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Biblioteca: E ns a yo s c r í t i co s Ilustración d e tapa: Daniel Garcí a
Primera edición: 2008© Gina Saraceni© Beatriz Viterbo Edi torawww.be [email protected]
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibi da, sin la au-torización escrita de los titulares del “Copyright” , ba jo las sanciones esta-blecidas en las leyes, la reproducc ión parcial o total de esta obra por cual-quier medio o procedimiento, incluidos la reprograf í a y el tratamientoinformático .
IMPRESO EN ARGENT INA / PRINTED IN ARGENT INA
Queda hecho e l d epósi to que p rev ie ne la l ey 11 .723
A mis padres
A mi sobrino Rocco
Saraceni, Gina
Escribir hacia atrás : herencia, lengua, memoria - 1a ed.- Rosario : Beatriz Viterbo Editora, 2008.
240 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-950-845-214-6
1. Teorí a Literaria. I. Tí tulo
CDD 801
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Agr adecimientos
A Graciela Montaldo, directora de mi Tesis Doctoral, porhaberme acompañado desde el inicio hasta e l f inal de estetraba jo; por la pertinencia de sus comentarios; por su apoyoy estí mulo en todo momento, mi agradecimiento inf inito.
A Carmen Vincenti, Raf ael Castillo Zapata y Luis MiguelIsava, f iguras f undamentales a lo largo de estos años, por elaprendiza je adquirido en sus cursos y seminarios.
A la interlocución con los colegas y amigos Alicia Rí os, Jor-ge Romero, Beatriz González Stephan, Raquel Rivas, IraidaCacique, Luis Duno, Josef ina Berrizbeitia, Eleonora Cróquer,Nathalie
Bouzagl
o,Eva
Klein
,M
óni
ca
Marin
one
,Álvar
o Egar
Contreras, Sergio Che jf ec, Fabio Morábito, Carole Saturno,MiguelAmat,Filippa,Alessandro y Erdmute Carlini.
Al DAAD / Fonacit por haberme otorgado una beca de in-vestigación que me permitió traba jar en la Biblioteca delInstituto Iberoamericano de Berlí n.
Mi agradecimiento también a mi f amilia, mis estudiantesy mis amigos que me alentaron en todo momento a lo largode esta investigación.
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El mandato
Mientras registraba en el escaparate,escuchaba el mandato. Estabadentro de las ca jas, en esas cosasque los vie jos guardan,en papeles, en fotograf í as. Entoncesno podí a entender lo que se me ordenabapero no te hubiese traicionado jamás.
Tú me escogiste para hablar pornuestros muertos,los que nacieron a destiempo, sin ánimopara acusar los golpes.
En su desbara juste,ellos me recuerdan a los potrillosque habí a en la hacienda, aquella exhalaciónde pieles y estaturas,tan hermosos, dentro del potrero, cuando
de un lado al otro, en sus carreras,
ya eran recuerdos.
Yolanda Pantin
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I. Escr ibir hacia atr ás
El que escribe sólo puede hablarde su padre o de sus padres y de susabuelos, de sus parentescos y genealogí as.
Ricardo Piglia
1. El r egr eso de los f antasmas
En la L a he r e nc i a d e E s z t e r (2000) del escritor húngaroSandor Marai, hay una escena donde la protagonista mira lafoto de la hermana muerta y observa: “sólo me quedó un pai-sa je desolado y devastado allí donde antes habí an estado misrelaciones f amiliares. Acerqué su foto a mis o jos miopes y laobservé con suma atención. ‘¡Qué f uerza tienen los muerto!’,pensé, impotente. En aquel instante, Vilma estaba otra vezviva, recobraba esa nueva vida, misteriosa, que suelen ad-quirir los muertos para intervenir en nuestra existencia; losmuertos a quienes creemos acabados, desaparecidos, enterra-
dos ba jo tierra descompuestos. Sin embargo, un dí a reapare-cen y actúan de nuevo” (106).
Esta escena sugiere la idea del pasado como herencia conla que es necesario conf rontarse y ante la que hay que res-ponder; también como voz que viene d e a t r á s para irrumpiry desa justar el presente de los vivos y mostrar que “no sehereda nunca sin conf rontarse con algo del espectro” (Derri-da, 1995: 35) y que “el muerto puede ser más poderoso que elvivo” (Íd.: 62).
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Este traba jo se propone ref lexionar sobre la f igura del he-redero en un con junto de obras latinoamericanas publicadasentre 1980 y los últimos años –L e nt a b i o g r a f í a (1990a) delargentino Sergio Che jf ec (1954); D i á l o g o e n l o s p a t i o s r o j o s (1994) y Si hub i é ra mo s v i v i d o a q uí (1998) del argentino Ro-berto Raschella (1930); los poemarios L o t e s b a l d í o s (1984),D e l une s , t o d o e l a ñ o (1991), Al g ui e n d e l a v a (2004) y algu-nos r
elat
os de L
a
l
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f ur i a
(1989) y de Be r lí n
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s e o l v i d a (2004) del mexicano Fabio Morábito (1955); E l d í a má s b l a nco (2000) del chileno Raúl Zurita (1950); E n e s t a d o d e me mo r i a (1990) y algunos ensayos de L a l e t ra d e l o mí ni mo (1994) y N a rr a r d e sp ué s (2004) de la argentina Tununa Mer-cado (1939)– a partir de dos preocupaciones centrales: la pri-mera relacionada con la idea de herencia como deuda que elheredero contrae con sus antecesores, es decir, como una for-ma de con-vivencia con los espectros del pasado que sobre-viven en el presente y como un modo de asumir una responsa-bilidad f rente a un mandato que se hereda; la segunda, vincu-lada con la idea de la herencia no como apropiación mecánicade un bien que se adquiere a través de un testamento o de latransmisión sino como proceso de lectura e interpretación deun legado.
Lo que me interesa proponer es cómo el su jeto se inscribeen una genealogí a y cómo esa inscripción implica –en mu-chos casos– el cuestionamiento de la idea misma de genealo-gí a y la revisión de la f unción que la memoria tiene en elproceso de “adquisición” de un apellido y una procedencia.En este sentido, se trata de ref lexionar sobre la relación quelos vivos tienen con los muertos a partir de la idea derridia-na del espectro como presencia de lo ausente, como reapari-ción de algo que de jó de estar pero que sigue estando, comoalgo que ya f ue y todaví a no es: suerte de presencia anacró-
nica, de aparición intempestiva que desa justa y desarticulala contemporaneidad mostrando su deuda con el pasado, suactualidad inactual.
Se trata de pensar el pasado como proceso que se realizaen el presente y tiene lugar en el momento de su rememora-ción; como experiencia actual de aquello que ya no está; e lpasado como relación entre “lo memorizado y su lugar de
emerg
encia”
(D
idi-Hu
ber
man
, 1997:116). Lo qu
enos lle
va a
plantear el pasado como disolución y promesa: disoluciónporque su manif estación es residual dado que existe comoresto de lo perdido, y promesa porque está disponible paraser leí do desde el presente y mediante nuevas coordenadasde interpretación que revelan formas inéditas de entender-lo. De aquí que Ben jamin hable de “legibilidad póstuma” delpasado, de “posterior clarividencia” y del f uturo como tiempoque permite que el pasado reaparezca y a la vez aparecezcapor primera vez para reclamar sus deudas con el presente(cf r. 1997). Dado que: “El por-venir y el pasado sólo puedenser de los f antasmas” (Derrida 1995: 50).
Según la etimologí a latina, la palabra herencia (ha e r e n- t i a , n.pl. del participio de ha e r e r e ) signif ica: “estar adheri-do” (DRAE),1 es decir, estar arraigado, tener un espacio sim-bólico de pertenencia relacionado con la transmisión –porparte de padres, ancestros, comunidad o cultura– de un con- junto de bienes, valores, tradiciones, recuerdos que inscri-ben al su jeto que los recibe en una tradición conectándolocon “ l a s v oce s q ue ll e g a n d e a t r á s ” . Podemos hablar de “uns t oc k de sentidos, emociones, f antasmas, secretos y lealtadesque preceden al individuo, con el cual tendrá que ref undar-se para encontrar entre esos materiales –con el los o contraellos– su propio proyecto, su lugar en el mundo” (Mak ovsk i,2002: 154).
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Para Vincent de Gaule jac, “cada individuo es depositariode la totalidad o de una parte de la memoria f amiliar a par-tir de lo que ha visto, escuchado, vivido, y de lo que le f uetransmitido a partir de ob jetos, testimonio o relatos. La he-rencia f amiliar condiciona, de manera consciente o incons-ciente, las orientaciones, las elecciones, las inclinaciones” (enMak ovsk i, 2002: 154).
