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113 Estudios culturales, hermenéutica y crítica literaria Gloria Prado La primera parte de este artículo consiste en una reflexión acerca de la génesis, espacios de inscripción, historia y temáticas de los llama- dos estudios culturales. La segun- da, hace lo propio respecto a la neohermenéutica, partiendo de los orígenes de la hermenéutica hasta alcanzar la situación en la que se encuentra en el último tercio del siglo XX —misma época en la que nacen, se desenvuelven y llegan a su punto culminante los estudios culturales—. En un tercer momen- to, se pretenden establecer los pun- tos de convergencia y divergencia entre ambas corrientes de pensa- miento y de acción en la cultura occidental, euroamericana (inclui- da la latinoamericana). Hay una aproximación a la crítica literaria, mediante la confluencia de ambas propuestas, en dos novelas mexi- canas publicadas en 1999. En los albores del siglo XXI, y tras el nacimiento y apogeo de los estudios culturales entre la década de los setenta y de los noventa del XX, resulta interesante abordar este fenómeno que corre para- lelamente, y en variadas ocasiones en intersección, con diversas tendencias, corrientes, posicionamientos y perspectivas, que a la vez, en muchos casos, incluye dentro de su esfera operativa. Tra- tar de definirlo en términos académicos o siguiendo métodos esta- The first part of this article consist of a reflection concerning the gen- esis, inscription spaces, history and subjects of so-called cultural stud- ies. The second part does the same thing regarding neohermeneutics starting from the origins of herme- neutics up to the situation in which it finds itself in the last third of the twentieth century which also coin- cides with the same period when cultural studies are born, develop and reach their culmination. The third part tries to establish the points of convergence and diver- gence between both currents of thought and action in European American western culture (includ- ing that of Latin America). There is an approach to literary criticism by means of the common ground of both proposals in two Mexican novels published in 1999. Escritos, Revista del Centro de Ciencias del Lenguaje Número 25, enero-junio de 2002, pp. 113-134

Estudios culturales, hermenéutica y crítica literaria

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Estudios culturales, hermenéuticay crítica literaria

Gloria Prado

La primera parte de este artículoconsiste en una reflexión acerca dela génesis, espacios de inscripción,historia y temáticas de los llama-dos estudios culturales. La segun-da, hace lo propio respecto a laneohermenéutica, partiendo de losorígenes de la hermenéutica hastaalcanzar la situación en la que seencuentra en el último tercio delsiglo XX —misma época en la quenacen, se desenvuelven y llegan asu punto culminante los estudiosculturales—. En un tercer momen-to, se pretenden establecer los pun-tos de convergencia y divergenciaentre ambas corrientes de pensa-miento y de acción en la culturaoccidental, euroamericana (inclui-da la latinoamericana). Hay unaaproximación a la crítica literaria,mediante la confluencia de ambaspropuestas, en dos novelas mexi-canas publicadas en 1999.

En los albores del siglo XXI, y tras el nacimiento y apogeo de losestudios culturales entre la década de los setenta y de los noventadel XX, resulta interesante abordar este fenómeno que corre para-lelamente, y en variadas ocasiones en intersección, con diversastendencias, corrientes, posicionamientos y perspectivas, que a lavez, en muchos casos, incluye dentro de su esfera operativa. Tra-tar de definirlo en términos académicos o siguiendo métodos esta-

The first part of this article consistof a reflection concerning the gen-esis, inscription spaces, history andsubjects of so-called cultural stud-ies. The second part does the samething regarding neohermeneuticsstarting from the origins of herme-neutics up to the situation in whichit finds itself in the last third of thetwentieth century which also coin-cides with the same period whencultural studies are born, developand reach their culmination. Thethird part tries to establish thepoints of convergence and diver-gence between both currents ofthought and action in EuropeanAmerican western culture (includ-ing that of Latin America). Thereis an approach to literary criticismby means of the common ground ofboth proposals in two Mexicannovels published in 1999.

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blecidos y aceptados, es difícil, ya que, como afirma Reynoso, “ losestudios culturales se piensan a sí mismos como la actividad inte-lectual liberadora por excelencia” de la sumisión a las disciplinasconstituidas más que “de la explotación económica o de la manipu-lación ideológica”. (Carlos Reynoso, Apogeo y decadencia delos estudios culturales, 2000: 47) Pero paradójicamente es, y hasido, en el ámbito académico donde los estudios culturales se handesarrollado con una gran cantidad de adeptos formados en diver-sas disciplinas, quienes han generado numerosas y variopintastextualidades resultantes de su interacción. Si tomamos en cuentala afirmación de Reynoso antes citada como punto de partida, po-dríamos preguntarnos, entonces, cómo es que esa “actividadliberadora de las disciplinas constituidas”, lejos de alejarse de ellasse coloca más bien dentro de su ámbito y en forma interdisciplinariaen la práctica, lo que por otra parte, le confiere un estatuto devalidez. Y de tal interrogante se desprendería, ahora, una nuevapregunta: a pesar de su acción interdisciplinaria de facto, los estu-dios culturales ¿se conformarían como una antidisciplina frente asu actitud rechazante de las disciplinas constituidas? De ser así,estaríamos planteando el problema en términos de opuestos, plan-teamiento que con tanto ahínco los deconstructivistas o decons-truccionistas así como teóricos de la posmodernidad, se han apli-cado en desvanecer. Si los estudios culturales constituyen unaantidisciplina sus propuestas tendrían que hacerse desde esa cate-goría de “anti” y, por tanto, tendría que operarse una serie de sus-tituciones u oposiciones relativas a lo que se consideraría específi-co de la disciplinariedad, cosa que realmente no ocurre.

