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CARLOS SAURA GARRE Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en donde habite la justicia. 2 PEDRO 3, 13 1

Esperando La Llegada Del Reino

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  • C A R L O S S A U R A G A R R E

    Pero esperamos, segn nos lo tiene

    prometido, nuevos cielos y nueva tierra,

    en donde habite la justicia.

    2 PEDRO 3, 13

    1

  • INTRODUCCIN

    En la predicacin de Jess se observa todo un programa de

    vida religiosa y comunitaria propio de una sociedad que espera

    un cambio drstico y urgente. Porque Jess habla del Reino-

    reinado de Dios como una transformacin total y subversiva de

    la sociedad en que vivan sus oyentes: los pobres seran sacia-

    dos, los que sufran hambre seran hartos; a los que haban ele-

    gido la pobreza se les dara en propiedad la tierra, quienes lu-

    charan por el reino recibiran una cuantiosa recompensa, no

    slo en la vida eterna, sino, tambin, en este mundo, as como

    quienes sufrieran persecucin por la justicia o a causa del

    Reino. Se trataba de una sociedad nueva, rica en solidaridad e

    igualdad, en la que el nico Rey a quien servir sera Dios.

    Pero nos encontramos con un problema previo: Jess no escri-

    bi absolutamente nada, ni lo hicieron tampoco sus seguidores

    ms allegados (puesto que las cartas atribuidas a Pedro, Santia-

    go, Judas y Juan, segn los expertos, no pueden ser de ellos, ni

    los evangelistas fueron testigos directos) y, por tanto no pode-

    mos conocer de primera mano el pensamiento del Maestro. Sin

    embargo, nadie duda de que Jess hablara de la proximidad del

    Reino. La transmisin oral originaria permiti que se plasma-

    ran en escritos, si no sus palabras textuales, s su pensamiento,

    sus ideas, sus inquietudes al respecto, y as se encuentran dise-

    minadas por casi todo el NT.

    Aqu se analizan los textos empezando por los ms antiguos

    (siguiendo una cronologa ms o menos aproximada, ya que

    carecemos de datos fiables y concretos respecto a fechas de

    redaccin). Se sigue esta cronologa tratando de demostrar que,

    efectivamente, la primitiva comunidad cristiana esperaba la

    inminente irrupcin del Reino de los Cielos.

    2

  • Cronologa:

    1-Las cartas a los Tesalonicenses, Filipenses y Corintios.

    2-El evangelio de Marcos y la Coleccin de Dichos.

    3-Textos exclusivos de Lucas

    4-Textos exclusivos de Mateo.

    5-Los escritos tardos: epstola a los Hebreos, cartas de Santia-

    go, 1 y 2

    Pedro, 1Juan, evangelio de Juan y Apocalipsis.

    3

  • - 1 -

    Las cartas a los Tesalonicenses, Filipenses y Corintios.

    La primera carta escrita por el apstol Pablo a la comunidad

    creyente de la ciudad de Tesalnica es, segn todos los autores,

    el documento ms antiguo del NT que ha llegado a nosotros.

    En ella, Pablo, entre otras cosas, les dice que ansiaba con ar-

    diente deseo ir a verlos, pero que no haba podido. Y aade:

    Pues, cul es nuestra esperanza, nuestro, gozo, la co-

    rona de la que nos sentiremos orgullosos ante nuestro

    Seor Jess en su Venida, sino vosotros? (1Tes 2, 19).

    Pablo podra haber dicho que se sentira orgulloso de ellos

    cuando, tras su muerte, estuviese en la presencia del Seor,

    pero afirma claramente que ser cuando Jess venga, mientras

    l est an con vida. Y est claro que esa era su intencin por-

    que poco despus les informa:

    Os decimos esto como Palabra del Seor: Nosotros, los

    que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Se-

    or no nos adelantaremos a los que murieron. El Seor

    mismo, a la orden dada por la voz de un arcngel y por

    la trompeta de Dios, bajar del cielo, y los que murie-

    ron en Cristo resucitarn en primer lugar. Despus no-

    sotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos

    arrebatados en nubes junto con ellos, al encuentro del

    Seor en los aires (1Tes 4, 15-17).

    Para comprender mejor estas palabras, recordemos que Pablo

    haba enviado a la comunidad de Tesalnica a su amigo Timo-

    teo, quien le trajo noticias de ella. Entre otras cosas, Timoteo

    debi hablarle a Pablo de las dudas que encontr entre los cris-

    tianos acerca del destino de los difuntos de la comunidad. Estas

    inquietudes resultaban lgicas: si la venida de Jess en su

    4

  • Reino era inminente, quedaban excluidos los difuntos de la

    salvacin? Pablo da la respuesta que hemos trascrito (aunque

    es sorprendente que no les hubiese hablado antes de la resu-

    rreccin de los muertos). Pero lo que est claro es que les preo-

    cupaba esa llegada triunfante. A continuacin les dice:

    En lo que se refiere al tiempo y al momento, no tenis

    necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabis

    perfectamente que el Da del Seor ha de venir como

    un ladrn en la noche. Cuando digan: "Paz y seguri-

    dad", entonces mismo, de repente, vendr sobre ellos la

    ruina, como los dolores de parto a la que est encinta

    (1Tes 5,1-3)

    (Recordemos a Mc 13,8 y Mt 24,8: esto ser el comienzo de los

    dolores de alumbramiento, hablando de los signos que precede-

    rn a la venida de Jess).

    En este ltimo texto parece como si Pablo "retrasara" delibera-

    damente la Parusa, pero en realidad slo est informando de

    que no sabe, ni l ni nadie, en qu momento preciso tendr lu-

    gar. Pero toda la carta est diciendo claramente que ellos, los

    cristianos de Tesalnica, vern la llegada de Jess:

    Que l fortalezca vuestros corazones en una santidad

    sin tacha ante Dios, nuestro Padre, para cuando venga

    Jess, nuestro Seor, con todos los suyos (3, 13).

    Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del da; no

    sois hijos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no

    nos echemos a dormir como los otros, sino estemos

    alertas y seamos sobrios (5, 5-6).

    Para qu estar alertas si Jess iba a tardar siglos en llegar y

    ellos moriran antes de esa llegada?

    La segunda carta a los tesalonicenses parece contradecir lo que

    Pablo haba dicho en la primera:

    5

  • Por lo que respecta a la Venida de nuestro Seor Jesu-

    cristo y a nuestra reunin con l, os rogamos, herma-

    nos, que no os dejis alterar tan fcilmente en vuestros

    nimos, ni os alarmis por alguna manifestacin prof-

    tica, por algunas palabras o por alguna carta presen-

    tada como nuestra, que os hagan suponer que est in-

    minente el Da del Seor. Que nadie os engae de nin-

    guna manera. (2Tes 2, 1-3).

