C A R L O S S A U R A G A R R E
Pero esperamos, segn nos lo tiene
prometido, nuevos cielos y nueva tierra,
en donde habite la justicia.
2 PEDRO 3, 13
1
INTRODUCCIN
En la predicacin de Jess se observa todo un programa de
vida religiosa y comunitaria propio de una sociedad que espera
un cambio drstico y urgente. Porque Jess habla del Reino-
reinado de Dios como una transformacin total y subversiva de
la sociedad en que vivan sus oyentes: los pobres seran sacia-
dos, los que sufran hambre seran hartos; a los que haban ele-
gido la pobreza se les dara en propiedad la tierra, quienes lu-
charan por el reino recibiran una cuantiosa recompensa, no
slo en la vida eterna, sino, tambin, en este mundo, as como
quienes sufrieran persecucin por la justicia o a causa del
Reino. Se trataba de una sociedad nueva, rica en solidaridad e
igualdad, en la que el nico Rey a quien servir sera Dios.
Pero nos encontramos con un problema previo: Jess no escri-
bi absolutamente nada, ni lo hicieron tampoco sus seguidores
ms allegados (puesto que las cartas atribuidas a Pedro, Santia-
go, Judas y Juan, segn los expertos, no pueden ser de ellos, ni
los evangelistas fueron testigos directos) y, por tanto no pode-
mos conocer de primera mano el pensamiento del Maestro. Sin
embargo, nadie duda de que Jess hablara de la proximidad del
Reino. La transmisin oral originaria permiti que se plasma-
ran en escritos, si no sus palabras textuales, s su pensamiento,
sus ideas, sus inquietudes al respecto, y as se encuentran dise-
minadas por casi todo el NT.
Aqu se analizan los textos empezando por los ms antiguos
(siguiendo una cronologa ms o menos aproximada, ya que
carecemos de datos fiables y concretos respecto a fechas de
redaccin). Se sigue esta cronologa tratando de demostrar que,
efectivamente, la primitiva comunidad cristiana esperaba la
inminente irrupcin del Reino de los Cielos.
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Cronologa:
1-Las cartas a los Tesalonicenses, Filipenses y Corintios.
2-El evangelio de Marcos y la Coleccin de Dichos.
3-Textos exclusivos de Lucas
4-Textos exclusivos de Mateo.
5-Los escritos tardos: epstola a los Hebreos, cartas de Santia-
go, 1 y 2
Pedro, 1Juan, evangelio de Juan y Apocalipsis.
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- 1 -
Las cartas a los Tesalonicenses, Filipenses y Corintios.
La primera carta escrita por el apstol Pablo a la comunidad
creyente de la ciudad de Tesalnica es, segn todos los autores,
el documento ms antiguo del NT que ha llegado a nosotros.
En ella, Pablo, entre otras cosas, les dice que ansiaba con ar-
diente deseo ir a verlos, pero que no haba podido. Y aade:
Pues, cul es nuestra esperanza, nuestro, gozo, la co-
rona de la que nos sentiremos orgullosos ante nuestro
Seor Jess en su Venida, sino vosotros? (1Tes 2, 19).
Pablo podra haber dicho que se sentira orgulloso de ellos
cuando, tras su muerte, estuviese en la presencia del Seor,
pero afirma claramente que ser cuando Jess venga, mientras
l est an con vida. Y est claro que esa era su intencin por-
que poco despus les informa:
Os decimos esto como Palabra del Seor: Nosotros, los
que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Se-
or no nos adelantaremos a los que murieron. El Seor
mismo, a la orden dada por la voz de un arcngel y por
la trompeta de Dios, bajar del cielo, y los que murie-
ron en Cristo resucitarn en primer lugar. Despus no-
sotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos
arrebatados en nubes junto con ellos, al encuentro del
Seor en los aires (1Tes 4, 15-17).
Para comprender mejor estas palabras, recordemos que Pablo
haba enviado a la comunidad de Tesalnica a su amigo Timo-
teo, quien le trajo noticias de ella. Entre otras cosas, Timoteo
debi hablarle a Pablo de las dudas que encontr entre los cris-
tianos acerca del destino de los difuntos de la comunidad. Estas
inquietudes resultaban lgicas: si la venida de Jess en su
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Reino era inminente, quedaban excluidos los difuntos de la
salvacin? Pablo da la respuesta que hemos trascrito (aunque
es sorprendente que no les hubiese hablado antes de la resu-
rreccin de los muertos). Pero lo que est claro es que les preo-
cupaba esa llegada triunfante. A continuacin les dice:
En lo que se refiere al tiempo y al momento, no tenis
necesidad de que os escriba. Vosotros mismos sabis
perfectamente que el Da del Seor ha de venir como
un ladrn en la noche. Cuando digan: "Paz y seguri-
dad", entonces mismo, de repente, vendr sobre ellos la
ruina, como los dolores de parto a la que est encinta
(1Tes 5,1-3)
(Recordemos a Mc 13,8 y Mt 24,8: esto ser el comienzo de los
dolores de alumbramiento, hablando de los signos que precede-
rn a la venida de Jess).
En este ltimo texto parece como si Pablo "retrasara" delibera-
damente la Parusa, pero en realidad slo est informando de
que no sabe, ni l ni nadie, en qu momento preciso tendr lu-
gar. Pero toda la carta est diciendo claramente que ellos, los
cristianos de Tesalnica, vern la llegada de Jess:
Que l fortalezca vuestros corazones en una santidad
sin tacha ante Dios, nuestro Padre, para cuando venga
Jess, nuestro Seor, con todos los suyos (3, 13).
Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del da; no
sois hijos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no
nos echemos a dormir como los otros, sino estemos
alertas y seamos sobrios (5, 5-6).
Para qu estar alertas si Jess iba a tardar siglos en llegar y
ellos moriran antes de esa llegada?
La segunda carta a los tesalonicenses parece contradecir lo que
Pablo haba dicho en la primera:
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Por lo que respecta a la Venida de nuestro Seor Jesu-
cristo y a nuestra reunin con l, os rogamos, herma-
nos, que no os dejis alterar tan fcilmente en vuestros
nimos, ni os alarmis por alguna manifestacin prof-
tica, por algunas palabras o por alguna carta presen-
tada como nuestra, que os hagan suponer que est in-
minente el Da del Seor. Que nadie os engae de nin-
guna manera. (2Tes 2, 1-3).