Una aproximación más adecuada, me parece, sería la deRichard Johnson quien sostiene:

Los estudios culturales no son una disciplina académica sino unproceso crítico que trabaja entre los espacios de las disciplinas aca-démicas y sobre las relaciones entre la academia y otros lugarespolíticos. Desde este punto de vista, algo como los estudios cultura-les necesitaba ser inventado. Ni la crítica literaria, ni la sociología, nininguna otra disciplina académica hubieran servido para eso(Johnson 1997: 452, citado por Reynoso 2000: 48)

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Concebidos de este modo, los estudios culturales constituiríanzonas fronterizas, márgenes facilitadores de la acción crítica, puen-tes, túneles, pasadizos, entre ésta y los objetos de estudio o de aproxi-mación de los que nos ocuparíamos. Con ello, estaríamos integran-do a la vez, algunos de los planteamientos deconstructivistas res-pecto a la descentralización y el posicionamiento desde los márge-nes. Y sería justamente en ese ámbito en el que tendríamos que“trabajar” con el fin de hacer el pase de la teoría y la especificidaddisciplinaria a la práctica de la crítica.

Pero una nueva pregunta se erige, entonces, ¿de qué registrosse ocupan o han ocupado los estudios culturales? Fundamental-mente sus campos de acción han sido y son: género y sexualidad,identidad cultural y nacional, colonialismo y poscolonialismo, raza yetnicidad, cultura popular, estética, discurso y textualidad, ecosistema,tecnocultura, ciencia y ecología, pedagogía, historia, globalizaciónen la era posmoderna según Grossberg, Nelson y Treichler(Grossberg, Lawrence, Nelson, Cary, Treichler Paula. CulturalStudies 1992: 1-15).

Por su parte, Newton et al. (1998: 562), proporcionan como“campos específicos de énfasis”: género y sexualidades; raza,etnicidades y representación cultural; política, religión, comunida-des y representación cultural; cultura popular; culturas nacionales,trasna-cionalismo y globalización; ciencia y sociedad; estudios his-tóricos; retórica y teoría crítica (Reynoso 2000: 24-25).

Puesta la cuestión en estos términos, podríamos concluir que suespectro abarca todos los campos en los que actúan las cienciassociales, las humanidades e incluso otras disciplinas o prácticas comola economía, la ecología, la geografía, la tecnología para citar sóloalgunas. Sin embargo, ante una propuesta semejante, PatrickBrantlinger sostiene:

Los estudios culturales, dondequiera que hayan surgido, no hansido meramente una nueva clase académica interdisciplinaria, sinoun movimiento de coalescencia, una especie de imán que reúne va-rias teorías, que ahora a menudo van bajo el rubro de ‘teoría’ en unasíntesis problemática y quizás imposible. Contra la reificación de lasdisciplinas, en la medida en que éstas han sido cada vez más ‘colo-

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nizadas’ por esa ‘razón instrumental’ que hace que ellas imiten a lasciencias y que se consideren a sí mismas en términos de ‘considera-ciones de marketing’, los estudios culturales juzgan a las humani-dades por otros estándares, y particularmente por estándares de‘moral’ y ‘racionalidad estética’… Pero contra las nuevas formas deteoría radical, los conservadores construyen sus nuevas defensas‘teóricas’ del statu quo, o de algún pasado nostálgico caracterizadopor la armonía, la simplicidad y la autoridad disciplinar (PatrickBrantlinger. Crusoe’s footprints: Cultural Studies in Britain andAmerica, New York y Londres: Routledge, 1990: 10-11 citado porReynoso, 2000: 50).

Por su parte, en la introducción que hacen Cary Nelson, PaulaA. Treichler y Lawrence Grossberg al volumen del que son edito-res afirman:

The field of cultural studies is experiencing [...] an unprecedentedinternational boom. It remains to be seen how long this boom willlast and what impact it will have on intellectual life. Certainly, withinthe fragmented institutional configuration of the academic left, cul-tural studies, holds special intellectual promise because it explicitlyattempts to cut across diverse social and political interests andaddress many of the struggles within the current scene. As LataMani notes in her essay in this volume, in its utopian momentscultural studies sometimes imagines ‘a location where the new politicsof difference —racial, sexual, cultural, transnational—can combineand be articulated in all their dazzling plurality.’ [...] (LawrenceGrossberg, Cary Nelson, Paula Treichler 1992: 1)1

Si partimos de estos presupuestos cabría de nuevo inquirir acer-ca de la especificidad de los estudios culturales, a la vez que sobrelas posibilidades que los estudios culturales ofrecen para operar

1 El campo de los estudios culturales está experimentando, tal como MeaghanMorris lo propone, un boom internacional sin precedentes. Resta, ahora, sabercuándo ese boom va a terminar y qué impacto habrá tenido en la vida intelectual.Ciertamente, dentro de la fragmentada configuración institucional de lo académicoque han dejado, los estudios culturales sostienen una especial promesa intelectualdebido a sus intentos explícitos de hacer un corte entre diversos intereses políticosy sociales y dirigir muchos de las pugnas en curso dentro de ese escenario.

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bajo su signo desde diversas plataformas o disciplinas, y realizaraproximaciones a productos o constructos culturales de distinta ín-dole. Si se afirma que son provisionales, flexibles, móviles, esto es,dinámicos, que no constituyen una disciplina académica, que tam-poco tienen un marco delimitado de objetos de estudio, ni se rigenpor un cúmulo de prácticas metodológicas o una tradición en la quese inscriben, entonces, cómo podríamos abordarlos. A lo anteriorhay que agregar, además, el hecho de que han tenido una trayecto-ria que los va replanteando y remodelando a lo largo de poco másde tres décadas —después de haber surgido en la Gran Bretaña ypasado a la academia norteamericana para de ahí, difundirse alresto de América y, tímidamente, a algunos países de la Europacontinental—, que van adoptando modalidades diversas en los dife-rentes lugares en los que se ponen en acción así como acordes concada practicante de ellos, y que, por ende, no puede hacerse unadefinición concreta ni específica, incluso si se atiende al adjetivoque los define: “culturales”, ya que cultura es un concepto enorme-mente abarcador por una parte y muy restringido por otra, y depen-de de quién o quiénes lo usen, su comprensión y adecuación.