    Esta frase parece ir dirigida contra la primera epstola, pero el

    caso es que la primera no ofrece dudas respecto a su autentici-

    dad, por lo que los entendidos han llegado a la conclusin de

    que es esta segunda la que no fue escrita por Pablo. Adems de

    esta contradiccin, encontramos en ella varios paralelos con la

    primera, como si hubiese sido "copiada" para introducir las

    modificaciones que hemos visto. Adems, 2Tes introduce va-

    rios elementos totalmente desconocidos en la correspondencia

    de Pablo. A continuacin, de la frase que acabamos de trans-

    cribir, el autor de esta carta habla de un "obstculo" (katejon)

    que "retiene" al Hombre impo, el Adversario, el Hijo de perdi-

    cin, una especie de anti-Dios. El Impo, bajo el influjo de Sa-

    tans, obrar toda clase de prodigios y maldades, y entonces

    vendr la apostasa general. Slo cuando aparezca esta aposta-

    sa, el Seor vendr con su Reino. Pero nadie sabe qu es el

    katejon, ni por qu retiene al Impo, ni cuando lo dejar mani-

    festarse.

    Pero a nosotros nos interesa no slo lo que dice Pablo, sino lo

    que pensaban los creyentes de la comunidad tesalonicense. Y a

    este respecto no tenemos ninguna duda: aquellos cristianos

    estaban "alterados" y "alarmados" porque esperaban la pronta

    llegada de Jess glorioso en su Reino, hasta el punto de que

    algunos haban dejado incluso de trabajar, porque, lgicamente,

    no vala la pena (2Tes habla de ellos en 3,6-15).

    Pero es el caso que en la misma 2Tes se encuentra una frase

    6

  • que da por supuesta esa proximidad. Pablo (o quienquiera que

    fuese el autor) est dando gracias por la forma en que la comu-

    nidad soporta ciertas persecuciones de que son o han sido obje-

    to. Entonces contina:

    Esto es seal del justo juicio de Dios, en el que seris

    declarados dignos del Reino de Dios, por cuya causa

    padecis. Porque es propio de la justicia de Dios el pa-

    gar con tribulacin a los que os atribulan, y a vosotros,

    los atribulados, con el descanso junto con nosotros,

    cuando el Seor Jess se revele desde el cielo con sus

    poderosos ngeles, y tome venganza de los que no co-

    nocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de

    nuestro Seor Jess. Estos sufrirn la pena de una rui-

    na eterna, alejados de la presencia de1 Seor y de la

    gloria de su poder, cuando venga en aquel Da a ser

    glorificado en sus santos. (2Tes 1, 5-10).

    Es decir: aquellas personas concretas que persiguen a los cris-

    tianos de Tesalnica recibirn el castigo que se merecen preci-

    samente cuando venga Jess en su Da. Como an no ha venido

    despus de dos mil aos habra que suponer que esos persegui-

    dores an no han sido castigados, en cuyo caso Pablo les min-

    ti. Pero si Pablo crea que ese Da estaba cerca, todo se expli-

    ca fcilmente.

    Las cartas a los cristianos de Filipos y de Corinto fueron tam-

    bin escritas muy tempranamente. Es posible que a finales de

    los cincuenta. Veamos cmo Pablo insiste en la cercana de la

    Venida:

    Estad siempre alegres en el Seor... Que vuestra bon-

    dad sea conocida de todos los hombres. El Seor est

    cerca.

    Y aade a continuacin:

    7

  • No os inquietis por cosa alguna; antes bien, en toda

    ocasin, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante

    la oraci6n y la splica. (Filipenses 4, 4-6)

    Y en la primera carta a los Corintios:

    Acerca de la virginidad, no tengo precepto del Seor.

    Doy, no obstante, un consejo...Entiendo que, a causa de

    la inminente necesidad, lo que conviene es quedarse

    como uno est. Ests ligado a una mujer? No busques

    la separaci6n. No ests ligado a mujer? No la busques

    (1Cor.7,25-27).

    Esta frase tiene sentido slo si se entiende la inminencia de la

    cercana del Reino. Si el Seor iba a llegar pronto, no vala la

    pena ni siquiera que los solteros se casasen ni que los casados

    mantuvieses relaciones sexuales:

    Os digo, pues, hermanos: el tiempo es corto. Por tanto,

    los que tengan mujer, vivan como si no la tuviesen

    (1Cor 7,29).

    La idea de que, cuando llegue Jess, algunos -o muchos- de los

    presentes, an estarn vivos, vuelve a aparecer ms adelante en

    la misma epstola:

    Del mismo modo que en Adn mueren todos, as tam-

    bin todos revivirn en Cristo. Pero cada cual en su

    rango: Cristo como primicias; luego, los de Cristo en

    su Venida... (1Cor 15, 22-23).

    Mirad! -exclama entusiasmado ms adelante- Os reve-

    lo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos

    transformados. En un instante, en un pestaear de ojos,

    al toque de la trompeta final, pues sonar la trompeta,

    los muertos resucitarn incorruptibles y nosotros sere-

    mos transformados. (1Cor 15, 51-5 2)

    En 2Cor, Pablo les seala claramente el "da de la salvacin"

    8

  • que ha llegado ahora:

    ... os exhortamos a que no recibis en vano la gracia de

    Dios.

    Pues dice l:

    En el tiempo favorable te escuch y en el da de la sal-

    vacin te ayud (referencia a Isaas 49,8) Mirad! Aho-

    ra es el tiempo favorable, ahora el da de salvaci6n

    (2Cor 6, 1-2).

    Pero respecto a Pablo existen an otros argumentos: la parque-

    dad organizativa de las primeras comunidades, que en modo

    alguno eran lglesia en el sentido institucional y jerrquico en

    que la entendemos hoy (para qu molestarse en organizar lo

    que iba a desaparecer pronto?), y su enrgica decisin de ir

    hasta los confines del Imperio, Espaa, como si le royese la

    urgencia de preparar un nmero de fieles suficientes que inau-

    gurara el reino mesinico sobre la tierra. Por otra parte, los ri-

    tos fundamentales de los primeros cristianos, bautismo y euca-

    rista, tenan un carcter eminentemente escatolgico (comenta

    Montserrat Torrents): el bautismo era la entrada en la comuni-

    dad de los que iban a ser salvados; la eucarista reproduca el

    memorial de la "marca" que identificara a los elegidos en el

    Da del Seor, cuya figura era la sangre del cordero pascual

    que sealaba las casas de los hebreos en Egipto:

    Cada vez que comis de ese pan y bebis de esa copa,

    proclamis la muerte el Seor hasta que venga (1Cor

    11, 26)

    9

  • - 2 -

    Evangelio de Marcos y la Coleccin de Dichos.