Esta frase parece ir dirigida contra la primera epstola, pero el
caso es que la primera no ofrece dudas respecto a su autentici-
dad, por lo que los entendidos han llegado a la conclusin de
que es esta segunda la que no fue escrita por Pablo. Adems de
esta contradiccin, encontramos en ella varios paralelos con la
primera, como si hubiese sido "copiada" para introducir las
modificaciones que hemos visto. Adems, 2Tes introduce va-
rios elementos totalmente desconocidos en la correspondencia
de Pablo. A continuacin, de la frase que acabamos de trans-
cribir, el autor de esta carta habla de un "obstculo" (katejon)
que "retiene" al Hombre impo, el Adversario, el Hijo de perdi-
cin, una especie de anti-Dios. El Impo, bajo el influjo de Sa-
tans, obrar toda clase de prodigios y maldades, y entonces
vendr la apostasa general. Slo cuando aparezca esta aposta-
sa, el Seor vendr con su Reino. Pero nadie sabe qu es el
katejon, ni por qu retiene al Impo, ni cuando lo dejar mani-
festarse.
Pero a nosotros nos interesa no slo lo que dice Pablo, sino lo
que pensaban los creyentes de la comunidad tesalonicense. Y a
este respecto no tenemos ninguna duda: aquellos cristianos
estaban "alterados" y "alarmados" porque esperaban la pronta
llegada de Jess glorioso en su Reino, hasta el punto de que
algunos haban dejado incluso de trabajar, porque, lgicamente,
no vala la pena (2Tes habla de ellos en 3,6-15).
Pero es el caso que en la misma 2Tes se encuentra una frase
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que da por supuesta esa proximidad. Pablo (o quienquiera que
fuese el autor) est dando gracias por la forma en que la comu-
nidad soporta ciertas persecuciones de que son o han sido obje-
to. Entonces contina:
Esto es seal del justo juicio de Dios, en el que seris
declarados dignos del Reino de Dios, por cuya causa
padecis. Porque es propio de la justicia de Dios el pa-
gar con tribulacin a los que os atribulan, y a vosotros,
los atribulados, con el descanso junto con nosotros,
cuando el Seor Jess se revele desde el cielo con sus
poderosos ngeles, y tome venganza de los que no co-
nocen a Dios y de los que no obedecen al Evangelio de
nuestro Seor Jess. Estos sufrirn la pena de una rui-
na eterna, alejados de la presencia de1 Seor y de la
gloria de su poder, cuando venga en aquel Da a ser
glorificado en sus santos. (2Tes 1, 5-10).
Es decir: aquellas personas concretas que persiguen a los cris-
tianos de Tesalnica recibirn el castigo que se merecen preci-
samente cuando venga Jess en su Da. Como an no ha venido
despus de dos mil aos habra que suponer que esos persegui-
dores an no han sido castigados, en cuyo caso Pablo les min-
ti. Pero si Pablo crea que ese Da estaba cerca, todo se expli-
ca fcilmente.
Las cartas a los cristianos de Filipos y de Corinto fueron tam-
bin escritas muy tempranamente. Es posible que a finales de
los cincuenta. Veamos cmo Pablo insiste en la cercana de la
Venida:
Estad siempre alegres en el Seor... Que vuestra bon-
dad sea conocida de todos los hombres. El Seor est
cerca.
Y aade a continuacin:
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No os inquietis por cosa alguna; antes bien, en toda
ocasin, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante
la oraci6n y la splica. (Filipenses 4, 4-6)
Y en la primera carta a los Corintios:
Acerca de la virginidad, no tengo precepto del Seor.
Doy, no obstante, un consejo...Entiendo que, a causa de
la inminente necesidad, lo que conviene es quedarse
como uno est. Ests ligado a una mujer? No busques
la separaci6n. No ests ligado a mujer? No la busques
(1Cor.7,25-27).
Esta frase tiene sentido slo si se entiende la inminencia de la
cercana del Reino. Si el Seor iba a llegar pronto, no vala la
pena ni siquiera que los solteros se casasen ni que los casados
mantuvieses relaciones sexuales:
Os digo, pues, hermanos: el tiempo es corto. Por tanto,
los que tengan mujer, vivan como si no la tuviesen
(1Cor 7,29).
La idea de que, cuando llegue Jess, algunos -o muchos- de los
presentes, an estarn vivos, vuelve a aparecer ms adelante en
la misma epstola:
Del mismo modo que en Adn mueren todos, as tam-
bin todos revivirn en Cristo. Pero cada cual en su
rango: Cristo como primicias; luego, los de Cristo en
su Venida... (1Cor 15, 22-23).
Mirad! -exclama entusiasmado ms adelante- Os reve-
lo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos
transformados. En un instante, en un pestaear de ojos,
al toque de la trompeta final, pues sonar la trompeta,
los muertos resucitarn incorruptibles y nosotros sere-
mos transformados. (1Cor 15, 51-5 2)
En 2Cor, Pablo les seala claramente el "da de la salvacin"
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que ha llegado ahora:
... os exhortamos a que no recibis en vano la gracia de
Dios.
Pues dice l:
En el tiempo favorable te escuch y en el da de la sal-
vacin te ayud (referencia a Isaas 49,8) Mirad! Aho-
ra es el tiempo favorable, ahora el da de salvaci6n
(2Cor 6, 1-2).
Pero respecto a Pablo existen an otros argumentos: la parque-
dad organizativa de las primeras comunidades, que en modo
alguno eran lglesia en el sentido institucional y jerrquico en
que la entendemos hoy (para qu molestarse en organizar lo
que iba a desaparecer pronto?), y su enrgica decisin de ir
hasta los confines del Imperio, Espaa, como si le royese la
urgencia de preparar un nmero de fieles suficientes que inau-
gurara el reino mesinico sobre la tierra. Por otra parte, los ri-
tos fundamentales de los primeros cristianos, bautismo y euca-
rista, tenan un carcter eminentemente escatolgico (comenta
Montserrat Torrents): el bautismo era la entrada en la comuni-
dad de los que iban a ser salvados; la eucarista reproduca el
memorial de la "marca" que identificara a los elegidos en el
Da del Seor, cuya figura era la sangre del cordero pascual
que sealaba las casas de los hebreos en Egipto:
Cada vez que comis de ese pan y bebis de esa copa,
proclamis la muerte el Seor hasta que venga (1Cor
11, 26)
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- 2 -
Evangelio de Marcos y la Coleccin de Dichos.