Sin embargo, lo que ha ocurrido con los estudios culturales no esun fenómeno aislado. A lo largo de esas mismas tres décadas, uncúmulo de disciplinas, corrientes u orientaciones de pensamiento yde acción ha convivido en la academia internacional con ellos, ma-nifestaciones fuertemente signadas, expandidas y difundidas porlos medios de comunicación, las conexiones satelitales, el internet yotros recursos más que han ampliado su radio de acción y las posi-bilidades de investigación, transmisión e interlocutivas. En esa convi-vencia, los estudios culturales, se han ido aliando —en el transcur-so de su historia— con una buena cantidad de propuestas meto-dológicas o marcos de inscripción como marxismos, estructuralismosy posestructuralismos, deconstructivismos, posicionamientosposmodernos, disciplinas establecidas, corrientes de pensamiento,pero sin asumirlos o adoptarlos del todo, en una actitud en ocasio-nes ecléctica, en otras, difícilmente aprensible desde alguna pers-pectiva específica o definible en términos de identidad o especifici-dad propias. Y al igual que muchos de esos movimientos, surgieron

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como un rechazo al formalismo, al positivismo, a la relegación de lahistoricidad por los estructuralismos, en un afán deconstructivistaaunque tampoco totalmente cobijados por las propuestas de estetenor, así como por la búsqueda de libertad ante la camisa de fuerzainstitucional que la academia impone a sus miembros. No obstante,en esta trayectoria, el espectro se abrió demasiado por una parte, y,por otra, paradójicamente, quedó limitado incluso por aquella ins-tancia de la que querían librarse: la academia.

Algunos de sus historiadores, plantean cuatro o cinco etapas ensu desarrollo. Grossberg propone las siguientes: Humanismo Lite-rario de 1957 a 1969, Sociología dialéctica de fines de los sesenta acomienzos de los setenta, Culturalismo en los setenta, Estructural-coyuntural, fines de los años setenta a inicios de los ochenta yPosmoderna-coyuntural de mediados de los ochenta a fines de losnoventa (para Grossberg, comienzan, por tanto, a finales de losaños cincuenta y estarían abarcando cuatro décadas en lugar detres). De aquí que no presenten un posicionamiento homogéneo nitampoco un cúmulo de prácticas que se compartan de manera uni-forme.

Tal circunstancia nos conduce a pensar que no se trata de unfenómeno aislado o con características particulares especificantesya que, como antes se apuntaba, los posicionamientos posmodernos,deconstructivistas, la teoría del caos, los estudios de género, lospostcoloniales o la neohermenéutica con todas sus modalidades ovariantes, compartirían muchos de sus presupuestos. Podríamospensar, pues, que más bien se trata de un fenómeno finisecular queocurre, como en otros siglos, en el último tercio de su transcurso, alo que habrá de agregarse que se trata también de un momentohistórico de fin de milenio.

Entre las corrientes de pensamiento y de acción en concurren-cia arriba señaladas, inscrita en los ámbitos académicos einterdisciplinares y dentro y fuera de ellos como una serie de pro-puestas filosóficas, me referiré ahora, a la neohermenéutica y a suintersección con los estudios culturales ya que juega un papel de-terminante por sus planteamientos coincidentes en algunos aspec-tos con los de aquéllos, y la posibilidad que ofrece de una apertura

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redundante en amplitud, siempre en crecimiento, de los horizontescomprensivos de los sujetos interpretantes que la asumen comotarea teórica y práctica.

Hans Georg Gadamer declara en 1978: “La palabra hermenéu-tica es antigua, pero también la cosa por ella designada, llámeselahoy interpretación, exposición, tradición o simplemente compren-sión, es muy anterior a la idea de una ciencia metódica como laconstruida en la época moderna.” (H.G. Gadamer. “La hermenéu-tica como tarea teórica y práctica” (1978) en Verdad y Método II:293)

Tal aserto pide necesariamente una referencia histórica de lahermenéutica, aun cuando de manera sucinta. Hemos usado aquíla denominación de neohermenéutica debido precisamente, a esacualidad de novedad o de “nueva”, neo, ya que el término, comobien advierte Gadamer, es de suyo muy antiguo. A este respecto,Maurizio Ferraris sostiene que a pesar de que en la Grecia filosófi-ca y racional la hermenéutica era conocida como interpretación yse la relacionó con el dios Hermes, descifrador de mensajes, nojugaba un papel principal, se colocaba en “el ámbito de los conoci-mientos inciertos, sibilinos como los vaticinios de los oráculos, ypertenecientes más bien al dominio de la opinión que al de la cien-cia cierta.” Sin embargo, tras las conquistas de Alejandro y la ex-pansión de la cultura y de la lengua griega a todos los territoriosconquistados y a las diferentes etnias que los poblaban (actualmen-te hablaríamos de colonialismo y multiculturalismo), la interpreta-ción asumió un lugar y un papel muy importantes, ya que “se plan-teó la exigencia de enmendar y de glosar textos corrompidos olejanos en el tiempo, para restaurar su legibilidad; y es de la res-puesta a esta necesidad el surgimiento de la filología helenística.”(Maurizio Ferraris. La hermenéutica 2000: 8-16). Más tarde, deésta se derivará una hermenéutica filológica cifrada en la prácticade interpretar los textos a partir de una concepción alegórica, estoes, reconocer en su textura y sentido literales, la implicación de otrou otros sentidos y significados latentes. Con el advenimiento delcristianismo, a esta tradición filológica se aunará una hermenéuticareligiosa que buscará la prefiguración alegórica de la vida y predi-

