25
EXPEDICIÓN A LA TIERRA

EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

  • Upload
    others

  • View
    7

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

EXPEDICIÓN A LA TIERRA

Page 2: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

ARTHUR C. CLARKE

EXPEDICIÓN A LA TIERRA

Page 3: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

Título original: Expedition to Earth

Traducción de Eduardo Salades

Diseño de la cubierta: Estudio Calderón

Primera edición: enero de 2019

© Arthur C. Clarke, 1953, 1970© de la presente edición: Edhasa, 1984, 2005, 2019

Diputación, 262, 2º1ª08007 BarcelonaTel. 93 494 97 20

EspañaE-mail: [email protected]

ISBN: 978-84-350-2133-3

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright,bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra

por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares

de ella mediante alquiler o préstamo público. Si necesita fotocopiar o escanearalgún fragmento de esta obra, diríjase a CEDRO (Centro Español de DerechosReprógraficos, www.cedro. org), o entre en la web www.conlicencia.com.

Impreso por Liberdúplex

Depósito legal: B. 28984-2018

Impreso en España

Consulte nuestra página web: https://www.edhasa.esEn ella encontrará el catálogo completo de Edhasa comentado.

Page 4: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

ÍNDICE

1. La segunda aurora . . . . . . . . . . . . . . . . . 92. ¡Si te olvidase, oh, Tierra! . . . . . . . . . . . . 733. Tensión extrema . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 834. Expedición a la Tierra . . . . . . . . . . . . . . 1435. Superioridad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1616. Némesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1857. Juego del escondite . . . . . . . . . . . . . . . . 2178. Encuentro en la aurora . . . . . . . . . . . . . . 2399. Lo imprevisto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263

10. Herencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27711. El centinela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295

7

Page 5: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

LA SEGUNDA AURORA

A hí vienen –dijo Eris alzando sus patas delante -ras y volviéndose para mirar a lo largo del

extenso valle.La amargura y la pena habían abandonado sus

pensamientos por un instante, hasta el punto de queincluso Jeryl, cuya mente estaba más precisamenteajustada a la suya que ninguna otra, apenas pudo per-cibirlas. Había incluso un resabio de dulzura que lerecordaba acerbamente aquel Eris que había conocidoen los días previos a la guerra, el viejo Eris que ahoraparecía casi tan remoto y perdido como si estuvieseyaciendo con los otros, allá abajo en la llanura.

Una oscura marea fluía subiendo por el valle, ade-lantando con curioso y vacilante movimiento,haciendo extrañas pausas y avanzando a pequeñossaltos. A sus flancos brillaba el oro: la delgada línea deguerreros atelenios, tan terriblemente escasos, com-

9

Page 6: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

parados con la negra masa de los prisioneros. Pero eranlos suficientes; en realidad, eran sólo necesarios paraguiar aquel río sin meta en su indecisa marcha. Y sinembargo, a la vista de tantos miles de enemigos, Jeryldescubrió que temblaba, y se acercó instintivamentea su compañero, piel de plata que se apoyaba contrala de oro. Eris no dio señales de haber comprendido,ni tan siquiera de haber advertido el movimiento.

El miedo se desvaneció cuando Jeryl vio lo des-pacio que la corriente oscura adelantaba. Le habíandicho lo que tenía que esperar, pero la realidad eraaún peor de lo que se había imaginado. Al acercarselos prisioneros, todo el odio y la amargura se desva-necieron de su mente, siendo reemplazados por unapenosa compasión. Nadie de su raza debería temerya nunca más la horda idiota y sin objetivo que eraconducida, a través del paso, hacia el valle del quenunca más saldría.

Los guardias apenas si hacían más que instar a losprisioneros con gritos sin sentido pero alentadores,como niñeras que llaman a niños demasiado pequeñospara comprender sus pensamientos. Por más que seesforzase, Jeryl no podía percibir vestigio alguno derazón en ninguna de aquellos millares de mentes quepasaban tan cerca. Aquello hizo que se diese cuenta,

10

Page 7: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

más vívidamente que ninguna otra cosa, de la mag -nitud de la victoria y de la derrota. Su mente era lo su -ficientemente sensible para detectar los primeros pen-samientos vagos de los niños, que bordeaban el límitede la conciencia. Los enemigos derrotados no eran nitan sólo niños, sino bebés con cuerpos de adultos.

