8
Eugenio Raúl Zaffaroni DECANO DE LA PRENSA NACIONAL 11

evista Telegr 01 - biblioteca.defensoria.gob.ecbiblioteca.defensoria.gob.ec/bitstream/37000/910/1/cuestion... · alcanza criminología radical. En los años setenta la discusión

Embed Size (px)

Citation preview

Eugenio Raúl Zaffaroni

DECANO DE LA PRENSA NACIONAL

11

Dos miércoles / 11 / abril / 2012

24 . ¡Se cayó la estantería!

Desde los años treinta la sociologíanorteamericana venía demoliendola visión convencional de la so-ciedad. Los surveys, como Middle-town (Robert S. Lynd y Helen Lynd)y Yankee City (William Lloyd War-ner) mostraron la estratificación so-cial. Samuel Stouffer y Paul La-zarsfeld desnudaron la manipula-ción de la opinión y el efecto de laradiotelefonía, que de juego de ni-ños pasó a decidir la elección deRoosevelt. El premio Nobel sueco,Gunnar Myrdal, con su Americandilemma ponía de relieve los efectosde los prejuicios de los blancossobre el comportamiento de los ne-gros. Los informes de Alfred C.Kinsey sobre las prácticas sexualesdespertaron una gritería histéricasin precedentes.

Algunos aportes de la micro-sociología iban por igual camino.William Foote White en La so-ciedad de la esquina, metido enmedio de un grupo de inmigrantesitalianos (método del observadorparticipante), puso de manifiestoen 1947 que el líder no era el máshábil, sino que era el más hábilporque era el líder, lo que es im-portante para comprender la re-sistencia a cualquier cambio en lasagencias del sistema penal (y de lapolítica en general: no me cambienlas reglas del juego, porque conestas estoy ganando y con las nue-vas puedo perder).

En la teoría sociológica generalla tónica la daba Charles WrightMills, un sociólogo difícil de cla-sificar, pero buen demoledor deprejuicios. Hay tres obras de esteautor que son señeras.

En White collar (1951) describee ironiza la formación de la clasemedia, cercana a la clase obrerapero diferenciándose en status yprestigio. Observa que no es un

grupo homogéneo, sino una pi-rámide superpuesta a otra pirá-mide. Sus ironías son válidas parabuena parte de nuestras clasesmedias latinoamericanas. Otro essin duda The power elite, dondetrata de establecer quién tiene elpoder en la sociedad norteame-ricana y observa visionariamenteque, a una verticalización y bu-rocratización, iba correspondien-do una sociedad de masas y no depúblicos. Hacía notar que desa-parecían las asociaciones volun-tarias y que los medios masivosmanipulaban la opinión. En untercero –La imaginación socioló-gica (1959)– le tomaba el pelo a lasocióloga sistémica de Parsons, lallamaba la gran teoría y la acusabade escamotear el problema del po-der con lenguaje oscuro (decía in-cluso que aún era necesario tra-ducirlo al inglés).

Como vemos, es incuestionableque las cosas no surgen de la nada,sino que las palabras de la aca-demia tienen una continuidad ynunca son obra de alguien que lasinventó mientras se afeitaba o semaquillaba. En este clima, creadopor la sociología general a lo largode más de veinte años, la cri-minología sociológica no podía se-guir preguntándose por las causasdel delito sin reparar en el poderp u n i t i vo.

Hasta ese momento nadie habíaanalizado el ejercicio del poderrepresivo. El delito podía atribuir-se a muchos factores, incluso alpoder mismo, pero del sistemapenal en particular nadie se ocu-paba. No obstante, no se podíaseguir avanzando sin tomarlo encuenta y, al hacerlo, podemos decirque se cayó la estantería.

La caída de la estantería es algoque en términos científicos fuebautizado hace algunos años porKuhn de un modo más elegante:

cambio de paradigma. Significaque se cayeron todas las tazas y semezclaron con otras y, por ende, sedeben reponer en un nuevo orden.Eso es lo que sucede en la ciencia,cuando se rompe el marco dentrodel cual todos pensaban y vieneotro diferente, como pasó con Co-pérnico, Einstein y otros.

Fue así que la discusión acercade la policía, los jueces, etc., o sea,a donde habían llegado nuestrosviejos amigos del café discutiendocon el que quería mano dura y bala,fue tomada por la criminología enlos años sesenta del siglo pasado.Dado que los habituales del café nohabían patentado el cambio deparadigma, se perdieron los de-rechos de autor. De este modo seabrió una nueva etapa en la cri-minología académica a la que, porincorporar al poder punitivo, se lallama criminología de la reacciónsocial, aunque también puede lla-marse criminología crítica. Aclaroque las denominaciones son dis-cutibles y preferimos no perdertiempo en eso.