Concebid
a en
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minos, la
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encia
es una
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dememoria que conecta el pasado con el presente al estableceruna continuidad entre las generaciones y al otorgarle al he-redero un relato identitario a través del cual inscribirse enuna genealogí a. De aquí la importancia de destacar el ví ncu-lo entre memoria individual y memoria colectiva constitui-das ambas por tradiciones, saberes, lugares, f echas, rituales,relatos, af ectos que un colectivo (nación, f amilia, religión,cultura, comunidad, grupo) comparte; un con junto de repre-sentaciones y prácticas que los su jetos heredan del pasado yreactualizan en el presente (cf r. Halbwachs, 2000; Fabietti,Matera, 1999). Es en el cruce entre recuerdo personal y co-lectivo, entre la dimensión privada e í ntima de la memoria ydimensión pública y social donde las identidades se arman ydesarman, negocian sus relatos y revelan sus f isuras paraasumirse como un no s o t r o s problemático.
Pero ¿cómo se hereda, cómo se transmite y se adquiere unaherencia, cómo se lee el árbol genealógico que se hereda?
Cabe destacar, siguiendo los planteamientos de MichelFoucault en N i e t z s c he , l a g e ne a l o g í a , l a hi s t o r i a (2000), quela herencia no es una “adquisición, un haber que se acumuley se solidif ique” (28), un legado pleno y sin f isuras que seadquiere para siempre a través de la transmisión, sino, por elcontrario, un bien que “f ragmenta lo que se pensaba unido”,que “agita lo que se percibí a inmóvil”, que “muestra la hetero-
geneidad de lo que imaginábamos conforme a sí mismo” (28-29). La naturaleza de la herencia implica reconocer el origenno como instancia permanente y lineal o como f uente o prin-cipio donde algo comienza, sino, por e l contrario, como algoabierto y e n-e l - t i e mp o cuyo devenir imprevisto revela una“novedad siempre inconclusa” (Didi-Huberman, 1997: 11) querestituye en la medida en que transforma, que “conserva lo
qu
eha
su
cedido en
su
pr
opia
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rsión”
. Un
or
igen
qu
esearticula a partir de f allas, “puntos de ausencia”, errores, hun-
dimientos, desviaciones, accidentes, que borran toda posibili-dad de una verdad del origen y de la herencia o de pensar elorigen y la herencia como verdades solemnes (“Hay que reir-se de las solemnidades del origen” dice Foucault, 2000: 20).
Esta concepción del origen y de la herencia impone la ne-cesidad de asumir su naturaleza precaria, los “ba jos fondos”y las lí neas de f uga que los atraviesan, los “saltos” que inte-rrumpen el “continuum” de la historia con H mayúscula quetiene la f inalidad de “recoger, en una totalidad bien cerradasobre sí misma, la diversidad” de los acontecimientos(Foucault, 2000: 43). En este sentido, para Foucault es nece-saria una “mirada disociante” dispuesta a leer en el cuerpode la historia sus desarticulaciones y “sí ncopes”:
Hay que f ragmentar lo que permití a el juego consolador de losreconocimientos y de los relatos totalizadores. La historia será más“ef ectiva” en la medida en que introduzca lo discontinuo en nues-tro mismo ser. Divida nuestros sentimientos; dramatice nues-tros instintos; multiplique nuestro cuerpo y lo oponga a sí mis-mo. No de je nada sobre sí que tenga la estabilidad tranquiliza-dora de la vida de la naturaleza, ni se de je llevar por ningunamuda obstinación hacia un f inal milenario. Socave aquello so-bre lo que se la quiere hacer reposar, y se ensañe contra supretendida continuidad. (Íd.: 47)2
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Según este planteo, el árbol genealógico, como modelo deevolución y descendencia, no está al reparo de “deformacio-nes anárquicas, raí ces aéreas y tallos subterráneos” que abor-tan el deseo de orden y organización que caracteriza todosistema arborescente (Deleuze y Guattari, 1994: 25): “Losesquemas de evolución ya no obedecerí an únicamente a mo-delos de descendiencia arborescente que van del menos dif e-r
enciado
al m
ás dif e
r
encia
do,sino ta
mbién
a
un
r
izoma
qu
eactúa inmediatamente en lo heterogéneo y que salta de unaa otra” (Íd.: 16).3
Hay que pensar, entonces, no en términos de genealogí asino de antigenealogí a en el sentido de que “el devenir f ami-liar a lo largo de los siglos ha demostrado estar más próximoa los antagonismos que a los acuerdos incondicionales”, loque signif ica asumir la ruptura como “signo de la perpetua-ción de los lina jes y descendencias” (Amado y Domí nguez,2004: 20): “Más que de nuestras enf ermedades hereditariaso que tienen su propia descendencia, evolucionamos y mori-mos de nuestras gripes polimórf icas y rizomáticas” (Delezuey Guattari, 1994: 16).
Si asumimos la herencia no como un patrimonio de bie-nes incuestionables y def initivos sino como legado amena-zado por la dispersión y la pérdida, en constante tensiónentre acumulación y desperdicio, cabe preguntarse acercadel papel que desempeña e l heredero en e l proceso mismode heredar.
Inscribirse en una herencia –cultural, f amiliar, af ectiva,simbólica– no es un proceso mecánico que ocurre sin la par-ticipación del individuo sino, por el contrario, exige una cons-trucción, un traba jo crí tico de elaboración, adecuación y ac-tualización de la herencia recibida.4
Enf rentarse con el mandato del pasado signif ica ocupar ellugar del intérprete que no busca leer literalmente el texto
que recibe para revelar una verdad, sino más bien, para “ple-garlo a una nueva voluntad”, imponerle otra dirección, “ha-cerlo entrar en otro juego”, pescar sus f altas, pescarlo enf alta para reescribirlo desde la inf idelidad como “la me jormanera de ser f iel a una herencia, –herencia del nombre enprimer lugar” (1994: 29).
Para Jacques Derrida en Esp ec t r o s d e M a r x se trata deasu
mir
qu
e:Un herencia nunca se reúne, no es nunca una consigo mis-
ma. Su presunta unidad, si existe, solo puede consistir en la in-yunción de reaf irmar eligiendo. Es p r ec i s o quiere decir es preci-so f iltrar, cribar, criticar, hay que escoger entre los varios posi-bles que habitan la misma inyunción. Y habitan contradictoria-mente en torno a un secreto. Si la legibilidad de un legado f ueradada, natural, transparente, uní voca, si no apelara y al mismotiempo desaf iara a la interpretación, aquel nunca podrí a ser he-redado (…) Se hereda siempre de un secreto que dice: léeme¿serás capaz de ello? (1995: 30 )
El heredero es entonces quien, al heredar, está llamadoa interpretar un secreto que le otorga un saber precario eincompleto que señala el quiebre que constituye su genea-logí a y la disolución inherente a todo árbol genealógico; unsa
ber qu
e f ra
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en
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medida
en
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mu
la
conoci-mientos sino que, al adquirirlos los pone ba jo sospecha (“el
saber no está hecho para comprender, está hecho para zan- jar”, Foucault, 2000: 47) adquiriendo la certeza de la impo-sibilidad de poseer un bien como totalidad inquebrantablesino como promesa que se renueva a través de su incumpli-miento.
Un heredero f rágil que sabe que la herencia transmitidano reestablece una continuidad con el pasado ni tampoco unamemoria lineal, exacta y continua de su pertenencia y que
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asume el f racaso de la interpretación crí tica como un valorpositivo, como ganancia que le permite posicionarse ante sí mismo como su jeto en deuda con los que estuvieron antesporque “no hay nombre propio sin herencia, sin deuda, sinhuella que nos expropia todo el tiempo de ese nombre quedeberí a designarnos solo a nosotros” (Derrida, 1998: 61).
Mirar ha c i a a t r á s es enf rentar el espectro que nos inter-
pela
a
tra
vés de
su man
dat
o, es int
er
pr
etar
las
hu
ellas
y ves-tigios del pasado como una manera de responder a la pre-
gunta sobre el yo y a la pregunta sobre el otro cuya memoriame es legada y conf iada para que la haga sobrevivir a travésde mí y de mi duelo por el ausente (Íd.).
Si la ref lexión sobre la memoria como herencia revela ladeuda que los vivos tienen con los muertos y la necesidad deser responsables del “pasado que no termina de pasar”, tam-bién señala los def ectos y los ruidos de la transmisión (cf r.de Gaule jac en Mak osk i, 2002: 154-155); es decir, el hechode que no siempre es posible transmitir un legado y que latransmisión revela zonas de la memoria que no se puedenrepresentar ni decir –traumas, secretos, pérdidas, rupturas,suf rimientos–, que se transmiten de manera desviada y opa-ca, o que no se transmiten por el exceso de r e a l que los cons-tituyen o por alguna estrategia polí tica o de otro tipo queimpide la transmisión y el recuerdo.
En este sentido, resulta indispensable detenerse en la for-ma en cómo se enuncia la memoria, en su carácter narrati-vo, tomar en cuenta la mediación de la lengua en la articu-lación del pasado porque es allí , en los silencios y en los olvi-dos, en los saltos y los balbuceos del relato donde es posiblereconocer y elaborar otras versiones del pasado.5
Walter Ben jamin en su teorí a del conocimiento históricodestaca la importancia del lengua je en la producción de la
memoria al señalar que la lengua es el lugar de la interpreta-ción del pasado donde la “imagen producida” y la “imagencomprendida” tienen lugar a través de una escritura “f igura-tiva”, “portadora y productora de imágenes” (Didi-Huberman,1997: 121).