La marea pasaba ahora a pocos palmos de ellos.Por vez primera, Jeryl se dio cuenta de cuánto ma -yores que su propia gente eran los mitraneos, y cuánbellamente la luz de los soles gemelos resplandecíasobre el oscuro raso de sus cuerpos. Una vez, unmagní fico ejemplar que sobrepasaba a Eris en unacabeza se apartó del grupo principal y se acercótamba leándose hacia ellos, deteniéndose a pocos pasos.Luego se agachó como un niño perdido y asustado,moviendo inciertamente de un lado a otro su esplén-dida cabeza, como si buscase no sabía qué. Por uninstante, sus ojos grandes y vacíos contemplaron defrente la cara de Jeryl. Ella sabía que era tan hermosapara los mitraneos como para su propia raza, pero nohubo ni un par padeo de emoción en aquellasfacciones sin expresión, ni pausa en los movimientossin sentido de aquella cabeza inquisitiva. Y entoncesun exasperado guardia dirigió nuevamente al prisio -nero hacia sus compañeros.

11

Page 8: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

–Vámonos –rogó Jeryl–. No quiero ver ningunomás. ¿Por qué me has traído aquí? –Este último pen-samiento estaba cargado de reproches.

Eris comenzó a alejarse sobre las pendientesherbosas, dando grandes saltos que ella no podía es-perar igualar, pero, a medida que avanzaba, su mentelanzó un mensaje hacia ella. Los pensamientos deél aún eran amables, pero el dolor que había trasellos era demasiado profundo para poder ser ocul-tado.

–Quería que todos, incluso tú, vieseis lo que tu-vimos que hacer para ganar la guerra. Quizás así yano tengamos que emprender ninguna otra.

Eris estaba esperando sobre la cresta de la colina,tranquilo a pesar de la alocada violencia de su ascen -sión. La corriente de prisioneros estaba ahora dema-siado por debajo de ellos para que pudiesen apreciarlos detalles de su penoso avance. Jeryl se a gachó juntoa Eris y comenzó a pacer la escasa ve getación quehabía emigrado desde el valle fértil. Comenzaba a re-cuperarse lentamente de la impresión.

–Pero ¿qué les ocurrirá? –preguntó al fin, pertur-bada aún por el recuerdo de aquel espléndido gigantesin razón, en su camino hacia un cautiverio que jamáspodría comprender.

12

Page 9: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

–Se les puede enseñar a comer –respondió Eris–.En el valle hay alimento para medio año, y luego losdesplazaremos. Será una pesada carga para nuestrosrecursos, pero estamos bajo una obligación moral, ylo hemos hecho constar en el tratado de paz.

–¿No sanarán jamás?–No. Sus mentes han sido completamente des-

truidas. Serán así hasta que mueran.Hubo un largo silencio. Jeryl dejó que su mirada

vagase por las colinas, que bajaban ondulando sua -vemente hasta el borde del océano. Podía vislumbrar,a través de una abertura entre las colinas, la distantelínea azul que indicaba el mar, el misterioso e im -pasible mar. Su azul se hundiría pronto en la oscuri -dad, pues el feroz y blanco sol se estaba poniendo, ypronto no habría sino el disco rojo –cientos de vecesmayor, pero que daba mucha menos luz– de su pálidocompañero.

–Supongo que tuvimos que hacerlo –dijo final-mente Jeryl. Estaba casi pensando para sí misma, perodejó que se escapase lo bastante de sus pen samientospara que Eris lo alcanzase a percibir claramente. Talera su intención en ese momento.

–Los has visto –contestó Eris brevemente–. Eranmayores y más fuertes que nosotros. Aunque éramos

13

Page 10: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

más que ellos, la partida estaba igualada; al final, creoque hubiesen ganado. Haciendo lo que hicimos, sal-vamos a miles de ellos de la muerte, o de la muti -lación.