Dentro de esta nueva crimino-logía (de la reacción social o crí-tica) pueden distinguirse dos co-rrientes, que se han dado en llamarliberal y radical respectivamente.Veamos a qué responde esta di-versif icación.

Toda la criminología de la reac-ción social, por el mero hecho deintroducir en su campo al sistemapenal y al poder punitivo, no puedemenos que criticarlo (por eso tam-bién la llamamos crítica).

Pues bien: la crítica al sistemapenal es una crítica al poder y, porende, puede quedarse en el niveldel sistema penal (o sea, del apa-rato represivo) o elevarse hastadiferentes niveles del poder social.Puedo analizar y criticar lo quehace la policía, los jueces, los pe-nitenciarios, los medios, etc., o ir

miércoles / 11 / abril / 2012 Tre s

más arriba y analizar su funcio-nalidad para todo el poder social,económico, político, etc. y llegar auna crítica del poder en general.

Se ha dicho que hay una cri-minología crítica que se queda enel nivel de los perros de abajo(under dogs), como máximo llega alos perros del medio (middledogs), pero que no alcanza a losperros de arriba (top dogs). Puesbien: a la que no llega a los dearriba se la llamó –por cierto quecon algún tono peyorativo- cri-minología liberal y a la que losalcanza criminología radical.

En los años setenta la discusiónentre ambas corrientes de la cri-minología crítica era fuerte. Sinembargo, en las últimas décadas,debido al giro brutalmente regre-sivo de la represión penal espe-cialmente en los Estados Unidos,ha llamado a cerrar filas y el en-frentamiento perdió fuerza. Losradicales, por lo general basadosen el marxismo no instituciona-lizado (como la escuela de Fran-kfurt), sostenían que los liberaleseran reformistas, se quedaban amedio camino y que debía llegarsea una transformación más pro-funda de toda la sociedad.

Lo cierto es que la criminologíaradical, al elevar su crítica hastaesas alturas, no dejaba espaciopara una política criminológica demenor alcance y, en sus expre-siones más extremas llevaba casi auna impotencia, porque había queesperar el gran cambio, la revo-lución, para tirar todo por la ven-tana (y de paso también la ven-ta n a ) .

En tiempos en que muchoscreían que la revolución estaba a lavuelta de la esquina, podía sos-tenerse una posición semejante,pero cuando los hechos demos-traron que lo que estaba encimaera una reconstrucción brutal del

estado gendarme, estas posicionesdebieron ceder a la prudencia.

Por otra parte, la llamada cri-minología liberal tampoco era tanineficaz como pensaban algunosradicales y confieso mi propia ex-periencia al respecto.

En 1979, un extraordinario pen-sador italiano que era catedráticoen Alemania, Alessandro Baratta,cuya desaparición dejó en el pen-samiento criminológico un vacíomuy difícil de llenar, publicó unartículo en el que demostraba quela sociología anterior a la crítica yla liberal bastaban para demolertodos los discursos corrientes conque el derecho penal legitimaba elpoder punitivo en forma racional.

Me asustó mucho ese artículo,porque pensé que podía demolertodo el derecho penal con con-secuencias imprevisibles para lasgarantías individuales, acerca delque, por otra parte, acababa deescribir cinco volúmenes insufri-bles. Por eso intenté responderlo,naturalmente sin éxito, de lo queme convencí poco después.

En efecto, la criminología liberal–reformista, de medio camino yto d o – bastaba para deslegitimar alpoder punitivo en forma irrever-sible. Esa criminología mostró queel poder punitivo es altamente se-lectivo, que no respeta la igualdad,que se funda en el prejuicio deunidad valorativa social, que nopersigue actos sino personas, queselecciona conforme a estereoti-pos, etc.

Por cierto que esto no es nadainofensivo para el poder, porqueaunque no llegue a la crítica deniveles más altos, le deslegitimaun instrumento necesario para suejercicio; no arroja la ventana, perola deja bastante destartalada.

La criminología de la reacciónsocial llegó a América Latina en losaños setenta y la difundieron dos

distinguidas criminólogas venezo-lanas: Lola Aniyar de Castro desdela Universidad del Zulia y Rosa delOlmo desde la Central de Caracas.En nuestro país, sus seguidores sevieron forzados a tomar el caminodel exilio durante la dictadura:entre otros, Roberto Bergalli enBarcelona, Luis Marcó del Pont yJuan Pegoraro en México. Durantelos años sangrientos esta crimi-nología sólo se comentaba ennuestro medio en pequeños ce-náculos, mientras las cátedras se-guían languideciendo en el rincónde la facultad de derecho (en la deBuenos Aires con el más puro po-sitivismo peligrosista).