La interpretación histórica reproduce y a la vez produceel pasado porque es simultáneamente “imagen de memoria y
cr
í t
ica
a
la
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gen
deuna
noved
ad ra
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er
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ven-ta lo originario” (Íd.: 119); una imagen donde el “Antaño” y el
“Ahora” se encuentran “en un relámpago para formar unaconstelación” que desgarra el pasado revelando su carácterinédito, abierto y novedoso (Ben jamin en Didi-Huberman,1997: 120).
Desde una perspectiva distinta, Roland Barthes y PaulRicoeur hablan también del carácter conf igurador de la na-rración y de cómo la identidad es una construcción discursi-va, un relato que pone en escena la temporalidad de una viday que está poblado de voces, silencios, recuerdos de otros,“tramas de genealogí as y generaciones” que le otorgan alsu jeto un saber y una imagen de sí mismo (Arf uch, 2002b:22-23). En este sentido, la memoria y la identidad se puedenpensar como ef ectos textuales y narrativos, construccionesdiscursivas sometidas al imperativo del saber y del poder o,en muchos casos, a contracorriente de éstos, los cual nos obli-ga a leerlos ba jo tachadura desde la sospecha de que la re-presentación no siempre es capaz de narrar lo “real” de laexperiencia y que en la resistencia al sentido y en la desar-madura de los signif icados se entreven otras posibilidadesde articular la memoria y de transmitir o interpretar unaherencia (cf r. Avelar, 2000; Richard, 1994).
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2. Legados de la memor ia
Tienen que ser posible, en esta isla de tiempoen la que vivimos, las voces que llegan d esdeatrás; nadie carece de responsabilidad y la res-ponsabilidad no se e jerce sólo sobre las accio-nes f uturas. Somos tan responsables del pasa-do como del f uturo.
Beatriz Sarlo
El f ragmento arriba mencionado de E s ce na s d e l a v i d a p o s t mo d e r na (1994) puede leerse como una advertencia so-bre la importancia que tiene el diálogo entre prospección yretrospección en el espacio cultural contemporáneo aparen-temente desinteresado en la memoria y sordo a su llamado.
Ante la aceleración que def ine la forma actual de concebiry mane jar el tiempo; f rente a la sustitución compulsiva deob jetos, imágenes, modas, cuyo valor de uso es cada vez másbreve; ante la “simplif icación” de las relaciones af ectivas ylos ví nculos de pertenencia (entre otros rasgos de la “isla enque vivimos”), Sarlo plantea la importancia de escuchar l a s v oce s q ue ll e g a n d e s d e a t rá s para asumir la deuda que elpresente tiene con el pasado.
En un libro posterior, T i e m p o p r e s e nt e . N o t a s s o b r e e l c a m- b i o d e una c ul tura (2001), esta preocupación por el estatutoactual de la memoria adquiere una mayor elaboración a par-tir del reconocimiento, por parte de la autora, de una contra-dicción implí cita en la época contemporánea “entre un tiem-po acelerado que impide el transcurrir del presente, y unamemoria que busca dar solidez a ese presente f ulminanteque desaparece comiéndose a sí mismo” (Sarlo, 2001: 98).ParaSarlo esto explicarí a que, más allá de su incompatibilidadaparente, “entre la aceleración del tiempo y la vocación me-
morialista hay coincidencias” (Íd.), porque el consumo com-pulsivo del tiempo genera un vací o de presente que se inten-ta llenar a través de la “recuperación de memorias cultura-les, la construcción de identidades perdidas o imaginadas, lanarración de versiones y lecturas del pasado” (Íd.: 97), comotambién el traba jo con la memoria de hechos más o menosrecientes que adquieren signif icación en la medida en que
env
e jecen
.Desde una perspectiva parecida a la de Sarlo, AndreasHuyssen destaca que “uno de los f enómenos culturales y po-lí ticos más sorprendentes de los últimos años es el surgi-miento de la memoria como preocupación central de la cul-tura y la polí tica actual” (2002: 13), en abierto contraste,según el autor, con la tendencia a “privilegiar el f uturo” y aconcebir el presente a partir de categorí as como “espacio, ma-pas, geograf í as, f ronteras (…) migraciones, desplazamientosy diásporas” (Íd.), que muestran el carácter móvil y desterri-torializado de la morada globalizada y del pensamiento post-moderno que se adecúa a los rápidos desplazamientos delpaisa je actual (cf r. Chambers, 1995).
La contradicción entre sustitución y conservación del pa-sado y la simultaneidad de vivir “en un mundo sin memoria yen un mundo sin olvido” (Baudrillard, 1993: 113) como marcadef initoria de los tiempos recientes,ha sido motivo de ref lexiónpor parte de numerosos especialistas de la contemporaneidadque, desde disciplinas distintas, han revisado la articulaciónpasado-presente y las prácticas de experimentar el pasado lle-vadas a cabo por su jetos y comunidades de nuestra época.6
Esta aproximación crí tica al pasado que sospecha de lasverdades incuestionables, “del curso homogéneo de la histo-ria” (Ben jamin, 1989:190), de los silencios cómplices de la“barbarie”, se relaciona con el debilitamiento del pensamien-
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to logocéntrico, insuf iciente para explicar la heterogeneidaddel presente e inadecuado para dar cuenta de “otras” versio-nes de la historia y de “otros” su jetos y memorias.
Varios especialistas hablan del ví nculo existente entre laobsesión por la memoria histórica y la f ragmentación de lacondición contemporánea señalando algunas causas del cre-ciente interés por el pasado: la simultaneidad de tiempos y
espacio
s, el f i
n de lo
s me
tarrelat
os, la
ape
rtura de l
as f r
ont
e-ras con la consiguiente desterritorialización de la moradapor los f lu jos migratorios y los desplazamientos de bienessimbólicos; el quiebre de los grandes sistemas ideológicos;los movimientos de reivindicación de sub jetividades exclui-das y marginadas; la globalización del Holocausto y su trans-formación en “t r o p o s universal del trauma histórico” (Huys-sen, 2002: 17);7 las polí ticas de la memoria ll evadas a cabopor sectores de la sociedad chilena, argentina,uruguaya paracontrarrestar los “olvidos convenientes” impuestos por losregí menes postdictatoriales; la prolif eración de conmemora-ciones, aniversarios y lugares de memoria como parte de po-lí ticas nacionales que tienden a la mitif icación del pasado;la vasta bibliograf í a psicoanalí tica sobre el tema del traumay de la culpa; el auge del testimonio, las memorias, la auto-biograf í a; el interés de los historiadores por el tema de lamemoria; la nuevas tecnologí as de la memoria que almace-nan el pasado convirtiéndolo en un producto de consumovaciado de todo contenido experiencial; la espectaculariza-ción y mercantilización del pasado a través de sitios de in-ternet, pelí culas, documentales, modas retro, “parques jurá-sicos” (Íd.: 25-29).8
Estos f actores, entre otros, explicarí an la contradicciónseñalada por Sarlo, Huyssen y Baudrillard entre mirada re-trospectiva y prospectiva en el escenario contemporáneo apartir del hecho de que la tensión entre recuerdo y olvido es
constitutiva de la memoria entendida no como espacio ce-rrado e inmutable donde se guardan las experiencias delpasado como si f ueran piezas de museo, sino como un proce-so en-el-tiempo que se redef ine desde y a través del presen-te, abierto a nuevas lecturas e interpretaciones capaces derevelar otras concepciones del pasado y nuevas posibilida-des de imaginar el f uturo.
Setrata
deuna
concepció
n r
izomát
ica
de la
memor
ia
se-gún lo plantean Deleuze y Guattari, es decir, de una “memo-
ria corta” en el sentido de una memoria que “no está de modoalguno sometida a una ley de contigüidad o de inmediatez asu ob jeto, puede ser a distancia, manif estarse tiempo des-pués, pero siempre en condiciones de discontinuidad, de rup-tura de multiplicidad” (2004: 21); una memoria errática, des-membrada, impredecible, que “incluye el olvido como proce-so” y que actúa a contratiempo de “la memoria larga” intere-sada en reproducir las lí neas maestras de la genealogí a, sucontinuidad y “coherencia”.
3. Tr ansmisiones y her encias
A partir de este marco teórico relacionado con el proble-ma de la herencia y de la memoria me interesa revisar cómola literatura latinoamericana y especí f icamente las obras deChe jf ec, Zurita, Morábito, Mercado y Raschella respondenal debate sobre la problemática de la transmisión y reescri-tura de una herencia y sobre las modalidades de represen-tar el pasado. Más especí f icamente, cómo éstas ponen en es-cena la inscripción del pasado en el presente a través dellegado f amiliar, cultural y af ectivo en obras representativasde distintas formas de mi r a r ha c i a a t r á s : mirar el origen, lainf ancia, la genealogí a, el trauma de la pérdida (por violen-
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de “f icciones interrogativas de lo real y autoconscientes delos medios y las formas de su interrogación” que ponen enescena la “dif icultad de hablar en una sociedad opaca” (Sar-lo, 1987: 41-42) y que apelan al recurso de la alusión, la ale-gorí a, la metáfora, la el ipsis, la f iguración, el f ragmento, ladesarticulación del sentido, la mezcla de registros discursi-vos –la teorí a, el autoanálisis, la autof icción, el poema, la
memor
ia, la
aut
obiogra
f í a– p
ara mo
strar la dif ic
ulta
d denom-brar ciertos ref erentes sociales y polí ticos relacionados con
experiencias de violencia y represión y la dif icultad de re-presentarlas.
