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Resumen El año 2007 confirmó el retorno de Eurasia como realidad geopolítica ineludible. Actores y dinámicas clave para com- prender las relaciones internacionales –crisis y atisbos de re- composición en la UE, reafirmación de la Federación Rusa, puesta en entredicho del sistema convencional de seguridad heredado de la post-Guerra Fría, debate sobre la interde- pendencia energética, o el continuado ascenso de China o India– han tenido como escenario principal el macrocon- tinente que se extiende desde los confines occidentales de Europa hasta el extremo oriental de Asia. Como escribiera ya a finales de los noventa uno de los teóricos clásicos del espacio euroasiático, Zbigniew Brzezinski, Eurasia está emer- giendo como el “macrocontinente axial” en los asuntos glo- bales (Brzezinski, 1997). Ahora bien, la Eurasia emergente dista de ser una realidad estable y de contornos fijos. Al contrario, es un espacio en plena mutación, con múltiples variables en juego y futuros posibles. Introducción Lejos de converger, los proyectos alternativos de estructu- ración de ese espacio apuntan hacia la consolidación en Eurasia de un inestable pluralis- mo geopolítico. Esquemas de in- tegración o cooperación consi- derados hasta fecha reciente el punto Omega del fin de la his- toria, como la UE o la comuni- dad euro-atlántica ampliada, se enfrentan ahora al dilema de elegir entre la cooptación, la co- existencia, la competencia o la confrontación con otros de- signios igualmente encaminados a organizar la convivencia entre comunidades políticas euroasiáticas in(ter)dependientes. Designios que ya no siguen pasivamen- te los dictados de Washington, Bruselas o Berlín, sino que emanan altivamente de Moscú, Astana o Beijing. La clave de la estabilidad política en Eurasia radicará así en el inme- diato futuro en la capacidad que los centros de poder tradi- cionales del occidente euroasiático tengan para responder o acomodarse a esta nueva realidad plural que surge del inte- rior y del oriente de Eurasia. Asimismo, será esencial que los principales actores euroasiáticos sean capaces de comenzar a pergeñar y erigir una nueva estructura de cooperación y seguridad macrocontinental, en principio acogedora y puede que posteriormente superadora, de los esquemas parciales ahora existentes. Sólo con una Eurasia cooperati- va, segura y abierta al resto del mundo podremos evitar la tentación, tantas veces repetida a lo largo de la historia, de que sus pueblos y recursos materiales sean utilizados para alimentar voluntades de dominación conducentes a resulta- dos de sobra conocidos. Sin embargo, ese futuro esperan- zador, de entre los posibles, en modo alguno está predeter- minado. Afortunadamente, tampoco su contrario. La emergente realidad euroasiática Para una mejor comprensión de los acontecimientos que han marcado el año político en Eurasia es preciso proce- der a una previa operación de conceptualización y demar- cación del espacio al que nos referimos. Así, a los efectos del presente artículo, entendemos por Eurasia una realidad geopolítica caracterizada por una distribución competitiva del poder en el espacio y compuesta a su vez por varios sub- sistemas, o subregiones, de todavía inciertos contornos a menudo solapados y cambiantes. Nuestro punto de partida, por tanto, es que Eurasia cons- tituye una unidad inteligible de conocimiento y acción superior a la suma de sus partes. Sobreponiendo a un mapa me- ramente geográfico ese otro mapa geopolítico, los principa- les subsistemas que componen Eurasia serían los siguientes, desplazándonos de oeste a es- te: la Unión Europea y sus principales estados, debiéndose también tener en cuenta su conexión euro-atlántica; la Eu- ropa sudoriental todavía no integrada en la UE; la Europa oriental tampoco acogida en la UE y sujeta de una forma u otra, como el conjunto del espacio postsoviético, a la fuer- za gravitacional de la Federación Rusa (Bielarús, Ucrania y Moldova), aunque también es atraída, en distintos grados, hacia la órbita euro-occidental; la propia Federación Rusa, en pleno proceso de reafirmación; el Cáucaso meridional (Georgia, Armenia y Azerbaiyán); Eurasia interior/Asia Cen- Estabilidad política en Eurasia Luis Francisco Martínez Montes Diplomático y Consejero en Representación de España ante la OSCE 183 “La clave de la estabilidad política en Eurasia radicará así en el inmediato futuro en la capacidad que los centros de poder tradicionales del occidente euroasiático tengan para responder o acomodarse a esta nueva realidad plural que surge del interior y del oriente de Eurasia” Anuario ASIA PACIFICO

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Page 1: Estabilidad Política de Eurasia - Luis Francisco Martínez Montes

Resumen

El año 2007 confirmó el retorno de Eurasia como realidadgeopolítica ineludible. Actores y dinámicas clave para com-prender las relaciones internacionales –crisis y atisbos de re -composición en la UE, reafirmación de la Federación Ru sa,puesta en entredicho del sistema convencional de se gu ri dadheredado de la post-Guerra Fría, debate sobre la in ter de -pendencia energética, o el continuado ascenso de China oIn dia– han tenido como escenario principal el ma cro con -tinente que se extiende desde los confines occidentales deEuropa hasta el extremo oriental de Asia. Como escribieraya a finales de los noventa uno de los teóricos clásicos deles pacio euroasiático, Zbigniew Brzezinski, Eurasia está emer-giendo como el “macrocontinente axial” en los asuntos glo -bales (Brzezinski, 1997). Ahora bien, la Eurasia emergen tedista de ser una realidad estable y de contornos fijos. Alcon trario, es un espacio en plena mutación, con múl tiplesvariables en juego y futuros posibles.

Introducción

Lejos de converger, los proyectos alternativos de estruc tu -ración de ese espacio apuntan hacia la consolidación en Eu rasia de un inestable pluralis-mo geopolítico. Esquemas de in-tegración o cooperación consi-derados hasta fecha reciente elpunto Omega del fin de la his-toria, como la UE o la comuni-dad euro-atlántica ampliada, seenfrentan ahora al dilema deele gir entre la cooptación, la co -existencia, la competencia o la confrontación con otros de -signios igualmente encaminados a organizar la convivenciaentre comunidades políticas euroasiáticasin(ter)dependientes. Designios que ya no siguen pasivamen-te los dictados de Washington, Bruselas o Berlín, sino queemanan altivamente de Moscú, Astana o Beijing. La clavede la estabilidad po lítica en Eurasia radicará así en el inme-diato futuro en la capacidad que los centros de poder tradi-cionales del occidente euroasiático tengan para responder oacomodarse a esta nueva realidad plural que surge del inte-rior y del oriente de Eurasia. Asimismo, será esencial que los

principales actores euroasiáticos sean capaces de comenzara pergeñar y erigir una nueva estructura de cooperación yseguridad macrocontinental, en principio acogedora ypuede que posteriormente superadora, de los esquemasparciales ahora existentes. Sólo con una Eurasia cooperati-va, segura y abier ta al resto del mundo podremos evitar latentación, tantas veces repetida a lo largo de la historia, deque sus pueblos y recursos materiales sean utilizados paraalimentar voluntades de dominación conducentes a resulta-dos de sobra conocidos. Sin embargo, ese futuro esperan-zador, de entre los posibles, en modo alguno está predeter-minado. Afor tunadamente, tampoco su contrario.