En la actualidad, pasados losaños, vemos que la estantería secayó para siempre, que la crimi-nología actual no puede eludir elanálisis del sistema penal y delpoder punitivo en general. El en-frentamiento entre las dos co-rrientes criminológicas se ha ate-nuado mucho, aunque más porefecto de pánico que de amor. Elmodelo Reagan-Tatcher-Bush y sunefasto festival del mercado tu-vieron este efecto paradojal.

2 5. La criminología crítica liberaly la psicología social

La llamada criminología liberal seanunció desde los años cincuenta,en particular con un trabajo deEdwin Lemert, en que destacabaque la desviación primaria por laque se impone una pena, es por logeneral seguida por una desviaciónsecundaria, peor que la anterior,causada por la misma intervenciónpunitiva y que condiciona las lla-madas carreras criminales.

Textualmente escribió Lemert:La desviación secundaria consti-tuye conducta desviada o rolessociales basados sobre ella quellegan a ser medios de defensa,

bondadosos que los subalternos,asumiendo la función del reybueno y gracioso de los cuentosi n fa n t i l es .

Imaginemos por un momentoalgo muy loco: que usted vive enun condominio de departamen-tos y un buen día es ocupada porinvasores que demuelen todaslas paredes divisorias, incluso lasde los baños, y lo obligan a con-vivir con todos los otros ocu-pantes del edificio, con los queincluso mantenía relaciones nosiempre cordiales, todo bajo elcontrol de los invasores, que losvigilan constantemente y losigualan en lo posible porque ne-cesitan mantener el orden. Estaes una imagen alucinante, unapesadilla. Pues bien, más o me-nos eso es una institución total,con mayor o menor intensidadco n t ro l a d o ra .

Es obvio que en el caso de lapesadilla usted no aprendería asocializarse, que sus hábitos devida cambiarían totalmente, quesufriría una pérdida de autoes-tima brutal y su objetivo do-minante sería ver cómo hace parasalir de allí, para irse lo más lejosposible, huir de la pesadilla. To-do el discurso de resocializaciónse desbarata con esta investi-gación, que si bien Goffman lallevó a cabo principalmente enlos manicomios, es transferibleen gran medida a la cárcel.

Dentro de la misma corrientedel intraccionismo simbólico fuedeterminante un libro de Ho-ward Becker de 1963, Outsiders,que consolidó la teoría del eti-quetamiento (en inglés labelinga p p roa c h ) .

Becker trabajó su investiga-ción con músicos de jazz usua-rios de marihuana; lo hizo con talinterés que se convirtió en unvirtuoso del piano. Descubrió

estas esperanzas (o reclamos re-cíprocos) son lo que llamamosdemandas de rol.

Pues bien: si todas las de-mandas de rol se satisfacen todosnos vamos contentos y felices.Pero si me pongo a ladrar, elpúblico se enoja y me grita detodo; si en el público un grupo deborrachos grita barbaridades, elque me enojo soy yo, en fin. En elprimer caso, los organizadores leexplicarán al público que cuandome invitaron no suponían queestaba loco; en el segundo casome explicarán a mí que fue im-previsible la presencia de los bo-r ra c h os .

Esos episodios que generanagresividad, cuando no se res-ponde a las demandas de rol, sellaman disrupciones. Cuando ad-viene una disrupción no sabemoscómo seguir, nos quedamos sinl i b reto.

Esto sucede en todos los actosde la vida. Si nuestro vecino salesiempre con un mameluco y unacaja de herramientas y un día lepedimos que nos ayude de hacerarrancar el automóvil y nos diceque lo lamenta, pero que no sabe,porque en realidad es el cate-drático de biología molecular dela universidad, aunque disimu-lemos nos quedaremos descon-certados y en nuestro fuero in-terno seremos agresivos pregun-tándonos: ¿por qué este idiota (oalgo peor) se viste de esa manerapara ir a dar clases a la uni-ve rs i d a d ?

Los roles pueden ser social-mente positivos o negativos, loque no importa en cuanto a sufuncionamiento, pues operan dela misma manera. Por lo generalsolemos responder a las deman-das de rol, para que los otros nose enojen y evitemos las disrup-ciones. Esto es lo que va con-

Cuatro miércoles / 11 / abril / 2012 miércoles / 11 / abril / 2012 C i n co

ataque o adaptación a los pro-blemas manifiestos u ocultoscreados por la reacción de la so-ciedad a la desviación primaria.En efecto, las “ca u sa s ” o r i g i n a l esde la desviación desaparecen yceden el lugar a la importanciacentral de las reacciones de de-saprobación, degradación y ais-lamiento de parte de la sociedad.