Nelly Richard habla de una “nueva escena de la escritu-ra” cuando se ref iere a la aparición en la literatura y el artedel Chile postdictatorial de una propuesta estética que sos-pecha de “la monumentalidad heroica de las Verdades” (1994:27), que abre discontinuidades en la continuidad de la histo-ria y lee el pasado y el presente a “trasluz”, “mirando al ses-go” los restos de esa “catástrof e del sentido” que signif icó laexperiencia de la represión en los paí ses del Cono Sur (pen-semos en escritores como Diamela Eltit, Raúl Zurita, Euge-nia Brito, Carmen Berenguere, Gonzalo Muñoz, por mencio-nar algunos).10
Para Idelber Avelar esta literatura pone en escena “eldevenir-ruina” de lo que antes de la dictadura habí a sido “unatotalidad orgánica” y utiliza la alegorí a para hablar del due-lo que la violencia causa en los lazos sociales y af ectivos, enlas genealogí as y sensibilidades. Pero este e jercicio alegóri-co de des-nombrar los ref erentes para mostrar su descompo-sición y su desplazamiento hacia un régimen postsignif ican-te, habla también de “la derrota constitutiva de la producti-vidad de lo literario” que constituye el f undamento de la es-critura literaria postdictatorial (Avelar, 2000: 27 / 34).
Cabe destacar que este rasgo de autorref lexividad y auto-cuestionamiento no es exclusivo de la literatura postdictato-rial sino también de otras literaturas como la que propongoanalizar en este traba jo; una literatura que, como la “litera-tura de izquierda” propuesta por Tabarosk y, no tiene lugarsino en el espacio de su destitución, “f uera del mercado, f ue-ra de la academia, en otro mundo, en el mundo del buceo del
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aba-rosk y, 2004: 17) que se hace en la medida en que se desha-
ce, que se articula desde la indeterminación y la duda, desdeel f racaso y la “interrupción” como instancias de cierta posi-tividad crí tica que sospecha de la plenitud y apela a un sa-ber de lo disuelto, “de lo carbonizado” (Moreiras, 1999: 395).
En el corpus propuesto v o l v e r ha c i a a t rá s signif ica re-gresar a algo ausente que de jó de estar como si la pérdidanecesitara de ese regreso, de ese avanzar retrocediendo parapoder constituirse y como si la escritura f uera el medio pararealizar ese desplazamiento y mostrar que la única “vuel-ta” es el regreso de lo perdido en su cualidad de perdido,según la idea de la memoria como “una puesta en juego (…)de la pérdida” que “siempre vuelve, nos vuelve” (Didi-Hu-berman, 1997: 76) y que, al volver, se convierte en “una se-gunda adquisición –esta vez toda interior– y mucho másintensa” (Rilk e en Agamben, 2000: 21). De aquí que la pér-dida como ví nculo con lo ausente sea un lazo que une y se-para, que paradó jicamente restituye lo perdido a través desu destitución.
La idea del pasado como temporalidad “en proceso” deconstrucción constituye un rasgo de las obras que nos inte-resan. Emigrantes, hi jos de emigrantes, exilados, ví ctimasdel holocausto y de las dictaduras del Cono Sur protagoni-zan los relatos y poemas de Morábito, Che jf ec, Zurita, Mer-
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cado, Raschella, su jetos descolocados por la pérdida, el dolor,el exilio, la migración, que usan la escritura para v o l v e r ha c i a a t r á s y ensayar algún ancla je para sus biograf í as extravia-das; su jetos que conocen el pasado a través del relato quearman sobre él y mediante la reescritura del legado que re-ciben de los mayores. De aquí que e s c r i b i r ha c i a a t r á s seauna forma de decir nosotros apelando a la memoria de otros
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emigrados a Argentina, exilados argentinos en México, in-migrantes italianos en México, Chile y Argentina)–, ponién-dose en su lugar, escribiendo en su nombre para interpelaruna herencia, hacerse cargo de su deuda, interpretar la ge-nealogí a desde sus nudos más conf lictivos e indecif rables.
Pero no se trata de v o l v e r ha c i a a t rá s con la ilusión derecuperar el origen como instancia permanente y segura, nicomo f uente o principio donde todo comienza sino, por el con-trario, como algo en-el-tiempo que “hace resurgir los cuerposolvidados”, los silencios y los quiebres, los nudos irresueltosy que en su devenir imprevisto y accidental revela una “no-vedad siempre inconclusa” (Didi-Huberman, 1997: 11).
Josef ina Ludmer, en un artí culo sobre la cultura y litera-tura argentina del 2000, destaca la importancia que en laactualidad se le atribuye a la “relación genealógica y f ami-liar” a causa de las desapariciones y pérdidas producidas porla dictadura, y observa que las f icciones actuales “cuentanesta investigación hacia atrás para encontrar la verdad y laidentidad” (2002: 101):
La f undación es un sitio y un corte temporal que abre un ciclo ydef ine en el pasado, el presente. Es un modo de pensar el presenteen relación con un momento f undador: un modo de pensar “haciaatrás”. Un acontecimiento del pasado f unda el presente y lo deter-mina; e l presente se vuelve sin cesar a ese pasado donde está e l
sentido (también como dirección) para identif icarse y def inirse. Lasdif erentes temporalidades del pasado, y sus su jetos, se acumulanen un presente cuya única dirección es hacia atrás, hacia la f un-dación. Todo se remite a lo anterior en cadenas f amiliares y genea-lógicas, y creo que este es uno de los modos de imaginar, simboli-zar y pensar dominantes en Argentina en el 2000. (Íd.: 109)
Ludmer destaca otro aspecto de esta l iteratura que me
interesa mencionar por su relación con e l corpus que pro-pongo l eer en este traba jo: me ref iero a la relevancia queen el la tiene el su jeto-f amilia11 como f igura que pone encontacto el pasado y el f uturo y articula la sucesión y lacontinuidad de ciertas sub jetividades emparentadas (Lud-mer, 2002: 110-111). La f amilia como zona de negociación eintercambio donde los su jetos juegan sus identidades ymemorias, máquina que une a sus miembros en una suce-sión pero también los separa y distancia en la medida enque muestra sus desví os.
En esta misma lí nea, Ana Amado y Nora Domí nguez, enel libro L a z o s d e f a mili a .H e r e nc i a s , c ue r p o s , f i cc i o ne s (2004)plantean la importancia que ha tenido, en las f icciones f un-dadoras de Occidente, la f amilia concebida como “esa com-ple ja zona de los ví nculos humanos donde la ligadura de losaf ectos se hace institución” (13) y ref lexionan acerca de su
(re)emergencia en los inicios del siglo XXI como un sí ntomade los cambios que se han producido en el sistema de su je-ción más tradicional .12 De aquí la necesidad de pensar la f a-milia desde la doble articulación “de enlace y separación, deatadura y corte, de identidad y dif erencia” (14) lo que exigeasumir el carácter problemático de la herencia, del af ecto, delos procesos de transmisión.13
En este sentido, la historia que arman los textos que nosocupan es la historia de cómo se heredan y asumen los lega-
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dif erencia de este exilio y esta nostalgia” (82). Se trata enton-ces de deconstruir el concepto de casa entendido en términosde estabilidad y permanenecia y revelar las f isuras que lohabitan, las lí neas de f uga que cuestionan su ser-para-siem-pre, su concepción de lugar al que se puede volver.Porque hayun devenir-intemperie de la morada que f isura sus cimientosy separa sus paredes, que expropia de lo propio imposibilitan-
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.Para Idelber Avelar la escena contemporánea revela una“crisis epocal” de la morada:
... si la misma naturaleza del habitar es, para tomar la ref lexiónheiddegeriana, un “estar junto a las cosas”, una preservación que“protege cada cosa en su esencia”, la ruptura de esa armoní a conlas cosas disuelve la f undación misma de la morada. La ausenciade una casa aparece por lo tanto, no como un estado temporario enque el su jeto se encontrarí a divorciado de una morada aún recono-cible en algún otro sitio; se trata más bien de una ruptura del prin-cipio mismo de la morada, operativa no sólo en el presente sinoretrospectivamente (…) y prolécticamente (…). (2000: 301)16
En este orden de ideas, en las obras propuestas, la casade la memoria y la memoria de la casa son la promesa que laescritura intenta cumplir aunque ese cumplimiento es tam-
bién restitución de algo que no existió y que se añora a pesarde no haberlo tenido: el regreso a un lugar de origen quenunca estuvo y que la escritura desplaza en la medida enque lo escribe. Lugar por-venir donde las expectativas in-cumplidas y los proyectos irrealizados son también memoriaque se hereda y reactualiza a través del gesto de e s c r i b i r ha c i a a t rá s : un desplazamiento que no busca llegar sino de-venir, que no intenta restituir sino aproximarse a ese relatoque siempre va a f altar.
