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Estéticay ~dacristiana
Juan PlazaolaArtola S J
~
11
li1
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8
Juan Plazaola Artola S I
ESTETICA y VIDA CRISTIANA
CUADERNOS DE FE y CULTURA
r
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I
I
I
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UNIVERSIDAD ffiEROAMERICANA
BIBUOTECA FRANCISCO XAVIERCLAVIGERO
Plazaola, Juan
Estéticay vida cristiana/
1.Estética- Aspectos religiosos - Cristianismo.
2.Experiencia Religión . 3.Arte y religión I.t. ll. Serie
BL 65.A4 P53. 1998
Norma Patiño Domínguez
Diseño de colección
Gerardo Anaya Duarte, S.f.
Cuidado de la edición
la. edición, 1988
D.R. @ Instituto Tecnológico y de Estudios
Superiores de Occidente, A.e.
D.R. @ Universidad Iberoamericana Plantel Golfo-Centro
Comunidad Universitaria Golfo-Centro, A.e.
D.R. @ Universidad Iberoamericana Plantel Laguna
Formación Universitaria Humanística de la Laguna, A.e.
D.R. @ Universidad Iberoamericana Plantel León
Promociónde laCulturaYlaEducaoon SuperiordelBajío,A.e.
D.R. @ Universidad Iberoamericana Plantel Noroeste
Promoción y Docencia, A.e.
D.R. @ Universidad Iberoamericana
Prol. Paseo de la Reforma 880
Col. Lomas de Santa Fe
Deleg. Álvaro Obregón
01210 México, D.F.
Ilustración de portada:
San Jerónimo en su estudio/grabado de Durero, 1514
ISBN 968-859-345-1
Impreso y hecho en México
rinted and made in exico
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r
Ín i e
Presentación
Lo misterial de la experiencia estética 7
2 La belleza y la escatología 3
3 La gloria de los sentidos 2
4 La estética un itinerario hacia Dios 27
5 El arte y la religión 35
5 La sacralidad del arte 35
5 2 El arte y su misterioso simbolismo 37
5 3 El arte prosigue la obra de Dios 39
5 4 El artista y la santidad 43
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PRESENT ION
El P.Juan Plazaola 5.1. es uno de los mejores especia-
listas actuales en temas de estética especialmente de arte reli-
gioso. Los Cuadernos de Fe y Cultura se ven honrados por
contar ahora con su presencia en este estudio acerca de las re-
laciones entre estética arte y artistas y la práctica religiosa
cristiana.
Efectivamente en este trabajo tras una exposición
acerca de las diferencias y semejanzas de la experiencia estéti-
ca y de la experiencia religiosa el autor desarrolla varios as-
pectos de la relación entre arte y religión refiriéndose en con-
creto al arte occidental y la práctica religiosa cristiana.
Originalmente este ensayo fue una conferencia que el
autor dictó en elcontexto de un encuentro con el título de «La
estética como vehículo de evangelización». De él hemos su-
primido una breve presentación que aludía a tal hecho. Sin
cambiar su sentido lo proponemos con un nuevo título. Por
otra parte hemos respetado el escrito sólo corrigiendo míni-
mos detalles tipográficos y proponiendo la traducción de al-
gunos términos latinos.
Agradecemos al P. Plazaola su gentileza al permitir-
nos reproducirlo para nuestra colección
uadernosdeFe
y
ul
tura
en su serie 4 dedicada a la expresión artística.
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..
LOMISTERIAL DE LA EXPERIENCIA
ESTETICA
No voy a detenerme en señalar las analogías y cohe-
rencias existentes entre la experiencia estética y la experiencia
religiosa corno serían el desinterés el respeto la distancia etc
características que suelen notar los fenomenólogos. Voy a fi-
jarme simplemente en lo que parece ser la esencia más direc-
tamente perceptible de ambas experiencias que es la proximi-
dad del
misterio
En ambas experiencias el hombre afronta el
misterio Cuando lo bello se manifiesta -escribe Stanislas
Fumet- se siente uno sobrecogido cornosi desembocara en un
lugar del que Dios acabara de retirarse .1
.
I
Para evitar el sentido vulgar que suele darse a este
término Jean Guitton prefiere emplear la palabra misterial
que no es lo que llamamos ignoto desconocido
Un astrónomo que explora el cielonocturno reconoce-
rá que hay para él todavía astros desconocidos; pero que él
los considera corno incógnitas provisorias porque sabe que
con el tiempo él y otros astrónomos llegarán a descubrirlos.
Ahí solo hay una ignorancia provisional. Pero puede ocurrir
que ese mismo cielo y esas mismas estrellas sean vistas con
una visión más profunda corno un conjunto de cifras enig-
máticas y sugerentes al mismo tiempo; puede ocurrir que la
vista de ese inmenso firmamento nos inquiete y apacigüe
que las distancias inconcebibles entre las estrellas y las nebu-
losas que esa monstruosa profusión de materia lechosa in-
contable e inmensurable nos produzcan una impresión de in-
1 Stanislas FUMET lntroduisez le Roi de Gloire En Nos sens d Dieu Etudes
Carmélireines 1954 134.
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Juan Pla Zllola Artola s.J.
finitud Yque al volver la mirada a la oscuridad de nuestro
suelo y verlo como escribe Fray Luis de León
de noche rodeado
en sueño y en olvido sepultado
nos sintamos embargados por un sentimiento que la razón
apenas puede controlar y por cuestiones que la razón no pue-
de responder: Talescuestiones no pertenecen a la ciencia sino
al
misterio.
Lo
misterial
es ese elemento siempre irreductible
inagotable excitante y angustioso ese elemento siempre
incognoscible si no interviene una acción de desvelamiento
que no puede provenir de nosotros.2
Las cosas desconocidas que podemos dominar total-
mente con la razón o que algún día llegaremos a comprender
perfectamente son misterios que pueden enseñarse. Sobre
loqueconstituyeelverdaderom st r oa nadieselepuede ins-
truir solo se le puede iniciar.Las grandes cuestiones de la
existencia humana como son la sexualidad el nacimiento la
procreación lamuerte necesitan una
iniciación;
no las enseña
elmaestro como enseña un teorema con tiza sobre la pizarra.
Para hablarde los verdaderosm st r oshabríaque teneralgo
de hierofante comopensaba Platón cuando disertaba sobre el
amor.
I
I
\
I
I
I
Jean Guitton observa que el
lugar
del misterio es la
zona de suturas de inherencias cuando un orden de gran-
deza se inserta en otro «orden de grandeza» de nivel inferior
con lo cual está íntimamente unido. Tal ocurre en la
2 lean CunTON Mysiere humain el mysth e divino En Le Mystere. Semaine
des intellectuels Catholiques. Paris 1959 42.
l
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Estética Yvida cristiana
9
inherencia del alma con el cuerpo, del objetocon el sujeto, del
pensamiento en la palabra, de la gracia en la naturaleza, de la
eternidad en el tiempo, etc. Se comprende, pues, que el hom-
bre no tenga que alejarse mucho de sí mismo para hallar el
misterio, ya que lo tiene en su propia condición.