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cación de Cristo en el Antiguo Testamento, a la que seguirá, ahora,una hermenéutica jurídica “nacida de la necesidad de proporcionaruna recta interpretación de los códigos y que encontrará unatematización explícita en el código de Justiniano.” (9) El Renaci-miento y la Reforma protestante que nace en su seno, marcarán unhito fundamental en otra vuelta de tuerca de la hermenéuticafilológica y religiosa especialmente, para desembocar en el Roman-ticismo, época en la que tendrá un enorme impulso en el campo dela Filosofía. Schleiermacher en su texto Hermeneutik (1819) pro-pondrá que no sólo se interpreta textos, sino a los otros, que consti-tuyen un misterio en sí mismos, por lo que un proceder hermenéuticotendrá que ponerse en práctica en la comunicación interpersonal.Y con ello, se desplaza hacia una dimensión antropológica. Dilthey,al final del mismo siglo, en Los orígenes de la Hermenéutica (1900),remitirá del otro a la oscuridad de la historia a la hermenéuticacomo base de “las ciencias del espíritu”, sin dejar de conferirle unestatuto científico bajo el signo del positivismo. Para Dilthey, pues,la historicidad y el conocimiento del pasado se constituirán en elmotor del cuestionamiento hermenéutico. El siglo XX conformaráun nuevo espacio para el desenvolvimiento de propuestas herme-néuticas, a la luz primero de la fenomenología husserliana, luego dela orientación que Heidegger en El ser y el tiempo le confiere, paraobtener su carta de ciudadanía como filosofía hermenéutica en 1960con Verdad y método, la obra monumental y fundante de H.G.Gadamer, mientras Paul Ricoeur escribe en Francia su Filosofíade la voluntad entre 1948-1950 y durante la década de los sesen-ta: Historia y verdad, los tres volúmenes de El conflicto de lasinterpretaciones (Hermenéutica y psicoanálisis, Hermenéuticay estructuralismo, La simbólica del mal), Del texto a la acción(Ensayos de hermenéutica II) y De la interpretación —Ensayosobre Freud.

Gianni Vattimo en 1989 sostiene que la década de los ochentaes la de la koiné (lengua común) de la hermenéutica:

Decir que la hermenéutica sea tal koiné sostiene sólo desde el puntode vista de la descripción factual, que así como en el pasado granparte de las discusiones filosóficas, o de crítica literaria, o de meto-

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dología de las ciencias humanas, tenían que rendir cuentas al marxis-mo o al estructuralismo, sin que por ello tuvieran que aceptar sustesis, como sucedía a menudo, así ahora la hermenéutica parecehaber asumido esa misma posición central. […] con un significadomucho más amplio [que en épocas anteriores, ahora filosófico] quedesigna ya sea una disciplina filosófica específica, ya una determi-nada orientación teórica, ya simplemente una ‘corriente’; pero entodos esos sentidos —y no sin una cierta ambigüedad, por otraparte inevitable— se reconoce, de hecho a la hermenéutica unacentralidad, que se testimonia por la presencia misma del término, delas temáticas hermenéuticas, y de los textos que las exponen, en losdebates, en la enseñanza, en los cursos universitarios, y hasta enaquellos terrenos —tales como la medicina, la sociología o la arqui-tectura, por señalar algunos— que buscan establecer con la filoso-fía un nuevo vínculo (Gianni Vattimo. “Hermenéutica: nueva koiné”(1989) en: Ética de la interpretación, 1991: 55-56).

De este modo, podemos percatarnos de la simultaneidad einteracción de las propuestas hermenéuticas con los estudios cultu-rales y las de otros movimientos arriba mencionados. Y hablamosaquí en plural de propuestas hermenéuticas ya que “no hay unahermenéutica general, ni un canon universal para la exégesis, sinoteorías separadas y opuestas, que atañen a las reglas de la interpre-tación”, sostiene, Paul Ricoeur (Freud: una interpretación de lacultura (1965) 1970: 28).

Cabría, entonces, en este punto recapitular sobre el porqué sepropone, aquí, la vinculación entre estos dos movimientos, el de losestudios culturales y el de las diversas posturas neohermenéuticas,que coinciden en el tiempo: las tres últimas décadas del siglo XX; enel espacio: la academia y no-academia, la filosofía y la inter-disciplinariedad; en varios de sus presupuestos: antipositivismo y,con ello, la puesta en tela de juicio del método científico de estecuño; rescate de la historicidad y de la posición histórica y subjetivadel intérprete; el aventurarse más allá de las propuestas sistémicasal fracturar los sistemas de signos; la necesidad de dar la palabra aotras culturas no consideradas como “occidentales”, así como a lacultura popular y la oralidad (al dirigirse a la parole y no quedarseen la prisión de la langue saussuriana); una actitud crítica cues-

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tionadora, dialógica y dialéctica, iconoclasta en muchos aspectos;el hecho de que el estudioso, filósofo o investigador parta de suspre-juicios o pre-comprensión para aproximarse a su objeto de es-tudio, amplíe su horizonte comprensivo respecto a lo otro y a símismo, a la vez que dilucida aspectos que no se perciben a primeravista en el campo u objeto de su consideración.

Ahora bien, en este punto habrá que detenerse con el objeto deaclarar qué se está entendiendo como “interpretación”, “compren-sión” y “proceder propiamente hermenéutico”. Como bien sabe-mos el término “interpretación” unido al de “subjetividad” causamucha sospecha por resultar supuestamente imposible, conferirlesa ambos un estatuto de confiabilidad. Sin embargo, habría que pun-tualizar que el primer concepto, “interpretación”, entraña muchasposibilidades de significado: interpretación, según Aristóteles, essimplemente hablar, expresarse, como también, traducir de una len-gua a otra una expresión o un texto completo. Sin embargo, el tér-mino se inscribe en un campo semántico mucho más amplio —quese inserta hoy en el ámbito de la filosofía y abraza a lahemenéutica—, con los significados, entre otros, de: conjeturar, ex-plicar, comprender, explicitar, esclarecer, es decir, dar a la luz. Paraello no se cuenta con un método científico que conduzca a resulta-dos verificables o a pruebas contundentes, de ahí aquella sospechaa la que se aludía. En este sentido Jean Grondin sostiene que hay, alo largo de la historia de la hermenéutica, dos corrientes principales:la normativa y metódica y la fenomenológica. La primera conside-ra a la hermenéutica como “el arte del tratamiento de textos” unasuerte de “instrucción metodológica con reglas principalmente decarácter técnico-normativo”. La segunda amplía su marco deoperatividad y la hace adoptar “la forma más amplia de un análisisfilosófico o fenomenológico del hecho originario del comprender ointerpretar”. De este modo, la hermenéutica no instruye acerca decómo se debe interpretar, sino “que se ocupa de cómo se interpretael hecho”. (Jean Grondin. Introducción a la hermenéutica filo-sófica 1999: 42)

