainländer y le dedica unas cuantas páginas en dos obras que pudo

4 El gran desinterés en el que se ha tenido a Élie, ha provocado que se le haya tenido en el olvido, por ello

actualmente, ni siquiera los lectores de habla hispana cuentan con una traducción. Nosotros preferimos

utilizar una traducción inglesa de hace ya cien años, que aunque no puede ser fiable, sí nos puede servir para

entender la influencia que pudo haber tenido de Mainländer.

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haber leído Sabina Spielrein, no está de acuerdo con su postura e incluso le da un papel

muy ínfimo. Además tanto sus propuestas, como su objetivo, nada tiene que ver con las

ideas mainländerianas. Si Sabina leyó a Main a través de Élie, podríamos acércanos a algo

concreto, pero los argumentos hablan por sí mismos, y su postura filosófica ante la muerte

termina siendo otra cosa totalmente distinta.

¿Cuál es la idea de Sabina que pudo haber influenciado a Freud? La idea de que no

solamente el deseo sexual está latente en la vida anímica, sino también un impulso

destructivo fue de gran novedad para Freud, pues antes de 1920 en todos sus trabajos la

vida anímica de los histéricos consistía en las pulsiones de autoconservación y las del Yo,

recayendo todo en el principio del placer. Aquel elemento de destrucción formulado en Die

destruktion no tienen la suficiente claridad, y ni siquiera la exposición argumentativa es

muy clara, por ello Freud no la entiende del todo: “Sabina Spielrein, en un trabajo

sustancioso y rico en ideas (1912), aunque por desdicha no del todo comprensible para mí,

ha anticipado un buen fragmento de esta especulación (la concerniente al sadismo y al

masoquismo). Designa allí al componente sádico de la pulsión sexual como <destructivo>.”

(Freud 1992 Tomo XVIII, p. 53) Sus formulaciones, son más expositivas que

argumentativas, y como la mayoría de analistas de su tiempo, las fundamenta en la clínica

analítica y el análisis a partir de la literatura tanto filosófica como literaria. Lo único

importante aquí, y que contiene un gran valor es aquella manifestación de destrucción que

se manifiesta en la vida anímica. Freud aunque quizá no pudo haber entendido dicho

artículo, tomó como punto de arranque la reflexión acerca del elemento destructivo en el

ser humano y buscó explicarlo después con argumentos más fiables. Así vuelve a reelaborar

los conceptos del sadismo y el masoquismo que se encontraban dentro de distintas

pulsiones sexuales y las inserta en esta pulsión.

Indagando sobre la genealogía de la pulsión de muerte, topamos con pared, pues si

seguimos ad infinitum corremos el riesgo de no encontrar algo sólido. Falta un “eslabón

perdido” y no lo podremos encontrar, al menos en algún documento. Ya no podremos

seguir investigando y profundizando más al respecto, porque ni Sigmund Freud, ni sus

sequitos nos ofrecen las ideas tal como aparecen en su trabajo metapsicológico. Podríamos

argumentar que teóricamente el padre del psicoanálisis se encontró solo, y así como a otras

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tesis les confirió originalidad, también a esta le dio el mismo valor, y por eso se ve tentado

a ir a lo largo del texto a ir argumentando y fundamentando su postura en el aire, basándose

como punto de arranque en el compulsión de repetición.

Como ya pudimos ver, la conjetura proporcionada por Manuel queda descartada,

pues si bien podríamos decir que Sabina da ciertas novedades, Freud da otro resultado

mucho más completo y elaborado.

(…) si bien puede haber Freud retomado ideas básicas de Sabina Spielrein para su propia teorización, ello no demuestra que la teorización completa acerca del concepto de pulsión de

muerte haya sido tomado de la segunda, que no hay argumentos suficientes en quienes lo

afirman para así aseverarlo y que finalmente una inclinación en uno u otro sentido de la

balanza sería algo estéril, que no se enfocaría en lo verdaderamente significativo, es decir

las distintas aristas de la problemática y la colaboración a su mejor comprensión que cada

una de las obras desde las que se juzga a ambos autores –La destrucción como causa del

nacimiento (1912) y Más allá del principio del placer (1920)- en su momento aportaron y

actualmente siguen aportando al estudio de la forma en que funciona la psique. (Hurtado

2012, p. 57)

V.- ¿Cómo se acerca a la conceptualización?