Mateo y Lucas, cuando escribieron sus evangelios respectivos,
tuvieron delante al de Marcos, pero tambin un documento que
los especialistas llaman Coleccin de Dichos, o simplemente Q
(del alemn Quelle, que significa "fuente", aqu en el sentido
de documento que sirve de base a otro).
Q y Mc son documentos tan antiguos como 1Tesalonicenses.
Los vamos a transcribir conjuntamente, ya que est claro que
se complementan. Al hacerlo, y puesto que la Coleccin de
Dichos no existe como documento independiente, aparecern
los textos de Mateo y Lucas en los que esta Coleccin se en-
cuentra como "incrustada".
Antes de que el Maestro comenzara su predicacin, Juan el
Bautista se le anticipa en el anuncio del Reino, y sus palabras
son tajantes y enrgicas:
Por aquellos das aparece Juan el Bautista procla-
mando en el desierto de Judea: Convertos, porque el
Reino de los Cielos est cerca (Mt 3,1-2).
Y cuando se le aproximan los fariseos y saduceos, despus de
llamarles "raza de vboras" les amenaza:
Ya est el hacha puesta a la raz de los rboles; y todo
rbol que no d buen fruto ser cortado y arrojado al
fuego (Lc 3, 9).
Obsrvese que dice "ya" refirindose a la llegada de un juicio
(el hacha que est dispuesta para segar las vidas humanas) en el
que cada uno recibir segn sus frutos, y a continuacin anun-
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cia claramente quin es el personaje que va a realizar ese jui-
cio:
Yo os bautizo con agua para conversin, pero aquel
que viene detrs de m os bautizar en el Espritu Santo
y en el fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar
su era: recoger su trigo en el granero, pero la paja la
quemar con fuego que no se apaga (Mt 3, 11-12).
Y el evangelista Lucas (3, 11) aade que, preguntado por la
gente respecto a qu deban hacer (para merecer el Reino segn
el contexto), les responde:
El que tenga dos tnicas, que las reparta con el que no
tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.
La conversin que exige el Reino est clara: ser solidario, mi-
sericordioso y justo. Pero esa radical transformacin no se
comprende que fuese reclamada a quienes no iban a ver la lle-
gada del Reino. Si admitimos, por el contrario, su cercana,
estas .palabras cobran todo su sentido. Y acaba Lucas:
Y con otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo
la Buena Nueva (3, 18)
Es decir: la Buena Nueva, la Buena Noticia, el Evangelio, en
una palabra, era la inminencia de la llegada del Reino, que in-
clua un juicio total al pueblo judo.
Pero Juan fue apresado por Herodes. Jess, que indudablemen-
te fue uno de sus discpulos, o admiradores, no tard en reem-
plazarle en la tarea. Las primeras palabras que dirige al pueblo
en Cafarnam son una repeticin exacta de las del Bautista:
Despus que Juan fue preso, march Jess a Galilea y procla-
maba la Buena Nueva de Dios:
"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios est cer-
ca; convertos y creed en la Buena Nueva (Mc 1, 14-
15).
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Estos son los comienzos del anuncio del Reino. El Bautista y
Jess coinciden plenamente. No hay ninguna duda: Dios ha
decidido ya (el tiempo se ha cumplido) cambiar el orden esta-
blecido e instaurar su rei-nado tras el juicio definitivo. Esta es
la Buena Noticia. Mt, que copia a Mc, lo repite (4,17).
Cuando Jess enva a sus discpulos a predicar la Palabra del
Reino, les da unas rdenes sorprendentes, como hemos visto
antes:
Les orden que nada tomasen para el camino, fuera de un bas-
tn: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja, sino:
"Calzaos con sandalias y no vistis dos tnicas. Cuan-
do entris en una casa, quedaos en ella hasta marchar
de all. Si algn lugar no os recibe y no os escuchan,
marchaos de all sacudiendo el polvo de la planta de
vuestros pies, en testimonio contra ellos (Mc. 6, 8-11).
Los textos paralelos de Mateo y Lucas indican que no deberan
llevar ni siquiera el bastn ni las sandalias. Esta forma de en-
viar a predicar a sus discpulos, faltos de todo lo esencial para
un viaje, a la espera de que les asistiesen all donde fueren, y la
urgencia que Jess les imprime no casa bien con un Reino que
hubiera de tardar indefinidamente.
Cuando Jess habla de las condiciones necesarias para seguirle
(negarse a s mismo, tomar la propia cruz y dar la vida por l),
aade que quien se avergence de sus palabras, tambin el Hijo
del hombre se avergonzar de l cuando venga en la gloria de
su Padre con los ngeles de cielo. Y termina con una frase de-
cisiva:
Yo os aseguro que entre los aqu presentes hay algunos
que no gustarn la muerte hasta que vean venir con
poder el Reino de Dios (Marcos 9, 1).
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Esta frase de Jess es la que Pablo aplica a su propia persona y
a la comunidad cristiana de Tesalnica, como hemos visto ms
arriba. Tiene muchas probabilidades de ser autntica, dado que
est en contradiccin con el retraso de la Parusa que se obser-
va en escritos posteriores: los evangelistas no pudieron elimi-
narla.
Pero sigamos con los textos. Marcos nos cuenta la entrada
triunfante de Jess en Jerusaln montado en un pollino y a la
gente celebrando su llegada con estas palabras:
Hosanna! Bendito el que viene en nombre del Seor!
Bendito el Reino que viene de nuestro padre David!
(Mc 11, 9-10).
Y Lucas aade que algunos fariseos, al or esos gritos, rogaron
a Jess que reprendiera a sus discpulos. Pero Jess les respon-
di:
Os digo que si estos callan gritarn las piedras (Lucas
19,40).
Es evidente que no se habla aqu de un Reino futuro, lejano,
impreciso. En realidad ya est aqu, y el Maestro lo corrobora
con sus palabras. Tambin es significativo el hecho de que slo
Mc pone en boca de la gente la frase el Reino que viene. Pero
Mc es el evangelio ms antiguo. Mt y Lc suprimen esa frase.