Esta criminología liberal no es-taba aislada de la sociología ge-neral, sino que procedía direc-tamente de ella y, en particular,de dos grandes influencias queésta había recibido: por un ladode la psicología social, con elinteraccionismo simbolico; porotro, de la filosofía, con la fe-nomenología de Husserl. Co-mencemos por acercarnos al pri-m e ro.

El interaccionismo simbólicose fundaba en las ideas de GeorgeMead, según el cual todos te-nemos un mi que se va formandopor las exigencias de roles de losdemás, y un yo que es lo queaportamos nosotros. Sin embar-go, el sociólogo más importantedentro de esta corriente fue Er-ving Goffman, que lo explicó co-mo una dramaturgia social. Ha-blemos un poco más claro. ParaGoffman la sociedad funcionacomo un teatro, en el que hayactores, público y organizadores.Pongamos por caso que me in-vitan a dar una conferencia, hayun público y los organizadoreshan preparado todo. Yo esperodel público que se comporte co-mo tal, que escuchen con ciertaatención, etc. El público esperade mí que dé una conferenciamás o menos interesante y nomuy aburrida. Tanto yo como elpúblico esperamos de los orga-nizadores que todo esté en orden,que no se corte la luz, que elmicrófono funcione, etc. Todas

que la desviación es provocada,que hay una empresa moral quehace las reglas, que no es estudiaa los fabricantes de las reglas(empresarios morales), sino a laspersonas a quienes se les aplicala etiqueta que las deja fuera(outsiders). Esta rotulación co-loca a la persona en otro estatusque le impide continuar su vidanormal: desde el no te junteshasta la descalificación en cual-quier actividad competitiva de lavida corriente. Se le condicionauna carrera conforme a la eti-queta que se le adosó.

Es obvio que esta crítica im-porta un golpe muy fuerte alpoder punitivo al poner de ma-nifiesto el arbitrario reparto delas etiquetas y arrojar dudas, noya sobre los subordinados (losperros de abajo), sino sobre losaltos responsables del poder quedeciden la legislación penal yorientan la selección de las per-sonas a criminalizar.

Ni lerdo ni perezosos, los de-fensores del orden lo objetaron,toda vez que por ocuparse de losllamados delitos sin víctima(consumidores de marihuana,hippies, homosexuales), tratabade igual modo a éstos que a losasesinos seriales de ancianitas,porque todas serían puras eti-quetas. Nada menos exacto nimás falso que esta objeción.

Si bien sin etiqueta no haydelito, no es cierto que ésta creael delito ni Becker ni nadie sos-tuvo esto. Sin contrayentes tam-poco hay matrimonio, pero elmatrimonio no crea a los con-trayentes como novios anterio-res al acto; el testamento no creaal causante ni tampoco lo mata,aunque sin testador muerto nohay sucesión testamentaria.

Hay etiquetas que se colocanen material más etiquetable que

figurando nuestro mi, o sea, queen buena medida somos como losotros nos demandan que sea-m os .

Cuando al que se asigna un rolnegativo (ladrón, por ejemplo) sele formulan las demandas de rolcorrespondientes al asignadoporque se espera que se com-porte como tal, también nos eno-jamos cuando no las responde enla forma adecuada al rol. Al igualque con el vecino del mameluco,nos preguntaremos por qué eseidiota asume las característicasde un ladrón y nos confunde.Cuestión similar ocurre en elejercicio del derecho, cuando enQuito, Guayaquil, Machala, Lojao Cuenca, no vamos a los juz-gados vestidos de traje y corbata,sino de sandalias y camiseta.

Goffman analizó con este es-quema las instituciones totales,que son aquellas en que la per-sona desarrolla toda su actividad

vital, desde que se levanta hastaque se acuesta, trátese de ma-nicomios, prisiones, internados,asilos, etc. Los círculos sepa-rados de trabajo, diversión y des-canso se unifican y reglamentan,no hay esferas separadas de lavida, la persona se descultura-liza, la separación entre el per-sonal y el internado es tajante. Elinternado debe acostumbrarse apedir por favor lo que en la vidalibre es obvio, se sufre el efectode ceremonias de degradación, lapersona queda librada a pro-fanaciones verbales por parte delpersonal y además pierde todareserva, incluso en los actos másíntimos es invadida y controlada,como en el Gran Hermano de lasvisitas conyugales.