En este mismo registro, Paul Ricoeur puntualiza:

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Le explicamos algo a alguien más con el fin de que pueda entender.Y lo que esta persona ha entendido puede a su vez decírselo a otra.Así, la comprensión y la explicación tienden a traslaparse y a invadirseuna a la otra. Sin embargo, haré la conjetura de que en la explicación,nosotros explicamos o desplegamos la gama de proposiciones ysentidos, mientras que en la comprensión, entendemos y captamoscomo una totalidad la cadena de sentidos parciales en un solo actode síntesis (Paul Ricoeur. Teoría de la interpretación. Discurso yexcedente de sentido 1995: 84).

O bien, como declara en “Autocomprensión e historia” (1991),la comprensión consiste en “la alternancia de fases de compren-sión y de fases de explicación a lo largo de un único ‘arcohermenéutico’ ” Porque “explicar más es comprender mejor. Di-cho de otra manera, si la comprensión precede, acompaña y en-vuelve la explicación, ésta, a su vez, desarrolla analíticamente lacomprensión” (36-37).

Y en este punto es en el que se daría el cruce entre los estudiosculturales y la neohermenéutica, más allá de la fenomenología, enun tercer posicionamiento resultante de todo un proceso reflexivo yautorreflexivo. Declara nuevamente Ricoeur que, de ese modo, hapodido “liberarse de su concepción inicial de la hermenéutica comointerpretación amplificante de las expresiones simbólicas, y formu-lar la idea de una comprensión de sí mediatizada por los símbolos,los signos y los textos” en la correlación de escritura/lectura ensentido amplio.

Si interpretamos correctamente la propuesta ricoeurina podría-mos pensar de esta manera: el texto, concebido como un conjuntode signos organizado unitariamente en el que las partes tienen rela-ción con el todo y el todo con cada una de las partes en una relacióndinámica e inseparable, se constituye no sólo en grafía, sino tam-bién en codificación semiótica, más allá o más acá de la grafía, enla que se lee. Y así, el “comprenderse para el lector es compren-derse ante el texto y recibir de él las condiciones de emergencia deun sí distinto del yo que suscita la lectura” (62).

Con esta comprensión del término “texto” podemos, ahora, vol-ver los ojos a las diversas concepciones de cultura que manejamos

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y de aquellos registros de los que se ocupan los estudios culturales,para aproximarnos a ellos a partir de un proceder hermenéuticoque consistiría fundamentalmente en un análisis de la textualidad otexto al que nos estamos aproximando, una interpretación del mis-mo a partir de nuestra pre-comprensión o “comprensión ingenua”,para, acto continuo, realizar una reflexión propiamente hermenéuti-ca que equivale a decir crítica, esto es, poner en tela de juicio nues-tra pre-comprensión y la interpretación hecha del texto, irla vali-dando mediante un diálogo con el mismo, buscando los reclamos deverdad en el análisis textual realizado, y desembocar, finalmente,en una amplitud de horizontes respecto a la comprensión de lo otro—el texto— y de sí mismo como otro.

Actuando de este modo, podríamos proceder con la cultura pro-pia —a pesar de la falacia que tal expresión conlleva, ya que ¿sepuede hablar aquí y ahora de una “propiedad”, de una cultura ex-clusiva, identificante, con rasgos únicos y diferenciadores?— to-mando como texto o textualidad esa concepción cultural con suscampos específicos de acción, sus sistemas de sentido dominantes,sus discursos, tradiciones, historia oficial y no oficial, creencias,mitos, ritos, ideologías, factores étnicos, lingüísticos y todos aque-llos que la configuran en nuestro imaginario, como tal. Contexto enel que se insertarían también, los registros arriba enumerados comoaquellos de los que los estudios culturales se ocupan.

Sin embargo, ¿cuál y cómo sería la forma de acceder a eseinconmensurable campo conformado por y conformador de la cul-tura, usado el término en sentido amplio? Sólo a través del discurso:“alguien le dice a alguien de algo o de alguien”; y en esta dinámica,la narratividad juega un papel preponderante creando textos muydiversos. A éstos es a los que habrá de acercarse el culturalista y elneohermeneuta. Porque, como Ricoeur afirma, “comprenderse esapropiarse de la historia de la propia vida de uno. Ahora bien, com-prender esta historia es hacer el relato de ella, conducida por losrelatos tanto históricos como ficticios que hemos comprendido yamado. Es así, como nos hacemos lectores de nuestra vida” (PaulRicoeur. “Autocomprensión e historia” 26-42). Pero para ello, ten-dremos que volver a aquel punto en el que la neohermenéutica y los

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estudios culturales coinciden, como quedó dicho, que es en la ex-clusión de un método concreto para la práctica de ambas activida-des: el estudio de los culturalistas y la interpretación reflexiva ycrítica de los hermenuetas.

Subyace una teoría o teorías, aún cuando no sean consideradascomo tales, a los estudios culturales, mientras que la neoherme-néutica se presenta como teoría y práctica a la vez, esto es, en lamedida que se teoriza, se pone en práctica la teoría, mediante laactivación de una serie de operaciones intelectuales. Si nos acer-camos al discurso narrativo —configurador primordial de la cultu-ra— desde la conjunción de ambas plataformas, podremos realizaruna aproximación si no metódica —en el sentido tradicional que eltérmino método reviste—, sí mucho más enriquecedora en cuantoa las posibilidades de comprensión del objeto de estudio y del estu-dioso.