La amargura volvió a teñir sus pensamientos,y Jeryl no se atrevió a mirarle. Eris había corrido unapantalla sobre las profundidades de su mente, peroJeryl sabía que estaba pensando en el destrozadomuñón de marfil de su frente. Excepto al final, laguerra se había hecho solamente con dos armas, loscascos agudos como navajas de las pequeñas y casiinútiles garras delanteras, y los cuernos semejantes aldel unicornio. Con uno de ésos, Eris ya no podríaluchar nunca más, y de esa pérdida procedía gran partede la aspereza amargada que le hacía a veces herir in-cluso a quienes le querían.

Eris estaba esperando a alguien, pero Jeryl no sa -bía a quién; tenía demasiada experiencia para inte-rrumpir los pensamientos de su compañero cuandoestaba de un humor como el de ahora, de modo quepermaneció silenciosa a su lado, fundiendo su sombracon la de él, que se extendía a lo largo de la cumbrede la colina.

Jeryl y Eris procedían de una raza que había sidomás afortunada que la mayor parte en la lotería de la

14

Page 11: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

naturaleza, pero que sin embargo había perdido unode los premios más importantes. Tenían cuerpos y mentes potentes, y vivían en un mundo templado y fértil. A la mirada humana hubiesen parecido extraños,pero en modo alguno repulsivos. Sus cuerpos esbeltos,recubiertos de piel peluda, se estrechaban formandoun solo miembro trasero gigante que les permitía darsaltos de diez metros. Los miembros delanteros eranmucho más pequeños, y no servían más que de apoyoy para equilibrarse; terminaban en puntiagudos cascosque podían ser mortales en el combate, pero que notenían ninguna otra utilidad.

Tanto los atelenios como sus primos, los mitra -neos, poseían poderes mentales que les habían per-mitido desarrollar unas matemáticas y una filosofíamuy avanzadas, pero carecían de todo dominio so -bre el mundo físico. Casas, herramientas, tejidos –losartefactos de toda clase–, les eran absolutamente des-conocidos. A razas que poseían manos, tentáculos ocualquier otro tipo de miembros parecidos, su cul -tura hubiese parecido increíblemente limitada; perotal es la adaptabilidad de la mente y la fuerza de lacostumbre, que pocas veces se daban cuenta de suslimitaciones y no imaginaban ninguna otra forma devida. Era lo natural vagar en grandes manadas sobre

15

Page 12: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

las fértiles llanuras, deteniéndose donde abundaba lacomida y desplazándose nuevamente cuando ésta seagotaba. Esa vida nómada les había dado tiempo su-ficiente para la filosofía e incluso para ciertas artes.Sus poderes telepáticos no les habían privado aún desus voces, y habían desarrollado una música vocalcompleja y una coreografía más compleja aún. Sinembargo, su mayor orgullo era la extensión de suspensamientos; durante miles de generaciones habíanhecho vagar sus mentes por el nebuloso infinito dela metafísica. De la física, así como de todas las demásciencias de la materia, no sabían nada, ni siquiera sa -bían de su existencia.

–Alguien viene –dijo repentinamente Jeryl–.¿Quién será?

Eris no se tomó la molestia de mirar, pero su res-puesta sonó un poco tensa.

–Es Aretenon. Quedé en encontrarme con él aquí. –Cuánto me alegro. Erais tan buenos amigos...

Me dolió que os peleaseis.Eris escarbó nerviosamente la hierba, como si se

sintiese turbado o airado.–Me enojé con él cuando me abandonó durante

la quinta batalla de la llanura. Naturalmente, entoncesno sabía por qué tenía que irse.

16

Page 13: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

Los ojos de Jeryl se abrieron con repentino asom -bro y comprensión.

–¿Quieres decir que tuvo algo que ver con la Lo-cura y la manera en que terminó la guerra?

–Sí. Había pocos que supiesen más que él sobrela mente. No sé qué papel desempeñó, pero debe dehaber sido importante. No creo que nunca nos puedadecir mucho acerca de ello.