El
misterio
está en todas partes, está difundido por el
universo. Misterio es el estatuto del hombre sobre la tierra ,
ha escrito el profesor José Luis Cencillo.3 Sin el misterio, la
vida sería irrespirable , dice un personaje de Gabriel Mareel
en su obra
ElIconoclasta
Hegel definió la belleza como la manifestación sensi-
ble de la Idea . Tras él, los filósofosde la belleza no han hecho
sino comentarios, acomodados a su época, de esa definición
que, dentro de su vaguedad romántica, puede considerarse
intangible. La belleza es el Espíritu con toda su profundidad,
apareciendonuestrossentidosnmediatamente
s
aparición
misteriosa no es reducible a explicaciones racionales, y por
eso,durante siglos,se ha habladodel no sé quée lo bello.4
Los poetas, más intuitivos, y frecuentemente más
clarividentesque los filósofos,se preguntan si ese
no sé qué
que hechiza y enamora no es, en realidad, algo distinto de la
belleza sensible, algo que la trasciende:
Por sola la hermosura
nunca yo me perderé,
3 José Luis CENCILLO,
Experienciaprofundlldel ser.
Madrid 1959,48.
4
El P. BotL10UrSdedicó al
Je-ne-sais-quoi
un capítulo de sus
Entretiens
d Aristote et d Eugéne
1671). Montesquieu le dedicó otro en su
Essai sur le
goút escrito para la Enciclopedia de Diderot. El no-sé-quése titulaba un en-
sayo del P. Feijóo; y en nuestros días Janke1evitcb ha publicado Le je-ne-
sais-quoi-et le presque-rien.París 1957.
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sino por un no séqué
que sehalla por ventura 5
Esemisterio
de la belleza
es
precisamentelo que nos
permite hablar de la dimensión religiosa de la belleza y del
arte.
La ceguera del hombre occidental ante el misteriode la
belleza es rePente. Elsentido de lobello es un instinto inmor-
tal, profundamente enraizado en elespíritu del hombre, escri-
bía Edgar Alan Poe. La simple apreciación de la belleza sensi-
ble que atrae nuestra mirada suscita en nosotros el deseo de la
Belleza eterna. Inspirándose en Poe, escribió igualmente
Baudelaire:
«Esese
admirable,
ese
inmortalinstintode lobe-
llo, el que nos hace considerar la tierra y sus espectáculos
como un resumen, como una correspondencia del cielo. La
sed insaciable de todo lo que está más allá y que la vida nos
revela, es la prueba viva de nuestra inmortalidad... El princi-
pio de la poesía es la aspiración humana hacia una belleza su-
perior .6
Tal vez habría que decir que para que la contempla-
ción de la belleza lleve el pensamiento a Dios o a un más allá
firme e imperecedero, hay que amar la belleza con ese amor
respetuoso,-puro y elevado que denota a los hombres para
quienes el placer no es un cepo que encadena el vuelo del es-
píritu, siempre tendido hacia regiones más altas. El amor es
precisamente el que da su verdadero sentido al misterio, cual-
quiera que sea. No comprendemos las verdades indecibles
5 Letrilla de Pedro de Padilla recogida en
Tesorode variaspoesfas
1580), que
sirvió a San Juan de la Cruz para una de sus trasposiciones a lo divino.
6
Charles BAUDALEIRE, Notes nouvelles sur EA Poe En Oeuvres Complétes
Nouvelles Histoires Extraordinaires Paris 1933, XX.
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Estética y vida cristiana
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del cristianismosi antes no empezamospor creerlas {fides
qUéETensntellectum };
perono creemossino amamos.Acepta-
mos el misterio porque amamos porque la fe es amor.
Úlsa-
biduríamísticadelCánticoEspiritual
-dice San Juan de la Cruz
en el
Prólogo-
no necesita distintamente entenderse para ha-
cer efecto de amor y afición en el alma; porque es a modo de
fe en la cual amamos a Dios sin entenderle .
¿No ocurre lomismo con la belleza?Ellanos enamora
y la aceptamos sin comprender su
porqué
más profundo. El
amor a Dios y el amor a la belleza son del mismo temple. Y
esta misteriosa consanguinidad entre Dios y la belleza es la
que fundamenta también la exigencia moral de una legítima
vida estética. Si no se mantiene pura la conciencia el hombre
experimenta instintivamente un obstáculo que le impide en-
tregarse enteramente a la admiración de la belleza; como si el
alma se sintiera en esosmomentos de claudicaciónmoral de-
masiado diferente y demasiado indigna de su objeto: ¿Quién
no ha sentido -escribe A. Tonnellé- que después de haber
obrado mal la vista de lo bello es para él un reproche?.. Y si
la tentación al mal llega a triunfar ¿quién no ha sentido que
este divino recuerdo aumenta en él el ardor del remordimien-
to?.. Es uaa especie de condena por medio de la belleza aún
presente una reaccióndolorosapor la cualse venga
divino
ultrajado .8
En realidad esta profundidad misterialesta dimen-
sión trascendente no es exclusiva de la belleza aunque es
verdad que es en ella donde más vivamente solemos percibir-
la. La experiencia atestigua que son muchos en la naturaleza
y en la existencia los entresijos por los que se filtra la luz del
7 La fe busca entender.
8 Alfred TONNELLE Fragments sur l art. Paris 1859.
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misterio. Apenas hay realidad paisaje o acontecimiento, ros-
tro humano o aventura espiritual) que en ciertos instantes no
se pueda prof.mdizar hacia un más-allá de las apariencias
sensibles. Van Gogh decía que bastaba un hecho cualquiera
Rembrandt o la Revolución Francesa), considerado en pro-
fundidad, para alcanzar la feen la trascendencia. Los grandes
entendimientos, no sólo los pensadores cristianos del
Medievo, tuvieron esa sensibilidad para elmisterio encerrado
en las cosas del mundo y en lQssucesos de la historia. Platón
hablaba de eso otro
alloti )
yAristóteles de eso divino
theionti )
que tienen muchos seres de la naturaleza. YSan
Agustín, al final de un sublime capítulo sobre las bellezas de
la creación, nos remite a no sé qué dulzura interior que, si
llegaraa alcanzarsu culminación,seríaun no sé quéuenada
tendría que ver con esta vida.9
9
San AGusrfN, Confesiones,X,40, 65.
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LA BELLEZA Y LA ESCATOLOGÍA
La filosofía presenta a la Religión en general como
solución a la cuestión última de la supervivencia individual.
A su luz adquiere sentido no sólo la vida sino también la
muerte.
Más en concreto la escatología cristiana suele
resumirseen esafórmuladeun
m
yun
nondum 1
lladode
esa profundidad objetiva de la escatología cristiana con la
promesa cierta de una vida por otra parte ya iniciada aquí en
la tierra la experiencia estética con su proyección a un mun-
do ideal revela su limitada dimensión.
No obstante hay en ella por su calidad de
esplendorosa manifestación del espíritu un regreso a la más
profunda realidad del ser humano y de su destino. La visión
de la belleza en la naturaleza y en el arte nos colma y nos con-
turba al mismo tiempo; nos distrae de la pesadumbre de la
vida pragmática situándonos en una existencia ideal pero al
mismo tiempo nos hace sentir lo que nos falta revelándonos
de la manera más lacerante nuestra realísima condición de
criaturas.
En el cristianismo todo es espera y esperanza. La Igle-
sia estaba prefigurada en hechos típicos del Antiguo Testa-
mento; ella misma es a su vez no realización perfecta sino
anticipo del Cristo total y perfecto en una eternidad futura. Y
desde el primer hombre hasta la parusía final de Cristo cada
epifanía es oscuridad relativa comparada con la epifanía si-
10 Ya pero todavía no.
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guiente. No hay revelación mística que pueda colmar en ab
soluto y totalmente el alma de un creyente.