La emergente realidad euroasiática

Para una mejor comprensión de los acontecimientos quehan marcado el año político en Eurasia es preciso proce- der a una previa operación de conceptualización y demar-cación del espacio al que nos referimos. Así, a los efectosdel presente artículo, entendemos por Eurasia una realidadgeopolítica caracterizada por una distribución competitivadel poder en el espacio y compuesta a su vez por varios sub-sistemas, o subregiones, de todavía inciertos contornos ame nudo solapados y cambiantes. Nuestro punto de partida,

por tanto, es que Eurasia cons-tituye una unidad inteligible deconocimiento y acción superiora la suma de sus partes.

Sobreponiendo a un mapa me -ramente geográfico ese otroma pa geopolítico, los principa-les subsistemas que componen

Eurasia serían los siguientes, desplazándonos de oeste a es -te: la Unión Europea y sus principales estados, debiéndosetambién tener en cuenta su conexión euro-atlántica; la Eu -ropa sudoriental todavía no integrada en la UE; la Europaoriental tampoco acogida en la UE y sujeta de una forma uotra, como el conjunto del espacio postsoviético, a la fuer-za gravitacional de la Federación Rusa (Bielarús, Ucrania yMoldova), aunque también es atraída, en distintos grados,hacia la órbita euro-occidental; la propia Federación Rusa,en pleno proceso de reafirmación; el Cáucaso meridional(Georgia, Armenia y Azerbaiyán); Eurasia interior/Asia Cen -

Estabilidad políticaen Eurasia

Luis Francisco Martínez Montes Diplomático y Consejero en Representación de España ante la OSCE

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“La clave de la estabilidad política en Eurasiaradicará así en el inmediato futuro en la

capacidad que los centros de podertradicionales del occidente euroasiático

tengan para responder o acomodarse a estanueva realidad plural que surge del interior

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MAPA 1. Dos concepciones de Eurasia

Fuente: Elaboración propia a partir de datos del autor.

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tral, en donde se entrecruzan total o parcialmente: la propiaFederación Rusa y Europa Oriental; el Cáucaso; parte deOriente Medio, incluyendo las regiones orientales y septen-trionales de Turquía e Irán; las cinco repúblicas centroasiáti-cas desgajadas de la antigua Unión Soviética y, en su entor-no inmediato, las provincias occidentales de China, másMongolia; Asia Meridional, donde convencionalmente se si -túan Afganistán, Pakistán e India, país este último que es tárevitalizando su histórica conexión tanto con Asia Orien talcomo con Asia Central. Todo lo cual está dando lu gar en laplanificación de los estrategasangloamericanos al interesadoconcepto de Gran Asia Centralpor el que se pretende privile-giar los lazos de las repúblicasde Asia Central con Asia Me -ridional, intentando así detraer-las de sus lazos con Moscú; yAsia Oriental, con China, la di -vidida península co reana y Ja -pón como principales jugadores. Ade más de con los ante-riores, hemos de contar también, por obvias razones, conEstados Unidos como actor extrarregional eu ro asiático, perocon influencia que va de lo condicionante a lo determinan-te en el ámbito analizado.

Evidentemente, cada uno de los subsistemas euroasiáticossumariamente enunciados presentan un nivel de cohesióninterna y de estructuración intra-regional muy desigual.Exis te una gran distancia, por poner un solo ejemplo, entreel altísimo grado de densidad jurídico-institucional que pre-senta la Unión Europea y la sopa de letras en que se hanconvertido las múltiples y desordenadas iniciativas de coo-peración/integración generadas en la última década en AsiaCentral.

Ahora bien, y esto es lo verdaderamente relevante, la ten-dencia general en todo el espacio euroasiático es hacia unacreciente interrelación, interdependencia y, no cabe negar-lo, competencia entre sus unidades constitutivas. Como ve -remos, esta tendencia se ha acentuado marcadamente du -rante el año 2007. Pasaremos a continuación a examinar losprincipales hitos fijándonos, más que en la estricta sucesióncronológica de los acontecimientos, en los designios de losactores determinantes y en las fuerzas profundas que acom-pañan, o se oponen, a los mismos.

Eurasia occidental: crisis, recomposición y proyectos alternativos

El eje vertebrador de Eurasia occidental es el proceso de in -tegración encarnado en la Unión Europea, con su derivadaeuroatlántica. No es un secreto que ese proceso ha venido

atravesando durante los últimos años una profunda crisis.Crisis que ha presentado tres manifestaciones convergen-tes: político-institucional (debida, sobre todo, aunque noúnicamente, al rechazo en 2005 del proyecto de TratadoConstitucional en Francia y en los Países Bajos); geopolítica(divisiones entre la “vieja” y la “nueva” Europa y reapariciónde proyectos hegemónicos de las grandes potencias, ac -tuando ya sea en solitario o en concierto) y socio-económi-ca (puesta en cuestión de modelos sociológicos y culturalesante la dificultad de acomodar, integrar o asimilar a cre-

cientes poblaciones exógenas;carencia de una respuesta uni -da o, al menos, coordinada an -te los retos y oportunidades dela globalización; creciente cons-ciencia de la dependencia ener-gética…). La confluencia en eltiempo de estas tres crisis haceque la UE haya sido percibidacomo demasiado grande y aje -

na para gestionar los problemas diarios de los ciudadanos yrelativamente pequeña y, sobre todo, dividida, para hacerfrente a los grandes desafíos globales.

Cierto es que la pérdida de orientación de la UE intentó sersuperada durante 2007 por las sucesivas presidencias ale-mana y portuguesa. Esta última finalmente tuvo éxito enreconducir la grave crisis institucional y de confianza en quese hallaba sumido el proceso mediante la firma del Tratadode Lisboa, el 13 de diciembre del pasado año. Se trató, co -mo numerosos analistas se ocuparon entonces de señalar,de un “rescate” más o menos sustancial, según las interpre -taciones, del difunto proyecto de Tratado por el que sehubiera establecido una Constitución Europea.

Pero, más allá de la evolución del entramado jurídico-insti-tucional de la Unión, por importante que éste sea, la princi-pal novedad del año 2007 en Eurasia occidental fue el cam-bio de liderazgo en algunos de sus países centrales. Si afinales de mayo de 2007 tuvo lugar la elección de NicolasSarkozy pa ra la presidencia de Francia, el 27 de junio delmismo año Gordon Brown se convirtió en primer ministrodel Reino Unido tras la retirada de Tony Blair. Desde enton-ces, se comenzó a hablar de un posible eje Londres (GordonBrown)-París (Sar kozy)-Berlín (Angela Merkel) como motorde la UE y, al tiempo, como plataforma desde la que recom-poner las todavía por entonces maltrechas relaciones trans-atlánticas. Para los europeístas debe de ser frustrante el quea la hora de la verdad, cuando se trata de las grandes deci-siones en Europa, la mayoría sigamos sucumbiendo al len-guaje de los ejes, de los conciertos o de los directorios.Aunque ello, en realidad, no debiera sorprender a nadie:nihil novum sub sole. En su magistral biografía de JeanMonnet, François Duchêne ya se vio obligado a reconocer

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Política y seguridad

“El modelo angloamericano está orientado,en su formulación más acabada y extrema,

hacia dos objetivos: la regeneración y expansión de la comunidad euroatlántica

y la perpetuación de la división política de Eurasia, conteniendo, confrontando o cooptando a la UE, Federación Rusa

y China.”