La escritura es lo que la herencia desencadena como unmodo de avanzar regresando para cuestionar el proceso mis-mo de la transmisión y asunción de un legado. El caso de lostextos de Raschella y Zurita se trata de una escritura queabre la posibilidad de una utopí a que restituye y reestablecelos ví nculos y los af ectos; en el caso de L e nt a b i o g r a f í a deChe jf ec y de las obras de Mercado y Morábito la escritura de
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odoproyecto de recuperación del pasado además del carácter ten-tativo y precario de toda aproximación a la memoria.
4. Inventar io per sonal
La elección de un corpus es una propuesta de lectura don-de los textos seleccionados son casos representativos de unahipótesis que el investigador elabora sobre determinadosproblemas teóricos y /o culturales.
Esta investigación nace de un doble interés: interés porlas propuestas literarias latinoamericanas de las últimas tresdécadas e interés por ciertas f icciones de f amilia marcadaspor la herencia del desarraigo y el exilio, con la f inalidad derevisar los alcances de la escritura para representar el pasa-do y su legado o más precisamente para analizar cómo laliteratura responde a la pregunta sobre la transmisión deuna herencia.
La búsqueda del corpus permitió delimitar el tipo de lite-ratura que me interesaba traba jar; una literatura descolo-cada respecto de los imperativos del mercado global; en diá-logo –conciliador o polémico– con problemas y lecturas deba-tidos en el medio académico; que asume un compromiso polí -tico a través del traba jo con la lengua; que se muestra atenta
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y vigilante f rente a la institución literaria y a otras institu-ciones de poder; que se enuncia a través de géneros canóni-cos como la novela, la poesí a, la memoria para cuestionar surigidez discursiva a través de lo que Moreiras llama la “trazateórica” y para sugerir cómo el espacio de la f icción puedeleerse como espacio de producción teórica; que ref lexiona so-bre sí misma al poner en escena su proceso, sus lí mites y su
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ivos –la f amilia, la amistad, el compromiso polí tico– en la doble
dimensión de ví nculos de su jeción y atadura y de separacióny corte, para señalar la responsabilidad que tiene el su jeto ensu relación con el otro y f rente a su demanda; f inalmente unaliteratura que, a través de sus autores divididos entre-len-guas-paí ses-culturas-tradiciones, sugiere la necesidad de re-visar el concepto de “literatura nacional” insuf iciente paracontener la pluralidad y heterogeneidad de voces que la con-forman desde posiciones excéntricas.
Quiero mencionar una última razón que justif ica este tra-ba jo, la menos académica, la más personal, relacionada conmi condición de hi ja de inmigrantes que llegaron a Venezue-la en los años 50.
A lo largo de mi inf ancia y juventud me parecí a que la divi-sión que constituí a mi identidad era una condición desafortu-nada que esperaba resolver con la elección de Venezuela o Ita-lia como lugares de residencia permanente. Los años me hicie-ron entender que la pertenencia no se elige ni se resuelveeligiendo un paí s sino que es un devenir imprevisto cuyo rasgomás propio es su indef inición y su reescritura.
Este traba jo constituye una aproximarme al relato del ori-gen que siempre está en otra parte y que hay que seguir inte-rrogando.
Notas
1 Otros signif icados de la palabra heredar que me interesa des-tacar son: “Rasgo o rasgos morales, cientí f icos, ideológicos, etc., que,habiendo caracterizado a alguien, continúan advirtiéndose en susdescendientes o continuadores” // “Rasgos o circunstancias de í n-dole cultural, social, económica, etc. que inf luyen en un momento
histórico procedentes de otros momentos anteriores” // “Con juntode caracteres que los seres vivos reciben de sus progenitores”(DRAE).
2 Para Foucault: “Seguir el hilo comple jo de la procedenciaes, al contrario, conservar lo que ha sucedido en su propia dis-persión: localizar los accidentes, las mí nimas desviaciones –oal contrario, los giros completos–, los errores, las f altas de apre-ciación, los malos cálculos que han dado nacimiento a lo queexiste y es válido para nosotros; es descubrir que en la raí z delo que conocemos y de lo que somos no hay ni el ser ni la ver-dad, sino la exterioridad del accidente (…). La búsqueda de laprocedencia no f undamenta, al contrario, agita lo que se perci-bí a inmóvil, f ragmenta lo que se pensaba unido; muestra la he-terogeneidad de lo que imaginábamos conforme a sí mismo (…)”(2000: 27-29). Para Ben jamin: “El origen (…) no tiene (…) nadaque ver con la génesis de las cosas. El origen no designa eldevenir de lo que ha nacido, sino ciertamente de lo que estána
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re-molino en el rí o del devenir y arrastra en su ritmo la materia
de lo que está apareciendo (…) El origen (…) por una parte exi-ge ser reconocido como una restauración, una restitución, porla otra como algo que por eso mismo está inconcluso, siempreabierto (…) . Por consiguiente, el origen no emerge de los he-chos comprobados, sino que se ref iere a su prehistoria y su pos-thistoria” (1972: 44). Jacques Derrida en la conf erencia “Cual,cual. Las f uentes de Valery” (1971) plantea una idea interesan-te sobre la f uente que me parece productiva para pensar el ori-
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… cambia de sombra para obligarme a padeceruna herencia a la que sólo se p ertenece a ratoscon e l cuerpo a cuestas
intentando siempre un segundo desvelo.
Jacqueline Goldberg
ción al que están sometidos el pensamiento, el su jeto, la escritura,entre otros. Al no haber un centro articulador del sentido, un e jeque organiza el mundo, lo que importa es la relación de contacto ycontagio, de avecinamiento y devenir entre cosas: “En una socie-dad lo primero son las lí neas, los movimientos de f uga que, le jos desuponer una huida f uera de lo social, le jos de ser utópicos o inclusoideológicos, son constitutivos del campo social, puesto que trazansu pendiente y sus f ronteras, es decir, todo el devenir. (...). Nosotros
decimos (...) que en una sociedad todo huye, y que una sociedad sedef ine (...) en primer lugar por sus máximas de desterritorializa-ción, por sus f lu jos de desterritorialización. Las grandes aventu-ras geográf icas de la historia son lí neas de f uga, es decir, largasmarchas a pie, a caballo o en barco (...). La creación siempre seproduce sobre una lí nea de f uga, y no porque se f antasee o se sue-ñe, sino por e l contrario, porque uno traza sobre e lla algo real yconstruye un plano de consistencia” (1997: 153-154). Desde unaperspectiva distinta relacionada con el escenario postmoderno la-tinoamericano, Néstor Garcí a Canclini usa el término desterrito-rialización para enf atizar “la pérdida de la relación ‘natural’ de lacultura con los territorios geográf icos y sociales” (1989: 288).
15 Jacques Derrida en el libro E l mo no ling üi smo d e l o t r o , l a p r ó- t e s i s d e l o r i g e n (1997b) se ref iere a su condición f ranco-maghre-bí y especí f icamente a la opresión lingüí stica que el f rancés e jer-ció sobre el árabe y a la expropiación colonial de un idioma porotro a partir de una situación de dominación. Dentro de este
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contra
dicción
exis-tente entre el hecho de ser monolingüe y el hecho de que es
imposible “hablar una lengua que no es la propia” (18) paramostrar la imposibilidad de un monolingüismo absoluto.
16 Cabe destacar que en el pasa je citado de Al e g o r í a s d e l a d e- rr o ta Idelber Avelar se ref iere especí f icamente a E n e s ta d o d e me- mo r i a de Tununa Mercado. Utilizo esta ref lexión para ref erirme atodo e l corpus por su pertinencia y agudeza en señalar aspectoscentrales de la crisis de la morada y de la manera como ésta serepresenta en el corpus aquí analizado.
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II. El f r ágil her eder o.El f r acaso de la tr ansmisión enL e n t a b i o g ra f í a de Ser gio Che jf ec
1. Liter atur a y por venir
La literatura es un traba jo conla restricción: se avanza a partirde l o que no se puede hacer.
Ricardo Piglia
En una conf erencia que dictó en La Habana en el 2000,titulada: T r e s p r o p ue s t a s p a r a e l p r óx i mo mil e ni o (y c i nco d i f i c ul t a d e s ) (2001), Ricardo Piglia se preguntaba acerca dela literatura del f uturo y del f uturo de la literatura a partirde la idea de Italo Calvino de que la literatura hace posible“una me jor percepción de la realidad, una me jor experienciadel lengua je” (2001: 11). Su preocupación estaba relacionadacon la f unción de la literatura en el porvenir y, más especí f i-camente, con la posibilidad de la literatura –o de cierta lite-ratura a jena a la lógica del mercado y del consenso– de pos-tular e imaginar la realidad desde un lugar lateral respectode “las tradiciones centrales”, “mirando al sesgo” esas mis-mas tradiciones (2001: 13). Esta literatura, según Piglia, tra-ba ja con la alusión y con el sobreentendido, con la elipsis y lacondensación, procedimientos literarios que, desde su pers-pectiva, “podrí an persistir en el f uturo” porque articulan larelación entre literatura y polí tica o, más precisamente, en-tre el “escritor que busca descubrir una verdad borrada y elEstado que esconde y entierra” (21). De aquí que, para Pi-glia, la primera propuesta para la literatura del porvenir esté
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de contar, como compensación de un vací o que se convierteen tema del relato: un relato sobre la f alta y sobre el relatoque f alta, alegorí a de la interrupción de la historia f amiliara causa de la pérdida y de la impotencia de testimoniar so-bre este trauma.
