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EL CORREO DOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008 inundaciones 25 años del desastre FOTO: MAITE BARTOLOMÉ

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EL CORREO DOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008

inundaciones25 años

del desastre

FOTO: MAITE BARTOLOMÉ

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inundaciones 25 años EL CORREODOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008

2 I S

SOLANGE VÁZQUEZ

La tarde del 26 de agosto de 1983,Javier Pérez estaba echando la par-tida con unos amigos en un bar delbarrio bilbaíno de Larraskitu. Erafestivo, la frutería que aún hoy re-genta estaba cerrada y la lluvia nole disuadió de acercarse a la taber-na, pero el temporal fue arrecian-do y, un poco inquieto, decidió vol-ver a su casa de El Peñascal por sipasaba algo. De camino, sus temo-res, que poco antes eran sólo unvago presentimiento, empezarona tomar forma. Apenas si recono-cía los lugares por donde pasabatodos los días. Árboles caídos, tu-berías rotas que lanzaban chorroscon la fuerza de un géiser, lodo y

piedras que avanzaban ladera aba-jo como si tuviesen vida propia...Esa geografía monstruosa acabócerrándole el paso. No podía llegar,era imposible. «Así que me subí auna loma para ver desde allí quépasaba con mi casa», relata. El pa-norama que se mostró ante sus ojosera una pesadilla hecha realidad:su casa estaba cubierta de agua,sólo con un piquito de tejado fue-ra, como un animalillo asustadoque estira la cabeza para no aho-garse. Horas antes, había dejadoallí dentro a su mujer, Claudia SanRomán, cocinando una cazuela debacalao, y a su hija de 5 años, Mó-nica, que dormía la siesta. Parecíaque el destino le había repartidoesa tarde las peores cartas imagi-

nables.Aunque él aún no lo sabía, a esas

horas media Vizcaya y parte deÁlava se habían sumergido en elcaos. Las precipitaciones de 500 li-tros por metro cuadrado habían he-

cho claudicar a muchos cauces.También a la ría de Bilbao, que nopudo soportar tal cantidad de aguay se desbordó en varios puntos,ahogando el frenesí del último finde semana de la Aste Nagusia. El

Nervión cobró una fuerza tan bru-tal que incluso arrastró trenes dela cochera de Atxuri, echó abajocasas, se llevó vehículos, txoznas...todo lo que encontró a su paso. Eldescontrolado avance del agua por

El 26 de agosto de 1983 sedesató el mayor desastre naturalque han vivido Vizcaya y Álava

AYUDA. Un hombre carga con otro en pleno aguacero en las inmediaciones del Arriaga. / J. I. FERNÁNDEZ

La tragedia que llegó por la ría

El día que se ahogó Bilbao

PANORAMA DE PESADILLA. Quinientos litros por metro cuadrado desencadenaron una de las mayores tragedias que se recuerdan en la comunidad autónoma. El saldo fue aterrador:

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inundaciones 25 añosEL CORREODOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008

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diferentes localidades –porque ladesolación no sólo se entretuvo enlas márgenes de la ría– se llevó pordelante la vida de 34 personas yotras cinco ingresaron en el limbode los desaparecidos. Municipioscomo Gernika, Busturia, Basauri,Llodio, Ondarroa, Arakaldo, Arri-gorriaga y Galdakao, además deBilbao, tuvieron que llorar a susmuertos mientras realizaban unesfuerzo titánico para limpiar lashuellas de la catástrofe. Sólo en Viz-caya, las pérdidas superaron los143.000 millones de pesetas.

En El Peñascal, una avalanchaprocedente de la cantera arrojó so-bre el barrio 300.000 metros cúbi-cos de roca, que junto con el aguay el fango formaron un amasijo des-tructor que sepultó medio vecin-dario. Eso es lo que vio Javier, allíen su loma, más solo que nunca.«Me quedé bloqueado. Pero algome decía que no estaban allí, deba-jo de todo ese barro». Y el instintono le falló. «Nos salvamos de mila-gro», explica Claudia, a quien se learrasan los ojos de lágrimas cuan-

do evoca aquella mala hora. «Em-pezó a entrar agua en casa y subíamuy rápido. Un hombre con unafurgoneta pasó por delante y nossacó de allí a mi hija y a mí». En sudesesperada huida por un escena-rio que parecía sacado de una pe-lícula de catástrofes –cascadas deagua lodosa, carreteras reventa-das, personas a la fuga con sus per-tenencias a cuestas–, una roca gi-gantesca hizo diana en el vehículoy lo paró en seco. Tuvieron que se-guir a pie montaña arriba, aferra-

das a su salvador, hasta que llega-ron a un lugar seguro. «Nunca supecómo se llamaba aquel hombre»,lamenta la mujer.

Fue el día de los héroes anóni-mos. Gente que acogía a afectadosen sus casas, radioaficionados quese convirtieron en la única formade contacto con el exterior duran-te las largas horas en que la villaestuvo incomunicada, vecinos quetendían cabos desde los balconespara izar a personas a punto de serarrastradas... Muchas de estas es-cenas tuvieron lugar en el CascoViejo bilbaíno, una metáfora de lafelicidad perdida. El hervidero depersonas que retaban a la lluvia enbares y txoznas pasó a ser un au-téntico infierno, donde ya sólo seoía el estruendo del agua trituran-do la ciudad. Los testigos de estabrusca metamorfosis no termina-ban de creérsela. «Como estábamosen fiestas, nadie prestó atención–lamenta Migueltxo Monfort, en-tonces representante de la compar-sa Satorrak en la Comisión de Fies-tas y miembro de Bihotzean, la aso-

ciación vecinal del Casco Viejo–.Ni las autoridades ni ProtecciónCivil actuaron al ver que seguía llo-viendo. Fueron las comparsas lasque desalojaron El Arenal a eso delas seis de la tarde, con la esperan-za de continuar la Aste Nagusia aldía siguiente».

Rescate de embarazadasPero no pudo ser así. Aquella tar-de dio paso a una noche aún peor.La población no tenía ni luz, niagua, ni teléfono. Los Bomberos deBilbao no daban abasto, impoten-tes para llegar a algunos puntos.Jacinto Rodríguez, ahora ya vete-rano, rescató a una pareja que es-tuvo a punto de morir en La Peña.«Ella estaba embarazada. Cuandose vieron a salvo, se dieron un beso.Nunca he vuelto a ver un beso así».Su compañero Juan Carlos Ruiz nologró evacuar a otra gestante.«Tuvo que dar a luz en la vivien-da», relata. Seis mujeres de partofueron trasladadas en helicópteros.En medio de la tragedia, la vida se-guía abriéndose camino.

A la conmoción de aquella jor-nada aciaga le siguió la desolacióndel día 27, cuando las aguas empe-zaron a bajar y dejaron al descu-bierto el desastre. Trenes volcadosen el cauce de la ría, colchones en-ganchados en los tendidos eléctri-cos, maniquíes en grotescas postu-ras sobre andamios derribados ycoches panza arriba. Nada estabaen su sitio, ni siquiera las perso-nas. Miles de ciudadanos se encon-traban en la calle: unos se afana-ban en limpiar, como Monfort, yotros simplemente no tenían dón-de volver. Más de 5.000 personas sequedaron sin techo en Bilbao, en-tre ellas Javier y su familia, queacabaron haciendo de ‘okupas’ has-ta que pudieron comprar un piso.Ahora que ese episodio es agua pa-sada, Javier ha llegado a la conclu-sión de que irse al bar a echar lapartida fue «lo mejor». «Si hubie-se estado en casa, me habría empe-ñado en llevarme cosas en lugar deescapar –admite–. Y eso habría sidomi muerte». Así que, al final, esatarde no le tocó una mano tan mala.

LA AVALANCHA de enseres tapona una calle. / ARANCHA APARICIO

COCHES APILADOS junto al Ayuntamiento de Bilbao. / EFE

«Me quedébloqueado. Pero algome decía que ellas noestaban bajo el barro»

«Fueron lascomparsas las quedesalojaron El Arenala eso de las seis»

EN PRIMERA PERSONA

34 muertos, cinco desaparecidos y daños materiales por 143.000 millones de pesetas. / JOSÉ LUIS DE LA MAZA

Testimonios completos en el especial de www.elcorreodigital.com

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AINHOA DE LAS HERAS

Ramón Saldamando estaba a puntode irse a la mili –Infantería de Ma-rina en Cartagena–, pero fue el Ejér-cito el que vino a Bilbao. Tenía 19años y había quedado con su amigo‘Rai’ para «bajar a dar una vuelta».«Empezó a jarrear, pero pensamos:‘Esto se pasa’». A las nueve de la no-che, cuando llegaron al Arriaga, laría había subido tanto que se des-bordaba. El agua invadió el antiguoaparcamiento de El Arenal, el recin-to festivo, y «empezaba a llevarse lastxoznas». Se desató el «pánico abso-luto, la gente buscaba sitios altos»,relata Ramón, que se refugió en sucasa. Iturribide se había converti-do en «un río. No se podía pasar».

Abrió la puerta a medianoche ycomprobó que no había luz. Encen-dió una vela y sintonizó ‘Radio Po-pular’. «Jamás he pasado una no-che de terror como aquella». El lo-cutor iba retransmitiendo cómoascendía el nivel de agua en la ca-lle Banco de España. «Sube un pel-daño, al primer piso... Estamostrasladándonos», recuerda con unescalofrío. La tormenta se desatócon gran aparato eléctrico, «caye-ron rayos, truenos y centellas».

Después de descargar el diluviosobre Bilbao, amaneció «con sol ra-diante y 30 grados». De repente, es-cuchó una voz desde la calle ‘¡Ra-món, Ramón!’, y se asomó al balcón.«Ya no había agua, sólo un lodazal».Era ‘Rai’. Le preguntó si tenía ka-tiuskas. «Pues ponte lo que sea quenos vamos a manchar». Los dos jó-venes fueron al antiguo GobiernoCivil, en la plaza Moyua. Les reci-bió el «mandamás», el entonces go-bernador, Julián San Cristobal.