Gozo y embeleso en la realidad presente de un Dios
comunicado al hombre; insatisfacción y nostalgia en la espe
ranza de una restauración definitiva. Una analogía de este es
quema podemos descubrir una vez más en la experiencia es
tética: También aquí junto a la plena satisfacción del encanto
producido por la visión de la belleza hay una indecible nos
talgia.Labellezano esrevelación essoloesplendor
estello,
de
un misterio que permanece oculto.
Y en este sentido podemos interrogamos de nuevo:
La experiencia estética ¿es una simple n logíde la escatolo
gía cristiana que podemos inventamos con nuestra mayor o
menor capacidad imaginativa o es algo más una verdadera
parábola,
providencialmentecreadapor Diosennuestra natu
raleza sensible para hacemos más perceptible y clara esa otra
verdad de nuestro destino?
YaPlatón en su teoría sobre las Ideas eternas subsis
tentes e inmutables tuvo una estupenda intuición cuando
hablando de la Belleza decía que otras ideas como la de Tem
planza Justicia etc. no tienen fulgor ninguno en la mente de
los hombres...Solola ideade Bellezadejapasarun ciertores-
plandor fengos n el planode las realidadesterrenas.Loque
llamamosbellezaen este mundo no es revelación,sino sola
mente resplandor.Yelefectode esapercepcióndel fulgorde la
idea de lo Belloes el amor:el erosplatónico cuyocarácterli
mitado e inquietante está suficientemente expresado en los
diversos mitos: Eros no es un dios es el ansia que devora a la
criatura limitada atraída hacia la belleza eterna.
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Estética
vid risti n
15
Fue Plotino quien desarrolló más esta doctrina
platónica según algunos, con influenciadirecta del cristianis-
mo : Todos los seres, aun el mismo Bien, necesitan hacerse
resplandecientes para que podamos con toda propiedad lla-
mados bellosu El fundador del neoplatonismo establece una
correspondencia entre ese resplandor que el Bienhace brillar
en ciertos seres y el amor o deseo que nace en el espíritu ca-
paz de percibir ese resplandor. Si el hombre desea la belleza
es por una indigencia, porque no está satisfecho, porque
piensa S€rloproduciendo y engendrando en la belleza.u
La tendencia hacia una meta estético-religiosa se hace
más manifiesta en los textos plotinianos referentes al arte. En
la doctrina de Plotino el arte es una actividad plenamente es-
piritual del alma o del entendimiento que intuye, en lo sensi-
ble, la Ideaespiritualy divina.Contemplandola r zóninteli-
gible, el artista logra crear reflejosvisibles de ella en la mate-
ria. Así queda claro el carácter religioso y escatológico de la
acción artística. La contemplación artística, por parte de cual-
quiera, es, en ciertomodo, contemplación religiosa. Elque ad-
mira una obra artística sale solo momentáneamente de sí mis-
mo para retornar a su interior, a contemplar y conocer su ver-
dadera y originaria naturaleza espiritual, las matrices de la
creación, lo absoluto de las cosas.13
San Agustín puso nombres cristianos a esta doctrina
neoplatónica. Elsabía que la experiencia de lobello está desti-
nada a producir en el corazón humano la herida irrestañable
del
ros
divino.Todoslosdesengañosque la bellezay el arte
11
PLarINO, EnéadasVI,7, 22.
12
PLafINO, EnéadasIII,S, 1.
13PLarINO,
Enéadas
1,6, 1-3;V,8, 2.
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causaronenel Agustín de los añosmaduros tienen su raíz en
esaherida metafísica de un alma cada vez más hambrienta
de la Belleza eterna.Esaañoranza ya cristianizada esla que
trasparece luego en muchos escritores medievales nutridos
por la sabiduría del Doctor africano en los que no vamos a
detenemos.
Al hablar aquí de la nostalgia estética nos referimos
también al misterio de la obra artística. No obstante elmundo
imaginario e ideal al que nos traslada el artista su obra cuan-
do es grande es un testimonio del drama esencial de la
finitud humana.
Vistadesdelafe,
la obra de arte con su capaci-
dad embelesadoray su splendorveritatis sepresentacomo
una figura profética de la felicidad eterna anticipando la
meta a la que tiende la añoranza religiosa. En cierto modo
puede considerarse elarte como un preámbulo
vorstufe
de la
religión.14
Los artistas cuyo drama inmediato es la lucha con
unos materialesy el conflictoconsuconcretasituaciónen la
sociedad no son muchas veces conscientes de esa posible di-
mensión religiosa de su obra. Incluso pueden recusada explí-
citamente. En todo caso hay que decir que no puede hablarse
de una religiosidad en sentido unívoco. La dimensión reli-
giosa del arte consiste creemos en su capacidad para expo-
ner una situación finita con máxima profundidad y proyec-
tada hacia la trascendencia en la que únicamente aquella
finitud pueee hallar satisfacción.Una religiosidad más direc-
ta y unívoca sólo puede atribuirse a ciertos artistas que ope-
ran con determinada intención religiosa. La religiosidad
del arte en cuanto tal consiste pues no en un milagroso salto
14
Alois HALDER
Kunst und Kult.
München 1964 73.
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de lo humano a lo divino, en una especie de misteriosa carga
mística que le viene al quehacer artístico por su propia natu-
raleza, sino en su capacidad de expresar lo humano precisa-
mente con sus límites, en cuanto tales límites no implican una
absolutización de las fronteras sensibles, sino que permiten e
invitan constantemente a una apertura hacia elAbsoluto.15
El arte no es, pues, solamente algo que puede compa-
rarse caprichosamente con la experiencia religiosa y la fecris-
tiana escatológica. Si nos adentramos en su hondura, en su
gestación..empezamos a sentir que merece elnombre de pará-
bola, aunque lejanísima,del misterio religioso-cristiano,de su
naturaleza profética, puesto que la belleza nos hace gozar y
sufrir haciéndonos sentir nuestra condición de desterrados.
Fundido en el gozo contemplativo, o quizá emergiendo en
intermitencias, surge un irresistible impulso, testimonio de
un ser creado para un destino superior. El espíritu que con-
templa la belleza creada y se siente fascinado en privilegiados
instantes, presiente vagamente que allí no está su término. La
belleza transfigura el mundo que el hombre soporta, y esta
transfiguración contiene indicios y promesas de otro mundo
que no acaba de revelarse o que, momentáneamente revela-
do, se desvanece súbitamente.16
Jankelevitch ha definido ese encanto añorante de la
belleza como un conocimientodel quod pero no del quid .La
revelación del objeto cuya contemplación nos arrebata, nos
hace conscientes de nuestra ignorancia respecto a su esencia
más íntima.Enlamedidaenque entrevemoselquoddel obje-
15 E. OBERTI,Arte e religiositá.En Atti del XVConvegno del Centro di
5tudi Filosofici .Gallarate 1 0,Brescia1961,212-217.
