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UNIVERSIDAD DE LA SALLE
FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
ESCUELA, DIVERSIDAD E INCLUSIÓN
DOCENTE: CARLOS VALERIO ECHAVARRÍA
JOHANA GONZALEZ
JULIET ANDREA ROZO
JIMMY NIÑO
LILIANA MOSQUERA
HERNAN F. RODRIGUEZ G.
_________________________________________________________________________
Culturas juveniles: ¿un posicionamiento?
Diferenciarse siempre ha sido uno de los recurrentes históricos más desarrollados. Se
diferencia el color, la raza, la nacionalidad, los lenguajes, los modelos, la comida, las
teorías, los pensamientos, los poderes económicos y adquisitivos. Se diferencian a tal
punto, que con frecuencia suele llamársele a estos procesos propuestas de creación y
resistencia en torno a la identidad. Sin
embargo, ¿Qué significa identificarse?
Para algunos teóricos es crear una
frontera sin límites (Coleman, 1961;
Ardila, Pombo y Puerto, 1995; Feixa,
1999; Tenti Fanfani, 1999, 2000a,
2000b; Marcial, 2009; Muñoz, 2010).
Límites que a su vez son homogéneos,
sencillos, fáciles de comprender, pero
que implican la aparición de normas
independientes.
Tal independencia no presume la valoración de árbitros, conjeturas e impresiones dotadas
del consenso común y legislado que mueve a una sociedad. Si no, contra ello, es posibilitar
una suposición de regímenes elitistas: cortes y rupturas tiempo-espaciales. Las
construcciones sociales vistas en un nuevo orden
comienzan un proceso en el que se comparten
experiencias vitales, donde varia la forma experiencial
de las mismas, constituyendo espacios ideales de las
diversas formas de vivir.
Así, es como se comienza a desarrollar Aparecen nuevas mecanismos y estilos propios de
comprensión. Además, de diversos ámbitos de justicia validadas según el contexto:
familia, colegio, amigos, entre otros más (Muñoz, 2010). El conjunto de relaciones tiene
dos representaciones que varían. Unas son las históricas que dialogan hechos memorables
identitarios, y dos, árbitros que vienen a normatizar los nuevos modelos de conducta.
Las culturas juveniles devienen de este proceso ya explicitado. Nacen como una propuesta
de creación y resistencia que se inscribe en un proceso de cultura global. Es decir, hacen
parte de un canon que
privilegia las condiciones como
se posicionan ciertos sujetos
en el rol social. Posicionarse es
entender una forma pública de
visibilidad. Debe juzgarse,
entonces, las culturas juveniles
como un posicionamiento de
nuevas subjetividades, mundos de vida diferentes y nuevas cadenas de juicio.
Sin embargo, queda la duda si la sociedad entiende el modo en el que se expresan las
culturas juveniles. En una encuesta realizada a jóvenes hombres y mujeres, en edades de
los 14 a los 50 años, de diferentes colegios y universidades, incluyendo el profesorado, en
varios estratos sociales, se pudieron identificar ciertas respuestas que ayudan a sustentar
la idea acerca de la comprensión de lo que pudiera ser una cultura juvenil. A la pregunta
¿qué es una cultura juvenil? Las respuestas estuvieron muy emparentadas con la siguiente
[Un “estado” que no es propio
de todos, pero sí de minorías
con características distintivas y
procesos de adaptación
diferentes.]
suposición: son grupos de jóvenes unidos y definidos por los mismos gustos, las mismas
maneras de vestir, de actuar y de expresar pensamientos afines. Idea que no está lejana a
lo que piensa Feixa, cuando afirma que las culturas juveniles se refieren a la manera en
que las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la
construcción de estilos de vida distintivos, localizados fundamentalmente en el tiempo
libre, o en espacios intersticiales de la vida institucional (1999: 1). Lo que entienden tanto
los entrevistados como Feixa, es la generación de ciertos presupuestos históricos
emparentados con lo político y lo social, que nacen como un “método” de expresión, una
manera de manifestación. Llama la atención, sin embargo, el por qué se emparenta la
expresión con un método. La respuesta a inferir es, que es un tipo de proceso de
adaptación y de aceptación.
¿Qué expresan las culturas juveniles?