El gesto autobiográf ico “desposee y desf igura en la mismamedida en que restaura” dice Paul de Man (1991: 118). En
L e nt a
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,traición y f idelidad a un nombre propio que no se posee, plan-tea el carácter tentativo y aproximado de todo relato sobreel pasado y la memoria.
Cabe destacar la complementariedad temática entre L e n- t a b i o g r a f í a y L o s p l a ne t a s (2000), novela autobiográf ica queexplora e l “exceso de ausencia” que la muerte de un amigocausa en la vida del narrador. Historia de una amistad inte-rrumpida por la dictadura que secuestra y desaparece a M(Miguel) de jando a S (Sergio) a la espera de un “después”que no restituye el cuerpo que f alta sino que renueva su au-sencia y su pérdida.
Aquí también, como en la otra novela, la escritura es elproyecto que el narrador emprende para enf rentar el duelocomo un modo de responder a la pregunta sobre la identi-dad como un juego de “intermitencias” que no culmina enplenitud sino en carencias y deudas que establecemos conel otro. Por otra parte, el relato que se escribe es además unmodo de mostrar cómo la aproximación al pasado es una con- jetura que abre l í neas imprevistas que modif ican y alteranel mapa de la memoria lo que desestabiliza las versiones of i-ciales de la historia y muestra la dimensión polí tica de loliterario.
Unos siete meses después de publicada mi primera novela, en elaño 90, mi padre murió. Habí a arribado al paí s siendo adulto, ydes-de otras lenguas y con una preparación inadecuada para lo que se-rí a su vida, él hablaba, y especialmente leí a, con dif icultad. Aquellanovela estuvo enteramente inspirada en mi padre, f ue un modo def abular unas preguntas personales y f amiliares que de jaba sin res-puesta… Mi padre siempre habí a dicho, seguramente como una for-ma de esconder sus vicisitudes europeas, que con su historia perso-
nal podí a escribirse un libro entero. Era una especie de leit-motiv,querí a decir que las desgracias de su pasado eran tantas que podí aresultar edif icante (en el sentido de instructivo) conocerlas en deta-lle. De esa historia casi no hablaba, cuando o hací a era para reite-rar las generalidades conocidas… De un tiempo para acá tambiénhe pensado que con ese libro le di una forma concreta a la vida de mipadre. Una forma que él no esperaba, no conoció, probablemente nohubiese entendido… Esa trama de palabras representada en el li-bro signif icó asignarle un nombre, hacerlo visible y al mismo tiem-po cristalizarlo. Probablemente yo habí a escrito sobre él porque, di-gamos, no quise escribir sobre mí . Habí a rescatado un ser anónimo,tomaba prestada su vida para escribir sobre ella, y al hacerlo, medaba vida a mí mismo. Me pregunto entonces si en parte no le habrádado muerte ese libro, adelantándose a su recuerdo, haciéndolo de-cir (a él mismo y a su memoria) cosas que no le eran propias… Enlugar de escribir sobre mi nombre, escribí sobre él como si no lotuviera; al hacerlo le endilgué uno que no era e l propio ni el mí o,sino o
tr
o a
biert
o por el lib
r
o. (197-199)
La novela propone la idea de la escritura biográf ica comouna forma de autobiograf í a: el narrador escribe “en nombre”del padre, relata su vida para hablar de sí mismo y de suidentidad como devenir y deriva de la historia paterna. Laparado ja consiste en que la biograf í a que desea escribir –ladel padre– está destinada al f racaso porque f altan los conte-nidos para componerla. Ante esta carencia, la escritura f un-ciona como “suplemento” de la memoria que el padre no pue-
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Como en toda historia sobre represión y violencia, el des-aparecido y el sobreviviente son las f iguras con las que, dealgún modo, hay que hacer cuentas para retomar el hilo deuna genealogí a interrumpida e imaginar posibles versionesdel pasado. Ambas categorí as apuntan a un estado de sus-pensión irresoluble: la primera porque se constituye a partirde la duda acerca de dónde está y qué le ocurrió al desapare-
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doblement
e: por
-que está ausente y porque f alta la evidencia de su muerte, esdecir, el cuerpo (Déotte, 2000: 94); el segundo, porque viveun duelo al que le f alta el cuerpo que se llora dado que elcadáver necesita del “ancla je en un lugar para su puesta enmemoria”: “no hay duelo posible sin que el suf rimiento pue-da anclarse en un lugar y en relatos. Los muertos siguen per-manentemente ausentes” (Íd.: 95); pero a la vez, esta ausen-cia del cuerpo muerto es también una forma de presencia in-tempestiva que ocupa y perturba el presente del supervivien-te impidiéndole “enterrar” tanto al muerto como al cuerpo.
“El superviviente tiene la vocación de la memoria, no pue-de no recordar” dice Agamben (2000: 26) y con esto se ref iereno sólo a la imposibilidad del sobreviviente de clausurar elpasado por su carga traumática, sino también a la responsa-bilidad del sobreviviente de testimoniar en nombre de aque-llos que no sobrevivieron. Pero este testimonio, si por unaparte intenta suplir el silencio del ausente y hacerse cargode su memoria, por otro, es insuf iciente para dar cuenta delo ocurrido, está constituido por una laguna, “algo que es in-testimoniable” (Íd.: 34) que “pone en tela de juicio el propiosentido del testimonio y, por ello mismo, la identidad y credi-bilidad de los testigos” (33).5
El protagonista de L e nt a b i o g ra f í a 6 es el padre del narra-dor, sobreviviente del exterminio nazi, que huye de su paí sde origen –Polonia– y emigra a la Argentina con la esperan-
2. El legado inaccesible
…los legados son siempre imprecisos.
Sergio Che jf ec
Según el Talmud cada judí o, en cualquier tiem-po y en cualquier lugar tiene que contarle asus hi jos la historia del exilio y del éxodo comosi hubiesen sido escritas para su generación.
Meghnagi
Primo Levi, en el libro Si e s t o e s un ho mb r e –testimoniode su experiencia en los campos de exterminio nazis–, se pre-gunta cómo puede vivir un hombre al que le han quitado sucasa, sus costumbres, sus af ectos, su tierra: “será un hombrevací o” responde, “reducido al suf rimiento y necesidad, quehabrá olvidado su dignidad, la capacidad de discernir, por-que a menudo sucede que quien perdió todo se pierde a sí mismo” (1989: 23, traducción mí a).
El énf asis que Levi pone en las consecuencias que el malproduce en los sobrevivientes de catástrof es psicológicas ysociales, es decir, la imposibilidad de articular un relato so-bre el pasado traumático y su incapacidad de re-insertarse
en la vida cotidiana sin sucumbir de manera inevitable ypermanente a ese núcleo reprimido, constituye un rasgo cen-tral de L e nt a b i o g ra f í a .
Es la historia de un sobreviviente del extermino nazi queabandona Europa para emigrar a Argentina donde intentacomenzar una nueva vida, pero también es el relato alegóri-co sobre la intraducibilidad de la experiencia del horror –nazismo/ dictadura militar argentina– y sobre la imposibili-dad de clausurar y transmitir el pasado.4
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adiós y con lo que hemos de conf rontarnos de forma obliga-da” (2000: 84).
En este sentido, el padre es el responsable de mantenerviva la memoria de su f amilia y el modo de cumplir con estaresponsabilidad es a través de un avecinamiento constante asus f antasmas: estar “entre” los espectros de los tí os y loshermanos implica su propio devenir-espectro, su estar en el
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entre la vida y la muerte, ausente y presente a la vez, cadavez más delgado de presencia, mirando hacia atrás en todoslos actos de su cotidianidad: “Sutil pretérito de las cosas muer-tas. Siguen vivas, continuando, en la memoria de uno y sinembargo ya no son… Sutiles pretéritos que ya no son y si-guen siendo” (25).
Esta indecidibilidad del espectro como “presencia-no-pre-sente” es lo que determina su resistencia y permanencia; ese“estar sin estar” hace que el muerto sea “más poderoso queel vivo” y pueda trastocar el presente reclamando un recono-cimiento, recordando la deuda que éste tiene con sus ante-pasados. Se trata de asumir que nuestro “ser” es “heredado”como plantea Derrida y que lo que somos es “primero quenada herencia” de la que debemos dar testimonio porque “he-redamos justamente lo que nos permite testimoniar” (1994:73) aunque, aquí, como veremos, se trata de un anti-testi-monio, es decir, de un testimonio sobre la imposibilidad detestimoniar que se enuncia a través de la resistencia o impo-tencia ante la palabra y que se manif iesta en forma de silen-cio, secreto, enigma que nunca se revela.