Tomando como base los planteamientos anteriores, y buscandoser consecuente con esta última propuesta, se ensayará, aquí, unaaproximación, en el ámbito de los constructos culturales a la litera-tura, a través de dos novelas mexicanas publicadas en el año de1999 en las que se hace una refiguración, mediante el relato, de lahistoria o memoria impuesta y en el que los referentes —imagina-rio simbólico, y dentro de éste, el tiempo y los espacios— dialoganen una continua actividad deconstructiva/reconstructiva de los mis-mos. Los años con Laura Díaz y La vida que se va de CarlosFuentes y Vicente Leñero respectivamente, constituirán nuestrouniverso de estudio y aproximación hermenéutica.

Se trata de dos novelas coincidentes en el año de su publicación,a la vez que en su temática y configuración. La acción de ambas seefectúa a lo largo del siglo XX en gran parte en la ciudad de México,en ciertos sitios de la república mexicana y en algunas otras gran-des ciudades como son París, Madrid, Nueva York, Los Ángeles,Detroit. La gran diferencia entre los dos relatos es la perspectivadesde la que sus autores se ubican: el proyecto de Fuentes es tota-lizador y del mismo modo es la concepción que tiene de la novela.Al hablar en estos términos me estoy refiriendo a la intención deconfigurar la “realidad” tanto mexicana como mundial con toda su

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heterogeneidad interactuante: histórica, política, social, económica,religiosa, artística, cultural en una palabra. Con su novela La re-gión más transparente (1958), da inicio a la novela urbana mexi-cana. La pretensión en ese momento es ya la de recrear la ciudadde México en forma totalizadora: barrios, “colonias”, distintos es-tratos socioculturales, representantes de diferentes posturas políti-cas, ideologías, niveles económicos, la religiosidad, el clero, la iz-quierda, la extrema derecha, todo ello reflejado en la arquitectura,el arte, la expansión territorial citadina y la dimensión histórica de laurbe. El pasado, la tradición sincrética del mundo indígena y el his-pano resultante en un mestizaje de ninguna manera homogéneo, laemigración a los Estados Unidos como realidad problemática, lahistoricidad reinterpretada críticamente desde diferentes ángulos yperspectivas, la lucha de clases, las múltiples ciudades dentro de laciudad, en fin, el mismo propósito y esquema que continuará en sussiguientes y numerosas novelas para culminar en Los años conLaura Díaz. Una pretensión epopéyica que entronca fácilmentecon la pintura muralista totalizante también. Y así es como comien-zan “los años con Laura Díaz”. En el año de 1999, un joven fotó-grafo, pintor frustrado, realiza un documental de televisión sobrelos muralistas mexicanos en los Estados Unidos. Decide comenzarpor Detroit:

Empezaría con Rivera en Detroit y seguiría con Orozco en Dartmouthy California para seguir con un misterioso Siqueiros que me encarga-ron descubrir en los Ángeles y con las obras perdidas del propioRivera: el mural condenado del Rockefeller Center porque allí apare-cían Lenin y Marx; y la serie para la New School —varios grandespaneles, desaparecidos también (Fuentes, Los años con Laura Díaz1999: 11).

De esta manera, Fuentes explana su proyecto. A través y apartir del arte pictórico muralista, iconográfico, en sólo un primerplano sin perspectiva o tercera dimensión, totalizador, con la mismapretensión que como narrador tiene, iniciará su viaje a lo largo deltiempo, de la historia oficial, de la “memoria impuesta” cuestionaday refigurada por él, haciendo denuncia política, ideológica, social,cultural, transitando a lo largo de los siglos desde la precolonización

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española hasta llegar a la declinación del s. XX. El narrador fotó-grafo inicia el relato de la historia posible de Laura Díaz y con ellade la nación mexicana, surgida de los sueños y delirios, resultantesde una contusión cerebral sufrida debido a un golpe en la cabezaque recibe cuando es asaltado en Detroit, y de la memoria impues-ta e imaginación propia:

Alcancé a preguntarme, cayendo, si se puede vivir la vida de unamujer muerta exactamente como ella la vivió, descubrir el secreto desu memoria, recordar lo mismo que ella.La vi, la recordaré.Es Laura Díaz ( 20).

A lo anterior habrá que unir la concurrencia en su vida de supareja, Enedina, su constante diálogo y los estudios que ambos hanhecho:

Sí, sí, sin duda siempre había algo más, pero entre los dos, Enedina yyo, casi hermanos desde niños, pero amantes absolutos, entrega-dos el uno al otro [...] juntos fuimos a la escuela, juntos estudiamosen UCLA y nos apasionamos por sus cursos de filosofía e historia, laRevolución Mexicana, la historia del socialismo y del anarcosin-dicalismo, el movimiento obrero en América Latina, la guerra de Es-paña, el Holocuasto, el Macartismo, en los Estados Unidos, el estu-dio de los textos de Ortega y Gasset, Edmundo Husserl, Karl Marx yFerdinand de Lasalle, la visión de las películas de Eisenstein sobreMéxico y de Leni Riefenstahl sobre la gloria hitleriana y Alain Resnaissobre Auschwitz, “noche y niebla,”, la revisión de las obras fotográ-ficas de Robert Capa, Cartier-Bresson, Wegee, André Kertesz,Rodtchenko y Álvarez Bravo... (595).