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por parte de la Federación Rusa como una pieza más de unmovimiento de envolvimiento que Moscú viene atribuyendoa Occidente desde el fin de la Guerra Fría. En un contexto,como veremos, de endurecimiento del régimen ruso antesde un anunciado cambio de liderazgo interno en 2008, lareacción no se hizo esperar. Consistió, precisamente, en de -nunciar los fundamentos del equilibrio de fuerzas de lapost-Guerra Fría. La primera víctima fue el Tratado de Fuer -zas Convencionales en Europa, una de las piezas funda-mentales de ese equilibrio, sobre el que Moscú establecióuna moratoria en la primavera de 2007 hasta que final-

mente anunció la suspensiónindefinida de sus obligacionesconvencionales a finales delmismo año.

Más allá de las acusaciones yréplicas sobre quién fue el res-ponsable último de esta situa-ción, lo cierto es que el clima

de recriminaciones mutuas que le acompañó durante elpasado año fue reminiscente de épocas pasadas y llevó amuchos analistas a comparar tal estado de cosas con elretorno a una nue va Guerra Fría y a la dinámica bipolar.Nada más alejado, pese a las apariencias, de la realidad. Entodo caso, a lo que estaríamos asistiendo es al fin de la pro-pia post-Guerra Fría y del momento unipolar y a su sustitu-ción, en el escenario euroasiático, no por una rígida bipola-ridad, sino por un pluralismo en el que compiten, co moestamos analizando, diversos proyectos geopolíticos.

Siguiendo con el designio anglo-americano, el objetivo demantener una Eurasia fragmentada, además de contar conla maniobra táctica del escudo antimisiles, fue impulsado alo largo y ancho del macrocontinente por otros movimien-tos estratégicos de más largo alcance. Así, durante 2007, enEurasia interior continuaron los esfuerzos, con muy desigualéxito, por consolidar los regímenes pro-occidentales surgi-dos de las denominadas “revoluciones de colores” en la pe -riferia rusa: Georgia en 2003, Ucrania en 2004 y Kir guistánen 2005. Sin embargo, la inestabilidad que caracterizó laevolución política interna en cada uno de estos países hizoque durante al pasado año to dos ellos se convirtieran en unterreno abonado para el retorno con mayor o menor fuerzade sectores considerados pro-rusos o, al menos, no abierta-mente pro-occidentales.

En esta línea, el gobierno pro-estadounidense de Saakashvilien Georgia sufrió un fuerte descrédito durante la campañapresidencial iniciada en noviembre de 2007 al reaccionarcon extrema dureza ante las alegaciones de corrupción yautoritarismo lanzadas por una oposición que, a su vez, fueacusada desde el poder de servir los intereses de Moscú. EnUcrania, la crisis constitucional que estalló a finales de

que incluso para el padre fundador de las comunidadeseuropeas las decisiones transcendentales habrían de seradoptadas por los grandes, sin mayores miramientos paracon los demás, medianos o pequeños.

Sin embargo, las supuestas afinidades personales (siempresujetas, como no tardaría en comprobarse en el caso de lare lación Sarkozy-Merkel, a vaivenes y vanidades) y la apa-rente convergencia de intereses entre las grandes potenciaseuro-occidentales no pudieron hacer obviar las grandesdivergencias de fondo entre las tres capitales. Y ello espe-cialmente cuando se trata deponer en práctica sus diferentesconcepciones sobre la configu-ración del espacio euroasiático.De nuevo, 2007 demostró serrevelador al respecto. Así, el pa -sado año se manifestaron ple-namente dos proyectos alterna-tivos sobre la forma que habríade adoptar el orden euroasiático, ambos generados desdesu extremo occidental: el angloamericano, centrado en unacomunidad euroatlántica revivida y expansiva, y el eurocon-tinental, con sus variantes gala y germana. Veamos a conti-nuación cuáles son sus características esenciales y cómosiguieron desplegándose, o retrocediendo, durante 2007.

El modelo angloamericano

Está orientado, en su formulación más acabada y extrema,hacia dos objetivos: la regeneración y expansión de la co -munidad euroatlántica y la perpetuación de la división polí-tica de Eurasia, conteniendo, confrontando o cooptando alos tres actores con mayor capacidad de recrear espaciosautónomos en el macrocontinente: la propia UE, la Fe de -ración Rusa y China. Al tiempo, mientras pretende mante-ner separados a estos actores para evitar que constituyan unpolo geopolítico al ternativo, busca un acceso sin barreras alos recursos y mercados que cada uno de ellos ofrece y que,en el caso de Fe deración Ru sa/Eurasia interior y China, co -mienzan a ser integrados en los flujos de la globalizaciónpese a los reflejos nacionalistas y proteccionistas que pervi-ven en la mayor parte del espacio que se extiende entreMoscú y Beijing.

Los dos objetivos primarios de este modelo –es decir, la con-solidación y expansión euroatlántica y la división de Eurasia–intentaron ser superados durante 2007 por varios mediosde corto y mayor alcance. En la primera categoría entró elanuncio por parte de Washington del posible despliegue deun sistema de defensa contra misiles balísticos en Polonia yla República Checa dirigido en principio hacia estados comoIrán o Corea del Norte, pero inmediatamente considerado

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Estabilidad política en Eurasia

“A lo que estaríamos asistiendo es al fin dela propia post-Guerra Fría y del momentounipolar y a su sustitución, en el escenarioeuroasiático, no por una rígida bipolaridad,sino por un pluralismo en el que compiten,

como estamos analizando, diversosproyectos geopolíticos.”

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marzo de 2007 provocó la disolución del Parlamento y laconvocatoria de elecciones anticipadas en septiembre. Aun -que el bloque pro-occidental pudo formar finalmente go bierno en diciembre bajo la primera ministra Yulia Ty mo -shenko, el país sigue dividido en cuanto a su orientaciónestratégica y condicionado por su dependencia energéticarespecto a Rusia. En cuanto a Kirguistán, la frágil repúblicacentroasiática siguió sumida en la confusión a medida queel presidente Bakiyev fue inclinándose hacia posiciones cada vez más rígidas ante la presión ejercida por una oposi-ción radicalizada. Las elecciones parlamentarias de diciem-bre de 2007 confirmaron, según la ma yoría de los observa-dores, la deriva autoritaria fi nalmente seguida por la fallida“revolución de los tulipanes”. Desde el punto de vista de suinclinación hacia los distintos polos de atracción eu roasiá -ticos, Kirguis tán también siguió escindido, como lo demues-tra que en su mismo sue lo, a apenas unos kilómetros de dis-tancia, se encuentren una ba se militar occidental de apoyoa las operaciones en Af ganistán, Manas, y otra rusa, Kant,bajo el paraguas de la Organización del Tratado de Se -guridad Colectiva, bajo la égida de Moscú.

Respecto a su extremo oriental, el eje para mantener la di -visión de Eurasia siguió siendo, desde la perspectiva de Wa shington, la doble política de cooptación/contención deChina. En el primer caso, se trata de neutralizar a China co -mo adversario estratégico coadyuvando a su transforma-ción en una sociedad plenamente capitalista y a su integra-ción en los flujos de la globalización dominados por reglasde inspiración anglosajona. En el segundo, el designio an -glo-americano pasa por presen-tar a China ante sus vecinos co -mo una potencial amenaza. Elsiguiente paso en este sentido,hacia el que también se avanzódurante 2007, sería la forma-ción de una alianza todavía se -mi-informal de países afines enla región, ya visualizada en lasmaniobras navales denomina-das “Malabar 07” que tuvieronlugar en el Golfo de Ben gala enseptiembre de 2007 y en las que participaron fuerzas deEstados Unidos, In dia, Japón, Australia y Sin ga pur. No enva no, hay toda una corriente en el pensamiento es tratégicoestadounidense que aboga por la creación de una OTAN deAsia-Pacífico destinada a limitar y, si fuera necesario, con-frontar, el continuo ascenso de China.