Lo que llama la atención de este persona je que vive “enestado de memoria” es que no habla: es un testigo que notestimonia como si estuviera consciente de la insuf icienciade su relato, de la impotencia del lengua je de nombrar una
za de “inaugurar” una vida, de radicarse en otra tierra comosi el pasado f uera una página en blanco cuando en realidad“esto no era más que un sutil y tí mido consuelo” (LB: 79).
La llegada y adaptación al nuevo paí s, en lugar de af ian-zar la esperanza de clausurar el pasado y /o de superarlo, loque hace es potenciarlo, traerlo de vuelta al presente, con-vertirlo en f antasma amenazante que revolotea en su coti-
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arraigo. Alhaber perdido sus coordenadas biográf icas –f amilia, af ectos,
pueblo de origen– el único lugar que el padre reconoce comopropio es su memoria paralizada por el exceso de pérdidasallí guardadas. A pesar de su aparente f rialdad y desapegof rente a su pasado, no logra separarse de su vida europeaporque hacerlo signif icarí a asumir “el enterramiento” – “ensu consciencia y en sus sentimientos” (Íd.: 55)– de sus pa-dres, hermanos, tí os asesinados por el nazismo, lo que impli-carí a, en consecuencia, separarse de su recuerdo y “liberar-se” de la culpa de haberles sobrevivido:
Él se enteró... de cierta f ractura brutal y compulsiva: sus f ami-liares habí an desaparecido – literalmente– del mapa, con lo cualobturaron los recuerdos de ellos en mi padre. Su conciencia, en elmomento de enterarse de la tragedia... ocluyó seguramente el uni-verso lineal de su memoria y se vio compelido a continuar siempre
acompañado de f ragmentos o muñones de recuerdos: mientras va-deara el océano y mientras –por siempre– viviera. (58)
Al ser el “único depositario de lo que habí an sido sus f a-miliares ya desaparecidos del mapa” (45), representa la tumbaque éstos nunca tuvieron, la cripta que preserva del olvidosus cuerpos desaparecidos. Lo que queda de la f amilia es supersona como resto de lo desaparecido, un resto “impractica-ble” como dirí a Giorgio Agamben, al “que no podemos decir
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supongo que tuvo que haberse for jado para así soportar lascatástrof es que le habí an sobrevenido” (107).
La f igura paterna encarna una contradicción en el sentidoque, en la misma medida en que no puede hablar de su pasa-do, manif iesta una voluntad explí cita de transmitir un legadoa su “descendencia”, una enseñanza “dirigida a su genealogí a”(137) y para ello utiliza “una didáctica particular” basada pa-ra
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, elsecreto, la insinuación, estrategias que muestran la presen-cia de algo “no dicho”, algo que f alta y que es el lugar dondese cif ra el sentido del aprendiza je, el sentido que hay queapre(he)nder que es el sentido de la f alta: “en el pasado euro-peo de mi padre habí a algo secreto dirigido a que nosotrosaprendiéramos algo… algo que no se revela pero que quiereser e jemplif icador” (138).
La lengua que el padre habla –el idisch– no es la lenguade sus hi jos –el español–, lo que complica aún más la posibi-lidad de articular un relato sobre su pasado, no sólo por lainsuf iciencia del lengua je para representar experiencias trau-máticas –propias y a jenas– y prestar testimonio de las mis-mas, sino también porque es “otro” idioma el que habla, len-gua de un extran jero que pertenece a “otro” orden cultural.7
El idisch –idioma “tan parecido a la masticación” (27)–constituye la marca de una suerte de “minoridad” del padrerespecto del nuevo espacio de adopción que habita con des-acomodo como si estuviera f uera de lugar en la geograf í aargentina y en la lengua española, a pesar de ser éstos lapatria y la lengua de sus hi jos:8
Mi padre, con su voz pausada y grave, como si se sintiera per-manentemente incómodo con el idioma que estaba obligado a utili-zar desde que llegó a la Argentina desde su pasado europeo, pro-nunciaba –pronuncia– palabras con reserva y como si caminara a
experiencia; punto de interrupción que lo separa del resto dela f amilia convirtiéndolo en el único sobreviviente de la mis-ma. Su historia es incomunicable, no tiene lengua para sercontada, tampoco relato que pueda restituir una trama ten-tativa del pasado: solo el silencio tenaz que insinúa, tanto laimposibilidad de simbolizar el trauma inscrito en su cuerpo yen su memoria, como la imposibilidad de hablar “en nombre”
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“por delegación” (Levi):
Mi padre siempre se comportó como si ignorara sus recuerdosy su pasado europeo... A pesar de la cotidiana desatención que élprodigaba a los recuerdos, desatención que se materializaba ensus silencios y ocultamientos, en la empecinada decisión de noref erir nada def initivo acerca suyo que se relacionara con su vidaanterior a la llegada a la Argentina, nosotros sabí amos certera-mente que todo aquel pasado le preocupaba y que de algún modocontinuaba presente en su conciencia y pensamiento: mi madrenos decí a que todas las noches soñaba pesadillas relacionadascon las circunstancias que habí a padecido en Europa. Soñaba consus hermanos y padres, con amigos y acontecimientos en gene-ral, con casas, paisa jes, árboles y caminos, con f uego, humo y ex-plosiones, como así también con trenes abarrotados de personasdelgadas y silenciosas, con personas subiendo interrumpidamen-te a esos trenes, con vidrios rotos y saqueos, supusimos siempre.(LB: 108)
Sólo sus gestos, sueños, miradas, rituales cotidianos su-gieren –a la mirada del hi jo-narrador– conexiones y enlacescon un pasado de violencia que ha generado un corte y unquiebre psíquico en el padre: “No es que mi padre se acerca-ra a esos recuerdos como si f uese otro, sino que recordarlosera un cotidiano reconocimiento de separación y cesura indi-vidual. El sentimiento de extran jerí a imprescindible que
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En primer lugar, el hi jo de L e nt a b i o g r a f í a hereda una me-moria colectiva –la de la persecución y exterminio nazi, y lade historia de la diáspora judí a– que es marca de un desam-paro identitario y de un desarraigo que caracteriza a muchoshi jos de emigrantes que heredan un pasado que no vivieronpero que los hace huérf anos –al igual que los padres– de unapertenencia.
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,de dónde viene, cómo ha llegado a ser lo que es y elige laescritura para llevar a cabo esa exploración. Desde el iniciode la novela declara su deseo de “escribir o intentar escribirlo que se llama, por lo general, ‘mi vida’” (15), lo que implicanecesariamente la interpelación de la historia del padre apesar de que éste no le proporciona los contenidos necesa-rios para llevar a cabo su proyecto. Para hablar de sí , paraotorgarse un nombre y una identidad necesita ingresar alarchivo paterno y buscar allí su procedencia aunque la me-moria del padre sea un espacio inaccesible para él.
“El af án autobiográf ico” es e l f actor que desencadena e lrelato no sólo porque el hi jo quiere escribir “su vida”, sinoporque el padre también desea hacerlo aunque no tiene lalengua ni la paciencia para lograrlo:
Aquel dí a… mi padre me di jo que él querí a escribir la historiade su vida; e incluso: que él podí a escribirla en idisch y yo despuéstraducirla u ocuparme de que lo hicieran. Me di jo que no tendrí apalabras en castellano para “poner” todo lo que tení a por contar…En seguida abandonó su idea: me di jo, con otras palabras, que paracomenzar como corresponderí a por su nacimiento e inf ancia debí aremitirse a sus padres, y luego también a sus abuelos –a las vidasde todos ellos–, y que aquella empresa era de lo más traba josa ypesada; que él carecí a de la suf iciente “paciencia” para hacerlo.Esta excusa de la paciencia resultó sin duda una salida elegante:
tientas. Encubriendo –temerosamente– el terror que le sugerí a laposibilidad de que por ellas quedara descubierto algo de lo que élestaba decidido a ocultar... Retozaba entonces –sin exagerar– den-tro del reducido cerco de palabras que le permití an comunicarse yencubrir cosas harto dolorosas –pienso según él– para ser trans-mitidas. (55)
Esta minoridad cultural, lingüí stica, geográf ica constitu-
ye “su lengua verdadera”, una suerte de patria “auténtica”,impermeable a la amenaza y contaminación del nuevo lugarque se vislumbra cuando canta canciones en idisch, lee elperiódico D i p r e ss e ,9 aspira el rapé, juega al a jedrez con e lhi jo repitiendo la palabra “ jaque” de forma obsesiva, celebrael ritual de la pascua judí a, observa los zapatos nuevos delos hi jos como una forma de “asomarse” a su pasado europeodonde habí a sido zapatero e inducir a su f amilia a “asomar-se” “a las costuras de sus recuerdos” (23).
Esta patria “verdadera” representa una “lí nea de f uga” deuna cotidianidad que le resulta a jena y constituye un modode “continuar” su pasado que, a pesar de su carga traumáti-ca y dolorosa, es el único lugar donde sobreviven los af ectosdesaparecidos.
3. En nombr e del padr e
Quizás en el interior del malexista la necesidad de completarlas historias pendientes.
Sergio Che jf ec
¿Cuál es entonces la herencia que el padre le transmite alhi jo si se trata de una herencia inarticulable en un relato?