Aún a una distancia apreciable por debajo de ellos,Aretenon subía en zig-zag, a grandes saltos, la colina.Un poco más tarde les había alcanzado e instintiva-mente bajó la cabeza para tocar cuernos con Eris,gesto universal de salutación. Y entonces se detuvo,terriblemente incómodo, y se produjo una turbadapausa hasta que Jeryl vino a salvar la situación con al-gunos comentarios convencionales.

Al hablar Eris, Jeryl se sintió aliviada, pues se diocuenta del evidente placer que aquél sentía al encon-trarse nuevamente con su amigo, por primera vezdespués de la separación en el punto culminante dela guerra. Hacía aún más tiempo que ella había vistopor última vez a Aretenon; se sorprendió al advertirlo mucho que había cambiado. Era bastante más jovenque Eris, pero ahora nadie lo habría dicho. Parte desu piel, antaño dorada, se estaba volviendo negra con

17

Page 14: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

la edad, y con un rasgo de su antiguo humor, Eris ob-servó que pronto ya no se le podría distinguir de unmitraneo.

Aretenon sonrió.–Eso hubiera sido útil durante las últimas semanas.

Acabo de pasar por su país, ayudando a reunir a losVagabundos. Como ya podréis suponer, no somosmuy populares. Si hubiesen sabido quién era yo, nocreo que hubiese podido volver.

–No estabas verdaderamente encargado de la Lo-cura, ¿verdad? –preguntó Jeryl, incapaz de reprimirsu femenina curiosidad.

Jeryl tuvo la momentánea impresión de que seformaba una espesa neblina defensiva en torno de lamente de Aretenon, protegiendo todos sus pen -samientos del mundo externo. Y entonces llegó larespuesta, extrañamente opaca, con una sensación dedistancia que era muy rara en contacto telepático.

–No; no tenía el mando supremo. Pero solamentehabía dos entre yo y lo más alto.

–Naturalmente –dijo Eris con cierta petulancia–.Yo no soy sino un sencillo soldado y no entiendo deesas cosas. Pero me gustaría saber cómo lo hicisteis.Por supuesto, ni Jeryl ni yo –añadió– hablaríamos connadie más.

18

Page 15: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

Nuevamente pareció descender un velo sobre lospensamientos de Aretenon; luego el velo se levantó,siquiera fuese tan sólo un poco.

–Hay muy poca cosa que me sea permitido de -ciros. Como ya sabes, Eris, siempre me interesó lamente y su funcionamiento. ¿Recuerdas nuestros jue-gos, cuando yo trataba de descubrir tus pensamien -tos y tú hacías todo lo que podías para evitarlo? ¿Ycómo a veces te hacía realizar acciones contra tu vo-luntad?

–Pienso todavía –dijo Eris– que no hubieses po -dido hacer aquello con un extraño, y que en realidadyo cooperaba inconscientemente.

–Eso era cierto entonces, pero ya no lo es. Laprueba la tienes ahí abajo, en el valle. –E hizo un gestohacia los últimos rezagados, que los guardianes ibanrodeando. La marea oscura ya casi había pasado, prontose cerraría la entrada del valle.

»Cuando fui creciendo –siguió Aretenon–, pasémás y más tiempo investigando el funcionamientode la mente, tratando de descubrir por qué algunos denosotros podemos compartir tan fácilmente nuestrospensamientos, mientras que otros no pueden con -seguirlo nunca, sino que tienen que permanecer siem-pre aislados y solitarios, forzados a comunicarse por

19

Page 16: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

medio de sonidos y gestos. Me fascinaban aquellasmentes que están completamente desequilibradas,de modo que quienes las poseen parecen ser menosque niños.

»Cuando comenzó la guerra, tuve que abando -nar esos estudios. Y luego, como ya sabéis, un día mellamaron durante la quinta batalla. Incluso ahora, nosé con certeza quién fue la causa. Me llevaron a unlugar muy lejos de aquí, donde encontré un peque -ño grupo de pensadores a muchos de los cuales yaconocía.