Modelo eurocontinental

Frente al designio angloamericano (compartido en otros es -tados por influyentes élites unidas por redes de poder e in -

tereses comunes) ha ido reapareciendo como alternativa enEurasia occidental un más difuso proyecto eurocontinental,resultado de la alianza de circunstancias entre dos viejas tra-diciones geopolíticas resurgidas al calor de las tensiones enla comunidad euroatlántica: la “neogaullista” y la Real -politik germánica. Ambas comparten una apenas disimula-da rivalidad –unida a una clara animadversión en el casofrancés– con el mundo anglosajón y, por tanto, a pesar desus diferencias en el pasado, convergen en el deseo de in -tentar transformar Eurasia continental (es decir, en este casola Europa de orientación no anglosajona, más Fe de raciónRusa/Eurasia interior y partes de Eurasia oriental, en parti-cular China) en un área geopolítica autónoma.

Ahora bien, la pretensión, si alguna vez tuvo serios visos deser tal, de crear un consistente eje París-Berlín con extensio-nes hacia Moscú y Beijing en los prolegómenos de la invasiónde Irak demostró su vacuidad con el cambio de guardia pri-mero en Alemania y posteriormente en Francia. Ade más, lasensoñaciones francesas bajo Chirac de crear un contrapodera la hegemonía angloamericana ya habían cho cado, inclusoantes de la llegada al poder de Sarkozy, con una realidad sim-ple: ninguna de las otras grandes capitales euroasiáticas tan-teadas –Berlín, Moscú y Beijing– estarían dispuestas a renun-ciar a sus propios proyectos de conformación de Eurasia.

Dejando para más adelante el análisis de los casos de Moscúy Beijing, el ejemplo de Berlín es paradigmático. Con el an -terior canciller Gerhard Schröder, Alemania se embarcó enuna gradual revisión, ya iniciada en la era Kohl y continua-

da por Merkel, de los tabúesque habían limitado la proyec-ción exterior tanto continentalcomo global del resurgente po -der alemán. Durante los últi-mos quince años han tenido asílugar iniciativas conducentes aincrementar la in fluencia ger-mana hacia el interior de Eu ra -sia, entre las que destacan, deoeste a este: el im pulso a lassucesivas ampliaciones de la UE

hacia la Europa del Este; las intervenciones diplomáticas ymilitares (bajo paraguas UE y OTAN) en la ex Yugoslavia; laforja de una relación privilegiada con Moscú, apoyada en la di-plomacia del crédito, de las inversiones y de la energía; lautilización del “soft power” y de las redes multilaterales(diplomacia cultural, política de vecindad de la UE, presen-cias sobre el terreno de la Organización para la Seguridad yCooperación en Europa…) en la periferia rusa, sobre todoen el Cáucaso meridional; la creación de una tupida pre-sencia diplomática, cultural, económica e incluso militar (labase de Termez, en Uzbekistán) en Asia Central y en Af -ganistán; y la conversión de China en la principal base de

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“Respecto a su extremo oriental, el eje paramantener la división de Eurasia siguió

siendo, desde la perspectiva de Washington,la doble política de cooptación/contención

de China (...) que pasa por presentar a Chinaante sus vecinos como una potencial

amenaza. (...) No en vano, hay toda unacorriente en el pensamiento estratégico

estadounidense que aboga por la creaciónde una OTAN de Asia-Pacífico”

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operaciones del establishment industrial y financiero alemánen Extremo Oriente.

En suma, la variante eurocontinental de Eurasia sufre, adiferencia de la angloamericana, de las fuertes contradic-ciones entre sus principales proponentes. Asimismo, no ca -be olvidarlo, se ve debilitada por la pulsión hacia el modeloanglosajón que sigue inspirando a parte de las élites y gru-pos de interés franceses (el propio Sarkozy es un ejemploquizá extremo) y, sobre todo, alemanes. Ello no significa quetanto París como Berlín vayan a renunciar a sus respectivaspolíticas autónomas de grandes potencias en el ámbitoeuroasiático y más allá. Sin embargo, en el futuro inmedia-to, tras el fracaso con Chirac y Schröder en la movilizaciónde los estados que pensaban más afines, es muy previsibleque los nuevos liderazgos en ambas capitales sigan avan-zando sus intereses nacionales en Eurasia sin enfrentarsetan abiertamente al polo anglosajón.

Modelo de integración

Vistos los modelos alternativos de Eurasia planteados desdesu extremo occidental por las grandes potencias, hemos dehacer mención a un posible tercer modelo de configuracióneuroasiática que parte del postmoderno principio de supra-nacionalidad frente a los criterios eminentemente estato-céntricos examinados. Nos referimos, claro está, al que po -dría surgir del propio proceso de integración europea… sialguien se detuviera a formularlo, lo cual hasta ahora no hasido el caso. La clave aquí consistiría en asumir como puntode partida que la supervivencia y avance de ese procesointegrador es la condición necesaria, aunque no única, paraevitar que el riesgo de confrontación subyacente a todos losproyectos geopolíticos estatales examinados en este ensayotermine por materializarse. El siguiente paso sería formularuna estrategia coherente hacia Eurasia desde Bruselas queaunara y superara las dispersas iniciativas existentes. Las pie-zas con las que habría que contar para montar esa estrate-gia ya existen, aunque presentan muy serias limitaciones.De hecho, tal y como están concebidas pueden enviar elmensaje equivocado sobre las auténticas intenciones de laUnión. A no ser que concedamos que ese mensaje es el queen realidad se corresponde con los intereses de determina-dos actores clave en el seno de la propia UE.

Así, tanto el Documento de Estrategia de Seguridad de laUE (diciembre de 2003) –el conocido como “DocumentoSolana”– como el desarrollo de la Política de Vecindad des -de mayo de 2004, en su parte dirigida hacia el este deEuropa y el interior de Eurasia (aunque deja peligrosamentefuera a Asia Central), pueden ser percibidos, en parte co -rrectamente, como respuesta de las fuerzas favorables a lavis integradora euroasiática ante el empuje de las fuerzas

disgregadoras desde dentro y fuera del macrocontinente yde la propia Unión. Ahora bien, sería ingenuo no advertirque tanto la Estrategia de la Unión como la Política de Ve -cindad pueden servir también a otro tipo de intereses. Am -bas proponen explícitamente formar alrededor de la Uniónun anillo de estados prósperos y estables mediante incenti-vos varios pero sin llegar al extremo de extender una cláu-sula automática de adhesión a sus beneficiarios en Eu ropaOriental y el Cáucaso meridional. Éstos quedan así re le -gados a permanecer, al menos temporalmente, en una zonaindeterminada entre la Unión ampliada, por una parte, y laFederación Rusa y su periferia más o menos próxima (nosólo en sentido meramente geográfico), por otra. La com-paración con las pretéritas políticas de cordones sanitariospuede resultar tentadora.