«Lo más bonito de esta historiaes que no había partidos: ni HB, niAlianza Popular. Éramos bilbaínosy había que limpiar la ciudad». Cien-tos de personas se unieron a las la-bores de manera espontánea. En ese

momento ocurrió algo curioso.«Apareció la furgoneta del circo Pri-ce y salió de ella un señor bajito, elconductor, que se presentó como To-netti: ‘Tengo sitio, ¿os venís conmi-go al Casco Viejo? Es lo más casti-gado. Vamos a buscar picos y palas’».Los dos amigos se sumaron a la‘troupe’ de Tonetti. «Con él veníanseis personas más del circo; acróba-tas, tiarrones con unos tipazos...»

El grupo se apostó entre Barren-calle Barrena y Barrencalle, en elcorazón de la parte antigua, anega-da por el lodo. «Y ahí entró en esce-na Juan Antonio Nielfa, alias ‘LaOtxoa’. Estaba de barro hasta arri-ba», explica Ramón. «Nos abraza-mos; él se puso a llorar, lo había per-dido todo». El famoso transformis-ta tenía un local de copas, ‘La Txu-fa’, que quedó destrozado por la ria-

da. «¡De ésta no salgo!», lloraba.La improvisada brigada ciudada-

na, con Tonetti y ‘La Otxoa’, formóuna cadena humana «con capazosde esparto». «En Barrencalle habíatroncos hasta el segundo piso. Pare-cía el infierno». Y empezaron «a ti-rar el barro a la ría. Lo primero quese nos ocurría, allí nadie daba órde-nes». Tonetti animaba: «¡Venga queesto no es el fin del mundo, nos va-mos a recuperar, somos de Bilbao!».

El olor putrefacto que salía delmercado de la Ribera, donde se acu-mulaban animales en descomposi-ción por el agua y el calor, era inso-portable. «Y la cal viva no llegaba».

Un destacamento del Ejército deAraca (Vitoria) y otro de Palenciallegaron para echar una mano. Ra-món recuerda que el jefe no deja-ba descansar a los soldados, «al quese debilitaba le daba una patada yle tiraba al barro». «A un policíamunicipal se le fue la olla y multóa un camión que traía abasteci-miento por estar mal aparcado».Venían con «productos básicos: la-tas de sardinas, pan y atún».

Después de aquello, Ramón emi-gró a la Costa del Sol, pero por cir-cunstancias de la vida, ha vueltodespués de once años.–¿Cómo ha encontrado la ciudad?–Está preciosa, la adoro. Cuando veoel tranvía, no sé si estoy en Holan-da. Me siento orgulloso de haber po-dido ayudar, aunque sea un poco, adesescombrar Bilbao. 25 años des-pués, con todos los problemas quesufrimos, hemos resurgido, somosun ejemplo para muchos países.

‘DICKY’Voluntarios del equipo de remo Kaiku

«Fue bonito, todo elmundo echó una mano»Jesús del Hoyo, ‘Dicky’, tenía 18«añitos», iba a empezar a estudiarPeriodismo –hoy es diseñador depáginas web– y bogaba como pa-

trón y timonel del equipo cadete deremo Kaiku. Su cuadrilla de Zorro-za bajó aquel viernes 26 de agostode 1983 a fiestas de Bilbao. Iban ademostrar que eran un bote (equi-po de remo) muy bien coordinado.«Era un día raro, llovía muchísi-mo y teníamos que andar esqui-vando balsas de agua», recuerda 25años después. Les sorprendió queen el Arriaga sólo hubiera un pu-ñado de personas. El Arenal era «elcaos»: los puentes sobrepasados deagua, coches de la Policía Munici-pal haciendo barrera...

Su particular ruta por la catás-trofe continuó hacia La Ribera. Allíse toparon con «la imagen más fuer-te de las inundaciones: el barco ‘ElConsulado de Bilbao’ se puso de pieempujado por la fuerza de la riada».Propiedad de la Asociación de Ca-pitanes de la Marina Mercante, sehabía reconvertido en txoko. ‘Dicky’y sus colegas escucharon de repen-te desde un megáfono: «¡Echarospara atrás!». ‘El Consulado’ nave-gaba a la deriva arrastrado por lamarea, quedó trabado y se hundió.

«Llovió sin parar durante docehoras, unos goterones como yo nohabía visto en mi vida». Los dos díassiguientes Jesús vivió «una situa-ción extrema». Su padre fue un‘niño de la guerra’ y la mujer quele acogió en Francia les visitaba, asíque la llevaron a conocer Gernika.«Los tres quedaron atrapados en uncaserío. No había teléfonos móvi-les, no sabíamos dónde estaban. Fuehorrible», rememora. Cuando «bajóel agua», aparecieron en casa.

Lo más positivo fue la ola de so-lidaridad contagiosa. Los cuatroamigos de Zorroza se presentaroncomo voluntarios en el Ayunta-miento y trabajaron casi un mes.«Nos tocó la calle Correo y la en-trada a la Plaza Nueva. Cada vezque paso por allí, me siento orgu-llosísimo. Le digo a mi mujer: ‘Es-tas escaleras las limpié yo’. Encon-tramos maniquíes y hasta mone-das de oro de una tienda de numis-mática entre los escombros. Lasrecogíamos con un cedazo, les dá-bamos un manguerazo y se las de-volvíamos al señor, no nos queda-mos con nada».

El payaso trasladó en una furgoneta del circo Price a un grupode voluntarios a limpiar la zona más castigada del Casco Viejo

La brigada de Tonetti y Otxoa

Vemos las fotos y la pri-mera impresión es pa-radójica: un temblorque participa al tiempo

de la extrañeza y la familiaridad.Son escenas dramáticas, las he-mos visto muchas veces en los pe-riódicos y la televisión: el segun-do acto de la tragedia. Pero estavez los protagonistas parecen es-capados de nuestros propios ál-bumes familiares. Esos rostros,

esos peinados, esas ropas. No losconocemos y en cierto modo sa-bemos quiénes son. Y todavía hayalgo que resulta aún más podero-so: el escenario. Nos basta unasimple persiana, el letrero destro-zado de una tienda, apenas el di-bujo de una esquina, para reco-nocer unas calles que no están,un paisaje que parece haberse ve-nido abajo.

El día grande de la Semana

Grande de 1983 el Nervión inun-dó Bilbao. Cayeron 500 litros deagua por metro cuadrado y hubo34 muertos. Durante las jornadassiguientes miles de bilbaínos seecharon a la calle para colaboraren las labores de rescate y deses-combro. Ninguno de los que estu-vieron allí lo ha olvidado. Lo queocurrió cogió de improviso a lasautoridades: una oleada de soli-daridad sin estridencias, tranqui-

la y decidida. Fueron horas de tra-bajo duro y desinteresado. Losciudadanos, provistos de palas ybotas de agua, se hundieron en ellodo junto a las distintas policíasy al Ejército. Su generosidad cau-só admiración. Los voluntariosse enfrentaron al desastre con ra-pidez, consiguiendo que la ciu-dad reaccionase de inmediato,que se pusiese en pie y no sucum-biese a la tentación de quedarsesobre el barro, lamentando susuerte.

Las fotos conservan parte deaquella energía: dos chicas ayu-dan a una señora que se agarra a

un bolso en el que quizá guardaalgo muy querido, un hombre lle-va en brazos a una mujer a la queel agua casi le ha llegado a la cin-tura, unos soldados trabajan en loalto de una montaña de escombros,unos vecinos se organizan parasalvar lo posible de entre el lodo.Sin ellos todo habría sido más di-fícil. La ciudad no habría recupe-rado tan pronto la confianza sinsu ejemplo. Pasarán los años y surecuerdo permanecerá intacto, qui-zá agrandado por la leyenda, uni-do al de las inundaciones del 83.Desconocemos sus nombres y sinembargo sabemos quiénes son.

Héroes anónimos

ANÁLISISPABLO

MARTÍNEZZARRACINA

GARRAFONES. Soldados desescombran una bodega.

Un derroche de solidaridad

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inundaciones 25 añosEL CORREODOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008

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SORPRENDIDOS. La Ertzaintza evacua a vecinos, con agua hasta la rodilla. / J. A. SORIA

CODO CON CODO. La dimensión de la tragedia no dejó impasible a nadie. En la imagen, dos jóvenes ayudan a una mujer sorprendida por el tremendo aguacero.

BARRO. Grandes y pequeños unieron sus fuerzas para salvar lo que se podía. / EL CORREO

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FRANCISCO GÓNGORA

Llodio no olvida. 25 años despuésde las devastadoras inundacionesde 1983, la psicosis se desata comoun resorte irracional del subcons-ciente entre los que sufrieron en-tonces aquella pesadilla cada vezque llueve por encima de lo nor-mal. «Ocurrió el pasado 1 de ju-nio con una pequeña gota fría. En-seguida fuimos a ver el nivel delrío», cuenta Juan Antonio Laris-goitia, que vivió aquellos terri-

bles días como concejal junto alactual lehendakari Juan José Iba-rretxe –entonces un alcalde desólo 26 años–. Una exposición defotografías y un vídeo sobre losrecuerdos de aquel drama evocaahora aquellas tristes jornadasque han marcado a la capital deAyala como ningún otro aconte-cimiento en su historia reciente.

«Eran fiestas, víspera del díade las morcillas. La gente prepa-raba esa jornada tan especial. Na-die imaginó lo que se nos venía

encima», cuenta Juan Carlos Na-varro, funcionario municipal ybuscador de historias locales. Alas 4 de la tarde llovía con inten-sidad. «Más que gotas caían cho-rros formando un telón impene-trable», describía la crónica deEL CORREO y a las 5 ya se habíandesbordado dos pequeños arroyosque confluían en el Nervión, elAldaikorreka y el Larrazabal. Em-pezaban los problemas. Algunascasas no resistieron el embate.Larisgoitia acompañó a Ibarretxe

tras recibir el aviso de que se ha-bía hundido un caserío. «Él cru-zó hacia la zona alta del pueblo yyo no pude hacerlo. En la aveni-da Zumalakarregi el nivel delagua era superior en un metro aldel Nervión a esa altura. Nos re-fugiamops en la iglesia y luego enel Ayuntamiento», relata Laris-goitia.