La pulsión de muerte fue postulada por Sigmund Freud en 1920, no se tiene constancia de

que en sus primeros escritos sobre la ciencia psicoanalítica se halla siquiera formulado

dicha conceptualización. Tras su formulación dio un giro radical, que hasta muchos o

simplemente negaron o aceptaron. ¿Pero en qué consiste la pulsión de muerte?

Freud llega a esta postura partiendo del compulsión de repetición, y ésta desde el

punto de vista de la transferencia consiste en que “De un modo general, lo reprimido intenta

«retornar» al presente, en forma de sueños, síntomas: «[...] lo que ha permanecido

incomprendido retorna; como alma en pena, no descansa hasta encontrar solución y

liberación» ” (Laplanche & Pontalis 2004, p. 69). Pero además es difícil que retorne lo

reprimido porque “En la cura, los fenómenos de transferencia atestiguan esta exigencia del

conflicto reprimido de actualizarse en la relación con el analista.” (p. 69) Freud por su

parte, confiere a todas las pulsiones esta compulsión de repetición:

Aquí no puede menos que imponérsenos la idea de que estamos sobre la pista de un carácter

universal de las pulsiones (no reconocido con claridad hasta ahora, o al menos no destacado

expresamente) y quizá de toda vida orgánica en general. Una pulsión sería entonces un

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esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducción de un estado anterior que lo vivo

debió resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas; sería una suerte de

elasticidad orgánica o, si se quiere, la exteriorización de la inercia en la vida orgánica.

(Freud 1992, tomo XVIII, p. 36).

La idea que le confiere aquí a la repetición es distinta, pero sobre todo este es el punto de

fricción para ir comprendiendo lo que guarda en sí toda pulsión y sus verdaderos fines,

como también los de todos los organismos. Pareciera que en la siguiente explicación nos

acercamos demasiado a Mainländer, pero no, Freud está dando su propia explicación del

inicio de la vida justificando y poniendo énfasis a la repetición. Aunque no parte de una

forma sistemática, ni mucho menos antepone una analítica o alguna física, Sigmund nos da

una historia de cómo nacieron las pulsiones en todos los organismos, no solo del ser

humano, sino de toda la vida en sí. Resulta un tanto interesante debido a que, por un lado

Mainländer recurre a la química a sus enlaces para ir comprendiendo el debilitamiento de

las fuerzas, en cambio Freud inaugura una explicación de una pequeña tensión, que primero

comenzó muy breve en los organismos más simples y que luego fue anchando esa tensión,

hasta crear organismos más complejos.

En algún momento, por una intervención de fuerzas que todavía nos resulta enteramente

inimaginable, se suscitaron en la materia inanimada las propiedades de la vida (…) La

tensión así generada en el material hasta entonces inanimado pugnó después por nivelarse;

así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado (…) Durante largo tiempo, quizá,

la sustancia viva fue recreada siempre de nuevo y murió con facilidad cada vez, hasta que decisivos influjos externos se alteraron de tal modo que forzaron a la sustancia aún

sobreviviente a desviarse más y más respecto de su camino vital originario, y a dar unos

rodeos más y más complicados, antes de alcanzar la meta de la muerte. (Freud 1992, tomo

XVIII, p. 38)

Con esta cita, demasiado asombrosa nos acercamos a Mainländer, debido a que más

adelante postula que ese camino ha sido el producto del propio origen del sistema solar y

sus movimientos para comprender las pulsiones y sus orígenes: “Más todavía: en último

análisis, lo que habría dejado su impronta en la evolución de los organismos sería la historia

evolutiva de nuestra Tierra y de sus relaciones con el Sol.” (Freud 1992, tomo XVIII, p.