“Hablando, hablando”, contando, relatándose, los dos, constru-yen, imaginan, inventan, la historia de Laura Díaz, protagonista delrelato, y con ella, una de la nación mexicana, curiosamente a partirde los relatos recibidos y las experiencias propias de sus historiasfamiliares y de los estudios realizados nada más y nada menos queen los ¡Estados Unidos!, y no en México. Comienza tal configura-ción del autor-narrador en el año de 1999, como quedó dicho, pri-mero por medio del ojo de su cámara fotográfica, con el que descu-

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bre en el mural de Detroit pintada a Laura Díaz, capturandocompulsivamente una innumerable cantidad de imágenes, transita-rá del último tercio del siglo XIX al final del XX en un relato lineal ysostenido, abigarrado y desbordante, para concluir, en el último ca-pítulo, en la ciudad de los Ángeles, California, en el año 2000:

recordando todo lo posible, inventando lo imposible, mezclando li-bremente la memoria y la imaginación, lo que sabíamos, lo que noscontaron, lo que las generaciones de Laura Díaz conocieron y soña-ron, lo factible, pero también lo probable, de nuestras vidas [...] todolo recordamos Enedina y yo, y lo que no recordamos, lo imagina-mos y lo que no imaginamos, lo descartamos como indigno de unavida vivida […] y no podemos heredar sino lo mismo que nuestrosantepasados nos legaron, la comunidad del pasado y la voluntad delporvenir, unidos en el presente por la memoria. […] La memoriaactual consagraba, aunque la deformase, la memoria de ayer. Laimaginación de hoy era la verdad de ayer y de mañana. (596, lossubrayados son míos).

De este modo, refigura Fuentes no sólo a México como naciónsino la inserta en el concierto mundial, en los acontecimientos histó-ricos que signan el siglo XX y la última tercera parte del XIX, en elmarco de la historia monumental. México como geografía, comopueblo inmerso en luchas intestinas y externas, como horizonte,como ámbito nombrado y contado. Veintiséis capítulos constituyenla novela relatados dentro de una estructura cronológica lineal, delos cuales quince ocurren en la ciudad de México. Los restantestienen como marco distintas regiones del estado de Veracruz (elPuerto, Catemaco, la Hacienda de san Cayetano, Xalapa), dos aDetroit, otro a los Ángeles, Calif., uno más a Lanzarote y dos aciudades del Estado de Morelos: Cuernavaca y Tepoztlán.

La ciudad de México, en los capítulos que la tienen como esce-nario de la diégesis, aparece configurada al menos desde las cuatroperspectivas a las que alude García Canclini (Imaginarios urba-nos 1997: 80-87): la ciudad histórico-territorial, la ciudad industrial,la ciudad diseminada o disgregada: la ciudad de la información y lascomuniucaciones, la posmoderna, del mismo modo como Detroit,los Ángeles, Nueva York son recreadas. La ciudad de México en

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diferentes momentos de su historia, opuesta a diversos ámbitos ru-rales o pequeñas ciudades de provincia otrora lugares idílicos quecontrastan con las actuales urbes deterioradas y declinantes. Losacontecimientos de la revolución mexicana, la cristera, el terremo-to del 57, el 68, enlazados con la guerra civil española y su inciden-cia en México, la segunda guerra mundial con el Holocausto y surepercusión en México, las corrientes socialistas y comunistas, Staliny Trotski en México, Diego, Frida, Siqueiros, Laura Díaz en Méxi-co y en los Estados Unidos, los movimientos obreros en Latino-américa y su impronta en México, el macartismo con los estadouni-denses refugiados en Cuernavaca, el cine, la fotografía y las artestodo ello presente en un mural pletórico que constituye la “suma deaprendizajes y curiosidades, de disciplinas compartidas” de expe-riencias y relatos que alimenta la relación del protagonista y supareja y constituye el andamiaje de “los años con Laura Díaz” en elque se entreteje una desbordante intertextualidad literaria y artísti-ca. Laura Díaz, igual a la nación o incluso, quizás, la metáfora de lanación mexicana, vive en su historia, en su vida, en su cuerpo, en suconciencia, en sus deseos, sueños y anhelos, su propia configura-ción, salvada finalmente por el arte, en forma simultánea y conco-mitante con la historia de la nación y de la ciudad de México.

Vicente Leñero, por su parte, en La vida que se va, crea unahistoria principal en la que inserta un buen número de relatos quevan construyendo una estructura prismática, polifacética por tanto;un tablero de ajedrez en el que cada historia que entreteje la tramaes una posible jugada, una probabilidad de una misma vida ya queésta no se dirime de una sola manera. Tiene como protagonista,igual que la novela de Fuentes, a una mujer que ha vivido durante elsiglo XX en la ciudad de México principalmente. Sin embargo, lahistoria comienza al revés. La de Fuentes con la de los abuelos deLaura Díaz cuando ésta aún no nace; la de Leñero cuando la pro-tagonista, Norma, es una anciana octogenaria con quien el narra-dor, un periodista joven, como el fotógrafo de Los años con LauraDíaz, entra en contacto en forma extraña e inesperada. La novelaestá constituida por diez capítulos, receptáculos de pequeñas histo-rias, a la manera de Las Mil y una noches, que narra la protago-

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nista, y que se realizan como jugadas de ajedrez. En tanto tales,ofrecen diferentes posibilidades de realización de la vida de Normaquien se mueve en el campo de lo hipotético con libertad, y dominasobre las otras fichas del juego. En cada historia-jugada ella es lapieza de la reina. Del mismo modo como la pintura mural es elreferente estructural grandioso de la novela de Fuentes, lo es en lade Leñero el tablero de ajedrez, reducido, cuadriculado y en el quelas piezas pueden desplazarse exclusivamente en cierto sentido ex-cepto la reina a quien sólo le está vedado saltar como el caballo. Nose trata por tanto, como en Fuentes, de una mirada abarcadora, deun espacio monumental icónico y contenedor de una historia de lamisma índole. Aquí, el razonamiento, la estrategia, la logística ysobre todo el ingenio y la imaginación constituirán el hilo conductorde la historia principal. La mirada será prospectiva pero con unafianzamiento restrospectivo, la imaginación tendrá un papel propi-ciatorio del registro lúdico desde diferentes jugadas y posibilidadesde contar una misma historia de la vida de diversas maneras al irsehaciendo “así hasta mi vejez. Como la quise, así llegó. Frente a untablero y con relojes y jueces y testigos. Este tablero que tengoaquí, al que toco y me inclino con las últimas piezas de un final departida.” (La vida que se va, 302).

