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Estimulación del bebé mes a mes
No todos los pequeños son iguales, por lo tanto, su desarrollo tampoco lo es,
debido a varios factores: la estimulación de los padres, la genética y el ambiente
en el que crecen. Conoce más sobre el desarrollo de tu hijo mes a mes.
Es muy importante que le entregues seguridad y cariño a tu hijo, para que crezca
en un entorno placentero y tenga un desarrollo positivo.
A continuación te exponemos lo que debería hacer un niño dependiendo de la
edad que tenga, recomendaciones dadas por Ariel Garay, psicólogo infanto-juvenil
de la Universidad Gabriela Mistral.
0 a 12 meses
Los bebés aprenden principalmente por medio de la imitación.
La estimulación de los padres es muy importante para que el niño aprenda, por
ejemplo, a caminar.
Mientras mayor sea la interacción entre el niño y sus padres, mejor será su
desarrollo. Por eso te aconsejamos que converses con tu hijo y le enseñes nuevas
cosas.
En el caso de que el avance del niño no sea acorde a su edad y al pasar el tiempo
continúa así, es recomendable que lo lleves donde el pediatra para ver el motivo
por el cual no se desarrolla normalmente.
A partir del quinto mes el bebé crecerá a un mayor ritmo.
Formas para estimular al bebé
Primer mes:
Estirar y doblar suavemente los brazos del niño, haciendo movimientos circulares
hacia arriba y los lados. Las piernas se deben tomar y simular movimientos de
bicicleta. Con esto, sus músculos y extremidades se fortalecerán.
Acostar al bebé en distintas posturas para que aprenda varias habilidades.
Los masajes también ayudarán a la estimulación de tu pequeño.
Segundo mes:
Balancear suavemente a la guagüita permitirá que desarrolle el equilibrio.
Se le deben pasar juguetes aptos para su edad, para que los toque y explore.
Tercer mes:
El niño ya comienza a evaluar fuertemente su medio a través de las regularidades
que éste le entrega y que alcanza a percibir, y que son en gran parte dadas por la
interacción y vínculo que se construye con la madre.
También comienza a mostrar sus estados de satisfacción a través de conductas
de anticipación como la sonrisa, mímicas, entre otras.
A partir del sexto mes:
Lo ideal es poner al bebé de guatita, con un objeto atractivo frente a él. De esa
forma se arrastrará tratando de alcanzarlo y comenzará a prepararse para gatear.
Desde el séptimo/octavo mes:
Se debe comenzar a afirmar al niño por debajo de sus brazos para que así dé
algunos pasos.
“En el octavo mes, comienza a darse angustia o reacciones de miedo ante los
extraños y que se caracteriza porque el bebé responde frente a lo desconocido
con diferentes actitudes. Éstas pueden ir de un simple rechazo a establecer una
interacción con el otro, hasta reacciones intensas de angustia como gritos y llanto.
Esto se da principalmente por una inquietud relacionada con la ausencia de la
madre y no necesariamente con un temor ante la persona desconocida. Este
elemento es entonces, un indicador de que la mamá ya es claramente reconocida
por el bebé y comienza una capacidad de relacionarse con los objetos más
profundamente”, afirma el psicólogo Ariel Garay.
Diez meses en adelante:
Estimula a tu hijo para que se ponga de pie apoyado en algo.
Se le puede entregar envases limpios y seguros, para que así aprenda a abrir y
cerrar.
Con objetos pequeños el niño puede ampliar su motricidad fina y el desarrollo del
dedo pulgar e índice. Pero recuerda que debes estar tú presente ante esto para
evitar que se eche algo a la boca.
Agarra al niño de las manos y ayúdalo a caminar. A medida que pase el tiempo,
anda soltándole la manito, para que finalmente camine solo.
12 meses
Empieza a caminar con ayuda y después solito.
Dice sus primeras palabras.
Se sienta solo y juega.
Con la mano se lleva los alimentos a la boca.
Toma cosas pequeñas.
Puede tomar líquido en un vaso o taza.
Es muy importante que la madre favorezca la autonomía en el niño. Si se dan
situaciones en que la mamá, frente a conductas de alejamiento del niño, se
muestra muy tensa, nerviosa, es decir, le da a conocer afectos negativos, será
poco probable que el pequeño se pueda alejar de manera segura y confiada de
ella. Esto ayuda a un buen proceso de separación e individualización.
14 meses
El niño debería dar de dos a tres pasos solito.
Se para solo.
Es capaz de jugar con legos.
Introduce objetos en un recipiente.
Aparte de “papá” y “mamá” debería decir otras seis palabras.
Indica lo que quiere.
18 meses
Camina con estabilidad.
Toma de una taza.
Empieza a correr.
Indica objetos.
Demuestra afecto.
Reconoce las partes del cuerpo.
Comienza a interesarse por controlar esfínteres.
Puede identificar a los familiares por el nombre y el parentesco.
24 meses
Salta y corre.
Dice su nombre.
Es capaz de señalar figuras en un libro.
Puede lanzar la pelota pateándola.
Camina solito y sin ayuda.
Se le empieza a entender un poco más lo que habla.
Ya dice unas 50 palabras.
Puede construir torres con legos.
Cuando se mira en el espejo se reconoce.
Dos a tres años
Camina completamente solo.
Avisa cuando quiere ir al baño.
Puede caminar con un juguete grande en su mano.
Ya corre y se puede parar en puntillas.
Hace “dibujos” en un papel.
Puede subir y bajar escaleras.
Distingue formas y colores.
Cuando la mamá se va, se queda más tranquilo que antes.
Busca la compañía de otros niños.
Imita actitudes del resto, sobre todo de los adultos.
Se vuelve más independiente, por ejemplo, a la hora de vestirse o lavarse las
manos.
Aquí comienza también a darse un negativismo, que es una manifestación normal
del niño frente al aumento de su autonomía. Presenta obstinación contra la
voluntad de otros, y en ocasiones suele unirse a terquedad, dado que el menor se
aferra de manera rígida a sus propios deseos y puede reaccionar en forma
explosiva.
También empieza el animismo, que es dar vida y conciencia a objetos inanimados.
Tres a cuatro años
Sube y baja escaleras sin problemas.
Puede trepar.
Se agacha, corre y patea la pelota sin inconvenientes.
Agarra el lápiz de forma correcta.
Puede hacer funcionar juguetes mecánicos.
Relaciona cosas que ve en su casa, con fotos.
Elige según la forma y el color.
Arma puzzles, pero de pocas piezas (tres a cuatro).
Aprende a compartir, sabiendo lo que es de él y lo que no.
Se puede separar de los padres sin problemas.
Expresa sus sentimientos y emociones.
Cuatro años y más
Empieza a tomar conciencia de los sentimientos del resto de las personas.
Puede regular sus expresiones dependiendo del lugar en el que se encuentre.
Comienza a establecerse sus amigos.
Ya puede trabajar en equipo, cumpliendo la tarea que le tocó.
Tiene conversaciones con los adultos.
Ya se expresa con frases completas, por lo que puede conversar con una persona
normalmente, haciéndole preguntas y respondiendo otras.
Esta es la edad del ¿por qué?, debido a que quiere conocer acerca de lo que lo
rodea.
Se pueden concentrar en una actividad por un mayor tiempo (20 a 30 minutos).
Son capaces de retomar lo que estaban haciendo.
Se sienten orgullosos cuando logran algo.
“Las emociones del preescolar son cambiantes, frágiles, fugaces y varían en la
medida que se va dando la socialización, haciéndolas más regulares”, explica el
psicólogo.