Aquella tarde muchos llodia-nos estuvieron literalmente conel agua al cuello y la ayuda deunos y otros salvó las situacionesde mayor riesgo. En el bar de laEstación, en el bar Azul, en el bat-zoki del PNV se vivieron momen-tos de angustia. «Yo llegué a micasa pegado a las paredes, a cie-gas con 5 escalones cubiertos deagua,sin luz. Con los nervios detener tres niños pequeños. Subía casa y me puse a esperar», se-

ñala Navarro.

Un niño lloraA las 9.30 de la noche el agua al-canzó cuatro metros por encimade su nivel. «Estaba aplanado, sincapacidad para reaccionar», re-cuerda Navarro. «Tengo metidoen la cabeza el llanto de un bebéque se quedó en el salón de ple-nos con otra mucha gente. Teníahambre, no había nada que darley no callaba. Pensé que no salía-mos vivos», evoca Larisgoitia.Pero lo peor estaba aún por venir.

Tras una pausa, a las cinco co-menzó a llover aún más fuerte ycausó la segunda riada, la más de-vastadora. A las siete el nivel lle-gó a los 5,5 metros, su cota máxi-ma. Aquel aluvión causó las seismuertes y muchos se preguntanaún cómo no hubo más fallecidos.

La capital de Ayala no olvida las 14 horasmás trágicas de su historia: seis fallecidos,cuatro guardias civiles, y la industria destruida

«En Llodio aún miramos el ríoEL DÍA DESPUÉS. El Nervión se desbordó también en Álava y arrasó la capital de Ayala. Cientos de personas tuvieron que buscar refugio ante el inquietante nivel que

El agua se cebó con Llodio

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La gente se agarró a lo que pudopara que no le arrastrase el agua.

Miguel Salgado, Pedro Narbo-na, Luis Postigo y el teniente Ale-jo García eran guardias civiles yfueron voluntarios para salvar vi-das a Llodio desde los cuarteles deOion, Laguardia y Vitoria. EnOkondo recogieron a varios com-ponentes de una familia que re-gresaba de sus vacaciones. Sobrelas cinco de la madrugada, confia-dos en que había pasado lo peor,trataron de ir a la casa cuartel. Elarroyo Aldaikorreka les sorpren-dió. Murieron cuatro y AraceliPeña, la joven de 21 años, que ibacon ellos. En otro Land Rover ibansu hermana y su padre. Lograronsalvarse junto a los demás guar-dias gracias a otros vecinos.

Unos camiones de calEntre los fallecidos también estu-vo Juan Castillo. Intentaba llegara su casa de Landaluce. Abandonóel vehículo en Malkuartu y siguióa pie. Otro arroyo, el Larrazabal lesorprendió en su segunda crecida.Su cuerpo apareció 17 días despuésen La Peña, a veinte kilómetros de

donde se había perdido su pista.«Con las luces del día vimos la

magnitud de la tragedia. Había queconstruir Llodio de nuevo. Las per-didas llegaban a los 20.000 millo-nes de pesetas. Pero entonces apa-reció lo mejor de aquella tragedia,la solidaridad, de Vitoria, de Ála-va, de España. Recuerdo dos camio-nes de cal que trajeron unos valen-cianos. ¿Y esto para qué?, les pre-gunté. ¿No tienen ustedes anima-les muertos. Habrá que enterrar-los? Ellos tenían experiencia. No-sotros, ninguna», explicaLarisgoitia que vio llegar a 2.000voluntarios el primer fin de sema-na a ayudar a limpiar el pueblo.

En el año 2000, comenzó la granobra de encauzamiento del río. «Va-rios puentes históricos cayeron yhubo que hacer mucha obra, aun-que Llodio no ha dejado de mirar elrío», concluye Larisgoitia.DESASTRE. La fuerza del río se llevó por delante edificios en el casco urbano. / FOTOS: EL CORREO

PÉRDIDAS. La corriente destruyó todo a su paso.

«Con las luces del díavimos la magnitud dela tragedia. Había quereconstruir el pueblo»

cuando llueve»alcanzaron las aguas. En la imagen, un joven empuja una carretilla que parece anclada en el lodo.

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M. CORCUERA / O. IGEAL. PUERTA

Cuando llueve mucho, Miren Egui-luz «huele» a inundación. «Mi fa-milia y yo pasamos la noche en unacasa semiderruida junto al río has-ta que la Guardia Civil vino a res-catarnos en helicóptero al día si-guiente. Había un olor muy carac-terístico y cuando llueve fuerte meviene a la memoria». Miren viveen Arrigorriaga y sigue ‘asomada’al Nervión, que aquel 26 de agosto,incapaz de ‘tragar’ semejante ava-lancha de agua, no pudo más y sedesbordó anegando las poblacio-nes que encontró al paso. En Etxe-barri, Ugao-Miraballes y Galdakaomurieron al menos diez personas.

José Luis Gallego, de 50 años yvecino de Galdakao, el pueblo máscastigado de la zona con seis falle-cidos, vio perecer bajo la torrente-ra a Víctor, un antiguo compañero

de clase al que «le cayó la casa en-cima». Mejor suerte corrió una pa-reja de franceses atrapados en uncoche a los que José Luis pudo so-correr. En Galdakao, el agua alcan-zó casi los diez metros destruyen-do edificios y puentes, y la Policíapatrulló durante días por la calleprincipal «con un foco y un megá-fono» buscando a vecinos aislados.Las pérdidas alcanzaron los 6.000millones de las antiguas pesetas.

9 metros en BasauriMás del doble se perdió en Basau-ri –la cota máxima del agua supe-ró los nueve metros—, con fábri-cas enteras echadas a perder, Mer-cabilbao inundado y gente que dela noche a la mañana se encontróen la calle. «Hubo familias que aco-gieron a otras y en el Ayuntamien-to, donde se entregaban raciona-dos los alimentos básicos, se mon-

En Galdakao, Ugao-Miraballes y Etxebarri murieron, al menos,diez personas y las pérdidas materiales fueron multimillonarias

ESPECTACULAR. El Nervión desciende desbocado por La Peña.

Ibon Areso es el concejalmás veterano de Bilbao yel que más se implicó enla crisis de las inundacio-nes, desde el Gobiernovasco. Como delegado deVivienda en Vizcaya, or-ganizó un campamento deemergencia en Garellano«con toda la gente que sehabía quedado sin casa».Aunque lo realmente difí-cil fue sacarles de allí.«Hubo muchísimos perju-dicados y el departamen-to se dedicó a comprar ybuscar viviendas comofuese para ir realojando ala gente», recuerda.

El Gobierno vasco de-cidió «apadrinar» el ba-rrio de El Peñascal, des-trozado por la avalanchade piedra y rocas que sele vino encima. Era unade las zonas de Bilbaocon más infravivienda«heredada de la época deldesarrollismo. Se hicie-ron las primeras promo-ciones públicas de vivien-da y se urbanizó por com-pleto, hasta se cambió lacarretera».

El Casco Viejo tambiénrenovó todas sus infraes-tructuras además de edi-ficios emblemáticos, comoel mercado de La Riberao el Arriaga. Aquel fue elgermen de Surbisa, que sefundó en enero de 1985. EnLa Peña, el otro damnifi-cado por la riada, se des-vió el cauce del río, la úni-ca gran obra que se ha he-cho para prevenir inunda-ciones junto a la canaliza-ción del Elguera, que le-vantaba arquetas a supaso por Indautxu yRekalde los días de fuer-tes lluvias.

En cuanto a las infraes-tructuras, «las obras fun-damentales terminaronen cinco años, las de reha-bilitación continúan has-ta hoy», dice Areso. Élpasó de delegado de Vi-vienda a viceconsejero,luego se hizo cargo de laoficina del Plan Generaly es concejal desde 1991,ya en su quinto mandato.«He tenido la oportunidadde hacer una planifica-ción de la ciudad y parti-cipar en su desarrollo»,algo «muy gratificante»para un profesional delurbanismo.

«Buscábamosviviendascomo fuerapara realojara la gente»

TERESA ABAJO

IBÓN ARESO TENIENTEDE ALCALDE DE BILBAO

ABASTECIMIENTO. Vecinos de uno de los pueblos del cinturón de Bilbao hacen cola para recoger agua de un camión cisterna. Las

Drama a orillas del

La riada en Vizcaya

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tó una emisora de radioaficiona-dos para estar en contacto con elexterior», rememora Iñaki Martí-nez, hoy edil de Urbanismo del mu-nicipio. Quizá en esa ‘onda’ solida-ria contó Román García, escritorde la localidad de 88 años, cómo asu hijo le pilló la riada cuando sa-lió a grabar unas imágenes del de-sastre. «Tuvo que subirse a un ár-bol para que no le arrastrara y pasóallí toda la noche». Otro recuerdo,éste ya una anécdota, a propósitotambién del hijo. «Se iba a casar enseptiembre y habían dado una en-trada de 5.000 pesetas para el trajede la novia. Cuando fueron a reco-gerlo no estaba. El vestido, el dine-ro y todo lo de la tienda se lo habíallevado el agua».

A un kilómetro de Basauri en lavecina localidad de Etxebarri, don-de la crecida subió hasta los doce

metros, los daños materiales fue-ron considerables, más de 8.000 mi-llones de pesetas, pero mayor aúnel drama humano. La penínsulaque forman el barrio de San Este-ban y Lezama Leguizamón fue en-gullida por el río, un espectacularderrumbamiento cortó la carrete-ra en sentido Bilbao y tres niñosperdieron la vida. Recuperarse de

un mazazo así costó y mucho. Ne-cesitó de muchas manos amigas.Como las de los voluntarios de lalocalidad madrileña de Fuenlabra-da, que ayudaron a retirar tonela-das de barro. En su honor se inau-guró una calle en Etxebarri el añopasado.

La crónica de las inundacionesde Ugao-Miraballes parece «una

historia de posguerra», con el es-tanquero dispensando tabaco «des-de una ventana con un balde y unacuerda», relata un libro. Los que seacuerdan relatan cómo quedaronincomunicados por tierra y sin fe-rrocarril –«los alimentos básicosllegaron al tercer día, al de diez laelectricidad y en dos semanas fun-cionó el tren»– y no olvidan los tresmuertos que sumaron al dramáti-co balance de la catástrofe. «Al‘Francés’ lo arrastró el agua desdesu casa por la noche, otro murió aldesplomarse su caserío y el pana-dero cayó al río cuando iba a cogerun balde para limpiar». Aquí, laspérdidas materiales sumaron 2.000millones. Y otro tanto costó recu-perar Arrankudiaga. El entoncesalcalde, Txomin Egiluz, describebien el escenario. «Fue un caos,pero hubo mucha solidaridad».