La persona sufre ataques al yo,o sea, que pierde autonomía,queda a merced del personal y desus humores, incluso los jerarcaspueden darse el lujo de ser más

bondadosos que los subalternos,asumiendo la función del reybueno y gracioso de los cuentosi n fa n t i l es .

Imaginemos por un momentoalgo muy loco: que usted vive enun condominio de departamen-tos y un buen día es ocupada porinvasores que demuelen todaslas paredes divisorias, incluso lasde los baños, y lo obligan a con-vivir con todos los otros ocu-pantes del edificio, con los queincluso mantenía relaciones nosiempre cordiales, todo bajo elcontrol de los invasores, que losvigilan constantemente y losigualan en lo posible porque ne-cesitan mantener el orden. Estaes una imagen alucinante, unapesadilla. Pues bien, más o me-nos eso es una institución total,con mayor o menor intensidadco n t ro l a d o ra .

Es obvio que en el caso de lapesadilla usted no aprendería asocializarse, que sus hábitos devida cambiarían totalmente, quesufriría una pérdida de autoes-tima brutal y su objetivo do-minante sería ver cómo hace parasalir de allí, para irse lo más lejosposible, huir de la pesadilla. To-do el discurso de resocializaciónse desbarata con esta investi-gación, que si bien Goffman lallevó a cabo principalmente enlos manicomios, es transferibleen gran medida a la cárcel.

Dentro de la misma corrientedel intraccionismo simbólico fuedeterminante un libro de Ho-ward Becker de 1963, Outsiders,que consolidó la teoría del eti-quetamiento (en inglés labelinga p p roa c h ) .

Becker trabajó su investiga-ción con músicos de jazz usua-rios de marihuana; lo hizo con talinterés que se convirtió en unvirtuoso del piano. Descubrió

estas esperanzas (o reclamos re-cíprocos) son lo que llamamosdemandas de rol.

Pues bien: si todas las de-mandas de rol se satisfacen todosnos vamos contentos y felices.Pero si me pongo a ladrar, elpúblico se enoja y me grita detodo; si en el público un grupo deborrachos grita barbaridades, elque me enojo soy yo, en fin. En elprimer caso, los organizadores leexplicarán al público que cuandome invitaron no suponían queestaba loco; en el segundo casome explicarán a mí que fue im-previsible la presencia de los bo-r ra c h os .

Esos episodios que generanagresividad, cuando no se res-ponde a las demandas de rol, sellaman disrupciones. Cuando ad-viene una disrupción no sabemoscómo seguir, nos quedamos sinl i b reto.

Esto sucede en todos los actosde la vida. Si nuestro vecino salesiempre con un mameluco y unacaja de herramientas y un día lepedimos que nos ayude de hacerarrancar el automóvil y nos diceque lo lamenta, pero que no sabe,porque en realidad es el cate-drático de biología molecular dela universidad, aunque disimu-lemos nos quedaremos descon-certados y en nuestro fuero in-terno seremos agresivos pregun-tándonos: ¿por qué este idiota (oalgo peor) se viste de esa manerapara ir a dar clases a la uni-ve rs i d a d ?

Los roles pueden ser social-mente positivos o negativos, loque no importa en cuanto a sufuncionamiento, pues operan dela misma manera. Por lo generalsolemos responder a las deman-das de rol, para que los otros nose enojen y evitemos las disrup-ciones. Esto es lo que va con-

Cuatro miércoles / 11 / abril / 2012 miércoles / 11 / abril / 2012 C i n co

ataque o adaptación a los pro-blemas manifiestos u ocultoscreados por la reacción de la so-ciedad a la desviación primaria.En efecto, las “ca u sa s ” o r i g i n a l esde la desviación desaparecen yceden el lugar a la importanciacentral de las reacciones de de-saprobación, degradación y ais-lamiento de parte de la sociedad.

Esta criminología liberal no es-taba aislada de la sociología ge-neral, sino que procedía direc-tamente de ella y, en particular,de dos grandes influencias queésta había recibido: por un ladode la psicología social, con elinteraccionismo simbolico; porotro, de la filosofía, con la fe-nomenología de Husserl. Co-mencemos por acercarnos al pri-m e ro.