37). La impronta sería aquel regreso de lo inorgánico a lo inanimado, por ello, para el padre

del psicoanálisis sería que la pulsión de muerte: “(…) representa la tendencia fundamental

de todo ser vivo a volver al estado inorgánico. En este sentido, según Laplanche, «Si

admitimos que el ser vivo apareció después que lo no-vivo y a partir de esto, la pulsión de

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muerte concuerda con la fórmula [...] según la cual una pulsión tiende al retorno a un estado

anterior»” (Laplanche & Pontalis 2004, p.337). Y en palabras de Freud:

Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo lo vivo muere, regresa a

lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda

vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. (Freud

1992, tomo XVIII, p. 38)

Resulta curioso el hecho de que Freud tiene que recurrir a ciencias que no son de su ámbito

para poder explicar dicha pulsión, tiene que recurrir al origen de los primeros organismos,

pero en ese origen descubre un proceso de ocultamiento del verdadero fin de las pulsiones.

Por ello, quizá pudo haber llegado a formular dicha teoría a una edad muy tardía, pues

primero habría que comprender la vida misma, y sus secretos, para así después llegar a

comprender el verdadero sentido del Ser. Freud desciende desde la Naturaleza para poder

explicar la vida anímica humana. La función principal y a la que quiere llegar Freud en Más

allá del principio del placer es acercarnos a dicha teoría desde el análisis clínico.

VI.- Definición del concepto de pulsión

Antes, habíamos visto que el concepto de voluntad designaba a un impulso interior que

subyace bajo cada roca y ser viviente de este mundo. Su impulso es el deseo de vivir.

Mainländer niega esta postura general de que bajo nuestras facultades cognitivas exista un

impulso universal del deseo, o sea, que todo se encuentre en una completa unidad. Esto lo

formula con el afán de su nuevo descubrimiento, ya que para Philipp hay voluntades de

vivir individuales, mas no hay una sola voluntad. Ahora bien, siguiendo con nuestro

análisis, dentro de aquel impulso de vivir, subyace una voluntad de morir, que es más

poderosa y que pretende acabar algún día con todas las fuerzas del universo. Ahora bien,

Freud no está nada lejos de su formulación teórica en dicho libro, debido a que desde este

punto, la pone a la par de la pulsión de vida, excluyendo a las demás pulsiones.

¿Qué entendemos por pulsión? La pulsión de muerte tiene una semejanza muy

parecida a la formulación schopenhaueriana de voluntad de vivir, retomada después por

Main. Si habíamos definido a la voluntad como un impulso que proviene del cuerpo, un

impulso que mueve al cuerpo, entonces podemos inferir que la pulsión es un sinónimo de

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dicho concepto. Pero antes de afirmar la analogía debemos de clarificar lo que entendió el

propio padre del psicoanálisis para determinar si estamos en el camino correcto. Freud hace

una clara distinción entre instinto (instink) y pulsión (Triebe), para dividir el mundo animal

y el humano, con ello se aleja de la Naturaleza en su totalidad, la fragmenta para así poder

explicar únicamente la vida anímica de los seres humanos. El primero es fundamentalmente

para los animales, mientras que la pulsión es para los humanos. En cambio, la voluntad de

vivir schopenhaueriana es para todo lo que hay en el universo, tanto inorgánico, como

orgánico. No hay matices de diferenciación. La roca íntimamente no es diferente de mi

cuerpo, ni mucho menos la gravedad. Para Freud es necesario hacer dicho matiz, porque no

está indagando la naturaleza en sí, como lo tomaría la filosofía (universalidad), sino solo

toma como objeto la construcción de la psique humana al modo de la ciencia

(particularidad).

¿Cuál es el contenido y la diferencia entre pulsión e instinto? El concepto de

pulsión, fue definido en Pulsiones y destinos de pulsión, ahí nos dice que “(…) la pulsión

nos aparece como un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un

representante {Represäsentant} psíquico de los estímulos que provienen del interior del

cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo

anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.” (Freud Tomo XIV, p. 117) Con el

mismo significado el diccionario de psicoanálisis nos dice:

Proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética, factor de motilidad) que hace

tender al organismo hacia un fin. Según Freud, una pulsión tiene su fuente en una excitación

corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el estado de tensión que reina en la fuente

pulsional; gracias al objeto, la pulsión puede alcanzar su fin. (Laplanche & Pontalis 2004,

pp. 324-325).

Las pulsiones provienen del cuerpo, no sabe exactamente de dónde provienen o cuáles es su

verdadero contenido, simplemente tenemos un representante que puede tener cuatro

adjetivos que son sus principales cualidades: Esfuerzo, meta, objeto y fuente de la pulsión.