Posiblemente porque ya se haca notar el retraso de la Parusa
cuando ellos escribieron alrededor de los aos ochenta.
Una vez que Jess se instala en Jerusaln, y muy cerca ya de su
Pasin, pronuncia el que se ha llamado "discurso escatolgico".
Lo escatolgico es todo aquello que se refiere a los sucesos que
tendrn lugar al final de los tiempos". Pero nada se dice en el
NT acerca de que este "final" sea algo lejano y difuso. Por el
contrario, Jess habla a personas que van a presenciar esos ex-
traordinarios sucesos. El discurso comienza cuando Jess, ante
el asombro de sus discpulos por los hermosos edificios que
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vean en Jerusaln, les dice que nada quedar de todo ello.
Luego les cuenta lo que habr de suceder antes de que llegue el
final (falsos mesas, guerras, terremotos, hambre y persecucio-
nes a sus seguidores). A continuacin insina que Jerusaln va
a ser destruida y, por ltimo, inmediatamente despus (inme-
diatamente segn Mt 24, 29 y Mc 13, 24ss) tendr lugar la ve-
nida del Hijo del hombre con gran poder y gloria. El discurso
acaba:
As tambin vosotros, cuando veis que sucede esto,
caed en cuenta de que l est cerca, a las puertas (Mc
13, 29; Mt 24, 33), que el Reino de Dios est cerca (Lc
21, 31 ).
Tal y como ha llegado a nosotros el discurso escatolgico, no
podemos saber si la venida del Reino habra de suceder tras la
cada de Jerusaln (lo que sucedi el ao 70, unos cuarenta
despus de la muerte de Jess) o algo despus. Pero lo curioso
es que termina con una frase desconcertante:
Yo os aseguro que no pasar esta generaci6n hasta que
todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarn, pero mis
palabras no pasarn (Mc13, 30-31).
Y en este caso Mateo y Lucas siguen a Marcos al pie de la le-
tra.
En el discurso escatolgico se mezclan la ruina de Jerusaln
con el final de los tiempos. Pero Jess se refiere a todo esto. Es
decir: la generacin que le est escuchando ser testigo de los
sucesos que acaba de mencionar, todos ellos. Por lo tanto, de-
bemos suponer que, para el Maestro, faltaban slo unas dca-
das para que viniese el Reino y el juicio en el que l mismo
sera el juez. Lo que parece estar claro es que los evangelistas,
como sus coetneos hebreos, creen que la llegada del Ungido
(Mesas) inaugura la poca inmediatamente anterior al final de
los tiempos. La vida de Jess en la tierra, su pasin, muerte y
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resurreccin, sealan el comienzo del fin. No se saba con
exactitud cundo sera (viene como un ladrn, aparece como un
relmpago, el amo puede volver en cualquier momento, cuando
menos lo esperis llegar el Hijo del hombre, etc.), pero fuese
como fuese, estaban convencidos de su cercana.
Los evangelistas nos cuentan, como acabamos de ver, los "sig-
nos" que precedern a su futura y definitiva Venida. Pero hay
otros "signos" que hablan de la llegada del Reino. En cierta
ocasin, fariseos y saduceos le piden que les muestre una seal
del cielo. l les respondi:
Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al
momento decs: "Va a llover", y as sucede. Y cuando
sopla el sur, decs: "Viene bochorno", y as sucede.
Hipcritas! Sabis explorar el aspecto de la tierra y el
cielo, cmo no exploris, pues, este tiempo?" (Lc 12,
54-56).
O como dice Mateo:
Con que sabis discernir el aspecto del cielo y no po-
dis discernir las seales de los tiempos! (Mt 16, 3b).
"Este tiempo" tiene sus propias seales. Posiblemente Jess se
estuviera refiriendo a las curaciones y milagros que estaba ha-
ciendo, como ya les dijo a los discpulos de Juan el Bautista,
cuando le preguntaron si era l quien haba de venir o tendran
que esperar a otro. Jess inaugura el tiempo definitivo de la
espera. Las seales de aquellos tiempos estaban diciendo que el
Reino estaba ya a las puertas, porque su venida no haba tenido
otro objeto que anunciarlo, no slo con palabras, sino con he-
chos prodigiosos.
Pero es evidente, volvemos a repetir, que en ninguna parte del
NT se menciona una fecha fija. Por esta razn, una y otra vez,
se habla de la necesidad de estar alerta:
Mas de aquel da y hora, nadie sabe nada, ni los nge-
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les en el cielo, ni el Hijo, sino slo el Padre. Estad
atentos y vigilad, porque ignoris cundo ser el mo-
mento; velad, por tanto, ya que no sabis cundo re-
gresar el dueo de la casa...No sea que llegue de im-
proviso y os encuentre dormidos. Lo que a vosotros di-
go, a todos lo digo: iVelad! (Mc13, 32-37).
La misma idea encontramos en el documento Q:
Como en los das de No, as ser la venida del Hijo
del hombre. Porque coman, beban, tomaban mujer...y
no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los
arrastr a todos; as ser tambin la venida del Hijo
del hombre. Velad, pues, porque no sabis qu da ven-
dr vuestro Seor.... Tambin vosotros estad prepara-
dos, porque en el momento que no pensis, vendr el
Hijo del hombre. Quin es el siervo fiel y prudente a
quien su seor puso al frente de la servidumbre para
darle la comida a su tiempo? Dichoso aquel siervo a
quien su seor, cuando llegue, encuentre hacindolo
as... Pero si aquel siervo malo se dice en su corazn:
"Mi seor tarda ", y se pone a golpear a sus compae-
ros, y come y bebe con los borrachos, vendr el seor
de aquel siervo el da que no espera y en el momento
que no sabe, le separar y le sealar su suerte entre
los hipcritas; all ser el llanto y crujir de dientes
(Mt24, 37-51).
A continuacin, Mateo cuenta la parbola de las diez vrgenes.
Cinco eran prudentes y las otras cinco necias. Estas no se pro-
veyeron de aceite y cuando lleg el novio no pudieron entrar
con l porque haban ido a comprarlo. Cuando volvieron ya
estaba cerrada la puerta y no asistieron al banquete nupcial.