»El plan era sencillo, y tremendo. Desde el ama -necer de nuestra raza hemos sabido que dos o tresmentes, unidas, podían ser utilizadas para controlarotra mente, si ésa quería, en la forma en que acos -tumbraba a dominarte a ti. Desde tiempos remotoshemos empleado ese poder para curar. Ahora pro -yectamos utilizarlo para destruir.

»Había dos dificultades principales. Una se rela-cionaba con la curiosa limitación de nuestro podertelepático normal, el hecho de que, excepto en rarasocasiones, sólo podemos tener contacto a distanciacon alguien a quien ya conocemos, y no podemos co -municarnos con extraños más que cuando estamosen su presencia.

20

Page 17: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

»El segundo, y mayor problema, era que se nece-sitaría el poder de muchas mentes, y hasta entoncesnunca había sido posible unir más de dos o tres. Laforma en que lo conseguimos es nuestro principalsecreto: como todas estas cosas, ahora que lo hemoslogrado parece fácil. Y una vez comenzado, fue mássencillo de lo que habíamos supuesto. Dos mentesson más poderosas que el doble de una, y tres sonmucho más poderosas que el triple de una sola. Larealización matemática exacta es interesante, ya sabescuán rápidamente aumenta el número de maneras enque puede ser ordenado un grupo de objetos al au-mentar el tamaño del grupo. Pues bien, en nuestrocaso se da una relación semejante a ésa.

»Y así conseguimos finalmente nuestra MenteCompuesta. Al principio era inestable, sólo conse -guíamos mantenerla unida durante unos cuantos se-gundos, y todavía constituye un esfuerzo enorme pa -ra nuestros recursos mentales. Solamente podemoshacerlo durante..., bueno, durante el tiempo sufi -ciente.

»Como es natural, todos estos experimentos fue -ron realizados en el mayor de los secretos. Si podía -mos hacerlo nosotros, también podían hacerlo los mi-traneos, pues sus mentes son tan buenas como las

21

Page 18: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

nuestras. Teníamos cierto número de ellos prisioneros,y los empleamos como sujetos.

Por un instante, el velo que había ocultado lospensamientos internos de Aretenon pareció temblary disolverse, pero pronto se rehízo.

–Eso fue la peor parte. Ya era bastante terribleenviar locura a un país distante, pero era infinitamentepeor observar con nuestros propios ojos los efectosde lo que hacíamos...

»Cuando hubimos perfeccionado nuestra téc nica,efectuamos los primeros ensayos a larga distancia.Nuestra víctima fue alguien tan bien conocido deuno de nuestros prisioneros (de cuya mente nos ha-bíamos apoderado) que pudimos identificarlo com-pletamente, de modo que la distancia entre no sotrosno fue un obstáculo. El experimento salió bien, pero,naturalmente, nadie sospechó que nosotros éramoslos causantes.

»No volvimos a operar hasta que estuvimosseguros de que nuestro ataque sería tan avasalladorque daría por terminada la guerra. Por las mentes denuestros prisioneros habíamos identificado a unosveinte mitraneos, sus amigos y parientes, con tal deta -lle que podíamos encontrarlos y destruirlos. Cadamente que caía bajo nuestro ataque nos permitía el

22

Page 19: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

conocimiento de otras, y así fue aumentando nuestropoder. Pudimos haber hecho mucho más daño delque hicimos, pues sólo tomamos a los machos.

–¿Y fue eso –preguntó Jeryl amargamente– real -mente tan misericordioso?

–Quizá no; pero hay que recordarlo en nuestrofavor. Nos detuvimos tan pronto como el enemigopidió la paz, y como sólo nosotros sabíamos lo quehabía ocurrido, fuimos a su país para deshacer todoel daño que pudiésemos. En realidad fue muy poco.

Se hizo un largo silencio. El valle estaba ahora de-sierto, y el sol blanco se había puesto. Soplaba unviento frío sobre las colinas, pasando a donde nadiepodía seguirlo, hacia fuera, a través del vacío y desiertomar. Entonces habló Eris susurrando casi sus pensa-mientos en la mente de Aretenon.