16 Gilbert MAIRE, Les instants privilégies Paris 1962, 37-42.
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Juan
Plamola Artola, S.J.
to que puede colmamos, se sustrae el quid a nuestra curiosi-
dad. El hombre, gozosamente saturado por la emoción estéti-
ca, sesientealmismo tiempoindigente.Comoel
Eros
plató-
nico,el
hornoéestheticus
s hijode Recurso
Poros
y Pobreza
Penia):Ricocon las sustancias que entrevé, pero ignorante de
la naturaleza de esas mismas sustancias; deseoso de comple-
tar ese semiconocimiento, de sentir lo que presiente. La
entrevisión le excita el apetito de ver, y el vaáo mismo que se
abre en el interior de esemisterio semioculto le atrae y le con-
turba.17El criterio estético por excelencia es, para algunos,
precisamente esa melancolía previa que oprime el corazón
del que se extasía, antes del éxtasis completo 18y que otro ha
llamado la extrema flor de la emoción estética .19Toda frui-
ción contemplativa, simplemente por serIo, tiene esa miste-
riosa nostalgia. Cuando es intensa -dice un esteta- puede lle-
gar hasta las lágrimas; pero no se trata de piedad o sufrimien-
to; más bien es del orden de la añoranza, y preferiríamos com-
pararla con la tristeza que deja el pensamiento de un rostro
amado .20
No hace falta ser místicocomo SanAgustín o San Juan
de la Cruz para sentir, cornoEdgar A.Poe, que la vivencia es-
tética no es la simple apreciación de la belleza que tenemos
delante, sino un alocado empeño por alcanzar la Belleza su-
prema ,21o para sentir, cornoAlfredTonnellé,que el amor a la
belleza es un amor serio, un amor que hace sufrir , y que
17
V.JANKELEVICH,
Leje-ne-sais-quoi el lepresque-ríen.
París 1957, 102.
18 D.HUlSMAN,
A la recherched un
critére
d ari.
n
Mélanges d Esthetique el
de Se. d Art, offerts á
Souriau.
París 1952.
19
J.P. WEBER,
Le psychologie de ~arto
París 1965, 19.
20 J. BEKfHÉLEMY, Traité d Esthétique.
París 1964, 2 5.
21
E.A.POE, TIrePoetiePrincipie.En Poe sPoems
and Essays.
London, New
York, 1964, 9
I
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19
cuanto más grande es la belleza entrevista, deja el alma más
insatisfecha y más llena de una imagen inasible .22Nada sos-
pechoso a este respecto, el testimonio de Baude1aire,gran ex-
perto en
nourritures
errestres 3
s suficientementeelocuente:
Cuando un poema exquisito trae las lágrimas a los ojos, esas
lágrimas no son la prueba de un excesode goce,son más bien
el testimonio de una melancolía irritada..., de una naturaleza
desterrada en lo imperfecto y que quisiera apoderarse inme-
diatamente, sobre esta misma tierra, de un paraíso revela-
do .24I
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tal aunque no llegue a conocerla hoy con la perfección a la
que su corazón aspira.
En la experiencia estética en cambio no se da esetinte
de certidumbre en la esperanza. Sólo el que tiene fe religiosa
sabe leer perfectamente lo mismo en la belleza de la creación
que en las obras geniales del espíritu humano; sólo él com
prende el mensaje cifrado en el rostro enigmático de la belle
za mensaje que nos remite al pasadoy al futuro. En cuanto al
pasado decl~ra sobre un comienzo paradisíaco que fue perdi
do y en cuanto al futuro anuncia una felicidad final. Testi
monio de una pérdida implica un dolor que se transfigura
cuando se conserva la esperanza de una restitución definitiva.
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LA GLORIA DE LOS SENTIDOS
Algunos se han habituado a concebir el cristianismo
comouna
renunciaal un o
de talmodoquecorrenelpeligro
de maximalizar el contemptusmundi26y pensar que la fe cris-
tiana nos exige una negación de los sentidos una aniquila-
ción de 10sensible más que una superación.
Ahora bien 10estético como expresa su etimología
misma es 10
sensible
¿Habría pues una contradicción entre
la estética y la fe cristiana? ¿Seríael arte un camino sin salida
hacia Dios y hacia la fe en Jesús?
La teología la historia y la tradición cristiana auténti-
ca nos dicen que no es así.Más bien al contrario sobre todo si
se pone el cristianismo al lado de otras religionesmonoteístas.
La experiencia religiosa cualquiera que sea no nace
de abstracciones; nace del contacto inmediato con las realida-
des cósmicas naturales y sociales. No existe experiencia reli-
giosa sin la mediación de los sentidos. Toda hierofanÍa repre-
senta una nueva inserción de lo sacro en elmedio cósmicocir-
cundante pero la hierofanÍa no anula en absoluto la normali-
dad de la experiencia sensible.
Xl
No se necesitan abstracciones para llegar a la acepta-
ción de Dios dice Romano Guardini. Basta dar confianza a
nuestro ojo y otorgarle su poder. No hace falta amordazar los
26Desprecio del mundo.
27M. ELlADE Expérience sensoriel1eet expérience mystiqUJ En Nos sens et
Dieu Etudes Carmélitaines 1954 71.
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Juan plazaola Artola S J
sentidos y recluirse en la fantasía, en la emotividad o en el
puro intelecto. Es el sentido el que grita veo el misterio ,
como veo el alma inteligente de mi amigo en la risa que res-
ponde al chisteque acabode contar,como veo el amor de una
mujer en el que da a su bebé.El órgano se convierte en algo
más que un órgano fisiológico; es, en cierto modo, ojo de la
razón o de la intuición interior: el pasode la visión sensiblea
la visión espiritual es inmediato. La grandezade Dios sema-
nifiesta en el hechode que las cosasestánhechasy en la ma-
neracomoestánhechas;y esemodo deexistenciade lascosas
es lo que capta el ojo; si bien esverdad que, para admitir esa
inmediatez de la
visión
del misterio, hay que unir al sentido
estético el sentido religioso, y tiene uno que poseer lo que
Hugo de SanVíctor llamaba el oculuscordis28 l ojo ilumina-
do por una vida de fe.29
Es en la vida misma sensible, en las experiencias acce-
sibles a cualquier hombre normal, donde hay ya una invita-
ción hacia la vida interiorizada, hacia el ámbito de las expe-
riencias profundamente religiosas. Todo está ligado. Todo
prueba que Dios no se dirige al hombre solo mediante toques
interiores. Dios llama a las puertas del cuerpo. Dios presenta
al hombre algo que está invitando a la mirada, se lo presenta
de tal manera que el hombre pueda verlo, apropiárselo, com-
prenderlo y vivirlo humanamente.
Nuestra fe cristiana es la adhesión total del hombre a
Alguien que se le revela. La vida en la fe requiere un ámbito
en el que Dios aparece en una humanidad personal y
realísima. En la obra que Urs von Balthasarconsagró al estu-
28 El ojo del corazón.
9 Patr. Lat. (PL) 175 976; PL 176, 329 330 Y 969.
.
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Estética y vida cristiana
23
dio de los aspectos estéticos de la Revelación cristiana insiste
en la función esencial que desempeña la figura Gestalt de
Cristo en la adhesión del creyente. Lo mismo que en la expe-
riencia estética, aquí la figura que cautiva la mirada no es be-
lla sino porque la contemplación que ella suscita se funda so-
bre la verdad y la bondad profunda de la realidad que se
muestra y se da a sí misma, y se manifiesta a nosotros como
algo inagotablemente fascinante. Al percibir la figura no la
captamos como desprendida o cerrada en sí misma, sino que
captamos también la profundidad que en ella aparece, vemos
la figura como resplandor del ser.
La diferencia entre la percepción de la belleza y la per-
cepción de la figura religiosa está en que, en aquella, estamos
si mpr
en la percepciónsensible por decido así,horizontal-
m nt
sin abandonarla nunca para sumergimos en su pro-
fundidad dimensión
vertical .
En la belleza, la figura visible
no remite solamente a una profundidad misteriosa, invisi-
ble; ella misma es su manifestación, ella la revela, al mismo
tiempo que la oculta o vela. Elcontenido no se halla detrás de
la figura, sino en ella. Si alguien no puede ver y descifrar la
figura, el contenido se le escapa. Si la figura no se ilumina
para él, el contenido tampoco se hace luminoso a sus ojoS.30
Si es exacta nuestra interpretación de los textos de Urs
von BaUhasar,y de la contraposición que establece entre una
percepción horizontal estética)y una percepción vertical
religioso-cristiana), nos parece que su punto de partida es
una discriminación entre una belleza estética de naturaleza
puramente formalista, y una belleza que podríamos llamar
30
H URSVON BALTHASAR
LaGloireet la
roix
París 1965-68, 1, 127.