AISLADOS. Vecinos ‘navegan’ por Erandio en botes improvisados.

Las dos márgenes del Ner-vión vivieron de maneraopuesta las terribles inun-daciones. Mientras en laderecha las padecieron, yaque las lluvias se cobrarondos víctimas mortales enMungia y causaron múlti-ples destrozos, en la iz-quierda presenciaron des-de la barrera los devasta-dores efectos de la furia dela nubes. Sólo se vieronafectados puntos muy con-cretos, como el baracaldésbarrio de El Regato y las lo-calidades encartadas de Ca-rranza y Alonsotegi. Poreso, los vecinos de esta zonase volcaron en ayudar a losdamnificados de la capital.

No pudieron hacer lomismo en la otra ribera.Allí sufrieron. Y mucho.Murieron dos personas:Luis Guerezaga Azqueta,de 66 años, y Luis Ojangu-ren, de 37. El primero,cuando se dirigía a su huer-ta a rescatar a sus conejos.Ojanguren, por su parte, seencontraba en un bar quequedó inundado en pocossegundos. Sus compañerosse agarraron a las vigas. Élno pudo. La corriente fuemás fuerte. Le arrastró.

Eso fue en Mungia. EnErandio, en cambio, los da-ños fueron materiales. As-cendieron a 3.304.965 millo-nes de pesetas y destroza-ron las fiestas de San Agus-tín, justo el día del txupina-zo. La virulencia de lasaguas –atestadas de vacas,caballos, árboles, bido-nes...– hizo añicos el puen-te de la carretera de la ríasobre el cauce del Asúa. Yla calzada, con un flujo de30.000 coches diarios, que-dó cortada hasta que, pasa-dos varios días, un grupode ingenieros del Ejércitode Tierra instaló un puen-te nuevo. Eso sí, sólo parapeatones. «Volvimos de va-caciones ese día y estabatodo cortado. Era una lagu-na», recuerda Iñaki Anso-leaga, vecino de Erandio.

En la margen izquierda,el agua torturó a los habi-tantes de la zona interior.Como en Alonsotegi. «Unautobús se empotró contrauna vivienda y un tren ter-minó cubierto de barro»,evoca Eduardo García, te-niente de alcalde. A su jui-cio, sin embargo, lo máscomplicado fue trasladar auna embarazada. «Los sol-dados crearon uno de esospuentes que se instalan enpoco tiempo para sacarladel pueblo», evoca.

Tortura yalivio en lasmárgenes

EL CORREO

Nervióninundaciones abrieron un periodo de restricciones en el suministro. / EL CORREO

«Mi hijo pasó lanoche en un árbolpara que no learrastrara la corriente»

En Miraballes, elestanquero dispensabatabaco por la ventanacon un balde

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YOLANDA VEIGA

El pluviómetro que Iberduero te-nía en Larraskitu recogió entre el26 y el 27 de agosto de 1983 hasta503 litros de agua por metro cua-drado –y 253 en Loiu–. Una cifraexcepcional y de consecuenciasdevastadoras. En el último siglo ymedio sólo se tiene constancia dedos inundaciones más violentasen España –Granada en 1973 y Va-lencia en 1987–.

Tres trombas brutales anegaronVizcaya y afectaron con especial vi-rulencia al triángulo Bilbao-Duran-go-Llodio. Las previsiones meteoro-lógicas para aquel día eran «tormen-tas dispersas». «Fue una barbari-dad, 40 litros en veinticuatro horasya es una cantidad considerable, asíque 500... Fue algo absolutamenteanómalo que no se puede predecir,y menos entonces, con un serviciometeorológico prehistórico», reco-noce Margarita Martín, delegadaen Euskadi de Aemet, la Agencia es-tatal de meteorología.

El fenómeno que escribió una delas páginas más negras de la histo-ria de la provincia responde a lo quecomunmente se llama ‘gota fría’. Elesquema es siempre el mismo: ma-sas de aire cálido y frío se encuen-tran y se forman grandes nubes. Asíocurrió aquel final de agosto. «Lle-gó una corriente de aire cálido me-diterráneo y entró desde Francia alGolfo de Vizcaya, que es una fuentede calor y humedad. Aquí se topócon una masa de aire subpolar enaltura especialmente fría, de unos61 grados bajo cero. El aire frío esmás denso y pesa más, por lo quecae empujando hacia arriba a lamasa cálida de la superficie –ese díahubo entre 18 y 25 grados–, que seenfría al ascender. Entonces se pro-duce la condensación, se forma lanube, que crece y alimenta otras car-gándolas de agua». Muchas se for-maron aquel día 26 y descargarondurante horas sobre Vizcaya, unazona proclive a las tormentas.

Porque aquí se mezcla la tempe-ratura alta del aire y del agua conla humedad que aporta el mar y unaorografía que ‘retiene’ la tormenta.«En el Golfo de Vizcaya el agua seremansa y es más cálida que enotras zonas del Cantábrico, lo queayuda a que se forme nubosidad.Como es un área muy húmeda, lasnubes van cargándose de agua y ade-más, se topan con las montañas dellitoral, que las ‘sujetan’ y favorecenel ascenso de las masas cálidas». Laría también tuvo que ver. Y para col-mo de males, el 26 y 27 de agosto lasmareas altas coincidieron con losperiodos que más llovió.

Pronosticaban‘tormentasdispersas’, perocayeron 500 litrospor metro cuadrado

Aquella maldita ‘gota fría’

ATERRADOR. Imagen desde Conde Mirasol del puente de La Merced, engullido por el agua, y el muelle Siervas de la Cruz. / JOSÉ RAMÓN LÓPEZ

IMAGEN DE METEOSAT. El sistema nuboso, sobre Euskadi. / E. C. MAPA DE ISOBARAS. La situación atmosférica aquel día. / E. C.

El fenómeno meteorológico

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LA FURIA DE LOS ELEMENTOS. El Peñascal fue uno de los barrios que salió más perjudicado. La avalancha de piedras llegó a sepultar varias casas. / J. I. FERNÁNDEZ

Y. VEIGA

El carácter excepcional de las inun-daciones de 1983 hizo, si cabe, másmella en un territorio con algunasdeficiencias en los cauces de sus ríos,que no tardaron en desbordarse yanegar todo lo que encontraron a sualcance. Edificios, carreteras, puen-tes y vehículos quedaron enterra-dos bajo un manto de agua que tam-bién segó la vida de decenas de per-sonas. Evitar las consecuencias deuna crecida como la de 1983 es «prác-ticamente imposible».

«Habría que construir un enor-me tubo en cada calle para que pu-diera desalojar el agua y aún así setaponaría, o habría que irse a viviral monte para alejarse de los ríos.No tiene sentido», explican desde laAgencia Vasca del Agua. ¿No hayentonces manera de prevenirse? ¿De

nada sirve encauzar los ríos, despe-jar de edificios las riberas? «En ave-nidas de agua intermedias sí, se pue-de evitar la inundación, pero aque-lla vez sólo se hubieran minimiza-do un poco los efectos. ¿Los puentesfueron un problema? No porque el

agua pasó por encima de ellos».En Llodio, Bermeo o Basauri vi-

vieron de forma más dramática lasinundaciones «fundamentalmenteporque en esos sitios llovió más queen Getxo o en Barakaldo». A partirde aquí, se pueden empezar a bus-

car otros ‘culpables’. «Había puntosmuy presionados, como Basauri oLa Peña, con casas encima del río,y túneles como el del Artigas, quese obstruyó porque del monte caye-ron árboles, piedras y barro que lotaponaron». Pero aunque el cauceno hubiera sido tan estrecho en Bil-bao ni se hubiese atascado el túneldel Artigas, «la magnitud del pro-blema y el nivel de inundación hu-biera sido muy similar».

No ocurrió así en las lluvias delpasado 1 de junio. En este caso, lasobras ejecutadas a raíz de «la aler-ta» de las inundaciones de 1983 sehan demostrado garantistas. «En LaPeña se modificó el cauce para dar-le mayor anchura y alejarlo de lascasas, se mejoraron las galerías sub-terráneas del subsuelo de Bilbao, seencauzó el Nervión en Arrigorria-ga, Miraballes, Llodio y Etxebarri.Se actuó en el Artigas...».

Trabajos que tienen su continua-ción en el próximo encauzamientodel Nervión y el Ibaizabal, en Basau-ri y Galdakao, y del Butrón, en Mun-gia. En Bilbao la apertura del Canalde Deusto y un colector gigante mi-nimizará el riesgo de inundación enel futuro. Pero que nadie se engañe,«si viene otra como la del 83, segui-remos teniendo problemas».

Expertos coincidenen que la trombaque arrasó puentesy carreteras eraimposible de frenar

Unas infraestructuras deficientes

ANEGADO. El Portal de Zamudio amaneció con árboles atravesados y toneladas de escombros. / J. MESANZA

En La Peña semodificó el cauce paradarle más anchura yalejarlo de las casas

Qué ocurrió y qué se ha hecho

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La tragedia que cerró una ép

Marino Montero:«Siempre sobrabanvoluntarios»

F «El actual relaciones públi-cas del Café Iruña y LaGranja organizaba el repar-to de voluntarios desde lasescalinatas del Ayuntamien-to. «Todos curraban comoleones, pero siempre conuna cara de alegría», re-cuerda Montero. Aquellosdías se vivió un gran dra-ma pero también «unaenorme satisfacción por-que siempre sobraba gen-te dispuesta a ayudar».

Ibón Areso:«Se destruyeron unmontón de empleos»

F «La imagen muestra un Cas-co Viejo arrasado, y tambiénuna de las principales loco-motoras de su vitalidad co-mercial. Un montón de pues-tos de trabajo fueron des-truidos durante un impor-tante periodo de tiempo,pero el deseo de supera-ción de esta tragedia fueel punto de partida de unenorme esfuerzo de soli-daridad y reconstrucciónde la villa», relata el edil másveterano de Bilbao.