    Mateo y Lucas, cuando escribieron sus evangelios respectivos,

    tuvieron delante al de Marcos, pero tambin un documento que

    los especialistas llaman Coleccin de Dichos, o simplemente Q

    (del alemn Quelle, que significa "fuente", aqu en el sentido

    de documento que sirve de base a otro).

    Q y Mc son documentos tan antiguos como 1Tesalonicenses.

    Los vamos a transcribir conjuntamente, ya que est claro que

    se complementan. Al hacerlo, y puesto que la Coleccin de

    Dichos no existe como documento independiente, aparecern

    los textos de Mateo y Lucas en los que esta Coleccin se en-

    cuentra como "incrustada".

    Antes de que el Maestro comenzara su predicacin, Juan el

    Bautista se le anticipa en el anuncio del Reino, y sus palabras

    son tajantes y enrgicas:

    Por aquellos das aparece Juan el Bautista procla-

    mando en el desierto de Judea: Convertos, porque el

    Reino de los Cielos est cerca (Mt 3,1-2).

    Y cuando se le aproximan los fariseos y saduceos, despus de

    llamarles "raza de vboras" les amenaza:

    Ya est el hacha puesta a la raz de los rboles; y todo

    rbol que no d buen fruto ser cortado y arrojado al

    fuego (Lc 3, 9).

    Obsrvese que dice "ya" refirindose a la llegada de un juicio

    (el hacha que est dispuesta para segar las vidas humanas) en el

    que cada uno recibir segn sus frutos, y a continuacin anun-

    10

  • cia claramente quin es el personaje que va a realizar ese jui-

    cio:

    Yo os bautizo con agua para conversin, pero aquel

    que viene detrs de m os bautizar en el Espritu Santo

    y en el fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar

    su era: recoger su trigo en el granero, pero la paja la

    quemar con fuego que no se apaga (Mt 3, 11-12).

    Y el evangelista Lucas (3, 11) aade que, preguntado por la

    gente respecto a qu deban hacer (para merecer el Reino segn

    el contexto), les responde:

    El que tenga dos tnicas, que las reparta con el que no

    tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.

    La conversin que exige el Reino est clara: ser solidario, mi-

    sericordioso y justo. Pero esa radical transformacin no se

    comprende que fuese reclamada a quienes no iban a ver la lle-

    gada del Reino. Si admitimos, por el contrario, su cercana,

    estas .palabras cobran todo su sentido. Y acaba Lucas:

    Y con otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo

    la Buena Nueva (3, 18)

    Es decir: la Buena Nueva, la Buena Noticia, el Evangelio, en

    una palabra, era la inminencia de la llegada del Reino, que in-

    clua un juicio total al pueblo judo.

    Pero Juan fue apresado por Herodes. Jess, que indudablemen-

    te fue uno de sus discpulos, o admiradores, no tard en reem-

    plazarle en la tarea. Las primeras palabras que dirige al pueblo

    en Cafarnam son una repeticin exacta de las del Bautista:

    Despus que Juan fue preso, march Jess a Galilea y procla-

    maba la Buena Nueva de Dios:

    "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios est cer-

    ca; convertos y creed en la Buena Nueva (Mc 1, 14-

    15).

    11

  • Estos son los comienzos del anuncio del Reino. El Bautista y

    Jess coinciden plenamente. No hay ninguna duda: Dios ha

    decidido ya (el tiempo se ha cumplido) cambiar el orden esta-

    blecido e instaurar su rei-nado tras el juicio definitivo. Esta es

    la Buena Noticia. Mt, que copia a Mc, lo repite (4,17).

    Cuando Jess enva a sus discpulos a predicar la Palabra del

    Reino, les da unas rdenes sorprendentes, como hemos visto

    antes:

    Les orden que nada tomasen para el camino, fuera de un bas-

    tn: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja, sino:

    "Calzaos con sandalias y no vistis dos tnicas. Cuan-

    do entris en una casa, quedaos en ella hasta marchar

    de all. Si algn lugar no os recibe y no os escuchan,

    marchaos de all sacudiendo el polvo de la planta de

    vuestros pies, en testimonio contra ellos (Mc. 6, 8-11).

    Los textos paralelos de Mateo y Lucas indican que no deberan

    llevar ni siquiera el bastn ni las sandalias. Esta forma de en-

    viar a predicar a sus discpulos, faltos de todo lo esencial para

    un viaje, a la espera de que les asistiesen all donde fueren, y la

    urgencia que Jess les imprime no casa bien con un Reino que

    hubiera de tardar indefinidamente.

    Cuando Jess habla de las condiciones necesarias para seguirle

    (negarse a s mismo, tomar la propia cruz y dar la vida por l),

    aade que quien se avergence de sus palabras, tambin el Hijo

    del hombre se avergonzar de l cuando venga en la gloria de

    su Padre con los ngeles de cielo. Y termina con una frase de-

    cisiva:

    Yo os aseguro que entre los aqu presentes hay algunos

    que no gustarn la muerte hasta que vean venir con

    poder el Reino de Dios (Marcos 9, 1).

    12

  • Esta frase de Jess es la que Pablo aplica a su propia persona y

    a la comunidad cristiana de Tesalnica, como hemos visto ms

    arriba. Tiene muchas probabilidades de ser autntica, dado que

    est en contradiccin con el retraso de la Parusa que se obser-

    va en escritos posteriores: los evangelistas no pudieron elimi-

    narla.

    Pero sigamos con los textos. Marcos nos cuenta la entrada

    triunfante de Jess en Jerusaln montado en un pollino y a la

    gente celebrando su llegada con estas palabras:

    Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Seor!

    Bendito el Reino que viene de nuestro padre David!

    (Mc 11, 9-10).

    Y Lucas aade que algunos fariseos, al or esos gritos, rogaron

    a Jess que reprendiera a sus discpulos. Pero Jess les respon-

    di:

    Os digo que si estos callan gritarn las piedras (Lucas

    19,40).