Si nos remitimos a El mundo como voluntad y representación, nos encontramos con una

formulación similar. Schopenhauer habla de una voluntad que se objetiva, que no puede

verse, sino que se transfigura en una representación llamada cuerpo. Cuando el cuerpo se

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vuelve parte del espacio, el tiempo y la causalidad, ahí es cuando podemos ver los motivos

de las acciones de la voluntad. El deseo es lo primero que observo, y lo que quiere podría

tener los mismos adjetivos que le anexa Freud a las pulsiones, solo que el único detalle es

que no había de voluntades, sino de una sola. Pero tal parecería que la pulsión con esta

definición tiene el mismo significado que el instinto, pero veamos por qué no.

El diccionario de psicoanálisis nos dice que la pulsión se diferencia del instinto por

este motivo:

Así, pues, el concepto freudiano de la pulsión se establece en la descripción de la sexualidad

humana. Freud, basándose especialmente en el estudio de las perversiones y de las

modalidades de la sexualidad infantil, refuta la concepción popular que atribuye a la pulsión

sexual un fin y un objeto específico y lo localiza en las excitaciones y el funcionamiento del aparato genital. Por el contrario, muestra que el objeto es variable y contingente y sólo es

elegido en su forma definitiva en función de las vicisitudes de la historia del sujeto.

(Laplanche & Pontalis 2004, p. 325)

La diferencia radica en que los animales tienen instintos porque cuando Freud habla de

Instinkt, es para calificar un comportamiento animal fijado por la herencia, característico de

la especie, preformado en su desenvolvimiento y adaptado a su objeto. Así, vemos que la

diferencia en muy clara, mientras que el ser humano puede llegar a descargar su pulsión

sexual en un objeto que puede llegar hasta ser imaginario o completamente distinto al de un

animal. Un sujeto puede amar cualquier cosas, sea inerte o algún animal debido a la historia

que le precedió. En Arthur Schopenhauer no hay un una historia precedida, la explicación

que daría al deseo de cualquier objeto sea de un animal o un ser humano, es que al final la

meta se cumple. El esfuerzo dado por la necesidad del deseo que es el motor de la voluntad,

en el ser humano recae en la vida anímica. Así, podemos concluir que entre pulsión y

voluntad en cuanto significado no podemos distinguir un matiz muy claro, y que incluso

guardan un mismo significado. El matiz incluso Mainländer no lo distingue:

10. En todo el reino inorgánico del universo no ha existido otra cosa que la voluntad

individual, con una aspiración determinada (movimiento). La voluntad es ciega [blind], es decir, su meta estriba en su aspiración, está ya contenida por sí misma en el movimiento. Su

esencia es pura pulsión [Trieb], pura voluntad, siguiendo siempre el impulso [Impulse], que

ella mantiene, en la disgregación de la unidad en la pluralidad. (Mainländer 2014, p. 342)

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No hay una diferencia sustancial entre ambos conceptos, pues en el fondo empujan al

cuerpo, lo arrojan al mundo, para que deseé. La pulsión aunque cuenta de antemano con

una historia precedida, en el fondo la esencia no se diferencia del instinto, porque quieren

la satisfacción. La única diferencia es el rodeo que se da en la pulsión, mientras que en otra

es directa, esto es, que el esfuerzo, la meta, el objeto y la fuente son más simples.

Después de haber tomado como sustantivo la pura pulsión, queda añadirle y

agregarle el adjetivo, muerte. En Sigmund Freud hay diferentes tipos de pulsiones, todas

quieren liberarse de su carga bajo determinadas formas. La que sobresale es la pulsión de

vida y después de 1920 antepone una antagónica que es la pulsión de muerte. El sentido de

la pulsión de muerte, es un empuje muy oculto por la pulsión de vida. Esta no es dada por

el sujeto, sino por la Naturaleza misma, su objetivo es el no ser, la nada. No nos podemos

ver desligados de afirmar el hecho de que tanto la pulsión de muerte, como la voluntad de

morir significan un impulso hacia la muerte, una tendencia natural, pues el filósofo del

Main, se pregunta ¿Cómo un animal querría la muerte, si internamente su mismo

organismo está destinado a ello?