Imágenes para el recuerdo

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poca

Alfonso Mtez. Cearra:«Espíritu de hierroy revitalización»

F «En Bilbao, Llodio, Bermeo ytantos otros pueblos afecta-dos, se forjaron el espíritu dehierro y la capacidad de re-vitalización de la sociedadvasca, plasmada hoy en loselevados niveles de desarro-llo y calidad de vida. Tras 25años, resulta natural compa-rar la imagen de caos de lasvías levantadas y los vago-nes retorcidos con la felizrealidad actual del tranvía,el metro o el futuro tren dealta velocidad».

Javier Orduna:«Su rostro esel de la desolación»

F «La cara de ese hombre esel rostro de la desolación, elque se nos quedó a todosaquellos primeros momen-tos de incertidumbre en losque no sabíamos muy bienqué hacer. Es la imagen dela destrucción que vivió Bil-bao y, sobre todo, La Peñay El Peñascal donde, másque el agua y el barro, fue-ron las piedras de la cante-ra las que dejaron un esce-nario de total desolación.

Todas las imágenes. Galería de fotos en la sección multimedia de www.elcorreodigital.com

Imágenes para el recuerdo

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MARÍA JOSÉ TOMÉ

Dice que sus años de profesióncomo capitán de la Marina Mer-cante le sirvieron para gobernarcon pulso firme el timón de unaciudad a la deriva. José Luis Ro-bles era el alcalde de Bilbao cuan-do ocurrió la catástrofe y desde en-tonces está «orgulloso» de sus con-vecinos. «Mostraron una solidari-dad y capacidad de reacción ini-gualables».–¿Dónde estaba aquel 26 de agos-to?–En la plaza de toros, con el enton-ces concejal Julián Fernández. Lasnoticias sobre el mal tiempo eranmuy preocupantes. Dejamos todoy nos vinimos al Ayuntamiento. Ynos tocó pasar la noche negra, por-que llegaban las noticias cada vezmás catastróficas.–¿Qué imagen recuerda de estasprimeras horas?–Frente al Ayuntamiento estabaatracado el barco delos capitanes y veía-mos cómo las ama-rras estaban a puntode romperse. Mandéa Julián Fernándezsubir por la fabricade Etxebarria paraque cerrase el puen-te de La Salve pormiedo a que el barcochocase contra unode los pilares. Llega-ron a 200 metros y yano pudieron subir con el jeep.–Mala señal.–Había una sensación de tensión,de que algo gordo iba a ocurrir...Empezaban a bajar por la ría reci-pientes de gas de las fábricas dearriba y saltaban por encima delpuente. Una tensión terrible, que-rías hacer muchas cosas y...–Y no podían.–Al principio nos encontramos unpoco solos, porque algunos conce-jales estaban fuera y no podían en-trar en Bilbao. Estuvimos unostres días encerrados en el Ayun-tamiento. Cuando pudimos saliry ver la cuantía de las pérdidas...–¿Qué sintió?–Una tristeza inmensa porque, sialgo quiero es Bilbao, y sobre todosiendo su alcalde.–Y se calzó las botas katiuskas, seremangó la camisa y se echó a losbarrios.–Es que había que hacerlo. No pue-des quedarte en el despacho. Yofui la primera autoridad que en-tró en el Casco Viejo y la primeraque fue a Rekalde.–El panorama sería desolador.

–Ir al Peñascal, por ejemplo y verlos 300.000 metros cúbicos de pie-dras que habían caído, las casasdestrozadas, la gente contándomesus cuitas... Hubo momentos te-rribles. Cuando fui a La Peña, enZamakola ¡había montañas de co-ches! Y al entrar y ver a la gentereaccionar positivamente...–¿Respondieron bien?–Maravillosamente. Cuando espe-ras que todo sean reclamaciones,que todo sean quejas, la gente sevolvió enormemente positiva y sevolcó para colaborar en todo lo quese le pedía y superar la crisis. Mequedé con la sensación sumamen-te positiva de saber que goberna-ba un pueblo con una capacidadde reacción difícilmente iguala-ble.

Solidaridad–Y eso que la situación era muydura: no había agua, escaseabanlos alimentos... Como en la guerra.

–Pero enseguida seorganizó todo. Elagua, los avisos a lagente de que estabacontaminada, laapertura del colegiode los Jesuitas, de losEscolapios, la feria...Todo arreglado sobrela marcha, pero conla colaboración de-sinteresada de todoel mundo.–Las muestras de so-

lidaridad fueron incontables.–Lo que más me emocionó fue vera la Corporación totalmente unida,sin ideologías: era igual que fuesende UCD, que del Partido Socialista,de Euskadiko Ezkerra, de HB...–La cara negativa entre tanta soli-daridad fueron los casos de pillaje.–Pocas veces he llorado, pero lohice delante de la joyería Perodridel Casco Viejo, cuando vi a unosindividuos que intentaban robar.Pero fue una minoría tan escasaque quedó sobradamente compen-sada con la conducta ejemplar dela mayoría.–«Tras esta catástrofe, haremosentre todos un Bilbao más lógico»,auguró entonces.–Y así ha sido. Todas las zonasafectadas estaban muy degrada-das por años de abandono: LaPeña, Rekalde, el Casco Viejo...Todo cambió a mejor. Cuando aho-ra hablamos de todo lo que se estáhaciendo con la renovación deAbandoibarra, Amezola... Hay quepensar que la verdadera recupe-ración de Bilbao comenzó enton-ces.

Entrevista que José LuisRobles, el alcalde de lasinundaciones, ofrecióa los 20 años de la tragedia

«Entonces empezó la verdadera

Aquel viernes de agosto de 1983,Iñaki Azkuna salió de casa «co-rriendo» con el agua hasta la rodi-lla «y unos pantalones azul mari-no, lo recuerdo perfectamente, lle-nos de barro».–Usted era entonces director gene-ral de Osakidetza.–Nos dirigimos al Gobierno Ci-

vil, donde el lehendakari reunióa todos los cargos públicos quepudo. Osakidetza tuvo que tomarinmediatamente una serie de de-cisiones importantes, sobre todopor el agua. Me acuerdo muybien porque tuve una bronca me-morable con el alcalde Robles.Nos lo hemos recordado siempre.En los últimos años él me decía:«Tú eres de los míos, con el mis-

mo carácter que yo’; y yo le con-testaba ‘sí, pero me colgaste unavez el teléfono’».–¿Qué pasó?–Parece ser que el difunto LópezMerino (concejal socialista y mé-dico de profesión) vio el agua y dijoque se podía beber y nosotros vi-mos que era puro barro. Osakidet-za hizo unos análisis y dijimos queno, me acuerdo de que el alcalde

«Vamos a seguir insistiendo en las obraspendientes, aunque tarden diez años»

IÑAKI AZKUNA ALCALDE DE BILBAO

«Estuvimostres díasencerrados enel Consistorio»

«La capacidadde reacciónde la gente fueinigualable»

A PIE DE CALLE. El alcalde José Luis Robles, con katiuskas y en mangas de camisa, recorre el barrio de La

TERESA ABAJO

El análisis de los alcaldes

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inundaciones 25 añosEL CORREODOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008

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regeneración»El 26 de agosto de 1983, José Ma-ría Gorordo estaba en Oslo, enfunciones de director de laCámara de Comercio.«Nos enteramos y vi-nimos al día siguien-te», recuerda. Loque se encontraroniba más allá de lasdramáticas imáge-nes de la televisión. Enlas calles arrasadas y lle-nas de barro había gente quelo había perdido todo.

La Cámara puso en marcha unequipo de apoyo a los pequeñoscomercios y la hostelería «con eldifunto Pepe de la Rosa al fren-te». Recorrieron los locales don-de el agua había alcanzado tres

metros de altura e hicieron mu-chas fotos. «Trabajamos bastan-

te tiempo. Les acompaña-mos y les ofrecimos

orientación y aseso-ramiento en temasfiscales».

Cuando fue ele-gido alcalde, el

Consistorio tenía«12.000 millones de

pesetas de endeuda-miento». Le tocó inaugurar

la remozada biblioteca de Bide-barrieta y la corta de La Peña, laobra más importante que deja-ron en herencia las riadas. Se ale-jó del barrio el cauce que habíasembrado la tragedia y se entre-gó a losvecinos «un gran parque».

«Trabajamos con loscomerciantes y hosteleros»

JOSÉ MARÍA GORORDO ALCALDE 1987-1990

Mucho antes de ser alcalde, BetiDuñabeitia presidió la asocia-ción de comerciantes del Cas-co Viejo. «Desde 1945 trabajé enla tienda de mi abuelo, de artí-culos de regalo», relata. Cuan-do interrumpió sus va-caciones en agostode 1983, lo prime-ro que hizo fueacudir al estable-cimiento fami-liar, que estaba«totalmente arra-sado. Troncos, ba-rro...». Era su prime-ra legislatura como con-cejal –llevaba el área de Bienes-tar Social– «y le dije al alcaldeRobles que había mucha desor-ganización en el Casco Viejo.

Me preguntó ¿te encargaríastú? y yo le contesté ‘con unacondición: plenos poderes’».

Lo primero era retirar conpalas «todo lo que había por lacalle» y prevenir infecciones.

Tiraron todas las botellasy comestibles que ha-

bían estado debajodel barro, aunquelos envases pare-cieran intactos.«En el mercado de

La Ribera, a algu-nos soldados los te-

nían que sacar en cami-lla, porque no soportaban

el hedor». Lo único bueno deaquellos días fue «la colabora-ción de la gente, que se portóde forma increíble».

«José Luis Robles me pusoal frente del Casco Viejo»

BETI DUÑABEITIA 1990-1991

Tenía entradas para el teatro el5 de agosto, pero no llegó. Aque-lla noche «fue el horror». Le cos-tó «un triunfo» llegar aBilbao desde Plentzia,donde veranea, «porcaminos insospe-chados» y en Deus-to no pudo entraren el garaje. Fue acasa de sus padres«y estaban sin luz». Éltrabajaba como subdi-rector regional del Banco deVizcaya. Visitó el Casco Viejo ymantuvo reuniones con el Ayun-tamiento «para hablar de crédi-tos y ayudas». Entonces no se

imaginaba que pronto le tocaríasentarse al otro lado de la mesa.Ningún alcalde puede perder de

vista la ría. «Trabajamosen la canalización de

ambas márgenespara la recogida deaguas residuales»,y cuando se cons-truyeron los túne-

les del metro en elCasco Viejo hubo

que hacer cimentacio-nes especiales «porque el

cauce era muy frágil». «Se mequedó en el tintero la aperturadel canal de Deusto», recuerda eleurodiputado.