Trad. de Herrlichkeit.
Eine
theologischeAsthetik. Einsiedeln 1969-69,5 vols.).
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teológica de naturaleza propiamente expresivao diafánica.
Ahora bien para los que concebimosto bellezaprecisamen-
te com:>una aparición de lo oculto einefable comoun res-
plandor de lú verdad el razonamiento del gran teólogo sui-
zo da un extraordinario relieve a la analogía entre la revela-
ción estética y la revelación religioso-cristiana .
Una de las originalidades del cristianismo entre las re-
.ligiones es s.aconocimiento de la nobleza original de la mate-
ria. Podríamos ilustrar esta tesis con textos sorprendentes de
los Padres cristianos, desde San Juan Damasceno hasta
Teilhard de Chardin. Hay incluso quien ha pensado que los
excesos del materialismo occidental, que se niega a ver más
allá de lo material y sensible, pueden verse como
exasperaciones de la inicialvaloración de lamateria por parte
del cristianismo, bien diferente en esto del negativismo bu-
dista como también del dualismo platónico o del pesimismo
estoico.
Claro está que, para el cristiano, tras la materia está
siempre la trascendencia; pero es en aquélla donde se revela
la divinidad trascendente. Cristo presenta al creyente su na-
turalezahumana.Elrealizósignos
semeia
ara hacercreíble
la divinidad invisible que estaba unida a su visible humani-
dad. Elmismoeraun Signo .Nosepuedeaceptarla fecris-
tiana, es decir, la fe en la divinidad de Jesús sino mediante su
humanidad. El relato de las apariciones de Jesús Resucitado
parece ordenado a inculcar esta sensorialidad del Señor
glorificado, en oposición tanto a la religión conceptualizada
de los pensadores helénicos como a las visiones de las religio-
nes de los Misterios . Tocad y ved -decía Cristo-. «Un
espíritu no tiene carne ni huesos, como véis que yo tengo . Lo
eterno queda aquí como suspendido y coagulado en el pre-
sente,en un tiempoen elque lascosasempiezan y terminan,
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IJ
I
LA ESTÉTICAUN ITINERARIO HACIA
DIOS
En la historia del cristianismo y de los avatares de la
Buena Nueva -mensaje de trascendencia y de inmanencia al
mismo tiempo- hubo corrientes de espiritualidad que condu-
jeron a un exagerado menosprecio del mundo sensible y a la
renuncia sistemática de la satisfacciónsensible. Hubo excesos
tanto por el lado del puritanismo cornodel humanismo.
Fruto tardío de una religiosidad puritana fue, por
ejemplo, la postura de Soren Kierkegaard con su doctrina de
los tres estadios: estético, éticoy religioso-cristiano.El estadio
estético, que es descrito por él en términos que hoy califica-
ríamos de esteticismo es, corno los otros dos estadios, un
mundo cerrado. Aunque entre los tres estadios hay un cierto
escalonamiento, no hay posible transición de un estadio a
otro si no es por una ruptura. En la mente de Kierkegaard no
hay posible paso del nivel estético al propiamente cristiano.
Paradojas de este extraordinario poeta y artista que fue el es-
critor danés, heredero de un pesimista luteranismo.
Deuna paradoja semejantese pudiera hablar refiriéndo-
sea SanJuande laCruz, altísimopoeta,que sin embargoexigíaa
sus seguidores la renunciamás radicala todo lo sensible. Toda
la herrn~surade las criaturas,comparada con la hermosura de
Dios,es suma fealdad .32Laúnica vía que va a mostramos para
subir a la perfecciónes la del absoluto renunciamiento. En to-
das las cosas que oyere, viere,oliere,gustare o tocare,no haga
archivonipresa de ellasen lamemoria .33Elmismosanto,solici-
32
San JUAN DE LA CRUZ,
Subida alMonte annelo
1,4,4.
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tado para ver algo que podía ser un regalo para su gusto artísti-
co, respond~: Nosotrosno andamos por ver,sinopor no ver .34
No me voy a extender sobre estos textos ni voy a si-
tuarlos en su contexto. Solodiré que para comprenderlos hay
que tener presente lo siguiente: 1)Su doctrina está destinada
no a aclarar conceptos filosóficos sino a mover al cumpli-
miento de los consejos evangélicos. Renuncie al gusto -
aconseja una vez- y quédese vacío de él por amor a Jesucris-
to . 2)Juan de la Cruz no escribe para principiantes en la vida
espiritual, sino para iniciados en la vida mística.353) Final-
mente, la doctrina de S. Juan de la Cruz va dirigida a un tipo
concreto de almas deseosas de perfección. Su camino no se
presenta como vía única. Sabeque puede haber personas para
quieneslosensibleesuna víaad
Deum 6
onstaqueaun a sus
mismos destinatarios (¡cuántomás a nosotros que no estamos
dentro de aquel movimiento de reacción contra el
neopaganismo renacentista ) se les hacía una doctrina difícil
de entender. Su doctrina era, como él decía, para llegar en
breve a la perfección,y su renuncia al sentido no debe enten-
derse sino como una suspensión provisional que les permitirá
finalmente, como lo vivió élmismo, reconquistar la hermosu-
ra de las criaturas en la hermosura misma de Dios.
Más conforme a la tradición y más justificada ha
sido la doctrina de que el orden sensible es un itinerario
hacia Dios.
33
íd m 2 14
34
Fray JERÓNIMO DE SAN JOSÉ, Historia del V.Padre Fr. Juan de la Cruz.
Madrid 1641,LV.,cap. 13,570-571.
35 Véase el Prólogo y los primeros párrafos de la ubida El santo dirige cla-
ramente su doctrina a los principiantes , a quienes Dios comienza a po-
ner en el estado de contemplación .
36
Caminoa Dios
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stétic Yvida cristiana
29
En ella, ya casi desde sus orígenes, destaca el genio de
San Agustín, el cristianizador del neoplatonismo, al que nos
hemos referido antes. Todas las cosas son lo que son entia
formatao formosa 37por participación de las Ideas de Dios, y
en el grado en que imitan la perfección de esas Ideas que es-
tán en elVerbo,todas son semejantes a El.Esa imitación de las
Ideas divinas es, para Agustín una tendencia a imitar la su-
prema unidad de Dios (de esta concepción saldrá luego su es-
tética de la unidad y armonía).
Sl principal argumento sobre la existencia de Dios es
la vía causal o metafísica por la que, arrancando de los seres
sensibles interiores, y de éstas a una regla interior, se alcanza
al espíritu que las juzga, y finalmente a una regla suprema
que debe hallarse en la mente divina. Pero, dejando aparte
esa víaadDeummás racional, desarrolla también otra vía que
habría que denominar estética . Es un método que puede
considerarse como un cortocircuito del anterior, en cuanto
que se pasa directamente del mundo sensible a Dios.