    Es evidente que no se habla aqu de un Reino futuro, lejano,

    impreciso. En realidad ya est aqu, y el Maestro lo corrobora

    con sus palabras. Tambin es significativo el hecho de que slo

    Mc pone en boca de la gente la frase el Reino que viene. Pero

    Mc es el evangelio ms antiguo. Mt y Lc suprimen esa frase.

    Posiblemente porque ya se haca notar el retraso de la Parusa

    cuando ellos escribieron alrededor de los aos ochenta.

    Una vez que Jess se instala en Jerusaln, y muy cerca ya de su

    Pasin, pronuncia el que se ha llamado "discurso escatolgico".

    Lo escatolgico es todo aquello que se refiere a los sucesos que

    tendrn lugar al final de los tiempos". Pero nada se dice en el

    NT acerca de que este "final" sea algo lejano y difuso. Por el

    contrario, Jess habla a personas que van a presenciar esos ex-

    traordinarios sucesos. El discurso comienza cuando Jess, ante

    el asombro de sus discpulos por los hermosos edificios que

    13

  • vean en Jerusaln, les dice que nada quedar de todo ello.

    Luego les cuenta lo que habr de suceder antes de que llegue el

    final (falsos mesas, guerras, terremotos, hambre y persecucio-

    nes a sus seguidores). A continuacin insina que Jerusaln va

    a ser destruida y, por ltimo, inmediatamente despus (inme-

    diatamente segn Mt 24, 29 y Mc 13, 24ss) tendr lugar la ve-

    nida del Hijo del hombre con gran poder y gloria. El discurso

    acaba:

    As tambin vosotros, cuando veis que sucede esto,

    caed en cuenta de que l est cerca, a las puertas (Mc

    13, 29; Mt 24, 33), que el Reino de Dios est cerca (Lc

    21, 31 ).

    Tal y como ha llegado a nosotros el discurso escatolgico, no

    podemos saber si la venida del Reino habra de suceder tras la

    cada de Jerusaln (lo que sucedi el ao 70, unos cuarenta

    despus de la muerte de Jess) o algo despus. Pero lo curioso

    es que termina con una frase desconcertante:

    Yo os aseguro que no pasar esta generaci6n hasta que

    todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarn, pero mis

    palabras no pasarn (Mc13, 30-31).

    Y en este caso Mateo y Lucas siguen a Marcos al pie de la le-

    tra.

    En el discurso escatolgico se mezclan la ruina de Jerusaln

    con el final de los tiempos. Pero Jess se refiere a todo esto. Es

    decir: la generacin que le est escuchando ser testigo de los

    sucesos que acaba de mencionar, todos ellos. Por lo tanto, de-

    bemos suponer que, para el Maestro, faltaban slo unas dca-

    das para que viniese el Reino y el juicio en el que l mismo

    sera el juez. Lo que parece estar claro es que los evangelistas,

    como sus coetneos hebreos, creen que la llegada del Ungido

    (Mesas) inaugura la poca inmediatamente anterior al final de

    los tiempos. La vida de Jess en la tierra, su pasin, muerte y

    14

  • resurreccin, sealan el comienzo del fin. No se saba con

    exactitud cundo sera (viene como un ladrn, aparece como un

    relmpago, el amo puede volver en cualquier momento, cuando

    menos lo esperis llegar el Hijo del hombre, etc.), pero fuese

    como fuese, estaban convencidos de su cercana.

    Los evangelistas nos cuentan, como acabamos de ver, los "sig-

    nos" que precedern a su futura y definitiva Venida. Pero hay

    otros "signos" que hablan de la llegada del Reino. En cierta

    ocasin, fariseos y saduceos le piden que les muestre una seal

    del cielo. l les respondi:

    Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al

    momento decs: "Va a llover", y as sucede. Y cuando

    sopla el sur, decs: "Viene bochorno", y as sucede.

    Hipcritas! Sabis explorar el aspecto de la tierra y el

    cielo, cmo no exploris, pues, este tiempo?" (Lc 12,

    54-56).

    O como dice Mateo:

    Con que sabis discernir el aspecto del cielo y no po-

    dis discernir las seales de los tiempos! (Mt 16, 3b).

    "Este tiempo" tiene sus propias seales. Posiblemente Jess se

    estuviera refiriendo a las curaciones y milagros que estaba ha-

    ciendo, como ya les dijo a los discpulos de Juan el Bautista,

    cuando le preguntaron si era l quien haba de venir o tendran

    que esperar a otro. Jess inaugura el tiempo definitivo de la

    espera. Las seales de aquellos tiempos estaban diciendo que el

    Reino estaba ya a las puertas, porque su venida no haba tenido

    otro objeto que anunciarlo, no slo con palabras, sino con he-

    chos prodigiosos.

    Pero es evidente, volvemos a repetir, que en ninguna parte del

    NT se menciona una fecha fija. Por esta razn, una y otra vez,

    se habla de la necesidad de estar alerta:

    Mas de aquel da y hora, nadie sabe nada, ni los nge-

    15

  • les en el cielo, ni el Hijo, sino slo el Padre. Estad

    atentos y vigilad, porque ignoris cundo ser el mo-

    mento; velad, por tanto, ya que no sabis cundo re-

    gresar el dueo de la casa...No sea que llegue de im-

    proviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros di-

    go, a todos lo digo: iVelad! (Mc13, 32-37).

    La misma idea encontramos en el documento Q:

    Como en los das de No, as ser la venida del Hijo

    del hombre. Porque coman, beban, tomaban mujer...y

    no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los

    arrastr a todos; as ser tambin la venida del Hijo

    del hombre. Velad, pues, porque no sabis qu da ven-

    dr vuestro Seor.... Tambin vosotros estad prepara-

    dos, porque en el momento que no pensis, vendr el

    Hijo del hombre. Quin es el siervo fiel y prudente a

    quien su seor puso al frente de la servidumbre para

    darle la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a

    quien su seor, cuando llegue, encuentre hacindolo

    as... Pero si aquel siervo malo se dice en su corazn:

    "Mi seor tarda ", y se pone a golpear a sus compae-

    ros, y come y bebe con los borrachos, vendr el seor

    de aquel siervo el da que no espera y en el momento

    que no sabe, le separar y le sealar su suerte entre

    los hipcritas; all ser el llanto y crujir de dientes

    (Mt24, 37-51).

    A continuacin, Mateo cuenta la parbola de las diez vrgenes.

    Cinco eran prudentes y las otras cinco necias. Estas no se pro-

    veyeron de aceite y cuando lleg el novio no pudieron entrar

    con l porque haban ido a comprarlo. Cuando volvieron ya

    estaba cerrada la puerta y no asistieron al banquete nupcial.