El interaccionismo simbólicose fundaba en las ideas de GeorgeMead, según el cual todos te-nemos un mi que se va formandopor las exigencias de roles de losdemás, y un yo que es lo queaportamos nosotros. Sin embar-go, el sociólogo más importantedentro de esta corriente fue Er-ving Goffman, que lo explicó co-mo una dramaturgia social. Ha-blemos un poco más claro. ParaGoffman la sociedad funcionacomo un teatro, en el que hayactores, público y organizadores.Pongamos por caso que me in-vitan a dar una conferencia, hayun público y los organizadoreshan preparado todo. Yo esperodel público que se comporte co-mo tal, que escuchen con ciertaatención, etc. El público esperade mí que dé una conferenciamás o menos interesante y nomuy aburrida. Tanto yo como elpúblico esperamos de los orga-nizadores que todo esté en orden,que no se corte la luz, que elmicrófono funcione, etc. Todas

que la desviación es provocada,que hay una empresa moral quehace las reglas, que no es estudiaa los fabricantes de las reglas(empresarios morales), sino a laspersonas a quienes se les aplicala etiqueta que las deja fuera(outsiders). Esta rotulación co-loca a la persona en otro estatusque le impide continuar su vidanormal: desde el no te junteshasta la descalificación en cual-quier actividad competitiva de lavida corriente. Se le condicionauna carrera conforme a la eti-queta que se le adosó.

Es obvio que esta crítica im-porta un golpe muy fuerte alpoder punitivo al poner de ma-nifiesto el arbitrario reparto delas etiquetas y arrojar dudas, noya sobre los subordinados (losperros de abajo), sino sobre losaltos responsables del poder quedeciden la legislación penal yorientan la selección de las per-sonas a criminalizar.

Ni lerdo ni perezosos, los de-fensores del orden lo objetaron,toda vez que por ocuparse de losllamados delitos sin víctima(consumidores de marihuana,hippies, homosexuales), tratabade igual modo a éstos que a losasesinos seriales de ancianitas,porque todas serían puras eti-quetas. Nada menos exacto nimás falso que esta objeción.

Si bien sin etiqueta no haydelito, no es cierto que ésta creael delito ni Becker ni nadie sos-tuvo esto. Sin contrayentes tam-poco hay matrimonio, pero elmatrimonio no crea a los con-trayentes como novios anterio-res al acto; el testamento no creaal causante ni tampoco lo mata,aunque sin testador muerto nohay sucesión testamentaria.

Hay etiquetas que se colocanen material más etiquetable que

figurando nuestro mi, o sea, queen buena medida somos como losotros nos demandan que sea-m os .

Cuando al que se asigna un rolnegativo (ladrón, por ejemplo) sele formulan las demandas de rolcorrespondientes al asignadoporque se espera que se com-porte como tal, también nos eno-jamos cuando no las responde enla forma adecuada al rol. Al igualque con el vecino del mameluco,nos preguntaremos por qué eseidiota asume las característicasde un ladrón y nos confunde.Cuestión similar ocurre en elejercicio del derecho, cuando enQuito, Guayaquil, Machala, Lojao Cuenca, no vamos a los juz-gados vestidos de traje y corbata,sino de sandalias y camiseta.

Goffman analizó con este es-quema las instituciones totales,que son aquellas en que la per-sona desarrolla toda su actividad

vital, desde que se levanta hastaque se acuesta, trátese de ma-nicomios, prisiones, internados,asilos, etc. Los círculos sepa-rados de trabajo, diversión y des-canso se unifican y reglamentan,no hay esferas separadas de lavida, la persona se descultura-liza, la separación entre el per-sonal y el internado es tajante. Elinternado debe acostumbrarse apedir por favor lo que en la vidalibre es obvio, se sufre el efectode ceremonias de degradación, lapersona queda librada a pro-fanaciones verbales por parte delpersonal y además pierde todareserva, incluso en los actos másíntimos es invadida y controlada,como en el Gran Hermano de lasvisitas conyugales.

La persona sufre ataques al yo,o sea, que pierde autonomía,queda a merced del personal y desus humores, incluso los jerarcaspueden darse el lujo de ser más

Seis miércoles / 11 / abril / 2012

otro; sin duda que en el caso delos asesinos seriales hay muchomaterial bien etiquetable, así co-mo en los fumadores de mari-huana hay poco y en los homo-sexuales no hay nada. Pero locierto es que eso no interesa aletiquetamiento, que lo hace enunos pocos casos y de modo ar-bitrario, pues no siempre se eti-queta como homicidas a los quematan: sin detenerme en las eje-cuciones sin proceso, en los es-cuadrones de la muerte, en losasesinatos masivos genocidas yen otros horribles crímenes im-punes, lo cierto es que tampocose etiqueta como homicidio laguerra, las muertes por poluciónambiental, las penas de muertepor error, el cierre de hospitales,de puestos sanitarios, la desidiaen el cuidado de las rutas, ni losfabricantes y vendedores de ar-mas son etiquetados como cóm-plices de homicidios, aunquesean sus cooperadores necesa-rios, ni siquiera cuando las ven-den a los dos bandos en guerra o alos narcotraficantes en lucha.