Al mismo tiempo, mediante el concepto de condicionalidadpositiva, la Unión pretende inducir cambios en la estructurapolítica y económica de esos estados “tapón” para acercar-los al modelo más afín de democracia de mercado. Ello sig-nifica que, a través de instrumentos políticos varios y de losconsiderables medios financieros que la Unión está dispues-ta a canalizar a través de los planes de acción en cada unode los países escogidos, se está sirviendo al mismo tiempo–consciente o inconscientemente, de pendiendo de los ca -sos– al objetivo atribuido al proyecto angloamericano deorientar una parte de Eurasia interior hacia la comunidadeuroatlántica y alejarla cada vez más de la Federación Rusa.Ésta es, precisamente, la interpretación que se realiza desdedeterminados ámbitos del Kremlin y que explicaría algunasde las posiciones rusas más agresivas respecto a países co -mo Moldova o, especialmente, Georgia.

Otras recientes iniciativas de la Unión relativas a la “seguri-dad energética”, con su énfasis en la diversificación desuministros y en el apoyo a la construcción de “corredores”de transporte que circunvalen territorio ruso, aunque justifi-cables en otros términos, pueden tener las mismas implica-ciones prácticas y provocar, como comprobaremos, similaresreacciones rusas. Obviamente, ello sitúa en una difícil tesi-tura a países como Alemania, Francia o Italia, cada uno delos cuales ha venido intentando tejer una red de interesesprivilegiados con la Federación Rusa, incluyendo en los do -minios del gas y el petróleo. Pero es el precio que tienen quepagar por haber aceptado o incluso impulsado unas amplia-ciones que han situado en el proceso de decisión de laUnión a países con un fuerte tropismo antirruso, por cono-cidas razones históricas. Este último factor, aunque no es elúnico, contribuye a explicar también los problemas encon-trados para renovar el Acuerdo de Asociación y Coo pe ra -ción con la Federación Rusa, que expiraba a finales de 2007,una de las piezas angulares con las que los círculos supra-nacionalistas de la Unión –y los proponentes del proyectoeurocontinental, aunque por distintas razones– habían pre-

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tendido crear una arquitectura euroasiática autónoma. Pesea los esfuerzos de la presidencia alemana du rante el primersemestre del año por impulsar las relaciones entre Bruselasy Moscú, una serie de circunstancias –situación de las mino-rías rusófonas en Estonia y Le to-nia; crisis del soldado de bron ceen Estonia; la controversia so -bre la carne polaca y, sobre to -do, las divergencias so bre sumi-nistros de energía arras tradosdesde inicios de 2006 y el men-cionado despliegue de escudosantimisiles estadounidenses enla República Checa y Polonia–hicieron im posible llegar a unacuerdo en la fallida cumbre euro-rusa de Samara (celebra-da los días 17 y 18 de mayo del 2007).

Así pues, en su proyección hacia Eurasia interior, la UE con-tinuó viéndose limitada durante 2007 por una Política deVecindad restringida en cuanto a sus objetivos y fácilmentemanipulable por intereses geoestratégicos de las grandespo tencias, así como por unas relaciones con la resurgenteFe deración Rusa que atravesaron por momentos muy difí -ciles en su aproximación supranacional. El mayor logro delaño, si así puede venderse, fue la adopción de una Es tra -tegia de la Unión hacia Asia Central, loable en cuanto nove-dad, pero que nació también alicorta tanto en su formula-ción como en los medios que la UE de momento está dis-puesta a destinar para su desarrollo.

En cuanto a la proyección supranacional de la UE hacia Chi -na y otros actores clave de Eurasia oriental, la situación es algo mejor que en el caso de Eurasia interior. Aunque lasre laciones sino-europeas siguieron atravesando durante2007 por dificultades debido a diferencias comerciales ysobre la distinta concepción de los derechos humanos, con-tinuó predominado en las mismas una voluntad de prag-matismo que parece estar au -sente en el de bate con la Fe -deración Rusa, de mayor cargapolítica. De las pro yecciones es -tratégicas de la UE en Eurasia,es justamente la orientada ha -cia China la que presenta unmás amplio recorrido en el me -dio y largo plazos. Pero es tam-bién la que, en última instancia,con mayor claridad puede terminar exponiendo los límitesde la Unión en su supuesta capacidad para convertirse enun actor supranacional de primer orden me diante el empleodel denominado “poder blando”. Al igual que EEUU y laFederación Rusa, China se sigue moviendo con parámetrospropios de la política de poder en la escena internacional y

continúa privilegiando las relaciones con las grandes po -tencias clásicas y otras emergentes a las que unas vecesintenta enfrentar entre sí utilizando la estrategia del “bár-baro contra el bárbaro” –por ejemplo en el debate sobre el

levantamiento de las sancionespost-Tiannanmén– y otras sabeseducir hacia un juego compe-titivo con el atractivo de su enor-me mercado y, últimamente, desu capacidad inversora en el ex -terior gracias a su in gente re -serva de divisas.

En suma, a juzgar por lo ante-rior, la perspectiva de que la UE

pueda llegar a contar con una visión y capacidad de accióncomunes hacia el conjunto de Eurasia, entendida co moespacio de cooperación y no de rivalidades, no es halagüe-ña. Pero tampoco hemos de darla por imposible. Las cartas–una estrategia global; la pervivencia de impulsos, a vecesmeras inercias, supranacionales; un conjunto heterogéneo yperfectible de políticas y acciones comunes hacia la Fe -deración Rusa, Eurasia interior y Oriental…– es tán sobre lamesa. Ahora bien, falta coherencia y, sobre todo, la volun-tad política de anteponer un proyecto de conjunto a losintereses particulares de los grandes actores.

Federación Rusa y Eurasia interior:reafirmación y resistencias.

Transcurridos más de quince años desde el colapso de laURSS, el resultado más visible de lo que Putin denominaracomo “la mayor catástrofe geopolítica de la historia” hasido la fragmentación de Eurasia interior y la aparición deintentos por reconfigurar ese mismo espacio a partir de vi -siones e intereses a menudo contradictorios. De hecho, esaárea fue sometida a principios de los años noventa a

dos tensiones contrapuestas.Por un lado, el intento ruso porman tener una apariencia dehe gemonía sobre las antiguasrepúblicas soviéticas a travésde la Comunidad de EstadosInde pen dientes (CEI) y el man-tenimiento del monopolio enel su ministro y transporte deciertos recursos estratégicos ha-

cia y desde los incipientes estados ex soviéticos. Por otro, ensentido contrario, el propósito por parte de actores extra-regionales (como EEUU, los principales estados euro-occi-dentales, la UE y la OTAN e incluso, con sus propias agen-das, Irán, Turquía, Japón y China) de alejar a los nuevosestados independientes de la órbita de Moscú.

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Política y seguridad

“En su proyección hacia Eurasia interior, laUE continuó viéndose limitada durante 2007por una Política de Vecindad restringida en

cuanto a sus objetivos y fácilmentemanipulable por intereses geoestratégicos de

las grandes potencias, así como por unasrelaciones con la resurgente Federación Rusaque atravesaron por momentos muy difíciles

en su aproximación supranacional.”

“Transcurridos más de quince años desde elcolapso de la URSS, el resultado más visiblede lo que Putin denominara como ‘la mayorcatástrofe geopolítica de la historia’ ha sido

la fragmentación de Eurasia interior y laaparición de intentos por reconfigurar ese

mismo espacio a partir de visiones eintereses a menudo contradictorios”

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El resultado en nuestros días de la tensión entre esas dosfuerzas ha sido la pérdida de cohesión del espacio post-so viético, con la aparición de nuevas configuraciones en suse no. Examinemos a continuación las dos principales varian-tes planteadas en Eurasia interior de modo similar a comolo hicimos en el caso de Eurasia occidental.