    Ms an: llaman a la puerta y "el novio" les responde:

    "En verdad os digo que no os conozco".

    16

  • Y sigue Jess:

    Velad, pues, porque no sabis ni el da ni la hora.

    Lucas se hace eco de esta historia y de las otras frases de Ma-

    teo:

    Estn ceidos vuestros lomos y las lmparas encendi-

    das, y sed como hombres que esperan a que su seor

    vuelva de la boda para que, cuando vuelva y llame, al

    instante le abran. Vosotros estad preparados, porque

    en el momento que no pensis, vendr el Hijo del hom-

    bre.

    Ante estas reiteradas advertencias, surge de inmediato la pre-

    gunta: por qu Jess les pide a sus oyentes que estn prepara-

    dos si no van a ver la llegada del Reino y el juicio? Si el Maes-

    tro hubiese credo que ese Da poda tardar miles de aos, no

    tiene sentido que tanto a sus discpulos como a la gente en ge-

    neral les avise que deben estar alerta. Y no podemos aducir que

    Jess se dirige a las generaciones de todos los tiempos: Jess,

    tal y como aparece en los evangelios, no tiene perspectivas de

    futuro, no le interesa, slo habla a los que en esos momentos

    estaban presentes Si hubiese pensado tal cosa, debera haberlo

    hecho saber expresamente. El Hijo de Dios que aparece en el

    evangelio de Juan, consustancial con el Padre, con todos los

    poderes de la divinidad, no poda dirigirse en esos trminos a

    los humanos de su tiempo. La realidad es que el Reino an no

    ha llegado, y eso debera haberlo sabido Jess y haberlo hecho

    saber a quienes le escuchaban. Por tanto, es correcto inferir que

    el Maestro estaba convencido de la cercana de esos aconteci-

    mientos. Esto puede verse confirmado en la respuesta del

    Maestro ante el Sumo Sacerdote, que le pregunta si l es el

    Cristo, el Hijo de Dios:

    S, t lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de aho-

    17

  • ra veris al Hijo del hombre sentado a la diestra del

    Poder y venir sobre las nu- bes del cielo (Mt 26, 64)

    18

  • - 3 -

    Textos exclusivos de Lucas

    Lucas tiene algunos textos que no se encuentran en los otros

    evangelistas. Por ejemplo, el envo misionero de setenta y dos

    discpulos para predicar el Reino. Las normas que les da Jess

    se parecen a las que da a los Doce, pero aade algunos verscu-

    los interesantes:

    En la ciudad en que entris y os reciban, comed lo que

    os pongan; curad a los enfermos que haya en ella, y

    decidles: "El Reino de Dios est cerca de vosotros". En

    la ciudad en que entris y no os reciban, salid a sus

    plazas y decid: "Hasta el polvo de vuestra ciudad que

    se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos, pero sa-

    bed, con todo, que el Reino de Dios est cerca". Os di-

    go que en aquella hora habr menos rigor para Sodo-

    ma que para la ciudad aquella" (Lc 10, 8-12).

    La ciudad que no recibe bien a los misioneros no va a tener una

    segunda oportunidad. Por qu esa prisa? Por qu se les ame-

    naza (no se trata de una ciudad sino de quienes la habitaban

    entonces) con un terrible castigo si no hubiesen de estar vivos

    cuando llegasen el Reino y el juicio? Es el mismo caso que el

    de ciudades como Betsaida, Corazn o Cafarnam, sobre las

    cuales emiti un juicio muy severo, como veremos ms deteni-

    damente. Da la impresin de que Jess est sumamente irri-

    tado contra los habitantes de esas ciudades a causa de su falta

    de apoyo al mensaje del Reino. Y la razn de ese enojo la ex-

    plica Lucas en su material propio:

    (Porque) el que os escucha a vosotros, a m me escu-

    cha; y el que os rechaza, a m me rechaza; y el que me

    rechaza a m, rechaza al que me ha enviado. (Lc 10,

    16).

    19

  • Aquellos que desdean la Palabra (en el relato evanglico) son

    personas concretas, con nombres y apellidos, cuya vida haba

    de ser forzosamente de corta duracin. Si el Reino tardaba mu-

    cho en venir, si el Da de Jess, con su juicio, se prolongaba

    demasiado, no estaran vivas cuando llegaran, y, por consi-

    guiente, las palabras del Maestro no tendran ningn sentido.

    Por otra parte, cuando Jess habla del juicio final, segn lo

    cuenta Mateo (25, 3l-46), nada dice acerca de quienes seran

    juzgados por rechazar al propio Jess o a sus discpulos, slo se

    refiere a quienes fueron, o no, misericordiosos con sus prji-

    mos.

    Lucas tambin nos cuenta cmo ser el Da de Jess:

    Tiempo vendr en que desearis ver uno solo de los

    das del Hijo del hombre, y no le veris. Y os dirn:

    "Vedlo aqu, vedlo all". No vayis ni corris detrs.

    Porque, como el relmpago fulgurante que brilla de un

    extremo a otro del cielo, as ser el Hijo del hombre en

    su Da. Pero antes, le es preciso padecer mucho y ser

    reprobado por esta generacin (17, 22-25).

    La ltima frase, si es que el "Hijo del hombre" era el mismo

    Jess, no ofrece dudas: Jess vendr como un relmpago des-

    pus de padecer y ser reprobado, es decir, tras su pasin y

    muerte. Y ms adelante:

    Estando la gente escuchando estas cosas, aadi una

    parbola, pues estaba cerca de Jerusaln y crean ellos

    que el Reino de Dios aparecera de un momento a otro

    (19, 11).

    Segn el texto, no sabemos si esa creencia les vena por haber

    escuchado a Jess o porque, como otros muchos judos, espe-

    raban ciertamente que llegara pronto el Reino que haba de

    liberarles de la opresin extranjera. La respuesta del Maestro

    en forma de parbola (la de las minas, moneda de uso corrien-

    20

  • te) nada nos aclara. Slo da a entender que, cuando el Reino

    llegue, se pedir cuentas a todos de cmo han gestionado los

    bienes espirituales que Jess puso en sus manos, y que aquellos

    que no le aceptaron, sern ejecutados delante de l. Pero la

    afirmacin de que la gente esperaba la inminente llegada del

    Reino-reinado de Dios, es interesante para nuestra argumenta-

    cin.