Los envases pueden contenermucho, poco o nada de materialetiquetable, pero eso es indife-rente para la arbitraria distribu-ción de las etiquetas que las fija enenvases vacíos o llenos, pero dejade hacerlo con otros mucho másllenos. Esta es la cuestión que nodebe confundirnos nunca: lo queBecker prueba es la arbitrariedaddel etiquetamiento y esto pone encrisis todos los argumentos conque el derecho penal trata de darleracionalidad al poder punitivo. Noen vano el artículo de Baratta mecausó tanta impresión y alarma. Seme caía la estantería, por cierto.

El panorama del interaccionis-mo simbólico lo completó desdeGran Bretaña Denis Chapman conun libro llamado Sociología y el

estereotipo del criminal (1968), enque esclarece cómo se seleccionapara criminalizar conforme a es-tereotipos que son creados comosíntesis de los peores prejuicios deuna sociedad, y que no respondensólo a cuestiones de clase ni decapacidad económica.

El concepto de estereotipo eshoy indispensable para explicarcómo funciona la selección cri-minalizante policial o judicial. Enel barrio lo suelen llamar pinta demalandro y es una suerte de uni-forme del outsider, pero por efec-to de las demandas de rol no esalgo sólo externo, sino que elportador lo va incorporando, se leva obligando a tragarse el per-sonaje, lo asume a medida queresponde a las demandas de losotros, su mi va siendo como losotros lo ven, es como el este-reotipo respectivo y, por ende,carga con un estigma que con-diciona la prohibición de coa-lición (en el barrio es el no tejuntes, la mala junta).

2 6. La crítica liberal y la fe-n o m e n o l og í a

Como es sabido, Husserl plan-teó desde la filosofía el problemade la intersubjetividad, lo que nopodía dejar indiferente a la so-ciología. El sociólogo austríacoAlfred Schütz atrapó la idea en elaire afirmando que la intersub-jetividad no es un problema sinouna realidad, con lo que dio unnuevo enfoque a la sociología delco n o c i m i e n to.

En cuanto a la cuestión cri-minal, nos interesa en particularla contribución que procede deun pequeño libro publicado en1966 por un austríaco (Peter Ber-ger) y un alemán (Thomas Luc-kmann), que se ha convertido enun clásico en las carreras de co-

municación: La construcción so-cial de la realidad.

Aunque este trabajo no se ocupade criminología, veremos su enor-me proyección cuando nos ocu-pemos de la criminología mediá-tica, pero digamos brevemente enqué consiste. La investigaciónparte de que hay conocimientos desentido común sin los cuales nopodríamos actuar en sociedad,pues la realidad con que nos ma-nejamos es en definitiva una in-terpretación aceptada por todosde los significados subjetivos, valedecir, que vivimos en un mundo deinterpretaciones compartidas, in-te rs u b j et i vo.

Esto no significa que no existanlos entes físicos; es obvio que sime paro delante del trolebús meatropella, pero si extiendo la manodesde un lado, se detiene y abre supuerta delantera, en una paradapor supuesto. El mundo es el con-junto de significados que com-parto con los otros y que hace queel chofer no me atropelle ni lospasajeros protesten porque el óm-nibus se detiene para que yo as-cienda. El material del mundo essólo su base física, pero el mundomismo resulta del conjunto de sig-nificados (los para qué) que for-man el sentido común del cono-cimiento objetivado.

Ese conocimiento común de lavida cotidiana se sedimenta con eltiempo y se tipifica volviéndoseanónimo, es decir, se objetiva, elser humano se habitúa.

Un acto que se repite con fre-cuencia crea un hábito que lo re-produce con economía de esfuer-zos, pues limita las opciones yevita que ante cada situación hayaque replantear todo desde el prin-cipio. Al levantarnos cada mañanano nos preguntamos si Dios existey de allí deducimos significados encadena hasta llegar al valor de la

miércoles / 11 / abril / 2012 S i ete

acción de ducharnos. Hay replan-teos que se hacen algunas vecesen la vida, pero siempre seguimostomando el cafecito con leche.

Estos hábitos sedimentadosadquieren carácter estable, anó-nimo, preceden a nuestra vida yestán sometidos al control social.El más importante instrumentode legitimación es el lenguaje,con una lógica que se da porestablecida. De este modo, losconocimientos de sentido común(que son subjetividades compar-tidas) se objetivan y devienencosas, se produce la reificación(de res, cosa).