Una Eurasia interior rusocéntrica

Como hemos indicado, un embrionario intento de recom-posición del espacio post-soviético en torno a la FederaciónRusa utilizando medios multilaterales fue ensayado ya en ladécada de los noventa del pasado siglo con la creación ypuesta en marcha de los mecanismos de la CEI, a la que per-tenecen doce de las quince antiguas repúblicas soviéticas(todas menos las bálticas, que terminaron siendo integradasen la UE y en la OTAN). Sin em -bargo, pese a los intentos porhacer efectivas las decisionesadoptadas en órganos unifica-dores como el Consejo de Jefesde Estado, el de Ministros deAsuntos Exteriores o el de Mi -nistros de Defensa, los resulta-dos fueron siendo cada vezmás magros y algunos de loses tados miembros de la CEI dehecho fueron apartándose de la línea pro-rusa conformeiban siendo atraídos, en algunos casos temporalmente, ha -cia Occidente, como lo fueron demostrando los ejemplos deMoldova, Ucrania, Georgia y Uzbekistán.

En algunos de los mencionados ejemplos, la reorientaciónfue el resultado de cambios de régimen, en parte endóge-nos y en parte inducidos desde el exterior, simbolizados enlas mencionadas “revoluciones de colores”. En otros casos–Moldova, Azerbaiyán y también la propia Georgia–, lainclinación hacia las estructuras euroatlánticas ha sido im -pulsada por la percibida interferencia rusa en asuntos inter-nos, en particular en apoyo de regímenes separatistas en lasregiones rusófonas –Osetia del Sur en Georgia y Trands -niéster en Moldova– o mediante la ayuda prestada a Ar -menia en su contencioso con Azerbaiyán sobre el territoriode Nagorno-Karabaj.

De hecho, durante la década de los noventa, la FederaciónRusa fue perdiendo influencia en su periferia al mismo tiem-po que su situación interna se de terioraba al albur de la caó-tica gestión de la era Yeltsin. Fue no por casualidad en eseperíodo cuando con mayor facilidad se produjo la infiltra-ción del mundo atlántico en Eurasia interior, sobre todo enrelación con los recursos del Cáucaso y Asia Central, aun-que también de Siberia.

La llegada de Vladímir Putin al poder en 2000 inició un pro-ceso de paulatina reversión de esa tendencia que alcanzó supunto álgido en 2007. El símbolo fue el discurso pronun-ciado por el propio Putin en una Conferencia de Seguridadcelebrada en Múnich en febrero, donde acusó a EEUU de“sobrepasar sus fronteras en todas las direcciones” y anun-ció con toda claridad la voluntar rusa de retornar al estatusde gran potencia. De hecho, en este año, el desafío estra-tégico ya amagado por la nueva Federación Rusa comenzóa mostrar su auténtico perfil. Antes, Putin se había concen-trado con éxito en su designio de recrear un Estado fuertemediante la centralización de los instrumentos de poder po -lítico y económico que su predecesor había dejado deslizardesde el Kremlin hacia las regiones y los clanes de oligarcas.Conseguido ese objetivo esencial en el interior, Moscú pudocomenzar a poner en pie una estrategia de gran potencia(re)emergente en el corazón de Eurasia, con el objetivo de

ir progresivamente ampliandosu radio de acción, en la medi-da en que lo vayan permitiendosus medios, hacia los confinesalcanzados por la extinta UniónSoviética.

Esto ha podido comprobarse,también en 2007, observandoel retorno ruso a una política dereafirmación de sus intereses

en Europa Oriental, Sudoriental y Central. Véanse las posi-ciones rusas sobre Kosovo, su reacción ante el propuestodespliegue de escudo antimisiles en la República Checa yPolonia o su táctica cuasi rumsfeldiana de dividir a los “vie-jos” y “nuevos” europeos, y a ambos, respecto de EEUU.Asimismo, en Eurasia Oriental Moscú ha intentado crearuna red de complicidades, no exenta de desencuentros, conChina e India. Pero es en Eurasia interior, el corazón del es -pacio post-soviético, donde sin duda más con más claridadpuede percibirse el esfuerzo por recrear una esfera deinfluencia propia, recuperando el terreno perdido durante lapost-Guerra Fría. Los instrumentos para conseguirlo son enesencia dos: la energía y la seguridad.

En el dominio de la energía, privilegiado por la FederaciónRusa como instrumento de poder los pasos progresivos hanconsistido, primero, en reordenar, es decir, nacionalizar defacto, y consolidar el sector nacional en torno a dos gran-des compañías de vocación monopolística y expansiva: Gaz -prom, en el gas y petróleo, y Rosneft, en el petróleo. Al mis -mo tiempo, y a medida que el objetivo anterior está siendoalcanzado, Moscú ha comenzado a revertir la situación enel terreno donde el mundo euroatlántico había pretendido,y conseguido, hacer avanzar sus posiciones: el control de losgasoductos y oleoductos que permiten canalizar los recur-sos de la Eurasia interior tanto rusa como no rusa hacia los

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Estabilidad política en Eurasia

“La Federación Rusa está garantizándoseuna posición privilegiada en el debate de la

seguridad energética en todo el espacioeuroasiático, donde, sin embargo, tiene quecompetir con la creciente voracidad china y,por supuesto, con los examinados proyectos

angloamericanos, eurocontinentales y euro-supranacionales para evitar

el monopolio ruso”

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mercados consumidores y los centros más dinámicos de cre-cimiento en Eurasia occidental y oriental.

Aunque las espadas siguen en todo lo alto, tres recientesiniciativas en este sentido merecen atraer nuestra atención.En primer lugar, el Gasoducto de Europa del Norte, por elque, con capital y tecnología alemanes, la Federación Rusapretende transportar gas desde sus yacimientos en la penín-sula de Yamal a los mercados europeos sin atravesar territo-rio de los países bálticos ni de Polonia, privando así a éstosde capacidad de influencia sobre la política energética euro-pea y de ingresos por derechos de tránsito. En segundolugar, el acuerdo preliminar alcanzado el 13 de mayo de2007 por Putin, el nuevo presidente turkmeno GurbangulyBerdymujammedov y el presidente kazajo Nursultán Na zar -bayev. Por dicho preacuerdo, el gas turkmeno y kazajo se -guirá fluyendo a través de la existente vía, que se prevé am -pliar, conocida como Gaso duc -to Central de Asia Central, conterminal en Rusia, desde dondeel gas podrá ser reexportadopor Gazprom a precios de mer-cado hacia Europa, dando asíun golpe casi mortal al plan al -ternativo, apadrinado por va -rias capitales euroatlánticas, pa-ra transportar el gas centroasiá-tico por debajo del Mar Caspio,evitando a la Federación Rusa, hasta terminales que conec-ten con el proyectado gasoducto Nabucco. Por último, lapropuesta por el monopolio Transneft (propietario de losoleoductos rusos) de crear una conducción con capacidadpara 1 millón de barriles de petróleo diarios que circunvaleBielarús y termine en el puerto báltico de Pri morsk para des -de allí suplir los mercados centroeuropeos sin intermediariosincómodos.