Ms an: llaman a la puerta y "el novio" les responde:
"En verdad os digo que no os conozco".
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Y sigue Jess:
Velad, pues, porque no sabis ni el da ni la hora.
Lucas se hace eco de esta historia y de las otras frases de Ma-
teo:
Estn ceidos vuestros lomos y las lmparas encendi-
das, y sed como hombres que esperan a que su seor
vuelva de la boda para que, cuando vuelva y llame, al
instante le abran. Vosotros estad preparados, porque
en el momento que no pensis, vendr el Hijo del hom-
bre.
Ante estas reiteradas advertencias, surge de inmediato la pre-
gunta: por qu Jess les pide a sus oyentes que estn prepara-
dos si no van a ver la llegada del Reino y el juicio? Si el Maes-
tro hubiese credo que ese Da poda tardar miles de aos, no
tiene sentido que tanto a sus discpulos como a la gente en ge-
neral les avise que deben estar alerta. Y no podemos aducir que
Jess se dirige a las generaciones de todos los tiempos: Jess,
tal y como aparece en los evangelios, no tiene perspectivas de
futuro, no le interesa, slo habla a los que en esos momentos
estaban presentes Si hubiese pensado tal cosa, debera haberlo
hecho saber expresamente. El Hijo de Dios que aparece en el
evangelio de Juan, consustancial con el Padre, con todos los
poderes de la divinidad, no poda dirigirse en esos trminos a
los humanos de su tiempo. La realidad es que el Reino an no
ha llegado, y eso debera haberlo sabido Jess y haberlo hecho
saber a quienes le escuchaban. Por tanto, es correcto inferir que
el Maestro estaba convencido de la cercana de esos aconteci-
mientos. Esto puede verse confirmado en la respuesta del
Maestro ante el Sumo Sacerdote, que le pregunta si l es el
Cristo, el Hijo de Dios:
S, t lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de aho-
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ra veris al Hijo del hombre sentado a la diestra del
Poder y venir sobre las nu- bes del cielo (Mt 26, 64)
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Textos exclusivos de Lucas
Lucas tiene algunos textos que no se encuentran en los otros
evangelistas. Por ejemplo, el envo misionero de setenta y dos
discpulos para predicar el Reino. Las normas que les da Jess
se parecen a las que da a los Doce, pero aade algunos verscu-
los interesantes:
En la ciudad en que entris y os reciban, comed lo que
os pongan; curad a los enfermos que haya en ella, y
decidles: "El Reino de Dios est cerca de vosotros". En
la ciudad en que entris y no os reciban, salid a sus
plazas y decid: "Hasta el polvo de vuestra ciudad que
se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos, pero sa-
bed, con todo, que el Reino de Dios est cerca". Os di-
go que en aquella hora habr menos rigor para Sodo-
ma que para la ciudad aquella" (Lc 10, 8-12).
La ciudad que no recibe bien a los misioneros no va a tener una
segunda oportunidad. Por qu esa prisa? Por qu se les ame-
naza (no se trata de una ciudad sino de quienes la habitaban
entonces) con un terrible castigo si no hubiesen de estar vivos
cuando llegasen el Reino y el juicio? Es el mismo caso que el
de ciudades como Betsaida, Corazn o Cafarnam, sobre las
cuales emiti un juicio muy severo, como veremos ms deteni-
damente. Da la impresin de que Jess est sumamente irri-
tado contra los habitantes de esas ciudades a causa de su falta
de apoyo al mensaje del Reino. Y la razn de ese enojo la ex-
plica Lucas en su material propio:
(Porque) el que os escucha a vosotros, a m me escu-
cha; y el que os rechaza, a m me rechaza; y el que me
rechaza a m, rechaza al que me ha enviado. (Lc 10,
16).
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Aquellos que desdean la Palabra (en el relato evanglico) son
personas concretas, con nombres y apellidos, cuya vida haba
de ser forzosamente de corta duracin. Si el Reino tardaba mu-
cho en venir, si el Da de Jess, con su juicio, se prolongaba
demasiado, no estaran vivas cuando llegaran, y, por consi-
guiente, las palabras del Maestro no tendran ningn sentido.
Por otra parte, cuando Jess habla del juicio final, segn lo
cuenta Mateo (25, 3l-46), nada dice acerca de quienes seran
juzgados por rechazar al propio Jess o a sus discpulos, slo se
refiere a quienes fueron, o no, misericordiosos con sus prji-
mos.
Lucas tambin nos cuenta cmo ser el Da de Jess:
Tiempo vendr en que desearis ver uno solo de los
das del Hijo del hombre, y no le veris. Y os dirn:
"Vedlo aqu, vedlo all". No vayis ni corris detrs.
Porque, como el relmpago fulgurante que brilla de un
extremo a otro del cielo, as ser el Hijo del hombre en
su Da. Pero antes, le es preciso padecer mucho y ser
reprobado por esta generacin (17, 22-25).
La ltima frase, si es que el "Hijo del hombre" era el mismo
Jess, no ofrece dudas: Jess vendr como un relmpago des-
pus de padecer y ser reprobado, es decir, tras su pasin y
muerte. Y ms adelante:
Estando la gente escuchando estas cosas, aadi una
parbola, pues estaba cerca de Jerusaln y crean ellos
que el Reino de Dios aparecera de un momento a otro
(19, 11).
Segn el texto, no sabemos si esa creencia les vena por haber
escuchado a Jess o porque, como otros muchos judos, espe-
raban ciertamente que llegara pronto el Reino que haba de
liberarles de la opresin extranjera. La respuesta del Maestro
en forma de parbola (la de las minas, moneda de uso corrien-
20
te) nada nos aclara. Slo da a entender que, cuando el Reino
llegue, se pedir cuentas a todos de cmo han gestionado los
bienes espirituales que Jess puso en sus manos, y que aquellos
que no le aceptaron, sern ejecutados delante de l. Pero la
afirmacin de que la gente esperaba la inminente llegada del
Reino-reinado de Dios, es interesante para nuestra argumenta-
cin.