«Se me quedó en el tinteroel canal de Deusto»

JOSU ORTUONDO 1991-1999

me puso pringando. Es normal queestuviera nervioso porque él diri-gió la batalla de Bilbao, pero noso-tros tomamos otras decisio-nes y con el agua de Bil-bao fuimos tajantes,creo que teníamos ra-zón. Recordaré todala vida aquella bron-ca, y fíjate que me hellevado bien con JoséLuis Robles.–¿Cuál fue la lección de lasinundaciones?–Yo creo que nos hizo darnoscuenta de las carencias enormesde la ciudad en todos los senti-

dos. Eso y la crisis económica.Era un modelo agotado y ahí todo

el mundo empezó a pensar quehabía que darle la vuelta

al calcetín. El nuevoPlan General lo poneen marcha Robles.–¿La ciudad estáprotegida ante otraposible riada?

–Ante una inunda-ción de ese calibre,

no estamos protegidos.Mejorará la ciudad en cuan-

to se haga la apertura del canal,creo que empezará en 2010, y lootro son palabras mayores. El de-

sagüe de La Peña a Olabeaga esuna obra de interés general, y portanto estatal. Ahora, ¿cuándo seva a hacer?–25 años después de las inunda-ciones no hay fecha.–Alguien ha dicho que no es lasolución. Yo conozco los estudiosque hizo la Diputación sobre elcanal y el túnel, que costará...–¿Insistirán para que se ejecutenlas obras pendientes?–Evidentemente, si el túnel es lamedida adecuada y está aproba-do que es de interés general, quese haga. Si tardan diez años, diezaños. Eso no es hacer una plaza.

Peña en compañía de Garaikoetxea para evaluar el alcance de los destrozos. / MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

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inundaciones 25 años EL CORREODOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008

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ESTIBALIZ SANTAMARÍA

Nadie esperaba un desastre seme-jante. Los servicios sanitarios tam-poco, pero los médicos municipa-les y los hospitales demostraron lasuficiente cintura para solventarlas primeras horas de crisis, aten-der a cientos de heridos –muchos,incomunicados– y dominar las epi-demias y amenazas para la saludpública que implicaba el contactocon barro y materiales descom-puestos.

Javier Orduna era médico muni-cipal de Bilbao en agosto del 83. Pasólos días de fiesta que pudieron ce-lebrarse en un hospital de campa-ña en El Arenal para atender cual-quier incidencia, pero su cometidodio un giro con la misma brusque-dad con la que la corriente se llevósu improvisada consulta. La riadalo asoló todo «y llegó el caos. No te-níamos experiencia en algo seme-jante, no había un plan organizado,así que trabajamos a impulsos re-clutando a todo el personal posible».

En Bilbao, al margen del hospi-tal, sólo se salvaron del agua los

cuartos de socorro de Otxakoaga ydel Ensanche «y allí prestamos losprimeros auxilios a los heridos que,en su mayoría, eran voluntarios».Había zonas aisladas por montañasde barro y piedras, sobre todo, ElPeñascal y La Peña, «así que mon-tamos gabinetes médicos en las es-cuelas públicas de ambos barrios».«Lo fundamental fue cuidar a losvoluntarios y a los soldados porquese cortaban, se pinchaban... Pusi-mos cientos de vacunas del tétanos».

Su trabajo a destajo tenía una se-gunda vertiente: controlar que to-dos los alimentos inundados se de-secharan y hacer desaparecer de lavía pública las materias que se des-componían a causa del calor y la hu-medad. «Había tiendas de alimen-tación, almacenes, etc. sepultadaspor el barro y las piedras. Inclusoanimales muertos, y esto era unafuente de enfermedades, así que hi-cimos un agujero en El Peñascalcon una pala del Ejército y lo ente-rramos todo en cal viva». Temieronpor el barro seco que se acumulaba«y se pensó en vacunar contra el ti-fus, pero sólo fue necesario es casos

concretos», recuerda Orduna.Mientras ellos trabajaban en la

calle, cientos de médicos permane-cían atrincherados en Basurto. Al-

gunas guardias se prolongaron has-ta 72 horas porque quien debía re-levarles estaba incomunicado y nopudo llegar a su puesto. El doctor

Ricardo Franco tuvo guardia la ma-ñana siguiente al desastre. «No sa-bía qué iba a encontrarme y, ade-más, tuve que negociar con los guar-dias que me dejaran llegar a Basur-to porque tenía que cruzar el puen-te de Deusto y estaba cortado». Enel hospital «había incertidumbre–no sabíamos qué estaba pasando–,pero no problemas asistenciales».

Las ambulancias llegaban concortes, golpes y «personas conshocks psíquicos que habían vivi-do situaciones traumáticas». Segúnel doctor Franco, «desgraciadamen-te, en esos casos hay más muertosque heridos. No tuvimos ningunaavalancha, y el hospital estaba bienabastecido con depósitos de agua ygrupos electrógenos». De hecho, al-guno aprovechó para llevarse algu-na bolsa de suero a casa porque pordel grifo sólo salía barro.

Varios equipos sanitarios traba-jaron también fuera de Basurto. Al-gunos se desplazaron en helicópte-ro a Bermeo, que permanecía total-mente incomunicado, y llegaron aatender un parto en un domiciliode Zamakola, aislado entre piedras.Uno de los momentos más tensosfue la llegada a urgencias de un gru-po de enfermos mentales. «El psi-quiátrico de Bermeo había organi-zado una excursión a Bilbao, les pi-lló la riada y no pudieron volver, asíque plantaron el autobús en el hos-pital porque ni tenían medicación,ni sabían qué debía tomar cada en-fermo», recuerda Franco. El hospi-tal no podía alojarles, así que dur-mieron en el autobús. Cuando porfin terminó su guardia, RicardoFranco fue derecho al Casco Viejo.«Me quedé espeluznado».

Medicina de campañaGARELLANO. Una mujer amamanta a su bebé en el espacio para refugiados levantado en el antiguo campo de fútbol. / JOSÉ LUIS NOCITO

Los hospitales y los médicosmunicipales se coordinaronpara atajar el caos sanitario

MASCARILLAS. Voluntarios se protegen. / MIGUEL ÁNGEL GONZÁLEZ

DRAMA. Vecinos trasladan un cadáver envuelto en mantas.

El problema de salud pública

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E. SANTAMARÍA

Quienes le conocieron aún se emo-cionan al recordarle, aunque enrealidad nadie sabe quién era ‘Elmadriles’, el único fallecido du-rante la riada en el centro de Bil-bao. Ni su nombre, ni su proceden-cia, ni su pasado. Un halo de mis-terio rodeaba a este vendedor decartones que hizo de las Siete Ca-lles su hogar y se convirtió en le-yenda al morir mientras dormíaen un portal del Casco Viejo. Suslargas charlas con todo ‘chiquite-ro’ que se preciara le convirtieronen uno de los personajes más en-trañables de la villa en la décadade los 70. Nadie sabe por qué, perole conocían como ‘El madriles’, «ypara nosotros, que éramos unosjovencitos y aún creíamos que unmundo mejor era posible, él eraun ejemplo porque a sus años se-guía creyendo en ello», rememo-ra Marino Montero, relaciones pú-blicas del Iruña y La Granja.

Su recuerdo está ligado a un an-tiguo carrito con el que recogíacartones en el mercado de La Ri-bera para venderlos después. «Noera un pedigüeño. Se ganaba asíla vida que él quería vivir y algu-na vez, incluso intentaba pagar-nos un ‘pote’». Aceptaba invitacio-nes en los bares de Barrencalle yArtecalle, y también los regalosde sus conocidos del mercado dela Ribera, que le ayudaban a sa-ciar el hambre de vez en cuando.«Formaba parte de nuestra vidacotidiana, pese a que no sabíamosquién era», cuenta Montero. «Secomentaba que era sobrino de Pa-blo Iglesias y que fue diputado du-rante la Segunda República, peroél nunca contaba batallitas. Másbien, ‘filosofadas etílicas’».

E«Se ‘enrollaba’ con todo elmundo y tenía un dominio increí-ble del vocabulario. Se notaba queera un tío instruido». Su única fo-bia era el funcionariado. Monterorecuerda que «era un ‘rojeras’ con-vencido, casi anarquista, y echa-ba pestes de los funcionarios por-que creía que vendían su vida porun plato de lentejas». Su muerte«omántica y silenciosa» contribu-yó a aumentar su mito. «Supongoque tuvo una noche de fiesta com-plicada, como todos nosotros, y lepilló el agua. Lo encontró un com-parsero de Txomin Barullo». lacomparsa Pinpilinpauxa planeóorganizarle un homenaje tras sumuerte, «pero todavía se lo debe-mos». La intención sigue en pie«porque quienes le conocimos aúnnos emociona su recuerdo y eraun tío feliz, un idealista».

La corrientese llevó a unode los personajesmás chirenes delBilbao de los 70

La leyenda de ‘El Madriles’

PARA EL RECUERDO. ‘El Madriles’ fue el único fallecido durante la riada en el centro de Bilbao.

Una tragedia anónima

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MUECA TRÁGICA. Marijaia muestra las huellas del drama. Aquel año, las inundaciones dieron al traste con las fiestas. No fue lo único que arruinaron. / JAVIER HERNANDO

Marijaia perdió la sonrisaFiestas suspendidas

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JON MAYORA BILBAO

Niños y mayores vieron cómo Ma-rijaia perdía su sonrisa cinco añosdespués de salir de los talleres desu creadora, la artista Mari PuriHerrero. El símbolo de la fiesta lle-vaba apenas un lustro inundandode color y alegría las calles de Bil-bao. La riada no la respetó. Cuan-do las aguas volvieron a su cauce,apareció empotrada en el kiosko deEl Arenal. Era –y sigue siendo– elicono de la alegría bilbaína, de unasfiestas que en 1983 contaron con unainvitada no deseada en su progra-ma. Una invitada que se adueñó dela situación y no permitió siquierasuspender los festejos con el tradi-cional ‘Por orden del Señor Alcal-de...’ La riada fue jueza y ejecuto-ra: arrasó con todo.