De análoga manera Norma irá configurando sobre un tablero, lanación México. El relato de su vida comienza a los once años deedad cuando “Norma ganó a su padre una partida de ajedrez”, enuna ciudad de México de la segunda década del siglo XX, relato quetras grabarlo el periodista que la escucha, transcribe imprimiéndoleuna forma literaria, asesorado por su esposa semióloga —otra coin-cidencia con el relato de Fuentes— dos años después de haber ini-ciado las entrevistas semanales en la casa ubicada en la calle deCórdoba 140 en la ciudad de México, ahora en la última década delmismo siglo, tras la muerte de Norma. Siglo, ciudad y país que cons-tituyen el tablero en el que la vida se juega. Diferentes zonas de laciudad, comenzando por el centro, las calles de la Palma y de sanJuan de Letrán principalmente, constituirán el espacio en el que ocu-rre la acción inicial. Después, la ciudad de Guanajuato será otro delos escenarios de los relatos en juego. La vida política, los aconteci-

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mientos históricos provistos por la historia oficial y deconstruidos,igual que en el caso de Fuentes, irán bordándose en las diferentesjugadas de manera distinta en cada una y sin poder discernir el re-ceptor cuál es la versión verdadera o auténtica. Del mismo modo queen Los años de Laura Díaz, en las narraciones jugadas aparecerála migración propiciada por la guerra civil española, los movimientossocialistas y marxistas y su impronta en la vida política y artística deMéxico, de nuevo Diego, Frida y Trotski, Siqueiros, la segunda gue-rra mundial, Hitler, el Holocausto y su repercusión en México, refe-rencias a la revolución mexicana y la repartición de tierras hecha porel presidente Cárdenas, todo ello tamizado por un ingrediente católi-co omnipresente que va desde una observancia y fe nacionales hastael Vaticano y el Papa. Una intertextualidad literaria no sólo de auto-res mexicanos sino de otras nacionalidades y épocas y una poéticadel autor, transitan de continuo en la trama y se ponen a jugar sobreel tablero. Personajes de la vida nacional política, artística, deportiva,económica, académica en interacción con los de otras naciones enciudades europeas o estadounidenses como Madrid, París, NuevaYork o México juegan asimismo una apuesta distinta cada vez. Y deese modo se va configurando un concepto de nación principalmenteubicada en y desde la gran urbe, capital del país, en la que situacionespropiciadas por factores resultantes de la migración primero de inte-lectuales, académicos y artistas españoles, luego de suramericanos,irán perfilando con sus aportaciones, la historia y el concepto de lanación mexicana, tal como lo harán otros acontecimientos históricos,ideologías y propuestas diversas a lo largo del siglo XX. Y tal comoGarcía Canclini declara respecto a la configuración de las ciudades,ocurre con la de la nación:

No sólo hacemos la experiencia de la ciudad, no sólo la recorremos ysentimos [...], sino que imaginamos mientras construimos suposi-ciones sobre lo que vemos [...], las zonas de la ciudad que descono-cemos [...], gran parte de lo que nos pasa es imaginario porque nosurge de una interacción real.Toda interacción tiene una cuota de imaginarios, pero más aún enestas interacciones evasivas y fugaces que propone una megalópolis(García Canclini 1999: 89).

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Según este mismo autor, con relatos o narraciones que se ha-cen a partir de “leyendas, historias, mitos, imágenes, pinturas, pelí-culas que hablan de la ciudad”, y yo diría de la nación, se forma unimaginario múltiple, un patrimonio visible e invisible, que no todoscompartimos del mismo modo, del que “seleccionamos fragmentosde relatos, y los combinamos en nuestro grupo, en nuestra propiapersona, para armar una visión que nos deje (un) poco más tran-quilos y ubicados en la ciudad. Para estabilizar nuestras experien-cias urbanas en constante transición” (93).

Y la selección de dicho patrimonio particular y colectivorefigura, por medio de relatos o narraciones como en los casos alos que nos acabamos de referir, una historia personal, urbana yde nación, ya en forma monumental, icónica, como suma de dis-cursos o mejor como sincretismo cultural, un macrocosmos a lamanera de Fuentes, o bien mediante la construcción de unmicrocosmos dinámico, móvil, afianzado en lo posible y en lo pro-bable, mas no en lo fijo y estático, Leñero, a través de laficcionalización literaria. Los dos textos aquí escogidos (de nue-vo hablamos de una selección, lo que nos remite a una estructurade caja china) muestran cómo se realiza toda una configuraciónnarrativa de nación que parte de un imaginario histórico-culturalentretejido con historias de lo privado, y que mediante la selec-ción del patrimonio aludido, ofrece diversos rostros y posibilida-des interpretativas e imaginativas que desembocarán enconstructos distintos, en imaginarios posibles.

De este modo, el horizonte de los estudios culturales y de cons-trucción de nación en el que ambas novelas se insertan, es cabal-mente el de la trayectoria que, a lo largo del siglo XX ha tenido eldesarrollo de las naciones, los países y las grandes urbes como laciudad de México; incluyen, además, en forma implícta, las dosobras, el discurso generado por antropólogos, sociólogos, historia-dores, críticos literarios y especialistas que en la actualidad, y des-de hace ya más de tres décadas, se dedican a los estudios cultura-les, e inciden en el campo de la hermenéutica, tanto desde el puntode vista de su proceder como del resultado de su interpretaciónreflexiva crítica.

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Del mismo modo, ya no desde la creación ficcional propiamentedicha, sino desde la plataforma de la teoría y de la crítica literariade cuño hermenéutico y, a la luz de algunas propuestas de las teo-rías de la recepción cobijadas por este manto, se ha realizado aquí,una aproximación a los textos literarios en la que se ha intentadoconjuntar presupuestos de los estudios culturales con los puntos departida de un proceder hermenéutico en los textos mismos, a guisade práctica de campo. Resta, ahora, comprobar que ese propósitose ha logrado, tarea que como receptores de este escrito, corres-ponde realizar a sus lectores.

Coyoacán, junio 2002BIBLIOGRAFÍA

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