En la exhortacin final a sus discpulos, antes de su pasin, les
advierte:
Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazo-
nes por el libertinaje, la embriaguez y las preocupacio-
nes de la vida, y venga aquel Da de improviso sobre
vosotros, como un lazo; porque vendr sobre todos los
habitantes de la faz de la tierra. Estad en vela, pues,
orando en todo tiempo para que tengis fuerza y esca-
pis a todo lo que est para venir, y podis estar en pie
delante del Hijo del hombre (21, 34-36).
De nuevo hemos de decir que stas no son palabras dirigidas a
las generaciones futuras, sino a sus compaeros ms ntimos,
sus discpulos, a los que deba instruir acerca de todo lo que
concerna al Reino de Dios y la forma de esperarlo.
21
- 4
Textos exclusivos de Mateo.
Cuando enva a los Doce en viaje misional, les predice que
habrn de sufrir numerosas persecuciones. Entonces les advier-
te:
No tomis el camino de los gentiles ni entris en ciudad
de samaritanos; dirigos ms bien a las ovejas perdidas
de Israel. Id y proclamad que el Reino de los Cielos es-
t cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad
leprosos, expulsad demonios. De gracia lo recibisteis;
dadlo de gracia (10, 5-8).
El mismo Jess, cuando llega a la regin de Tiro y Sidn, es
decir, a Fenicia, tierra de paganos, se le acerc una mujer cana-
nea pidindole que curase a su hija endemoniada, y cuando sus
discpulos le ruegan que la atienda, porque viene gritando, les
aclara:
No he sido enviado ms que a las ovejas perdidas de la
casa de Israel (Mt 15, 24).
Pero la mujer insiste, y el Maestro le dice:
No est bien tomar el pan de los hijos (los judos) y
echrselo a los perrillos (los gentiles) (Mc 7, 24-30 y
Mt 15, 21-28).
Slo por pura piedad y misericordia, Jess acaba accediendo a
los ruegos de una madre desgraciada. Pero estas frases con-
cuerdan con las dirigidas a los Doce, porque, en realidad, Jess
les transmite a ellos su propia misin en la tierra: llevar la Pa-
labra exclusivamente a los israelitas, el pueblo de Dios. Pero
estas advertencias slo se comprenden si el Reino estaba real-
mente cerca; tanto, que no haba tiempo para predicar a los
gentiles. Y sigue a los Doce:
22
Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra, y si
tambin en sta os persiguen, marchaos a otra. Yo os
aseguro: no acabaris de recorrer las ciudades de Is-
rael antes que venga el Hijo del hombre. (Mt10,23).
Es importante recordar este texto porque, como veremos ms
adelante, al hablar del retraso de la Venida de Jess, est en
contradiccin con otras frases en las que el propio Maestro
anuncia su vuelta cuando se haya predicado el evangelio en
todo el mundo conocido. Aqu no; aqu se trata de las ciudades
de Israel. Luego, debera haber venido el fin.
Tambin Mateo nos transmite una frase de Jess que no se en-
cuentra en los otros evangelistas. Juan el Bautista haba envia-
do desde la crcel a algunos discpulos suyos para que pregun-
tasen a Jess si era l quien haba de venir o deban esperar a
otro. Jess les responde exponindoles los prodigios que haba
hecho y luego se vuelve a la gente y les dice que Juan es el
mensajero que deba anunciar al propio Jess. La alocucin
acaba as:
Y, si queris admitirlo, l es Elas, el que iba a venir. El
que tenga odos que oiga (11, 14-15).
La vuelta de Elas era un tema comn en los tiempos de Jess.
Marcos cuenta que, tras la transfiguracin, Pedro, Santiago y
Juan le preguntaron:
Por qu dicen los escribas que Elas debe venir primero?
l les contest:
Elas vendr primero y restablecer todo... Pues bien,
yo os digo que Elas ha venido ya y han hecho con l
cuanto han querido, segn estaba escrito de l (Marcos
9, 11-.13).
Elas era Juan Bautista. Mateo lo cuenta as:
Ciertamente, Elas ha de venir a restaurarlo todo. Os
23
digo, sin embargo, que Elas ha venido ya, pero no le
han reconocido, sino que han hecho con l cuanto han
querido. As tambin el Hijo del hombre tendr que pa-
decer de parte de ellos (Mt 17, 11-12).
Han hecho con l cuanto han querido parece una referencia al
encarcelamiento de Juan y su posterior ejecucin. Pero, por
qu se esperaba la llegada de Elas? Y para qu? Basta leer los
ltimos versculos del profeta Malaquas para entenderlo:
He aqu que yo envo al profeta Elas antes que llegue
el Da de Yahv, grande y terrible. l har volver el co-
razn de los padres a los hijos, y el corazn de los hijos
a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de
anatema (Malaquas 3, 23-24)
Los judos contemporneos de Jess esperaban el regreso de
Elas, considerado como un indicio del final de los tiempos. No
cabe duda de que Jess, al anunciar que el Bautista es Elas
redivivo, y que ha de venir a "restaurarlo todo", est diciendo
claramente que el fin (la llegada del Reino y del juicio) est
cerca, refirindose a Malaquas: Antes que llegue el Da de
Yahv.
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- 5 -
Los escritos tardos: Hebreos, Santiago,
1 y 2 Pedro, 1 Juan, evangelio de Juan y Apocalipsis.
El orden en el que aparecen aqu estos escritos no es cronolgi-
co. Posiblemente, los ltimos sean las cartas de Pedro y Juan.
Aqu los tratamos todos en bloque bajo el epgrafe de "tardos",
que no pretende significar otra cosa sino que fueron escritos
desde los aos 80/90 hasta principios o mediados del siglo II.
Hay que recordar que ninguno de estos escritos puede atribuir-
se claramente a 1os autores que se les supone, lo que no es obs-
tculo para constatar que an en fechas tan separadas de la
muerte del Seor, todava los cristianos seguan esperando su
inminente llegada.
En Hebreos, el autor exhorta a sus destinatarios a perseverar en
la fe a pesar de las persecuciones de que son objeto. Y les dice,
entre otras cosas:
No perdis ahora vuestra confianza, que lleva consigo
una gran recompensa. Necesitis paciencia en el sufri-
miento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir
as lo prometido. Pues todava un poco, muy poco
tiempo y el que ha de venir vendr sin tardanza (Heb
10, 35-37).