    En la exhortacin final a sus discpulos, antes de su pasin, les

    advierte:

    Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazo-

    nes por el libertinaje, la embriaguez y las preocupacio-

    nes de la vida, y venga aquel Da de improviso sobre

    vosotros, como un lazo; porque vendr sobre todos los

    habitantes de la faz de la tierra. Estad en vela, pues,

    orando en todo tiempo para que tengis fuerza y esca-

    pis a todo lo que est para venir, y podis estar en pie

    delante del Hijo del hombre (21, 34-36).

    De nuevo hemos de decir que stas no son palabras dirigidas a

    las generaciones futuras, sino a sus compaeros ms ntimos,

    sus discpulos, a los que deba instruir acerca de todo lo que

    concerna al Reino de Dios y la forma de esperarlo.

    21

  • - 4

    Textos exclusivos de Mateo.

    Cuando enva a los Doce en viaje misional, les predice que

    habrn de sufrir numerosas persecuciones. Entonces les advier-

    te:

    No tomis el camino de los gentiles ni entris en ciudad

    de samaritanos; dirigos ms bien a las ovejas perdidas

    de Israel. Id y proclamad que el Reino de los Cielos es-

    t cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad

    leprosos, expulsad demonios. De gracia lo recibisteis;

    dadlo de gracia (10, 5-8).

    El mismo Jess, cuando llega a la regin de Tiro y Sidn, es

    decir, a Fenicia, tierra de paganos, se le acerc una mujer cana-

    nea pidindole que curase a su hija endemoniada, y cuando sus

    discpulos le ruegan que la atienda, porque viene gritando, les

    aclara:

    No he sido enviado ms que a las ovejas perdidas de la

    casa de Israel (Mt 15, 24).

    Pero la mujer insiste, y el Maestro le dice:

    No est bien tomar el pan de los hijos (los judos) y

    echrselo a los perrillos (los gentiles) (Mc 7, 24-30 y

    Mt 15, 21-28).

    Slo por pura piedad y misericordia, Jess acaba accediendo a

    los ruegos de una madre desgraciada. Pero estas frases con-

    cuerdan con las dirigidas a los Doce, porque, en realidad, Jess

    les transmite a ellos su propia misin en la tierra: llevar la Pa-

    labra exclusivamente a los israelitas, el pueblo de Dios. Pero

    estas advertencias slo se comprenden si el Reino estaba real-

    mente cerca; tanto, que no haba tiempo para predicar a los

    gentiles. Y sigue a los Doce:

    22

  • Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, y si

    tambin en sta os persiguen, marchaos a otra. Yo os

    aseguro: no acabaris de recorrer las ciudades de Is-

    rael antes que venga el Hijo del hombre. (Mt10,23).

    Es importante recordar este texto porque, como veremos ms

    adelante, al hablar del retraso de la Venida de Jess, est en

    contradiccin con otras frases en las que el propio Maestro

    anuncia su vuelta cuando se haya predicado el evangelio en

    todo el mundo conocido. Aqu no; aqu se trata de las ciudades

    de Israel. Luego, debera haber venido el fin.

    Tambin Mateo nos transmite una frase de Jess que no se en-

    cuentra en los otros evangelistas. Juan el Bautista haba envia-

    do desde la crcel a algunos discpulos suyos para que pregun-

    tasen a Jess si era l quien haba de venir o deban esperar a

    otro. Jess les responde exponindoles los prodigios que haba

    hecho y luego se vuelve a la gente y les dice que Juan es el

    mensajero que deba anunciar al propio Jess. La alocucin

    acaba as:

    Y, si queris admitirlo, l es Elas, el que iba a venir. El

    que tenga odos que oiga (11, 14-15).

    La vuelta de Elas era un tema comn en los tiempos de Jess.

    Marcos cuenta que, tras la transfiguracin, Pedro, Santiago y

    Juan le preguntaron:

    Por qu dicen los escribas que Elas debe venir primero?

    l les contest:

    Elas vendr primero y restablecer todo... Pues bien,

    yo os digo que Elas ha venido ya y han hecho con l

    cuanto han querido, segn estaba escrito de l (Marcos

    9, 11-.13).

    Elas era Juan Bautista. Mateo lo cuenta as:

    Ciertamente, Elas ha de venir a restaurarlo todo. Os

    23

  • digo, sin embargo, que Elas ha venido ya, pero no le

    han reconocido, sino que han hecho con l cuanto han

    querido. As tambin el Hijo del hombre tendr que pa-

    decer de parte de ellos (Mt 17, 11-12).

    Han hecho con l cuanto han querido parece una referencia al

    encarcelamiento de Juan y su posterior ejecucin. Pero, por

    qu se esperaba la llegada de Elas? Y para qu? Basta leer los

    ltimos versculos del profeta Malaquas para entenderlo:

    He aqu que yo envo al profeta Elas antes que llegue

    el Da de Yahv, grande y terrible. l har volver el co-

    razn de los padres a los hijos, y el corazn de los hijos

    a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de

    anatema (Malaquas 3, 23-24)

    Los judos contemporneos de Jess esperaban el regreso de

    Elas, considerado como un indicio del final de los tiempos. No

    cabe duda de que Jess, al anunciar que el Bautista es Elas

    redivivo, y que ha de venir a "restaurarlo todo", est diciendo

    claramente que el fin (la llegada del Reino y del juicio) est

    cerca, refirindose a Malaquas: Antes que llegue el Da de

    Yahv.

    24

  • - 5 -

    Los escritos tardos: Hebreos, Santiago,

    1 y 2 Pedro, 1 Juan, evangelio de Juan y Apocalipsis.

    El orden en el que aparecen aqu estos escritos no es cronolgi-

    co. Posiblemente, los ltimos sean las cartas de Pedro y Juan.

    Aqu los tratamos todos en bloque bajo el epgrafe de "tardos",

    que no pretende significar otra cosa sino que fueron escritos

    desde los aos 80/90 hasta principios o mediados del siglo II.

    Hay que recordar que ninguno de estos escritos puede atribuir-

    se claramente a 1os autores que se les supone, lo que no es obs-

    tculo para constatar que an en fechas tan separadas de la

    muerte del Seor, todava los cristianos seguan esperando su

    inminente llegada.

    En Hebreos, el autor exhorta a sus destinatarios a perseverar en

    la fe a pesar de las persecuciones de que son objeto. Y les dice,

    entre otras cosas:

    No perdis ahora vuestra confianza, que lleva consigo

    una gran recompensa. Necesitis paciencia en el sufri-

    miento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir

    as lo prometido. Pues todava un poco, muy poco

    tiempo y el que ha de venir vendr sin tardanza (Heb

    10, 35-37).