Si nos es lícito admitir como experiencia sin excepciones que todo lo vivo muere, regresa a

lo inorgánico, por razones internas, no podemos decir otra cosa que esto: La meta de toda

vida es la muerte; y, retrospectivamente: Lo inanimado estuvo ahí antes que lo vivo. (Freud Tomo XVIII, p. 38)

Antes de que las cosas se formaran no había absolutamente nada, la vida de los primero

organismos era una pequeña tensión que lo obligaba a permanecer en movimiento, pero

esto era una tensión de autoconservación que se volvió pulsión, quizá fue la segunda en

formarse y “Bajo esta luz, la importancia teórica de las pulsiones de autoconservación, de

poder y de ser reconocido, cae por tierra; son pulsiones parciales destinadas a asegurar el

camino hacia la muerte peculiar del organismo y a alejar otras posibilidades de regreso a lo

inorgánico que no sean las inmanentes.” (Freud Tomo XVIII, p. 39) Desde un inicio la

pulsión de muerte ha sido la meta de todo ser vivo, complejo o simple. La tensión con el

paso del tiempo fue haciéndose más larga, pero al final el verdadero no desaparecería.

Freud aquí no deja de tener una originalidad, pero sin duda nos acercamos sustancialmente

a Mainländer:

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Este resultado es muy importante. En todo el reino inorgánico no es querida la vida, sino la

aniquilación; [330] lo que se quiere es la muerte. Por eso solo tenemos que habérnoslas, en

general, con una voluntad: porque ha de ser obtenido algo, que aún no es porque ha existido

la retardación, que hace imposible alcanzarlo inmediatamente. La vida no es querida, sino

que solo es manifestación de la voluntad de morir [Erscheinung des Willens zum Tode], en

el estado primitivo del mundo, y en cada gas del presente; una manifestación del retardativo

en el individuo, y en cada fluido y cada cuerpo sólido: manifestación de una tendencia

impedida desde fuera (…) La idea química quiere la muerte, pero solamente puede lograrla

a través de la lucha, y por eso vive: en su núcleo más intimo es voluntad de morir Mainländer 2014, p. 343)

El filósofo suicida utiliza el concepto de retardamiento de modo muy similar al que usa

Freud, con respecto a la tensión. Los dos en esencia retienen por momentos la muerte.

Tanto la pulsión de muerte, como la voluntad de morir, buscan retornar a ese estado

primigenio en el que el reposo predominaba. Como podemos observar las similitudes se

encuentran si investigamos un poco más. Incluso Freud llega a decir casi al final que “El

principio de placer parece estar directamente al servicio de las pulsiones de muerte (…)”

(Freud Tomo XVIII p. 61). Idea que está muy próxima a la magnificencia de la voluntad de

morir mainländeriana.

A lo largo de todo este trabajo hemos tomado como referencia el texto Más allá del

principio del placer, porque aquí es por primera vez donde se formula la pulsión de muerte,

sin embargo un sinfín de textos van nutriéndose de este concepto teórico. Así el sadismo o

el masoquismo, en trabajos posteriores ya no tienen relación alguna con las pulsiones de

vida o las pulsiones sexuales. Bajo un nuevo esquema, Freud va elaborando lentamente sus

nuevas pulsiones. A esto momento es al que se denomina la segunda tópica. El padre del

psicoanálisis naturalmente tenía que poner los ojos en la ciencia joven, pero no por ello su

espíritu dejó de lado los problemas que presentaba la Naturaleza misma. La aplicación de la

Naturaleza a lo humano que realizó en algunos trabajos causó controversia como lo fue este

escrito, pues la ciencia en sí, tiene límites que no puede sobrepasar.

Conclusión

La originalidad de este nuevo pensamiento le condujo al padre del psicoanálisis a volver a

reelaborar el papel de ciertas pulsiones, para poder insertar a la pulsión de muerte, por ello

después de formularla comienza su segunda tópica. Esto causó la molestia de muchos de

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sus seguidores, pero Freud estaba convencido en Pulsiones y destinos de pulsión que tanto

la pulsión de conservación como la pulsión del yo, eran un esquema que no estaba acabado,

sino al contrario, si el análisis y la experiencia demostraba que había más, pues habría que

volver a replantear el papel de las pulsiones. Freud nos demuestra la flexibilidad ante el

psicoanálisis, pero la sociedad psicoanalítica negó estos nuevos descubrimientos y muy

pocos lo utilizaron en la clínica.