El autor no encuentra otra forma de mantener la confianza, la
perseverancia y la paciencia, que recordndoles la pronta lle-
gada del Seor (segn una cita de Isaas 26,20, en la edicin de
los Setenta), que habra de acabar con todos sus sufrimientos.
Tambin la carta atribuida a Santiago nos ofrece un par de tes-
timonios. Cuando se dirige a los ricos (no se sabe si de la co-
munidad cristiana o de fuera), con palabra muy duras por cierto
les dice:
25
Vuestro oro y vuestra plata estn tomados de herrum-
bre y su herrumbre ser testimonio contra vosotros y
devorar vuestras carnes como fuego. Habis acumu-
lado riquezas en estos das que son los ltimos (Sant 5,
3).
Otros pasajes estn destinados a fortalecer la paciencia de sus
lectores, aunque en este caso no se trata de persecuciones. Po-
siblemente se est refiriendo a la llegada de Jess, que an no
se ha realizado.
Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del
Seor. Mirad, el labrador espera el fruto precioso de la
tierra aguardndolo con paciencia hasta recibir las
lluvias tempranas y tardas. Tened tambin vosotros
paciencia; fortaleced vuestros corazones, porque la
Venida del Seor est cerca (Sant 5, 7-8)
1Pedro, despus de hablar de la resurreccin afirma:
El fin de todas las cosas est cercano. Sed, pues, sensa-
tos y sobrios para daros a la oracin. Ante todo tened
entre vosotros intenso amor, pues al amor cubre multi-
tud de pecados (1P 4, 7-8).
Esta frase nos recuerda cmo Jess, para el tiempo relativa-
mente corto de la espera, recomendaba el amor incondicional,
incluso a los enemigos.
2Pedro vuelve a confirmarnos que esa espera estaba en el am-
biente cristiano:
Sabed ante todo que en los ltimos das vendrn hom-
bres llenos de sarcasmo, guiados por sus propias pa-
siones que dirn en son de burla: "Dnde queda la
promesa de su venida? Pues desde que murieron los
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Padres (los de la primera generacin cristiana) todo si-
gue como al principio de la creacin (2 P 3, 3-4).
Pero el autor no sabe cundo ser la Venida y el fin de los das,
por lo que echa mano de un recurso teolgico: es que el tiempo
no significa para Dios lo mismo que para nosotros.
Mas una cosa no podis ignorar: que ante el Seor un
da es como mil aos y mil aos, como un da. No se re-
tira el Seor en el cumplimiento de la promesa, como
algunos suponen, sino que usa de paciencia con voso-
tros, no queriendo que algunos perezcan, sino que to-
dos lleguen a la conversin. El Da del Seor llegar
como un ladrn. (2 P 3, 8-10a)
Dios espera para que los que an viven tengan tiempo de con-
vertirse antes del Juicio y el fin. Y lo entendemos as porque la
carta va dirigida a personas concreta (no a nosotros) que, ade-
ms, estn esperando ese Da. Por ello, despus de describirles
como s consumir toda la tierra, les dice:
Puesto que todas estas cosas han de disolverse as,
cmo conviene que seis en vuestra santa conducta y
en la piedad, esperando y acelerando la venida del Da
de Dios, en el que los cielos en llamas se disolvern y
los elementos, abrasados, se fundirn? Pero espera-
mos, segn nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nue-
va tierra, en los que habite la justicia (2P 3, 11-13)
No se est describiendo el paraso tras la muerte, sino una tie-
rra, aqu, esta tierra, renovada y transfigurada, (donde habitar
la justicia, es decir, donde todo ser diferente a como era en-
tonces (y an lo es hoy). Y sigue en la misma lnea el autor:
Por lo tanto, queridos, en espera de estos aconteci-
mientos, esforzaos por ser hallados en paz ante l, sin
mancilla y sin tacha (2P 3,14).
Los destinatarios de la carta deben vivir sin pecado, para que el
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Seor los encuentre dignos. No puede estar ms claro el men-
saje del autor.
1Juan refiere que ya se han cumplido las "seales" que indican
la llegada del fin:
Hijos mos, es la ltima hora. Habis odo que iba a
venir un Anticristo; ahora bien, muchos anticristos han
aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es ya la
ltima hora. (1Juan 2, 18)
Y ms adelante:
Y ahora, hijos mos, permaneced en l, para que, cuan-
do se manifieste, tengamos plena confianza y no que-
dis avergonzados lejos de l en su Venida (1Juan 2,
28).
Es exactamente lo que se dice en 2Pedro:
El da que aquellos cristianos esperan debe sorpren-
derlos en una vida de fe y sin tacha.
El Evangelio de Juan, por escribirse tan tarde (finales del siglo
1), y por las diferencias sustanciales con los otros tres en cuan-
to a la forma de concebir a Jess, no contiene referencias a la
cercana del Reino. Ni siquiera se menciona apenas el mismo
Reino de Dios: slo dos veces, durante la conversacin de Je-
ss con Nicodemo. Pero hay un texto muy significativo. Jess
se est despidiendo de sus discpulos en la ltima cena, y en un
momento determinado les anima:
No se turbe vuestro corazn. Creis en Dios, creed
tambin en m. En la casa de mi Padre hay muchas
mansiones; si no, os lo habra dicho; porque voy a pre-
28
pararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya prepa-
rado un lugar, volver y os tomar conmigo para que
donde est yo estis tambin vosotros (14, 1-3).
Por supuesto que los telogos siempre han entendido esta frase
como referida a la muerte personal de cada uno de los cristia-
nos: Jess se fue a prepararnos el lugar donde debemos descan-
sar eternamente. Pero, en primer lugar, las palabras del Maestro
van dirigidas directa y exclusivamente a sus discpulos y, en
segundo lugar, la frase volver y os tomar conmigo adquiere
su sentido pleno no cuando la referimos a la muerte particular
sino a la Venida del mismo Jess para tomarlos.
Nada ms comenzar, el Apocalipsis de Juan afirma la prxima
llegada de Jess:
Revelacin de Jesucristo; se la concedi Dios para ma-
nifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto; y
envi a su ngel para drsela a conocer a su siervo
Juan, el cual da testimonio de todo lo que vio... Dicho-
so el que lea y los que escuchen las palabras de esta
profeca y guarden lo escrito en ella, porque el Tiempo
est cerca (1, 1-3).