«Nadie pensaba que iba a pasarlo que pasó», recuerda Luis Fuen-te, de la comparsa Hontza. «Poraquel entonces la Comisión de Fies-tas nos reuníamos todos los días enun reservado del restaurante Man-doya. Las cosas iban más o menoscomo siempre», rememora AndoniOlivares, que pocos meses antes sehabía estrenado como programa-dor en el Ayuntamiento de Bilbao.«Fue una semana lluviosa, pareci-da a la del pasado año, salvando lasdistancias. El primer aviso llegócuando estábamos comiendo». Fuela Policía Municipal la que alertóde la gravedad de la situación. «Sa-limos del restaurante, y vimos cómo

se desbordaba la ría a la altura delmercado de La Ribera. El ‘agüilla’no tardó en llegar hasta donde es-tábamos nosotros. Nos aseguraronque la cosa iba a ser gorda y empe-zamos a desalojar el recinto ferial»,dice todavía estremecido.

Mientras, en las txoznas, la fies-ta continuaba. Horas antes de quela riada se llevara por delante todolo que encontró a su paso, el aguano asustaba. «Seguíamos con la fan-farria haciendo risas de cómo llo-vía», recuerda Leonero Bilbao,miembro de Txomin Barullo, com-parsa que en 1978 ganó el concursoconvocado por el Ayuntamiento pararevitalizar la Aste Nagusia. «¡Nosreíamos de que el agua llegase al to-billo, fíjate! Pero cuando comproba-mos que seguía subiendo y que noscubría ya la rodilla fue un auténti-co: ¡Salvemos lo que podamos!».

«La gente se lo tomó a chufla –re-cuerda Jose Mari Amantes, de lacomparsa Moskotarrak–. Nuestratxozna, al igual que el resto, era demecanotubo. Tenía unos jamonescolgados entre helechos, a modo de‘baserri’. La gente que si ji ji, jaja...» Hasta que llegó el agua y sellevó el ‘ibérico’.

«¡Salva lo que puedas!»Entonces todo cambió. La tragediase reveló en toda su magnitud encuestión de minutos. «Pasamos dela risa a la colaboración, sin apenastránsito. De un ¡salvemos lo que po-damos! a un apoyo incondicional a

vecinos y comerciantes del CascoViejo. «Bajamos al día siguiente conla intención de organizar la com-parsa y la txozna... hasta que com-probamos cómo estaba el Casco Vie-jo –explica Leonor Bilbao–. La dis-posición fue extraordinaria por par-te de todo el mundo».

«Necesitamos ocho, diez, cator-ce horas» para calcular la dimen-sión de lo ocurrido, añade Leonor.25 años después, el recuerdo que sesobrepone a todos los demás es la«emoción del momento, la respues-ta excepcional de la gente». «Nospusimos manos a la obra, sin per-der tiempo. Cogimos lo que pudi-mos y de donde pudimos, y duran-te tres días, sin herramientas o conellas, trabajamos sin parar para ayu-

dar a toda aquella gente que se ha-bía quedado sin nada». Las txoznastambién sufrieron importantes pér-didas. «Nos pilló en el peor momen-to, con la despensa llena y abasteci-da para hacer frente al segundo fin

de semana festivo», añade el com-parsero de Moskotorrak.

La experiencia adquirida por lascomparsas como movimiento aso-ciativo les convirtió en pieza clavea la hora de iniciar las labores deayuda. «Estábamos organizados yen Bilbao, porque mucha gente con-tinuaba de vacaciones», explica JoséMaría Amantes. No existió un ban-do, un ‘Por orden del Señor Alcal-de...’ pero a los pocos días sí quehubo un agradecimiento del máxi-mo edil. José Luis Robles mostró suorgullo por la actuación de las com-parsas. «Dejaron todo, a pesar de te-ner sus cosas en peligro, para po-nerse a las órdenes del alcalde», de-claraba a EL CORREO, cinco díasdespués de la catástrofe.

Las comparsas, bregadas comomovimiento asociativo, fueronlas primeras en reaccionar

GROUCHO, SUPERVIVIENTE. El Nervión provocó imágenes dantescas, como ésta de la txosna de Txomin Barullo destartalada junto al Arriaga. / JAVIER MESANZA

La riada arrastrólos jamones que habíacolgados en la txosnade ‘Moskotarrak’

«Ya ha pasadoun cuarto de siglo,pero jamás olvidaré larespuesta de la gente»

EMPEZAR DE CERO. La marea destrozó la ropa de hogar del comercio Landa, en Correo, 8.

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ANDER CARAZO

«Nos dimos cuenta que esto iba enserio cuando vimos que la ríaarrastraba cerdos y contenedoresde camión». Marcos Fernández es-taba en Atxuri y no daba crédito alo que veían sus ojos. Al subir ha-cia el Casco Viejo, la tragedia legolpeó con toda su intensidad.Frente a la iglesia de San Antón,un camión de bomberos con la es-calera extendida trataba de salvara alguien que se encontraba en lacasa cural.

La persona que esperaba allí aser rescatada era Iñaki Aurtene-che, el coadjutor de la iglesia. Ha-bía llegado hasta aquella ventanatras permanecer atrapado duran-te nueve horas subido a una esca-lera, literalmente «con el agua alcuello». Don Iñaki se había que-

dado encerrado en el templo albloquearse la el acceso al piso. «Laría se tragó una de las puertas deSan Antón», relata el sacerdote,mientras rememora con horrorcómo el agua arramblaba con elmobiliario urbano y con todo loque guardaba en su interior elsantuario.

Marcos podía ver desde su ata-laya el mercado de La Ribera con-vertido en una especie de barco –elagua alcanzó en ese punto los ochometros de altura– y cómo el nego-cio de sus tías, que él ahora regen-ta, «se lo había tragado la ría». Laspérdidas fueron tan grandes quetardaron ocho meses en reabrir loscomercios de la plaza de abastos.

Cerca de allí, en la Bilbioteca deBidebarrieta, Bilbao estuvo a pun-to de perder uno de sus patrimo-nios más importantes: su carta fun-

dacional. Ésta finalmente se salvópor cuestión de centímetros; sumarco colgaba de un lugar alto.

Si el mercado parecía un barco,el Arriaga era una isla. La granavenida de agua se estrellaba con-tra el puente de El Arenal, conver-tido de pronto en una presa. «Lacafetería estaba llena de gente aconsecuencia de la Aste Nagusiay la lluvia», relata Miguel Calle,encargado del establecimiento si-tuado donde hoy están las escali-natas del teatro. El agua superó elprimer piso y destruyó todos loscomercios que albergaba el edifi-cio, pero el teatro en sí no sufriódaño alguno al hallarse en el se-gundo piso yestar en aquel momen-to cerrado por reforma.

Cara y cruzAquel dique amortiguaba la fuer-za del agua y contribuyó en granmedida a que se salvara la iglesiade San Nicolás. Aun así, cada pal-mo de sus muros recuerda lo quesucedió aquel día. El depósito decarburante para la calefacción re-

El Nervión se llevó por delante todo lo que encontró en el camino.Todavía guarda en su fondo tesoros arrebatados a la ciudad

DESTROZOS. La tromba desdibujó el paisaje urbano.

Patrimonio de la ciudad destruido

IMPETUOSO. La avalancha de agua barrió la pasarela del Conde de Mirasol. Comercios, portales, vehículos... Todo quedó sumergido y a merced de la corriente. Los bilbaínos

Lo que laría se llevó

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«La corriente se tragóuna de las puertas deSan Antón», apunta elque era su coadjutor

Muchas fueron «las heri-das» que sufrió el desapa-recido puente del tranvíade La Peña hasta el trági-co momento de su des-trucción definitiva en1983. Sobrevivió a vola-duras en 1937 y a la riadade 1953. Sin embargo, yaanciano, con muchas ci-catrices del pasado, suviejo esqueleto no logrósoportar las inundacio-nes del 26 de agosto de1983.

Ese día, el barrio de LaPeña perdía algo más queuna estructura barridapor la fuerza del caucedel Nervión, perdía tam-bién una obra que situóa Bilbao a la vanguardiade la innovación cons-tructiva, y que por su ca-rácter funcional forma-ba parte de la vida de losvecinos de este barrio.

La misma suerte co-rrió el puente de Eran-dio-Lutxana, de vital im-portancia para la comu-nicación entre la capitalvizcaína y los barrios dela margen derecha, asícomo de Plentzia y Gor-liz. Durante los 150 añosque resistió en pie, tresfueron las veces que tuvoque ser reconstruido.Unavez derrumbado, narra-ba a través de las capasla que había sido su his-toria.

Ría y verdugoSus primeros sinsaboresse remontan a las gue-rras carlistas con ocasióndel sitio de Bilbao por lastropas de Zumalacárre-gui; el segundo golpe loencajó como pudo duran-te la Guerra Civil; y eltercero –y definitivo–, elque desató la furia delNervión en las inunda-ciones del 83. Según in-formó ese mismo año eldirector de la AutoridadPortuaria, la causa de sudesplome fue el tapona-miento producido porviejas embarcaciones.Obstruyeron la salida delagua y provocaron el des-bordamiento y posteriorrotura del puente.

Estos dos puentes nun-ca tuvieron mucho en co-mún, más allá de su co-metido, aunque el desti-no les deparaba la mismasuerte. La que había sidosu razón de ser, la quejustificó su construcción,la ría, acabó aquel agos-to negro por convertirseen su verdugo.

Puentespara elrecuerdo

SARA ORTEGA

jamás habían sido testigos de tal grado de destrucción. / JAVIER MESANZA

ABANDO. El agua se derrama desde la estación de trenes. / JOSÉ LUIS DE LA MAZA

ventó y todavía hoy los muebles dela sacristía siguen mostrando man-chas negras. «Hemos pasado me-ses limpiando la suciedad y secan-do los libros, pero todavía quedanrastros», admitía en 1983 el párro-co, Fernando Ayala, mientras en-señaba los registros bautismalescon la tinta corrida.