Con esas tres iniciativas, contando con sus reservas energé-ticas y con el mantenimiento y la progresiva ampliación delas redes de transporte de hidrocarburos ya existentes enEu rasia interior que de una forma u otra controla, la Fe -deración Rusa está así garantizándose una posición privile-giada en el debate de la seguridad energética en todo elespacio euroasiático, donde, sin embargo, tiene que com-petir con la creciente voracidad china y, por supuesto, conlos examinados proyectos angloamericanos, eurocontinen-tales y euro-supranacionales para evitar el monopolio rusosobre los suministros de energía.

En el terreno de la seguridad, Moscú ha aprovechado hábil-mente la presencia militar estadounidense en Asia Central yel Cáucaso tras el 11-S para negociar con aquellos regíme-nes locales deseosos de establecer una política de equili-brios en la región el retorno o continuidad de bases e inte-

reses militares rusos. Tal es el caso de la mencionada basede Kant en Kirguistán; de los poco conocidos acuerdos dedefensa mutua firmados con Uzbekistán tras la expulsión delos intereses estadounidenses de este país en 2005, o de lapermanencia de fuerzas rusas en Tayikistán pese a la retira-da de las tropas en la frontera con Afganistán en 2005.Ade más, la Federación Rusa mantiene lazos militares enteo ría multilaterales con seis países de su periferia –Ar me -nia, Bielarús, Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán (desde 2006)y Tayikistán– a través de la Organización del Tratado de Se -guridad Colectiva (OTSC).

La OTSC surgió en septiembre de 2003 con la transformacióndel moribundo Tratado de Seguridad Colectiva de la CEI y hadividido su campo de actividades en tres significativas subre-giones: la oriental (Rusia-Bielarús); la caucásica (FederaciónRusa-Armenia) y la centroasiática, que cuenta con una Fuerza

Colectiva de Despliegue Rápidocon sede en Bishkek. Pese a surelativa corta vida, la OTSC hadado muestras de vitalidad y desaber adaptarse a las demandasde sus miembros. A través deesta organización, la Fe de raciónRusa pretende demostrar que si -gue considerándose garante dela seguridad en su vecindad pró-xima sin plantear a cambio a sus

socios demandas en materia de derechos humanos o demo-cratización, como es el caso de otras organizaciones con lasque compite en el mismo espacio, como la Organización parala Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE). Eso sí, mari-dando intereses de seguridad y económicos, la FederaciónRusa sabe que al preservar la continuidad de regímenes pocoaceptables según los patrones occidentales, puede solicitar deaquéllos determinados favores, como la adquisición de hidro-carburos a precios inferiores a los de mercado para su poste-rior reventa por los monopolios rusos a los consumidores in -ternacionales. Al tiempo, al garantizar la supervivencia de lasélites post-soviéticas afines y mantener una capacidad de in -fluencia en reserva para cuando llegue el momento de cam-bios en la cúpula de los respectivos regímenes, Moscú pre-tende estar en condiciones de seguir marcando los procesospolíticos internos en su periferia. Pero, a diferencia de lo ocu-rrido en el no tan lejano pasado soviético, otros actores enEurasia interior tienen ahora la oportunidad y la voluntad deser actores autónomos y no meros sujetos de las decisionesadoptadas en la antigua metrópoli.

Eurasia interior pluricéntrica

Frente a los esfuerzos de reafirmación rusos, la alternativaes una Eurasia interior pluricéntrica, escindida entre actores

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Política y seguridad

“Moscú pretende estar en condiciones de seguir marcando los procesos políticosinternos en su periferia. Pero, a diferencia de lo ocurrido en el no tan lejano pasadosoviético, otros actores en Eurasia interiortienen ahora la oportunidad y la voluntad

de ser actores autónomos y no meros sujetosde las decisiones adoptadas en

la antigua metrópoli.”

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Estabilidad política en Eurasia

pro-rusos, pro-occidentales y (semi)autónomos. En esencia,puede decirse que esta otra configuración es la resultantede la larga década de debilidad rusa post-soviética seguidade su posterior, aunque no sabemos si duradera, resurgen-cia. Entre ambos momentos de declive y ascendencia rusos,han tenido lugar los examinados intentos de penetracióneuroatlánticos (y de otros actores “extrarregionales”) y cier-ta consolidación de las soberanías entre los nuevos estadosindependientes que, como Kazajstán, mejor han sabidoaprovechar sus oportunidades. Al mismo tiempo, como he -mos visto, otros estados de la zona –Ucrania, Georgia,Kirguistán– se han instalado en una peligrosa fase de ines-tabilidad, precisamente a causa de las fuertes tensionesprovocadas tanto por sus propias contradicciones internascomo por sus a veces forzadas oscilaciones geopolíticas. Laconfluencia de todas estas tendencias provoca que el actualpaisaje de Eurasia interior presente una extraordinaria com-plejidad. Intentado simplificar, en el mismo encontramos,además de la mencionada tendencia rusocéntrica, las si -guientes variaciones, aún sujetas a constante fluidez:

- La variable del “condominio” o esfera de influencia com-partida entre las grandes potencias de Eurasia interior yoriental. Su expresión más consolidada es la aproximaciónruso-china, con sus altibajos en el terreno de la cooperaciónenergética y más avanzada en el terreno de la seguridad,tanto a través de acuerdos bilaterales –la Federación Rusa esel primer proveedor de armamentos a China– como pormedio de esquemas multilaterales dominados por Moscú yBeijing. Entre estos últimos destaca la Organización de Coo -peración de Shanghai (OCS), de la que forman parte, ademásde los dos grandes, Ka zajs tán, Uzbekistán, Tayikistán yKirguistán. Como observadores cuenta con Mongolia, India,Afganistán, Irán y Pakistán. Si bien desde Occidente se inten-ta minusvalorar su influencia y se la suele relegar a la cate-goría de mero talk show, lo cierto es que sus números sonpara tomar en cuenta: la OCS cubre un cuarto de la exten-sión del planeta y contiene un tercio de la humanidad, cifrasnada desdeñables. Aunque es cierto que todavía se encuen-tra en fase de consolidación y no cabe negar el potencialantagonismo entre sus dos principales actores, durante 2007experimentó un cierto impulso más que simbolizado por lasmaniobras militares que tuvieron lugar en agosto en la regiónrusa de Cheliabinsk. Evidentemente, la OCS aún está muylejos de convertirse en una alternativa a la OTAN desde Eu -rasia interior y oriental, pero sus miembros, y en particularChina y la Federación Rusa, están enviando señales de quepueden responder al alegado intento occidental por conte-ner a ambas potencias utilizando tanto la expansión de lapropia OTAN hacia el este como la posible formación de unaréplica de la OTAN en la región de Asia- Pacífico.

- Las distintas variables unilaterales o multilaterales “autó-nomas”, con las que los estados post-soviéticos medios con

mayor capacidad de independencia intentan contrarrestary/o manipular la presión que sobre ellos ejercen las grandespotencias. Ejemplos son, en lo unilateral, la política multi-vectorial de Kazajstán; la neutralidad turkmena; la preten-sión uzbeka de convertirse en el hegemón centroasiático oel intento georgiano, tras la “revolución de las rosas”, de in-volucrar a la comunidad euroatlántica en el objetivo dereintegrar los territorios secesionistas prorrusos de Osetiadel Sur y Abjasia. En lo multilateral, agregados como la Co -munidad Económica Eurasiática (CEEA) han servido en susdistintos avatares para que potencias regionales medias,como el propio Kazajstán o en su momento Bielarús, pre-tendieran desempeñar un cierto papel de liderazgo en lazona.