    El autor no encuentra otra forma de mantener la confianza, la

    perseverancia y la paciencia, que recordndoles la pronta lle-

    gada del Seor (segn una cita de Isaas 26,20, en la edicin de

    los Setenta), que habra de acabar con todos sus sufrimientos.

    Tambin la carta atribuida a Santiago nos ofrece un par de tes-

    timonios. Cuando se dirige a los ricos (no se sabe si de la co-

    munidad cristiana o de fuera), con palabra muy duras por cierto

    les dice:

    25

  • Vuestro oro y vuestra plata estn tomados de herrum-

    bre y su herrumbre ser testimonio contra vosotros y

    devorar vuestras carnes como fuego. Habis acumu-

    lado riquezas en estos das que son los ltimos (Sant 5,

    3).

    Otros pasajes estn destinados a fortalecer la paciencia de sus

    lectores, aunque en este caso no se trata de persecuciones. Po-

    siblemente se est refiriendo a la llegada de Jess, que an no

    se ha realizado.

    Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del

    Seor. Mirad, el labrador espera el fruto precioso de la

    tierra aguardndolo con paciencia hasta recibir las

    lluvias tempranas y tardas. Tened tambin vosotros

    paciencia; fortaleced vuestros corazones, porque la

    Venida del Seor est cerca (Sant 5, 7-8)

    1Pedro, despus de hablar de la resurreccin afirma:

    El fin de todas las cosas est cercano. Sed, pues, sensa-

    tos y sobrios para daros a la oracin. Ante todo tened

    entre vosotros intenso amor, pues al amor cubre multi-

    tud de pecados (1P 4, 7-8).

    Esta frase nos recuerda cmo Jess, para el tiempo relativa-

    mente corto de la espera, recomendaba el amor incondicional,

    incluso a los enemigos.

    2Pedro vuelve a confirmarnos que esa espera estaba en el am-

    biente cristiano:

    Sabed ante todo que en los ltimos das vendrn hom-

    bres llenos de sarcasmo, guiados por sus propias pa-

    siones que dirn en son de burla: "Dnde queda la

    promesa de su venida? Pues desde que murieron los

    26

  • Padres (los de la primera generacin cristiana) todo si-

    gue como al principio de la creacin (2 P 3, 3-4).

    Pero el autor no sabe cundo ser la Venida y el fin de los das,

    por lo que echa mano de un recurso teolgico: es que el tiempo

    no significa para Dios lo mismo que para nosotros.

    Mas una cosa no podis ignorar: que ante el Seor un

    da es como mil aos y mil aos, como un da. No se re-

    tira el Seor en el cumplimiento de la promesa, como

    algunos suponen, sino que usa de paciencia con voso-

    tros, no queriendo que algunos perezcan, sino que to-

    dos lleguen a la conversin. El Da del Seor llegar

    como un ladrn. (2 P 3, 8-10a)

    Dios espera para que los que an viven tengan tiempo de con-

    vertirse antes del Juicio y el fin. Y lo entendemos as porque la

    carta va dirigida a personas concreta (no a nosotros) que, ade-

    ms, estn esperando ese Da. Por ello, despus de describirles

    como s consumir toda la tierra, les dice:

    Puesto que todas estas cosas han de disolverse as,

    cmo conviene que seis en vuestra santa conducta y

    en la piedad, esperando y acelerando la venida del Da

    de Dios, en el que los cielos en llamas se disolvern y

    los elementos, abrasados, se fundirn? Pero espera-

    mos, segn nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nue-

    va tierra, en los que habite la justicia (2P 3, 11-13)

    No se est describiendo el paraso tras la muerte, sino una tie-

    rra, aqu, esta tierra, renovada y transfigurada, (donde habitar

    la justicia, es decir, donde todo ser diferente a como era en-

    tonces (y an lo es hoy). Y sigue en la misma lnea el autor:

    Por lo tanto, queridos, en espera de estos aconteci-

    mientos, esforzaos por ser hallados en paz ante l, sin

    mancilla y sin tacha (2P 3,14).

    Los destinatarios de la carta deben vivir sin pecado, para que el

    27

  • Seor los encuentre dignos. No puede estar ms claro el men-

    saje del autor.

    1Juan refiere que ya se han cumplido las "seales" que indican

    la llegada del fin:

    Hijos mos, es la ltima hora. Habis odo que iba a

    venir un Anticristo; ahora bien, muchos anticristos han

    aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la

    ltima hora. (1Juan 2, 18)

    Y ms adelante:

    Y ahora, hijos mos, permaneced en l, para que, cuan-

    do se manifieste, tengamos plena confianza y no que-

    dis avergonzados lejos de l en su Venida (1Juan 2,

    28).

    Es exactamente lo que se dice en 2Pedro:

    El da que aquellos cristianos esperan debe sorpren-

    derlos en una vida de fe y sin tacha.

    El Evangelio de Juan, por escribirse tan tarde (finales del siglo

    1), y por las diferencias sustanciales con los otros tres en cuan-

    to a la forma de concebir a Jess, no contiene referencias a la

    cercana del Reino. Ni siquiera se menciona apenas el mismo

    Reino de Dios: slo dos veces, durante la conversacin de Je-

    ss con Nicodemo. Pero hay un texto muy significativo. Jess

    se est despidiendo de sus discpulos en la ltima cena, y en un

    momento determinado les anima:

    No se turbe vuestro corazn. Creis en Dios, creed

    tambin en m. En la casa de mi Padre hay muchas

    mansiones; si no, os lo habra dicho; porque voy a pre-

    28

  • pararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya prepa-

    rado un lugar, volver y os tomar conmigo para que

    donde est yo estis tambin vosotros (14, 1-3).

    Por supuesto que los telogos siempre han entendido esta frase

    como referida a la muerte personal de cada uno de los cristia-

    nos: Jess se fue a prepararnos el lugar donde debemos descan-

    sar eternamente. Pero, en primer lugar, las palabras del Maestro

    van dirigidas directa y exclusivamente a sus discpulos y, en

    segundo lugar, la frase volver y os tomar conmigo adquiere

    su sentido pleno no cuando la referimos a la muerte particular

    sino a la Venida del mismo Jess para tomarlos.

    Nada ms comenzar, el Apocalipsis de Juan afirma la prxima

    llegada de Jess:

    Revelacin de Jesucristo; se la concedi Dios para ma-

    nifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto; y

    envi a su ngel para drsela a conocer a su siervo

    Juan, el cual da testimonio de todo lo que vio... Dicho-

    so el que lea y los que escuchen las palabras de esta

    profeca y guarden lo escrito en ella, porque el Tiempo

    est cerca (1, 1-3).