–No viniste para decirme esto, ¿verdad? Hay algomás. –Era una afirmación, más que una pregunta.

–Sí –replicó Aretenon–. Tengo un mensaje parati que te sorprenderá mucho. Es de Terodimus.

–¡Terodimus! –exclamó Eris, sin disimular suasombro–. Yo creía...

–Creíste que había muerto, o, peor aún, que eraun traidor. No es ni lo uno ni lo otro, aunque ha vi-vido en territorio enemigo durante los últimos veinte

23

Page 20: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

años. Los mitraneos le trataron como nosotros, y ledijeron todo lo que necesitaba. Reconocieron sumente por lo que era, e incluso durante la guerranadie le tocó. Ahora quiere volver a verte.

Cualesquiera que fuesen las emociones que sintióEris al recibir noticias de su antiguo maestro, no lasreveló. Quizá pensaba en su juventud, recordandoque Terodimus había desempeñado un papel más im-portante en la formación de su mente que ningunaotra influencia por sí sola. Pero sus pensamientos noeran accesibles para Aretenon, ni siquiera a Jeryl.

–¿Qué ha estado haciendo todo este tiempo?–preguntó finalmente Eris–. ¿Y por qué quiere vermeahora?

–Es una historia larga y complicada –dijo Are -tenon–, pero Terodimus ha realizado un descubri -miento tan notable como el nuestro, y que quizá tengaconsecuencias aún más importantes.

–¿Descubrimiento? ¿Qué clase de descubrimiento?Aretenon hizo una pausa, mirando pensativo el

valle. Regresaban los guardianes, dejando solamentelos pocos que se necesitarían para ocuparse de posiblesprisioneros vagabundos.

–Tú sabes tanto de nuestra historia como yo, Eris–comenzó–. Creemos que se tardó algo así como un

24

Page 21: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

millón de generaciones para que alcanzásemos nues -tro nivel actual de desarrollo, y esto es un lapso detiempo tremendo. Casi todo el progreso que hemosrealizado ha sido debido a nuestros poderes telepá -ticos; sin ellos seríamos muy poco distintos de losdemás animales que muestran semejanzas tan des -concertantes con nosotros mismos. Estamos muy or-gullosos de nuestra filosofía y de nuestras matemá -ticas, de nuestra música y nuestro baile, pero ¿se te haocurrido alguna vez, Eris, que podría haber otras di-recciones de desarrollo cultural en las que no hemosni tan sólo pensado? ¿Y que podría haber otras fuerzasen el universo, además de las mentales...?

–No comprendo a qué te refieres –dijo Eris.–Es difícil de explicar, y no voy a intentarlo, ex -

cepto para decir lo siguiente: ¿te das cuenta de lo la-mentablemente escaso que es nuestro dominio sobreel mundo exterior, y lo realmente inútiles que sonestos miembros nuestros? No, no puedes darte cuenta,porque no has visto lo que yo he visto. Pero quizásesto te ayude a comprenderlo.

La estructura de los pensamientos de Aretenonmoduló repentinamente en una clave menor.

–Recuerdo haberme encontrado una vez con unmacizo de hermosas y extrañamente complicadas flores.

25

Page 22: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

Quise saber cómo eran por dentro, y traté de abrir unasujetándola entre mis pezuñas y abriéndola con losdientes. Lo intenté una y otra vez, y fracasé. Al final,medio loco de rabia, pisoteé todas aquellas flores.

Jeryl pudo percibir la perplejidad en la mente deEris, pero pudo también ver que se interesaba y sentíacuriosidad por saber más.

–Yo también he tenido sentimientos de esta clase–admitió–. Pero ¿qué podemos hacer? Y al fin y alcabo, ¿es realmente importante? Hay muchas cosasen este universo que no son tal como desearíamos.

Aretenon sonrió.–Cierto. Pero Terodimus ha encontrado la manera

de remediarlo en parte. ¿Quieres ir a verle?–Debe de ser un largo viaje.–Unos veinte días desde aquí, y tenemos que

cruzar un río.Jeryl sintió que Eris se estremecía ligeramente.