- Las variables orientadas hacia Eurasia occidental en cual-quiera de sus tres principales alternativas más arriba exami-nadas: angloamericana, eurocontinental y europea-supra-nacional. Aunque las tres alternativas compiten entre sí ymantienen una aproximación distinta hacia Moscú, su de -nominador común es el propósito de evitar que triunfe ensu plenitud el modelo de Eurasia interior rusocéntrica. Pue -de afirmarse que todos los estados de Eurasia interior deuna u otra forma, incluyendo sectores de la misma Fe -deración Rusa, están bajo la influencia de políticas, intere-ses e instrumentos de distinta naturaleza concebidos parafavorecer sus respectivas reorientaciones hacia Occidente,debilitando así las posibilidades de surgimiento o consoli-dación de modelos propios de desarrollo interno y proyec-ción exterior.

- Otras variables alternativas o complementarias. Sin poderdetenernos ahora en ellas, entran en esta categoría pro-yectos que bien contradicen o bien refuerzan a cualquierade los anteriores. Así, utilizando lazos étnicos, culturales oreligiosos, las repúblicas centroasiáticas son invitadas a par-ticipar en una variedad de esquemas y organizaciones extrao suprarregionales de orientación islámica como la Or ga -nización de la Conferencia Islámica (asentada sobre la per-tenencia a la umma, o comunidad panislámica) o la Orga -nización de Coo peración Económica (que intenta coordinarlas políticas económicas de las repúblicas centroasiáticascon las de sus vecinos de tradición islámica más próximos:Azerbaiyán, Pakistán, Afganistán, Irán y Tur quía). En distin-to sentido, Turquía intentó a principios de los no venta utili-zar la común herencia turcófona de todas las re públicas deAsia Central, excepto Tayikistán, para asentar una influen-cia preponderante que llegara hasta la misma muralla china(parte de la población del Xinjiang chino, los uigures, tam-bién son turcófonos). Por su parte, EEUU ha elaborado elconcepto de Gran Asia Central, con el que in tenta unir lasuerte de las cinco repúblicas centroasiáticas con el AsiaMeridional, alejándolas de las influencias rusa y china. Dehecho, si las divisiones burocráticas son una guía, baste

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recordar que en fecha no lejana el Departamento de Estadodesgajó Asia Central del Departamento de Europa y Eurasiay situó la región en un nuevo Departamento de Asia Meri -dional y Asia Central.

China y Eurasia oriental

Esta breve panorámica del escenario euroasiático estaría in -completa sin una referencia a su extremo oriental y al ascen-so de China en el mismo. Puesto que otros ensayos en elpresente Anuario se ocupan dela región Asia-Pacífico con ma -yor detalle, nos contentaremosaquí con una breve reflexión alrespecto.

Gracias a su afirmación geopo-lítica y a su inserción, con carac-terísticas propias, en el procesode globalización, Chi na está convirtiéndose en una granpotencia emergente no ya sólo regional, sino, progresiva-mente, a escala mundial. Esta senda gradual también pasapor Eurasia, donde Beijing está construyendo a su propioritmo vínculos con los actores estatales y supranacionalesmás relevantes, sin olvidar el carácter privilegiado que con-cede a su relación con EEUU a pesar de sus conocidas diver-gencias.

Pero China es sólo un ejemplo, aunque el más llamativo ennuestros días, de la importancia de Asia Oriental en Eurasia.Acostumbrados a tratar Asia Oriental como una regiónautónoma, todavía nos cuesta acostumbrarnos a conside-rarla como uno de los polos de una misma continuidadeuroasiática. Y sin embargo, esta última es la realidad no só -lo geográfica o geopolítica, sino también histórica. No hacefalta remontarnos a los orígenes de la Ruta de la Seda; o ala fascinante presencia helenística hasta los confines deAfga nis tán o a las relaciones de China o la India, en sus su -cesivos y múltiples avatares, con el Im perio Romano o conlos pueblos de Asia Central. En fecha mucho más reciente,de hecho, desde el fin de la Unión Soviética, países extremo-orientales como China o India, pero también Japón con su“Diplomacia de la Ruta de la Seda” o Corea del Sur a travésde la diáspora coreana y de la atracción que despierta sumodelo de desarrollo entre los regímenes centroasiáticos,han elaborado y puesto en práctica estrategias muy activasde penetración en el espacio euroasiático, privilegiando enlas mismas a Eurasia interior. Como era de esperar, ese acti-vismo no ha pasado desapercibido en los centros de análisisy decisión donde con mayor seriedad se toman la emergen-cia de Eurasia. Así, en su in tento de mantener bajo ciertocontrol el ascenso chino, los estrategas anglosajones, a tra-vés de todas sus terminales de influencia, comenzando por

sus medios de comunicación de alcance global –con la CNNy la BBC a la cabeza– se han lanzado a una deliberada polí-tica de presentar el incipiente éxito de la democrática Indiaen la globalización como modelo alternativo a la vía “auto-crática” china. Hemos mencionado también el intento porparte de los mismos centros de poder atlánticos por desga-jar Asia Central de la influencia de Beijing, y de Moscú, através de su reorientación hacia el Asia Meridional. Asi -mismo, hemos visto los intentos de las potencias eurocon -tinentales durante los prolegómenos de la guerra de Irakpara atraer a China hacia un frente antiestadounidense; el

proyecto por parte de Bruselasde establecer un entendimien-to pri vilegiado con Beijing; o elem brión de un binomio Moscú-Beijing con posibilidades de de -rivar hacia un condominio ruso-chino en Asia Central usandocanales multinacionales comola OSC. En suma, las grandes

ca pitales que cuentan con un sentido estratégico global yaintroducen la variable extremo-oriental en sus cálculos a lahora de pensar la totalidad del macrocontinente.

Durante mucho tiempo nos hemos acostumbrado a la nece-sidad de pensar desde Europa y sobre Europa. Sin dejar dehacerlo, hemos de comenzar a levantar la mirada, am pliarel contexto, y comenzar a asumir que en términos estraté-gicos Europa es un fragmento más del espacio euroasiático,ahora en plena mutación. Es por ello necesario que comen-cemos a pensar Eurasia como un todo no circunscrito a cadauna de sus partes, como si cada una de ellas formara uncompartimiento estanco. Del pensamiento a la acción, elsiguiente paso debería consistir en erigir una estructura deseguridad y cooperación a escala euroasiática, ahora inexis-tente.

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Política y seguridad

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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MACKINDER, H.J. “The Geographical Pivot of History”.Geographic Journal. Nº23. 1904

RUMER, Eugene, “Eurasia. A New World Order?”.Carnegie Reporter. Vol.3. Nº4. (2006). Disponible en:www.carnegie.org/reporter/12/eurasia.

TRENIN, D. The End of Eurasia. Russia on the Borderbetween Geopolitics and Globalization. Moscú: CarnegieEndowment for International Peace, 2002.

“Acostumbrados a tratar Asia Oriental comouna región autónoma, todavía nos cuesta

acostumbrarnos a considerarla como uno delos polos de una misma continuidad

euroasiática. Y sin embargo, esta última es la realidad no sólo geográfica o geopolítica,

sino también histórica.”