Expresan, según los encuestados,
sentimientos y emociones, entre los que se
encuentran: el odio, la ira, la depresión;
también expresan, ideales políticos, en los
que se idéntica formas de vida anárquica y
constantes denuncias. Sin embargo, estás
expresiones están manchadas por diversas
“imitaciones” que no permiten una “forma
de vida”. Y son las imitaciones las que
recrean ciertos desprecios con anotaciones
como estas: “todas las culturas atentan contra la integridad de la persona”, “no es una
forma de vida por que sólo una cultura urbana es para ser aceptado esto no te va a dar ni
trabajo ni nada solo un pasatiempo como joven”, “no las culturas no son una forma de
vida porque tienden a discriminar o a renegar de la vida”.
Desde estas perspectivas ¿son entonces, las culturas juveniles una propuesta hacia nuevas
maneras de entender y expresar subjetividades compartidas o son una simple moda y
hobbies? La respuestas tienden a contrastar, porque mientras para unos es dejarse llevar
por las sensaciones, es decir, por modas y gustos, para
otros implica un fenómeno de diferenciación, no en tanto
los otros, sino en tanto uno mismo. Acotando también,
que existen los que dicen que “no es necesario
diferenciarse con una cultura si no con valores éticos y
morales”. Claro que esto supondría cuestionarse hasta qué punto las culturas no
expresarían modelos éticos y morales en una propuesta de reivindicación.
Las culturas juveniles parecen ser desde el punto de vista de muchos entrevistados un
círculo que nace y se cierra en ellos mismos: “no pienso igual que ellos porque yo soy yo”,
“no me siento identificado con copiar”, “no no me parecen nada cuerdas son bien
ordinarias”, “no, con ninguna, porque toca hacer muchas cosas que no van conmigo”, “no
ya que la mayoría representa exclusión y odio al que es diferente”.
Más allá de los diversos puntos de vista a favor o en contra de las expresiones públicas o
privadas que hacen las culturas juveniles, debe quedar claro que si se deben atender dos
presupuestos importantes en un rol social: la creación estética y una forma de resistencia.
Aunque no todas crean de la misma forma y se vean representados con un mismo
concepto artístico, si es el arte el vehículo en el que transportan su capacidad de verse
diferentes. Y resistencia, en la medida
que las ideologías que emergen de
diferentes posturas han estado muy
ligados con ciertos inconformismos
históricos acerca de decisiones
políticas y propiamente culturales que
parecen inconsistentes. Es así, como el
arte y la resistencia están dispuestos
como medios para aplacar los diversos
modelos de sociedad, en contra de lo
único, hegemónico y autoritario.
[“No pienso igual que ellos
porque yo soy yo”, “no me
siento identificado con
copiar”]
El posicionamiento que hacen las culturas es sobre la cultura: una irrupción de lo
cotidiano. Es una afectación de lo establecido. Quieren generar una fractura política desde
toda una acción colectiva. Por tanto, las culturas juveniles son la emergencia de múltiples
formas diversas de entender los lenguajes y las practicas de existencia. Un espejo de vida
que la refleja desde referentes dinámicos que posicionan una identidad, un consumo
cultural y una análisis ideológico con valores que promueven un estatus de aprecio y
desprecio que no suponen una única forma de entender lo simbólico.
Bibliografía
Coleman, J.S. (1961). The adolescent society. Nueva York: The Free Press
Feixa, C. (1999) De Jóvenes, bandas y tribus. Antropología de la juventud,
Capítulo III. Barcelona: Editorial Ariel, S.A.
Marcial, R. (2009). Culturas juveniles: referentes simbólicos y ámbitos de
expresión. Revista iberoamericana de juventud, No. 8
Muñoz, G. (2010). De las culturas juveniles a las subculturas del siglo XXI.
Revista del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo
Pedagógico, IDEP, No. 18.
Tenti Fanfani, E. (1999). Más allá de las amonestaciones. Buenos Aires:
Cuadernos de la UNICEF.
Tenti Fanfani, E. (2000b). Culturas juveniles y cultura escolar. Brasilia:
Secretaria de Educaçao Média e Tecnológica
Tenti Fanfani, E. (ed.), (2000a). Una escuela para los adolescentes.
Reflexiones y propuestas. Buenos Aires: Editorial Losada.