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dre ostentaba eran mi ignorancia. Mi padre reprodu jo... en mí ... laf ractura que se le habí a gestado en relación con su pasado sóloque lanzada y extendida hacia el f uturo. Con mi engendramientodecidió inevitable y quizá también involuntariamente que una par-te suya se preocupara por sus recuerdos y otra intentara doblegar-los, al ignorarlos y desatenderlos... (108)
Al f altar el relato, el narrador no se rinde ante la empre-
sa de escribir la historia del padre porque sabe que la opaci-dad con que se manif iesta su memoria no implica un vací ode contenidos sino, por el contrario, un exceso de sentido di-f í cilmente articulable en una sintaxis lineal y diáf ana de lahistoria.
No se trata además de restituir el pasado a través de unaescritura que recupere los ref erentes de manera precisa ycoherente, sino de explorar las zonas de la cotidianidad pa-terna donde ese pasado se insinúa de forma lateral para ela-borar una interpretación tentativa de lo que pudo haber sidosu vida. Esa incapacidad de articular el lengua je, esa impo-sibilidad de repetir e l pasado, son constitutivas del legadoque el padre le transmite al hi jo sin hablar: la inapropiabili-dad del legado como lo único que se puede heredar. “Si lalegibilidad de un legado f uera dada, natural, transparente,uní voca, si no apelara y al mismo tiempo desaf iara a la in-
terpretación, aquel nunca podrí a ser heredado (…)” observaDerrida: “Se hereda siempre de un secreto que dice: léemeserás capaz de ello?” (1995: 30).
El hi jo se atreve a interpretar el secreto, a hacerlo ha-blar: nunca está seguro del resultado obtenido porque reco-noce la arbitrariedad de su lectura: sabe que la voluntad in-terpretativa que guí a su escritura responde a una preguntapor el sentido del pasado, por la búsqueda de lo que se escon-de en él (“El pasado parece algo oculto que precisa ser reve-
mi padre aparentaba de este modo ser consciente de sus limitacio-nes y al mismo tiempo de jaba expuesto su honesto af án auto-biográf ico… que mi padre hubiese encontrado la excusa de la pa-ciencia me indicaba que incluso antes de abordar en serio su deci-sión autobiográf ica, él ya poseí a oculta una idea del f inal, de laculminación de aquella escritura imaginaria; y en tal caso ¿quépodí a signif icar terminar para mi padre? ¿En qué lugar de su con-ciencia o sentimientos acababa lo ref erible de su vida? (16-17)
Ante la renuncia-impotencia del padre a poner por escri-to su vida, el hi jo se hace cargo de escribir s u relato –suyo ydel padre– y desde niño se dedica a descif rar los indicios quecaptura diariamente en los gestos y en el rostro del padrecomo una forma de imaginar una memoria que éste nunca letransmite.
El suyo es un e jercicio especulativo para “suponer” e “ima-ginar” “un pasado que no me pertenecí a directamente” (18);para “pensar la f amilia que mi padre no tení a” (19): “Cómoserán –habrán sido– mis tí os?… Esas preguntas eran, ahorapienso, una manera sutil de imaginar: yo imaginaba cara,gestos, o jos… Suponí a las caras de mis tí os como variacionesde la suya” (19).
El hi jo, a modo de investigador-detective, descif ra indi-cios, sigue pistas, captura señales, elabora suposiciones, es-
clarece hipótesis, plantea versiones, examina detalles, explorarastros, como si el pasado paterno se hiciera legible solo porinsinuación y desví o:10
Siempre f ue ésta una conf rontación silenciosa que tuvimos mipadre y yo; y todos los episodios de mi vida quizá no hayan sidootra cosa que dif erentes estadios y aspectos de ella. Queriendo sa-ber más acerca de mí , de mi origen y pasado, tuve que preocu-parme desde un principio por tratar de esclarecer el suyo; supasado era el mí o, y la virtualidad e incertidumbre que mi pa-
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del presente los acontecimientos penosos del pasado con elf in de ‘trepanar’ (...) sus cabezas en busca de alguna certezaque les permita renovar la desgracia” (155). En esas reunio-nes dominicales los amigos hablan “asuntos ref erentes a suspasados europeos” (27): “se trataba (...), por e jemplo, de re-construir vidas de personas le janas y muertas (...) a partirde chismes, de recuerdos de inf ancia descoloridos, de e jerci-
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(Íd.).Hay una historia que todos desean contar pero que na-
die conoce; ante la f alta de datos y ref erencias acerca de lamisma lo que hacen es ensayar versiones posibles e imagi-narias acerca de la vida de un joven f ugitivo que regresa ala casa paterna para buscar un ref ugio de la persecuciónnazista.11
Así como el narrador quiere contar una historia que igno-ra y para ello la supone e imagina, de la misma manera, elgrupo de amigos elabora versiones hipotéticas sobre el des-enlace de la vida del perseguido a partir de suposiciones ar-bitrarias e inf undadas. En los dos casos, el relato es tentati-vo, precario, incompleto, f ragmentario, accidental. Nada deél es comprobable: sólo hipótesis que se conectan para mos-trar que “una historia no era uní voca ni def initiva” (81) y quees imposible restituir la totalidad del pasado: “Sabemos todoy no sabemos nada al mismo tiempo; quizá podremos suponerotra cosa, pero nunca sabremos todo” (102).
En este sentido ambas historias –la del padre y la del f u-gitivo– sirven para contar otro relato: el relato sobre la pre-cariedad e imprecisión del e jercicio literario, sobre el f raca-so constitutivo de la escritura como proyecto restitutivo de laexperiencia.
La estructura misma de la novela que alterna indiscrimi-nadamente la historia del padre con la del f ugitivo, las supo-siciones del narrador, las de los amigos, las del f ugitivo cuan-
lado; es un paisa je escondido, pero ordenado dentro de ten-siones, y sin embargo no nos conformamos a obedecer a eseorden”, Che jf ec, 2005b: mimeo), por asumir que la memoriaes dispersa e imprevista y que, como tal, se la puede escribirsólo de manera tentativa e imprecisa.
Esta proposición de la novela sobre el carácter abierto yarbitrario del pasado se pone de manif iesto, no sólo a través
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-no, sino también mediante la historia del f ugitivo que losamigos del padre elaboran en las reuniones dominicales.
Se trata de un grupo de “parientes, paisanos, conocidos,parientes de parientes, amigos de Europa, amigos de la Ar-gentina” (LB: 86) que visita su casa los domingos para tomarvodk a y conversar sobre un pasado común: “El interés no erade tipo histórico, ni tampoco nada equiparable a lo informa-tivo: el af án de hablar, de escuchar y de sentarse unidos com-partiendo una misma sustancia pega josa y relativamentemaleable” (Íd.: 30).
Al igual que el padre, estos “amputados históricos” y “ex-pulsados del pasado” son sobrevivientes de la misma catás-trof e psicológica y af ectiva: juntos conforman una comuni-dad imaginaria que les otorga un espacio de reconocimientof rente a la pérdida de lugar, lengua, f amilia que los marca atodos por igual; la “conf raternidad ref erencial” de sus histo-rias f unciona como espacio de resonancia que les permitesentir que algo de sus vidas pasadas sobrevive y se recuperacuando se reúnen alrededor de la mesa dominical.
Lo que llama la atención de su relación con el pasado esque, en la misma medida en que reconocen que éste los des-apropia de toda pertenencia –af ectiva, geográf ica, cultural–,también les otorga una pertenencia al unirlos en esa especiede patria af ectiva donde renuevan la memoria común: “per-sonas (...) que siempre habrán de superponer a los hechos
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ca para subvertir el relato cerrado del Estado –sobre el holo-causto, sobre la dictadura– y manif estar el carácter póstumoy tentativo del pasado, su desplazamiento hacia otro lugardel lengua je que es una forma en “...que se muestra y se hacever la experiencia del lí mite” (Piglia, 2001: 33).
El libro que el narrador escribe enuncia el testamento dellibro mismo al declarar la impotencia de la literatura f rentea
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pero también su postergación y dif erimiento, su aproxima-ción indetenible a ese relato que siempre va a f altar.
“No hay lugar” es la certeza que la novela propone: es lacerteza del padre que perdió todas sus coordenadas de ref e-rencia –f amiliares, geográf icas, lingüí sticas, memoriales–, esla certeza de sus amigos como colectivo que busca preservaruna isla de pertenencia a través de las reuniones dominicales;es la certeza del narrador cuyo intento de restituir el pasadopaterno muestra la imposibilidad de cualquier apropiación deun legado; es la certeza del lengua je y de la literatura que alescribirse, constatan su propia derrota e indeterminación.
Ante la constatación de la imposibilidad de cualquier apro-piación o restitución –herencia, memoria, pasado–, la ima-gen f inal de la novela donde el narrador alude a la paráboladel cabrito, introduce un desví o que sugiere otra lectura dela f alta de lugar –del origen, la identidad, la memoria– quela novela construye: la idea de la literatura como espacio der e p e t i c i ó n y reescritura, donde volver sobre lo mismo impli-ca variación y dif erimiento, como relato “donde todo cambia-ba –cambia– mientras al mismo tiempo se repite, donde cadapresente s