A pesar de todo ello, la investigación de la génesis sobre esta pulsión no ha sido

trabajada lo suficientemente, como ha sucedido con muchos de sus presupuestos teóricos.

No hay indicio alguno (correspondencia, obras completas) de que hubiera tomado ideas

similares de algún filósofo, poeta o alguna persona de ciencia. Freud en ese periodo ya

tenía por reproche el que algunas ideas esenciales ya habían sido formuladas con

anterioridad. Ya hacia esta época, tenía por experiencia propia el que le reclamaran de la

originalidad del psicoanálisis. Y como sucedió con Schopenhauer, Freud no aceptó que

hubiera sido el precursor del psicoanálisis, más bien lo negó, pero estudios más elaborados

e investigaciones han demostrado que no fue así, y que si lo negó, fue para darle el valor de

originalidad a la joven ciencia psicoanalítica (Barrero 2010, p. 89-117). Como ya habíamos

especulado, quizá Freud se sintió amenazado y decidió ocultar sus libros para leerlos

secretamente, pues en aquellas fechas ya se le había reprochado su originalidad, ya se le

había cuestionado y mejor optó por dejar ocultas algunas cosas.

Las similitudes que guarda con la voluntad de morir mainländeriana tienen un

parecido que nos incita a pensar en si el padre del psicoanálisis no leyó a dicho filósofo y si

tal vez pudo haber obtenido alguna influencia por parte de este. El cuadro que a

continuación se muestra, pretende poner los rasgos centrales de la voluntad y la pulsión de

morir:

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Este cuadro comparativo guarda una diferencia terminológica pero no una

diferencia significativa. Veamos a detalle cada una. El inicio del mundo y del universo para

Mainländer fue el producto de que el mismo Dios quiso el no ser, y por tanto la nada es el

fin primordial. En cada ser vivo se encuentra aquella meta del querer retornar o reproducir

ese estado anterior se refleja claramente en su estética, ya que termina siendo el fin del arte

el querer reproducir ese estado anterior. En cambio la compulsión de repetición formulada

por Freud es aquel anhelo de querer retornar a ese estado anterior, a esa nada absoluta. Ya

después asemejará este anhelo con el principio del Nirvana. La pulsión de muerte es ese

estado de querer retornar a ese momento inanimado en el que no éramos nada.

El retardamiento y el movimiento son los pilares del mundo y el universo, la vida es

una clase de movimiento, y el otro es una tensión que nos mantiene en ella. Para Sigmund

Freud el retardamiento no es más que esa tensión que unifica a la materia inanimada para

que la vida sea. Al final la vida no es querida, la vida es un pequeño nudo que busca algo

más: la muerte. Lo que en realidad se quiere en estos dos pensadores es llegar a la nada

absoluta. Para Freud en la vida anímica se manifiesta este impulso oculto, solo el analista lo

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descubre, en cambio para Mainländer este impulso se manifiesta con claridad en los

filósofos y poetas. Ellos nos conducirán hacia el verdadero fin. Al final de la Filosofía de la

redención nos encaminamos hacia una teleología del extermino, en cambio en Freud no

ocurren pasos tan agigantados, las guerras ponen en énfasis que atravesamos entre eros y

thanatos, Freud positivo ante tal cuestión, asegura que la vida triunfará, en cambio

Mainländer ve fecha de caducidad en la humanidad.

Si Freud leyó a Mainländer es algo que no sabremos. Lo que nos motivó en parte a

hacer esta analogía fue con la intención de poner a dicho filósofo en un puesto digno dentro

del pensamiento filosófico, ya que hoy en día se le ha olvidado. Quizá por sus ideas

concernientes ante el suicidio, pero si es así, ello demostraría nuestro afán como humanidad

a suprimir aquello que consideramos tabú, que Freud reclama en su Introducción al

psicoanálisis. Su visión del mundo contiene una originalidad que no podemos dejar de lado

y por lo tanto Mainländer necesita volver a ser pensado.

Bibliografía

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