Y en el saludo a las iglesias de Asia, se afirma algo que no de-
bera sorprendernos:
Mirad, viene acompaado de nubes; todo ojo lo ver,
hasta los que le traspasaron, y por l harn duelo todas
las razas de la tierra (1,7).
Si han de verlo los que le traspasaron no poda tardar mucho.
Ms adelante habla el mismo Jess (aunque con el nombre de
'el Santo', 'el Veraz'), y dice a la Iglesia de Filadelfia:
Ya que has guardado mi recomendacin de ser paciente en el
sufrimiento, tambin yo te guardar en la hora de la prueba
que va a venir sobre el mundo entero para probar a los habi-
tantes de la tierra. Pronto vendr; mantn con firmeza lo que
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tienes, para que nadie te arrebate tu corona (3, 10-11).
Casi al final del libro, un ngel le dice al visionario:
No selles las palabras profticas de este libro, porque
el Tiempo est cerca (Apoc 22,10)
Y sin transicin ni explicacin alguna, sigue hablando Jess:
Mira, pronto vendr y traer mi recompensa conmigo
para pagar a cada uno segn su trabajo (Apoc 22, 12).
Y el libro de las visiones termina:
Dice el que da testimonio de todo esto: "S, pronto ven-
dr". iAmn! Ven, Seor Jess! (Apoc 22,20). .
Es muy significativo que el Apocalipsis comience y termine
con la misma ansiosa expectativa.
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El retraso de la Parusa
Ciertamente existen algunos textos en los que la Parusa y el
final de los tiempos se presentan como una espera que ha de ser
larga. El tiempo, evidentemente, jugaba en contra de la espe-
ranza escatolgica. Se ha pretendido ver una prueba en la par-
bola de los talentos, exclusiva de Mt. All, un hombre reparte
su dinero entre sus siervos hasta que l vuelva y se dice que al
cabo de mucho tiempo volvi el dueo. En otra parbola, la de
los viadores homicidas, narrada por los tres sinpticos, Lucas
introduce una variante: donde Marcos y Mateo afirman que el
dueo se march lejos, Lucas aade algo: se march lejos por
mucho tiempo.
Otro texto de Lucas supone tambin un retraso. Jess est ha-
blando de las seales precursoras del fin, y afirma:
Mirad, no os dejis engaar, porque vendrn muchos
usurpando mi nombre y diciendo:" Yo soy" y "el tiempo
est cerca". No les sigis. Cuando oigis hablar de
guerras y revoluciones, no os aterris; porque es nece-
sario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es
inmediato. (Lc 21, 8-9).
La idea de que la Buena noticia ha de predicarse a "todas las
naciones" (se entiende las entonces conocidas), parece suponer
un importante retraso en la Vuelta del Seor.
Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a
toda la creacin. (Marcos 16,1S)
Id, pues, y haced discpulos a todas las gentes. Y sabed
que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del
mundo (Mateo 28, 19 y 20b).
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As est escrito que el Cristo padeciera y resucitara en-
tre los muertos al tercer da, y se predicara en su nom-
bre la conversin para perdn de los pecados a todas
las naciones, empezando desde Jerusaln (Lucas 24,46-
47).
Sin embargo, es cierto que para los aos 70 los misioneros cris-
tianos ya haban fundado comunidades en los puntos principa-
les del imperio romano, incluida Roma, por supuesto, y debe-
mos recordar que Jess, en un momento determinado, supone
que para despus de esa fecha (la cada de Jerusaln en manos
romanas) tendra lugar su advenimiento (Mc 13, 29 / Mt 24,33
/ Lc 21,31, citados anteriormente).
Pero el retraso de la Parusa de Jess que se detecta en los
evangelistas, no lo compartan la mayora de los cristianos. A
principios del siglo III, casi doscientos aos despus de muerto
el Maestro, Hiplito, presbtero de la iglesia de Roma, escribe
un tratado llamado Crnicas, en el que intenta convencer a los
creyentes que el fin no era tan inminente como ellos suponan.
Tenemos, pues, dos bloques de textos: uno es positivo (el
Reino, y Jess con l, est muy cerca) y otro negativo (el Reino
tardar en llegar). Pero esos dos bloques no se encuentran sepa-
rados en el NT, sino mezclados. Esto significa que Jess dijo
unas veces que s y otras que no, dentro de cada uno de los
evangelios, algo que es absurdo. Resulta ms fcil y lgico
atribuir esas contradicciones a los autores que al mismo Jess.
Nada tiene ello de extrao si pensamos que todos los escritos
del NT fueron redactados despus de su desaparicin, cuando
sus seguidores se vieron obligados a repensar las palabras de1
Maestro al constatar que el fin y el Reino no llegaban tan pron-
to como l crea. De esta forma, los autores de los textos neo-
testamentarios, empujados por la situacin ambivalente de la
comunidad primitiva, aadieron frases en las que apareciese el
retraso de la Parusa puestas en boca del mismo Jess.
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Pero la esperanza escatolgica no se perdi. Los movimientos
milenaristas, por ejemplo, expresan la creencia en ese inminen-
te triunfo del Reino de Dios. Se basaban en una frase de 2 Pe-
dro que hemos trascrito y comentado anteriormente:
Esperamos, segn nos lo tiene prometido, nuevos cielos
y nueva tierra, en los que habite la justicia (2P 3, 13).
Y en el mismo Apocalipsis, donde est ms claro:
Luego vi un ngel que bajaba del cielo y tena en su
mano la llave del Abismo y una gran cadena. Domin a
la Serpiente, la Serpiente antigua que es el diablo y Sa-
tans, y la encaden por mil aos. La arroj al abismo,
la encerr y puso encima los sellos, para que no sedu-
jeran ms a las naciones hasta que se cumplieran los
mil aos. Despus tiene que ser soltada por poco tiem-
po.
Vi tambin las almas de los que fueron decapitados por
el testimonio de Jess y la palabra de Dios, y a todos
los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen y no
aceptaron la marca en su frente o en su mano, y revi-
vieron y reinaron con Cristo mil aos (Apoc 20,1-4).
Estas ideas, como otros mesianismos, aparecen hasta nuestros
das (mormones, adventistas, Testigos de Jehov...) La Prome-
sa de Jess era, y es, difcil de erradicar.
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