Si me aparto del mundo rei-ficado me sancionan. Nadie hagala prueba, pero si usted se mete lacuchara en la oreja, se lustró loszapatos con el cafecito con leche yle habla en ruso o en shuar almozo, se para delante del tro-lebús o le pide que le venda ci-garrillos al chofer, lo llevarán almanicomio, lo que también esuna sanción de internación enuna institución total.

Berger y Luckmann explicanque de ese modo el otro en larelación interpersonal siempre esvisto como un ser-como, es decir,en un rol. El chofer del trolebúsnos ve como pasajeros y nosotrosa él como chofer. No obstante,esas relaciones y roles que con-servamos y practicamos en base aun sistema de significantes co-mún, se nos altera cuando en otropaís no sabemos cómo se comprael boleto del ICE (tren de altavelocidad en Alemania), y muchomás cuando por desconocer elidioma y el alfabeto nos volvemosa n a l fa b eta s .

La sociedad –escriben Berger yLuckmann– es la suma total delas tipificaciones y de los mo-delos recurrentes de interacciónestablecidos mediante ellos. En

cuanto tal, la estructura social esun elemento esencial de la rea-lidad de la vida cotidiana.

Del pensamiento de sentido co-mún trasciende la conversacióndel encuentro directo y da lugaral pensamiento abstracto, filo-sófico y científico. En este sen-tido, el pensamiento científicodepende de un previo conoci-miento de sentido común (que seresiste a desaparecer). Los fi-lósofos también toman el cafecitocon leche y se duchan a la ma-ñana, si son limpios.

Para Berger y Luckmann losseres humanos son producto yartífices del mundo social. Todolo que en lo institucional pareceobjetivo es meramente objetiva-do, es lo que se alcanza a travésdel proceso de reificación. Es in-teresante señalar que Berger yLuckmann observan que a la so-ciedad le molesta el intelectual.Eso obedece a que en ella prima elconocimiento objetivado comocosa (reificado) y el intelectual locuestiona, pues cuando todosafirman que ahí está la cosa, éstesalta mostrando que la tal cosa noexiste. Es él quien dice que el reyestá desnudo. Si bien cumple unpapel dinamizante fundamental,propone una visión alternativa,asume una posición marginal ytiene necesidad de un grupo quelo defienda.

¿Cómo se explica esta opciónpor la marginalidad propia del in-telectual? Los autores creen quesurge de una disparidad entre lasocialización primaria (que tienelugar en la infancia) y la secun-daria (del adulto). Se trata de unainsatisfacción personal del agenteadulto con su socialización pri-maria. Pareciera que cuando niño,el intelectual no ha estado muysatisfecho con las respuestas –yó rd e n es – de los adultos, o después

se dio cuenta de que eran bastanteto n tos .

En ocasiones se producen im-portantes transformaciones en laspersonas, que se llaman alterna-ciones y que provocan redefini-ciones o procesos de re-sociali-zación semejantes a la socializa-ción infantil. Según lo hemos vis-to, el etiquetamiento desata unproceso de re-socialización for-zado. La persona es forzada a cam-biar, a autopercibirse de otro mo-do. No en vano una prisión im-pacta como una suerte de inter-nado para adultos infantilizados ylo importante sería proporcionarun trato que neutralice hasta don-de sea posible ese proceso dere-socialización. En esta termino-logía, el tratamiento penitenciariodebiera evitar la re-socialización.

Es bastante clara la influenciade Heidegger en Berger y Luc-kmann: el ser humano, en vez depercibirse como productor delmundo, lo hace como producto deéste. Los significados humanos yano son vistos como algo que seproduce por el mundo, sino comoproductos de la naturaleza de lascosas. Así se vio a la esclavitud, alcolonialismo, a la guerra y a tan-tas otras aberraciones en el cursode la historia.

Cabe señalar que con lo expuestono agotamos el cuadro de la cri-minología crítica que hemos lla-mado liberal, pero tampoco nosproponemos hacerlo. Simplemen-te, recogemos los elementos queluego nos serán útiles para es-clarecer el fenómeno de la cri-minología mediática, y en especialpara escuchar las palabras de losmuertos y fundar nuestro proyectode criminología cautelar.

Equipo de trabajo:Romina Zárate, Alejandro Slokar, MatíasBailone y Jorge Vicente Paladines

Eugenio Raúl Zaffaroni

12

PRÓXIMO MIÉRCOLES