Todo el que, dotado de un cierto sentido religioso y
estético, abre los ojosal universo visible,puede decirse que en
él hallaráuna especiede evidenciaensiblee la existenciade
Dios y una invitación a la plegaria. El mundo proclama a su
autor y conduce a todo espíritu inquisitivo sin cesar hacia El,
porque la sabiduría divina ha dejado su huella sobre todas las
cosas, y basta considerar ~u relación al hombre para ser con-
ducido desde ellas al alma, y desde el a~ hasta Dios. Pero
para un alma religiosa y creyente, para un pensamiento que
quema etapas porque el recorrido le resulta familiar, el uni-
verso se ofrece a los sentidos tal como lo verán los Padres de
:rrEntes fonnados o hennosos.
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la Escuelade SanVíctor y luego SanFranciscode Asís y to-
dos sus discípulos: corno un claro espejode las perfecciones
divinas. Señalestuyasson la hermosurade lascriaturas ex-
clamaSanAgustín y con él toda una larga tradición cristiana.
Todos esostextos de SanAgustín y de sus discípulos
en la historia pueden ser consideradoscornouna forma abre-
viada de la pruebaagustiniana de Dios:
pero también -corno
advierte Gilson- son formas
de contemplaciónpertenecientesa
un momento del pensamiento agustiniano que ya no esel de
la prueba
propiamente tal. Efectivamente, en la belleza de las
cosas criada::;puede encontrarse un argumento para probar la
existencia de Dios; pero en ella misma puede verse también
una directa epifanía de Dios.
Esta concepción agustiniana penetró en la conciencia
del cristianismo medieval a través de sus teólogos, especial-
mentedel EscotoErígena
quese
inspiróenSanAgustíny en
la del Seudo-Areopagita cuyasobras el Erígena tradujo al la-
tín .
La teofaníase
convierteenuna categoríafundamentalde
su filosofía.Dios permanecería ocultosi en las criaturas no lu-
ciera y se :rr.anifestarade alguna manera.38La criatura corpo-
raleshuelladeDios
extremumivinaenaturaevestigium 39ue
estáinvitando
a subiral montede la visión cornoMoisés a
los espíritus contemplativos.
Hoy, tras varios siglos de materialismo naturalista, in-
cluso los espíritus más religiosos apenas son capaces de con-
siderarlarelaciónentreDios
y las
criaturasde otromodo
que
38
ESCOTO
ERíGENA,
ediv nato
1,12 PL 122,452 , III, 19 PL 122, 681 , III,
25 PL 122, 692 .
39 Última huella de la naturaleza divina.
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I
I
,
5. EL ARTE Y LA RELIGION
5.1.La sacralidad del arte
Desde la antigüedad, y en muy diversas civilizacio-
nes, se reconocióun cierto parentesco del arte con la religión,
10mismo en el terreno práctico labendición de Yahvépara el
artista Beseleelen el Éxodo) que en el terreno teórico, como la
doctrina de Platón sobre la inspiración de los poetas y
rapsodas, con sus consecuencias en todas la culturas influidas
por la cultura helénica. Esta visión del quehacer poético y ar-
tístico penetra también la Edad Media y llega hasta el Renaci-
miento.
El racionalismo del siglo xvm fue un cierto helador
que secó durante un siglo todos los brotes del platonismo.
Paulatinamente, y como reacción contra los excesos del siglo
de las luces, se fue recuperando la convicción de que algo
misterioso hay en el arte y en la poesía, que les confiere cierta
afinidad con la religión. Goethe afirmaba que el arte descan-
sa en una especie de sentido religioso, en una seriedad pro-
funda e inalterable; por eso se une tan gustosamente con la
religión 46
Pero la aproximación entre religióny poesía, realizada
por los románticos, resulta sospechosa para quh~ntenga una
idea estricta de la trascendencia religiosa. La divinización
del arte y la poesía que se produjo en los inicios del siglo XIX
se debe a una inmanetización de lo religioso, iniciada por
Goethe, y de la que no se libran ni siquiera poetas que, como
46GOETHE,
aximen und Reflexionen
En
Werke
Hamburg, 4100., t. 12, 728.
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Novalis, son sinceramente religiosos. Aún mayor desconfian-
za inspiran ciertas identificaciones del arte con lo religioso
realizadas en nuestro tiempo y que se apoyan en teorías que
atribuyen al arte un poder demoníaco y destructor o surgen
como producto de una concepción materialista o estrictamen-
te psicoanalítica del quehacer artístico.
La sacralidad del arte en símismo no debeconside-
rarseexclusiva de la poesía,como podría creeruna cierta ten-
dencia cristiana de impronta neoplatónica. La operación es-
pecíficamente artística, por ser en cierto modo
cre dor
da a
su objeto una profundidad entitativa que solo halla parangón
enel mundo de la experienciareligiosa.No necesitamosdecir
que, estrictamente hablando, lo que llamamos creaciónsolo
metafóricamente mereceesenombre. Esverdad, sin embargo,
que comparada con otras operaciones técnicas humanas, lp
acción del artista auténtico senosapareceaun nivel tan alto y
tan original, que ha sido necesarionormalizar el uso del tér-
mino
cre ción
y creatividadpara referi~a operación. La
instauración de algo la obra) enun cierto orden óntico47esla
que ha obligado a muchos filósofos a aceptar el término de
creaciónpara designar la acción de los grandes artistas Y ese
carácter instaurativo es el que le confiere también una catego
ría cuasireligiosa
47 Al artista escribe el P Chenu no se le puede considerar como a un
funcionario
Eso sería tan aberrante como considerar a una madre
funciona
ria
del Estado porque le proporciona súbditos
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5.2. arte y su misterioso simbolismo
Ser artista es ser particularmente sensible al resplan-
dor del ser y tener una privilegiada capacidad parar abrir en
la materia sensible una abertura a ese resplandor. Según
Giovanni Papini la principal misión del artista es hacer más
transparente a la flacamisión del hombre la primera revela-
ción de Dios en la realidad del mundo sensible. Por eso a los
artistas se lesrdebeconsiderar como profetas y apóstoles en-
viados y mensajeros de Dios intérpretes de aquella primige-
nia Bibliasagrada que eselmundo comoportadores para los
que padecemos el destierro de aquel soplo vivificante de la
patria remota yíutura .48
Para el teólogoprotestantePaulTillich la
expresivi
es el elemento fundamental en el arte y lo que le da su pro-
fundo e inevitable sentido religioso al revelar la profundidad
de las cosas. Siempre que se produce arte, se expresa una
profundidad del ente que no se puede expresar de otro modo
que por el arte. Y si la obra habla de lo que nos concierne de
modo absoluto y por eso crea artísticamente símbolos reli-
giosos hace de una forma intuitiva lo que la teología hace de
una forma conceptual .
49
El arte no es religioso porque toda
belleza provenga de Dios -dice TIllich- sino porque todo
arte expresa un contenido y una posición respecto a la Reali-
dad Última e Incondicionada... Todo estilo remite a una
autointerpretación del hombre respondiendo así a la cuestión
de la última significación de la vida. Cualquiera que sea el
tema que un artista elija sea poderosa o débil su forma artís-
48
G. PAPINI La COTOlIJl ¡ugento.Milano 1941 14-16.
49 P.TILLICH En la fronter Auf der Greme). Madrid 1971 210.
..