Los atelenios odiaban el agua por la excelente y su-ficiente razón de que sus huesos eran demasiado pe-sados para permitirles nadar, y se ahogabanrápidamente si caían en ella.

–Es en territorio enemigo, no me querrán.–Te respetarán, y quizá sería una buena idea que

fueses; un gesto amistoso, por decirlo así.

26

Page 23: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

–Pero me necesitan aquí.–Puedes creer en mi palabra de que nada de lo que

haces aquí es tan importante como el mensaje que Te-rodimus tiene para ti, y para todo el mundo.

Eris veló sus pensamientos durante un instante, yluego los descubrió brevemente.

–Lo pensaré –dijo.

* * *

Fue sorprendente cómo Aretenon consiguió hablartan poco durante muchos días del viaje. De vez encuando, Eris atacaba medio en broma las defensas desu mente con golpes, que eran siempre parados conhabilidad y sin esfuerzo. Sobre el arma que había ter-minado con la guerra no quería decir nada, pero Erissabía que quienes la habían manejado no se habíanseparado aún y estaban en su escondrijo secreto.A pesar de no querer hablar del pasado, Aretenon ha-blaba con frecuencia del futuro, y lo hacía con la an-siedad de quien ha ayudado a forjarlo y no está segurode haber obrado bien. Como otros muchos de su raza,le perseguía el recuerdo de lo que había hecho, y aveces lo apesadumbraba una sensación de culpabilidad.A menudo hacía observaciones que por entonces de-

27

Page 24: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

jaban perplejo a Eris, pero luego, en los años por venir,debía recordar más y más vívidamente.

–Hemos llegado a un punto crucial de nuestrahistoria, Eris. Los poderes que hemos descubierto notardarán en ser compartidos por los mitraneos, y otraguerra significaría la destrucción de todos. Toda mivida he trabajado por aumentar nuestro conocimientode la mente, pero ahora me pregunto si he traído almundo algo demasiado peligroso para que lo mane-jemos nosotros. Sin embargo, ya es demasiado tardepara volver sobre nuestros pasos; tarde o tempranoera necesario que nuestra cultura llegase a este puntoy conociese lo que hemos descubierto.

»Es un dilema terrible, y no hay más que una so -lución. No podemos retroceder, y si seguimos adelantepodemos llegar a un desastre. De modo que debemosalterar la naturaleza misma de nuestra civilización yromper por completo con el millón de generacionesque quedan detrás de nosotros. No puedes imaginartecómo es posible hacerlo: tampoco podía yo, hasta queme encontré con Terodimus y me contó su sueño.

»La mente es algo maravilloso, Eris, pero por sísola es impotente en este universo material. Ahorasabemos cómo multiplicar por un enorme factor elpoder de nuestros cerebros; podemos quizá resolver

28

Page 25: EXPEDICIÓN A LA TIERRA - Edhasa

los grandes problemas matemáticos que nos han des-concertado durante siglos. Y aun así, ni nuestras men -tes por sí solas, ni la mente de grupo que hemos crea -do ahora pueden alterar en lo más mínimo el hechoque a través de la historia viene ocasionando el con-flicto entre nosotros y los mitraneos: el hecho de quenuestra producción de alimentos es limitada y deque nuestras poblaciones no lo son.

Jeryl los observaba participando poco en sus pen-samientos mientras discutían sobre esos temas. Lamayor parte de estas discusiones tenía lugar mientrasapacentaban, pues, como todos los rumiantes activos,tenían que pasar una parte considerable del día bus-cando alimento. Por fortuna, la tierra a través de lacual pasaban era muy fértil; a decir verdad, su ferti -lidad había sido una de las causas de la guerra. Jerylobservaba con satisfacción que Eris volvía a ser algode lo que había sido. El sentimiento de amargura frus-trada que había ocupado su mente durante tantosmeses no se había retirado, pero ya no era tan domi-nante como había llegado a serlo.

Abandonaron la abierta llanura en el vigésimo se-gundo día de su viaje. Durante mucho tiempo habíanestado moviéndose a través de territorio mitraneo,pero los pocos antiguos enemigos que habían encon-

29