    Y en el saludo a las iglesias de Asia, se afirma algo que no de-

    bera sorprendernos:

    Mirad, viene acompaado de nubes; todo ojo lo ver,

    hasta los que le traspasaron, y por l harn duelo todas

    las razas de la tierra (1,7).

    Si han de verlo los que le traspasaron no poda tardar mucho.

    Ms adelante habla el mismo Jess (aunque con el nombre de

    'el Santo', 'el Veraz'), y dice a la Iglesia de Filadelfia:

    Ya que has guardado mi recomendacin de ser paciente en el

    sufrimiento, tambin yo te guardar en la hora de la prueba

    que va a venir sobre el mundo entero para probar a los habi-

    tantes de la tierra. Pronto vendr; mantn con firmeza lo que

    29

  • tienes, para que nadie te arrebate tu corona (3, 10-11).

    Casi al final del libro, un ngel le dice al visionario:

    No selles las palabras profticas de este libro, porque

    el Tiempo est cerca (Apoc 22,10)

    Y sin transicin ni explicacin alguna, sigue hablando Jess:

    Mira, pronto vendr y traer mi recompensa conmigo

    para pagar a cada uno segn su trabajo (Apoc 22, 12).

    Y el libro de las visiones termina:

    Dice el que da testimonio de todo esto: "S, pronto ven-

    dr". iAmn! Ven, Seor Jess! (Apoc 22,20). .

    Es muy significativo que el Apocalipsis comience y termine

    con la misma ansiosa expectativa.

    30

  • El retraso de la Parusa

    Ciertamente existen algunos textos en los que la Parusa y el

    final de los tiempos se presentan como una espera que ha de ser

    larga. El tiempo, evidentemente, jugaba en contra de la espe-

    ranza escatolgica. Se ha pretendido ver una prueba en la par-

    bola de los talentos, exclusiva de Mt. All, un hombre reparte

    su dinero entre sus siervos hasta que l vuelva y se dice que al

    cabo de mucho tiempo volvi el dueo. En otra parbola, la de

    los viadores homicidas, narrada por los tres sinpticos, Lucas

    introduce una variante: donde Marcos y Mateo afirman que el

    dueo se march lejos, Lucas aade algo: se march lejos por

    mucho tiempo.

    Otro texto de Lucas supone tambin un retraso. Jess est ha-

    blando de las seales precursoras del fin, y afirma:

    Mirad, no os dejis engaar, porque vendrn muchos

    usurpando mi nombre y diciendo:" Yo soy" y "el tiempo

    est cerca". No les sigis. Cuando oigis hablar de

    guerras y revoluciones, no os aterris; porque es nece-

    sario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es

    inmediato. (Lc 21, 8-9).

    La idea de que la Buena noticia ha de predicarse a "todas las

    naciones" (se entiende las entonces conocidas), parece suponer

    un importante retraso en la Vuelta del Seor.

    Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a

    toda la creacin. (Marcos 16,1S)

    Id, pues, y haced discpulos a todas las gentes. Y sabed

    que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del

    mundo (Mateo 28, 19 y 20b).

    31

  • As est escrito que el Cristo padeciera y resucitara en-

    tre los muertos al tercer da, y se predicara en su nom-

    bre la conversin para perdn de los pecados a todas

    las naciones, empezando desde Jerusaln (Lucas 24,46-

    47).

    Sin embargo, es cierto que para los aos 70 los misioneros cris-

    tianos ya haban fundado comunidades en los puntos principa-

    les del imperio romano, incluida Roma, por supuesto, y debe-

    mos recordar que Jess, en un momento determinado, supone

    que para despus de esa fecha (la cada de Jerusaln en manos

    romanas) tendra lugar su advenimiento (Mc 13, 29 / Mt 24,33

    / Lc 21,31, citados anteriormente).

    Pero el retraso de la Parusa de Jess que se detecta en los

    evangelistas, no lo compartan la mayora de los cristianos. A

    principios del siglo III, casi doscientos aos despus de muerto

    el Maestro, Hiplito, presbtero de la iglesia de Roma, escribe

    un tratado llamado Crnicas, en el que intenta convencer a los

    creyentes que el fin no era tan inminente como ellos suponan.

    Tenemos, pues, dos bloques de textos: uno es positivo (el

    Reino, y Jess con l, est muy cerca) y otro negativo (el Reino

    tardar en llegar). Pero esos dos bloques no se encuentran sepa-

    rados en el NT, sino mezclados. Esto significa que Jess dijo

    unas veces que s y otras que no, dentro de cada uno de los

    evangelios, algo que es absurdo. Resulta ms fcil y lgico

    atribuir esas contradicciones a los autores que al mismo Jess.

    Nada tiene ello de extrao si pensamos que todos los escritos

    del NT fueron redactados despus de su desaparicin, cuando

    sus seguidores se vieron obligados a repensar las palabras de1

    Maestro al constatar que el fin y el Reino no llegaban tan pron-

    to como l crea. De esta forma, los autores de los textos neo-

    testamentarios, empujados por la situacin ambivalente de la

    comunidad primitiva, aadieron frases en las que apareciese el

    retraso de la Parusa puestas en boca del mismo Jess.

    32

  • Pero la esperanza escatolgica no se perdi. Los movimientos

    milenaristas, por ejemplo, expresan la creencia en ese inminen-

    te triunfo del Reino de Dios. Se basaban en una frase de 2 Pe-

    dro que hemos trascrito y comentado anteriormente:

    Esperamos, segn nos lo tiene prometido, nuevos cielos

    y nueva tierra, en los que habite la justicia (2P 3, 13).

    Y en el mismo Apocalipsis, donde est ms claro:

    Luego vi un ngel que bajaba del cielo y tena en su

    mano la llave del Abismo y una gran cadena. Domin a

    la Serpiente, la Serpiente antigua que es el diablo y Sa-

    tans, y la encaden por mil aos. La arroj al abismo,

    la encerr y puso encima los sellos, para que no sedu-

    jeran ms a las naciones hasta que se cumplieran los

    mil aos. Despus tiene que ser soltada por poco tiem-

    po.

    Vi tambin las almas de los que fueron decapitados por

    el testimonio de Jess y la palabra de Dios, y a todos

    los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen y no

    aceptaron la marca en su frente o en su mano, y revi-

    vieron y reinaron con Cristo mil aos (Apoc 20,1-4).

    Estas ideas, como otros mesianismos, aparecen hasta nuestros

    das (mormones, adventistas, Testigos de Jehov...) La Prome-

    sa de Jess era, y es, difcil de erradicar.

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