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tica, no puede evitar el que su estilo traicione su preocupa-
ción última ( bis ultimate concern ). No puede escapar a lo
religioso, incluso aunque lo rechace, porque la religión no es
otra cosa que ese estado de preocupación última .50
Tlllichdice más aún. Lo que importa, para afirmar la
religiosidad del arte, no es el terna, sino el estilo.Un bodegón
de Cézanne, un árbol de VanGogh, un paisaje de F.Marc o de
Schmitt-Rottluff, e incluso un desnudo de Emil Nolde, pue-
den ser más religiosos que una Madonna de Rafael. En la me-
dida en que el hombre vive separado del fundamento de su
ser por la alienación, su arte será siempre un arte profano;
pero, porque Dios está presente en todo lo que es, ese arte
profano será siempre, al mismo tiempo, un arte religioso. Por
tanto, ya no puede hablarse de arte profano en el sentido ab-
soluto del término. TIllich,por razones teológicas, se niega a
contraponer arte profano y arte religioso.51
Creemos que esta posición tan radical de Tillich está
implicada en su axioma inicial,muy discutible, de que la reli-
gión es la sustancia de la cultura, y de que la cultura es la for-
ma de la religión. A nuestro juicio, no puede afirmarse sin
matizaciones que todo arte es religioso y que un arte
arreligioso es inconcebible.Podemos afirmar que el arte, por
serIo, tiene cierta dimensión religiosa , que es por sí sólo
una invitación a la trascendencia. Es verdad que el gran arte
~s siempre expresión de un
algo
objetivo,misterioso, perma-
nente e inalienable, radicado en la intimidad del ser humano.
Pero entre ese
algo
misterioso y la obra artística viene a inter-
so P.TILLICH, Theology 01Culture New York 1951, cap. VI, 70.
51
P. TILLICH,
Stil und religiliserStoff in der bildenden Kunst
En
Die religilise
Substanz der Kultur Werke
Stuttgart 1967, IX, 318-319.
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ferir como una pantalla la personalidad del individuo artista
-sentimientos voluntad y corazón- que también se
autoexpresa en ella. Decir que el arte es siempre religioso es
decir que todos los hombres son religiosos:Ambas fórmulas
tienen la misma verdad pero también la misma imprecisión.
Descubrir la secreta consanguinidad del universo ese
aire de familia de toda la creación evocar a unos seres con la
imagen de los otros tal es la capacidad de los artistas y tal
debiera ser el regalo que a la humanidad daría una verdadera
educación estética. No se trata de hacer del artista un
Prometeo que rivalice con los dioses. La esencia de la poesía
-decía Claudel contra Baudelaire- no está en sumergirse en
el fondo del infinito para hallar en él algo nuevo sino en el
fondo de lo finito para descubrir en él lo inagotable 52;es ha-
cer surgir la obra como una cosa que ya existía virtualmente
en el seno de su propio misterio.53
5.3.El arte prosigue la obra de Dios.
La idea de que todo gran arte es religioso la expresan
y repiten con frecuencia muchos artistas de nuestro siglo.
Todo arte es religioso -dice Maurice Rocher- porque
todo arte verdadero viene de lo mejor del hombre; toda crea-
ción es alabanza toda obra nacida del amor es oración . El
célebre expresionista francés Georges Desvalliéres converti-
do hacia 1910y fundador con Maurice Denis de los Talleres
de Arte Sacroen 1919 matiza este pensamiento: El arte es re-
ligioso de tal manera que cuando quieres explicado solo te
52
P.CLAUDEL cit. por J. Guitton
Le Mystere 185
53 S.FUMET Art et Mysiere En Le Mysiere 185
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vienen a los labiospalabrasdegrandessantos...Siel artista es
incrédulo hablará quizás un lenguaje bárbaro emitirá soni-
dos ininteligibles palabraspocoedificantes pero todo lo dirá
cantando una melodía que siempreseráelevada por tener su
inspiración aun involuntariamente en lasdivinas esferas .S4
Entre los que carecende fe cristiana escomún pensar
que el arte debe ser amado como una religión: No creo en
Dios -escribeuno de ellos-oSólocreoenel arte.Perosi creyera
en Dios diría que todo arte verdadero cualquiera que seasu
modo de expresión tiende a Dios . ss
Todasestasafirmacionessobreel carácterreligioso del
arte por parte de los mismos artistas se apoyan en la expe-
riencia personal de ciertos caracteresde la creaciónartística
que ellos mismos ven atribuidos a la experiencia religiosa
profunda
como son por ejemplo la
inspiración
y el senti-
miento de
libertad
en la gestación de la ~bra.
La
inspiración
fue primeramente concebida como don
divino luego como una especie de feliz demencia des-
pués como fruto del subconsciente y ahora se la considera
como una larga paciencia .Loque aquí interesaseñalar
es
ese
drama de intermitenciasentreuna inspiraciónque se re-
galaal artistacomouna gracia inmerecida y ese trabajo
te-
nazquees
necesariopara llevarlaobraa su término.Esnatu-
ral que en esta alternancia dramática se haya visto una pará-
bola de la experiencia religiosa; y que los artistas se sientan
movidos a considerar la inspiración que facilitala realización
54
Cit. en C. BOURNIQUEL et J. GUlCHARD-MEILI les créateuTSet le
sacré Textes et témoignages de elacroix á nos jOUTS
París 1956.
55 Maurice ESTÉVE en IlZodiaque n. 18-19 70.
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stétic vid risti n
41
de su obra, corno un don cuasimilagroso e inmerecido, idénti-
co a la gracia divina.
Hablando de su Quinta Sinfonía, escribe Sibelius:
Cuando la forma definitiva de nuestra obra depende verda-
deramente de fuerzas más poderosas que nosotros mismos,
podremos después justificar talo cual pasaje, pero, en su con-
junto, hay que decir que uno es simplemente un instrumento.
Esa lógica maravillosa -llamémosla Dios- que gobierna
una obra de arte: he ahí el poder que ordena .56Ramuz em-
plea el mismo lenguaje: Yosoy capaz de muy poca cosa;pero
¡que realice ese poco de que soy capaz Tales mi oración de
todos los días; yo imploro al dios desconocido. Mi voluntad
es impotente; hay algo más poderoso que se me escapa y que
todo 10que puede; es ahí donde se dirige mi súplica, y esa
ese Dios interior al que yo me dirijo . Es el ruego de miles de
artistas; el deseo insistente sube corno una oración. Esto lleva
al mismo escritor a afirmar más explícitamente: El artista y
el santo: un mismo hombre. Sacrificiode sí, renuncia al siglo,
consentimiento a injurias y privaciones, estado de gracia, los
discípulos, la regla... Paralelismo de los dos misticismos.Ver-
dad estética, si así puede hablarse, de los Evangelios . I
La inspiración se explicahoy por el inconscienteo sub-
consciente,pero hay autores, cornoMaritain, que han hablado
de un tercer inconsciente,el inconsciente
espiritual
muy dife-
rente del freudiano, al que, según él, hay que atribuir las más
geniales intuiciones del espíritu creativoy las más heroicas re-
solucionesde los santos; o cornoEugenio d'Ors, que ha habla-
do de la supraconciencia , campo nupcial entre el
ángel
-
56 Cit. por E. GILSON, L EcoledesMuses 251.
51Ch. F. RAMUZ, Journal 18 avril1915.
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Juan Pla2:aolaArtola S J
encarnación de las fuerzas poéticas superiores del hombre-
y el alma .
Otro de los caracteresde lacreaciónartística es la expe-
rienciade
libertad
en la constricciónmismaque suponesome-
terseal dictadode una leyinterior.