Peor suerte suerte corrió el con-vento de las Siervas de María, enCampo Volantín, que tuvo que serderruido tres años más tarde a con-secuencia de los daños estructura-les que había ocasionado la catás-trofe. Las treinta hermanas sobre-vivieron durante dos días en el se-gundo piso del inmueble a base decacahuetes y chocolate. Cuando fi-nalmente bajó el nivel de las aguas,comenzaron las labores de limpie-za ayudadas de los voluntarios.

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MARÍA REGO

Calles llenas de zapatos, perfumes,libros, telas o latas de comida ba-ñadas en lodo, inservibles e irre-cuperables. La imagen del CascoViejo convertido en un contene-dor de mercancías sin dueño haquedado como un recuerdo imbo-rrable para los comerciantes quevieron sus negocios hundirse bajoel agua. Sin embargo, la rabia con-tenida por una situación que na-die podía prever hizo que «no ti-

ráramos la toalla y fueron muypocos los que cerraron sus tien-das», reconoce Alberto Eguía, pro-pietario de Calzados Otazua. Estehombre jamás pensó en echar lapersiana de las dos tiendas queposeía en la zona arrasada –en Co-rreo y Artekale– y de las que hoyhabla con el orgullo de quien hasuperado una gran catástrofe.«Fue como quedarnos entre el cie-lo y la tierra», comenta mirandohacia el cristal del escaparate quehace 25 años reventó la riada.

El expositor que María Ánge-les Torre poseía en su local deTendería amaneció invadido porel mostrador de mármol que lafuerza del agua había logradoarrancar del interior de la tienda.La dueña de la Droguería Juan seencontraba en Sopelana cuandocomenzaron las fuertes lluvias y«con las carreteras cortadas y elpueblo aislado, no conseguí llegara Bilbao hasta el domingo». Fueentonces cuando encontró el gé-nero lleno de barro en la calle y

Comerciantes del mercadode La Ribera y del Casco Viejonecesitaron meses pararecuperarse de la riaday volver a la normalidad

Cerrados por reforma

DEVASTADOR. La corriente avanza imparable por el bilbaíno barrio de Rekalde. La fuerza del agua arrastró los coches, que aparecieron volcados a cientos de metros. El distrito

Golpe a la economía local

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pensó en «dejarlo todo, pero teníados hijos y había que comer». Aesta mujer le tocó, además, vivirlas inundaciones por partida do-ble pues su casa –situada justo en-cima del comercio– se vio tambiénen peligro. «Nos llegó el agua has-ta el balcón, es una pena que losbilletes del banco no flotaran has-ta allí», señala Amaia para des-pertar una sonrisa en su madre,que no puede evitar emocionarseal recuperar aquellos instantes desu memoria.

Contra las enfermedadesPero el agua no sólo se llevó losproductos de decenas de estable-cimientos. A algunos comercian-tes les robó incluso el recuerdo deuno de los días más importantesde su vida: «Tenía el reportaje fo-

tográfico de mi boda en la tiendapara enseñárselo a las clientas ydesapareció con las inundacio-nes», lamenta aún con nostalgiaSagrario Magallón, casi una re-cién casada en el verano de 1983.El álbum no se salvó, pero partede los artículos de la corseteríaDamas fueron rescatados por lashermanas Magallón –que habíanabierto su negocio en la calle Car-nicería Vieja tres meses antes dela riada– para regalárselos a quienlos necesitara. «Las piezas quequedaron bien después de lavar-las, las dimos a la gente conociday hubo quien las envió a Cuba»,explican. Alberto Eguía no tuvotanta suerte y tuvo que deshacer-se de todo el género porque «al es-tar manchado de lodo podía serun foco de muchísimas infeccio-

nes», advierte.La aparición de enfermedades

fue el gran miedo que se vivió enel mercado de La Ribera, el prin-cipal damnificado por encontrar-se justo a orillas de la enfurecidaría. «Lo peor se lo llevó la plantadel pescado», asegura Adolfo Bi-daurreta que, por aquel entonces,vendía fruta y verdura en uno delos puestos más antiguos del ter-cer piso. El agua no llegó hastaesa altura, pero los que trabaja-ban allí «nos cargamos de palas yempezamos a echar una mano aquien nos lo pidió», dice este hom-bre. Una de las que necesitó ayu-da fue Mari Carmen Bris, cuyo ne-gocio de pastas quedó cubierto debarro. «Estaba en Málaga de va-caciones y vi lo que había pasadopor la tele. Intenté volver en tren

y las vías estaban cortadas. Aun-que me hubiera pillado aquí, tam-poco podría haber hecho nada»,relata la vendedora.

Sólo por incendioEn las tareas de limpieza de loscomercios colaboró Juan Roke Le-gardón, que no olvida el «nausea-bundo olor» de los alimentos po-dridos. Este hombre se topó consituaciones casi surrealistasmientras echaba una mano en elbarrio de La Peña: «Un día entra-mos en una farmacia a por algúnproducto para desinfectarnos loscortes y nos encontramos que ha-bía mucho alcohol, pero del de be-ber, porque al lado había un bary el agua había arrastrado las bo-tellas de una tienda a otra», cuen-ta Legardón. Muchos de esos ne-

gocios tardaron más de medio añoen volver a abrir sus puertas. «Nopodían cobrar sus seguros por-que sólo cubrían los casos de in-cendio», aclaran las hermanasMagallón, que lograron reinau-gurar su local en tiempo récord:dos meses.

Inundaciones como las de 1983eran un desastre impensable enaquella época y una pesadilla enla que los comerciantes no quie-ren ni volver a pensar ahora. «Espara pasar página», insiste Torre,apoyada en el mostrador de su pe-queña perfumería. Ninguno igno-ra, sin embargo, que la amenazasigue estando ahí, al acecho: «He-mos avanzado mucho, pero alagua no la puede parar nadie»,avisan algunos de los protagonis-tas de la riada.

A DESTAJO. Una mujer saca cubos de agua de su negocio. La limpieza duró semanas.

MONTAÑA DE ESCOMBROS. La riada taponó la entrada de la calle Barrencalle Barrena. / EL CORREOtardó meses en levantar cabeza. / EL CORREO

Impacto de la tragedia. Vídeo en el especial de www.elcorreodigital.com

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inundaciones 25 años

EL CORREO DOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2008

JOSU GARCÍA

Antes de las inundaciones, Bilbaoera un gigante que se tambaleabapor los embates del paro y la de-sindustrialización. La tragedia deagosto de 1983 terminó por derri-bar al coloso y cubrirle de barrohasta el cuello. 25 años después deldesastre, la ciudad asiste orgullo-sa al remate de su dorada trans-formación: el metro, el Guggenhe-im, Abandoibarra, el saneamien-to de la ría... Dos de los expertosque trabajaron duro en la revita-lización de la villa explican los se-cretos de un proceso que permitióal gigante sacudirse sus escamasde lodo para hacer brillar su nue-va piel de titanio.

A Alfonso Martínez Cearra lasinundaciones le sorprendieron deregreso a Vizcaya desde Bilbao.«Volvía en autobús y nos pararonen Altube. Los viajeros pasamostoda la noche angustiados, escu-chando la radio», evoca. El que hasido durante y sigue siendo direc-tor general de Bilbao Metropoli-30,una de las entidades que más hatrabajado para regenerar la ciudad,no escatima en adjetivos para des-cribir el horror de aquel verano.«Fue un drama, un caos, un infier-no de agua y fango». Las pérdidasfueron enormes. El informe oficialde la Diputación cifró los daños en143.000 millones de pesetas de laépoca. Una fortuna.

«Veníamos de una situación muy

grave –recuerda–, porque el fran-quismo nos sumió en un atraso in-creíble. No teníamos ni infraestru-turas». Sin embargo, las inundacio-nes supusieron «tocar fondo». Lamisma opinión comparte PabloOtaola, que durante años dirigióBilbao Ría 2000, la sociedad creadapor las instituciones vascas y el Go-bierno central para transformar laestampa urbana de la capital viz-caína. «En cierto sentido, aquel epi-sodio supuso el inicio del gran cam-

bio», apunta el ahora gerente de laComisión Gestora de Zorrozaurre.

Se comenzó entonces a poner loscimientos de los proyectos estraté-gicos. «Y se hizo con mucho tientoy con las protestas de mucha gen-tes», recuerda Martínez Cearra.«¿Quién no protestó por el Guggen-heim, por ejemplo?», se preguntaOtaola. La sociedad bilbaína se re-sistía a los nuevos tiempos que di-bujaban un modelo de ciudad deservicios, alejado de la industriapesada que durante siglos habíasido sinónimo de pujanza.

El escepticismo reinaba. «Re-cuerdo que en 1993 –relata el ex di-rector general de Bilbao Ría 2000–

se organizó una exposición en elBellas Artes con las maquetas delos nuevos proyectos: el puerto, elmetro, el museo, ‘La Paloma’... A lagente le parecía fantasía».

Logros importantesA juicio del director general de Bil-bao Metropoli-30, el metro fue elcatalizador de una transformaciónque no necesitó de «excesivo» di-nero. Se calcula que la muda de Bil-bao ha costado 4.000 millones deeuros. «Consiguió dos cosas muyimportantes: promover los valoresde orgullo de pertenencia y comu-nidad, y dar crédito social a las ins-tituciones, porque los vecinos vie-ron que aquello funcionaba y quelos grandes proyectos eran facti-bles». Otaola suscribe las palabrasde su colega: «Logramos cambiarla mentalidad de la gente. Esa fuela clave de la regeneración y, sinduda, lo más bonito».

El Bilbao que emergió de las aguas se muestra hoy orgullosode su revitalización, por la que pagó 4.000 millones de euros

El titanio que surgió del lodo

Hace 25 años Bilbaoera un coloso que setambaleaba por el paroy la desindustrialización

«Logramos cambiarla mentalidad de lagente. Esa fue la clavede la regeneración»

ANTES...Y DESPUÉS. La zapatería Ayestarán, junto a la Plaza Nueva, totalmente anegada y con coches a la puerta. A la derecha, metamorfosis de Bidebarrieta / EFE