Libertad
y
necesidad
ondos
términos aparentemente contradictorios que se presentan
fundando una de lasmás específicasantinomias propias tanto
del acto religiosocomode la operación artística.No hay verda-
derocristianismosin la obérdientiaideiobedienciaal amor.No
hay verdadero arte sin sometimiento a la ley interior. Esa obe-
diencia es la que aporta la libertad. Elarte procede no por im-
perativos extrínsecos como el dinero o la fama sino por una
necesidad cuasigenerativa yautoexpresiva. Sometiéndose a
ella se experimenta la liberación que da el logro de la obra
maestra. Obediencia de la abeja a la miel dice un poeta. Ja-
más elartista se siente tan activo tan dueño de sí comocuando
hace la voluntad de su obra que se quiere a sí misma a través
del autor. Imperareparendo 8
En el plano religioso-moraly cristiano como en el pla-
no artístico las grandes creacionessolo se consiguen median-
te la sumisión a esa gracia natural que iluminando la men-
te levanta la voluntad y la impele a decisiones heroicas y a la
que es tan imposible resistirse como es imposible que el artis-
ta resista a la inspiración que le posee.
58
Gobernar obedeciendo.
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stética Y vida cristiana
43
5.4.El artista Yla santidad.
En teoría el arte debería conducir, por tanto, hacia la
virtud, y hasta se podría añadir que hacia la santidad. Y,sin
embargo, cualquiera que investigue la vida real de los artis-
tas se dará cuenta de que las cosas no ocurren así en la prácti-
ca.
Ocurre, ante todo, que en el artista la experiencia esté-
tica y creadora, casi por definición, es precaria. En cambio, su
vida es una tentación constante de inmanencia en lo sensible.
De ahí las dificultades para realizar esa ascensión hacia lo
trascendente que debería ser el término final de su aventura.
León Bloy decía que el arte ha nacido bajo las esca-
mas de la vieja serpiente y que fue necesaria la Edad Media
con su guantelete de hierro para obligarle a servir éiDios . El
poeta es ese hombre que ha mordido la tierra y conserva aún
su gusto entre los dientes , ha escrito Paul Claudel en una de
sus inco randes
Odas
Lacreación de la obra de arte exigeun compromiso de
todo el ser, un abandono de todo lo que no es la obra a reali-
zar. Creer que se puede ser santo y artista es esperar un mila-
gro, piensa Mauriac, quien ve en Proust al escritor llevado al
paroxismo: a aquel que hizo un ídolo de su obra ya quien el
ídolo devoró .59Un instinto le dice al artista que hacerse san-
to sería para él cesar de ser un artista. Elartista no puede ser
un santo -escribe Papini-, porque el santo ha superado en
sí mismo incluso el arte puro; el arte es un medio, y él se le-
59 Fr. MAURIAC,
Obras ompletas
Barcelona, Janés, 11,975-979.
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44
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vanta sin apoyos hacia el amor perfecto de los hombres y de
Dios. Dicen que el Beato Angélico oraba con lágrimas antes
de ponerse a pintar, pero no ya, en mi opinión, para disponer-
se a representar mejor la verdadera imagen de Dios Crucifica-
do, sino para que Dios le quitase aquella tentación de abando-
narse al deleite del arte y lo hiciese digno de contemplar, an-
tes de morir, aquellas divinas personas sin necesidad de colo-
res y pinceles. No ped~~piración, sino perdón .60No le fal-
taba razón a Jacques Riviere cuando exclamaba: Dios mío,
alejad de mí la tentación de la santidad. No es ésa mi voca-
ción .61Efectivamente, su vocación era ser escritor. Dios era
una tentación para él.
Normalmente, el artista se entrega tan de lleno a su
obra, que el ascetismo y la desapropiación de sí que su victo-
ria atestigua le hacen más difícil que a los demás el no creer
que ha alcanzado el término al que debe tender .62Alguna
vez, artistas profundamente cristianos fueron progresiva-
mente dándose cuenta de esta calidad devoradora de su arte.
y algunos, juzgando que el término del arte es su misma
interminabilidad, llegaron a superado, al fin de su vida, refu-
giándose en el silencio.
El arte es un camino maravilloso, pero peligroso. Se
habla del camino real del arte, pero ese camino -dice el P.
Couturier- lino tiene de real más que las gotas de sangre di-
vinas caídas sobre él como sobre todo camino de los hombres,
pero que en éste son quizá gotas más perdidas, más malgasta-
60
G. PAPINI,
La COTO.na argento 25-26.
61 Cit. por F.MAURIAC, en Por el camino de Proust. En Obras Completas 11
991.
62 E. GILSON, o.C. 264.
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stétic Y
vida cristiana
45
das que sobre cualquier otro camino. Se dice que el arte con
duce
a Dios;
pero estono esmuchaverdadpor 10que atañea
los mismos artistas. La experiencia prueba 10contrario casi
en todos los casos.Dios salva a los artistas porque son sus hi-
jos más locos más dolientes que los demás. Los salva a tra-
vés de ISUSocuras y de sus dolores que son frecuentemente el
rescate de su arte. No los salva casi nunca por su arte .63
63
M.A. COUTURIER
Art et Catholidsme
En
Art et Liberté spirituel1e
Paris
1958 29.
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itulos de colección
1 José Ma Mardones
¿Haciadóndevalareligi n?Postmodernidad
postsecularización
2 GerardoAnaya Duarte S J
Religióny ciencia:¿Todavíanconflicto?
3 Mauricio Beuchot Puente O ~
Losderechosumanosy sufundamentaciónilosófica
4 José Rafael de Regil Vélez
in ios y sin el hombre Una aproximacióna la
indiferenciaeligiosa
5 José Francisco Gómez Hinojosa
La dimensi nsocialde la religión Notas para su
recuperaci nnMéxico
6 Antonio Blanch S J
Lo
estéticoy lo religioso:cotejo de experiencias
y expresiones
7 EduardoLópezAzpitarte S J
Laéticacristiana:¿feorazón?
Discusionesen tornoa sufundamento
8 Juan Plazaola Artola S J
Estéticay vid risti n
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Este libro se tennü\ó
de imprimir en el mes de enero
en Impresora Múltiple S A de C V
Saratoga núm 909 col Portales
México 03300 D F
Su tiraje fue de 2 000 ejemplares
Cd de México 1999
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1
Los cuadernos de Fe y Cultura son una contribución al fomento
del diálogo entre los valores evangélicos y la cultura actual en
toda su complejidad. Pretenden, por tanto, ofrecer una visión
cristiana de nuestra realidad que oriente a los lectores y a los
estudiosos de los diferéntes ámbitos de ella.
La serie número 4, La expresión artística busca explorar las
relaciones que existen entre la creación artística y la realidad
religiosa, que en muchas épocas de la historia del arte han sido
muy evidentes y que, aunque en otras no se manifiestan, quizá
están presentes subterráneamente; ¿hay o no una gran cercanía
entre arte y religión?
El padre Juan Plazaola rtola nació en San Sebastián;
ingresó a la Compañía de Jesús, en la que hizo estudios de
filosofía y de teología; obtuvo doctorados de Filosofía en la
Sorbona y en la Universidad de Madrid y se ha
especializado en el campo de la estética. Ha desempeñado
numerosos cargos, inclusive el de provincial de la Provincia
de Loyola. Ha sido por muchos años catedrático de Estética
de la Universidad de Deusto. Actualmente es director del
Instituto Ignacio de Loyola de la misma universidad, en su
sede de San Sebastián, y no ha dejado su amplio trabajo
de conferencista y escritor. Entre sus obras destacan:
El
arte sacro actual Introducción
a
la estética El futuro del
arte sacro y su obra más reciente Historia y sentido del
arte cristiano
En
este ensayo el autor aborda las relaciones entre la vida
cristiana y lo estético, el arte y los artistas a partir
J
e
exponer las semejanzas y las diferencias entre experiencia
religiosa y experiencia estética.
l
___ _ _ __ _ _
ISBN 9b8 859 345